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Poema Catalina de Aragon

El poema narra la historia de Catalina de Aragón, reina de Inglaterra, y su matrimonio con el rey Enrique VIII. Catalina se siente triste y despreciada por el rey, quien desea divorciarse para casarse con otra mujer y tener un hijo varón. En el juicio para el divorcio, Enrique argumenta que necesita un heredero, mientras que Catalina defiende que ha sido una buena esposa a pesar de no haber podido darle un hijo.

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Poema Catalina de Aragon

El poema narra la historia de Catalina de Aragón, reina de Inglaterra, y su matrimonio con el rey Enrique VIII. Catalina se siente triste y despreciada por el rey, quien desea divorciarse para casarse con otra mujer y tener un hijo varón. En el juicio para el divorcio, Enrique argumenta que necesita un heredero, mientras que Catalina defiende que ha sido una buena esposa a pesar de no haber podido darle un hijo.

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REINA DE AMOR, CATALINA:

La reina de semblante triste,


sentada en su comedor,
ve que el amor ya no existe,
que ha volado alrededor.
Que las hermosas doncellas
que trataba con respeto
le han robado el privilegio
en su propio aposento.
Está llena de impotencia,
no sabe cómo actuar,
va perdiendo la paciencia,
tampoco con quién hablar.
El rey ha entrado en la sala
y se acaba de sentar,
todo adornado de galas,
se ha sentado a gobernar.
Ella lo sufre por dentro,
la ha ignorado sin pesar,
jamás volverá a ser atento,
nunca la volverá a amar.
Se levanta lentamente,
él no la quiere mirar,
y sale tranquilamente
intentando no llorar.
Corre y entra en la capilla,
y se prepara a rezar,
y se postra de rodillas
cerca del hermoso altar.
Reza al Dios que tanto quiere
implorando la justicia,
que tanto privilegio adquiere
y que tanto necesita.
Justicia de mandamiento,
mandamiento del amor,
el que está en el pensamiento
de todo buen orador.
Reza con calma fingida,
mas ya no puede aguantar,
se siente tan afligida
que no logra ni rezar.
El llanto recorre raudo
sus mejillas de cristal,
y llora desconsolada
sobre el suelo del altar.
Se percata que con llanto
nunca se consolará
y se levanta orgullosa
para lograrse enmendar.
Decide arrojar la pena
a un pozo sin final,
para decir su opinión
y luchar su dignidad.
Es tarde y ya está cansada,
y va hacia su habitación,
se siente tan agotada
y tan llena de emoción.
Llama a todas las criadas,
le ponen el camisón,
coge su rosario y reza
de la noche la oración.
Reza tantas oraciones
concentrada en su misión
que no advierte que sus esposo
escucha con atención.
- Dios no te escucha, mi reina.
Ya puedes, mi bien, parar.
- Dios me escucha y me consuela.
Él siempre me guiará.-
dice ella conteniendo
su deseo de gritar.
- Por una vez, Catalina,
me vas a tener que escuchar
sin esa obsesión mezquina
tan enfermiza y locuaz
de hablar con tu propio Dios
cuando debes atenderme.
Ya no hay más poder que yo
y debes obedecerme.
- Yo os obedezco, querido.
Siempre os obedeceré.
Pero sigo siendo reina
y creo, pues siempre he creído,
que hay un Dios, no es mi marido
y tiene en mí más interés.
- Nada el ser la reina quí
te concede más placer.
- No es placer lo que yo quiero.
- Pues ¿ será entonces poder?
- ¿ Por qué te obstinas, Enrique?
¿ Por qué nunca quieres ver?
Aún necesito cariño,
sigo siendo tu mujer.
- ¿ Eso piensas Catalina?
¡ Qué necia! ¡ Qué ingenuidad!
Hace tiempo te desprecio,
me deseo divorciar.
- ¡ No digas eso amor mio!
