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Cortina La Escuela de Franckfort

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aR BASS laser Bits SBR 4 maton ARISTOTEES; sampuRtA Josey y tests con ducao Cis ig DEUAA tea fee ines EL MAEXISMO GENUINO Ee oe spe, SES non RENSAMTENTO" Bene Huss AEE Eee Bea See eh, ‘Manuel Padilla Nova” ‘oat Rial der ‘SERIE HISTORIA DE LA FILOSOFIA 84 “aes CRITICA Y UTOPIA: LA ESCUELA DE FRANCFORT ADELA CORTINA ORTS Profesora titular de Filosofia del Derecho Moral Y Politico en la Universidad de Valencia PROLOGO DE JAVIER MUGUERZA stodritico de Btica y Sociologia do la Universidad Nacional de Eductclin a Distancie (Madrid) a EDITORIAL 2 cme 77 Prior ra reimpresén: octubre 1986 Segunda reimpresin:febere 139 bie: Saves del imo © 1985. Ade Cortina Ors EDITORIAL CINCEI"S, 4, Mart dos Heo, 3.8058 Ma ISBN: 84-7046.418-3 ate Deposit ipa M. 3.982.1992 Compuesio en Fernandes Chadd, . L lnmpreso en Grdfeas ins $4 era, a1. 28020 was Impreso en Espana Prited in Spain —_— Indice Prélogo de Javier Muguerza Introduccion, ‘Cuadro cronolégico comparado Breve historia de la Escuela de Francfort LL. Los origenes de un grupo peculiar .. 12. Los miembros de la Escuela de Francfort. 13, Del «Café Marx» al «Café Max» Teoria tradicional y teoria critica 2.1, «Teoria» como contemplacién desintere- sada peta 22. Las raices sociales de Ia teorfa moderna, 23, De la critica idealista de la razén pura a In dialéctica negativa . 24, Teorfa critica como hermenéutica dialéc- tica ee - 25, Una nueva —y siempre antigua— dialée- tica . a 2 3 3 35 39 2 4 cd 5 37 3. La evolucidn de ta teoria eritica 7, Mis alld del idealismo ascético: Logos y Eros. 141 34. Por una ertca dela economia politica ere eee eee 32. La dialéctica de la Tlustracién Hy Hay Pieded como critica 3s allé del idealismo ascético y del he- 33, ¢Un paradigma agotado? 73. Mas allé a > a mnismo sensible .. i M8 3.4. Un nuevo fundamento ‘normativo para la ish fworfa critica... Sere 8, Eticidad y moralidad, De la ética material a la . "norma formal . os y 152 “Grea de a rantn instrumental 8.1. El retomo al formalismo kantiano 12 4.1. Max Weber: racionalizacién y desencanta- 82. La pragmatica universal : tes Menton ne atin y dsencant 82, Ea bie gel a 42. eDos concptes di Tad cfesnon’d Siesta ome poe 43, Br triunfo dela razon ernie? 85 Siete aeatti an 434. La teora de i refiacion Se Pee eee et tate atet eee 432, oe raz6n instrumental 7 8.5. ¢Utopia positiva? ae 433. Bi ocat ae ind % ta cee eee 18 4.34. Una democracia desarraigada 7 balidesieavecteee. ic is us 5. La razén humana no es ‘neutral... ... 99 ii tad 186 1, Texto comentado . 52 Ciencia palcadone ere ee dn madora ne see ee 103 panesenns 200 53. Ln potdnia coal postdusing ins 7 54. De la teoria del conocimiento a la teoria Bibliografia 53, Los intreses del conocnienig 2°77 ME 6 De tn wopia del trabao ata opia de a eo: tmunfoncon oat abso ; 0 64. La Critica det programa de Gotha, an 62. La top de eases 2 i 63. Los tite del esis wal 27 IB 64. Trabajo e interacegn MLO on B 65. Aeston” comune 5 cn feel ee 66, Sitoma'y mundo de inv S07 ‘ ‘eimai SC Prélogo Nada tiene de extrafo que una historia de ta Escuela de Francfort sea hecha eulminar por ef momento con ta obra de Habermas, tal y como acontece, por cjemt Blo, eel reciente y volumtinoco batance de fa mame Eebido @ David Heit tn efecto, ta spucrra de Gate seer fa abe nara doen oi di tras a desaparictgn’ de. tas grandes figuras jtosoft ns de le evlofa guardian francfortiana, de entre tas gue face al caso eit solo equeltes que’ coma. Adorno, Horkeimer y Marcuse sobreviicron ata dura expe Flencta: de {a segunda: guerra’ mundial, parece habefse Fesuelto, el mcnos hasta la fecha, con “a indiseutble Impostcign det sestrellaton: de Iligen Habermas’. La mayer novedad de esta excueta pera incisiva historia due ahora presentamos no estriba tanto, pues, on gue St" cutora fa ‘haga concluir con Habermas: canto’ en due da ta sensacian de haberia escrito desde el pens Inionto de este ditto, decisivamente compleméntado ts opinion por ef de Keroro Apel ds de wt ldetor, tal vex yo mismo, podria encontrar un tanto discusible esa manera de relavar aguella hs torta. Pero entiéndase bien que ea—~sF6r TEMAS 9p SuENW—Es6r yenue> wdoing, 19 saxepdod sepeis0Ua—1S6r oN ors -eujyo wastunazes upronIoAOy— Spt ‘eypunur exiond =p ua—spr epunges e{ 3p O2UStUOD— eee (Gr & ry Bp € ousrooIsY Pp ouosnu v7 "Maiod —LS6E (esxsor) mouoiod sg ondiouid I -oapsoeuy Rott I ES6E sofpuaua sz 6 o2a1Q9 popojoos 2] 10d A~SH6 : ‘org “2101 “2H ‘wqoamoy “EEN "X—H6T pest o£ 98 tg mus “Et—esor ‘poveg “11 opm I MOORE STE ‘oman su BP uppooanp ey ua aaKImL SUOH ¥ aAMSNS oNLCGY—6c6r (6g61 eisey) on pu onoay 3p 2% ‘yoo K aUBpRAS “SMI —9S6 (oot sasey) wos -sog un s005361d iseuy 0882199 a U9 dosajoad -eaNTSRDOH— Heer ‘joouiory ¥ weaules oxoay—otor Pode Signe WaNTANOTLO— Lh sofoores op 4 sng osoreisey) S003 33 soppntss op ‘onmaunt red Sq ue efeqesn asa5KNN— Thor ‘ayanwin9 5 (O91LTI0d OLXENOD 091408011 OLXALNOD soolavasorg soxva (ugioonusiiog) opexedios oatSojou0x oxpeny “umpupioyea— ‘opeisa op adjod 0805 — “opeise 9p sdl08 1°80 p46 swapptzous ats cyfosont m1 2p ‘ag we aINZTIY 2p e1ISNR—sL6r | uploouuofsuedy, =Ty °O"X—elst | AGRIEDNOHL 2p SuOMY—EL6F posmaay pun top opie 2p S340} ‘Spuoo soy 2p. uopseaysaauy ‘wont et © exquioy jp epeBari—~oser | -m1gey ep so1oy seemag “t~ep6r | cussed 1p vINdsp 7696 oT sean 31 3p eiBojom: ‘Spay eo euesnour ‘opedooeié> Yap elausi5yu0)— Sony "7 a0on— -eynbeaoysooaity wopeaut Ts “osiea 9p oie [ep seziong— momo up spioyuy 2 onuorue Napa) OKEA—aR6r | “D4 oF ap opornay suxETY "H—eN6r | OUD eD{anNd SeREIRVH—BvAE agro "CaN [ERIN UpIOM|ORY— 996 vonspima eouand “ONAOY—sp6F WENA 9p eHEND—s96F srossues ua wojojos & eyosony 3 soja sossyord “Sev puopsuouappun eaquaioy 1 eognd SSO y6r “sgojod uoo s0s00 “tr oes #3204 owpQ) INUSAY “| t— FRBA onouan 1p wzHDtHIOg—~aser | ‘Bpautes mf Duq0S THAOE L—296E pra sopeisa, ‘9p auuapysaid “AOINNSD“d~1967 RnR —796r ‘conprep upnos My 2p wong RNS “af ‘opoipus & popioa wawarg "5 “loser =n onto GB RiNo9 comiosoms oxxazNoo sootsvaoore soxva (uproonnyuo3) operedwos oayZojouor expen) 7 8 Cuadro cronolégico comparado (Continuacién) 30 els Pe sige gleaje 742 8 Beleaoa 445 ge fijiaist! uy eels be 2 a Sd. 3 BTMTT a Tage TR gee g a g 8 jit taste eee Es i & Breve historia de la Escuela de Francfort Los mértires andnimos de tos campos de concen. tracién son los simbolos de una humanidad que as ira a nacer. Bs tarea de la filosofia traducir To que ellos han hecho @ um lenguaje que se escuche, aun cuando sus voces perecederas hayan sido acailadas por la tiranta (Honkaeiisr: 1969, pp. 169 y 170) El titulo de este libro —Critica y utopia— nos remi- te de modo inmediato a dos elementos clave de ese grupo, neomarxista en sentido amplio, al que por su. igen y actual enclave francfortianos’ se ha dado en lamar Escuela de Francfort. Ciertamente, Ia critica, entendida al modo marxiano ‘como critica de Ia economia politica, 0 bien como er tica de la razén instrumental, es el factor decisive de esta ya oélebre teoria critica, que a la teoria tradicio- nal opuso —y opone— la Escuela de Francfort, Pero hho es menos cierto que si esa critica nacié para trans- formar el mundo desde su funcién negativa, sustitu- 3 yendo a las utopias positivas que en una sociedad de- Tormada sélo sitven para conformarse con lo dado, al hilo del tiempo la utopia ha ido recuperando su fun- cién critica en el seno de la Escuela, y uno de sus uiltimos representantes —Jlirgen Habermas—, en co- laboracién con K. O. Apel, recurre de nuevo a una utopia —la situacién’ ideal’ de habla— que funciona, more kantiano, como idea regulativa y como canon para la criti De la utopia marxiana del trabajo hemos pasado a Ja utopia de la comunicacién; de la critiea nuda, rea cia a bosquejar los rasgos de una sociedad més hu- mana, a la representacién de una situacién ideal de Gilogo que incluye toda una forma de vida; de Ia teleologia ilustrada de la historia hemos transitado a tuna teleologfa del lenguaje que es —como veremos en. los iiltimos capitulos— una teleologia moral. En este punto Ia vena ética de Ia Ilustracién * contingia vigente. Pero, dado que estas aclaraciones se refieren ya al contenido mismo de la propuesta ofrecida por ia cé- lebre Escuela, considero més oportuno dejar su trata- miento para capitulos ulteriores y empefiar esta intro- uccién en una tarea més modesia: la tarea de relatar al sufrido lector la génesis de la Escuela de Franc- fort, como también es0s acontecimientos que han ido condicionando st evolucién hasta nuestros dias, y con virtiéndola en sus sesenta afios de vida en un elemen- to tinico en Ia historia occidental. Porque, ciertamente, a los componentes del grupo francfortiano une un’ mismo proyecto tedrico-précti- co, en buena medida un mismo origen étnico (sobre todo, en los origenes de la Escuela), pero también st- ccesos biogréficos comunes que han ido cimentando su rara unidad. Para descubrir tales sucesos conviene recurrir a los multiples didlogos y relatos publicados por los miembros del grupo y también a ese minucio- so trabajo, en Io que a datos biograficos se refiere, que es La’ imaginacién dialéctica de Martin Jay. * Los asteriscos hacen referencia a términos cuya explicacién hallard el Tector en el Glosario que aparece al final del libro, pagina 20, 32 1.1. Los origenes de un grupo peculiar Tiempo T: el perfodo posterior a la primera guerra mundial en Ia Alemania de la Repiiblica de Weimar. Contra las previsiones marxianas, la revolucién pro. Ietaria no se ha producido en los paises industrializa, dos, sino en la Rusia agraria, La revolueién alemana hha fracasado en 1921: Karl Liebinecht y Rosa Luxen ‘burgo han sido asesinados, El socialismo aleman se encuentra ante una dificil situacién; gqué hacer? Desde el punto de vista politico eaben dos opciones: alinearse en las filas del partido comunista de signo dolchevique (KPD) 0 bien en las filas del partido so- cialista (SPD), afecto a la evolucién, pero no a la Tevolucién. Este tipo de decisiones siempre resulta complejo para los intelectuales de izquierda, que ven en la integracién en un partido el peligro ‘de trans- formarse en iutelectuales orgdnicos. El intelectual or ginico, como es bien sabido, acaba quiténdose la beza —y no sélo el sombrero— al ingresar en un partido. ‘Ahora bien, tampoco parece muy acertada la pro- puesta de la sociologia del conocimiento de Manheim, segiin Ia cual los intelectuales constituyen un estrato relativamente desclasado, una intelligentsia socialmen: te desligads, Aun cuando Ios intelectuales procedan de distintas clases sociales, piensa Manheim que se encuentran unidos por la educacién, siendo ésta la que suprime entre ellos las diferencias (ManHerm: 1973, pp. 156-166). Si, a juicio de Manheim, toda estructura de pensamiento esté ligada a una clase social y sélo para lla tiene sentido, gcémo admitir la excepcién inica en favor de los intelectuales? ¢¥ cémo exigit de ellos capacidad critica, si son impotentes para per- cibir su propia ideologizacién? Estas son las razones por las que, paulatinamente, fue forméndose en Francfort un grupo de intelectua: les de izquierda, deseosos de situarse en la encrucij da entre el compromiso politico total, que sacrifica Ja independencia, y la inteligencia socialmente desl gada, que renuncia a la critica por su incapacidad de autocritica; un grupo de intelectuales que vio en la 33 ilustracion teérica de la accién la misién propia de la filoso! La oferta filoséfica en la Alemania de Ia década de Jos veinte era generosa. Se daban cita en ella la feno. menologia, Ia filosofia de la vida, la antropologia filo. s6fica, Ta filosofia neokantiana de los valores, el posi tivismo y al marxismo. Los franefortianos entendieron ue la opcién por el marxismo, por una teoria criti ea de la economia politica, anticipadora de la accién, Tepresentaba el mejor servicio que tn intelectual po. dia prestar. Si el marxismo no habla alcanzado los Jogros pretendidos, la escasa atencién prestada a la teoria habia sido uno de sus defectos. . «La accién por la accién —dirla Horkheimer més tarde— no es de ningtin modo superior al pensar por €l pensar, sino que éste mas bien Ia superay (1962, 12); porque la falta de teoria deja al hombre inerme ante Ja violencia, Era, pues, necesario revisar los principios teéricos del_marxismo, precisamente con vistas a su realiza cién; pero una tarea semejante exigia independenci independencia con respecto a las fuerzas sociales, in- cluso las. progresistas, independencia politica, econé mica y financiera. La independencia con respecto a las fuerzas sociales y la ausencia de compromiso poll tico confirieron a ios neomarxistas de Francfort un sello elitista y descomprometido que, andando el tiem. Po, ocasion6 abiertas polémicas con algunos movimien. tos de izquierda. La independencia académica y finan. ciera vino asegurada por la creacién en Francfort del Instituto de Investigacién Social (Institut fiir Sozial- forschung) el 2 de febrero de 1923, La prehistoria institucional del Instituto, que cons- tituyé el germen de Ia Escuela, fue verdaderamente breve. En 1922 Felix J. Weil organiza una discusién gntre intelectuales bajo el titulo Primera Semana de Trabajo Marxista, y més tarde piensa en fundar un Instituto para el Marxismo, que se convertira pruden. temente en el Instituto de Investigacién Social. Tunto a Weil, que asumié durante afios la carga financiers, figuran Friedrich Pollock y Max Horkheimer como fundadores del Instituto, Ey Si pe pe etree a vu ne man, cri tl re fect nos eis Zech! fr Secarztung Gein Stat eo ore el come de te neues ee ene oe oe iy de ume sonst poy ts par saat ceouanes dens 4 Bose eile 2 Pamrapeeas anan ome fcc pate Soaring curly wre el eee) 3 acme i oe rede ped ere a 1.2. Los miembros de la Escuela de Francfort Intentar una relacién de todos los pensadores que hhan colaborado en el Instituto, o que han guardado relacién con la Escuela desde 1922 hasta 1985, no es slo una empresa ardua sino, sobre todo, innecesaria, El grado de integracién de los distintos miembros en las tareas y objetivos comunes no es el mismo, ni tam: poco resulta facil identificarlos por su relevancia pos terior. Algunos miembros de los origenes han cafdo fen buena medida en el olvido, como es tal vez el caso de Pollock, Wittfogel, Sorge, Borkenau, Gomperz, Gros ‘sman, e incluso de'los dos primeros directores” del Instituto, Gerlach y Grinberg; otros, menos ligndos a la Escuela por motivos diversos, han gozado y gozan de la fama de Erich Fromm, Walter Benjamin o Ernst Bloch; pensadores como Hanna Arendt disfrutan de un discreto prestigio. Naturalmente, aludir a Jas multiples influencias re- cibidas por los francfortianos seria ya una tarea des. cabellada. Precisamente, uno de los rasgos definitorios de Ia Escuela es —como ya hemos apuntado— la inter- isciplinaridad, lo cual hace innumerables Ios contac tos con pensadores de todo tipo: filésofos, cientificos, criticos de la cultura, teéricos del arte, psicoanalistas € incluso tedlogos. En este sentido, no deja de ser curioso que el Diccionario filosdfico, editado por G. Klaus y M. Buhr en Berlin oriental y de tendencia marxista ‘ortodoxa, no recoja en si presentacién de Ja Escuela de Francfort mas influencia que la del te logo P. Tillich, amigo. de Horkheimer y Adorno. A Tillich se debe’ la creacién de Ia primera cétedra de filosofia social en Alemania, en 1929, creada ex projeso Para que Horkheimer pudiera ser catedratico y hacer- se cargo de este modo de Ia direccién del Instituto. A Tillich atribuye el citado diccionario la tendené de Horkheimer y Adorno hacia lo teolégico (Ktavs/ Buur: 1976, T, p. 420), que. influiré en la evolucion de ‘su_pensamiento, Dada, pues, Ia imposibilidad de elaborar un catélogo que contenga a todos los miembros de la Escuela, he optado en este trabajo por prestar especial conside- acin a los indiscutibles: Max Horkheimer, que ejer- cié las funciones de director durante el mas largo y Productive periodo del Instituto; Theodor Wiesens- grund Adorno, “Herbert Marcuse y Jurgen Habermas Los tres primeros pertenecen a la Hamada primera ge- neracion de Ja Escuela de Francfort, mientras que J, Habermas constituye el mds claro representante de Ia jqven generacién, con la que cabria relacionar nombres como los de A. Schmidt, H. Schweppenhiu ser, H. Schniidelbach, A. Wellmer, 0. Negt, Claus Offe y, en cierta medida, K. O, Apel, Indudablemente, entre ios diversos componentes del grupo francfortiano existen divergencias de peso que, fen ocasiones, la inevitable evolucién sufrida por sus Fespectivos pensamientos, e incluso la influencia de los datos biogréficos, mo han hecho sino aumentar. Sin embargo, en este apartado, que pricticamente encabe- za nuestro trabajo, quisiera recoger esos elementos 36 comunes que permiten —sin excluir posibilidades de error identiicar a los francfortianos. Como ya hemos Spurtadoy in ssa de rancor ropone un proyecto. de teorla critica, referida a la Praxis, enmafcada en el contexto de un materialismo Inaraata, entendido en sentido ampli; en la elabora: Cién de esta teoria deben concurrit la flosotia, las cle Gias sociales y Tas artes. Por tanto, interdiscplinatidad, Conexién_ entre In teflesin especulativay la experi mentacin, conexién dialética entre teorla y praxis Utilzaetén del metodo dialéctico, son elementos comur nes a los autores que ‘os ocupan, A ello se sfadird Mjobre todo, en cl eas0 de los cuatro indiseutibles— gexec dla Jo eles de