La Malinche, sus padres y sus hijos
Por Margo Glantz
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La Malinche es una de las figuras fundacionales de la historia de México, pero su historia siempre ha sido objeto de polémicas y contradicciones.
Intérprete y compañera de Hernán Cortés, ha sido deificada por algunos y satanizada por otros, ha inspirado tragedias, dramas románticos, crónicas, poemas y hasta caricaturas.
Como todo personaje mítico e histórico, es necesario estudiarla periódicamente, indagar en nuestras raíces, revisar el mestizaje y replantear sus andanzas actuales y pasadas para aclarar los múltiples significados de uno de los enigmas culturales más poderosos en México y Latinoamérica. La Malinche toca fibras tan sensibles, que su figura se ha visto envuelta por el mismo halo de sospecha que rodeó a Eva a partir de su expulsión del paraíso; ha sido condenada al silencio y convertida en uno de los personajes más frecuentes de la escritura criolla.
Este volumen reúne las memorias del coloquio titulado "La Malinche, sus padres y sus hijos", en el que participaron Carlos Monsiváis, Roger Bartra, Hernán Lara Zavala, entre otros connotados escritores. En su conjunto, estos textos ofrecen una mirada panorámica sobre los mitos, usos y costumbres que han consolidado a Malintzin como el paradigma por excelencia del mestizaje.
Margo Glantz
Margo Glantz fused Yiddish literature, Mexican culture, and French tradition to create experimental new works of literature. Glanz graduated from the National Autonomous University of Mexico (UNAM) in 1953 and earned a doctorate in Hispanic literature from the Sorbonne in Paris before returning to Mexico to teach literature and theater history at UNAM. A prolific essayist, she is best known for her 1987 autobiography Las genealogías (The Genealogies), which blended her experiences of growing up Jewish in Catholic Mexico with her parents’ immigrant experiences. She also wrote fiction and nonfiction that shed new light on the seventeenth-century nun Sor Juana Inés de la Cruz. Among her many honours, she won the Magda Donato Prize for Las genealogías and received a Rockefeller Grant (1996) and a Guggenheim Fellowship (1998).She has been awarded honorary doctorates from the Universidad Autónoma Metropolitana (2005), the Universidad Autónoma de Nuevo León (2010), and the Universidad Nacional Autónoma de México (2011). Glantz was awarded the 2004 National Prize for Sciences and the prestigious FIL Prize in 2010. She received Chile’s Manuel Rojas Ibero-American Narrative Award in 2015.
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La Malinche, sus padres y sus hijos - Margo Glantz
NOTA INTRODUCTORIA
Margo Glantz
Si se empieza un texto como éste y se dice que la Malinche es un personaje controversial, se cae en la conversación plana o en el pleonasmo, cuando menos. Otro problema grave cuando se habla de ella es la aparente escasez de las fuentes y su poca confiabilidad y la muy probable ocurrencia de que todos digamos lo mismo. Más grave aún es su evanescencia. Y sin embargo, estoy convencida de que como cualquier personaje mítico y a la vez histórico —que desaparece y reaparece en forma cíclica en nuestra historia—, debe ser periódicamente revisado y quizá descifrado, problema al que responde en parte esta memoria del coloquio intitulado La Malinche, sus padres y sus hijos. Enigma cada vez más poderoso, sobre todo si se tiene en cuenta que no hace mucho celebramos (o execramos) el Quinto Centenario del Descubrimiento de América y que la Malinche es el paradigma por excelencia del mestizaje.
Cada vez que consulto las fuentes tradicionales que sobre ella existen, soy objeto, de manera invariable, de una fascinación peculiar. Procedo, de inmediato, a un ejercicio de limpieza para recuperarla debajo de tantas gallinas y gallipavos, mantas de algodón bien labrado, joyezuelas, turquesas de poco valor, maíz y las otras diecinueve mujeres que formaban parte del lote entregado a Cortés después de la batalla de Cintla.