- ¡ No hay amor, que es necedad!-
Ella deshecha a pedazos
apenas puede pensar,
pero los lazos de Dios
el rey no los deshará.
- Aunque hagas injusticias
mi amor es irracional.
Son veinte años de albricias
que no debes ignorar.
- ¡ No me puedes dar varón!
Necesito sucesión.
- Si no tenemos un hijo
es porque no quiere Dios.
- Cansado estoy de las penas
y de la desilusión,
no todos tenemos cadenas
a esa tonta religión.
Desde hoy, cada momento,
solo yo todo lo soy,
que a este pueblo no da Dios
todo lo que yo le doy.
- ¡ Das herederos bastardos
con criadas y doncellas!
- Doy lo que debo dar.
- No son sanas tus querellas.
Di ¿ quieres ir al infierno?
tu poder no servirá.
- ¡ Nunca más hables de eso!
Ni de infiernos, ni de glorias.
solo de mí, del progreso,
y de mis buenas victorias.
- No lo entiendes, nada de esto
debería suceder.
- Tan solo cede al divorcio
y haz lo que debes hacer.
- Jamás lo que Dios a unido
con nada separaré.
- Pues irás a un tribunal
y se lo dirás a un juez.
- No son necesarios los jueces.
- Creo que lo van a ser.
Piénsalo bien, sé bien cuerda,
y no quieras alcanzar
una gloria que no existe,
porque aunque quieras negarlo
solo en mí hay autoridad.
Adiós, y pide a los sueños
que te traten con bondad,
porque si te pones en mi camino
solo en las horas de sueño
vas a poder descansar.-
Y pegando un buen portazo
ve la reina cómo sale
el rostro de la crueldad.
Aunque se siente vacía
no va a rendirse jamás,
solo Dios será su guía
cuando luche por un día
en que se la vuelva a amar.
A la mañana siguiente
llega la mala noticia,
ella la acata friamente
y se da cuenta impotente
que del rey ya no obtendrá
ni una mísera caricia.
Llegan los representantes
que dicen, la apoyarán:
dos sacerdotes mayores
que manda su majestad.
- Señora, traemos consejo
para que logre vencer,
o al menos se quede lejos
de los mandatos del rey.
- No necesito el apoyo
de corruptos como ustedes.
- Nos interpretáis con odio.
- ¡ No lo crean sus mercedes!
Decidme, ¿ para quién vivís?
¿ A quién dáis el privilegio
de honrar con lo que decís
a cambio de ningún precio?
- Para el rey, claro ha de estar.
- ¿ Sacerdotes os titulan?
- Con la gran intensidad
que datan las escituras.
- ¡ Pues mal os nombran los hombres!
Sacerdote sirve a Dios,
mas servís a los humanos,
no merecéis ese nombre.
- Es un fallo...
- ¡ No! Sois dos.
- Digo que es fallo, señora,
juzgar con tal terquedad
a dos hombres que os adoran,
y suplicamos, piedad.
- No hay piedad más deseada
que la que os estoy aportando,
quiero romper las barreras
que os están dificultando
el ser santos para Dios
y para el hombre ser santos.
- ¿ Pero no dicen los siervos
Que es el rey Dios reencarnado?
- ¡ Por Dios! ¡ Son habladurías!
Siervos viven inventando.
- ¿ Qué dicen los evangelios?
- Que Él está allí en lo alto.
- Pues solo creed al Padre,
que es el único que es santo.
- Lo creemos como un dogma
que venimos profesando.
- Pues marcháos, de vuestra ayuda
no deseo participar,
que bastante ayuda tengo
con mi lengua y dignidad.
¡ Marcháos! ¿ A que es ironía?
Suplicábais mi piedad,
pues yo suplico, os marchéis,
porque odio la agonía
de tener que disputar
por un digno matrimonio.
No quiero falsos amigos
que me aporten esperanzas,
porque solo sois demonios,
sois de mi rey la venganza.
