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Historia de Santa Isabel de Hungria-Conde de Montalembert-Tomo II

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HISTORIA SANTA ISABEL DE HUNIA DUQUESA DE TURINGIA (4207-4291); POR EL CONDE DE MONTALEMBERT, PAR DE FRANCIA, TRADUGIDA, SEGUN LA SEPTIMA EDICION, AL CASTELLANO Poa D. JOSE PUENTE Y VILLANUA. TOMO II. ‘Con-aprobacion.del.Ordinario. BARCELONA. LIBRERIA RELIGIOSA, GALLE DR avING, NUM. 20. (891. CAPITULO XVI. De como et buen duque Luis murié.en camino para la Tierra Sania. Consummatus.in brevi exple- vil tempéra.mutta, placita enim “erat:Deg.anima ‘UMug:; propter 2 hoc properaviteduecré Hlum de medio iniquitatum. {Sap. 1v, 13, 14). En cuanto Luis perdié de vista 4 su que- rida y desolada Isabel, recobré la alegre y confiada energia que reinaba entre los afi- liadosen estas !ejanas expediciones, asi como aquel santo gozo que la fe saca del senti- miento de los sacrificios que se impone y de las victorias que obtiene !. Llevaba el Duque consigo Ja flor de la caballeria de sus Estados : 4 los cinco condes Luisde Wartbourg, Guntherde Kefernburg, Meinhard de Muhlberg, EnriquedeStolberg * Perrexit Dominus exultans, ut gigas ad cur- rendam viam... cum gaudio et fncunditate maxima, ( Thead.), —t— y Burkhard de, Brandenberg; 4 sa copero Rodolfo, sefior de Varila; 4 su mariscal Enrique, sefior de Ebersberg; 4 su cham- belan Enrique, seiior de Fahnern; 4 su se- nescal Herman de Mosheim, y una multitud de otros barones y caballeros '. Peonesile- vaba pocos, por motivo, segun un cronista, de la gran distancia y lo pesado del viaje. Cinco sacerdotes, entre ellos el limosnero del Duque, Bertoldo, que escribié la vida de éste, iban encargados de celebrar los divinos oficios y-administrar los Sacramen- tos y demassocorros espirituales 4 todos es- tos guerreros durante la expedicion. Ademas de todos estos condes y seilores, vasallos inmediatos suyos, llevaba el Du- que consigo tambien, como jefe de los cru- zados de toda la Alemania central, un nd- mero muy grande de caballeros de Suabia, Franconia, y las orillas del Rhin. Es nota- ble entre cllos aquel conde Luis de Glei- chen, tan famoso en Alemania por sus no- velescas aventuras durante esta cruzada, Una tradicion sumamente arraigada y apo- yada en multitud depruebashistéricasretie- re que habiendo sido este Conde hecho pri- * Los nombres de todos ellos, ast como de los ya cilados, los trae Rothe, Yéase lambien & Justi, —~7— sionero y trasladado 4 Egipto, recobré alli la libertad por manejos de la hija del Sul- tan, llamada Melechsala, la cual exigié del caballero palabra de tomarla por esposa, no obstante tener éste mujer legitima en Tu- ringia, que era de la familia de los condes de Orlamunda. El caballero llevé 4 su liber- tadora primero 4 Roma, donde, segun se dice, obtuvo del Papa dispensa para este doble matrimonio; y desde alli 4 su casti- Io de Gleichen, donde ambas esposas vivie- ron en la union mas perfecta y cordial *. En tan buena compaiiia emprendié Luis la jornada por en medio de Ja Franconia, la Suabia y la Baviera; atravesé los Alpes del Tirol, y pasando por la Lombardia y la Tos- cana, se dirigié 4 reunirse con el Empera- dor en Apulia, como lo verificé en la ciu- dad de Troja 4 fines de agosto de 1227, Ha- ’ Esta historia, que ya una crénica del siglo XY califica de historiam nominatissimam comitis de Gleichen, ba sido asunto de numerosas controver- sias entre los sabios é bistoriadores de Alemania en los dos ullimos siglos en pro y contra la realidad de este doble matrimonio. Puede verse en Justi la enu- meracion de todos ellos. En la catedral de Erfurth se veel sepulcro de este Conde tendido entresus dos mojeres. Las tradiciones francesas de la caballerfa refleren ef mismo hecho de Gilles de Trazegnies. ~~ bia juntado alli el Emperador un poderoso ejército, compuesto de cerca de sesenta mil hombres alistados bajo las banderas de la Cruz; y no obstante haberse ya declarado en su seno una enfermedad epidémica, todo estaba dispuesto para la partida, aunque por aquel motivo se iba retrasando el dia del embarque. Como 4 pesar de su juven- tud ningun principe inspiraba tanta con- fianza al Emperador y 4 sus inferiores, el Landgrave tuvo con é] una entrevista secre- ta en la isla de San Andrés para tratar con todo detenimiento sobre la direccion de la empresa. A poco de esta conferencia los dos Principes se dieron 4 la vela en Brindis, habiendo antes implorado para su viaje la asistencia divina por medio de publicas ro- gativas y olras ceremonias religiosas. No bien estuvo el Duque 4 bordo, cuando se sintié atacddo de una fiebre fria. Al cabo de tres dias no pudiendo tampoco el Empe- rador soportar las molestias del mar, man- dé hacer escala en Otranto ', donde se ha- llaba la Emperatriz *, y 4 donde tambien le ! Tambien él cayd enfermo, 6 fingid estarlo, y Hicencié su ejército, lo cual le trajo la excomunion de Gregorio IX. * Yolanda de Brienne, que muri6 poco despues. —jg~ siguié el Duque, no obstante que una gran parte de su gente continuara ya su ruta ha- cia Palestina. Con el respeto y ccremonia que siempre, hizo el Duque su visita 4 la Emperatriz; mas el mal que sufria redoblé de modo su intensidad, que 4 duras penas le permitid volverse 4 bordo y meterse en cama; haciendo la enfermedad tan rapidos progresos que muy pronto disipé hasta la postreresperanzade salyacion '. Apercibido antes que nadie el paciente de lo grave de su estado, dicté sin pérdida de tiempo su testamento, y mando llamar al Patriarca de Jerusalen para que le administrase los san- tos Sacramentos. Vino este Prelado acom- pafiado del Obispo de Santa Cruz, y le ad- ministréla Extremauncion, antetodo,segun se estilaba en aquel tiempo *: luego el en- fermo, habiendo confesado sus culpas con grande humildad y contricion, recibié en presencia de todos sus caballeros, colocados ! Muchos historiadores dicen que sobre el Em- perador recayeron sospechas vehementes de haber hecho envenenar al Landgrave ; pero cuesta trabajo creerlo, pues no parece lener f{undamento sospecha tal, atendida la fotima y confidencial alianza que en- tre ambos personajes existia. > En aquella época, anles que el santo Viatico, se recibia siempre la Extremauncion. (Rothe). — 1 — al rededor del lecho, el Pan de los fuertes cou fervorosa devocion y la expresion de la fe mas viva. Ni en la relacion de su limosnero, testi- go de sus witimos momentos, ni en otro alguno de los historiadores que posterior- mente los refirieron, hay cosa alguna de que pueda inferirse que e} santo y valiente caballero sintiera el mas leve disgusto de dejar esta vida. Ni aquella juventud en flor que la tumba iba a tragarse; ni el recuerdo de aquella patria que no le veia rendir el postrer suspiro; ni las dulzuras y gran- dezas deaquel poder lan noblemente usado; ni los deudos; ni aquellos queridos hijos apenas por é! conocidos; ni aun la misma Isabel, aquella Isabel 4 quien profesaba un amor tan tierno, tan fiel, tam tinico y solo; ninguno en fin de todos estos bienes pare- ce que fueron parte en lo mas minimo para detener por un solo instante el voelo de aquella alma ansiosa de remontarse al cie- Jo. Antes bien Jo que se infiere es, que te- nia ansia de morir; y dominado exclusiva- mente por el sentimiento de la dicha de hallar Ja muerte bajo las banderas de Cristo, a su servicio y sueldo por decirlo asi, aquel corazon no daba entrada 4 ningun recuer- —~W— do ni afecto puramente terreno. Habiendo vivido para Dios y en Dios unicamente, le parecia una cosa enteramente natural el Morir 4 Ja hora seiialada por Dios y en el puesto en que Dios Je colocara, recibiendo por tanto sin murmurar, como obediente y fiel soldado, la sefial que le Ilamaba antes de terminarse el combate, 4Cémo este mo- mento de absoluta é irreparable separacion no arranca ni un suspiro ni una lagrima 4 aque! Principe que tan abundante llanto vertiera el separarse, solo por breve plazo, de su amada familia; 4 quien tan mortales angustias costara el arrancarse poco ha de los brazos de una esposa A la que podia espe- rar abrazar de nuevo bien pronto? Nada tie- ne de extraiio: lloré y gimié mucho cuando iba 4 alejarse de ella en la tierra; mas aho- Ta, en la puerta del cielo, estaimagen que- rida no podia presentarsele sino en el seno de los goces futuros de una eternidad feliz. Asi fue que dnicamente se ciiié en aque- los momentos 4 encargar 4 sus caballeros que fueran 4 anunciar su muerte 4 Isa- hel, haciéndole entrega de aquella sortija que Je ensefiara al tiempo de partirse para Tierra Santa, y diciéndole ciertas palabras que no nos han sido conservadas por los — 19 — cronistas. Suplicdles tambien en nombre de Dios y de la Virgen, que si tenian la dicha de sobrevivir 4 su santa empresa, cuidaran de conducir sus huesos 4 Turingia y de dar- les sepultura en la abadia de Reynharts- brunn, donde tenia él escogida su sepultu- ra, y que nunca le olvidaran en sus oracio- nes. Poco antes de espirar vid una bandada de blancas palomas que, llenando el apo- sento, revoloteaban al redentor del lecho: «| Ved, dijo, ved esas palomas mas blancas «que Ja nieve!» Creyeron los circunstantes que deliraba; y un poco despues dijo el Principe: «Es menester que yo emprenda «mi vuelo con todas estas hermosas palo- mas.» Y diciendo esto durmié enel Seiior, dejando esta vida mortal para entrar en ta patria eterna, y tomar su asiento entre los caballeros de Dios ‘, tres dias despues de § «Videlisne columbas bas super nivem candi- «das?» Ipsum fantasiis decipi putaveruat. Et ile post paululum iterum dixit eis: «Oportel me cum «columbis istis splendidissimis evolare.» Quo dicto, in pace obdormiens, vir christianissimus pro Christi nomine exsul et peregrinus, Christi cruce signatus & peregrinatione yitae praesentis rediens ad pa- triam, ad Dominum emigravil. (Theod.). —En jas Horas francesas de la edad media se llaman con fre- cuencia los Angeles, caballeros, amigos de Dios. —13— la Natividad de la santa Virgen *, 41a edad de veinte y siete aiios recien cumplidos. Apenas espiré el Principe, vié sa limos- nero Bertoldo fas palomas, de que hablara aquel poco antes, volando hacia el Orien- te; siguidlas largo rato con la vista, y no le parecié extraiio que el Espiritu Santo, asi como habia bajado sobre el Hijo de Dios en forma de paloma, hubiera ahora enviado Angeles bajo esta candida y her- mosa apariencia, para buscar y conducir 4 la presencia de la eterna Justicia aquella tierna alma que, durante suo morta! pere- grinacion, habia conservado la inocencia y candor de una paloma?. El semblante del Duque difunto, ya tan bello en vida, parecié realzado de hermosura nueva des- pues de inmovilizado por la muerte; no se ‘ 11 de seliembre de 1227. + Vidit easdem columbas ad orientem evolare, quas diuturno intuitu sequebatur. Spiritus Sanctus qui a, elc... ipse in candidissimis columbis angeli- cos Spiritus misit, qui colambinum innocentis viri spiritam deducerent, etc. (Theod. ex Berthold.|.c.). —Sabida esla leyenda de san Policarpo que fue que- mado vivo: su sangre sofocd las llamas; y de las cenizas se vid salir una blanca paloma que volé ha- ciael cielo. Tambien sucedié lo mismoen la hoguera de Juana de Arco. g Hist, Sra. Isaset.— Tow. II. podia sin admirarla contemplar aquella ex- presion de fe satisfecha, de dulce paz, de inefable gozo, impresa en aquellas meji- llas, palidas con esa placidez de Ja muerte de tan profundo y puro encanto. Horrible fue el dolor de-cuantos vieron 4 aquel que debia ser su capitan en jorna- da tan peligrosa, morir asi entre sus bra- zos en la flor de la juventud y del valor; y aun mas vivo todavia el de aquellos sus vasallos 6 hermanos de armas que habién- doscle adelantado en el camino para Pa- lestina, no tuvieron la triste dicha de pre- senciar sus ultimos inslantes, y recoger su postrer aliento, Asi que, cuando en medio de los mares supieron la infausta nueva, llenaron los aires con sus agudos gritos de dolor, y resonaron en las olas sus prolon- gados gemidos: «jAy, amado sefior! decian; «jay, amado caballero y valiente campeon! «jcémo de esta suerte nos dejais en tierra «extraiia desterrados! ;Desdichados de nos- «otros que en vos hemos perdido la Jum- «bre de los ojos, el capitan de nuestra em- «presa, la. esperanza del retorno 4 nuestra patria '!» ‘ Factus et ploratus et ulutatus multus, ul mare concussum tremere videbatur & vocibus plangen- ~ 13 — Y estas cosas diciendo, luego volvieron proas. De concierto con los compatieros que habian quedado en tierra, juraron to- dos solemnemente ejecutar la postrera vo- luntad de su amadisimo Principe, si logra- ban salvarse de los peligros de la cruzada. Entre tanto celebraron con pompa las exe- quias del Principe, y dieron cuidadosa se- pultura 4 su cadaver, poniéndose despues nuevamente en camino para cumplir su voto. ' lium clamore miserabili. O heu! inquiual, Domine, heu! inclyte, quomodo & te in terra aliena exsules derelicti sumus! Quomodo te amisimus, lamen ocu- lorum nostrorum, ducem peregrinalionis nostrae, spem reversionis nostrae? Yae nobis! (Theod.). — 16 — ‘CAPITULO XVIL. De como la amada santa Isabel supo ta meer- te de su marido; y de la grande angustia y tribulacion que por ella tuvo. Quo miht avulsus es? quo mihi raptus 4 manibus, homo unani- mis, homo secundum cor meum? Amavimus nos in vita: quomodo in morte sumus separati?... Om- nino opus mortis, horrendum di- yortium. Quis enim tam suavi viu- culo mutul nostri non pepercisset amoris, nisi tolius suavitatis ini- mica mors? (S. Bern. in Cant. serm. XXVJ). Flebat igitur irremediabilibus lacrymis. (Tob. X, 41). Largo y dificil camino tenian que hacer los caballeros comisionados por el duque Luis, al morir, para llevar 4 Turingia aque- Na infausta nueva; y Ja finebre embajada, poniendo plomo en los piés mas que es- puelas al deseo, no era 4 propésito para acelerar la marcha: hasta entradas del in- vierno no iegaron al término del viaje. Habia dado 4 Juz la jéven Duquesa en es- te intérvalo el cuarto fruto de su matrimo- —17— nio, que fue una niiia llamada Gertradis; y hallandose aun convaleciente de su apu- ro, no pudo dar audiencia, luego de llega- dos, 4 los portadores de la triste nueva. Hubieron éstos, pues, de comunicarla a la Duquesa madre y 4 los jévenes principes Conrado y Enrique, enterandoles de la cruel y no esperada pérdida que acababan de sufrir, En medio de la consternacion universal que la noticia produjo en la fa- milia y en el pueblo del ilustre finado, tu- vieron cuenta algunas personas piadosas y prudentes del efecto que iba 4 causar en el corazon de la joven madre, que era viuda y aun no lo sabia. La misma Sofia, reves- tida de un corazon de madre para con aque- lla 4 quien su ‘hijo tanto habia amado, dié las érdenes mas severas y escrupulosas 4 fin de que nadie cometiera la imprudencia de dejar sospechar siquiera 4 Isabel la des- gracia con que el cielo la heria, y tom6 to- das las precauciones necesarias para que estas érdenes se cumplieran 4 la letra. Mas al fin, pasado tiempo bastante despues del parto de la Duquesa, fue preciso noticiar 4 la tierna y fiel esposa la gran tribulacion con que el Seiior se dignaba visitarla. To- mando 4 su cargo la duqueza Sofia tan ter- — 13 — rible comision ‘, entrése en el cuarto de su nuera llevando consigo & muchas seiio- ras discretas y nobles que la acompafiaron en aquel lance. Isabel recibié la visita con afectuoso respeto; y bien ajena del objeto 4 que iba dirigida, hizo que toda aquella noble compaiia tomara asiento al rededor de la camilla en que estaba recostada. He- cho asi, dijo la duquesa Sofia: «Armaos de «valor, carisima hija, y no os dejeis tur- «bar por las cosas que han sucedido 4 vues- «tro marido é hijo mio, pues asi es la vo- «luntad de Dios, & la cual bien sabeis vos aque 6] estaba enteramente sometido.» Viendo 4 su madre hablar en aquel tono sosegado y con los ojos enjutos, Isabel no crey6 fuese tan grande la desgracia ocur~ rida; y figurandose que la nueva era estar ' Segun otra version, adoplada por muchos cro- nistas, la piedra del anillo, que Luis al partir deja Isabel, sallando del engasle a la misma bora en qne Luis espiraba, fue el primer aviso que la Duquesa tuvo de su desgracia. —Todavla hoy en casa del principe de Solms en el castillo de Braunfels, cerca de Welzlar, se ensefa un anillo dela pertenencia de nuestra Santa que contiene un granate partido por medio. Segun la tradicion de aquel contorno esta fue la piedra que se parlid al morir el marido de Isabel. —19— el Duque prisicnero en poder de los ene- migos, respondié: «Si mi hermano es cau- «tivo, pronto con la ayada de Dios y de «nuestros amigos le pondrémos en rescate. «aCierta estoy de que mi padre ha de tomar «tambien la mano en ello, y yo estaré lue- «go consolada.» Mas la duquesa Sofia re- puso luego: «O amada hija, tened pacien- «cia y tomad esta sortija que os envia; «pues por nuestra desdicha ya es muerto. «—jAh seiiora! exclamé Isabel, gqué estais «diciendo?— Ha muerto, si;» repitid la madre. Al oir esto Isabel se puso palida primero, y luego encarnada como la grana; despues dejando caer los brazos sobre sus rodillas y juntando convulsivamente am- bas manos, exclamé con voz ahogada: «jAh «Dios mio! jSeiior, Dios mio! ; murié para «mi el mundo todo! jel mundo entero con «todas sus delicias!» Trastornada, fuera de si con la fuerza del dolor, dejé de improvi- so e) asiento, y corriendo con toda su fuer- za 4 lo largo de los salones y pasadizos del castillo, decia con acento desgarrador: «jHa muerto, ha muerto, ha muerto!» ¥ asi continud corriendo desatentada hasta dar contra una pared del comedor, contra la cual se quedé pegada é inundada en 1a- — aH grimas. La duquesa Sofia ayudada de Jas Olras sefioras, viéndola en aquel estado que parecia como loca, pudo separarla de Ja pared 4 que estaba abrazada ‘, le hizo tomar asiento, y traté de consolarla, Mas ella rompié en amargo Ilanto y vidlen- tos sollozos, y decia con palabras entrecor- tadas : «Ahora todo lo perdi, todo; herma- «no querido, amado de mi corazon, bueno «y piadoso esposo mio, has muerto tu, y «me dejas en la miseria! Qué haré yo asin ti, pobre viuda abandonada, infeliz «y desdichada mujer? ;Oh Dios poderoso, camparo de las viudas y huérfanos, conso- «ladme! joh Jestis mio, socorred 4 esta dé- chil infortunada mujer!» Entre tanto vinieron sus doncellas y tra- taron de Ilevarla en brazos 4 su aposento, y ella se dej6 conducir desfallecida y vaci- Jante; mas en cuanto llegé, se dejé caer en tierra pegando su rostro contra el suelo. De alli la levantaron, y ella tornd de nuevo 4 sus loros y doloridas quejas. Lloraba tam- bien Ja Duquesa madre dando rienda suel- ‘ Repente surgens cum fletu celerigressu longi- tudinem palatfi cum impetn pertransiit. Extra se namque posita mente usquequaque percurrisset, ni- si, paries obstitisset cut adhaeserat. (Theod.) — yr ta a su dolor y mezclando sus lagrimas con las de Ja afligida nuera, y Horaban no me- nos las damas y doncellas viendo tan tris- te y lamentable escena. A ejemplo suyo la casa ducal toda, la poblacion entera de aquel castillo de Wartbourg , donde Luis habia pasado casi toda su breve vida, solté los diques al dolor inmenso hasta entonces reprimido por miramiento al deticado es- lado de la pobre viuda; no teniendo esca- sa parte la honda angustia en que ahora la veian sumergida , en Ja impresion pro- ducida por la pérdida de tan excelente y amado sefior y soberano *. Por espacio de ocho dias no se vié ni oyd en aquella resi- dencia sino lagrimas , gemidos y alaridos de dolor, En nada templaba la afliccion de Isabel tan general y plena simpatia, ni nin- gun otro consuelo; era aquello una deses- peracion sin Jenitivo. Y sin embargo, 4 su lado habia, dice su piadoso historiador °, un consolador omnipotente, el Espiritu 1 Fluebant ocali omnium et madebant lacrymis super interilu viri tam amabilis, et compassione relictae uxoris tam miserabilis. ( Theod.). 