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Citas Eléctrico Ardor de Dany Salvatierra y Los Deseos Afines

Citas Eléctrico ardor de Dany Salvatierra y Los deseos afines, Narraciones africanas contra la homofobia.
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Citas Eléctrico Ardor de Dany Salvatierra y Los Deseos Afines

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Cada viernes me levantaba horrorizado por la cercanía de los sábados, de las horas vacías, de los

domingos interminables que a veces intentaba llenar con fantasías del pasado. 32

La paciencia es un arte antes que una facultad. 38

“Eché a correr hasta donde me dieron las piernas, como si la década de enclaustramiento me
persiguiera para encerrarme diez años más. Aceleré el paso por las veredas ajenas, escuchando el
ruido de los platos recogidos de la cena, el murmullo de los noticieros de la televisión, los susurros
de las parejas que salían a besuquearse entre los arbustos, a escondidas de los padres. El olor de la
marihuana que los jovenzuelos fumeteaban junto a los tachos de basura, las señoritas que salían a
trotar con la seguridad de no sufrir intentos de violación (porque, después de todo, para eso vivían
en aquel barrio). Y, sobre todo, los paseantes de mascotas, esas castas de perros acicalados,
bozales de plata y pelajes relucientes, que sin duda vivían mejor que la gente de los cerros”. 93-94

“Porque no cualquiera puede coger un revólver y ponerse a disparar. Antes había que perderle el
miedo al pedazo de metal, al olor contaminante de la pólvora, al ardor de la descarga eléctrica que
consume al cuerpo en caída libre, como si las vísceras estuvieran atadas a un extremo de las balas
disparadas. Después, tras renunciar al susto, viene la recompensa del poder, la adrenalina de
apuntar el cañón y regir el destino de los otros”. 99

“Y el único músculo que crecería dentro de él sería el que yo llevaba entre las piernas”. 138

“Cuando hablamos de la muerte, imaginamos una oscuridad que nos absorbe a pasos agigantados,
el vendaval de una regresión en imágenes que atravesamos hasta ser remolcados por un océano
negro, para después ya no ver más”. 169

“Ignoro sus destinos, porque me he cansado de buscarlos por las inmediaciones, en los vecindarios
conocidos y en los desconocidos. No sé si pensar que la muerte posee barreras inmateriales que
nos adhieren al lugar donde desaparecemos, al igual que lo que ocurre con el cordón umbilical al
momento de nacer. O quizás perdemos la facultad de comunicarnos entre nosotros. Quién sabe”.
171

Los deseos afines. Narraciones africanas contra la homofobia.

“Infortunio, ese es mi dios” 176

«El muchacho recoge su libro, la poesía de Arthur Rimbaud y lo abre por una página al azar. Se ha
roto un poco. “¿Quién va a quererme ahora, quién va a poder amarme?”, piensa. “¿Quién va a
saber lo que yo sé? ¿Quién va a saber lo que soy capaz de hacer? Ya puedo sentir el dolor en mis
tripas. Solo yo sé que ese dolor es hermoso, saciante, divino, que puedo hacerlo otra vez. Rimbaud
parece dócil comparado con lo que yo acabo de hacer, una muchacha yendo a la escuela
dominical, un bebé durmiendo dulcemente”. Cierra el libro y sueña con otras cosas que podría
hacer, que hará, con fusiles y soldados, bajo la tranquilidad de la pálida luz de la luna, triste
belleza; y se imagina una fuente de mármol manando a borbotones, sollozando».

No alimentar a los animales 214

Las leyes del universo, despóticas e incuestionables, le aseguran que el sol se levantará una vez
más, trayendo consigo todos los problemas del mundo de los que tan solo desea huir. El estómago
se le endurece como si fuera de piedra y su cuerpo se enrosca formando una suerte de
interrogación huesuda. Apenas es capaz de soportar el dolor, pero tampoco se esfuerza en dejarlo
ir. Más bien lo disfruta, lo alimenta con pensamientos sobre lo inútil de luchar en la vida, sobre la
incapacidad de encontrar la felicidad verdadera, la pesadilla de contentarse con lo que nos ha
tocado y el pánico de quedarse solo para siempre, sin resultar atractivo ni deseable. 223

“Pero no es su frialdad lo que aterroriza a James, sino el saber que la tensa cuerda que es la ira de
su madre acabará por romperse. Nadie sabe cuándo ocurrirá, y él anda continuamente con pies de
plomo.” 229

“[…] una vez más, tuve que admitir que los pobres no solían prestar demasiada atención al sexo
de su ropa”. 279

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