Etnografía: Método y Reflexividad
Etnografía: Método y Reflexividad
ln Iclopedia Latinoamericana
dc Sociocultura y Comunicacin
LA ETNOGRAFA
MTODO, CAMPO y
REFLEXIVIDAD
Rosana Guber
Grupo Editorial Norma
http://www. norma.com
/lngo/, Buenos Aires, Barcelona, Caracas, Guatemala, Lima, Mxico,
"tllle/llla, Quito, San Jos, San Juan, San Salvador, Santiago, Santo Domingo
INTRODUCCIN
Acaso vale la pena escribir un volumen sobre tra-
bajo de campo etnogrfico en los albores del siglo XXI?
Por qu alentar una metodologa artesanal en la era
de la informtica, las encuestas de opinin y ellnter-
net slo para conocer de primera mano cmo viven y
piensan los distintos pueblos de la Tierra?
Las vueltas de la historia relativizan las perplejidades
de este mundo globalizado, pues el contexto de surgi-
miento de la "etnografa" se asemeja mucho al contexto
actual. La etnografa fue cobrando distintas acepciones
segn las tradiciones acadmicas, pero su sistematizacin
fue parte del proceso de compresin tmporo-espacial
de 1880-1910 CHarvey 1989; Kern 1983). La aparicin
del barco a vapor, el telfono, las primeras mquinas
voladoras y el telgrafo, fue el escenario de la profesiona-
Ilzacin del trabajo de campo etnogrfico y la observa-
'in participante.
l
Acadmicos de Europa, los Estados
1 Mucho antes de que se sistematizara en los medios acadmi-
('OS de occidente, el trmino etnografa era acuado por un asesor
ti la administracin imperial rusa, August Schlozer, profesor de la
Universidad de Gottinga, quien sugiri el neologismo "etnografia"
ro 1770 para designar a la "ciencia de los pueblos y las naciones".
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' 1
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ROSANA GUBER
Unidos de Norteamrica (en adelante EE.UU.) y Am-
rica Latina retomaron algunas lneas metodolgicas
dispersas en las humanidades y las ciencias naturales,
y se abocaron a re-descubrir, reportar y comprender
mundos descriptos hasta entonces desde los hbitos
del pensamiento europeo. Pero esta bsqueda implicaba
serias incomodidades; gente proveniente, en general, de
las clases medias-altas, elites profesionales y cientficas,
se lanzaban a lugares de difcil acceso o a vecindarios
pobres, sorteando barreras lingsticas, alimentarias y
morales, en parte por el afn de aventuras, en parte para
"rescatar" modos de vida en vas de extincin ante el
avance modernizador
2
Hoy la perplejidad que suscita la extrema diversi-
dad del gnero humano es la que mueve cada vez a
ms profesionales en las ciencias sociales al trabajo
de campo, no slo para explicar el resurgimiento de
los etno-nacionalismos y los movimientos sociales;
tambin para describir y explicar la globalizacin mis-
ma, y restituirle la agencia social que hoy nos parece
prescindible.
En este volumen quisiramos mostrar que la etnogra-
fa, en su triple acepcin de enfoque, mtodo y texto,
es un medio para lograrlo. Como enfoque la etnografa es
una concepcin y prctica de conocimiento que busca
comprender los fenmenos sociales desde la perspectiva
El conocimiento que el Zar necesitaba en su expansin oriental
del estado multinacional ruso, requera una metodologa distinta
a la "estadstica" o "Ciencia del Estado" (Vermeulen &: Alvarez Rol-
dn 1995).
2 Acerca de los riesgos del trabaj o de campo ver Howe1l1990.
12
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
d sus miembros (entendidos como "actores", "agentes"
(l "sujetos sociales"). La especificidad de este enfoque
l rresponde, segn vValter Runciman (983), al elemen-
10 distintivo de las Ciencias Sociales: la descripcin.
Estas ciencias observan tres niveles de comprensin: el
nivel primario o "reporte" es lo que se informa que ha
o ' unido (el "qu"); la "explicacin" o comprensin se-
'undaria alude a sus causas (el "por qu"); y la "des-
'ripcin" o comprensin terciaria se ocupa de lo que
O urri para sus agentes (el "cmo es" para ellos) . Un
Investigador social difcilmente entienda una accin
In comprender los trminos en que la caracterizan sus
protagonistas. En este sentido los agentes son informan-
I 's privilegiados pues slo ellos pueden dar cuenta de
lo que piensan, sienten, dicen y hacen con respecto a
los eventos que los involucran. Mientras la explicacin
y el reporte dependen de su ajuste a los hechos, la des-
ripcin depende de su ajuste a la perspectiva nativa
de los "miembros" de un grupo social. Una buena des-
cripcin es aquella que no los malinterpreta, es decir,
que no incurre en interpretaciones etnocntricas, sus-
tituyendo su punto de vista, valores y razones, por el
punto de vista, valores y razones del investigador. Vea-
mos un ejemplo.
La ocupacin de tierras es un fenmeno extendido
en Amrica Latina. Esas tierras suelen ser reas depri-
midas del medio urbano por su hacinamiento, falta de
servicios pblicos, inundabilidad y exposicin a derrum-
bes. En 1985 una psima combinacin de viento y lluvia
inund extensas zonas de la ciudad de Buenos Aires y
su entorno, el Gran Buenos Aires, sede de nutridas "vi-
llas miseria" ([avelas , poblaciones, barrios, callampas).
13
ROSAN A GUBER
Los noticieros de televisin iniciaron una encendida
prdica ante el inexplicable empecinamiento de los
"villeros" de permanecer en sus precarias viviendas
apostndose sobre los techos con todo cuanto hubie-
ran podido salvar de las aguas. Pese a la intervencin
de los poderes pblicos ellos seguan ah, exponindo-
se a morir ahogados o electrocutados. Escrib entonces
un artculo para un diario explicando que esa actitud
poda deberse a que los "tercos villeros" estaban defen-
diendo su derecho a un predio que slo les perteneca,
de hecho, por ocupacin. Por el carcter ilegal de las vi-
llas, sus residentes no cuentan con escrituras que acre-
diten su propiedad del terreno; irse, aun debido a una
catstrofe natural , poda significar la prdida de la po-
sesin ante la llegada de otro ocupante (Guber 1985).
Que la nota periodstica fuera premiada por la Confede-
racin de Villas de Emergencia de Buenos Aires me da-
ba algn indicio de que yo haba entendido o, mejor
dicho, descripto adecuadamente (en sus propios tr-
minos), la reaccin de estos pobladores.
Este sentido de "descripcin" corresponde a lo que
suele llamarse "interpretacin". Para Clifford Geertz, por
ejemplo, la "descripcin" (el "reporte" de Runciman)
presenta los comportamientos como acciones fsicas sin
un sentido, como cerrar un ojo manteniendo el otro
abierto. La "interpretacin" o "descripcin densa" reco-
noce los "marcos de interpretacin" dentro de los cuales
los actores clasifican el comportamiento y le atribuyen
sentido, como cuando a aquel movimiento ocular se lo
llama "guio" y se lo interpreta como gesto de complici-
dad, aproximacin sexual, sea en un juego de naipes,
etc. (1973). El investigador debe, pues, aprehender las
14
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
structuras conceptuales con que la gente acta y ha-
e inteligible su conducta y la de los dems.
En este tipo de descripcin/interpretacin, adoptar
un enfoque etnogrfico es elaborar una representacin
'oherente de lo que piensan y dicen los nativos, de
modo que esa "descripcin" no es ni el mundo de los
nativos, ni cmo es el mundo para ellos, sino una con-
'Iusin interpretativa que elabora el investigador Oa-
, bson 1991:4-7). Pero a diferencia de otros infor-
mes, esa conclusin proviene de la articulacin entre
I elaboracin terica del investigador y su contacto
I l'olongado con los nativos.
Etl. suma, las etnografas no slo reportan el objeto
mprico de investigacin -un pueblo, una cultura, una
ocedad- sino que constituyen la interpretacin/des-
l'lpcin sobre lo que el investigador vio y escuch.
lna etnografa presenta la interpretacin problemati-
Ida del autor acerca de algn aspecto de la "realidad
I la accin humana" Oacobson 1991:3; nuestra tra-
lu ' In [n.t.]).
escribir de este modo somete los conceptos que
I Iboran otras disciplinas sociales a la diversidad de la
p ' riencia humana, desafiando la pretendida univer-
IldAd de los grandes paradigmas sociolgicos. Por
II 1 s antroplogos suelen ser tildados de "parsitos"
1 11\5 dems disciplinas: siempre hay algn pueblo
1011<1 el complejo de Edipo no se cumple como dijo
I ud, o donde la maximizacin de ganancias no expli-
1 I onducta de la gente, como lo estableci la teora
1 n. Pero esta reaccin se funda en la puesta a prueba
1 \ generalizaciones etnocntricas de otras discipli-
la luz de casos investigados mediante el mtodo
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.. 1
I
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ROSANA GUBER
etnogrfico, garantizando as una universalidad ms
genuina de los conceptos sociolgicos. El etngrafo
supone, pues, que en el contraste de nuestros conceptos
con los conceptos nativos es posible formular una idea
de humanidad construida por las diferencias (Peirano
1995:15) .
Como un mtodo abierto de investigacin en terre-
no donde caben las encuestas, las tcnicas no directivas
-fundamentalmente, la observacin participante y las
entrevistas no dirigidas- y la residencia prolongada
con los sujetos de estudio, la etnografa es el conjunto
de actividades que se suele designar como "trabajo de
campo", y cuyo resultado se emplea como evidencia
para la descripcin. Los fundamentos y caractersticas
de esta flexibilidad o "apertura" radican, precisamente,
en que son los actores y no el investigador, los privilegia-
dos para expresar en palabras y en prcticas el sentido
de su vida, su cotidianeidad, sus hechos extraordinarios
y su devenir. Este status de privilegio replantea la cen-
tralidad del investigador como sujeto asertivo de un
conocimiento preexistente convirtindolo, ms bien,
en un sujeto cognoscente que deber recorrer el arduo
camino del des-conocimiento al re-conocimiento.
Este proceso tiene dos aspectos. En primer lugar, el
investigador parte de una ignorancia metodolgica y se
aproxima a la realidad que estudia para conocerla. Esto
es: el investigador construye su conocimiento a partir
de una supuesta y premeditada ignorancia. Cuanto ms
sepa que no sabe (o cuanto ms ponga en cuestin sus
certezas) ms dispuesto estar a aprender la realidad
en trminos que no sean los propios. En segundo lu-
gar, el investigador se propone interpretar/describir
16
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
una cultura para hacerla inteligible ante quienes no
pertenecen a ella. Este propsito suele equipararse a la
"traduccin" pero, como saben los traductores, los trmi-
nos de una lengua no siempre corresponden a los de
otra. Hay prcticas y nociones que no tienen correlato
en el sistema cultural al que pertenece el investigador.
Entonces no slo se trata de encontrar un vehculo no
etnocntrico de traduccin que sirva para dar cuenta
lo ms genuinamente posible de una prctica o nocin,
sino adems ser capaz de detectar y reconocer esa
prctica o nocin inesperada para el sistema de clasifi-
cacin del investigador. La flexibilidad del trabajo de
campo etnogrfico sirve, precisamente, para advertir
lo imprevisible, lo que para uno "no tiene sentido". La
ambigedad de sus propuestas metodolgicas sirve
para dar lugar al des-conocimiento preliminar del in-
vestigador acerca de cmo conocer a quienes, por prin-
cipio (metodolgico), no conoce. La historia de cmo
Ueg a plantearse esta "sabia ignorancia" ser el objeto
del primer captulo.
Dado que no existen instrumentos prefigurados para
la extraordinaria variabilidad de sistemas socioculturales,
ni siquiera bajo la aparente uniformidad de la globali-
zacin, el investigador social slo puede conocer otros
mundos a travs de su propia exposicin a ellos. Esta
exposicin tiene dos caras: los mecanismos o instrumen-
tos que imagina, crea, ensaya y recrea para entrar en
contacto con la poblacin en cuestin y trabajar con
ella, y los distintos sentidos socioculturales que exhibe
en su persona. Tal es la distincin, ms analtica que
real, entre las "tcnicas" (captulos 3 y 4) Y el "instru-
:nento" (captulo 5). Las tcnicas ms distintivas son la
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, I
ROSANA GUBER
entrevista no dirigida y la observacin participante; el
instrumento es el mismo investigador con sus atributos
socioculturalmente considerados -gnero, nacionali-
dad, raza, etc.- en una relacin social de campo.
Esta doble cara del trabajo de campo etnogrfico nos
advierte que las impresiones del campo no slo son re-
cibidas por el intelecto sino que impactan tambin en
la persona del antroplogo. Esto explica, por un lado, la
necesidad de los etngrafos de basar su discurso -oral,
escrito, terico y emprico- en una instancia emprica
especfica repleta de rupturas y tropiezos, gaffes y con-
tratiempos, lo que los antroplogos han bautizado "in-
cidentes reveladores". Por otro lado, explica que "en la
investigacin de campo se constate que la vida imita a la
teora, porque el investigador entrenado en los aspectos
ms extraos hasta los ms corrientes de la conducta
humana, encuentra en su experiencia un ejemplo vivo de
la literatura terica a partir de la cual se form" (Peirano
1995:22-3, n.t.).
Esta articulacin vivencial entre teora y referente
emprico puede interpretarse como un obstculo sub-
jetivo al conocimiento, o como su eminente facilitador.
En las ciencias sociales y con mayor fuerza en la antropo-
loga, no existe conocimiento que no est mediado por la
presencia del investigador. Pero que esta mediacin sea
efectiva, consciente y sistemticamente recuperada en
el proceso de conocimiento depende de la perspectiva
epistemolgica con que conciba sus prcticas; tal ser
el contenido del captulo 2.
El producto de este recorrido, la tercera acepcin del
trmino etnografa, es la descripcin textual del compor-
tamiento en una cultura particular, resultante del trabajo
18
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
de campo (Marcus & Cushman 1982; Van Maanen 1988).
En esta presentacin generalmente monogrfica y por es-
crito (ms recientemente, tambin visual) el antroplogo
Intenta representar, interpretar o traducir una cultura o
determinados aspectos de una cultura para lectores que
no estn familiarizados con ella (Van Maanen 1995: 14).
1.0 que se juega en el texto es la relacin entre teora y
ampo, mediada por los datos etnogrficos (Peirano
1995:48-49). As, lo que da trascendencia a la obra et-
l1 0grfica es
"la presencia de interlocucin terica que se ins-
pira en los datos etnogrficos. Sin el impacto
existencial y psquico de la investigacin de cam-
po, parece que el material etnogrfico, aunque
est presente, se hubiera vuelto fro, distante y
mudo. los datos se transformaron, con el paso
del tiempo, en meras ilustraciones, en algo muy
alejado de la experiencia totalizadora que, aunque
pueda ocurrir en otras circunstancias, simboliza
la investigacin de campo. En suma, los datos
perdieron presencia terica, y el dilogo entre
la teora del antroplogo y las teoras nativas,
dilogo que se da en el antroplogo, desapare-
ci.' EI investigador slo, sin interlocutores in-
teriorizados, volvi a ser occidental" (Peirano
1995:51-2, n.t.).
Qu buscamos entonces en la etnografa? Una di-
IIwnsin particular del recorrido disciplinario donde es
flo ible sustituir progresivamente determinados concep-
to" por otros ms adecuados, abarcativos y universales
19
11
I
1
I
l'
ROSAN A GUBER
(Peirano 1995:18). La etnografa como enfoque no pre-
tende reproducirse segn paradigmas establecidos, sino
vincular teora e investigacin favoreciendo nuevos des-
cubrimientos. Este libro muestra que esos descubrimien-
tos se producen de manera novedosa y fundacional en el
trabajo de campo y en el investigador.
Si acaso por un rato, vale la pena meter los pies en el
barro y dejar la comodidad de la oficina y las elucubra-
ciones del ensayo, es porque tanto los pueblos sometidos
a la globalizacin como sus apstoles operan en mar-
cos de significacin etnocntricos (Briones et.a1.l996).
Estos marcos no deben ser ignorados, aunque su omni-
presencia los torne menos visibles que a los postulados
Talibn y de la ETA. Para revelarlos la etnografa ofrece
medios inmejorables, porque desde su estatura humana
nos permiten conocer el mundo, aun bajo la prevalecien-
te pero engaosa imagen de que todos pertenecemos
al mismo.
Este volumen re-elabora temas y perspectivas que
aprend con mi primera maestra Esther Hermitte, y
que segu elaborando con mis colegas Mauricio Boivin,
Victoria Casabona, Mauricio Boivin, Ana Rosato y Ser-
gio Visacovsky, con mis profesores Katherine Verdery,
Gillian Feeley-Harnik y Michel-Rolph Trouillot, con
los miembros del Grupo-Taller de Trabajo de Campo
Etnogrfico del Instituto de Desarrollo Econmico y
Social- IDES Oos L. Ciotta, Christine Danklemaer, Patri-
cia Durand, Patricia Fasano, Carolina Feito, Iris Fihman,
Sabina Frederic, Alejandro Grimson, Andrea Mastrn-
gelo, Norma Micci, Elas Prudant, Brgida Renoldi,
Eugenia Ruiz Bry, Rolando Silla y Virginia Vecchioli).
20
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
A todos ellos y a Getulio Steinbach, Miguel Ballario,
Irene Ororbia, Santos jimnez, Delfn Martnez Tica,
Nelly Weschsler y Carlos Hernn Morel, del IDES, les
agradezco sus aportes, su confianza y su apoyo perma-
nente y desinteresado.
21
CAPTULO l.
UNA BREVE HISTORIA DEL TRABAJO
DE CAMPO ETNOGRFICO
La historia del trabajo de campo etnogrfico se asocia,
' n antropologa, al estudio de culturas exticas, y en
) iologa, a segmentos marginales de la propia sociedad.
AtlLl nos ocuparemos de la tradicin antropolgica
Iwilnica y norteamericana que, por su posicin acadmi-
('\ dominante, modelara la prctica etnogrfica en las
d ' ms ciencias sociales durante el siglo XX.
1. Los prolegmenos
Desde el siglo xv, con la expansin imperial europea
I \ Invencin de la imprenta, la novedad de distintas
h 11 lilas de vida humanas circulaba en libros que consu-
I I \Il las sociedades de sabios de las metrpolis europeas
1., ncleos de gente "culta" en las colonias y nuevas
Illnes. El proceso era paralelo al de la botnica y la
" logra que, desde el siglo XVIII se convirtieron en
dt I s de la ciencia social. Sin embargo, la reflexin
1, la diversidad de formas de vida humana no
11 I mara los sillones de la especulacin filosfica
I fines del siglo XIX.
IIlHl luerra, que reuni las tres cualidades de ser el
, stado nacional, cuna de la revolucin industrial,
23
ROSANA GUBER
y metrpoli del mayor imperio capitalista, fue tambin
el hogar de los "padres de la antropologa". Oriundos de
las leyes y las humanidades, estos etnlogos buscaban
inscribir la informacin dispersa sobre culturas lejanas
y salvajes en el hilo comn de la historia de la humani-
dad. Establecan leyes de la evolucin humana y de la
difusin de bienes culturales segn los dos paradigmas
dominantes en los estudios del hombre y, tambin, en
las ciencias naturales. El evolucionismo y el difusionismo
diferan en si las culturas humanas respondan a una
distinta velocidad en la evolucin (evolucionismo), o
al contacto entre los pueblos (di fu sionismo) , pero no
cuestionaban el supuesto de que dichas culturas repre-
sentaban el pasado de la humanidad.
Para fundamentar sus teoras ambos necesitaban
grandes cantidades de informacin y artefactos que
exponan en los museos, cuyas vitrinas presentaban art-
culos de distintos pueblos (Chapman 1985; Jacknis
1985; Stocking 1985). La lgica de estos agrupamien-
tos proceda del material trado por los viajeros, y de los
cuestionarios sobre modos de vida de los salvajes, que
administraban mediante instituciones particulares y
oficiales, imperiales o federales, los comerciantes, los
misioneros y los funcionarios. Los cuestionarios ms co-
nocidos fueron el Notes and Queries on Anthropology que
distribuy el Royal Anthropologicallnstitute desde 1874
hasta 1951 (RAl 1984), y la circular sobre trminos de
parentesco del norteamericano Lewis H. Margan (1862) 3
3 El impulso al trabajo de campo fue ms temprano en EE.UU.
cuyos intelectuales hadan sus investigaciones dentro del "propio te-
rritorio", correlativamente al avance y apropiacin del medio-oeste y el
24
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
Estos cuestionarios proveyeron una nutrida pero
heterognea informacin, pues quienes deban respon-
derlos no dominaban las lenguas nativas, ni estaban
oonsustanciados con el inters cientfico. Salvo notables
excepciones, la divisin entre el recolector y el ana-
li sta-experto era irremontable. Adems, la informacin
desmenta la especulacin de las teoras corrientes, mos-
Lrando la necesidad de emprender trabajos in situ (Kuper
1,973; Urry 1984).
En 1888 el zologo Alfred C. Haddon encabez la
primera expedicin antropolgica de Cambridge al Es-
trecho de Torres en Oceana, para obtener material sobre
'ostumbres de los aborgenes y especies fito-zoogrficas.
Los mtodos eran los de la ciencia experimental. Pero la
que trascendi a la historia del trabajo de campo fue la
'gunda expedicin que tambin dirigi Haddon, entre
111", la guerra con Mxico y la extensin del ferrocarril. Margan em-
prz sus investigaciones como abogado defensor de los indgenas
Irnqueses por las tierras que el gobierno federal y el ferrocarril les
hllhfan confiscado. La articulacin entre antropologa y estado en los
I P.UjJ . favoreci el trabajo de campo. Fue por inters del estado fe-
d m1 que se promovieron expediciones y viajes de especialistas, la
111 WlmzaCln de SOCiedades, museos y bibliotecas como el Smithsonian
( I H46) y el Bureau of Amelican Ethnology (1879) que financiaba la
1 I'll leccin y publicacin de artculos sobre esas expediciones. Las
tempranamente ctedras de Antropologa.
111 ,lan Bretana el trabajO de campo y la organizacin etnolgica del
IIl1p nal Bureau of Ethnology (1890) eran empresas semi-privadas.
I lll atenas Ul1lversltarias se establecieron en 1900 con el fin de
11\1 .. al" la divisin entre experto y recolector, y profesionalizar a la
. I1 I1'Opol0ga y la etnologa. A diferencia de los padres de la etnolo-
.1" que recorran el mundo desde sus mullidos sillones (por eso se-
1 1\ npodados armchair anthmpologists o "antroplogos de silln"),
In profesores provenan de las Ciencias Naturales (Urry 1984'
h1lklng 1983). '
25
ROSANA GUBER
1898 Y 1899. En el equipo figuraba W H. R. Rivers, psi-
clogo, quien sent las bases del "mtodo genealgico"
el cual permita "estudiar problemas abstractos por
medio de hechos concretos" . Este mtodo consista en
pautar el relevamiento de sistemas de parentesco, muy
distintos a los occidentales, a travs de la alianza y la
filiacin (Rivers 1975). Cuando en 1913 aplic el mis-
mo mtodo al estudio de los Toda de la India, Rivers
enunci lo que se convertira en el principio vertebral
del trabajo de campo:
"la necesidad de investigaciones intensivas en una
comunidad en la cual el trabajador vive por un
ao o ms en la comunidad de alrededor 400
500 (habitantes) y estudia cada detalle de su vi-
da y cultura" (Stocking 1983b:92, n.t.).