Si queréis dinero y gloria
alejáos de este lugar,
sed sabios y sed sinceros
y ganáos la santidad.
-Pero vos, nuestra señora...
- Ya es tarde para cambiar.
Yo seguiré en mi postura,
porque el amor mientras dura
nadie lo puede ignorar.-
Salen los siervos del cielo
alerta por el rechazo,
ha dado comienzo el duelo,
la ley los está retando.
Pasan los días, semanas,
en los que se palpa paz,
pero es todo una estrategia,
del rey un astuto disfraz.
Al fin llega lo temido,
el juicio va a dar lugar,
pero el rey ya ha decidido,
será el primero en hablar:
- Súbditos de mi Ingleterra
bienvenidos seáis aquí,
sabed que no es una guerra,
es un asunto de aprecio
que vamos a discernir.
Expongo el caso gustoso
y suplico, comprensión,
porque está en juego mi trono
y toda mi comisión.
Catalina ya hace años
que conmigo se casó,
he subido mil peldaños
en nuestra cruel relación.
Ella es sensata y sincera,
pero no puede aportar
una sucesión certera
para ocupar mi lugar.
Es un tema hereditario
que tiene gran importancia,
pues si no nos nace un hijo
perderemos nuestra gracia.
No digo más, evaluad
lo que aquí se nos presenta,
porque Inglaterra es de reyes,
no son buenas las revueltas.
Sabios sois todos, y amigos,
sé que os puedo confiar
el que decidáis conmigo,
con cabeza y sin pesar.
Porque a vuestra gran señora
no la voy a destronar,
duquesa será desde ahora
y con mi gracia contará.
Por amor, amigos míos,
por amor se juzgará-
Tras tales hipocresías
que aprenas quiere escuchar,
le toca subir al estrado
con total sinceridad
-En primer lugar, señores,
os suplico caridad,
porque sois todos varones
y yo mujer, igualdad.
Soy Catalina de España,
Catalina de Aragón,
no cuento con más amigos
que mis criadas y Dios.
Aunque me pese decirlo
no hay justicia en este lugar
si se me juzga por frutos
y no solo por sembrar.
Desde que llegué a Inglaterra
he sembrado sin mirar
a quién he dado mi amor,
mi tiempo y mi integridad.
Al rey nunca le he fallado,
al menos por voluntad,
a sus amigos he amado
cuanto he podido y aun más.
Con que no sé con qué leyes
os dignáis aquí a juzgar,
porque no son faltas mías
no tener fecundidad.
No hay nada que más desee
que un buen varón engendrar,
simplemente como madre
para poderlo criar.
Pero esos no son los planes
de Dios, que ha juzgado ya
y no quiere darme hijos.
¿ Por qué? Nadie lo sabrá.
Juzgad pues, como lo soy,
a una madre desolada,
y no juzguéis mis vestidos
que son solo tontas galas.
Os lo suplico mil veces,
juzgad con humanidad,
Dios os pagará con creces,
Dios nos reconfortará.-
Se arrodilla ante su esposo
y hay ruidos de incomprensión,
él se levanta nervioso
aumentando la tensión
- Levántate, Catalina,
No me vayas a retar.
- Me arrodillo ante la ley
y os muestro mi voluntad
de amaros no como rey,
si no como mucho más.
- Catalina, yo te ordeno...
- ¡ Os lo suplico!, escuchad.
Sé que sois el más pudiente
y se hará lo que mandéis,
pero ¡ por Dios!, parad esto;
solo quiero que me améis.
- El amor conlleva retos
difíciles de alcanzar
y la reina de Inglaterra
no debe quedarse atrás.
Yo te aprecio, Catalina,
siempre tendrás mi amistad,
pero levanta del suelo,
el juicio no cesará.-
Nuestra reina se alza rauda
henchida de indignación,
no derrumbará las bases
de su propia religión.
