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La Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura
La Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura
La Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura
Libro electrónico212 páginas2 horas

La Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura

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Este libro explora las razones históricas de esta pervivencia ideológica

en el siglo XX, desde la aparición de los primeros grupos de extrema

derecha a la ideología de la dictadura procesista. Analiza asimismo las

relaciones ideológicas entre peronismo y fascismo, los antecedentes

nacionalistas de las organizaciones terroristas de extrema

derecha de los 60 y 70 y la importancia del antisemitismo.

¿Qué fue la Argentina Fascista? ¿Qué importancia tuvo (y tiene) el

fascismo en la historia patria? ¿Cuál fue la relación política e

ideológica entre fascismo, militarismo y religión católica? ¿Cuál fue el

itinerario de la idea fascista a través del siglo pasado? ¿Cuáles son

los orígenes ideológicos de la dictadura? Este libro analiza la historia

de estas inquisiciones, desde sus comienzos con la reformulación del

nacionalismo de forma autoritaria, xenófoba y «cristiana» hasta su

literalización en los campos de concentración de la última dictadura

militar. Mussolini mismo tuvo grandes designios para el desarrollo del

fascismo en Argentina. Los sectores autodenominados nacionalistas

intentaron, a su manera, llevarlos a cabo durante las primeras décadas

del siglo pasado y las consecuencias de sus actos tiñen de pardo nuestra

historia. Solo los grupos «nacionalistas» se definieron como fascistas,

y sin embargo, la influencia de su fascismo se siente todavía en la

Argentina.
IdiomaEspañol
EditorialSUDAMERICANA
Fecha de lanzamiento1 feb 2012
ISBN9789500738125
La Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura
Autor

Federico Finchelstein

Federico Finchelstein (Buenos Aires, 1975) estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su doctorado en Cornell University en 2006. En la actualidad, se desempeña como profesor de Historia en New School for Social Research y en Eugene Lang College de New School, en la ciudad de Nueva York. Ha publicado numerosos artículos en diversas revistas especializadas, así como ensayos en volúmenes colectivos acerca del fascismo, el Holocausto, la historia de los judíos en América Latina y Europa, el populismo en América Latina y el antisemitismo. Entre sus libros se destacan Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen, La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la dictadura, El canon del Holocausto, Orígenes ideológicos de la "guerra sucia", Fascismo, populismo y dictadura en la Argentina del siglo XX, Del fascismo al populismo en la historia, Breve historia de la mentira fascista y Mitologías fascistas. Historia y política de la irracionalidad en Borges, Freud y Schmitt.

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    La Argentina fascista - Federico Finchelstein

    Cubierta

    Federico Finchelstein

    La Argentina fascista

    Los orígenes ideológicos de la dictadura

    Sudamericana

    Para Lauri, por el futuro

    Introducción

    Del nacionalismo a los campos

    de concentración

    Lógicamente, el nacionalismo es insostenible […]

    ¿Qué pensar de una doctrina que cambia

    según los colores del mapa?

    Jorge Luis Borges

    ¿Qué es el fascismo? Ésta es una pregunta que muchos fascistas y antifascistas se plantearon en el pasado y que hoy muchos no se hacen cuando se habla del fascismo. En la actualidad, el fascismo parece ser algo evidente para muchos que lo piensan como un adjetivo para describir una típica actitud autoritaria, intolerante y/o represiva. Esta laxitud en el uso del término crea en su eventual usuario una confianza analítica que es a todas luces problemática. ¿De qué se está hablando cuando se habla de fascismo en el presente?