a hata, ieales que hay que poner a todo trance sobre los pies. De'aqui brota la cerrada oposicion al clentifict ‘mo®, al afin de reducir el saber a saber clentfice téenico, y la animadversién —al’ menos. aparente— a toda metafisica idealista que se contente con realizar Ios Ideales en la cabeza. En lo que sigue, espero dar cuenta de estos enfrentamientos, ¥ por ello me limita réen este momento a sefilar’ un ultimo elemento, Feferido especialmente a los fundadores de la Escue: fa: su origen judio y las implicaciones ‘ntelectuales ie de ello se siguen pata Ia teoria critic. SNBn efecto, la mayor parte de los fundadores de la Escuela de Francfort proceden de familias burguesas, éimicamente judias, lo eual —como es obvio— no cons titua precisamente un seguro de vida en esa Alemania fen que los nazis pronto tomarian el poder. Siva ello ‘Mladimos la fliaclOn marxista de su pensamiento y © Sello antivitalista de lntelectuales de nquierda, podia afitmaree sin temor a errar que la sentencia de mucr te contra los miembros del propo estaba ya firmada de antemano. : iu ; “La emigracién y, en algunos casos, la muerte, fue ron los resultados inevilables de tan explosiva mezcla Poli, cultural y racial. Mis dificil resulta a. los Fistoriadores de la Escucla precisar hasta. qué punto el hecho de pertenecer a la misma etnia influyé en el Aesarrollo intelectual de nuestros autores. En principio —y atendiendo a sus proplos testimo- 37 Fe iets Ml geet fa at anstinsids no recon perce Ra emi sone loa MSE pcre, damien: or, cmon Sad Ret aie e res ada gu ney tars ce eno se oe seb mags a nese is ony ace! sel a Sepa oe aaa alae at ged dle Pr econ Adore. ae sree or atonal Seg cis SSN 3 Spi es ple oe ie ae cece er I spas nae al ee ncn dl Inn Ee, rs sy coe a Esa herencia judia que el espiritu alemén_tleva dentro de sf —confiesa en nuestros dias J. Haber mas— se ha vuelto imprescindible para nuestra pro. ia vida y supervivencia, (Haseeaeas: 19846, p. 56) El ideatismo alemn de tos judios produjo el fer: mento de una wopia critica. (vid, p. 57) Ie anya Eine tea Ceres Siac, prc, otc eemapo ae i Gi Kealome ne Lp ete Pe enamel Pain poo noe fete Ind inet scr, sage por natant meee Inpaon l oe Se ie ey “se onal fe pol among. meray denen 38 ‘Tampoco parecen ajenas a la herencia judia esas ‘iltimas confesiones de Horkheimer, segin las cuales Ia teoria critica tiende hacia lo teologico, hacia lo otro; teme que Dios no exista (HorxHEmER: 1976 b, p. 116), 0 las Gltimas sugerencias de Adorno en Minima ‘moralia y en Dialéctica negativa. La filosofia, y ésta seria su tinica justificacién a 1a vista de ld desesperacién, vendrla a ser la tenta tiva de considerar todas las cosas segiin se presentan desde el punto de vista de ta salvacién, (AvoRNo: 19750, p. 265) No hay luz sobre los hombres y las cosas en que no se refleje la trascendencia. (Avonno: 1975a, p. 402) Considerados, pues, con toda celeridad, los elemen- tos comunes a los miembros de la Escuela, pasamos a narrar en pocas palabras los acontecimientos rele- vantes que, desde su fundacién hasta nuestros dias, fueron jalonando una historia también comtin. 1.3, Del «Café Marx» al «Café Max» El recién inaugurado Instituto emprendié en la dé cada de los veinte la via del marxismo ortodoxo, en virtud de la filiacién de su director y de algunos de sus Componentes, Esta postura le hizo acreedor al calificativo de Café Marx que le atribuyeron los estu- diantes, Sin embargo, y como Jay relata con todo acierto, el Café Marx vino a convertirse en Café Max andando el tiempo, concretamente en la década de los cincuenta, El inspirador de la investigacién no era ya Karl Marx, sino Max Horkheimer; el marxismo orto: doxo de los origenes se habla transformado en un marxismo exento de los postulados fundamentales del, materialismo histérico, al renunciar a la confianza en, el potencial revolucionario de la clase obrera, en la _Iucha de clases como motor de la historia o en la in- | fraestructura econémica como centro del anélisis social. | Cierto que tal evolucién empezs ya a gestarse al 39 asumir Horkheimer la direccién del Instituto en 1930, Porque el nuevo director apostaba mas bien por una revisin tedriea de los fundamentos del materialismo hhistorico que por una aceptacién incondicional de los ‘mismos. Pero los acontecimientos posteriores paten- tizaron atin con mayor fuerza la necesidad de una evolucién. El 30 de enero de 1933 toman Jos nazis el poder y el Instituto se ve obligado a trasladarse, primero a Gine- bra (estableciendo filiales en Paris y Londres), més tarde @ Estados Unidos, concretamente a Ia Columbia University (1934). Se inicia con ello el periodo ameri. cano, durante el cual el Instituto pretende preservar Ja cultura alemana, que, desde su perspectiva, no se encuentra en ese momento en Alemania, y empieza a familiarizarse con los métodos empiricos de las tien. ias sociales. La primera publicacién conjunta —los Estudios sobre autoridad y famitia— aparece en Paris cen 1936 y més tarde veréni la Tuz los Studies in Preju dice (194950). Sin embargo, la fecha de aparicién de esta ultima obra coincide ‘con un nuevo cambio geogratico: el regreso a Francfort de gran parte de los miembros del Instituto, con la notable ausencia de Marcuse, que permanece en Estados Unidos, Pero a la hora del regreso las cosas han cambiado notablemente. Y no porque la Zeitschrift se haya visto sustituida por los Frankfurter Beitrige zur Soviotogie (Contribuciones francfortianas a la Sociologia), sino Porque Ia realidad social se ha ido transformando Paulatinamente. Los aliados, incluida la Rusia de Sta. Jin, no combatieron contra’ Alemania por destruir el nazismo, sino por motivos de poder; el proletariado se ha integrado en el sistema industrial, al menos des. de el punto de vista de Ia conciencia subjetiva; en los paises del Diamat el socialismo se ha convertide en un instrumento de manipulacién. No son, pues, ya tiempos de eritica a la economfa burguesa, sino al tipo de racionalidad sobre el que se asienta la sociedad industrializada, sea liberal o socialista, La Dialéctica del Muminismo, publicada por Adorno y Horkheimer en 1947, expresaba ya este cambio de rumbo. 40 esta misma colecci aac ar, in act a eek ax re ane oc mone es co, Shs Cee Sonne oe aie oc os Ents ae att ds eben Sei ee iis con Sl raat, semen, penis nen ey ete, oo ee io, hs mln So mas a Sinem Smite = soos Pet om a sgn ae orion ne si it re ce ee oro eee no hn ener FL pie ise rr edt sit Fn de oe sn cn Ha pe eee Si a oe ete ae dione eee Hedi alt ee eee ees Non, ees oy tem > Rit ore a Teoria tradicional y teoria critica Una sinc ue, creyéndose independiente, ve formacion deta prass, ata gue tise yi eh fae ae gh id sade C3 sue ace con te separators pe) te renunciado a la humanidad. 7 epee (Forsstenien: 1974, p. 27) separacién entre accién y pe Giertamente, no es nuevo en la historia este modo de concebir Ia teoria, y de hecho sdlo a partir de lee afios sesenta la opinién piblica dio en conectar a los ertica La tlosotia sempre se ereye Canin on arte abundamiento, desde la Gpoca moserna 1 tein oe 2 de identidad especifican, pues, el criticismo francfor- iano? {Qué status epistemol6gico cabe atribuir a esta contemporanea propuesta? ‘Una respuesta rotunda ante tales preguntas es im- posible; un intento de aproximacién, dificil pero via- ble. Nos hallamos frente a autores que se pretenden filésofos y renuncian seguir la tradicién de la gran filosofia; se presentan como sociélogos y abominan de Jos sociélogos cuentanarices, reducidos a las ciencias empirico-analiticas; en sus trabajos —por otra par- te— tienen cabida la economia, Ia teria del arte y de Ia cultura... Todo un mundo que, por si faltara poco, tiene que ir adapténdose a las necesidades emancipa- doras de cada momento, En este sentide, y como ve- remos mas adelante, Habermas hace en jos ultimos tiempos un balance del recorrido de Ia teoria critica, fen el que alaba la estrecha colaboracién de Ia teoria iginaria con las ciencias empfricas, lamenta el giro especulativo marcado por la Dialéctica del Iluminismo de Adorno y Horkheimer (1947), y expresa st inten: ccién de colaborar nuevamente con las ciencias empiri- cas en su elaboracién de una teoria de la accién co- municativa, de una teoria de Ia evolueién social y de una ética discursiva. Evidentemente, rastrear la especificidad y status de Ja teoria critica francfortiana en el conjunto de traba- Jos de nuestros autores es siempre una buena receia ara responder a las preguntas formuladas, Pero quie- nes no dispongan del tiempo o el énimo para ello re- queridos, podrian forjarse una idea adecuada recu- rriendo a obras como Teoria tradicional y teoria crt- tica (Horxueraer, 1937), La teoria eritica ayer y hoy GHonxusruer, 1970), Filosofia y teoria eritica (Marcu: st, 1937), Pare una teoria critica de la sociedad (MaR- ‘cust, 1969), Conocimiento e interés (HABERMAS, 1965) y Teoria de ta accién comunicativa (HABERMAS, 1981) Quienes ni siquiera para estas lecturas tengan tiem: Po © énimo, confio en que tanto este capitulo como los siguientes les sean de alguna utilidad, 43 2.4. «Teora» como contemplacién desinteresada Uno de los conceptos mas apreciados por Ia filoso- fia desde antiguo es el de teoria, Desde que Aristote les valorara la contemplacién como la actividad mas levada del hombre, como la huella de Io divino en el hombre, 1a teoria se consagré como mticleo irrenun- ciable de la filosoffa. A diferencia de los saberes que regulan la accién (economia, politica, ética y técnica), Ja contemplacién se revela como cieneia no necesaria y libre, que constituye por si misma wn fin Una consideracién precipitada del tema nos podria inducir a pensar que la teorfa critica francfortiana bien poco tendré que ver con esta versién contemplativa y desinteresada de la teoria. La proclama mariana de la tesis XI sobre Feuerbach —«jha Ilegado la hora de transformar el mundo!»— vendria a subvertir esta valoracién de las actividades humanas en favor de los saberes referidos a la praxis. Y, sin embargo, no con- viene olvidar que la filosofia, entendida como esclare cimiento, tiene su cuna en Grecia. Con Habermas, cabe dudar de que el concepto aris- totélico de teoria fuera tan desinteresado, tan ajeno a la praxis. ¥ no sélo porque la contemplacién misma es una forma de praxis, sino porque el desinterés que le es consustancial viene regido por un interés, y pre- cisamente por un interés en la emancipacién humana. El camino de la ilustracién racional de Occidente ha quedado abierto. En efecto, la conciencia prefiloséfica de que la pra xis humana esté dominada por poderes miticos s6lo puede ser superada enfrentando el cosmos desde una actitud desinteresada por Ia praxis, que permita al su- jeto afirmar su propia voluntad’ y emanciparse de otleres extrafios. El descubrimiento sereno, no urgido Por la accién, de las leyes del cosmos, hace posible la eracion de presuntas causas irracionales. Solo dis- cirniendo el lugar del hombre en el cosmos, desentra- fiando su esencia, fue posible al hombre griego adue- 4 fiarse racionalmente de s{ mismo. «{Atrévete a servirte de tu propia razén!» es, en idefinitiva,ila divisa de la Tlustracién. Por ello, el camino de la raz6n interesada en Ia emancipacién esta abierto desde esta teoria des: interesada (Habeas: 1984a, pp. 166 y 167). zNos en- contramos, pues, ante una teoria critica? Entendiendo Ia expresién en el sentido restringido que en este trabajo nos ocupa, la teoria critica de la sociedad pretende ocupar el lugar de cualquier teoria, tradicional de la sociedad, asf como también de la teorfa del conocimiento. Aun cuando reconoce que es- tos dos tipos de teoria se mueven sin duda por un interés emancipador, les falta un rasgo fundamental para una teoria critica: son incapaces de percibir sus propias raices sociales, sus propios intereses. 2.2. Las raices sociales de la teoria moderna El ya célebre trabajo de Horkheimer Teoria tradi cional y teoria critics describe el concept0 de ter Sutgido” en la filosofia moderna como una acum inclon de saber, dispuesto de tal modo que pueda wl arse para investgar los heclios del modo’ més com: pleto posible; de ahi que cl investgndor se vea obliga So a contgurar el material clenttion como wna extric: fora jerdrquica de hipdtesis, capaces de dar cuenta de los nuevos hechos que se presenten. ‘Ante una mirada penetrante esta tarea no represen ta sino un momento més en el desarollo de Iv infra fstructura social, porgue la transformacion.y alice cién de teorias esta ligada en muy buena medida a Drocesos sociales reales: In introduccion de ncvas Gefiniciones no. s6lo se. debe a Ia coherencia Iopica de un sistema, sino tambien a las metas de In invest fscidn,fijadas desde fuera de ella misma; y, por otra parte, tampoco es s6lo el clentifico quien compruca In relacién entre las hipdtesisy los hechos, poraue es en Ta industria donde se verifca tal conexion, Por tan- fo, creer que la tarea cientifica es una actividad inde 45 46 ee cate se eh ecce he Tey, ideologia. aTnaeai hhelmer— al concepto tradicional de teorlay que ipvors meet fe a oe actividad productiva, junto a otras, nacida de le dige San et Je ee nce ed Si Enton hh Se. ems ee 2 ipa cen erg, rman sl any ees ses re sce re a pe ic Suit mma enc pm Ae Se ere fans Smt eae conan ae roti bh oe Nei rn se SM it, ot ps ds oe fev sere Mn He om eee cme, ne, ap Ti See Saiaseeernes Sete ad a Sen ae laid “is Camas Cane on 29h cd et ee ge Esta doble tarea de autoconocimiento y de denun- or is eee dn Se oh mies Ss yee teint . De la critica idealista de la raz6n pura a la dialéctica negativa Reemplazar a la teoria tradicional del conocimiento, de corte fundamentalmente kantiano, es uno de los ‘objetivos de la teoria critica de la sociedad desde sus origenes hasta nuestros dias. Sobre este punto puede Gecirse que no hay divergencias entre los francfortia hos: la teoria del conocimiento, disefiada sobre el mo- elo sujeto-objeto de las ciencias naturales, es impo- fente para dar cuenta de los hechos sociales. En este punto, como en tantos otros, el idealismo kantiano es {in punto de referencia, un objeto de critica cuyos aciertos es necesario conservar, pero que tiene que ‘ser superado. ‘Desde la perspectiva gnoseolégica, el sujeto, dotado de facultades inmutables, ahistoricas, se enfrenta a ‘un objeto extrao a él, irracional. Sin embargo, lo bien, cierto es que las misinas facultades cognoscitivas es tan sujetas a la configuracién histérica y que un obje- to como los hechos sociales no es ajeno al sujeto, sino también racional. Gierto que el idealismo Kantiano toma buena nota de que la coineidencia reinante entre los juicios hum: nos no puede explicarse mediante facultades subjeti- vas, pero en vez de atribuirla a la actividad pensante Conjunta, a la actividad social historica, recurre a una razin intersubjetiva, hipostasiada, cuasimisteriosa. Y fs que el idealismo refleja ideoldgicamente Ia escisién ‘del mundo burgués: el individuo aparece como un ser ppasivo desde el punto de vista de la sensibilidad, acti Yo desde sus facultades intelectuales; 1a sociedad, por ‘el contrario, se revela como un sujeto activo, pero ciego, porque su actividad no resulta de Ia actividad consciente de individuos libres, sino de una especie de misterioso destino sobrehumano, La escisién sujetoobjeto, su interpretacién estati- cca, ajena a cualquier dinamismo hist6rico, es una de Jas mayores lacras de Ia gnoseologia kantiana. El mé- todo trascendental debe, pues, quedar arrumbado en faras de un método filoséfico'que permita captar la 47 hhistoricidad, Ia dinamicidad de 1o real. Esta parece ser precisamente la gran aportacién de la dialéctica hegeliana, y de ahi que la Escuela de Francfort opte sin ambages por la dialéctica, Sin embargo, la dialéctica hegeliana precisa severas correcciones, porque, en tiltimo término, concluye en luna «personal declaracién de paz. con el mundo inhi mano» (HorkHEIMER: 1974b, p. 237). Esta es tal ver la més grave y permanente ‘acusacién que la Escuela de Francfort hace objeto a Hegel: aun antes de que Ja realidad sea racional, Hegel pretende ya que lo uni versal se ha desplegado adecuadamente y es idéntico 4 Jo que se concreta; en la dialéctica hegellana, en defi. nitiva, se imponen la positividad de la razon y el Progreso, ‘Yes que, a juicio de los franefortianos, la presunta filosofia neyativa ha perdido su fuerza transformadora desde el momento en que busca Hegar aun resultado ositivo. La dialéctica —piensa Adorno— ha sido un pensamiento positivo, que pretende aliminar el pen. sainiento del limite como pensamiento de lo comple. tamente otro incognoscible, Lo completamente otro 86lo puede ser designado en una negacion* indetermi. nada, pero no puede ser conocido, y por eso la dialéc. tica ‘inicamente puede ser —contra' todos los cane. nes— negativa. «Ningune’ de las reconeiliaciones que afirmé el idealismo absoluto —denunciaré Adorno— fue sdlida; esto vale para toda su gama de soluciones, desde las légicas hasta las hist6ricas y politicase (ADOR: No: 1975a, p. 15), Ciertamente, la dialéctica hegeliana parte de la ex- periencia de la contradiccién entre las ideas y In rea. lidad, entre to que las situaciones histéricas funda, mentalmente la burguesa— pretenden ser y pueden ser ¥ 10 que en realidad son; entre la verdad de la situa ién hist6rica, expresada en las ideas (lo que presume: ser) y su realidad. La negatividad esta inserta en Ios aspectos positivos de la sociedad burguesa, y esta ex. periencia de Ia contradiccién constituye el’ principio de la