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La Casa de La Biblia - El Verdadero Israel (Pentateuco e Historicos) PDF

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EL VE RDADE RO ISRAE L

TE STIGO DE L DIOS L IBE RADOR


ITIN E RARIO DE VIDA C RISTIAN A A LA L U Z
DEL PEN TATEU C O Y LOS LIBROS H IST RIC OS
Francesc Ramis Darder
Francesc Ramis Darder
f a Casa dla Biblia
E L VE RDADE RO ISRAE L ,
TE STIGO DE L DI OS L IBE RADOR
I tinerario de vida cristiana a la luz
del P entateuco y los L ibros H istricos
EDITORIAL VERBO DIVINO
Avda. de Pamplona, 41
31200 ESTELLA (Navarra)
2004
Han participado en la elaboracin de l as fichas de
trabajo: Florencio Abajo, Roco Garca, Carmen Soto y
Emilio Velasco.
Dibujos: Ana M
a
Gallinal
Portada: Jos Ramn Snchez, de la exposicin
"Races de lo sagrado"
La Casa de la Biblia 2004
Editorial Verbo Divino
Avenida de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra)
ISBN 84-8169-641-2
Fotocomposicin: La Casa de la Biblia
Mayor, 81, 28013 Madrid
Impresin: Grficas Lizarra, Villatuerta (Navarra)
Depsito legal: NA. 2.097-2004
Impreso en Espaa
P RE SE N TAC I N
El Pentateuco y los Libros Histricos describen la actua-
cin liberadora de Dios en la vida del pueblo hebreo. La sal-
vacin de Dios no aconteci slo en el pasado, sino que sigue
producindose hoy entre nosotros. Las pginas de este libro
desean ayudar al lector a percibir la actuacin divina en el
cauce de la historia de Israel. Pero no se limitan a eso, por
importante que sea. La intencin l tima radica en invitar al
creyente a crecer en humanidad y a construir una sociedad
trenzada a imagen y semejanza de Dios.
La obra comienza mediante un bloque introductorio. Sita
el Pentateuco y los Libros Histricos en el conjunto de la
Sagrada Escritura y realiza despus un esbozo de la cosmo-
loga y de la historia de Israel.
El primer bloque presenta el proyecto liberador de Dios y
la ruptura humana respecto del proyecto divino. El Seor
cre el cielo y l a tierra y despus al ser humano a su ima-
gen y semejanza. La tarea del hombre consista en cuidar la
creacin para que transparentara la imagen liberadora de
Dios (Gn 1,1-2,4a). Sin embargo, el ser humano, represen-
tado por Adn y Eva, desobedeci el mandato divino. La hu-
manidad abandon el proyecto liberador de Dios y se aferr
al poder tirnico de los dolos (Gn 2,4b-3,21).
El segundo bloque describe cmo, a pesar del pecado, el
Seor no abandon a la humanidad al despotismo del desti-
no. El captul o comienza con una pregunta: Cmo acta el
Dios liberador en la historia? El Seor actu de nuevo en la
historia y volvi a proponer al hombre su proyecto libera-
5
dor. Dios llam a Abrn para renovar su Alianza con la hu-
manidad (Gn 11,31-12,9), y se vali de Moiss para liberar
a los israel itas esclavos en Egipto (x 3,1-14).
El Seor acta en la historia porque l l ama y libera; as lo
testimonian l as narraciones de Abrn y Moiss. Pero cmo
podemos encontrarnos personal mente con el Seor que lla-
ma y libera? El tercer bloque responde a esta cuestin. Nos
encontramos con el Seor cuando cumpl imos sus Manda-
mientos y permanecemos fieles a su Alianza. Abordaremos
los Mandamientos recordando el momento en el que Moiss
conmina al puebl o a cumpl irl os (Dt 5,6-22), y recordaremos
el pacto del Seor con su puebl o al udiendo a la Alianza tra-
bada por Dios con David y Salomn (2 Sm 7,1-17).
Sin embargo, el puebl o hebreo desobedeci los Manda-
mientos y quebr la Alianza pactada con el Seor. La conse-
cuencia de los desmanes supuso la destruccin de Jerusa-
ln y el exilio en Babilonia para un b uen contingente de
israel itas. Cuando pareca que todo estaba perdido, los de-
portados pudieron volver a su tierra. El Seor no se desen-
tendi de su puebl o, y le ayud a regenerarse actuando de
nuevo en la historia de Israel.
Pero qu actitudes debemos tener para percibir la actua-
cin de Dios en la historia y en el corazn de cada persona?
Esdras y Nehemas, en el cuarto bloque, mostrarn cmo in-
cul caron al pueblo la plegaria humil de y comprometida para
pal par la actuacin de Dios (Esd 9,5-15; Neh 8,1-12). La vi-
da de Tobas recuerda que la escucha atenta del consejo de
los sabios impul sa nuestra vida hacia la senda del proyecto
liberador de Dios.
Nuestro largo recorrido a travs del Pentateuco y los Li-
bros Histricos desembocar en el Nuevo Testamento. Jess
manifiesta la actuacin privilegiada y encarnada del Seor
en la historia. El quinto bloque abordar l as Bienaventuran-
zas con la intencin de implicar nuestra vida en la construc-
cin del Reino de Dios (Mt 5,1-12) siguiendo, de este modo,
los pasos del verdadero Israel comprometido en el proyecto
liberador de Dios.
Apuntamos, al final, una breve bibliografa que puede
ayudarnos a profundizar en el conocimiento especfico del
Pentateuco, los Libros Histricos y l as Bienaventuranzas.
6
ME TODOL OGA P ARA L A L E C TU RA
Y E L TRABAJO E N GRU P O
La vida cristiana reposa en dos certezas esenciales: la
conciencia de que estamos en l as manos b uenas de Dios y el
compromiso de vivir en nuestra vida el amor que el Seor
nos ha entregado primero. Por tanto, al acercarnos a la lec-
tura de la Biblia debemos tener claros estos dos aspectos: es
necesario conocer bien la Sagrada Escritura y es impres-
cindible vivir la Pal abra en la vida cotidiana. La l ectura del
Pentateuco y los Libros Histricos nos ayuda a entender la
actuacin de Dios en la historia humana y a actual izar la
tarea divina en el mbito de nuestra vida.
Ofrecemos dos posibilidades para el trabajo con este
material :
1. Utilizar este libro para todos los miembros del grupo.
2. Utilizar este libro slo para el animador.
1. U tilizar este libro para todos los miembros del grupo
Cada uno de los temas de este libro se divide en dos
partes. La primera constituye lo que podramos denominar
un estudio bblico. En ella se explican los el ementos teri-
cos que pueden ayudar a una comprensin l cida de la Pa-
l abra. La segunda parte propone la l ectura de un pasaje
concreto con el objetivo de encarnar en nuestra propia vida
la Pal abra de Dios. Ofrecemos una doble propuesta metodo-
lgica: la l ectura comunitaria y la personal .
a) Lectura comunitaria
La l ectura del Pentateuco y los Libros Histricos que
presentamos est pensada para abarcar la duracin de un
curso. El grupo bblico puede reunirse dos veces al mes, ca-
da quince das. La primera reunin se dedica al estudio del
texto bblico correspondiente, mientras la segunda insiste
en la aplicacin a la vida. El grupo necesita un moderador
que coordine y anime la tarea.
* La reunin de estudio parte de una conviccin: una
b uena comprensin del texto bblico es esencial para poder
7
vivir y transmitir su mensaje. Proponemos el siguiente itine-
rario para la sesin:
- Una vez reunido el grupo, comenzamos con una breve
plegaria.
- Despus leemos el pasaje bblico correspondiente. Po-
demos realizar la l ectura directamente desde la Biblia
pero, para que haya un texto uniforme, proponemos
leer la traduccin que ofrecemos, entresacada de la
edicin de La Casa de la Biblia.
- Seguidamente comentamos l as pginas de estudio,
intentando comprender todos los puntos. Es impor-
tante que el animador del grupo y los participantes
hayan ledo la explicacin con anterioridad, para que
puedan compartir lo que han descubierto y acl arar
l as dudas existentes. Si la reunin no se lleva prepa-
rada, la sesin de trabajo se hace l enta, pesada, y
apenas se aporta nada al grupo.
- La reunin concluye con una plegaria final.
* No nos acercamos al texto bblico slo para conocer lo
que Dios dijo a su pueblo en la antigedad. Necesitamos sa-
ber qu nos dice a nosotros desde la realidad que estamos
viviendo hoy. Por eso, a cada sesin de estudio suceder otra
en la que intentaremos la aplicacin a la vida. El mtodo que
sugerimos, inspirado en la lectio divina, puede ayudarnos a
poner en relacin la Pal abra con nuestra vida.
b) Lectura personal
Aunque estos material es estn pensados para el trabajo
en grupo, tambin es posible y enriquecedor realizar una
l ectura personal del libro. La l ectura personal deber tener,
como la l ectura en grupo, dos momentos, uno de estudio y
otro de interiorizacin:
* Momento de estudio. Nos ponemos en silencio ante el
Seor y le pedimos que nos permita acercamos a la Escritura
entendindola como Pal abra de Dios. Despus leemos despa-
cio el texto elegido. A continuacin, estudiamos la exposicin
terica del tema para captar mejor el sentido del texto.
* Momento de aplicacin a la vida. Al estudiar el texto
hemos podido entender su sentido. Llega l a hora de inte-
8
riorizar y actual izar lo que en l se dice. Para ello podemos
util izar la gua de l ectura propuesta al final de cada cap-
tul o, en l a que encontraremos pistas para l a meditacin
personal .
2. U tilizar este libro como ayuda para el animador
Si se elige esta opcin, es necesario contar con dos libri-
tos. Ambos tienen el mismo ttulo, pero diferente subttul o.
- La primera parte, la de estudio bblico, pretende ofre-
cer al animador una serie de datos que le ayuden a comple-
tar l as aportaciones de los miembros del grupo. Si lo consi-
dera necesario, puede incluso leer en la reunin al gn
prrafo que ample o aclare una cuestin. Para preparar en
casa cada sesin cuenta con este libro del animador, que lle-
va por ttulo: El verdadero Israel, testigo del Dios liberador.
Itinerario de vida cristiana a la luz del Pentateuco y los Libros
Histricos.
Para l as sesiones de grupo necesita el libro del parti-
cipante: El verdadero Israel, testigo del Dios liberador. Gua
para una lectura comunitaria del Pentateuco u los Libros His-
tricos. Este libro est dividido en bl oques que siguen un
mismo esquema: relato para el estudio bblico y gua de lec-
t ura para la reflexin y la oracin.
El relato en el libro del participante va marcando pau-
sas de estudio y reflexin que aparecen resal tadas en letra
cursiva y precedidas de este icono: Q.
Al final de esta primera parte, bajo el epgrafe "Para re-
pasar lo que hemos aprendido", se encuentran al gunas pre-
guntas que pueden ayudar a retener y comprender distintos
aspectos relacionados con el tema.
- La segunda parte de ambos libros, el del animador y
el del participante, es idntica. Propone la lectura cristiana
de un pasaje concreto. Pretende descubrir al Dios que tam-
bin se encarna en nuestra historia.
De lo que hemos seal ado se deduce que esta segunda
propuesta metodolgica es conveniente realizarla en grupo.
Pero esto no es impedimento para que pueda llevarse a cabo
individualmente.
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Observaciones
1. Al presentar dos reuniones, una de estudio bblico y
otra de lectio divina, debemos comprender que se trata de
una divisin metodolgica. No puede separarse el conoci-
miento de la Pal abra de su vivencia concreta. Por tanto, no-
taremos que al realizar el estudio aparecen constantes apli-
caciones a la vida, y viceversa: al practicar la lectio divina se
suscitan interrogantes tericos acerca del texto estudiado.
2. La l ectura del material terico es importante y no de-
be descuidarse. Todo cristiano tiene la obligacin de saber
dar razn de su esperanza. Para ello, es esencial comprender
bien los detalles del texto y los contenidos teolgicos. Debe-
mos aprender a dar razn de nuestra fe a quien nos pregun-
te y acostumbrarnos a revisar en grupo nuestro compromiso
cristiano.
3. Durante los tiempos fuertes del ao litrgico (Advien-
to, Navidad, Cuaresma y Pascua), es bueno que el grupo se
rena para la celebracin de la Pal abra o de la eucarista.
4. Las reuniones deben realizarse en un clima de ora-
cin y compromiso. De ah la importancia de cuidar la plega-
ria al principio y al final de cada reunin.
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BLOQU E IN TRODU C TORIO
VISI N PANORMICA DE L PENTATEUCO
Y DE L OS L IBROS H IST RIC OS
INTRODUCCI N AL PENTATEUCO
Y A L OS L IBROS H IST RIC OS
"Al principio cre Dios el cielo y la tierra"
(Gn 1,1}
Dios habl a al ser humano de muchas maneras: una
puesta de sol, la muerte de un ser querido, el amor de los
esposos, el sufrimiento humano, el gozo de compartir l a vi-
da. .. Todo acontecimiento de la existencia humana, contem-
pl ado con los ojos de Dios, es una Pal abra del Seor que pe-
netra nuestra vida y la transf orma.
El puebl o de Israel vivi profundas experiencias en su
historia: la sal ida de Egipto, la conquista de la tierra prome-
tida, el fracaso de la monarqua, el dolor del exilio, la ilusin
de reconstruir Jerusal n, la espera del Mesas... Pero, ade-
ms, contempl esos avatares de su historia con los ojos de
Dios y, ms tarde, los fue poniendo por escrito hasta formar
el Antiguo Testamento. Por eso, el AT no es slo un libro de
historia antigua: narra desde la perspectiva creyente cmo
el puebl o hebreo percibi su existencia entretejida por l as
manos de Dios. Nosotros, al leer desde la fe el AT, percibi-
mos la constante vol untad de Dios por liberar a su puebl o.
Recordemos que la pal abra "Biblia" procede de la len-
gua griega y significa propiamente "biblioteca". As pues, la
Biblia no es un nico libro, sino una coleccin de 73 vol-
menes: 46 integran el Antiguo Testamento y 27 el Nuevo
Testamento. La Biblia narra la revelacin de Dios al puebl o
de Israel y a la Iglesia, y recoge la consiguiente respuesta
humana a su proyecto.
A lo largo de esta introduccin vamos a ofrecer una vi-
sin sinttica del AT. Comenzaremos presentando su idea
central y su estructura. La historia narrada en el AT aconte-
ce en el mundo; por eso, expondremos la visin del universo
propia del puebl o hebreo y l as notas bsicas de la geografa
israelita. Final mente, ofreceremos una visin panormica de
l a historia narrada en el AT.
13
1. C ul es la revelacin fundamental
del Antiguo Testamento?
La l ectura completa de la Biblia muestra que Dios es de
natural eza divina no slo porque sea eterno o todopoderoso,
sino, bsicamente, porque respetando l a libertad humana
interviene admirabl emente en la historia. Ese punto es
esencial: en la Biblia, Dios es Dios porque acta en la histo-
ria y en el corazn de cada persona comunicndol e la fuerza
que f undamenta la vida.
El arquetipo de la intervencin de Dios en el AT radica
en la liberacin israelita de la esclavitud de Egipto: "ramos
esclavos del faran de Egipto y el Seor nos sac de Egipto
con mano fuerte [...] para introducirnos y darnos la tierra
que haba prometido a nuestros antepasados" (Dt 6,21-23).
El momento cul minante de la intervencin divina en el NT
lo encontramos en la resurreccin de Jess: "Cristo Jess
[...] se humill a s mismo hacindose obediente hasta la
muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exalt y le dio
el nombre que est por encima de todo nombre [...] a fin de
que toda l engua proclame que Jesucristo es Seor, para
gloria de Dios Padre" (Flp 2,5-11).
La intervencin divina a lo largo del AT acontece princi-
pal mente a travs de mediadores: ngeles, jueces, reyes,
sacerdotes, profetas, personajes paganos y el puebl o fiel.
Sin embargo, Dios tambin acta personal mente: el Seor
libera (x 13-15), acompaa (Gn 12-50), crea (Gn l ,l -2,4a),
perdona (Os 1-3) y promete la vida con l para siempre
(Sab 3, l ).
El NT une estas dos corrientes de la Antigua Alianza:
en la persona de Jess de Nazaret entronca el mediador di-
vino con la misma presencia encarnada de Dios. As lo rela-
ta el evangelio de Juan: "Al principio ya exista la Pal abra
[...] y la Pal abra se hizo carne y habit entre nosotros, y he-
mos visto su gloria, la gloria propia del Hijo nico del Padre,
lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14).
La liberacin de Israel de la esclavitud de Egipto es la
vivencia crucial del AT, como la resurreccin de Jess es el
acontecimiento fundante del NT. Si borrramos del AT la fra-
se "el Seor nos sac de Egipto con mano fuerte" (Dt 6,21), y
14
del NT "Jess de Nazaret, el crucificado; ha resucitado, no
est aqu" (Me 16,6), la Biblia dejara de ser un libro revela-
do para convertirse en una obra interesante de la l iteratura
antigua. La Biblia expresa, mediante el lenguaje humano, la
certeza de que Dios interviene en la historia y en el hondn
de la existencia humana, a la vez que propone la respuesta
del hombre al proyecto divino.
2. E structura global del AT
Es posible estructurar el AT segn diversos criterios.
Vamos a presentar la visin propia del puebl o hebreo y tam-
bin la perspectiva cristiana. No son posiciones enfrenta-
das, sino visiones del AT que deben compl ementarse mu-
tuamente.
a) La perspectiva de la tradicin hebrea
La tradicin hebrea divide la Biblia en tres partes: Tora
(Pentateuco), Nabiim (Profetas) y Ketubim (Escritos). Si uni-
mos l as l etras iniciales de cada trmino, T (Tora), N (Nabiim)
y K (Ketubim), resul ta la pal abra Tanak. Los judos utilizan
el trmino Tanak para referirse a lo que los cristianos lla-
man AT hebreo. Veamos cada seccin de la Biblia hebrea.
*Tor
Habitual mente traducimos el trmino hebreo Tora me-
diante la voz "ley". Pero el sentido de Tora va ms all del
mero contenido de la ley, abarcando tambin el mbito de la
"instruccin" y la "enseanza". La voz Tora, en la estructura
global del AT, apunt a a los cinco primeros libros de la Bi-
blia: Gnesis, xodo, Levtico, Nmeros y Deuteronomio.
Constituye para el puebl o hebreo la parte ms importante
de la l iteratura sagrada.
* Nabiim
El trmino Nabiim significa bsicamente "profetas". Pe-
ro en la tradicin hebrea los Libros Profticos comprenden,
adems de los escritos referidos propiamente a los profetas,
al gunos otros de carcter histrico. As, los libros que inte-
15
gran este segundo grupo son numerosos: Josu , Jueces, I-II
Samuel , I-II Reyes, Isaas, Jeremas, Ezequiel, Oseas, Joel ,
Amos, Abdas, Jons, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonas,
Ageo, Zacaras y Mal aquas.
* Ketubtm
La pal abra hebrea Ketubtm significa l iteral mente "escri-
tos" y comprende el tercer cuerpo literario de la Biblia he-
brea: Sal mos, Job, Proverbios, Rut, Cantar de los Cantares,
Ecl esiasts, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras, Nehe-
mas y I-II Crnicas.
b) La perspectiva de la tradicin cristiana
La tradicin cristiana ha estructurado el AT desde di-
versas perspectivas. Acercndonos al tema desde una ptica
catequtica, podemos dividir la Antigua Alianza en cuatro
secciones: Pentateuco, Libros Histricos, Profticos y Sa-
pienciales.
* Pentateuco
El trmino Pentateuco es el resul tado de la unin de
dos pal abras griegas: penta, que significa "cinco", y teujos,
que significa "estuche". Antiguamente, cada libro del AT se
escriba sobre pergamino y se guardaba dentro de un nfo-
ra de barro que, a modo de estuche, facilitaba la conserva-
cin del escrito. El trmino Pentateuco designa los cinco
primeros libros de la Biblia guardados en su correspon-
diente estuche: Gnesis, xodo, Levtico, Nmeros y Deu-
teronomio.
Al leer el Pentateuco apreciamos la belleza de sus histo-
rias (Abrahn, Isaac, Jacob), pero, a menudo, nos abruma la
cantidad de normas que contiene. Algunas historias no son
sino la aplicacin concreta de una determinada ley. Por eso,
en la terminologa juda, al Pentateuco se le llama el "Libro
de la Ley". Los cuerpos legales ms importantes del Pen-
tateuco son el Declogo tico (x 20,1-17; Dt 5,6-22), el
Declogo cul tual (x 34,11-26), el Dodeclogo de Siquem
(Dt 27,15-26), el Cdigo de la Alianza (x 20,22-23,19) y la
Ley de Santidad (Lv 17-26). Destaca, igualmente, la legisla-
cin sobre el culto contenida en el libro del Levtico (Lv 1-10).
16
Las leyes regul an todos los mbitos de la vida: desde la
sacral idad de las ofrendas del templo (Lv 1-7) hasta el cuida-
do en la edificacin del pretil de la azotea (Dt 22,8). Las leyes
ms importantes aparecen en el Declogo tico, conocido po-
pul armente bajo el nombre de Diez Mandamientos.
Si tuviramos que resumir todas l as leyes en una sola,
quiz podramos elegir sta: "Sed santos, porque yo, el Se-
or, vuestro Dios, soy santo" (Lv 19,2). La l ectura fiel del
Pentateuco requiere la bsqueda de la santidad. Ser santo
como Dios es santo significa esforzarse por intervenir en la
historia, y en el corazn del prjimo, de la misma manera
que Dios acta: l iberando, acompaando, creando, perdo-
nando y anunciando el triunfo final de la vida.
* Los Libros Histricos
Los Libros Histricos son 16 y se subdividen en cuatro
secciones: Historia Deuteronomista, Historia Cronista, His-
torias Ejemplares e Historia Macabea. Detengmonos en ca-
da conjunto.
- Historia Deuteronomista
Constituye el grupo ms importante y lo integran seis
libros: Josu , Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes. Esos escritos
tambin se denominan Profetas Anteriores, para diferen-
ciarlos de los libros propiamente profticos, denominados
Profetas Posteriores. La Historia Deuteronomista comienza
narrando el gozo de la conquista de Pal estina y acaba des-
cribiendo el dolor del exilio en Babilonia (597-538 a.C). Sin
embargo, esta historia no desemboca en el fracaso absol uto,
pues los l timos versos al umbran la esperanza: el rey de
Babilonia, Evil Merodac, se apiada del rey de Israel, Jeco-
nas, y le concede trato de favor (2 Re 25,27-30).
Lo ms importante es el punto de vista desde el que se
rel ata la historia. Al valorar la grandeza de un rey no se fija
en sus palacios o en l as batal l as que gan, sino que se atie-
ne a criterios meramente religiosos: si el monarca intent
guardar el gran precepto, "Sed santos, porque yo, el Seor,
vuestro Dios, soy santo" (Lv 19,2), es considerado un b uen
rey; en cambio, si no lo guard, por grandes que fueran sus
construcciones o importantes sus victorias, se entiende que
fue un mal gobernante. En definitiva, la Historia Deuterono-
17
mista es una l ectura creyente de la realidad: describe los
avatares de la vida de Israel desde la perspectiva de Dios.
- Historia Cronista
La Historia Cronista est formada por los libros I y II de
l as Crnicas, a los que aadimos, en perspectiva catequti-
ca, Esdras y Nehemas. Cul es la diferencia con la Histo-
ria Deuteronomista?
La Historia Deuteronomista anal iza cada reinado des-
de l a perspectiva religiosa y describe los hechos b uenos y
mal os de cada soberano. Narra l as victorias de David
(2 Sm 5,1-8,18), pero tambin cuenta el pecado del rey al
hacer asesinar a su amigo Uras para apoderarse de su es-
posa Betsab (2 Sm 11). En cambio, la Historia Cronista
tiende a omitir los pecados de los reyes y a magnificar sus
virtudes. No cuenta el pecado de David descrito en 2 Sm 11
y suel e exagerar los xitos del monarca.
La razn del cambio de perspectiva respecto de la Histo-
ria Deuteronomista es compleja. Los israel itas haban expe-
rimentado el dolor del exilio y el gozo de regresar a Pal estina
donde reconstruyeron el templo (515 a.C). Pero, en el mo-
mento de redactar la Historia Cronista, vivan sometidos por
los monarcas hel enistas que se repartieron el imperio de Ale-
jandro Magno tras su muerte (324 a.C). El puebl o hebreo
soportaba la opresin extranjera y necesitaba coraje para
volver a emprender la vida religiosa. Por eso reescribi su
historia de manera que motivara positivamente a vivir la fe
durante una poca de oscuridad histrica y desnimo social.
- Historias Ejemplares
Las Historias Ejemplares constituyen narraciones que
mueven el sentimiento del lector hacia la santidad. Cuentan
la existencia de al gunos israel itas que, en momentos difci-
les, quieren ser santos como Dios es santo: Rut deposita l a
confianza en el Dios de Israel; Ester arriesga su vida para
salvar al pueblo; Judit l ucha por la liberacin de Israel; To-
bas, en tiempos de increencia, practica la misericordia.
- Historia Macabea
Los dos libros de los Macabeos narran la cruel guerra
entre los judos y los monarcas hel enistas iniciada en el ao
18
162 a.C. En el fondo de la crnica late el deseo de querer
ser santo como Dios es santo. De la l ectura de ambos libros
se deduce la certeza de que la fe no es algo terico; la fe re-
posa en la opcin decidida por la liberacin del oprimido: la
entrega de la vida en favor de quienes sufren es la mejor
ofrenda que podemos presentar al Seor.
* Los Libros Pro/ticos
Solemos tener una imagen distorsionada del profeta:
pensamos que se dedica a adivinar el futuro. Pero un profe-
ta no acta de ese modo. Profeta es aquel que muestra a
sus conciudadanos, con lo que piensa, dice y hace, que
Dios es santo y exige la santidad. Los profetas ensean a
b uscar la santidad en l as situaciones concretas de la vida.
Amos predic su mensaje en el siglo VIII a.C. en la ciu-
dad de Samara, en una poca de miseria nacida de la in-
justicia. Un poco ms tarde, pero tambin en el siglo VIII
a. C, Isaas pregon su mensaje en Jerusal n, aturdida por
el miedo y atenazada por la idolatra. El mensaje de ambos
profetas podra sintetizarse con estas pal abras: en el siglo
VIII a. C, ser santo como Dios es santo significa, en Sama-
ra, l uchar en favor de la justicia, y, en Jerusal n, abando-
nar la futilidad de los dolos para sentirse acogidos en l as
b uenas manos de Dios.
Los Libros Profticos, desde la perspectiva catequtica,
se dividen en dos grupos atendiendo a la extensin de la
obra. Profetas mayores: Isaas, Jeremas, Ezequiel y Daniel.
Y Profetas menores: Oseas, Joel , Amos, Abdas, Jons, Mi-
queas, Nahum, Habacuc, Sofonas, Ageo, Zacaras, Mala-
quas, Baruc y Carta de Jeremas.
* Libros Poticos y Sapienciales
Los escritos poticos y sapiencial es suel en subdividirse
en tres grupos: el gran libro de los Sal mos, los Libros Sa-
pienciales (Proverbios, Job, Ecl esiasts, Eclesistico y Sabi-
dura) y los Libros Poticos (Cantar de los Cantares y La-
mentaciones). Reflejan la alegra y el dolor que entretejen la
existencia humana contempl ndol a desde la perspectiva de
la fe. Contienen principal mente oraciones, consejos y spl i-
cas de un puebl o que pide a Dios su misericordia y su ayu-
da para ser santos como l es santo.
19
A tenor de lo dicho podemos sintetizar el contenido del
AT de la manera siguiente: el Pentateuco expone el gran
precepto: "Sed santos, porque yo, el Seor, vuestro Dios,
soy santo" (Lv 19,2); los Libros Histricos constatan cmo
Israel ha cumplido o descuidado este mandato; los Libros
Profticos recl aman l a b squeda de l a santidad con actitu-
des concretas; finalmente, los textos Poticos y Sapiencial es
ensean al puebl o a vivir la santidad impl orando la ayuda
de Dios en la vida cotidiana.
3. C mo es el universo descrito por el AT?
La historia narrada en el AT no acontece en el cielo, si-
no en el mundo habitado por el ser humano. Por esta razn,
para comprender mejor esa historia es importante conocer
l as caractersticas del universo tal como lo percibe el AT. Ve-
remos tambin unas notas sobre la geografa de Palestina.
a) La concepcin del universo segn
el pensamiento israelita
Nuestra visin del universo es muy distinta de la que
tenan los antiguos. Sabemos que el cosmos es inmenso y
que contina expandindose. Hoy, nadie duda de que el
pl aneta Tierra gira alrededor del Sol, ni de que l as estrel l as
son astros grandes y lejanos. El pensamiento antiguo, sin
embargo, comprenda el universo de otro modo.
El puebl o hebreo perciba un universo pequeo. El pla-
neta Tierra constitua una superficie pl ana, sostenida sobre
unas col umnas que, al tembl ar, ocasionaban terremotos
(Sal 75,4; Job 9,5-6). Los pil ares de la tierra se sostenan, a
su vez, sobre el abismo de un mar ubicado bajo la superficie
terrestre (Sal 24,1-2). Bajo l a tierra y entre l as col umnas
que la sostenan se hal l aba un habitcul o al que l l amaban
"seol" (Gn 37,35). Qu es el seol?
Los israel itas antiguos topaban con un dilema. Por una
parte, no se atrevan a imaginar que despus de la muerte
pudieran vivir eternamente con Dios. Pero, por otra, tenan
la certeza de que Dios, al model ar la existencia humana con
amor apasionado, colocaba a la persona en una posicin
privilegiada en la creacin (Sal 8,6-9). La grandeza humana
20
mostraba el absurdo de la desaparicin del hombre con la
muerte, pero, a l a vez, la pequenez humana haca inimagi-
nabl e que despus del ocaso del hombre ste al canzara la
morada divina.
Para resolver el dilema, los israelitas supusieron que ba-
jo la superficie terrestre exista un receptculo al que llama-
ron "seol". Cuando alguien mora, su cuerpo se corrompa,
pero "lo mejor" de la persona descenda al seol. De este
modo, el ser humano no era aniquil ado por la muerte, aun-
que tampoco iba hast a la morada divina: lo mejor de su
ser quedaba en el seol aguardando la llegada del Mesas, a
quien correspondera decidir el futuro de l as sombras
humanas all al macenadas.
Bajo la superficie terrestre haba, adems, un gran de-
psito de agua que al imentaba los mares, l as fuentes y los
ros (Prov 8,28).
Los extremos de la superficie terrestre vean erguirse
al tas montaas, l as col umnas del cielo (Job 26,11), que sos-
tenan una especie de campana transparente: el firmamento
(Gn 1,6-10). Sobre el firmamento reposaba una gran masa de
agua, las aguas de encima del firmamento (Gn 1,7), y a lo
largo del mismo existan las "compuertas del cielo" (Is 24,18),
que, al abrirse por orden de Dios (Mal 3,10), ocasionaban la
lluvia. El firmamento, es decir, l a campana transparente
asentada sobre l as montaas de los extremos de la superfi-
cie terrestre, real izaba una doble funcin:
- Separaba l as aguas de la superficie de la tierra (ma-
res, lagos, ros, fuentes) de l as aguas situadas sobre el fir-
mamento que provocaban la lluvia (Gn 1,6-7).
- Sostena el Sol, la Luna, y l as estrel l as (Gn 1,14-18).
El Sol y la Luna estaban en el firmamento para separar el
da de la noche y servir de seal es para distinguir l as esta-
ciones, y ejercan, adems, la funcin de al umbrar la tierra.
El Sol, durante el da, y la Luna, por la noche, recorran el
firmamento.
Las aguas empl azadas sobre el firmamento estaban, a
su vez, recubiertas por otra superficie slida que envolva
todo el universo. Ms all de esta segunda cubierta, o sea,
ms all del universo, estaba la habitacin de Dios, el trono
de Yav (Ez 1,22.26; 10,1), inaccesible para el ser humano.
21
b) Caractersticas bsicas de la concepcin
israelita del universo
Si comparamos la visin del universo el aborada por el
puebl o hebreo con l as representaciones del cosmos descu-
biertas en Mesopotamia, apreciamos una gran semejanza,
pero en el fondo pal pita una diferencia crucial.
Para un habitante de Mesopotamia, el universo vagaba
al azar; en cambio, para un israelita, el cosmos estaba sos-
tenido en l as b uenas manos de Dios. En otras pal abras, pa-
ra la fe israelita, en el cosmos l ata el proyecto de Dios en
favor del hombre, mientras que, para los pobl adores de Me-
sopotamia, el universo estaba sujeto al capricho de los dio-
ses o a la fragilidad del destino.
El poema babilnico Enuma Elish (1100 a.C.) rel ata el
origen del mundo conforme a la perspectiva mesopotmica.
Los dioses habitaban el cielo. La diosa Tiamat entr en con-
flicto con l as divinidades jvenes. Los dioses adol escentes
pidieron al dios Marduk que acabara con Tiamat. Marduk
mat a Tiamat y despus parti su cuerpo en dos. Con el
fragmento mayor construy el firmamento y con el menor
form la tierra. Despus, los dioses, mezclando la sangre de
Tiamat con el polvo terrestre, model aron al hombre. Un da,
los dioses decidieron jugar con el hombre. Desde el cielo
arrojaban rayos contra los seres humanos, provocaban te-
rremotos y suscitaban guerras para divertirse contempl an-
do el pnico y el combate entre los hombres.
Las primeras pginas del AT (Gn 1,1-2,4) describen c-
mo Dios "crea" el cielo y la tierra, los monstruos marinos, el
hombre y todas l as cosas. El verbo hebreo "crear" es espe-
cial: slo se usa cuando el sujeto de la accin es Dios. Los
hombres "hacen" y "fabrican", pero slo Dios "crea".
Los dioses mesopotmicos fabrican el mundo que aban-
donan a su suerte, y model an al hombre para divertirse con
l. Sin embargo, el Seor "crea" el mundo y al hombre no
para divertirse, sino para imprimir en el corazn humano el
proyecto divino. El autor de Gn 1,1-2,4 no pretendi escribir
un libro de cosmologa. Afirm que bajo el mundo y en el co-
razn del hombre palpita el proyecto divino. El mapa del
cosmos que presenta la Biblia se asemeja al de Mesopota-
mia, pero el fondo es distinto: el ser humano y el mundo es-
22
tan sostenidos por las b uenas manos de Dios, y no apl asta-
dos por la fuerza de sus puos.
c) Nociones bsicas sobre la geografa israelita
La regin conocida general mente con el nombre de Pa-
l estina ocupa la zona sur de la f achada ms oriental del Me-
diterrneo. El territorio est actual mente repartido entre va-
rios Estados: Israel, Jordania, los territorios dependientes
de la Autoridad Nacional Pal estina, y pequeas porciones de
Siria y Lbano. La caracterstica geolgica determinante la
constituye una enorme fosa tectnica que comienza en la ac-
tual Turqua, atraviesa Pal estina, origina el golfo de qaba y
el mar Rojo y se interna despus en el continente africano.
La fosa tectnica provoca que la zona central de Pal estina se
encuentre hundida: concretamente, la superficie del mar
Muerto se hal l a 403 metros por debajo del nivel del mar Me-
diterrneo.
Al observar el mapa de Pal estina notamos cmo el pas
est atravesado de norte a sur por lo que podemos denomi-
nar una lnea de agua. Al pie del monte Hermn estn l as
fuentes del Jordn, que desembocan en el pequeo lago Hu-
le, del cual parte el ro Jordn, que vierte su caudal en el la-
go de Genesaret. Del lago sale de nuevo el Jordn hasta de-
sembocar en el mar Muerto. En la regin meridional del
mar Muerto nace el Wadi-el-Araba, un torrente seco, que al-
canza el golfo de qaba.
El ro Jordn tiene tres afluentes oriental es importan-
tes: Yarmuk, Yabboq y Arnn. Desde la regin occidental
nicamente nutren al ro al gunos torrentes de cauce pobre,
cuando no seco.
La regin occidental del Jordn constituye la Cisjorda-
nia. Est atravesada por dos cadenas montaosas: la mon-
t aa de Samara o Efran, al norte, y la montaa de Jud, al
sur. El AT refiere dos cumbres importantes en l a regin de
Samara: el monte Ebal y el Garizn. En la regin de Judea
destaca la colina de Sin, sobre la que se alza Jerusal n. Al
oriente de Jerusal n sobresal e el desierto de Jud. Descen-
diendo hacia el sur a travs de Cisjordania, la al titud de las
montaas va dulcificndose: aparecen l as colinas de la
Shefela y la regin rida del Ngueb.
23
Traspasando l as cadenas montaosas hacia occidente
topamos con la l l anura costera del Mediterrneo. En la costa
desembocan al gunos torrentes. Destaca el puerto de Haifa.
Al oriente del Jordn se encuentra la regin denomina-
da TransJordania. Desde la perspectiva bblica, l as zonas
ms interesantes se sitan en el norte (los Altos del Goln)
y en el sur, donde cerca de la confluencia del Jordn con el
mar Muerto se l evanta el monte Nebo, desde el que Moiss
contempl la tierra prometida (Dt 34).
4. P anormica de la historia narrada en el AT
Como ha quedado dicho, la historia rel atada por el AT
contempl a los avatares del puebl o hebreo desde la perspec-
tiva de la fe. Los autores bblicos redactaron la historia de
forma distinta a como lo hara un autor contemporneo:
contempl aron a su puebl o con los ojos de Dios.
Vamos a comenzar explicando con cierto detalle la his-
toria narrada en el AT, para exponer al final, muy breve-
mente, la pecul iaridad religiosa de esa historia.
a) La historia narrada por el AT
* La historia de los orgenes (Gn 1-11)
Despus de crear el mundo (Gn 1,1-2,4), Dios model a
Adn (Gn 2,7) y de una de sus costillas form a Eva (Gn 2,22).
Adn y Eva hab itab an el jardn del Edn (Gn 2,8-25), pero
transgredieron el precepto divino y el Seor les expul s
(Gn 3). Fuera del paraso engendraron a Can y Abel. Can
mat a Abel y huy al pas de Nod (Gn 4,1-16). Despus
concibieron a Set (Gn 4,25). A partir de Set se sucedieron
varias generaciones hast a llegar a No y sus hijos (Gn 5). La
estirpe humana se corrompi por el pecado y un gran dilu-
vio cay sobre la tierra; sobrevivi la familia de No, con sus
tres hijos: Sem, Cam y Jaf et (Gn 6-8). Sus descendientes
renovaron l a poblacin, pero los hombres persistieron en el
pecado: el orgullo humano ret a la bondad divina erigiendo
la Torre de Babel (Gn 11,1-9). Ms tarde, Traj, un descen-
diente de Sem, engendr a Abrn (Gn 11,10-32).
24
* Las historias patriarcales (Gn 12-50)
Dios llam a Abrn y le encamin hacia Canan con la
promesa de convertirle en un gran puebl o (Gn 12,1-6).
Abrn y Saray, su esposa, no tenan hijos; por eso, y si-
guiendo una costumbre antigua, Saray entreg a Abrn a
su esclava Agar, que concibi a Ismael (Gn 16). Ms adel an-
te, el Seor estableci una al ianza con Abrn, prometiendo
otorgarle la posesin de la tierra de Canan y bendecirle
con una gran descendencia. El rito de la circuncisin y el
cambio de nombre (Abrn y Saray pasan a l l amarse Abra-
han y Sara) exteriorizaron la Alianza (Gn 17).
Un da, Abrahn hosped en su casa a unos visitan-
tes que le prometieron que Sara iba a concebir un hijo
(Gn 18,1-15). Sara dio a luz a Isaac, que, desde ese mo-
mento, comenz a sentir celos de Ismael, el hijo de Agar.
Abrahn, instigado por su esposa, expuls a Agar y a su
hijo, pero el Seor se apiad de ellos y convirti a Ismael en
un gran puebl o (Gn 21). A la muerte de Sara, Abrahn com-
pr la cueva de Macpel para sepul tarl a (Gn 23), donde
tambin l, posteriormente, sera enterrado (Gn 25,9). La
promesa divina comienza a cumpl irse: Isaac inicia la des-
cendencia, y la adquisicin de la sepul tura inaugura la
posesin de la tierra.
Isaac contrajo matrimonio con Rebeca (Gn 24), quien
concibi a Esa y a Jacob. Esa, el primognito, era el he-
redero, pero vendi a Jacob su primogenitura por un pl ato
de lentejas (Gn 25,31-34). Ms tarde, Rebeca, mediante el
engao, consigui que Isaac bendijera a Jacob (Gn 27).
Esa, enfurecido, quiso matar a su hermano, por lo que
Jacob huy a casa de su to Labn y se cas con sus hijas:
La y Raquel.
Jacob, con sus esposas y sus esclavas Zilp y Bil, tu-
vo doce hijos: Rubn, Simen, Lev, Jud, Dan, Neftal, Gad,
Aser, Isacar, Zabuln, Jos y Benjamn. En su regreso a
Canan, Jacob l uch con Dios, quien le cambi el nombre
l l amndol e Israel; tambin se reconcili con Esa y erigi
un al tar al Seor en Betel (Gn 32-35).
Jos era el hijo preferido de Jacob. Sus hermanos lo
vendieron a Putifar, ministro del faran (Gn 37). En Egipto,
Jos interpret un sueo que haba tenido el faran, quien
25
a modo de recompensa lo nombr primer ministro (Gn 41).
El hambre azot Oriente y los hijos de Jacob bajaron a
Egipto a comprar trigo (Gn 42). Tras muchas peripecias, Jo-
s invit a sus hermanos y a su padre a vivir en Egipto,
otorgndoles el territorio de Gosn (Gn 43-47). Jos , casado
con Asenet, engendr a Manases y Efran (Gn 41,51-52), y
Jacob, antes de morir, los bendijo adoptndol os como hijos
(Gn 48).
* El xodo y la conquista de la tierra prometida
(x - Jos - Jue)
En Egipto se mul tipl ic l a descendencia de Jacob
(x 1,7). El faran, temiendo ante su pujanza, orden aho-
gar a los recin nacidos y someti al puebl o a la esclavitud
(x 1). Amrn y su esposa Yocabeb engendraron a Moiss
(x 6,20). La astucia de la madre logr que el nio fuera
adoptado por la hija del faran. Siendo ya adul to, Moiss vio
la opresin sufrida por los israel itas y huy a Madin, don-
de se cas con Sfora (x 2).
Dios escuch el clamor de su puebl o esclavizado en
Egipto. Habl a Moiss desde el fuego de una zarza que ar-
da sin consumirse y le envi, junto a su hermano Aarn, a
liberar a Israel de la esclavitud (x 3-4). El faran no escu-
ch a Moiss, y Dios le humill con diez pl agas (x 5-12). La
noche de la dcima plaga, el ngel exterminador mat a los
primognitos de Egipto, mientras los israel itas coman la
cena pascual .
Inicialmente, el desolado faran permiti a los israel itas
abandonar Egipto, pero, arrepentido de su decisin, les per-
sigui, dndol es al cance junto al mar. Moiss empu su
cayado y golpe las aguas, que se dividieron para que el pue-
blo cruzara a pie. Cuando el ejrcito egipcio cruzaba el mar
para detener a Israel, l as aguas se cerraron ahogando a l as
tropas del faran (x 13-15).
Israel emprendi la rut a del desierto al imentado, sobre
todo, por el man y l as codornices que Dios le proporciona-
ba. El pueblo lleg al Sina, donde se formaliz la Alianza
con Dios, expresada en los Mandamientos (x 20,1-17) y
concretada en el Cdigo de la Alianza (x 20,22-23,19) y en
l as normas cul tual es (x 25-31). A pesar de l a bondad de
26
Dios, Israel se rebel construyendo el becerro de oro (Ex 32).