Desde entonces, Haddon comenz a bregar por que
en futuras misiones participaran observadores entrenados
y antroplogos experimentados. En 1904 afirm que un
nuevo enfoque sobre el trabajo de campo deba incluir
"estudios exhaustivos de grupos de personas,
rastreando todas las ramificaciones de sus genea-
logas en el mtodo comprensivo adoptado por el
Dr. Rivers para los isleos del Estrecho de Torres
y para los Toda" (Urry 1984:47, n.t.).
As, un perodo que comenz con la clara divisin
entre el experto y el recolector, culminaba con la reu-
nin de ambos como base del conocimiento in situ y
del prestigio disciplinar.
26
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
11. Los hroes culturales
El naturalista alemn Franz Boas y el polaco Bronis-
lav Malinowski son considerados los fundadores del mo-
derno trabajo de campo en Gran Bretaa y los EE.UU.
respectivamente (Bulmer 1982; Burgess 1982
a
; Urry
1984). Boas recorri la baha de Baffin en Canad en
1883 para relevar la vida de los lnuit o esquimales. En
mrito a ello fue contratado por el lingista Horatio
Hale, en un proyecto sobre antropologa fsica, lings-
tica y cultural en la costa occidental canadiense (Cale
1983). Pero Boas no demor en distanciarse de su di-
tector quien prefera los relevamientos ms extensos
con cuestionarios y encuestas. Boas sostena la necesi-
dad de realizar un trabajo intensivo y en profundidad
en unas pocas comunidades. Su objetivo era "producir
material etnogrfico que muestre cmo piensa, habla y
acta la gente, en sus propias palabras", recolectando
artefactos y registrando los textos en lengua nativa.
on estos materiales los etnlogos podran fundar un
<.:ampo objetivo de estudio; primero el material en bruto;
luego la teora (Ibid; Wax 1971) .
Boas sola permanecer temporadas ms bien breves
t' n 'los nativos y su trabajo de campo se apoyaba en
un informante clave, algn indgena lenguaraz que na-
Imba mitos, leyendas y creencias de su pueblo, prove-
)'cntloextensos cuerpos textuales desarticulados de la
vida cotidiana actual. Su discpulo Alfred Kroeber afir-
mnl a que "haba una falta de integracin en sus regis-
Irll " (Wax 1971 :32; n.t.) pues para Boas cada texto era
unn muestra definitiva de una forma de vida y de pen-
miento, una evidencia ltima e inmodificable. Pero
yue estas culturas se extinguiran tarde o temprano,
27
ROSANA GUBER
cada pieza textual se converta en una "futura reliquia del
pasado". Otra de sus alumnas, Margaret Mead, llamaba a
esta perspectiva "excavar en una cultura", pues la tarea
boasiana se pareca a la arqueologa; el informante ha-
blaba de su pasado y de las tradiciones de su pueblo,
que Boas escuchaba del traductor indgena a quien in-
tentaba entrenar en la transcripcin de la lengua nativa.
las quejas ms habituales de los primeros antroplogos
norteamericanos se correspondan con este enfoque:
frecuentes calambres en las manos por tomar notas, y
"perder tiempo" en encontrar un informante confiable
Obid.). El trabajo de campo era, entonces, un "mal ne-
cesario" en la grandiosa empresa de rescatar la cultura
indgena de su inminente desaparicin y olvido.
En Europa la historia de las antropologas metropoli-
tanas remonta el uso del trmino "etnografa" al estudio
de los "pueblos primitivos o salvajes", no en su dimen-
sin biolgica sino socio-cultural. En la escuela inglesa
instaurada en los 1910-20 por el antroplogo britnico
A. R. Radcliffe-Brown, hacer etnografa consista en rea-
lizar "trabajos descriptivos sobre pueblos analfabetos",
en contraposicin a la vieja escuela especulativa de
evolucionistas y difusionistas (Kuper 1973:16) . En el
marco de la "revolucin funcionalista" y de un "fuerte
renacimiento del empirismo britnico" (Ibid: 19), el in-
vestigador deba analizar la integracin sociocultural
de los grupos humanos.
La teora funcionalista sostena que las sociedad e
estn integradas en todas sus partes, y que las prcticas,
creencias y nociones de sus miembros guardan alguno
"funcin" para la totalidad. Esta postura haca obsole
tas la recoleccin de datos fuera del contexto de uso, y
28
La etnografa. Mtodo, campo y reOexividad
la descripcin de los pueblos como ejemplares del pasa-
do. La formulacin de vastas generalizaciones cedi a
"holismo" o visin totalizadora, que ya no sera universal
panhumanitaria, sino referida a una forma de vida
particular. El trabajo de campo fue, pues, el canal de esta
I ransformacin terica cuya expresin metodolgi-
ca, la etnografa y luego la exposicin monogrfica, la
breviviran largamente.
Los protagonistas de esta "misin civilizatoria" fueron
A. R. Radcliffe-Brown
4
, su hroe terico, y Bronislav
Mahnowski, su hroe etnogrfico. Oriundo de Polo-
lila, Malinowski haba estudiado fsica y qumica en
,l'Ocovia, pero durante el reposo por una enfermedad
IIl'cedi a la antropologa leyendo La rama dorada, un
vlllumen de mitologa primitiva escrito por uno de los
padres de la antropologa britnica, Georges Frazer.
ht ' entonces a Londres a estudiar antropologa en la
I olldon 5chool of Economics, donde aprendi los rudi-
II1l' ll.lOS de la disciplina y se contact con C. G. 5eligman,
Init'mbro de la segunda expedicin de Cambridge. En
11 I ralia y Melanesia comenz sus estudios de campo
nhr parentesco aborigen cuando lo sorprendi la
I'lIlllera Guerra Mundial. Debido a su nacionalidad,
... l os aportes de Radcliffe-Brown siguieron en la lnea marcada
I 11 Rl vers, su nfasis en las genealogas y en los sistemas de clasifi-
1 j 1\ del parentesco. Pero su modelo sigui siendo el "trabajo de
IUpll de la baranda", esto es, en la galelia de las viviendas colonia-
1'11 1910 fue a Australia a trabajar con los abotigenes. Despus de
I \"In partida policial interrumpi sus trabaj os, Radcliffe-Brown
1llllHl a la isla Bermer, para trabajar en un hospital con los abo-
lir Internados por enfermedades venreas. Los abOligenes-in-
1111 y prisioneros se transformaron en informantes a quienes se
I 1111(lIba sobre su sistema de matrimonio (Stocking 1983).
29
ROSANA GUBER
Malinowski era tcnicamente un enemigo del Reino Uni-
do. Para su resguardo, se sugiri su permanencia en
Oceana. Este virtual confinamiento se convirti en el
modelo de! trabajo de campo. Las estadas de Mali-
nowski en Melanesia datan de setiembre 1914 a marzo
1915, junio 1915 a mayo 1916, y octubre 1917 a octubre
1918, coincidiendo con la primera conflagracin (Ellen
et.aI.l988; Durham 1978).
El resultado de este prolongado trabajo fue una serie
de detalladas descripciones de la vida de los melanesios
habitantes de los archipilagos de Nueva Guinea Orien-
tal. La primera obra de esa serie, Los Argonautas del Pa-
cifico Occidental (1922), describe una extraa prctica
de difcil traduccin para e! mundo europeo: e! hula, o
intercambio de "valores" o vaiqu'a, brazaletes y collares
de caracoles, que los aborgenes de las Islas Trobriand
pasaban de unos a otros sin motivo aparente, slo para
intercambiarlos creando una cadena o anillo entre los
pobladores de una misma aldea, de aldeas vecinas, y de
islas prximas. Con Los Argonautas ... Malinowski no
slo dio cuenta de un modo de describir una prctica
extraa y, por ello, intraductible, adoptando en lo po-
sible la perspectiva de los nativos; tambin hizo evi-
dente la diferencia entre "describir" y "explicar", y los
pasos necesarios para que una descripcin no fuera in-
vadida por la teora y el mundo cultural del investigador
(Malinowski 1975; Durham 1978).
La introduccin de este primer volumen se conside-
ra an como la piedra fundacional del mtodo etnogr-
fico. Malinowski constataba all que el etngrafo debe
tener propsitos cientficos y conocer la etnografa
moderna, vivir entre la gente que estudia, lejos de los
30
la etnografia. Mtodo, campo y reflexividad
funcionarios coloniales y los blancos, y aplicar una serie
de mtodos de recoleccin de datos, para manipular y
fijar la evidencia. Malinowski identificaba tres tipos de
material que homologaba a partes del organismo huma-
no, y que deban obtenerse mediante tres mtodos:
a) Para reconstruir el "esqueleto" de la sociedad -su
normativa y aspectos de su estructura formal- se recurra
al mtodo de documentacin estadstica por evidencia
concreta (interrogando sobre genealogas, registrando
detalles de la tecnologa, haciendo un censo de la aldea,
dibujando el patrn de asentamiento, etc.).
b) Para recoger los "imponderables de la vida cotidia-
na y el comportamiento tpico", el investigador deba es-
tar cerca de la gente, observar y registrar al detalle las
rutinas, los "imponderables" eran "la sangre y la carne" de
la cultura.
c) Para comprender el "punto de vista del nativo", sus
formas de pensar y de sentir, era necesario aprender la
lengua y elaborar un corpus inscriptiollum o documen-
tos de la mentalidad nativa. A diferencia de Boas, este
corpus era el ltimo paso pues la mentalidad indgena
no poda entenderse sin comprender su vida cotidiana
y su estructura social , y menos an sin conocer acaba-
damente la lengua nativa (Malinowski 1922/1986).
As, la tarea del antroplogo, a quien se empezaba a
denominar "etngrafo", era una labor de composicin
qule iba desde los "datos secos" a la recreacin o evoca-
cin de la vida indgena.
La intervencin de Malinowski tuvo varios efectos.
Destac el estudio de la lengua como una de las claves
para penetrar en la mentalidad indgena (Firth 1974b)
y consider la presencia directa del investigador en el
31
ROSANA GUBER
campo como la nica fuente confiable de datos, pues
slo "estando all" poda el etngrafo vincularse con ese
pueblo, como un cientfico aborda el mundo natural; la
aldea era su laboratorio (Kaberry 1974). Adems, slo
el trabajo de campo sin mediaciones poda garantizar
la distincin entre la cultura real y la cultura ideal, entre
lo que la gente hace y lo que la gente dice que hace, y por
consiguiente, entre el campo de las prcticas y el de los
valores y las normas. Las vas de acceso a cada uno se-
ran distintas: la presencia y la observacin, en un caso,
y la palabra, en el otro. El lugar de la vida diaria, al que
daban entrada los imponderables, era un punto cardi-
nal que lo diferenciaba de Boas y de Radcliffe-Brown,
pues el decurso de la cotidianeidad permita vincular
aspectos que solan aparecer escindidos en los informes
de los expertos. Creencias, tecnologa, organizacin social
y magia eran partes de una totalidad cultural donde
cada aspecto se vinculaba con los dems de manera es-
pecfica (Durham 1978; Urry 1984).5
Malinowski fue el primero en bajar de la baranda del
funcionario, y salir del gabinete acadmico o adminis-
trativo, para aprender la racionalidad indgena desde
la vida diaria. Acampaba en medio de los paravientos
y las chozas, recreando una actitud de conocimiento
5 Tericamente, Malinowski nunca dej de ser funcionalista, pero
su antropologla era una antropologla de "salvataje" como toda la que
se realizaba en Melanesia y el Pacfico. Slo al final de su carrera dej
de adherir a este modelo de la antropologla cuando, de la mano de sus
alumnos, penetr en la realidad africana. El cambio de rea de in-
ters antropolgico de Oceana a frica es paralelo al acceso de los
antroplogos a las sociedades complejas en proceso de cambio
(Stocking 1983, 1984).
32
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
donde el naturalista era tan importante como el humanis-
ta que radicaba el aprendizaje de otras formas de vida
n la propia experiencia (Urry 1984; Stocking 1983b).
Con el tiempo, esta premisa se revertira en el cuestio-
namiento y auto-anlisis del propio investigador.
Otro gran aporte fue mostrar la integracin de los
datos en el trabajo final, la etnografa, que para l poda
'oncentrarse en un slo aspecto que, como el Kula,
pareca como nodal para describir su cultura. En este
'ntido, Malinowski propona un conocimiento hols-
1I o (global, totalizador) de la cultura de un pueblo,
p ro desde un apecto o conjunto de prcticas, normas
y valores -un hecho social total, en palabras de Marcel
Mauss- significativos para los aborgenes. Puede de-
Irse que Malinowski fue el primero que confront las
I oras sociolgicas, antropolgicas, econmicas y lin-
de la poca con las ideas que los trobriandeses
I nlan con respecto a lo que hacan. Pero este procedi-
miento no entraaba una traduccin conceptual de
I rmino a trmino, sino tambin "residuos no explica-
lo " por el sistema conceptual y clasificatorio occidental.
H descubrimiento de "residuos" como el Kula resultaba
I la confrontacin entre teora y sentido comn euro-
p s, y la observacin de los nativos. El principal
porte de Malinowski fue, entonces, no tanto la validez
u teora funcional de la cultura (1944), sino la per-
11 \llnencia de la teora de la reciprocidad que no pene-
n d ntegramente a Malinowski sino a su encuentro
111 los nativos (Peirano 1995).
Este enfoque de una metodologa abierta ocup ms
prctica que la reflexin de los sucesores. La mayora
los postgrados de los departamentos centrales de
33
ROSANA GUBER
antropologa social carecen de asignaturas sobre meto-
dologa y trabajo de campo. El mismo Malinowski se
limitaba a hojear sus propias notas y a pensar en voz
alta algunas elaboraciones (Powdermaker 1966; ver
E vans-Pritchard 1957; Bowen 1964).
En suma, y al finalizar el perodo malinowskiano en
los aos treinta, el trabajo de campo ya se haba consoli-
dado como una actividad eminentemente individual
realizada en una sola cultura, un rito de paso a la pro-
fesin que corresponda a la etapa doctoral. La estada
prolongada y la interaccin directa cara-aocara con los
miembros de una "cultura", se transform en la expe-
riencia ms totalizadora y distintiva de los antroplo-
gos, el lugar de la produccin de su saber, y el medio
de legitimarlo. Su propsito era suministrar una visin
contextualizada de los datos culturales en la vida social
tal como era vivida por los nativos.
III. La etnografa antropolgica y sociolgica
en los EE. UU.
Desde los tiempos de Boas la recoleccin de datos
se haca sin intermediarios, de modo que la premisa
malinowskiana no se vivi como una gran novedad en
los EE.UU. Esta orientacin obedeca, adems, a la na-
turaleza pragmtica de la vida norteamericana en el
siglo XIX, y a que la antropologa era considerada
como una ciencia y no como un apndice de la tra-
dicin literaria (para lo cual estaba el Folklore). Per
como el dinero disponible era an escaso y los inves-
tigadores daban clase en las universidades, su asis-
tencia al campo cubra perodos ms largos pero d
visitas ms cortas coincidentes con el receso estival,
34
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
Las se concentraban en temas acota-
dos y el enfasls segua siendo textual.
Margaret Mead hizo su trabajo de campo fuera de!
terntono continental norteamericano, en Samoa, Po-
Imesla. Crltlcaba a sus colegas norteamericanos por
slo textos de boca de algunos informantes
o "clave", en vez de registrar e! flujo de la
dIana (Wax 1971). En su obra ms difundida Co-
of Age in Samoa (1928), sobre la se
baso efectivamente en el trabajo de cam' .
po mtenSlvO y
ara-aocara al estilo malinowskiano.
Pero en los EE. Uu. el trabajo de campo etnogrfico
s fuertemente en el departamento de socio-
logia la Universidad de Chicago, por iniciativa del
" 'tlOdlsta Robert E. Park y el socilogo V" 1 Th
J9
v
.. amas
C'/1 30. Park entenda que para estudiar una gran
d(ld como ChlCago se deba emplear la misma metodo-
1, 19la de los antroplogos con los indios norteamericanos
yu que, segn l, las ciudades eran una suma de fronte-
'1 entre grupos humanos diversos (Platt 1994' Forni
t.nt.l992). 6 ,
. :studios de las ciudades se centraron en grupos
'" n la marginalidad econmica, poltica,
IIIt y JundICa: los "sin techo" l b d 11'
I . , as an as ca eJeras
11 ti lmcuentes, las bailarinas y las prostitutas, los
un/es, los delincuentes y los drogadictos, adems de
, 1\ La influencia blitnica se hizo sentir con la visita de Radcliffe-
17
' 1
.11 Y de Mahnowski durante la Segunda GuelTa adems
nrClcam 10 de alumnos norteamericanos como Pow
'''''lker dOctorada en Londres con Malinowski o LI d W . -
1111 ti Yal1ke
d
c City, cuyo trabajo de campo con ; borg%es
It Stuvo tngldo por Radcliffe-Brown.
35
ROSANA GUBER
las minoras tnicas e inmigratorias (Whyte 1943/1993).
A las habituales tcnicas de campo etnogrficas, los so-
cilogos y antroplogos incorporaron tcnicas de otras
disciplinas como los tests proyectivos, las encuestas, la
evidencia etnohistrica y los clculos demogrficos
(Bulmer 1982).
La otra gran rea fueron los estudios de comunidad
y campesinado de las escuelas antropolgicas de Chica-
go y Harvard. En Chiapas, Mxico, Roben Redfield y
Egon Vogt desplegaron su batera etnogrfica en pobla-
dos de pequea escala durante largos perodos (Foster
1979). El seguimiento de los migrantes rural-urbanos
deriv en el estudio de la pobreza urbana, campo en el
cual se destac Oscar Lewis con sus historias de vida
de familias pobres mexicanas en el distrito federal de
Mxico, y de puertorriqueos en San Juan de Puerto
Rico y en New York (1959, 1961, 1965).
Los estudiosos de comunidad y de sociologa urba-
na debieron convertir mtodos nacidos del estudio de
poblaciones pequeas para aplicarlos a sociedades estra-
tificadas de millones de habitantes. Este desplazamiento
se masific en los aos 1960-1970, con importantes
consecuencias tericas y epistemolgicas.
IV. El exotismo de la natividad
Antes de 1960 el trabajo de campo estaba centrado
en la tensin de proximidad-distancia entre el etn-
grafo y los nativos. Pero esta tensin comenz a refor-
mularse con los movimientos de liberacin y la cada
del colonialismo (Asad 1979; Huizer & Manheim 1979;
D. Nash &Weintrob 1972;]. Nash 1975). Este replanteo
estuvo acompaado por un debate sobre las ventajas y
36
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
limitaciones de hacer etnografa en la propia sociedad, la
tica profesional y la edicin de autobiografas de campo.
La publicacin de A Diary in the Strict Sense of the Term
de Malinowski en 1967 desat una polmica acerca de
la trastienda etnogrfica (Firth 1967; M.Wax 1972). El
diario relativizaba la posicin ideal del etngrafo, su res-
peto asptico por otras culturas, el aislamiento efectivo
con otros blancos y el espritu puramente cientfico que
guiaba los pensamientos del investigador.
Re-emplazado en un sitio de hroe cultural, pero
esta vez como genio de la auto-reflexin, el diario de
Malinowski moviliz la publicacin de otras biografas
que, incluyendo o no diarios y notas, se volcaron a des-
mitificar el trabajo de campo de investigadores asexua-
dos, invisibles y omnipresentes (Berreman 1962 (1975);
Devereux 1967; Golde 1970; Powdermaker 1966; Wax
1971). Se reconoca al etngrafo como un ser sociocul-
ILlral con un saber histricamente situado. El primer
objetivo de esta desmitificacin fue la "natividad" del
tlngrafo.
Hasta los aos sesenta iba de suyo que el conoci-
miento del Otro como conocimiento no etnocntrico de
111 sociedad humana, deba hacerse desde la soledad de
t' ntidos familiares, una tabla rasa valorativa y una (ca-
D completa resocializacin para acceder al punto de
vLta del nativo (Guber 1995). Pero con la encrucijada
hi strica de las revoluciones nacionales "hacer antropolo-
In" en la propia sociedad se volvi una posibilidad, a
'es una obligacin o un mandamiento. Los nuevos go-
lit /'nos africanos y asiticos contaban con sus propios in-
I I tuales, muchos de ellos entrenados en las academias
I1trales; adems, los antroplogos metropolitanos no
37
ROSANA GUBER
eran ya bienvenidos en las ex-colonias por su mcula
imperialista (Messerschmidt 1981 :9-10;].Nash 1975).
Lo que hasta entonces haba sido una situacin de hecho
(irse lejos, al ambiente natural del salvaje), se convirti en
objeto premeditado de reflexin terico-epistemolgica
Oackson 1987). Quienes abogaban por una antropologa
en contextos exticos, en su mayora provenientes de
la academia occidental, argumentaban que el contraste
cultural promueve la curiosidad y la percepcin, garan-
tiza un conocimiento cientfico desinteresado, neutral
y desprejuiciado, Y que el desinters en competir por
recursos locales resulta en la equidistancia del investi-
gador extranjero respecto de los distintos sectores que
componen la comunidad estudiada (Beattie en Aguilar
1981: 16-17).
Quienes auspiciaban la investigacin en la propia
sociedad afirmaban que una cosa es conocer una cultura,
y otra haberla vivido (Uchendu en Aguilar 1981:20);
que el shock cultural es un obstculo innecesario, y
adems una metfora inadecuada que reemplaza con
una desorientacin artificial y pasajera lo que debiera ser
un estado de desorientacin crnica y metdica (D. Nash
en Aguilar 1981: 17). Estudiar la propia sociedad tiene
pues varias ventajas: el antroplogo nativo no deb
atravesar los a veces complicados vericuetos para acce
der a la comunidad; no debe demorar su focalizacin
temtica; no necesita aprender la lengua nativa que un
extrao conocer, de todos modos, imperfectamenL
(Nukunya en Aguilar 1981:19); su pertenencia al grup
no introduce alteraciones significativas, lo cual con-
tribuye a generar una interaccin ms natural y may
res oportunidades para la observacin participante;
38
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
antroplogo nativo rara vez cae presa de los estereotipos
que pesan sobre la poblacin, pues est en mejores
condiciones para penetrar la vida real, en vez de obnu-
bilarse con las idealizaciones que los sujetos suelen
presentar de s (Aguilar 1981:16-21).
A pesar de su oposicin, ambas posturas coinci-
ufan en que la capacidad de los antroplogos extranje-
r s y de los nativos para reconocer lgicas y categoras
I cales, consista en asegurar el acceso no mediado
nI mundo social , sea por el mantenimiento de la dis-
Inncia, como pretenden los "externalistas", sea por la
Ill sin con la realidad en estudio, como aspiran los
"nativistas". El empirismo ingenuo que subyace a las
d'irmaciones de quienes abogan por una antropolo-
)\ (n nativa con tal de lograr una menor distorsin de
lo bservado y una mayor invisibilidad del investigador
11 el campo, es prcticamente idntico al de quienes
osri.enen que slo una mirada externa puede captar
111 real de manera no sesgada y cientficamente des in-
h' I" sada.
i bien, como ahora veremos, estas ilusiones fueron
!lI ' Lo de crtica CStrathern 1987), el debate puso en
III tin el lugar de la "persona" del investigador en el
I r 1 eso de conocimiento (captulo 5). Como principal
111 ll'umento de investigacin y trmino implcito de
IIIt1paracin intercultural, e! etngrafo es, adems de un
IIIl ncadmico, miembro de una sociedad y portador
l'I I'to sentido comn.