critica. Sin embargo, la dialéctica hegeliana tiene un techo, absoluto; la conciencia critica, resultado del movimien- 48 porque la Fenomenologia termina en el saber to fenomenolégico, es saber absoluto, Desde esta pers: peetiva ex-post factum todas las situaciones histéricas quedan legitimadas como momentos necesarios de un proceso objetivo: del despliegue del Espiritu univer~ sal, verdadero sujeto de la historia, Los francfortianos, por su parte, apuestan por la fuerza permanente de lo negativo como motor de la historia, sin firmar tratados de paz con el mundo pre- sente, ni siquiera con el mundo futuro. En la linea de esta toma de partido por la negatividad cabe situar ‘muy especialmente la critica adorniana a la logica co- mo elemento identificador, que comentaremos en el préximo capitulo, Ia repuléa de Marcuse y del resto de Ia Escuela a la cultura afirmativa*, para la que hhabré un espacio en el capitulo dedicado a la moral, © el rechazo francfortiano del saber sistematico y de las utopias positivas; excepcién hecha del caso de Ha- bermas, que en su Teoria de la accién comunicativa presenta ya algo similar a un sistema y que, por otra parte, recurre como piedra de toque para su critica, de la’ sociedad a una situacién ideal de didlogo, bos guejada contando con reglas precisas de la argumen- tacion, Sin embargo, la t6nica general de la Escuela es la aversién al sistema y a las utopias positivas. Aversion al sistema porque constituye la expresién de un pen- samiento identificador, que pretende haber captado ya 10 real en conceptos, imponiéndose a los objetos desde Ja I6gica de la dominacién. La dialéetica, por el con- trario, comienza diciendo sélo que los objeios son mds que su concepto, que contradicen ta norma tradicional de la «adaequation (AvoRNO: 1975a, p. 13); por ello, Adorno Ilega a proponer 1a dialéctica negativa como antisistema. Las utopias positivas, por su parte, tinice- mente pueden albergar los rasgos del orden presente, ‘aun cuando en el bosquejo utépico se encuentren me. Jor integrados. En ltimo término, el pensamiento, a Ja hora de determinar lo que debe ser, no cuenta con, més punto de referencia que Ia realidad por é1 cono- cida; de ahi que la edad feliz que él represente no Pueda trascender Jos limites de un reflejo mejorado 9 del statu quo. Tal reflejo, como es obvio, puede tam- ign cumplir una funcién ‘conciliadora con lo que hay. En los tiempos que corren —concluiré diciendo Hork heimer en Teoria tradicional y teoria critica— la ver dadera teoria no puede ser tanto afirmativa como ert tica; ta instancia especifica de la teoria critica es el interés por la supresion de la injusticia social: esta formulacion negativa constituye el contenido ‘materiatista det concepto idealista de razén. (Hortsexuen: 19740, p. 270) Y Herbert Marcuse, tras haber buscado infructuo- samente en el iltimo capitulo de El hombre unidé ‘mensional un sujeto de la revolucién, un grupo deci- ido a transformar el orden presente hacia una socie dad més ‘racional, confirma nuevamente cuanto veni- iciendo con las siguientes palabras: La teoria erttica de la sociedad no posee concep- tos que puedan tender wun puente sobre el abismo entre el presente y el futuro: sin sastener ninguna Promesa, ni tener ningtin éxito, sigue siendo nepe iva. Asi, quiere permanecer leal a aquellos “que, 381 esperanza, havi dado 9’ dan su vida al Gran Re. (Marcuse: 1985, p. 286) Y¥ es que, en buena ley, 1a actitud critica consiste en renuneiar a conformarse con lo dado, en rechazar la facticidad. No es extrafio, pues, que dos de las co- rrientes més prestigiosas de nuestro siglo asuman la critica como proceder filoséfico, e incluso como forma de vida; ni tampoco que ambas se reclamen de la dia- léetica, ‘en la medida en que utilizan la contradiccién como un clemento clave en su propuesta. Me estoy refiriendo a dos posturas —al parecer— tan contra uestas como la teoria critica de Ia sociedad de la Escuela de Francfort y el racionalismo critico, repre- sentado fundamentalmente por K, Popper y H. Albert. Nos ocuparemos brevemente de su confrontacién por 50 que puede arrojar luz sobre una de las denominacio- nes que a la teoria critica cabe adjudicar: la de her- menéutica dialéctica 2.4. Teoria critica como hermenéutica dialéctica La polémica entre el racionatismo critico y Ia teorla critica viene siendo famosa desde que abrieran el fuc- go en 1961 Popper —como representante de la razon analitica— y Adorno —como representante de la razén diatéctica— con ocasién de un congreso organizado en Tubinga por la Sociedad Alemana de Sociologta. El tema del congreso era en aquella ocasién Ia légica de las ciencias sociales, y los dos autores eltados actus. ban como ponente y coponente, respectivamente. Sus intervenciones se recogieron més tarde en ese colecti- vo titulado La disputa del positivismo en la sociologia flemana, en el que también quedaron insertas las ré- plicas y contrarréplicas que se produjeron por ambos Iados. Desde entonces puede decirse que el enfrentamiento permanece vivo, e incluso que se ha condensado en dos modos de entender Ia ‘otalidad* del saber y en dos formas de vida. Pero también conviene precisar {que si los dialécticos Adorno y Habermas desenterra- ron el hacha de guerra frente’ los analiticos Popper y Albert, son Apel y Albert, desde posturas bastante ‘més matizadas, quienes mantienen vivo el fuego de la desavenencia. A mi juicio —y subrayo la modestia de la perspectiva— Habermas se ha aproximado en los liltimos tiempos a los planteamientos del racionalismo critico en su. nuevo intento de acercamiento a las clencias empiricas y a las ciencias reconstructivas. Dado que la polémica ha producido desde sus comien- 20s rios de tinta, me centraré en aquellos puntos que considero imprescindibles para la marcha de nuestro trabajo, A Ia altura de los afios 60, es decir, a Ia altura del colectivo citado, la posicién de los francfortianos po: 51 dia concretarse muy sucintamente en los siguientes Puntos, en lo que a la légica de las ciencias sociales se refiere; es decir, en lo que se refiere a su concep. cién de la teoria de la sociedad: @)_El verdadero problema consiste en determinar si es posible a los hombres asumir prdcticamente la marcha de la historia, de una historia que hasta ahora los hombres no hemos hecho, y por eso podemos decir marxianamente que nos encontramos inmersos en el reino de la necesidad. Le filosofia —diré Horkheimer ya en 1940— insiste en que las acciones y fines del Hombre no tienen que ser el producto de una necesi- dad ciega (Honkueimer: 1974, p. 276), y la preocupa. cién constante de los francfortianos sera precisamente hacer posible que los hombres tomen las riendas de In historia. Este es el interés que guia a una investiga. cién sociolégica que quiera comprender el sentido de los hechos sociales. Naturalmente, el remedio de urgencia consiste en recurrir a la critica de las ideologias para esclarecer Jas causas en virtud de las cuales los hombres no pue- den hacer conscientemente su historia; pero el pro- biema estriba en dilucidar a qué tipo de critica ideol6- gica recurrir, Los analiticos hacen su propuesta en este sentido, pero —a juicio de los dialéeticos— no pueden garantizar una intervencién préctica en la his. toria, sino una intervencién técnica, porque sti concep- to de raz6n y la I6gica de Ia investigacién que propo- nen son propios de una razin menguada en sentido positivista, eBxiste acaso wn continuo de racionalidad —se pregunta Habermas— entre la capacidad de dispo. sicién téenica sobre procesos objetivizados, por und parte, y el dominio prdctico de procesos historicos, or otra, de la historia que «hacemos», sin haber podido hacerla hasta entonces conscientemente? Se ‘trata del problema de si ta administracién racional del mundo coincide con la solucién de las ewestiones Pricticas suscitadas’) planteadas histéricamente. (AvoRNo: 19736, p. 165) 32 | | Segiin los francfortianos, Ia disposicién técnica no coincide con la conduccién racional del mundo, por- ‘gue técnica y praxis como ya sabia Aristételes— no se identifican. Dirigir précticamente Ja historia exige primero tratar de captar su sentido objetivo mediante ‘una hermenéutica dialéctica, No son las ciencias obje- tivistas las capacitadas para percibir el sentido de los acontecimientos, sino Ios saberes hermenéutico y dia: Ietico, b) En este orden de cosas, el punto de partida de la investigacion social no pueden ser los hechos objeti- vados, aun cuando estuvieran. formalmente conectados cen un sistema. El punto de partida es Ia experiencia, pero no la experiencia positivista, sino la experiencia de la sociedad como totalidad. ‘La herencia hegeliana es, pues, admitida sin reparos por la teoria critica que, en lo que a las ciencias socia- les respecta, sabe que no tiene que habérselas con la interrelacién hipotético-deductiva de enunciados, sino con la explicacién hermenéutica del sentido. La com: prensién del sentido de los hechos sociales exige una comprensién precedente de Ia totalidad social, a partir de la cual se articula la teoria, que debe ser nueva. mente sometida al control de la experiencia. Como es obvio, nos encontramos ante un caso de aplicacién del cfrculo hermenéutico (anticipacién por medio de la experiencia precientifica y posterior precision de lo anticipado), inevitable cuando se trata de comprender el sentido de los hechos sociales. La teoria critica se presenta, por tanto, como her- ‘menéutica dialéctica, que no recurre a una totalidad clausurada, porque ello significaria desvirtuar el poder de la negacién, sino que es consciente de que una ‘comprensién objetiva del sentido de Ia historia requie- re una captacién inicial precientifica de la sociedad como totalldad, y un posterior despliegue dialéctico en sus momentos. Y es que las ciencias sociales. tienen que asegurarse de la adecuacién de sus categorias al objeto, y ello les obliga a atenerse a la cosa, a los da- tos estructurados en el contexto general de Ja totali dad social, 53 c) La totalidad social no se interpreta orgénica mente, no posee vida propia aparte de sus miembros ¥, sin embargo, es imposible entender cada uno de loc Glementos si no es en su relacion al todo, Sistema y Particularidad sélo resultan cognoscibles en su rech, Procidad, Ciertamente, el todo no puede aprchenderse por métodos particulares de ensayo, y de ahi que ‘imposible comprobar experimentalmente Ia depender fis de un fenémeno social con respecto a la totalidach sin embargo, esta dependencia tiene mayor realidad ue la de los datos verificados (ADoRno: 1973, p. 152) ) Desde un punto de vista histérico, Ia teoria die Kectica de la sociedad atirima que los fenémenos. par. ticulares dependen de la totalidad. Su andlisis apnta a leyes objetivas del movimiento historico, que no he cen abstraccion de las situaciones concretas ni se im. Ponen necesariamente, sino tendencialmente, Tales le, Yes se proponen expresar el sentido objetivo de une trama histérica, por cuanto el sentido es constitutive a las tendencias histéricas. A través de ellas, a partir de To que todavia no es —de lo posible— se hace pa. tente Ia sociedad. ©) E8 teoria critica no entiende su relacién con la Praxis como si sus investgaciones tavietan ire Ge Se al servicio de la téenien La teonicn oe ee poe azistotlies, no la praxis, y podriamos Gocie Pets fraseando al Witigenstein del Tracts que los blemas précticos no estin siqucrs rorados eeancri tGenicos ya estan resueltos Esta seré —coino veremos— una de as constantes de la Eseuela de Francfort, que permancee mesiones hasta sus tltimos desarolios: und cleneie que se oe ongd dar indicaciones parm una prasis enverdsaa ce to técnica no viene presidida por el ests nee oy Jas clencias sociales. Toda ciencia viene movide goc e 54 Bee Eee Eee eee EEE EEE | interés, cosa que Ja teoria tradicional parece ignorar, | y el interés por la aplicacién técnica es un interes por ominar que no coincide con el interés practice, gue fla. a las ciencias histricohermeneutiens ni eon el fnterés emancipatoro, que einige los esfuerzos de las tlencias critcas. El interés practice es un interés no 3 dominar, sino por comprender el sentido: mien. fas que el interés emancipatoro se cifea en i ibe racion a teorfa eitca busca el apoyo de las ciencias em- plrieas, pero, en tanto. que. disciplinahermencutica, fe esfuerza inevitablemente por comprender el sentido de los acontecimtentos, en tanto que saber critic, in. tenta desentrafiar las desfigaraciones que hacen de Te sociedad una sociedad ideologizadn, con vistas Iosrar Su emancipacién, Esta doctrina de fos intereses del conocimiento es como. veremos nds adelante uno de fos nicleos de tas primeras produeciones hsberma. Sars Mie ope defi se conan radicional de teoria que ignora la conenion todo Soncciiem con un tstreé Glauser thas, fone La teoria ertiea, por el contraio, se sabe inmersa en Ja praxis; sabe que [a teoria es’ un momento. de la praxis Iberadora’en cuanto permite’ tomar‘ conciencia fe lo que. puede ser, paso “imprescindibte para une auténticn emancipacién, Su misién no consist, pues, en aumentar el poder de maniptlacion sobre determt hndos acontecimientos, sino la comprensién dsl sen tido dea historia, de ia que surge una prans politica comprometida. f) Ello exige atender a una nueva totalidad: la to- talidad de ser y deber ser, de hechos y valoraciones, La separacién positivista entre hechos y valoraciones, entre conocimiento y decisién, invita a las ciencias so. ciales a esa neutralidad, que arranca del célebre prin cipio weberiano de no-valoracién (Wertfreiheit) y pre tende hallar asi objetividad para las ciencias, La ciem cia social —para los francfortianos— no puede ser objetiva en este sentido objetivista, porque la pect- liar objetividad de su objeto exige contar con lo que las cosas pretenden ser y pueden ser. 55 El hecho social por excelencia de los Manuscrites, cl trabajo alienado, no es un hecho neutral porque supone el concepio de trabajo como realizacién del hombre; sin esta relacién dialéctica con el concepto gue constituye la verdad de los hechos es imposible comprenderlos. Ya en Teoria tradicional y teoria criti. ea apelaba Horkheimer a ese concepto ~también Iie kkacsiano— de totalidad, por entender que categorias \ como estructura deficiente © institucion inadecuada i reciben su coloracién del todo social en que se hallan insertas, Las valoraciones sociales no son casuales, porque los hechos sociales nunca estan meramente da. dos: than sido puestos histéricamente por la estructis ra social y s6lo descubriendo la raiz podré tener sen. tido racional la actividad transformadora. Considerar Jos hechos sociales como dados, sin atender a su gene sis historica y a su actual situacién en el conjunto, constituye el ‘abstraccionismo tipico de la teoria tra: ional, que se resiste a tomar conciencia de que los hechos Sociales no son exteriores. Como es bien sabido, los presuntos analfticos han respondido @ Jos francfortianos en reiteradas ocasio. nes. Las obras de Popper La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del historicismo no son sino un ataque a ‘cuantas propuestas, tocadas de marxismo, abogan por un sentido objetivo de la historia, cuya comprensién permite acceder a Ia totalidad, e ilumina Ja praxis de una revolucidn total. Frente a las verifica: siones escatolégicas por medio de una praxis futura, frente al concepto de totalidad y al compromiso total, cl racionalismo critico proponé un falsacionismo to. mado de las ciencias empirico-analiticas yuna inge- nrieria fragmentaria 0 gradual, que intenta transformar la realidad paulatinamente, No se trata de transformar et mundo, sino de resolver problemas modestamente. Sin embergo, puesto que las posturas de racionalis. tas criticos y francfortianos han ido matizéndose des. de la época a que aludimos, es preferible acudir al lugar en gue hoy se plantea la cuestién: en el modo de entender Ia razdn, bien como un método peculiar Para la resolucién de problemas que, extrafdo de las lencias empirico-analiticas, se extiende a todos los 56 4mbitos del pensamiento y Ia accién, bien como razén hermenéutico-comunicativa, que no desdefia la resolu. cién de problemas, pero centra sus esfuerzos en la comprensién del sentido y en el logro de un acuerdo intersubjetivo. 