Entregada como instrumento necesario para cumplir y hacer llevaderas las tareas de la vida diaria a los soldados, incluidas las tareas de la reproducción, Malinche, cuyo nombre designa una fatalidad, según el calendario o tonalpoualli azteca, será convertida en figura fundacional de nuestra historia, investida de ese halo sospechoso que rodea y encubre a Eva a partir del día en que nos obligó a dejar el Paraíso, a Elena cuando provocó la Guerra de Troya, o a la Cava por cuya culpa se perdió España.
Condenada al silencio historiográfico, como dice Angelo Morino en su muy interesane libro La donna Marina, su liga con Cortés la convierte en uno de los personajes más frecuentados de la escritura de los conquistadores y en figura esencial de los códices de los vencidos, a tal punto que en algunas crónicas y en algunos códices se convierte en diosa. Este destino singular la persigue, ya sea como elemento providencial para el triunfo de Cortés o como la culpable de nuestra desgracia, al grado que en El laberinto de la soledad, uno de sus más difundidos e importantes escritos, Octavio Paz la fusiona nada menos que con La Chingada.
Carlos Fuentes reflexiona a menudo sobre ella, y lo ha vuelto a hacer en su libro El naranjo, como madre de un bastardo, Martín II. En el libro de Tzvetan Todorov tiene también un lugar que ha provocado muchas controversias y adhesiones. Varias novelas sobre la Malinche circulan por el mundo, y aquí debo consignar recibo de un manuscrito que me ha llegado de Argentina, es de Susana Villalba y se llama Papalote. Es bueno recordar en este contexto que Cortés no tiene calle en México, pero en Coyoacán la calle de Malintzin está situada entre las calles de Xicoténcatl y Moctezuma, of all people! La Malinche ha sido muy frecuentada como inspiradora de óperas, tragedias, dramas románticos y de crónicas, poemas —entre ellos, y muy especial, el que le dedica Rosario Castellanos— y también caricaturas de los moneros de La Jornada, ¿verdaderos nuevos códices?
No importa, ya sea como heroína o como traidora, Malinche es sujeto de la historia y objeto de una mitificación. Hemos querido por ello revisitarla, indagar en nuestras raíces, esas raíces estrechamente vinculadas con el mestizaje y replantear muchas de sus andanzas actuales y pasadas y aclarar su significado, en tanto generadora de malinchismos, para muchos, o como antecesora de los movimientos feministas, o hasta como bandera de las chicanas que ven en ella y en Frida Kahlo un símbolo perfecto de su propia identidad. ¿No dice acaso Gloria Anzaldúa, en su libro Borderland La Frontera. The Mestiza, lo siguiente?:
No vender yo a mi pueblo, ellos venderme a mí. A Malinali, Tenepat o Malintzin se le conoce como la Chingada, y por ello se ha convertido en la blasfemia más constante en boca de los chicanos. Es la puta, la prostituta, la mujer que vendió su pueblo a los españoles; estos son los insultos despreciativos que los chicanos escupen diariamente contra ella. Pero el peor tipo de traición es el que pretende hacernos creer que la mujer india que llevamos dentro es la traidora. Nosotras, indias y mestizas, civilizamos a nuestro indio interior, y la brutalizamos y la condenamos. ¡Buena labor ha hecho la cultura de los machos entre nosotras![*]
Insisto, el coloquio fue importante, una tentativa, un ensayo sobre la interdisciplina. Aquí hemos reunido varias de las ponencias presentadas, y se revisa a la Malinche desde varias perspectivas, analizando su contexto histórico, su instauración como mito y su ambivalente persistencia hasta nuestros días.