El Seor aniquil a los rebel des (x 32,27-29), mientras el
puebl o fiel renov la Alianza con Dios (x 34), que se pl as-
m en numerosas normas legales, sacrificiales y moral es
(x 35-40; Lv 1-27).
Tras el censo de l as tribus (Nm 1-8) y la celebracin de
la Pascua (Nm 9), el puebl o reemprendi la marcha. Pero al
llegar a la tierra prometida, los israel itas temieron conquis-
tarl a, por lo que Dios mantuvo al puebl o errante por el de-
sierto durante cuarenta aos (Nm 13-14). Pasado el tiempo,
Israel recomenz el camino hacia la tierra, pero el rey de
Edom le impidi el paso. Los israelitas tuvieron que combatir
a los cananeos, derrotar a los ejrcitos de Og y Sijn y, con
ayuda de Bal an, vencer al rey de Moab (Nm 20-24).
A punto de penetrar en la tierra prometida, Moiss
advirti al puebl o: "Israel, escucha l as leyes y los preceptos
que os enseo a practicar, para que vivis y entris en pose-
sin de la tierra que os da el Seor" (Dt 4,1). Moiss record
l as normas del Declogo (Dt 5), el don de la tierra (Dt 8), l as
exigencias de la Alianza (Dt 10) y mul titud de leyes cul tua-
les y moral es (Dt 12-28). Muri Moiss contempl ando Pales-
tina desde la cumbre del monte Nebo, habiendo designado a
Josu como sucesor (Dt 31-34).
Josu cruz el Jordn y tom Jeric (Jos 3-6). Despus
conquist la mayor parte de Pal estina y la reparti entre l as
tribus (Jos 7-21). Una vez pacificado Israel, Josu convoc a
l as tribus en la ciudad de Siqun, donde todos se compro-
metieron a servir al Seor (Jos 24).
A la muerte de Josu , l as regiones del pas fueron go-
bernadas por jueces: Otoniel, Ehud, Samgar, Dbora y Ba-
rac, Geden, Tola, Yair, Jeft, Ibsan, Eln, Abdn y Sansn.
En general, la valoracin bblica del perodo de los jueces es
negativa: "En aquel tiempo no haba rey en Israel, y cada
uno haca lo que le pareca" (Jue 21,25).
* La monarqua unida: David y Salomn
Samuel era juez en Israel (1 Sm 7). El puebl o le pidi
un rey y Samuel ungi a Sal (1 Sm 8-9). David, uno de los
general es de Sal , triunf contra los filisteos y mat a Goliat
(1 Sm 16-17). El rey sinti envidia de David y ste tuvo que
27
huir con sus hombres (1 Sm 18-19). Tras la muerte de Sal ,
David rein en Hebrn y, ms tarde, en todo Israel (2 Sm 2-5).
Disfrut de l a amistad de Jonat n (1 Sm 20) y padeci l a
traicin de Absal n (2 Sm 15). Cometi el pecado de asesi-
nar a Uras para quitarl e a su mujer Betsab (2 Sm 11),
pero tambin perdon en dos ocasiones l a vida de Sal
(1 Sm 24.26). David estableci la capital en Jerusal n, don-
de impl ant la corte y el palacio.
Tuvo varias esposas: de Haggit engendr a Adonas, y
de Betsab a Salomn, quien a pesar de ser el menor fue
ungido rey de Israel (1 Re 1). Al comienzo de su reinado, Sa-
lomn destac por su sabidura, por la organizacin del rei-
no y por la edificacin del templo (1 Re 3-10). En cambio,
sus l timos aos, aparecen teidos por la corrupcin y el
mal gobierno (1 Re 11).
* La monarqua dividida: Israel y Jud
A la muerte de Salomn estall la guerra civil, y el pujan-
te reino de David se fragment en dos pases: Israel y Jud.
- Israel: el primer rey fue Jerobon I. Su territorio ocu-
paba el centro y norte de Pal estina. La capital se ubic en
Samara. Comparado con Jud, era un pas rico.
- Jud: gobernado por Robon, hijo de Salomn, ocu-
paba el sur de Pal estina y tena su capital en Jerusal n. Los
desiertos, la presencia del mar Muerto y la lejana de l as
rutas comerciales hacan de J ud un reino pobre.
Ambos reinos coexistieron en permanente beligerancia.
Los reyes de Israel oyeron l a predicacin de Elias y Elseo
(1 Re 17-19; 2 Re 2-8), la exigencia de justicia procl amada
por Amos, y l a pasin por la misericordia anunciada por
Oseas, pero no hicieron caso a sus advertencias. El rey asi-
rio Sargn II destruy Samara e incorpor Israel a su impe-
rio. Deport a la poblacin, dispersndol a en Asira, y repo-
bl Israel con habitantes de l ejanas tierras, ajenos a la
cul tura y la religin hebreas (722 a. C).
Slo al gunos habitantes del reino del norte se trasl ada-
ron a Jerusal n, legando a J ud los restos de su cul tura y
su fe. Desde entonces habr un solo reino hebreo, Jud,
cuya capital ser Jerusal n (2 Re 9-17).
28
* Historia de Jud desde el fin de Samara (722 a.C.)
hasta el exilio de Babilonia (587 a.C.)
El exiguo reino de Jud se limitaba a sobrevivir en me-
dio de las convulsiones internacional es. En el ao 701 a. C,
el rey asirio Senaquerib siti Jerusal n. Al rey Ezequas no le
qued ms alternativa que entregar una cuantiosa suma al
emperador asirio, aunque no consigui apl acar su ira. Eze-
quas, aconsejado por el profeta Isaas, decidi resistir en la
ciudad santa. Inesperadamente, el ejrcito de Asira abando-
n el asedio retirndose a Nnive (2 Re 18-20). Jud haba re-
sistido el embate asirio, pero el pas qued muy debilitado.
Ezequas fue sucedido por Manases (698-643 a.C), un
monarca impo y desptico que vivi sometido a Asira pa-
gando fuertes tributos. Oprima al puebl o y casi elimin la fe
del pas. Le sucedi su hijo Anin (643-641 a.C), que sigui
la poltica de su padre hasta que fue asesinado (2 Re 21). El
reino de Jud estaba sumido en la idolatra y la barbarie.
Muerto Anin, subi al trono su hijo Jos as (641-609
a. C). Aprovechando la debil idad de Asira, comenz a
mostrarse independiente. Luch contra la idol atra impe-
rante, ampl i l as f ronteras y reform el templ o de Jerusa-
l n, donde descubri en el ao 622 a.C. el "Rollo de l a
Ley" (2 Re 22-23), que se conserva en el l l amado Cdigo
Deuteronmico (Dt 12-26). El "Rollo de la Ley" constata la le-
al tad de Dios con su pueblo e insiste a la vez en la exigencia
divina de guardar fidelidad a los preceptos de la ley. Con es-
tas disposiciones, Josas inici la reforma religiosa del reino.
En el mbito internacional, en el ao 614 a.C. el ejrcito
babilnico conquist la capital de Asira. Babilonia se convir-
ti en la potencia indiscutida del mundo antiguo. Su rey, Na-
bucodonosor, exigi vasallaje a los pequeos estados limtro-
fes con su imperio. Entre esos pases estaba el reino de Jud.
El faran egipcio envi un ejrcito contra Babilonia.
Cuando l as huestes egipcias atravesaban Pal estina, Josas
les present batal l a en la l l anura de Meggido: l as milicias
de Egipto vencieron y Jos as muri en combate. Era el ao
609 a.C.
La gente influyente de Jerusal n nombr rey a Joacaz
(609 a. C), hijo de Josas. Al faran no le gust la eleccin:
29
detuvo a Joacaz y lo llev preso a Egipto. Coloc en el trono
a Joaqun (609-597 a.C), otro hijo de Josas. Joaqun fue
vasallo del faran hasta que Babilonia se impuso sobre
Egipto, momento en el que se convirti en vasallo de Nabu-
codonosor (603 a. C).
En el ao 601 a. C, Joaqun cometi un grave error: se
rebel contra el poder babilnico. En represal ia, en el ao
598 a.C. el rey de Babilonia siti Jerusal n. A Joaqun, que
fue asesinado en un tumul to, le sucedi su hijo Yehoya-
quim. ste se rindi ante Nabucodonosor, quien le cambi
el nombre por Jeconas. Nabucodonosor apres a Jeconas y
a los dirigentes y artesanos de Jerusal n y los deport a la
capital de su imperio. A continuacin puso en el trono de
Jerusal n a Sedecas, hijo de Josas, que pronto se rebel
contra el yugo babilnico. Nabucodonosor conquist Jeru-
sal n (586 a.C), tortur al rey y deport a Babilonia otro
contingente de poblacin.
El reino de J ud llegaba a su fin. Nabucodonosor im-
puso como gobernador a Godolas. Pero un guerrillero, Is-
mael, asesin a Godolas y captur a un grupo de hombres,
entre quienes se hal l aba el profeta Jeremas y su secretario
Baruc. Despus, un pequeo cabecilla l l amado J uan pren-
di a los cautivos de Ismael y los llev a Egipto. Nabucodo-
nosor arremeti contra l as ruinas de Jud y deport a otro
grupo de habitantes (582 a. C).
* El exilio de Babilonia (597-538 a.C.)
La mayora de los deportados no viva en la capital de
Babilonia, sino en la colonia de Abib, a orillas del ro Qebar
(Ez 3,15). El exilio fue duro. Muchos perdieron la fe en el
Seor, Dios de Israel, y se adhirieron a los dioses babilni-
cos. Slo un pequeo grupo de judos decidi reforzar su fe
apoyndol a sobre cuatro ejes:
- La monarqua haba tocado a su fin con Jeconas.
Dieron entonces el gran sal to de la fe: al carecer de rey hu-
mano, afirmaron que el Seor era el nico y verdadero rey
de Israel.
- En Babilonia carecan de templo para ofrecer sacrifi-
cios. Comenzaron entonces a reunirse en casas particul ares
para al abar al Seor e impl orar su ayuda. Los encuentros
30
en l as casas fueron el origen, mucho tiempo despus, de la
sinagoga, el l ugar habitual de plegaria del puebl o judo.
- Los exiliados, al no poder celebrar l as fiestas solem-
nes de antao, potenciaron el sbado como da especial de-
dicado a Dios y a la vida comunitaria.
- Jud se integr en el imperio babilnico. Como pue-
blo, los judos carecan de territorio propio. Entonces impul -
saron el valor simblico de la circuncisin: el rito practicado
desde antiguo se convirti en la seal de identidad para to-
do judo.
Los sacerdotes exiliados cuidaron para que el pequeo
resto mantuviera la fidelidad al Seor, se reuniera en las ca-
sas para rezar, celebrara el sbado y comprendiera la circun-
cisin como el signo externo de la identidad juda. Dios no
abandona a quienes ha llamado: en el ao 538 a. C, Ciro el
Grande, rey de medos y persas, conquist Babilonia y per-
miti a los judos volver a Jerusal n (2 Cr 36,22-24; Esd 1).
* De la vuelta del destierro (538 a.C.) a las guerras
contra Roma (135 a.C.)
Palestina estaba integrada en la provincia persa de
Transeufratina, dividida, a su vez, en regiones menores, una
de l as cual es era Yehud (Judea). La primera expedicin de re-
patriados fue encabezada por Sesbasar (537 a.C), probable-
mente hijo del rey Joaqun. Recibi el ttulo de gobernador y
se le encomend la reconstruccin del templo (Esd 5,14-16).
Pocos aos despus, Zorobabel, con otra partida de exilia-
dos, lleg a Jerusal n para continuar la obra de Sesbasar
(Ag 1,1). Los judos, animados por los profetas Zacaras y
Ageo, consiguieron reconstruir el templo en el ao 515 a.C.
Nehemas, un dignatario persa de origen judo, fue de-
signado gobernador de Judea en el ao 415 a.C. por el rey
Artajerjes, con la misin de reconstruir la mural l a de Jeru-
sal n (Neh 5,14-19). Acabada su tarea, regres a Persia, pe-
ro en el ao 430 a.C. fue nombrado de nuevo gobernador de
Judea. Le acompa Esdras, sacerdote y escriba, para lle-
var adel ante la reforma religiosa (Esd 7,11-26). A pesar de
todo, Judea fue cayendo progresivamente en el desal iento
de una vida l nguida, mientras l entamente el imperio persa
se deshaca.
31
En el ao 334 a. C, Alejandro Magno, rey de Macedonia
(Grecia), inici la conquista de Oriente. En Jerusal n recibi
el sometimiento del sumo sacerdote y de la poblacin, pa-
sando Judea a depender de los griegos. Tras la sbita
muerte de Alejandro (323 a. C), sus general es se repartieron
el imperio.
Ptolomeo, uno de esos general es, gobern Pal estina con
el ttulo de rey (320 a. C). Muchos aos despus, se hicieron
con el poder los sucesores del general Seleuco (198 a. C),
uno de cuyos descendientes, el rey Antoco IV Epfanes
(175-164 a.C), oprimi al puebl o hebreo intentando elimi-
nar su cul tura y su religin. Ante la agresin, los hermanos
macabeos (167 a.C.) iniciaron una guerra de liberacin na-
cional, en la que muri Judas Macabeo (161 a.C), caudillo
de la revuelta. Le sucedieron su hermano Jonat n y, ms
tarde, Simn (142 a. C). La val enta de los macabeos y l as
dificultades internas en el gobierno del rey Antoco permitie-
ron a los judos conseguir la independencia.
J uan Hircano (134 a.C) sucedi a Simn. No slo era je-
fe de los hebreos y sumo sacerdote, sino tambin el prncipe
de un estado independiente. Su hijo Aristbulo se proclam
rey, iniciando la dinasta asmonea (104 a.C). Los monarcas
asmoneos procuraron al principio la prosperidad del pas,
pero, a excepcin de la reina Salom Alejandra (77-67 a.C),
cayeron en la corrupcin y l as disputas internas.
Aprovechando l as diferencias entre los asmoneos, el
general romano Pompeyo conquist Jerusal n en el ao 63
a.C. Ms tarde, el senado proclam a Herodes (40-4 a.C.)
rey de los judos. Herodes reconstruy el templo, levant
nuevas ciudades y edific fortalezas, pero su carcter cnico
desencaden en el reino un rgimen de terror.
A la muerte de Herodes, el reino se dividi entre tres de
sus hijos: Arquelao gobern Samara, Judea e Idumea; He-
rodes Antipas hered Galilea y Perea; Herodes Filipo recibi
los territorios situados ms al norte de Galilea. El ao 6
d. C, el emperador destituy a Arquelao y entreg su territo-
rio al gobierno de un procurador romano.
Los procuradores romanos sometieron al pas a un du-
ro rgimen tributario. El procurador ms conocido es Poncio
Pilato, en cuyo mandato (26-36 d.C.) tuvo l ugar el ministe-
32
rio de Jess. En el ao 66 d. C, los judos se rebel aron con-
tra Roma. La respuesta romana no se hizo esperar: primero
Vespasiano y despus Tito reconquistaron el pas, tomando
Jerusal n (70 d.C.) y la fortaleza de Masada (73 d.C.) y con-
virtiendo Judea en provincia romana. Un nuevo levanta-
miento tuvo l ugar en el ao 132, encabezado por Bar Kok-
ba. Como represal ia, el emperador Adriano expul sa a los
judos de Jerusal n y convirti la ciudad santa en la colonia
romana de Aelia Capitolina (135 d.C).
b) Cul es la peculiaridad religiosa de la
historia narrada por el AT?
La historia antigua de Israel, desde la ptica del histo-
riador actual , es semejante a la de otros reinos pequeos
del Prximo Oriente: Ammn, Moab o Edom. La peculiari-
dad de la Biblia radica en la perspectiva desde la que apre-
cia los acontecimientos. La historia bblica constituye una
l ectura creyente de la realidad. Los autores perciban los
avatares histricos con los ojos de la fe. La ptica creyente
de los autores bblicos l es hace comprender que ningn su-
ceso tiene su origen en la casual idad: el mundo est en l as
manos de Dios, y el mismo Seor conduce la historia a
b uen puerto. Los autores bblicos confesaban sin ambages
la actuacin de Dios en la historia y en la entraa de cada
ser humano.
Desde la perspectiva del AT, la historia de Israel no es
consecuencia del capricho de dioses ociosos, ni est sujeta
a l a eventual idad de l as cambiantes iniciativas de los seres
humanos. La vida de Israel est guiada por Yav, Seor de
la historia. Esta certeza constituye el prisma a travs del
cual el AT percibe la sucesin de todos los acontecimientos.
33
I
E L PROYEC TO L IBE RADOR DE DIOS
Y LA RE SP U E STA DE L SE R HUMANO
E L PROYEC TO DE DIOS A FAVOR
DE LA HUMANIDAD
E l relato de la creacin
La Biblia comienza con el relato de la creacin. La na-
rracin representaba para los antiguos la descripcin del
origen del universo, pero implicaba mucho ms que eso: el
relato descubre ante la mirada humana la presencia divina
en los recodos del mundo y, a la vez, ofrece al hombre el pro-
yecto divino para edificar la sociedad a imagen y semejanza
de Dios. Veamos, pues, la propuesta del Seor a la humani-
dad para que el ser humano pueda transf ormarse y transfor-
mar el mundo a imagen y semejanza del Creador.
1. Situacin y sentido del relato de la
creacin en el conjunto de la Biblia
El relato de l a creacin encabeza l a Sagrada Escritura y
ejerce una funcin semejante a la del prlogo de todo libro.
Por eso es importante preguntarse: qu desea ensearnos
la narracin de la creacin?
37
Nuestra respuesta recorrer dos etapas. Comenzare-
mos mostrando que el texto de la creacin no es slo la des-
cripcin cientfica propia del pensamiento antiguo sobre el
origen del universo; el texto es, sobre todo, un relato religio-
so que contempl a el sentido del universo con los ojos de la
fe. Despus veremos cmo la primera pgina del Gnesis no
se limita a ser la contemplacin religiosa del mundo, sino
que es la propuesta de Dios al hombre para que edifique la
sociedad segn el proyecto divino.
a) Sentido religioso del relato de la creacin:
Gn l,l-2,4a
Los autores antiguos percibieron en el relato de la crea-
cin la descripcin fsica, geolgica y biolgica del origen y
el desarrollo del universo. No les faltaba razn, pues el rela-
to sigue un itinerario lgico. Sin embargo, los comentaristas
antiguos no dejaban de hacerse preguntas acerca del proce-
so de la creacin narrado en el Gnesis.
La Biblia dice: "La tierra era una soledad catica y vaca
y l as tinieblas cubran el abismo" (Gn 1,2). Pero cmo pue-
de ser que al principio no existiera nada, si ya exista el abis-
mo? El Sol y la Luna establecen la existencia del da y de la
noche, luego cmo es posible que Dios estableciera el da y
la noche (Gn 1,5) antes de crear el Sol y la Luna (Gn 1,14)?
stas preguntas al uden slo al contenido de la narra-
cin; sin embargo, l as ciencias natural es pl antearon cuestio-
nes ms serias. La geologa prob que el mundo no surgi
en seis das (Lyell), mientras la narracin de la creacin pa-
rece afirmarlo sin ambages. Quin tiene razn: la geologa
o la Biblia? La biologa constata la evolucin de los seres vi-
vos (Darwin), pero el relato de la creacin sostiene que cada
grupo de seres vivientes surgi independientemente de los
dems. Acaso miente la Biblia al rel atar la creacin?
El siglo XIX fue testigo de l as disputas entre la verdad
confesada por la Biblia y la evidencia de los descubrimien-
tos cientficos. Entonces los estudiosos de la Biblia comen-
zaron a abandonar la l ectura literal del relato de la creacin
para adoptar una posicin metafrica. Veamos un ejemplo.
La geologa afirma que la Tierra se ha formado a lo lar-
go de millones de aos, mientras que el Gnesis narra el
38
proceso de formacin en seis das. Los estudiosos, para re-
solver el dilema, afirmaron que los das que aparecen en el
relato de la creacin tenan una duracin mayor de veinti-
cuatro horas, pudiendo al canzar cada uno la duracin de
millones de aos. Es decir, sostuvieron que los das de la
creacin eran muy largos.
Pero pronto tuvieron que enfrentarse al probl ema biol-
gico de la edad de los patriarcas: "Despus de engendrar a
Set, vivi Adn ochocientos aos, tuvo hijos e hijas y, a la
edad de novecientos doce aos, muri [...]. Tena Matusal n
ciento ochenta y siete aos cuando engendr a Lmec; des-
pu s de engendrar a Lmec, vivi setecientos ochenta y dos
aos, tuvo hijos e hijas y, a la edad de novecientos sesenta
y nueve aos, muri" (Gn 5,1-32).
La edad de los patriarcas pareca contradecir el texto
bblico. Si los patriarcas hubieran vivido tanto tiempo, ha-
bran sobrevivido al diluvio y continuaran viviendo en la
poca del rey David, pero no aparecen tras el diluvio ni fi-
guran en la historia de David. Los estudiosos, para resol -
ver el probl ema, supusieron que l a duracin de los aos
referidos a la edad de los patriarcas era menor de trescien-
tos sesenta y cinco das. En definitiva, afirmaron que los
aos tenan una duracin mucho ms corta que los aos
actual es.
Pero al leer conjuntamente el rel ato de l a creacin
(Gn 1,1-2,4a) y las genealogas de los patriarcas (Gn 5,1-32),
los eruditos llegaban a un dilema de imposible solucin.
Como poda ser que los das duraran miles de aos, mien-
tras los aos durab an menos de trescientos sesenta y cinco
das? En otras pal abras: cmo puede ser que, al argando la
duracin de los das, se acorte la duracin de los aos?
Esta contradiccin llev a los natural istas y bibl istas a
comprender que el lenguaje de la ciencia y el de la Biblia
persiguen objetivos distintos. Las ciencias investigan el ori-
gen y la dinmica del universo, mientras que la Biblia son-
dea el sentido l timo del universo y de la historia. La Biblia
b usca el sentido de l as cosas contempl ando el universo y la
historia con los ojos de la fe, y la ciencia descubre el fun-
cionamiento de la natural eza y de la historia util izando la
metodologa de los estudios histricos y cientficos.
39
b) El relato de la creacin ofrece el proyecto
de Dios a la humanidad
La Biblia es un libro religioso que b usca el sentido del
cosmos y de la historia. El relato de la creacin es una na-
rracin religiosa que indaga acerca del sentido del universo y
de la historia. Pero qu tipo de lenguaje religioso utiliza el
relato de la creacin?
El lenguaje religioso adopta formas diversas: la homila,
la exhortacin, la celebracin del perdn, etc. El relato de la
creacin es una pl egaria pensada para que descub ramos
la presencia divina en los entresijos del mundo y utilicemos
el proyecto de Dios para transf ormar la sociedad a su ima-
gen y semejanza. Por eso, al leer el relato de la creacin como
una plegaria conseguimos dos cosas. Por una parte, percibi-
mos las huel l as de Dios en los recodos del mundo y, por otra,
pedimos al Seor que nos conceda su fuerza para construir
una sociedad trenzada a su imagen y semejanza.
Pero podemos entender el relato de la creacin como
una plegaria? Vemoslo desde l a perspectiva de nuestros
hermanos hebreos.
La primera letra del alfabeto hebreo se denomina aleph,
y la segunda, beth. A veces, en la narracin Dios comienza
sus discursos ms importantes con la primera letra del alfa-
beto: la aleph. Los Diez Mandamientos son el discurso ms
importante que Dios dirige a su pueblo a lo largo del AT. El
Seor comienza su intervencin diciendo: "Yo soy el Seor,
tu Dios, el que te sac de Egipto" (x 20,2). Ms tarde, cuan-
do Dios desea afirmar sus lazos de amor con Israel, afirma:
"Yo ser vuestro Dios y vosotros seris mi pueblo" (Jr 30,22).
Observemos que l as dos citas empiezan con la pal abra cas-
tel l ana "yo", trmino que comienza en hebreo con la primera
letra del alfabeto: la aleph.
El relato de la creacin comienza con la locucin "al
principio" (Gn 1,1). La locucin castel l ana "al principio" se
pronuncia en hebreo mediante una sola pal abra: bereshit,
que comienza con la segunda l etra del alfabeto hebreo: l a le-
tra beih(b).
Demos ahora un salto hasta el comienzo del salmo 4,
donde un creyente implora la ayuda de Dios: "Respndeme
40
cuando te invoco, oh Dios, mi salvador" (Sal 4,2). La pal abra
que encabeza la oracin, "respndeme", comienza en hebreo
con la letra beth. La referencia al salmo 4 muestra cmo la
oracin del hombre bblico comienza, en al gunas ocasiones
importantes, con la segunda letra del alfabeto. Y recalca, de
ese modo, y hasta de manera grfica, cmo la plegaria es la
respuesta del hombre al Dios que le habl a y le ama primero.
Dios comienza su discurso con la primera letra, la aleph
contenida en el "yo", y el hombre reza comenzando su plega-
ria con l a segunda letra, l a beth, que inicia al trmino "res-
pndeme".
El lector hebreo, al leer la primera pal abra del Gnesis,
observaba el trmino bereshit: "Al principio" (Gn 1,1). Al ver
que l a pal abra bereshit comenzaba con l a l etra beth, l a se-
gunda del alfabeto, comprenda el texto como una plegaria.
El orante, al convertir en plegaria el relato de la creacin,
perciba la huel l a de Dios en el mundo y, a la vez, peda la
fuerza de Dios para edificar la sociedad a imagen y semejan-
za del Creador.
Pero cmo descubre el orante la presencia de Dios al
utilizar el relato de la creacin para su plegaria?
Si leemos con atencin la narracin de la creacin, des-
cubriremos que la pal abra "Dios" aparece treinta y cinco ve-
ces. El significado de los nmeros es importante para captar
el sentido de la Sagrada Escritura. Saboreemos el significado
del nmero treinta y cinco en el relato de la creacin.
El nmero treinta y cinco es el resul tado de multiplicar
cinco por siete. El nmero cinco evoca el Pentateuco, que
contiene los cinco libros que, para la tradicin hebrea, cons-
tituyen el ncleo de la Biblia. El nmero siete indica la pleni-
tud en el mbito cul tural judo. Por eso lo que al canza l a ple-
nitud se relaciona con el nmero siete. El da sagrado de los
judos, el sbado, es el sptimo da de la semana, y el cande-
labro del templo tena siete brazos. Aunando el significado de
los nmeros siete y cinco percibimos el significado del nme-
ro treinta y cinco: ncleo y plenitud. La pal abra "Dios" apare-
ce treinta y cinco veces porque Dios palpita en el hondn de
cada cosa y de cada persona para llevarlos a la plenitud.
Los lectores hebreos convertan la primera pgina de la
Biblia en la contemplacin de la presencia de Dios en el co-
41
razn del mundo y, a la vez, al leerla, adquiran el compro-
miso de construir la sociedad segn el proyecto divino.
La Biblia comienza con una plegaria: el relato de la crea-
cin. Y, desde la perspectiva cristiana, termina con l a plegaria
final del Apocalipsis: "Amn! Ven, Seor Jess!" (Ap 22,20).
Desde la perspectiva cristiana, la Biblia puede entenderse co-
mo un libro de plegaria, pues desde el comienzo (Gn 1,1-2,4a)
hasta el final (Ap 22,20) contempla con los ojos de la fe l as
huel l as de Dios en el mundo y exige al ser humano que, con
la ayuda divina, lleve a cabo el proyecto liberador de Dios.
Ahora leeremos el relato de la creacin como la plegaria
que muestra la huel l a de Dios en el mundo y, a la vez, com-
promete a cada persona a construir la sociedad desde los
valores divinos.
2. L ectura del texto: Gn 1,1-2,4a
11
Al principio cre Dios el cielo y la tierra.
2
La tierra era
una soledad catica y las tinieblas cubran el abismo, mien-
tras el espritu de Dios aleteaba sobre las aguas.
3
Y dijo Dios: Que exista la luz.
Y la luz existi.
4
Vio Dios que la luz era buena y la separ de
las tinieblas.
5
Alaluzla llam da y alas tinieblas noche.
Pas una tarde, pas una maana: el da primero.
6
Y dijo Dios: Que haya una bveda entre las aguas para
separar unas aguas de otras.
Y as fue.
7
Hizo Dios la bveda y separ las aguas que
hay debajo de las que hay encima de ella.
8
Ala bveda Dios
la llam cielo.
Pas una tarde, pas una maana: el da segundo.
9
Y dijo Dios: Que las aguas que estn bajo los cielos se
renan en un solo lugar y aparezca lo seco.
Y as fue.
10
Alo seco lo llam Dios tierra firme y al cmu-
lo de las aguas lo llam mares. Y vio Dios que era bueno.
11
Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetacin: plantas con
semilla y rboles frutales que den en la tierra frutos con semi-
llas de su especie.
42
Y as fue.
12
Brot de la tierra vegetacin: plantas con se-
milla de su especie y rboles frutales que dan fruto con semi-
llas de su especie. Y vio Dios que era bueno.
13
Pas una tarde, pas una maana: el da tercero.
14
Y dijo Dios: Que haya lumbreras en la bveda celeste
para separar el da y la noche, y sirvan de seales para dis-
tinguir las estaciones, los das y los aos;
15
que luzcan en la
bveda del cielo para alumbrar la tierra.
Y as fue.
16
Hizo Dios dos lumbreras grandes, la mayor
para regir el da y la menor para regir la noche, y tambin las
estrellas;
17
y las puso en la bveda del cielo para alumbrar la
tierra,
18
regir el da y la noche, y para separar la luz de las
tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
19
Pas una tarde, pas una maana: el da cuarto.
20
Y dijo Dios: Rebosen las aguas de seres vivos y que
las aves aleteen sobre la tierra a lo ancho de la bveda ce-
leste.
21
Y cre Dios por especies los cetceos y todos los seres
vivientes que se deslizan y pululan en las aguas, y cre tam-
bin las aves por especies. Vio Dios que era bueno.
22
Y los
bendijo diciendo: Creced, multiplicaos y llenad las aguas del
mar, y que tambin las aves se multipliquen en la tierra.
23
Pas una tarde, pas una maana: el da quinto.
24
Y dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes por espe-
cies: ganados, reptiles y bestias salvajes por especies.
Y as fue.
25
Hizo Dios las bestias salvajes, los ganados y
los reptiles del campo segn sus especies. Y vio Dios que era
bueno.
26
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del
mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los
reptiles de la tierra.
27
Y cre Dios a los hombres a su imagen; a imagen de
Dios los cre; varn y mujer los cre.
28
Y los bendijo Dios di-
cindoles: Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos
los animales que se mueven por la tierra.
29
Y aadi: Os entrego todas las plantas que existen so-
bre la tierra y tienen semilla para sembrar; y todos los rboles
que producen fruto con semilla dentro os servirn de alimento;
43
30
y a todos los animales del campo, a las aves del cielo y a
todos los seres vivos que se mueven por la tierra les doy como
alimento toda clase de hierba verde.
Y as fue.
31
Vio entonces Dios todo lo que haba hecho, y
todo era muy bueno. Pas una tarde, pas una maana: el
da sexto.
2-
1
As quedaron concluidos los cielos y la tierra con todo
su ornato.
2
Cuando lleg el da sptimo Dios haba terminado
su obra, y descans el da sptimo de todo lo que haba he-
cho.
3
Bendijo Dios el da sptimo y lo consagr, porque en l
haba descansado de toda su obra creadora.
4
sta es la historia de la creacin del cielo y dla tierra.
3. E lementos del texto
El rey Nabucodonosor, en el ao 587 a. C, conquist Je-
rusal n y deport parte de la poblacin a Babilonia, la capital
de su imperio. El exilio permiti a los hebreos familiarizarse
con la ciencia babilnica. Los sabios babilnicos haban re-
dactado la epopeya l l amada Atra-Hasis y el poema denomi-
nado Enuma Elish para explicar el origen del universo y del
hombre. Igualmente, haban compuesto la historia de Gilga-
mesh, donde describan la dureza de la condicin humana.
El exilio termin en el ao 538 a. C, cuando el rey Ciro con-
quist Babilonia. El rey convirti el pas de Israel en una
provincia del Imperio persa y permiti a los hebreos exilia-
dos regresar a Jerusal n (Esd 1,2-4).
Los sacerdotes haban mantenido la cohesin del pue-
blo durante el exilio y continuaron rigindolo en Jerusal n.
Asentados en la ciudad santa, los sacerdotes escribieron la
historia que narraba los orgenes del pueblo. Esta historia se
denomina, l iterariamente, "composicin sacerdotal" y co-
mienza con el relato de la creacin.
La ciencia babilnica permiti a los hebreos dibujar el
mapa cientfico del universo y posibilit que los deportados
comprendieran el universo desde esa lgica. Por eso, cuando
los sacerdotes escribieron el relato de la creacin tuvieron
en cuenta el mapamundi aprendido en Babilonia. Pero no
se limitaron a describir cientficamente el mundo. Lo con-
44
templ aron con los ojos de la fe y pl asmaron en la narracin
de la creacin el sentido del universo y de la historia: el
mundo y la historia estn sostenidos por l as b uenas manos
de Dios. Pero afirmaron tambin que el Seor exige al ser
humano el compromiso de construir la sociedad segn los
criterios divinos. Veamos al gunos el ementos del texto para
poder ahondar en la perspectiva que implica edificar la
sociedad segn los criterios de Dios.
a) "Alprincipio..." (Gn 1,1)
La elaboracin del relato de la creacin fue lenta, pero
entre los aos 400-350 a.C. constitua ya la primera pgina
del Gnesis. En esas fechas, la provincia de Jud era una
regin marginal del Imperio persa. Las grandes proezas de
David yacan sepul tadas en el bal del olvido y el magnif-
cente templo de Salomn haba sido sustituido por un tem-
plo modesto (Esd 3,12).
Al parangonar la pequenez de Jud con el esplendor de
l os persas, l os judos experimentaban l a amarga sensacin
de su fracaso. Qu quedaba de la promesa de Dios a Abra-
han: "Yo har de ti un gran pueblo, te bendecir y har
famoso tu nombre" (Gn 12,2)?. Jud comenzaba a carecer de
fundamentos para creer en la bondad de Dios. En lugar de un
gran pueblo, eran una regin pequea, y en vez de una
nacin bendita, eran subditos del rey persa.
Pero mientras los f undamentos de la religin hebrea se
disuelven, un grupo de sacerdotes escribe una plegaria para
devolver al puebl o la esperanza (Gn 1,1-2,4a). Comienzan su
oracin diciendo: "Al principio cre Dios el cielo y la tierra"
(Gn 1,1).
La pal abra "principio" presenta en castellano dos acep-
ciones principales. Por una parte, indica el comienzo de algu-
na cosa: el l unes es el "principio de la semana laboral". Por
otra, indica que una persona o una cosa tiene fundamento.
Por ejemplo, al ver a alguien que destaca por su rectitud ti-
ca, decimos: "Es una persona de principios". Al decir eso no
indicamos que la persona tenga un "comienzo", sino que su
vida est "fundamentada" en valores buenos. La locucin "al
principio" contenida en Gn 1,1 no significa "al inicio" o "al
comienzo", sino "en el fundamento".
45
Los sacerdotes saben que los habitantes de Jerusal n,
al sentirse la regin marginal de un imperio lejano, se pre-
guntan: La vida y el mundo tienen al gn sentido, al gn
fundamento? La respuesta de los sacerdotes es una profe-
sin de fe: S, l a vida y el mundo tienen sentido porque se
f undamentan en Dios! En el fundamento de todo, "al princi-
pio", late la presencia de Dios. Sociolgicamente habl ando,
los sacerdotes podran pensar que la religin hebrea daba
sus ltimos estertores. Pero desde la ptica de la plegaria,
comprenden que l as cosas no son as: en el fundamento de
todo est la presencia de Dios. O, dicho en lenguaje potico,
afirmaran: la vida y el mundo tienen sentido porque repo-
san en las b uenas manos de Dios.
b) "...cre Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1)
Los sacerdotes afirman que el universo tiene sentido al
sostener que ha sido creado por Dios. El universo, el cielo y
la tierra, reposa en l as b uenas manos de Dios porque l lo
ha creado. La pal abra "crear" es peculiar en el AT, pues slo
se utiliza para indicar acciones realizadas por Dios. El hom-
bre "hace" y "fabrica", pero slo Dios "crea."
Qu significa "crear"? El lenguaje actual explica que
l a accin de "crear" consiste en hacer surgir al guna cosa de la
nada. Pero en tiempos antiguos el significado de la pal abra
"crear" era distinto. No implicaba hacer surgir algo de la
nada, sino conferir sentido a lo existente.
Veamos un ejemplo tomado de Isaas. El profeta recuer-
da la cautividad de los israelitas en Babilonia y habl a al pue-
blo en nombre de Dios: "As dice el Seor, vuestro libertador,
el Santo de Israel: Por amor a vosotros envi una expedicin
a Babilonia y arranqu los cerrojos de l as puertas [...]. Yo
soy el Seor, vuestro Santo, el Creador de Israel, vuestro
Rey" (Is 43,14-15). Israel padeca el dolor de la deportacin
en Babilonia, pero el Seor lo liber por mediacin del rey
Ciro (Is 41,1-5). El Seor dice a su pueblo: "Soy el Creador de
Israel" (Is 43,15), pero con eso no indica que haga surgir a
Israel de la nada, pues cuando Israel padeca el exilio babil-
nico (597-538) llevaba siglos existiendo como pueblo.
La locucin "el Creador de Israel" (Is 43,15) es paral el a
a "vuestro l ibertador" (Is 43,14). El Seor crea a Israel
46
cuando le l ibera de l as garras de Babil onia. Por tanto, en
Is 43,14-15, la voz "crear" debe entenderse como "liberar".
Afirmar que Dios crea a su puebl o significa decl arar que lo
libera. El Seor otorga un sentido nuevo a la vida de su pue-
blo: la nacin deportada se convierte en un puebl o libre.
La referencia a Isaas muestra que el sentido de la pa-
l abra "crear" no connota, en un primer momento, la acep-
cin de hacer surgir al guna cosa de l a nada. El contenido
de la revelacin evoluciona en el seno de la Biblia; la nocin
de "crear", en el sentido de "hacer surgir una cosa de la na-
da", aparecer cl aramente ms tarde (2 Mac 7,28). En tiem-
pos antiguos la idea de "crear" implicaba l a experiencia de la
liberacin y el descubrimiento del sentido de la vida. Y, preci-
samente, se es el significado que adoptamos para la pal abra
"crear" en Gn 1,1. Cuando Dios crea el mundo, lo libera y le
confiere sentido. Pero de qu libera Dios al cosmos y qu
sentido le otorga? Vemoslo en el apartado siguiente.
c) "La tierra era una soledad catica y
las tinieblas cubran el abismo..." (Gn 1,2)
A primera vista, las pal abras "soledad", "catica" y "abis-
mo" parecen la resea geogrfica de la Tierra (Gn 1,2). Sin
embargo, esos trminos no constituyen una descripcin geo-
grfica. Indican la percepcin religiosa de los sacerdotes al
contemplar la desazn del pueblo. Los habitantes de Jerusa-
ln, alejados de Dios, yacen en la idolatra. Y el alejamiento de
Dios, l a idolatra, se expresa en el relato de l a creacin me-
diante las pal abras "soledad" "catica", "abismo". Vemoslo.
La pal abra "soledad" se pronuncia tohu en l engua he-
brea. El libro de Samuel la asocia directamente a la idola-
tra: "No os apartis del Seor, para seguir a los dolos (tohu,
"soledad"), que de nada sirven, porque son dioses vacos
(tohu, "soledad")" (1 Sm 12,21). Isaas utiliza el trmino tohu
para fustigar a los dolos y a sus adoradores: "viento y vaco
son sus estatuas (tohu, "soledad")" (Is 41,29); "los que fabri-
can dolos son intil es (tohu, "soledad")" (Is 44,9).
El vocablo de Gn 1,2 "catica" en hebreo se escribe
bohu. Figura slo tres veces en la Biblia, y siempre asociado
a la pal abra "soledad" (tohu) (Gn 1,2; Is 34,11; J r 4,23).
Cul es el significado de la asociacin de l as pal abras "sole-
47
dad" y "catica"; (tohu bohu)? Tal vez sea en la profeca de
Jeremas donde aparezca su relacin de forma ms clara.
Jeremas exige, en nombre de Dios, la conversin de Is-
rael y Jerusal n (Jr 4,1.8.14). La situacin del pueblo, insen-
sato e incapaz de obrar el bien (Jr 4,22), se describe geogr-
ficamente. La tierra es catica (bohu) y vaca [tohu, "soledad")
(Jr 4,23), el cielo carece de luz (Jr 4,23), el hombre no existe
(Jr 4,25) y l as aves del cielo han huido (Jr 4,25). El texto de
J r 4,23-25 muestra l a situacin de Jerusal n alejada de los
caminos de Dios. Situacin que Jeremas describe de forma
semejante a la del universo anterior a la creacin. La tierra
es catica (bohu) y vaca [tohu, "solitaria") (Gn 1,2), no hay
luz (Gn 1,3), todava no hay aves en el cielo (Gn 1,20.21) y el
hombre no ha aparecido (Gn 1,27).
En definitiva, Jeremas detal l a la situacin del puebl o
idl atra e incapaz de obrar el bien (Jr 4,22), y para eso lo
describe en l a situacin anterior a l a creacin: "Miro a l a
tierra: un vaco (tohu, "soledad"), un caos (bohu, "catico")"
(Jr4, 23).
La l engua hebrea escribe el trmino "abismo" mediante
la voz tehom. El abismo representa en el AT el gran depsito
de agua situado bajo la superficie terrestre (Prov 8,24). Pero,
a la vez, esconde tambin el poder agresor capaz de asol ar la
tierra, tal como describe la narracin del diluvio: "Era el ao
seiscientos de la vida de No, el da diecisiete del segundo
mes, cuando reventaron las fuentes del abismo (tehom) [...] y
fueron aniquil ados todos los seres que haba sobre la faz de
la tierra [...], tan slo qued No y los que estaban con l en
el arca" (Gn 7,11-24).
El diluvio no aconteci por casual idad; fue la conse-
cuencia de la idolatra, fue la consecuencia del pecado hu-
mano: "Dios se fij en la tierra y vio que estaba pervertida,
porque la gente tena una conducta perversa. Entonces dijo
Dios a No: Tengo decidido poner fin a todos los seres vivos,
porque toda la tierra est llena de mal dad a causa de los
hombres" (Gn 6,12-13). Sin embargo, la aniquilacin no fue
absol uta, pues No y su familia escaparon de la catstrofe:
"El Seor dijo a No: Entra en el arca t con toda tu familia,
pues t eres el nico justo que he encontrado en esta gene-
racin" (Gn 7,1).
48
El profeta Jeremas describa la idolatra de su pueblo
(Jr 4,22) diciendo que la tierra era catica (bohu) y vaca
(tohu, "soledad") (Jr 4,23). El autor de la narracin del diluvio
mostraba cmo el poder del abismo (tehom) haba aniquilado
a la tierra pervertida. Los sacerdotes redactores de la narra-
cin de la creacin perciben la tierra sostenida en las mal as
manos de los dolos: la soledad (tohu), el caos (bohu) y el
abismo (tehom). Estas tres pal abras simbolizan los dolos
que a lo largo de la historia apartaron a Israel de la bondad
de Dios: el afn de poder, el ansia de poseer y el deseo de
aparentar. Si observamos nuestra vida, constataremos cmo
los dolos que nos separan de Dios no estn hechos de ma-
dera, sino de dinero, orgullo y falsedad.