I' n suma, esta historia muestra que si bien e! trabajo
I1l11pO se mantuvo fie! a sus premisas iniciales, los et-
lile s fueron reconceptualizando su prctica, dndo-
1111 ' vos valores a la relacin de campo. En trminos
39
ROSANA GUBER
del antroplogo brasileo Roberto da Malta, la de
familiarizarse con lo extico se revirti en exollzar lo
familiar. En este proceso el principal beneficiario fue el
mismo investigador.
40
CAPTULO 2.
EL TRABAJO DE CAMPO: UN MARCO
REFLEXIVO PARA LA INTERPRETACIN
DE LAS TCNICAS
Tal como quedaba definido, el mtodo etnogrfico
le campo comprenda, como "instancia emprica", un
mbito de donde se obtiene informacin y los procedi-
mientos para obtenerla. Desde perspectivas objetivistas,
I relacin entre mbito y procedimientos quedaba po-
I, ionada por circunscribir al investigador a la labor
Individual en una sola unidad societal. Cmo garantiza
I "objetividad" de los datos la soledad e inmersin del
ludioso? Si, como sugiere la breve historia presentada,
Investigacin no se hace "sobre" la poblacin sino
I nn" y "a partir de" ella, esta intimidad deriva, nece-
riamente, en una relacin idiosincrtica. Acaso el
( nocimiento de ella derivado tambin lo es?
1. Positivismo y naturalismo
Los dos paradigmas dominantes de la investigacin
asociados al trabajo de campo etnogrfico, que
entaremos groseramente aqu, son el "positivismo"
I "naturalismo". Segn el positivismo la ciencia es una,
'cde segn la lgica del experimento, y su patrn
In medicin o cuantificacin de variables para iden-
I '[Ir relaciones; el investigador busca establecer leyes
41
ROSANA GUBER
universales para "explicar" hechos particulares; el obser-
vador ensaya una aproximacin neutral a su objeto d
estudio, de modo que la teora resultante se someta a
la verificacin posterior de otros investigadores; esto
es: la teora debe ser confirmada o falseada. La ciencia
procede comparando lo que dice la teora con lo que
sucede en el terreno emprico; el cientfico recolecta
datos a travs de mtodos que garantizan su neutrali-
dad valorativa, pues de lo contrario su material sera
poco confiable e inverificable. Para que estos mtodos
puedan ser replicados por otros investigadores deben
ser estandarizados, como la encuesta y la entrevista con
cdula o dirigida.
Habida cuenta de esta simple exposicin, es fcil
detectar sus flaquezas, pues esta perspectiva no con-
ceptualiza el acceso del investigador a los sentidos que
los sujetos le asignan a sus prcticas, ni las formas nativas
de obtencin de informacin, de modo que la incidencia
del investigador en el proceso de recoleccin de datos
lejos de eliminarse, se oculta y silencia (Holy 1984) .
El naturalismo se ha pretendido como una alternati-
va epistemolgica; la ciencia social accede a una realidad
preinterpretada por los sujetos. En vez de extremar la
objetividad externa con respecto al campo, los naturalis-
tas proponen la fusin del investigador con los sujetos de
estudio, transformndolo en uno ms que aprehende la
lgica de la vida social como 10 hacen sus miembros.
El sentido de este aprendizaje es, como el objetivo de
la ciencia, generalizar al interior del caso, pues cada
modo de vida es irreductible a los dems. Por consi-
guiente, el investigador no se propone explicar una
cultura sino interpretarla o comprenderla. Las tcnicas
42
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
idneas son las menos intrusivas en la cotidianeidad
ludiada: la observacin participante y la entrevista en
I tllfundidad o no dirigida.
Las limitaciones del naturalismo corresponden en
rl a las del positivismo, porque aqul sigue descono-
I nd.o las mediaciones de la teora y el sentido comn
Illocntrico que operan en el investigador. Pero adems,
I naturalistas confunden "inteligibilidad" con "validez"
"verdad", aunque no todo 10 inteligible es verdadero.
I relativismo y la reproduccin de la lgica nativa pa-
"explicar" procesos sociales son, pues, principios
I mblemticos del enfoque naturalista (Hammersley &:
Ikinson 1983).
Igual que las posiciones sobre la antropologa nati-
v'. positivistas y naturalistas niegan al investigador y a
Ins suj etos de estudio como dos partes distintas de
1I1l(,\ relacin. Empeados en borrar los efectos del in-
V tigador en los datos, para unos la solucin es la es-
I ndarizacin de los procedimientos y para otros la
periencia directa del mundo social (Hammersley &:
tkinson 1983:13).
Este debate ha cobrado actualidad en los debates
obre la articulacin entre realidad social y su represen-
I , ' In textual. Como seala Graham Watson, la "teora
ti la correspondencia" sostiene que nuestros relatos o
ti 'scripciones de la realidad reproducen y equivalen a
a realidad. El problema surge entonces cuando los
gas del investigador restan validez o credibilidad a
llS relatos. Segn la "teora interpretativa", en cambio,
los relatos no son espejos pasivos de un mundo exterior,
l ino interpretaciones activamente construidas sobre l.
r ro igual que en la teora de la correspondencia, la
43
ROSANA GUBER
ontologa sigue siendo realista, pues sugiere que exist '
un mundo real; slo que ahora ese mismo mundo real
admite varias interpretaciones (Watson 1987).
Las "teoras constitutivas", en cambio, sostienen que
nuestros relatos o descripciones constituyen la realidad
que estas descripciones refieren. Quienes participan d
esta perspectiva suelen hacer distintos usos del concep-
to "reflexividad", trmino introducido al mundo acad-
mico por la etnometodologa que, en los aos 1950-60
comenz a ocuparse de cmo y por qu los miembros
de una sociedad logran reproducirla en el da a da.
n. El descubrimiento etnometodolgico
de la reflexividad
Para Harold Garfinkel, el fundador de la etnometo-
dologa, el mundo social no se reproduce por las normas
internalizadas como sugera Taleott Parsons, sino en
situaciones de interaccin donde los actores lejos de
ser meros reproductores de leyes preestablecidas que
operan en todo tiempo y lugar, son activos ejecutores
y productores de la sociedad a la que pertenecen. Nor-
mas, reglas y estructuras no vienen de un mundo signi-
ficante exterior a, e independiente de las interacciones
sociales, sino de las interacciones mismas. Los actores no
siguen las reglas, las actualizan, y al hacerlo interpretan
la realidad social y crean los contextos en los cuales los
hechos cobran sentido (GarfinkeI1967; Coulon 1988).
Para los etnometodlogos el vehculo por excelencia
de reproduccin de la sociedad es el lenguaje. Al comu-
nicarse entre s la gente informa sobre el contexto, y lo
define al momento de reportarlo; esto es, lejos de ser un
mero teln de fondo o un marco de referencia sobre lo
44
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
ocurre "ah afuera", el lenguaje "hace" la situaci'n
Interaccin y define el marco que le da senticjo.
de esta perspectiva, entonces, describir una
11 , un hecho, etc., es producir el orden social ctue
liS procedimientos ayudan a describir (Wolf 1987; C:::::h.
rl;gs 1986).
n efecto, la funcin performativa del lenguaje l"es-
mde a dos de sus propiedades: la indexicalidad y la
ti xividad. La indexicalidad refiere a la capacidad co-
municativa de un grupo de personas en virtud de
uponer la existencia de significados comunes, su
ber socialmente compartido, del origen de los sigl:tifi-
IIdos y su complexin en la comunicacin. La
11 in est repleta de expresiones indexicales como
"n '" , "le", etc., que la lingstica denomina
Indicadores de persona, tiempo y lugar inherentes a
Ituacin de interaccin (Coulon 1988). El sentid() de
dichas expresiones es inseparable del contexto que
producen los interlocutores. Por eso las palabras son
Insuficientes y su significado no es transituacional. Pero
\n propiedad indexical de los relatos no los transf()rma
n falsos sino en especificaciones incorregibles <::le la
r 'lacin entre las experiencias de una comunidad de
hablantes y lo que se considera como un mundo idn-
tico en la cotidianeidad (Wolf 1987; Hymes 1972.).
La otra propiedad del lenguaje es la reflexiVidad.
Las descripciones y afirmaciones sobre la realida.d no
slo informan sobre ella, la constituyen. Esto sigtlifica
que el cdigo no es informativo ni externo a la sitUacin
sino que es eminentemente prctico y constitutivo. El
conocimiento de sentido comn no slo pinta d. una
sociedad real para sus miembros, a la vez que <:lpera
45
'1
ROSANA GUBER
como una profeca autocumplida; las caractersticas de
la sociedad real son producidas por la conformidad
motivada de las personas que la han descripto. Es cier-
to que los miembros no son conscientes del carcter
reflexivo de sus acciones pero en la medida que actan
y hablan producen su mundo y la racionalidad de lo
que hacen. Describir una situacin es, pues, construir-
la y definirla. El caso tpico es el de dos rectngulos
concntricos: representan una superficie cncava o
convexa? La figura se ver como una u otra al pronun-
ciarse la palabra caracterizadora (Wolf 1987). Las tipi-
ficaciones sociales operan del mismo modo; decirle a
alguien "judo", "villero" o "boliviano" es constituirlo
instantneamente con atributos que lo ubican en una
posicin estigmatizada. Y esto es, por supuesto, inde-
pendiente de que la persona en cuestin sea indgena
o mestizo, judo o ruso blanco, peruano o jujeo.
La reflexividad seala la ntima relacin entre la com-
prensin y la expresin de dicha comprensin. El relato
es el soporte y vehculo de esta intimidad. Por eso, la re-
flexividad supone que las actividades realizadas para pro-
ducir y manejar las situaciones de la vida cotidiana son
idnticas a los procedimientos empleados para describir
esas situaciones (Coulon 1988). As, segn los etnometo-
dlogos, un enunciado transmite cierta informacin,
creando adems el contexto en el cual esa informacin
puede aparecer y tener sentido. De este modo, los sujetos
producen la racionalidad de sus acciones y transforman a
la vida social en una realidad coherente y comprensible.
Estas afirmaciones sobre la vida cotidiana valen para
el conocimiento social. Garfinkel basaba la "etno-me-
todologa" en que las actividades por las cuales lo
46
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
miembros producen y manejan las situaciones de las
Actividades organizadas de la vida cotidiana son idn-
licas a los mtodos que emplean para describirlas.
Los mtodos de los investigadores para conocer el
mundo social son, pues, bsicamente los mismos que
usan los actores para conocer, describir y actuar en
u propio mundo (Cicourel 1973, Garfinkel 1967,
Heritage 1991: 15). La particularidad del conocimiento
cientfico no reside en sus mtodos sino en el control
de la reflexividad y su articulacin con la teora social.
El problema de los positivistas y los naturalistas es que
Intentan sustraer del lenguaje y la comunicacin cientfi-
cos las cualidades indexicales y reflexivas del lenguaje
y la comunicacin. Como la reflexividad es una pro-
piedad de toda descripcin de la realidad, tampoco es
privativa de los investigadores, de algunas lneas tericas,
y de los cientficos sociales.
Admitir la reflexividad del mundo social tiene varios
t rectos en la investigacin social. Primero, los relatos
lel investigador son comunicaciones intencionales
ILte describen rasgos de una situacin, pero estas co-
municaciones no son "meras" descripciones sino que
producen las situaciones mismas que describen. Se-
~ u n d o los fundamentos epistemolgicos de la ciencia
ncial no son independientes ni contrarios a los funda-
mentos epistemolgicos del sentido comn Obid: 17);
' peran sobre la misma lgica. Tercero, los mtodos de
1, investigacin social son bsicamente los mismos que
1) que se usan en la vida cotidiana Obid: 15). Es tarea
I( l investigador aprehender las formas en que los su-
I laS de estudio producen e interpretan su realidad para
prehender sus mtodos de investigacin. Pero como
47
ROSAN A GUBER
la nica forma de conocer o interpretar es participar en
situaciones de interaccin, el investigador debe sumar-
se a dichas situaciones a condicin de no creer que su
presencia es totalmente exterior. Su interioridad tampo-
co lo diluye. La presencia del investigador constituye las
situaciones de interaccin, como el lenguaje constituye
la realidad. El investigador se convierte, entonces, en el
principal instrumento de investigacin y produccin
de conocimientos (lbid: 18; C.Briggs 1986). Veamos aho-
ra cmo se aplica esta perspectiva al trabajo de campo
etnogrfico.
III. Trabajo de campo y reflexividad
La literatura antropolgica sobre trabajo de campo
ha desarrollado desde 1980 el concepto de reflexividad
como equivalente a la conciencia del investigador sobre
su persona y los condicionamientos sociales y polticos.
Gnero, edad, pertenencia tnica, clase social y afiliacin
poltica suelen reconocerse como parte del proceso de
conocimiento vis-a-vis los pobladores o informantes. Sin
embargo, otras dos dimensiones modelan la produc-
cin de conocimiento del investigador. En su Una in-
vitacin a la sociologa reflexiva (1992), Pierre Bourdieu
agrega, primero, la posicin del analista en el campo
cientfico o acadmico (1992:69). El supuesto dominan-
te de este campo es su pretensin de autonoma, pese
a tratarse de un espacio social y poltico. La segunda
dimensin atae al "epistemocentrismo" que refiere las
"determinaciones inherentes a la postura intelectual
misma. La tendencia teoricista o intelectualista consist
en olvidarse de inscribir en la teora que construimos
del mundo social, el hecho de que es el producto de una
48
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
mirada terica, un 'ojo contemplativo'" (lbid:69). El in-
vestigador se enfrenta a su objeto de conocimiento como
si fuera un espectculo, y no desde la lgica prctica de
sus actores (Bourdieu &: Wacquant 1992). Estas tres
dimensiones del concepto de reflexividad, y no slo
la pri mera, intervienen en el trabajo de campo en una
IIFticulacin particular y tambin variable. Veremos
eguidamente algunos principios generales, para de-
tenernos luego en aspectos ms detallados de dicha
relacin.
Si los datos de campo no vienen de los hechos si-
no de la relacin entre el investigador y los Sl*tOS de
studio, podra inferirse que el nico conocimiento
posible est encerrado en esta relacin. Esto es slo
parcialmente cierto. Para que el investigador pueda
describir la vida social que estudia incorporando la
l' rspectiva de sus miembros, es necesario someter a
ontinuo anlisis -algunos diran "vigilancia"- las tres
r flexividades que estn permanentemente en juego en
I trabajo de campo: la reflexividad del investigador en
tnnto que miembro de una sociedad o cultura; la refle-
Ivi.dad del investigador en tanto que investigador, con
ti perspectiva terica, sus interlocutores acadmicos, sus
bitus disciplinarios y su epistemocentrismo; y las re-
n xividades de la poblacin en estudio.
La reflexividad de la poblacin opera en su vida co-
ti diana y es, en definitiva, el objeto de conocimiento
I investigador. Pero ste carga con dos reflexividades
h ' rnativa y conjuntamente.
Dado que el trabajo de campo es un segmento tm-
1ro-espacialmente diferenciado del resto de la inves-
I ~ n c i n el investigador cree asistir al mundo social
49
ROSANA GUBER
que va a estudiar equipado solamente con sus mtodos
y sus conceptos. Pero el etngrafo, tarde o temprano,
se sumerge en una cotidianeidad que lo interpela como
miembro, sin demasiada atencin a sus dotes cientfi-
cas. Cuando el etngrafo convive con los pobladores y
participa en distintas instancias de sus vidas, se trans-
forma funcional, no literalmente, en "uno ms". Pero
en calidad de qu se interprete esta membreca pued'
diferir para los pobladores y para el mismo investiga-
dor en tanto que investigador o en tanto miembro d
otra sociedad.
Dirimir esta cuestin es crucial para aprehender I
mundo social en estudio, ya que se trata de reflexivi .
dades diversas que crean distintos contextos y realida.
des. Esto es: la reflexividad del investigador com
miembro de una sociedad X produce un contexto qu '
no es igual al que produce como miembro del camp
acadmico, ni tampoco al que producen los nativ
cuando l est presente que cuando no lo est. El in.
vestigador puede predefinir un "campo" segn su
intereses tericos o su sentido comn, "la villa", "la al.
dea", pero el sentido ltimo del "campo" lo dar la r
flexividad de los nativos. Esta lgica se aplica inclu 1
cuando el investigador pertenece al mismo grupo 1
sector que sus informantes, porque sus intereses comp
investigador difieren de los intereses prcticos de su
interlocutores.
El desafo es, entonces, transitar de la reflexivid ti
propia a la de los nativos. Cmo? En un comienzo 1.11 1
existe entre ellos reciprocidad de sentido con respect U
sus acciones y nociones (Holy &: Stuchlik 1983:11
Ninguno puede descifrar cabalmente los movimienL I
50
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
lucubraciones, preguntas y verbalizaciones del otro.
1 investigador se encuentra con conductas y afirma-
Iones inexplicables que pertenecen al mundo social y
ultural propio de los sujetos (se trate de prcticas in-
mprensibles, conductas "sin sentido", respuestas
aln ongruentes" a sus preguntas) cuya lgica el inves-
l ~ n d o r intenta dilucidar, pero que tambin pertenecen
1,\ situacin de campo propiamente dicha. El primer
1I ' n ha ocupado clsicamente a la investigacin social;
1 gundo emergi ms recientemente, desde 1980.
1 producirse el encuentro en el campo la reflexividad
1 investigador se pone en relacin con la de los indi-
11Inos que, a partir de entonces, se transforman en su-
hl de estudio y, eventualmente, en sus informantes.
, tonces la reflexividad de ambos en la interaccin
Ilpta, sobre todo en esta primera etapa, la forma de
I P 'rplejidad.
,1 investigador no alcanza a dilucidar el sentido de
" spuestas que recibe ni las reacciones que despier-
It presencia; se siente incomprendido, que molesta
lit , frecuentemente, no sabe qu decir ni preguntar.
pobladores, por su parte, desconocen qu busca
1m nte el investigador cuando se instala en el vecinda-
, 'onversa con la gente, frecuenta a algunas familias.
pueden remitir a un comn universo significativo
p"cguntas que aqul les formula. Estos desencuen-
plantean en las primeras instancias del trabajo de
"'''11''''1, como "inconvenientes" en la presentacin del
Igador, como "obstculos" o dificultades de acceso
Informantes, como intentos de superar sus preven-
y lograr la aceptacin o la relacin de "rapport" o
la con ellos. En este marasmo de "malentendidos",
51
ROSANA GUBER
se supone, el investigador empieza a aplicar sus tcnicas
de recoleccin de datos. Pero detengmonos en el acceso.
Ante estas perplejidades expresadas en rotundas
negativas, gestos de desconfianza y postergacin de
encuentros, el investigador ensaya varias interpretacio-
nes. la ms comn es creer que el "malentendido" se
debe a la "falta de informacin" de los pobladores, a su
falta de familiaridad con la investigacin cientfica. l a
forma de subsanar este inconveniente es explicar "ms
claramente" sus propsitos para demostrarle a la gen-
te que no tiene nada que temer. Y si esta tctica no diera
an resultados, uno probablemente se consuele pen-
sando que tarde o temprano los nativos se acostum-
brarn a su presencia como "un mal necesario". Es-
te consuelo tiene tres limitaciones: la ms evidente es
que los "nativos" cada vez se "acostumbran" menos y
establecen nuevas reglas de reciprocidad para permitir
el acceso de extraos; la segunda es que los cdigos d
tica acadmicos son bastante rigurosos para "preservar"
a los sujetos sociales de intrusiones no deseadas o que la
poblacin pueda considerar perjudiciales. la tercer.
limitacin es la ms sutil y, sin embargo, la ms proble-
mtica, puesto que aun cuando los nativos se acos-
tumbren al investigador, ni ste ni probablemente ello
sepan jams por qu.
Esta caja negra opera en el trabajo de campo pro-
piamente dicho, pero tambin deja sus huellas en la
interpretacin de la informacin obtenida en un con-
texto mutuamente ininteligible. El investigador pued
forzar los datos en los modelos clasificatorios y expli -
cativos que trae consigo porque la reflexividad de su
prctica de campo no ha sido esclarecida. Su enfoqu
52
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
imposibilitar escuchar ms de lo que cree que oye.
"1.3 informacin obtenida en situacin unilateral es
In, s significativa con respecto a las categoras y las re-
I,reselltaciones contenidas en el dispositivo de capta-
I n, que a la representacin del universo investigado"
(rhliollent 1982:24) la unilateralidad consiste en ac-
der al referente emprico siguiendo acrticamente las
pl1 utas del modelo terico o de sentido comn del in-
V stigador. En el camino quedan los sentidos propios
o la reflexividad especfica de ese mundo social.
Para qu el campo? Porque es aqu donde mode-
lo ' tericos, polticos, culturales y sociales se confrontan
Inmediatamente -se advierta o no- con los de los ac-
Im'es. la legitimidad de "estar all" no proviene de una
lILoridad del experto ante legos ignorantes, como sue-
I reerse, sino de que slo "estando ah" es posible
r nlizar el trnsito de la reflexividad del investiga-
Il,r-membro de otra sociedad, a la reflexividad de los
jl l1 bladores. Este trnsito, sin embargo, no es ni pro-
~ I sivo ni secuencial. El investigador sabr ms de s
mlsm0 despus de haberse puesto en relacin con los
pobladores, precisamente porque al principio el inves-
I I ~ a d o r slo sabe pensar, orientarse hacia los dems y
lormularse preguntas desde sus propios esquemas. Pero
n el trabajo de campo, aprende a hacerlo vis a vis otros
l1\orcos de referencia con los cuales necesariamente se
ompara.
En suma, la reflexividad inherente al trabajo de cam-
po es el proceso de interaccin, diferenciacin y reci-
rocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente
ntido comn, teora, modelos explicativos- y la de
los actores o sujetos/objetos de investigacin. Es esto,
53
ROSANA GUBER
precisamente, lo que advierte Peirano cuando dice que
el conocimiento se revela no "al" investigador sino "en"
el investigador, debiendo comparecer en el campo, de-
biendo reaprenderse y reaprender el mundo desde otra
perspectiva. Por eso el trabajo de campo es largo y suele
equipararse a una "re socializacin" llena de contratiem-
pos, destiempos y prdidas de tiempo. Tal es la metfora
del pasaje de un menor, un aprendiz, un inexperto, al
lugar de adulto ... en trminos nativos (Adler &: Adler
1987; Agar 1980; Hatfield 1973).
En los prximos dos captulos analizaremos de qu
modo lo que la literatura acadmica ha calificado co-
mo "tcnicas de recoleccin de datos" permiten efec-
tuar este pasaje hacia la comunicacin entre distintas
reflexividades, y en el captulo 5 veremos qu se trans-
forma de la persona del investigador cuando atraviesa
ese pasaje.
54
CAPTULO 3.