2.5. Una nueva —y siempre antigua— dialéctica En su Tratado de ta razdn critica, Hans Albert aboga por un concepto de razén extraido del —a su juicio— método de las ‘ciencias empiricoanaliticas. Nose tra. ta de una raz6n hermenéutica y totalizante, pero si de una razén dialéctica en Ia medida en que utiliza Ia contradiceién. Ahora bien, la contradiccién no seré un instrumento para acceder a la totalidad, sino un ins- trumento de critica, para falsar cuantas hipdtesis, pue- dan presentarse como plausibles desde el punto de vista tedrico o prictico. Este es un modo de proceder critico, porque se niega a aceptar como dado cualquier enunciado 0 mandato: todas nuestras afirmaciones y prescripciones son falibles y tienen que someterse al canon de la falsacién, Porque, para el racionalismo eritico, lo dado no es tanto una situacién histérica, cuyas races es necesa- rio reconstruir desde lo dicho y desde lo silenciado, cuanto cualquier afirmacién o mandato que se presen. te como dogma, como inmune a cualquier discusién racional, Comportarse eriticamente, como heredero de Ja Tustracién frente al oscurantismo, consiste en bus- car alternativas para cualquier propuesta tedrica o préctica, y en falsarlas desde sus consecuencias, Desde’ esta presunta racionalidad, cualquier intento de buscar fundamentos para el pensamiento o la ac- cién, sobre los que quepa certeza; cualquier preten- sin de comprender el sentido de los acontecimientos; cualquier planteamiento que exceda el ambito de los problemas solubles mediante falsacién, queda descarta- do por irracional. Y la situacién del’ concepto de to- |... talidad del compromiso total es ya, obviamente, ae 37 ominosa, Es vieja ya esta costumbre de tachar de irracional cuanto no se ajusta a un método especifics © @ un concepto de razén que furcione en el ambito clentifico, y la teoria tradicional —especialmente des. de la edad moderna— exhibe numerosos ejemplares de ello. La teorfa critica, por su parte, continia consideran- do que semejantes reduccionismos atentan contra ln pluralidad de ambitos en que se desenvuelve la razén, ‘Aun cuando el racionalismo eritico propugne un plure lismo tedrico y prictico, que consiste en permitir le proliferacion de alternativas, profesa un monismo me tédico, centrado en un concepto menguado de razén, No resulta tan evidente que el metodo propuesto Por el racionalismo critico sea el propio de las cien cias empfricoanaliticas, porque en ‘este momento hay ofertas contrapuestas en filosofia de la ciencia, Pero medir por ese discutible rasero los problemas del sen. tido y la accién es inadmisible. La ‘razdn total de los francfortianos no es Ia razén que construye un siste. ma clausurado, en el que nada cabe discutir y en el Que no hay lugar para el novunt; es una razon que se esfuerza por abrirse a los problemas del sentido y Ia accién, insolubles desde las terapias metodologicas del racionalismo eritico. Por poner un ejemplo, tratemos de aplicar la prueba critica a las propuestas morales: extraemos consectien, ias de diferentes alternativas, pero zquién valora las consecuencias? La comunidad cientifica? zhos. polit cos? ¢Los expertos? ¢La mayoria? ¢Es cualquiera de las opciones justa y critica, @ nos hemos conformado ‘con Io que hay, con lo dado? El ctiticismo ‘es —en palabras de Horkheimer— ilus- tracién militante (ADoRNo: 1973b, p. 130), y es preciso Nevar la critica hasta el final, De ahi que Habermas y Apel, frente a Albert, reconozean la unidad de la Taz6n, pero no Ia unidad de método: cabe argumentar tanto en el dmbito tedrico como en el préctico, pero no en ambos puede utilizarse igual método, porque cada saber viene regido por un interés, de dominio, Prictico © emancipatorio, Y esto es lo que ha ignora, do Ia teoria tradicional, Megando convertirse “con 58 ne ‘allo en ocasiones en ideologia. El racionalismo critico seria, pues, un claro caso de teorla tradicional. Desde el punto de vista de la teorfa eritica, las cues- tiones de sentido, objeto de las ciencias hermenéuticas, son cuestiones racionales para acceder a las cuales es preciso mediar explicacién y comprensién; los. proble- mas practicos requieren una discusién racional que tienda a lograr un acuerdo entre los afectados; el tema de la verdad tedrica nos conduce a un consenso entre los cientificos, que se valen de los métodos habituales, pero necesitan comprenderse y concordar para. poder hablar de verdad. Y en cuanto al falibilismo universal, todo puede ponerse en cuestién, excepto aquellos ele mentos del lenguaje con los que es necesario contar ya siempre para que tenga sentido nuestro mismo acto ‘de poner en cuestién, Son precisamente estos elemen- tos los que constituyen una fundamentacién, no fun damentalista sino trascendental, de pensamiento y ac. cién, Curiosamente, el Kant arrumbado por la teoria critica precedente vuelve por sus fueros y el trascen- dentalismo —cuidadosamente matizado— ocupa de nue- vo un lugar de honor, La teoria de la racionalidad, que hoy en dia consti tuye un tema clave para Ia teoria critica, presta una atencién. preferente a la razén comunicativa, que no g026 explicitamente de tal preeminencia en las prime- Fas épocas de la Escuela. El eélebre pragmatic turn, sufrido por la filosofia analitica, no ha dejado de te ner influencia en este desplazamiento; sin embarg la dialéctica continiia presente en el seno de la teoria, critica, no s6lo en la teoria habermasiana de la evolu cin social o en la reconstruccién histérica de Apel, no sélo en Jos planteamientos més marxistas y econo: ‘micistas, sino también en la concepcién misma de la racionalidad. La racionalidad comunicativa es dialéctica, porque el sintoma de su presencia no es el mondlogo unidirec- cional, sino el didlogo, la confrontacién. Es imposible legar’a determinar lo’ verdadero 0 lo correcto sin re currir a esa unidad en la diferencia representada por €l didlogo; es imposible llegar a lo verdadero 0 lo | Sorrecto sin contar con la diferencia como motor, 59 due precisa del tanscutso histrico para legar @ una aa ee acho se a crteado a las Lgicas dlalgicas — por tanto, ala teora erica ate mapas te Scuerdo tinal, que vendiia sogin ‘algunos crises a sellar hegelianamente un tratado de paz con un mum | Go inhurmano; segin otros, detendria' a soton ce historia, puesto que sdlo la diferencia pode porer en marcha, de igual modo que la soneded de proceate Fes Hbrementessocados parca trainer con is he en in teria marssta Las riicay han menadense Sobre esta nueva utopia, poro tempo habra a ane Tante para ocuparnos ce Cla, For cl moments, Sa Intentmos Slarar en To posible la naturals. dey cori eritica, y de abi queen el siguente eapitule ‘nos ocupemos de su evolucién, eee La evolucién de la teoria critica 3.1. Por una critica de la economia politica Siguiendo las indicaciones de Herbert Marcuse en su trabajo Filosofia y teoria critica, podemos rastrear la prehistoria de la teorfa critica allé por los afios 1630-1840, A la sazén, la filosofia constitufa en Alema- nia la forma mds avanzada de conciencia critica y por cllo una teoria que se pretendiera transformadora del orden existente tenfa que configurarse como concien- cia filoséfica, La peculiar teoria que nos ocupa nacié, ues, como filosofia, ‘Sin embargo, el marxismo mostré bien @ las claras Ja naturaleza econémica de la estructura social bur- guesa y desde ese momento una teoria verdaderamen- te critica se vela obligada a presentarse bajo la forma de critica de la economia politica. Certo que los conceptos econdmicos, tal como Marx tos analizé en la época de los Manuscritos, trascendian el orden econémico y se ampliaban al filos6fico por Ta naturaleza de la cosa misma. Como ya hemos apun- tado en algiin momento, el hecho econémico por exce- Iencia, el trabajo alienado, es un hecho ya valorado 61 desde una economfa socialista, porque logra la perver sién del ser humano en su totalidad, la pérdide de ln realidad humana, la desvalorizacién ‘de la vida (MAR. cuss: 197la, p, 15). En este sentido, Ia economia mar. xiana no se limita @ la mera descripcién, incapaz de comprender el sentido de Ios hechos sociales, sino que penetra valorativamente en la raiz de las cosas: en! la Sociedad capitalista, el orden econémico tiene un sig: nificado para la totalidad de la vida social; todo con cepto econdmico de la teoria materialista es mas que un eoncepto econdmico, a causa de la tendencia «Ia totalidad en Ia explicacién del orden del mundo par tir del ser social. De ahf que, aun cuando cl Mary de Jos Manuscritos no hable explicitamente de una onto. logia del ser social, se permita afirmaciones ontoldge cas que en posteriores producciones marxistas han de: ¢0 lugar a explicitas ontologias del ser social. Sin erm argo, la revolucién urgente es la econdmica, porque Js teoria materialista ensefia —y la teorla critica es ta— que la felicidad s6lo puede cambio en las relaciones mate. Tiales de existencia. Por ello, frente a la sociologia del conocimiento y frente a Ia teoria de la cultura, Ia teoria critica de Io Escuela de Francfort inicia su historia en las décadas de los ‘afios 1920 y 1930, como critica de la economia politica, Como mas tarde confesaré Horkheimer, dos ideas fundamentales dirigian su tarea: la conciencia de que Ia sociedad era més injusta que antes y la con, wiccién de que sélo una sociedad inejor podria ins taurar las condiciones de un pensamiento verdadero (Honkwereer: 1976a, p. 38). También segin ei relato de Horkheimer, Marx y Schopenhauer fueron los filésofos mas influyentes eS Ja recién nacida Escuela, pero también el magisteric de Peter Cornelius —maestro de Adorno y Horkier mer— result6 decisivo. Aquella generacin que habla vivido Ja guerra no estudiaba para hacer carrera, sino Para comprender mejor el mundo, y con Cornelius aprendieron que para hacer filosofia es preciso tener conocimientos de ciencias. naturales, arte, musica y composicién. En este sentido, la fidelidad de Adore oa rest nce porque u etcacin a a etten ‘Gata agudiseda por un profindo conocointo Noitpot esta fdelided ey extensible a todo et Inet to, que no deseché saber alguno que pudiera esclare- 2, 4iStanbmene de in modeenncon Casals, fa lente Spc ae labora se pomie hacer gobre aus antsasoles en Teoria deta actin vemninsatvaalaba nitradaments esta estechs c- ~ Jaboracién con las ciencias que presidié las tareas del Trstiuto en ss origenes tle, 1, pp. 409536 8995). Los irancfortanos iniclaron ye entonces Bares ave ccupard a ja Eecula a lo lage de sa Ristora in trea de labora uta teria de fe moder Nzacion capitalista~ y entendieron el proceso de. re Clonallzacion, more lukaesiano, como proceso de cost ficacién. Pero en esta época hicieron’ de las abstrac Gomes reates* matxianas tema de Ine clencias empl cat y Go, i gota etn amp clos Ices Con i tradeldn de Ta gra isofe, ae sta a esta dip ms alld de Sualguerconitontacin aun ae sea indirecta~ con las ciencias foumiendo esta perspectiva interdisciplinar, los 7 mas del Tnstitto fueron —sepin ia reeaptulacton de Habermas fundamentalmente seis: + las formas de integraciin de las sociedades poslibe « In ccilzacion familiar y el desarrollo del yo, ‘tos medios y-cultura de asa, + ia peicologia social de In protesta, $a Teorla del arte y {a erica del clenificismo y del positivism. Signer meee cree nae 63 ieee tealfeialae wheats sie ssc i, Ss ae ie atte ans pn dete nro ae ro tine al tn ra ie ire name ol fo de fe ninco te at Rncenetemorte 3.2. La dialéctica de la Mustracion En efecto, la praxis, cite de verificcién en el aque confit In Escuela tranctotians de agua ape. €, contradijo ostentosament Ia teorla Enel prokee aia Dialectica del tuninismo. (941) puslage ee data, de 19H ‘Adorno y Horkhemer” conan os esaliento: ee tit eos, abi ‘masiada fe en la conetencia actual soe (Avowwo: 1970, p. 7) Fb yor Roses t,t a eee repartee “4 (a mayor justicia, menos libertad; a mayor libertad, menos justicia). Imposible, pues, esperar el adveni- miento de una sociedad més justa de la contradiccién entre fuerzas y relaciones de produccién y del influjo prictico del pensamiento negativo. Por otra parte, una creciente sospecha obliga tam- ‘ign a cambiar el rumbo de Ia investigacién: el fen6- meno de la cosificacién no sdlo se produce en las so- iedades capitalistas, sino también en las lamadas sociedades socialistas. Tal vez ello se deba a que la causante de la reificacién no es sélo Ia economia ca- pitalista, sino el tipo de razén que ha triunfado en Gccidente, La razén ustrada, la razén instrumental, no se ha encerrado en los estrechos madrgenes del mo- do de produccién capitalista, sino que preside el des- arrollo de la historia occidental. El fenémeno de ta Tlustracién se amplia, pues, mas alld de los Iimites del siglo xvrI1, porque, segtin Adorno y Horkheimer: La Mustracién, en el sentido més amplio del pen samiento en continuo. progreso, ha perseguida stem pre el objetivo de quitar el miedo a los hombres {de convertirios en amos. 18) (AvoRxo: 1970a, Mustracién significa, pues) afin de mantener un progreso imparable, dominando cuanto a él pueda opo- nerse, cuanto atemoriza al hombre y le impide con- vertirse en amo. Es esta razén dominadora —a juicio, de los francfortianos— la causante de la actual bar- arie; esta razén que mueve los hilos de la historia de Occidente, y cuyos antecedentes es posible rastrear en, cl libro dei Génesis, en el mandato divino de dominar la tierra y de ganar el propio sustento desde el trabajo dominador. ‘Los fenémenos de esta razén ilustrada van sucedién- dose en los Ambitos politico, filoséfico, cientifico, lite- rario. El Ulises de Homero es el primer paradigma del estratega occidental, y el mismo Marx, desde su concepcién del hombre como ser esencialmente traba- jador, no deja de ser un ilustrado. Podemos decir, pues, escuetamente que si los inicios de la Escuela de Franefort significaron el paso de la 65 critica de Ja razén pura a la critica de la economia Politica, el trénsito de la teoria idealisia del conoch miento @ la teoria materialista de la sociedad, de nuevo lun concepto de razén va a convertirse en el blanco de Ja critica a lo largo de esta segunda amplia fase de Jk Escuela: ta razén instrumental, hegeménica hoy en Occidemte y en Oriente. Obra clave en este cambio de tercio es, sin iugar a Gudas, Ia Dialéctica det iluminismo, publicada’ por Adorno y Horkheimer en 1947, Pero no ‘menos siguift cativos son un buen nimero de articulos y conferen. las, como los publicados por Horkheimer en 1944 bajo l titulo Eclipse of Reason; en alemén y en castellary Ia compi de esos articulos Ieva el expresivo th, tulo Critica de ta razén instrumental, En este mismo sentido —en el de analizar el cardcter totalitario de Ja raz6n instrumental— se sitta la obra de Marcuse El hombre unidimensional, A Io largo de estos trabajos, como también en los fragmentos adornianos de Minima moralia, empieza a Gibujarse un nuevo motor de la historia: ‘no es ya" Ia Iucha de clases, sino ef conflicio entre el hombre 'y Ja naturateza, tanto interna como externa, que se ek frentan como sujeto y objeto. El hombre ilustrado Pretende dominar la naturaleza, no liberarla 0 re Imirla, como en algiin momento pensaran Marx o Bloch, al hablar de una resurrecciin de la naturaleca; y ertinaz empefio en dominarla ha degenerado en rei cacién total, Ahora bien, si la critica de la economia politica no ¢s ya un instrumento adecuado, zen qué consistivd In critica durante esta nueva fase de la Escuela de Franc. fort y cudles son sus fundamentos normativos? La Dialéctica del iluminismo se enfrenta a la tarea de xeconstruir la historia de Occidente desde el on freniamiento hombre-naturaleza, mostrando como en ¢l mito hay ya presencia de la Tlustracién y como In Iustracién vuelve al mito. Todo ello con la pretension ge osquciar un concepto positive de Iustracién, que le libere de la petrificacion en que ha caido, Se tris, pues, de una tarea especulativa que, segiin eiertas ont, nniones, ¢s de una grandeza insuperable, mientras qe, 66 1 ae ars otros comentrintas, eth sce los homo ltd pens rr abe crt cn cl Supa grpo'decpnione Tees ee ner Sen tse tei ; convierte el proceso de reificacién directamente en “Jema de la filosofia de la historia, De ahi que la cola- oracién de, la teoria de Ia sociedad con las ciencias een truntada y tezplazadn por una cntenplocon speculativa de Ia dialéetica de la Mustracin Be verdad ue en alguna ocason Habermas exonere a Adorno de estas acusaciones, puntualizando que n fotendd ia inlevea de in Istacin como una gee. fallzacin de la erftea de la economia politica, en ter mminos de filosofia de Ia historia. A juicio ‘de Haber. mas, Adomo no utlieg la critica dela razén instr ena como pica de asides Some ferme Fico de fn teorla dela socleded 9840, p16) Y, cmbarzo dentro dl bance general eet senda Gocn de a Escea, paree Concrdar con In een de Wellmer, que apunta al riesgo de sustituir Ia cr tica de la economia politica por una critica de la ei Unacidn téenica (Wettatn: 1979, p- 147) 3.3. ¢Un paradigma agotado? a a Sete aa eae oy oa pis ous peaees Hora aces unanenee ormans a Soe el eee ra dan cee o able por ef que escapar al dominio de ta razén ins trumental hegeménica Adorno, por su parte, se encuentra impotente para determinar los fundamentos. sobre Tos. que repose Ia ‘rita y apumta modestamente a In metafora te la re conciiacion solo uma merdfora™ gue prohibe Iss imagenes ¥ termina ‘borrandose.