La primera parte reflexiona sobre el personaje histórico, y en ella se incluyen varios trabajos que se sustentan en documentos contemporáneos del personaje: crónicas, archivos y códices. El libro inicia con un ensayo de Gordon Brotherston, ahora corregido, y estudia desde un punto de vista especial, no muy frecuentado, su presencia en los códices de los vencidos, lo que sirve para iluminarla desde otra perspectiva, pero sobre todo para afinar el testimonio de los invasores, calificado por él de escueto y contradictorio
. Me pareció conveniente añadir un ensayo —ya publicado— de Mercedes de la Garza para complementar esta visión desde el ángulo de los vencidos
, y penetrar en otros ámbitos indígenas donde la aparición de la Malinche se maneja en antiguos dramas mayas como figura emblemática y ya legendarizada, unas décadas después de la Conquista. Georges Baudot ha investigado con rigor y minucia sus huellas en los archivos mexicanos y españoles para enmendar y disipar algunos errores históricos, y sobre todo para afianzar al personaje en el suelo de la historia. Por su parte, Alfredo Sánchez Nava explora el papel de la Malinche como conquistadora, a través del testimonio de su hija María Jaramillo, para tratar de comprender, en última instancia, de qué manera una sociedad en la que no existía la noción de individuo explicaba y entendía a un personaje singular. Finalizan esta primera parte dos textos míos. El primero, La Malinche: la lengua en la mano
, parte de un cotejo de los diversos rostros que sobre ella dibujan varios de los cronistas de la época, e intenta dilucidar la figura del lengua o intérprete en la Conquista y su contraparte en la época moderna. El segundo es un texto que ahora se agrega, Doña Marina y el Capitán Malinche
, y fue presentado en el coloquio dedicado a la Malinche, organizado por Barbara Droescher de la Universidad Libre de Berlín (Freie Universität) en febrero de 2000.
La segunda parte del volumen se dedica a los contemporáneos de la Malinche y se incluyen ensayos de corte antropológico e histórico. Por su parte, Pilar Gonzalbo explora la situación de la mujer —tanto española como mestiza e indígena— durante los primeros años que siguieron a la Conquista. Elsa Frost revisa las curiosas relaciones que los españoles sostuvieron con las naturales y la jurisdicción española que las (des)amparaba.
La tercera parte del libro está dedicada a los hijos de la Malinche, contiene varios artículos de distinta longitud y enfoque, relacionados con los ingredientes míticos de que ha sido revestido el personaje y su sintomática y proteica transformación hasta nuestros días. Bolívar Echeverría hace un análisis filosófico sobre la relación que existe entre la acción singular de algunos individuos y su transformación épica en la historia, y la función del intérprete durante la Conquista, para entender la mitificación actual del personaje. Con su acostumbrada clarividencia, Monsiváis nos muestra cómo en el origen el malinchismo se encuentra en los pensadores del liberalismo mexicano. Roger Bartra señala las manías desmitificadoras que preocupan a los gobernantes y la forma en que algunos de los mecanismos de mitificación se adaptan a nuevas condiciones históricas y sociales. Jean Franco trabaja las lecturas colonizadoras del Primer Mundo y el papel descolonizador que juega la Malinche en el nuevo discurso femenino, sobre todo en el de las chicanas. Esta edición cuenta con un nuevo texto de Claudia Leitner intitulado El complejo de la Malinche
, fino y profundo estudio de la figura histórica y sus proyecciones actuales, sobre todo en lo que se refiere a los estudios de género y presentado en el Coloquio de Berlín arriba mencionado. Jorge Alberto Manrique y Herbert Frey se ocupan de la sexualidad y de la función que juegan el deseo y la posesión, así como la elaboración de la imagen de la mujer traidora. Sandra Messinger Cypess revisa la figura de la Malinche en la dramaturgia mexicana contemporánea y hace una comparación entre la producida por varones y la contrasta con la escrita por mujeres desde la perspectiva de los estudios de género. Finalmente, añado otro texto mío donde analizo una de las proyecciones modernas de este arquetipo en la literatura mexicana y Hernán Lara Zavala elabora un texto creativo cuya figura central es, naturalmente, la Malinche.
No quiero finalizar esta nota introductoria sin agradecer a quienes hicieron posible la primera edición, la doctora Juliana González, directora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México cuando el Coloquio tuvo lugar, en 1992, y ahora a la editorial Taurus, especialmente a Marisol Schulz, porque gracias a ella esta nueva edición ve la luz. Tambien agradezco A Karim Garay, Mónica Tahuilan y Edith Leal por ayudarme a revisar esta edición. Finalmente, en primerísimo lugar, agradezco su colaboración a los participantes del coloquio y del libro, cuyos brillantes estudios configuran una imagen de nuestra primera madre sospechosa.