    En América latina, desde Juan Domingo Perón a Hugo Chávez y desde el general argentino Jorge Rafael Videla al general chileno Augusto Pinochet, el adjetivo fascista se ha utilizado menos como intento de análisis que como crítica política. Esta última es muchas veces entendible pero está inexorablemente dotada de exageración o de simple anacronismo. Para verlo en términos argentinos: por supuesto que es posible comparar a la dictadura argentina (1976-1983) con la de Mussolini o incluso con la de Hitler.Todos estos regímenes suprimieron el Estado de derecho, asesinaron a miles de sus ciudadanos y promovieron la guerra (interna y externa) como último instrumento político. Asimismo, todas estas dictaduras promovieron una concentración sustantiva del capital en pocas manos y también suprimieron sindicatos y otras formas de oposición al régimen. Sin embargo, las diferencias entre los fascismos alemán e italiano con el caso argentino, o con cualquier régimen político reciente o contemporáneo son, de todas formas, más importantes que las semejanzas. Estas diferencias son de grado y en el caso del Holocausto incluso se transforman en diferencias cualitativas en su extremismo. Los motivos de los fascismos nazi e italiano eran mesiánicos en todo sentido: cambiar el mundo (conquistarlo), establecer un nuevo imperio romano o un Reich de mil años respectivamente, olvidar la Revolución Francesa, establecer un modelo alternativo al capitalismo liberal y al comunismo y, finalmente, estar en un estado de guerra permanente, una guerra total en la cual, como sostenía Mussolini, los súbditos fascistas se iban a convertir en nuevos hombres. Los motivos de la última dictadura argentina, aunque compartían pautas ideológicas, eran más modestos: callar y selectivamente eliminar toda oposición, concentrar el capital, y eventualmente, ganar una guerra y un mundial de fútbol. La persecución fascista de los propios ciudadanos desembocó en Alemania y en Italia en la distinción racial entre distintas clases de ciudadanos y su eventual exterminio por vía directa o indirecta. El racismo italiano que incluyó el uso indiscriminado de armas químicas en África se ve opacado por el Holocausto perpetrado por los nazis.

    Los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini eran claramente totalitarios, es decir, intentaban establecer un autoritarismo in extremis que busca un control absoluto y orgánico sobre la sociedad. Al igual que el totalitarismo, el fascismo como término político contemporáneo es menos útil como categoría analítica que como arma de combate, como adjetivo descalificatorio que muchas veces explica características evidentes en aquellos a los que se atribuye el término (por caso, la última dictadura argentina presenta dimensiones fascistas ciertamente notables). Para los comentaristas políticos, el fascismo es entonces un instrumento muchas veces recomendable, un concepto abstracto. Para los historiadores, el fascismo es, o debería ser, en cambio una realidad histórica concreta.

    En la extensa y, generalmente, compleja historia del fascismo se han estudiado y discutido distintas cuestiones fundamentales para su entendimiento. Los estudiosos del fascismo intentan establecer qué fue el fascismo en su época. Para ellos, el fascismo fue un fenómeno genérico caracterizado por: a) una política revolucionaria de masas específica, b) una forma extrema de nacionalismo dotada de una ideología propia, que adopta en la Argentina una identificación extrema entre la política y lo sagrado, con Dios y la Iglesia Católica, c) el desarrollo de un estilo público relativamente único que enfatiza tanto la emoción de las masas como la acción simbólica, que reivindica las relaciones jerárquicas, ideas corporativas e integralistas y políticas autoritarias y racistas, y que asimismo plantea en términos doctrinarios el valor regenerador de la violencia política, la tortura y la guerra.

    Esta definición histórica de fascismo por su flexibilidad y su amplitud es representativa del pensamiento de muchos historiadores. El fascismo así delimitado presenta, sin embargo, diferencias importantes en sus distintas expresiones nacionales.

    En esto coinciden la mayor parte de los especialistas. Menos coincidencias provocan los intentos de comparación entre los fascismos europeos y sus primos latinoamericanos.

    ¿Es posible hablar de fascismo en la Argentina? En charlas de café uno puede escuchar y utilizar la palabra facho para denotar una actitud política de extrema derecha. Para muchos, con razón, la palabra es un insulto. En términos históricos, sin embargo, sería anacrónico hablar de fascismo luego de 1945. Más apropiado sería hablar de neofascismo o posfascismo o incluso neonazismo. Esta imposibilidad de pensar el fascismo luego de su derrota mundial no implica el hecho de que, al menos en la Argentina, los fascistas criollos que no fueron derrotados se preocuparon por dejar un legado en nuestra cultura política que trasciende el nombre fascista original pero no sus ideas principales. Éstas no fueron sólo aquellas devenidas de la influencia de los fascismos europeos sino sobre todo resultado de la particular creación de un fascismo específicamente argentino.