« st miame, Lo com pletsmente Otro sdlo puede ser designado en una nega Gién Indeterminada, pero no’ puede ser conocido. Lo completamente otro.” Bea reconeiliacion aya sagen € limposibie bosqucjar, gee cifra en une, reeurrecetin de la naturaleza que salde el pecado de. dominio de Ie Fanon instrumental? ¢Trrumpird en ta Nistoria de la mano de una tecnica Wberadors, no. ya, dominadora? Responder a estas preguntas es constr castles en el aire y positvizar Ia dialctica, Lo tnico que af se bemos, io tinico de que estamos cirtos, es que el dolor ¥ Ia muerte necesitan el consuelo y que el consuclo Provede de la salvactOn, node la emsncipacton Adorno, aunque ateo dirs Habermas en algtin I gar, nunca se atrevio @ atemperar la Iden de recom Glliackn, rebajandoln la de emancipacténs hubiors temido rebajar Ta fur de Ia Mlustracion, porque mo hay lua sobre tos hombres y las cosas en que nose Peflfe ta’ trascendencia’(ADORNO: 19734, p. 402" Hamat 1984, pp. 159 y 160); ef pensomiento que no se dees pita desemboca en le trascendencia. (AvoRN0: 1915s, Pagina a0), Marcuse intentaré hasta el timo momento ofrecer tuna senda viable hacia Is emancipacion, ®. Parts de tna teoria de tas pulsiones; pero este Hegat teste Punto hizo un largo recorrido, Heideggerisno en Ios Origencs, seducido por Ia cotidianeidad de los anise de Ser } tiempo, Marcuse fotenta mis tarde: conestar 1 marxismo con Ta fenomenologia los: Manuacritos le parecen mis prénimos a lo concrto gue la ante Pologia existenclaria de” Heidegger y, por time, Gedica sus esfuerzos = constrtt una airapotogin ing Pitada en la teorla de as pulsiones de Freud, Manse mantendré hasta el final que la teoria de Ta sociedad tiene que apoyarse en una teria de les pultfoncs, por ue para la enplotacén y ta opresién on ta socledad 68 del capitalismo tardio, ta manipulacién de la estructura fpulsional es una de las més importantes palancas (Marcuse: 1980, p. 27). Por otra parte, la solidaridad, {que constituye Ia tinica contrapartida’ posible, ha de ‘fener una raiz que pueda unir erdticamente # los hom- bres. Y, sin embargo —se pregunta Marcuse—, en la era de fa razén instrumental, en la que incluso la natu. raleza interna del hombre esta modelada segin su afin dominador, gcémo hallar sujetos capaces de levar a cabo el cambio y de dar razones de su actuaci ra la tinica raz6n triunfante los argumentos seran ininteligibles? Esta situacién aporética obligé ‘a Marcuse a ir desplazando paulatinamente el presunto sujeto de Ia revolucién desde el proletariado a las clases marginadas por el sistema capitalista, a los sin esperanza, Por su parte, se mantuvo hasta el final en su postura militante de izquierda, como idedlogo de os movimientos estudiantiles que culminarfan en mayo del 68. ‘Segtin relato de J. Habermas, poco antes del octogé- simo cumpleafios de Marcuse ‘se preguntaban ambos fildsofos como explicar la base normativa de la teoria critica, pero Marcuse no dio su respuesta hasta la liltima entrevista que mantuvieron, cuando ya el em- pedernido militante se encontraba ‘en el hospital, dos @ias antes de su muerte. Ves? —| ina‘ hiero/1a marca dela ra2én instrumental cays dalcticn se impone contra ls postulasines de a raza erica y dela razén! | wtopica. En ese texto crucial, que consagra el fin de la critica racio- nallsta dela primera teoria cries, Horkheimer y Adorno puntan au el eericio de la razSn, y ello desde el origen de i lotaciin : Ne 146 soma DE La Erte. }} oedema colors a istaucaisn det pensamiento enustador | dl dominio de la Togica de la idontidad. Asi, la barbarie no seri ya s6lo Ia nacida del terror del fascism. sino la que le acontece Alcjercicio de la razén en lx historia del genero humano en Oc emer iustrar e HTominar es dominar y encadenar. PONS spats de los aos euaeenta no eabe, ciettamente, hablar ni de «escuela» —porque ya n0 hay colectivo, i trabajo conjunto— bi estrctamente de «teoria critica», porque ya poco queda de aquet proyecto histéico y materialista formulado en la década anterior Be regreso en Alemania dspersados 0 meri fos miembros dl folecivo, ous trabajor personals tienen, no obstant, la fortaleza Comin que no les suminstea tant el ser el testmonio de una epoca slo que seria una forma piadesa de remitrios al pasado— cuanto 4.) el compartir atin fa desazdn, la inquietudo la pasin por un proble- Seer reste de cole ol cxdter ncmatv de ure Of dela eazon; el de smo e interés de un pensamento no recon See en Sctcrmate con su epatn,con 3» posblided aan ee ata Es pos ic yn ootiad agee a te celiimon Hore, Iv expen on Tagua ceo enclave a, ye qe ao nombrar 1 tl 1] ome ern: en Adorno, pore onary eng de lose Fae ar npn de no tenad, os one 7 {}] desea as mistcacones de todas as werpas dol ated eee er erate fc net etc no abara ant reste san 0 so te de hatoran, poratores poss cavum renzo an resent opcoy anammactnes de un ca “YEE pete oman son, Fe si se as enna. Oe ht dna de aque A Fe ee «fj el cecil webs de Fanuc / eer eien erase icguen dar une dficon dn ambien eee ea nfcadones tunes apunen an duds 838 Mi asia ue parley st hladas como cers prs cea orien Tl vets dfeakaces if psc 4p sete Se preciar ‘aus nae elermos anno Hablamos de osteo een ode la aEseuta de Frankfurt no sefiren Sie nde is tuls da cunia cba J te com sae ee Max lotthemer, Teodor Wieesrund aa eek Hert Mateus Leo Coweta, Wal a dwn rayecoris soll so pen unease ain. dem y acta eon pein el earl Wot re oe eanformacion de I vocléad presente Soa serena itt oor come vray a ol eer tam cuopes tne anos ete De se ete oe us aocant aera el amo planteamint = Sa ira formas de superacon de soda |/ See ome gramental cozy teas, con re | cara ajc foley aud cambios cece ntcod ee en de icons emancpaoria en sma cen eeteesuperede,hgelanomartstaments eon srl est er pce Ge defison elon ea, «ES sen cede pone sobre el tapas ete problema fico ase seem Wotogaco de pce en forma cot a ere peaon cleo & In qu nos eos te ee ree eure) porgue tod amu tabla conjuno Se ald ely abaos individuals dee gupe ra ors tienen om su cei tor dversox cane. [/ aa as ese complejo termina ria dela sode: | cae ee rtaclones ue es dafinciones denen sobre fa waa 7 sare competion y wansfrmacion del present. sa cone eta ala adn Tosoin enancipatori, 2 saber, |/ ened undaenacin et gerpectva norma ae 99 Cn ae a ravens rar por ener. La 202 oa, aren gue remtas una exooga ef moral on eee eaaga burguese en la tation, marca (Gf oars gpa aay we, eng ereni, como aeabamos de Gin, urge laa de’ emancipacin/l constrir Ia idea de exten. |{/ Se eee pads abae cn rzucu aeons of cae aan aasonal ocon una Tsta de axa on a ob See eieiat pete @ supe en tomo 2 Horkieimer pon pd ol | 408 HISTORIA DE LA ETICA jo vedado este camino con su erticn del historicismo/ «(La pers- pectiva de Horkheimer] sigue siendofilosofia moral forque se negs persistentemente a seguir el camino tomado por muchos marvistas ¥ que conducia desde l/@tica ala flosofia de la historia (Schni- delbach, 1986, p. 55). La cuestin se torna, entonces, en emo fur damentar explicitamente y justificar tedricamente el punto de vista de la critica, negadara y superadora de las formas alienadas de con- ciencia y de las formas reificadoras del pensamiento formalist, re- lativista 0 empirista, Ese problema normativo serd también, enton- ces, el del caracter socal e histérico de la Hilosofiay de los programas ue explicitamente ponen sus miras en la transformaci6n emancipa- foria de Ia sociedad, el de sus aporias y sus limits. Por eto, tal ver fa continuada pertinencia de los trabajos del colectivo de Frankfurt para las discusiones de la filosofia préctica contemporinea pivote, ante todo, sobre esa cuestiOn tebrica y nor- ‘mativa, y sobre la manera en que tal cuestin se relacionaba con las tareas y los contextos especificos que desarrollaron las discus nes filosoficas. El andlisis de los programas tebricos del Instituto, ‘asi como el de la organizacién interna de su trabajo, tan centrada fen torno a la figura determinamte de Horkheimer, apunta a que las diversas elaboraciones del colectivo estaban en relacién directa ‘con su entorno social y politico (el movimiento obrero alemin, las lexperiencias de la Unidn Soviticay el nazismo) y que las modifica. jones que en éste acontecieron —Ia uintegracidn del proletariado»— determinaron y acompaiiaron el progresivo aislamiento del grupo {ph yt asoledad de a intetfizentcian (Dubie, 1978). El proyecto tei a a \ / ) co del Insticuto se referia, as, a un contexto histérico cambiante y, al ir efectuando esa referencia, se iba modificando su propia omprension de sus teorizaciones. La referencia normativa central de los trabajos es, pues, la de la definicién de la manera en que Ta teoria se interptetaba en su relacién con la sociedad que preten- dia comprender y, al menos inicialmente, transformar; la de las formas en las que iba siendo posible, o imposible, pensar su supera- ida, Pero también esa referencia fue Ia constatacidn de los limites y las dificltades del proyecto tedrico y politico del marxismo euro- | Jao, que tunes foe extend pore olectivo como una doting? cabada, y que reinterpreté en su crisis yen su negactén, La refle- ida resultante, desde el final de los oseuros aos cuarenta, recoge, { come veremos a en de xen como-Aegatigat’y sv coneto | | | La ESCUELA DE FRANKFURT “9 5 ya s6lo el de I. flgsofia —y no, como en etapas anteriores, ‘como proyeeto material de colaboracidn interdiscplinar en el cami- no de una ihterpretacin materialista de las sociedades capitalistas contemporaneas, En las paginas que siguen se recorterin, por ello, los diversos ‘momentos de los trabajos dela Escuela de Frankfurt, sus diferentes espacios te6ricos y, al hilo de algunos de ellos, se discutiran los asgos bisicos de eve problema normativo. Es obvio, dadas las ea- acteristicas del trabajo, que la seleecidn de temas —de espacios— sha establecido con la vista puesta en las caracteristcas generales de fa presente obra —una historia de la ética— y que no se.preten- de, con estas lineas, una presentacin ai global ni completa de los twabajos individuales y colectivos de Ia escuela 2, LA HERENCIA DE UN MARXISMO IMPOSIOLE: LOS AROS VEINTE La forma en la que el colectivo de Frankfurt comienaa a labo: rar esaGimension normativa y critiea-dé su trabajo tedrico esta 4eterminada en gran medida por la manera en que hereda un pro- blema no resuelto en el pensamiento marsista de los aos veinte, Jo que cabria-denominar su aporia tedrica y normativa,“El pensa- miento revolucionario de los dos primeras decenios del siglo te en ‘cuentra atravesado por una irreswelta fensién interna: supone, por ‘una parte, una dindmica de la totalidad social”que esta pendiente de Ia actividad de un agente social,él proletariado, Que se concep: tualiga como sujeto de la historia (él mismo totalidad y portador del punto de vista no distorsionado, no reificado, de la totalidad social) y, por ota, no puede establecer con claridad las mediacio- nes necetarias para hacer de esa‘Gindmica del sujeto de Ia historia ln realizacién emancipatoria y revolucionaria que suponia. Entre la siuacién econémica y social del proletariado, como clase social cexplotada en una situacin cea, y el sujeto active de la historia, realizador de la filosofia clisica en su abolicién al cumplit la di mensidn de absoluta totaidad que el idealismo sélo pudo pensar, era necesario establecer una mediacién poltico-evolucionaria que iniciaimente encontra su modelo en la revolucidn sovictica de 1917, | pero que también Tue objeto de amplios debates (como aBentece ‘see Ct el aa Jus ao ft HISTORIA LA ECA ‘Woon fnsmito de Rota Leben importa et ura alemana de izquierdas), Esa mediacion politic impliaba, no obstante, una aporia para 1a teoria yuna coreespondent apria normativa yprécico-pltis. La sporia tesriea nace del hecho de que ta flosola que interpreia i papel activo del proteariade como sujet de a historia el mar-—— (}] sso hepetisizanteoceidenat que se oponia 2 las teorizaciones heokantianss de la socialdemocraca y a volunarismo poli de fos boleheviques, no puede interpretar la formas del cumplimiento de tal msion y, en rigor, las hace incomprenibes. Tales la disca- Sion que recorre exe testo crucial que es Historia y conciecta de| « yelase de Lukes al sefalar que la conciencia de clase det profetaria- P {40 €l mismo-sujeto de la totalidad) necesita la mediacién tedrica {1 fplel método del marxismo que es el punto de vista de la totalidad) " Mone setatzarse 9 reaizarse Pero esa rtiaions6lo& poste y Shotro agente (el partido revoluconario, que emplea aquel método)| 2 puede hacer actualy efetva aquclla concienea an no despieria Desde el punto de vista de la tori, cabe concluit, pues, que el ) Mfsujeto portador de ta conciencia posible no coincide con el sujeto f) acualizador de fa misma, La tera no puede interpreta esa dipl-\ «ce dimensién de la conciencia —conciencia real, actualizada y ac- 8 Viulizadora, y conconeia posible desde los mismos supests:de- Y/{ aria acudit a una reflexion poliica-social sobre las condiciones] # | ge'a clase obrera que, © nos die, noes ya conscente de sus pro os intereses, La cOnlenciareifada del proetariado real —al gual (,j * ue el pensamnentoreifcado dea sofa idealista kaniana— debe er despertada por un proceso dialctic de luminacién, de Hust Gidn. El proceso de cifeacidn,cosfieacén, que ha convertido las Pfretaciones humanas en objetos, deberia ser roto y superado por unt Doses de activded humans, spit no ecad, que debe twedar libre de ese féreo proceso dela osifienciOn de la sociedad burguesa, El sujet, cego, de la historia necesita fa iuminacion | de una teoria que no puede cumplir tal trea sin el concutso de ta mediacion activa y activist del partido revolucionaio, el¥a vi sign deberfa poderse expliar. El partido, vanguardia del proetaria oe do, ¢s, entonces, el portador de aquel punto de vista mo distorsio- ado desde el que Ia historia cobrard- su verdadera y ima dimension; pero entonces las tesiones internas de toda la construe: \ Yfssse det marismo Mase ds ator vane mucstan su rao Ls escuela De MANU “1 normalivo: Ia scién del paride sevolusionri deberia montarse 2 partir de una tora normative ea” dela aclén poliica¥ de inser poll que, pada, eerste en is eo | daborads or el marisme fosfico. El partido revolaionario se e, por nh parte, elevado ala eategoria Mesa de portador de is coniencla de cae ( ,conigietemente, una mateializacion de una forma de la misma) y por otra, deberia set una instancia li) yd atvdad socal compreniblayareuiabeentrinos a fiosé- i eos, sino aormativesy polices. Dese los exerts de Lenin hasta los Cuadernos dela ere! de Antonio Cram l dscusion com isa se bsesiona con eta*edacton sobre esa tcola asented is aecn polca mmo slave dela comprension Ge los conflicts de elgs ene aptalismoasen ese proceso el marismo Tos6t- o.e lamb dsl y se vio atravesado por las ori norma tar rls ete sl ren raga eo ‘ia marta fvo que astro silo al in yal icamplimiento deurmuon x Bopanna deta Comoe (f fizacion ‘lost, “al ex Sea necesario aaiea eas distance entre a teola y las formas dela pritica otras que recorten la esructuta interna de a fiosfia que se practcay que remiten aun debate constante ‘le ta wadicion occidental en la moderidad: las distancias ente jy las formas do entender jusier la dimension normatva dela sccm Ets ova esonis interna aa losofa misma devas gran medida del po de hegeiansmo que stv de watz nlet= i) | pttava st marnsmo de los alos vente, y gue fan comple, por no dels opaca, hacen ta relacin ent a fea de emancipsidn moral la idea de necesidad histéricea=‘se apoyan sobre aquellas isan ene Aeris y prtea, puts ao en pocas ocsines la 2) apetacién transformativa (como teorias de la accién y de la revolu- 40) clon, come tearzaciones sobre la millanelay sobre sentido de ts acc pola) ene que acadir a un lengaje posulaive de inequvoco carder Kantian al menos ens forma o en sts « Buesos. Y ese lenguaje kantiano de la postulacién transformadora, (Gf fon fecuncia ezutamente deomolgico, se ositec no se pu ‘de clarficar tedricamente en aquel oto, de ascendencia hegeliana (jy Z'oue emes estado recordando, eh el gue se interpreta la sociedad (Como teoras de la exuctur dela sociedad, de sus confictos yl 4e la dinamica posible de su evolucién) en forma de una filosotia ((* 4s HISTORIA DE LA er1CA 1) ela historia y de una Aosotiaconebid desde ideal sjto de ia historia, yo caine parece meeado por sna needa cs divina. Esas dos formas de filosofia, filosofia de la postulacion éman- cipatvin flosfia de la historia como masz normative y ae 7 femiten al constant y teinterpretado debate entre feel y Kant, J operan en una diiplice y escindida consideracién de la conciencia moral como punto desde el que interpretar la sociedad capitalists ‘ Bll y sus conftictos. Asi, esas distancias se acumulan a las mencionadss Anterormente para hacer, scabe, mas imposible el marxsmo prac ticado, En efecto, las distancias entee las formas de Ia conciencia de clase revolucionaria (entee la forma posible y la forma actual de za conciencia, cuando amibas han de ser interpretadas en el seno 7 de una comprensin filoséfica de la histori) abrian wn abismo que ninguna filosofia podia cubrir sin fuertes tensiones internas y, so- bre todo, sin una explicta eorizacién ética. ¥ cuando, en los anos “veinte, el proceso de la revolucin soviética most su estancamien to, anunciando ya la noche negra del estalinismo, cuando naufraga- Hl ron con la represién los intentos de los espartaquistas y de los mo- yf mo, ese abismo que se abria ene las diversas formas de concienia Dae Jas tareas normativas y politicas que se imponian, que debieran } 423 ‘compleja situacién procedera, al menos, a dos importantes in- by lugar, se deberdn reinterpretar los conceptos con los que se analizan [Lx ESCUBLA DE FRANKFURT 453 reconida ya sceded ana vr que 0 cbe au «sti: Sines pottando taro. sterrstoampensn el samt Masten va obtlon nessenc loins pape tam don parton enon ant socalentcats como come ae adenine ate cee epee ieakideu eu coda a pros bs movnins rane eer estat lt anesthe ase acral Sess, tera debra mantne ei a pot de i asta bea tetas porsche oven as tbe yt ee Ue oe tte onan. Zao tefomusan rye sce mane un ve [ conte ls imposed dt ose deans 7 ea hero ant ver uperad tage nando eo ue op Tae areca rpuea de prow de yea oo [eee combre & roecosStie trate arene popu, [4 para hacer pouble una mura sociedad” Sagas wees ha pod ir ones a soso ce craic eis aun meomo europe agtao semagea do (evenement,dertad), 7 qe como iat compartir tsk igen ¢impotenlan defy varios mundos academe, cae alpine plano els problemas a reser a inaagai po hs peeeeeeeeeteerear env oetraeam eer pred stares del tz cea) nue pograa Mrdeolo osteo y en eosin con las cent socal. Mas las apotias heredadas del imposible marsismo revoluciona- | so lors vane no son uno noo gue eres pe | Fractal dl euie esi, duane ma dev pines Jecaar eva regia en Cenonuropa ura Seba ince ts