LA OBSERVACIN PARTICIPANTE
"Poco despus de haberme instalado en Omara-
kana empec a tomar parte, de alguna manera, en
la vida del poblado, a esperar con impaciencia los
acontecimientos importantes o las festividades, a
tomarme inters personal por los chismes y por el
desenvolvimiento de los pequeos incidentes
pueblerinos; cada maana al despertar, el da se
me presentaba ms o menos como para un in-
dlgena [ ... J Las peleas, las bromas, las escenas
fM:liliares, los sucesos en general triviales y a ve-
'es dramticos, pero siempre significativos, for-
maban parte de la atmsfera de mi vida diaria
lanto como de la suya [ ... J Ms avanzado el da,
l' ualquier cosa que sucediese me coga cerca y no
IJnba ninguna posibilidad de que nada escapara
" mi atencin." (Malinowski [1922J 1986:25)
l mparado con los procedimientos de otras cien-
ociales el trabajo de campo etnogrfico se carac-
por su falta de sistematicidad. Sin embargo, esta
carencia exhibe una lgica propia que adquiri
IIldad como tcnica de obtencin de informacin:
55
ROSAN A GUBER
la partcipant observaton. Traducida al castellano como
"observacin participante", consiste precisamente en la
inespecificidad de las actividades que comprende: inte-
grar un equipo de ftbol , residir con la poblacin, tomar
mate y conversar, hacer las compras, bailar, cocinar,
ser objeto de burla, confidencia, declaraciones amorosas
y agresiones, asistir a una clase en la escuela o a una
reunin del partido poltico. En rigor, su ambigedad
es, ms que un dficit, su cualidad distintiva. Veamos
por qu.
1. Los dos factores de la ecuacin
Tradicionalmente, el objetivo de la observacin par-
ticipante ha sido detectar las situaciones en que se ex-
presan y generan los universos culturales y sociales en
su compleja articulacin y variedad. La aplicacin d
esta tcnica, o mejor dicho, conceptualizar actividades
tan dismiles como "una tcnica" para obtener infor-
macin supone que la presencia (la percepcin y expe-
riencia directas) ante los hechos de la vida cotidiana d
la poblacin garantiza la confiabilidad de los datos r -
cogidos y el aprendizaje de los sentidos que subyacen
a dichas actividades.
7
La experiencia y la testificacin
son entonces "la" fuente de conocimiento del :
l est all. Sin embargo, y a medida que otras tcnicas ell
ciencias sociales se fueron formalizando, los etngral'
intentaron sistematizarla, escudriando las particularl
dades de esta tcnica en cada uno de sus dos trmin I
7 Malinowski no hablaba de "observacin participante" en 1I
textos metodolgicos y etnogrfi cos. Probablemente su surgimient ll
como tcnica se asocia a la Escuela de Chicago.
56
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
"observacin" y "participacin". Ms que acertar con una
identidad novedosa de la observacin participante, el
resultado de esta bsqueda fue insertar a la observacin
participante en las dos alternativas epistemolgicas,
In obj etividad positivista y la subj etividad naturalista
(Holy 1984).
a. Observar versus participar
La observacin participante consiste en dos activida-
d s principales: observar sistemtica y controladamente
lodo lo que acontece en tomo del investigador, y partici-
r r en una o varias actividades de la poblacin. Hablamos
I "participar" en el sentido de "desempearse como lo
hncen los nativos"; de aprender a realizar ciertas activida-
les y a comportarse como uno ms. La "participacin"
I nne el nfasis en la experiencia vivida por el investi-
,dar apuntando su objetivo a "estar adentro" de la so-
ledad estudiada. En el pajo contrario, la observacin
Ihlcara al investigador fuera de la sociedad, para reali-
r su descripcin con un registro detallado de cuanto ve
y cucha. La representacin ideal de la observacin es
mar notas
S
de una obra de teatro como mero espec-
ti r. Desde el ngulo de la observacin, entonces, el
vestigador est siempre alerta pues, incluso aunque
rllcipe, lo hace con el fin de observar y registrar los
It tintos momentos y eventos de la vida social.
R "Observar" y "tomar notas" se han convenido en casi sinnimos.
r mbargo, cabe recordar que en la mayora de las instancias donde
la observacin participante, el investigador deber postergar el
. para despus. Esto le permitir atender el flujo de la vida
, aun en situaciones extraordinarias, y a reconstruir sus
cuando apela a sus recuerdos.
57
ROSAN A GUBER
Segn los enfoques positivistas, al investigador se
le presenta una disyuntiva entre observar y participar; y
si pretende hacer las dos cosas simultneamente, cuanto
ms participa menos registra, y cuanto ms registra
menos participa (Tonkin 1984:218); es decir, cuanto
ms participa menos observa y cuanto ms observa
menos participa. Esta paradoja que contrapone ambas
actividades confronta dos formas de acceso a la infor-
macin, una externa, la otra interna.
Pero la observacin y la participacin suministran
perspectivas diferentes sobre la misma realidad, aun-
que estas diferencias sean ms analticas que reales. Si
bien ambas tienen sus particularidades y proveen in-
formacin diversa por canales alternativos, es preciso
justipreciar los verdaderos alcances de estas diferen-
cias; ni el investigador puede ser "uno ms" entre los
nativos, ni su presencia puede ser tan externa como
para no afectar en modo alguno al escenario y sus pro-
tagonistas. Lo que en todo caso se juega en la articula-
cin entre observacin y participacin es, por un lado,
la posibilidad real del investigador de observar y/o
participar que, como veremos, no depende slo de su
decisin; y por otro lado, la fundamentacin epistemo-
lgica que el investigador da de lo que hace. Deteng-
monos en este punto para volver luego a quin decid
si "observar" o "participar".
b. Participar para observar
Segn los lineamientos positivistas, el ideal de ob
servacin neutra, externa, desimplicada garantizada
la objetividad cientfica en la aprehensin del objet
de conocimiento. Dicho objeto, ya dado empricamente,
58
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
debe ser recogido por el investigador mediante la
observacin y otras operaciones de la percepcin. La ob-
servacin directa tendera a evitar las distorsiones co-
mo el cientfico en su laboratorio (Hammersley 1984:48).
Por eso, desde el positivismo, el etngrafo prefiere ob-
servar a sus informantes en sus contextos naturales, pe-
ro no para fundirse con ellos. Precisamente, la tcnica
preferida por el investigador positivista es la observacin
(Holy 1984) mientras que la participacin introduce
bstculos a la objetividad, pone en peligro la desim-
plicacin debido al excesivo acercamiento personal a
los informantes, que se justifica slo cuando los suje-
tos lo demandan o cuando garantiza el registro de de-
terminados campos de la vida social que, como mero
observador, seran inaccesibles (Fankenberg 1982).
Desde esta postura, el investigador debe observar
y adoptar el rol de observador, y slo en ltima ins-
t,ncia comportarse como un observador-participante,
sumiendo la observacin como la tcnica prioritaria,
y la participacin como un "mal necesario". En las in-
V stigaciones antropolgicas tradicionales, la partici-
pacin llevada a un alto grado en la corresidencia, era
'lIsi inevitable debido a las distancias del lugar de re-
ciencia del investigador. Pero esta razn de fuerza
111 yor, como el confinamiento blico que Malinowski
transform en virtud, encajaba en la concepcin epis-
t molgica de que slo a travs de la observacin di-
r ta era posible dar fe de distintos aspectos de la vida
ial desde una ptica no-etnocntrica, superando las
t oras hipotticas evolucionistas y difusionistas del
~ l o XIX (Holy 1984).
59
ROSANA GUBER
c. Observar para participar
Desde el naturalismo y variantes del interpreta ti vis-
mo, los fenmenos socioculturales no pueden estudiarse
de manera externa pues cada acto, cada gesto, cobra sen-
tido ms all de su apariencia fsica, en los significados
que le atribuyen los actores. El nico medio para acce-
der a esos significados que los sujetos negocian e inter-
cambian, es la vivencia, la posibilidad de experimentar
en carne propia esos sentidos, como sucede en la socia-
lizacin. y si un juego se aprende jugando una cultura
se aprende vivindola. Por eso la participacin es la
condicin sine qua non del conocimiento sociocultural.
Las herramientas son la experiencia directa, los rganos
sensoriales y la afectividad que, lejos de empaar, acer-
can al objeto de estudio. El investigador procede enton-
ces a la inmersin subjetiva pues slo comprende desde
adentro. Por eso desde esta perspectiva, el nombre de
la tcnica debiera invertirse como "participacin obser-
vante" (Becker &: Geer 1982, Tonkin 1984).
d. Involucramiento versus separacin
En realidad ambas posturas parecen discutir no tan-
to la distincin formal entre las dos actividades nodales
de esta "tcnica", observacin y participacin, sino la re-
lacin deseable entre investigador y sujetos de estudio
que cada actividad supone: la separacin de (obser-
vacin), y el involucramiento con (participacin) los
pobladores (Tonkin 1984). Pero independientemente
de que en los hechos separacin/observacin e involu-
cramiento/participacin sean canales excluyentes, la
observacin participante pone de manifiesto, con su de-
nominacin misma, la tensin epistemolgica distintiva
60
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
de la investigacin social y, por lo tanto, de la investiga-
cin etnogrfica: conocer como distante (epistemocen-
trismo, de Bourdieu) a una especie a la que se pertenece,
y en virtud de esta comn membreca descubrir los
marcos tan diversos de sentido con que las personas
significan sus mundos distintos y comunes. La ambi-
gedad implcita en el nombre de esta tcnica, conver-
tida no casualmente en sinnimo de trabajo de campo
etnogrfico, no slo alude a una tensin epistemolgica
propia del conocimiento social entre lgica terica y
lgica prctica, sino tambin a las lgicas prcticas que
convergen en el campo. Veamos entonces en qu consis-
te observar y participar "estando all".
11. Una mirada reflexiva de la observacin
, participante
El valor de la observacin participante no reside en
poner al investigador ante los actores, ya que entre uno
y otros siempre est la teora y el sentido comn (social y
'ultural) del investigador. O acaso los funcionarios y
'omerciantes no frecuentaban a los nativos, sin por eso
deshacerse de sus preconceptos? La presencia directa
's, indudablemente, una valiosa ayuda para el conoci-
miento social porque evita algunas mediaciones -del
Incontrolado sentido comn de terceros- ofreciendo a
un observador crtico lo real en toda su complejidad. Es
Inevitable que el investigador se contacte con el mun-
do emprico a travs de los rganos de la percepcin y de
I s sentimientos; que stos se conviertan en obstculos o
vehculos del conocimiento depende de su apertura,
osa que veremos en el captulo 5. De todos modos, la
ubjetividad es parte de la conciencia del investigador
61
. 1
ROSANA GUBER
y desempea un papel activo en el conocimiento, par-
ticularmente cuando se trata de sus congneres. Ello
no quiere decir que la subjetividad sea una caja negra
que no es posible someter a anlisis.
Con su tensin inherente, la observacin participante
permite recordar, en todo momento, que se participa
para observar y que se observa para participar, esto es,
que involucra miento e investigacin no son opuestos
sino partes de un mismo proceso de conocimiento social
(Holy 1984). En esta lnea, la observacin participante
es el medio ideal para realizar descubrimientos, para
examinar crticamente los conceptos tericos y para
anclarlos en realidades concretas, poniendo en comu-
nicacin distintas reflexividades. Veamos cmo los dos
factores de la ecuacin, observacin y participacin, pue-
den articularse exitosamente sin perder su productiva
y creativa tensin.
La diferencia entre observar y participar radica en el
tipo de relacin cognitiva que el investigador entabla
con los sujetos/informantes y el nivel de involucra-
miento que resulta de dicha relacin. Las condiciones
de la interaccin plantean, en cada caso, distintos re-
querimientos y recursos. Es cierto que la observacin
no es del todo neutral o externa pues incide en los suje-
tos observados; asimismo, la participacin nunca es total
excepto que el investigador adopte, como "campo", un
referente de su propia cotidianeidad; pero aun as, el
hecho de que un miembro se transforme en investigadol'
introduce diferencias en la forma de participar y de ob
servar. Suele creerse, sin embargo, que la presencia d '1
investigador como "mero observador" exige un grad
menor de aceptacin y tambin de compromiso por
62
la etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
parte de los informantes y del investigador que la par-
ticipacin. Pero veamos el siguiente ejemplo.
El investigador de una gran ciudad argentina observa
desde la mesa de un bar a algunas mujeres conocidas
como "las bolivianas" haciendo su llegada al mercado;
registra hora de arribo, edades aproximadas, y el carga-
mento; las ve disponer lo que supone son sus mercade-
ras sobre un lienzo a un lado de la vereda, y sentarse de
frente a la calle y a los transentes. Luego el investigador
se aproxima y las observa negociar con algunos indivi-
duos. Ms tarde se acerca a ellas e indaga el precio de
varios productos; las vendedoras responden puntual-
mente y el investigador compra un kilo de limones. La
escena se repite da tras da. El investigador es, para
"las bolivianas", un comprador ms que aade a las
preguntas acostumbradas por los precios otras que no
conciernen directamente a la transaccin: surgen co-
mentarios sobre los nios, el lugar de origen y el valor
de cambio del peso argentino y boliviano. Las mujeres
ntablan con l breves conversaciones que podran res-
ponder a la intencin de preservarlo como cliente. Este
r I de "cliente conversador" ha sido el canal de acceso
que el investigador encontr para establecer un contacto
inicial. Pero en sus visitas diarias no siempre les compra.
1'11 cuanto se limita a conversar, las mujeres comienzan
preguntarse a qu vienen tantas "averiguaciones". El
Investigador debe ahora explicitar sus motivos si no
IlIiere encontrarse con una negativa rotunda. Aunque
n lo sepa, estas mujeres han ingresado a la Argentina
Ilegalmente; sospechan entonces que el presunto in-
stigador es, en realidad, un inspector en busca de
"Indocumentados" .
63
ROSANA GUBER
Si comparamos la observacin del investigador des-
de el bar con su posterior participacin en la transaccin
comercial, en el primer caso el investigador no incide
en la conducta de las mujeres observadas. Sin embar-
go, si como suele ser el caso, la observacin se lleva a
cabo con el investigador dentro del radio visual de las
vendedoras, aunque aqul se limite a mirarlas estar
integrando con ellas un campo de relaciones directas,
suscitando alguna reaccin que, en este caso, puede
ser el temor o la sospecha. El investigador empieza a
comprar y se convierte en un "comprador conversador".
Pero luego deja de comprar y entonces las vendedoras
le asignan a su actitud el sentido de amenaza. Estos su-
puestos y expectativas se revierten en el investigador,
quien percibe la renuencia y se siente obligado a explicar
la razn de su presencia y de sus preguntas; se presen-
ta como investigador o como estudiante universitario,
como estudioso de costumbres populares, etc.
Qu implicancias tiene ser observador y ser partici-
pante en una relacin? En este ejemplo, el investigador
se sinti obligado a presentarse slo cuando se dispuso a
mantener una relacin cotidiana. Incluso antes el inves-
tigador debi comportarse como comprador. De ello
resulta que la presencia directa del investigador ante
los pobladores difcilmente pueda ser neutral o prescin-
dente, pues a diferencia de la representacin del obser-
vador como "una mosca en la pared", su observacin
estar significada por los pobladores, quienes obrarn
en consecuencia.
La observacin para obtener informacin significativa
requiere algn grado, siquiera mnimo, de participacin;
esto es, de desempear algn rol y por lo tanto de incidir
64
La etnograha. Mtodo, campo y reflexividad
n la conducta de los informantes, y recprocamente en
1\ del investigador. As, para detectar los sentidos de la
r ciprocidad de la relacin es necesario que el investi-
~ l I d o r analice cuidadosamente los trminos de la inte-
rnccin con los informantes y el sentido que stos le dan
I encuentro. Estos sentidos, al principio ignorados, se
Irn aclarando a lo largo del trabajo de campo.
IIl. Participacin: las dos puntas de
la reflexividad
Los antroplogos no se han limitado a hacer pregun-
tas sobre la mitologa o a observar a los nativos tallando
madera o levantando una cosecha. A veces forzados por
las circunstancias, a veces por decisin propia, optaron
por tomar parte de esas actividades. Este protagonismo
guarda una lgica compleja que va de comportarse segn
IriS propias pautas culturales, hasta participar en un rol
'omplementario al de sus informantes, o imitar las
pautas y conductas de stos.
Las dos primeras opciones, sobre todo la primera,
on ms habituales al comenzar el trabajo de campo.
El investigador hace lo que sabe, y "lo que sabe" res-
ponde a sus propias pautas segn sus propias nociones
ocupando roles conocidos (como el de "investigador").
Seguramente incurrir en errores de procedimiento y
I ransgresiones a la etiqueta local, pero por el momento
ste es el nico mapa con que cuenta. Lentamente ir
incorporando otras alternativas y, con ellas, formas de
conceptualizacin acordes al mundo social local.
Sin embargo, hablar de "participacin" como tcnica
de campo etnogrfica, alude a la tercera acepcin, com-
portarse segn las pautas de los nativos. En el prrafo
65
ROSANA GUBER
que encabeza este captulo Malinowski destacaba la n-
tima relacin entre la observacin y la participacin,
siendo que el hecho de "estar all" lo involucraba en
actividades nativas, en un ritmo de vida significativo
para el orden sociocultural indgena. Malinowski se fue
integrando, gradualmente, al ejercicio lo ms pleno
posible para un europeo de comienzos del siglo XX, de
la participacin, compartiendo y practicando la reci-
procidad de sentidos del mundo social, segn una re-
flexividad distinta de la propia. Esto no hubiera sido
posible si el etngrafo no hubiera valorado cada hecho
cotidiano como un objeto de registro y de anlisis, aun
antes de ser capaz de reconocer su sentido en la inte-
raccin y para los nativos.
Tal es el pasaje de una participacin en trminos
del investigador, a una participacin en trminos nativos.
Adems de impracticable y vanamente angustiante, la
"participacin correcta" (es decir cumpliendo con las
normas y valores locales) no es ni la nica ni la ms
deseable en un primer momento, porque la transgresin
(que llamamos "errores" o "traspis") es para el investiga-
dor y para el informante un medio adecuado de proble-
matizar distintos ngulos de la conducta social y evaluar
su significacin en la cotidianeidad de los nativos.
En el uso de la tcnica de observacin participante la
participacin supone desempear ciertos roles locales
lo cual entraa, como decamos, la tensin estructurant
del trabajo de campo etnogrfico entre hacer y conocer,
participar y observar, mantener la distancia e involucrar-
se. Este desempeo de roles locales conlleva un esfuerzo
del investigador por integrarse a una lgica que no l
es propia. Desde la perspectiva de los informantes, es
66
La etnografa. Mtodo, campo y reOexividad
esfuerzo puede interpretarse como el intento del investi-
gador de apropiarse de los cdigos locales, de modo
que las prcticas y nociones de los pobladores se vuelvan
ms comprensibles facilitando la comunicacin (Adler &:
Adler 1987). Estando en un poblado de Chiapas, Mxi-
co, Esther Hermitte cuenta que
"A los pocos das de llegar a Pino la, en zona tro-
pical fui vctima de picaduras de mosquitos en
las piernas. Ello provoc una gran inflamacin en
la zona afectada -desde las rodillas hasta los to-
billos-. Caminando por la aldea me encontr
con una pinolteca que despus de saludarme
me pregunt qu me pasaba y sin darme tiem-
po a que le contestara ofreci un diagnstico.
Segn el concepto de enfermedad en Pinola,
hay ciertas erupciones que se atribuyen a una
incapacidad de la sangre para absorber la ver-
genza sufrida en una situacin pblica. Esa
enfermedad se conoce como 'disipela' (keshlal en
lengua nativa). La ml*r me explic que mi pre-
sencia en una fiesta la noche anterior era segura-
mente causa de que yo me hubiera avergonzado
y me aconsej que me sometiera a una curacin,
la que se lleva a cabo cuando el curador se llena
la boca de aguardiente y sopla con fuerza arro-
jando una fina lluvia del lquido en las partes
afectadas y en otras consideradas vitales, tales co-
no la cabeza, la nuca, las muecas y el pecho.
Yo acat el consejo y despus de varias 'sopladas'
me retir del lugar. Pero eso se supo y permiti
en adelante un dilogo con los informantes de
67
ROSANA GUBER
tono distinto a los que haban precedido a mi cu-
racin. El haber permitido que me curaran de
una enfermedad que es muy comn en la aldea
cre un vnculo afectivo y se convirti en te-
ma de prolongadas conversaciones" (Hermitte
1985:10-1).
La etngrafa relata aqu lo que sera un "ingreso
exitoso" manifiesto en su esfuerzo por integrarse a una
lgica nativa que deriv en una mayor consideracin
hacia su persona. Este punto asume una importancia
crucial cuando el investigador y los informantes ocupan
posiciones en una estructura social asimtrica. Pero en
trminos de la reflexividad de campo, es habitual qu
los etngrafos relatan una experiencia que se transform
en el punto de inflexin de su relacin con los infor.
mantes (Geertz 1973). La experiencia de campo suel
relatarse como un conjunto de casualidades que, sin
embargo, respeta un hilo argumental. Ese hilo es preci-
samente la capacidad del investigador de aprovechar la
ocasin para desplegar su participacin en trmino
nativos. Lo relevante de la disipela de Hermitte no fu '
su padecimiento por la inflamacin sino que ella acepta-
ra interpretarla en el marco de sentido local de la salu I
y la enfermedad. Aunque no hubiera previsto que lb
a ser picada por mosquitos, que se le inflamaran la
piernas, y que encontrara a una pinolteca locuaz qu
le ofrecera un diagnstico y un tratamiento, Hermittt
mantena una actitud que permita que sus informan[
clasificaran y explicaran qu haba sucedido en su cu I
po, aceptando de ellos una solucin. Esta "particip I
cin" redund en un aprendizaje de prcticas curativ
68
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
y de vecindad, y de sus correspondientes sentidos, co-
mo vergenza, disipela, enfermedad.
Pero la participacin no siempre abre las puertas.
Una tarde acompa a Graciela ya su marido Pedro
habitantes de una villa miseria, a la casa de Chiquita:
una mujer mayor que viva en el barrio vecino, y para
quien Graciela trabajaba por las maanas haciendo la
y algunos mandados. La breve visita tena por
buscar un armario que Chiquita iba a regalarles.
Pedro lo desarmaba en piezas transportables,
,raclela y yo mantenamos una conversacin "casual"
, n la duea de casa. Recuerdo este pasaje:
Ch: "El otro da vino a dormir mi nietita la menor
pero ya cuando nos acostamos empe; que
quiero ir a lo de mam, que quiero ir a lo de
mam; primero se quera quedar, y despus que
me quiero ir. Entonces yo le dije: bueno, est bien,
andate, vos andate, pero te vas sola, eh? te vas por
ah, por el medio de la villa, donde estn todos
esos negros borrachos, vas a ver lo que te pasa ... "
G: "Hmmmm."
Yo: "Una cara funesta terminantemente prohibida
en el manual del 'buen trabajador de campo"'.
Apenas salimos de la casa le pregunt a Graciela
por qu no le haba replicado su prejuicio y me
contest: "Y bueno, hay que entenderlos, son gen-
te mayor, gente de antes ... ".
Mi primer interrogante era por qu Graciela no ha-
defendido la dignidad de sus vecinos y de s misma,
. , como suele hacerse, que la gente habla
69
I
1,
ROSANA GUBER
mal del "villero" pero no de quienes cometen inmora
lidades iguales o mayores ("el villero est 'en pedo', el rl
ca est 'alegre"'; "el pobre se mama con vino, el rico con
whisky", etc.). La concesin de Graciela me sorprendi
porque conmova mi sentido de la igualdad humana y
el de mi investigacin sobre prejuicios contra residente
de villas miseria. Entonces, (des)califiqu a Chiquita
como una mujer prejuiciosa y desinformada. Desde esta
distancia entre mi perspectiva y la de Chiquita y Gracie-
la, bajo la apariencia de una tcita complicidad, pa-
s a indagar el sentido de la actitud de Graciela; pero
slo pude hacerlo cuando puse en foco "mi sentido
comn" epistemocntrico y mis propios intereses de
investigacin.