    Es difícil, pero no imposible, definir una ideología política como fascista. Pero es más difícil negarla cuando un determinado grupo como los nacionalistas argentinos no sólo reúne estas características generales pero también se define a sí mismo como fascista e intenta formular una ideología específicamente argentina y cristiana. Una ideología que el historiador italiano Loris Zanatta ha denominado clérico-fascismo, que sus enemigos y contemporáneos en general también definen como tal. Las definiciones constantes del fascismo a la argentina se complejizan en un contexto que las convierte también en experiencias históricas y creaciones ideológicas cambiantes, en movimiento. En suma, los nacionalistas argentinos de extrema derecha fueron fascistas. Pero, ¿fue ése el caso de Perón o Videla?

    Para la mayor parte de los historiadores, incluso movimientos como el peronismo que fueron influidos por el fascismo entre otras ideologías, no son necesariamente fascistas. Sin embargo, Perón se presentó como un alumno de Mussolini. En declaraciones a un diario fascista durante su estadía en la Italia de Mussolini, el militar argentino colmó de elogios al régimen fascista y a su líder. ¿Cómo explicar este exceso de diplomacia? La respuesta tiene que ver con la influencia de la ideología fascista en un mundo de entreguerras que ya estaba globalizado. La influencia del fascismo en la historia argentina no sólo abarca al peronismo. Por ejemplo, el presidente radical Marcelo T. de Alvear y su ministro de Relaciones Exteriores Ángel Gallardo tenían en la primera década fascista (los años veinte) una imagen positiva de la dictadura fascista, en particular sus formas autoritarias de lidiar con la Cámara de Diputados.

    Los principales motivos del fascismo: el nacionalismo extremo y excluyente, el racismo, la discriminación y el antisemitismo, la política de masas, el rechazo del legado de la ilustración, el anticomunismo, el imperialismo proletario y el antiimperialismo, la violencia política, el terrorismo de estado a través de la dictadura y la valoración de la guerra, por citar los principales, aparecieron en la Argentina al mismo tiempo que en Europa. Hay mucho de apropiación, de reformulación y de distorsión en la recepción argentina del fascismo llamada nacionalismo.Y esta recepción ya estaba preparada y condicionada por ideologías locales que la preceden.

    Fascismo y nacionalismo son sinónimos en la Argentina. Si Mussolini fue el padre del fascismo como ideología universal, no hay duda alguna de que los nacionalistas representaban la madre del fascismo a la argentina. La Iglesia y el Ejército fueron de alguna manera sus padres adoptivos, como veremos en las páginas que siguen. La dictadura militar (1976-1983) implicó su consagración, su puesta en práctica en el nombre de Dios, la espada y la Patria. En una homilía golpista de 1975 frente al general Viola, el arzobispo de Paraná, monseñor Victorio Bonamín, preguntó: ¿No querrá Cristo que algún día las fuerzas armadas estén más allá de su función?. La pregunta ya presuponía su respuesta. Una respuesta que comenzó a ser planteada a principios del siglo XX. La política debe ser resultado del triunfo de la voluntad, de Dios. Bonamín representa un ejemplo de una tendencia general, el rol de la Iglesia como vector teórico del fascismo en la Argentina desde sus comienzos en las décadas del 1920 y 1930. La idea fascista tuvo en la Argentina un carácter esencialmente cristiano y militarista según la definición nacionalista inventada en esos años. Sacerdotes católicos actuaban como transmisores de esta ideología sagrada. Los nacionalistas fuera y dentro de las Fuerzas Armadas reconocían su papel central. El general Cristino Nicolaides definiría esta situación presentando a Bonamín como un auténtico soldado de Cristo y de la Patria. Nicolaides sintetizaba el papel de la Iglesia argentina en la persona de Bonamín: Su consejo aseguraba definitivamente el buen rumbo de la espada.

    En los campos, los represores de base compartían estas ideas sobre la nación católica, la espada y sus enemigos. Compartían la valoración de la acción como ejemplo de una guerra interna y sagrada. En este sentido, es sintomático el diálogo entre el periodista Fernando Almirón y el ex sargento Víctor Ibáñez, quien fuera activo en el campo de concentración llamado El Campito. A posteriori Ibáñez recordaría el adoctrinamiento como un lavado de cerebro pero durante la dictadura él y muchos pensaban la ideología nacionalista como una verdad evidente, una teoría que los llevaba a la acción:

    —¿Cómo le decían que se debía combatir al enemigo?