LA MALINCHE HISTÓRICA
LA MALINTZIN DE LOS CÓDICES[*]
Gordon Brotherston
Con mínimas excepciones, la vida de Malintzin-Malinche-Marina-Mariana se ha construido a partir del testimonio, escueto y contradictorio, de los invasores de México que se sirvieron de ella en beneficio propio. Indicativo en este sentido es lo que aprendemos de los primeros en conocerla, ya en marzo de 1519, al juntarse con la expedición de Grijalva.
Por un lado, están las menciones que le concede Hernán Cortés en sus Cartas de relación, donde típicamente no pasa de caracterizarla como mero factor verbal, si no anatómico, al llamarla la lengua
. Esta pobre condición corresponde con un pasado falto de todo amor, en el que ella —antes de caer en manos de Cortés— había sido vendida como esclava por lo menos dos veces; por sus padres a los comerciantes nahuas de Xicalanco y por éstos a los potonchanes, mayahablantes de Tabasco. La misma abyección que nos declara esta triste biografía la ha exonerado de toda responsabilidad de su gran traición
, en alguna que otra hagiografía que quisiera recuperarla para la nación de hoy.[1] Más seriamente ha venido a prefigurar la durísima tarea que implica la emancipación de la ciudadana mexicana.[2]
Por otro lado, pero siempre dentro de la misma compañía de conquistadores, Bernal Díaz del Castillo la trata con muchísimo más respeto, concediéndole no sólo un nombre cristiano, Marina, sino el reverencial doña
. Según esta versión, lejos de haber sido esclava de nacimiento, la Malintzin pagana gozaba de cierto rango social: era hija de caciques quien (según Andrés de Tapia, otro conquistador) había sido hurtada
por unos mercaderes.[3] A este propósito se nos informa que cuando Malintzin y Cortés regresaron a Tabasco en 1523, ella dijo que era de aquella provincia
, y gran señora y cacica de pueblos y vasallos
.[4] De ser el caso, es evidente que su condición correspondería más bien a la de la aristocracia indígena con que trabajó Cortés en Totonacapan, Tlaxcala, Tepexic y otros lugares cuya hostilidad hacia Tenochtitlán fue desarrollada y fomentada por medio de una diplomacia hábil y altamente eficaz.
Cualquier intento de resolver estas discrepancias se enfrenta de inmediato con un gran problema de taxonomía y terminología político-social, y también con la discrepancia previa que existía y existe entre las perspectivas indígena[5] y occidental. Por ésa y otras razones resulta sorprendente que hasta la fecha no se haya prestado más atención a las fuentes indígenas que se refieren a Malintzin, sobre todo a los códices que la presentan gráficamente.[6] Sería útil, por ejemplo, tener una guía de tales fuentes, las cuales siguen bibliográficamente dispersas. Anticipando un análisis más comprensivo y detallado, se comentan en este ensayo textos representativos de las causas pro y antimexica, es decir, del imperio de Tenochtitlán y de la alianza que se formó en contra suya.
En primer lugar habrá que notar que por encima de cualquier diferencia política de esta naturaleza, estos testimonios indígenas concuerdan en reconocerle a Malintzin un estatus social elevado —por decirlo así—, dándole más razón a Díaz del Castillo que a Cortés en todo lo que se refiere a su experiencia compartida después de desembarcarse en Chalchicueyecan-Veracruz en abril de 1519. Aunque ninguna crónica indígena ofrezca dibujar la vida de Malintzin antes de ese momento clave, no hay duda alguna, según las mismas fuentes, respecto al privilegio e incluso al poder político que tuvo de allí en adelante.