- Si así lo quieres, Enrique,
juzga lo que has de juzgar,
pero hoy no seré yo
la que suplique piedad-
Comienza a salir corriendo
del indigno tribunal,
no seguirá recibiendo
faltas a su dignidad.
- ¡ Catalina de Aragón!
Vuelve y ven a declarar.-
Grita el vanidoso Wolsey
¡ qué falta de integridad!
- Juro, y lo juro por Dios
que nunca más me verán
los súbditos de mi tierra
ser juzgada ni juzgar.
¿ Queréis que se haga justicia?
Solo Dios la puede hacer,
así que apelo ante el Papa
y ser juzgada por él.
No declaro ante más hombres,
ante Dios declararé,
no juzgaréis a la reina
por los caprichos de un rey-
Y ante el asombro de todos
se marcha de ese lugar
vitoreada por su pueblo
y rota por la crueldad.
Pasan unas pocas horas
de calma y tranquilidad,
pero no serán eternas,
el rey no se rendirá.
Con una furia increíble
entra fiero en su aposento,
quiere decir lo indecible,
solo así tendrá sustento.
- ¿ Cómo osas blasfemar
y negar lo que yo he dicho?
Debería desterrarte
¡ Y te pudrieras con los bichos!-
Catalina no comprende,
le invade la turbación,
¿ es tan pequeño ese paso
desde el odio hasta el amor?
- No digas eso, querido,
solo intento razonar.
¿ No comprendes que te ame?
Dime que lo intentarás.
- Me haces reír, Catalina.
- ¡ Dios! ¡ Qué fría parquedad!
- Me humillas ante mis siervos,
te marchas sin mi permiso,
¿ aun pretendes que te quiera?
- Pues dime tú, ¿ para todo
necesitas previo aviso?
- ¡ Eres reina! ¿ No lo entiendes?
Tu conducta impertinente
repercute en mi reinado.
¡ Tienes que ser consecuente!
- Solo hay una consecuencia
que puedo reconocer,
he perdido la dulzura
que me solías tender.
- ¿ Quieres salir mal parada?
¿ No te basta con sufrir?
Mi partida está ganada
y lo tienes que admitir.
- Bajo has caído, amor mío,
me amenazas con palabras,
gozo de libre albedrío,
puedo hacer lo que me plazca.
- Asco siento, Catalina,
ante estas, tus desgracias,
tuyo no soy ni seré.
¡ No digas más que me amas!
Sabes que es mío otro amor,
sabes que ahora amo a Ana.
- Solo buscas deshonor
con una simple mundana.
- Simple pero me obedece,
y sé cuánto la aborreces,
pero sabe que de mí
ha quedado embarazada-
El mundo da vueltas y vueltas,
casi no puede pensar,
¿ dónde ha quedado su Dios
cuando la debe apoyar?
Catalina se desploma
sobre su cama de seda
y asume que es el orgullo
lo único que le queda.
Enrique sonríe complacido,
ha dado el golpe mortal,
la presa rauda ha caído,
solo queda rematar.
Pero sale de la estancia,
la dejará descansar,
quiere pensar la jugada,
la conducirá al final.
Quien reta al rey poderoso
no debe jamás ganar.
Vuelve la calma fingida,
mas el rencor es notorio.
Catalina pasa el día
sobre su reclinatorio.
Un viernes frío y teñido
de nubes el cielo gris,
el monarca vuelve a ella
para anunciar complacido
que le ha llegado su fin.
- Como siempre,testaruda,
no te lograré enmendar.
¡ Sigue soñando aventuras!
me ha dejado de importar.-
Ella se levanta asombrada
¿ quizás sea todo un milagro?
Tal vez continúe casada
y vuelva a sentir sus abrazos.
El rey ríe, ella se extraña,
mas no logra preguntar.
- Mejor siéntate Cataina,
esto no te va a gustar-
Se sienta sin gran reparo,
el rey se dispone a hablar.