Si los sacerdotes contempl aran Jerusal n slo desde la
perspectiva humana, no sal dran del desencanto. Jerusal n
es una ciudad marginal del imperio persa, y sus habitantes
abandonan la fe para medrar en la vida entregndose a los
falsos dioses. Pero los sacerdotes, adems de percibir la rea-
lidad con lucidez humana, la contempl an con los ojos de la
fe. Perciben que su tierra est masacrada en l as mal as ma-
nos de los dolos, pero creen firmemente que la salvacin de
Dios es ms fuerte que el poder de los dolos de muerte. Para
captar cmo la misericordia de Dios puede ms que el reto
de los dolos, vayamos al siguiente apartado.
d) "...mientras el espritu de Dios aleteaba
sobre las aguas" (Gn 1,2)
En tiempos de No, la tierra estaba pervertida, pero
Dios salv al patriarca y a su familia (Gn 7,1; Hb 11,7). Du-
rante el exilio, el puebl o hebreo se precipitaba a l a extincin,
y Dios, por mediacin de Ciro, salv a Israel (Is 41,1-5). Los
sacerdotes contempl an la ciudad santa machacada por el
puo idoltrico, pero creen firmemente que Dios no abando-
nar a Jerusal n. Los sacerdotes manifiestan su conviccin
con estas pal abras: "El espritu de Dios al eteaba sobre l as
aguas" (Gn 1,2). Mientras la idolatra, representada en este
caso por las aguas, deshace Jerusal n, el espritu de Dios,
smbolo del mismo Seor, protege a su pueblo.
La pal abra hebrea que traducimos por "aletear" apare-
ce tres veces en la Biblia (Gn 1,2; Dt 32, 11; J r 23,9). El tr-
mino "aletear" es sinnimo de "proteger" y "cuidar". Moiss
49
describe cmo Dios protegi y salv a su puebl o mediante
la alegora del guil a que al etea sobre sus polluelos: "El
Seor abraz y cuid a su pueblo, lo guard como la nia de
sus ojos: como el guila que incita a su nidada y aletea sobre
sus polluelos" (Dt 32,10-11). Cuando el guila aletea sobre sus
cras es para protegerlas del enemigo y cuidarl as depositan-
do comida en el nido. El guila simboliza a Dios, mientras
que los polluelos representan a los israelitas. Los dolos son
los enemigos del pueblo de Dios, pero el Seor, como el gui-
la, no abandona a sus hijos, sino que los cuida y protege.
Los sacerdotes muestran en su plegaria cmo el mundo,
a pesar de su pecado, cuenta con el auxilio del Seor, pues el
espritu de Dios sigue aleteando sobre l as aguas. Pero saben
que la decisin de abandonar l as manos perversas de los
dolos para permitir al Seor que nos sostenga en sus buenas
manos incumbe al ser humano. Dios es bueno y acompaa
siempre al hombre, pero no suple nunca la responsabilidad
humana. Cmo se pueden abandonar l as manos de los
dolos para vivir en las manos de Dios? En otras pal abras,
qu metodologa debe emplear el ser humano para edificar
l a sociedad utilizando los criterios de Dios? Vemoslo.
e) El proceso de la creacin (Gn 1,3-31)
La oracin compuesta por los sacerdotes incluye la me-
todologa para huir de los dolos y reposar en l as b uenas
manos de Dios. Lo primero que Dios hizo fue la luz. Despus
estableci la bveda del cielo. Luego reuni l as aguas ubica-
das bajo el firmamento en la regin que denomin "mares".
Al congregarse l as aguas emergi lo seco, que Dios llam
"tierra". Acto seguido orden que la tierra produjera la vege-
tacin. Seguidamente coloc en la bveda celeste dos l um-
breras grandes (sol y luna) y las estrellas. A continuacin
Dios orden que las aguas produjeran seres vivos capaces de
nadar y cre, ms tarde, los cetceos y l as aves. Orden a la
tierra que produjera ganados, reptiles y bestias salvajes. Y,
finalmente, Dios cre al ser humano otorgndole el seoro
sobre la creacin. Dios realiz su obra en seis das y el da
sptimo descans.
Para describir el proceso de la creacin, los sacerdotes
se basaron en los grandes relatos aprendidos en Babilonia:
Enuma Elish y Atra-Hasis. Sin embargo, l a intencin sacer-
50
dotal no radica en la explicacin geolgica y biolgica del
mundo, sino en ofrecer al hombre una propuesta para cons-
truir la sociedad con los criterios de Dios. Los criterios exigi-
dos por los sacerdotes para edificar la sociedad pl enamente
humanizada son dos.
* La alusin al cumplimiento de los Mandamientos
El relato de l a creacin muestra cmo Dios cre el mun-
do en seis das; por eso solemos pensar, errneamente, que
hizo una cosa cada da. Si leemos atentamente el relato,
veremos que Dios no cre el mundo mediante seis rdenes,
sino a travs de diez: "Que exista la luz"; "que haya una
bveda"; "que l as aguas [...] se renan"; "produzca la tierra
vegetacin"; "que haya l umbreras"; "que rebosen l as aguas
de seres vivos"; "creced y multiplicaos" [referido a los anima-
les]; "produzca l a tierra seres vivientes"; "hagamos al hom-
bre"; "creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla".
Tras la ejecucin de cada orden, el Seor observa el resul tado
y dice "era bueno"; y al final contempla el universo y exclama:
'Todo era muy bueno" (Gn 1,31).
El universo fue creado mediante diez mandatos de Dios
o a travs de "Diez Palabras", segn dicen nuestros herma-
nos hebreos. En el Sina, el Seor prescribi otras "Diez Pa-
l abras", los "Diez Mandamientos" (x 20,1-17), para que el
puebl o practicara la justicia y, como consecuencia, viviera
en paz. Los sacerdotes escribieron de forma premeditada l a
creacin mediante diez mandatos divinos, para que el lector
asociara l as "Diez Pal abras" con los "Diez Mandamientos".
De ese modo, el lector aprenda una leccin: "Dios, con Diez
Pal abras, cre un mundo muy bueno; ahora depende de m
que contine siendo bueno, y la forma de conseguirlo estriba
en vivir en pl enitud los Diez Mandamientos".
* La exigencia del compromiso personal en el proceso
de liberacin humana y social
No basta conocer los Diez Mandamientos. Para construir
la sociedad j ust a y pacfica hay que ponerlos en prctica. Los
sacerdotes, al ofrecer el proyecto de Dios, son incisivos en el
compromiso personal . Oigamos el rel ato: "Entonces dijo
Dios: Hagamos a los hombres a nuestra imagen y semejanza"
(Gn 1,26). La pal abra "hagamos" ha inquietado siempre a los
51
intrpretes. Por qu habl a Dios en pl ural ? No sera ms l-
gico que lo hiciera en singular: "Har al hombre a mi imagen
y semejanza"? Las interpretaciones del trmino "hagamos"
son diversas, pero centrmonos en las ms importantes.
La primera interpretacin comprende la pal abra "haga-
mos" en sentido mayesttico. Antiguamente, l as personas
importantes habl aban en pl ural . El papa, antiguamente, ha-
bl aba en pl ural : no deca "yo decido", sino "nos decidimos".
La pal abra "nos", utilizada por los papas, constituye un plu-
ral mayesttico para realzar la importancia de quien habl a.
La segunda interpretacin caracteriz a muchos padres de la
Iglesia antigua, quienes tras el trmino "hagamos" perciban
la presencia de la Santsima Trinidad.
El relato de la creacin constituye el proyecto de Dios a
la humanidad para que construya una sociedad segn los
criterios divinos. Cuando Dios dice "hagamos a los hombres
a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1,26), se dirige directa-
mente a nosotros, que estamos leyendo este libro. Dios nos
hace una propuesta: "Hagamos a l os hombres". Es decir, el
Seor afirma: "Yo y vosotros construyamos una sociedad
pl enamente humanizada". El Seor nos ofrece su ley y su
ayuda para comprometernos en la construccin de la socie-
dad pacfica y solidaria. Dicho en trminos del NT, el Seor
nos compromete a edificar el Reino de Dios.
f] El compromiso especfico del ser humano (Gn 1,26-31)
El relato destaca la importancia del ser humano descri-
biendo su origen mediante la triple utilizacin del trmino
"crear" (Gn 1,27). Dios no establece diferencias entre el va-
rn y la mujer: ambos tienen el mismo rango. La especifici-
dad de la creacin del hombre radica en un matiz crucial, di-
ce el Seor: "a nuestra imagen, segn nuestra semejanza"
(Gn 1,26.27).
Los trminos "imagen" y "semejanza" indican que el ser
humano es semejante a Dios, porque es el nico ser de la
creacin capaz de entender lo que Dios manda y, adems,
cumpl irl o. La persona entiende la voz de Dios, y por eso
puede vivir segn el proyecto divino, preguntndose si lo que
hace sirve para que la sociedad y el mundo se conviertan en
algo "muy bueno" (Gn 1,31).
52
El Seor aade una caracterstica a la condicin huma-
na: "Para que domine sobre los peces del mar, l as aves del
cielo, los ganados, l as bestias salvajes y los reptiles de la tie-
rra" (Gn 1,26). El hombre es el vrtice de la creacin, pues
domina sobre la tierra y los animal es. El verbo "dominar" no
significa "oprimir" ni "aplastar"; la pal abra "dominar" signifi-
ca propiamente "cuidar", procurar que la creacin contine
siendo "muy buena" (Gn 1,31). Toda persona debe cuidar el
mundo y mimar la historia para descubrir l as huel l as de
Dios.
Dios no deja solo al hombre, sino que se compromete con
l para que lleve adel ante el proyecto divino. Y el compromiso
divino se l l ama bendicin: "Dios los bendijo" (Gn 1,28). La
bendicin contiene la sol idaridad de Dios con el hombre
para que se sienta arropado por su ternura. Dios afina l as
caractersticas de su bendicin: "Creced y multiplicaos, lle-
nad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar,
l as aves del cielo y todos los animal es que se mueven por la
tierra" (Gn 1,28).
Destaquemos otro matiz de la bendicin divina: "some-
ter". El trmino "someter", en el relato de la creacin, no alu-
de a la accin de "tiranizar" o "subyugar", sino que se ase-
meja al trmino "velar". El hombre debe velar para que la
creacin se desarrolle segn el proyecto de Dios, y velar tam-
bin para que los dolos no le aparten a l del proyecto divi-
no. Someter la tierra indica "estar por encima de la tierra",
es decir, velar para que las riquezas terrenal es no aparten el
corazn humano del pl an de Dios.
4. S ntesis y reflexin final
El relato de la creacin es una plegaria ideada para que
descubramos la presencia divina en los entresijos del mundo
y pongamos en prctica el proyecto de Dios para transformar
la humanidad a su imagen y semejanza. Por eso, al leer el
relato como una plegaria, conseguimos dos cosas. Por una
parte percibimos las huel l as de Dios en los recodos del mun-
do; por otra, pedimos al Seor que nos conceda su fuerza para
construir una sociedad trenzada a su imagen y semejanza.
53
La creacin consiste en la accin divina por la que el
mundo deja de estar oprimido por el poder de los dolos,
para sostenerse en las buenas manos de Dios. El Seor es el
autor de la creacin, pero demanda del ser humano la cola-
boracin para que el mundo sea una realidad "muy buena".
La colaboracin humana estriba en el cumplimiento de los
Mandamientos y en el compromiso personal en l a humaniza-
cin de la sociedad. Sin embargo, Dios no permanece ajeno
al compromiso humano: e Seor le concede, mediante su
bendicin, la gracia para cuidar y velar sobre la tierra, con-
virtindola en imagen y semejanza del mismo Creador.
Finalizada la redaccin del relato de la creacin, el pen-
samiento hebreo se enriqueci con la aportacin cul tural
griega. El pensamiento griego entenda la creacin como el
resul tado de hacer surgir al guna cosa de la nada. La sabidu-
ra griega qued recogida en los ltimos libros del AT. De ese
modo, la epopeya de los Macabeos rel ata la creacin como el
acto mediante el cual Dios hace surgir todas l as cosas de la
nada.
La historia Macabea cuenta cmo una madre sufre an-
te el martirio de sus siete hijos y dice al l timo: "Te pido,
hijo mo, que mires al cielo y a la tierra y lo que hay en ella;
que sepas que Dios hizo todo esto de la nada y del mismo
modo fue creado el hombre" (2 Mac 7,28). Ese detalle mues-
tra que el pensamiento bblico evoluciona y se perfecciona
en el seno de la Sagrada Escritura, para l l evarnos de l a
mano hacia el conocimiento de Dios: el amigo fiel que nos
protege y nos cuida.
54
GUA DE LECTURA: Gn 1,1-2,4a
"Y todo era muy bueno"
Ambientacin
Al volver del exilio, muchos israel itas seguan desanima-
dos y pensaban que Yav haba sido vencido por los dioses
de Babilonia. Para ayudarl es a ver l as cosas de otra manera,
los sacerdotes de Jerusal n escribieron un relato de la histo-
ria de Israel y lo encabezaron con un precioso himno sobre
la creacin. As mostraron que lo que sostiene el mundo y le
da sentido es el poder de Yav, y no el de los dolos. Todo lo
que existe es obra de sus manos. Por eso es bueno. Pero es
el ser humano quien tiene la enorme responsabil idad de cui-
darlo para que contine sindolo.
Antes de comenzar, buscamos Gn 1,1-2,4a.
Miramos nuestra vida
Vivimos en una poca en la que la defensa del medio
ambiente se ha convertido en una preocupacin de todos. Se
multiplican l as organizaciones ecologistas y cada vez nos ha-
cemos ms conscientes de lo mucho que nos jugamos en la
manera de administrar y gestionar los recursos natural es.
Pero hay demasiados intereses en juego y no siempre es fcil
conjugar el progreso con el respeto a la natural eza.
- Te preocupa la defensa del medio ambiente? Crees
que sonjustas las reivindicaciones de los grupos ecologistas?
- Qu relacin descubres entre el problema ecolgico y
otros problemas que aquejan a nuestro mundo? De qu ma-
nera nos jugamos el futuro en la forma de resolverlo?
55
E scuchamos la P alabra de Dios
La primera pgina de la Biblia nos habl a de la creacin
del cielo y de la tierra. No como quien hace una descripcin
cientfica del origen del universo, sino como quien desde l a
fe nos invita a captar la presencia de Dios en todo lo que
existe y a edificar la sociedad segn el proyecto divino.
Antes de escuchar la Pal abra, nos preparamos para
acogerla. En silencio, invocamos la presencia del Espritu.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Gn 1,1-2,4a.
Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personal -
mente y consul tamos las notas de nuestra Biblia para en-
tenderlo mejor.
Respondemos juntos a estas preguntas:
- Qu expresiones se repiten ms en este himno? Qu
ideas se subrayan con estas repeticiones?
- En qu consiste la accin creadora de Dios segn este
pasaje?
- Qu se dice sobre la dignidad del ser humano? C-
mo se enfoca la relacin entre el varn y la mujer?
- De qu manera se habla de su responsabilidad sobre
lo que Dios ha creado?
Volvemos sobre nuestra vida
Dios nos ha dado el poder de ser "creativos", puesto que
nos ha hecho sus col aboradores en la obra de la creacin.
Lo malo es que el ser humano ha interpretado de un modo
abusivo su mandato de "someter" l a tierra, hast a el punto
de que son muchas l as fuerzas destructoras que amenazan
con aniquilarlo. Para reconducir esta situacin segn el
proyecto del Creador, no b asta con defender los espacios
natural es y l as especies animal es. La verdadera ecologa ha
de reivindicar todo aquello que hace falta para que nuestro
mundo vuelva a ser un verdadero espacio de humanizacin.
- Qu deberamos aportar los creyentes a la ecologa?
- Qu podemos hacer para contrarrestar en nuestros
ambientes las fuerzas "anti-creacin" y hacer que nuestro
mundo sea todo lo bueno que Dios quiso?
56
Oramos
Terminamos nuestro encuentro con un momento de
oracin. Lo hacemos movidos por aquel mismo Espritu
que, en el da de la creacin, "aleteaba sobre l as aguas".
Leemos de nuevo Gn 1,1-2,4a.
Oramos personal mente a partir del pasaje proclamado.
Oramos comunitariamente expresando en forma de pe-
ticin o de al abanza lo que hemos compartido en este en-
cuentro.
Acabamos al abando a Dios por la obra de la creacin.
Lo hacemos recitando el Sal 8: "Seor, Dios nuestro, qu
admirabl e es tu nombre en toda la tierra" o entonando Hoy,
Seor, te damos gracias u otro canto semejante.
57
ADN Y EVA: LA RE SP U E STA HUMANA
AL PROYECTO DE DIOS
E l paraso terrenal
La creacin, tal como aparece en Gn 1,1-2,4a, consiste
en un hecho singular. El cosmos sometido al poder de los
dolos (tohu, bohu, tehorrij pasa a estar sostenido, metafrica-
mente, en l as b uenas manos de Dios. El mismo relato revela
al ser humano el proyecto divino. El Seor desea que el
hombre convierta la sociedad en lo que debe ser: imagen y
semejanza de Dios. Pero el hombre se mostrar incapaz de
edificar el cosmos a imagen y semejanza del Seor. El peca-
do enturbiar las relaciones entre Dios y el hombre, como
manifiesta el relato de Adn y Eva (Gn 2,4b-3,21). Sin em-
bargo, la bondad de Dios es ms fuerte que la mal dad hu-
mana. El Seor no abandonar a Adn y Eva, sino que se-
guir cuidndolos, como revelan simblicamente l as tnicas
de piel con que les viste (Gn 3,20-21).
Acerqumonos al relato de Adn y Eva (Gn 2,4b-3,21)
para captar la razn por la que el hombre desobedece a
Dios. Pero no nos detendremos slo en la cul pa. Tambin
observaremos cmo, a pesar del pecado, el Seor contina
59
preocupndose del hombre a quien model con sus manos e
infundi el aliento de la vida.
1. Situacin del relato de Adn y E va en las
N arraciones de los orgenes: Gn 1-11
El relato de la creacin (Gn 1,1-2,4a) propone al ser hu-
mano la construccin de la sociedad a imagen y semejanza
de Dios. La narracin del paraso terrenal (Gn 2,4b-3,21) fi-
gura tras el relato de la creacin y recalca tres aspectos. Por
una parte relata, desde otra perspectiva, el origen del mundo
y del hombre (Gn 2,4a-25). Por otra, describe el pecado como
la desobediencia humana al designio divino (Gn 3,1-19). Y,
finalmente, destaca cmo Dios, a pesar del pecado, sigue
interesndose por el ser humano (Gn 3,19). El Seor conti-
na creyendo en la posibilidad del hombre para encauzar su
vida en el proyecto divino.
Vamos a perfilar el sentido de la narracin del paraso
dentro del conjunto de los relatos de los orgenes: Gn 1-11.
Para ello, debemos insinuar l as grandes etapas de la redac-
cin del Pentateuco y, en parte, la historia de la redaccin de
los primeros Libros Histricos. Los estudiosos no han al can-
zado un acuerdo firme acerca de las etapas de su redaccin,
pero l entamente van obteniendo cierto consenso.
Israel, como cualquier otro pueblo, contaba desde tiem-
pos inmemoriales con relatos para rememorar su historia.
Dispona de leyes para regul ar l as estructuras sociales. Po-
sea textos litrgicos para celebrar el culto. Disfrutaba con
l as enseanzas sapienciales transmitidas por los sabios. Y
recordaba los orculos profticos que exigan fidelidad a los
preceptos divinos.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, en tres ocasiones ata-
c Jerusal n (597 a.C; 587a.C; 582 a.C. cf. J r 52,30) y de-
port a parte de la poblacin a la capital de su imperio, Ba-
bilonia. Los deportados tuvieron tiempo de meditar durante
el exilio sobre l as causas de su desgracia. En el ao 538
a. C, Ciro el Grande conquist Babilonia y permiti a los
judos que lo desearan regresar a su patria.
60
Asentados de nuevo en Israel, los judos emprendieron
la tarea de escribir su historia, para lo cual contaron con
tres tipos de el ementos. Por una parte, disponan de l as tra-
diciones anteriores al exilio, consistentes en materiales hist-
ricos, jurdicos, cul tual es, sapienciales y profticos. Por otra,
haban aprendido muchas cosas de la cul tura babilnica.
Por ltimo, en Babilonia haban comprendido que la razn
religiosa del desastre israelita radicaba en la desobediencia a
los preceptos divinos.
La primera generacin retornada de Babilonia a Jerusa-
ln comenz a componer la historia del pueblo para evitar
una nueva cada en los mismos errores. La historia se fue
enriqueciendo gracias a l as aportaciones de sacerdotes e his-
toriadores durante toda la poca persa (538-333 a.C). La
historia redactada adquiri un vol umen considerable: co-
menzaba en Gn 12,1 y cul minaba en 2 Re 25,27-30. Aunque
est transida por el pecado de Israel, la historia tiene un
buen inicio y un b uen final. Comienza rel atando la bendi-
cin de Dios a Abrn (Gn 12,1-3) y cul mina cuando el rey de
Babilonia rehabil ita al rey judo deportado, Jeconas, conce-
dindole un trato preferencial.
La historia est redactada desde la perspectiva religiosa
y constituye una l ectura creyente de los avatares del pueblo
de Dios. A pesar del pecado humano, la historia de Israel
pone de manifiesto que Dios no deja de preocuparse por el
destino del hombre.
Imaginemos ahora que los autores leen solemnemente
ante el pueblo la historia que han redactado. Los israelitas la
escuchan con atencin y quedan admirados ante la actuacin
salvadora de Dios. Pues aunque los pecados de los israelitas
fueran innumerabl es, el Seor llam a Abrn (Gn 12,1-3), li-
ber a Israel de la esclavitud de Egipto (x 13-15), estableci
un pacto con el puebl o en el Sina (x 19-20), regal a Is-
rael la tierra prometida (Josu), trab un Alianza con David
(2 Sm 7) [...] y, al final, hasta el rey de Babilonia, Evil Mero-
dac, concedi a Jeconas, el rey israelita deportado, un trato
de favor (2 Re 27-30). Los israel itas que escuchaban la his-
toria llegaban a una conclusin: Dios es tan bueno que ni si-
quiera el pecado humano eclipsa su misericordia.
Pero enseguida surgi una pregunta: Cmo es posible
que, si Dios es tan bueno, exista el mal en el mundo? Cmo
61
encaja la existencia del Dios liberador con la existencia del
dolor que salpica la existencia humana? Los autores haban
ledo la historia ante el pueblo con enorme ilusin. Pero al
or esta pregunta, quedaron desconcertados. En su interior
sienten que la historia est incompleta. Y comienzan a pre-
guntarse: Por qu existe el sufrimiento entre los hombres
que Dios libera y acompaa?
Los autores carecen de respuesta inmediata a l as
preguntas pl anteadas por el puebl o. Entonces surge en su
mente una idea l uminosa. Deciden colocar un prlogo a
su historia, una introduccin potica que describa el co-
mienzo de l a historia humana. En este prlogo expondrn
el proyecto divino respecto del mundo y del hombre en
Gn 1,1-2,4a. Y, a la vez, demostrarn cmo el pecado hu-
mano ha empaado l as rel aciones entre Dios y el hombre a
lo largo de Gn 2,4b-11,32. Los autores de l as historias en
Gn 1-11, recogieron material es y tradiciones antiguas y l as
reel aboran profundamente, para que ejercieran l a funcin
propia de un prlogo.
El prlogo aparece al inicio del libro del Gnesis en los
Relatos de los orgenes: Gn 1-11. Tras el relato de la crea-
cin (Gn l,2-4a), el pecado desgarra la relacin con Dios
mientras el hombre destroza, cada vez con mayor virulencia,
los vnculos sociales (Gn 2,4b-11,32). El relato de Adn y
Eva cuenta la expulsin de la pareja humana del paraso. La
historia de Can y Abel describe el fratricidio. El diluvio
muestra la destruccin de la mayor parte de la humanidad.
Y el relato de la torre de Babel manifiesta cmo toda la hu-
manidad se dispersa.
En definitiva, el pecado envenena cada vez ms la rela-
cin entre el hombre y Dios y es la carcoma de l as relaciones
sociales. Pero la bondad de Dios es ms fuerte que el aguijn
del pecado. A pesar del pecado de Adn y Eva, el Seor les
cuida regalndoles tnicas de piel (Gn 3,21). Y tras la dis-
persin posterior a la construccin de l a torre de Babel, el
Seor se fijar en Traj y Abrn para reiniciar su proyecto:
que el ser humano edifique la sociedad a imagen y semejan-
za de Dios (Gn 11,31-32; 12,1-3).
La historia de los orgenes (Gn 1,11) entrel aza narra-
ciones y genealogas: relato de la creacin (Gn 1,1-2,4a);
62
historia de Adn y Eva (Gn 2,4b-3,24); tragedia de Can y
Abel (Gn 4,1-16); descendencia de Can y nacimiento de
Set (Gn 4,17-26); geneal oga de Adn hast a No (Gn 5);
diluvio universal (Gn 6,1-9,28); geneal oga de los hijos de
No (Gn 10,1-32); la torre de Babel (Gn 11,1-9); y des-
cendencia de Sem (Gn 11,10-32). En nuestro estudio nos
detendremos a considerar la historia de Adn y Eva en el
paraso: Gn 2, 4b-3, 21.
2. L ectura de Gn 2,4b-3,21
4b
Cuando el Seor hizo la tierra y el cielo
5
no haba en
la tierra arbusto alguno, ni brotaba hierba en el campo, por-
que el Seor Dios no haba enviado an la lluvia sobre la tie-
rra, ni exista nadie que cultivara el suelo;
6
sin embargo, un
manantial brotaba de la tierra y regaba la superficie del sue-
lo.
7
Entonces el Seor Dios form al hombre del polvo de la
tierra y sopl en su nariz un hlito vital, y el hombre se convir-
ti en un ser viviente.
8
El Seor Dios plant un huerto en Edn, al oriente, y en
l puso al hombre que haba formado.
9
El Seor Dios hizo
brotar del suelo toda clase de rboles hermosos de ver y bue-
nos para comer, as como el rbol de la vida en medio del
huerto, y el rbol del conocimiento del bien y del mal.
10
De
Edn sala un ro que regaba el huerto y desde aqu se parta
en cuatro brazos.
J J
El primero se llama Pisn: es el que bor-
dea la regin de Evita, donde hay oro;
12
el oro de esta regin
es puro y tambin hay all resina olorosa y nice.
13
El segundo
se llama Guijn: es el que bordea la regin de Cus.
14
El ter-
cero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asira. El
cuarto es el Eufrates.
15
As que el Seor Dios tom al hombre
y lo puso en el huerto de Edn para que lo cultivara y lo
guardara.
16
Y dio al hombre este mandato: "Puedes comer de
todos los rboles del huerto,
17
pero no comas del rbol del
conocimiento del bien y del mal, porque si comes de l morirs
sin remedio".
18
Despus el Seor pens: "No es bueno que el hombre
est solo; voy a proporcionarle una ayuda adecuada".
19
En-
tonces el Seor Dios form de la tierra toda clase de animales
del campo y aves del cielo, y se los present al hombre para
63
ver cmo los iba a llamar, porque todos los seres vivos lleva-
ran el nombre que l les diera.
20
Y el hombre fue poniendo
nombres a todos los ganados, a todas las aves del cielo y a
todas las bestias salvajes, pero no encontr una ayuda ade-
cuada para s.
21
Entonces el Seor Dios hizo caer al hombre
en un letargo y, mientras dorma, le sac una costilla y llen
el hueco con carne.
22
Despus de la costilla que haba sacado
al hombre, el Seor Dios form una mujer y se la present al
hombre.
23
Entonces ste exclam: "Ahora s; esto es hueso de
mis huesos y carne de mi carne; por eso se llamar varona,
porque del varn ha sido sacada".
24
Por esta razn deja el hombre a su padre y a su madre
y se une a su mujer, y los dos se hacen una sola carne.
25
Estaban los dos desnudos, el hombre y su mujer, pero
no sentan vergenza el uno del otro.
3 1
La serpiente era el ms astuto de todos los animales
del campo que haba hecho el Seor Dios. Fue y dijo a la mu-
jer: "As que Dios os ha dicho que no comis de ninguno de
los rboles del huerto?".
2
La mujer respondi a la serpiente: "No! Podemos comer
del fruto de los rboles del huerto;
3
slo nos ha prohibido, ba-
jo pena de muerte, comer o tocar el fruto del rbol que est en
medio del huerto".
4
Replic la serpiente a la mujer: "No moriris!
5
Lo que
pasa es que Dios sabe que en el momento en qu comis se
os abrirn los ojos y seris como Dios, conocedores del bien y
del mal".
6
La mujer se dio cuenta entonces de que el rbol era
bueno para comer, hermoso de ver y deseable para adquirir
sabidura. As que tom del fruto y comi; se lo dio tambin a
su marido, que estaba junto a ella, y l tambin comi.
7
En-
tonces se les abrieron los ojos, se dieron cuenta de que esta-
ban desnudos, entrelazaron hojas de higuera y se hicieron
unos ceidores.
8
Oyeron despus los pasos del Seor Dios, que pa-
seaba por el huerto al fresco de la tarde, y el hombre y la
mujer se escondieron de su vista entre los rboles del huer-
to.
9
Pero el Seor Dios llam al hombre diciendo: "Dnde
ests?".
El hombre respondi:
10
"O tus pasos en el huerto, tuve
miedo y me escond porque estaba desnudo".
64
11
El Seor Dios le replic: "Quin te hizo saber que
estabas desnudo? Has comido acaso del rbol del que te
prohib comer?".
12
Respondi el hombre: "La mujer que me diste por com-
paera me ofreci el fruto del rbol y com".
13
Entonces el Seor Dios dijo a la mujer: "Qu es lo que
has hecho?".
Y ella respondi: "La serpiente me enga y com".
14
Entonces el Seor Dios dijo a la serpiente: "Por haber
hecho eso, sers maldita entre todos los animales y entre to-
das las bestias del campo. Te arrastrars sobre tu vientre y
comers polvo todos los das de tu vida.
15
Pondr enemistad
entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; l te herir en la
cabeza, pero t slo herirs su taln".
16
A la mujer le dijo: "Multiplicar los dolores de tu pre-
ez, parirs a tus hijos con dolor; desears a tu marido y l te
dominar".
17
Al hombre le dijo: "Por haber hecho caso a tu mujer y
haber comido del rbol prohibido, mal dita sea l a tierra por tu
culpa. Con fatiga comers sus frutos todos los das de tu vida.
18
Ella te dar espinas y cardos, y comers la hierba de los
campos.
19
Con el sudor de tu frente comers el pan hasta
que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres
polvo y al polvo volvers".
20
El hombre puso a su mujer el nombre de Eva -es decir,
Vitalidad-, porque ella sera madre de todos los vivientes.
21
El Seor Dios hizo para Adn y su mujer unas tnicas de
piel y los visti.
3. E lementos del texto
La historia de Adn y Eva es hermosa en cuanto a su
forma literaria y profunda en su significacin religiosa. Res-
pecto del contenido, podemos dividirla en tres partes. La
primera rel ata de forma diversa (Gn 1,1-2,4a) el proyecto de
Dios respecto del hombre y el mundo (Gn 2,4b-25). La se-
gunda describe el pecado de Adn y Eva (Gn 3,1-19). Y la ter-
cera muestra cmo, a pesar del pecado de nuestros primeros
padres, el Seor sigue cuidando de ellos (Gn 3,20-21).
65
a) El proyecto de Dios respecto del mundo y del hombre:
Gn 2,4b-25
El texto comienza con una afirmacin chocante para
la mental idad occidental : "Cuando el Seor Dios hizo la
tierra y el cielo no haba todava en la tierra arbusto alguno"
(Gn 2,4b-5a). Cmo es posible afirmar que cuando el Seor
hizo la tierra todava no haba en la tierra ningn arbusto?
Antes de hacer la tierra, no poda haber arbustos en la
tierra porque l a tierra no exista!
Sin embargo, el pensamiento semita percibe l as cosas
de otro modo. La nocin filosfica de la "nada" es extraa al
pensamiento semita antiguo. Los hebreos no utilizaban nues-
tro concepto de "la nada". Afirmaban que la tierra exista des-
de tiempos antiguos, es decir, desde siempre (2 Pe 3,5), pero
careca de rboles "porque el Seor Dios no haba enviado
an lluvia sobre la tierra, ni exista nadie que cultivase el
suelo" (Gn 2,5). Por esa razn, el Seor, para hacer la tierra,
no la extrae de la nada, puesto que la tierra existe desde los
tiempos ms remotos. El Seor Dios forma al hombre del
polvo de la tierra y pl anta un jardn (Gn 2,7-8).
El primer relato de la creacin utilizaba el apelativo ge-
nrico de la divinidad, "Dios", cuando describa el proceso de
la creacin del cosmos (Gn 1,1-2,4a). Pero el segundo relato
(Gn 2,4b-25) acompaa el apelativo "Dios" con el nombre
propio de la divinidad: "el Seor". El primer relato mostraba
la creacin del hombre de forma genrica: "Hagamos al hom-
bre" (Gn 1,26). El segundo refiere la formacin de personas
concretas: Adn y Eva (Gn ,20-21). La referencia a la divini-
dad mediante su nombre completo, "el Seor Dios", revela
que Dios se compromete personal mente con el ser humano
revelndole su intimidad. La utilizacin de los nombres pro-
pios de "Adn y Eva" y la referencia concreta al huerto en "el
Edn" manifiestan que el Seor traba una relacin ntima
con la humanidad y la tierra que ha formado.
El Seor Dios establece una relacin personal con el ser
humano porque lo ha creado como ser libre. Sin libertad no
existe la relacin personal y slo es posible el nexo de la
esclavitud. Nuestros hermanos hebreos ofrecen una expli-
cacin muy bella para resal tar la libertad humana. Dice la
Biblia: "Entonces el Seor Dios form al hombre del polvo de
66
la tierra" (Gn 2,7,) y ms adel ante afirma: "Entonces el Seor
Dios form de la tierra toda clase de animal es del campo"
(Gn2,19).
En castellano utilizamos la misma pal abra para decir
que el Seor Dios "form" al hombre y "form" a los anima-
les. La l engua hebrea utiliza tambin la misma pal abra, pero
con un matiz sutil. Para expresar cmo el Seor Dios form
al hombre utiliza el trmino wayyiser, y para referirse a los
animal es se vale de ujayiser.
Notemos que la pal abra hebrea utilizada para referirse
al hombre incluye dos veces la l etra "y", mientras que el tr-
mino empleado para describir l a formacin de los animal es
contiene slo una vez l a l etra "y". La l etra "y", en la simbolo-
ga hebrea, indica la vol untad. Los animal es slo tienen la
vol untad del instinto, y por eso el proceso de su formacin
se describe con la pal abra wayiser, que contiene una sola
"y", una sola vol untad. En cambio, el hombre, adems de la
capacidad instintiva, puede obrar el bien o el mal; tiene por
tanto dos vol untades, expresadas en l a dupl icidad de l a l etra
"y" en la pal abra wayyiser. Y esa doble vol untad refleja la
libertad humana.
Adems, el Seor Dios infunde en el hombre el aliento
de vida: "Entonces el Seor Dios [...] sopl en su nariz un
hlito de vida, y el hombre se convirti en un ser viviente"
(Gn 2,7). El Seor Dios no realiza esta accin con los anima-
les (Gn 2,19), sino slo con el hombre, lo que indica la rela-
cin especial y personal de Dios con el ser humano.
El Seor Dios no abandona al hombre en una tierra ri-
da (Gn 2,5). En l a tierra reseca, el Seor Dios construye un
paraso para el hombre: el Edn. El paraso es un j ard n
con rbol es agradabl es cargados de frutos buenos. Cuatro
ros caudal osos riegan el vergel, y por todas partes aparecen
piedras preciosas: oro, bedelio y nice (Gn 2,8-9). El Seor
coloca al hombre en el Edn para que lo cuide y lo guarde
(Gn 2,15). La misin del hombre consiste en llevar adel ante
el proyecto iniciado por Dios. El trabajo no tiene como finali-
dad la supervivencia del hombre, sino que constituye la expe-
riencia humana de cuidar y hacer crecer el proyecto divino.
Los reyes antiguos posean jardines que cul tivaban por
aficin. Estos grandes jardines eran atributo de emperadores
67
y reyes. Una persona del pueblo no poda poseer una propie-
dad de tal magnitud. Cuando el autor bblico dice que Dios
otorga al hombre un jardn para que lo cuide por aficin, indi-
ca que Dios confiere al hombre la caracterstica propia de los
reyes: poseer un jardn. El hombre es el rey de la creacin.
Ms adel ante, el texto manifiesta la superioridad del
hombre sobre todo lo creado: "Entonces el Seor Dios form
de la tierra toda clase de animal es [...] y el hombre fue po-
niendo nombre a todos los ganados, a todas las aves del cie-
lo y a todas l as bestias salvajes" (Gn 2,19-20). Poner nombre
a al guna cosa significa otorgarle identidad. El hombre "pone
nombre", es decir, "otorga identidad", a los animales y de este
modo ordena la realidad existente. El hombre participa de la
funcin creadora de Dios porque el mismo Seor le concede
la potestad de "dar nombre", de "dar identidad", a los anima-
les del Edn.
Pero cmo es ese Dios que ha engrandecido tanto al
hombre? Leamos el texto: "El Seor Dios se paseaba por el
huerto al fresco de la tarde" (Gn 3,8). El Seor no es una
deidad lejana, sino el Dios amigo que habl a con el hombre
cuando llega la brisa de la tarde. El Seor se manifiesta
con rasgos de profunda humanidad: aparece como jardinero
(Gn 2,8), alfarero (Gn 2,7) y sastre (Gn 3,21).
El Seor Dios sabe que el aislamiento no es bueno. El
ser humano aislado, aunque est acompaado de animal es,
no puede humanizarse. El Seor busca una ayuda para hu-
manizarlo y hace pasar ante su criatura predilecta todos los
animal es del Edn. Pero ninguno posibilita la humanizacin
del hombre.
El Seor comprende que slo alguien de la misma natu-
raleza humana puede humanizar al hombre. Nosotros sa-
bemos que lo que nos humaniza no son los ttulos (rey de la
creacin); lo que nos humaniza es el contacto sincero con los
dems. Lo que nos humaniza es nuestra relacin positiva
con el prjimo.
Entonces el Seor hace caer al hombre en un profun-
do sueo, le arranca una costilla y l l ena el vaco con carne
(Gn 2,21). A partir de la costilla, el Seor Dios forma a la
mujer. Pero a qu costilla se refiere el texto?
68
Los guerreros consideraban el abdomen uno de sus
puntos dbiles. Cuando la espada del adversario se hunda
en el abdomen del soldado, los intestinos sal an fuera del
cuerpo y el guerrero mora entre estertores. Para proteger el
abdomen, los soldados se colocaban una coraza. Pero entre
ellos surga esta pregunta: Por qu si el abdomen es vulne-
rabl e no hay ningn hueso que lo proteja?
La mitologa babilnica daba una curiosa respuesta: los
primeros hombres tenan el abdomen protegido por una
gran costilla. Cuando la espada enemiga les hera, la costilla
evitaba que los intestinos saliesen del cuerpo. Pero cuando
Dios cre a la mujer, quit al hombre la costilla que protega
el abdomen. Por tanto, a causa de la mujer, segn la mito-
loga antigua, el hombre se habra convertido en un ser vul-
nerabl e. A partir de pensamientos como ste naci el injusto
menosprecio por la mujer.
Cuando el hombre contempl a a la mujer que Dios le
presenta, exclama: "Ahora s; esto es hueso de mis huesos y
carne de mi carne" (Gn 2,23). Y Adn llam a su mujer Eva
(Gn 3,20-21). Los nombres Adn y Eva denotan un gran
sentido metafrico.
El trmino "Adn" no significa slo "hombre" en el senti-
do de individuo aislado; la pal abra "Adn" significa metafri-
camente "la humanidad". A partir de la tierra el Seor Dios
ha modelado la humanidad que puebl a la tierra.
La pal abra "Eva" tampoco es un nombre propio, sino
simblico. Eva representa lo que humaniza al ser humano.
Eva representa metafricamente "la sociedad". nicamente
el contacto fraternal con los dems hace que la vida sea ple-
namente humana. El hombre, Adn, que Dios ha modelado,
termina de formarse en "Eva". El hombre se hace verdadera
"humanidad" cuando es capaz de vivir en "sociedad", y la so-
ciedad es b uena cuando posibilita al ser humano desarrollar
su humanidad. Notemos que los trminos "humanidad" y
"sociedad" son complementarios: no pueden entenderse el
uno sin el otro.
Las relaciones entre los hombres, es decir, entre la "hu-
manidad" que vive en "sociedad", entre Adn y Eva, son
transparentes. Dice el texto: "Estaban ambos desnudos, el
hombre y su mujer, pero no sentan vergenza el uno del
69
otro" (Gn 2,25). Mediante esas pal abras, el Gnesis afirma
que al principio l as relaciones sociales eran limpias. Cuando
alguien miraba a su hermano, su mirada llegaba al corazn.
Ningn hombre tema hacer partcipe a otro de sus ideas,
pues l as relaciones sociales eran transparentes, es decir, no
estaban empaadas por el afn de poder, tener o aparentar.
Hasta ahora hemos entresacado del texto cuatro ele-
mentos. Resumamos la textura de cada uno. El hombre,
Adn, metfora de la humanidad, es el rey de la creacin y
participa de la tarea divina dando nombre a los animal es. La
mujer, Eva, simboliza la vida en la sociedad que permite la
humanizacin del hombre. El den representa la Tierra
cargada de rboles frutales que el hombre cuida por aficin.
El Seor Dios es el amigo del hombre que se relaciona con el
ser humano durante el fresco de la tarde.
Las relaciones entre estos cuatro elementos son trans-
parentes. La humanidad y la sociedad pueden verse desnu-
dos, no tienen nada que ocul tarse. La sociedad ha nacido de
algo inherente al hombre permitindole desarrol l ar su hu-
manidad. El mundo es un espacio agradabl e. El trabajo del
hombre consiste en la experiencia feliz de ver crecer el mun-
do que Dios ha formado. El Seor Dios ha formado el mundo
y modelado al hombre para despus terminar de humanizar-
lo en sociedad.
Esta situacin en la que l as relaciones entre Dios, el
mundo, la sociedad y la humanidad son de total transparen-
cia se denomina, bblicamente, Reino de Dios. El Reino de
Dios se manifiesta cuando los seres humanos experimentan
pl enamente el amor entre ellos y con Dios.
Pero preguntmonos: Qu es lo que sostiene la exis-
tencia del Reino de Dios? Dios hace crecer un rbol en me-
dio del jardn (Gn 3,2), el rbol de la ciencia del bien y del
mal (Gn 2,17). La funcin simblica del rbol es profunda, y
recogeremos de ella slo un aspecto. Este rbol es el elemen-
to que vertebra las relaciones entre los cuatro elementos del
texto: Dios, mundo, humanidad y sociedad. El rbol es una
especie de col umna que sostiene la realidad del Reino de
Dios.
El Seor Dios ordena al hombre un precepto concreto:
"Puedes comer de todos los rboles del huerto, pero no co-
70
mas del rbol del conocimiento del bien y del mal, porque si
comes de l morirs sin remedio" (Gn 2,16-17). Obedecer no
significa la sumisin ciega a la vol untad de otro, sino la
capacidad de saber escuchar la necesidad del hermano y la
vol untad de Dios. "Saber escuchar" es "saber amar". Sabe
amar quien busca el bien del prjimo, sabe escuchar quien
comprende la necesidad de su hermano y el deseo de Dios.