Donde sí se abren diferencias dentro de la tradición indígena es en el grado de hostilidad que se expresa hacia su persona. Como sería de esperarse, los textos compuestos por los que quedaron leales a Tenochtitlán y la causa mexica dejan entender una desaprobación fuerte del comportamiento de Malintzin y un resentimiento vivo del poder que ejerció con y aun sobre Cortés.
Por otro lado, los aliados de Cortés la presentan como señora indígena ejemplar que ya sabe operar y manipular los nuevos valores políticos y religiosos del momento.
Entre los documentos que provienen de la metrópoli hostil, tal vez el más elocuente es el Códice florentino, libro XII, que narra con gran detalle visual y verbal todo lo que sucedió entre la llegada de Malintzin y Cortés a la costa veracruzana en abril de 1519 y la toma del mercado de Tlatelolco en agosto de 1521. Aunque es de fecha tardía y auspiciado por el fraile Bernardino de Sahagún, y aunque su lenguaje visual se ve alterado por conceptos renacentistas, este texto permanece notablemente leal a las prioridades que defendió Cuauhtémoc. En total, se refiere a Malintzin ocho veces (a-e son imágenes, de las cuales b-e corresponden a momentos de la narrativa en náhuatl; f-h sólo son momentos de la narrativa en náhuatl):
a) Como intérprete en la costa veracruzana en abril de 1519 (portada, fig. 1).
b) Interpretando para Cortés (cap. 9).
c) Como intérprete entre Moctezuma y Cortés (cuyo idioma se dice bárbaro) durante su primer encuentro en noviembre de 1519; viste un traje espléndido para la ocasión (fig. 2, cap. 16).
d) Exigiéndoles perentoriamente, desde una azotea en Tenochtitlán, a los mexicas que traigan comida para los españoles; a su lado Cortés queda disminuido, con aire de impotente (fig. 3, cap. 18).
e) Aceptando en nombre de Cortés el tributo de comida que les dejaron los de Teocalhueyacan, sus anfitriones después de la derrota y la humillante huida de Tenochtitlán en mayo de 1520 (cap. 25).
f) Informándole a Cortés del temor que les inspiraban los mexicas a los de Teocalhueyacan (cap. 26).
g) Aceptando, sentada al lado de Cortés, la rendición formal de Cuauhtémoc en agosto de 1521, también en una azotea (cap. 40).
h) Tratando con Cortés de averiguar dónde había quedado el oro que se extravió cuando los españoles habían huido de Tenochtitlán (cap. 41).
Aun una mirada rápida a esta secuencia nos asegura que Malintzin tuvo un papel clave. Ya en la costa (a) se la ve como intermediaria poderosa entre el emisario de Tenochtitlán y los españoles que sumidos en su malla escriben atentamente en un papel lo que ella les dicta. Desde la azotea (d) exhibe una prepotencia notable y a lo mejor chocante para las costumbres locales.
El comentario a su segundo acto de interpretación
(b), cuyos efectos políticos ya se hacían sentir por el imperio, nos hace clara una sorprendente preocupación de parte del emperador Moctezuma; trascendiendo sexo y clase social, se pregunta éste cómo uno de los nuestros
(titlaca) podría obrar de manera tan traicionera (le entró a Moctezuma al corazón: esa mujer de entre los nuestros les trajo, intepretó para ellos
: yiollo itlan tlaliloc in Motecuçoma: ce cioatl nican titlaca in quinoalhuicac, in oalnaoatlatotia). Finalmente, después de la última batalla (h), el vergonzoso deseo de riqueza material que comparte Malintzin con Cortés provoca el siguiente intercambio con los vencidos, reproducido con evidente intención por el historiador mexica:
Entonces volvió a hablar Malintzin: Dice el capitán: ‘producirán doscientas piezas de oro de este tamaño’
, e hizo el tamaño con sus manos, haciendo un pequeño círculo. Y contestó el otro: "Tal vez alguna mujercita [ciualtzintli] las metió debajo de la falda; se buscarán; él las encontrará".[7]
En náhuatl, el fino insulto que se dirige aquí a Malintzin (quien como intérprete se lo habrá tenido que tragar) se hace aún más inevitable, dado que el término para oro en aquella lengua es teocuitlatl o divina mierda.