1 Aderattamen qui pupillam suscipit et vidna- Tum consolator internus, Spiritus Sanctus... { Theod.). — 22 — Santo, padre de las viudas, de los huérfa- nos , de todos los corazones despedazados; el cual, proporcionando las pruebas con las fuerzas, queria colmarla de gracias ponien- do un sello 4 aquel dolor. Efectivamente; esta amada Santa, 4 quien en el seno de una union verdadera- mente cristiana hemos contemplado favo- recida por el cielo y regalada con las dul- zuras de la dicha mas rica de esta vida, vedla que 4 la edad de veinte aiios se que- da viuda; de enamorada y amada esposa, pasa de improviso 4 sufrir la suprema prue- ba de la soledad del corazon. El divino Se- flor de su alma no estaba satisfecho con haberla iniciado desde la niiiez en los tra- bajos de la vida, la calumnia y persecucion de Jos malos: Isabel no perdié ni un mo- mento su confianza en él. Habiala hecho pasar despues por Ja tentacion del brillo seductor de las grandezas de Ja opulencia y el mando, los homenajes halagieiios de una brillante corte de caballeros , los inti- mos goces y la pura felicidad de la vida conyugal: mas en medio de toda esta di- cha, el primer pensamiento de su corazon fue siempre el pensamiento del cielo: la idea dominante en su vida, la de endulzar — 3 — las miserias de su préjimos abandonados, victimas del dolor y sulrimientos. Nada de esto Ilenaba todavia la medida de las exi- gencias del amor divino: antes de entrar en el goce de la felicidad celeste , Isabel, consuelo de tantas miserias , sera 4 su vez la mas miserable y abandonada de todas las criaturas; ni 4 sus ojos brillara el teso- ro de la vida eterna, hasta que ella muera mil veces cada dia a! mundo y 4 los bienes todos de Ja vida mundana. De aqui en ade- lante y hasta que exhale el ultimo aliento, tempestades sin fin azotardn esta fragil planta; mas por un maravilloso favor, de facil inteligencia para los amigos de Dios, en vez de troncharse 6 doblegarse marchi- ta contra la tierra, se irgue mas lozana, se descoge con ufania para chupar el rocio del ciclo y reflorecer con sin par esplendor y brillo. La pérdida de un esposo tan tierno, la ruina stbita de union tan santa y feliz pudo por un dia hundir en el abismo de la desesperacion 4 este corazon predestinado; “pero muy luego vendran nuevas y nas du- ras pruebas 4 infundirle y traerle de nue- vo toda su fuerza, toda su calma , todo su ardor invencible. Traspasada de parte 4 parte por la herida de un amor mortal, ha —~— i — sucumbido por un momento; mas no lar- dard en levantarse, y entonces su corazon sera cefiido por ella con una cadena de amor celeste , que asida al trono del Alti- simo, no podrd ser rota ni aun aflojada por ninguna cosa del mundo. A medida que va- ya acercandose al término de su carrera, el tranquilo valor de las precedentes lu - chas sera en cierto modo reemplazado por la exaltacion de las victorias nuevas; su co- razon sera animado por el presentimiento y el instinto del triunfo. CAPITULO XVIIL. Que la amada santa Isabel fue con sus peque- fiuelos hijos echada del castillo y reducida d extrema miseria; y de la grande ingrati- tud y crueldad de las hombres para conella, Vidi lacrymas innoceatium, et neminem consolaterem. ( Eccles. iv). Paupercula , tempestate con- vulsa, absque ulla coasolatione. (Isai. 11). Egentes , angustiati , aMlicti, quibus dignus non erat mundus. ( Hebr. x1, 37, 48). Al principiar con el afio vigésimo de Ja edad de Isabel esta segunda parte de su vida, no puedo menos de advertir al corto numero de lectores que me hayan seguido hasta aqui, que para en adelante han de renunciar al escaso atractive puramente humano y 4 la exterioridad de historia en- tretenida que tal vez hayan encontrado en lo que hasta ahora !levo referido. La joven y candida esposa , ocupada en confundir, segun Ja inocente ternura de su alma, el culto-det Padre celestial con las mas dul- — 6 — ces afecciones de la tierra, va ahora 4 ser reemplazada por la penitente entregada 4 toda la grandeza de la vida ascética, lan- zandose fuera de los ordinarios caminos abiertos 4 la piedad de los fieles, desarrai- gando de su vida y rompiendo en su cora- zon todo cuanto habia podido tomar lugar en él al lado de Dios: de aqui para ade- lante ya no verémos sino la viuda cristiana levantada 4 su poder mas alto, cada vez mas desasida y desapropiada de si misma, y colocada por ultimo en un grado de ab- negacion y mortificacion que repugnaamas no poder con la inteligencia y el corazon, tales como nos los ha dado la naturaleza; y que para ser comprendido y gustado cxi- ge ala vez toda la fuerza y todo el aban- dono de una fe pura y sin mezcla. Poco duradera y eficaz debia ser aquella compasion de que vimos rodeada 4 Isabel en los primeros momentos de su duelo; pues en breve la persecucion é ingratitud juntaron sus amarguras al dolor de aquel corazon ulcerado. Mientras abismada en este dolor en nada se cuidaba del gobierno que de derecho le correspondia por el fa- llecimiento de su esposo y la menor edad del hijo heredero, todavia nijio, suscita- — 7 — ronse contra ella de nuevo enemistades y odios antiguos, y se aprovecharon de esta ocasion que se les presentaba para abru- mar y postrar de todo punto 4 Ja que Dios ya habia visitado con prueba tan dura, y para enconar la herida que el Seiior fue- ra servido de hacerla '. Tenia, segun vi- mos ya, el duque difunto Luis dos herma- nos segundos Enrique y Conrado, jovenes que se habian dejado coger en las redes de hombres extraiios 4 todo sentimiento de justicia y honor, los cuales habian enca- minado la iniquidad de sus consejos prin- cipalmente al fin de seducir al landgrave Enrique, dice Raspon, envolviéndole, so co- lor de mirar por sus intereses, en una co- barde conspiracion contra su cuiiada. Hi- ciéronle ver que conforme 4 la antigua ley del pais de Turingia el principado todo en- tero debia permanecer indiviso en la per- sona del hijo mayor de la familia sobera- na, unico que debia casarse ; pues si los segundos querian tomar esposa podian 4 lo mas obtener en dotacion algunos dominios, pero descendiendo del estado de principes { Percussam 4 Deo persecuti sunt, et super do- lorem volnerum eius addenles... (Theod. ex Psaim.). —~ 98 — 4 la clase de meros condes y 4 la de vasa- llos perpétuos del primogénito; que por tanto 4 él, Enrique, le importaba en gran manera apoderarse sin pérdida de tiempo de la autoridad soberana y derechos del primogénito de la casa sin hacer caso’ del hijo del duque Luis, Hermann, y luego ca- sarse él para que el pais y la soberanja re- cayeran en su linea. A lo que parece no osaron completar sus consejos dando tam- bien al Principe el de atentar contra la vi- da del legitimo heredero; pero, si, le es- trecharon 4 que expulsase Ja viuda y los hi- jos, incluso el pequefio Hermann, no solo de Ja residencia soberana de Wartbourg, sino tambien de Eisenach y demas pose- siones soberanas. Y en caso, ailadian , de que el nifio viviera , debia darse por muy contento si cuando llegara 4 ser hombre le daba su tio ano 6 dos castillos por toda do- tacion. Pero mientras tanto urgia mucho alejarle , y para ello echar de alli 4 Ja ma- dre, 4 la desmanotada y mogigata Isa- bel. Tuvo Enrique la desgracia de dar oidos 4 tan cobardes é injustos proyectos. Huye- ron de su corazon, dice el viejo poeta , la equidad y el honor, y declaré la guerra & — 2% — la viuda y al buérfano 4 quienes habia ju- rado proteger. El otro hermano mas jéven, Conrado, se dejé tambien seducir: y en- tonces , apoyados en este doble consenti- miento, aquellos traidores cortesanos cor- rieron presurosos 4 notificar 4 Isabel la voluntad de! nuevo Soberano. Habiéndola encontrado en compaiia de la Duquesa madre, llorando juntas su comun quebran- to, principiaron por llenar de injurias 4 la duquesa Isabel, echandole en cara el ha- ber arrainado el pais prodigando y mal- gastando las rentas del Estado, engaiando y deshonrando a su marido; y luego le hi- cieron saber que en castigo de sus delitos quedaba desde entonces despojada de to- dos sus bienes, y la requerian 4 nombre del nuevo soberano Enrique para que en aquel mismo punto saliera del castillo. Asombrada Isabel con aquel mensaje y con tales insultos, traté de ablandar tanta gro- seria, suplicando 4 los mensajeros le con- cedieran un plazo para pensar en ello. In- dignada la duquesa Sofia al ver tamaiia brutalidad, tomé entre Jos brazos 4 su nue- ra, exclamando: «Nadie la sacara de aqui, «ni la arrancaré de mi lado. Dénde estan amis hijos? quiero hablarles. » Pero los emi- 3 Hist. Sta. Isapen.— Tox, I, — 39 — sarios respondieron: «No: ha de salir, y en este mismo instante.» Y como llevaran su osadia hasta legarse 4 las dos sefioras 4 separarlas por fuerza, la duquesa Sofia, viendo que era initil toda resistencia, qui- so i lo menos acompafiar 4 Isabel hasta la puerta exterior del castillo. Ni siquiera consintieron aquellos hombres que la So- berana destronada levara consigo cosa al- guna la mas pequefia, excepto sus hijos que se hallaban en el patio con dos de sus doncellas , que debian ser expulsadas con ella, y que nos han conservado la rela~ cion de esta dolorosa escena. Al llegar 4la puerta del castillo la duquesa Sofia abra- z6 de nuevo 4 Isabel: lloraba la infeliz y no tenia fuerzas para desasirse de los bra~ zos de la madre de aquellas pobres cria- turas condenadas 4 correr tan triste como inmerecida suerte ; y la vista de aque] cua- dro desgarrador le traia 4 la memoria la pérdida del hijo, y redoblaba su indigna- cion y su angustia. De nuevo instd y vol- vié 4 rogar muchas veces que le permitie- ran ver y hablar 4 sus hijes, esperando obtenerlo, 4 fuerza de pedirlo, de la dure- za de aquellos hombres. Pero ellos le res- pondieron que los hijos no se hallaban por —~ 1 — alli; y asi era la verdad, pues de propésito Jes habian hecho ocultarse durante la eje- cucion de aque) barbaro mandato, ni ellos tuvieran valor para resistirse 4 las Jagri- mas y Tuegos de la madre, ni para ser ies- tigos de la cruel suerte 4 que condenaban 4 su inocente cufiada. Por ultimo Sofia, despues de haber tenido largo rato abraza- da 4 su hija y Norado con amargura mez- clando sus lagrimas con Jas de Isabel, no pudiendo mas con aquel dolor aguzado por la vergienza de la traicion de los hijos, co- foo dice un cronista , dejé marchar 4 su nuera y se entregé 4 los extremos de una afliccion violenta. Las puertas de aquel cass tillo, donde tantos aiios reinard como so- berana, se cerraron tras la pobre desterra- da; y de toda aquella corte, donde en ver- dad faltaban Jos mas notables caballeros, ausentes 4 la sazon con motivo de Ja cru- zada, ni uno solo salié 4 cumplir con la primera de las leyes de la caballeria, y ofrecer asilo y socorro 4 la viuda y 4 los huérfanos. Por el aspero y escarpado sende- ro que conducia 4 la ciudad, sola, 4 pié y llorando, bajaba la hija de reyes trayendoen brazos la nifia que pocos dias antes habia parido ; los otros tres nifios eran conduci- — 32 — dos por las doncellas que 1a seguian ', Era invierno y el frio apretaba mucho *. Ha- biendo Negado al pié de la montaiia, se di- rigié la desterrada 4 la ciudad de Eisenach. En aquella ciudad, que en otro tiempo ha- bia ella inundado con su caridad, Ja espe- raban tambien corazones no menos des- apiadados; pues si el Duque habia tenido la crueldad de mandar pregonar en ella, que incurririan en su soberana indignacion todos y cualesquiera que en sus casas aco- giesen 4 la duquesa Isabel 6 4 sus hijos, los habitantes la tuvieron aun mayor y mas re- pugnante, obedeciendo érden tan inhuma- na; pudiendo en ellos mas que las leyes de la humanidad, compasion y justicia, el de- seo de tener propicio al nuevo Soberano, y tal vez lambien la conciencia de recibidos favores que es un peso insoportable para -Jas almas innobles y bajas. En vano Ja in- fortunada Princesa rodeada de sus hijos Hamé una tras otra & todas las puertas, y ' [Las pinturas antiguas de Marbourg la re- presentan de esta manera. No obstanle observa Mr. Sladtler con razon que segun jos Dicia 1Y An- eill., parece que los nifios no le fueron llevados hasta el siguiente dia 4 la iglesia donde tomé asilo, 2 A priucipios del afo 1228. — 33 — en particular a las de las personas que cre- yera ella le eran mas afectas: nadie aten- dié ni 4 su voz ni 4 sus l4grimas. Entrése, por fin, en una miserable taberna cuyo due- fio no quiso 6 no pudo negarle la entrada, visto que ella manifesté la resolucion de aprovécharse del derecho que le daba la calidad de sitio publico para permanecer alli: «Me despojaron, dijo, de todo cuanto «tenia ‘; no me resta sino rogar 4 Dios !» El hostalero le sefialé, para que ella y los suyos pasaran la noche, ana casucha don- de tenia hacinados los utensilios de su ofi- cio; y como en.el mismo sitio guardaba tambien los puercos, hizolos salir de alli, y que cedieran e] sitio 4 la Duquesa de Tu- ringia , princesa real de Hungria! Cual si humillacion tan extraia hubiera devuelto 4 su corazon la calma de repente , apenas se vid sola en el inmundo albergue, sus la- grimas se enjugaron y todo su ser quedé penetrado de una sobrenatural alegria; en cuyo estado permanecié hasta que oyendo 4 media noche tocar 4 Maitines en un con- vento de Franciscanos fundado por ella en vida de su marido, se encamind al momen- to a la iglesia , asistié en ella 4 los oficios, * Rautebeut. — 34 ~ y rogé a los religiosos que dijesen el Ze Deum cantado para dar gracias al Sejior por las grandes tribulaciones que se dig- naba enviarle!. Y desde aquel momento la piedad fervorosa, la sumision absoluta 4 ja voluntad divina, la santa alegria del alma. cristiana sujeta 4 las pruebas del Padre ce- lestial, y aque] antiguo amor suyo 4 la po- breza evangélica, recobraron en su alma todo su imperio para no perderlo ya nun- ca. Postrada al pié de los altares mientras en medio de las tinieblas de aquella noche terrible subia 4 los cielos el eco de aquel canto de alegria tan incomprensible para el mundo, edificaba 4 sus fieles doncellas con el fervor y humildad de los transportes de su alma hacia Dios. Dabale gracias en voz alta de verse alli pobre y desposeida de todas las cosas, como él se habia digna- do verse en el pesebre de Belen: «Sefior, ! Mansit cum magna iucundilale spiritus... Me- dia vero nocte surgens, ad matutinas fratrom mi- borum,.., rogans eos ul hymnum decanlarent an- gelicum: Te Deum laudamus, in tribulationibus suis glorians, et gratias agens Deo. (Theod.).—Es- taba este convento situado en ja plaza de Eisenach, en el sitio donde hoy se ve el antiguo palacio de los duques, la torre campanil, y el jardin de Charlottenburgo, — 33 — «decia, hagase, como debe ser, vuestra vo- «luntad! Ayer era yo duquesa y tenia mu- ‘echos castillos; hoy pido limosna y nadie «me da asilo. Si cuando fui soberana hu~ «biéraos yo, Seiior, servido mejor de lo que «lo hice, y hubiera por amor yuestro dado «mas limosna 4 los pobres , ahora podria «felicitarme por ello: por desgracia no fue «asi!» Mas luego nuevos dolores afligian su corazon al ver & sus pobres hijos tran- sidos de hambre y de frio: «| Bien mereci- ado tengo pasar esto por ellos, pecadora de «mi, y bien me duele de mi culpa! Nacie- «ron principes y princesas estas criaturas, «jy ahora tienen hambre y carecen hasta «de unas pajas para acostarse! Por causa «de ellos tengo yo el corazon traspasado de «angustia; que por mi, Vos sabeis,“6 Dios «mio, que soy indigna de que me hayais «elegido para la gracia de la pobreza!» Sentandose despues pasé en compaiiia de los suyos en esta iglesia el resto de la noche y una parte del dia siguiente, hasta que lo intenso de! frio y el hambre de que se quejaban los nifios la obligaron 4 salir en busca de algun alimento y techo. Uno y otro buscé en vano por largo tiempo, re- corriendo las calles de aquella ciudad don- — 36 — de tantos y tantos habian sido cuidados, curados y enriquecidos por ella: al fin un sacerdole, pobrisimo tambien, tuvo com- pasion de aquella santa y régia miseria; y despreciando la célera del landgrave Enri- que, ofrecié su humilde habitacion 4 la viu- da y 4 los huérfanos de su difunto Sobera- no. Aceptada con reconocimiento esta ca~ tidad por Isabel, el huésped les prepard 4 todos lechos de paja, y en lo demas hizo lo que le permitié su pobreza; mas para lo- grar algunos miserables alimentos hubo necesidad de empeiiar algunos objetos de valor escaso, que sin duda traia puestos la Duquesa cuando la echaron del castillo de Warthourg. Obstinados en perseguirla en- carnizados sus enemigos, tan luego como supieron que su victima encontrara un asi- lo, le intimaron la érden de ir 4 alojarse en casa de uno de los sefiores de Ia corte que mas odio la tenia, y que poseia en Ei- senach una vasta vivienda con espaciosas dependencias. Este hombre tuvo la desver- giienza de sefialarle por habitacion un es- trecho reducto donde la encerré con los ni- ios y las doncellas, tratandola con indigna groscria y negandose 4 darle de comer y con que calentarse; su mujer y criados imi- ~~ taron tan barbaro ejemplo '. En aquel in- digno lugar pas6 la noche Isabel, siempre desolada por ver sufrir 4 sus hijos ator- mentados por el hambre y el frio*. Al dia siguiente no quiso permanecer por mas tiempo en aquel inhospitalarioalbergue, di- ciendo al abandonarle : «Benditas seais, pa- «redes que me haheis amparado como pn- «disteis en esta noche contra la lluvia y el «viento! Quisiera con todo mi corazon dar «gracias 4 yuestro dueiio;.mas en verdad «no sé de qué darlas.» Desde alli se volvié de nuevo al innoble asilo que hallara en la taberna donde pasé la primera noche, pues era cl unico que sus enemigos le permitian usar en paz. Por io demas, la mayor parte del dia y aun de la noche la pasaba en Jas iglesias. «De «aqui 4 lo menos, decia, nadie se atre- «vera 4 echarme, porque es la casa de Dios «y Dios es en ella mi tinico huésped.» Pero la miseria 4 que se veia reducida le ; ‘ Quidam aemulus eius babilationem babens in qua mullae structurae et habitacola plurima.... Quo cum jussa intrasset in arcto loco, compulsa est cum tota sua familia... Cai hospes et bospita eius- que familia... bostilitatis malta gravamina intule- ruat. (Theod.). . * El monje Roberto. Mss. — 38 — preparaba un sacrificio mas duro para su corazon que todos los anteriores sacrificios. Ysabel, que tantos huérfanos habia recogi- do, y alimentado tantos nifios abandona~ dos; Ja que tan singular complacencia te- nia en los tiempos de su grandeza en der- ramar con preferencia sobre estos seres los tesoros de su misericordia; la que fuera con ellos tan tierna y carifiosa madre, va ahora 4 pasar por el amargo trance de verse precisada 4 separarse de sus propios hijos por no condenarlos 4 que sufran en la tierna edad la desnudez