La espalda marcada
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Los personajes siguen siendo hombres y mujeres de carne y hueso que te dejan sus tormentos, sufres sus conflictos psicológicos, te mueves con ellos. Los odias. En este libro se mira y se muestra cómo un pequeño detalle transforma la vida de cualquiera. Nada es tan insignificante. Lo mejor o lo peor puede llegar en lo más sencillo.
Micaela es una limpiapisos que desde un papel de extra en una película quiere ser famosa, y Yordanis anhela convertirse en un escritor famoso con los servicios corporales que presta. Cada uno apuesta para llegar a su meta.
Sexo, ironía, violencia. El lector se reconoce. Todo está quebrado, marcado, incluso el país. Esas quebraduras de toda la espalda también pueden estar sobre ti.
Yunier Riquenes García
Yunier Riquenes García (Jiguaní, 1982) es una de las voces más inquietantes de la más reciente generación de la literatura joven cubana. Se diferencia de muchos que escriben en la Isla. Los personajes de Riquenes viven en la profundidad y los conflictos del país, en el sexo como posible salida, en el deseo y la añoranza de un futuro mejor y posible. Su literatura se perfila en diferentes géneros: novela, poesía, periodismo, literatura infantil, pero siempre afirma que prefiere contar historias. Solo eso. Nació en un pequeño pueblo del oriente de Cuba, en la provincia de Granma. Allí creció entre campesinos y aprendió a leer. Sembró en los campos cubanos, pero decidió estudiar Letras. Desde entonces publica en varios medios de comunicación nacionales. Actualmente reside en la provincia de Santiago de Cuba. Junto a Naskicet Domínguez lleva a cabo el proyecto Claustrofobias Promociones Literarias (www.claustrofobias.com), una propuesta independiente para promover por el mundo la literatura y los autores de su país.
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La espalda marcada - Yunier Riquenes García
Figurantes
Micaela tiró el trapeador. Necesitaban bastantes personas para hacer la película, explicó el muchacho a la directora del recinto cultural; él venía por parte del equipo de realizadores. La directora preguntó si podía participar en el casting, y traer a su sobrina, a la hermana y al primo, aquella belleza no se podía ir de la tierra sin dejar impronta. El muchacho dijo de inmediato, claro, gente de cara linda, y le brillaron los ojos. La directora preguntó cuándo comenzaban a llegar; y el muchacho, anotando en unos papeles, esclareció que la semana próxima arribaría el resto del equipo. Micaela se había acercado mientras conversaban, se arregló el pelo antes de dirigirse al muchacho que inspeccionaba el techo.
―Ahí no hay goteras ―dijo―, pueden guardar sin problemas la ropa.
La directora sonrió y presentó a Micaela.
―Es nuestra auxiliar de limpieza, también los puede ayudar.
―¿Yo también podría pasar el casting?
―A lo mejor les hace falta una barrendera ―dijo la directora burlándose.
―Pues mire que sí.
―Entonces eso lo puedo hacer yo ―dijo la directora.
Micaela la miró con deseos de tener cerca el trapeador para rompérselo en la cabeza. El muchacho seguía observando con detenimiento el lugar adonde debían guardar el vestuario.
―No se preocupen, hace falta mucha gente.
―¿Y qué actores trabajan?
Enumeró una lista de actores y actrices reconocidos por el público en películas y telenovelas. La directora y Micaela imaginaron que iban a estar muy cerca de aquellos hombres y mujeres, se tirarían fotos abrazados, dirían vieron, me hice la foto cuando trabajamos juntos. Las dos creyeron que le dirían las palabras de amor más intensas al protagonista, que las mandarían a hacer la escena del desnudo, porque toda buena película debe tener una escena de sexo, o cuando menos, un lugar para las putas. La directora se arregló un mechón de pelo:
―Hoy por la tarde me tengo que quitar este color, yo soy rubia, pero estaba cansada de ser rubia. ¿Cómo te llamas?
―Carlos.
―Mucho gusto, Carlitos, mi nombre es Aurora.
El muchacho sonrió y se despidió. Micaela recogió el trapeador y dejó el piso húmedo. Aurora entró a peinarse en la oficina.