La orden de Dios tiene un significado profundo. La tra-
duccin de la orden divina al lenguaje actual podra ser sta:
"No comas del rbol de la vida que est en el centro del jar-
dn. Si comes de l, destruirs la col umna de la obediencia
amorosa que sostiene l as relaciones de transparencia entre
Dios, el mundo y los hombres. El da en que comas del rbol
devorars el amor y arrasars la col umna que sostiene el
Reino de Dios. Entonces, al derrumbarse el edificio, experi-
mentars el dolor y la muerte".
La primera parte del relato describe el proyecto de Dios:
la construccin de su Reino. El Reino de Dios se manifiesta
cuando la humanidad sabe escuchar la voz de Dios, cuando
los hombres son transparentes en la sociedad en la que
viven, cuando cada hombre es para el otro "hueso de mis
huesos y carne de mi carne", cuando el hombre considera el
mundo como un jardn y como el l ugar donde encontrarse
con Dios y habl ar con l. El Reino de Dios es su proyecto en
favor de los hombres. El Reino de Dios es la utopa que gua
la historia de Israel y la nuestra.
b) La ruptura del ser humano con el Seor Dios: Gn 3,1-19
Volvamos otra vez a los autores de la historia de los or-
genes (Gn 1-11). En l a primera parte del relato de Adn y
Eva (Gn 2,4b-25), los autores han explicado el proyecto de
Dios en favor de la humanidad. El Reino de Dios es el estado
de felicidad y transparencia que aparece entre Dios, el mun-
do y los hombres cuando sus relaciones estn sostenidas
por la col umna del amor.
Nuestros autores constataban cmo la situacin social
de su tiempo distaba mucho de l a propuesta del Reino de
Dios. La realidad no reposaba en l a col umna del amor: en
todas partes perciban el dolor y el sufrimiento. El hombre
explotaba el mundo sin cuidarlo como jardn de Dios. La so-
71
ciedad, surgida de la cohesin humana, no se distingua por
ser la matriz humanizadora de la persona. Unos hombres
explotaban a otros con la esclavitud y les violentaban con la
guerra. El hombre haba olvidado la bondad de Dios, para
someterse a la perversidad de los dolos: el poder, el tener y
la falsa apariencia (cf. 1 J n 2,16).
Los autores del relato de Adn y Eva comparan el pro-
yecto divino (Gn 2,4b-25) con la realidad cotidiana. Consta-
tan con amargura la falta de parecido entre el sueo de Dios
y la realidad tangible. Pero saben que la tristeza y el desen-
canto no llevan a ningn sitio (Eclo 30,21-25). Entonces se
formulan una pregunta: Qu se ha roto en l as relaciones
del Reino de Dios para que vivamos en un mundo tan duro?
La respuesta a esta pregunta es difcil y, tal vez, huma-
namente imposible. Pero recordemos que nuestros autores
contempl an la realidad desde la perspectiva creyente. La mi-
rada de la fe es profunda. Desde la fe responden a la cues-
tin mediante una narracin potica: la historia de la Cada
(Gn 3,1-19).
La serpiente, el ms astuto de los animal es (Gn 3,1), se-
duce a Eva y le obliga a comer del fruto del rbol prohibido
(Gn 3,5). La mujer come e invita a Adn a probarlo (Gn 3,6).
Adn tambin come del fruto proscrito (Gn 3,6). Cuando el
Seor Dios descubre el pecado del hombre y la mujer, los
expul sa del paraso (Gn 3,23a). Y a partir de entonces debe-
rn ganarse el pan con el sudor de su frente (Gn 3,16). El
mundo ya no ser un jardn, sino que se convertir en un
erial de espinas y abrojos (Gn 3,18).
Pero cul es la significacin mitolgica de la serpiente?
La mitologa presenta, muchas veces, a la serpiente co-
mo un animal peligroso, capaz de atacar sin ser visto y de
matar sin hacer ruido. La epopeya babilnica de Gilgamesh
rel ata cmo un muchacho recorri el mundo buscando la
flor de la inmortalidad. Al cabo de mucho esfuerzo consigui
dar con la preciada flor. La recogi con pasin y la llev a ca-
sa con rapidez. Al llegar al hogar dej la flor junto a la puer-
ta y se dirigi a la fuente a beber un sorbo de agua. En un
momento de descuido apareci la serpiente, que devor la
flor, y el joven perdi la posibilidad de ser inmortal .
72
La mal dad de la serpiente se manifiesta en el relato de
la cada de una forma ingeniosa. La globalidad de la historia
de Adn y Eva se refiere a l a divinidad mediante este
apelativo: el Seor Dios. La serpiente menciona tres veces a
Dios, pero lo hace simplemente con el nombre genrico "Dios"
(Gn 3,1.5a.5b). Cuidado!, cuando perdemos la relacin per-
sonal con el Seor y Dios se convierte en algo etreo, pode-
mos convertirnos en serpientes para nuestro prjimo.
Fijmonos en el argumento de la serpiente para conven-
cer a Eva de que coma del fruto del rbol: "Lo que pasa es
que Dios sabe que en el momento en que comis se abrirn
vuestros ojos y seris como Dios, conocedores del bien y del
mal" (Gn 3,5). Detengmonos en dos aspectos del argumento
de la serpiente: "seris como Dios" y "conocedores del bien y
del mal".
El "conocimiento" propuesto por la serpiente no es el
conocimiento intelectual. No consiste en adquirir sabidura;
el "conocimiento" sugerido por la serpiente est en funcin
del poder: "Seris como Dios".
El pecado del hombre y la mujer no se reduce al hecho
banal de comer un fruto. La serpiente tienta a la mujer con
el deseo de poder. La serpiente dice a Eva que coma, que
destruya la col umna de la obediencia y del amor situada en
medio del jardn y la sustituya por otra col umna, por otro
rbol, enraizado en el poder.
En sntesis, el ser humano, l l amado a vivir en una so-
ciedad feliz b asada en el amor, ha sustituido el amor por el
rbol del poder, y de ah nace la injusticia social engendra-
dora de dolor y sufrimiento.
Nuestros autores han presentado, poticamente, una
respuesta a la pregunta de siempre: Por qu si Dios es bue-
no existe el mal en el mundo? Los autores no se detienen en
la pregunta; ofrecen una respuesta: existe el dolor y el sufri-
miento porque el ser humano ha sustituido la col umna del
amor que sostena el proyecto divino por la col umna del po-
der que sostiene la ambicin humana. Y esa sustitucin se
denomina pecado. El pecado consiste en la renuncia a fun-
damentar la vida en el amor, y en l a decisin de someterla al
dominio de los dolos: poseer, poder y aparentar.
73
El texto presenta los cambios producidos en la hermo-
sura del Edn cuando el hombre (humanidad y sociedad) ha
devorado el rbol del amor que sostena el Reino de Dios y
ha colocado la col umna de la idolatra.
El ser humano (humanidad y sociedad) cambia por
completo. Los hombres comienzan a temerse. Tienen miedo
de ser sinceros. Para resal tar simblicamente el pnico a la
sinceridad, el texto dice: "Se dieron cuenta de que estaban
desnudos, entrel azaron hojas de higuera y se hicieron unos
ceidores" (Gn 3,7). Los hombres no pueden ser sinceros; el
afn de poder les obliga a tener cuidado con lo que dicen
porque saben que los dems pueden utilizarlo en contra de
ellos. El afn de poder, como toda idolatra, provoca el
miedo. Y el miedo impide cualquier relacin; ahora hay que
cubrirse, ocul tarse, defenderse del otro.
La opcin por el poder tiene como consecuencia el mie-
do. Miedo a que los dems tengan mayor prestancia que uno
mismo, miedo a que posean ms, miedo a que tengan mayor
poder que nosotros. Al cambiar el rbol del amor por el rbol
del poder, el hombre ha sustituido las relaciones de amistad
por l as de competitividad.
Las relaciones del hombre con el mundo tambin han
variado. El mundo ya no es el paraso de piedras preciosas y
rboles hermosos. Tampoco se caracteriza por los ros de
caudal ampl io. El mundo se ha vuel to rido, pl agado de
espinas y cardos (Gn 3,17-18): un l ugar desrtico y duro.
El hombre ya no guardar ni cuidar el jardn por aficin. El
mundo se ha convertido en un adversario al que hay que
arrancar con sufrimiento el pan de cada da: "Con el sudor
de tu frente comers el pan" (Gn 3,19). El afn de poder
provoca que el encanto del mundo original se esfume de la
perspectiva humana.
El texto tambin constata el cambio acaecido en l as re-
laciones del hombre con Dios. El Seor Dios haba formado
al hombre, le haba erigido rey de la creacin, le haba hecho
partcipe de su tarea creadora y le haba envuelto en la so-
ciedad para humanizarl o pl enamente.
El hombre, en lugar de optar por el amor, ha preferido
el poder. El Seor Dios aparece de nuevo en el jardn. Adn
y Eva se asustan ante la presencia divina: "El hombre y su
74
mujer se escondieron de su vista entre los rboles del huer-
to" (Gn 3,8). El Seor Dios pregunta al hombre: "Dnde es-
ts?" (Gn 3,9). El hombre responde con pnico a la pregun-
ta: "O t us pasos en el huerto, tuve miedo y me escond,
porque estaba desnudo" (Gn 3,10).
El proyecto del Seor Dios establ eca que sus relaciones
con el hombre rezumaran amistad. Pero el ser humano ha
rechazado el proyecto divino para el aborar su propio desti-
no. La trampa del poder ha enturbiado la relacin fraterna
entre el Seor Dios y el ser humano.
La relacin del hombre con Dios deja de estar presidida
por la amistad y comienza a estar atenazada por el miedo
(cf. Jue 6,22-23). Cuando el hombre oye la voz de Dios, dice
a su Creador: 'Tuve miedo y me escond, porque estaba des-
nudo" (Gn 3,10). El miedo del ata la desconfianza ante Dios,
pues quien confa en el poder no sabe fiarse del Seor. El
hombre no quiere presentarse desnudo ante Dios. No puede
ser sincero ante el Seor porque su ambicin le ha distan-
ciado del proyecto divino.
c) El Seor Dios no abandona al hombre
en la tiniebla del pecado: Gn 3,20-21
La serpiente a l a que el hombre haba dado nombre
(Gn 2,20) lo ha convertido en esclavo. El animal que se arras-
tra por el suelo ha deshancado al ser humano del trono en el
que Dios le haba instal ado. La col umna del poder, el rbol
de la muerte, erigida por el hombre, ha hecho aicos el pro-
yecto divino, provocando l as guerras de nuestro mundo.
Los autores de l as narraciones de los orgenes perciben
en su entorno el estado de dolor y de muerte. Pero haciendo
al arde de su categora de sabios no se dejan abatir por la si-
tuacin. Creen firmemente que, a pesar del pecado, el Seor
Dios no abandona al ser humano. Los sabios expresan su
convencimiento con pal abras que reflejan la ternura de Dios:
"El Seor Dios hizo para Adn y su mujer unas tnicas de
piel y los visti" (Gn 3,21). Tejer una tnica supone un tra-
bajo, y ponrsel a al hombre que rompi el proyecto divino
supone por parte del Seor un acto de amor gratuito. Dios
no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva,
y por eso protege a Adn y Eva.
75
En tres pasajes de la Biblia se habl a de la accin del es-
pritu divino sobre el hombre empleando la imagen del vesti-
do: el espritu se introduce en el hombre igual que ste en
su vestido (Jue 6,34; 1 Cr 12,19; 2 Cr 24,20). El texto que
analizamos, Gn 3,21, se aparta de esta perspectiva, pero en
una lectura metafrica no deja de evocarla. El Seor Dios
protege al hombre y a la mujer mediante una tnica. La t-
nica es la metfora del espritu divino que acompaa al
hombre en el deambul ar de la vida, hasta alcanzar un da la
visin pl ena del Seor Dios en el Reino de los Cielos.
Los redactores de las historias de los orgenes (Gn 1-11)
creen que llegar el da en que el rbol de la vida, la colum-
na del amor, sostendr de nuevo las relaciones entre Dios, la
humanidad, la sociedad y el mundo, permitiendo de ese
modo el nacimiento de un mundo nuevo: el Reino de Dios.
El pecado no anul a el amor sincero de Dios por el hombre. El
Seor dejar con vida al ser humano y le proteger bajo el
simbolismo de las tnicas de piel.
4. S ntesis final
El relato de Adn y Eva ofrece el proyecto liberador de
Dios en favor del ser humano. A partir del polvo de la tierra
el Seor form a l a humanidad, representada por Adn. Dios
quiso que la sociedad, personificada en Eva, fuera la matriz
humanizadora del hombre. La Tierra, simbolizada por el
Edn, era el paraso donde habitaba el hombre en sociedad.
Dios se presenta como el amigo del hombre, pues desciende
del cielo para conversar con el ser humano a la hora de la
brisa.
Las relaciones armoniosas entre Dios, la humanidad, la
sociedad y la Tierra se sostienen gracias a la col umna del
amor. Dicha col umna aparece encarnada en el rbol pl anta-
do en medio del jardn. Esas relaciones armoniosas sosteni-
das por la col umna del amor constituyen el Reino de Dios.
Sin embargo, un da aparece la serpiente, smbolo del
afn de poder. La serpiente tienta a los hombres que viven
en sociedad a destruir el rbol del amor, para sustituirl o por
el rbol del poder. El ser humano cae en la tentacin y des-
76
truye la columna del amor. La destruccin se produce, me-
tafricamente, cuando Adn y E va comen el fruto del rbol
del jardn.
Cuando el rbol del amor es supl antado por el rbol del
poder, el Reino de Dios se derrumba. Irrumpe el reino de las
tinieblas. En el reino de l as tinieblas, la tierra deja de ser un
jardn para convertirse en una estepa de zarzas y abrojos
hostiles al hombre. El hombre ya no percibe al resto de la so-
ciedad como sus amigos, sino que les teme como adversarios.
Pero a pesar del pecado humano, Dios an confa en el hom-
bre. No lo elimina, le deja vivir y le protege mediante tnicas
de piel.
El Antiguo Testamento es l a espera anhel ante de la lle-
gada del Reino de Dios. En el corazn de la antigua Alianza
late el deseo de que el Seor Dios descienda de nuevo al jar-
dn a conversar con el hombre a la hora de la brisa. El AT
mantiene la esperanza en la llegada del Maestro, del Profeta,
del Mesas, del Hombre Nuevo que arrancar el rbol de la
muerte y pl antar de nuevo el rbol de la vida, para cons-
truir el Reino de Dios.
El Hombre Nuevo es Jess de Nazaret. l morir cruci-
ficado en el rbol de la cruz, smbolo de la desdicha humana
causada por el poder desptico. Pero al morir en la cruz y re-
sucitar despus, sustituir el rbol del poder por el rbol del
amor. Jess de Nazaret pone fin al reino de l as tinieblas e
inicia el camino definitivo hacia el Reino de Dios.
77
GU A DE L E C TU RA: Gn 3 , 1- 2 1
"Seris como Dios"
Ambientacin
Los rel atos de la Biblia pueden parecer arcaicos e in-
genuos en su forma. Pero en el fondo nos revel an un admi-
rabl e intento de responder a esas pregunt as f undamenta-
les que a todos nos preocupan y que afloran en tantos
momentos de la vida. La historia de Adn y Eva trata de
dar una respuesta a l a cuestin sobre el origen del mal y la
natural eza del pecado. Si hacemos un esfuerzo por tradu-
cir su lenguaje simblico, descubriremos la tremenda ac-
tual idad de su mensaje.
Antes de comenzar, buscamos Gn 3, 1-21.
Miramos nuestra vida
En esta sociedad competitiva en l a que vivimos, quien
ms y quien menos procura imponerse a los dems. En la
familia, en el trabajo, en la poltica y hast a en nuestras co-
munidades eclesiales, todos tratamos de mantener y aumen-
tar nuestros espacios de poder. Este afn de dominar sobre
los otros crea mul titud de conflictos, daa l as relaciones y
nos hace vernos como adversarios ms que como hermanos.
- Qu conflictos de poder has experimentado en tu casa,
en tu empresa, en tu comunidad o en otros mbitos donde se
desenvuelve tu vida? Cmo han influido en tus relaciones
con los dems?
- Por qu los seres humanos ambicionamos el poder?
Qu buscamos con ello? Qu consecuencias tiene esa acti-
tud para nuestra sociedad y nuestro mundo?
79
E scuchamos la P alabra de Dios
La historia de Adn y Eva -t an popul ar, tan conocida-
nos revela que quienes escribieron esta pgina bblica ya ha-
ban descubierto que la tentacin del poder es algo tan viejo
como la humanidad misma. Los hombres quieren "ser ms",
desean "ser como Dios". sa es, segn la Biblia, la raz de
todo pecado.
Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para
acogerla con un momento de silencio. Invocamos la presen-
cia del Espritu: que l nos ayude a entenderl a de verdad.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Gn 3,1-21.
Reflexionamos en silencio: leemos el pasaje personal -
mente y consul tamos l as notas de nuestra Biblia para com-
prenderlo mejor.
Respondemos juntos a estas preguntas:
- Cmo est caracterizada la serpiente en esa escena?
En qu se demuestra su astucia?
- Qu promete la serpiente a Eva si come del fruto
prohibido? Comentad la diferencia con lo que Dios ha-
ba dicho en Gn 2,17.
- Qu efectos reales tiene la desobediencia de Adn y
Eva?
- En qu consiste el pecado de nuestros primeros pa-
dres y cules son sus consecuencias segn este pasa-
je? Tratad de decir con vuestras palabras lo que en el
texto est expresado a travs de smbolos e imgenes.
Volvemos sobre nuestra vida
El orgullo es, sin duda, el "gran pecado". Cuando el ser
humano se siente autosuciente; cuando se rebela contra el
plan del Creador y se emancipa de su vol untad; cuando an-
sia "ser como Dios" y utiliza sus posibilidades de conoci-
miento para decidir a su antojo lo que est bien y lo que est
mal, come un fruto que envenena su vida y la de quienes le
rodean. Nosotros, en cambio, queremos seguir el ejemplo de
Jess que venci la tentacin del poder y se hizo servidor de
todos por amor.
80
- De qu manera podramos enfocar nuestras relaciones
con los dems y con Dios para no dejarnos dominar por la
tentacin del orgullo y del poder?
- Puedes contar alguna experiencia concreta en la que,
a ejemplo de Jess, hayas renunciado a dominar sobre otros
para establecer con ellos relaciones de amor y de servicio?
Oramos
Acabamos transf ormando en oracin lo que hemos
compartido juntos en este encuentro.
Leemos de nuevo Gn 3,1-21.
Oramos personal mente a partir del pasaje proclamado.
Oramos comunitariamente pidiendo perdn por l as
veces en que nos dejamos llevar por el afn de poder en
nuestras relaciones con los dems.
Acabamos nuest ra oracin rezando j unt os con el
Sal 19 (18): "Los cielos procl aman la gloria de Dios".
81
II
C MO AC TA E L DI OS L IBE RADOR
E N L A H I STORI A H U MAN A?
ABRAH N Y S A R A
La llamada y la bendicin
El relato de la creacin que encabeza el Gnesis presen-
t a ante el ser humano el proyecto divino (Gn 1,1-2,4a). El
Seor desea que el hombre y la sociedad se conviertan en
imagen y semejanza suya (Gn 1,26). El relato del paraso
trunca la esperanza divina. Muestra cmo la humanidad ha
sido incapaz de edificar una sociedad a imagen y semejanza
de Dios (Gn 2,4b-3,21). Pero, a pesar del pecado, el Seor no
abandona al ser humano a los caprichos del destino. El
Seor protege a Adn y Eva tejiendo para ellos tnicas de
piel y vistindolos (Gn 3,21). Sin embargo, el Seor no se
limitar a proteger al hombre con tnicas de piel. El AT
presenta la actuacin decidida de Dios en la historia para
que el ser humano, con la ayuda divina, erija una sociedad
trenzada a imagen y semejanza del Seor.
El compromiso de Dios en favor de su puebl o es amplio,
pero podemos distinguir dos aspectos cruciales. En primer
lugar, el Seor llama y acompaa a su pueblo en el deambu-
lar de su existencia, tal como rel atan l as historias patriarca-
les. En segundo trmino, Dios libera a Israel de la esclavitud
85
de Egipto y le regala la tierra prometida, como muestran los
avatares de la vida de Moiss. En definitiva, el Seor es
nuestro amigo porque se alia con nosotros en el proyecto li-
berador: Abrahn recuerda que es Dios quien nos llama, y
Moiss destaca cmo es el Seor quien nos libera y nos ofre-
ce la tierra prometida.
Centrmonos en la figura de Abrahn para percibir c-
mo el Seor que llam al patriarca, tambin nos acompaa a
lo largo de nuestra vida.
1. Situacin de Gn 11,31-12,9 en el conjunto
de las historias patriarcales
La experiencia de Dios, que llama y acompaa a su pue-
blo, es tan importante que la Biblia le dedica gran parte del
libro del Gnesis: Gn 12-50. Las historias de los patriarcas,
Abrahn, Isaac, Jacob y Jos a menudo parecen ingenuas,
pero manifiestan la serena certeza de que el Seor en todo
momento cuida y acompaa a su pueblo. Vemoslo.
El Seor llama a Abrahn (Gn 12,1-3), pero no le aban-
dona en la senda de la vida. El Seor le cubre de bienes
(Gn 13), traba una Alianza con l (Gn 17), atiende su plega-
ria (Gn 18) y le concede descendencia (Gn 21). El criado de
Abrahn, confiando en Dios, obtiene esposa para Isaac, hijo
de Abrahn (Gn 24). Jacob, hijo de Isaac, recibe la revelacin
de Dios (Gn 28,10-22) y disfruta de prosperidad y descen-
dencia (Gn 30,25-43). La historia de Jos (Gn 37-50) descri-
be muy bien el cuidado de Dios por Jos, el undcimo hijo
de Jacob, pues el texto repite con frecuencia esta locucin:
"Dios estaba con Jos" (Gn 39,2.3).
Llama la atencin, al leer l as historias patriarcal es, que
sus protagonistas no son siempre modelos de santidad.
Abrahn entrega a su esposa al faran para enriquecerse a
costa de ella (Gn 12,10-20). Jacob roba la primogenitura a su
hermano Esa (Gn 27) y despoja de los rebaos a su to
Labn, que gentilmente le haba acogido (Gn 30,32-43).
Ciertamente, Abrahn y Jacob con su conducta se alejan
de Dios, pero el Seor es fiel y permanece a su lado. Isaas
86
pone en labios de Dios una frase enigmtica: "Yo formo la luz
y creo la tiniebla" (Is 45,7). Cuando obramos el bien camina-
mos hacia la luz, hacia Dios. Cuando perpetramos el mal nos
dirigimos a la tiniebla. En los momentos en que la vida se ti-
e de oscuridad, tambin est Dios a nuestro lado: no para
incitarnos a urdir la mal dad, sino para estar presto a reco-
gernos cuando decidamos volver a l y engendrar el bien.
Un segundo elemento de los relatos patriarcal es suscita
la sorpresa: en todas las historias siempre triunfa el ms
pequeo.
Los hijos de Isaac se l l aman Esa y Jacob. Esa era el
hermano mayor y Jacob el menor, pero Dios se inclina por el
menor y contina su Alianza con el puebl o a travs de Ja-
cob. La y Raquel eran hermanas. La era la mayor y Raquel
la menor. Sin embargo, el Seor se inclin por la menor, Ra-
quel, la ms amada por su marido, Jacob, al que dio dos hi-
jos: Jos y Benjamn. Jacob con sus esposas La y Raquel, y
sus concubinas Bilh y Zilp, tuvo doce hijos y una hija, pe-
ro el predilecto fue Jos , el undcimo hijo. Dios acompaa a
toda persona en cual quier situacin, pero tiene unos privile-
giados: los pequeos, los pobres, los dbiles. As lo revela
tambin el NT: Dios elige a los sencillos para llevar a trmino
su proyecto. "Dios ha elegido lo que el mundo considera d-
bil para confundir a los fuertes" (1 Cor 1,27).
La l l amada y la compaa de Dios son gratificantes y a
la vez exigentes para los patriarcas. Pero los profetas afirman
que la amistad con Dios no significa que el Seor tolere la
injusticia. Dice Amos a los israel itas: "Escuchad quienes
oprims a los dbiles y mal tratis a los pobres [...] vendrn
das en que os sacarn con garfios y con arpones de pesca"
(Am 4,1-3). Saberse llamado y acompaado por Dios implica
esforzarse en cumplir con amor l as exigencias de la justicia.
La constancia de nuestra plegaria refleja l a certeza de saber-
nos acompaados por Dios, y nuestra proximidad a los po-
bres manifiesta la veracidad de nuestro deseo de encontrar-
nos con el Seor.
Observemos un instante el elemento que confiere orden
a l as narraciones patriarcal es y al libro del Gnesis: l as ge-
nealogas. Llamamos genealogas a las l istas que rel atan la
descendencia de una persona.
87
El Gnesis presenta diez listas genealgicas. El origen
del cielo y la tierra finaliza en Gn 2,4. La descendencia de
Adn comienza en Gn 5,1. La posteridad de No en Gn 6,9.
La genealoga de los hijos de No se inicia en Gn 10,1. El re-
lato que comienza en Gn 11,10 esboza la estirpe de Sem. La
estirpe de Traj consta en Gn 11,27. El linaje de Ismael, en
Gn 25,12. La posteridad de Isaac, en Gn 25,19. La casta de
Esa, en Gn 36, 1. Finalmente, la genealoga de Jacob co-
mienza en Gn 37,2. La historia de Abrahn comienza real-
mente en l a genealoga de Traj (Gn 11,27), por eso nos
detendremos en el estudio de este linaje.
Fijmonos tambin en un detalle interesante. El Seor
crea a su pueblo mediante diez generaciones y prescribe sus
preceptos al pueblo mediante las Diez Pal abras contenidas
en los Diez Mandamientos (x 20,1-17; Dt 5,6-22). De ah
podemos extraer una leccin: el pueblo de Dios se desarrolla
mediante el cumplimiento de los Mandamientos; igualmente,
nosotros nos hacemos verdaderamente cristianos cumpliendo
los preceptos de Dios.
2. L ectura del texto: Gn 11,31-12,9
31
Traj tom a su hijo Abrn, a su nieto Lot y a su nuera
Saray, mujer de Abrn, y los sac de Ur de los caldeos para ir
al pas de Canan. Pero al llegar a Jarn se quedaron all.
32
Traj vivi doscientos cinco aos y muri en Jarn.
12 1
El Seor dijo a Abrn: "Sal de tu tierra, de entre tus
parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te
indicar.
2
Yo har de ti un gran pueblo,
te bendecir y har famoso tu nombre,
que ser una bendicin.
3
Bendecir a los que te bendigan
y maldecir a los que te maldigan.
Por ti sern benditas
todas las naciones de la tierra".
4
Parti Abrn, como le haba dicho el Seor, y Lot mar-
ch con l. Tena Abrn setenta y cinco aos cuando sali de
Jarn.
5
Tom consigo a su mujer, Saray, y a su sobrino Lot,
88
con todas sus posesiones y los esclavos que tena en Jarn, y
se pusieron en camino hacia la tierra de Canan. Cuando lle-
garon,
6
Abrn atraves el pas hasta el lugar santo de Si-
guen, hasta el encinar de Mor (los caoneos vivan entonces
en el pas).
7
El Seor se apareci a Abrn y le dijo: "A tu descenden-
cia le dar esta tierra".
Y Abrn levant all un altar al Seor, que se le haba
aparecido.
8
De all sigui hasta las montaas, al este de Be-
tel, y plant su tienda, teniendo Betel al oeste y Ay al este.
All levant un altar al Seor e invoc su nombre.
9
Despus
se traslad por etapas al Ngueb.
3. E lementos del texto
a) Traj
La genealoga de los descendientes de Sem rel ata algu-
nos acontecimientos de l a vida de Traj (Gn 11,10-31). Traj
resida en Ur de los caldeos (Gn 11,28). A los setenta aos
engendr a sus tres hijos: Abrn, Najor y Aram (Gn 11,26).
Uno de sus hijos, Aram, muri en Ur de los caldeos, dejn-
dole a Traj un nieto: Lot (Gn 11,27-28). Ms tarde, Traj
tom a su hijo Abrn, a la esposa de ste, Saray, y a su nieto
Lot y los sac de Ur de los caldeos para dirigirse al pas de
Canan, pero al llegar a Jarn se quedaron all. La historia
de Traj concluye indicndonos la edad del patriarca cuando
falleci: doscientos cinco aos.
La avanzada edad de l a muerte de Traj es un elemento
simblico y, por eso, no debe tomarse literalmente. Cuando
el libro del Gnesis refiere l as edades de los patriarcas sumi-
nistra datos desconcertantes. Adn vivi 930 aos; Set, 912;
Quenn, 910; Lamek, 777; Najor, 148; etc. (Gn 5,11-32). La
Biblia presenta la verdad de la fe envuelta en el lenguaje
propio del tiempo de redaccin de los libros bblicos. Lo que
debemos creer son l as verdades reveladas, no los ropajes
cul tural es que envuelven dichas verdades.
Observemos cmo las edades de los patriarcas son muy
elevadas, pero, salvo al gunas oscilaciones, disminuyen conti-
nuamente (Gn 5,1-32; 11,10-32). La progresiva disminucin
89
de la edad de los patriarcas revela una verdad: el pecado, des-
crito en la narracin de Adn y Eva (Gn 2-3) alej al hombre
de Dios, y el distanciamiento de Dios supone una disminu-
cin en la plenitud de la vida, y la disminucin de la plenitud
de la vida se manifiesta en el texto bblico mostrando cmo la
edad de los patriarcas se reduce constantemente.
Slo junto a Dios se encuentra la vida plena. Cuando el
hombre se aparta de Dios, va perdiendo la plenitud de su
existencia. El Gnesis presenta esta certeza revestida bajo la
edad de los patriarcas. Al comienzo les otorga una edad
prxima a los mil aos (Adn, 930 aos). Pero despus del
pecado, el hombre se aparta de Dios y su vida comienza a
disminuir, separndose de la pl enitud indicada por la edad
cercana a los mil aos. La Biblia no pretende indicar l a edad
cronolgica de los patriarcas; ensea que el pecado disminu-
ye la pl enitud de la existencia humana al alejar nuestra vida
de Dios.
b) Ur de los caldeos, Jarn y Canan
Traj sac a Abrn, Saray y Lot de la ciudad de Ur de
los caldeos para dirigirse al pas de Canan, pero al llegar a
Jarn se quedaron all (Gn 11,31). El texto bblico describe,
a grandes trazos, la ruta de un viaje, pero tras el ropaje geo-
grfico se esconde una gran riqueza simblica.
La ciudad de Ur de los caldeos se l evantaba al sudeste
de la regin de Mesopotamia, al sur de la actual Irak. Los
habitantes de Ur eran politestas, pero adoraban principal-
mente al Dios Sin, simbolizado por la l una. En medio de la
ciudad estaba el templo en cuyo centro se ergua la torre es-
cal onada (zigurat), sobre la que se renda culto a los dioses.
Durante el tercer milenio antes de Cristo la ciudad alcanz
gran esplendor. Su proximidad al golfo prsico y su comuni-
cacin con el ro Eufrates la dotaban de condiciones pti-
mas para el comercio.
Sin embargo, en la Biblia hebrea la pal abra "Ur" mues-
tra una curiosa coincidencia. El trmino "Ur" denota la ciu-
dad de Ur de los caldeos (Gn 11,28.31; 15,7; Neh 9,7), pero
tambin refiere la l umbre producida cuando se quema la
madera sobrante en la fabricacin de los dolos (Is 44,16). La
pal abra "lumbre" en hebreo se dice ur, igual que el nombre
90
de la ciudad "Ur". Evidentemente, puede ser una casual idad
la coincidencia de ambas pal abras, pero desentraan el sig-
nificado simblico del viaje de Abrahn. El patriarca deja el
sinsentido de la idolatra para penetrar en Israel, lugar que
simboliza la presencia del Dios liberador.
No en vano la Biblia relaciona la regin de Mesopotamia,
donde se encuentra Ur, con la idolatra: "As dice el Seor,
Dios de Israel: Vuestros antepasados, Traj, padre de Abra-
hn y de Najor, vivan antiguamente en Mesopotamia y ser-
van a otros dioses" (Jos 24,2). De ese modo, la descripcin
del viaje de Traj no consiste simplemente en la enumeracin
de l as etapas geogrficas del camino; refleja el esfuerzo del
patriarca Traj para salir del vaco de la idolatra y al canzar
la pl enitud de la vida representada por el pas de Canan.
El pas de Canan es el territorio que abarca, aproxima-
damente, la tierra de Israel. Los israel itas denominaron ca-
naneos a quienes permanecieron en el pas tras la conquista
realizada en tiempos de Josu . El pas de Canan aparece ya
en el segundo milenio antes de Cristo en al gunos documen-
tos comerciales de Egipto y Mesopotamia. El significado de
la pal abra "Canan" es objeto de debate, pero parece relacio-
narse con el trmino "prpura", pues en la zona costera del
pas era importante la produccin purprea, que dio l ugar a
un comercio prspero.
Pero el pas de Canan no representa slo un enclave ge-
ogrfico; simboliza la "tierra que mana leche y miel" (x 13,5),
la tierra prometida que el Seor regala a su pueblo (Dt 8,1).
En esa tierra Dios trabar una Alianza inquebrantabl e con
David (2 Sm 7), y su hijo Salomn erigir un templo al Seor
(1 Re 6). En contraposicin a Ur de los caldeos, la ciudad del
sinsentido adoradora de dolos, la tierra prometida represen-
ta el l ugar del pleno sentido, el mbito del encuentro con
Dios.
Traj y sus acompaantes comienzan a rechazar la ido-
l atra representada por la ciudad de Ur para dirigirse, meta-
fricamente, hacia el encuentro con Dios en Canan. Sin
embargo, el patriarca y sus allegados se detienen en Jarn.
La ciudad de Jarn se encuentra al noroeste de la regin de
Mesopotamia. En la antigedad constitua un nudo comer-
cial importante debido al paso de caravanas de mercaderes.
91
Alcanz su apogeo entre los siglos XTX-XVIII a.C. y, como l a
ciudad de Ur, adoraba entre otras muchas divinidades al
dios de la l una, Sin.
El proyecto de Traj es ambicioso, pero el resul tado me-
diocre. Traj parti de Ur de los caldeos para al canzar
Canan; sin embargo, se qued a medio camino, en Jarn.
La ciudad est al noroeste de Mesopotamia y, aunque se ha-
lla muy lejos de Ur, continua estando en Mesopotamia, el
pas de la idolatra.
Cuntas veces nosotros en el camino de la vida cristia-
na nos quedamos como T raj a medio camino? Ha llegado el
momento de l a historia en el que si el evangelio no lo signifi-
ca todo en nuestra vida no significa casi nada. No vale la pe-
na quedarse en la frontera del sinsentido: hay que llegar a la
tierra prometida.
El texto bblico no explica la razn por la que Traj se
detiene y muere en Jarn, pero podemos deducirlo mediante
la l ectura simblica. Traj muere en Jarn porque el apego a
la idolatra mata toda esperanza humana, y Jarn, aunque
est en la frontera, contina estando en Mesopotamia, y por
eso sometida al poder idoltrico.
c) La. llamada del Seor y la respuesta de Abrn
Podramos aducir an otra razn por la que Traj lleg
slo hasta Jarn. Al leer la historia de Traj (Gn 11,24-32),
notamos que la pal abra "Dios" no aparece en ningn lugar.
Traj cont nicamente con sus propias fuerzas para aban-
donar la idolatra, y, a pesar de intentarlo, no alcanz la tie-
rra de Canan.
Las fuerzas humanas no b astan para abandonar l a ido-
latra; para huir de la tupida red de los dolos se precisa la
fuerza de Dios. Abrn escucha la voz de Dios (Gn 12,1-3),
obedece su mandato (Gn 12,4a), abandona Jarn (Gn 12,4b)
y al canza el pas de Canan (Gn 12,5b). Abandona la idola-
tra representada por Jarn y Ur, y alcanza la presencia de
Dios, simbolizada por la futura tierra prometida. Efectiva-
mente, los proyectos de Dios triunfan cuando el hombre co-
l abora con la fuerza divina para llevarlos a trmino.
El Seor, por pura iniciativa suya, dirige su pal abra a
Abrn. Siempre es Dios quien se adel anta a habl arnos, por-
92
que nos ama antes de que le conozcamos. Los sal mos no se
cansan de recordar que Dios nos ama y nos llama primero:
"Seor, t conoces lo profundo de mi ser, nada mo te era
desconocido cuando me iba formando en lo oculto y tejiendo
en l as honduras de la tierra" (Sal 139 [138], 14-15).
Dios se adel anta a l l amarnos sin fijarse en la negativi-
dad que pueda envolver nuestra vida. El Seor se dirige a
Abrn cuando, como Traj, se hal l a detenido en Jarn, el
pas de la idolatra. Y, adems, el Seor llama al patriarca
por su nombre propio: Abrn. El sustantivo "Abrn" significa
literalmente "mi padre (es decir, la divinidad) es excelso".
La pal abra "Abrahn" es, lingsticamente, slo una
prolongacin fontica del trmino "Abrn"; sin embargo, la
Biblia le confiere una significacin profunda. Cuando Dios
pacta la Alianza definitiva con Abrn le dice: "No te l l amars
ya Abrn, sino que tu nombre ser Abrahn, porque yo te
hago padre de una muchedumbre de puebl os" (Gn 17,5).
Igualmente, Dios cambia el nombre primigenio de la esposa
de Abrn, Saray, que pasa a l l amarse Sara (Gn 17,15).
La respuesta del hombre a la l l amada de Dios transfor-
ma su vida. Al principio, cuando el patriarca desconoca al
Seor, su nombre era "Abrn" (Gn 12,1). Tras la l l amada,
Abrn inicia su relacin personal con Dios. El Seor le
muestra el pas de Canan (Gn 13,14), le ordena habitar en
Mambr (Gn 13,18); Abrn j ura por el nombre del Seor
(Gn 14,22) y recibe l a proteccin divina (Gn 15,1). La rela-
cin personal con Dios cambia nuestra vida, de la misma
manera que transform la existencia de Abrn. Y para expre-
sar que la relacin amical con Dios cambi la existencia de
Abrn, el texto bblico permuta el nombre "Abrn" por "Abra-
hn" e, igual mente, transmuta el de "Saray" por "Sara". De
ese modo el patriarca y la matriarca devienen prototipos de
quienes se dejan model ar por la vol untad de Dios.
El Seor es misericordioso pero no es un dios de jugue-
te. La l l amada de Dios a Abrn manifiesta la exigencia divi-
na: "Sal de tu tierra, de entre t us parientes y de la casa de
t u padre, y vete a l a tierra que yo te indicar" (Gn 12,1).
Cuando Dios llama a Abrn lo primero que le anuncia no es
el regalo de la tierra ni la futura descendencia; lo primero
que el Seor revela al patriarca es aquello que debe dejar pa-
93
ra adentrarse en la ruta de Dios. Abrn dej su tierra de Ja-
rn (Gn 12,4) y su parentela: concretamente a Najor, Melca
yJescf Gn 11,29-30).
La decisin de seguir la senda de Dios supone dejar
el ementos que nos parecen imprescindibl es en nuest ra vi-
da. Para seguir a Jess, Simn y Andrs dejaron l as redes
(Me 1,16); Santiago y Juan dejaron a su padre en la barca
con los jornal eros (Me 1,19-20). Y nosotros qu estamos
dispuestos a dejar para seguir al Seor con fidelidad?
Abrn deja muchas cosas para encaminarse por la
senda de Dios, pero no l as deja en un arrebato de entu-
siasmo adol escente. Las deja porque se da cuenta de que
es Dios quien le habl a, y, en consecuencia, toma la deci-
sin de obedecerle: "Parti Abrn como le haba dicho el
Seor" (Gn 12,4a). La obediencia, en el lenguaje bblico, no
implica la sumisin ciega a la voluntad de otro. El trmino
"obediencia" denota la capacidad de saber escuchar la vera-
cidad que contiene la pal abra de quien nos habl a. Obedecer
a Dios implica fiarse de l.
Abrn podra tener dos obstcul os que le impidieran
fiarse de Dios y obedecerle. Por una parte, Abrn tiene se-
tenta y cinco aos cuando sale de Jarn (Gn 12,4b), una
edad avanzada para cambiar radical mente el rumbo de la
vida. Por otra parte, el Seor no le indica cl aramente el lugar
donde debe dirigirse; dice simplemente: "Vete a la tierra que
yo te indicar" (Gn 12,1).
Sin embargo, l as dificultades no arredran a Abrn,
porque se fia de Dios, le obedece. Sabe escuchar la verdad
escondida y transformadora que late en l a Pal abra de Dios y
emprende el camino. Por eso la Sagrada Escritura reconoce
en Abrn al amigo de Dios (Is 41,8), aquel que se fi del
Seor y se sinti sostenido en sus buenas manos.
d) Las promesas de Dios a Abrn
El Seor bendice a Abrn y le promete una gran des-
cendencia: "Yo har de ti un gran pueblo" (Gn 12,2). Cuando
Abrn al canza el pas de Canan, concretamente el lugar
santo de Siqun, el Seor se le aparece y le dice: "A tu des-
cendencia le dar esta tierra" (Gn 12,7). sa es la doble pro-
mesa de Dios a Abrn: el regalo de la tierra y el don de la
94
descendencia. Pero el Seor no se limita a comunicar lacni-
camente su promesa, sino que lo hace de forma solemne:
bendice al patriarca y se le aparece. Cuando Dios bendice a
alguien le comunica su fuerza salvadora, y cuando se apare-
ce al hombre, le muestra su intimidad.
Traj emprendi la marcha contando slo con sus pro-
pias fuerzas y nicamente consigui llegar a Jarn. Abrn
tambin utiliza sus propios medios para emprender el viaje:
"Abrn tom consigo a su mujer, Saray, y a su sobrino Lot,
con todas sus posesiones y los esclavos que tena en Jarn, y
se pusieron en camino hacia la tierra de Canan" (Gn 12,5).
Pero, cuenta, sobre todo, con la fuerza que le confiere la ben-
dicin de Dios (Gn 12,2-3). Abrn, contando con la fuerza di-
vina y el tesn de su voluntad, al canza la tierra de Canan.
Y nosotros al emprender un camino en el curso de nuestra
vida contamos con l a fuerza de Dios o nos fiamos slo de
nuestras propias fuerzas?
La primera promesa de Dios a Abrn es esplndida: "Yo
har de ti un gran pueblo y [...] por ti sern benditas todas las
naciones" (Gn 12,2-3). El texto parece indicar que la promesa
de la descendencia se cumplir de inmediato; sin embargo,
pasan los aos y Abrn carece de herederos. Ciertamente, el
pl an de Dios suele ser distinto de la expectativa humana: "Mis
pl anes no son como vuestros pl anes, ni vuestros caminos co-
mo los mos, dice el Seor" (Is 55,8). Y por eso el ser humano,
a veces, pierde la esperanza en el cumplimiento de la promesa
de divina; se fue el caso de Abrn y Saray.
Abrahn y Saray desean acel erar la promesa de la des-
cendencia anunciada por Dios, pues desde l a perspectiva
humana la edad del patriarca comenzaba a ser excesiva pa-
ra engendrar un hijo. Abrahn y Saray abandonaron Jarn
cuando el patriarca contaba setenta y cinco aos, sin tener
ningn hijo. Diez aos despus (Gn 16,3), cuando Abrn
tena ochenta y cinco aos, Saray tom a su esclava Agar y
la entreg a su marido como esposa (Gn 16,3). Abrn engen-
dr con Agar un hijo a los ochenta y seis aos, al que llam
Ismael (Gn 16,15).