y {a miseria; ella misma tiene que privarse del ultimo humano consuelo que le resta '. Personas de toda confianza, cuyos nombres calla la historia, sabedoras de la infeliz situacion 4 que se veia reducida, propusieron 4 Isa- hel ef encargarse ellas de recoger aquellas tiernas criaturas; y Ja madre, so pena de ver todos los dias 4 sus hijos expuestos 4 carecer del alimento necesario que ella no podia asegurarles, tuvo que acceder 4 la ‘ 0 slupenda et inscrutabilis Dei compensatio! Quae solebat pauperum parvulos ul mater nutrire et tanquam outrix reficere, nunc pressa inopia, parvulos uteri sui... compulsa est a se propter ali- moniam elongare. (Theod.). ~ 39 — propuesta. Mas lo que, segun un historia- dor contempordneo, la decidié principal- mente a dar este paso, fue el temor de pe- car contra el amor divino 4 fuerza de ver padecer 4 unos seres con tal ardor amados por ella, pues amaba 4 sus hijos, dice el mismo, hasta rayar en exceso. Quitdronle, pues, los hijos, que fueron ocultados en parajes lejanos y separados entre si. Tran- quila sobre Ia suerte de ellos, Isabel se conformé tanto mas con la suya propia; y como ya tenia empeitados todos los objetos de algun valor que conservara en su poder, determiné de ganarse, hilando, su pobre y fragil comida. Aun en medio de tal abismo de pobreza, nunca perdidé el habito de ali- viar miserias ajenas; asi es que de sus po- brisimascomidas siempre quitaba algo para partir con los pobres que hallaba al paso. Tan herdica paciencia é incontrastable dulzura llegaron 4 calmar, segun parece, el furor de sus poderosos perseguidores; mas no lograron inspirar sentimientos de compasion y gratitud en e) corazon de los habitantes de Eisenach. Las historias que con tal individualidad puntualizan estas tiernas circunstancias, no solo no hacen Mérito de ningun rasgo de simpatia y com- — 4) — pasion hacia la Santa de parte deestas gen- tes, sino que parece mas bien enseflarnos cuan cierto es que la ingratitud, }o mismo que las demas inclinaciones bajas del alma humana, necesita para sofocar el grito de los recuerdos y remordimientos afiadir buevos excesos 4 los primeros yerros. Ha~- bia por este tiempo en Eisenach,’ entre otras, wHa vieja pordiosera, objeto por mu- cho tiempo de la generosidad y esmerados cuidados de Isabel, hoy mendiga tambien como ella. Al atravesar cierto dia nuestra Santa un arroyuelo cenagoso que todavia corre por una de las calles de Eisenach *, y sobre el cual habia colocadas unas pie- dras para hacer pié al pasarle 2, tropezé con esta vieja que, emparejando con ella al poner el pié sobre dichas piedras, no qui- so cederle el paso, y ademas de un brusco empellon, la derribé cuan larga era en medio de aquel cenagal inmundo. Y aiia~ diendo la irrision 4 este rasgo de brutal in- t Este arroyo se llama en las historias anlignas rivus Coriarorum, y sirve hoy todavia A los zurra- dores y tintoreros con el nombre de Lobersbach. > Pro luti profundilate lapides erant transcunti- bus collocati... velula impegit proterva in mansue- tam... Corruit ergo in latum Dei famula omnino cum yestibus omnibus inquinata. (Theod.). —~h— gratitud, le dijo gritando: «Bien empleado «te esta! Ne quisiste vivir como duquesa «cuando lo eras; ahora andas pobre y ar- «rojada por el Jodo: alcete de ahi quien «quiera, que no he de ser yo por vida mia.» Siempre mansa y dulce Isabel, se levanté como mejor pudo, y riendo 4 carcajadas de su propia caida, dijo: «Vaya esto por el «oro y joyas que llevé en otro tiempo.» Y luego, Hena de resignacion y de pura alegria, fuese 4 lavar sus ropas manchadas de lodo en una fuente inmediata, y su al- ma paciente en la sangre del Cordero ‘. Al llegar 4 este punto de su historia, exclama 1 Lavit cum gaudio vestes suas sordidas io flumine, et animam vero patientem in Agni san- guine. (Theod.). Manuscrito antiguo citado por Jus- li, p. 81. Este suceso, cuidadosamente conservado por la tradicion popular, parece haber ttamado vi- yamente la alencion de la posteridad protesiante misma. Electivamente; en et siglo XYI 6 XVI en el sitio mismo en que cay6 la Santa enel arroyo se alz6 una colamoa adornada con dos largas y rid{- culas inseripciones al gusto clasico, en las que se compara la Santa a las Gracias! Tres inler divas Chariles, nymphasqueé sorores, Ent quartum lenet hoc Elisabetha locum, Etc. , etc. En 1788 existia aun esta columna. (Paullini, Ann, Isenac., pag. 39. — 4g — un céndido y devoto monje, 4 quien ya ci- té otra vez, con tierna compasion: «jOh «mi pobre amada santa Isabel! mucho mas «que 4 ti misma me duele 4 mi tu miseria ; «y siento en mi indignado pecho una jus- «ata célera contra esos hombres ingratos é «incompasivos, 4 quienes tu perdonabas «de todo corazon! ;Que no me hubiera yo «encontrado alli para darte posada 4 ti ya alos tuyos con la mejor voluntad del mun- ado! jcuan amantes cuidados me tomara yo por Ui, y como acudiera 4 todos tus me- «nesteres! {Que 4 lo menos sea aceptable «4 tus ojos este mi buen deseo; y cuando «en aquel dia terrible comparezca yo, solo «y abandonado de todos, en la presencia «de Dios, tenga la dicha de verte llegar 4 «mi y recibirme en las mansiones cternas!» — Bg. CAPITULO XIX. Que el misericordiosisimo Jestis consolé a la amada santa Isabel, y la duletsima y cle- mentisima Virgen vino a instruiria y for- talecerla. Ego, ego ipse consolaber vos. (Isat, 11, 12). Et absterget Deus omnem la- crymam ab oculis eorum. [Apoe. vu, 17). En medio de tantas tribulaciones Isabel no olvid6 un punto que eran enviadas por la mano de Dios: léjos de dar entrada en su pecho 4 sentimientos de impaciencia y de queja, su dnica ocupacion era la oracion y todas las practicas piadosas que con ge- nerosidad tan maternal ofrece la Iglesia 4 las almas afligidas; buscando sin cesar en estos ejercicios al Sefior 4 quien no tardé en encontrar. El Seftor vino 4 ella con to- da la ternura de un padre, dispuesto 4 mu- dar en inefables consuelos aquellas pruebas tan noblemente aceptadas y sufridas. El que prometié enjugar cada una de las lagri- mas de sus escogidos, no podia echar en ~ th — olvido 4 su humilde sierva, 4 quien veia prosternada en su presencia bajo el peso de todos los dolores que pueden abrumar el alma de un mortal. No solamente enju- g6 las lagrimas de su sierva, sino que le abrié los ojos, y le permitiéd penetrar de antemano con su mirada en las regiones de eterna luz donde ya tenia sefialado su asiento. Mientras oraba de dia y de noche postra- da junto al altar, sa alma fue recreada y refrigerada con visiones beatificas y fre- cuentes revelaciones de la gloria y miseri- cordia del cielo. Isentrudis, la mas queri- da de sus doncellas, que nunca se apartaba de ella, y habia querido ser su compaiiera en la miseria como Jo fuera en el esplendor y prosperidad, ha referido 4 los jueces ecle- siasticos todos los pormenores acerca de es- tas maravillosas consolaciones del cielo, se- gun los conservaba en la memoria. Obser- vaba, dice, muchas veces que su sefiora caia en una especie de éxtasis, de que al principio ella misma no sabia darse cuen- ta. Sobre todo en un dia de Cuaresma, ha- biendo la Duquesa ido 4 oir misa, y ha- }andose arrodillada en la iglesia, cayé de improviso de espaldas contra la pared y — iB — permanccié asi por largo rato absorta y co- mo levantada sobre la vida temporal en una contemplacion profunda, con los ojos inméviles y fijos cn el altar hasta despues de la comunion. Cuando volvié en si, lle- vaba pintada en el semblante una impon- derable dicha. Isentrudis, que no habia perdido uno solo de estos movimientos, la suplicé, en cuanto tuvo ocasion de hacerlo, se dignara revelarle la vision que sin duda ninguna tuvo entonces. Isabel muy alegre contest6: «No puedo referir & los hombres «lo que el Sefior se ha dignado revelarme; «pero no quiero ocultarte que mi alma ha «sido inundada en la mas pura y dulce «alegria, y que el Sefior me permitié ver «con los ojos del alma secretos admira- «bles.» Concluida la misa, se volvié para su mi- sero albergue, tomd un alimento ligero, y sintiéndose abrumada por la debilidad y la fatiga, se tendié sobre un banco enfrente de la ventana con la cabeza apoyada en el pecho de Isentrudis. Creyé ésta que Ja Du- quesa se hallaba algo indispuesta y queria dormir; pero observé que permaneciendo cn la misma postura, tenia los ojos abier- tos y miraba fijamente al cielo al través de 4 Misr, Sta. Isaper.—Tow. I. — 46 — la ventana abierta!. Noté luego que se ani- maba su semblante, reflejandose en él una serenidad celestial y una honda y suprema alegria, asi como en los labios un dulce y tierno sonreir?. Mas de alli 4 poco cerré los ojos, de los cuales salian arroyos de 1é- grimas *; luego volvié 4 abrirlos y 4 mos- trarse de nuevo alegre y risuefia‘, y pron- to otra vez Horosa; y en esta disposicion continud hasta la hora de Completas, siem- pre con Ja cabeza apoyada sobre el corazon de su amiga, y presentando las mismas al- ternativas de gozo y tristeza; solo que pa- recia la alegria superior siempre al senti- miento opuesto 5, y mas duradera. Hacia ‘ Cum ad illud suum humile de ecclesia rediis- set hospitiam, permodicum valde sumpsit cibum. Post cibum debilis valde erat, erumpente sadore, in sinum Ysentrudis, tanquam ad quiescendum, se repit. (16¢d.).—Oculos defixos habebat versus fenes- tras apertas. (Dict. IY Ancili.). * Serenata facie, magnaque hilarilate circumfu- sa dulcis in eius ore risus apparuit et iucundus. (Theed.). 5 Clausit oculos, fluebantque, tanquam rivi, ex ipsis lacrymae infinitae. (Jbid. ). * Interveniente moruta, apertis oculis laetus apparuit valtus ut prius, et in ore risus. (Zbid.). * Fletum clausis oculis et risum ipsis apertis al- ternando usque ad horam completorii. (16id.). Sed muito plus immorans iucunditati. (Dict. 1Y Ancill.). — fi - el fin de este silencioso éxtasis, exclamé con acento de inefable ternura ': «Cierta- «mente, Sefior, que si Yos quereis ser con- amigo, yo quiero tambien ser con Vos, y «nunca jamas separarme de Vos.» A los pocos instantes volvié en si, é instada por Isentrudis & que explicase como era lo de haber unas veces llorado y otras reido, y qué significaban aquellas palabras que pro- nunciara; Isabel, siempre lena de humil- dad, traté todavia de ocultar los favores que habia recibido de Dios: pero cediendo al fin 4 las stiplicas de aquella compaiera que tanta fidelidad le tenia, y 4 quien ella amaba tanto: «He visto, dijo, los cielos «entreabiertos, y el misericordiosisimo Je- «sus, mi Sefior, se ha dignado bajarse has- ata mi, y consolarme en las grandes tribu- «laciones que padezco?. Me ha hablado con «imponderable dulzura; me ha Jlamado su chermana y amiga: me ha hecho ver 4 su «amadisima madre Maria, y tambien 4 su ‘ [np haec affectuosa yerba prorupit... (Theod.). —lta, Domine, si lu vis esse mecum, elc. (Dict. 1¥ Ancill.). 2 Dilectae dilectricis precibus respondit: «Vidi coelum apertum, el Dominum meun lesum dalcis- simum inclinantem se ad me, et consolatem me de variis angustiis meis et tribulationibus...» (Theod.), — 48 — camadisimo apéstol san Juan, que estaba «con él. Al ver 4 mi divino Salvador, de- «bid ser cuando me mostré alegre y risue- «iia; y los lloros eran cuando al verle reti- «rar & veces su rostro de mi, gemia yo «pensando en la pobreza de mis mereci- «mientos para conseguir contemplarle por «mas tiempo. Mas él, compadecido de mi, «todavia una vez mas se digné dirigirme «su celestial mirada, y me dijo: Zsabel, si «ali, quieres ser mia, yo quiero ser tuyo tam- «bien, y nunca separarme de ti. Y yo res- «pondi al punto: Si, si, Sefior, quiero ser «vuestra, serlo para siempre, n0 apartar- «me jamas de Vos, dichosa 6 desgracia- «ada *.» ¥ desde entonces estas divinas pa- labras se grabaron-en su corazon 4 modo de caractéres de llamas, ilustrando su al- ma con celestiales resplandores. Este pac- to sagrado y union afectuosa é intima con Jestis, Dios de paz, padre de los pobres y desdichados ?, fue para ella como el tér- ! Qui miserlus mei iterum vultum suum sere- nissimum ad me convertil, etc. (Theod.).—Cornelio Alapide cila esta vision de santa Isabel en el co- mentario sobre los Hechos apostdlicos. + Tesus, Deus pacis... pater pauperun... ( Le- tantas). —9— mino de su viudez, y cual nuevo é indi- soluble desposorio con un esposo inmor- tal !. Por lo demas, no fue esta la unica vez que plugo al Seiior darle muestras sensi- bles de su lierna y vigilante solicitud. Un dia en que estuvo expuesta 4 sufrir de sus perseguidores una afrenta, no sabemos de qué especie, pero si tan cruel que pudo trastornar 4 aquella alma, por lo comun tan mansa y resignada, buscé un refugio en la oracion, pidiendo fervorosamente y con muchas lagrimas por todos los que la habian insultado, rogando al Seiior se dig- nase enviarles tantos heneficios cuantas eran las injurias que de ellos recibiera *. Fatigada por lo intenso de su oracion, oy6 una voz que decia : «Nunca oracion hicis- «le tan grata para mi, como esta que aho- «ra me diriges, y que ha penetrado hasta «el fondo de mi corazon. Por ella te perdo- «no todos los pecados que cometiste du- ' 0 felix et firma pactio el fida desponsatio! (Theod.).—De esta manera la iniciaba Dios en ese estado del alma, que los mfsticos Ilaman la vidade union. * [nslantissime cum lacrymis rogare ccepif... Ut pro qualibet iniuria unum gaudium rependere Deus dignaretur. (4fss. Bolland. Bruzel.\. — 50 — «rante toda tu vida.» Y Ja voz se puso 4 enumerar todos estos pecados, diciendo: «Te perdono tal y ta] pecado '.» Admirada Isabel, pregunté: «gQuién sois Vos que asi «me hablais?» ¥ la voz respondid: «Yo soy «aquel & cuyos piés se arrodillé Maria Mag- «dalena en casa de Simon el leproso.» Mas adelante, desconsolada de no tener 4 su lado 4 su confesor ordinario, el Seftor la designé por confesor al Santo que ella pre- firiera en la infancia, y al cual siempre ha- bia amado tanto, san Juan Evangelista. Aparecidse 4 ella el Apéstol del amor; y con él se confesé Ja Santa con tal puntua- lidad, decia ella, y tan gran confusion de sus faltas, cual nunca sintiera hasta enton- ces a los piés de ningun sacerdote: recibié igualmente una penitencia, y fueron tan liernas y eficaces las exlortaciones que oyé de boca del Apéstol, que los males y acha- ques del cuerpo Je parecieron tan aliviados como Jas Jlagas del alma. Permitidle tambien el Salvador penetrar, * Nunquam ollas orationes fecisti sic mibi gra- tas sicat istae fueruot... Penetraverunt istae ad in- tima cordis mei. Quapropter ego parco omnibus pec- calis luis quae fecisti vel dixisti toto tempore vitae lurae. Et dinumerans omnia peccata sua, dicebat: Ego parco tali peccato tuo, ete. (1bid.}. ~ si por medio de contemplaciones vivas y fre- Cuentes, hasta los mas pequefios pormeno- res de su Pasion dolorosa. Por ejemplo: hallandose cierto dia orando con fervor, vid interiormente abrirse ante ella una ma- no resplandeciente de blancura y de luz, pero sumamente flaca, los dedos muy esti- rados y lacios, y en medio de la palma una cicatriz profunda: por esta ultima sefial conocié ser la mano de Cristo la que veia, y admirAndose de que estuviera tan des- carnada y flaca, oyé al punto que ta voz conocida le respondia: «Esta de tal mane- ara, porque de noche desfalleci por la ora- «cion y la vigilia, y de dia por mis corre- «arias al través de campiiias y ciudades pre- «dicando el reino de Dios.» ¥ como en otra ocasion viera tambien cuajada y turbia la sangre que brotara del costado abierto de Jestis, y se admirara de no ver ya esta san- gre ni liquida ni pura; la misma voz le ex- plicé, como era efecto del quebrantamien- to de los miembros divinos, y de los atro- ces dolores que sufriera el Ilijo de Dios al yer si cuerpo colgado en el madero. Producian todas estas maravillosas vi- siones en el corazon tierno de Isabel un grandisimo dolor de sus culpas, cuya ex- — 33 — Piacion tantos tormentos habia costado 4 la soberana Victima. Un dia que este pen- samiento le hizo derramar lagrimas abun- dantes, vid aparecérsele el divino Consola- dor que le decia asi: «Deja de atormentar- «te, porque todos tus pecados te fueron ya «perdonados ; de todos ellos pagué yo la «pena en todos mis miembros y partes de «mi ser por donde ti hayas podido ofender «a tu Criador. Sabe, que estas limpia de «todo pecado '.—Pues si de tal manera es, «respondié Isabel, zcdmo no puedo dejar «de ofenderos? —Todavia, le contestaron, «no te santifiqué hasta el punto de que no «puedas ya pecar; pero te di la gracia de «amarme de tal suerte, que prefieras mo- arir 4 pecar*.» La humilde y delicada alma de Isabel, * Die quadam dam peccata sua amarissime fle- ret, apparuit ei consolator Iesus... Noli, carissima filia, amplius angustiari, quia omnia peccata sunt libi dimissa. Ego enim in omnibus membris et locis et partibus foi afflictus in quibus offendisti Creato- rem tuum. (Ibid. ). + Si, inquit, ita sanctificata sum, quare non pos- sum cessare vos offendere?... Non te sanctificayi quod peccare non posses, sed ratione gratiae quam dedi libi, qua me tam diligis ut mori magis eligas quant peccare. ({bid. ). — 53 — léjos de entregarse 4 una excesiva confian- za en vista de tan insignes favores de su Dios , sacaba de ellos un nuevo motivo de humildad y de desprecio de si misma, de descontianza en sus propias fuerzas, y de exagerarse su propia indignidad. Mientras hollaba con firmeza las pruebas exteriores y las persecuciones tan crueles de que era objeto poco ha, en los escrupulos y terro- res desu humildad hallaba manantial abun- dante de amargura. Pero velaba Dios por e] lesoro de aquella vida y aquel corazon, 4 él tan exclusiva y generosamente ofreci- dos y entregados ; y como si hubiera que- rido hacer que su sierva gustara uno tras otro de todos los consuelos que son la he- rencia de sus hijos predilectos; cual si qui- siera traerla 4 si y unirsela con lazos los mas dulces y poderosos 4 Ja vez, la cura- cion de esta joven alma abrumada de lan- guidez, enferma y desolada por un excesi- vo amor, amor cuyo exceso mismo la ar- rastraba 4 cometer algunas faltas contra Ja fe y la esperanza ', fue encomendada por él ‘ Facil es comprender que ni Dios, que era su objeto amado, la arrastraba & cometer tales faltas, ni ella Jas cometia con plena detiberacion. Dios a nadie puede arrastrar a pecado alguno, por leve — sa— al cuidado de aquella 4 quien todos los dias Iamamos los Catélicos salud de los enfer- mos , consuelo de los afligidos. De alli en adelante fue la Reina del cielo la media- nera de todas las gracias y luces que plugo al divino Hijo derramar sobre aquella es- posa suya, deslinada para él y escogida desde la cuna. Tuvo Maria para nuestra Isabel las mismas bondades que habia dis- pensado 4 santa Brigida y otros Santos ilus- tres en la memoria de los cristianos , apa- reciéndose 4 ella muchas veces 4 fin de instruirla, alumbrarla y fortalecerla en jos caminos 4 que por Dios habia sido Ilama-~ que sea, y uo alma tan amada de Dios y tan pren- dada de él no le ofende deliberadamente. Cualquie- ra comprendera tambien que esas fallas,4 mas de ser de pura fragilidad , serian sumamente ligeras; y que si el amor de Isabel para con Dios se llama excesivo, no es que lo fnese absolutamente, pues siendo Dios digno de un amor infinito, jamas pode- mos amarle con demasia. Solo se le llama excesivo con relacion al corazon del hombre mientras vive, pues alguna vez llegan en Jos Santos hasta lal pun- to sus ardores, que su limitado corazon no es ya susceptible de contener su extension é intension, segun exclamaba con frecuencia Ja fervorosisima amante de! Sefior, santa Magdalena de Pazzis: 0 amor, te amplius ferre non possum... (Nota del Tra- ductor ). — 8B — da. Aquella que siempre llama Ja Iglesia madre, soberana, guia y senora de todos los hombres *, no se desdefiaba de guiar todos y cada uno de los pasos de aquella joven y humilde amiga de su Hijo. En Jos anales de la Orden franciscana 2, y principalmen- te en la preciosa coleccion de documentos reunidos por los sibios Jesuitas de Bélgi- ca * con objeto de la obra llamada Acta ‘ Patrociato Virginis sanctissimae implorato, quae omnium mater est, domina, dux et magistra.., (Breve de Gregorio XVI al Obispo de Rennes, de de octubre de 1833). - 2 Lucas Wadding, Arr. Minor., t. Il, pag. 169, segun Mariano Florenlino, Tambien san Buenayen- tura, Medal. vilae Christi. 