    —Hasta el exterminio total. Muerte, sangre. Los argumentos eran que esos tipos, los subversivos, querían destruir la familia, imponer un gobierno totalitario, una bandera roja. Que planeaban acabar con nuestras tradiciones, con el ser nacional, la Iglesia y las instituciones para imponer otra doctrina, una forma de vida extranjera, antinacional, foránea. La Patria estaba en peligro, eso nos decían.

    —¿Qué era para usted la Patria?

    —Para mí, la Patria era la defensa de mi territorio; eso es lo que yo creía. Era nuestro estilo de vida: el tradicional, católico, occidental. Esto lo vas a escuchar en todos los discursos del Ejército. Defender el estilo de vida que siempre fue nuestro sistema de vida.

    La Iglesia forma parte del proyecto ideológico de la dictadura. Como señalan Marcos Novaro y Vicente Palermo, el respaldo decisivo de la mayor parte de la jerarquía católica a la represión fue un aporte no menor a ese plan y a la voluntad de implementarlo. La negación del pasado no puede ser pensada como reconciliación sino más bien como lo que es: un intento de negar las dimensiones ideológicas y religiosas de la dictadura que tienen su origen en el fascismo criollo y católico. Esta situación ideológica, la negación del pasado, ya se daba durante la dictadura. Para el cardenal Juan Carlos Aramburu, arzobispo de Buenos Aires entre 1975 y 1990, no había razones, hacia fines del gobierno militar, para seguir hablando de una situación que ya había terminado hace tiempo. Dicho cardenal, el eclesiástico más importante del país, declaraba al diario italiano Il Messaggero en 1982:En la Argentina no hay fosas comunes y a cada cadáver le corresponde un ataúd. Todo se registró regularmente en los correspondientes libros. Las tumbas comunes son de gente que murió sin que las autoridades consiguieran identificarlas. ¿Desaparecidos? No hay que confundir las cosas. Usted sabe que hay desaparecidos que hoy viven tranquilamente en Europa. La negación tiene su origen secular en una ideología nacionalista y fascista que le da sentido.

    Este libro analiza la historia de las ideas de tipo fascista en la Argentina, desde sus comienzos con la reformulación del nacionalismo de forma autoritaria y xenófoba hasta su literalización en los campos de concentración de la última dictadura militar.

    Mussolini mismo tuvo grandes designios para el desarrollo del fascismo en la Argentina. Los sectores autodenominados nacionalistas intentaron, a su manera, llevarlos a cabo y las consecuencias de sus actos tiñen de negro y pardo nuestra historia. Sólo los grupos nacionalistas se definieron como fascistas, y sin embargo, la influencia de su fascismo se siente todavía en la Argentina. Este libro explora las razones históricas de esta pervivencia ideológica en el siglo XX, desde la aparición de los primeros grupos e intelectuales de extrema derecha a la ideología de la dictadura procesista. La historia del nacionalismo de derecha, el fascismo a la argentina, ha sido contada por varios y variados historiadores entre los que me incluyo. Este libro se propone recapitular esta historia desde una perspectiva que enfatiza las cuestiones ideológicas, explica diferencias y conjetura semejanzas.

    Esta historia concluye en los campos de concentración donde la ideología fascista del período de entreguerras se cristaliza luego de un largo y sinuoso recorrido.

    En los campos, un fenómeno ideológico y mítico para sus creyentes se vuelve realidad cotidiana. La creencia en fenómenos discutibles y realidades inventadas se hace cruenta realidad impuesta a sus víctimas mediante la violencia sistemática. La ideología fascista argentina se literaliza. Si los nacionalistas hablan de exterminio, la última dictadura lo ejercita. Este libro explora la ideología clérico-fascista que hizo posible la concepción de esta nueva realidad. Ésta no es un producto de importación sino un engendro originalmente criollo. Dios es argentino, dice orgulloso el dicho popular nacionalista. La Argentina crea una ideología fascista a su medida y semejanza: el fascismo vernáculo, eje de la Cruz y la Espada, no puede ser otra cosa que industria nacional.

    1. Orígenes de la Argentina nacionalista

    Los nacionalistas de las décadas del 20 y 30 del siglo XX fueron la variante local del fascismo transnacional. Si bien la historia del fascismo global comienza realmente luego de la primera guerra mundial, sus orígenes ideológicos son anteriores.

    La historia de los nacionalistas vernáculos comienza con la idea misma de nacionalismo. La idea de que las tierras que

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