- Pediste que lo pensara
y como ves obedezco,
he decidido salvarte
y escucha lo que te ofrezco.
No siento remordimiento
al mostrar mis pensamientos,
quizás solo así te des cuenta
de que odio este casamiento.
Ya solo te veo insufrible,
una amenaza latente,
para mí es inconfundible
que ya no quiero quererte.
Querer siempre fue de necios,
no hay amor hasta morir.
El casamiento es el precio
que hay que pagar por vivir
eternamente en la historia,
mi objetivo es concebir.
Ana lo sabe y lo acepta,
suficiente para mí,
mas tu terquedad intercepta
nuestro camino a seguir.
Así, siguiendo la senda
de mis claros pensamientos
he decidido mandarte
bien lejos de estos cimientos.
Vas a Francia para siempre
con tus míseras criadas,
y no te pondrás en medio
de mi relación con Ana.
- ¡ No podéis mandar tal cosa,
por doquier os lo dirán!
- Puedo, ya está todo hablado,
mañana te marcharás.-
Y dejando a su señora
llorando desconsolada
se va el rey sabiendo ahora
que la partida está achada.
- ¿ Y María? Ella es mi hija
¡ No me la puedes quitar!
- Partió hoy de madrugada
camino a su nuevo hogar.
- ¿ Dónde has mandado a la niña?
- Muy pronto te enterarás.-
Ya no hay sentido en la vida
más que luchar y luchar,
ya ha perdido una jugada
que no va a recuperar.
Pero quizás en la Francia
Dios cubra su soledad
con una digna vejez,
digna de su amor por él,
que jamás se esfumará.
Una triste comitiva
acompaña a la mujer
que hoy deja de ser su reina,
se va para no volver.
Los súbditos ya no cantan,
el pueblo se ha entristecido,
pues junto con la española
sus esperanzas se han ido.
Ahora dos reyes ingleses
comenzarán a reinar,
una para ambicionar sandeces
y otro solo por mandar.
Todo el camino de exilio
Catalina arrastrará
la felicidad de un pueblo
al que nunca olvidará.
Pasan meses, pasan años,
nace la princesa Isabel,
Ana y Enrique se quieren,
y mientras, casi olvidadas,
encerradas en un castillo
Catalina y sus criadas
comienzan a envejecer.
Su cabello antes cobrizo
ha perdido su color,
ahora blanco y enfermizo
ya no tiene solución.
Igual pasa con su cuerpo,
está viejo y demacrado,
ya le quedan pocas fuerzas,
parece que se ha cansado.
No ha perdido la esperanza
de poder resucitar
cuando Dios, que no descansa
le permita descansar.
Pero en la tierra ya vive
solo porque debe cumplir,
y porque quiere a María,
teme perderla algún día,
y marcharse antes de tiempo
no se puede permitir.
A pesar de su cansancio
la reina es todo bondad,
sonríe y habla serena
con quien la quiera escuchar.
Sus amigos son escasos,
España ha quedado atrás,
pero no atiende al olvido,
en su mente siempre están.
Sin embargo, por las noches,
cuando nadie la acompaña,
su corazón se entristece
y la soledad lo empaña.
Un día una de sus damas
le narra algo impresionante,
Wolsey el tirano se ha ido
de este mundo delirante.
- ¿ Qué ha sucedido, querida?
Cuéntamelo, es importante,
aquí todo es aburrido,
háblame de esa noticia.
- Ha muerto por arrogante.
El rey pronto descubrió
que estaba con él jugando,
su gran farsa destapó
y decidió desterrarlo.
- ¿ Es justo, querida amiga,
que sufra yo igual castigo
que un hombre que es un farsante
y que ha jugado conmigo?
¡ Qué injusta es la tierra viva!
Solo Dios evaluará
como lo que soy, su amiga.
pero cuenta, cuenta ya.