―Por favor, Micaela, arréglame el pelo.
―No soy peluquera, no me pagan por eso. Ya me voy, tengo problemas familiares.
―¿Qué tienes que hacer mañana a parte de limpiar el piso y sacudir?
―Tengo que ir a un lugar.
―¿Y no vas a trabajar?
―Claro, tengo que venir a trapear para que guarden el vestuario de la película, a lo mejor ponen en los créditos agradecemos la ayuda de Micaela Barberán.
―Ve, Micaela, yo vengo temprano, asegura tus problemas.
Se fue sin terminar de limpiar. La directora permaneció hasta tarde sacando unos burós y unas cajas de libros.
Micaela le pidió a Rodrigo cincuenta pesos porque tenía que arreglarse el pelo, iban a filmar una película y el productor le había rogado trabajar, le había visto los ojos muy expresivos y el caminar muy sensual, a partir de mañana en el trabajo van a hacer el casting. Dijo también que se presentarían actores y actrices de las compañías de teatro de la región completa, pero estaba confiada en que la iban a seleccionar, además, no le habían dicho a mucha gente de la convocatoria, cada una de las personas responsables de ciertas instituciones habían buscado a la familia, muchos de ellos querían tener un papel, cobrar el dinero que pagaban. Enumeró a los artistas que veían juntos en la telenovela, comprobaría si le rozaban cebolla en las mejillas para llorar.
―Tendrás que cocinar, voy a tener mucho trabajo.
Rodrigo prendió el televisor.
―Tengo hambre ―dijo levantando la cabeza―. Hoy jugamos contra ellos. Seguro les vamos a ganar otro campeonato.
―Son gente de la capital los que van a filmar la película.
―¿Qué otra gente podía ser? Les vamos a caer a palos a su equipo de pelota, han empezado mal el campeonato.
Micaela siguió explicando la necesidad del cambio de color en el pelo. Sabía que cuando Rodrigo la ignoraba era segura una respuesta negativa.
―Voy a casa de Amalia a buscar un encargo ―dijo fugándose por la puerta.
―¡No le pidas dinero otra vez! ―y volvió al periódico a comparar las cifras.
Micaela no alcanzó a escucharlo. No le importaba que se molestara, que le dijera lo que le diera la gana. Ella tenía derecho a ser una estrella. No sería Micaela la limpiapisos; tendría el pelo bien amoldado y las uñas cuidadas. Si el dinero se acababa enseguida, como era de suponer, la contratarían nuevamente, debía preocuparse con los maquillistas, poner la boca sexy. No era justo que Rodrigo fuera el único hombre que supiera de aquella expresión, muchos hombres tenían que saber que detrás de la Micaela Barberán que buscaba el pan todos los días había tremenda mujer. Tenía que acercarse al protagonista en alguna escena donde estuviera bebiendo, lo desafiaría con la punta de la lengua.
Amalia no estaba en la casa; se sentó en el parque. Sin que Rodrigo se entere, que me preste los cincuenta pesos, le diría, que aguante el secreto, porque voy a trabajar en una película donde actúan los personajes de la telenovela, tú te imaginas yo al lado de esos papis. Micaela se sentó con una pierna levantada y adoptó una pose de señorona a pesar del pañuelo en la cabeza y las chancletas. Un grupo de niños le gritaron loca, sal del parque. Pensó que podía hacer ese personaje, era uno de los papeles que siempre eran más difíciles y a la gente se le quedaba en la memoria. Y no tendría que pedir los cincuenta pesos para arreglarse el pelo, ese era el mejor personaje: la loca. Pero si iba así podían eliminarla en el casting, se arreglaría el pelo, les diría que sabía hacer de loca, en cada pueblo o ciudad había un loco.
La casa de Amalia estaba encendida, le preguntaría dónde rayos se había metido. Pero si le decía así se lo iba a negar. Este dinero no tenía que ver con Rodrigo, aquella vez no le pagó a tiempo porque la situación se puso tan dura que no teníamos para nada. A veces a una le llegan las oportunidades, pero nunca es tarde. Y si usted me presta el dinero para arreglarme el pelo…
Amalia abrió la puerta, tenía la cabeza envuelta en una