Como se sabe, en los años posteriores a la toma de Tenochtitlán, Malintzin siguió identificándose como compañera del encomendero Cortés. Por eso, se vio metida en varios pleitos, por vejaciones, agravios, derechos a tierras o tributos en la antigua órbita mexica, que, fomentados en parte por la Corona en su incipiente intento de apocar el poder de los encomenderos, generaron su propia documentación indígena. Un ejemplo muy gráfico de esos años, en el cual domina la hostilidad ya comentada, proviene de Coyoacán, el mismo lugar donde hicieron su casa los dos y tuvieron a su hijo Martín. Se conoce por el título elocuente de Manuscrito del aperreamiento
, y funcionó como denuncia legal.[8] Muestra el atroz ataque canino que, encadenados, sufrieron siete principales del lugar que evidentemente habían sido llamados a encontrarse con Malintzin y Cortés con un pretexto enteramente falso. Arriba del glifo del coyote de Coyoacán y de mucha sangre derramada por los monstruosos mastines europeos, vemos a Cortés haciendo con sus dedos la V invertida que quiere decir reunión
mientras que detrás de él, pero a la misma altura, Malintzin (Mariana
) despliega el rosario que denota el propósito ostensible de la reunión, es decir, instrucción en la doctrina cristiana (fig. 4). Ambos aparecen como cómplices igualmente aborrecibles. Abajo, se le culpa también a Andrés de Dabia
(Tapia) de los siete asesinatos.
En cuanto a los documentos producidos por los que decidieron combatir el poder mexica con la ayuda de Cortés, Malintzin se presenta universalmente bajo una luz mucho más favorable. Aun los hechos que cuentan, difieren algo de los de la versión mexica. Los textos del Totonacapan y Tlaxcala ponen gran énfasis en los primeros encuentros con Malintzin y Cortés, un proceso que Tenochtitlán pudo observar sólo de lejos, por medio de sus emisarios. Siempre se caracteriza como apacible, aunque no lo fuera, la entrada de los dos, y se hace de Malintzin una principal conversa que por su misma presencia confirma la viabilidad de las nuevas reglas del juego.
Especialmente linda es la escena dibujada en el Mapa de Tepetlán, situado al noreste de Jalapa, entre la costa y Tlaxcala.[9] En el camino que viene del puerto Quiahuitzlán (arriba, hacia el este), donde se ve el barco en que llegaron Cortés y Malintzin, don Diego Toltecatl y don Juan Huitzilpopoca salen a recibir a los dos (fig. 5): a un lado se ve la palapa provisoria de Cortés (ychan marques) y se espera su llegada formal al centro de Tepetlán y el encuentro con el gran tecutli, don Pablo Huey Ilhuitl. Abajo, se representa además la reunión que había organizado previamente Huey Ilhuitl, entre él mismo y los señores de las cuatro cabeceras de Tepetlán, en la cual se decidió mandar a dos de ellos (Toltecatl y Huitzilpopoca) a recibir a los recién llegados. Se detallan los dos distintos tipos de dádiva o tributo que mandaron, es decir, comida, que eran pavos, y objetos de valor duradero y transferible como tejidos y oro labrado, categorías que corresponden a las expresiones nahuas quitlacualmacaque y quitlauhtique (comestibles y riquezas). El texto es del año 1551, debe haber servido para defender terrenos y la economía locales. Detalles como la indumentaria, el tributo y su numeración y los glifos de personas y lugares, tanto como la representación del espacio en plano y en perfil, permanecen netamente precortesianos; al mismo tiempo y como, profilácticamente, se anuncia la nueva religión por medio de cruces, iglesias enteras y la fecha emblemática de 1519
.
En esta situación general se le concede una gran importancia a Malintzin. Recibe tributo de más valor que Cortés mismo: ochenta pavos, tres collares de oro y —el ítem extra— un tilmatli o manta. Y todo el encuentro se centra en el diálogo entre ella y Toltecatl, las figuras más grandes de la escena y los únicos que tienen volutas verbales delante de la boca. Mientras tanto, sentado a un lado y con la cabeza vuelta hacia Malintzin, Cortés parece casi un observador.