- Cuando se vio desterrado
y ya estaba arruinado
dicen que se arrepintió.
- Tarde para tanta culpa.
- Pues dicen que se salvó.
- ¿ Y cómo? Si es eso posible.
- Sencillo, se suicidó.
Es fácil con una soga
y un taburete simplón,
después se tira el apoyo,
se extrangula y se acabó.
- ¡ Por Dios! Cesa de contarme,
que lo sé perfectamente.
- Pues eso, ha logrado matarse.
Opino que fue consecuente.
- Yo opino que fue un cobarde,
pues es un acto más justo
apelar con el presente.
- Veo que no le aprobáis.
- Solo apruebo lo existente.
Pero es sencillo decirte
lo que pienso, inútilmente,
pues a nadie le interesa
esta reina tan demente.
- Contad, yo os escucharé,
mas sed cuerda y no exigente,
que debemos recordar
que el Señor escucha y siente.
- Sabes que nunca le vi
como hombre de mi agrado,
siempre he intentado fingir
que por mí era aprobado.
Sé que es mal la hipocresía,
mas confío muy fielmente
que el Padre me salvará,
pues con él mi casamiento
yo podía asegurar.
Le vi durante años enteros
como un vil y un gran farsante,
solo decía palabras
de carácter denigrante.
Maldecí una vez su nombre
y confieso que le odié,
y aunque aún era un gran hombre
yo misma le condené.
- Cierto que visión tan grave
solo hará perjudicar,
¿ puedo decir que sí hizo
para este mundo enmendar?
- Dilo, mas dudo que haya algo
que se le pueda asignar.
- Lo hay, pues aunque ambicioso
a Dios amaba en extremo,
falló el camino apropiado,
¿ quién no falla más o menos?
Erró en el camino fallido,
mas juro que se enmendó;
pues pereció arrepentido
y cuando llegues al cielo
ninguno tendrá rencor.-
Se exaspera nuestra reina
ante tan grandes halagos
dirigidos hacia un hombre
que jamás los ha ganado.
- Querida, Dios te proteja,
que eres un gran partido.
Ahora parecen mis quejas
las de un corazón henchido
de vanidades y comodidades.
- Son de un corazón afligido.
- No, que he dicho atrocidades.
- Dios te escucha y te comprende.
Él solo ama, nunca reprende.
- Y se desquitará contigo,
que esa lengua prodigiosa
no la tienen los ingleses
normales ni feligreses
si no se la ha dado Él.
Pronto, cuando yo me muera
no deseo más personas
que narren tantas quimeras
sobre la que es hoy mi historia,
solo deseo una cosa,
que solo tú hables de ella,
y serán menos penosos
mis barullos y querellas.
Que tal lengua no se ha visto
en ningún historiador.
Cuéntales lo que te he dicho,
que hasta al más mero capricho
tú le sacas esplendor.
- Señora, no digáis eso
por Dios, que me entristecéis.
Aun no ha llegado el momento
para que de aquí os marchéis.
-No te entristezcas, querida,
a todos nos llega la hora,
no atiende a puestos la muerte,
no soy una gran señora.
- Pero ¿ qué haré yo sin vos?
- Conseguir lo que desees.
tienes un gran corazón
y sabes que lo posees.
- ¿ No os entristece morir?
- No más de lo necesario,
ya he aprendido a sufrir
en estos últimos años.
Lo único que me asusta
es dejar lo que más quiero,
mi María y a vosotras,
me asustaría perderos.
-Jamás una reina tan buena
este suelo había pisado.
- Me alegra que pienses así,
solo en mi pueblo he pensado.-
Así se pasan los días,
conversando sin parar
sobre gracias y porfías,
sobre bondad y maldad.
Catalina es fuerte y firme,
mas no ante la enfermedad,
y hace tiempo que esta misma
no la deja de acosar.