3 Los trabajos de los Bolandistas, dados 4 la es- tampa , no Ilegaa, como es sabide, mas que hasta mediados de aclubre ; pero hay preparados y poes- los en érden una multitud de extractas y dacumen- tos sobre la historia de las Santos de cada dia hasta fin del afio. Esta coleccion existe hoy en la biblio- leca de Borgofia, en Bruselas. Los relativos 4 santa Ysabel, reunidos por los Padres que viajaronad hoc | por diferentes conyentos de Alemania 4 fines del siglo XVII, Henan los dos tercios de un tomo ea {6- lio comprensive de diferentes documentos sobre los Santos del 19 de noviembre. Los pasajes que voy 4 citar los he visto alif bajo ef epigrafe: Reve- lationes Beane Mariae faciae Elisabeth, fitiae regis Hungariae. Una nola que no me fue posible desci- — 56 — Sanctorum, se encuentra la relacion deta- Ilada de estos sagrados coloquios , recogi- da conforme a las declaraciones y manifes- taciones de la misma Isabel; y merced 4 tan preciosos documentos podemos admi- rar de !éjos la dulce familiaridad y mater- nal solicitud con que Maria se asociaba 4 todas las emociones y crisis de que se veia agitado aquel corazon tierno y escrupuloso en demasia, siendo su auxiliadora en estas anteriores luchas, tan frecuentes en todas las almas predestinadas. Por esto empren- do sin temor, si bien compendiosamente, la relacion de estos interesantes y tiernos pormenores , animado por la confianza y piadosa admiracion que sin duda excitaran en todos los corazones verdaderamente ca- télicos. frar, indica e} conyento en que fue hallado el ma- nuscrito; pero la comparacion de las letras me in- clina @ creer fue Copiado y enyiado por el P. Wil- man, quien transmitid olras muchas piezas del tomo desde Welzlar y sus cercanfas donde él se hallaba en 1696. —Mr. Stedller, en Ja traduccion alemana de esta mi historia, ha reproducido en to- da su extension estas revelaciones, que cree redac- tadas por el cronista franciscano Mariano Fioren- tino, que murid en 1528, y es cilado con este mo- tivo por Wadding, Ann, Minor. — 37r— La dulcecondescendencia de que fueron en su origen como selladas estas celestiales comunicaciones, excede 4 toda pondera- cion. Buscaba cierto dia la alligida viuda en lo intimo del pecho 4 su muy amado con fervor y amantes ansias, sin poder en- contrarlo; y entouces el pensamiento se le fijé en las causas de la huida de Jestis 4 Egipto, acometiéndole un agudo deseo de que algun santo religioso se Jas explicara. Apareciése de improviso la Virgen, y le di- jo: «Si quieres hacerte mi discipula, yo se- «ré tu maestra; y si quieres ser mi sierva, «yo seré tu sefiora.» Isabel, pensando cudn indigna era de honor tan alto, dijo: « Mas «agquién sois vos que me quereis tomar por «discipula y por sierva?» Maria respondid: «Soy la Madre del Dios vivo; y le digo que «noo habra monje gue asi te instruya ex lo «que saber quieres, como lo haré yo.n A estas palabras , junté Isabel las manos, y alargandolas hacia la Madre de las mise- ricordias, que las tomé bondadosamente entre las suyas, oy que decia: «Si quieres «ser mi hija, yo quiero ser tu madre; y «cuando te halles bien adoctrinada y obe- adiente como buena discipula, sierva fiel é «hija afectuosa, yo te pondré entre Jas ma- — 38 — «nos de mi fijo. Huye las disputas y cier- «ra tus oidos 4 las injurias que te dirijan: cacuérdate de que mi Hijo huyé 4 Egipto «por escapar de las asechanzas de He- arodes '.» Tan maravilloso y extraordinario favor no basté 4 tranquilizar completamente 4 Isabe]; aumentése a pesar de todo Ja des- contianza de si propia; pero la Madre que tan generosamente la habia adoptado, no debia ya abandonarla. El dia de santa Agueda (5 de febrero 2), como ella Horase amargamente su desobediencia 4 las ins- trucciones de la Maestra divina, la dulce consoladora se presentd de improviso 4 ella, y dijo: «jOh hija mia! gpor qué tan- «to desconsuelo? no te adopté yo por hija «para causarte estas aflicciones. No te des- «espere el no haber observado 4 la letra «mis preceptos ; ya sabia yo que habia de «sucederte asf, Reza una vez la salutacion ' Hfa manus funxit et porresit quas inter suas recepit B. Virgo... «Si vis esse filia, ego volo esse «tua mater; el quando eris bene instructa... ego te «niltam in manus Filiimei. Fuge contentiones... Re- «cordare quod Filins meus, etc.» (Miss. Bolland. Bruzel.). * Probablemcate el afio 1228. —~ 39 — «que me dirigié el Angel, y esta culpa te «sera. perdonada *.» Pacos dias despues, en la fiesta de santa Escolastica (2 de febrero), Isabe) loraba tambien sollozande con violencia ; su infa- tigable consoladora vino 4 ella trayendo es- ta vez consigo 4 san Juan Evangelista, ami- go especial y patron de Ja niiiez de Isabel. «Tu me escogiste , dijo la Virgen , por se- «fora y madre, y te entregaste 4 mi; mas «yo deseo que esta eleccion sea por tu par- «te piblicamente confirmada ; y para este «fin traje conmigo 4 mi amado Juan *.» Jsabel junté de nuevo las manos, y po- niéndolas entre las de Maria, como hace una vasalla con su soberana, dijo: «Haced «de mi, Seiora, como os plazea y fuéreis «servida con esta vunestra sierva.» Luego confirms esta donacion que de si misma ha- * [no feslo sanctae Agathae, dum amarissime fle- ret... Adfuit sibi vigilanli dalcissima consolatrix, el dixil: «O filia mea, quare te vehementer aflligis? «Non enim le elegi in filiam, ut le offendam, ete.» (Uss. Bolland. Bruxet.), 2 Coelestis imperatrix advenit... Tu me elegisti io magistram et matrem, et te ipsam tradidisti mi- bi; sed ego volo gacd isla tua eleclio iastrumento publico confirmetor, elideomecum dilectum meum luhannem dexi, (1bid.). — 60 — cia con juramento, y san Juan tomé acta de todo ello. Otra noche, mientras Isabel rezabael Ave Maria, se le aparecié la saludada Sefiora, y le dijo entre otras cosas: «Quiero yo ense- «fiarte todas las oracionesque yo haciacuan- «do estaba en el templo... Pedia principal- «mente 4 Dios la gracia de amarle por é1 «mismo, y de aborrecer 4 mi enemigo. No «hay virtud sin este absoluto amor de Dios, «por el cual se infunde en el alma la ple- «nitud de la gracia; mas despues que se «infande no mora en ella, sino que se escur- «re de alli como el agua, 4 no ser que el calma aborrezca 4 sus enemigos, esto es, «los pecados y los vicios. Aquel, pues, que «sabe conservar esta gracia de lo alto, debe «saber combinar en su corazon este amor «y este odio juntos '. Quiero que ti hagas «todo cuanto yo hacia. A media noche, me «levantaba siempre, é iba al pié del altar «a pedir & Dios ta observancia de todos los 1 Ego volo te dacere omnes orationes quas ego faciebam dum starem in temple... Ab isto cnim anioredescendil omnis graliae plenitudo. Postquam autem descendit, non perseveratin anima, sed fluit ut aqua, nisi inimicos suos, id est, vitia et peceata habuerit odio, ete. (1bid.). —ti- «preceptos desu ley, y lesuplicaba me con- «cediera las gracias de que necesitaba para «serle agradable. Principalmente le pedia «me otorgara la de ver los tiempos en que «viviria aquella Virgen santisima que de- «bia parir 4 su Dijo, para que pudiera yo «consagrarme toda entera 4 servirla y hon- «rarla.» Isabel la interrumpié diciendo: «j Ob dulcisima Sediora! {pues no érais ya allena de gracia y virludes?» Y la Virgen Je respondié: «Ten por cierto que me con- «templaba 4 mi misma tan culpable y mi- «serable como ti te miras 4 ti propia; por «eso pedia 4 Dios meconcedierasugracia '.» «El Seior, aiiadié la Virgen santisima, chacia conmigo to que hace e! taiiedor con «su arpa, cuyas cuerdas ordena y dispone ade suerte que produzcan sonidos gratos y «armoniosos, y despues se acompaiia con «ella mientras canta. De !a propia manera chabia el Sefior puesto mi alma, corazon, cespiritu y todos mis sentidos de todo pun- «lo acordes con su voluntad santa*; de «suerte que, templada asi y regulada por su Tee { © dulcissima Domina, non eralis vos graliaet yirlutibus plena?... Pro certo scias quod ita me re- putaban ream et vilissimam, etc, (Jbd.). 2 De me faciebat Dominus sicul citharista de 5 Jusr. Sta. Isapey.— Tow. If. — 62 — «sabiduria, era muchas veces llevada hasta «el seno de Dios por los Angeles; y alli gus- «taba tales alegrias, dulzura y consuelo, aque no me acordaba para nada del mun- «do, cual si nunca en él hubiera vivido. «Ademas me estaba yo alli con Dios y los «Angeles tan familiarmente, cual si toda «mi vida la pasara en medio de aquella «corte gloriosa '. Luego, cuando el Dios Pa- adre asi lo disponia, ]os Angeles volvian 4 «{levarme al sitio donde me tomara aquel arapto en medio de mi oracion. Al verme «de nuevo en la tierra, y recordar dénde «habia estado y lo que alli hubiera visto, atal era el impetu y la llama de amor divi- «no en que me sentia abrasada, que por «afecto hacia el Criador me ponia 4 abrazar «la tierra, las piedras, los 4rboles y todas alas criaturas. Yo queria ser la criada de «todas las santas mujeres que habitaban en «el templo, y ansiaba someterme a las cria- cithara multarum cordarum, qui, ete..., et postea cantat cum ipsa. Sic Deus, etc. (/béd.). ' Sic ipsius sapientia ordinata, ad sinum Del Patrts portabar ab angelis, et ibi recipiebam tantam consolationem et gaudium, etc. Tantanrinsuper fa- miliaritatem habebam cum Deo et angelis suis, quod videbatur mihi semper stetisse in illa curia glorio- 8a. (/bid.). — 63 — «turas todas por amor al Padre supremo; y «esto me acontecia sin cesar '. Lo mismo «debieras hacer ti; y no que andas siem- «pre discutiendo, y dices: gPor qué a mi «tales favores si no soy digna de ellos? Y de «aqui esa especie de desesperacion que te «consume, y el no creer en los beneficios ade Dios *. Cuida de no volver 4 hablar «asi, porque esto desagrada mucho 4 Dios; «él puede dar y da, como Sejior bueno, sus cbenelicios-4 quien le place, y, como Pa~ «dre prudente, sabe bien 4 quién convie- «nen. En fin, dijo para acabar la soberana «Maestra, he venido 4 ti por una especial «agracia; te soy dada por toda esta noche; «pregunta con toda seguridad, que 4 todo «responderé.» Por de pronto no osaba Isa- bel aprovecharse del permiso; pero instada de nuevo por la Virgen para que pregun- tara, aventuré la pregunta siguiente: «De- «cidme, Sefiora, zpor qué era en Vos tan ‘ Reversa in terram, ex hac recordatione divini amoris ignita incendio, terram et lapides, gna et creaturas amplexabar,et osculabam illius amore qui ipsas creaverat, et videbatur mihi esse ancilla, ete. (1bid.). Las mismas expresiones casitrae Wadding. 7 Sed tu semper litigas, dicens: Quare, etc..., et in quadam desperatione cadens, beneficia Dei non eredis. Cave ne ullerius sic dicas, ete. (Idid.), — bi — aviolento el deseo de ver 4 la virgen que «debia dar 4 luz al Hijo de Dios?» Enton- ces la santa Virgen le refirié, como mien- tras trataba de consolarse de Ja ausencia de las gracias sohrenaturales de que habl6 poco antes, habia venido 4 parar 4 esta idea, guiada por la lectura de los Profetas; como habia determinado consagrar 4 Dios su virginidad 4 fin de-hacerse mas digna de servir & esta virgen predestinada; co- mo, én fin, Dios le revelara que esa virgen era ella misma. Algun tiempo despues, hallandose en oracion, se le aparecié de nuevo su ticrna Madre y le dijo: «Tu, hija mia, crees que «yo he tenido todas estas gracias sin nin- «gun trabajo; pero no es asi. En verdad te «digo que ni una sola recibi de Dios sin que «pusiera de mi parte el trabajo de la ora- «cion continua, de ardientes deseos, devo- «cion profunda, muchas lagrimas y muchas «pruebas soportadas. Esté cierta de que al calma no baja una sola gracia sino por la «oracion y la mortificacion corporal. Cuan- «do hemos dado 4 Dios lo que buenamente «podemos por poco que ello sea, viene é] «en persona 4 nuestra alma, trayendo con- «sigo esos dones supremos que en cierto — 63— «modo hacen desfallecer el alma, y borran «deda memoria todo cuanto haya podido «hacer agradable para Dios. Vese entonces «& si misma mas vil y despreciable que «nunca. Y yqué hara en este punto el al- «ma? Dar & Dios devotas gracias por sus «favores. Cuando Dios ve que el alma se «humilla y le da gracias, él en cambio le «hace promesas tan grandes y altas, que «exceden Infinitamente todos los votos se- «cretos del alma. Asi lo hizo conmigo cuan- «do me envid su arcdngel Gabriel. Y yo «yqué hice? arrodillada y juntando mis «manos, exclamé: Zé aqui la sierva del «Senor ; hagase en mt segun tu palabra. En- «tonces Dios me did su Hijo y los siete do- «nes del Espiritu Santo; gsabes por qué? «por haber creido en él y humilladome en «su presencia. Digote todo esto, hija mia, «porque quiero que te enmiendes de tu fal- «ta de fe y esperanza. Cuando el Seiior te «haga alguna promesa, di como yo: Ié caqué tu sierea, Y permanece firme en la fe «y esperanza de esta promesa hasta que se «vea cumplida; y si no lo fuere, dite d ti «misma, que por alguna falta tuya contra «Dios dejaste de merecer lo que por él te «fue prometido. » — 66 — Durante la vigilia de Natividad Isabel, que estaba suplicando al Seiior le concedie- se amarle de todo corazon, vid aparecérse- le la Virgen otra vez, y oyd que pregunta- ha: «gQuién es el que ama a Dios? yle «amas tt?» Isabel no osaba afirmarlo, ni queria dar una respuesta negativa, y duran- te esta indecision continud Maria: «jQuie- «res que te diga quién le ha amado? Los «bienaventurados Bartolomé, Juan y Lo- «renzo Je amaron: jestas tu dispuesta 4 «dejarte desollar yquemar viva comoellos?» Seguia Isabel callada, y Maria repuso: «En verdad te digo que si consientes en «despojarte de todo cuanto amas, de todo «cuanto 4 lus ojos es precioso 6 querido, «inclusa tu propia voluntad, yo me encar- «go de conseguir para ti el mismo mereci- «miento que alcanz6 Bartolomé cuando le carrancaron la piel del cuerpo. Si soportas «con paciencia las injurias, teadras el mis- «mo merecimiento que Lorenzo cuando fue «asado vivo: y si cierras tu boca cuando aveas que te insultan 6 te dirigen asperas «reprensiones, tendras e] merecimiento que «tuvo Juan cuando quisieron envenenarle: «y en todo esto me hallaré yo 4 tu lado pa- «ra auxiliarte y confortarte. » —6T— Estaba Isabel cierto dia meditando en todas estas oraciones, que decia la Virgen haber hecho en el templo; y como andu- viese discurriendo, por qué pidiera aque- lla alma inmaculada las gracias que ya po- sela, vino Maria en persona 4 sacarla de sus dudas, usando con ella de infinita dul- zura y extrema familiaridad: «Yo hice, di- «jo, lo que el hombre cuando quiere cons- «truir una hermosa fuente. V4 al pié de «una montaiia, y registra con cuidado el «sitio de donde brotan Jos manantiales de «agua; cava alli hasta dar con ellos, y lue- «go los dirige hacia el punto donde quiere «levantar la fuente. Luego adorna y puri- «fiea aquel sitio para que el agua se man- «tenga pura y clara; rodea la fuente con «an muro; construye una coluna, y al re- «dedor de ella coloca los cafios por donde «e) agua salga a grandes chorros para re- «frigerio y consuelo de todos. Lo propio hi- «ce yo tambien: fui 4 la montaiia de Ja ley cescrita; la lectura y oracion me ensefia- «ron que la fuente de todo bien es amar a «Dios de todo corazon: preparé la coloca~ «cion de Ja fuente, cuando concebi el de- «seo de amar todo cuanto él amaba: quise «que el agua fuese clara y pura, cuando — 68 — «me resolvi 4 huir del pecado y aborrecer- «lo: formé el muro para circuir la fuente, «cuando uni con el fuego de la caridad la chumildad, la paciencia y la mansedum- «bre, conservandolas asi juntas y como «camasadas hasta mi muerte, Levanté, por wiltimo, la coluna y construi los caiios de asalida para el agua de mis consuelos, «cuando me constituyé el Sefior en refugio «universal, hallandome siempre dispuestad «derramar los consuelos y gracias deloalto, «en raudal abundante sobre todos cuantos ame invocan, 6 para si é para otros‘. Te che revelado, dijo para acabar, amadisima chija, todas las oraciones que yo hacia, 4 «fin de que con mi ejemplo aprendas 4 pe- «dir 4 Dios con hamildad y confianza todo «aquello que hayas menester pedirle. ;Sa- «bes ui por qué las virtudes no estan igual- «mente repartidas entre los hombres? Por- ‘ Sic ego faciebam. Tunc ego ivi ad montem quando studui discere Jegem. Tune venam inve- ni, quando, etc... Tune muros erexi undique quan- do virtulem humililatis, patientiae, benignitatis et mapsuetudiniscalore caritatis ignilas et coninnctas usque ad vilaeexilum inseparabiliter conservavi... Parala sum ompibus pro se yel pro aliis postulan- tibus subsidium et solatium impertiri gratissime. (Zbid.). —~ 59 ~ «que no sabiendo todos, ni pedirlas con tan- «la homildad, ni guardarlas con tanto es- «mero como es debido, quiere Dios que el «qué no las posee sea ayudado por los que «estan adornados de ellas. ¥ yo quiero que «ti puedas orar con fervor y devocion por atu salvacion y la de los demas *.» Al acabarse estos dulces coloquios, vid en cierta ocasion Isabel un soberbio sepul- cro cubierto de flores, del cual vié que sa- lia su divina consoladora, para subir al cie- lo en medio de una muchedambre de-An- geles que la conducian 4 los brazos de su Hijo: esta vision de Ja Asuncion? se la ex- plicé un Angel, y sirvidle al propio tiempo de celestial favor para sostenerse en medio de sus presentes infortunios, y de dulce presagio de la gloria que Dios la prepara- ba, como 4 la Virgen, si perseveraba has- ta el fin en la fidelidad y sumision 4 la vo- luntad divina. . Cuando la humilde sierva de Cristo con- ! Propterea, charissima filia, oraticnes quas ego faciebam libi revelavi... Scis qnare virtules non Sunt aequanimiter datae? Quia nescit una per- sona, ele... Dico tibi quia volo, te pro tua et alio- ruta salute orare solicile et devote. (2bid.). * Suplemento al manuserito de Teodorico, en Cassel, —0— taba estas maravillas, decia tener de todas ellas tan intima y clara evidencia, que prefiriera morir 4 negar su existencta y verdad. ua Asi es como Dios comenzaba 4 corres- ponder 4 su fiel sierva. La ve viuda solita- ria, y se da a ella 4 si mismo por esposo; la ve en medio de su juventud, turbada y Nena de desaliento, y le da por seiiora y madre aquella que es 4 un tiempo Madre de dolores y misericordias; y al alma des- pojada de todos los bienes de la tierra le pone de manifesto, ya en la tierra, los imperecederos tesoros del cielo. —it— CAPITULO XX. Que la amada santa Isabel no quiso volver é casarse; y de como consagro su traje