pty namaste ome is fcr, roves incase da eu faa utfano No obs lante exe reaccién, esa sensibilidad herida aparece también en ellos con ef rostro especifico de una sensacion de derrota y de setiro ‘que Benjamin denoming «melancoia de iquierdas» (Benjamin, Ges- | 454 HisToRIA DE LA Erica, sammie Schriften, tl, Frankfurt, 1972, pp. 279-283)? y que ew ‘yf racteria a amliosseetores de la ntelctaldad erica europea eh los afios veinte, Cieramente, el pensemiento marxistacataiea est reaction frente s Ia sensbildad finieeculr frente alos facasos de la época revolucionaria,y exe eamino seguidoo ct intrumento | empleado para la superacion de sus momentos mis epenticaments mlanedicos. Pero exa sradaceacién, tenia de concienta ats jj, burouesa, no llega ocuitar un rsgo central y tambien propio. de Vy xa herida sensibilidad critica: un pesimismo, muchas veces de of | en topeataverane (orsicinc, IST; Sema 18 oe 181-190), 7 que serum letmoriv de crecienteimpoctancia wa les) / aos posteriores, ¥ que apares,ente otos textos, on ese cri | Inboratorio de a subjetividad qe son los primeros textos del Dam- mmorang de Fotkheimer, anes incluso que en Minima morally & € dedicado por suv amigo Adora. Como luego veremos, el saber ¥ la cencia de la melancoliarecogen exe clato de la subjtedad erga que tiene sus races en a senibiidad finisecvlar transforma da pot la pasion dela enti racional y por el fracaeo insuperable | de la barbarie bélica. : 3. Del MATERIALISMO A LA TEORIA CRETICA: LOs AROS TREINTA Bt programs de priate tne en Max Hock Jer ao Sto au Fgrs inspiradrs sna, que sobre todo, sal ‘ador canal, een tsbjor donde pusten ements hs [Saves farts dla ntatsora de tna rien, ise ment, proyecto horemesan se ln desde a cnt |) gy btsiznto marisa europe ds san por encanta un pu | tod via edo: coe formulas dea oro. habln sid ts intone Lata qu tal mal co tain ca te Tecra tnemaconal Peto los mos tines they de se tatssmo flosiicay desu lan cone eonento poles er pana so anne wa reactant Gadel teoria marisa’? ahora lo ue ain on el conc de ls rear exons nies detinn del mismo concepts de enc, SE gta eas normativas y criticas. Esa definicién se realiza ahora en una discusion con Tas ciencias sociales practicadas en aquellos afios y [Us ESCUELA DE FRANKFURT 455 con a ein ao score, as oma, Fou osha, hs tes Sar da Snes een de 1 aan La vtormulctn menctonada del conepto de Tari ea ono oom progam ide Send omit ous he frm cama ns nlp sn enor pce ner led pap Eisen por aoc ple fe tn) ae ‘conducirin a la formulacién de su nocién de «Capitalismo de Esta- ((° ovat tpt nt ene tage pre a ye cence tn 4: sujeto tanto frente as flosofzacén metatisiea como a su emt |! Pirizacign ys concrta en la dscsion contra as formas empirs-| (2 tas de critica de las tareas de la filosofia. H Frente a a hipoststizacion csi mia del punto de vista del fojeo de la historia Gus tan centalmente pesaba en el marxismo Uiosiico lukarsiao, pero tambien frente una comprensicn el sujeto coma dimension solo piclogica’e sélo epstemolog 6a (de picologia det conocimientc), el proyecto inerdsciplinar de 4 Horkheimer apuntard a a reivindicacion de toda las poten ‘ycades ees de ia subjetividad (Ge Ia entearacionaly de i rtca esc, de la catea de la subjetividad daseate) de la que. no auedarin ausentes las aportacioner del prcoandiiseudiano, 3 tamo.en los artcuos de Horkeimer como en is aportaciones de Erich Fromm y, posteiomente en lar de Marcuse (19686). Esa subjtvidad no 5e vera destigada de los procesos histéricos de su (ff Consign, tanto en lor momentos de surpimiato de la mode ida boeeuesa (como mostrardn, entre otts, los trabajos «pois ino y movimiento ibersdorn, de 1936 (Horkheimer, 1974. pb. 151-222), y «Montaigne y la Toneién del esepicismon, de i938 (Horkheimer, 1973, pp. 9-78) como en Ia misma epoca’ presente, se complejo programa anidealss,antmetaisico y antiempi- | {rita comene6 a desarellarse en los aos ireinta como una tefor iulacion de la euetionesteicasy de anise social heredadas del marsismo y se preont, iniiament, como la exposiion, la 456 HISTORIA DE La ETteA Dyson y la eritica de un punto de vista que ha eabida adjetivar tmeteriatismo. Horkheimer dedied varios atculos a ta dscusién de concepio de cioncin y del carter racionalista y materilita del proprama {rankfortano en la primera etapa de la revista: 1993, «Notas sobre dena y ln rtisn (OBE, pe SOLE) cNaaclene y meats a» (1988, 3, pp. 70-109; 1935, «Sobre el problema de fa verdad (1988, 3, pp. 277-325); 1937, «El ltimo ataque a la metafisican|{- (9988, 4, pp. 108-16). La presenaciiny Ia usificacion de ese Dumo de visa materials pede entendere desde confront. fidn, sobre todo, con las metafisicasiealitas, formalistas,y con 1p] tas sutcconprensones empirsas dels sents sovtates,¥efo en un dobie plano: en a detiniign del careter de la cencin soil Dl's programa exitco'y en ta definicgn consguiente de ta dimen Sion normatva, moral, es sociedad contemporinea y dela pets pectiva de su superacin emancipadors. La poricin mateilita ie la peimera teria erica se expresaba ee acento que ponia sobre os elementos dela prictiea social que subyacian las diver. sas formulacionescenifens, que les eran desconocidos ls te (‘pt szaciones idealists, frente a fa concienia explcta de ellos que \<\ aparecia como instrumento de andlisis en el programa marxista re, ‘yp| formulado que el Instituto propugnabs. Horkeimer pretendia que! sa referencia histrca,y ln teora econdmica de la sociedad en Ia que se constr, snvlaran, por lo tent, la pretensin ideale 6) de verdad absolta eon la que se revisten fs noone ano metal ficas coma las afiemaciones centfiasy sin que evo sgnfiase, no 4, obstante,aceptar una poison relavsta enema, Ls pretension i)f de uiversaidad absoluta de los erunciados mecaficos fos hacia desconocer los resultados y aportacones de las cents concempo- ness y Estas, as vex, se vetansumidas en una concepion alee fade a razén, dado que se autocomprendian de manera linitada por ia fetichizaion positivist de i idea de dato. En el atiulo ag mos importante de esta primera etapa dels af trina, «Materia ‘smo y metas, Horkheimerdseda un programa de rein 1 te las lenias Ia losofla artelado sobre la base de una inter pretacin’ denominada sislecien, 4e su mutva colaboracin 3 par 1 ede, cate ota, las siguientes ideas: In ineistencia de demandas Yjusieaciones raconalesabsoltay Ia susttaion cela justia. tid dela acciones por su expliacién por medio de une compren- | ESCUELA DE FRANKFURT 4st sin itr dl torsos I ein de proven ea 6 ln Stction noe soles Et eyes pa a segacién de ls fronteras autoimpuestas por las cencias ta fioso- IQ) tin de cca ova easy a xpreno crs sero ajo dele sftaener mentor dl Cokie ori que tn sata see, onto, o ecearo stro t tne ae pps apr en Hera[ escent yl formation tanta: cm x asc ‘exponentes de ese idealismo metafisico que es necesario superar y, 1 gen anaes poston dew eed "ma bad devine uy burg Al ars Horkheimer, Ia aplicacién consecuente de la“ritica kantiana’condu- haa metodo dike. Le Hoa Kat ster sos un epeo an cuya erica y en referencia la cual se an tema por Horns ss sto eet ene ners. nable“cento normativo ‘que subyace a su proyecto de colaboracién entre“ciencia y filosofia, a la luz de ese acento en los elementos ‘eamiento“tico kantiano €xpresa y pone en evidencia una escisién | sll ue se reproducen al nivel de la coneizncia mocal-del sje Y mere gst cecenaar Jin ik yas mes. pelicans ot main tana) pe orn itpers esesco nenn mates cat fon Horseme, a ee ssc y metaseay como ay lsToRIA DE La Enea, en cl trabajo de 1933, «Matriaismo y moraly (1988, 3, pp. L149), postulafd la necesidad de una etica materialista qué, al rechazar 4 ylos fundaynentos y las recompensas absolutas, es capaz de plantear {con una fadicaldad inexstente“n las morales idealists los ideales de una superacién de Ia sociedad presente al reivindicar la forma no distorsionada de ta concieacia moral. La dimension ética, que no es remunciable en la vida de los individuos, puede ser explicada como fruto de est reivindicacidn, y el materialisme puede entender se a si mismo come la eomprensin no distante, sino militame ¥ activa, de la misma; es decir, como un programa centralmente nor El naterilismo ve en la moral una expresidn de la vida de hom bres determinados ¢intenta entenderla on termina de las condi. nes de su emergencia y de su desaparcion; y ello por mor de Ja verdad en sy sino on eelaciSn con urea sociales determinadas. Se emiende a 51 mismo como el apectoteorico de os enfuctoas para boli Ia miseria existent. Los rasgor que dlecicene en el fendmiena histérieo de la moral solo entran en sw consideracion bajo la cond 16m den deteminado interés prcico. 1 materaismo no supone hinguna istancia supraistcia tas Ia moral (Horkheimer, 1988, 3. P13), Esa consideracin de la dimensién moral leva a nega la inter- pretacién de la misma en términos de la formalizacién recionaista Y universalista, tal como aparcceria en la ética kantiana. Y, para silo, Horkhieimer querra reivindicar la dimensién del sentimiento moral que Kant y la filosofla idealista no pudieron comprender, Esa dimensin, que aparece negada o frivolizada en la cultura but- ‘uesa, permite —y en rigor, exige— pensar de ola manera las rela cones entre particularidad y universalidad, por una parte, y entre contenida moral (como moral materalsta que comporta una idea de felicidad) y formalidad de la conciencia moral, por otra. Las formas del sentimiento moral, la compasidn y la politica (Hark! ‘mer, 1988, 3, pp. 135 y ss), expresan esa manera distinta de pen- sar, y apuntan hacia una érca de la solidaridad. Anos més tarde, «pen la Dialéctica de fa Hustracin, y recordando a las escrtores wos Hcurom de la burguesia, aquellos que no busearon paliar las conse” uencias de la Tustracién con doctrinas armonizadoras, Horkhei- ‘mer insiste en la misma idea: «Sade y Nietwsche han visto cémo, ' La ESCUELA DE FRANKFURT 459 tras la formalizacion de la razén, quedaba aiin la compasién, casi ee Concienca ensible de la idendad de universaida’ particule dad, mediacién voc a hacer natural» (Adoxno y Horkheiner 1970, 129. signifi lacheracon de lide de compa, ies Sue sempre fue sospechosa para la Uustacon, eo varios momen. tos dela obra de Horkheimes, pues es en ella donde te rca on mayer clrda In nepactn de una Sica univers eh vor }y] de una sticaindividualista, donde se propone la superacién de una ca deontoligiea eh aras de una ees ewdnimonista, no acon formal sino relerds a una subj material yas emoctons ara Hoskin Ia rz pura en morales a razon iene: tal en la pura cultura —tal te expres ena capitulo sabe Tule, Is iat deo Ttatracim, La pura tea Se rash spe ce padi taro de dtcca dea Tsai (} Como el tunfo Je una racionaldad dominadora de lanatraera al precio de a formalizacién» (Sehnadlbach, 1986, p. 60). En el present, sala Horkhcimer, cvemos alos sete humans no amo "i sujetos desu destino, sino como objetos del stego acaeer natural, ante el cual la compas cs la respuesta del senimiento natura (1988, 3, p. 136). La compasion aparece, asi, como el contenido 4e la anticipacion de una humanidad Uberada y ta ca materialista ue Horkheimer propugna es, por su origen y su objetivo, «una AY ea poltca que puede resumisse asi: 90 na moral privadaracio~ _£ alist, sno zlldaidad y politic (Schnédelbach, 1986, p. 6D.4/fc Mas era dica materalitay polities, que reivindiea a idea de felt { dad, nos resuelve en una ia de a satisfacin en l coro alean- {jf Yenc en sun momenta de insaisecha postulacon que dene osaliades Kantian, “Tal vez ess instsfaciones provengan, de manera mis direct, ‘yd 8 presencia (0 mejor, del no olvdo) det pesimismo que ork. >) icmer tome de Schopenhauer. Hacia cl fna desu vi reconoes Horkheimer esta herenca que no habla anulado st contacto con ls eas Hes 0 Mars» Seale gut odd me}, I sociedad justa, e un objetivo que sc entelaza con la idea de culpan (Horkicimer, 1974, p. 13). Se ha senalado que el pesimismo es, | efestivamente, uno’ de los micleos serretos de la teoria erica, | i cilo no sélo en Horkheimer, sino también en ottos miembros del ‘rupo, como pudiera ser, sobre todo, Pollock (Schmidt, 1986; Schnd- elbach, 1986). Mas si el pesimismo de Herkheimer bebe, sobre 460 HISTORIA DE LA Erica, Wut at atti fete Yate peed attrition enbiril io Sea epi aens td Suyous/ a tmstrmare ca stp de! mimo sree sais de Pollock nce ma psy sams ey Sed Moe epearon ose Ds cent es ta ist se 19D) aadecelo de tora / marxista clisica/y atin de los avances y reformulaciones que de tvidentes a esos autores, puesaprimacia de lo politico Sobce lo Fac ae ean a ete con nob pial we Exedoce prc one aed en ln oh ite corral fs nlateietos de Mars user dat lisis de la dimensién politicay de una metodologia para ello. Frente Wallon, Horkeiner Aden te cometnan cn ne dngcs os |tzpel anne come ae trent do ea peed Fy| er Seats at mancumo mle onodoxo/ttos miembros del srup0 (Como Marcas chine Nena nen aa (Gon? neseptincneoata se mejor sores peli etl Of sina" hes Se Pliocene em mayor sence, es en 86 oe ints dens eran) neodloa mantras y copie das haa entonces po ayes a comsnncn de et es patna rie bse de es fermen a te Horkheimer“ometera el programa critico“A partir de 1937 (Postone Ynek 82 Mos SH. El pesimams de Dollck puma 4p Liss inpuroi ovata de domunei pln dees ut oe baa’poleno'cn jst poe met tee ame seh Seven (Samer pote as popes eoancaare Ye eisai ic inoteacs €elne oes cndic . pyphunns hotbcnellns tn 7 su tao amaze es D>YEAomal ster eican C78, pp re ar care ibe as awa efor | mulcln'nds sede eos ste else onl sonaons | cites ee rnin icone ene ores j Srouetnnsy sclctons de rocco conn dolcon tee an copies eee a Geapai dl wae eee reciente impacto del nazismo recientemente accedido al poder en ‘Alemania, ni el asomo de barbarie que el antisemitism creciente anunciaba —y que abrea la puerta de los exilios a los intelectuales La ESCUELA DE FRANKFURT 465 Alrico de a escuela. Su modificada actitud teérica al filo det fin dé [iss nieras ter de desrolocaptalsta. esos ees, con calmente constituidos y la teoria que es una forma social de cono, cimiento. La sociedad aparece ala luz de la critica como una forma de sujeto-objeto materialmente constituido, sin distancia absolutas fanaa ae ella ala staal 42 stone ta erica orktfer que comentamos, aunque tl vee ms radial, «Flos finy teria cican (Marcuse: (96% pp. 79.90), aeantia el earl Hl poitica y enticorocal (y no meramente metodolieo o tebrica) esa forma de erica pofunda a as formas de racionlidad Gen tifa. De esa manera, apunta Marcuse, a teoria critica puede ubi- I/-> ce socal y policamente ela misma como erica de fe razon R\~ tradicional, Este traspaso de la actividad social y politica ala activ dad de critica teérica, que toms el lugar de aquélla y asume sus competencias, se corresponde en el anlisis de Horkheimer con Ia constatacion de Ia pérdida de Ia dimension revolucionaria Al x ea snd eampaco ls snaién de prolaade constiuye ns arma de connie vendo Po see pokes dh capements ara nmol sod came contutad yume ss} ea nari lati, trencacon ge exact socl | pte at xt concen se tnpongn dun odo aadite ionic 104, pp. 5 y 3) La tara de bisqueda de Ia verdad, come bisqueda normatia de tm punto de vista y de sein sobre a histor, toe que rele mi que como una faves pln que ene consecuenisepisteni- {so come jersco de dass desde uns postin ein »{ x normathvamcnteprivlegiada, como una aren Moséfles que et N\ iment, hubris detract coneecuensas poles, | La radicalizacién filosdfica de la critica se acompaia, también, ae um deadbnjamient dele vagoseconbmicos, sociales y Polit: cor que fe hacia prsetes ene programa utpico que suri fe alos anteriores, y que abonaban la planificacién econémica como forma de organic dela economia de meeado, Ese programa \ ipico se hase ahora mis abstract sabre Todo, aparece desde Ta eategoria conta de nepaion (nesaen del presents) qe, 99 stants, no puede set nombrado ti alcpado (ocean ena futuro} {La meta que {el pensamiento critica} quiere aleanzar, una situs cin fundada en Ia razdn, se basa en la necesidades del presente: pero la esstenia de esa miseria no ofrce por si misma I imagen Se'su supresion. La teoria esbozada por af pensar critieo no obra Al servicio sen reldad ya exstone: slo sxpresa so secreto (Hark heimer, 1994, p. 248) ¥ 1A ESCUELA DE FRANKFURT 463 Esa negatividad hace resonar elementos tomados del pesimismo me- lafisico de origen shopenhaueriano: el hombre siempre estar en conflicto consigo mismo hasta que alcance su identidad, y ello no «5 lo que el presente adelanta, La sumserIviDAD HERIDA BI pentimo capitulo deta Crea de ta rac instrumental ‘que en 1947 se presentaba a los lectores americanos (bajo el titulo [( Eclipse of Reason) con la intencion de exablece un nexo entre l pensar filoséficoy wla oscura perspetiva que presenta el futuro | ( rea concluye con as sigulntes palabras stcavesado inienos de padecimiento y de degradacin 3 causa def | | La segunda gran guerra acumula un infierna que no sélo paten liza la impotencia de fos programas emancipatorios dela razon cti- rica, que ve ya limitada su tarea al papel de dolido notario de los suftimientos y las opresiones, sino que también pone en juego revela una profunda herida en la conciencia de los pensadores del grupo de Frankfurt, La reflexi6n sobre esa herida de la subjetivi- dad es un motivo que hilvana muchas momentos de los trabajos el colectivo y que sale ala luz con insistencia desde los aftos cua- fenta, prestindoles una vor que difiilmente puede olvidarse, Pero ssa reflexidn esti ya presente, en forma anticipadora, desde 