Hace ya unos cuantos meses
contrajo uno de estos males
y ahora es una de esas veces
que el dolor fluye a caudales.
La enfermedad y el ambiente
hacen mella en su moral,
comienza a hacerse evidente
que todo va a empeorar.
El médico actúa a diaro
buscando una mejoría,
mas tienen un ideario
que auyenta las alegrías.
Al fin llega el mal momento,
no se la puede curar,
ya solo espera el encuentro,
cuando Dios la llamará.
Empeora a grandes pasos
ya casi no puede andar,
cualquier acto es un fracaso,
la han tenido que encamar.
Un día su hija adorada
enterada del suceso
va hacia donde está postrada,
quiere colmarla de besos.
- ¡ Made querida! ¿ Qué tal?-
Le pregunta conmovida,
y al escuchar a su hija
se emociona Catalina.
- María ¿ has venido a verme
o estro es otra pesadilla?
- He venido a visitarte.
Y dime ¿ cómo te encuentras?
- Ahora de maravilla-
Entablan conversación
hija y madre complacidas,
encuentran la comprensión
que ambas tanto necesitan.
- Madre, siento tanto esto.
El rey merece un castigo.
- No, niña, no digas eso,
solo piensa que estoy contigo.
- Te he echado tanto de menos,
me sentía desolada,
cuéntame , te lo suplico,
cómo es cada jornada.
- Los días son largos aquí
y estoy bien acompañada.
- Pero dime ¿ eres feliz?
- Fui feliz en otro tiempo,
cuando aun yo te cuidaba.
- Aunque no me veas sentada
junto a ti cada mañana,
pienso en ti todos los días,
pienso en ti cada semana.-
La reina sonríe a María
y comienza a palidecer,
el médico entra a observarla,
la niña no sabe qué hacer.
Tras un tiempo de reposo
la princesa entra de nuevo,
ahora ha cambiado todo,
a palacio entra el invierno.
La sala se ha oscurecido
y nadie sonríe ya,
hasta el frío la ha invadido,
se respira una firmeza
típica de funeral.
Se le erizan los cabellos
de camino hacia la cama
donde se encuentra la enferma,
rodeada de doncellas
que la lloran y la aman.
- Hola de nuevo, princesa,
perdona por no levantarme-
Ella sonríe con tristeza,
no quiere perder a su madre.
- No puedes dejarme aquí,
sola entre desconocidos.
- No te dejaré, hija mía,
hasta que Dios no me llame,
pero ya está decidido.
Créeme que me entristece,
me invade la melancolía,
al saber que mi hija crece
sin gozar mi compañía.
Estoy segura, querida,
que lo que yo no he tenido
lo poseerás tú algún día
y disfrutarás lo vivido.-
Al poco tiempo se marcha
la hija de nuestra reina,
entre sollozos de escarcha
y entre lamentos de pena.
Todos saben ya en palacio
que nada va a mejorar,
que pocos días le quedan
a su amada majestad.
Ella, que no es ignorante,
manda a un escriba llamar,
le quedan ya pocas horas,
se tiene que apresurar.
- ¿ Qué desea, mi señora?
¿ Por qué me manda llamar?
- Solo quiero que me escuches
y apuntes, voy a dictar.
- ¿ Dictar en estos momentos?
Sabed que no os viene bien.
- Escribe mi testamento
y haz que a Enrique se lo den.-
Las personas de la sala
se disponen a escuchar,
saben que ya su señora
solo puede desear.
- Saludos, Enrique mío,
me marcho de este lugar,
estas últimas palabras
no te habrán de molestar.
De lo poco que me diste
solo queda el papel ya,
para perdonarlo todo
y recordarte, querido,
que nunca te dejé de amar.
Escasas cosas me quedan
en el mundo terrenal,
y te ruego que las dones
a nuestra hija María,
y le hables de su madre
y de cuánto la quería.