de no- via & Fests, esposo de su alma. Ego dilecto meo, at dileétus meus mihi, qui pascitur tnter lilia. (Cant. vi, 2). La verdadera viuda es en la Iglesia una peqgueiia violeta de matzo, que esparce una suavidad jocomparable con el olor desu devocion, suardan- dose casi siempre escondida debajo de las grandes hojas de su abatimien- to... nace en lugares Srios 6 incullos, guardandose de Ja conversacion de los mundanos para mejor conseryar la frescura de su corazon contra to- dos los ardores que el deseo de bie- nes, de bonras y tambien de los amo- Tes, le pueden causar. (San Francisco de Sales, Vida devo- ta, parte II, cap. 2). No podian menos los parientes de Isa- bel de compadecerse de ella y tomar la ma- nO en sus negocios, tan pronto como llega- ra 4 su noticia la posicion angustiosa y triste 4 que estaba reducida toda una prin- cesa de ilustre sangre, y emparentada con las familias mas poderosas del santo Impe- —72— rio. Frustradas las tentativas y pasos dados por la duquesa Sofia para que sus hijos tra- taran de aliviar la suerte de Isabel, hizo secretamente que llegara la noticia de to- do a oidos de la abadesa de Kilzingen, Ma- tilde, hermana de la Reina de Hungtia, madre de la infortunada Duquesa. Pene- trada de dolor al saber tales cosas aquella piadosa Princesa, envié al punto mensaje- ros de su confianza con dos carruajes para ir en busca de su sobrina y los nifios, y traerlos 4 todos 4 la abadia. Isabel aceptd la oferta de su tia, movida principalmente por la idea de reunirse con aquellos hijos que amaba con tal ternura; y no osando sin duda sus enemigos ponerle estorbos 4 este viaje, lo emprendié al través de los dilatados bosques y montaiias* que sepa- ran la Turingia de la Franconia, en direc- cion 4 Kitzingen. Alli fue recibida con ma- ternal bondad y muchas lagrimas por la Abadesa sa tia, fa cual hizo le dispusieran habitacion correspondiente 4 su clase, y traté de hacerle olvidar los cruelcs dolores de cuerpo y alma 4 que habia sido con- denada por sus enemigos. Pero no habia ‘Esta cadena se conoce con el nombre de Thu- ringerwald y Reedeigebirge. ~ — 13 — para la j6ven Duquesa consuclo, que asile dilatase el corazon, como cl seguir en todo Jo posible la regla y método de vida de las religiosas, manifestando con frecuencia el sentimiento de no poder ajustarse en un todo 4 ella por estorbarselo el necesario cuidado de los hijos. Entre tanto Egberto *, principe-obispo de Bamberg, hermano de Ja princesa Matilde, de la duquesa He- duwigis de Polonia, y de la reina Gertru- dis, y por consiguiente lio materno de Isa- bel, habiendo tenido noticia de los grandes trabajos de su sobrina y de su Ilegada 4 Kilzingen, creyé que ni la posicion de és- ta, ni los habitos de una casa religiosa, permitian ‘que permaneciera alli mucho tiempo con su familia; y asi fue que la in- vité 4 venirse 4 sus tierras. La d6cil Prin- cesa lo hizo asi, dejando al cuidado de su tia la segunda de Jas hijas que apenas con- taba dos aiios, y que mas adelante tomé el velo en Ja abadja que fuera la cuna de su * Murié este Frelado en 1235 6 1237: su sepul- cro 3e halla en la catedral de Bamberg, sobre cu- ya losa se le ve de allo retieve, de perfil, y con a mano levantada en actitud de dar la bendicion. Es- ta posicion de perfil es bastante rara en los sepul- cros de la edad media. — Th infancia. Por la acogida que le did el Pre- lado, pudo inferir Isabel cuan verdadero afecto fe profesaba, y cudn grande era el respeto é interés que le inspiraban sus des- gracias; y como no le pareciese bien 4 ella aceptar la proposicion del tio sobre que la trasladaria, si este era su gusto, 4 Ja corte del Rey de Hungria su padre, quizds por el triste recuerdo de Ja muerte de su ma- dre Gertrudis, el Prelado le sefialé enton- ces para residencia el castillo de Bottens- tein ‘, haciéndole merced de una casa equipada y montada como lo exigia su ran- go y condicion *. A ella se trasladé Isabel acompaiada de sus hijos y de sus fieles doncellas Isentrudis y Guta, compatieras nobles y constantes en todos los infortu- nios; y una vez instaladas en aquel trar- quilo retiro, todas volvieron 4 ocuparse en sus ejercicios de piedad, de dia y noche. Reparando el Obispo en aquella hermosa- ra de veinte aflos todavia, y acordindose - ' © Pottenstein, castillo y villa det obispado de Bamberg sobre el Pullach, entre Forchheim y Bay- reuth, en una comarca muy moolafiosa. *» Se componia de dos damas de honor, dos gen- tiles hombres, dos camaristas, y otros dos criados; Isabel no permilié mas. (Rotke.). — Th — del consejo que da san Pablo, pens6 de in- clinar 4 sa sobrina 4 que volviera 4 casar- se. Dicen muchos autores que el Prelado tenia puestos los ojos con tal objeto en el emperador Federico II, cuya segunda mu- jer, Yolanda de Jerusalen, habia fallecido recientemente; fuera de que, segun un historiador contempordnes, asi lo deseaba tambien, y muy vivamente, el augusto viu- do. Pas6 el Obispo en persona a Verse con Isabel y darle parte del concebido proyec- to, y de como pensaba en darle otro mari- do mas ilustre aun y poderoso que el que habia perdido; mas ella contest6 con ma- cha dalzura, que preferia quedarse vinda el resto de su vida y servic solamente 4 Dios. Insistié el Prelado para persuadirla de que todavia era muy joven para abra- zar tal género de vida; trajole 4 Ja memo- ria las persecuciones que habia sufrido, y dié A entender que era posible se renova- sen en cuanto faltara é! para protegerla; pues si bien queria dejarla beredera de Bottenstein con todas sus dependencias, no bastaria esto para defenderla contra los ata- ques de los malvados, cuando ya él se ha- lara en el sepulcro, Sostuvose firme Isabel en su propésito: un poeta francés nos ha — 7h —~ conservado la respuesta que did a todo es- to: «Seiior, dijo la piadosa y bella Prince- «sa, tuve por sefior un marido que me amé «con ternura, y fue siempre mi leal amigo; «participé de su poder y honores; didme wen abundancia joyas, riquezas y munda- «nas alegrias; todo esto tuve, y teniéndolo alegué 4 entender, y vos mismo lo sabeis «muy bien, que la alegria del mundo nada «vale. Por esto quiero dejar el mundo y «pagar 4 Dios lo que le debo; las deudas ade mi alma. No ignorais que las felicida- ades del mundo solamente traen consigo «tormentos y dolores, y 41a postre la muer- «ate del alma. Yo, sefior, no deseo otro que «hallarme en compania de Dios en el cielo: «tengo de mi marido y seiior natural dos «hijos ! que seran poderosos y ricos por su «nacimiento; pero el Sefior me haria gran «merced, Si yo mereciera la gracia de que alos lamara*a su servicio *.» No consta que hablara tambien en esta ocasion a su tio del voto de perpélua castidad que tenia hecho ya en vida de su marido, para el caso de sobrevivirle; pero si que hablaba de ello ’ Habla de los que no eslaban destinados al claustro, Hermann y Sofia. a El monge Roberto, Ass, —~Ti— muchas veces con sus damas, que habian hecho el mismo voto juntamente con ella y al propio tiempo, y temian se valiera el Prelado de la autoridad que tenia para obligarlas 4 dispensarse de él: mas Isabel les daba dnimo, y por su parte les: ofrecia la seguridad de mantenerse en aquel pro- pésito 4 toda costa. «Juré 4 Dios, decia, y «al marido mi seiior, cuando era vivo, que «nunca perteneceria 4 otro hombre. Dios, aque lee en los corazones, y descubre en «ellos ]os mas secrelos pensamientos, sabe «que yo hice este voto con puro y sencillo «corazon y entera huena fe. En su miscri- «cordia descanso, cierla como estoy de que «ha de ser el amparo de mi castidad con- «ira las maquinaciones de los hombres, y «aun contra todas sus violencias. Mi vo- «to no es condicional, ni le he sometido «yo al albedrio y gusto de mis parientes y «mis amigos; sino que lo hice muy de mi «grado, libre, absoluto; y por él entendi «quererme consagrar toda entera, muerto «que fuera mi marido, 4 la gloria de mi «Criador, Si 4 despecho de Ja libertad, sin «la cual no hay casamiento, osaran entre- «garme a un hombre cualquiera, protesta- aré ante Jos altares; y cuando otra salida 6 Hist. Sta. Isasen.—Tom. 11. — 7% ~ «no me quede, con un cuchillo desfiguraré- «me el rostro de tal modo que cause horror «4 todos Jos hombres‘.» Con todo esto se hallaba Isabel muy inquicta y temerosa de que la firme voluntad que en el Obispo veia _ de llevar adelante su propdsito, iba 4 ocasio- narle pruebas y combates duros. Poseida de una gran tristeza, hija de tales temores y pensamientos, acudié al supremo Conso- lador, y puesta de hinojos 4 los piés de Je- sus, deshecha en llanto, le pedia de todo corazon se dignara velar por la conserva- cion del tesoro que le habia consagrado*. Acudié tambien 4 Ja Reina de las Virgenes que le habia sido dada por madre: ambos la consolaron y trajeron de nuevo la paz a su corazon, hasta el punto de que muy pronto recolrd el sosiego, y sintidse ani- mada de una conlianza sin limites en Ja proteccion del cielo *. ‘ Inspector cordium et absconditorum cognitor Deus novil votum... de puro corde ct simplici et f- de non ficta processisse... Neque enim conditiona- tum... sed spontaneum, absolulum ac liberutw edi- di volamn servandae post mortem dilecti mei inte- gerrimae castilalis ad gloriam Conditoris. Yerum eisi contra libertatem matrinionii, ele. (Theod.). 2 Pavens et tremens periculum confugil ad Do- minum, et ipsias custodiae castitutem suam lacry- masis orationibys commendabat. {/bid.). > Rutebeof. — 9 — Indudablemente pertenecen 4 esta época de la vida de Isabel las tradiciones locales relativas 4 algunos viajes que, segun se cuenta, emprendié, bien para sustraerse de las importunidades de su tio, bien con al~ gua otro objeto devoto y de piadosa curio- sidad. En una época en que la humanidad no estaba todavia absorbida por los inte~ reses materiales, el segundo de estos dos méviles bastaba para poner en movimien~- to, 4 pesar de lo dificultoso de las comuni- caciones , un numero de gentes mayor tal vez que el que se agita en nuestros dias a impulsos de la codicia 6 el fastidio. Débi~ les mujeres, enfermos, pobres , nadie re~ sistia a) deseo de ir en peregrinacion 4 al- gun célebre santuario, 4 venerar las reli- quias de algun Santo de particular devo- cion, 4 hacer acopio, para los dias de la vejez, de dulces recuerdos de una piadosa romeria hecha bajo la proteccion de Dios y de los santos Angeles. Dos veces hizo Isa- bel un viaje de esta clase 4 Erfurth, ciu- dad famosa por sus muchos y hermosos monumentos religiosos, y situada en el centro de Jos dominios de su difunto mari- do, aunque pertenecia 4 Ja jurisdiccion del Arzobispo de Mayenza. Mientras su perma- — 30 — nencia , estuvo alojada en un convento de Arrepentidas !, y pasé muchos dias en un completo y absoluto retiro. Al despedirse, dejo a las monjas para recuerdo un vaso ordinario que le servia para beber en sus parcas comidas; alhaja que conserva toda- via aquella casa como una memoria de la humildad y bondad de la santa viajera *. Tambien fue por este tiempo cuando hizo una peregrinacion al castillo de sus ante~ pasados maternos en Andeclis, situado so- bre una allura cerca de los Alpes que se- paran la Baviera del Tirol. Este antiguo y famoso castillo acababa de ser transforma- do por el margrave Enrique de Istria, tio tambien de Isabel, en un monasterio de Benedictinos *, que mas adelante se hizo célebre por la posesion de algunas de las mas preciosas reliquias de la cristiandad, y los muchos milagros que por su virtud ! Llamadas las Sentoras blancas; hoy es un con- vento de Ursulinas; en él enseitan todavia un pe- quefio retrete que da a la iglesia y que se cree fue la habitacion de Isabel. -* El dia de la fiesta de nuestra Santa hay la cos- tumbre de hacer beber en este vaso 4 lodas las educandas del convento. (Junio de 1834}. 7 Candénigos regulares de san Agustin, segun otros, — sl — . acontecieron. Isabel vino 4 asociarse con su presencia 4 Ja piadosa fundacion que se- ria la honra eterna de su familia. Desde la cima de aquella santa montaiia pudo con- templar la hermosa Baviera, doblemente _ enriquecida 4 Ja sazon por la Religion y la naturaleza ; sembrada por doquiera de cé- lebres monasterios *, ya ocultos en el cen- tro de antiguos bosques, ya reflejandose en las sosegadas y cristalinas aguas de los la- gos de esta comarca; focos, unos y otros, de la civilizacion cristiana del pais, y que por luengossiglos debian continuar siendo inviolables santuarios de las ciencias, dul- ce y seguro asilo de las almas ansiosas de reposo y oracion, y ofrecer hospitalidad ge- nerosa y franca 4 la multitud de peregri- nos que se encaminaban por esta gran ruta de los reinos del Norte 4 los sepulcros de los Apéstoles, | Cuantas veces fijaria Isabel su mirada sobre aguella majestuosa cadena de los montes del Tirol, tras la cual adivi- na conmovide todo corazon catélico Roma * Tales son Diesseo & orillas del Ammersee, fundado por santa Malilde de Ja casa de Meran; Wessobruan, célebre por los manuscritos hallados en su biblioteca; Steingaden, Polting, Rotlen- buch, etc. - — 32 — y la Italia! Ella, sin saberlo, estaba con- tribuyendo 4 aumentar la veneracion que inspiran aquellos hermosos sitios. Logré por Ja fuerza de sus oraciones que al pié del monte brotara una fuente de agua, tan abundante que no deja de correr ni aunen los afios de extraordinaria sequia, y posee ademas muchas saludables propiedades. La piadosa Princesa traia tambien consigo 4 este lugar, que de la proteccion de su fa- milia iba 4 pasar 4 la de Dios, un dulce y tierno recuerdo de su vida conyugal ; ofren- da que queria hacer, movida por su senci- Ilez, al nuevo esposo de su alma. Era esta ofrenda su traje de novia, 6 el vestido que Ilevaba puesto e) dia de su desposorio con su muy amado Luis. Este vestido lo depo- silé sobre el altar, y 4 los religiosos les re- galé una crucecita de plata con reliquias de los instrumentos de la Pasion , su paz 6 relicario que siempre habia traido al cue- Ilo, y otros varios objetos tenidos por ella en estimacion grande. Dentro de pocos aios el nombre de esta j6ven viuda, que lioy vie- ne como humilde peregrina 4 dejar su ofrenda en el naciente santuario, resonara glorioso en el mundo cristiano, y sera ins- crito en el cielo por la mano del Vicario de — 3 — Dios. (Qué tiene, pues, de extraiio el que Jos donativos de esta Santa, por tantos ti- tulos relacionada con estos lugares sagra- dos, llegaran 4 ser desde entonces inapre- ciables reliquias? ¢qué, si aun hoy mismo, 4 despecho de lo borrascoso y oscuro de los tiempos, viene todavia el pueblo fiel 4 ve- nerarlas y besarlas con respetuoso amor '? ! Esle monasterio de Andechs (ue vendido 4 un judfo en ef afio 1806, cuando ef rey Maximiliano de Baviera secularizé todos los bienes de las comuni-~ dades religiosas. Sin embargo, la iglesia y el teso- ro de las reliquias hao sido conservados; el (raje de novia de santa Isabel sirve en aquella todavia para guardar envueltas tres hostias milagrosas. Aun acuden a esta iglesia mullilud de peregrinos, y los pueblos de Jas cercanias van alla procesional- meéaie en tos dias clasicos , cantando jas Letanias. Andechs esta situado cerca de ocho Jeguas de Mu- nich y ala inmediacion de} hermoso Jago de Sta- remberg ; desde 1a altura donde se halla la iglesia, abraza la vista toda la cadena de lds Alpes del Ti- Tol. Pocos sifios hay en Alemania tan dignos como este de la visila de un viajero catdlico. Los que acertaren a ir por alla, tengan Ja caridad de en- comendar a Dios at aulor de este libro. — 84 — CAPITULO XXI. Que la amada santa Isabel recibid los huesos de su muy amado esposa; y de como se les did sepultura en Reynhartsbrunn. Benedicti vos 4 Domino, qui fecis- tis misericordiam hae cum domino veslro Saul, et sepelistis eum. (HT Reg. u1, 5}. , Requiem ttbi dabil Dominus sem- per, et implebit splendoribus ani- mam tuam, et ossa tua Itberabit. (isat, Liu, 11). Apenas habia Isabel regresado 4 Bottens- tein, recibié un mensaje del Obispo para que fuera a verle @ Bamberg, con el finde que recibiera los restos de su marido que traian los caballeros de Turingia al volver de la cruzada. En efecto; segun ya vimos, jos compaiieros del duque Luis le habian dado sepultura en Otranto, y luego conti- nuaron su viaje 4 la Siria 4 fin de camplir su voto: los que de ellos pudieron entrar en la misma Jerusalen, hicieron donativos y oraciones & intencion del difunto ‘, se- ! Hay historiadores que adelantan hasta decir que all{ se celebro su fiesta, por haberse revelado — 83 — gun él al morir les habia suplicado to hi- cieran. Al volver de su peregrinacion, pa- saron por Otranto para desenterrar y Ile- varse consigo los despojos de su Soberano. Notaron al sacarlos de Ja sepultura, que estaban blancos como la misma nieve , lo cual en aquel tiempo se interpretaba como sefial cierta de haber guardado el muerto inviolable fidelidad 4 ia esposa '; y luego, depositandolos en uu rico ataud , los colo- caron sobre un caballo y se pusieron en marcha. En seiial de su piedad, y del afec- to tambien para con el difunto Soberano, levaban los caballeros delante del féretro alzada una grag cruz adornada de pedre- ria: en los pueblos donde hacian alto, el féretro era depositado en la iglesia, en la cual velaban monjes 6 personas piadosas, toda la noche, cantando el oficio de difun- tos y otras oraciones ; y al partir de matia- na, nunca dejaban de hacer celebrar una misa, y depositar su ofrenda correspon- ya su santidad con muchos milagros. (Kesa, Chron. Mss. eét.). . ! Hicieron hervir el cuerpo para separar la carne de ios huesos. Bonifacio VIII prohibié para en ade- lante esta costumbre, salvo en el caso de que el muerto lo hubiese sido en tierra de infieles. (Sig- nius, de Reliquiis). — 86 — diente. Cuando la iglesia era catedral 6 conventual, 6 casi de la misma clase, a la misa y ofrenda afiadian el regalar el paiio de purpura que cubria el ataud, para que su importe fuera aplicado por el alma del difunto. Nanca exequias tan solemnes ha- bian visto los nacidos. De esta manera atravesaron toda la Ita- lia y la Alemania meridional. Ya cerca de Bamberg, mandaron aviso de su llegada al Obispo, y ésle sin perder tiempo envid 4 buscar, como dijimos, 4 Ja Duquesa; to- mando al mismo tiempo las disposiciones convenientes 4 fin de que los sefores todos y dignatarios se preparasen 4 recibirla con benévola simpatia, y 4 estar solicitos al la- do suyo durante la triste ceremonia del dia siguiente, por temor de que las fuerzas no la abandonasen. Ademds 6| mismo acom- pafiado del clero, de los monjes de los di- ferentes monasterios de ta ciudad , de los nifios de las escuelas y una inmensa mul- titud de pueblo que unia sus voces al fa- nebre cantico de los sacerdotes y al taiido de todas las campanas de la cindad episco- pal, se adelanté 4 recibir el cuerpo; el cnal en medio de la lucida comitiva , reforzada con muchos condes y sefiores del contorno ~ 87 — que se habian agregado 4 ella, fue condu- cido hasta la célebre catedral en que repo- saban los cuerpos sagrados del santo em - perador Enrique y de santa Cunegundis *. Durante toda la noche se celebré el oficio de difuntos. Al siguiente dia Isabel , siempre acom- patiada de sus fieles Isentradis y Guta, fué 4 ver aquellos restos queridos; 4 cuye fia le‘abrieron el ataud que los contenia, para que mejor contemplase los despojos del es- poso amado. Lo