Del curso: Eficiencia y productividad en la planta de producción, para trabajadores de producción

Diseña una rutina diaria flexible y eficaz

Cada día es distinto. Una máquina que se detiene, un ingrediente que se acaba, una ayuda que no llega... Eso pasa. Pero yo aprendí algo con los años, si tú no llevas el control de tu rutina, el día te lleva a ti. Por eso yo empiezo cada turno con mi plan en la cabeza. No es que todo esté escrito pero uno tiene que saber por dónde va a comenzar, qué partes del proceso van primero, qué ajustes pueden venir y cómo los vas a manejar sin perder el ritmo. Mira, por ejemplo, en esta línea de producción si no tienes estructura se nota. Se enfría la mezcla, se desordena la cocción, se acumulan los embalajes. Por eso yo organizo mi día por bloques. Primero, lo básico: masa, cocción, enfriado, luego el envasado, el etiquetado y siempre dejo un espacio para imprevistos porque los imprevistos llegan y hay que estar preparada. Y algo importante: no todo es correr. Hay que saber en qué momento darlo todo y cuándo respirar. Porque si a media jornada estás agotada, ¿cómo rindes al final? Eso es parte de conocer tu ritmo, de dosificar. Y si algo cambia, porque siempre cambia, tú lo enfrentas con cabeza fría. ¿Que se paró la selladora? Busco la causa, aviso y mientras tanto avanzo con otra cosa. ¿Que hay que cambiar la mezcla por una receta distinta? Ajusto cantidades, reviso tiempos y sigo. Eso no se improvisa, eso se entrena. También aprovecho mis pausas, no solo para descansar el cuerpo, sino para revisar cómo va el proceso, qué se puede mejorar o que puedo dejar listo para el siguiente turno. Así que no se trata de tener un horario perfecto. Se trata de tener una rutina que te sirva, que te sostenga y que te permita reaccionar con cabeza y sin agobios.

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