Saray, ante la falta de descendencia, se haba acogido a
la legislacin antigua. Cuando una mujer no daba hijos a su
marido compraba una esclava y se la entregaba a su esposo,
95
el cual engendraba un hijo con la esclava, y el hijo que naca
era legalmente hijo del padre que lo haba engendrado.
Cuando Abrn engendr a Ismael en el seno de Agar,
estallaron los celos entre Saray y su esclava. Saray mal trat
a su esclava, hasta el punto de que Agar huy de l as garras
de su seora (Gn 16,6-7). Pero como Dios no abandona a
nadie, se compadeci de Agar por la villana que le haba
infligido Saray. El Seor protegi a Agar y bendijo a su hijo
Ismael (Gn 16,9-11).
El Seor cumple siempre sus promesas. Pero a veces no
acabamos de fiarnos de Dios y emprendemos nuestros cami-
nos sin contar con l. El Seor nunca dijo a Saray que en-
tregara a su esclava a Abrn como esposa. Dios nunca orde-
n a Abrn que concibiera un hijo con Agar. Pero Abrn y
Saray ponen en duda el cumplimiento del proyecto divino.
Abandonan la senda de Dios y emprenden su propio camino.
Abrn engendra a Ismael, pero no lo consigue por su fideli-
dad al proyecto divino, sino valindose del subterfugio de l as
leyes antiguas que permitan obtener descendencia con l as
esclavas.
Abrn y Saray quieren acelerar la promesa de Dios aco-
gindose a l as prerrogativas injustas de las leyes humanas,
y eso engendra los celos de Saray y el ultraje contra la escla-
va Agar. Cuntas veces buscamos atajos al proyecto de
Dios que slo nos reportan sufrimiento? Cuando parezca
que los pl anes del Seor se retrasan, recordemos el Salmo
37(36): "Encomienda al Seor tu camino, confa en l, que l
actuar en t u vida".
El paso del tiempo acrecent la amistad entre Dios y
Abrn. Como fruto de esta relacin, el Seor troc los nom-
bres de Abrn y Saray en Abrahn y Sara. Abrahn y Sara
eran muy viejos (Gn 18,11), pero cuando Abrahn tena
cien aos engendr un hijo con su esposa Sara al que
llam Isaac (Gn 21,5). Verdaderamente, para Dios nada
hay imposible (Le 1,37; cf. Gn 18,14). Tras la muerte de Sara
(Gn 23,1), Abrahn contrajo matrimonio con Quetur, de
quien tuvo seis hijos (Gn 25,1-2).
La segunda promesa de Dios a Abrn estriba en el don
de la tierra de Canan a su descendencia (Gn 12,7). Otra
vez los pl anes de Dios divergen de l a expectativa humana.
96
Abrahn slo lleg a poseer una pequea porcin del pas
de Canan: la tumb a de Sara, que compr a Efrn, el hitita
(Gn 23). Jacob, descendiente de Abrahn, ampli sus pose-
siones en Canan comprando a los hijos de Jamor un cam-
po junto a la ciudad de Siqun (Gn 33,18-20).
Abrn y su descendiente Jacob quieren comprar la tie-
rra con el poder de su dinero. Pero los dones de Dios no se
compran; es el Seor quien los regala. Tras l a liberacin de
los israel itas de la esclavitud de Egipto, Dios ofrece a su
puebl o el don generoso de la tierra prometida. Dice el Seor:
"Viviris, os mul tipl icaris y entraris a tomar posesin de
la tierra que el Seor prometi con juramento a vuestros
padres" (Dt 8,1). La promesa de Dios a los padres se refiere
a la promesa divina dirigida a l a descendencia de Abrn
(Gn 12,7). La promesa al canza la pl enitud cuando Josu
conquista la tierra prometida y la reparte entre l as tribus
israel itas.
e) Significado de la bendicin divina a Abrn
La bendicin divina a Abrn abraza tambin a todas
l as naciones de la tierra. Dice el Seor a Abrn: "Por ti
sern benditas todas l as naciones de la tierra" (Gn 12,3b).
La explicacin de esa frase la proporciona la misma Biblia.
Dice Dios respecto a Abrahn: "l se convertir en un pue-
blo grande y fuerte, y por l sern bendecidas todas las
naciones de la tierra, porque le he escogido para que ensee
a sus hijos y a su familia a mantenerse en el camino del
Seor, haciendo lo que es j ust o y recto, para que de este
modo el Seor cumpl a a Abrahn todo lo que le ha prome-
tido" (Gn 18,18-19).
La bendicin divina a Abrn se extender a todas l as
naciones porque el patriarca ensear el camino del Seor a
su descendencia. Abrn revelar l a senda de Dios porque l
mismo actuar con justicia y rectitud. Ambos trminos,
"justicia" y "rectitud", aparecen con frecuencia unidos en la
Escritura, y sus significados se compl ementan mutuamente
( 2Sm8, l 5; 1 Re 10,9).
La obediencia de Abrn a la vol untad de Dios (Gn 12,1)
le convierte en un hombre justo (Gn 18,19). El AT presenta
varias acepciones del trmino "justicia". Es justo quien dice
97
la verdad en los tribunal es, practica la misericordia con el
prjimo y combate l as causas de la injusticia. Adems, debe-
mos aadir otro matiz situado en la raz de los tres anterio-
res: es justo quien encaja su proyecto de vida en el proyecto
de Dios.
Abrn es el prototipo de quien encauza su vida en el
pl an de Dios. Abrn habitaba en Jarn. El Seor le pide que
abandone su tierra y su parentel a para dirigirse a otro pas.
Y Abrn, sin discutir ningn punto del pl an divino, abando-
na su proyecto de vida en Jarn y se dirige al lugar que el
Seor le propone.
Abrn es justo porque encaja su vida en el pl an de Dios,
y acta como un hombre recto porque permanece fiel a los
designios divinos y acta lealmente con su prjimo. La recti-
tud de Abrn se manifiesta en su lealtad hacia su nieto Lot,
al permitirle el pastoreo en el valle del Jordn, la zona frtil
del sudeste de Palestina (Gn 13,10-12). Abrahn tambin
manifiesta su rectitud en la plegaria de intercesin en favor
de l as ciudades de Sodoma y Gomorra, prototipos del pecado
y la impiedad (Gn 18,20-33).
La bendicin de Dios a Abrn se transmitir a quienes
bendigan al patriarca: "Bendecir a los que te bendigan, dice
el Seor" (Gn 12,3a). Bendecir al patriarca significa tomarle
como modelo de rectitud y justicia. Quien es recto en su
conducta y justo en su comportamiento refleja ante el prji-
mo la luz que nace de la bendicin de Dios.
El Seor aade una contrapartida a la bendicin: "Y
maldecir a los que te maldigan" (Gn 12,3b). Quien maldice
a Abrn se niega a practicar la justicia y vivir la rectitud, por
eso su existencia no refleja la bondad de Dios. Y quien no re-
fleja la bondad, refleja la mal dad o la indiferencia, y en la
Biblia se le denomina maldito. Sin embargo, la frase "maldeci-
r a los que te maldigan" muestra adems un segundo signi-
ficado. El Seor proteger a Abrn ante sus adversarios, de
la misma manera que cuidar a su puebl o en l as adversida-
des. Dios nunca abandona a quienes ha llamado.
La lealtad de Abrn al proyecto divino le impele a cruzar
el pas de Canan. Alcanza el lugar santo de Siqun (Gn 12,6),
transita entre l as ciudades de Betel y Ay (Gn 12,8) y al -
canza los territorios del Ngueb ubicados al sur de Canan
98
(Gn 12,9). La rectitud de Abrn le impul sa a levantar dos al-
tares al Seor en accin de gracias y a invocar su nombre.
El Seor se aparece a Abrn en Siqun, junto al encinar
de Mor, donde promete a la descendencia del patriarca l a
posesin de l a tierra. All l evanta Abrn el primer al tar
(Gn 12,7). El segundo al tar lo erige entre Betel y Ay donde
haba pl antado su tienda (Gn 12,8).
Levantar un al tar implica reconocer que Dios ha actua-
do en la historia. Un l ugar santo es una zona donde el hom-
bre ha experimentado la presencia de Dios. El Seor es Dios
no slo porque sea eterno u omnisciente, sino porque acta
en la historia y en el corazn de cada persona. La experien-
cia de la actuacin de Dios confiere al ser humano la sabi-
dura divina: la certeza de que Dios nos acompaa en la sen-
da de la vida y vela la ruta de nuestro caminar. El libro del
Eclesistico destaca la actuacin de Dios en favor de Abra-
hn y realza la sabidura del patriarca (Eclo 44,19-21).
La experiencia religiosa de Abrn desemboca en el des-
cubrimiento de la plegaria. Dice el texto bblico: "Abrn le-
vant un al tar al Seor e invoc su nombre" (Gn 12,8). En la
Biblia, conocer el nombre del alguien significa penetrar en
su intimidad. Abrn no se dirige a la divinidad con el trmi-
no genrico "Dios", sino que adopta el nombre propio de la
deidad: el Seor. Invocar a Dios como el Seor indica la rela-
cin personal con la divinidad.
5. S ntesis final
Cuando Dios cre el cosmos, confi al hombre la misin
de construir la sociedad a imagen y semejanza del Creador.
El Seor form a Adn y Eva para confiarles personal mente
su proyecto liberador. Pero la tentacin del poder, represen-
tado por la serpiente, provoc la desobediencia de Adn y
Eva y trunc de ese modo el proyecto de Dios. Sin embargo, la
bondad de Dios es ms fuerte que el pecado humano. El
Seor no abandon a su suerte a nuestros primeros padres.
Los protegi y los cuid vistindolos con tnicas de piel.
El Seor no se conform con proteger, metafricamente,
con tnicas de piel al ser humano. El Seor no es una divi-
99
nidad distante, sino el amigo del hombre. El Seor volvi a
confiar en el ser humano. Dios habl a Abrn y, a travs del
patriarca, renov su confianza en la humanidad.
Abrn con su padre Traj parti de Ur de los caldeos y
alcanz la ciudad de Jarn. Traj muri en Jarn. Ms tarde
el Seor llam a Abrn para conducirle a una nueva tierra.
La nueva tierra es el pas de Canan. El viaje de Abrn des-
de Ur de los caldeos hasta Canan contiene un gran simbo-
lismo. Abrn abandona el sinsentido de la idolatra, repre-
sentado por la ciudad de Ur, para al canzar la pl enitud de la
amistad con Dios, simbolizada por el pas de Canan, la fu-
tura tierra prometida.
Abrn responde a l a l l amada del Seor y esta respuesta
tejer la amistad entre Dios y el patriarca. Fruto de esta re-
lacin personal , el Seor cambiar el nombre de Abrn por
Abrahn (Gn 17,5), y el patriarca se dirigir a Dios con su
nombre propio: el Seor (Gn 12,8).
La relacin personal con el Seor nacida en el seno de
la plegaria transf orma nuestra vida a imagen y semejanza
de Dios. Abrn habitaba Jarn en Mesopotamia, el pas del
sinsentido de l a idolatra. La obediencia de Abrn a Dios,
caracterizada por la rectitud y la justicia, permite al patriar-
ca encontrarse personal mente con el Seor en la futura
tierra prometida, la tierra del encuentro ntimo entre Dios y
la humanidad.
100
GUA DE LECTURA: Gn 12,1-7
"Parti Abrn como le haba dicho el Seor"
Ambientacin
Reservamos este tiempo para la l ectura orante de la Pa-
l abra. Si dejamos que cale en nuestro corazn, ser luz para
nuestros pasos y gua en nuestro sendero. Podemos comen-
zar invocando al Espritu Santo: que l nos ayude a com-
prender y a transf ormar en vida lo que escuchamos, medita-
mos y oramos.
Antes de comenzar, buscamos Gn 12,1-7.
Miramos nuestra vida
Si hiciramos una encuesta a la gente de la calle pre-
guntndol es qu significa para ellos ser creyente, encontra-
ramos respuestas muy variadas. Algunos pensaran que ser
creyente consiste en ir a misa los domingos; otros opinaran
que eso es cosa de beatas o de gente que est todo el da me-
tida en l as iglesias. Tal vez al gunos se expresaran en trmi-
nos puramente humanos y rel acionaran el ser creyente con
la experiencia de fiarse de un amigo o saber que alguien es
digno de crdito.
-Y t qu piensas?, qu significa para ti "ser creyente"?
E scuchamos la P alabra de Dios
Un escrito del NT, l a carta a los Romanos, dice que
Abrahn es padre de todos los creyentes. Basa su afirmacin
en los rel atos del AT que lo presentan como un antepasado
ejemplar en el trato con Dios. Vamos a reflexionar en torno a
101
un pasaje bblico del libro del Gnesis que puede ayudarnos
a entender por qu se le da este ttulo privilegiado.
Con un momento de silencio, preparamos nuestro co-
razn para acoger lo que Dios quiere decirnos hoy a travs
de su Palabra.
Un miembro del grupo procl ama Gn 12,1-7.
Cada uno vuelve a leer el pasaje consul tando las notas
que trae la Biblia.
Tratamos de responder juntos a estas preguntas:
- Qu pide Dios a Abrahn? Qu le promete?
- Cmo actan Abrahn y Sara? Qu actitud est de-
trs de su puesta en marcha?
- Qu imagen de Dios presenta el texto?
Volvemos sobre nuestra vida
Abrahn es modelo de creyente porque acta "como le
haba dicho el Seor". Escucha a Dios, se fa total mente de
l y se pone en camino. Su actitud puede servirnos de espejo
en el que mirar nuestra vida como creyentes y seguidores
del Resucitado.
- Qu "salidas" y qu promesas te est sugiriendo Dios
en estos momentos de tu vida?
- En qu sentido es Abrahn modelo de creyente para ti?
Oramos
No es fcil escuchar a Dios, y mucho menos fiarse de l.
Siempre pide que abandonemos algo que nos es muy queri-
do: Pedro y Andrs dejaron las redes; Santiago y Juan com-
prendieron que deban abandonar su familia y su trabajo;
Abrahn y Sara se hicieron emigrantes al aceptar la peticin
de Dios. En estos momentos de reflexin, tambin a noso-
tros nos ha pedido que "salgamos" de algo y nos dirijamos a
una tierra distinta. En unos momentos de oracin, vamos
a dialogar con l. Pidmosle lo que necesitemos: fuerza y
valor para cambiar; confianza para creer en l a promesa;
una esperanza ms firme... Cada uno puede hacerl o desde
su experiencia y con sus propias pal abras.
102
Leemos de nuevo Gn 12,1-7.
Oramos individualmente. Despus podemos hacer en
voz al ta nuestra plegaria. Si el grupo lo ve conveniente, repite
tras cada intervencin: "Seor, danos confianza, danos fe".
Podemos terminar recitando juntos el Sal 37(36), 1-7.
Este fragmento invita a colocar toda nuestra confianza en el
Seor. Tambin podemos pedir juntos la proteccin de Ma-
ra, la madre de los creyentes, la mujer que siempre fue el a
los proyectos de Dios para su vida.
103
MOISS
L a llamada y la liberacin
El Seor acta en nuestra vida mediante su pal abra li-
beradora. Dios llam a Abrn desde la situacin idoltrica
simbolizada por la ciudad de Ur de los caldeos, para condu-
cirle al pas de Canan, donde se encontr con el Seor. La
l l amada de Dios al patriarca se complet con la bendicin
divina, concretada en la promesa de la gran descendencia y
la posesin de la tierra prometida. Pero la actuacin de Dios
en favor del hombre no se limita a la l l amada y a la bendi-
cin. Dios se compromete especialmente con el ser humano
cuando le libera de la opresin. El Seor es el Dios liberador.
El acontecimiento privilegiado de la actuacin liberado-
ra de Dios a lo largo del AT es la liberacin de Israel de la es-
clavitud de Egipto. Vamos a detenernos en este suceso y en
la figura de Moiss, el mediador del proyecto liberador de
Dios. La historia del xodo es amplia. Por eso nos centrare-
mos en el pasaje donde figura la l l amada de Dios a Moiss,
el anuncio de la liberacin del pueblo esclavizado, y la pro-
mesa de la tierra prometida a los israel itas recin salidos de
Egipto: x 3,1-15.
105
1. La figura de Moiss en el marco de la
liberacin de Israel esclavo en E gipto
La liberacin de Israel de la esclavitud de Egipto consti-
tuye el acontecimiento central del AT. Si eliminramos l as
referencias a la liberacin de Israel de la esclavitud de Egip-
to, la Antigua Alianza perdera gran parte de su sentido reli-
gioso, pues carecera en gran medida de la presencia del
Dios liberador.
Los israelitas compusieron una profesin de fe en la que
destacaron la liberacin de la esclavitud de Egipto como el
suceso crucial de su historia. El credo de Israel aparece en
varias ocasiones en el AT. Los estudiosos han denominado a
esos pasajes "Pequeo credo histrico de Israel": Dt 6,20-24;
26,5-9; Jos 24,2-13.
Leamos un breve retazo: "Nosotros ramos esclavos
del faran de Egipto y el Seor nos sac de Egipto con ma-
no fuerte. El Seor hizo a nuestros ojos mil agros y prodi-
gios grandes y terribl es en Egipto, ante el faran y toda su
corte. Y a nosotros nos sac de all para introducirnos y
darnos la tierra que haba prometido a nuestros antepasa-
dos" (Dt 6,21-23). El credo que acabamos de leer destaca
dos aspectos: la liberacin de la escl avitud y el don de la
tierra a la descendencia de Abrahn (cf. Gn 12,7).
La Biblia rel ata con detalle l a historia de la l iberacin
de Israel de la escl avitud en Egipto. El Seor, por media-
cin de Moiss y su hermano Aarn, sac a Israel de Egipto
(x 3,1-15,21). Los egipcios persiguieron a los israelitas por
el desierto hasta acorralarlos junto al mar. "Moiss extendi
su mano sobre el mar y el Seor, mediante un recio viento
del este, empuj el mar, dejndolo seco y partiendo en dos
las aguas" (x 14,21). El pueblo cruz el mar a pie enjuto
sobre la tierra seca (x 14,29).
Tras cruzar el mar, el puebl o emprendi la ruta del de-
sierto. El Seor acompa a su puebl o a travs de la aridez
del yermo. Le aliment con el man y l as codornices y volvi
dulces l as aguas amargas de Mar para cal mar la sed de los
israelitas (x 15,22-18,27). El puebl o continu su camino
hasta llegar al monte Sina, donde el Seor les entreg l as
tabl as de la ley por mediacin de Moiss (x 20,1-17).
106
Moiss condujo a los israelitas hasta la entrada de la tie-
rra prometida. El Seor mostr a Moiss, desde la cima del
monte Nebo, la tierra de promisin (Dt 34,1), advirtindole:
"sta es la tierra que promet a Abrahn, Isaac y Jacob, di-
ciendo: Se la dar a tu descendencia. Te la hago ver con tus
ojos, pero t no entrars en ella" (Dt 34,4). Tras contemplar
la tierra prometida, Moiss muri en el valle de Moab que cir-
cunda el monte Nebo y fue enterrado all (Dt 34,5).
Tras la muerte de Moiss, Josu fue el jefe del pueblo li-
berado (Dt 34,9). Bajo su mando los israel itas cruzaron el ro
Jordn (Jos 3,1-4,9), conquistaron la ciudad de Jeric (Jos 6)
y tras numerosas batal l as tomaron posesin de la tierra de
Canan. Una vez conquistada la tierra y repartida entre l as
tribus, Josu convoc a todos los israel itas en la asambl ea
cel ebrada en la ciudad de Siqun (Jos 24). All el puebl o libe-
rado manifest su adhesin al Seor. Los israel itas exclama-
ron con emocin: "El Seor es nuestro Dios; l fue quien nos
sac de Egipto a nosotros y a nuestros padres [...]. Por tanto,
serviremos al Seor, nuestro Dios, y obedeceremos su voz"
(Jos 24,17.24).
El relato de la vocacin narra la l l amada de Dios a Moi-
ss para comprometerle en el proceso liberador del pueblo
hebreo (x 3,1-15). Cuando Dios nos llama es para implicar-
nos en su proyecto liberador en favor de la humanidad. No
l eamos el texto referente a la l l amada y misin de Moiss
aspticamente; sintamos cmo el Seor nos elige tambin a
nosotros para participar en su proyecto de vida.
2. L ectura del texto: x 3,1-15
1
Moiss pastoreaba el rebao de Jetr, su suegro, sacer-
dote de Madin. Trashumando por el desierto lleg al Horeb,
el monte de Dios,
2
y all se le apareci un ngel del Seor,
como una llama que arda en medio de una zarza. Al fijarse,
vio que la zarza estaba ardiendo pero no se consuma.
3
Entonces Moiss dijo: "Voy a acercarme para contemplar
esta maravillosa visin y ver por qu no se consume la zarza".
4
Cuando el Seor vio que se acercaba para mirar, le lla-
m desde la zarza: "Moiss! Moiss!".
107
El respondi: "Aqu estoy".
5
Dios le dijo: "No te acerques; qutate las sandalias, por-
que el lugar que pisas es sagrado".
Y aadi:
6
"Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abra-
han, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob".
Moiss se cubri el rostro, porque tema mirar a Dios.
7
El Seor sigui diciendo: "He visto la afliccin de mi pue-
blo en Egipto, he odo el clamor que le arrancan sus opresores
y conozco sus angustias.
8
Voy a bajar para librarlo del poder
de los egipcios. Lo sacar de este pas y lo llevar a una tierra
nueva y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, a la
tierra de los caoneos, hititas, amorreos, pereceos, jeveos y
jebuseos.
9
El clamor de los israelitas ha llegado hasta m. He
visto tambin la opresin a que los egipcios los someten.
10
Ve,
pues; yo te envo al faran para que saques de Egipto a mi
pueblo, a los israelitas.
11
Moiss dijo al Seor: "Quin soy yo para ir al faran
y sacar de Egipto a los israelitas?".
12
Dios le respondi: "Yo estar contigo, y sta ser la se-
al de que yo te he enviado: cuando hayas sacado al pueblo
de Egipto, me daris culto en este monte".
13
Moiss replic a Dios: "Bien, yo me presentar a los is-
raelitas y les dir: El Dios de vuestros antepasados me enva
a vosotros. Pero si ellos me preguntan cul es su nombre,
qu les responder?".
14
Dios contest a Moiss: "Yo soy el que soy. Explcaselo
as a los israelitas: 'Yo soy' me enva a vosotros".
15
Y aadi: "As dirs a los israelitas: El Seor, el Dios de
vuestros antepasados, el Dios de Abrahn, el Dios de Isaac, el
Dios de Jacob, me enva a vosotros. ste es mi nombre para
siempre, as me recordarn de generacin en generacin".
3. E lementos del texto
a) Moiss pastoreaba el rebao de Jetr
Los padres de Moiss pertenecan a la tribu de Lev
(x 2,1); se l l amaban Amrn y Yocabed (x 6,20). La tribu de
Lev gozaba de ciertas particul aridades. Tras la conquista de
Canan no recibieron territorios y slo disponan de al gunas
ciudades donde habitar (Jos 21). Sin embargo, no estaban
108
desamparados econmicamente. Oficiaban el culto de la co-
munidad israelita y reciban donativos como signo de agrade-
cimiento. La riqueza de los levitas no consista en la posesin
de tierras; estribaba en la certeza de sentirse la heredad pri-
vilegiada del Seor. Cuando el texto revela el origen levitico
de Moiss, anuncia la sacralidad del personaje, pues los levi-
tas se consagraban al servicio del Seor.
Los israel itas haban llegado a Egipto de la mano de Ja-
cob. Un hijo de Jacob, Jos, ministro del faran, ofreci a su
padre y a sus hermanos el territorio egipcio de Gosn para
que lo habitaran. Los israel itas se multiplicaron tanto que el
faran temi su pujanza y decidi exterminarl os. Orden es-
clavizar a los hebreos (x 1,13) y arrojar al ro a los varones
recin nacidos (x 1,22).
Moiss deba ser arrojado al Nilo, pero, gracias a la as-
tucia de su madre y de su hermana, fue adoptado por la hija
del faran (x 2,10). Siendo mayor, cierto da vio cmo un
egipcio mal trataba a un hebreo. Moiss mat al egipcio. Al
enterarse el faran, persigui a Moiss, y l, asustado, huy
al pas de Madin para buscar refugio.
Los madianitas constituan una confederacin de cara-
vaneros que recorran l as dos orillas del golfo de qaba. En
Madin, Moiss contrajo matrimonio con Sfora, y engendr
a su hijo Guersn. Notemos que el suegro de Moiss recibe
diversos nombres: Ragel (x 2,18); Jetr (x 3,1; 4,18) y Jo-
bab (Jue 1,16; 4,11). Esa discrepancia en los nombres recal -
ca que el Pentateuco no se escribi de un tirn, sino du-
rante un largo perodo de tiempo en el que los redactores
recababan informacin en diferentes l ugares. El nombre
del suegro de Moiss ms frecuente es Jetr, sacerdote de
Madin. El hecho de que Jet r sea sacerdote le sita en
una posicin semejante a l a de Moiss, quien procede de
una familia lev tica.
b) El Horeb, el monte de Dios
Moiss pastoreaba el rebao de su suegro Jetr y lleg
al Horeb, el monte de Dios. El AT contempl aba l a montaa
como un l ugar sagrado, pues al estar ms cerca del cielo po-
sibilitaba el dilogo difano entre el hombre y Dios. Grandes
acontecimientos narrados por la Biblia acontecen sobre una
109
montaa: el Seor establece la Alianza con su pueblo en el
monte Sina (x 19,1-14), y Jess se transfigura ante los
discpulos sobre un monte (Me 9,2-13), que la tradicin cris-
tiana ha identificado con el Tabor.
Moiss lleg al Horeb, pero dnde est este monte?
Los gegrafos no han determinado la posicin del Ho-
reb, como tampoco han establecido l a del Sina. La tradicin
bblica parece incluso identificar ambas montaas (Dt 5,2).
Pero al identificarlas surge una aparente contradiccin. Por
una parte, el Seor entreg las tabl as de la ley a Moiss en el
Sina (x 19-20), que la tradicin sita, preferentemente, en
la zona sur de la pennsul a del Sina; por otra, Moiss pasto-
reaba el rebao de Jetr en la zona de Madin, en la cual
parece estar el monte Horeb. Pudo Moiss pastorear un re-
bao a travs de un espacio tan vasto como el situado entre
Madin y el sur de la pennsul a del Sina siendo, adems, el
territorio un desierto duro?
El inters de los autores bblicos no radica en la exacti-
tud de los detalles cartogrficos. La importancia del Horeb
no se debe a su magnificencia geogrfica, sino al hecho de
ser "el monte de Dios" (x 3,1). La significacin del Horeb y
del Sina estriba en que son los l ugares del encuentro perso-
nal entre Dios y Moiss.
La cima de una montaa es silenciosa y permite con-
templ ar una panormica esplndida. Podemos encontrarnos
con Dios en todas partes, pero un lugar privilegiado es la
cumbre de una montaa. Tal vez no podamos ascender fsi-
camente a la cima, pero interiormente podemos al canzar los
mismos resul tados. Coronar la cima de nuestro corazn sig-
nifica penetrar en nosotros mismos, para contempl ar en si-
lencio la panormica de nuestra vida. Cuando guardamos
silencio ante el horizonte de nuestra existencia, percibimos
la voz de Dios que nos habl a desde el hondn del al ma.
c) La vocacin de Moiss
Moiss llega al monte Horeb. El texto bblico seal a l a
importancia del Horeb al denominarl o "el monte de Dios"
(x 3,1). Pero adems la sacral idad de la montaa queda re-
calcada cuando Dios dice a Moiss: "Qutate l as sandal ias,
porque el lugar que pisas es sagrado" (x 3,5). La santidad
110
del lugar permite intuir la importancia de la misin que Dios
encomendar a Moiss.
La relacin entre Dios y Moiss se establece mediante el
ngel del Seor (x 3,2). La pal abra "ngel" procede de la len-
gua griega y significa "mensajero". Los ngeles revelan a los
hombres los designios divinos (cf. Jue 6,11), pero no se limi-
tan a eso. El libro de Job los describe como la corte celestial,
llamndoles "los hijos de Dios" (Job 21,6a). Los ngeles son
mensajeros de la divinidad y participan de la proximidad di-
vina. o son simplemente transmisores del mensaje divino,
sino portadores de la buena noticia cargada con la fuerza li-
beradora de Dios. Uniendo ambos matices, podemos afirmar
que los ngeles simbolizan un "don" de Dios al hombre. El
mejor "don" de Dios consiste en l a ocasin ofrecida al ser
humano para que pueda encontrarse personal mente con l.
Estamos acostumbrados a contemplar representaciones
de ngeles alados. Sin embargo, el ngel que figura en x 3,2
no tiene alas; es "como una llama que arda en medio de una
zarza [...] que estaba ardiendo pero no se consuma" (x 3,2).
Sorprendido ante el prodigio, Moiss se acerca para contem-
pl ar la maravillosa visin y, entonces, Dios aprovecha la
oportunidad para llamarle desde la zarza (x 3,4). El ngel
simboliza la "ocasin" que el Seor ofrece a Moiss para lla-
marl e y encomendarl e despus la tarea liberadora. Hasta la
"ocasin" propiciada por l a zarza, el texto bblico no ha reve-
lado ninguna relacin entre Dios y Moiss (x 2,1-21; 3,1a).
Pero a partir de la experiencia de la zarza comenzar la rela-
cin personal entre el Seor y Moiss.
Los ngeles simbolizan l as "ocasiones" que Dios ofrece
en cada recodo de la vida para trabar una relacin personal
con nosotros. Cuando aprovechamos la ocasin permitimos
al Seor convertirse en nuestro amigo. Y la amistad personal
con el Seor abre nuestro corazn a la fuerza liberadora de
Dios. Preguntmonos con sinceridad: a lo largo del da, sa-
bemos aprovechar l as ocasiones que Dios nos regala para
ahondar su amistad con nosotros?
Moiss se acerca atnito hacia la zarza. La tradicin
cristiana ha captado en el prodigio de la zarza que arde sin
consumirse un gran contenido simblico. La zarza simboliza
a los creyentes que siguen al Dios liberador. Muchas son l as
111
dificultades de la vida que, como el fuego de la zarza, que-
man nuestra existencia. Quien persevera en el seguimiento
del Dios liberador siente en su carne la quemazn de los do-
los de muerte: poder, dinero, prestigio. Sin embargo, el cris-
tiano cree que por duro que sea el resquemor de la vida, su
existencia nunca llegar a consumirse porque a su lado est
la presencia del Dios que libera.
Moiss aprovecha la ocasin que le brinda Dios a travs
de la zarza: saca partido de la oportunidad que Dios le rega-
la para encontrarse personalmente con l. Moiss no huye
ante la presencia misteriosa de la zarza ardiendo, sino que
se fija en ella y se acerca a verla. Dios est presente en cada
acontecimiento de nuestra vida. Pero para encontrarnos con
l no podemos huir de la realidad que envuelve nuestra exis-
tencia. Necesitamos fijarnos en la realidad y contemplarla.
Por eso Moiss no huye, sino que se acerca y mira la zarza.
Desde la zarza, Dios llama a Moiss por su nombre:
"Moiss! Moiss!" (x 3,4). En la mirada de Dios no existen
personas annimas. El Seor nos conoce personal mente por
nuestro propio nombre.
El apelativo "Moiss" es un nombre de origen egipcio,
pero la Biblia le otorga un significado catequtico. La hija del
faran descubri junto a los juncos del Nilo una cestilla em-
barrancada en cuyo interior haba un nio hebreo. Cuando
el nio se hizo mayor, la princesa lo adopt como hijo y "le
dio el nombre de Moiss, diciendo: yo lo saqu de l as aguas"
(x2,10).
La pal abra hebrea que hemos traducido utilizando el
trmino "diciendo" tambin puede entenderse como "que sig-
nifica" y la locucin "yo lo saqu de l as aguas" podra inter-
pretarse como "salvado de las aguas". De ese modo podra-
mos entender: "Le dio el nombre de Moiss, que significa
salvado de las aguas" (x 2,10). sa es la traduccin clsica
que figura, correctamente, en al gunas traducciones bblicas.
Sin embargo, el nombre "Moiss" no significa "salvado de
las aguas", ni "yo lo salv de l as aguas"; sas son buenas in-
terpretaciones catequticas ofrecidas por la Biblia. Moiss es
un nombre egipcio. Muchos nombres egipcios acaban con la
pal abra "Moss", trmino de significado idntico a "Moiss".
Thutmoss es el nombre del faran reinante entre 1506-
112
1494 a.C. La pal abra Thutmoss se descompone en dos:
Thut y Moss. El termino Thut se refiere al dios egipcio Thot,
y Moss significa aproximadamente "se ha manifestado el
dios". De este modo, la pal abra Thutmoss quiere decir "se
ha manifestado el dios Thot".
La pal abra "Moiss", referida al libertador de los israeli-
tas esclavos en Egipto, es la segunda parte del nombre egip-
cio que significa "se ha manifestado el dios". No sabemos
cul era la pal abra que preceda al nombre de Moiss, pero el
trmino "Moiss" deja clara la natural eza egipcia del nombre.
Fijmonos en un detalle importante. Moiss tiene un
nombre egipcio, pero Dios le elige para liberar a los israelitas
esclavos en el pas del Nilo. Dios no hace acepcin de perso-
nas: dirige su l l amada a toda persona de buena voluntad.
Quien participa en el proceso de liberacin humana, partici-
pa en el proyecto liberador de Dios en favor de la humanidad.
La llamada de Dios a Moiss es insistente; pronuncia dos
veces su nombre con voz potente: "Moiss! Moiss!" (x 3,4).
La dupl icidad del nombre de Moiss expresa la constancia
divina en l l amarnos. Un caso semejante aparece en el rel a-
to de la vocacin de Samuel , donde el Seor l l ama al joven
cuatro veces y en dos repite su nombre: "Samuel!, Samuel!"
(1 Sm 3,4.10). Y Samuel responde a la l l amada del Seor di-
ciendo: "Aqu estoy" (1 Sm 3,16). La misma respuesta de Moi-
ss a Dios, que le llama desde la zarza: "Aqu estoy" (x 3,4).
La locucin "aqu estoy" significa que Moiss deposita la
confianza en Dios y se dispone a servirle. La disponibilidad y
l a confianza en Dios permitirn a Moiss liberar a Israel de
Egipto, y a Samuel , mucho ms tarde, gobernar el pas como
juez y ungir despus a David como rey (1 Sm 16,13). Nues-
tra respuesta a la l l amada de Dios no puede ser otra que la
confianza y la docilidad a su pal abra liberadora.
d) La identidad de Dios
Cuando Moiss ha manifestado su disponibilidad, el Se-
or le revela su nombre. En la mentalidad hebrea, el nombre
no slo es la pal abra utilizada para denominar a alguien, sino
que define la natural eza ntima de la persona (1 Sm 25,25).
Cuando Dios comunica su nombre a Moiss, le revela los ras-
gos de su intimidad y traba una relacin profunda con l.
113
Dios comienza revelando su identidad de forma genrica
apelando a la historia de los patriarcas. Abrahn, Isaac y Ja-
cob eran nmadas (Gn 12-50) y, como tal es, adoraban a la
divinidad del jefe del clan. Por eso dice el Seor a Moiss:
"Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahn, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob" (x 3,6). Esta revelacin establece
que la divinidad que llam a Abrn (Gn 12,1-3) y la divini-
dad que se revela a Moiss (x 3,6.15) es la misma. El Seor
que llam a Abrn liberar a los israelitas de Egipto.
Sin embargo, Dios todava no ha revelado su nombre
propio; se ha limitado a decir que es el Dios de Abrahn, de
Isaac y de Jacob. Pero cul es el nombre propio del Dios
que llama y libera? Moiss pregunta con insistencia y el Se-
or le revela su nombre: "Yo soy el que soy. Explcaselo a los
israelitas: 'Yo soy' me enva a vosotros" (x 3,14). Por tanto,
el nombre de Dios es: "Yo soy el que soy" o, ms sinttica-
mente "Yo soy". Detengmonos a perfilar el significado de la
frase "Yo soy".
La locucin "Yo soy" puesta en labios de Dios presenta
un doble significado a lo largo del AT.
I
o
. En los tiempos antiguos, cuando los israel itas eran
nmadas, la expresin "Yo soy" se comprenda como "el que
hace ser". El Seor no habita en el cielo sin ms; se preocu-
pa y auxilia a su pueblo "hacindole ser Israel". Notemos la
semejanza con la tarea de un alfarero. El artesano toma ba-
rro y modelndolo lo "hace ser" una vasija. Dios acta igual:
elige a Abrn prometindole que le "har ser un gran pue-
blo": "Yo har de ti un gran pueblo" (Gn 12,2), Israel.
Un segundo relato de la vocacin de Moiss describe
plsticamente cmo Dios convierte (hace ser) a un grupo n-
mada en el pueblo de su propiedad. "Yo soy el Seor. Yo me
manifest a Abrahn, a Isaac y a Jacob [...]; yo establec con
ellos mi Alianza prometindoles la tierra de Canan [...] y
ahora he odo el clamor de los israel itas, a quienes los egip-
cios tienen sometidos a esclavitud [...]. Yo soy el Seor [...].
Os librar de la esclavitud [...], os tomar para que seis mi
pueblo y yo ser vuestro Dios [...]. Os llevar a la tierra que
jur dar a Abrahn, a Isaac y a Jacob, y os la dar en pose-
sin. Yo, el Seor" (x 6,2-9). La frase "os tomar para que
seis mi pueblo" puede entenderse, en un sentido ms literal,
como "os har mi pueblo" (x 6,7).
114
El Seor "hace a su pueblo" (x 6,7). Convierte a un gru-
po nmada en el pueblo de su propiedad mediante un intenso
proceso: le habl a, se le aparece, establece una Alianza con l,
le escucha, comprende su dolor, le l ibera de la escl avitud y
le ofrece l a tierra prometida a los antepasados (x 6,2-9).
El proceso divino en favor de su puebl o no es una actividad
asptica, Dios acta siempre con amor apasionado porque l
mismo es amor (cf. 1 J n 4,8). Dice el Seor a su pueblo: "Yo
soy el Seor, tu Dios [...], t vales mucho para m, eres valio-
so y te amo" (Is 43,3-4). En definitiva, Dios convierte un gru-
po nmada en su propio puebl o modelndolo con amor apa-
sionado. El Seor tambin desea "hacernos ser" personas
pl enamente humanas, actuando sobre nosotros con amor
apasionado.
2. Con el paso del tiempo, los israelitas liberados se
asentaron en Canan. Lentamente la condicin nmada fue
perdindose y se convirtieron en un pueblo sedentario. El
cambio en el estilo de vida implic una variacin en el len-
guaje. La comprensin de la locucin "Yo soy" como "el que
hace ser" se fue perdiendo y se qued slo en "Yo soy". Vea-
mos qu significa "Yo soy" cuando los israel itas se han con-
vertido en un puebl o sedentario.
Antes de que los israelitas llegaran a Canan, la zona
estaba ocupada por los cananeos. Cuando los hebreos se es-
tablecieron en Canan, trabaron relaciones con los cananeos.
La religin cananea contaba con muchos dioses (Baal, Aser,
etc.) a quienes adoraban mediante numerosas imgenes y ri-
tual es complejos. Los israelitas fueron atrados por la exube-
rancia del culto cananeo, olvidaron al Seor que les haba li-
berado de Egipto y adoraron a las divinidades cananeas.
Los profetas fueron los encargados de recordar al pue-
blo que slo el Seor es Dios y que, como consecuencia, los
dolos no tienen carcter divino. El profeta Isaas cuando se
dirige a los dolos les llama "los que no son" (Is 41,29), "na-
da" (Is 41,24), "nulidad" (Is 45,29). En contraposicin a los
dolos, el Seor aparece como el nico Dios: "Yo soy el Se-
or, y no hay otro" (Is 45,5). Isaas ensea que la salvacin
se hal l a slo en l as manos del Seor y no en el falso poder
de los dolos. El Seor es autor de la creacin (Is 40,26) y
dirige la historia (Is 41,1-5) para propiciar la liberacin de
Israel (Is 43,1). Los dolos son incapaces de cual quier actua-
115
cin (Is 41,23) sencillamente porque "no son" dioses, y por
tanto es absurdo elegirlos (Is 41,24).
Las dos acepciones de la locucin "Yo soy" exponen cla-
ramente la intimidad de Dios. El Seor es el nico Dios y no
hay otro; por tanto, el Seor no es slo el Dios de Israel, sino
de toda la humanidad. Al ser el nico Dios, el Seor es el
nico capaz de salvar, es decir, de model ar a Israel y a todos
los puebl os con amor apasionado.
Moiss es el personaje del AT que capta con mayor pro-
fundidad el nombre de Dios. La razn aparece en el libro del
Eclesistico, donde se define a Moiss como "un hombre de
bien" (Eclo 45,1). El hombre de bien transmite la bondad di-
vina que brota del corazn abierto a la ternura de Dios.
e) La misin de Moiss
Los israel itas geman por la opresin de los egipcios
(x 2,23). El dolor del pueblo oprimido conmovi las entra-
as del Seor, que dijo a Moiss: "He visto la afliccin de mi
pueblo en Egipto [...] voy a bajar para librarlo del poder de los
egipcios" (x 3,7-8). Notemos un detalle importante: Israel
sufre en Egipto, pero, antes de que ofrezca sacrificios com-
plejos implorando la salvacin, el Seor se adel anta a libe-
rarlo. El Seor se adel anta a liberar a Israel porque Dios se
adel anta siempre a amarnos. El Seor nos ama antes de que
le conozcamos: Dios nos ama primero! (cf. 1 J n 4,1).
Las religiones antiguas muestran al hombre angustiado
ante los avatares de la vida. El hombre oprimido ofrece sacri-
ficios para conquistar el favor de Dios y obtener su ayuda en
las dificultades. Israel tambin padece oprobio en Egipto. Pe-
ro, y ah radica la diferencia, no es Israel quien conquista el
favor de Dios con sacrificios; es el Seor quien escucha el cla-
mor del pueblo y se adel anta a amarlo y liberarlo (x 3,7-9).
Nuestro Dios no es indiferente ante el sufrimiento huma-
no: "Los israelitas, esclavizados, geman y cl amaban, y sus
gritos de socorro llegaron a Dios [...]. Dios se fij y comprendi
su situacin" (x 2,23-25). Desde la perspectiva divina, "com-
prender una situacin de opresin" no implica slo entenderla
racionalmente; desde la ptica divina, "comprender" significa
"comprometerse" en la liberacin de quien sufre.
116
El Seor se compromete de muchas maneras, pero la for-
ma privilegiada del compromiso divino pasa a travs del com-
promiso humano en la liberacin de quien padece. El hom-
bre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,27)
y es, por tanto, quien vigila en nombre de Dios el deambul ar
de la sociedad para estructurarl a a imagen y semejanza del
Creador.
El Seor elige a Moiss, un hombre, para liberar a los
israel itas oprimidos. Dios le da una orden taxativa: "Ve,
pues, yo te envo al faran para que saques de Egipto a mi
pueblo, a los israelitas" (x 3,10). Moiss no se siente prepa-
rado para la misin encomendada por Dios. Pero el Seor le
regala la fuerza necesaria para llevar adel ante el proyecto li-
berador: "Yo estar contigo" (x 3,12). Demasiadas veces
pensamos que los proyectos de Dios sal en adel ante slo con
l as fuerzas humanas, y no es verdad. Los proyectos de Dios
triunfan cuando utilizamos l as herramientas de Dios: la hu-
mildad, la plegaria, la entrega, la gracia, etc.