que alli pasé entonces, di- ce un piadoso narrador de esta escena, lo que aquel corazon sufrié entonces 4 impul- sos del amor y del dolor, solamente Jo sabe aquel que lee en los corazones de todos los hijos de los hombres. Volvié 4 desgarrar- sele el alma con la afliccion que tuvo en los momentos de noticiarle la muerte del ‘ Todavfa existe esla caledral, y recienlemente ha sido restaurada y restiluida 4 su primiliva be- Meza por el celo det rey Luis de Baviera, quien ha hecho quilar de ella lodos los allares, adornos y demas casas del gosto y eslilo clasico, reempla- zandojas donde hubo necesidad de ello con obras de la nueva eseuela caldlica. De esta reforma re- sullé un monumento que no tiene igual en Earopa en fo puro y complete de la arquiteclura romana, 6 segun los alemanes, bizantina. — 8 — esposo; lanzandose sobre aquellos huesos los besé mil veces llena de arrebato, Ilo- tando con tal desconsuelo, devorada por tan cruel agitacion, que el Obispo y los se- fiores, testigos de aquella escena dolorosa, se acercaron a calmarla y tratar de apar- tarla de aquel sitio. Mas ella, acordandose de Dios, se sintié al punto revestida de to- do su valor: «Gracias os doy, Sefior, dijo, ade que os hayais dignado oir 4 vuestra «sierva y concederle lo que tanto deseaba; «el favor de contemplar los restos de mi «amado esposo, 4 quien Vos amasteis tam- «bien. Gracias , Seiior, que asi quisisteis «derramar misericordiosamente vuestros «consuelos sobre mi alma afligida y deso- «ada. El se ofrecié 4 si mismo para la de- «fensa de vuestra Tierra Santa, y yo tam- «bien le ofreci 4 Vos, con el propio objeto, «y aunque le amaba con toda mialma, no «estoy arrepentida del sacrificio que le cos- «t6 la vida. Yos saheis, Dios mio, como le «amaba yo! Vos sabeis cuanto amaha yo «aquel esposo que a Vos amaba tanto, y «como prefiriera yo 4 todas las alegrias del «mundo juntas e} holgarme con la vista de caquel esposo, tan delicioso para mi sia «Vos pluguiera el conservarmela: Vos sa- — 99 — «beis que por vivir con 6] fuera yo gustosa «en pasar la vida juntos en la miseria, po- «bres ambos y corriendo el mundo para «mendigar nuesiro pan de puerta en puer- «ta solo por tener la dicha de eslar 4 su wlado, si asi lo hubiérais querido, joh Dios «mio! Ahora ya le dejo, y 4 mi misma tam- «bien me dejo y entrego 4 vuestra volun- «tad santa; y no quisiera, aunque fuese «dueiia de hacerlo, rescatar su vida 4 costa «de uno solo de mis cabellos, 4 menos que «asi lo quisiéseis Yos, Dios mio '!» Este fue el postrer grito de la naturaleza vencida; el ultimo suspiro lanzado & impulsos de afectos terrenos espirantes en aquel cora- zon de, veinte aiios, bajo el yugo del amor del cielo. Dichas estas palabras, enjugdse el llanto ‘Sire, je te rends graces de ce que j’ay eslé a recavoir les os de mon doulz homme, ete. (Juan Le- févre). — Gratias tibi ago, Domine, quod ancillae luae, ingens quod habui desiderium in aspectu ossium dilecti mei viri dilecté tut, adimptere... Ip- sum libi a semelipso et 4 me in subsidium terrae tuae sanctae oblalum non invideo, licel eum dilex- erim ex corde. Tu seis, Deus, quod ipsum te aman- tem multum amaverim, quod eius desiderabilem pragsentiam, mihi gratissimam , omnibus huius mundi deliciis et gaudiis anteferrem, si ipsum mi- — 9 — que Je inundaba el rostro, y se salié silen- .ciosa del templo, encaminandose 4 un pa- tinejo de la catedral plantado de yerba, donde se senté mieztras los caballeros tu- ringios que trajeran el cuerpo de su mari- do recibian el recado de venir 4 verla en aquel sitio. Levantése para saludarles en cuanto les vié venir, y les suplicé humil- demente se llegaran 4 tomar asiento junto 4 ella, porque no se sentia con fuerzas pa- ra tenerse en pié. Habldéles entonces con gran dulzura por largo rato, suplicandoles en nombre de Dios y de Jesucristo que tuvieran 4 bien proteger a sus hijos y to- marlos bajo su tutela, y refiriéndoles los indignos y crueles tratamientos que ha- bian sufrido, asi como ella, de parte de los landgraves Enrique y Conrado, y las muchas miserias que con ellos pasara en hi tua benignitas concessisset. Optaremque omal tempore vitae meae cum eo vivere (ali conditione, ul cum eo ipso paupere per totum mundum ostiatim paupercula mendicarem, dummodo eius frui contu- bernio de luo beneplacito licuissel. Num vero fp~ sum et me tuae voluntatis disposilioni committe. Nec enim, etiam si possem , etc. (Theod.).— Los pa- sajes que van de cursiva estan completados por el manuscrilo de la biblioteca Laurentina de Flo~ rencia. — 9 — Eisenach. El Obispo confirmé cuanto de- cia Isabel, y departid menudamente con los caballeros sobre los medios de deshacer y reparar los agravios inferidos a la viuda y livérfanos del Soberano difunto. La rela- cion de tales desafueros causé en los pere- grinds una viva indignacion; apresurdron- se & declarar 4 la ilustre viuda, que ellos continuaban reconociéndola siempre por Soberana y sefora, y que tomaban de su cuenta defenderla en todo y contra todos. Estaba 4 la cabeza de tan ilustres guerre- ros el noble y leal seiior de Yarila, hijo de aquel que diez y seis afios antes habia ido al palacio de los reyes de Hungria en bus- ca de aquella Princesa que hoy se veia ven- dida y oprimida; y no pudo menos sin du- da de recordar el juramento que su padre hiciera al Rey de Hungria de velar por la honra y seguridad de la hija. El y sus her- manos de armas instaron al Prelado para que les confiara aquella lustre é infeliz fa- milia, para volverla 4 la Turingia juntamen- te con los restos mortales del duque Luis; jurandole todos 4 una que lograrian recta y cumplida justicia para ella. Bajo esta condicion el Prelado, confiando en las pro- miesas y la fama de tan valientes caballe- — 92 — ros, fama que la reciente cruzada habia realzado en gran manera, consintiéd poner bajo su amparo la noble sefiora de quien se consliluian defensores: 4 lo que parece nada les hablo del proyecto que tenia so- bre lo de casarlaen segundas nupcias. Did, pues, su permiso y se despidié de la Du- quesa, de los nifios y de los caballeros tu- Tingios, no sin haber celebrado primero una solemne misa de pontifical en sufragio del difunto, 4 la cual asistié toda Ja ciudad, y haber pagado generosamente ec] gasto que durante su permanencia en Bamberg ha- biahecho la comitiva. Esta se puso en mar- cha hacia la abadia de Reynhartsbrunon, donde Luis habia querido que le sepul- tasen '. Habia entre tanto corrido por la Turin- gia la nueva de la llegada de los restos del amado Soberano, y habiase conmovido pro- fundamente todo el pais. No solamente la Daquesa madre y los hermanos del difun- to, Enrique y Conrado, se pusieron en mo- vimiento para salir al encuentro de la tris- te comitiva en Reynhartsbrunn, sino que tambien Jos condes todos y seores y no- ! Salicron de madrugada despues de oir misa de alba. (Rothe). — 9 ~ bles del pais; pero con mas ansia y prisa que todos el pueblo; aquel pueblo tan ama- do y tan enérgicamente defendido y prote- gido por el difunto Principe. Una inmensa multitud, compuesta de ricos y pobres, ciu- dadanos y campesinos, hombres y muje- res, se reunié en Ja abadia para tributar el postrer obsequio 4 aquel que poco ha vieron partir 4 buscar la muerte, harto pronto hallada, en honor de Dios bajo un cielo extranjero. Otros motivos contribuian 4 engrosar aquel extraordinario gentio. El deseo muy natural de volver 4 ver 4 los cruzados que habian regresado salvos de los peligros de la expedicion traia 4 aquel sitio 4 los parientes 6 amigos de los recien Vegados; otros venian atraidos por el in- terés que no en todas partes negaban las gentes a Isabel, como lo hacian los ingra~ tos vecinos de Eisenach; 6 por Ja relacion de su destierro y desventuras, que ya eran conocidas en todo el pais; y por ultimo, a muchas almas piadosas y compasivas alld las condujo el ansia de saber cuaLiba 4 ser la suerte de aquella mujer tan jéven y de- samparada. Muchos obispos y abades vi- nieron tambien por honrar al noble cam- peon de la Iglesia y del Santo Sepulcro. 7 Hist. Sta. Isanen.—Tow. II. —~%— Aquellos mismos monjes, de quienes vimos como se despidiera el Duque, en medio de presentimientos harto bien realizados y ex- presandoles el afecto mas tierno por aque- lla separacion, tenian aora que cumplir el triste deber de hacerle los ultimos sa- grados honores que la Iglesia guarda para sus déciles hijos. Seguidos de muchos sa- cerdotes seculares y de todo el pueblo, sa- lieron 4 recibir el cuerpo, cantando salmos y oraciones, muchas veces interrumpidas por el Ianto y los sollozos. Las exequias se celebraron en la abadia en presencia de las dos Duquesas y de los dos jovenes Lang- graves: aute el [éretro de Luis los reunia a todos ellos un dolor comun é igualmen- te sincero. Duré muchos dias la magnifi- cencia de las ceremonias eclesiaslicas en estos funerales, viniendo 4 darles como una nueva pompa, y la mas bella de todas, el dolor y las lagrimas del pueblo: ofertas ricas 4 la Iglesia ', y abundantes limosnas reparlidas 4 los pobres, completaron los homenajes tributados 4 la memoria del que tanto habia amado a los pobres y tanto res- ! El landgrave Enrique dié alos monjes en pago de estos fanerales diez yugadas de tierra en Lutbers- born. (Justi, Yorzeit de 1823). — 3 — peto habia tenido a la Iglesia. Sus huesos, enccrrados en una urna, fueron colocados en un sepulcro de piedra y dispuestos de forma que pudicran en la sucesivo expo- nerse 4 la vista de los fieles. Multitud de peregrinos los visitaron: el amor del pue- blo y la gratitud de los monjes Je valieron el sobrenombre de Luis el Santo, con el cual le conoce tambien la historia, y que justificaban muchas milagrosas curaciones operadas por su invocacion en aquel sepul- cro '. Resulté de aqui, que por espacio de cerca de tres siglos fue objeto de un culto popular, que sin embargo no llegé 4 reci- bir la sancion de la autoridad eclesiastica. Enipero en 1525 los paisanos , amotinados de resultas de las doctrinas de los refor- mistas protestantes, saquearon la abadia de Reynhartsbrunn, profanaron todos los sepulcros y en particular el del duque Luis, cuyos huesos, sacados de la urna, les sir- vieron de diversion tirandoselos unos 4 ‘ En la vida manuscrila de este Principe por su capellan Bertoldo, queesta en la bibliotecadeGolha, hay una larga lista de milagros gue la tradicion le alribuia, siendo los aitimos de fecha del siglo XV. Tambien contiene bimnos y oraciones escritas en honor suyo. — 9 — otros 4 la cabeza, Hoy el viajero catélico puede todavia contemplar la piedra rota de su sepulcro pegada a una iglesia que ya no es catélica, Al contemplar este postrer monumento de tan noble memoria, no es posible negar un recuerdo de emocion y admiracion 4 un personaje que si no ha sido contado por la Iglesia entre Ios San~ tos, fue 4 lo menos el digno esposo de una Santa. CAPITULO XXII. Que los caballeros de Turingia obligaron al duque Enrique é arrepentirse de su trai- cion, y & hacer justicia d la’amada santa Isabel. Aperi os tuum mute, et causis om- nium filiorum. qui pertranseunt: aperi 0s luum, decerne quod iustum est, et iudica inopem et pauperem. (Prov, XXx1, 8, 9). Concluidas todas las ceremonias de los funcrales, }lamé el seitor de Yarila 4 los caballeros cruzados, que rodeaban 4 Isa- bel, 4 fin de fecordarles el compromiso que respecto de ella tenian contraido con él 4 ~— 97 — Obispo de Bamberg, Retirandose 4 un la- do todos, dijo el caballero Rodolfo: «Abo- «ra lo que importa es cumplir lo que tene- amos jurado al Principe y 4 nuestra sobe- «rana Isabel, que tantos trabajos ha sufri- «do ya; pues de otro modo, temo yo que «nos cueste el fuego eterno del infierno.» Todos comprendieron este lenguaje; por- que en aquellos tiempos los guerreros mas esforzados y valientes no tenian 4 mengua conducirse en el cumplimiento de sus de- beres de esta vida mortal por el pensamien- to de la otra vida. Determinaron, pues, de comun acuerdo dirigir sobre la marcha al duque Enrique y su hermano una amones- tacion vigorosa y enérgica, cncargando es- pecialmente una mision tan dificil 4 cuatro caballeros, cuyos nombres, dice el histo- riador, merecen conscrvarse con una glo- ria imperecedera. Era el primero el gran copero, sefior de Varila, encargado de lle- var Ja palabra 4 nombre de los demas, ya como el mas clocuente, ya como el mas in- timamente relacionado con la Duquesa por sus antecedentes; 4 éste seguian Ludolfo de Berstetten, Hartwig de Herba y Gualte- ro de Yarila, pariente de Rodolfo '. Prece- 4 Mr. Stadtler cree que este Gualtero era el — 98 — didos de estos cuatro se presentaron los caballeros 4 los jévenes Principes, 4 quienes encontraron acompaiiados de su madre, y se colocaron al rededor de ellos. ¥ el senior de Varila , encarandose con el duque En- rique, le dirigié las palabras siguientes, cuidadosa y muy justamente conservadas por los cronistas del pais ': «Sefior: estos mis amigos y vasallos «vuestros me dieron la comision de habla- «ros én nombre suyo. En Franconia y aqui «en Turingia hemos sabido de vos cosas mismo padre de Rodolfo, y el que habia ida 4 Han- gria 4 buscar 4 Isabel. Deja sentado que ambos ca- balleros perlenecian a 3a familia Schenk de Yargel. .) No se vaya 4 creer que esta arenga es una de lantas composiciones imaginarias con que [os es- critores de la anligiiedad, y 4 imitacion de ellos los del renacimiento, adornaban sus relatos. Se la en- cuentra casi textualmente idéntica en tres narracio- nes de todo punto diversas entre sf: la de Teodorico de Turingia, la de Rothe, la cronica de Turingia y la de la Vita Rhytmica. La version mas extensa, y tambien mas notable, como parte de una historia general de} pais, y no solo de una crénica de la San- ta, es la de Rolhe, Esta es la que aqui reproduzco completandola por medio delas otras; y laque igual- mente adopl6 Mr. de Raumer en su excelente his- foria de los Hohenstaufen, t. 11], pag. $81, donde proclama su autenticidad de una manera victoriosa, — 99 — «tan vituperables en érden 4 vuestra con- «ducta, que nos Ilenaron de consternacion «wy vergiienza, al ver que en nuestra tier- «ara y en casa de nuestros soberanos haya «quien sea capaz de fal impiedad, de tama- «fa infidelidad, y de olvidarse 4 ta! punto «de su propia honra. 4Qué es lo que osas- «teis hacer, javen Principe, y quién pudo «daros tal consejo? jCémo! gtuvisteis cora- «zon para arrojar afrentosamente de vues- «tros castillos y ciudades, como si fuese «una mujer perdida, 4 la esposa de vuestro «hermano, 4 la pobre y desolada viuda, 4 «la hija de un rey ilustre, en vez de hon- «rarla y protegerla segun era vuestro de- «ber? En mengua de vuestra propia fama «la arrojasteis en brazos de la miseria, y la «dejasteis vagar como una mendiga. Mien- atras que vuestro hermano va 4 dar su «sangre y la vida por amor de Dios, echas- «leis Iéjos de vos 4 sus huerfanitos, en lu- «gar de defenderlos y alimentarlos con el «afecto y fidelidad de un tutor, y aun fuis- «teis causa de que los arrancaran del lado «de su madre por no verlos muertos de’ «chambre con ella! yEntendeis asi la piedad «fraternal? gos enseiid 4 portaros asi aque! «vuestro hermano y virtuoso Principe, que — 100 — «se hubiera guardado muy bien de hacer «otro tal con cl mas miserable de sus suib- «ditos? No: ni un tosco campesino hiciera «cosa tal con sus iguales; y vos, Principe, «faisteis capaz de tamaiia traicion con vues- «tro hermano, mientras él iba 4 morir por el «amor de Dios! Qué caso quereis que ha- «gamos de aqui para adelante de vuestra fi- adelidad y vuestra honra? No ignorais que, «como caballero, sois obligado al amparo «de las viudas y huérfanos; y sin embargo “aultrajais vos mismo 4 la viuda y huérfa- «nos de vuestro propio hermano! Os digo, «Principe, y os lo digo bien alto, que esto «clama venganza 4 Dios.» La duquesa Sofia rompié 4 Norar oyendo los fundados cargos dirigidos 4 su hijo. Es- te, confuso y avergonzado, bajé la cabeza sin contestar palabra. El gran Copero con- tinud su arenga: «ZQué podiais temer, «sciior, de parte de una pobre mujer, ca- «ferma, desamparada, desesperada, sola, «sin amigos ni aliados en el pais? gqué «mal pudiera veniros de ella, aun cuan- «do quedara por dueiia de todos vuestros «castillos? {qué se dira de nosotros en tos «demas paises? ;Oh vergiienza! confunde «pensar en ello, Tened entendido que ofen- — 101 — «disteis 4 Dios, que deshonrasteis la Tu- «tingia, que manchasteis vuestra honra «propia y la de vuestra noble casa; y temo «en verdad que venga sobre esta tierra la «ira de Dios, si no le aplacais con peniten- «cias y os dais prisa en recoaciliaros con «esa piadosa scifiora, y restiluir 4 vuestros «sobrinos todo cuanto les habeis usur- «pado *. ut Atonitos estaban Jos circunstantes oyen- do las libres razones del caballero; mas Dios quiso que sirvieran para abrir brecha en un corazon inaccesible por tanto tiempo alas inspiraciones de la justicia y de la piedad. El Principe, mudo hasta entonces, rompié en Ilanto tan amargo y abundante que por algun tiempo Je embargo la pala- bra; y despues dijo: «Me arrepiento de ve- «ras de todo cuanto hice; ya no mas escu- ! De propdsito copio aqui esta arenga integra para demostrar cual era la libertad de la nobleza cristiana en estos siglos que los historiadores dela monarqufa absoluta y de la democracia aman la barbarie feudal. Cierto que estaban muy atrasados: no tuvieron la dicha de alcanzar la hermosa época monarquica en que el mariscal de Villeroi ense- fiaba a Luis XV, nifie entonces, el pucblo rcunido bajo los batcones de palacio, y le decia : Settor, todo esto es vuesiro. — 102 — «charé 4 los que me aconsejaron de esta «suerte: volvedme vuestra amistad y con- «fianza; yo ejecutaré gustoso todo cuanto ade mi exija mi hermana Isabel; y para «ello disponed libremente de mi vida y de «mis bienes.» El seiior de Varila le res- pondid: «Esta bien: ese es el unico modo «de libraros de la ira de Dios. » Sin embar- go Enrique no pudo contenerse de afadir en voz baja: «Aunque tuviera por suyas «mi hermana Isabel todas las tierras de la «Alemania, nada de ello le quedaria; por- «que habia de darlas todas por amor de «Dios.» Al punto partié Varila con sus com- paheros 4 dar cuenta 4 Isabel del éxito fe- liz de su diligencia, yde como sucuiiado En- rique deseaba reconciliarse con ella y ha- cerle justicia 4 toda costa. Cuando se tocd el punto de las condiciones que habian de imponerse 4 Enrique, exclamd Ja Duquesa: «Para nada quiero yo sus castillos ni sus «cjudades, ni sus tierras, ni cosa alguna «que pueda distraerme ni embarazarme en «mis propdsitos; mas recibiré gran merced, «si mi hermano quiere darme, sobre to que «se me debe de mi dote, lo que yo he me- «nester para los gastos que pienso hacer «por sufragios para el alma de mi difunto — 103 — «esposo, y por la mia tambien ‘.» Enton- ces fueron los caballeros 4 buscar 4 Enri- que, el cual, acompaiiado de su hermano Conrado y de Ja duquesa Sofia, se presen- t6 4 Isabel; y viéndola, pididle que se dig- nara perdonarle todo el mal que le habia causado, de] cual le pesaba muy mucho y se proponia desagraviarla 4 ella con toda largueza y lealtad. Isabel no le dié mas respuesta que arrojarse en sus brazos y der- ramar lagrimas, en lo que la acompafiaron ambos hermanos y la Duquesa madre, sin que tampoco pudieran contener las suyas aquellos valientes caballeros 4 la vista de espectaculo tan tierno, recordandoles al dulce y gracioso Principe, lazo comun de toda aquella familia, y perdido irrevocable- mente para ellos. En los tratos quedaron igualmente ase- gurados los derechos de los hijos de Isabel, singularmente los del primogénito Her- mann, heredero legitimo de los ducados de ‘ Castra, civilates el oppida, quibus implicari et distrahi oportet, nolo. Verum pro his, quae mihi jure debentur, respectu dolis, pelo exbiberide gra- tia fratis mei, quibus uti, habere et expendere ad votum {ibere mihi liceat pro salute dilecti mei de- fancti et propria. (Theod.