Yo haba participado acompaando a Graciela y a
Pedro en una visita y tambin en la conversacin, al
menOS con mi gesto. Pero lo haba hecho en trminos
que podran ser adecuados para sectores medios univer-
sitarios, no para los vecinos de un barrio colindante a
la villa, habitado por una vieja poblacin de obreros
calificados y pequeos comerciantes, amas de casa y
jubilados que se preciaban de ser dueos de sus vivien-
das, y de haber progresado a fuerza de trabajo, y "gracias
a su ascendencia europea" que los diferenciaba tajante-
mente de los "cabecitas negras" provincianos.
Mi participacin tampoco pareca encajar en las
reacciones adecuadas a los pobladores de la villa. Una
semana ms tarde Graciela me transmiti los comenta-
rios negativos de Chiquita sobre mi mueca de desagrado:
"Y t ella qu le importa? Si no es de ah. .. [de la villa)".
Graciela segua asintiendo; entend despus que all esta-
ban en juego un armario, un empleo y otros beneficios
70
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
secundarios. Ms an: Graciela obtena lo que necesitaba
no slo concediendo o tolerando los prejuicios de Chi-
quita, porque ocultaba su domicilio en la villa para poder
trabajar. Chiquita tena una "vi llera" de "la villa de al
lado" trabajando en su propia casa y no lo saba o fin-
Rla no saberlo. A partir de aqu comenc a observar
IllS reacciones de otros habitantes de la villa ante es-
las actitudes y descubr que en contextos de marcada
e insuperable asimetra los estigmatizados guardaban
lencio y, de ser posible, ocultaban su identidad; si en
la situacin no haba demasiado en juego, entonces la
reaccin poda ser contestataria. Entre otras ensean-
zas rescataba nuevamente la importancia del trabajo
de campo para visualizar las diferencias entre lo que la
gente hace y dice que hace, pues en ste y en otros ca-
sos los residentes de la villa aparecan ellos mismos
convalidando imgenes para ellos injustas y negativas.
Que yo hubiera participado no en los trminos lo-
cales sino en los mos propios hubiera sido criticable si
no hubiera aprendido las diferencias entre el sentido y
uso del prejuicio para los vecinos del barrio, para los
habitantes de la villa, y para m misma. Huelga decir
que en ste como en tantos otros casos relatados por
los etngrafos, la reaccin visceral es difcil de controlar
n los contextos informales de la cotidianeidad (c. Briggs
1986; Stoller &: Olkes 1987). Por eso, es difcil de con-
trolar. Pero conviene no renunciar a sus enseanzas.
En las tres instancias que hemos visto, la ms pres-
indente del observador de las bolivianas, la curacin
de Hermitte, y mi gesto de asco, la observacion partici-
pante produjo datos en la interaccin misma, ope-
rando a la vez como un canal y un proceso por el cual
71
,,I
I
ROSANA GUBER
el investigador ensaya la reciprocidad de sentidos co'n
sus Veremos a continuacin que la "partid-
paclOn no es otra cosa que una instancia necesaria d
aproximacin a los sujetos donde se juega esa recipro-
cIdad. Es desde esta reciprocidad que se dirime qu s
observa y en qu se participa.
IV, La participacin nativa
El acto de participar cubre un amplio espectro qu
va desde "estar all" como un testigo mudo de los hechos
integrar una o varias actividades de distinta
mtud y con distintos grados de involucramiento. En sus
distintas modalidades la participacin implica grados
de desempeo de los roles locales. Desde Junker (1960)
en suele presentarse un continuo desde la pura
observaclOn hasta la participacin plena. Esta tipificacin
puede ser til si tenemos presente que hasta la obser-
vacin pura, demanda alguna reciprocidad de sentidos
con los observados.
A veces es imposible estudiar a un grupo sin ser
parte de l, ya sea por su elevada susceptibilidad, por-
que desempea actividades ilegales o porque controla
esotricos. Si el investigador no fuera aceptado
exphcItando sus propsitos, quizs deba optar por "mi-
metizarse". Adoptar entonces el rol de participante
pleno (Gold, en Burgess 1982), dando prioridad casi
absoluta a la informacin que proviene de su inmer-
sin. Si bien este rol tiene la ventaja de lograr material
que de otro modo sera inaccesible, ser participante
pleno resulta inviable cuando el o los roles vlidos pa-
esa cultura o grupo social son incompatibles, por
ejemplo, con ciertos atributos del investigador como el
72
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
la edad o la apariencia; el mimetismo aqu no
s posible. Otro inconveniente de la participacin plena
reside en que desempear ntegramente un rol nativo
puede significar el cierre a otros roles estructural o co-
yunturalmente opuestos al adoptado. Un investigador
que pasa a desempearse como empleado u obrero en
un establecimiento fabril, slo puede relacionarse con
niveles gerenciales de la empresa como trabajador
(Linhart 1979).
Los roles de participante observador y observador
participante son combinaciones sutiles de observa-
cin y participacin. El "participante observador" se
desempea en uno o varios roles locales, explicitando
el objetivo de su investigacin. El observador partici-
pante hace centro en su carcter de observador externo,
lomando parte de actividades ocasionales o que sea
imposible eludir.
El contexto puede habilitar al investigador a adoptar
roles que lo ubiquen como observador puro, como en
el registro de clases en una escuela. Pero su presencia
afecta el comportamiento de la clase -alumnos y maes-
tro-; por eso, el observador puro es ms un tipo ideal
que una conducta practicable.
Estos cuatro tipos ideales deben tomarse como po-
sibilidades hipotticas que, en los hechos, el investi-
gador asume o se le imponen conjunta o sucesiva-
mente, a lo largo de su trabajo. Si la observacin, como
vemos, no "interfiere" menos en el campo que la par-
ticipacin, es claro que cada una de las modalidades
no difiere de las dems por los grados de distancia
entre el investigador y el referente emprico, sino por
una relacin particular y cambiante entre el rol del
73
ROSAN A GUBER
investigador y los roles culturalmente adecuados y p
sibles (Adler &: Adler 1987).
El participante pleno es el que oculta su rol de ano
troplogo desempeando ntegramente alguno de lo
socio-culturalmente disponibles pues no podra adoptar
un lugar alternativo. Esta opcin implica un riesgo a In
medida del involucramiento pues, de ser descubierto,
el investigador debera abandonar el campo. Elobserva-
dor puro, en cambio, es quien se niega explcitamente A
adoptar otro rol que no sea el propio; este desempe
es llevado al extremo de evitar todo pronunciamient
e incidencia activa en el contexto de observacin.
De qu depende que el investigador adopte una u
otra modalidad? De l y, centralmente, de los pobladores.
E. E. Evans-Pritchard trabaj con dos grupos del oriente
africano. Los azande lo reconocieron siempre como un
superior britnico; los Nuer como un representante
metropolitano, potencialmente enemigo y transitoria-
mente a su merced (1977). Reconocer esos lmites es par-
te del proceso de campo. Adoptar elllos roVes adecuado/s
es posible por la tensin, flexibilidad y apertura de la
observacin participante.
En suma, que el investigador pueda participar en dis-
tintas instancias de la cotidianeidad, muestra no tanto
la aplicacin adecuada de una tcnica, sino el xito,
con avances y retrocesos, del proceso de conocimiento
de las inserciones y formas de conocimiento localmente
viables. Pero qu ocurre cuando la divisin de tareas
entre investigador e informantes est ms claramente
definida?
74
CAPTULO 4
LA ENTREVISTA ETNOGRFICA O
EL ARTE DE LA "NO DlRECTlVIDAD"
El sentido de la vida social se expresa particularmen-
te a travs de discursos que emergen constantemente en
la vida diaria, de manera informal por comentarios,
ancdotas, trminos de trato y conversaciones. Los in-
vestigadores sociales han transformado y reunido varias
de estas instancias en un artefacto tcnico.
La entrevista es una estrategia para hacer que la gente
hable sobre lo que sabe, piensa y cree (Spradley 1979:9),
una situacin en la cual una persona (el investigador-en-
trevistador) obtiene informacin sobre algo interrogando
a otra persona (entrevistado, respondente, informante).
Esta informacin suele referirse a la biografa, al sentido
de los hechos, a sentimientos, opiniones y emociones,
a las normas o standards de accin, y a los valores o
conductas ideales.
Existen variantes de esta tcnica; hay entrevistas diri-
gidas que se aplican con un cuestionario preestablecido,
semiestructuradas, grupos focalizados en una temtica, y
clnicas (Bernard 1988; Taylor &: Bogdan 1996; etc.). En
este captulo analizaremos lo que algunos autores lla-
man entrevista antropolgica o etnogrfica CAgar 1980;
Spradley 1979), entrevista informal CKemp 1984; Ellen
75
ROSANA GUBER
1984) o no directiva (Thiollent 1982; Kandel 1982).
Nuestro objetivo ser mostrar que este tipo de entre-
vista cabe plenamente en el marco interpretativo de la
observacin participante, pues su valor no reside en su
carcter referencial -informar sobre cmo son las co-
sas- sino performativo. La entrevista es una situacin
cara-aocara donde se encuentran distintas reflexivida-
des pero, tambin, donde se produce una nueva refle-
xividad. Entonces la entrevista es una relacin social
a travs de la cual se obtienen enunciados y verbaliza-
ciones en una instancia de observacin directa y de
participacin.
1. Dos miradas sobre la entrevista
En los manuales clsicos, la entrevista sirve para
obtener datos que dan acceso a hechos del mundo. La
entrevista habla del mundo externo y, por lo tanto las
respuestas de los informantes cobran sentido por su
correspondencia con la realidad fctica. Desde esta
perspectiva los problemas y limitaciones de esta tcni-
ca surgen cuando esa correspondencia es interferida
por mentiras, distorsiones de la subjetividad e intromi-
siones del investigador. Su validez radica en obtener
informacin verificable, cuyo contenido sea indepen-
diente de la situacin particular del encuentro entre
ese investigador y ese informante. Las entrevistas no
estructuradas son sospechadas precisamente porque
aparecen como un instrumento personalizado. La es-
tandarizacin de las entrevistas (formular las mismas
preguntas con el mismo fraseo en el mismo orden) ga-
rantizara que las variaciones son intrnsecas a los res-
pon dentes y no pertenecen al investigador.
76
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
Desde esta perspectiva la entrevista consistira en una
sere de intercambios discursivos entre alguien que inte-
rroga y alguien que responde, mientras que los temas
abordados en estos encuentros suelen definirse como
referidos no a la entrevista, sino a hechos externos a
ella. La informacin que provee el entrevistado tendra
significacin obvia, salvo por las "faltas a la verdad",
los ocultamientos y 01vidos
9
; para ello se recurre a che-
queos, triangulaciones, informantes ms confiables o
informados y a un clima de "confianza" entre las par-
les. Segn esta concepcin la informacin se obtiene
en la entrevista y es transmitida por el entrevistado
(Thiollent 1982:79).
Desde una perspectiva constructivista, la entrevista
es una relacin social de manera que los datos que
provee el entrevistado son la realidad que ste constru-
ye con el entrevistado en el encuentro. Como seala
Aaron Cicourel , las normas supuestas para mantener
una entrevista no son otras que las normas de la bue-
na comunicacin en sociedad. A veces, investigador e
informantes utilizan el mismo stock de conocimientos,
el mismo tipo de evidencia, las mismas tipificaciones y
los mismos recursos para definir la situacin (Cicourel
1973). A veces esos stocks proceden de universos dis-
tintos. Para Charles Briggs las entrevistas son "ejem-
plos de metacomunicacin, enunciados que informan,
9 El terror del investigador de olvidar lo que ve y lo que se le
dice, es una rplica de esta perspectiva transformada en una ansie-
dad incorregible, que slo puede ser mitigada con el registro para-
lelo y constante de todo cuanto ocurre y se dice en el campo. Esto,
obviamente, es imposible, pero adems soslaya el hecho de que las
formas de registro modelan la relacin de campo.
77
ROSAN A GUBER
describen, interpretan y evalan actos y procesos comu
nicativos", y que muestran los "repertorios de event
meta-comunicativos" de comunidades de hablant
(1986:2; Hymes 1972; Moerman 1988). Los investigo
dores suelen mistificar la entrevista al confiar "en su
propias rutinas metacomunicativas" sin preocuparse p I
ganar competencia en los repertorios de sus informant ,
Al estructurar el encuentro "en funcin de los roles dl
entrevistador y entrevistado, los roles que cada uno ocu-
pa normalmente en la vida se pasan a un sustrato o teln
de fondo .. . ". Esto conlleva la mistificacin de
"los investigadores [mismos ya que) ... lo que se
dice es visto como un reflejo 'de lo que est ah
afuera' [de la situacin], ms que como una in-
terpretacin que ha sido producida conjunta-
mente por el entrevistador y el respondente. Da-
do que los rasgos sensibles al contexto de di-
cho discurso estn ms claramente ligados al
contexto de la entrevista que al de la situacin
que ese discurso describe, el investigador puede
malinterpretar el significado de las respuestas"
(Ibid:2-3; n.t.).
El entrevistado no ingresa a la entrevista dejand
atrs las "normas que guan otros tipos de eventos de
comunicacin", de manera que puede ocurrir que "las
normas (que gobiernan su propia comunidad comuni-
cativa) estn en oposicin a las que surgen de la entre-
vista" (Ibid:3). El peligro, segn Briggs, es que si las
normas comunicativas del informante son distintas de
las del entrevistador, ste le imponga las suyas. Por eso
78
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
he aprender el repertorio metacomunicativo de sus
formantes. Veamos cmo se hace este aprendizaje.
En la competencia metacomunicativa los hablantes
neran contextos que exigen determinados posiciona-
I ntos de los participantes. En algunos sectores socia-
la entrevista es un instrumento del estado para aplicar
plll1ticas sociales o medidas de control legal. Para otros
111 entrevista es completamente extica, y para otros es
n n1edio de trabajo. Las respuestas entonces estarn
I redeterminadas por la definicin de la situacin y de
I preguntas. Por eso puede decirse que "no hay pregun-
1\ sin respuestas"; esto no significa afirmar que a cada
I regunta corresponde una respuesta sino, ms bien, que
loda pregunta supone una respuesta o cierto rango de
respuestas, sea por el enfoque de la pregunta, por su
IMmulacin o por los trminos de fraseo. Esto vale
para todos los tipos de pregunta que pueden incluir
preguntas cerradas (a responder por s-na-no S), abier-
las (a responder en palabras del informante) y de elec-
In mltiple (ms conocidas como n1ultiple choice,
con un nmero acotado de respuestas opcionales).
upuestamente las preguntas abiertas permiten captar
la perspectiva de los actores, con menor interferencia
del investigador.
Sin embargo, al plantear sus preguntas el investiga-
dor establece el marco interpretativo de las respuestas,
es decir, el contexto donde lo verbahzado por los in-
formantes tendr sentido para la investigacin y el uni-
verso cognitivo del investigador. Este contexto se ex-
presa a travs de la seleccin temtica y los trminos
ole las preguntas. Interrogar por "los problemas del ba-
rrio" en una villa miseria es definir la situacin como
79
I
ROSANA GUBER
lo hace un asistente social del estado. Por eso el inves-
tigador debe empezar por reconocer su propio marco
interpretativo acerca de lo que estudiar, diferencindo-
lo en conceptos y terminologa, del marco de los entre-
vistados; este reconocimiento puede hacerse revelando
las respuestas subyacentes a ciertas preguntas y al rol
que el informante le asigna al investigador.
n. lmites y supuestos de la no directividad
Otra va para aprender las competencias metacomu-
nicativas de una comunidad de hablantes es la entrevis-
ta no directiva. En antropologa la no directividad era
obligada por el desconocimiento de la lengua; en el mis-
mo proceso de aprenderla el investigador se internaba en
la lgica de la cultura y la vida social.
Pero al aplicar la mirada etnogrfica sobre la propi a
sociedad, ese proceso pareci diluirse. Para re-conocer
la distancia entre su reflexividad y la de sus infor-
mantes el investigador necesit ubicarse en una posi -
cin de desconocimiento y duda sistemtica acerca d
sus certezas. La no directividad entonces se fue siste-
matizando incluso donde la diferencia cultural no era
tan evidente.
Desde ciertos enfoques, la no directividad se funda
en el supuesto del "hombre invisible", como si no parti-
cipar con un cuestionario o pregunta prestablecida, fav
reciera la expresin de temticas, trminos y concept
ms espontneos y significativos para el entrevistado.
Es cierto que la no directividad puede ayudar a con
gir la imposicin del marco del investigador si esta tc-
tica resulta de una relacin socialmente determinado
en la cual cuentan la reflexividad de los actores y la d 1
80
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
investigador. Pero esto requiere igualmente analizar la
presencia del investigador no directivo y las condiciones
en que se produce la entrevista al campo de estudio. La
reflexividad en el trabajo de campo y particularmente
en la entrevista puede contribuir a diferenciar los contex-
tos, a detectar la presencia de los marcos interpretativos
del investigador y de los informantes en la relacin;
cmo cada uno interpreta la relacin y sus verbaliza-
dones. Para ello es necesario ir tendiendo un puente
entre ambos universos identificando a qu preguntas es-
t respondiendo, implcitamente, el informante (Black
&: Metzger, en Spradley 1979:86). De este modo es
posible descubrir e incorporar temticas del universo
dlel informante al universo del investigador, y empezar
a preguntar sobre ellas.
La no directividad se basa en el supuesto de que
"aquello que pertenece al orden afectivo es ms pro-
f\!mdo , ms significativo y ms determinante de los
omportamientos, que el comportamiento intelectuali-
zado" (Guy Michelat, en Thiollent 1982:85, n.t.) . Las
ntrevistas no directivas tpicas de los psicoanalistas,
suponen que la intervencin mediatizada y relativizada
del terapeuta reside en dejar fluir la propia actividad
inconsciente del analizado (Thiollent 1982).
La aplicacin de este supuesto, vlido con matices en
la entrevista etnogrfica, resulta en la obtencin de con-
ceptos experienciales (experience near concepts de Agar
1980:90), que permitan dar cuenta del modo en que
los informantes conciben, viven y asignan contenido a
un trmino o una situacin; en esto reside, precisamen-
te, la significatividad y con fiabilidad de la informa-
cin. Pero para alcanzar esos conceptos significativos,
81
~
I
ROSAN A GUBER
el etngrafo se basa en los testimonios vvidos que
obtiene de labios de sus informantes, a travs de sus
lneas de asociacin CPalmer, en Burgess 1982: 107;
Guy Michellat, en Thiollent 1982:85). En las entrevis-
tas estructuradas el investigador formula las preguntas
y pide al entrevistado que se subordine a su concepcin
de entrevista, a su dinmica, a su cuestionario, y a sus
categoras. En las no dirigidas, en cambio, solicita al
informante indicios para descubrir los accesos a su uni
verso cultural. Este planteo es muy similar a la tran
sicin de "participar en trminos del investigador" a
"participar en trminos de los informantes".
Para esto la entrevista antropolgica se vale de tr ,
procedimientos: la atencin flotante del investigador;
la asociacin libre del informante; la categorizacin dI -
ferida, nuevamente, del investigador.
Al iniciar su contacto el investigador neva consi g
algunas preguntas que provienen de sus intereses m
generales y de su investigacin. Pero a diferencia de otr
contextos investigativos, sus temas y cuestionarios m
o menos explicitados son slo nexoS provisorios, gu{n
entre parntesis que sern dejadas de lado o reformu
ladas en el curso del trabajo. La premisa es que si bien
lo podemos conocer desde nuestro bagaje conceplU 11
y de sentido comn, vamos en busca de temas y c 11
ceptos que la poblacin expresa por asociacin li 1 I
esto significa que los informantes introducen sus pri 11
dades en forma de temas de conversacin y prctl I
t e s t i ~ d s por el investigador, en modos de re 11 ,1t
preguntas y de preguntar, donde revelan los nudo
problemticos de su realidad social tal como la p l' I
ben desde su universo cultural.
82
La etnografa. Mtodo, campo y refl exividad
Para captar este material, el investigador permanece
en atencin flotante (Guy Michelat y Maitre, en Thiollent
1982), un modo de "escucha" que consiste en no privile-
giar de antemano ningn punto del discurso (Ibid:9 l).
Este procedimiento se diferencia del empleado en las
encuestas y cuestionarios porque la libre asociacin
permite introducir temas y conceptos desde la pers-
pectiva del informante ms que desde la del investigador.
Promover la libre asociacin deriva en cierta asimetra
"parlante" en la entrevista etnogrfica, con verbaliza-
'iones ms prolongadas del informante, y mnimas o
variables del investigador.
Esta tarea sugiere la metfora de un gua por tierras
d sconocidas; el investigador aprende a acompaar al
Informante por los caminos de su lgica, lo cual requie-
gran cautela y advertir, sobre todo, las intrusiones
In ontroladas. Esto implica, adems, confiar en que los
rumbos elegidos por el baquiano lo llevarn a destino,
unque poco de lo que vea y suponga quede claro por
I momento. Esos trozos de informacin, verbalizaciones
y prcticas pueden parecer absurdas e inconducentes,
pe ro son el camino que se le propone recorrer, an con
mido crtico y capacidad de asombro. "El centramien-
de la investigacin en el entrevistado supone que el
Investigador acepta los marcos de referencia de su in-
r! Qcutor para explorar juntos los aspectos del proble-
,,\ en discusin y del universo cultural en cuestin"
hiollent 1982:93).
n este proceso, esa "confianza" del investigador en
Informante se pone de manifiesto en el acto de cate-
ri zar. Llevando ya varios meses de investigacin so-
la movilidad social en una comunidad bicultural
83
ROSANA GUBER
Chiapaneca, su trabajo tom un giro inesperado que la
oblig a reformular el tema de investigacin. Conversan-
do con un "natural" (indgena) sobre la imagen que la
poblacin aborigen tena del gobierno ladino, sucedi
lo siguiente:
H: "Y cmo es el gobierno de los naturales?"
1: "Ah, ese es distinto porque los viejitos vuelan
y si hacs algo malo te chingan."
H: "Cmo?", pregunt sorprendida la investi-
gadora.
1: "S, los viejitos vuelan alto y te chingan."
(Hermitte 1960; GTTCE 1999).
Hermitte ya haba escuchado estas cosas pero las
haba dejado ah en el depsito sin categorizarlas. La
categorizacin diferida (Maitre, en Thiollent 1982:95),
a diferencia de la anticipada, es una lectura mediatiza-
da por el informante. Hermitte repar esta vez en una
formulacin en principio incomprensible (los viejitos
vuelan) y comenz a explorarla hasta encontrar el sis-
tema indgena de creencias fundado en el nahual y la
brujera como ejes de las nociones y prcticas referidas
a la salud y la enfermedad, un medio de control social
autnomo e inaccesible para los ladinos o mestizos.
