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Gabriela Mistral

El documento presenta dos poemas de Gabriela Mistral. El primer poema explica una leyenda sobre cómo las rosas obtuvieron espinas. Según la leyenda, Dios creó las rosas para adornar los caminos, pero los humanos las arrancaban sin piedad, por lo que las rosas le pidieron a Dios protección, y él les dio espinas. El segundo poema describe el afecto de la poetisa por su cántaro de greda, que la refresca y le recuerda a su nodriza.

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El documento presenta dos poemas de Gabriela Mistral. El primer poema explica una leyenda sobre cómo las rosas obtuvieron espinas. Según la leyenda, Dios creó las rosas para adornar los caminos, pero los humanos las arrancaban sin piedad, por lo que las rosas le pidieron a Dios protección, y él les dio espinas. El segundo poema describe el afecto de la poetisa por su cántaro de greda, que la refresca y le recuerda a su nodriza.

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Lucila Godoy, mejor conocida como Gabriela Mistral

Por qu las rosas tienen espinas



Ha pasado con las rosas lo que con muchas otras
plantas, que en un principio fueron plebeyas por su
excesivo nmero y por los sitios donde se les colocara.
Nadie creyera que las rosas, hoy princesas atildadas
de follaje hayan sido hechas para embellecer los
caminos. Y fue as sin embargo.

Haba andado Dios por la Tierra disfrazado de
romero todo un caluroso da, y al volver al cielo se le
oy decir:
-Son muy desolados esos caminos de la pobre
Tierra! El sol los castiga y he visto por ellos viajeros
que enloquecan de fiebre y cabezas de bestias
agobiadas. Se quejaban las bestias en su ingrato
lenguaje, y los hombres blasfemaban.

Adems, qu feos son con sus tapias terrosas y desmoronadas!

Y los caminos son sagrados, porque unen a los pueblos remotos y porque el
hombre va por ellos, en el afn de la vida, henchido de esperanzas si mercader,
con el alma extasiada, si peregrino.

Bueno ser que hagamos tolderas frescas para esos senderos y visiones
hermosas: sombra y motivos de alegra.

E hizo los sauces que bendicen con sus brazos inclinados; los lamos
largusimos, que proyectan sombra hasta muy lejos, y las rosas de guas
trepadoras, gala de las pardas murallas.

Eran los rosales por aquel tiempo pomposos y abarcadores; el cultivo, y la
reproduccin repetida hasta lo infinito, han atrofiado la antigua exuberancia.
Y los mercaderes, y los peregrinos, sonrieron cuando los lamos, como un
desfile de vrgenes, los miraron pasar, y cuando sacudieron el polvo de sus
sandalias bajo los frescos sauces.

Su sonrisa fue emocin al descubrir el tapiz verde de las murallas, regado de
manchas rojas, blancas y amarillas, que eran como una carne perfumada. Las
bestias mismas relincharon de placer. Elevronse de los caminos, rompiendo la
paz del campo, cantos de un extrao misticismo por el prodigio.

Pero sucedi que el hombre, esta vez como siempre, abus de las cosas puestas
para su alegra y confiadas a su amor.
La altura defendi a los lamos; las ramas lacias del sauce no tenan atractivo;
en cambio, las rosas si que lo tenan, olorosas como un frasco oriental e
indefensas como una nia en la montaa.

Al mes de vida en los caminos, los rosales estaban brbaramente mutilados y
con tres o cuatro rosas heridas.
Las rosas eran mujeres, y no callaron su martirio. La queja fue llevada al Seor.
As hablaron temblando de ira y ms rojas que su hermana, la amapola:
-Ingratos son los hombres, Seor; no merecen tus gracias. De tus manos
salimos hace poco tiempo, ntegras y bellas; henos ya mutiladas y mseras.
Quisimos ser gratas al hombre y para ello realizbamos prodigios: abramos la
corola ampliamente, para dar ms aroma: fatigbamos los tallos a fuerza de
chuparles savia para estar fresqusimas. Nuestra belleza nos fue fatal.