El Seor no promete a Moiss una fuerza terica, sino
una energa eficaz para llevar adel ante el pl an divino. Dice
Dios a Moiss: "sta ser la seal de que yo te he enviado;
cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, me daris culto
en este monte" (x 3,12). El monte donde se hal l a Moiss es
el Horeb (x 3,1); cuando Moiss ha sacado a los israel itas
de Egipto se detiene mucho tiempo en el monte Sina (x 19;
Nm 10,11). En el Sina, el Seor entrega al pueblo por me-
diacin de Moiss las tabl as de la ley y prescribe muchas
normas cul tual es y sociales.
La localizacin geogrfica del Horeb y del Sina sigue
siendo incierta, pero la tradicin bblica identifica ambas
montaas (Dt 5,2). Ambas constituyen el monte de Dios; el
Seor enva a Moiss desde una montaa, el Horeb, y recibi-
r el culto agradecido del pueblo liberado en la misma mon-
taa, el Sina.
Moiss se entrega al Seor y con la fuerza divina em-
prende la tarea liberadora. Vuelve a Egipto, habl a con el fa-
ran, recibe la ayuda de su hermano Aarn, constrie al
faran mediante l as pl agas, celebra la Pascua, sale de Egipto
con el pueblo liberado, divide l as aguas del mar que atravie-
sa junto a los israelitas, cruza el desierto, lleva al pueblo
117
hasta l as estepas de Moab y muere en la cima del monte Ne-
bo contemplando la tierra prometida (x 4-Dt 34). Durante
el camino son innumerabl es l as ocasiones en los que Moiss
recurre al Seor para recibir su fuerza y perseverar en el ca-
mino. No nos fiemos slo de nuestras fuerzas: nuestra gran
fuerza es la presencia en nosotros del Dios liberador.
J) El prodigio del xodo
El xodo implica dos acontecimientos: la salida de los
israelitas de Egipto y el camino por el desierto hasta al can-
zar la tierra prometida. La Biblia narra la sal ida de los israe-
litas de Egipto de forma exuberante: "Los israel itas partieron
de Rameses hacia Sucot; eran unos seiscientos mil los que
iban a pie, sin contar a las mujeres y a los nios. Parti tam-
bin con ellos una gran muchedumbre de gentes con ovejas
y vacas en gran cantidad" (x 12,37-38). Aparece an otro
elemento: "Siguiendo la orden de Moiss, los israel itas pidie-
ron a los egipcios vestidos y objetos de pl ata y oro [...]. As
despojaron a los egipcios" (x 12,35-36). La l ectura antigua
de la Biblia entenda esos datos literalmente. Pero hagmo-
nos al gunas preguntas.
Los israelitas recin salidos de Egipto deben cruzar la
pennsul a del Sina antes de llegar a la tierra prometida. La
pennsul a constituye un desierto rido, donde slo pueden
subsistir grupos humanos reducidos. Pueden cruzar a la
vez el desierto del Sina seiscientos mil hombres, sin contar
las mujeres y los nios? Si consideramos la gran muche-
dumbre de gente que les acompaaba, llegamos a una con-
tradiccin. En el desierto del Sina no hay agua ni comida su-
ficiente para alimentar a tanta gente durante cuarenta aos
(cf. Nm 14,33). Puede una mul titud de vacas encontrar
pastos en un desierto baldo? Es creble que los esclavos is-
rael itas pidieran a sus dueos egipcios oro y pl ata y que s-
tos les regal aran los metal es preciosos sin objecin al guna?
Adems, cuando anal izamos el itinerario del xodo ex-
puesto en la Biblia (Nm 33), aparecen dos paradojas. Por una
parte, muchas localidades citadas en Nm 33 no han sido ha-
l adas por los gegrafos ni excavadas por los arquelogos; por
otra, el itinerario de Nm 33 ubica al gunas localidades como
si fueran vecinas, cuando estn muy alejadas entre s en la
pennsul a del Sina. Esas cuestiones y al gunas otras lleva-
118
ron a los investigadores a profundizar en la realidad histri-
ca del xodo.
Los estudiosos observaron la existencia de textos donde
la salida de los israel itas de Egipto aparece como una huida,
mientras otros pasajes la describen como una expulsin. Y
de ah dedujeron la existencia de dos xodos distintos, cuyas
descripciones se entrel azaron despus al redactarse la histo-
ria de Israel. Los arquelogos denominaron al primer xodo
de Egipto xodo-expulsin, y al segundo, xodo-huida.
El xodo-expulsin habra acontecido en torno al ao
1550 a. C, tras una historia compleja. Los hicsos eran un
pueblo de raza semita que ocup casi todo Egipto hacia el
ao 1720 a.C. Sin embargo, los faraones pudieron refugiarse
en el sur de Egipto y, con el paso del tiempo, emprendieron
la reconquista del pas, hasta que en el ao 1552 retomaron
el poder expul sando a los hicsos. Aprovechando la presencia
de los hicsos, los hijos de Jacob, tambin de raza semita, lle-
garon a Egipto y ocuparon el territorio de Gosn. Pero cuan-
do el faran Kamoses expuls a los hicsos, tambin ech a la
mayor parte de los descendientes de Jacob asentados en el
pas del Nilo. Los descendientes de Jacob tomaron la ruta
que cruza la zona norte de la pennsul a del Sina y penetra-
ron en el pas de Canan por el sur.
El xodo-huida podra situarse hacia el ao 1250 a.C.
Tras la expulsin de la mayora de los hijos de Jacob, habra
permanecido en Egipto una minora relevante de israelitas:
escribas, administradores y comerciantes. En torno al ao
1250 a.C. se habra producido en Egipto un concatenacin
de catstrofes natural es, del ineadas en la Biblia mediante el
rel ato de l as pl agas. Aprovechando l a desgracia de los
egipcios, al gunos israel itas al mando de Moiss habran
conspirado contra el poder faranico, pero al ser descu-
bierta su intriga habran tenido que huir de Egipto. Em-
prenderan la huida a travs de la zona norte de la penn-
sul a del Sina, se dirigiran luego hast a la zona sur y,
final mente, al mando de Josu entraran en Canan por el
este tras cruzar el Jordn.
La hiptesis del doble xodo es interesante, pero est
repleta de conjeturas y, l entamente se ha ido descartando.
Ciertamente tuvo lugar el xodo de los israel itas esclavos en
119
Egipto hasta el pas de Canan, pero aconteci de una forma
distinta a la expuesta por la teora del doble xodo.
Los israelitas vivan en Egipto como esclavos, pero tam-
bin como obreros y soldados mercenarios. Los obreros, con
el tiempo, podan adquirir un mejor nivel de vida. Los solda-
dos se licenciaban al final de su servicio. Los esclavos po-
dan emanciparse valindose de l as turbul encias polticas,
frecuentes en el imperio de los faraones. De ese modo y len-
tamente, los israelitas regresaban al pas de Canan donde
residan sus hermanos. En el conjunto de esta l enta salida
debi de producirse algn suceso poltico en el que un per-
sonaje destacado, Moiss, sali de Egipto con un grupo
israelita. Moiss y sus acompaantes anduvieron por el de-
sierto del Sina, donde experimentaron la presencia del Se-
or, y se comprometieron a llevar una existencia acorde con
los Mandamientos divinos.
La Biblia no es un libro de historia en el sentido moder-
no del trmino. La Biblia contempla los acontecimientos des-
de la perspectiva de la fe. Por eso, donde l a razn percibe s-
lo la casualidad, la Escritura descubre la providencia de
Dios en favor del ser humano.
El acontecimiento del xodo fue un entresijo de sucesos
econmicos, polticos y sociales que propiciaron la liberacin
de los israelitas de Egipto. La Biblia no circunscribe la com-
prensin de los hechos a los factores variables de la situa-
cin social. La Sagrada Escritura percibe en l a liberacin
de los israel itas la actuacin privilegiada de Dios en la his-
toria del puebl o hebreo; actuacin real izada por mediacin
de Moiss, en nombre de Dios. As lo atestigua l a fe israel i-
ta al udida antes en el "Pequeo credo histrico de Israel":
Dt 6,20-24; 26,5-9; Jos 24,2-13.
4. S ntesis y aplicacin a la vida
El acontecimiento central del AT estriba en l a liberacin
de los israelitas de la esclavitud de Egipto. El Seor liber a
su pueblo y lo condujo hasta l a tierra prometida por media-
cin de Moiss. La tierra regal ada por el Seor a su pueblo
es la misma que prometi a Abrahn, Isaac y Jacob.
120
La central idad del acontecimiento del xodo y de la fi-
gura de Moiss es crucial en todo el AT. La Biblia resal ta por
todas partes la figura de Moiss, pero, tal vez, el mejor elogio
provenga del libro del Deuteronomio: "No ha vuelto a surgir
en Israel un profeta semejante a Moiss, con quien el Se-
or t rat ab a cara a cara. Nadie ha vuel to a hacer los mila-
gros y maravil l as que el Seor le mand hacer en el pas
de Egipto ante el faran, sus siervos y su territorio. No ha
habido nadie tan poderoso como Moiss, pues nadie ha rea-
lizado l as grandes hazaas que l realiz a la vista de todo
Israel" (Dt 34,10-12).
Moiss libera al puebl o esclavizado y traba una amistad
personal con el Seor. Segn la mental idad antigua, la per-
cepcin del significado del nombre de alguien implicaba la
existencia de una relacin profunda entre ambas personas.
Moiss descubre el nombre de Dios desde una doble
perspectiva. Por una parte, el Seor se manifiesta como el
Dios de Abrahn, de Isaac y de Jacob (x 3,6.15). Utilizando
esa forma de habl ar, el Seor se revela a Moiss como el Dios
amigo: el Dios que acompa a los patriarcas es el mismo
que habl a a Moiss desde la zarza. Por otra parte, al descu-
brirse a Moiss como "Yo soy el que soy" (x 3,14), le mani-
fiesta su compromiso de transf ormar con amor apasionado
al puebl o esclavizado convirtindolo en el puebl o liberado.
Yav es el Dios que libera; no slo salv a Israel de
Egipto, sino que tambin nos libera hoy. Sentirse liberado
significa creer que Dios nos ha ganado para s, nos ha ama-
do primero. Significa confiar en que si nos mantenemos fie-
les al Dios del amor, l uchando por l a liberacin de los hom-
bres y mujeres de nuestro tiempo, no habr contrariedad
capaz de aniquil arnos para siempre.
121
GU A DE L E C TU RA: x 3 , 1- 15
"He visto..., he odo..., ve, pues, yo te envo"
Ambientacin
La liberacin de la esclavitud de Egipto constituye el
acontecimiento central del AT y es un tema que contina
siendo actual para los cristianos, porque ese rostro del Dios
liberador se nos ha hecho cercano en Jesucristo y, por tan-
to, estamos l l amados a hacerlo visible en la sociedad en la
que nos toca vivir.
Antes de comenzar, buscamos x 3,1-15.
Miramos nuestra vida
Hace mucho que fue abolida la esclavitud; sin embargo,
basta abrir los ojos para darnos cuenta de que mucha gente
contina, de una manera u otra, cautiva. Pero la cautividad
del siglo XXI es taimada y adopta mltiples caras: la servi-
dumbre de los nios vendidos a proxenetas, el silencio de l as
mujeres atemorizadas por la violencia de gnero, el clamor
de los puebl os apl astados por el peso del hambre...
- Qu otros casos actuales de cautividad conoces?
- Cmo reacciona nuestra sociedad? Y t?
E scuchamos la P alabra de Dios
La Biblia nos habl a de un tiempo en el que un grupo de
israel itas estuvieron cautivos, marcados por la opresin. Pe-
ro un hombre llamado por Dios puso en marcha el drama de
la liberacin del pueblo, esclavo en Egipto. Vamos a leerlo
sin prisas, con respeto, ponindonos en el l ugar de los anti-
123
guos israelitas y tratando de descubrir el mensaje de fe que
encierra el texto.
Antes de escuchar la Palabra, dejamos unos momentos
de silencio e invocamos la presencia del Espritu.
Un miembro del grupo procl ama en voz al ta x 3,1-15.
Guardamos unos momentos de silencio. Leemos de nue-
vo el pasaje personalmente, consultamos las notas de nuestra
Biblia y recordamos el contenido de la reunin anterior.
Respondemos juntos a estas preguntas para entender
mejor el texto:
- De qu manera se revela Dios a Moiss en este episo-
dio? Fjate en los signos y en las palabras.
- Como reacciona Moiss ante la presencia de Dios?
- A qu enva Dios a Moiss? Por qu lo hace?
- Qu objeciones pone Moiss frente a la misin a la que
Dios le enva?
- Cmo responde Dios a cada una de esas objeciones?
- Qu significa el nombre de Dios revelado en el verscu-
lo 14?
- Qu rasgos de Dios resaltan ms en este pasaje?
Volvemos sobre nuestra vida
El xodo no es slo un acontecimiento del pasado. Ya
hemos recordado que en muchos l ugares y situaciones, los
hombres y mujeres de nuestro mundo siguen cl amando por
la libertad, como los israelitas oprimidos en Egipto. Con la
luz que nos ha ofrecido el pasaje bblico, vamos a il uminar la
experiencia inicial, subrayando nuestro compromiso de fe.
Pueden ayudaros las siguientes preguntas:
- Recuerda los casos de cautividad de los que hablba-
mos al comienzo de la sesin. Quines son los "israelitas
oprimidos" de hoy? Quines estn de la parte de Dios, como
Moiss? Quines de la parte del "faran"?
- Crees que Dios se sigue conmoviendo ante el clamor
de su pueblo? Qu diras a los que afirman que Dios se ha
124
vuelto sordo y mudo y no atiende los gemidos de los que
sufren?
- Oyes t ese clamor? Cmo te compromete?
Oramos
Dios sigue presente en nuestra historia para intervenir
en ella; contina enviando portavoces para liberar a su pue-
blo de quienes lo aprisionan. Sentir esta pasin de Dios es
ponerse apasionadamente al lado de los apl astados por l as
fuerzas faranicas. Pero necesitamos ser liberados para des-
pu s liberar, ser "agarrados" por Dios para dejarnos despus
"enviar". Vamos a pedrselo al Seor.
En el centro de la sal a colocamos un cirio pascual en-
cendido, smbolo de Cristo resucitado, y, al lado, unas cade-
nas, smbolo de l as esclavitudes que hoy mantienen atadas
a tantas personas.
Suena la Sinfona del nuevo mundo, de A. Dvorak.
Mientras, se procl ama x 3,1-15.
Tras la lectura, los participantes oran en silencio. Es-
criben en un papel al gunas situaciones que mantienen atados
a los hombres y mujeres de nuestro mundo o a ellos mismos.
Cada participante quema el papel de l as esclavitudes
en la llama del cirio rezando una breve oracin en voz alta.
De este modo, manifestamos el deseo de acabar con todos
los cautiverios y de comprometernos, con la fuerza de Cristo
resucitado, en la tarea de liberar.
Terminamos cantando una cancin que sepamos
todos. Por ejemplo, Habr un da en que todos al levantar la
vista..., de J. A. Labordeta.
125
III
D N DE P U E DO E N C ON TRARME
C ON E L DI OS L I BE RADOR?
L OS MAN DAMIE N TOS
El encuentro con Dios en la vida cotidiana
Tras el pecado, simbolizado en la narracin de Adn y
Eva, el Seor no abandon al ser humano a los caprichos
del destino. Dios confi de nuevo en el hombre. Llam a
Abrahn y le bendijo, prometindole una descendencia nu-
merosa y la posesin de la tierra de Canan (Gn 12,1-9). Ms
tarde, cuando los israel itas sufran la esclavitud en Egipto,
el Seor los liber por mediacin de Moiss (x 3,1-14).
Dnde podemos encontrarnos personal mente con el Dios
bueno que llama y libera?
La Sagrada Escritura insiste en que Dios est en todas
partes. Pero hay dos l ugares privilegiados donde podemos
encontrar personal mente al Dios liberador. Conocemos a
Dios cuando cumpl imos sus Mandamientos (Dt 5,1-22) y
cuando somos fieles a la Alianza que ha trabado con noso-
tros (2 Sm 7,1-29). Comenzaremos anal izando los Manda-
mientos tal como los presenta el libro del Deuteronomio y,
en el prximo tema, reflexionaremos sobre la Alianza enta-
bl ada por Dios con el rey David.
129
1. L os Mandamientos en el conjunto
de la legislacin israelita
Las leyes nacen de la necesidad que tiene la sociedad de
conducirse de una manera ordenada que fomente su cohe-
sin y desarrollo. Las diversas situaciones sociales originan
la aparicin de leyes que, al agruparse, constituyen los cdi-
gos legales. El AT realiza una l ectura creyente de los aconte-
cimientos y percibe en ellos la intervencin de Dios en la his-
toria. Por eso no atribuye el ordenamiento jurdico slo a la
necesidad social, sino a la intervencin divina en la historia.
Salvo casos particul ares y tardos, la Biblia muestra
que l as leyes israel itas emanan de la vol untad de Dios,
quien las promulga por mediacin de Moiss. El monte Sina
contempl a l a procl amacin del Declogo tico (x 20,1-17),
el Declogo cul tual (x 34,14-28), el Cdigo de la Alianza
(x 20,22-23,19), la Ley de Santidad (Lv 17-26) y los precep-
tos ritual es y cultuales (Lv 1-7; 8-10; 11-16). En las estepas
de Moab, Moiss ordenar pregonar el llamado Dodeclogo si-
quemita (Dt 27,15-26), recordar el Declogo tico (Dt 5,6-22)
y proclamar el Cdigo Deuteronmico (Dt 12-25).
La sociedad israelita antigua constitua una realidad
compleja, cuya unidad bsica era la familia. Un conjunto de
familias formaba un clan, y la asociacin de clanes constitua
la tribu. En los mbitos de la familia, el clan y la tribu, fueron
naciendo leyes para regular la conducta de los individuos y
los grupos. Durante el perodo de la conquista de la tierra, los
procesos judiciales tenan lugar a las puertas de la ciudad,
donde los ancianos diriman los litigios (Rut 4,1-12). Pero
existan tambin personajes que impartan justicia; un ejem-
plo concreto lo constituye la profetisa Dbora, que era juez
en Israel (Jue 4,4).
Una vez constituidos los reinos de Jud e Israel, la corte
adquiri importancia jurdica. El rey asumi la tarea de im-
partir justicia. Sal inflige un castigo a Amalee cumpliendo la
orden divina transmitida por Samuel (1 Sm 15,1-4), y ha lle-
gado a ser paradigmtico el juicio de Salomn (1 Re 3,16-28).
La religin constitua una pieza clave de la sociedad, y
los santuarios desempeaban un notabl e papel legislativo.
Adems de regul ar el ceremonial litrgico, diriman cuestio-
130
nes penal es y civiles. Junt o a los santuarios importantes
(Guilgal, Betel, Silo, Siqun) se cel ebraban encuentros (cf.
Jos 24) donde l as tribus intercambiaban su experiencia jur-
dica y, frecuentemente, copiaban la normativa legal de los
puebl os vecinos adaptndol a a sus necesidades. Erigido el
templo de Jerusal n, los sacerdotes de l a ciudad santa legis-
l aron sobre cuestiones religiosas, civiles y penal es.
La legislacin israelita es compleja, pero, en sntesis,
presenta dos tipos de leyes: leyes apodcticas y casusticas.
Las leyes apodcticas prohiben u ordenan algo sin matizacin
ninguna. Cuando manifiestan una prohibicin se denominan
"leyes apodcticas prohibitivas", y cuando expresan una or-
den de obligado cumplimiento se l l aman "apodcticas impera-
tivas". Las leyes casusticas matizan las condiciones en las
que debe aplicarse la ley en cada caso concreto. Vemoslo
mediante al gunos ejemplos.
Ley apodctica prohibitiva: "No robars" (x 20,15). La
ley es apodctica porque implica una prohibicin que no
consiente matiz al guno: no prev ningn caso en el que sea
lcito robar. A menudo, l as leyes apodcticas incluyen una
explicacin encabezada por la pal abra "porque": "No moles-
tes ni oprimas al forastero, porque vosotros tambin fuisteis
forasteros en Egipto" (x 22,20).
Ley apodctica imperativa: "Guardaris mis sbados y
honraris mi santuario" (Lv 19,30). Esta ley es apodctica
imperativa porque ordena respetar el sbado y honrar el
santuario en cual quier situacin. Debido a su concisin, l as
leyes apodcticas suel en incluir una explicacin o una exhor-
tacin o ambas cl usul as a la vez: "Honra a tu padre y a tu
madre como te ha mandado el Seor, tu Dios, para que se
prolonguen t us das y seas feliz en la tierra que el Seor, tu
Dios, t eda" (Dt 5,16).
Las leyes casusticas refieren un caso concreto y pro-
nuncian una sentencia precisa: "Si uno causa dao en el
campo o la via de otro dejando pacer en ellos su ganado,
resarcir el dao con lo mejor de su campo o de su via"
(x 22,4). Las leyes casusticas, a menudo, incorporan mati-
zaciones que manifiestan la continua readaptacin de la ley
a nuevas circunstancias: "Si uno deja en custodia dinero o
utensil ios y stos son robados de su casa, cuando se en-
131
cuentre al l adrn restituir el doble, pero, si no lo encuen-
tran, el dueo de la casa se presentar ante Dios y j urar
que no se ha apropiado de los bienes del otro" (x 22,6-7).
Las leyes emitidas por los jueces, el rey, los santuarios
y el templo de Jerusal n fueron mul tipl icndose por la nece-
sidad de aplicar los principios generales a casos concretos, y
por la necesidad de adaptar la ley a nuevas situaciones.
Los grandes principios legales deban aplicarse a casos
precisos, naciendo de ese modo la casustica. Veamos un
ejemplo de aplicacin y adaptacin de leyes antiguas a casos
ms recientes. El castigo derivado del incumplimiento del
Mandamiento "no matars" (x 20,13) depende de diversos
aspectos. Debe determinarse si hubo alevosa en el asesinato
(Ex 21,12-15) o si la persona muerta estaba cometiendo al-
guna tropela contra quien le mat (x 22,1-2).
Los cambios en la situacin social determinan la aboli-
cin de al gunas leyes y la aparicin de otras. Al principio, los
israelitas, como pueblo nmada, se guiaban, entre otras, por
dos leyes fundamental es: l a ley de l a hospital idad y l a ley de
la venganza de sangre.
El deber de la hospitalidad hacia los extraos es funda-
mental entre los nmadas. El desierto es un habitat inhspi-
to, por eso quien llega a un campamento no es un intruso,
sino que goza de la hospitalidad durante tres das y tiene
derecho a proteccin durante otros tres. Abrahn practica la
hospitalidad acogiendo a tres caminantes que pasan junto a
su tienda en Mambr (Gn 18,1-8).
La ley de la venganza de sangre reposa en el principio
de solidaridad tribal. La deshonra recibida por un miembro de
la comunidad repercute en todo el grupo y por eso debe ser
vengada por algn miembro del grupo ofendido. Veamos al-
gn ejemplo: el Gnesis narra el pasaje metafrico en el que
Simen y Lev vengan la deshonra sufrida por su hermana
Dina (Gn 34,27-31), y Joab mata a Abner para vengar la
muerte de su hermano Asael (2 Sm 2,22-23; 3,22-27).
Los israelitas, al convertirse en un pueblo sedentario,
establecieron nuevas leyes para encauzar la sociedad urba-
na. Las leyes regul aron el prstamo y la usura (x 22,24-26;
Dt 24,10-13) y el salario de los trabajadores (Dt 24,14-15).
132
El asentamiento propici la importancia del templo de Jeru-
saln, con lo cual debieron establ ecerse nuevas normas para
la celebracin del culto. A partir del siglo V a. C, mediante la
reforma de Nehemas, nacer la ley segn la cual los matri-
monios (Neh 10,31) deben celebrarse en el seno del mismo
cl an para sal vaguardar el patrimonio familiar (Gn 24,3-4).
Los redactores de la Biblia, desde una perspectiva espi-
ritual, colocaron las leyes bajo la autoridad de Dios y situa-
ron su proclamacin en labios de Moiss en el monte Sina o
en l as estepas de Moab. De este modo, dotaron a l as leyes de
autoridad divina.
Sin embargo, desde la perspectiva histrica, l as leyes
fueron redactadas para el b uen funcionamiento de la socie-
dad y fueron recopilndose a lo largo del tiempo segn va-
rios criterios. El criterio mnemotcnico permite memorizar
los preceptos f undamental es. Con este mtodo, y apel ando
al nmero de dedos de l as manos, se confeccionaron el De-
clogo tico (x 20,1-17; Dt 5,6-22) y el Declogo cul tual
(x 34,14-28). Utilizando el sistema sexagesimal se elabor
el Dodeclogo siquemita (Dt 27,15-26). Algunos preceptos
se agl utinaron por la semejanza de estilo en su formulacin
jurdica (x 21,12-17), y otros, por abarcar un contenido
parejo (x 23,14-19; Lv 1-16; 18,6-23). Aparecen, adems,
notabl es agrupaciones de leyes en tres cdigos: Cdigo de la
Alianza (x 20,22-23,19), Cdigo Deuteronmico (Dt 12-25)
y Ley de Santidad (Lv 17-26).
2. L ectura del texto: Dt 5,1-22
1
Moiss convoc a todo Israel y les dijo: "Escucha, Israel,
las leyes y preceptos que os doy a conocer hoy. Aprndelos y
procura ponerlos en prctica.
2
El Seor, nuestro Dios, hizo
con nosotros una Alianza en el Horeb.
3
No hizo el Seor esta
Alianza con nuestros antepasados, sino con nosotros, los mis-
mos que todava hoy estamos aqu vivos.
4
El Seor os habl
cara a cara en la montaa desde el juego.
5
Yo estaba enton-
ces entre el Seor y vosotros para transmitir sus palabras,
porque tuvisteis miedo de aquel fuego y no subisteis a la mon-
taa.
6
l dijo:
133
Yo soy el Seor, tu Dios; yo te he sacado de Egipto, de
aquel lugar de esclavitud.
7
No tendrs otros dioses fuera de m.
8
No te hars dolos, ni imagen tallada alguna de lo que
hay arriba en los cielos, o abajo en la tierra, o en las aguas,
debajo de la tierra.
9
No te postrars ante ellos ni les dars
culto, porque yo, el Seor, tu Dios, soy un Dios celoso, que
castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y
la cuarta generacin, cuando me aborrecen,
10
pero tengo mi-
sericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan.
mis Mandamientos.
11
No pronunciars el nombre del Seor, tu Dios, en vano,
porque el Seor no dejar impune a quien pronuncie su nom-
bre en vano.
12
Guarda el sbado, santifcalo, como el Seor, tu Dios,
te ha mandado.
13
Trabajars seis das y en ellos hars tus
faenas,
14
pero el sptimo da es da de descanso consagrado
al Seor, tu Dios. No hars en l trabajo alguno, ni t, ni tu
hijo, ni tu hija, ni tu esclavo ni tu esclava, ni tu buey, ni tu as-
no, ni ninguna de tus bestias, ni el inmigrante que vive en tus
ciudades, de modo que tu esclavo y tu esclava descansen lo
mismo que t.
15
Acurdate de que t tambin fuiste esclavo
en el pas de Egipto y de que el Seor, tu Dios, te sac de all
con mano fuerte y brazo poderoso. Por eso el Seor, tu Dios,
te manda guardar el sbado.
16
Honra a tu padre y a tu madre como te ha mandado el
Seor, tu Dios, para que se prolonguen tus das y seas feliz
en la tierra que el Seor, tu Dios, te da.
17
No matars.
18
No cometers adulterio.
19
No robars.
20
No levantars falso testimonio contra tu prjimo.
21
No codiciars la mujer de tu prjimo, ni desears la
casa de tu prjimo, su campo, su esclavo o su esclava, su
buey o su asno, ni nada de lo que le pertenece'.
22
stos son los Mandamientos que el Seor proclam a
toda vuestra asamblea en la montaa, en medio de densos
nubarrones. No aadi ms. Los escribi en dos losas de
piedra que me entreg".
134
3. E lementos del texto: Dt 5,1-22
a) El escenario donde se proclaman los Diez Mandamientos
El Declogo tico, l l amado col oquial mente "los Diez
Mandamientos", aparece en dos l ugares de l a Escritura:
Ex 20,1-17 y Dt 5,6-22.
La primera proclamacin del Declogo la realiza el mis-
mo Dios en el monte Sina. El texto comienza la enumeracin
de los Mandamientos diciendo: "Entonces Dios pronunci es-
tas pal abras..." (x 20,1), y tras esa frase aparecen escritos
los Mandamientos concretos (x 20,2-17).
El escenario de la entrega de los Mandamientos a Moi-
ss en el Sina constituye una manifestacin de la divinidad.
Moiss sube al monte mientras el puebl o espera en la falda
de l a montaa. El Sina est envuelto en humo, pues el Se-
or ha descendido en medio del fuego. En la cima, Dios ha-
bl a con Moiss y ordena la purificacin del pueblo. Moiss
baja de la montaa y decreta la puesta en prctica de l as
normas de purificacin ordenadas por Dios. Despus, el
Seor procl ama el Declogo sol emnemente (x 20,1-17).
La segunda proclamacin del Declogo figura en el libro
del Deuteronomio. Qu narra el Deuteronomio?
Para comprenderlo mejor, retrocedamos un poco en el
relato de la historia sagrada. El libro del xodo explica l a es-
clavitud de los israel itas en Egipto y su posterior liberacin
(x 1-15,21). Contina narrando cmo el puebl o liberado
peregrin hasta el monte Sina, donde recibi el Declogo y
otras leyes cul tual es y morales (x 15,22-40,38). Acampados
j unt o al Sina, los israel itas recibieron otras leyes conteni-
das en el libro del Levtico y en el de los Nmeros (Lv 1,1;
Nm 10,10). El da veinte del segundo mes del segundo ao
desde la salida de Egipto, los israelitas reemprenden la mar-
cha (Nm 10,11-12) hasta al canzar el pas de Moab, al otro
lado del Jordn, frente a la tierra prometida (cf. Dt 1,5).
Cuando los israel itas al canzan el pas de Moab, desde
donde se ve la tierra prometida, comienza la historia narra-
da por el Deuteronomio. El libro del Deuteronomio contiene
tres discursos dirigidos por Moiss a los israel itas antes de
135
que el puebl o penetre en la tierra de promisin (Dt 1,6-4,43;
4,44-28,68; 28,69-30,20). El libro concluye con unas dis-
posiciones finales y la narracin de la muerte de Moiss
(Dt 31-34). Moiss pronuncia los tres discursos y muere el
mismo da. Los Libros Histricos narran los sucesos acaeci-
dos durante largos periodos; sin embargo, el Deuteronomio
se limita a describir un solo da de la vida de Moiss y de los
israel itas.
El relato del Declogo (Dt 5,1-22) aparece en el segundo
discurso de Moiss al pueblo (Dt 4,44-28,68). En la procla-
macin del Declogo realizada en el Sina era Dios quien ha-
bl aba directamente a su pueblo. Pero en la narracin del
Deuteronomio es Moiss quien rememora la Alianza estable-
cida por Dios con su pueblo y quien recuerda la obligacin
de cumplir los Mandamientos divinos.
Tal como rel ata el libro del xodo, Dios estableci la
Alianza y dio los Mandamientos a su pueblo en la cima del
Sina (x 19,1-21). Sin embargo, Moiss, en su discurso al
puebl o contenido en el Deuteronomio, no sita l a recep-
cin de los Mandamientos en el Sina, sino en el monte
Horeb (Dt 5,2). Este dato atestigua cmo la tradicin bblica
ubicaba la revelacin de Dios a Moiss sobre una montaa
conocida bajo dos nombres: Sina y Horeb.
Moiss recuerda al puebl o la Alianza y los Mandamien-
tos en l as estepas de Moab, pero realiza dos matizaciones
importantes. Los Mandamientos imperados por Dios en el
Sina no pertenecen al pasado, sino que adquieren su vali-
dez en el momento presente. Por eso utiliza Moiss la pal a-
bra "hoy": "las leyes y los preceptos que os doy a conocer
hoy. Aprndelos y procura ponerlos en prctica" (Dt 5,1).
Tambin recuerda al puebl o reunido que l a Alianza divina
no la trab Dios slo con "nuestros antepasados, sino con
nosotros" (Dt 5,3).
Los trminos "hoy" y "nosotros", utilizados por Moiss,
no se refieren slo a la generacin que penetr en Canan.
El "hoy" y el "nosotros" tambin al uden a la real idad coti-
diana que vivimos. Es aqu y ahora donde Dios exige l a vi-
vencia radical de los Mandamientos. No b ast a conocer los
Mandamientos: hay que ponerl os en prctica y de forma
ejemplar.
136
b) Las dos versiones del Declogo
El Declogo tico se conserva en dos versiones pareci-
das, pero no idnticas (x 20,1-17; Dt 5,6-22). Veamos l as
identidades y discrepancias ms importantes.
I
a
. Cuatro Mandamientos figuran de l a misma manera
en ambos cdigos: "No tendrs otros dioses fuera de m"
(x 20,3; Dt 5,7), "no matars" (x 20,13; Dt 5,17), "no come-
ters adulterio" (x 20,14; Dt 5,18), "no robars" (x 20,15;
Dt 5,19), "no dars falso testimonio contra t u prjimo"
(x 20,16; Dt 5,20).
2
a
. El libro del xodo vincul a el descanso sabtico a la
creacin del mundo, al udiendo de ese modo al sptimo da
en el que Dios repos tras la creacin: "Porque en seis das
hizo el Seor el cielo y la tierra [...] y el sptimo da descan-
s. Por ello bendijo el Seor el da del sbado y lo declar
santo" (x 20,11). El Deuteronomio, por su parte, asocia el
descanso sabtico a la liberacin de Israel de la esclavitud
de Egipto: "Fuiste esclavo en el pas de Egipto y el Seor, tu
Dios, te sac de all [...]. Por eso el Seor, tu Dios, te manda
guardar el sbado" (Dt 5,15).
3
a
. La mujer constituye en el Declogo promulgado en el
libro del xodo uno de los bienes pertenecientes al varn: "No
codiciars la casa de tu prjimo, ni su mujer, ni su siervo, ni
su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le perte-
nezca" (x 20,17). n cambio, el Deuteronomio marca una
diferencia entre la mujer y los enseres del varn. Una traduc-
cin literal dira: "No pretenders la mujer de tu prjimo. No
codiciars su casa, ni sus tierras, ni su esclavo, ni su escla-
va, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de l" (Dt 5,21).
4
a
. Notemos que Dt 5,21 habl a de "casa" y "tierras", ele-
mentos propios de una sociedad sedentaria, mientras que la
referencia a la "casa" y l as "tierras" no aparece en x 20,17,
que al ude preferentemente a una sociedad nmada.
5
a
. Apreciamos distintas maneras de formular los Man-
damientos. Algunos constituyen una sentencia apodctica
prohibitiva: "No matars, no cometers adulterio, no robars,
no dars falso testimonio contra t u prjimo" (x 20,13-16;
Dt 5,17-20). Otros contienen una explicacin detallada: "No
te hars escul tura, ni imagen al guna de nada de lo que hay
137
aqu arriba en el cielo, o aqu abajo en la tierra, o en el ag
u a
de debajo de la tierra" (x 20,4; Dt 5,8).
Algn Mandamiento aade una motivacin para ob l iga
el cumplimiento del precepto: "No tomars el nombre de
Dios en vano, porque el Seor no deja sin castigo al que to-
ma su nombre en vano" (x 20,7; Dt 5,11). Otro aade la re-
compensa ofrecida a quien guarde el Mandamiento: "Honra
a tu padre y a tu madre, para que vivas muchos aos en I
a
tierra que el Seor, tu Dios, te va a dar" (x 20,12; Dt 5,16)-
6
a
. En algunos Mandamientos, Dios habl a en primera
persona: "Yo soy el Seor, tu Dios, el que te sac de Egipto
[...] no te postrars ante las imgenes ni les dars culto, por-
que yo, el Seor, tu Dios, soy un Dios celoso..." (x 20,2.5-6;
Dt 5,6.9-10). Otros contienen una alusin al Seor formulada
en tercera persona: "No tomars en vano el nombre del Seor"
(x 20,7; Dt 5,11); "porque en seis das hizo el Seor el cielo y
la tierra..." (x 20,11); "acurdate de que t tambin fuiste es-
clavo en el pas de Egipto y de que el Seor, tu Dios, te sac
de all" (Dt 5,15); "para que vivas muchos aos en la tierra
que el Seor, tu Dios, te va a dar" (x 20,12; Dt 5,16).
7
a
. El precepto sobre la observancia del sbado (x 20,8;
Dt 2,12) y el referente a la honra debida a los padres cons-
tan en forma apodetica imperativa (x 20,12; Dt 5,16):
"Acurdate del sbado para santificarlo [...J honra a tu padre
y a t u madre". Mientras, los dems Mandamientos aparecen
en la formulacin apodctica prohibitiva: "No matars [...], no
robars" (x 20,13.15; Dt 5,17.19).
Las diferencias y analogas entre l as dos formulaciones
del Declogo ofrecen una enseanza importante. Segn los
estudiosos, exista un nico Declogo original, pero, con el
paso del tiempo, fue recibiendo aadidos consistentes en pe-
queos comentarios legales y catequticos. Fruto de esos re-
toques, el cdigo primigenio ha llegado hasta nosotros en dos
formulaciones muy semejantes, pero no idnticas: x 20,1-17
y Dt 5,6-22.
Este detalle debe hacernos comprender que el Pentateu-
co no se escribi de un tirn, sino en un l apso de tiempo
prolongado. El Pentateuco recogi tradiciones antiguas de
Israel, pero l as fue adaptando a l as nuevas situaciones so-
ciales que viva el puebl o. Cuando se adaptaba una ley anti-
138
gua a una situacin nueva, no se abandonaba el recuerdo
de l a antigua ley. La antigua ley se conservaba con respeto.
Por eso, cuando se public el Pentateuco se recogieron l as
leyes ms importantes del puebl o hebreo, tanto l as antiguas
como l as ms recientes.
El inters de quienes redactaron las leyes del Pentateuco,
y especialmente del Deuteronomio, no estribaba en acumu-
lar conjuntos legales porque s. Los compiladores centraban
el inters en que los israel itas vivieran segn los preceptos
de Dios en cual quier momento de su vida. De ah que el
Deuteronomio sea tan repetitivo en cuanto al contenido y re-
cuerde siempre que los Mandamientos estn escritos para
ser cumpl idos en el momento presente. Hoy, ahora, es el
tiempo para poner en prctica la ley de Dios.
c) El contenido tico del Declogo
Habitual mente, el Declogo se ha subdividido en dos
secciones. La primera seccin refiere las obligaciones del
hombre con Dios, mientras que la segunda especfica l as re-
laciones entre los seres humanos. Los tres primeros Manda-
mientos del Declogo se refieren a la relacin del hombre
con Dios (Dt 5,7-11) y los siete restantes contempl an el com-
portamiento del ser humano con el prjimo (Dt 5,12-21).
Ambas partes estn profundamente rel acionadas: no existe
amor a Dios si no se verifica en el amor al prjimo. Pero
observemos los matices que condicionan cada apartado.
* Las relaciones del hombre con Dios: Dt 5,7-9
El encabezamiento de ambos cdigos (x 20,1-17;
Dt 5,6-22) revela su contenido religioso y su dimensin ti-
ca. Los dos comienzan rel atando la intervencin privilegiada
de Dios en la historia de Israel: "Yo soy el Seor, tu Dios, el
que te sac de Egipto, de aquel l ugar de esclavitud" (x 20,2;
Dt 5,6). El Seor se revela como el Dios liberador, y la vi-
vencia del cdigo promul gado debe propiciar la liberacin
del puebl o.
Los Mandamientos referidos a la relacin entre el hom-
bre y Dios muestran una enorme originalidad respecto a l as
religiones circundantes a Israel, tal como las presenta la Bi-
blia. El AT caracteriza l as religiones de los pases vecinos de
Israel como politestas e idoltricas (Dt 8,19).
139
El primer Mandamiento ordena adorar a un solo Dios
(x 20,3; Dt 5,7): el Seor, que liber a su puebl o de la es-
clavitud de Egipto (cf. Dt 5,6). La interpretacin del primer
Mandamiento "no tendrs otros dioses fuera de m" (x 20,3;
Dt 5,7) debe realizarse con cuidado. No podemos interpretar-
lo en el sentido literal del monotesmo estricto, como si los
israel itas tuvieran desde el principio de los tiempos la con-
viccin de la existencia de un solo Dios. La Biblia, redactada
desde la perspectiva de la mental idad antigua, atestigua
cmo Israel concedi carta de natural eza divina a los dioses
de otras naciones (Jue 11,24; 1 Sm 26,19). Al principio, los
israelitas, como el resto de l as naciones vecinas, eran poli-
testas, pero con el tiempo el politesmo fue abandonndose
en favor del monotesmo.
El primer Mandamiento, contemplado desde el pensa-
miento israelita antiguo, indica la certeza de que el Seor es el
Dios que redimi a Israel de la esclavitud de Egipto (Dt 5,15;
cf. x 12-15) y tambin quien liber al universo del poder
de los dolos mediante el prodigio de l a creacin (x 20,10;
cf. Gn 1,1-2,3).
La sociedad en la que vivimos nos incita a depositar la
confianza en otros dioses. Demasiadas veces, caemos en la
trampa de considerar dioses a cosas que no son ms que do-
los de muerte. Cuntas veces hemos rendido culto al dios
del poder, al dios del poseer o a la divinidad que nos impul sa
a aparentar aquello que no somos? Cuntas veces hemos
encontrado tiempo para todo menos para hacer crecer la
amistad con el Dios liberador? Nuestro nico Seor es el
Dios liberador, y no hay otro (cf. Is 43,11).
Las religiones circundantes a Israel se caracterizaban
por la exuberancia de la imaginera religiosa; sin embargo, el
Declogo prohibe la construccin y la adoracin de las im-
genes (x 20,4-6; Dt 5,8-10). La arqueologa y los estudios
histricos muestran que Israel, al principio, como el resto de
los puebl os orientales, era politesta. Pero con el paso del
tiempo, y especialmente con la influencia de los profetas, el
politesmo fue abandonado poco a poco en favor del mono-
tesmo. Igualmente, los israelitas, al principio, construan
imgenes de divinidades; sin embargo, con la progresiva im-
plantacin del monotesmo, la construccin y adoracin de
imgenes fue desapareciendo.
140
El uso de imgenes aparece en varios casos que descri-
ben la actividad cul tual de los israel itas antiguos: la ser-
piente de bronce erigida por Moiss en el desierto (Nm 21,4-9;
2 Re 18,4), el dolo de Mica entronizado en el santuario de
Dan (Jue 17,1-12) o los becerros de oro de Jerobon (1 Re
12,26-33).
Sin embargo, debemos considerar que l a Biblia no re-
fiere la existencia de imgenes del Seor ni siquiera en
tiempos remotos. Eso induce a pensar que l a prohibicin de
l as imgenes no apareci de improviso, sino que exista an-
tiguamente. Pero el mandato de prohibicin slo fue llevado
a la prctica de manera eficaz en una poca ms reciente.
La prohibicin de construir imgenes pudo originarse en la
religin de los primitivos grupos nmadas que, con el paso
del tiempo, constituyeron el puebl o de Israel.
El fundamento de la prohibicin de fabricar y adorar
imgenes en el culto israelita puede tener diversos orgenes.
La prohibicin de l as imgenes remarcaba la trascendencia
del Seor y evitaba l a manipul acin de l a divinidad. En l a
mental idad antigua, si el dios representado ayudaba al su-
plicante, ste le recompensaba ungiendo la imagen. En cam-
bio, si el dios no acceda a su deseo, el oferente le privaba de
cual quier ofrenda.