}. — 104 — Turingia y Hesse, cuya regencia quedaba de derecho, durante la minoria del jéven Landgrave, al mayor de sus tios el land- graveEnrique. Arreglado todo, sesepararon los caballeros cruzados para volverse 4 sus castillos; Isabel con sus hijos y la Duquesa madre partid para Wartbourg, de donde tan indignamente habia sido arrojada *. - No fueron solos el Obispo de Bamberg y los crazados turingios 4 tomar la mano cr la causa de la joven y santa viuda. Contri- buyé tambien con todos sus esfuerzos & restablecerla en sus derechos uno de los principes mas famosos y valientes de la Alemania meridional, Conrado de Bus- suang, abad del célebre monasterio de San Galo. Segun los anales de esta abadia so- berana, el Principe abad salié 4 la defensa de Isabel en virtud de un pacto celebrado entre ambos, de que él la ayudaria en las cosas de la tierra, a condicion de que ella habia de ser su abogada para con Dios. ! Era a principios de 1229 6 a fines de 1228. — 105 — CAPITULO XXIII. Que la amada santa Isabel renuncié dla vida del siglo; y de como habiéndose retirado 4 Marbourg, tomo alli el habilo del glorioso san Francisco. Unam pelti a Domino, hane requi- Tam, ul inhabltem in domo Domini omntbus dlebus vitae meae: ut vi- deam yoluptatem Dominl... Quoniam abscondit mein tabernaculo suo. (Psalm. xxvi, 4,3). Pro Francisci chordula, Mantello, tunieula, Purpurain deposuit. (Prosa antigua de santa Isa~- del, Misal franciseano). Leal fue Enrique en cumplir su palabra: mientras tuvo 4 Isabel 4 su lado, traté de hacerte olvidar, 4 fuerza de carifiosos mi-~ ramientos y obsequios, las injurias y dis- guslos que en otro tiempo le habia ocasio- nado. Despues de cuidar de que todos le guardaran los respetas debidos 4 su clase con los honores correspondientes, la dejé en plena libertad de entregarse, como to hizo en efecto con el antiguo y acostum- —~ 106 — brado ardor, 4 todas sus devociones y obras piadosas. Por esta época se fund6, 4 lo que parece, el hospicio de Santa Marfa Magda- lena, proyectado ya en vida del difunto Duque, y que no pudo ella realizar hasta el regreso 4 sus Estados '. El tiempo que la oracion y contemplacion le dejaban libre, lo dedicaba como en otro tiempo 4 ejerci- tarse en el amor de los pobres; y como por razon de su viudez estaba dispensada de presentarse en Jas fiestas y ceremonias pu- blicas , tampoco se dejaba ver en las reu- niones y regocijos de la corte, que tantas veces son, como decia ella, y se celebran 4 costa del afan y dsperas penalidades de los infelices. Al fausto de la opulencia del si- glo preferia ta humillacion del pobre pue- blo de Dios, tratando de asemejarse 4 él en todo lo posible por Ja practica de la pobre- za voluntaria. Chocaba demasiado con la vida de la corte, y era para las almas mun- danas leccion harto severa tal manera de vivir, para que no se encendiese de nuevo contra Isahel el encono y animosidad cor- tesana, y la antipatia de aquellos indignos caballeros que ya babian acibarado su in- 1 Este bospicio estaba siluado en a la plaza del Briel en Gotha. — 07 — fancia, y alormentadola en los primeros tiempos de su viudez. Para vengarse del desden con queella miraba lasriquezas y pla- ceres, verdaderos dioses de todas aquellas gentes, afectaban y hacian alarde de mirar- la con desprecio; abstenianse de visitarla 6 dirigirle la palabra; 6 bien aprovechaban la ocasion de tropezar con ella para insul- tarla, llamandola en voz alta fonta y loca. Tan sabrosos eran para su humildad todos estos ultrajes, y de tal modo llevaba pinta- da en el semblante la calma y resignacion de su espiritu, que sus enemigos variaron de rumbo, echandole en cara lo pronto que olvidara la muerte del Duque, y el ha-. cer ostentacion de una alegria impropia é inconveniente. j Pobres gentes! dice un au- tor de aquel tiempo; ignoraban que Isabel poseia aque! gozo que no conocen los im- pios! Parece que hasta la misma duquesa Sofia se dejé arrastrar por la corriente de tales calumnias, y llegé 4 manifestarse sor- prendida é indignada; mas Isabel no seal- teré por ello, pues el Sefior, que era el todo para ella, leia en el fondo de Su corazon. Pero su humildad era apreciada por las almas piadosas y prudentes que la conocian y admiraban; y al mismo tiempo recibid — 108 — por otro lado en esta época el estimulo mas dulce para una alma cristiana, y la protec- cion mas poderosa para una mujer desco- nocida. De lo alto de la Santa Sede, refugio seguro entonces de los débiles y persegui- dos, baj6-4 consolarla una palabra de padre y de amigo. Aquel mismo cardenal Ugolino, que ya vimos servir de medianero entre nuestra Princesa y Francisco de Asis, papa ahora con el nombre de Gregorio 1X, en~ terado de las desgracias é incontrastable constancia de Isabel en los caminos del Sefior, le escribié muchas cartas henchidas de apostélicos consvelos, exhortandola, con el ejemplo de los Santos y Jas promesas de la vida eterna, 4 perseverar en la conti- neneia y Ja paciencia; animandola 4 poner en él toda su contianza, pues no la aban- donaria e} Padre de los fieles mientras vi- viera, antes la habia de mirar siempre co- mo 4 hija suya, y tomaba desde luego bajo su especial proteccion y amparo su persona y sus bienes '. Al propio tiempo le remitia ‘ Yerum in tribulationibus suis post Deum con- solalorem -bhabuil Dominum papam, Gregorium no- num, qui paterne ac benigne scriplis alque epislo- lis suis eam confortabat. (Dict. WV Ancill.). Se non deserturum eam, quoad viveret, sed ut filiam, com — 109 — el privilegio para iglesia y cementerio en su hospital de la Magdalena en Gotha *; y concluia este padre amoroso y vigilante encargando al maestre Conrado, que con- tinuaba siendo vicario apostdlico en Ale- mania, y acababa de entrar nuevamente en Turingia, tomara de su cuenta, mas espe~ cialmente aun que hasta eatonces, la di-~ reccion espiritual de la duquesa Isabel, y junotamente el defenderla contra todos los que intentaran perseguirla. Sea porque su valor cobrara nuevos brios con estas exhortaciones del Padre comun de los fieles, 6 bien simplemente guiada por la maravillosa influencia de la graciaensu corazon, ello fue que se sintié acometida de un invencible pensamiento y deseo ardiente de abrazar una vida mas perfecta y mas allegada 4 Dios. Para su ardimiento no era aun bastante el despréndimiento en que ya vivia de ]as pompas y goces propios de su clase elevada;, todavia por muchos puntos se hallaba en contacto con el mundo, y el omnibus quae possideret , suae defensioni vin- dicatam habiturum. ( Wadding, Ann. Minor. Theod. ). ‘La bula se halla en Sagittarius. (Hist. Gothan., pag. 234). 8 Hist. Sta. Isazez.— Tom. IL. — 110 — mundo la ofendia y le hacia mal. Tras Juen- gas meditaciones sobre los diferentes géne- ros de vida que pudieran convenirle para hacerse agradable 4 Dios; despues de va- cilar entre Jas diferentes reglas mondsticas, conocidas en aquel tiempo, y Ja vida de reclusa, triunfé en su corazon el recuerdo y el ejemplo del glorioso Serafin de Asis, de quiea ya era hija como penitente de la -Tercera Orden: sintiéndose animada del mismo valor, y del mismo amor 4 Dios y 4 la pobreza, que su maestro, se determiné a abrazar su Regla en toda la rigidez pri- mitiva, y 4 mendigar como él y sus disci- pulos de puerta en puerta el pan de cada dia, despues de haberse despojado de todos los biénes de fortuna. Comunicé este pen- samiento con el maestro Conrado, y le pi- dié humildemente que lo aprobase; pero el prudente director !o rechaz6 con indig- nacion, y acompané la repulsa con una severa reprimenda, persuadido de que el sexo y la debilidad de su penitente eran incompatibles con semejante género de vi- da. Siguié en su porfia Isabel; pero vién- dole inaccesible 4 sus ruegos y tambien 4 las muchas lagrimas que vertia, se separd de él, diciendo: «Pues bien: aguardad y — Wi— «veréis; yo haré de modo que no podais «estorbarmelo. » Viendo que por entonces no lograba ha- blandar 4 Conrado, acudié 4 otros medios para satisfacer el ardiente celo que la de- voraba. El regente Enrique, sea como fue- re lo que en sus adentros sentia acerca de las costumbres é ideas de su cufiada, guar- daba con ella en su porte exterior el res- peto y afectuosa consideracion que le habia’ prometido ante las cenizas de su hermano; teniendo mucha cuenta de tributarle en todas ocasiones unos honores, que siempre esquivaba Isabel por humildad con alguna ingeniosa traza. Contando con tan buenas disposiciones, y cuando ya hacia un aio que vivia en e) seno de su familia, suplicé Tsabel al duque Earique fuera servido se~ fialarle una residencia, en que sin trabas de nidguna clase pudiera entregarse total- mente 4 Dios yasi misma, y ocuparse metodicamente en obras piadosas y carita- livas. Tomado el parecer de su madre y hermano, Enrigue le hizo cesion al efecto y con plena propiedad de la ciudad de Mar-~ bourg en Hesse, entendiéndose la donacion con todas las dependencias y rentas anejas, 4 titulo de viudedad. Ella, penetrada de — 112 — gratitud, did tiernamente las gracias 4 su hermano y su suegra, protestando que ha- cian ambos en su obsequio mucho mas de lo que ella merecia, y muchisimo mas sin comparacion de Jo que habia menester pa- ra sus necesidades; pero el Landgrave Je prometi6 por afiadidura quinientos marcos de plata, que le serian entregados para los gastos de instalacion. Parece que estos arreglos no fueron del gusto del maestre Conrado, puesto que escribid al Papa, que la Duquesa le habia seguido 4 su patria contra la voluntad de él sobre el particu- lar'; pero oposicion absoluta no Ja hubo; y asi fue que ella se aproveché de la préxi- ‘ma partida de Conrado para dejar la Tu- ringia, 6 ir a fijarse con su padre espiritual en aquella ciudad, que en adelante osten- taria una fama tan dulce como pura, debi- da al nombre de Isabel. Luego que lleg6 4 Marhourg, y, con-el parecer y aprobacion de Conrado, nombré oliciales y jueces que habian de gobernar la ciudad en nombre de ella, la poblacion ' Me licet invitum secula est Marbuch. (Ep. Conr, ad Pap.).— Sin embargo, segun las declara- ciones de las cuatro doncelias, Isabelfuéa Marbourg por orden de Conrado. - — 13 — hizo tales demostraciories de honores y de alegrias para obsequiar 4 su jéven Sobera- na, que ésta, alarmada y mortificada su- mamiente en su humildad, se retiré al pun- to 4 un pueblecillo llamado Wehrda, situa- do 4 una legua de la ciudad, orillas del Lahn, rio que pasa por Marbourg *. Para vivienda eligié a Ja ventura una cabaiia abandonada y ruinosa, 4 fin dé no servir de carga 4 ninguno de Jos pobres habitan- tes del pueblo, pues ya se habia desperta- do en ella toda su tiernasolicitud hacia los nuevos yasallos. Tan escaso era el abrigo que aquel miserable albergue la propor- cionaba, que tuyo que acurrucarse bajo la béveda de una escalera 6 chimenea, habien- do primero tapado con ramas de arboles las grietas y hendiduras por donde entraba el viento 4 molestarla. Alli preparaba tam- hien, como mejor podia, y dando gracias 4 ‘ Este pueblo existe todavia, y tambien el re- cuerdo de Isabel en 1a memoria de su vecindario protestante. Todavia hoy ensefan a los viajeros una casa construida en el sitio que ocupd la cabafia ha-- bitada por ella, y que en 1834 estaba ocupada por un paisano llamado Schulz, y tenia al rededor un Jardin de rosas. Este pueblecito presenta uno de los puntos de vista mas tindos de la deliciosa campifia de Marbourg. — 14 — Dios, sus parcas comidas; y aunque tan mal resguardada contra la intemperie, y mortificada sobre todo por e) humo del fo- gon que le hacia gran daiio 4 los ojos, su- fria alegre todas estas penalidades pensan- do siempre en Dios ‘. Entre tanto se estaba construyendo en Marbourg, por érden su- ya, una casita de madera y arcilla 4 estilo de la cabafia de un pobre, 4 fin de que entendiera Ja gente que ella no habia veni- do a establecerse en la capital como rica princesa, sino 4 servir al Sefor en toda humitdad como simple y paciente viuda. - Acabado que fue este palaciodelaabyeccion cristiana, recibié bajo su techo a la Sobe- tana acompafiada de sus hijos y de sus fie- les doncellas. Ea medio de todo, Isabel ansiaba siem- pre un rompimiento mas decisivo y com- pleto con el mundo; queria unirse con Dios por medio de un vinculo mas intimo y ma- nifiesto 4 la vez. Como su director espiri- ‘ Sob gradu cuiusdam caminatae... Umbracu- lum ad solis obieclum de frondosis lignis casae ap- podialis faciens... Cibos quales habere poterat, ibi- dem parabat cum sua familiola... In omnibus gra- tias agens... solisardorem ventorumque turbinosum insultum fumique molestiam, oculis eius gravissi- mam, ete. (Dict. 1Y Ancill.). — 115 — tual insistia en no otorgarle el permiso de abrazar en toda su amplitud Ja Regla fran- ciscana, y mendigar el pan como las Clari- ras, hizo ella cuanto pudo para aproximar- se, segun sus medios, 4 aquel género de vida, por creerlo el tipo de la perfeccion evangélica, Vimos en otra parte, como ya en vida de su marido se habia incorporado Isabe) en Ja Tercera Orden de san Francis- co. Resolvid desde entonces dar 4 esta ali- liacion un caracter irrevocable y solemne; y aunque todavia esta rama de Ja familia Franciscana no era considerada como una Orden regular y propiamente monastica, quiso ella hacer profesion publica como las religiosas en clausura, y renovar solemne- meate los votos de castidad , obediencia y pobreza absoluta, ya tantas veces hechos en Jo intimo de su corazon '. De esta ma- ! Helyot. Hist. de las Grdenes religiosas. De mo- do que Isabel fue la primera religiosa de la Terce- ra Orden de san Francisco que pronunciara votos solemnes. Por lo demas esta Orden no llegé a to- mar caracter monastico hasta que mas adelanle adopté generalmente los tres volos y la clausura. flay poca unanimidad acerca de la fecha de esta lransformacion : el cilado Helyot ladiscute, cap. 30 del t. VIL. Pero las religiosas de la Orden Tercera siempre tuvieron por patrona especial & santa Isa- — 116 — nera podia, segun sus fuerzas, asociarse 4 esa total” abnegacion de los bienes de la tierra, que por tantos siglos ha atraido a la Orden Serdfica la decidida proteccion del cielo, y la tierna admiracion del orbe cris- tiano. Conrado aprobé este proyecto, con la limitacion de que el voto de pobreza no debia privarla, segun ella queria, de la lt- bre disposicion de los bienes procedentes de su dote, 6 de las tierras que Enrique le habia cedido; sino que antes bien debia por si misma consagrar poco 4 poco y gra- dualmente todos estos bienes al alivio de los pobres y al pago de ciertas deudas que su difunto marido habia dejado. Mas la renuncia de espiritu debia no solo comprender todas estas cosas, sino exten- derse tambien 4 todos Jos demas bienes y be! , y muchas de sus congregaciones le tomaron el} nombre, especialmente en Francia antes de la revolucion; y tambien hoy en Alemania y Bobemia lag que Se dedican al cuidado de los enfermos. Las monjas hospilalarias, llamadas en Francia herma- nas grises , eran todas de la Tercera Orden de san Francisco. Todavia existe hoy en Lyon un monas- terio de Hijas de santa Isabel , que ha logrado es- capar de todas las borrascas de los tiempos , y en el cual hay una multitud de fervorosas religiosas dedicadas 4 Ja vida oculta é ignorada, de que tan gran modelo les dejé su patrona y abogada. — tt afecciones del mundo, sin exceptuar las mas legitimas. No ignoraba Isabel, que pa- ra alcanzar este triunfo, no solamente so- bre el mundo, sino tambien sobre si mis- ma, no le bastaba su propio querer, ni el ejemplo de su protector san Francisco otras almas santas que habian andado an- tes que ella por este camino; bien sabia que ante todo habia menester la gracia de lo alto, y por eso la pidié a Dios con inusi- tado fervor por espacio de muchos dias an- tes de tomar el habito. Tres cosas pedia sin cesar al Sefior, segun decia 4 su amiga Isen- trudis : primeramente el desprecio comple- to de todas las cosas temporales; despues, el valor de sobreponerse con indiferenciaa Jas injurias y calumnias de Jos hombres; y por ultimo, y sobre todo, la disminucion del excesivo amor que lenia 4 sus hijos. Despues de mucho tiempo de orar con esta intencion, viéronla un dia sus companeras Negarse 4 ellas resplandeciente de alegria sobrehamana, y que decia llena de alboro- zo: «Oy6 mi oracion el Sefior: ya no son 4 «mis ojos sino barro todas esas riquezas y «bienes mundanos, que en otro tiempo «amaba yo. En cuanto a Jas calumnias de «los hombres , las mentiras de los malva- — 118 — «dos, y el desprecio con que me miran, ya «no siento nada, antes bien me felicito y «hasta me enorgullezco de ello. En cuanto «& mis hijos tan queridos, esos pedazos de «mi corazon, que tanto amaba yo y con tal «ternura estrechaba contra mi pecho, es- «tos hijos tan queridos, digo, ya no exis- «ten para mi; Dios me es testigo de que «los miro cual si no fuesen mios. A él se «los he ofrecido y confiado; haga de ellos «el Seiior lo que fuere servido. Nada amo «ya, nada; ninguna criatura tiene ya cabi- «da en mi corazon: no amo mas que 4 mi «Criador *.» Inflamada con tan lierdico amor, Isabel se creyé bien dispuesta para pronunciar los votos, y vestirel habito consagrado por saa Francisco y santa Clara sus modelos. « Si chubiera yo 4 mano, decia, un habito mas «raido y pobre aun que el de Clara, lo ha- «bia de tomar para consolarme de no entrar «en su Orden de una manera completa; 1 Jpsos etiam uteri mei dilectissimos parvulos, quos tenerrimo amplexu affectabam, iam velut alienos intueor, Deo teste ; ipsi eos obtali et com- mist, ipse de eis ordinet, et impleat suae benepla- citum voluniatis... Nullam creaturam sed solum omnium diligo Creatorem. ( Theod.). — 4119 — «mas yo no sé que lo haya.» Para esta cere- monia designé la capilla de que habia hecho donacion 4 Jos frailes Menores, y el dia de Viernes Santo ', dia en que Jesus, despo- jado de todo por amor nuestro, fue clava- do desnudo en una cruz; cuyo despojo y entera desnudez recuerdan en este dia los altares desnudos para simbolizar aquel sa- crificio supremo; y que por Jo mismo le es- cogié Isabel 4 su vez para despojarse de to- do y romper los ultimos lazos que Ja suje- taban 4 la tierra, 4 fin de lanzarse mas li- gera en pos del esposo de su alma por el camino de la pobreza y de Ja caridad. Asi pues, en este santo dia, en presencia de sus hijos , de sus amigas y de muchos religio- sos de san Francisco, Isabel, poniendo sus manos sobre la desnuda lapida del altar, hizo con juramento solemne renuncia de su propia volantad, de sus padres, hijos, alia- dos, y de todas las pompas y alegrias del mundo, Mientras Conrado celebraba Ja mi- sa, el hermano Burckhard, guardian de los Menores en la provincia de Hesse, que la miraba