1934, cuando Horkheimer publica en Zrich y bajo el seudénimo de Hei: finch Regius Dammerung. Notizen in Deutschland (Ocaso) (Hork- heimer, 1986). Ese texto de fragmentos y notas puede entenderse como un felato de la evolucion de la mirada de un joven burgues: \ ¥ mo «puede sobrepasar la fronteray de ta naturalidad de fa que se revisten y con la que se le presentan las relaciones sociales esta- bes, el mundo todo de la cultura burguesa, hasta que es capa2 de entenderlas desde In perspectiva de la dindmica sociale histériea dde opresiOn que las constituyen. Los motivor directos de ese relato son diversas vifetas, como tantas otras escrtas por esos anos, que con precisa lucidez recogen aspectos materiales y circunstanciales de la vida de la clase obrera, acentuando su cardcter contradictorio, es decir, el que asumen al percibirse desde el otzo lado de la fronte ra de la mirada burguesa confortadora. Bias descripciones se unen con diversos ejerscios fragmentarios de iterpretacion sobre la cons- tinucién moral y material del tiempo, y que nacieron al hilo de la constatacién de la existencia de exe «otro ladon del mundo social, de esa otra manera de ver el mundo. Esos relatos del primer Hori hheimer ponen en préctica una postulacién de la razén pritica que recuerda no pocas escisiones de la conciencia flosotica de su tit po en la defensa dtica del socialismo (1986, pp. SI y ss.) de la ‘que no quedan ausentes referencias ala dindmica del resentimiento, tal vez un paso necesario en ese trdnsito fronteizo desde la mirada bburguesa a la mirada critica (1986, pp. 48, 108 y 35.) ‘Mas, tal vez sobre todo, Ocaso es quizds un ejemplo adelantado de lo que luego sera esa muestra de la ciencia de la melancol que es Minima moralia, de Adorno (Adorno, 19736), eserita desde 1944 a 1947, y que pudiera entenderse como la otra forma de ejer cicio de la teoria critica en tiempos de oscuridad (Gillian, 1978) Y como una critica mis centrada en la cultura camo producto so ‘ial. Bsa obra es un recorrido de diversos momentos fragmentarios con los que se quieren presentar algunas formas enajenadas de la Vida inmediata. Estos fragmentos y retratos de alienacién (tanto de parte de las obtas que se refieren y de sus autores, como de Parte del sujeto mismo que los relata) estin atravesados por un pathos de cereania hacia lo referido que, no obstante, sigue mante- niendo Ia tensin critica que les redime de ser un culpable y eémpli- ce relato desde la particularidad, y que les permite ser, precisamen te, otra forma de ejerccio critico de la razén (tal vex el tinieo que pueda restar en un momento en el que los diseursos sstemiticos se sentian estructuralmente ineapaces ¢ imposibles). La bisqueda de estilo que se realiza en ese texto [y que se teoriza también en 1, como Iuego aconteverd en «El ensayo como forma» (Adorno, La ESCUELA DE FRANKFURT 46s 1958, pp, 9-33)] es otra manera de detinie y de articular una morali- dad que se construye como ejerecio de distancia critica (Gillan, 1978, pp. 11-18), Se ha propuesto que la dialéctica negadora y ne- sativa ‘que’ asi se presenta —y que se encontrard hecha dlscurso filoséfico en Dialéctica negotiva en 1966 (Adorno, 1975)— puede tener importantes antecedentes en Ia perspectiva tegrica que practi= caba Walter Benjamin y que, en cualquier caso, tiene evidentes co- nexiones con ella, a pasar de las discrepancias y polémicas entre ambos amigos (Buck-Morss, 1981, pp. 274-357), La obra de Benjamin (fagmentaria como Ia que més, y alin ampliamente desconocida) es, certamente, el mis elaborado ejerc tio de critica literaria como critica cultural, del grupo frankfurtia- no, y tal vez del panorama alemin del momento, y desacrolla y muestra de manera inmanente esa negatividad qué luego Adorno clevard a categoria floséfica. Benjamin, en una teayectora inteec tal en euyo comienzo hay una peculiar usin de elementos proce ddentes de fuentes teol6gicas judsicas con la gran cultura germana, y en la que se va acercando mas a las posiciones tedrico-sriteas ie la escuela de Frankfurt (de cuyo niicleo hegeménico no forms runea parte, a pesar de sus colaboraciones en Ia revista y de la subvencién, no excesiva, de ella recibida), va integrando en Su an lisis terario elementos procedentes de Ia critica cultural del ambito mardsta, 2 la vex que va elaborando por euenta propia categorias de anilisis que se revelaron centrales en algunos trabajos del grupo {rankfurtiano en los aos postriores. Los métodos de adlsis puestos fn juego en sus trabajos sobre el Origen del dvarma trico alerdn (Benjamin, 1972, 1, pp. 203-130) y sobre El cancepto de erica del arte en ef Romanticismo afemén (Benjamin, 1988), asi como los resultados alcanzados —la puesta de relieve de las wimagenes dia- lestcas» de las grandes obras lterarias, en las que se condensa un tiempo y un sentido— constituyen el centro de una teoria de la época moderna que confluicin en su obra, fragmentariae inacaba 4, Passagen-Werk (La obra de los pasajes), y en la que Benjamin lwabaje a finales de los aos veinte y, de nuevo, hacia 1933 (Benj rin, 1972, V). Los diversos momentos y capas de ese trabajo son tun desarrollo de los contenidos culturales que se presentan y anali- zan («Paris, capital del silo xix», etc), pero sobre todo implican la creacidn de una nueva metodolosia de anilisis y de critica cut ral En ella, cualquier andlisis de un fenémeno cultura, el procesa 466 LsTORIA DE LA ETICA de au coprensién, nos remite a la explication de las formas y ‘Sutenidos vuttrates qu poneinosen juego para entendeloY para Seereamos a cl Por eousiguinte, ello hi de conducenos 8 uta Staborsegn de una teoria dela epocaidad camo eave de la vom prension de pasado 3, sobre tolo, del presente Ti andlsis del momento de arancltua burguesa que Benjamin ova a cabo deade comienzos de los aos trent, procticando eh tl texrono de fern cultural slgo no ijn a ta apliscon gue iakics Ho de ta extegora ewondmica de fetichismo a I lost (ederann, 198, p. 270), y que colaye un nuewo piled la Giese teologia se cafentaa un tema eical ent pensae tusnto emancipador: hasta qué punto y cdmo ba de implica Ie ‘huea una fosfia deta historia, aunque sea bao la brea de sna teoriauiatectica de la epocldad? Uno dels utimos trabajos Csvorados por Deajamin, las Tess sobre ilosoia de la historia» ){Genjamins 1971. pp. 7798) se han convertdo en cl lugar cena Ge cs relict. La fusion det matenaimo hstreo, neers shonte despojido de cualquier eonomicsmo 0 mecanicsmo para | Poder entender, en este contexo, con la perspetiva critica que Tuminists el anaiss dela formas e as imagenes del mundo aque {= dearrotla em su trabajo sobre la cultura burgess imagenes que SS sfanan en mostrar la imeriordad deen allay de eba epoca) tompe la aocon vulgare historia del tempo, de impo secuen- ‘Saly causal, que es sobre la que s apa y se mona la coneepcion - fmodeea del progreso en cuyo sostenimieno eoinciden tanto el Dsrmento Durgues come sectors dl movimiento obrero. En se sentido, trbignen su trabajo eedvard Fuck, eolcconsta © hs tSuadoo» apareido en 1937 en la Zeschrift fr Sosaforschun. sefala Benji, ley ESCULLA DE FRANKFURT ast Por su parte, las «Tasis sobre filosofia de la historian, y al hilo de un comentario sobre una acuarela de Paul Klee, sofalan que tl angel de la historia —una alegoria de esa conciencia acrecentada fel presente que se presenta como fusion de experiencia e historia— ve la historia de la humanidad como una historia de catistrofes Y de vencidos. Es et recuerdo de éstos el que puede desvelar, y mostrar como falsos, los relatos consoladores del presentes que £2 Tizan aquellos que permancsen en el relato del tiempo homogénco ten el que se configura la idea de un progreso que mis que a recor- dar invita a ensofar futures paraisos de redencién. Los apuntes ide Passagen-Werk se encaminan a desarrollar esa concepeion del tiempo heterogéneo que Benjamin entendia como «revoluciéa co- ppericanay de la intuicién histérica (1972, V, pp. 490 y ss.), pues {presente no seria tanto lo causado por la secuencia anterior del tiempo, sino que, por el contrario, el relato del pasado se basaria fn al relato del presente, y éste, como un tiempo-hora (Jetzt=et), ‘Slo que llena de significado a una secuencia temporal siempre pendiente dela originalidad de la experiencia como siempre- El pensamiento dialéctico que se pone en juego en esa dinamica del sentido del presente y en esa comprensién del tiempo histérico Se conjuga con la dialdetica de las imigenes en las que se aprehende te sentido temporal, Si los vencidos necesitan esa dialéctia de la imagen, los vencedores, por el contrario, necesitan fijarlas para po-| dder montar su relato inmovilizador. El trabajo del historiador ma~ ‘erialista quedaba, asi, unido a la practica politica de la lucha por Ia liberacion humana (Tiedemann, 1988, p. 286). Son esos rasgos| de la propuesta benjaminiana los que llevaron a Adorno a sefalar ‘que en Benjamin se conjugaron por Ultima vez ilustracin y mesia- isto (Adorno, 1962, p- 258). Esa fusion paraddjica, que Ador- no ejemplifica en aquella frase —«no se nos ha dado la esperanza, ‘Sno en los desesperados»—, frase con la que Marcuse concluiria EV hombre unidimensional, parece haber roto definitivamente ama~ tras con el lenguaje de la teoria critica y parece haber traspasado ‘us contenidos a una reformulacién radical del materialismo bist- fico; pero, si as es, ello ha sido a causa del intento de proseguir fadicalmente uno de sus nicleos centrales: la teoria del presente | ‘como una teoria normativa, valorativamente interesada, en su criti- ca, en st negacién y en su superacién. il 468 HISTORIA DE LA Erica, 5. LOS CAMINOS DE LA RAZON cRETICA El tercer gran periodo de la historia de ta teoria critica, tras «303 otros denominados «materalista» y «teoria critica» que hemos Seflalado en tos apartadas 3 4 del capitulo, pudiera colocarse bajo Ja ribrica del titulo de una obra crucial de Horkheimer, Critica de (a razén instrumental (Dubiel, 1978). Una vez abandonado cla- ramente el paradigma marxista de la critica de la economia politica como método de anilisis adecuado para el presente {como puede verse ya en 1940 en el trabajo de Horkheimer «La funcion social de Ia filosofian (1974, pp. 272-289), los trabajos del colectivo se dlrigen con mayor claridad hacia una critica de la sociedad eontem: pordnea més centrada en el anilisis de sus formas de racionalidad ¥ de las formas de dominacin en ellas puestas en juego. Cabe en- lobar en esta etapa un conjunto de estudios realizados en los Esta dos Unidos, y que se centran en los anilisis sobre el fascismo el caricter del Estado en las sociedades capitalistas desarrolladas —como los trabajos de Pollock sobre el eapitalismo de Estado ¥ los de Kirchheimer sobre la estructura legal del nacionalsocalismo, 0 de Neumann sobre un capitalisma monopolista tatlitario—, as! como las diversas investigaciones sobre el antisemitismo y las formas de prejuicio. Pero junto a estos trabajos, de indole mis sociolégica y politica, se dasarrolla, como hemos indicado anterior. ‘mente, una teoria de fa racionalidad, de su historia y de su ejerccio presente, que consttuyen, quizi, la aportacién mas conocida del frupo de Frankfurt y que puede eentrarse en dos obras; Dialéctica 4e Ia Hustracién (Hlorkheimer y Adorno, 1970) y la ya mencionada Crtica de la razén instrumental (orkhsimer, 1969). Ambas obras fon tanto un diagnéstico de la sociedad presente y de las cauras de sus males como, a la vez y para ello, una teoria de la razon en forma de una tesis fuerte sobre la tradicin racionalista occiden tal que pone en evidencia la dindmica interna que conduce a la autodestruccién de la Iustracion, Pero eta historia no relieve tanto al telato de lo acontecido en alguno de los momentos (0 en todos) de la historia de Occidente, como cequeriria una investigacién hise \érica sensu stricto, sino que es, pot asi decirio, como una historia sinerdniea que quiere poner en clara como el ejervicio de la razbn humana en la modifcacién de la naturaleza engendra mecanismos de dominacién, de instrumentalizacién, que se aplican tambien al 1a ESCUELA DE FRANKFURT 469 exp at jetted tama gue ls motes. As 2 ‘sana tome prssns Be hs fermas de rare ae arpa por ove sree y un dagosico dee so Sto bso, y sore od Cir dle raton wane ea iar ben epndo Dials dee strain eof an, uy to de le dl spit aston en forma Ge pens Enns tase present on dives nv defen gue wens hase tet tandveaor como ln ee 9s obras de sade eat tn soe Insel seine, a coe anu de psy nots de ase mis ragmenan. Bete ale empl Ia hen lio pare rete am esr deta ahora azn come fora de icreaclog a Piet ef, prs, ana ume setena 7 th so oe ia iteenuio de uncom por meio east {2 atmo cet podctn sess put ns coe in dee Maman ves I ean ene ste Y'4 mundo como sa leon mednds pore nsoonents oe tain como domnactn ero ee neous fe fa cslonds sate fain y doin secon no bomb soe a ia oraieacion soy ur mann de rll de moe do. ¥, camo senor eh Ciena le tconme a igual gu ora eosin dl alo taco oa cape ilo can un fare ne edominn, i es as {ad maa, El acme teased mods tees tale logetics eo forma spats de procceon’y i anzacn de enjoy gue tatan ls foros se fom Ydecomel auc puten pean a indy ope abe {por mato dein mec ontopendics de eles va Yenc tern smo series We fen 470 HISTORIA DE LA ETICA or mdio del Unico instrumental que el hombre posee, su eaeén, Esta secuencia es, como dijimos, un reirato de la misma sociedad capitalist, y también es un retrato de st contenido moral Con ta negacién deta natualeza en of hombre se torna oscuro « impenetrable no sélo el fos del dominio exterior sobre la natura- lesa ino tambien el de In vida misma, Desde ek momento en que ¢l hombre suspende la conciencia de nlm como natraezs, pir sen todo valor todos fos fines por los cuales se conserva vivo, eh progres socal, incremento de todas las fuerzas materiales inte Iretuales,e incluso Ta conciencia misma, y 1 sustitucion de os fines por los medios, que en el eapialsm tard asumerasgs de abierta Tocura, puede descubrise ya en la pehistora de a subjeidad (doe no y Horkheimer, 1970, p- 73). Un ejemplo de este proceso que crea y niega Ia subjetividad, y que esti cargado de efecto moral, puede hallarse en el relato que se hace del episodio de Odiseo y Polifemo. Aquél se le presenta a ste con el nombre «adie», una palabra que funciona como nom- bre, pero que expresa la negacién de identidad (Adorno y Horkhei- mer, 1970, p. 87; ef. Geyer, 1985, p. 57). El hombre accidental ha perdido, en efecto, su identidad al darse el aombre que le suri nistra la racionalidad negadora, controladora y dominadora que slo entiende las relaciones con sus objetos como relaciones de control Identidad y entidad son s6lo, as, funcionalidad, resultado, efecivi- dad, El habil y astuto Odiseo es'un ejemplo de wna historia huma- nay de su negacion: la astucia de sw eazén, encaminada a salvarse {si mismo, le privard de su nombre ante si mismo, de st identidad: Les anadien. Esta historia 6s, pues, «la historia de una renuncia» (1970, p. 73), ls historia de la reiteracién dela estructura sacrificial tic, ahora en el foro interno de la subjetvidad. La llutracion, que parecia nacer como ferma de superacién del mito, parece ha: cernos recaer, de nuevo, en el mito, parece eproducilo,y ello coma Sinica forma de referir nuestra identidad y, asi, su dialética nos vuelva a hacer caer en sus mismas trampas, de forma tal que mito ¢ Tlusiracidn acabarin por ser dos rostros de un mismo proceso, sin saliéa alguna en un eamino de victoria de lo que luego denomi: nara Adorno el pensamiento identficante (ef. Schmidt, 1986b, pp. 196 y 55.) Esta éccuencia patégena de la racionalidad que Horkheimer y LA ESCUELA DE FRANKFURT an Adorno presentan, y a pesar de algunas diferencias, tiene sus orige- hes en no pequefa medida en el andlisis weberiano del proceso de racionalizacién y de su imparable ferea Idgica de encarcelamiento fen la gjaula de hierro» de la racionalidad téeniea. La disociacién de las esferas cognitiva, moral-normativa y expresiva, diferencia- cién que constituye para Weber el niclea del proceso de moderni- zacién, estin también presentes en Dialéetica de la Tlustracidn y (en Critiea de ta razon instrumental (Munor, 1987, pp. 29 ¥ 33.) si bien con un acento patético que no emples el autor de La etica protestante y el esprit del capitalismo, aunque, probablemente, on igual pesimismo. Pero quizis el rasgo central de la idea de raza moderna puesta en ejecicio en Dialetica de (a Mustracién y en Critica de la razén insirumental sea el andlisis de los procesos de formalizacin de la raz6n calculadora que aparece no sdlo en la pérdida de la dimen- sién critica en aras de la dimensién controladora y dominadora de lun mundo administrado, sino también en la constitucién de domi: nios diferenciados del saber en forma de disciplinas centficas par- ticulares que han perdido la dimensién de totalidad y hacen procli- ve una comprensién positivista del ejercicio de la racionalidad ciemifea. El prologo a la Diaiéctica de la Mustracién es, en este Seatido, indicativo, al igual que lo es el andlisis de la nocidn de srazén subjetivay en Critica de la razén instrumental La razén subjetiva, instrumental, se contraponia a la arazén objetivan, perdida y mutada en el proceso de racionalizacion occi- ental, y'ambos conceptos recogen en cierto sentido los distintos niveles dela razdn y las diferencias entre Verstand y Vernuft que ‘stablecia la filosofia clisica alemana, Si aquélia era cazdn ealcula- dora y se dedicaba, weberianamente, a la adecuacién de medios a fine, éia se entretenia, por el contrario, en la idea de bien supre- ‘mo, en el problema de la libertad y en Ia’ manera en que los hom- bres habrian de realizar sus metas (Hoorkheimer, 1969, p. 17). La raz6n objetiva era, en gran medida, la razén tradicional, razén sus- ‘antiva, asi como el lugar de la religion y el mito, pera era también quella en relacién con la eval los individuos podian entender st adecuacién feliz con el mundo, La razén subjetiva era el momento critica, el momento de ifustracién, de desvelamiento del mito, Ia (que devino razon calculadora. La relacién entre esas modos de ra- zou, objetivo y subjetivo, se ha visto alterada en el presente por il an MSTORIA DE LA ETIcA, ‘medio de una formalizacién de fa raz6n instrumental que ha nacido el dominio de la subjetiva sobre Ia objetiva, por Ia disolucién de sta a manos de la critica ilustrada y por su desapariciéa al quebrar fe mundo premoderno de la tradicion y la objetividad heredada, Pero esa crisis no ha producido la liberacién, sino una nueva cegue- ra, ¥, como sefala Horkheimer, ala actual crisis de Ia razén consis te'en el hecho de que el pensamiento, llegado a cierta etapa, 0 bien ha perdido la facultad de concebir la abjetividad ... o bien comenzé a combatiria como ilusién» (1968, p. 19). El proveso de racionalizacién es, asi y mas bien, un proceso de creciente itacio: halidad, de desaparicion det individuo y de su subjetividad al trans: formarse en un lugar vacio que es formalmente intercambiable en los procesos sociales de Ia sociedad administrada (Geyer, 1985, . 