La prohibicin de fabricar y adorar imgenes reposa en
un motivo especficamente religioso. El Seor, a lo largo de
la Biblia, demuestra su divinidad interviniendo prodigio-
samente en l a historia humana. Dios l l ama a Moiss para
liberar a los israel itas esclavizados en Egipto (x 3,1-14) y,
mediante el Declogo, instaura una Alianza con su puebl o
(Dt 5,6-22). En contraposicin a la actuacin del Seor en la
historia, l as imgenes no son dioses, porque son incapaces
de cual quier actuacin, ya sea en favor o en contra del
hombre. Isaas denuncia la incapacidad de actuacin de los
dolos en cual quier aspecto de la vida humana y les dice
irnicamente: "Haced algo bueno o malo, para que nos sor-
prenda y temamos" (Is 41,23).
Al referirnos a las imgenes, no podemos obviar la dife-
rencia existente entre la mentalidad antigua y la nuestra.
Cuando veneramos la imagen de Jess crucificado sabemos
que no imploramos la ayuda de un trozo de madera tallada.
141
El crucifijo nos ayuda a situarnos espiritualmente ante Jess,
a quien pedimos auxilio y damos gracias. Pero la mentalidad
arcaica entenda las cosas de otra manera. Los antiguos pen-
saban que era la misma talla o la escul tura en piedra lo que
tena la fuerza de socorrer al hombre en sus necesidades.
Desde la perspectiva religiosa, slo Dios salva al ser humano,
y las imgenes son una ayuda pedaggica para acercarnos
confiadamente a la bondad de Dios que nos ampara.
* Los preceptos que regulan la relacin del hombre
con el prjimo: Dt 5,12-21
Los preceptos referidos a la conducta del hombre con
sus semejantes realzan la dignidad humana al insistir en el
reposo sabtico (x 20,8; Dt 5,12). Al prescribir el descanso,
el precepto sabtico enfatiza la dignidad de todos los esta-
mentos sociales. No slo defiende el inters de los propieta-
rios y poderosos, representados por los trminos "t" y "tus
hijos" (x 20,10; Dt 5,14), sino tambin el de los dbiles: los
siervos y extranjeros residentes (x 20,10), los emigrantes y
esclavos (Dt 5,14), e incl uso protege el inters de los anima-
les ordenando su descanso (Ex 20,10; Dt 5,14).
El resto de los Mandamientos contempla el respeto de-
bido a los padres (x 20,12; Dt 5,16) y a todos los miembros
de la comunidad: "no matars, no cometers adulterio, no
robars, no dars falso testimonio, no codiciars los bienes
ajenos" (x 20,13-17; Dt 5,17-21).
A veces se dice que los Diez Mandamientos constituyen
slo una moral de preceptos mnimos para la convivencia
social. Pero ojal en nuestra sociedad se llegaran a respetar
al gn da preceptos como "no matars" o "no robars", o tu-
vieran los inmigrantes que llegan en busca de trabajo el
mismo descanso sabtico que quienes les reciben, como
prescribe el precepto del Deuteronomio (Dt 5,8-9). Los pre-
ceptos del Declogo tico realzan en todo momento la digni-
dad de la persona, prohiben cualquier vejacin e impul san el
desarrollo social por la senda de la justicia.
El Declogo tico que figura en el libro del xodo y en el
Deuteronomio reposa en la certeza de que Dios es el Seor
de la historia que actu en favor de su pueblo liberndolo de
la esclavitud de Egipto (x 20,2; Dt 5,6). Pero el Declogo
contenido en el libro del xodo, adems de referirse a l a li-
142
beracin de Egipto, evoca el acontecimiento de la creacin
(Ex 20,10), mientras el Deuteronomio remarca la liberacin
de la esclavitud (Dt 5,15). Ambas exposiciones del Declogo,
henchidas de la experiencia del Dios liberador, proponen a
los israel itas la construccin de una sociedad basada en la
experiencia liberadora y solidaria (x 20,8-17; Dt 5,12-21).
4. S ntesis y aplicacin a la vida
La base religiosa de los Mandamientos reposa en la libe-
racin regal ada por Dios al universo entero manifestada en
la creacin (Gn 1,1-2,3; cf. x 20,10-11) y aplicada especial-
mente al pueblo hebreo en la liberacin de la esclavitud de
Egipto (x 12-15; cf. Dt 5,15).
El cumplimiento de los Mandamientos implica el en-
cuentro personal con el Seor porque permite resal tar la dig-
nidad de la persona humana. La dignidad humana aparece
destacada en la obligacin de respetar el sbado como da de
descanso y de encuentro personal con el Dios liberador.
La dignidad humana aparece protegida en los Manda-
mientos que regul an l as relaciones entre los miembros de la
sociedad. Los preceptos rectores de las buenas relaciones so-
ciales, "honra a tu padre y a tu madre [...], no codiciars", son
leyes apod eticas, es decir, no permiten ninguna condicin
en l a que deban incumpl irse. No existe ninguna situacin
que permita dar falso testimonio o deshonrar a los padres.
Pero los juristas bblicos vean, por ejemplo, que a pesar
del precepto "no matars" se producan homicidios y muer-
tes violentas entre los israel itas. De ah naci la legislacin
casustica. Cuando un hombre mataba a otro deba, discer-
nirse si lo haba hecho en defensa propia o con intencin de
robar. Por eso las penas impuestas por los jueces eran varia-
bles, dependiendo siempre de l as condiciones que se dieran
en el momento de cometer cual quier delito (x 21,1-23,9).
Los Diez Mandamientos no establecen una moral de m-
nimos. Constituyen la aplicacin prctica del gran precepto
divino: "Sed santos porque yo, el Seor, vuestro Dios, soy
santo" (Lv 19,2).
143
GUA DE LECTURA: Dt 5,1-22
"Yo soy el Seor, tu Dios, que te saqu de Egipto"
Ambientacin
Las leyes nacen de la necesidad que tiene toda sociedad
de organizarse para favorecer su cohesin y desarrollo. El
AT, que realiza una visin creyente de los acontecimientos,
piensa que sus leyes no son fruto slo de una necesidad so-
cial, sino sobre todo de la intervencin de Dios en la historia
del pueblo. De esta mental idad brota un cdigo tico muy
importante: los Diez Mandamientos.
Nos preparamos para escuchar la Pal abra de Dios y
acogerla en nuestra vida. Lo hacemos con un momento de
silencio, un canto apropiado o una invocacin al Espritu
Santo.
Antes de comenzar, buscamos Dt 5,1-22.
Miramos nuestra vida
Seguramente, todos hemos odo habl ar -o hemos ledo-
al guna vez de la Declaracin Universal de los Derechos Hu-
manos, aprobada y proclamada por la ONU en 1948. Esta De-
claracin defiende que el mundo slo podr vivir en libertad,
justicia y paz si se reconocen la dignidad de todo ser humano
y la igualdad en todos los derechos fundamentales que le ase-
guren una vida digna: derecho a la educacin, al trabajo, a la
libertad de expresin, a la igualdad entre varones y mujeres...
- Intentad recordar algn otro artculo de la Declaracin
Universal de los Derechos Humanos.
- Se cumplen en todas las naciones sus artculos? A
qu conducen las violaciones de los derechos humanos?
145
E scuchamos la P alabra de Dios
El pueblo de Israel tambin tuvo su propia declaracin
de deberes y derechos. Son los Diez Mandamientos, que
constituyen el compromiso entre Yav y su puebl o. La libera-
cin que ha obrado Dios pide una respuesta del pueblo. Eso
es el Declogo: diez orientaciones para que Israel organice
su vida segn el proyecto liberador del Seor sin recaer de
nuevo en la esclavitud. Vamos a leerlos en la versin que
nos ofrece el libro del Deuteronomio.
Antes de escuchar la Palabra, dejamos unos momen-
tos de silencio para preparar nuestro interior.
Un miembro del grupo procl ama Dt 5,1-22.
Guardamos unos momentos de silencio. Cada uno lee
de nuevo el pasaje, consul ta las notas de la Biblia y recuer-
da el contenido de la reunin anterior.
Respondemos juntos a estas preguntas para entender
mejor el texto:
- Qu importancia tiene la introduccin del Declogo
que leemos en los vv. 1 -6?
- Qu Mandamientos se refieren a las relaciones del
pueblo con Dios? Resumid brevemente su sentido.
- Qu Mandamientos se refieren a las relaciones hu-
manas? Cules son los valores bsicos de la vida
que defienden?
- Podis leer Mt 5,17-48 y sacar algunas conclusiones
sobre la manera en la que Jess actualiza el sentido
del Declogo.
Volvemos sobre nuestra vida
Los Diez Mandamientos son la ley f undamental del
puebl o de Israel, pero tienen un valor universal porque, de
al gn modo, son como un primer esbozo de los derechos y
deberes del ser humano en cuanto ha sido liberado por
Dios. Vamos a ver si la Pal abra de Dios que hemos escu-
chado il umina la experiencia de vida de la que habl bamos
al comienzo de l a reunin.
146
- Qu relacin encuentras entre el Declogo y la Decla-
racin Universal de los Derechos Humanos?
-Ala luz de los Diez Mandamientos, cul te parece a ti
que es la relacin entre la fe en Dios y la defensa de los dere-
chos humanos?
- Cules son las "antiguas esclavitudes" en las que po-
demos recaer si no somos fieles al espritu del Declogo?
Oramos
Los Mandamientos no han sido pensados para recortar
l as l ibertades de l as personas, sino, al contrario, para hacer
posible que cada hombre y cada mujer no recaiga en la anti-
gua esclavitud. Pero somos conscientes de que contar slo
con nuestras fuerzas para cumplirlos es una ardua tarea.
Por eso pedimos al Seor que nos ayude: que nos haga expe-
rimentar su liberacin, que nos d fuerza y coraje... Para ex-
presar nuestra accin de gracias, nuestra peticin de perdn
o nuestra al abanza, procuramos inspirarnos en l as mismas
pal abras de la Escritura.
Leemos el texto: Dt 5,1-22.
Durante unos momentos, oramos en silencio.
Expresamos nuestra oracin en voz al ta.
Podemos acabar leyendo juntos una parte del salmo
119 (118), 1-8: "Dichosos los que proceden sin tacha y siguen
l a ley del Seor...".
147
DAVID Y SALOMN
L a dinasta y el templo
El relato de la creacin describe el proyecto divino para
que el ser humano edifique la sociedad a imagen y semejan-
za de Dios. La historia de Adn y Eva revela cmo el pecado
hizo aicos el proyecto de Dios en favor de la humanidad.
Sin embargo, el Seor no abandona al ser humano a los ca-
prichos del pecado; Dios contina actuando en favor del
hombre. A travs de Abrahn, el Seor renueva su confianza
en la humanidad y, por medio de Moiss, libera a su pueblo
de la esclavitud de Egipto. Ciertamente, cual quier recodo de
la vida ofrece la ocasin para encontrarnos con Dios. Pero
existen dos situaciones privilegiadas en las cual es podemos
encontramos con el Seor cara a cara: cuando cumpl imos
sus Mandamientos y cuando somos fieles a la Alianza traba-
da por Dios con nosotros.
En el captulo anterior insistimos en los Mandamientos.
Ahora nos referiremos a la fidelidad a la Alianza manifes-
tada, metafricamente, en la pervivencia de la dinasta de
David y en el templo de Jerusal n edificado por Salomn.
149
1. L os libros de Samuel y los libros de los Reyes en el
conjunto de los L ibros H istricos
Como decamos en la introduccin general, los Libros
Histricos estn organizados en cuatro grupos: la historia
deuteronomista, que comprende los libros de Josu , Jueces,
1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes; la historia cronista, que cuenta
con 1 y 2 Crnicas, Esdras y Nehemas; la historia macabea,
que figura en 1 y 2 Macabeos, y finalmente, las historias
ejemplares: Tobas, Judit, Ester y Rut. Los libros de Samuel y
Reyes forman parte, por tanto, de la historia deuteronomista.
La historia deuteronomista comienza narrando el lide-
razgo de Josu sobre las tribus tras la muerte de Moiss
(Jos 1,1-9) y concluye explicando cmo Evil Merodac, rey de
Babilonia, devuelve la dignidad a Jeconas, el rey judo de-
portado (2 Re 25,27-30).
La historia narrada es extensa. Adems, al principio, al-
gunas partes importantes del libro del Deuteronomio forma-
ban parte de la historia a modo de captulo introductorio.
Por eso se denomina historia deuteronomista, por su cone-
xin con el Deuteronomio, libro que actual mente incluimos
en el Pentateuco.
La historia deuteronomista no es la l ectura neutra de
acontecimientos pasados, sino la contemplacin de la reali-
dad desde la perspectiva creyente. Sus autores quisieron
percibir las huel l as de Dios en la historia de Israel. Nuestros
hermanos judos denominan a la historia deuteronomista "li-
bros profticos anteriores", pues perciben con claridad cmo
las narraciones descubren la actuacin divina en el seno de
la historia.
Cundo, cmo y por qu se escribi la historia deute-
ronomista?
Para responder a esta pregunta debemos esbozar un
momento crucial de la historia hebrea. Nabucodonosor, rey de
Babilonia, atac el reino de Jud y su capital, Jerusal n, en
tres ocasiones (597 a. C, 587 a. C, 582 a. C; cf. J r 52,28-30).
Tras cada ataque, el rey o su general Nabuzardn (Jr 52,30)
deportaron a un contingente de habitantes de Jud a la
capital de su imperio, Babilonia. En el ao 538 a. C, Ciro el
150
Grande conquist Babilonia y permiti a los judos que lo
desearan regresar a su patria (Esd 1,1-11).
El tiempo que media entre el ao 597 a.C. y el 538 a.C.
se denomina perodo del exilio babilnico. Durante el exilio
se establecieron dos comunidades hebreas. La primera com-
prenda a los hebreos que no haban sido deportados y
continuaban viviendo en Jud y su capital, Jerusal n; la
segunda comunidad abarcaba a los deportados en Babilo-
nia. La comunidad deportada aprendi muchas cosas en Ba-
bilonia que pl asm despus en la Biblia.
La comunidad residente en Jerusal n no se qued con
los brazos cruzados. Emprendi una reflexin profunda para
descubrir el porqu de la destruccin del reino y la razn de
la deportacin del rey y de b uena parte de la poblacin. Esa
reflexin, puesta por escrito, constituye la historia deutero-
nomista. Por tanto, el ncleo de la historia deuteronomista
se escribi en Jerusal n durante el perodo del exilio.
Por qu se caracterizaba la reflexin de los autores
deuteronomistas? Vemoslo.
El Seor haba prometido a Abrahn una descendencia
numerosa y la posesin de la tierra (cf. Gn 12,1-9). Los ju-
dos de la poca de Salomn perciban el cumplimiento de la
promesa divina bajo tres aspectos. Por una parte, constituan
una nacin independiente con un territorio propio; por otra,
vean en la pervivencia de la dinasta de David el cuidado del
Seor por su puebl o. Finalmente, discernan en la belleza
del templo de Jerusal n la presencia de Dios en medio de los
hombres.
Sin embargo, los ataques de Nabucodonosor acabaron
con estos tres aspectos. El pas dej de ser independiente
para convertirse en una regin marginal del imperio Babil-
nico. El rey de Jerusal n fue deportado, con lo que lleg a su
fin la dinasta de David. Y, segn cuenta la Biblia, el templo,
bal uarte de la presencia divina en medio de su pueblo, fue
destruido.
Los autores de la historia deuteronomista se formularon
esta pregunta: por qu nos ha sucedido este desastre? Y
llegaron a una conclusin: la desgracia ha sobrevenido por
nuestra falta de fidelidad a los preceptos divinos.
151
Los autores recorrieron las etapas de la historia y cap-
taron cmo y por qu haban roto la Alianza con Dios inau-
gurada con la l l amada a Abrahn y consumada con el don
de los Mandamientos. Pero no se limitaron a escribir una
historia que rel atara slo el pecado del puebl o para rego-
dearse en la amargura; sobre todo establecieron medidas pa-
ra no volver a caer en los mismos errores. La medida adopta-
da para rehacer el pas tras la devastacin provocada por
Nabucodonosor fue cumplir los Mandamientos como mani-
festacin de fidelidad a la Alianza que haba establecido el
Seor con su pueblo.
2. L ectura del texto: 2 Sm 7,1-17
1
Cuando David se estableci en su palacio y el Seor le
dio paz con todos sus enemigos,
2
dijo al profeta Natn: "Yo
vivo en una casa de cedro, mientras que el arca del Seor
est en una tienda".
3
Natn le dijo: "Haz lo que te propones, porque el Seor
est contigo".
4
Pero aquella misma noche el Seor dijo esta palabra a
Natn:
5
"Ve a decir de nuevo a mi siervo David: Esto dice el
Seor:
"Eres t quien me va a construir una casa para que viva
en ella?
6
Yo no he habitado en una casa desde el da en que
saqu de Egipto a los israelitas hasta hoy. He estado peregri-
nando de un sitio a otro en una tienda que me serva de san-
tuario.
7
Durante todo el tiempo que he caminado con ellos,
ped yo acaso a uno solo de los jueces de Israel, a quienes
mand pastorear a mi pueblo, Israel, que me edificaran una
casa de cedro?
8
Por tanto, di a mi siervo David: As dice el Seor todopo-
deroso:
Yo te tom de la majada, de detrs de las ovejas, para
que fueras caudillo de mi pueblo, Israel.
9
He estado contigo
en todas tus empresas, he exterminado delante de ti a todos
tus enemigos, y yo har que tu nombre sea como el de los
grandes de la tierra.
10
Asignar un lugar a mi pueblo, Israel,
y en l lo plantar, para que lo habite y no vuelva a ser per-
turbado, ni los malvados lo opriman como antes,
u
como en el
152
tiempo en que yo establec jueces sobre mi pueblo, Israel; te
dar paz con todos tus enemigos.
Ademas, el Seor te anuncia que te dar una dinasta.
12
Cuando hayas llegado al final de tu vida y descanses con
tus antepasados, mantendr despus de ti el linaje salido de
tus entraas y consolidar tu reino.
13
l edificar una casa
en mi honor y yo mantendr para siempre su trono real.
14
Ser para l un padre y l ser para m un hijo. Si hace el
mal, yo le castigar con varas y con golpes, como hacen los
hombres.
15
Pero no le retirar mi favor, como se lo retir a
Sal, a quien rechac de mi presencia.
16
Tu dinasta y tu
reino subsistirn para siempre ante m, y tu trono se afianza-
r para siempre".
17
Natn comunic a David estas palabras y esta visin.
3. E lementos del texto
a). La pujanza del rey David
La Sagrada Escritura rel ata que la tierra prometida fue
conquistada por Josu , quien la reparti entre l as tribus. El
territorio perteneciente a todas las tribus dio lugar a la cons-
titucin de dos Estados distintos: Jud e Israel. Jud, situa-
do al sur de la regin, era pobre debido a la escasez de agua
para la produccin de cultivos abundantes, a causa de la
extensin de sus desiertos y debido a la presencia del mar
Muerto, cuyas aguas salobres impiden el desarrollo de la vida.
En contraposicin, Israel, ubicado en el norte, dispona
de mayor riqueza, pues posea el cauce del ro Jordn para
irrigar los campos de cultivo y estaba surcado por rutas co-
merciales que facilitaban el comercio. Cada uno de los dos
reinos tena su propia capital. Con el paso del tiempo, la ca-
pital del reino de Jud fue Jerusal n, mientras que la capital
de Israel se levant finalmente en Samara.
En el sur de Jud se ergua la ciudad de Hebrn. David,
por mandato del Seor, se estableci en esta ciudad. Los ha-
bitantes de Jud reconocieron pronto l as proezas militares y
los valores personal es de David y lo ungieron rey de Jud en
Hebrn (2 Sm 2,1-7). Ms tarde, los ancianos de l as tribus
de Israel acudieron a Hebrn, donde habitaba David. El rey
153
hizo un pacto en Hebrn ante el Seor y los ancianos lo
ungieron rey de Israel (2 Sm 5,1-5). De este modo, David se
convirti en rey de dos Estados a la vez: Jud e Israel.
David no slo fue elegido rey, sino que fue ungido rey
(2 Sm 2,4; 5,3). La uncin era un rito religioso complejo, pe-
ro, bsicamente, consista en derramar sobre la cabeza del
rey aceite consagrado (1 Sm 10,1). La eleccin de David como
rey le confiri el podero civil y militar sobre J ud e Israel,
pero la uncin le concedi la autoridad religiosa.
El rey, gracias a la uncin, se converta en el represen-
tante de Dios en medio de su puebl o y se comprometa a re-
gir ambos pases con los criterios del Seor. La opcin de
reinar el pas segn los criterios de Dios implicaba la dispo-
sicin de preocuparse por la dignidad del culto. Pero, sobre
todo, supona gobernar el Estado segn los criterios de Dios,
poniendo especial cuidado en la atencin de los pobres, l as
viudas y los hurfanos.
David era rey de Jud e Israel, pero la ciudad de Hebrn
estaba situada demasiado al sur del reino de Jud para con-
vertirse en la capital comn de ambos Estados. Entonces el
rey decidi conquistar una pequea localidad, Jerusal n, si-
tuada prcticamente en el punto medio entre ambos pases.
La ciudad de Jerusal n estaba habitada por los jebuseos. Los
jebuseos constituan una tribu pequea entre los cananeos,
es decir, formaban parte de los habitantes de Canan antes
de que su territorio fuera conquistado por los israelitas libe-
rados de Egipto. David y sus huestes conquistaron la ciudad
de Jerusal n y tomaron la fortaleza de Sin (2 Sm 5,6-7).
Una vez tomada la ciudad, David, haciendo uso de su
enorme habilidad poltica, la convirti en la capital comn
de sus dos Estados. La posicin de la ciudad facilitaba las
relaciones entre Jud e Israel y permita al rey controlar con
sol tura el devenir de ambos reinos. El rey se instal en la
fortaleza de l a ciudad, la llam "Ciudad de David" y la
circund con una mural l a. En Jerusal n, David instituy
su corte. David no dud en aceptar la ayuda brindada por
Jirn, rey de Tiro, quien le provey de madera de cedro y le
envi carpinteros y canteros para erigir el palacio (2 Sm 5,11).
Tiro era la capital del pas de los fenicios, un pas muy rico
gracias a los intercambios comerciales que mantena en la
zona Mediterrnea.
154
La relacin con los fenicios, l a edificacin de un palacio
amural l ado y adornado con cedro y el seoro sobre dos Es-
tados manifiestan la pujanza de David. Pero el podero de
David no se deba nicamente a sus cual idades humanas,
sino a que "el Seor, Dios todopoderoso, estaba con l"
(2 Sm 5,10). Y el mismo Dios que estaba con l "le concedi
l a paz con todos sus enemigos" (2 Sm 7,1).
David es grande porque el Seor est con l y le conce-
de la paz y la victoria. Ese aspecto de la vida de David re-
cuerda la existencia del patriarca Jos en Egipto. El Gnesis
rel ata cmo a Jos l as cosas le iban bien porque "el Seor
estaba con l" (Gn 39,2.3), como a David.
La grandeza de la vida estriba en la certeza de creer que
Dios est con nosotros. Lo nico que hace que nuestra vida
sea grande e importante es que sea grande e importante a
los ojos de Dios. Y ante Dios slo es grande e importante
aquello que se hace con amor y por amor.
b) El proyecto de David para honrar al Seor
David viva en una casa de cedro (2 Sm 7,2). La madera
de cedro es lujosa, David la import del extranjero, con-
cretamente de Tiro (2 Sm 5,11). El Arca del Seor, el l ugar
donde reposaba la presencia de Dios, estaba en una tienda
(2 Sm 7,2). Normalmente, las tiendas se confeccionaban con
pieles de animal es desollados en el propio pas y carecan del
lujo de un palacio de cedro.
Mientras el rey vive en un palacio, Dios debe conformar-
se con habitar en una tienda. Dios ha engrandecido a David,
pero el monarca ha dejado la honra divina para lo l timo.
Cuntas veces colocamos a Dios en el ltimo lugar o tene-
mos tiempo para todo menos para Dios, que nos cuida y
protege!
David, quiz sintiendo al gn escrpul o, expone el pro-
bl ema al profeta Natn. Antes de seguir con la exposicin
debemos precisar cul era la funcin de un profeta en los
tiempos ms antiguos de la historia hebrea. Los reyes dispo-
nan de un grupo de consejeros que reciban el nombre de
"profetas de la corte", y los santuarios contaban con otro
grupo de asesores denominados "profetas cultuales". Los
profetas de la corte tendan a decir al rey lo que el monarca
155
deseaba or, en vez de anunciarl e lo que el puebl o necesitaba
real mente. Mientras, los profetas cul tual es actuaban de ma-
nera idntica con los dirigentes de los santuarios.
El profeta Natn es un profeta de la corte y por eso dice
al rey lo que ste desea escuchar: "Haz lo que te propones,
porque el Seor est contigo" (2 Sm 7,3). La pretensin de
David es muy concreta: edificar un templo donde depositar
sol emnemente el arca del Seor (cf. 2 Sm 7,2).
Conviene detenerse para explicar la natural eza del "Ar-
ca del Seor" y el papel jugado por David en relacin con el
Arca.
Segn narra la Biblia, el "Arca del Seor" o "Arca de la
Alianza", fue utilizada como objeto de culto por los israel itas
liberados de Egipto cuando atravesaban el desierto camino
de la tierra prometida (Jos 3,3.6). El Arca jug tambin un
papel importante en los momentos cruciales de la conquista
de la tierra prometida. Es significativo el uso del Arca reali-
zado por Josu para facilitar a los israelitas el paso del Jor-
dn (Jos 3,1-13), y destaca la utilizacin del Arca en la con-
quista de la ciudad de Jeric (Jos 6,4-5).
De acuerdo con la descripcin tarda ofrecida por el libro
del xodo (x 25,10-22; 37,1-9), el Arca era una caja de ma-
dera de acacia (1,25 x 0,75 x 0,75 m) revestida de oro por
dentro y por fuera. Los cuatro ngulos inferiores llevaban
cuatro anillas de oro, a travs de las cuales pasaban los va-
rales para su transporte. Sobre el Arca haba una cubierta de
oro, l l amada tambin propiciatorio (Heb 9,5). En cada uno
de los extremos de esta cubierta (1,25 x 0,75 m) se alzaba la
figura de un querubn. Dentro del arca estaban "las tabl as
del testimonio" (x 25,16), es decir, los Diez Mandamientos.
El Arca era el signo visible de la presencia de Dios invisible
en medio de los israelitas liberados (1 Sm 4,6-7; Nra 10,35;
Sal 132 (131),8), y las tabl as de la ley que contena recorda-
ban al pueblo los preceptos divinos (Dt 10,1-5; 1 Re 8,9).
Tras la conquista de la tierra prometida, el Arca del Se-
or qued depositada en el santuario de Silo al cuidado del
sacerdote Eli. Pero los filisteos derrotaron a los israel itas en
el campo de batalla, robaron el Arca y la llevaron a Asdot;
luego la trasl adaron a Gat y, despus, a Ecrn. La Biblia na-
rra el castigo divino contra los filisteos por el robo del arca.
156
Cansados de la ira divina, los filisteos devolvieron el Arca a
los israel itas aadiendo una sucul enta ofrenda en oro. El Ar-
ca lleg a la localidad de Bet-Semes y, desde all, los israeli-
tas la trasl adaron a Quiriat Yearn, depositndol a en la casa
de Abinadab, y encargaron al sacerdote Eleazar que velara
por ella (1 Sm 4,1-7,1).
Al cabo de mucho tiempo, David reuni a lo ms selecto
de Israel y fue a buscar el Arca del Seor. La sacaron de casa
de Abinadab y la llevaron hacia la ciudad de Jerusal n. Pero
David no quiso que el Arca fuera depositada en su palacio,
sino que la llev a casa de Obededn, el de Gat. El Arca estu-
vo tres meses en casa de Obededn, y el Seor durante aquel
tiempo bendijo abundantemente a su familia (2 Sm 6,1-10).
Cuando David supo que la presencia del Arca otorgaba
beneficios a quien la posea, se puso inmediatamente en ca-
mino para llevar el arca al l ugar donde l viva, a la "Ciudad
de David", a Jerusal n. El rey la hizo trasl adar con gran so-
lemnidad, y l mismo danz ante el Arca con gran alborozo.
Final mente, David coloc el Arca en medio de la tienda que
l mismo haba hecho l evantar y ofreci hol ocaustos y sacri-
ficios al Seor (2 Sm 6,11-23).
No cabe duda de que David dese glorificar al Seor lle-
vando el Arca a Jerusal n. Pero adems de eso consigui el
importante objetivo poltico de la centralizacin del culto. En
Jerusal n no slo resida el rey que gobernaba sobre Israel y
Jud; en Jerusal n tambin estaban la corte y la posesin
ms sagrada de los israel itas: el Arca de la Alianza. La pre-
sencia del rey, el palacio real, y el Arca de la Alianza concen-
traron todo el poder en manos de David y colmaron de es-
plendor a la ciudad santa.
c) La respuesta precipitada de Natn
David desea edificar un templo donde albergar el Arca.
Natn, como hbil profeta de la corte, se dirige al rey sin ti-
tubear: "Haz lo que te propones, porque el Seor est conti-
go" (2 Sm 7,3). La frase de Natn describe la natural eza de
un profeta de la corte. David no haba preguntado nada a
Natn; el rey se haba limitado a constatar una situacin:
"Yo vivo en una casa de cedro, mientras el arca del Seor es-
t en una tienda" (2 Sm 7,2). Pero Natn, creyendo "adivi-
157
nar" el deseo del rey, se adel anta a responderl e en los trmi-
nos que el monarca deseaba or: "Haz lo que te propones".
Aadiendo adems otra frase l audatoria para el monarca:
"porque el Seor est contigo".
Sin embargo, durante la noche, el Seor conmina a Na-
tn a variar la respuesta dirigida al rey. El Seor ordena a
Natn que obligue al rey a desistir de su intencin de erigirle
un templo, una casa de cedro (2 Sm 7,5-17). Por qu el Se-
or ordena a su profeta que cambie su mensaje? Cul ha
sido el error de Natn?
Natn se ha precipitado en su respuesta. Ha comunica-
do al rey lo que el monarca deseaba or. Pero no ha podido
revelarle la vol untad divina porque no haba escuchado la
voz del Seor. Natn no ha consul tado a Dios para respon-
der al rey, cuando, precisamente, la obligacin del profeta
estriba en manifestar la vol untad divina y no sus propios
impul sos. Para escuchar la voluntad de Dios es necesario
saber estar en silencio con uno mismo y atento al latido del
mundo. Slo cuando guardamos silencio interior podemos
escuchar la voz de Dios que compromete nuestra vida en la
transformacin de la sociedad.
Durante la noche, el Seor cambia el corazn del profe-
ta. Natn dejar de ser un profeta de la corte para convertir-
se en profeta del Seor. Cul es la diferencia? El profeta de
la corte comunica al rey lo que ste desea escuchar, mien-
tras que el profeta del Seor transmite al monarca y al pue-
blo la vol untad de Dios. Un profeta del Seor no se dedica a
"adivinar" el futuro ni lisonjea al rey. El profeta del Seor se
caracteriza porque, a travs de lo que piensa, dice y hace,
manifiesta ante todos la vol untad de Dios.
El Seor se dirige a Natn durante la noche. Los anti-
guos perciban en el sueo nocturno una ocasin privilegia-
da para la revelacin de Dios. Dice el Salterio: "Es intil que
[...] os fatiguis para ganar el pan: Dios se lo da a sus ami-
gos mientras duermen!" (Sal 127,2). El salmo no se refiere a
la natural eza material del pan; e salmo utiliza un lenguaje
metafrico para confirmar la ayuda de Dios a sus amigos in-
cluso mientras duermen.
Muchos pasajes muestran cmo a travs del sueo Dios
se comunica personal mente con el hombre. Una prueba cla-
158
ra l a constituye el sueo de Jacob en Betel, donde el patriar-
ca descubre que el Seor est con l (Gn 28,10-22), o el sue-
o de Salomn en el que el rey solicita del Seor el don de la
sabidura (1 Re 3,5-15).
Tambin Natn, durante la noche, establece un dilogo
personal con el Seor. La relacin personal con Dios no deja
al hombre indiferente, sino que le cambia de raz. Natn,
tras habl ar con Dios, dejar de ser un experto profeta de la
corte para convertirse en profeta del Seor. En adel ante, no
comunicar al rey lo que el monarca desea or, sino que le
anunciar sin miedo la vol untad divina.
Natn advierte a David que el Seor no desea la edifica-
cin de una casa de cedro, un templo (cf. 2 Sm 7,5-7). Y ms
adel ante, en una situacin delicada, Natn, como profeta de
Dios, tiene el coraje de echar en cara a David su peor crimen.
El rey haba cometido adulterio con Betsab y despus hizo
asesinar, con la peor traicin, al marido de Betsab, Uras el
hitita (2 Sm 12,1-12). El profeta se ha convertido en amigo
personal de Dios y por eso no contemporiza con la situacin
de la corte, sino que confronta el comportamiento del rey con
los designios divinos. Un profeta no se acomoda a las cir-
cunstancias; las il umina y transforma con la luz del Seor.
d) La revelacin del Seor al profeta Natn
Durante la noche, el Seor ha revelado a Natn un doble
mensaje. Por una parte, Dios ha manifestado, a travs del
profeta, que el rey desista de erigirle un templo (2 Sm 7,5-7);
por otra, el Seor a travs de Natn asegura la pervivencia de
la dinasta de David (2 Sm 7,8-16). Analicemos cada aspecto.
* El Seor no desea morar en una casa de cedro erigida
por David
Natn respondi a David con apremio, pero el Seor
con pedagoga provoc la reflexin del profeta. Durante la
noche, Dios recuerda a Natn l as ocasiones en l as que acom-
pa a los israel itas. El Seor rememora el acontecimiento
ms importante: el liber a su pueblo de la esclavitud de
Egipto (2 Sm 7,6). Despus manifiesta cmo peregrin con
los israel itas por todas partes (2 Sm 7,6). La locucin "por
todas partes" refiere los l ugares donde el Seor realiz gran-
159
des prodigios en favor de su pueblo: ofreci a los israel itas el
man y las codornices (x 16), convirti en potable el agua
amarga de Masa y Merib (x 17,1-7), pero, sobre todo, trab
con su pueblo la Alianza del Sina (x 19-20). Finalmente,
Dios manifiesta que cuando acompaaba a su pueblo habi-
taba en una tienda a modo de santuario (2 Sm 7,6).
El Seor, durante la ruta del desierto, nunca mor en
un templo, ni exigi la construccin de ninguna casa de ce-
dro, sino que habit en una tienda (2 Sm 7,6-7).
A qu tienda se refiere el texto bblico?
La tienda es el hogar de l as familias nmadas. Los anti-
guos nmadas pl antaban una tienda prxima al campamento
en la que realizaban los actos cultuales. Israel, como pueblo
nmada en camino hacia el pas de Canan, tambin dispo-
na de una tienda semejante. La tienda-santuario acompa-
aba a los israelitas y albergaba el Arca de la Alianza, que
contena las tabl as de la ley (x 25,26).
Los israelitas consideraban la tienda como el l ugar don-
de aconteca el encuentro personal entre el hombre y Dios
(x 33,7). En la tienda, Moiss reciba revelaciones especiales
de Dios (x 25,22; 33,7-11), y, tambin junto a la tienda, el
Seor censur a Aarn y Mara por su actitud hostil contra
Moiss (Nm 12,5).
La tienda del encuentro, denominada posteriormente
Tabernculo, tena una estructura compleja (x 26). Pero
bsicamente se divida en dos sectores. La primera zona se
denominaba "el lugar Santo". Dispona de un al tar para ofre-
cer incienso, una mesa donde se presentab an los panes co-
mo oblacin al Seor, y un candel abro con l as l mparas
encendidas permanentemente. La segunda zona, que era la
ms importante, se denominaba "el l ugar Santsimo" o "el
Santo de los Santos". Contena el Arca de la Alianza. El con-
junto de la tienda estaba cercado mediante una empalizada
revestida de ricos cortinajes.
Durante la marcha por el desierto, los israel itas pl anta-
ban la tienda del encuentro donde se asentaban. Pero cuan-
do penetraron en la tierra prometida se convirtieron en se-
dentarios, y la tienda del encuentro perdi su importancia
en favor de los santuarios locales. Finalmente, los pequeos
160
santuarios fueron absorbidos por el templo de Jerusal n,
cuya estructura bsica evocaba la configuracin de la tienda
del encuentro (cf. 1 Re 6).
A lo largo de la travesa del desierto, el Seor mor en
una tienda tal como hacan los israel itas nmadas. El Dios
liberador se identific con el puebl o liberado hasta en la for-
ma de vivir. La tienda no permaneca fija en un lugar, sino
que se trasl adaba segn se despl azaba el campamento. La
capacidad de despl azamiento otorgaba a la morada de Dios
la libertad de movimiento. En cambio, segn pensaban los
antiguos, la construccin del templo obligaba a la divinidad
a permanecer en un lugar fijo, sin poder despl azarse.
La intencin de David al pretender erigir una casa de
cedro donde al bergar el Arca no radicaba slo en el deseo
de honrar a la divinidad. El rey diriga la situacin econmica
y poltica del pas desde la ciudad santa y deseaba controlar
tambin la coyuntura religiosa. Por eso pens construir un
templo en Jerusal n para alojar el Arca y adquirir el control
sobre la cuestin religiosa.
El rey intent, metafricamente, encerrar al Dios libera-
dor en una jaul a de cedro para utilizarlo en beneficio de sus
intereses polticos. El Seor es el Dios liberador y no se deja
encerrar en una casa de cedro para sal vaguardar los intere-
ses polticos de ningn rey. Por eso el Seor conmina a Na-
tn que prohiba a David erigirle un templo.
* El Seor revela a Natn la promesa referida a David
David es un personaje central en el AT. Cuando el Se-
or lo eligi para llevar adel ante el proyecto divino, no tuvo
en cuenta los criterios que los israel itas habran considerado
idneos en un gobernante. El Seor no se fija en l as aparien-
cias, sino en la intimidad del corazn humano. El pen-
samiento antiguo consideraba el corazn como el centro de la
persona. En el corazn radicaban la capacidad de pensar y
l a ternura del amor, pero, sobre todo, era el mbito donde
acontecan l as relaciones personal es entre Dios y el hombre.
La Biblia narra cmo el Seor envi al profeta Samuel a
casa de Jes para ungir como rey a uno de sus hijos. Sa-
muel lleg a Beln y vio a Eliab, hijo de Jes . Entonces se di-
jo: "Seguramente ste es el ungido del Seor" (1 Sm 16,6).
161
Samuel juzg a Eliab atenindose a criterios externos: obser-
v su gran estatura (1 Sm 16,7). La gran estatura le pareci
a Samuel la mejor cual idad de un rey para proteger el pas
por medio de l as armas, y pens en ungir a Eliab. Pero el Se-
or dijo al profeta: "No te fijes en su aspecto ni en su gran
estatura, que yo lo he descartado. La mirada de Dios no es
como la del hombre: el hombre ve las apariencias, pero el
Seor ve el corazn" (1 Sm 16,7).
Cuando Samuel conoci a todos los hijos de Jes, el
Seor orden al profeta la uncin de David como rey. David
no destacaba por su gran estatura, pues "era el ms peque-
o y guardaba el rebao" (1 Sm 16,11-12). Samuel tom el
cuerno del aceite y ungi al muchacho en presencia de sus
hermanos. El aceite consagrado se guardaba en el interior
de un cuerno vaciado de toro, y la uncin consista en derra-
mar el aceite sobre la cabeza del ungido. La uncin tena un
profundo sentido religioso; por eso, cuando Samuel ungi a
David, "el espritu del Seor entr en David a partir de aquel
da"(l Sm 16,13).
Como mostraban l as historias patriarcal es (Gn 12-50),
el Seor elige de nuevo al ms pequeo. Isaac engendr a
Esa y Jacob. La eleccin deba recaer en el primognito,
Esa, pero el Seor se inclin por el ms pequeo, Jacob. La
eleccin de David y la de Jacob resal tan la opcin preferen-
cial de Dios en favor de los ms pequeos. Desde el momento
de la uncin, Dios acompa a David en todas sus empre-
sas. As lo comunica el Seor a Natn (2 Sm 7,9) y lo refiere
la Biblia en numerosos pasajes (Sal 18; Eclo 47,1-11). Sin
embargo, la promesa capital del Seor a su ungido consiste
en concederle una dinasta (2 Sm 7,12).
Para comprender la importancia de la promesa dinsti-
ca debemos retroceder un poco en la narracin de la historia
sagrada. El pueblo liberado de Egipto conquist la tierra
prometida bajo el liderazgo de Josu . A la muerte de Josu
surgi otra generacin que ofendi al Seor dejndose llevar
por la idolatra (Jue 2,11). El pas se fragment en diversas
regiones gobernadas por jueces.
Los jueces diriman litigios entre los israel itas. Pero,
principalmente, asuman la jefatura de una comarca para
defenderla ante los enemigos. Cuando un juez mora, no le
suceda ningn hijo suyo en el gobierno; surga otro juez
162
procedente de otra familia. As, tras la muerte del juez Tola
de la tribu de Isacar, aparece Yar de la regin de Galaad
(Jue 10,1-5): dos jueces muy diversos en cuanto al lugar de
procedencia. La Biblia percibe el tiempo de los jueces como
una poca de desgobierno y la fustiga con dureza: "En aquel
tiempo no haba rey en Israel, y cada uno haca lo que le pa-
reca" (Jue 21,25).
Ante el peligro extranjero y l as convulsiones interiores,
los israel itas exigieron a Samuel la uncin de un rey capaz
de cohesionar l as tribus frente a sus adversarios. Samuel
ungi a Sal y le dijo: "En verdad, el Seor te unge como jefe
de su heredad" (1 Sm 10,1). Sal , como rey legtimo, tena
derecho a ser sucedido por un hijo suyo cuando muriera.
Pero Sal desobedeci los mandatos divinos (1 Sm 15,1-25)
y Samuel le conden en nombre de Dios: "El Seor te arranca
hoy el reinado sobre Israel y se lo entrega a otro mejor que
t" (1 Sm 15,28).
Cuando muere Sal en combate contra los filisteos en el
monte Gelbo, no le sucede ningn hijo como rey. El Seor
haba elegido a otro mejor, y ese "otro mejor" (cf. 1 Sm 15,28)
era David (1 Sm 16,1-13). Sal , hijo de Quis, perteneca a
la tribu de Benjamn (1 Sm 9,1-2), mientras que David era
hijo de Jes, natural de Beln, localidad situada en el territo-
rio de Jud. Por tanto, con la muerte de Sal fenece su di-
nasta y comienza la de David.
El pecado de Sal trunc la Alianza entre Dios y el rey.
Sin embargo, la Alianza trabada por Dios con David y sus
descendientes es incondicional. As dice el Seor: ' Tu dinas-
ta y tu reino subsistirn para siempre ante m, y tu trono se
afirmar para siempre" (2 Sm 7,16).
Sal pec, y por eso el Seor apart a sus descendientes
del trono (1 Sm 15,28). Pero dice Dios a David: "Si tu descen-
dencia hace el mal yo la castigar [...], pero no le retirar mi
favor como se lo retir a Sal" (2 Sm 7,14-15). El Seor no
tolerar l as arbitrariedades cometidas por los descendientes
de David, sino que las censurar con dureza. Pero aunque
los descendientes de David se aparten de Dios, el Seor man-
tendr su posicin en favor de la dinasta davdica.