La categorizacin diferida se ejerce a travs de la
formulacin de preguntas abiertas que se van encade-
nando sobre el discurso del informante, hasta configurar'
un sustrato bsico con el cual puede reconstruirse el
marco interpretativo del actor. Este tipo de dilogo de-
manda un papel activo del entrevistador, por un lado,
al reconocer que sus propias pautas de categorizacin
84
La etnografa. Mtodo, campo y reOexividad
no son las nicas posibles; y por otro lado, al identificar
los intersticios del discurso de! informante en donde
"hacer pie" para reconocer/construir su lgica. En se-
gundo lugar, la categorizacin diferida se plasma en e!
registro de informacin que aparentemente no tiene
razn de ser para el investigador. Si en e! cuestionario
habitual e! investigador hace preguntas y recibe las
respuestas, en la entrevista etnogrfica el investigador
formula preguntas cuyas respuestas se convierten en
nuevas preguntas. Pero este proceso no es mecnico;
demanda asombro, y para que haya asombro debe haber
una ruptura con sus sentidos que "tenga sentido" para
l. Y para esto se necesita tiempo, la espera paciente y
confiada de que, por el momento, slo se comprenden
partes; pero que seguramente ms adelante se podrn
integrar los fragmentos dispersos. No se trata de una
espera pasiva sino activa en la cual el investigador va
relacionando, hipotetiza, confirma y refuta sus propias
hiptesis etnocntricas. Igual que la observacin parti-
cipante, la entrevista etnogrfica requiere un alto grado
de flexibilidad que se manifiesta en estrategias para des-
cubrir las preguntas y prepararse para identificar los
contextos en virtud de los cuales las respuestas cobran
sentido. Estas estrategias se despliegan a lo largo de la
Investigacin, y en cada encuentro.
111. La entrevista en la dinmica general de
la investigacin
Dentro del proceso general de investigacin la en-
trevista acompaa dos grandes momentos: el de aper-
tura, y el de focalizacin y profundizacin. En e! pri-
mero, el investigador debe descubrir las preguntas
85
ROSANA GUBER
relevantes; en el segundo, implementar preguntas ms
incisivas de ampliacin y sistematizacin de esas rele-
vancias (McCracken 1988).
A) Descubrir las preguntas
En el trabajo de campo etnogrfico la entrevista e
una alternativa ms entre otros tipos de intercambio
verbales, entre los cuales no hay un orden preesta-
blecido. Puede aparecer al principio o ya avanzada 1
investigacin, dependiendo del lugar que tenga estO
situacin en la rutina local y de las decisiones del in-
vestigador. Sin embargo, en la primera etapa y hast
tanto no haya sumado algunas pginas a sus notas, l
entrevista etnogrfica sirve fundamentalmente para des-
cubrir preguntas, es decir, para construir los marcos d
referencia de los actores a partir de la verbalizacin
asociada ms o menos libremente en el flujo de la vida
cotidiana. Desde estos marcos extraer las preguntas y
. temas significativos para la segunda etapa.
El investigador necesita partir de una temtica pr
determinada, que ser provisoria hasta tanto la vincul
o sustituya por otros temas ms significativos. Acepta!'
esta provisoriedad permite abrir la percepcin a tema
aparentemente inconexos, sin interpretarlos como elu
siones, desvos o prdidas de tiempo.
En una oportunidad Roberto, un estudiante de antr
pologa entrevist a una seora que viva en departo
mentas cercanos a un barrio humilde de Buenos Air ,
Le interesaban los prejuicios contra residentes estigmatl
zados como "uruguayos", habitantes de conventill I
"negros" e inmigrantes provincianos "villeros". En la pI'!
mera entrevista Roberto pregunt sobre trabajo, familia y
86
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
barrio, sin que su entrevistada aludiera a distinciones
sociales o raciales. Pero de pronto, la entrevistada em-
pez a contarle por propia iniciativa, de su prctica del
aerobismo. Roberto, algo decepcionado por el rumbo
que tomaba la conversacin -senta que se le iba de
las manos!- le pregunt por dnde sola correr y ella
le fue detallando sus circuitos habituales; un rea bien
definida, precisamente la zona ms pobre y con mayor
oncentracin de conventillos, quedaba excluida. Ro-
berto, desde su "atencin flotante" le pregunt: "Y por
sta y esta calle no corrs?". "Nooo!!! ", le respondi
Ha, "Si ah estn los negros!!! ". Por una va indirecta,
que no pareca pertinente, haba ido a dar exactamente a
lo que le preocupaba, la segregacin socio-residencial.
Esa experiencia mostraba, tambin , la importancia
de "no ir al grano". Esta expresin significa, en el lengua-
.le corriente, encarar directamente un tema. Por definicin
metodolgica, el investigador no puede hacer esto cuan-
do comienza la investigacin porque desconoce no slo
"cmo hacerlo" sino "cul es el grano" para la gente. Este
desconocimiento, sin embargo, puede ocultarse bajo la
imilitud formal entre las categoras tericas y las cate-
~ o r s nativas. Es como preguntar en un barrio humilde:
Cules son las manifestaciones culturales de este barrio?
1 sus habitantes identifican "cultura" con "alta cultura"
la respuesta ser: Ninguna! '
El descubrimiento de las preguntas significativas se-
gn el universo cultural de los informantes es central
para descubrir los sentidos locales. Esto puede hacerse
scuchando dilogos entre los mismos pobladores inten-
tando comprender de qu hablan y a qu pregunta impl-
ita estn respondiendo (indexicalidad y refleXividad) ;
87
ROSAN A GUBER
pedirle a alguien que formule una pregunta interesante
acerca de talo cual tema (por ejemplo, cmo pregunta-
ra sobre la vida en el barrio?), o una pregunta posibl
para cierta respuesta (qu pregunta se aplicara a una
respuesta que dijera: ac e! barrio es muy tranquilo?)
(Spradley 1979:84).
Sin embargo, estos procedimientos tienen sus in-
convenientes porque si los informantes no compren-
den la reflexividad de! investigador (qu se propone) ,
pueden responder con lo que suponen que ste desea
or. Spradley recomienda usar preguntas descriptivas
solicitando al informante que hable de cierto tema,
cuestin, mbito, pasaje de su vida, experiencia, con-
flicto, etc. : Puede usted contarme cmo es e! barrio?
Puede contarme sus primeros aos en e! barrio? Es-
tas preguntas sirven para ir construyendo contexto
discursivos o marcos interpretativos de referencia, en
trminos del informante. Desde estos marcos el inves-
tigador puede avanzar hacia preguntas culturalment
relevantes, al tiempo que se lo familiariza con modo
de pensar, asociando trminos y frases referidos ah -
chos, nociones y valoraciones. Por eso es clave qu '
en esta primera etapa el investigador aliente al infor-
mante a extender sus respuestas y descripciones, ex-
plicitando incluso aquello que podra parecerle trivi.al
o secundario.
Este aliento puede lograrse introduciendo la men I
cantidad posible de interrupciones, dejando que fluya I
discurso por la libre asociacin, o abriendo el discurso
a travs de preguntas abiertas. Sin embargo, permane I
en riguroso silencio puede derivar en la ansiedad, I
malestar y hasta en la finalizacin de! encuentro. Si I
88
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
silencio parece forzado, en vez de denotar inters y res-
peto de parte de quien escucha, puede dar la imagen de
que el hablante est siendo evaluado. Por otro lado, si las
interrupciones son necesarias para dar fluidez al encuen-
tro, es conveniente que el investigador se pregunte qu
pretende con ellas y cules podran ser sus derivacio-
nes. Sin embargo la dinmica de la entrevista y las per-
sonalidades en juego introducen particularidades que
ningn recetario o manual puede predecir.
A lo largo de una entrevista el investigador puede
adoptar medidas diversas para promover la locuacidad
del informante, con variables grados de directividad
(Whyte 1982:112);
i) un simple movimiento con la cabeza, asintiendo,
negando o mostrando inters (Inf.: Y as, e! barrio se pu-
so tranquilo; Inv.: Ah.);
ii) repetir los ltimos trminos del informante (Inv.:
As que se puso tranquilo?);
iii) emplear estas ltimas frases para construir una
pregunta en los mismos trminos (Inv.: Y por qu se
volvi tranquilo? (o) Cundo se puso tranquilo?);
iv) formular una pregunta en trminos del investiga-
dor sobre los ltimos enunciados del informante (Inv. : y
ahora que est tranquilo, cul es la diferencia en e!
barrio comparado con otros tiempos?);
v) en base a alguna idea expresada por el informante
n su exposicin, pedirle que ample (Inv.: Ud. me deca
que antes la gente era ms pacfica. Qu cosas pasaban
monces para que la gente fuera as?) ;
vi) introducir un nuevo tema de conversacin.
Conviene que las interrupciones de! investigador
n el discurso del informante sean cuidadas y en lo
89
ROSANA GUBER
posible no accidentales, para evitar interrumpir la libre
asociacin de ideas (Kemp &: Ellen 1984). Pero tambin
es necesario intercalar preguntas aclaratorias o de "respi-
ro" a riesgo de perder el hilo de la exposicin o agotar
al informante.
Para las preguntas de apertura del discurso del in-
formante, Spradley distingue las preguntas gran-tour
(1979:86) que interrogan acerca de grandes mbitos,
situaciones, perodos (Puede usted contarme cmo es
el barrio?), con cuatro subtipos:
las tpicas, en que se interroga sobre lo frecuente ,
lo recurrente (Cmo se vive en este barrio?);
las especficas, referidas al da ms reciente del in-
formante, o a un local ms conocido por l, etc. (Cmo
fue la semana pasada en el barrio?);
las guiadas, que se hacen simultneamente a una
visita por el lugar, en que el informante aade explica-
ciones conforme avanza la visita (Cantilo, un vecino d
la villa, me iba mostrando el camino que sola hacer al
Mercado de Abasto, comentando sobre la gente qu
saludaba; cuando llegamos me acompa por el interior
contndome qu haca mientras hurgaba en los tacho
de basura, mandaba a la hija menor a "manguear" a lo
puesteros y negociaba con otros la descarga de alguno.
camiones para el da siguiente; de este modo tuve una
idea aproximada del contexto donde Cantilo extraa par.
te de su alimentacin, conformaba ciertas redes social
y de reciprocidad);
las relacionadas con una tarea o propsito, paralela
mente a la realizacin de alguna actividad, como cuando
el informante explica lo que est haciendo (una
arreglo de su casa, etc.).
90
La etnografa. Mtodo, campo y rel1exividad
Las preguntas mini-tour y sus subtipos son seme-
jantes a las gran tour pero se refieren a unidades ms
pequeas de tiempo, espacio y experiencia. Se puede in-
dagar en un servicio hospitalario, en una zona del barrio
(la Avenida, la calle talo cual), el ltimo ao de trabajo,
la ltima huelga, etc.
En las gran- y mini-tour pueden intercalarse pregun-
tas de ejemplificacin donde se solicita al informante
que d ejemplos de un caso concreto vivido o atesti-
guado por l. Me deca Silvita que "Ac e! problema es
que al villero lo tratan como basura. " "Por qu?, a vos
o a alguien que vos conozcas le pas algo alguna vez?"
"Pufff, claro!!! El otro da vena en e! colectivo y me
baj, y unos pibes dicen bien fuerte , para que se escu-
che, no?, dicen: 'lstima que sea villera'. Yo no saba
adnde meterme."
Toda pregunta puede plantearse en trminos sociales:
Qu hace la gente en la Cuaresma? O personales: Qu
hace usted en la Cuaresma?
A lo largo de la descripcin el informante suministra
informacin acerca de "quines" estn all, "cuntos" son,
"qu" ocurre, "cules" son las actividades preponderantes,
"qu situaciones son frecuentes", "cunto tiempo" es-
tn o han estado viviendo all; "cmo" es e! lugar, su
extensin, sus subdivisiones internas, etc. A cada frase
podran seguir nuevas preguntas acerca de qu, cmo,
quin, dnde, cundo, por qu, y para qu (Spradley
1979; Agar 1980).
En el curso de la conversacin e! investigador pue-
de recurrir a interrogantes estratgicamente directivos.
Las preguntas anzuelo (bait de Agar 1980:93) pueden
dar pie al pronunciamiento enftico de! informante.
91
ROSANA GUBER
En las preguntas del abogado del diablo (Strauss 1973) el
investigador suministra un punto de vista premeditada-
mente errneo o contrapuesto para que el informante l
corrija o exponga su argumento.
En las preguntas hipotticas se trata de ubicar al in-
formante frente a un interlocutor o situacin imaginaria,
"Cmo se imagina que ser la vida en departamen-
tos?": la presentacin de situaciones hipotticas pued
permitir imaginar otras respuestas y puntos de enun-
ciacin que ataen a la valoracin de la situacin real
(Spradley 1979),
En sntesis, durante la primera etapa, el investigador
se propone armar un marco de trminos y referencia
significativo para sus futuras entrevistas; aprende a di s-
tinguir lo relevante de lo secundario, lo que pertenec
al informante y lo que proviene de sus propias inferen-
cias y preconceptos, contribuyendo a modificar y rel a.
tivizar su perspectiva sobre el universo cultural de lo.
entrevistados. Como seala Agar, "en la entrevista etno
grfica todo es negociable" (1980:90) . Los informante
reformulan, niegan o aceptan, aun implcitamente, lo
trminos y el orden de las preguntas y los temas , su
supuestos y las jerarquizaciones conceptuales del in.
vestigador. De este modo, el investigador hace de In
entrevista un puente entre su reflexividad, la reflexivl .
dad de la interaccin y de la poblacin.
B) Focalizar y profundizar: segunda apertura
En la etapa siguiente se trata de seguir abriendo sen
tidos pero en determinada direccin, con mayor cir.
cunscripcin y habiendo operado una seleccin de 1
sitios, trminos y situaciones privilegiadas donde
92
La etnografia. Mtodo, campo y refl exividad
expresa alguna relacin significativa con respecto al ob-
jeto del investigador. En esta segunda etapa el investiga-
dor puede dedicarse a ampliar, profundizar y sistemati-
zar el material obtenido, estableciendo los alcances de
las categoras significativas identificadas en la primera
etapa. Para ello se vale de nuevas formas de entrevista
que le permitan descubrir las dimensiones de una cate-
gora o nocin.
En las investigaciones en sociedades "exticas", el des-
cubrimiento o la identificacin de categoras es, quizs,
ms sencilla que en la propia sociedad del investigador,
porque los trminos le resultan poco familiares y es ms
sensible a sus manifestaciones. Pero en su propio medio
stas conceptos se ocultan en expresiones que el investi-
gador cree conocer porque las utiliza o las ha escuchado
reiteradamente, aunque en realidad las desconozca en su
nueva o distinta significacin.
Para explorar el sentido de un nmero restringido de
categoras es conveniente reformular la perspectiva de
la interrogacin sobre un trmino especfico, y buscar
sus relaciones con otras categoras sociales. Pero es mejor
ncarar esta bsqueda en los usos ms que en definicio-
nes abstractas. Cuando entrevistaba a una concejal sobre
los residentes de las villas, me contest que lo ms pro-
blemtico era la promiscuidad. Pregunt: "Qu es 'pro-
miscuidad' para usted?" La entrevistada, sorprendida,
me respondi: "Cmo 'qu es promiscuidad'!? Que
andan en la promiscuidad, que son as, promiscuos!".
Yo no vea cmo salir del atolladero. Su sorpresa poda
provenir de suponer a) que no haba sido clara con el
trmino, b) que se haba expresado mal, c) que no estaba
a la altura del entrevistador, o, y ste era el caso d) que
93
ROSANA GUBER
la entrevistadora era una ingenua o imbcil, porque todo
el mundo sabe qu significa "promiscuidad"; es cosa
de sentido comn. Optando por el uso, le pregunt: "Por
qu me dice que los villeros viven en la promiscuidad?
Usted qu vio?". "Y, los ves, vas a la casa y los ves." "Ah."
"Un hijo se llama Lpez, otro Martnez, otro Prez. Ahf
ves bien clarito la promiscuidad, todos hijos de distin-
to padre!".
Para esta etapa Spradley sugiere preguntas estru -
turales y contrastivas. En las preguntas estructurales s
interroga por otros elementos de la misma o de otra
categoras, que puedan a su vez ser englobadas en cat
goras mayores (1979); cuando detect que el "viller "
es uno de los posibles habitantes de las villas, pregunl :
Quines ms viven en la villa? Se me respondi "genl '
rescatable" "gente decente", etc.
Con las preguntas contrastivas se intenta establee r
la distincin entre catregoras. Siguiendo con el ejempl I
poda preguntar: Qu diferencia hay entre el "villero" y
la "gente rescatable"? Como la comparacin entre esl
trminos proviene del uso categorial de los informant I
de una pregunta contrastiva se extraen datos acerca d h
comparatividad de los elementos (Agar 1980; Spradl y
1979). Los "no villeros," por ejemplo, conciben al "vi
llero" como lo opuesto a la "gente rescatable", pero n ,
a los "paraguayos", porque los paraguayos son un tip ,
de villero.
El contraste es un tipo posible de relacin entre CAl!
goras. Otras relaciones que muestran cmo se articullll
los conceptos entre s son las de inclusin (el viller
un tipo de pobre), ubicacin (la va es una parte d l.
villa), causa (Trini fue a la salita porque no saba <1\1
94
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
tena la criatura), razn (se van de la villa por el mal
ambiente); localizacin de la accin (la va es un lugar
donde hay mucha joda), funcin (un pasillo con ms
de una entrada de acceso sirve para que se rajen los
chorritos-ladronzuelos) , secuencia (para hacer el pasi-
llo primero se organizaron, despus mangaron a los
dems, despus fueron a la Municipalidad y despus
trajeron los materiales y se pusieron a laburar), yatri-
butos (ac la villa es jodido, se inunda ... ) (Spradley
1979). Una vez identificadas, se puede explorar cmo
usan las categoras y sus relaciones otros informantes.
Las encuestas y cuestionarios son tiles en este punto
porque permiten examinar los usos a universos mayores.
En un segundo momento de la investigacin tambin
se puede avanzar sobre temas que, por considerarse tab,
onflictivos, comprometedores o vergonzantes, no se han
tratado en los primeros encuentros. Estas cuestiones
suelen darse a conocer cuando el informante sabe "algo
ms" del investigador y, sobre todo, sobre cmo ste
n1aneja la informacin, si mantiene el secreto y guarda
la confianza. Ello es vital para asegurar que las activi-
dades, reflexiones u opiniones de cada uno de los en-
trevistados no trascendern a los dems, daando la
Imagen y sus vnculos.
Sin embargo, guardar secreto no es sencillo cuando
e ~ r t de hechos conflictivos cuyos protagonistas son
I ctlmente identificables. Cmo no poner de mani-
fiesto la fuente y, al mismo tiempo, contrastar visiones
'ontendientes? A esto se suma que el investigador
uele ser el confesor, y tambin el blanco de reclamos
I legitimidad por las partes en una disputa. Una for-
ma de evitar suspicacias es ampliar la problemtica de
95
ROSANA GUBER
tratamiento a travs de preguntas suficientement
generales como para incluir aspectos relativos a la
versiones enfrentadas pero esto obliga a plantear el te-
ma general adecuado para englobar al caso particulat'
(Whyte 1982:116).
Adems, los temas "tab" son propios de cada grup
social y de cada sociedad. Es probable que el investI-
gador descubra en sus primeras indagaciones algunos I
estos temas, advirtindose le que su tratamiento es ina-
decuado o prohibido. No existe una conducta nica y
perfecta con respecto a estas cuestiones; su manejo resul
ta ms de una constante negociacin del investigad 1',
Tiempo y continuidad del trabajo de campo pueden con
tribuir a que los informantes decidan que ya es hora I
abrir "algunas cajas fuertes"; el resto probablemente 1,
relacin se mantenga en trminos cordiales y en un n
vel general.
En suma, en el perodo de profundizacin y focall
zacin la no directividad sigue siendo til porqu I t
apertura de sentidos no concluye sino con la investi \
cin misma, pero ahora la bsqueda contina denll I
de los nuevos lmites fijados en la primera fase. La m \
yor directividad ayuda en esta segunda etapa a ce!'l' 11
temas y a ponderar los niveles de generalizacin d I \
informacin obtenida.
IV. La entrevista en la dinmica particular d -1
encuentro
La entrevista es un proceso en el que se pon ."
juego una relacin que las partes conciben de man I t
distintas. La dinmica particular sintetiza las div " t
determinaciones y condicionamientos que operal 11
96
La etnografa. Mtodo, campo y reOexividad
la interaccin y, en especial, en el encuentro entre in-
vestigador e informantes. Sus variantes son infinitas
pero algunos puntos son nodales y aparecen en todas
las entrevistas, como los temas, los trminos de la con-
versacin (unilateral, bilateral, informativa, intimista,
tc.), el lugar y la duracin. Seguidamente nos ocupare-
l'nOS de ellos bajo dos trminos generales: el contexto y el
de la entrevista.
A) El contexto de entrevista
Suele entenderse por contexto al "marco" del encuen-
tro. Aqu , segn ya sealamos, lo concebimos no como
t In de fondo de una trama, sinO como parte de la
trama misma (C.Briggs 1986; Giglioli 1972; Moerman
I 88). En este sentido el contexto comprende dos ni-
V 'les, uno ampliado y otro restringido. El ampliado se
r fere al conjunto de relaciones polticas, econmicas,
que engloban al investigador y al informante
(si ambos pertenecen a poderes en una relacin colonial,
ti \ clase, etc.). "Durante el Proceso (el rgimen militar
I'gentino entre 1976 Y 1983) cuando vena algn asis-
t l'lte social a hacernos preguntas para arreglar algo en
1 villa, seguro que al da siguiente te barran. Por eso ac
o habla nadie", le deca un vecino de un barrio humil-
le a la antroploga Claudia Girola. El contexto restringi-
lo se refiere a la situacin social especfica del encuentro,
donde se articulan lugar-personas-actividades y tiem-
(), Las instancias de este nivel varan en rebcin ms
Irecta con el desarrollo del trabaja de campo en esa
idad social.
En un trabajo de campo la entrevista suele tener lu-
II r en mbitos familiares a los informantes, pues slo
97
ROSANA GUBER
a partir de sus situaciones cotidianas y reales es posibl
descubrir el sentido de sus prcticas y verbalizaciones,
Sucede, sin embargo, que como "extranjero" el investiga-
dor no conoce de antemano cul es el contexto significa-
tivo y/o adecuado, y esto en dos sentidos. Por un lado lo
residentes de villas miseria han sido habituados a rel a-
cionarse con agentes oficiales en trminos represivos
asistenciales, asignndole al investigador ciertos role
Estos hbitos definen la relacin de entrevista y la in-
formacin que se produce. Por otro lado, si bien la en
trevista etnogrfica suele hacerse en el medio habitu I
del entrevistado, esto no siempre es una ventaja. Si 11
informante se siente controlada por su marido pued
ser conveniente buscar otros mbitos ms "neutrales" ,
Quizs sea prctico dejar entonces que en una primen
instancia el informante decida el lugar del encuentr I
explorando gradualmente lugares alternativos y su
respectivas significaciones. 10
10 Los datos del encuentro, as como los del investigador y el I
informante, deben consignarse en las notas de campo. Un punl O
crucial de la dinmica de la entrevista es la forma de registro qu
adopta el investigador. Las notas de campo simultneas pueden , 1
manuscritas o grabadas. En el primer caso, el Investlgador
contacto visual con el entrevistado, restndole al encuentro flUl cl r
y espontaneidad. En el segundo, hay cuestiones que no se tralnlt
ante un grabador, sobre todo cuando an se desconoce la condul
ta del investigador. Tambin pueden tomarse notas a posten 11 ,
precedidas por un listado de expresiones que permitan reconslt:uh
el encuentro. Las ventajas de esta modahdad deben, sm embal!1(1,
relativizarse. Es cierto que predisponen al investigador a rescaltll
mayor amplitud de informacin con el entrenamiento de la \
Pero los informantes pueden descifrar la falta de elementos ostenslbl -
de registro como una falta de seriedad de su entrevistador.