Reconocer la lógica indígena de este texto (poco conocido) de Tepetlán se hace indispensable cuando pasamos, siempre en compañía de Malintzin y Cortés, a Tlaxcala, la fuente no sólo de ejércitos poderosísimos sino de todo un acervo de textos, entre ellos el famoso Lienzo, donde Malintzin aparece hasta dieciocho veces. Es más: atendiendo a la secuencia cronológica de documentos en la cual se encaja este Lienzo de Tlaxcala, tenemos la posibilidad única de recuperar la imagen de Malintzn como si fuera retroactivamente, notando los cambios sucesivos que se impusieron al primerísimo ejemplo de la serie (figuras 6, 7, 8).
Conocido como el Texas Fragment, o, de preferencia, Códice de Tizatlán, este original apenas se ha difundido, por lo cual se publica en el presente volumen.[10] Consiste en cuatro páginas en papel indígena, que representan cómo supuestamente[11] fueron recibidos Malintzin y Cortés al llegar de Totonicapan a Tizatlán, una de las cuatro cabeceras de Tlaxcala. Exhibe una poderosa lógica interna: los dos pares de páginas 1-2 y 3-4, forman unidades según los respectivos conceptos bienvenida al viajero
, y hospedaje
. En ambos casos recuerda con fuerza los modelos tradicionales en general, y el Mapa de Tepetlán en particular, en materias como los topónimos del paisaje y las huellas del camino,[12] la división formal entre tributo comestible y duradero,[13] glifos nominales, y el juego entre representación en plano y en perfil. Como en el caso de Tepetlán, la pareja es recibida apaciblemente desde un principio por un comité representativo de las cuatro cabeceras: le toca el honor precisamente a Tizatlán, por ser la primera en el camino que viene de la costa.
Se sostiene también la eminencia de Malintzin en asuntos diplomáticos y materiales. Cerca de la cascada de Atlihuetzyan, sujeto o tlaxilacalli de Tizatlán, Tepeloatecutli, emisario y homónimo del fundador de la cabecera, la saluda primero,[14] seguido por Xicoténcatl, quien saluda a Cortés, debajo de la bandera del ejército español.[15] Después, en la casa de Xicoténcatl (ychan Xicotencatl),[16] éste y ella entran en conversación directa a cada lado de Cortés, quien vuelve a quedar de observador, aunque sea esta vez desde una posición central y más dominante. En cuanto al tributo, a Malintzin parecen corresponder los primeros regalos de comida en el camino mientras que los dos encargos principales de comida (como pavos y otros) y riquezas (tejidos y oro, etcétera) se asignan a los dos, es decir, no exclusivamente a Cortés. En la última página, es de especial interés ver cómo cada uno recibe cortesías: a Cortés le toca la delegación de señores de las cuatro cabeceras (Xicoténcatl, Maxistzin, Tziuhcuacatl, Tleuexolotl); a ella, la dádiva de hijas nobles con sus riquísimos tejidos, la cual en las fuentes españolas es de esclavas y se reparte más bien entre el sediento ejército.