como hija y hermana espiritual, le corté el cabello, le vistié el humilde sayal ‘ Probablemente el afio 1230, 6 segun otros el 1229. — 120 — gris, y le ciiié el cordel , distintivo de Ja Orden franciscana; y este traje conservé la Santa con la afadidura de llevar los piés descalzos hasta su muerte '. Y desde este momento, como para dejar del todo borra- das las huellas de su pasada grandeza, Isa- hel hizo grabar en su sello la figura de un Franciscano descalzo en vez de Jas armas que habia usado hasta entonces, propias de su familia y la de su esposo. Su dama de honor Guta, fiel é inseparable compatera de Isabel desde la infancia, quiso abrazar el mismo género de vida que su amada seiio- ra, y vistié tambien al mismo tiempo que ella e! habito de Ja Tercera Orden , reno- vando solemnemente el voto de castidad formado algunos afios antes en vida del du- que Luis. Esta dulce comunidad de vida y de intencion procuraba siquiera un con- § Cod. Heidelberg, Afiade este historiador con- temporaneo, que el rey de Hungria Estéban , so- brino de santa Isabel, como se hallara visitandoun convento de Strigonia y viera en la iglesia un cua- dro que represeataba 4 la Santa con zapatos y sin cordel en la cintura, mandé al punto que ja pinta- ra fuese enmendada, borrando el calzado y afa- diendo ia cuerda. Mas adelante verémos la grande influencia que el ejemplo de [sabel tuyo para con muchos peincipes y princesas de su familia. — 121 ~ suelo 4 Isabel, la cual, 4 haber caido en la cuenta, quizds tambien se lo hubiera rehu- sado; pero que de todas maneras iba pron- to 4 verse privada de él]. Llegé el caso de hacer el sacrificio de apartar de la vista 4 sus hijos, cuyo natural y apasionado amor le causaba tanta pena. El primogénito Her- mann, heredero de los Estados de su pa- dre, que ya tenia unos seis 6 siete afios de edad, fue levado al castillo de Creuzburgo para vivir alli con buena guarda mientras llegaba el caso de tomar Jas riendas del go- bierno, que entre tanto empuiiaba su tio. Quizds fue sefialada tambien Ja misma re- sidencia 4 la hija mayor, Sofia, ya despe sada con el joven Duque de Brabante: la segunda volvié 4 la abadia de Kitzingen, donde debia tomar el velo y pasar el resto de sus dias; y Gertradis , la mas jéven de las tres, y que apenas contaba dos aiios de edad, nacida despues de la muerte del Du- que, fué enviada al convento de seligiosas Premonstratenses de Altenberg inmediato 4 Wetzlar. General extraiieza causd que Ile- varan esla princesita 4 un convento tan pobre como éste, y que acabaha de fundar- se; y no dejaron de advertirlo y aun re- prenderlo 4 Ja madre: mas ella contesto, — 122 — que asi lo tenia convenido ella y su mari- do al tiempo de despedirse para la cruzada, y cuando aun no habia nacido la nifia: «El «cielo es, decia, quien nos inspiré ta elec- «cion de ese monasterio; pues quiere que ami hija contribuya al progreso espiritual wy temporal de esa santa casa '.» Ya esta cumplido el sacrificio, y consu- mado el divorcio con la vida por uno de esos esfuerzos que van aun mas alld de las prescripciones del deber cristiano. Nada le ' Crénica manuscrila de Altenberg , propia del principe de Solms en Braunfels , citada por Justi. La profecia de Ja Santa se cumplié a Ja letra; poes Gertrudis , despues de haber sido en ja juventud espejo de tadas las virludes monasticas, fue elegi- da abadesa 4 la edad de veinte y un alos, y gober- né la comunidad por espacio de cincuenta con una prudencia y tino tal, que levanlé el manasterio 4 su mas alto grado de esplendor y prosperidad. Ma- Tid en 1297.—La abadia de Allenberg; siluada sobre Yaa allura que domina la orilla septentriona) del Lae 4 una legua de la anligua ciudad imperial de Wetzlar, secularizada en la época de Ja gran con- fiscacion de 1803, sirve hoy de residencia al prin- cipe de Solms-Braunfels. Sas vastas crajfas con una grande iglesia se cooservan jntaclas ; debea ser obra de flues del siglo XVIT, y las rodea un her- moso parque de soberbio arbolado. El sepulcro de Ja abadesa Gertrndis existe todavia en la iglesia y en muy buen estado. — 123 — queda ya que renunciar; todo murié para ella ene] mundo; y a los veinte y dos alos de su vida puede decir como el Apésto}. Vivo; mas ya no soy yo quien vive ; Jesucris- to es quien vive en mi. En este punto es donde el mundo y el principe de este mundo, que siempre la ha- bian. tomado por blanco de su odio, la es- peraban tambien para redoblar los ataques y ultrajes contra ella. Grandes y sabios de aquel tiempo, todos 4 una voz insultaron 4 la esposa de Cristo, y se hicieron lenguas para proclamar su locura; y no se equivo- caban en verdad, porque Isabet habia com- prendido y abrazado en toda su extension la locura de la cruz. Este lenguaje de la corte de Turingia ha- bra sido tambien e] de muchos lectores de la vida de la Santa para consigo mismos y muchas veces; los cuales, sin negar el gus- to que recibieran leyendo algunos porme- nores tan poéticos y deliciosos de los pri- meros aids de nuestra Heroina, al Iegar 4 esta crisis decisiva de su vida no habran podido menos de sentirse ofendidos y dis- gustados. ;Como! babran dicho; tan joven todavia; ligada con tantos deberes ; dueiia de una felicidad legitima y licita, ir 4 es- — 124 — coger tan singular y extraordinaria exis- tencia! jimponerse tan supériluas penali- dades! ;desentenderse del cuidado de sus hijos y de todas las obligaciones de Ja vi- da! y otros tales razonamientos tan [utiles como éstos, y de que tan larga provision suele tener la sabiduria mundana, capaz Unicamente de calumniar todo aquello que se sobrepone 4 su debilidad y egoismo. j Cristianos! no seran estos nuestros pen- samientos cuando veamos el triunfo de nuestra Heroina. No porque conozcamos la debilidad de nuestras fuerzas para imitarla y seguirla, hemos de incurrir en la cegue- dad de no admirarla: inclinémonos con tierno respeto ante esos secretos del amor divino, ante esa obediencia absolula a las solemnes palabras del Salvador: El que viene & Mi, y no aborrece d su padre, su ma- dre, su mujer, sus hijos, sus hermanos y her- -‘manas , y aun su propia alma, no puede ser mi discipulo. (Luc. xiv, 26}, A imitacion de Cristo, Isabel venci6 al mundo; que el mundo, pues, la insulte y desprecie , nada tiene de extraiio. En esta guerra, que al alma rescaltada con la san- gre de un Dios declara el mundo ya desde la cuna, Isabel ha comhatido noblemente, re- — 125 — cogicndo sin temor con su tierna mano el guante que el mundo le arroja; empeiian- do la lucha, no léjos de él y al abrigo de sus golpes , sino en medio de sus ataques, de sus asechanzas é innumerables lazos. Nifia todavia, tan jéven que aun era la edad excusa de muchas faltas, ya ha sabi- do confundir la falsa vergiienza, las preo- cupaciones y todas las farsas del mundo; ha protestado contra sus pretendidos dere- chos sobre ella, ha desobedecido sus leyes, desafiado sus caluninias, pisoteado sus des- precios. Siempre y en todas partes le ha vencido : en el brillo de Jas riquezas y pom- pas cortesanas, como en la amargura del hambre y la miseria; en las afecciones mas dulces y legitimas del corazon, como en sus pruebas mas duras y terribles ; en el abandono, la soledad, la muerte. Lazos conyugales, seno maternal, reputacion, es- te supremo bien de Ja vida, 4 nada de es- to perdoné en si misma, Si ahora se retira léjos de su enemigo, es porque ya termind el combate venciéndole. Niiia bajé al cam- po de batalla, y de él no se retira hasta de- jar aplastado é inmolado al enemigo. Aho- ra que hollé bajo sus piés la serpiente con- fundida, séale licito deponer las armas, y 9 Hist. Sta, Isapet.—Tom. IJ, — 126 — esperar el dia del eterno triunfo reclinada en el seno de los misteriosos goces de la pobreza y obediencia. CAPITULO XXIV. De la gran pobreza en que vivid la amada santa Isabel ; y como se redoblé su humil- dad, y tambien su misericordia para con los hombres. Manum suam misit ad fortia, et digiti eius apprehenderaont fusum. Manum suam aperuit inopl, ef pal- mas suas extendit ad pauperem. (Prov, xxxt, 19, 20}. Amen dico vobis , quamdtu fecis- {is uni ex his fratribus mets mini- mis, miht fecistis. - (Hatth, xxv, 40). Elegi ablectus esse. (Psalm, Lxxx111, 2). Sola ya con Dios Isabel !, quiso hacer tan real y completa, como le fuera posible, Ja pobreza voluntaria que habia abrazado, y que en sa modo de vivir todo estuviera en armonia con la casita de tablas y tierra + Paupercula Elisabeth sola Deo soli derelicta. ({ Theod.). — 127 — que eligiera para vivienda. Todas las ren- tas de aquellos bienes, cuya propiedad no- minal conservaba por expreso mandato de Conrado, las dedicé sin exceptuar cosa al- guna al socorro y alivio de los pobres; y no habiendo podido reducir 4 su confesor 4 que le permitiera mendigar el pan de puerta en puerta, quiso & lo menos ganar- lo con el trabajo de sus manos. Como no sabia otra labor que hilar, y aun esto ha- bia de ser lana, pues lino no podia, hacia que le-mandasen del monasterio de Alten- berg la lana en rama, que ella devolvia hi- lada 4 las monjas; y éstas le pagaban su trabajo en dinero, no siempre 4 la verdad con la equidad conveniente, mientras que Isabel por su parte cumplia con exactitud muy escrupulosa. Estando un dia hilando una porcion de lana 4 cuenta del dinero que las monjas le habian adelantado, y no pudiendo concluir la tarea por haberla Ila- mado Conrado para ir con él desde Mar~ bourg 4 Eisenach, devolvié al convento un poco de lana que le faltaba por hilar y un dinero de Colonia encima, temerosa de que le acusaran de haber ganado mas de lo jus- to por su trabajo; al cual por otra parte se entregaba con tal ardor, que aun cuando — 1298 — su debilidad y frecuentes achaques la obli- gaban a meterse en cama, ni aun alli cesa- ba de hilar. Sus compaieras le arrancaban de Jas manos la rueca 4 fin de que tuviera cuenta con Ja salud; mas entonces, para no estarse del todo ociosa, limpiaba y pre- paraba la Jana para la préxima vez. Del exiguo producto de estas Jabores siempre apartaba algo para la Iglesia; y con el res- to atendia 4su pobre alimento, grosero é insipido cuanto no cabe ponderar; pues cuando por acaso recibia de regalo algun hocado sabroso y delicado, se apresuraba a Jlevarlo 4 los pobres sin tocar en él ni una migaja. Sin embargo, tomando muy en cuenta los consejos de la prudencia so- bre este punto, cuidaba de. consultar con el médico los Jimites necesarios de la absti- nencia, para no exponerse 4 contraer, exa- gerandola, enfermedades que la imposibi- litaran para servir bien 4 Dios y Ja hicieran responsable de temeraria y grave indiscre- cion; ademas de que, sus padecimientos fisicos la aquejaban muy 4 menudo. Era su ordinario alimento legumbres comunes co- cidas con agua pura y sin sal, preparadas por ella misma de cualquier modo; y mien- tras estas faenas de su escaso menester la — 129 — ocupaban, no por eso cesaba de levantar el alma y aun los ojos del cuerpo hacia Dios, orando y meditando; sucediendo muchas veces el que, cuando se quedaba sola jun- to al fogon donde se cocia su modesta co- mida, 6 cuando se arrimaba 4 6] para ca- lentarse , de tal modo estaba absorta en la contemplacion, que las chispas saltaban 4 sus ropas, y éstas ardian sin que ella se apercibiera de ello, no obstante ser el hu- mo de la tela quemada tan denso que sofo- caba 4 las compaiieras cuando, al entrar alli, la encontraban en aquel estado. Corria parejas el vestido con el alimento en lo pobre y miserable ; pues consistia en una basquifia de paiio burdo sin tefiir, de la clase que usaban solamente los campe- sinos y los pobres, toda hecha jirones, en especial Jas mangas, y remendada con pe- dazos de distintos colores, cenida 4 la cin- tura con una cuerda muy gruesa: de la misma tela era el manto; y como le estu- viese algo corto, Je afiadié un pegadizo de una tela de color diferente. Para todos es- tos remiéndos de quemaduras y desgarro- nes allegaba cuantos trapos topaba por do- quiera y de cualquier color que fuesen; y los remiendos los hacia ella misma aunque — 130 — sabia muy poco-de coser ', Ningun empa- cho tenia en presentarse en la calle alavia- da tan ridiculamente ; y esto, al paso que confirmaba mas y mas en su opinion 4 las gentes que la tenian y trataban de loca, hacia que las almas piadosas vieran en ella una segunda santa Clara. Ni aun estas ves- tiduras tan groseras y miserables quedaban al abrigo de los arrebatos de la caridad, pues muchas veces las daba Isabel 4 los po- bres, quedandose ella apenas con lo nece- sario para cubrirse ; tanto que en los gran- des frios de invierno se veia obligada 4 pa- sar el dia junto al fuego 6 metida en cama entre dos colchones, aunque sin taparse con ellos; y entonces decia: «De esla pos- «tura estaré yo en el ataud.» Y este nuevo padecimiento se convertia para ella en una nueva alegria. En nada perjudicaban todas estas tribu- laciones 4 la amenidad de su caracter, ni 4 la afabilidad y bondad extrema con que ‘ Panniculos viles et abieclos cuiusque coloris et undecumque collectos... Propriis manibus, ut poterat, iacturam intendii laris coquinae restaura- bat, etc. (Theod.).— Confirmado con el lestimonio de fr. Gerardo, provincial de Franciscanos , que vid a la Santa muchas veces, y declaré sobre tcdvus es}us particulares. ( Wadding.). — 131 — siempre se habia distinguido. Ya desde la nifez habia preferido 4 toda otra compa- fia el trato y comunicacion con los pobres y los humildes; y abora en su piadoso re- liro, no solamente 4 las que habian queri- do ser sus compaiieras en el nuevo orden de vida, sino 4 tas mismas criadas que Con- rado le sefialara, trataba con dulce y tier- na cordialidad; no permitiendo 4 ninguna, por humilde que fuera su calidad, el darle tratamiento, ni Jlamarla de otra manera que por el simple nombre de pila, fsabel 4 secas, y tuleandola como 4 igual 6 inferior. Ponia gran diligencia en servir 4 sus com- pafieras y criadas en vez de dejarse servir por ellas; y aquella hija de reyes tenia es- pecial gusto en lavar y fregar la vajilla y utensilios de cocina, acudiendo 4 la traza de alejar 4 las criadas con pretexto de al- gun recado fuera de casa, para poder rele- varlas y hacer en vez deellas esta humildi- sima labor, servil a los ojos de los hombres, pero ennoblecida d los de Dios por el espiri- tu de humildad sublime con que era practi- cada. Al volver las criadas, camplido el en- cargo, hallaban sus humildes labores ya he- chas por mano dela noble Princesa, Ja cual ‘no conteata con esto y con ayudarlas a gui- — 4132 — sat, las hacia sentarse con ella 4 la mesa, y muchas veces tambien comer en su propio plato. Unade ellas, por nombre Irmengarda, testigo de todos estos pormenores ante los jueces eclesiasticosdel proceso de canoniza- cion, confundida de tantahumildad por par- te de una princesa, poco ha tan poderosa, le dijo cierto dia: «En verdad, sefiora, que callegais grandes méritos con lo que haceis «con todas nosotras; pero temed que nos «llenemos de orgullo obligandones vos 4 «comer y sentarnos.a yuestro lado.—j Oh! «pues de ese modo, repuso la Duquesa, «ahora mismo voy a sentarte en mi regazo.» Y¥ diciendo y haciendo, la tomé en sus bra- 208 y la colocd sobre sus rodillas. Su paciencia y caridad eran 4 toda prue- ba: nada era capaz de irritarla ni arran- carla una sefial de descontento. En sus fre- cuentes y largas platicas con las compafie- ras rebosaba una dulzura celestial y cor- dial alegria, que era de gran provecho es- piritual para las que Ja escuchaban; mas no podia sufrir que en su presencia hubie- ra propdsitos vanos y ligeros, ni coléricos é impacientes, pues al punto interrumpia el discurso, diciendo: « ¥ bien! gdénde es- «ta ahora el Sefior?» y 4 la que habia incur- — 133 — rido en Ja falta Ja reprendia con una auto- ridad dulce y graciosa. En medio de esta vida, tan dura y hu- mnjllante al parecer, pero tan gloriosa 4 los ojos de Dios y tan fecunda en goces inefa- bles para quien se habia entregado 4 él to- da entera, Isabel no.podia echar en olvido que, despues del cuidado de {a propia sal- vacion, el primero y unico negocio de la vida terrestre era el alivio y consuelo de sus hermanos afligidos y pobres. La que con todo habia roto y todo jo habia sacri- ficado por hallar con mas seguridad a Je- sus en el cielo, maj podia despreciar 4 sus miembros pacientes desparramados sobre Ja tierra: no contenta con haber abandona- do a los pobres el goce exclusivo desu pa- trimonio sin reservar para si ni aun lo mas preciso de la vida, lo cual obligé 4 Conra- do 4 poner un freno 4 tamaiia prodigatidad, queria ahora tambien, como en sus tiernos aiios, asociarse en todo a los males de los desdichados, curdndoles con sus propias manos las lagas del cuerpo asi como las del alma. Su primer pensamiento, no bien se instalé en Marbourg, fue el de estable- cer un hospital, consagrandolo 4 la memo- ria de san Francisco de Asis, segun se lo — 134 — insinuara el papa Gregorio 1X. Este Ponti- fice, que acababa de canonizar al hombre serafico, crey6 que con motivo de la tras- lacion del cuerpo del Santo, estaba en el caso de enviar 4 su régia é intrépida imi- tadora un presente mas precioso todavia que aquel pobre manto por ella recibide en otro tiempo con tales muestras de gra- titud y reconocimiento: esta vez consislia el regalo en algunas gotas de sangre de la que broté del costado de! Santo cuando la impresion de las divinas llagas. Isabel re- cibié el presente con el mismo espiritu que animaba 4 aquel que se lo dirigia, esto es, cual nueva prenda de su alianza y afecto hacia el hombre singular que no tuvo igual hasta entonces en imitar al Salvador del mundo; ycreyé que de ninguna manera mas adecuada podia honrar aquella reli- quia santa, que colocandola en el asilo de las miserias humanas, en cuyo obsequio y alivio iba ella & consagrarse para todo el resto de su vida. Acabado el hospital y co- Jocado en él e] mayor numero posible de pobres, era visitado diariamente por nues- tra Santa acompafiada de sus dos fieles ami- gas y hermanas de habito, Guta é Isentru- dis: alli pasaba Isabel largas horas cuidan- — 133 — do los enfermos, curandoles las llagas, ad- ministrandoles las medicinas, consolando- les sobre todo con afectuosas axhortacio- nes, adaptadas a la clase de mal de cada uno y 4 su particular estado espiritual. Rn estos ejercicios de misericordia, no tanto parecia obedecer al caritativo instinto de su alma y 4 la imperiosa inclinacion de ali- viar los males ajenos, cuanto emplearlos y servirse de ellos 4 modo de supremo ins- trumento para inmolar aquella carne, ya tantas veces por ella vencida, y transfer- marlos en mortificaciones y austeridades de un género nuevo y temible; siendo di- ficil conocer si en aquel corazon predomi- naba el amor del préjimo, 6 mas bien el odio 4 aquel cuerpo de pecado, tnica cosa que la separaba aun de su divino Salvador. Kra, pues, ademas de consoladora, criada de los pobres enfermos; no hallando en es- te servicio cosa que se le resistiera por du- ra, Vil y repugnante que fuese, porque cn cada uno de aquellos seres veia una imagen viva del Esposo celestial de su alma. Aque- llos enfermos que mayor disgusto, repug- nancia y asco causaban 4 los demas, eran al punto objeto de su solicitud y ternura; los que de sus régias y delicadas manos re-

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