98
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
B) Los Ritmos del Encuentro
En trminos generales, una entrevista tiene un inicio,
un desarrollo y un cierre. Puede dar comienzo con cual-
quiera, en cualquier lugar, con o sin concertacin previa,
con o sin una duracin estipulada. Instancias como los
encuentros casuales y los comentarios "al pasar" pueden
ser lo suficientemente importantes como para iniciar un
encuentro ms prolongado.
A diferencia de los intercambios verbales ocasionales,
la dinmica de las entrevistas de mediana a larga dura-
cin implica un mayor nmero de decisiones de parte
del informante y del investigador (McCracken 1988).
Puede ser aconsejable no enfocar temticas demasiado
acotadas hasta que la relacin se consolide y el infor-
mante conozca ms acabadamente, en sus propios tr-
minos, los objetivos del investigador. Al comenzar el
encuentro puede ser oportuno referirse a "temas trivia-
les," trivialidad que se modifica segn el sector social, t-
nico, etario de que se trate. Cada encuentro, sin embargo,
es una caja de sorpresas y puede revelar cuestiones que se
suponan confidencialsimas y que quizs no se repiwn.
Una de las premisas clave con respecto a la duracin
de la entrevista es no cansar al informante ni abusar de
Su tiempo y disposicin; el material obtenido en tales
circunstancias puede darse por compromiso, para "sa-
carse de encima al investigador", y ste arriesga cerrarse
las puertas de encuentros ulteriores. Intercalar alguna
xperiencia o comentario acerca de alguna vivencia del
Investigador puede compensar los trminos unilaterales
propios de una interaccin entre alguien que pregunta
y alguien que responde, contribuyendo a crear un espa-
'io para que el informante exprese sus dudas y haga sus
99
ROSANA GUBER
preguntas. Estas consideraciones dependen de poder
distinguir entre el tiempo del investigador y el de lo
informantes; los entrevistados no son mquinas de in
formar segn los plazos y necesidades del investigador,
pese a que los llamemos "informantes", como se hace en
la jerga policial y tambin periodstica.
El tiempo y los tiempos se negocian y construyen re
cprocamente en la reflexividad de la relacin de camp ,
Esperas, urgencias, pausas y retrasos son tambin si
nificados que el investigador debe aprender "en caro
propia". Un etngrafo de campo "tiempo completo" pu
de disponer de sus actividades sin someterse a horari
"urbanos" o "de oficina". Sin embargo, el tiempo es tam-
bin un ritmo interno que el investigador lleva consig )
adonde quiera que vaya. La impaciencia suele ser eneml.
ga de la relacin de trabajo. Aunque el investigador n
elimine sus ansiedades, puede ponerlas en foco e iden.
tificarlas como carga propia.
El cierre o desenlace del encuentro tiene sus peculia-
ridades. Pueden suceder intrusiones externas que d 11
por terminada la entrevista o cambien su orientacin.
Por lo que atae al investigador, no es conveniente con-
cluir la entrevista de manera abrupta en momentos cl
gran emotividad o en pleno tratamiento de puntos con
flictivos y/o tab. Estas y otras recomendaciones perten J
cen a la esfera del trato interpersonal y seguramente serll
manejadas por cada investigador segn sus propios crl
terios y aqullos que haya aprendido en el trato cotidian( I
a lo largo de su trabajo de campo. Este aprendizaje, qLl t
recorre a la entrevista ya la observacin participante, ti
ne estrecha relacin con quin es el investigador par I
los informantes.
100
CAPTULO 5.
EL INVESTIGADOR EN EL CAMPO
El encuentro entre investigador y pobladores, segn
muestran las tcnicas etnogrficas, est atravesado por
una tensin fundante: los usos e interpretaciones del
"estar all" para el investigador/miembro de otra cultura
o sociedad, y para los pobladores/informantes, que las
tcnicas con su flexibilidad permiten identificar y anali-
Zflr. Pero esta flexibilidad descansa en el investigador que
transforma a las tcnicas de recoleccin de informa-
cin en partes del proceso de construccin del objeto
de conocimiento. En esta bsqueda, donde descubre
simultneamente lo que busca y la forma de encontrarlo
el investigador se convierte en la principal e i r r n u n ~
ciable herramienta etnogrfica.
La capacidad inconmensurable de la herramienta/in-
vestigador reside en la conciencia de sus propias limi-
taciones, pues su poder de adecuacin no es universal
a todos los requerimientos. Hasta aqu nos referimos a
las limitaciones desde la perspectiva del investigador
- su epistemocentrismo, su determinacin acadmica,
cultural y social-; ahora trataremos las limitaciones
desde la lgica de los sujetos que estudia. Aunque es-
ta lgica sea tan diversa e imprevisible como sentidos
101
ROSANA GUBER
socioculturales existen, nos detendremos en cuatro as-
pectos de segura aparicin: la persona, las emOCIOnes,
el gnero y el origen, ejemphhcando. con un mCldente
que protagonic al concluir mi trabajo de campo.
1. Un incidente de campoll
Era la tercera conmemoracin de la toma argentina
de las Islas Malvinas por las Fuerzas Armadas argentinas,
que yo presenciaba en Buenos Aires. ya dos aos
de trabajo de campo intensivo, ademas de tres mese
de prospeccin para mi investigacin doctoral sobre la
identidad social de los soldados conscriptos en el teatr
blico anglo-argentino de 1982. El recupera-
cin del archipilago Malvinas en el Atlantlco Sur tra
149 aos de ocupacin britnica, se inici el 2 de abrll
de ese ao y culmin 74 das despus con la derrotC\
t La "Guerra de Malvinas" como la llama m
argen ma, .' . . l ' ,
los argentinos, fue la ltima iniciatlVa del reglmen mi
autodenominado "Proceso de Reorganizacin NaCl
nal" (1976-1983), una de las dictaduras de.l Cono S
latinoamericano, antes de su retiro del gobierno.
Prxima a cerrar esta etapa de trabajo fui a pres n
ciar la conmemoracin de la toma argentina del 2 I,
abril, que convocaban algunas organizaciones de
ranos de guerra en el centro poltico de Buenos Alr ,
la Plaza de Mayo. Ese acto estaba Cnl
los y otros militantes de la "causa Malvmas,. \,
dos a mantener viva su llama en la "desmalvlmzacl t
11 Un anlisis reflexivo de este incidente fue presentado en 1\ 1
Jornadas de Etnograha y Mtodos Cualitativos (1994) y publl 111"
en Guber 1994 y 1995.
102
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
(des-nacionalizada) sociedad argentina. A lo largo de
los cuatro aos de nuestra relacin, Carlos se haba
transformado en connotado dirigente de una organiza-
cin de ex-soldados de vasto alcance. '2 Por su intermedio
y ayuda conoc a otros veteranos, pero pocas veces pude
entrevistarlo debido, segn me explic, a sus ocupa-
ciones. La relacin se fue limitando a algunas visitas a
las oficinas de la organizacin y a los actos pblicos
que sta convocaba.
Este 2 de abril consistira en un desfile cntrico por
la Capital argentina, que culminara en el "Monumento
a los Cados en el Atlntico Sur", en la Plaza General San
Martn. Esta vez, la marcha sucedera a una misa en la
Catedral Metropolitana.
Llegu puntualmente al lugar, y encontr a la esposa
de Carlos, a quien ya conoca; la salud con un beso
pero se mantuvo distante. Mientras saludaba a los de-
ms de la ronda, en voz bien alta dijo, con la mirada
perdida: "Estn llegando los servs!". Mir y no vi nada
raro; como nadie me invit a quedarme segu rumbo a la
Catedral. Entonces apareci Carlos con uniforme militar.
Aunque no lo vea desde el ao anterior, no mostr de-
masiado entusiasmo en el reencuentro, y sigui con
sus preparativos. Me consol pensando que "tendra
mucho que hacer" y que yo ya le resultaba una cara
"irrelevantemente familiar" (un "mal necesario"?). Me
ubiqu en la entrada de la Catedral a esperar, cuando la
mujer de Carlos se acerc y me dijo:
12 Por razones ticas he preferido modificar todo dato que penni-
llera identificar a los protagonistas reales del incidente y a sus or-
ganizaciones, infonnacin que a los efectos de la elaboracin de este
Articulo, no seria pertinente.
103
ROSANA GUBER
"Mir: vos mantenete lejos de los ex-combatientes
y de mi marido, porque no queremos gente de in-
teligencia en (la organizacin). Y cuidate, porque
si no vas a perder tu trabajo en inteligencia".
Slo atin a contestar "Vos ests en pedo (loca)?",
pero se fue sin darme tiempo a nada ms.
Aturdida, sent que me transformaba en una colum.
na ms del edificio. Sin reaccionar todava, me dije qu '
deba registrar el acto y que, despus de todo, no ten!"
nada que ocultar ni de qu avergonzarme. Pero aunqu
decid hacer lo previsto, poco pude desde mi estado ci{'
nimo con el cual acompaaba al acto en otra sintonfa,
como si la vergenza de un cargo que no me corre
ponda me hubiera sin embargo atravesado. Slo registr ,
siempre mentalmente, algunas generalidades, mient rtl
trataba de sobreponerme a la sensacin de estar mar
cada por una campanilla de leprosos. Cmo actuar c n
naturalidad si toda pregunta ms all del "cmo and lO
poda interpretarse como un acto de "espionaje"?
Ante eventos como ste los investigadores pod
mas optar por desentendemos de lo ocurrido y "pa III
a otra cosa" atribuyendo el traspi a un malentendido, 11
la mala fe o a la ignorancia. Yo prefer enfocarlo com I
se tratara de informacin relevante, al menos para ,,1
mar mi ansiedad. En este enfoque cuatro aspectos t
ponan claramente en cuestin: mi persona, mis em 1
ciones, mi lugar de mujer, y mi nacionalidad.
n. La persona del investigador
Apenas se fue la mujer de Carlos pens que, al l11l'
nos, ahora conoca la razn de aquella indiferencia, pI'
104
La etnograf a. Mtodo, ca mpo y refl exividad
no entenda por qu se explicitaba recin despus de
cuatro aos y mucho menos por qu Carlos y su mujer
estaban tan seguros de mi doble identidad. Saba que los
ex-soldados guardaban alguna desconfianza hacia m
pero supuse que sta se haba atenuado con el tiempo:
ml trabaj o y mi conducta. Adems, Carlos haba cur-
sado materias de antropologa en la Universidad y te-
n.amos conocidos en comn; muchas veces me haba
escuchado presentarme como investigadora del sistema
cientfico nacional, docente universitaria, y alumna de
un doctorado en los EE.UU., y nunca lo haba objetado.
Dnde estaba el problema, entonces?
Sin sumergirme en la psicologa individual de mis
(Geertz 1973) slo atin a interrogar a mi
perpleJldad. Un primer ingrediente era el concepto de
"persona" que difera dramticamente del de mis interIo-
cll,tores. Nacido del siglo XIX, el trabajo de campo etno-
graflco se configur paralelamente al liberalismo poltico
y econmico, cuando la persona empezaba a caracteri-
Zarse como un Sl*tO jurdico universal de derechos.
La "persona" moderna y liberal es la culminacin de un
desarrollo que rene al sujeto de derecho de los romanos
con el yo moralmente responsable e individual de los
estoicos, y con el de derechos universales (libertad
justicia, conciencia, comunicacin directa con Dios):
n esta confluencia el concepto de "persona"l3 mantuvo
13 La discusin ms propiamente ant ropolgica sobre el con-
tpto de persona surge con el seminal art culo de Maree! Mauss
(l1938J 1985) quien hizo una histori a del concepto, al que distin-
, lIla de self Para l la persona era el individuo en trminos de su
ptrtenencia social y legal, mientras que el self o moi era el sentido o
( Il ClenCla de sI mismo.
105
ROSANA GUBER
bsicamente el sentido de su etimologa, la palabra etrus-
ca per/sonare por su asociacin con la mscara dramti-
ca. El personaje expresado en la mscara fue cediend
al carcter individuaVinstitucional (Mauss [1938) 1979;
Whittaker 1992; La Fontaine 1985).
14
Que el dominante sea el concepto de persona pro-
pio del liberalismo y la ciudadana, no implica que su
significado haya sido el mismo en todos los tiempos
y sociedades. Pero el investigador social moderno ac-
ta como un individuo que, independientemente d
14 la nocin de persona se diferencia de otras muy cercanas: R)
el individuo refiere a una sola entidad, separada de una colectividad,
y se ha naturalizado para referir objetos animados e inanimados,
humanos y cosas. Se relaciona con "persona" cuando se apela al res
peto o dignidad por la persona en tanto que individuo, en un sentido
impreso por la filosofa liberal euro-ooccidental. b) La identidad sue
le entenderse como un conjunto relativamente estable de rasgo
distintivos por medio de los cuales se puede reconocer a un indivl
duo o grupo de individuos a lo largo de una trayectoria. Estos ras
gos son esencialmente configuraciones socioculturales instauradas
desde el pasado, instituidas y disponibles como procedimientos d
diferenciacin. La invocacin de la identidad activa las categoras y
atributos por medio de los cuales los individuos o grupos se tornan
reconocibles. Por eso su localizacin es generalmente pblica y en
la interaccin. c) El carcter tiene ms relacin con la personalidad,
Pero tambin puede usarse como un personaje en el sentido de al .
guien "pintoresco", o para quienes reivindican algn tipo de unicl
dad o excepcionalidad. d) El self o s mismo es la reificacin de un
entidad separada al nivel interno del individuo. Los seU no son visl.
bIes, sino abstrados y supuestos de estar ah ocultos en el individuo,
En las ciencias sociales se ha opuesto self a sociedad, al Mi, etc. e) I n
persona, por ltimo es una asignacin moral e institucional a la in.
dividualidad. Tiene una posicin legal y de status, y se relaciona c 11
la dignidad, la deferencia, el respeto, las formas de trato. Algui 11
con persona se diferencia de quienes moralmente carecen de humo
nidad, como los desviados, los locos, los viejos, y frecuentement e
las mujeres y los nios (Whittacker 1992:198-200).
106
La etnografa. Mtodo , campo y reflexividad
ser hombre o mujer, blanco o negro, fascista o comu-
nista, acomete la bsqueda desinteresada e impersonal
del conocimiento.
Esta representacin de la persona se acta en el
campo a toda hora, pero es ms evidente al principio
porque investigador e informante actan recproca-
mente sus papeles (roles) y status formales segn el
"deber ser" de sus respectivas sociedades, culturas y
reflexividades. Entonces, el investigador se presenta
como miembro de una institucin universitaria que va
a realizar un estudio, mientras que su primer o prime-
ros interlocutores se presentan como autoridades en la
materia, en el lugar y entre sus vecinos. Esta presentacin
es, como ha sealado Erving Goffman, una actuacin
cuya relevancia reside en indicar pautas de derecho,
moralidad y responsabilidad. Por eso, nombres y cargos,
patrones de deferencia y de respeto, permiten clasificar
al interlocutor (1971). Con sus cargas morales, de rol
y de status, estas tipificaciones trazan las lneas futuras
de interaccin, cooperacin y reciprocidad, y por lo
tanto los lugares viables e inviables para observar, par-
ticipar y entrevistar.
Mi perplejidad denunciaba, pues, una disonancia en-
tre mi persona de "investigador y acadmico" (ntese el
masculino), y la persona que me atribuan (al menos)
Carlos y su mujer. El incidente me demostr que el
concepto occidental de persona no se aplica por igual
ni aun en Occidente, por ejemplo, cuando pese a in-
vocarse un sujeto universal de derechos se habita un es-
pacio jurdico cuyos habitantes han sido crnicamente
menguados en su plena ciudadana. La "persona" delli-
beralismo es incompatible con la "persona" de un grupo
107
ROSANA GUBER
social que ha sido blanco de persecucin, castigos, y
hasta de la sustraccin absoluta y total de su persona,
como en la desaparicin (de personas!). Mientras el
etngrafo se presenta a s mismo como un ser autnomo
de su origen social, poltico o tnico, ligado solamente a
sus credenciales acadmicas, sus interlocutores tienen
toda la razn para interpretar esa presencia como algo
ms prximo a su experiencia.
III. Las emociones
Episodios como el que viv despiertan los temores
ms ntimos del investigador de campo: el despreci o,
no "ingresar", y si hemos ingresado, que se nos declar
'persona non grata' y debamos irnos. Esta angustia va m
all de la responsabilidad acadmica; el rechazo cues-
tiona nuestras fibras ms ntimas como trabajadores d
campo, la creencia de que podemos operar como m -
diadores entre sectores sociales y entre culturas. Lo qu '
nos jugamos en el campo, cada uno en su solitaria y
frecuentemente incomprendida individualidad, es sos-
tener la utopa de ser social y culturalmente solidario I
que estamos dispuestos a escuchar y a entender lo qu
otros no escuchan ni entienden. Por eso una hecatomb('
como sta nos humilla y avergenza, obligndonos 1
resignificar nuestra devocin humanitaria, y a pregun-
tarnos si "hemos nacido para esto".
Esta dimensin de la perplejidad est generalmenl(
ausente de la mayora de los manuales, pero apare (
en todos los relatos auto-biogrficos de los etngraf ,
Temor, ansiedad, vergenza, atraccin, amor, seducci 11
caben en una categora sistemticamente negada I 1
la metodologa de investigacin social: la emoci 1 I
108
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
contracara subjetiva, privada e ntima de la "persona"
- sujeto jurdico. Segn la lgica acadmica para la cual
la razn es el principal vehculo y mecanismo elaborador
de la pasin, los instintos corporales y
la fe no tIenen razn de ser". Asignadas al reino del
cuerpo, del espritu y la intuicin, estas facetas fueron
relegadas como expresiones vergonzantes y, en todo
caso, como eventuales objetos de domesticacin y for-
mas distorsionadas de conocimiento. Esta segregacin
tIene su correlato social, pues los grupos considerados
como ms prximos a la razn -los hombres, los adultos,
los miembros de clase media y los blancos/europeos-
estaran en mejores condiciones de conocer cientfica-
mente que los segmentos "ms emocionales" como las
mujeres, las "masas" populares y los jvenes (Taylor
1981; Lutz & Abu-Lughod 1990; Lutz 1988) o ligados
por lazos afectivos al saber tradicional, como los abor-
genes y los campesinos.
Desde esta perspectiva, la emocin es el "anti-mto-
do" que nos aleja del conocimiento ecunime y objetivo,
tornando sospechosa, como vimos, a la participacin. Las
emociones pertenecen al dominio privado del indivi-
duo, al que slo puede acceder la psicologa. Cuando
lo exceden, calificamos a alguien de "emocional", "inma-
duro", "primitivo" y "patolgico" CLutz 1988:40-41). La
emocin se ratifica en el polo individual del dualismo
individuo/sociedad, fuera de las relaciones sociales.
Esta concepcin incidi profundamente en la me-
todologa de la investigacin suprimiendo las emociones
del investigador, pero tambin las de los informantes
sin permitir encarar a la emocin como un
sociocultural con distintas expresiones y fundamentos
109
ROSANA GUBER
(lutz &: Abu-lughod 1990). la escena protagonizada
por la mujer de Carlos y por m presentaba a dos "per-
sonas emocionales" en un mundo de hombres -el de
los ex-soldados-. Que fuera una mujer (y "una mujer
de ... "), no un hombre, la encargada de echarme, re-
planteaba (degradaba) mi status de "investigador", y el
status de ella como "dirigente ad-hoc"; ramos, en vez,
dos mujeres dirimiendo diferencias a travs de un des-
plante, actitud menos parecida a una acusacin poltica
que a otro tipo de situaciones.
IV. La investigadora, el gnero y la mujer
la primer interpretacin que colegas y amigos hicie-
ron de lo ocurrido fue: est celosa! Esta respuesta m
pareca una soberana estupidez porque clausuraba toda
inquietud ulterior bajo el rtulo, ciertamente inexplica-
ble, de "un tema de mujeres". Por lo tanto, el incident
no slo careca de significacin poltica sino acadmica,
ubicndome en el mismo plano que mi interlocutora, y
dejando de lado mi persona de "investigador" que tant
me haba costado construir. Sin embargo, la rabia qu '
me daba el incidente y su interpretacin denunciabn
mi "susceptibilidad" tpicamente femenina.
Si bien las primeras disquisiciones sobre el trabaj
de campo no siempre problematizaron el hecho de "s r
mujer" (como en el caso de Margaret Mead 1970, 1976) ,
fueron las etngrafas quienes empezaron a cuestionar
la uniformidad de la persona del investigador com(
occidental e individual, adulto, racional, moralmenl '
responsable y masculino. El sustantivo neutro o no
marcado, en trminos Saussurianos, de "investigador"
que hemos utilizado en este texto, se aplic tanto a 1
110
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
investigadores como a los pueblos o grupos estudiados
(los Nuer, los Azande). Este uso soslayaba, por un lado,
que el mundo nativo estudiado era predominante-
mente masculino y, por el otro, que el investigador
era generalmente un hombre. la masculinizacin del
investigador y de los pobladores objeto de estudio
deriv, necesariamente, en la masculinizacin de las
temticas de investigacin.
la primera advertencia contra esta tendencia fue
en los aos sesenta, la irrupcin de "los estudios de 1;
mujer", cuyo objetivo era "hacer visible a la mujer en
la sOCledad y explicar su opresin" desde distintas teoras
agregando el lado femenino como elemento faltante:
perspectiva introducida en los aos ochenta apun-
to a las bases del conocimiento social como un cono-
cimiento masculino, mientras buscaba desnaturalizar
la homogeneidad femenina, hegemonizada
por la mUjer blanca, de clase media, universitaria yocci-
dental. la nueva perspectiva deba mostrar que as como
todo conocimiento es un saber situado (Haraway 1988),
las mUjeres construyen sus identidades en el contexto
de discursos determinados por relaciones sociales (de
Lauretis 1990; Cangiano &: Dubois 1993:10).
. adopt el trmino de la gram-
l1ca genero, que designa un sistema de clasificacin
bipolar de sujetos, para subrayar el carcter eminente-
mente social de las distinciones basadas en el sexo, y
para rechazar el determinismo biolgico implcito en las
palabras "sexo" y "diferencia sexual". As, el gnero cobr
1 sentIdo de un "saber sobre la diferencia sexual" (Scott
1.993), no limitado al "sexo natural" (presencia o au-
senCla de falo) sino focalizado en las formas en que los
111
ROSAN A GUBER
sujetos sociales elaboran los roles biolgicos sexuales
produciendo valores, creencias y normas (Warren
1988: 12). En este proceso, el gnero emergi como un
compromiso acadmico para transformar los paradig-
mas disciplinarios, dejando de ser una categora descrip-
tiva para convertirse en una categora analtica (Scott
1993:17-19).
Estas perspectivas incidieron profundamente en la
literatura metodolgica replanteando el lugar del "in-
vestigador" como instrumento neutral, omnisciente y
omnipresente del conocimiento. Ahora "ser mujer" no se-
ra una anomala sino un posicionamiento distinto de,
aunque equivalente a, "ser hombre", con sus ventajas
y limitaciones, sus sensibilidades y sus actuaciones
culturalmente posibles. Si en la mayora de las socieda-
des existen dominios de habla y de accin tpicamente
femeninos y masculinos, la informacin que obtiene una
mujer no puede ser la misma que la que obtiene un
hombre (Haraway 1988).