Pas un pastor. Nos inclinamos para ver los copos redondos que le seguan. Dijo
el truhn:
-Parecen un arrebol, y saludan, doblndose, como las reinas de los cuentos.
Y nos arranc dos gemelas con un gran tallo.
Tras l vena un labriego. Abri los ojos asombrados, gritando:
-Prodigio! La tapia se ha vestido de percal multicolor, ni ms ni menos que
una vieja alegre!
Y luego:
-Para la Auca y su mueca.
Y sac seis, de una sola gua, arrastrando la rama entera.
Pas un viejo peregrino. Miraba de extrao modo: frente y ojos parecan dar
luz.
Exclam:
Alabado sea Dios en sus criaturas cndidas! Seor, para ir glorificndote en
ella!
Y se llev nuestra ms bella hermana.
Pas un pilluelo:
Qu comodidad! -dijo- Flores en el caminito mismo!
Y se alej con una brazada, cantando por el sendero.
Seor, la vida as no es posible. En das ms, las tapias quedarn como antes:
nosotras habremos desaparecido.
-Y qu queris?
-Defensa! Los hombres escudan sus huertas con pas de espino y zarzas. Algo
as puedes realizar en nosotras.
Sonri con tristeza el buen Dios, porque haba querido hacer la belleza fcil y
benvola, y repuso:
-Sea! Veo que en muchas cosas tendr que hacer lo mismo. Los hombres me
harn poner en mis hechuras hostilidad y dao.
En los rosales se hincharon las cortezas y fueron formndose levantamientos
agudos: las espinas.
Y el hombre, injusto siempre, ha dicho despus que Dios va borrando la bondad
de su creacin.


El cntaro de greda

Cntaro de greda, moreno como mi mejilla, tan fcil que eres a mi sed! Mejor que t
el labio de la fuente, abierto all abajo, en la quebrada, pero est lejos y en esta noche
de verano no puedo descender hacia ella.

Yo te colmo cada maana lentamente, religiosamente. El agua canta primero al caer;
cuando quedas en silencio, con la boca temblorosa, beso el agua, pagndole su
servicio.

Eres gracioso y fuerte, cntaro moreno. Te pareces al pecho de una campesina que me
amamant cuando rend el seno de mi madre. Y yo me acuerdo de ella mirndote, y te
palpo con ternura los contornos. Ella ha muerto, pero tal vez su seno te esponj para
seguir refrescndome la boca con sed.

Porque ella me amaba...
T me ves los labios secos? Son labios que trajeron muchas sedes: la de Dios, la de la
Belleza, la del Amor. Ninguna de estas cosas fue como t, sencilla y dcil, y las tres
siguen blanqueando mis labios.

En las noches te dejo bajo el cielo para que caigan en tu cuello las gotas de roco, por si
tambin tuvieras sed. Y es que pienso que como yo puedes tener la apariencia de la
plenitud y estar vaciado.

Como te amo, bebo en tu mismo labio, sostenindote con mi brazo. Si en su silencio
sueas con el abrazo de alguien, te doy la ilusin de que lo tienes? Sientes en todo
esto mi amor?
En el verano pongo debajo de ti una arenilla dorada y hmeda, para que no te tajee el
calor, y una vez te cubr tiernamente una quebrajadura con barro fresco.

Fui torpe para muchas faenas, pero siempre he querido ser la dulce duea, la que coge
con temblor de dulzura las cosas, por si entendieras, por si padecieras como yo.

Maana, cuando vaya al campo, cortar las hierbas buenas para trartelas y
sumergirlas en tu agua. Sentirs el campo en el olor de mis manos!
Cntaro de greda; eres ms bueno para m que muchos que dijeron ser buenos.

Yo quiero que todos los pobres tengan como yo un cntaro fresco para sus labios con
amargura!

Gabriela Mistral

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