En fin, siempre vestidos ella de rojo y él de negro, Malintzin y Cortés se contraponen en cada página, ella a pie, él a caballo, a pie y sentado. Armonizando más con la lógica binaria del texto, ella mantiene la cabeza erguida[17] o inclinada hacia atrás,[18] aquetza en náhuatl, con toda la arrogancia que distingue a las aristócratas celebradas en algunos de los anales precortesianos.[19]
Según la política de los tlaxcaltecas —y su muy comprensible aversión a pagar tributo a los conquistadores— a mediados del siglo, el Códice de Tizatlán tuvo como propósito constatar la deuda material y política incurrida, por el contrario, por los españoles. Efectivamente, el tributo que se les dio se representa de la misma manera que en los documentos que servían en estos mismos años para defender derechos indígenas ante la Real Audiencia. El tributo se dispone en plano según las categorías y subcategorías tradicionales, en cantidades contables y con minuciosas glosas en náhuatl, y ocupa proporcionalmente una gran parte del segundo par de páginas. Con los años este texto pasó a formar parte del mucho más extenso Lienzo de Tlaxcala (véase cuadro en el anexo), que, promovido por el cabildo (ya en 1552[?]),[20] tuvo el propósito adicional de presentar a los tlaxcaltecas como conquistadores en derecho propio, es decir, ya cristianizados. Se conoce en tres versiones sucesivas, las de Cahuantzin y Chavero (que se parecen mucho) e Yllañes.[21] En todas, la narrativa empieza con un gran mapa ritual de las cuatro cabeceras de Tlaxcala y termina con las conquistas de Michoacán, Jalisco, Guatemala y otros lugares de más allá del antiguo imperio mexica. Malintzin aparece en las escenas de 1519 que fueron tomadas del Códice de Tizatlán y extiende su presencia por gran parte de la narrativa. Se destaca sobre todo cuando los españoles vuelven a Tlaxcala en 1520, y cuando se rindió Cuauhtémoc sobre la azotea en 1521 (ye poliuque mexica). En efecto, la otra entrada a Tlaxcala de 1520, esta vez por las cabeceras occidentales de Quiyahuitzla y Ocotelolco, urge un notable argumento: gracias en gran parte a Malintzin, Tlaxcala volvió a ayudar a los españoles aunque éstos, después de la derrota de la Noche Triste, habían quedado humillados e indefensos.
La narrativa del Lienzo se prolonga aún más en el Códice de Tlaxcala, texto que representa conquistas hasta Nicaragua en el este y California y Zuni en el noroeste, y que además añade un capítulo inicial sobre la temprana evangelización de Tlaxcala. Posterior a las tres versiones del Lienzo, este códice se relaciona con la visita de Diego Muñoz Camargo y otros tlaxcaltecas a Madrid en 1585.[22] En el siglo XVII, esta larga línea de textos alimenta escenas del muy tardío Códice Entrada de los españoles en Tlaxcala y los dibujos de Panes,[23] los cuales, sin embargo, sólo glorifican lo español, según el gusto colonial, a la vez que se desentienden de toda norma de escritura y representación indígena.
Formalmente, el mero hecho de insertar en el Lienzo las cuatro páginas del Códice de Tizatlán las desvistió necesariamente de su propia lógica expositiva: en el Lienzo vienen a ser sólo unas escenas más en las filas de siete que determinan el formato de este texto posterior. Junto con este desplazamiento formal se nota la pérdida progresiva de glifos nominales y de categorización del tributo, y el juego entre las dos órdenes de espacio (en plano y en perfil) tiende a ceder a una perspectiva unitaria. El encuentro de Xicoténcatl con Cortés se ve reformulado, para que el estandarte de éste deje espacio al nuevo tema de la cruz. En el códice de 1585 este proceso continúa: el dibujante confunde más la neta línea del topónimo Atlihuetzyan y reduce y entremezcla las dos categorías de tributo. Se crea la ilusión de fondo renacentista, las figuras humanas indígenas y españolas adquieren poses y gestos importados,[24] y se confirma el redondeamiento que se había anunciado ya en la versión de Yllañes. Y no sólo no se respeta la lógica binaria del Códice de Tizatlán, sino que además se invierte el orden de las antiguas escenas 3 y 4; y entre éstas y las primeras dos se entremete otra que apoya el intruso motivo de la cruz. Finalmente, en el tardío Códice Entrada, donde falta todo indicio de escritura indígena, la perspectiva general es europea, las pocas glosas son en español y se deshace el concepto de escenas enmarcadas a favor de un cuadro múltiple.
Y, ¿qué significa todo esto para la imagen de Malintzin? Con el paso del Códice de Tizatlán al Lienzo de Tlaxcala y del tema del tributo al de la previa evangelización, ella es literalmente desplazada por la cruz misma. En lo que era la segunda salutación