Sé que ansías olvidarme
y poder al fin actuar
sin tener que recordarme,
hoy te doy la libertad.
Olvida cuanto desees,
mas da amor a nuestra hija,
que no sienta que te has ido,
sabes que te necesita.
A mis doncellas da al menos
buena recomendación,
para que consigan trabajo
y una buena posición.
Por último pido al cielo
que te dé la salvación,
y que hagas ver a tus siervos
que tienes buen corazón.
Me despido de Inglaterra
que siempre será mi hogar,
y junto a España, mi tierra,
la he llegado a añorar.
El recuerdo de la gente
alegra mi corazón,
debes saber que en mi mente
tengo presente su cariño
y tanto a ancianos como a niños
les deseo lo mejor.
Ahora amado, vida mía,
quiero pedirte un favor,
honra al menos tú mi muerte
guardando todo mi amor.
Te he amado cada minuto
y en el cielo te amaré,
recuérdame con ternura,
ya nunca más te veré.
Solo una cosa me pesa
de todo lo que he vivido,
sé que he sido buena esposa,
mas varón no he concebido.
Vela por mi alma, querido,
despide a la que se va,
ama a tu pueblo y sé justo,
Dios te recompensará.-
Con un gesto de cabeza
indica que ya ha acabado,
¿ de qué sirve la nocleza?
ellos no están a su lado.
El que ejerce de su mano
dice que debe firmar,
lo intenta, mas es un fracaso,
la fuerza que le quedaba
la acaba de abandonar.
Su doncella más amada
se acerca para ayudarle,
ella sonríe cansada,
mas lo agradece sincera,
pues hacía ya mucho tiempo
que no la apoyaba nadie.
Firma por fin las palabras,
y a la vez firma el final,
el médico la tumba en la cama,
ya es hora de reposar.
La sala guarda silencio,
un silencio sepulcral,
la reina lo rompería,
mas ya no puede ni hablar.
Todos están preparados
para afrontar la verdad,
el momento ya ha llegado,
la reina se va a marchar.
El sacerdote con calma
pronuncia la extrema unción,
y todos junto a la cama
le ofrecen una oración.
Ella aun parece bien cuerda,
les mira pausadamente,
pero a lo que le rodea
permanece indiferente.
Una lágrima se escapa
de sus ojos, que se apagan,
a su memoria ahora acude
el recuerdo de su España.
Morirá entre sus dos vidas,
entre su cuna y su hogar,
pero cuando ella se vaya
¿ quién la podrá recordar?
Siente miedo, más que pena,
pero deja de luchar,
ahora debe abandonarse,
solo queda confiar.
Cierra los ojos calmada,
respira profundamente,
está cerca de su Padre,
casi cree que lo siente.
Con un suspiro de adiós
expira entre sus amigos,
el llanto surge en la sala
y comienzan los gemidos.
La entierran donde el rey manda
y él recibe el testamento,
ahora se siente culpable,
está vacío por dentro.
Pero tiene nuevos planes,
más aun que ambicionar,
si Catalina se ha ido
no puede pararse a llorar.
Ante un pueblo que la añora
él continúa avanzando,
ya se ha ido la española
ahora y en adelante
Ingleterra estará guiada
por patriarcas ambiciosos
que se creerán importantes.
Un mito nació en España
y poco después se marchó,
a vivir en una tierra
donde no se le escuchó.
Español, esta es la historia
de la reina de Aragón,
que reinó más que otros muchos
con su única ley, el amor.
Y aquí, narrada entre versos
permanecerá escondida
la vida de una mujer,
la vida de una heroína.
Reina de valor y fuerza,
reina de la confianza
y portadora de amor,
portadora de esperanza.
Que no se diga en su tierra
que su reinado fue en vano,
recordémosla orgullosos,
porque es España la cuna
de numerosos soldados.
Ella, capitán de fuerzas,
luchando de corazón,
digna de ser recordada,
Catalina de Aragón

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