10). Pero no caben vueltas atras, ni ensuefios de recuperacion de una razén objetiva que sélo puede retornar como instrumento, tal como muestran lor intentos neotomistas de su recuperacién, 1 cuya critica dedica Horkheimer textos cruciles, Esta formalizacién de la razén subjetiva, que tiene ecos de te- smaticas lukacsianas y de los trabajos de los afios treinta del colecti- vo frankfurtiano, y que se expresa en el ejercicio postvista de las versas ciencia, leva a pensar la filosofia como una isla de salva- cidn, una reserva de pensamiento ertico, un momento de resisten cia, frente a las diversas «panaceas» tradicionalistas (neotomists ce) y madernas (pos imo l6gico) que se ofrecen coma falsos remedios ante una formalizacién de la razén que, no obstan- te, ejercitan y potencian. Estamos, pues, lejos de aquellacolabora- cidn interdiscipinar en la que el pensamiento eritico de la filosofia podia trabajar en unidn con las diversas metodologtas eientificas para electuar anlisis no reduetivos de la totalidad socal, y que era uno de los hitos tedrieos del programa critico en los primeros aos treinta. Ahora, la filosofia aparece ya claramente como resis- tencia y como negatividad frente a la razén formalizada y sus do- minios especializados, sus divisiones de trabajo: «La filosofia no es sintesis, base 0 coronamiento de a ciencia, sino el esfuerzo para fesistir a fa sugestin, Ia decisin de Ia libertad intelectual y real» (1970, p, 286), se nos dice en la ultima parte de Dialécica de la Iusiracidn, hecha de pequefas notas fragmentarias. Y en Critica de la razén instrumental se nos dice: «La Mlosofia no es una herra- mienta ai una receta, Lo tinico que puede hacer es esbozar por LA ESCUELA D© FRANKFURT 43 anticipado la marcha del progreso tal como lo determinan necesida- des Logica y efetivas; puede adelantar al mismo tiempo la reaecién de error y resistencia que habra de provocar Ia marcha tiunfal del hombre moderno» (1969, p. 173). Bse final de la eta se enuncia desde la nepatividad y la resistencia y probablemente sin el tono mis miltante que encontraremos, anos después, en el planteamien- to de Marcuse en Eros y civilizacion. 6. NEGATIVIOAD Y RESISTENCIA {Cuil es el sentido y el alcance de esta negatividad como defini- cidn de la posibilidad del ejecicio de la razon, de la filosofla? Bsa hhabrd de ser la pregunta de la que partica el posterior trabajo flo. sofico de Adorno, cuya Dialética negativa comienza con las cono- cidas palabras: «La flosofia, que antago parecié superada, sigue viva porque se deja pasar el momento de su realizacidnn (Adorno, 1975, p. 11). La filosolia permanece como negatividad, pero esa reivindicacion de la tradieién de la razéa como negatvidad no es lun retorno, imposiblemente inocente y necesariamente culpable, ala metafisica (zedmo, después de Auschwita?), no es el refugio en la negacisn del mundo, sino que es a condicién del ejerccio de la critica ala cultura de masas,rbrica bajo la cual cabe situa Ia ma- yoria de los trabajos de Adorno y de Horkheimer desde los afos incuenta (véase, por ejemplo, Adorno y Horkhieimer, 1962) En el terreno de la definicién de Ia propia tarea flos6tica, la negatividad aparece vinculada al proceso de irrealzacin histriea de la promesa redentora de la razén iustrada, prisionera de su pa- togénesis, y al proceso de incumplimiento de la razén critica, ma niatada por sus aporias (Benhabib, 1986, pp. 147-185) y arrojada los mirgenes por el proceso histérico de una derrota. Por su pat te, y en el tereno del andlisis social, el incumplimiento de la idea de emancipacién y el incremento de la barbarieinsttucionalizada se traduce en la obra de Adorno y Horklseimer en la pregunta de mo puede tener lugar Ig estabilizada dindmica culeural y social de las sociedades capitalistas desarolladas (y que ha de expliar, también, el acallamiento de las protesias de Ia subjetividad y las resistencias de fos individuos) y, para cuya contestacion, acudieron 1 una radicalizacin de las tesis sobre la cosificacién de Lukées, a4 MISTORIA DE LA EtICA transpertadas a la dindmica de Ia psicologia social en sus andisis de la critica ala cultura de masas y de los procesos de integracion on la sociedad administrada (Habermas, 1985, 1, p. 473). Mas ca bria cuestionar los motivos dela genesis de esa negatividad y puede Ponerse en duda el cardcter del relato de esos procesos pata salir del inevitable pesimismo al que conduce esta nueva jaula de hietro. Tal ha sido ef planteamiento reciente del mis claro heredero de la teorfa critica, Jurgen Habermas, movido por el intento de re- construir la posibilidad de una teoria ertica de la sociedad que no se vea prisionera de la inevitabilidad de ese diagndstica det presente y-de su génesis que haga de la dialéctica de la negatividad de la raz6n la nica forma posible de tarea intelectual, y que evite, por Jo tanto, Ias aporias de una critica que no puede dar razén de si ‘misma (Habermas,"1987, vol. 1, pp. 480-508; vol. 2, pp. 534-542: 1985, pp. 130-157), Habermas sefala que la tesis central de Dioléc- tiea de la Ilustracién —que todo proceso de iustracion es patégeno yy nos hace retornar al encadenamiento del mito, pus su signo es la dominacién sobre una naturaleza externa abjetivada y sobre una naturaleza interna reprimida— se enmarca en una forma de filoso- fia de la conciencia y de su gelato que muestra su agotamiento y que no necesita ser suscrito con la claridad con la que nos fue pre sentado, Habermas quiere sefialar que esa tesis no es menos ariesgada que el dignéstico del nihilism planteado or Nietzsche [y] que (Adorno y Horkisimer] eran consents de fste riesgo y, 2 petar de lo que parece 3 primera vista, hisieron an fsfuerzo conseouente de fundaimentar seven de In cultura, (1 al hacerlo, inredujeron absraccones y simplieaciones que hacea problemtcs la plasibiidad de su intento (Habermas, 1985, p. 135). Habermas considerara simplificada en exceso, y unilateral, la asun- cidn que de Weber hicieron los primeros frankfurtianos y la imagen Gel proceso de modernizacién que nos relata la Dialéetica de la Hlus- tracién al trazar Ia secuencia de la desapaticién y colapso de la ‘azn substantiva. Una nocién de racionalidad que pueda integrar. se complejamente en diferentes momentos y que peda no enter derse desde fa dinimica de una flosofia de la subjetvidad —sus- tituida por una comprensiéa comunicativa de esos procesos de racionalizacién—, podeia evitar el dictunt inexcusable de la conde LA ESCUELA DE FRANKFURT 415 nacign que enuncia la patogénesis de Ia razén en Dialéctica de fa Ilustracén. (Quiz Jo mis sugerente del andlisis habermasiano esté en la in- terpretacién del intento de Adorno y Horkhieimer de iustrar el mis- ‘mo proceso de ilustracion. Su critica de la ideologia, que funciona haciendo sospechosa una teoria al mostrar su falta’de veracidad, hace reflexivo por vez primera ese proceso de la lustracién. En efecto, la Hustracién podria también aplicar eta sospecha de falta, de veracidad a si misma y exigitse una respuesta; y, para dar éta, la Mustracin ha de independizar la critica de sus propios supuestos (1985, p. {41}. El problema normativo del marxismo europeo de los aflos veine, que sefalamos en et primer epigafe, y que reapare~ cia en «Teoria tradicional y teoria critica», se repraduce ahora en feferencia a la misma actitud de critica de la raz6n instrumental y su dialéctica, pues la perspectiva de la negacion no puede aplicar- Se-a si misma los criterios de justificacion que aplica a las otras perspectivas, sies que quiere mantener su radicalidad. Como he- ‘mos sugerido, la reconstruction habermasiana de las razones de ese proceso aporético de una critica que pierde su anclaje en sus condi clones sociale y tericas, tiene como objetivo reconstrur et progra> ‘ma de la primera teoria critica que se mont6, precisamente, para dar respuesta a ese problema, y para ello quisiera evitar la necesi= dad de la aporética final de’ una critica radicalizada de la razén. {otal en los términos en que se practic desde mitad de los aiios cuarenta, Consiguientemente, y a la vista de ese interés, se querré seflalar que es errénea o unilateral la superacién que Dialéctica de 4a Mustracion plantea de exe programa critico de los primeros mo- ‘mentos del trabajo del colecivo. El motivo tedrico que puede ha- Iarse en esa errada superacién es la lectura que Adorno y Horkhe!- ‘mer hacen det punto de vista de la critica como una critica necesariamente foal: si los fundamentos de la critica de la ideolo- sia quedaron hechos pedazos y, no obstante, se ha de mantener Ja misma idea de entica, ésta deberd aplicarse a todo el proceso de la Hustracién misma (Habermas, 1985, pp. (43 y ss). Habermas considera que el paralelo con la situacion problematica que perm lig Ia eritieanietzscheana es evidente: no dar por concluida la tarea dd Ia erftiea aun sabiendo su imposibilidad. Mas si Nietasche res- onde a esa stuacion con una teria del poder, los pensadores frank- furtianos mantienen abierta la contradiccién performativa de una critica de ta ideologia que se excede a si misma (Habermas, 1985, . 154). No es el momento de debatic, si tal es el eas0, qué otras alternativas habia y, sobre todo, qué leeciones extraer’ de cara a luna filosofia que se pretenda critica y quiera evitar estos y otros callejones sin salida de la filosofia de la conciencia. Si eabe sefalar ‘que ese mantener abierta la contradiccién es lo que aparece en Dia: Ietica negativa de Adorno como negatividad y como forma de la flosofia y que apunta a Teoria estética (Adorno, 1971), ‘Adorno tematiza y hace explicita en Dialetica negative la cons- tmucsi6n aporética det pensamiento critica que se habia puesto en juego en ef tltimo giro de la teoria critica en los aor cuarenta La prohibicién de imigenes que entonces se ejecia, hacia imposible la postulacién de una mediacidn que nombrara en concreto la iden= tidad del hombre. Esa prohibicién queda ahora tematizada de ma nera explicita como limite de la critica, la cual no podrd tampoco asumir una mediacién positva y s6lo una negacién determinada, Este ejercicio de la critica como negacién especifica y conereta de Ja totalidad social como lo idéntico, es decir, de la ritiea como propuesta de Io no idéntico, ha de entenderse en una forma de proceso histérico, pues, de 10 contrario, esa oposicién recaeria en lun pensamiento estitico metafsico, reproduciria una forma de pen- samiento identificante. Pero tampoco puede esa concepcicn del pro- ‘eso darnos una nocién positiva de lo no idéntico, pues el todo, ue es falsedad, hace imposible cualquier decir determinado. Por ello, de nuevo, ta critica s6lo postula la no identidad, Ia muestra, Ia ejerce; no Ia dice, ni la nombra, ni la propone como programa Ese momento que s¢ apunta, pero que no se alirma, tiene una es tnuctura contradictoria que puede ser encontrada emblemsticamen- teen la obra de arte, tal como analiza Teoria esética, Esta seri la forma de diseurso floséfico que muestra ta forma compleja de la concrecion de la apariencia estética que no se reeoncilia con st csencia en la obra de arte —ese indice contradictorio de una ceali- dad que puede no sucumbir al pensamiento identificante y queda, por lo tanto, libre de su necesidad encadenante El potencial utdpico que se encierra en la obra de arte (Wellmer, 1985, p. 65), y que podria indicar una forma de experiencia que ro ceprodujera los limites patéaenos de la razén ealculadorae iden tifieante, esta encerrado, no obstante, en una filosofia negativa de la historia (Geyer, 1985, p. 101) que impide cualquier formulacién Lk BSCUELA DE FRANKFURT an de una utopia, ya definitivamente emigrada fuera del alcance de fo humano. Esa filosofia dela historia, que pudo ser el fundamento e la perspectiva normativa que anidaba en el pensamiento emanci- patorio en los aos veinte, no es ahora negativizada sdlo a causa 4de os fracasos de la historia. Ni tampoco se ejerce como el dolor dlo recuerdo que adopta ls forma de una flosofia de la decadencia, quella que se construye a partir del enunca mis», 0 del uérase ‘una vez del historicismo. Ciertamente, caben esas interpretaciones ‘Ia hora de ler el balance final de la propuesta del antiguo grupo ide Frankfurt, pero también cabrian interpretaciones que apuntaran 8 que era negatividad es un rasgo de eualquier eerccio flosofico que intene aprehender el presente sn olvidar, a la vez, la memoria de lo acomtecido como barbarie y que comprenda que el lide diag- ‘éstico sobre Ia sociedad actual implica necesariamente una toma {de posicisn y de distancia. La filosofia negativa de la historia puede asi darle buenas razones al pesimisma teérico para hacer de él el fundamento de una ética de resistencia, Ese pesimismo sabe que no es metafisica su desconfianza ante las promesas de una emanci- pacion a la vuelta de la esquina, pero no renuncia tampoco a un Bjercicio de eritica que se ancla en la injusticia del mundo y en tuna subjetividad no domesada por las frustraciones dela soviedad administrada, ejercicio que, como vamos sabiendo, coadyuva a ha: cet de ese pesimismo una posicién normativa, eargada de dimen: sin vaorativa. Ciertamente, los uhimos eseritos de Horkheimer no parecen tanto ejerctar est forma de ética cuanto postular, mas bien, una dimensidn «totalmente otra» en relacién a la historia. La reflexién sobre Jo «totalmente otron parece querer testimoniay ‘que no todo ha de darse por bien sentado y acabado, y no se en= cuentra lejano a algunos aceatos ceoldgicos en el andlisis de la his- {oria humana, Pero, también cabe insist en que In denvncia de la historia acontecida —y tales la historia dela razon y las domina- siones en ella apoyadas—, como Benjamin hacia al denunciar la hocién de progreso de los vencedores,ejercta una forma de resis. {encia ante los mensajes consoladores del pensamiento identiticante en el presente. Pues si no cabe contraproponerle ala realidad parai- S05 que sabemos ya imposible (¢, incluso, trasmutadas imagenes de los inflermos), el que Auschwitz exisiera, y ain siga existiendo como posibilidad y como cealidad, hace también inhumana la con. sagracién de lo real, por mucho que las tragedias nos resulta leja. an hisToRIA DE La Erica nas © se fos antoje excesivo su recuerdo. Adorno, hacia el final de su vida, on 1966, escribié: «(Auschuwite) fue Ia recaida en I st contra fa que se dirge toda educacién ... La barbarie sigue ‘xistiendo mientras en lo esencial perducen las condiciones que pro: vocaton esta recaida. Precisamente ahi esté el horror» (1973, p, 80). BinuiooRAeta La presente bibigrati, que no es en absoivto extaustiva, asf como las Gitas de los autores en el texto, han sido cealizadas tratando de dar las referencias 2 edisones castllnas, aunque no siempre uilizando las tradveiones en elle recogidas Adorno, 7, W., «Noten zur Literaturn, en Gesammelte Scriten 11, Sule amp, Frankfurt, 1958 —, Prismas, Ariel, Barcelona, 1962 Tree estas sobre Hegel, Tavtus, Madtid, 1969 Gesamte Schriften, ed, Tiedemann, Subrkamp, Frankfurt 17 vols. 1970. =, Sobre a metacrtica deta teria del conacimiento, Monte Avila, Cara- cas, 1970. 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Seni), ~, Seiad nit er de lass Pei, Bae —, Soa toon aeons, 186 = Levent sew oblige), Pre Bos Ai, 186 Cee eee eee ee = fies Hata ery rons Cage Me 386 Uéecsha mason woe eh Bit Accson Oa rl ni Dut kang, Paki en Marcuse, Ht, Clty tociedad, Say Buenos Airs, 1967. 1 al tn nope Bain Tr Bary rans Sa bee ete =, Ei hiewndinesnl Sok Baa Bln, Td cer ter Thane ct oes fara, Prag = Gn de Hg Maree Roc, Bares, 170. =, Ensayas sobre politica y cultura, Ariel, Barcelona, 1970. |{° = Shien woe Sanvtany Pata, i oa Mufioz, J, «La Escuela de Frankfurt y los usos de la utopian, en Lecturas| 1¢ ‘Pint conpornen, Ail Barna 908 yp ta = tle gun to ers Ge’ waded aes tie y it gn Sea ea eta, ned smi oe mee Sa 0558 9 480 HISTORIA DE LA Erica, Postone, Mus y B. 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