Ya en 1970 Peggy Golde explicaba que el inters
sobre el lugar de las mujeres en el campo radicaba en
que el "sexo" (todava no se usaba "gnero") es la va-
riable bsica de organizacin social, y por eso est aso-
ciado a edad, status marital, momento del ciclo vital, a
veces a la segregacin parcial o total de esferas de acti-
vidad, y a la distincin entre lo privado y lo pblico.
El investigador siempre tiene un sexo y cuando va al
campo es incorporado, inexorablemente, a las catego-
ras locales de gnero.
En este sentido, segn Golde, el rasgo distintivo d
la experiencia de las investigadoras es su vulnerabilidad
atribuda a la debilidad fsica y a su mayor exposicin
112
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
al asedio sexual. Pero esta vulnerabilidad tiene su con-
tracara en la provocacin o seduccin maliciosa o in-
voluntaria de las mujeres; si la vulnerabilidad exhibe la
exposicin al asedio, la defensividad puede leerse como
una invitacin permanente a sacar provecho de ella. la
proteccin masculina ofrecida e impuesta a las m l ~ r s
investigadoras, tiene pues dos objetivos: dar seguridad a
la mujer, y proteger a quienes estn vinculados con ella.
las mujeres suelen ser objeto de "cuidados" exage-
rados por parte de su familia adoptiva, y de la asigna-
cin de un rol que neutralice su sexualidad. Por eso las
mujeres en el campo suelen quedar "enroladas", segn su
edad y status marital , como nias, hermanas o abuelas.
las investigadoras jvenes y solteras suelen ser ms ce-
losamente resguardadas porque ponen en peligro real
o potencial el honor y buen nombre de sus protectores.
Ciertamente, la proteccin tiene ventajas y desventajas,
porque brinda seguridad y traza vnculos muy prximos,
pero ostenta posesividad y control sobre la investigadora
vedndole el acceso a ciertos mbitos, limitndola en sus
movimientos y modelando, en definitiva, su campo y
objeto de investigacin.
El valor dual de la mujer como peligrosa y vulnera-
ble suscita reacciones tambin duales en el campo. Una
investigadora puede ser ms tolerada, menos temida
que un investigador si traspasa los lmites de lo permiti-
do. Incluso sus errores y traspis son interpretados en
trminos de su inimputabilidad natural, ms que como
una presencia institucionalizada perjudicial para los
pobladores. Sin embargo, cuando despliega sus "armas",
esto es, su autonoma y capacidad de aprender los cdi-
gos locales, la institucionalidad (servicio de inteligencia)
113
ROSANA GUBER
puede articularse con la anti-institucionalidad (el poder
demonaco de la seduccin). Por eso uno de los recur-
sos favoritos es el "rumor" que, generalmente a cargo
de otras mujeres, evala la conducta de la en
trminos sexuales, ms que polticos y profeslOnales:
De ello resulta que las mujeres suelen estar mas
obligadas a prestar explcita conformidad a las reglas
bsicas de la poblacin local. Si el extrao s: conVierte
en "familiar" y, adems, en miembro adoptlvo de .una
f
'1' debe adecuarse a sus expectativas. ConViene
ami la, 1 .
entonces evaluar cmo interviene ese status a mves-
tigacin. Las investigadoras pueden tratar de mventarse
un rol propio, aunque negociando en otros y
actividades con la sociedad anfitriona. La poslclOn d
dependencia con respecto a los suele
pensarse con el origen occidental, el mvel de mstrucClon
universitaria y la profesin. Pero en algunos contextoS,
como los sexualmente segregados del Medio Oriente,.lo
mrgenes de negociacin son tan que el obJet
de investigacin quizs deba modificarse (Abu-Lugho I
1988' Atorki &. El-Solh 1988; Razavi 1993).
pens, yo no me haba encua-
drado en ninguna organizacin de .Y no
haba negociado mi autonoma ideolgi.ca, y
(quizs sobre todo) femenina. Mi mI
converta en alguien sin control m claslhcaclOn. E \ \
amenaza que yo empezaba a representar, oscilaba entr -\
status de marginal (cuando fui a pedirle a Carlos un \
explicacin, me contest: "sta no es una organizad 11
de mujeres de veteranos; es una organizacin de vet I ,
nos de guerra") y el de antagonista con fuerzas I
esto es, de "enemigo" o al "servicio" del Estado naClon 11
114
La etnograf a. Mtodo , campo y reflexivi dad
A diferencia de mis amigos y colegas, ninguno de los de-
ms veteranos interpret el incidente como una "cosa de
mujeres", sino como una "seria acusacin". Un ex-sol-
dado incluso me dijo: "Si yo quisiera espiar a una orga-
nizacin de veteranos mandara a una mujer".
V. La naturalizacin de lo forneo
La acusacin de espa es una de las ms recurrentes
en las memorias de campo. Fcil de construir, la na-
y recursos del investigador suelen abonar
la figura de un emisario proveniente de una metrpo-
li colonial , mundial o nacional. Esta imagen es corre-
lativa a la experiencia poltica del grupo estudiado.
Distintas expresiones de pertenencia como el color de
la piel, la clase social, la cultura de origen y la nacio-
nalidad, se corresponden con "personas" construidas
en la experiencia de autoritarismo, subordinacin, y
genocidio. La sospecha de espionaje remite entonces,
no slo a la dependencia estatal sino tambin a una
atribucin de lealtades espreas que vinculan al investi-
gador con pertenencias ajenas a las que la comunidad
valora y considera como propias.
Al proponerse el conocimiento de mundos distantes
y exticos, el etngrafo se ubic, de hecho y metodol-
gicamente, como un agente extranjero a la poblacin es-
tudiada. Esta distancia, que fue problematizada por los
antroplogos nativos de las academias perifricas, re-
quiere una doble refl exin: sobre el conocimiento que
esa distancia produce, y sobre los sistemas de clasifica-
cin de las pertenencias (ser nativo o forneo).
Algunos autores identificados con la antropologa
postmoderna han intentado superar la divisin jerrqui-
115
ROSANA GUBER
ca entre el investigador y el Otro presentando al trabajo
de campo como un mbito donde priman el dilogo y
la negociacin. Por eso, las nuevas etnografas intentan
destacar las voces de resistencia y oposicin del Otro
al S Mismo (el investigador) , del Resto a Occidente,
evitando que la pluma del investigador se trague el disen-
so y lo anule para siempre (Dwyer 1982). Complementa-
riamente, esta vertiente se ha dedicado a rescatar el SI
Mismo del etngrafo, su persona socio-cultural, de la
tentacin mimtica con el campo y de la tendencia es-
tereotipadora de Occidente.
En un mundo globalizado, sin embargo, ni el inves-
tigador es un agente totalmente externo a la realidad qu
estudia, ni los sujetos ni el investigador "estn" en lu-
gares que no hayan sido previamente interpretados.
Pero que vivan en el mismo mundo no significa qu
los sentidos que le impriman a su experiencia sean 1
mismos. A esto se refiere Marilyn Strathern cuando den.
ne a la "auto-antropologa" como aqulla "que se lleva
cabo en el contexto social que la ha producido" (Strat
hern 1987:17; n.t.). El punto no es si las credencial
(nacionales, tnicas) del investigador coinciden con In
de los informantes, sino "si existe continuidad cultur I
entre los productos de su labor y lo que la gente en I
sociedad estudiada produce en trminos de explicacion
de s misma" (lbid). Strathern sugiere el concepto de "r -
flexividad conceptual" que atae al "proceso antrop I
gico de 'conocimiento' [que) se erige sobre conceptn
que pertenecen tambin a la sociedad y cultura en e t t
dio" (lbid: 18). Incluso que el investigador proceda ch-I
mundo social de los sujetos no garantiza que identifiqlll
las discontinuidades entre la comprensin indgenfl '
116
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
los conceptos analticos, ni que adopte los gneros cul-
turales apropiados para interpretarla (Ibid).
El segundo cuestionamiento concierne a los sistemas
de clasificacin de lo propio y lo extranjero en cada so-
ciedad. Los ms habituales son los de raza, referida a ras-
gos fenotpicos y hereditarios, la etnia, como pertenencia
a una unidad cultural; la nacionalidad, o afiliacin a un
estado nacional. La relevancia de estos trminos depen-
de del contexto y la experiencia de los sectores sociales
en estudio. No es lo mismo tener tez morena en la Rep-
blica de Sudfrica que en el Brasil, ni ser o parecer judo
en la Alemania de 1930 que en la Alemania actual.
El incidente que presentamos aqu muestra hasta
qu punto las clasificaciones que se aplican al investi-
gador son propios de cada contexto. Que yo fuera una
"argentina" rescatando "la memoria de Malvinas" no
me haca ms aceptable -al menos- para Carlos y su
mujer, quienes me identificaban con un "service" de
inteligencia. Pero esa afiliacin no me remita a la ClA
ni al Mossad ni a la KGB, sino al SIDE argentino! S-
lo algn tiempo despus pude desprenderme de la l-
gica acusatoria (por qu creen que soy servicio si no
lo soy?) y preguntarme algo impensable para mis com-
patriotas: por qu, despus de todo, es tan abomina-
ble trabajar para un servicio de inteligencia del estado
propio? Por qu un empleado estatal, incluso del S[-
DE, no puede conmemorar el2 de abril de 19827" En
15 Entonces record la participacin de notolios antroplogos
norteamericanos (Mead y Benedict entre otros) como asesores de su
gobierno para contribuir al frente aliado anti-nazi durante la Segunda
Guerra Mundial (Goldman & Neiburg 1998; Wakin 1992).
117
ROSANA GUBER
todo caso, al distanciarme de mi propio sentido co-
mn como argentina, pude visualizar que en este pas
constituido a la luz de la nacionalidad por contrato
ciudadano pero con extensos perodos de persecucin
poltica, ser asignado al Estado es, para la mayora de
los argentinos, ser identificado ms que como extranje-
ro, como enemigo. Mi posicin de presunto espa de mis
connacionales me ubicaba en el polo de la anti-nacin,
independientemente de mis explicaciones y buenas in-
tenciones.
El trabajo de campo etnogrfico se ha planteado
desde sus comienzos como parte del trabajo acadmi-
co occidental y por lo tanto como una tarea masculi-
na, individual, adulta y occidental-europea, ante Otros
-marginados de la propia sociedad, pertenecientes a
culturas distintas y distantes-o Este proceso ha creado
una "persona" un tanto excntrica que, por un tiempo,
se recorta de su medio y comodidades habituales para
sumergirse en un medio ajeno, frecuentemente difcil
y hasta peligroso, sin ningn inters material aparente.
Como vimos, los intentos de borrar al investigador, sea
mediante tcnicas estandarizadas, o por la fusin con
los nativos, incidi en la falta de conceptualizacin de
su persona moral, social y poltica, en pos del conoci-
miento altrusta, impersonal y universal. Sin embargo,
este giro nunca fue completamente exitoso porque los
vandalismos del siglo XX requirieron un pronunciamien-
to explcito de las corporaciones acadmicas, y porque los
pueblos que solan ser objeto de la investigacin etnogr-
fica protagonizaron esos mismos vandalismos como Vc-
timas y victimarios. Los cdigos de tica antropolgica
118
La etnografia. Mtodo, campo y reflexividad
de las distintas comunidades acadmicas fueron nece-
sarios para sistematizar una postura de sus miembros
ante una realidad compleja, problemtica y cambiante.
El hecho de que estos cdigos no hayan cerrado el de-
bate acerca de si, an con fines humanitarios, la tica
sigue sosteniendo la concepcin occidental e indivi-
dualista de la "persona" (Fluehr-Lobban 1991; Huizer
&: Manheim 1979; Wilson 1993), muestra la contra-
dictoria realidad nica y plural en la que ha crecido el
1 trabajo de campo etnogrfico.
119
CAPTULO 6.
EpLOGO. EL MTODO ETNOGRFICO
EN EL TEXTO
A lo largo de estas pginas hemos intentado mos-
trar que el trabajo de campo etnogrfico es una de las
modalidades de investigacin social que ms demanda
del investigador, comprometiendo su propio sentido del
mundo, del prjimo y de s mismo, de la moral, del des-
tino y del orden. Nuestro cometido fue adoptar seria-
mente el postulado de que el mundo social es reflexivo,
llevando consigo ms exigencias y controles de lo que
su flexibilidad y apertura hacen suponer.
Como sealamos al iniciar el volumen, el mtodo
etnogrfico se mantuvo bastante fiel a s mismo desde
su primera "sistematizacin", aunque aadiendo algunas
dimensiones que incorporaron al investigador como
variable sociocultural del conocimiento. Este decurso
se pone de manifiesto en las formas en que los etn-
grafos han escrito sobre el trabajo de campo.
Como ya sealamos, el mtodo etnogrfico es aquel
mediante el cual el investigador produce datos que
constituyen la evidencia de un tipo particular de tex-
to, la etnografa. Una etnografa es, en primer lugar, un
argumento acerca de un problema terico-social y cul-
tural suscitado en torno a cmo es para los nativos de
121
ROSANA GUBER
una aldea, una villa miseria, un laboratorio o una base
espacial, vivir y pensar del modo en que lo hacen. Los
elementos del texto etnogrfico son 1) la pregunta o pro-
blema, 2) la respuesta, explicacin, o interpretacin, 3)
los datos que incluye como evidencias para formular el
problema y para darle respuesta, y 4) la organizacin de
estos elementos (problema, interpretacin y evidencia)
en una secuencia argumental Uacobson 1991:2).
Un argumento implica "pretensiones" (claims) -
conclusiones - interpretaciones - explicaciones - aser-
ciones - proposiciones, acerca del comportamiento de
un pueblo, una cultura, una sociedad, y los "datos" o
bases (grounds), que proveen el fundamento de las pre-
tensiones y constituyen su evidencia. Su organizacin
sigue los "garantes" (warrants) o pasos lgicos que vin-
culan la conclusin con los datos. Estos garantes permi-
ten saber si los datos proveen un soporte genuino para
cierta conclusin (S.E.Toulmin, enJacobson 1991:7-8).
Leer una etnografa requiere identificar las pretensio-
nes o propsitos de la etnografia y evaluarlos con refe-
rencia a los datos presentados como su fundamento
(lbid.:8-9).
El trabajo de campo y las tcnicas empleadas resur-
gen, casi involuntariamente, a lo largo de todo el tex-
to, como reconoca el historiador de la antropologa
George W Stocking Ur) al sealar que en Los Argonau-
tas del Pacifico Occidental, pese a referirse a un nutrido
nmero de casos, Malinowski slo haba participado
de una expedicin martima de Kula, que adems fra-
cas (una buena razn para que su presencia fuera tole-
rada por esa nica vez) (1983). Sin embargo, los autores
suelen reservar estas puntualizaciones a secciones
122
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
especiales como la introduccin o un primer captulo
de "cuestiones metodolgicas".
La progresiva sistematizacin de un corpus meto-
dolgico-tcnico en las ciencias sociales dio lucrar a los
b
manuales de trabajo de campo etnogrfico. Aqu una
catica flexibilidad debe ajustarse a la sistematicidael
lgica y secuencial del proceso de investigacin, inde-
pendientemente de que est encarado por hombres o
l m ~ e r e s jvenes o viejos, nativos o extranjeros. Con ra-
ras excepciones, estos manuales suelen escindir el mto-
do de conocimiento, de su objeto, intentando domesticar
tcnicas construidas para reconocer lo diverso, en una
batera uniforme ele herramientas. La misma figura del
investigador queda homogeneizada bajo la "persona"
moderna y occidental que populariz el trabajo de cam-
po CAgar 1980; Bemard 1988; Bulmer 1982; Burgess
1982, 1984; Crane &: Angrosino 1984; Ellen 1984;
Hammersley &: Atkinson 1983; Pelta &: Pelta 1970).
Desde 1960, las experiencias autobiogrficas de cam-
po se impusieron como un gnero en s mismo. Sus au-
tores describen las condiciones de trabajo en terreno,
las dificultades de acceso, las sospechas de los poblado-
res, la eleccin de un lugar de residencia, los mtodos,
fracasos y logros, hasta el cierre y la partida del lugar
(Golde 1970; Freilich 1970). Sin embargo, y al per-
manecer escindidas del texto etnogrfico principal,
estas autobiografas proveen cierto material reflexivo
que no puede ser cotejado con las demandas argumen-
tales del autor.
Las autobiografas reflexivas de campo publicadas
aproximadamente desde los aos ochenta agregaron in-
teresantes elaboraciones sobre el imaginario que ronda a
123
ROSANA GUBER
las relaciones de poder entre investigador e informan-
tes (Barley 1989; Dwyer 1982; Miller 1995; Rabinow
1977; Stoller &: Oakes 1987). El llamado postmoder-
no a la reflexividad supuso que el etngrafo deba so-
meter a crtica su propia posicin en el texto y en su
relato (account, descripcin) del pueblo en estudio, ba-
jo el supuesto de que lo que estamos capacitados para
ver en los dems depende en buena medida de lo que
est en nosotros mismos. Para James Clifford, entre
otros, la reflexividad es no slo un instrumento de co-
nocimiento, sino tambin de compensacin de las asi-
metras entre Occidente y el Otro. Pero esta reflexividad
ocurre, para este y otros autores, al nivel de la prctica
textual y de la representacin escrita. Si, como Clifford
propone, el conocimiento debe plantearse "dialgica-
mente", vale decir, en permanente negociacin y plu-
ralidad de voces, la "cultura" habra dejado de ser un
hecho dado y exterior, para reconocerse como resultan-
te de un proceso intersubjetiva convergente, divergente
y paralelo. Al perder "el status de sujeto cognoscente
privilegiado, el antroplogo es igualado al nativo y tie-
ne que hablar sobre lo que los iguala: sus experiencias
cotidianas" (Pires do Ro Caldeira 1988:142; n.t.). En
la mayora de las investigaciones etnogrficas esas ex-
periencias suceden en el campo.
Por eso algunos autores transcriben in extenso sus
recuerdos y vivencias, sus dilogos y ancdotas, no pa-
ra evaluar la articulacin entre los datos, la teora y la
interpretacin sino para experimentar en el texto una
relacin investigador-informantes ms equitativa. Por
eso, tambin, los conceptos operan como vehculos
privilegiados para analizar cuestiones que se vincularan
124
La etnografa. Mtodo, campo y reOexividad
ms con el campo de la retrica que con el trabajo em-
prico.
l o
El trabajo de campo entra en el debate como
"la representacin textual del trabajo de campo" en la
bsqueda de autoridad etnogrfica basada en la autenti-
cidad de la experiencia etnogrfi ca. La discusin sobre
cmo el trabajo emprico incide, modela y condicio-
na la obra etnogrfica, se subordina ahora a la presen-
cia narrativa del autor (Rabinow 1977; Dwyer 1982
17
;
Taussig 1987).
Las posibilidades abiertas por las nuevas etnografas
demandaran un volumen aparte. Generalmente sue-
le calificarse como "etnografas experimentales" (por opo-
sicin a las "etnografas a los textos donde la
subjetividad del autor ocupa un lugar tan o ms central
16 Ello es claro en los ttulos de las obras fundantes de esta co-
niente: desde el seminal Sobi-e la escritura de la etnogr-afa (On the
\Vriting of Et hnography) de VCrapanzano (1977) hasta WI-Wng Cul-
ture) (Cfford y Marcus 1986); Sobre la autoridad etnogrfica, de J
( lifford (1991); o Understanding Ethnographic Texts de P. Atkinson
(1992), entre muchos otros.
17 Dwyer (1982) seala que la interaccin debe ser transcripta
literalmente en la etnografa, para no distorsionar al "Otro" a travs de
las composiciones realizadas por el Yo. Por eso recurre a la presenta-
cin textual de sus dilogos con el Fakir marroqu , mientras evita
incluir fragmentos que su informante considera inconvenientes .
18 Las etnografas que algunos crticos llaman "realistas" (la ma-
yorl a de las etnografas clsicas) buscan representar la realidad de
un mundo o forma de vida (Marcus &. Fischer 1986:23), bajo la
ilusin empirista de la naturaleza no mediada de los datos obteni-
dos en terreno, a travs de distintos recursos: el ocultamiento de la
presencia del autor en e! texto y de! investigador en e! campo; la su-
presin de la perspectiva del individuo miembro de una cultura en fa-
vor de un tipificado punto de vista nativo, y la ubicacin de la cultu-
ra en un presente etnogrfico atemporal. La etnografa realista busca
su legitimidad fundiendo realidad emprica, trabajo de campo y repre-
sentacin textual, fusin vehiculizada por la presencia directa de!
125
ROSANA GUBER
que los nativos, y donde, por tratarse de subjetividades,
el material de campo est ms asociado al deseo narcisis-
ta y a la capacidad de conmover a la audiencia, que como
evidencia de un argumento sistemticamente expuesto.
19
Sin embargo, esta crtica es algo injusta pues en muchos
casos este nuevo subgnero plantea lo que otros etn-
grafos han olvidado de hecho en sus obras: someter el
mundo propio al mismo anlisis que el mundo ajeno
(un notable antecedente es el de Frederich 1977).
Esta lnea de trabajo parece hacer justicia a lo que
se revela como una diferencia crucial con la poca de
Malinowski: hoy los nativos s leen aquello que se es-
cribe sobre ellos, frecuentemente poniendo en tela de
juicio las conclusiones "autorizadas" de los etngrafos
autor en la planificacin de la investigacin, en el campo y en la re-
daccin (Van Maanen 1995:7). "". lo que da al etngrafo autoridad
y al texto un sentido general de realidad concreta es la pretensin
del esclitor de representar un mundo tan slo como alguien que lo
conoci de primera mano puede hacerlo, constituyendo asl un
fuerte lazo entre la escritura etnogrfica y el trabajo de campo"
(Marcus &: Fischer 1996:23, n.t.). En vez, las etnograflas que estos
cnticos llaman "experimentales" de-construyen esta yuxtaposicin
y explicitan el proceso de exposicin e investigacin tanto en el
campo como en el gabinete. El objetivo es presentar la voz del au-
tor como una ms, en dilogo y tensin con los nativos, cuya repre-
sentacin siempre se ejerce desde algn posicionamiento (Marcus
&: Cushman 1982; Marcus &: Fischer 1986).
19 La capacidad persuasiva de un autor depende de las audien-
cias a las que dirija su texto y esta direccin, como sabemos, no
puede estar predeterminada por el autor. Tal es el caso no slo de
las audiencias o lectorados acadmicos y legos, en general (Van
Maanen 1988:25-33) , sino fundamentalmente de los lectorados
acadmicos y legos que corresponden al mbito y la poblacin objeto
de investigacin. aqullos que han sido objeto de la investigacin.
Para el anlisis de estos casos, ver Bretell 1996.
126
La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad
(Bretell 1996). En este punto la globalizacin es tan
ostensible que, aunque no llegue a revertir las asime-
tras sociales, culturales y polticas, alcanza a poner en
contacto, siquiera mediatizado, a las mltiples fuentes
de saberes que produce el gnero humano en sus ms
variadas formas. sta es, quizs, la razn prctica para
seguir haciendo etnografa: someter nuestras elucubra-
ciones epistemo-etno-cntricas al dilogo con las urgen-
cias, las historias y las vidas de los nativos de cualquier
punto del planeta.
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