El Seor no ser simplemente el protector de David;
Dios mantendr para siempre la dinasta de David. El mundo
163
oriental constitua una realidad convulsa, especialmente en
la regin de Mesopotamia. Cuando mora un rey estal l aban
revueltas y conspiraciones que ponan fin a una dinasta. En
la regin de Mesopotamia se dio una continua sucesin de
imperios: smenos, acadios, asirios, babilonios, persas. Los
imperios se sucedan debido a las invasiones y conquistas de
unos pases sobre otros, pero tambin a causa de los conti-
nuos cambios de dinasta producidos en el seno de un impe-
rio cuando mora el rey. De ah que la pal abra divina dirigida
a David, 'Tu dinasta y tu reino subsistirn para siempre",
sea tan importante y novedosa en el mundo antiguo.
El Seor no se limita a f undamentar la dinasta davdica
desde un cariz poltico. El amor de Dios por la casa de David
es especialmente intenso, pues el Seor se revela como un
padre para los descendientes del rey, a quienes considerar
hijos suyos (2 Sm 7,14). Dios no puede ofrecer una Alianza
ms leal y amorosa que la regalada a David. Aunque los mo-
narcas y el pueblo pequen, el Seor l uchar en favor de su
pueblo. El Seor ser el padre de Israel y los israelitas sus
hijos. Sabemos corresponder a la lealtad que Dios mantiene
con nosotros?
e) La construccin del templo
El Seor ratifica la pervivencia de la dinasta y anuncia
la construccin del templo por iniciativa de un hijo del David
(cf. 2 Sm 7,12). Dice el Seor a David: "Cuando hayas llega-
do al final de tu vida [...] l edificar una casa en mi honor"
(2 Sm 7,12-13). Tras el pronombre "l" (2 Sm 7,13) se escon-
de la figura del rey Salomn, que edific el templo de Jerusa-
ln, segn narra la Biblia (1 Re 5,15-9,9).
Salomn, para l evantar el templo, solicit la ayuda de
Jirn, rey de Tiro, con esta misiva: "He resuel to construir
el templo en honor del Seor, mi Dios, cumpliendo lo que el
Seor dijo a mi padre David: Tu hijo, a quien yo pondr co-
mo sucesor en tu trono, ser quien edifique un templo en mi
honor'. As pues, ordena cortar cedros del Lbano para la
construccin del templo" (1 Re 5,19-20).
Salomn prepar madera y piedra para construir
e
i
templo. En el ao 480 de la salida de Israel de Egipto, co-
menz Salomn a levantar el templo del Seor (1 Re 6,1-2)
El rey tard siete aos en edificar el templo (1 Re 6,38).
164
A semejanza de la tienda del encuentro o Taberncul o
que acompaaba a los israel itas en la marcha por el desier-
to, el templo dispona del "Lugar Santo" y del "Lugar Santsi-
mo" o "Santo de los Santos". Pero a diferencia del Taber-
ncul o, el templo erigido en Jerusal n estaba construido con
piedra y madera de cedro, que le conferan una espl endorosa
esbeltez (1 Re 6-7,13-51).
Acabado el edificio principal del templo, el Seor dijo a
Sal omn: "Por haber edificado este templ o te prometo que,
si caminas segn mis leyes, pones en prctica mis Man-
damientos y guardas todos mis preceptos, cumpl ir con-
tigo la promesa que hice a t u padre, David. Habitar en
medio de los hijos de Israel y no abandonar a mi pueblo
Israel" (1 Re 6,12-13).
La promesa de Dios a David era incondicional: ' Tu di-
nasta y tu reino subsistirn para siempre ante m, y tu tro-
no se afirmar para siempre" (2 Sm 7,16). Sin embargo, la
promesa dirigida a Salomn incluye condiciones importan-
tes. El Seor cumpl ir la promesa de mantener la dinasta
davdica si el rey se comporta segn la ley de Dios, pone en
prctica los Mandamientos y guarda los preceptos divinos
(cf. 1 Re 6,12-13). Sern capaces Salomn y sus sucesores
de conducirse segn los preceptos de Dios?
La promesa a David muestra la generosidad de Dios con
el rey, mientras que la promesa realizada a Salomn insiste
en la exigencia divina en el cumpl imento de los Mandamien-
tos. Ambas promesas destacan la doble imagen de Dios ofre-
cida por el Antiguo Testamento. El Seor es inmensamente
generoso en aquello que regala: su amor, su bendicin, su
ayuda, etc. Pero es tambin exigente en el cumplimiento de
sus Mandamientos: honra a tu padre y a tu madre, no roba-
rs, no matars, no mentirs, etc.
A lo largo de la Biblia aparece una locucin difcil de en-
tender: el "temor de Dios". El temor de Dios no consiste en
sentir pnico ante la divinidad, como si la misin del Seor
fuera machacarnos continuamente; el temor de Dios consiste
en tomar a Dios en serio. Saber que es generoso en el amor
que regala y exigente en el compromiso que exige.
Cul minada la construccin, Salomn introdujo solemne-
mente en el templo el Arca de la Alianza. Salomn hizo tras-
165
l adar el Arca desde la "Ciudad de David" hasta el templo
(1 Re 8,1-13). La distancia entre la "Ciudad de David" y el
templo es mnima. La "Ciudad de David" estaba asentada so-
bre la colina donde resida el rey y donde estaba la tienda del
encuentro, en cuyo interior reposaba el Arca de la Alianza. El
templo de Jerusal n estaba erigido sobre una expl anada si-
tuada inmediatamente al norte de la colina sobre la que se
asentaba la "Ciudad de David". Por tanto, la distancia entre
la "Ciudad de David" y la expl anada del templo era reducida.
Los sacerdotes tomaron el Arca y la depositaron en el
Lugar Santsimo, protegida bajo l as al as extendidas de dos
querubines de oro. En el interior del Arca yacan las dos
losas de piedra depositadas en ella por Moiss en el Horeb
(Sina) cuando el Seor hizo la Alianza con los israel itas a su
salida de Egipto (1 Re 9-12).
Depositada el Arca en el Lugar Santsimo, Salomn se
dirige al Seor mediante una larga plegaria. El rey recuerda
la promesa realizada a David consistente en mantener para
siempre su dinasta. Pero aade tambin l as condiciones
que Dios ha puesto a su promesa. Dios guardar su lealtad
mientras el rey permanezca fiel a los mandatos del Seor.
Dice Salomn: "Y ahora, Seor, Dios de Israel, manten
tambin a mi padre, David, tu siervo, la promesa que le hicis-
te: No te faltar nunca en mi presencia un descendiente que
se siente en el trono de Israel, a condicin de que t us hijos
se comporten rectamente en tu presencia como lo has hecho
t" (1 Re 8,25). El pronombre "t" se refiere a David, quien
observ los mandatos del Seor. Pero la pregunta formulada
anteriormente sigue vigente: ser capaz Salomn de cum-
plir los Mandamientos divinos?
Seguidamente Salomn explica en su plegaria la fun-
cin del templo. El templo es el lugar privilegiado del encuen-
tro personal con el Seor, pues all se invocar el nombre de
Dios (1 Re 8,29). Invocar el nombre del Seor significa depo-
sitar la confianza en Dios en todo momento.
La intencin de Salomn no estriba en encerrar al Se-
or en una jaul a de oro, sino en habil itar un espacio donde
todo israelita pueda acogerse al cobijo del Dios liberador. El
Seor que mora en el cielo, escuchar la plegaria de los is-
raelitas de una manera privilegiada en el templo. Tambin
166
en el templo juzgar a sus siervos, les conceder el perdn y
guardar su vida. El templo es el l ugar desde donde Dios es-
cuchar la oracin y conceder el perdn a su pueblo y a
cual quier extranjero (1 Re 8,31-53). Notemos cmo el Seor
no protege slo al rey y a su heredad, sino a todos los pue-
blos, pues desde el templo escucha la plegaria de todo ser
humano (1 Re 8,41-43).
Cuando Salomn concluy su plegaria, el Seor se le
apareci y le dijo: "He consagrado este templo que has cons-
truido para morada eterna de mi nombre [...]. Si caminas en
mi presencia con pureza y rectitud de corazn como tu pa-
dre David, cumpliendo todo lo que te he mandado y obser-
vando mis leyes y Mandamientos, consolidar para siempre
t u trono real sobre Israel, como promet a tu padre David
[...], pero si vosotros y vuestros hijos me abandonis, y en
lugar de cumplir mis leyes y los Mandamientos que os he
dado, dais culto a otros dioses y los adoris, borrar a Israel
de la tierra que les he dado, rechazar este templo que he
consagrado a mi nombre e Israel ser l a burl a y l a irrisin de
todos los puebl os" (1 Re 9,1-8).
4. S ntesis y aplicacin a la vida
Conviene comenzar acl arando una cuestin histrica
importante. A menudo pensamos que David fue rey de un
solo pas: Israel. Pero desde la perspectiva histrica l as co-
sas siguieron un rumbo distinto.
Tras conquistar Josu la tierra prometida, la reparti
entre l as tribus. Con el paso del tiempo, l as tribus conforma-
ron dos Estados: Jud al sur e Israel al norte. David fue un-
gido rey de Jud en Hebrn y, ms tarde, rey de Israel tam-
bin en Hebrn. De este modo, David gobernaba a la vez dos
pases independientes entre s: Jud e Israel. A la muerte de
Sal omn, su hijo Robon fue incapaz de gobernar ambos
Estados. Estall la guerra y el reino de Israel eligi un rey
propio llamado Jerobon I. Los dos reinos unidos bajo la co-
rona de un mismo monarca fueron gobernados cada uno por
un rey distinto. Robon rein en Jud, mientras que Jero-
bon lo hizo en Israel.
167
A lo largo de estas pginas hemos constatado la prome-
sa incondicional de Dios a David y, tambin, l as condiciones
puestas por el Seor a Salomn. La permanencia de la di-
nasta de David y la magnificencia del templo de Jerusal n
sern la metfora de la presencia de Dios en medio de su
pueblo. Pero l a presencia del Seor implicar l a asuncin de
responsabil idades por parte del puebl o. Los israelitas debe-
rn cumplir los preceptos sintetizados en l as tabl as de la ley
que entreg el Seor a Moiss en el Sina, y que estn guar-
dadas en el Arca de la Alianza depositada en el templo.
La pregunta dirigida a los descendientes de David y al
pueblo contina en pie: cumpl irn el rey y su pueblo, los
israelitas, los preceptos de Dios y conservarn de este modo
la presencia divina entre ellos? No nos limitemos a formular la
pregunta a los personajes del AT; preguntmonos a nosotros
mismos: Guardamos la Alianza con Dios cumpliendo sus
preceptos o no?
168
GUA DE LECTURA: 2 S m 7,1-17
"Tu casa y tu reino subsistirn para siempre ante m"
Ambientacin
Desde la creacin del mundo, Dios dese un proyecto de
vida para la humanidad. Lo renov con Abrahn, con Moiss,
con David, y se nos revel en toda su pl enitud con Jesucris-
to. Nuestra misin es colaborar en ese proyecto hasta lograr
una sociedad en la que todo ser humano pueda vivir con la
dignidad que corresponde a los hijos de Dios.
Nos preparamos para escuchar l a Pal abra de Dios y
acogerla en nuestra vida como pal abra que se dirige a noso-
tros aqu y ahora. Lo hacemos con un momento de silencio,
un canto apropiado o una invocacin al Espritu Santo.
Antes de comenzar, buscamos 2 Sm 7,1-17.
Miramos nuestra vida
En al gunos pases, el poder poltico se mantiene unido
al religioso. Es decir, la persona que ostenta el poder es, a la
vez, quien dirime l as cuestiones de Estado y, a veces, tam-
bin el supremo lder espiritual del pueblo. Como diramos
en lenguaje actual , el Estado es confesional y, al menos en
teora, toda decisin poltica debe ser acorde con unas deter-
minadas creencias religiosas.
- Conocis algn pas donde ocurra esto?
- Qu peligros o ventajas veis en ello?
169
E scuchamos la P alabra de Dios
En la poca del rey David, el poder poltico, econmico y
religioso estaba en manos de la misma persona. El monarca
no slo era elegido, sino adems ungido con aceite consagra-
do para expresar la cercana de Dios hacia tal personaje.
Situndonos en este contexto, vamos a leer uno de los
pasajes que ms han influido en la reflexin teolgica del
Antiguo y del Nuevo Testamento. El rey David se encuentra
en el apogeo de su vida y, por medio de un orculo dirigido
al profeta Natn, recibe de Dios una promesa sorprendente.
Leamos con atencin y respeto, fijndonos en todos los de-
talles.
Antes de escuchar la Palabra, dejamos unos momen-
tos de silencio.
Un miembro del grupo proclama 2 Sm 7,1-17.
Guardamos unos momentos de silencio. Cada uno lee
de nuevo el pasaje, consul ta l as notas de la Biblia y recuer-
da el contenido de la reunin anterior.
Respondemos juntos a estas preguntas para entender
mejor el texto:
- Cul era el proyecto de David respecto a Dios? Qu
motivos tena para llevarlo a cabo?
- Por qu rechaza Dios la propuesta de David?
- Cul es el proyecto de Dios respecto a David? Qu le
promete? Cules son sus motivos?
- Qu imagen de Dios se pone de manifiesto en este
orculo?
Volvemos sobre nuestra vida
Los cristianos confesamos que la promesa de Dios a Da-
vid al canza su plenitud en Jess. Pero se cumple de una
manera paradjica, porque Jess no fue rey y afirm que su
poder no era de este mundo; es ms, rompi con l as expec-
tativas mesinicas triunfalistas que tuvieron sus seguidores
y se manifest como un mesas-siervo. Todo esto nos lleva a
preguntarnos:
170
- Podemos entender hoy, como cristianos, las relaciones
entre un determinado rgimen poltico y Dios como se entien-
den en el texto que acabamos de leer? Por qu?
- Segn tu opinin, debe existir alguna relacin entre vi-
da de fe y compromiso poltico? De qu manera?
- A qu te compromete a ti, cristiano del siglo XXI, este
pasaje?
Oramos
Expresamos en forma de oracin lo que hemos ledo y
meditado juntos. Para expresar nuestra accin de gracias,
nuestra peticin de perdn o nuestra al abanza, procuramos
inspirarnos directamente en l as mismas pal abras de la Es-
critura.
Leemos de nuevo el texto: 2 Sm 7,1-17.
Durante unos momentos, oramos en silencio.
Compartimos nuestra oracin personal expresndonos
en voz alta.
Podemos acabar recitando el salmo 99 (98): "El Seor
es rey". Es un himno que canta la realeza de Dios e invita a
todos los puebl os a glorificarle.
171
IV
QU E AC TI TU DE S DE BE MOS TE N E R
P ARA P E RC IBIR L A L L AMADA
DE L DI OS L I BE RADOR?
E SDRAS Y N E H E MAS
L a plegaria humilde y comprometida
El encuentro personal con Dios acontece cuando cum-
plimos sus Mandamientos y permanecemos fieles a su
Alianza. David se mantuvo flel a la Alianza divina y el Seor
estuvo con l. Cuando los israel itas cumplieron los Manda-
mientos, experimentaron la presencia del Seor en medio del
puebl o. Los proyectos divinos en favor del hombre son muy
buenos, pero a menudo la respuesta humana resul ta medio-
cre. Los proyectos de Dios exigen la respuesta del hombre,
pero precisan, sobre todo, la fuerza del Seor para llevarlos
a trmino. La fuerza de Dios al canza nuestra vida de mu-
chas maneras, tantas como el Espritu quiere y desea. Pero
el AT presenta dos situaciones especiales para recibir la
fuerza divina: la oracin humil de y comprometida, y la capa-
cidad de escuchar el consejo de los sabios.
El comentario a l a pl egaria de Esdras (Esd 9,5-15;
Neh 8,1-12) permitir discernir l as notas de la oracin hu-
milde y comprometida, mientras que los consejos de Tobit a
su hijo Tobas mostrarn la profundidad de la enseanza sa-
piencial (Tob 4,1-20).
175
1. Importancia de los libros de E sdras y
N ehemas entre los L ibros H istricos
El rey Ciro el Grande conquist Babilonia en el ao 538
a.C. dando inicio al Imperio persa. Ciro public un edicto
concediendo a los judos deportados por Nabucodonosor la
libertad de volver a su patria (2 Cr 36,22-23; Esd 1,1-4). Sin
embargo, un contingente notabl e de judos decidi permane-
cer en Babilonia, donde formaron una colonia importante.
Otros grupos judos decidieron volver a Jerusal n. Se con-
centraron en caravanas y, dirigidos por lderes carismticos
como Sesbasar, Josu y Zorobabel, regresaron a Jerusal n.
Los judos volvan a su patria con enorme entusiasmo.
Pero, segn narra la Biblia, al llegar a la ciudad santa caye-
ron en el desnimo. El templo de Jerusal n erigido por Salo-
mn (1 Re 6-8), y remozado por Josas (2 Re 22,4-7), estaba
en ruinas. Las tierras de cultivo situadas cerca de Jerusal n
haban sido repartidas tras la toma de la ciudad por Nabu-
codonosor (2 Re 25,12). Por eso, quienes volvieron del exilio
carecan de tierras y echaban en falta la magnificencia del
templo de Jerusal n como signo de la presencia divina en
medio de su pueblo.
Los judos no se amil anaron ante las dificultades. Re-
construyeron el al tar de los hol ocaustos para ofrecer sacrifi-
cios al Seor y comenzaron la reconstruccin del templo
(Esd 3,1-13). Pero, ante la oposicin de los enemigos de
Jud, slo pudieron l evantar los cimientos del futuro templo
(Esd 4,1-5). Gracias al tesn constructivo de Zorobabel y
Josu, y a la predicacin de Ageo y Zacaras, consiguieron
erigir de nuevo el templo (Esd 5,1-5), y lo dedicaron solem-
nemente al Seor (Esd 6,14-18). Era el ao 515 a.C.
La comunidad juda, l entamente, fue asentndose en su
tierra, pero los probl emas continuaron. Los judos padecie-
ron la penuria y la injusticia social (Neh 5,1-3). Cuando in-
tentaron proteger Jerusal n mediante una muralla, sufrieron
la oposicin de los rabes, los amonitas, los habitantes de
Asdod y l as amenazas de Sambal at, gobernador de Samara
(Neh 4,1-5). Ante tantas dificultades, los emperadores persas
enviaron a Jerusal n dos judos eminentes para dirigir al
pueblo hebreo: Esdras y Nehemas. Las sucesivas misiones
176
de Esdras y Nehemas tuvieron lugar entre los aos 445-398
a.C. Apaciguaron el pas y fortalecieron la comunidad juda.
La comunidad juda fue engrandecindose con el paso
del tiempo. Durante el reinado de Artajerjes III de Persia
(359-338 a.C), Judea se constituy en un Estado gobernado
por el sumo sacerdote del templo y administrado por los
sacerdotes, pero sometido a la autoridad persa. Judea abar-
caba, aproximadamente, l as dimensiones geogrficas del an-
tiguo reino de Jud. Dispona de un notabl e grado de auto-
noma y segua formando parte del Imperio persa.
Persia se degradaba paul atinamente: l as intrigas inter-
nas resquebrajaron la solidez del imperio. Mientras tanto,
Alejando Magno (336-323 a.C), natural de Macedonia, en
Grecia, y educado por Aristteles, inici la conquista del Pr-
ximo Oriente. Venci a los persas en la batal l a de Arbelas
(331 a.C.) y puso fin a su imperio. Alejandro inici otra etapa
histrica denominada perodo helenstico.
Los historiadores fechan el inicio del perodo helenstico
en el ao 333 a. C, aunque, respecto de Judea, divergen al
determinar su final. La mayora se inclina por situar el ocaso
del perodo helenstico en el momento de la conquista roma-
na de Jerusal n, llevada a trmino por el general Pompeyo
en el ao 63 a.C.
Hacia finales del perodo persa o comienzos del hel ens-
tico, los judos disponan de cierta autonoma interna y deci-
dieron redactar una sntesis de su historia. La narracin
abarcaba desde la creacin de Adn hasta la restauracin
realizada por Esdras y Nehemas. La composicin se deno-
mina Historia Cronista y comprende varios libros: I-II Crni-
cas, Esdras y Nehemas. El nombre, Historia Cronista, pro-
viene de san Jernimo (siglo IV d.C), quien denomin a
estos libros Crnica de toda la historia divina.
Los autores de l a Historia Cronista utilizaron otros li-
bros para componer su narracin. El Pentateuco, la Historia
Deuteronomista y numerosos textos provenientes de archi-
vos palaciegos: el edicto de repatriacin (Esd 1,2-4; 6,3-5); la
l ista de los repatriados (Esd 2; Neh 7); correspondencia di-
plomtica (Esd 4,6-6,18), etc. Y dos obras extrabblicas, es
decir, dos vol menes que no fueron incluidos entre los libros
del AT: Las memorias de Nehemas, redactado hacia el ao
177
410 a. C, y Las memorias de Esdras, que vio la luz sobre el
ao 360 a.C.
Los autores de la Historia Cronista no se limitaron a
resumir libros anteriores. Realizaron una composicin cohe-
rente con una doble finalidad: por una parte, desearon pre-
sentar al puebl o hebreo una visin positiva de su historia,
destacando la intervencin de Dios en los avatares de la vida
de Israel, y, por otra, intentaron mostrar ante los puebl os
extranjeros, persas y griegos, la historia juda de manera
atractiva, cl ara y pedaggica.
La Historia Cronista presenta diferencias con el Penta-
teuco y la Historia Deuteronomista. Sintetiza la historia
desde Adn hast a la muerte de Sal en l istas genealgicas
(1 Cr 1-9). Trata con detenimiento la etapa monrquica, pero
slo al ude ampl iamente a los reyes de Jud. Se detiene en
comentar la tarea de Esdras y Nehemas, pero pasa por alto
los aos del exilio babilnico. David aparece como la figura
central de la historia israelita. Enfatiza la unidad del pueblo y
destaca la centralidad de Jerusal n y, sobre todo, del templo.
Los autores cronistas leyeron la historia desde la pers-
pectiva creyente y mostraron al puebl o el buen gobierno de
los sacerdotes. No le falta a la Historia Cronista la proyec-
cin mesinica de los acontecimientos, es decir, la anhel ante
espera de la llegada del Mesas.
2. L ectura del texto: E sd 9,5-15; N eh 8,1-12
Leeremos ntegramente Esd 9,5-15 y nos l imitaremos a
la l ectura de al gunos versos de Neh 8,1-12. Ambos textos
tienen como personaje principal a Esdras y contempl an su
plegaria desde dos perspectivas: la humil dad y el compro-
miso.
5
A la hora del sacrificio vespertino sal de mi postracin
y, con el vestido y el manto rasgados, ca de rodillas y extend
mis manos hacia el Seor, mi Dios, suplicando:
6
Dios mo, estoy confundido y avergonzado. No me atre-
vo a levantar mi rostro hacia ti, Dios mo, porque nuestras ini-
quidades han sobrepasado nuestra cabeza y nuestros delitos
llegan hasta el cielo.
178
7
Desde los tiempos de nuestros antepasados hasta
hoy hemos sido culpables. Por nuestros crmenes hemos si-
do entregados nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes
a reyes extranjeros, a la espada, a la esclavitud, al saqueo y
al oprobio, como sucede hoy.
8
Mas he aqu que de pronto el Seor, nuestro Dios, nos
ha mostrado su misericordia dejndonos un resto y dndonos
un refugio estable en su lugar santo. As, nuestro Dios ha ilu-
minado nuestros ojos y ha aliviado nuestra esclavitud.
9
Por-
que ramos esclavos, pero nuestro Dios no nos ha desampa-
rado en medio de la esclavitud, sino que ha hecho que nos
granjeramos el favor de los reyes de Persia y nos ha dado
un respiro para reconstruir el templo de nuestro Dios y para
poner en pie sus ruinas, proporcionndonos un refugio seguro
en Jud y Jerusaln.
10
Pero ahora, Dios nuestro, qu pode-
mos decir despus de todo esto? Porque hemos desobedecido
los Mandamientos
11
que nos impusiste por medio de tus sier-
vos los profetas. Ellos nos decan: "La tierra en la que vais a
entrar es una tierra inmunda por las abominaciones de sus
gentes, que la han contaminado de un extremo a otro con su
impureza.
12
Por tanto, no casis a vuestras hijas con sus hi-
jos, ni a vuestros hijos con sus hijas; no hagis Alianza con
ellos ni busquis su favor. De esta manera, vosotros seris
fuertes y podris gozar de los bienes de este pas y transmitir-
los en herencia perpetua a vuestros hijos".
13
Y despus de
cuanto nos ha sucedido por nuestras maldades y grandes
culpas -y eso que t, oh Dios nuestro, nos has imputado
menos culpa de la contrada y nos has dejado este resto que
somos-,
14
volveremos a desobedecer tus Mandamientos
casndonos con estas gentes abominables? No te irritaras
contra nosotros hasta aniquilarnos, sin excluir a este pequeo
resto?
15
Oh Seor, Dios de Israel!, t eres justo, como lo
demuestra el resto que hoy sigue con vida.
1
Todo el pueblo se congreg como un solo hombre en la
plaza de la Puerta de las Aguas y pidi a Esdras, el escriba,
que trajera el libro de la ley de Moiss que el Seor haba en-
tregado a Israel [...].
5
Esdras abri el libro a la vista de todo
el pueblo, pues estaba ms alto que todos, y, al abrirlo, todo el
pueblo se puso en pie.
6
Esdras bendijo al Seor, el gran Dios,
y todo el pueblo, alzando las manos, respondi: Amn, amn
[...].
8
Lean el libro de la ley de Dios clara y distintamente,
179
explicando el sentido para que pudieran entender lo que se
lea [...].
12
Y todo el pueblo se fue a comer y a beber. Repartie-
ron porciones y celebraron una gran fiesta, pues haban com-
prendido las palabras que les haban enseado.
3. E lementos del texto
Hemos elegido dos momentos para recoger las caracters-
ticas de la plegaria de Esdras. El primer fragmento describe la
plegaria humil de donde Esdras reconoce ante el Seor la
idolatra de Israel (Esd 9,5-15). El segundo episodio rel ata
cmo Esdras procl ama la ley de Dios y cmo compromete al
puebl o a comportarse de manera acorde con los Mandamien-
tos (Neh 8,1-12). La humildad y el compromiso que conlleva
la plegaria aparecen unidos. Pero, adoptando una perspectiva
pedaggica, insistiremos en la humil dad al tratar la primera
parte de la oracin de Esdras (Esd 9,5-15) y nos centraremos
en el compromiso al tratar la segunda parte (Neh 8,1-12).
a) La humildad: fundamento de la oracin autntica
* El escenario de la plegaria de Esdras
Los jefes comunican a Esdras la cada del pueblo en el
pecado de la idolatra: "El pueblo de Israel, los sacerdotes y
los levitas no se han separado de la poblacin del pas -cana-
neos, hititas, pereceos, jebuseos, amonitas, moabitas, egip-
cios, amorreos- y han cado en sus abominaciones" (Esd 9,1).
La locucin "han cado en sus abominaciones" es otra forma
de expresar cmo los israelitas han cado en la idolatra. Han
abandonado al Seor que les liber de la esclavitud de Egip-
to, para entregar su vida a otros dioses. El texto resal ta la
testarudez de los israelitas enumerando ocho puebl os ante
cuyos dioses se han inclinado. Y destaca, adems, cmo
sacerdotes y levitas, dirigentes del pueblo, tambin se han
precipitado en la idolatra. Esdras se siente desolado ante la
impiedad del pueblo vuelto del exilio (Esd 9,3-4).
Esdras no se derrumba ante la infidelidad de los israeli-
tas. Hace algo mejor: acude al consuelo de la plegaria. La
oracin es el momento privilegiado en el que contempl amos
la realidad desde la perspectiva de Dios. Y, al contempl ar la
180
vida con los ojos del Seor, nuestra al ma entrev la luz de la
esperanza.
El primer paso de la plegaria es el silencio interior. Es-
dras, antes de comenzar su oracin, se sienta desolado, pero
no habl a (Esd 9,4). El silencio no equivale al vaco; el silencio
permite percibir con claridad la situacin personal y social
que nos envuelve. Esdras comienza su oracin en silencio
para percibir la realidad tal como es y para detectar su pro-
pio penar ante los desmanes de su puebl o. Ese realismo an-
te la vida se l l ama humil dad.
A menudo tenemos un concepto errneo de la humil -
dad. Creemos que consiste en tenernos en poco y a veces en
nada, pero eso no es cierto. La persona humil de percibe la
realidad tal como es y se conoce a s misma tal como es. Ser
humil de consiste en ser real ista ante la vida. La humil dad
implica captar nuestras potencial idades para desarrol l arl as,
y aprender a atemperar nuestras carencias. Un camino vli-
do para adquirir humil dad es el silencio interior y la escucha
constante de nuestro prjimo, pues slo as captamos la
situacin real de nuestra vida.
Esdras no dice nada, pero escucha las pal abras de los
jefes del puebl o (Esd 9,1-4). Despus, mediante gestos ex-
ternos, manifiesta el dolor producido por l a perfidia de los
israel itas. Se rapa los cabellos y la barba (Esd 9,3) y rasga el
vestido y el manto (Esd 9,5). Ambos signos testimonian exter-
namente el dolor de Esdras. El silencio interior no acaba en la
desesperanza; el silencio es la puerta por la que Dios penetra
en nuestro corazn. Desde la humil dad nacida del silencio y
de la escucha de los jefes del pueblo, Esdras invoca al Seor.
* La invocacin de Esdras
Esdras cae de rodillas, extiende las manos y suplica al
Seor. El gesto de arrodillarse manifiesta externamente la
adoracin de Dios. Extender l as manos en forma de spl ica
muestra la confianza firme en el Seor. Esdras no se dirige a
la divinidad nombrndol a simplemente Dios, o el Seor, ni
siquiera l l amndol a nuestro Dios o nuestro Seor; utiliza un
expresin profunda: "Mi Dios [...], Dios mo" (Esd 9,5.6). Am-
b as expresiones reflejan la amistad personal entre Esdras y
el Seor. Esdras vive un momento difcil y, desde la humil -
181
dad, se agarra al nico que nunca falla: Dios. El Seor est
siempre a nuestro lado, pero la experiencia de la amistad
personal con Dios es el fruto maduro de la plegaria.
Ante Dios, el amigo, Esdras presenta la situacin del
puebl o. Muestra con realismo y con humil dad la magnitud
del pecado del pueblo: "Nuestras iniquidades llegan hasta el
cielo. Desde los tiempos de nuestros antepasados hast a hoy
hemos sido culpables" (Esd 9,7). Reconoce con el mismo
grado de humil dad l as consecuencias del pecado: "Por
nuestros crmenes hemos sido entregados [...] al oprobio"
(Esd 9,7).
Esdras, al referirse a la mal dad del puebl o, no dice "sus
iniquidades" o "sus crmenes", sino "nuestras iniquidades" y
"nuestros crmenes". Esdras no ha cometido ninguna falta,
pero, sintindose solidario con el puebl o, utiliza la voz "no-
sotros". Esdras siente en su carne el sufrimiento de su pue-
blo. La humil dad no se aprende slo en el silencio y en la
escucha de la pal abra del hermano; se aprende acogiendo
como nuestra la desgracia del prjimo y enjugando sus l-
grimas.
Esdras no cul pa a Dios de la desgracia de Israel, sino
que asume la responsabil idad del puebl o: "Por nuestros cr-
menes hemos sido entregados" (Esd 9,7). Recorre la historia
de Israel para destacar el pecado del puebl o. El pecado de
Israel comienza al inicio de la historia, con los mismos ante-
pasados del pueblo, y prosigue con el mal gobierno de los
reyes y el mal ejemplo de los sacerdotes. Pero Esdras no se
detiene a enumerar los desmanes pasados; se fija tambin
en la situacin presente: "Por nuestros crmenes hemos sido
entregados [...] como sucede hoy" (Esd 9,7).
El tiempo de Esdras era un tiempo duro. Gran parte
de los israelitas asentados en su patria abandonaron al Dios
l iberador para entregarse a los dolos cananeos, hititas,
etc. (Esd 9,1). Para muchos de los israel itas vuel tos del
exilio era difcil sobrevivir en Judea. La presin de la opi-
nin pbl ica (cf. Esd 4,1) y l as denuncias ante la autoridad
(Esd 4,6-16; 5,6-17), llevaban a muchos a abandonar su fe
para adherirse a la idolatra, contemporizando, de ese mo-
do, con los cananeos del pas. Con cunta rapidez el cre-
yente acomodado hoy a los dolos del mundo abandona al
Dios liberador!
182
* La plegaria de Esdras atisba la esperanza
La plegaria nunca deja al ser humano en la desazn del
vaco. La oracin ilumina el alma. Muchas veces pensamos
que la plegaria consiste slo en pedir cosas al Seor. El n-
cleo de la plegaria consiste en darnos cuenta de todo lo que
Dios hace por nosotros. Por eso Esdras, en su oracin, enu-
mera las maravillas realizadas por Dios en favor de su pueblo.
Esdras destaca cmo el Seor ha mostrado al puebl o su
misericordia (Esd 9,8). La pal abra castel l ana "misericordia"
procede de l a adicin de dos trminos l atinos: miser, que
significa "pobre", y corda, que significa "corazn". La perso-
na misericordiosa es aquella que se entrega a s misma para
cal mar la pobreza del corazn de su hermano. Dios se ha
entregado a s mismo para paliar el abatimiento de su pue-
blo. La oracin de Esdras destaca cmo Dios ha obrado mi-
sericordiosamente con su pueblo: "dejndonos un resto y
dndonos un refugio estable" (Esd 9,8).
Los israel itas vueltos del destierro que permanecen j un-
to a Esdras constituyen el "resto" de Israel. Es importante
entender el significado de la pal abra "resto", pues, a menudo,
la confundimos con la voz "residuo". Para apreciar la dife-
rencia pongamos un ejemplo. Imaginmonos ante una gran
cosecha de al mendras y que, de improviso, un fuego se ceba
contra ellas y l as consume. Con esfuerzo conseguimos salvar
un puado de al mendras de la quema. Ese puado es un
"resto", porque sembrando las al mendras crecern almendros
y, a la larga, gozaremos de sus frutos. Ahora situmonos ante
una caja de al mendras de mazapn. Somos golosos y l as de-
voramos casi todas. Quedan slo unas cuentas en la caja.
Esos pocos dul ces constituyen un "residuo" de al mendras de
mazapn, porque ni sembrndol as ni amasndol as de nuevo
crecern al mendros que puedan dar frutos.
Un residuo carece de futuro: se deshace con el tiempo,
como l as al mendras de mazapn olvidadas en la bombonera.
En cambio, en un resto permanece siempre la esperanza del
renacimiento, pues del resto puede rebrotar la realidad que
pareca extinguida.
La misericordia divina ha otorgado al resto un refugio
establ e. Dios les ha permitido "reconstruir el templo", el re-
fugio seguro "en Jud y Jerusal n" (Esd 9,10). El refugio de
183
la comunidad de Esdras es el Seor, simbolizado en la pre-
sencia del templo. No puede haber mejor valedor. Por eso
Esdras contina enumerando los prodigios realizados por
Dios. El Seor no ha desamparado a Israel; ha devuelto el
nimo al pueblo, les ha granjeado el favor de los reyes de
Persia y les ha liberado de la esclavitud (Esd 9,9).
Cuando acudimos a la iglesia y nos encontramos con la
comunidad, como los judos en el templo, recibimos la fuer-
za de Dios para vivir la fe en medio del mundo y percibimos
todas l as cosas que el Seor obra en nuestra vida.
* Esdras explica los motivos religiosos de la desgracia
del pueblo
La esperanza del creyente no es una ilusin adolescen-
te. Esdras, en silencio ante Dios, ha reconocido el pecado de
los israelitas. Luego, en presencia del Seor, ha percibido l as
maravillas realizadas por Dios en favor de Israel. Pero la lec-
tura esperanzada de la vida implica el coraje de preguntarse
la razn de la cada humana. Si no sabemos por qu aban-
donamos al Seor, difcilmente podremos volver a su regazo.
Esdras muestra cmo el rechazo de los Mandamientos pro-
voc la cada del pueblo en la idolatra. Esdras se remite a
las pal abras de Moiss (Esd 9,11-12; cf. Dt 7,1-4), prototipo
de los profetas.
Moiss advirti a los israel itas liberados de la esclavitud
de Egipto contra la idolatra imperante en Canan. Dijo
Moiss al pueblo: "Cuando el Seor, tu Dios, te haya intro-
ducido en la tierra donde vas a entrar para tomarl a en pose-
sin y haya exterminado del ante de ti puebl os numerosos:
hititas, guergueseos, amorreos, cananeos, pereceos, jeveos y
jebuseos, siete puebl os ms poderosos y fuertes que t;
cuando el Seor, tu Dios, te los haya entregado [...]. No ha-
rs alianzas ni tendrs miramientos con ellos. No contraers
parentesco con ellos: no dars tu hija a su hijo, ni casars a
t u hijo con su hija, porque ellos los apartaran de m para
que den culto a otros dioses" (Dt 7,1-4).
Las pal abras dirigidas por Moiss al puebl o pueden sin-
tetizarse en tres puntos.
I
o
. Moiss prohibe al pueblo mezclarse con los habitan-
tes de Canan. La motivacin ofrecida por Moiss no radica
184
en el racismo, sino en una cuestin religiosa. Los habitantes
de Canan adoraban a sus propios dioses. Segn la mentali-
dad antigua, cuando un pueblo se mezclaba con otro tam-
bin adoptaba sus divinidades. El Dios de Israel liber a su
puebl o de la esclavitud de Egipto. Si los liberados se mez-
cl an con los cananeos, debern adoptar sus dioses. De ese
modo, el Dios liberador de Israel podra convertirse en una
divinidad ms entre l as muchas adoradas por el puebl o.
Moiss desea mantener en l a memoria del puebl o que slo el
Seor libera, y l as dems divinidades son dolos intil es,
porque son incapaces de propiciar la liberacin.
2
o
. Moiss ordena evitar l as al ianzas con los dems
puebl os de Canan. La argumentacin de Moiss es tambin
religiosa. La Alianza del puebl o l iberado de l a escl avitud de
Egipto estriba en el pacto trabado con Dios en el monte Sina
y reafirmado por Moiss en l as estepas de Moab antes de
penetrar en l a tierra prometida (x 19-20; Dt 4,44-11,32).
El ncl eo del pacto consiste en l a observancia por parte
del pueblo de los Mandamientos del Declogo (x 20,1-17;
Dt 5,7-21).
Establ ecer al ianzas con los puebl os de Canan implica-
ba adoptar sus cdigos de conducta y variar, con eso, al gn
Mandamiento. El precepto ms importante que habra que
cambiar sera el primero: "No tendrs otros dioses fuera de
m" (x 20,3; Dt 5,7). El Dios liberador dejara de ser el Se-
or de Israel y compartira su potestad con otras divinida-
des. As, la natural eza liberadora de Dios quedara diluida
en el mar de l as incontabl es divinidades.
3
o
. Moiss deniega la posibilidad a los liberados de
Egipto de contraer matrimonio con los cananeos. El precepto
reposa en motivos religiosos y es la consecuencia de la
prohibicin de establecer al ianzas con los cananeos. A tenor
de la mental idad antigua, cuando un rey estableca una
alianza con otro, el pacto se ratificaba mediante el matrimo-
nio del rey con una princesa del pas aliado. Tenemos un
ejemplo en la conducta de Salomn. El faran conquist la
ciudad cananea de Guzer y la entreg como dote a su hija,
esposa de Salomn (1 Re 9,16). Las b uenas relaciones entre
Salomn y el faran se ratificaron mediante el matrimonio
de Salomn con la princesa egipcia.
185
Esdras constata cmo el pueblo ha incumplido los pre-
ceptos promul gados por Moiss. Cuando los israel itas toma-
ron posesin de la tierra prometida, olvidaron la advertencia
de Moiss (Esd 9,10-11). El mismo Salomn, rey de J ud e
Israel, dio cul to a Astart, diosa de los sidonios, y a Moloc,
el dolo de los amonitas; erigi un al tar a Cams, dolo de
Moab, y otro a Moloc, dolo de Anin (1 Re 11,4-7). Jero-
bon I, rey de Israel, construy dos becerros de oro, coloc
el primero en la ciudad de Dan, ubicada al norte del pas, y
situ el segundo en Betel, junto a la frontera del sur.
La idol atra no se circunscribi a los reyes, sino que
al canz tambin al puebl o. Moiss enumer siete puebl os
con quienes los l iberados de Egipto no deban mezcl arse
(Dt 7,1-4). Pero los jefes del puebl o comunican a Esdras que
los israel itas se han mezclado con ocho puebl os, uno ms
que los prohibidos por Moiss, y, por si fuera poco, los sacer-
dotes dirigentes del pueblo se han mezclado con la gente del
pas (Esd 9,1-2). En definitiva, la corrupcin religiosa del
tiempo de Esdras es ms grave que l a prevista por Moiss.
No nos fijemos slo en la vida del puebl o hebreo; obser-
vemos tambin nuestra existencia. El Dios liberador es el
centro de nuestra vida o es una divinidad ms? Olvidamos
al Dios liberador para trabar al ianzas, para "casarnos" con
los dioses de nuestra sociedad: el poder a cual quier precio,
el poseer desenfrenado, la insinceridad? La advertencia de
Moiss y Esdras tambin se refiere a nosotros durante el
"hoy" de nuestra vida.
* La humildad abre la puerta a la actuacin de Dios en
nuestra vida
Esdras no oculta al Seor el pecado del puebl o. Recono-
ce que los judos se han mezclado con los cananeos y han
trabado alianza con ellos, olvidando la gesta liberadora de
Dios y el pacto del Seor con su pueblo (Esd 9,11-12). Es-
dras reconoce el mal comportamiento del pueblo, pero en
ese reconocimiento pal pita la humil dad. La humil dad radica
en reconocer la verdad ante Dios, ante al prjimo y ante uno
mismo. La humil dad es la verdad.
La humil dad permite al Seor entrar en nuestra al ma.
Esdras, desde la humil dad, percibe la bondad de Dios y le
186
dice: "Nos has imputado menos cul pa de la contrada y nos
has dejado este resto que somos" (Esd 9,13).
Atenindonos a la advertencia de Dios a Salomn, el Se-
or debera haber aniquilado a su puebl o. Pues Dios dijo a
Salomn: "Si caminas en mi presencia [...] cumpliendo todo
lo que te he mandado y observando mis leyes y Mandamien-
tos, consolidar para siempre tu trono real sobre Israel, como
promet a tu padre, David [...]. Pero si vosotros y vuestros hi-
jos me abandonis, y en l ugar de cumplir mis leyes y Man-
damientos dais culto a otros dioses, borrar a Israel de la
tierra que les he dado y rechazar este templo" (1 Re 9,4-8).
La bondad de Dios es ms fuerte que el pecado huma-
no. El Seor no ha aniquilado a su pueblo, sino que, como
repite Esdras tres veces, el Seor ha guardado un resto fiel
(Esd 9,13.14.15). Este resto permanece vivo y posibilitar la
regeneracin del pueblo devastado por la idolatra. Esdras,
agradecido, reconoce que el Seor ha sido justo al permitir
la supervivencia de un resto (Esd 9,15). Qu significa, en
labios de Esdras, reconocer la justicia de Dios?
La nocin de justicia aplicada a la relacin entre Dios e
Israel tiene una connotacin especial en el seno de la Biblia.
El Seor exigi a los israel itas la vivencia de los Mandamien-
tos. El pueblo desobedeci precipitndose por el senda de la
idolatra. La sentencia de Dios, percibida desde la ptica hu-
mana, deba consistir en aniquilar al pueblo, tal como advir-
ti a Salomn (1 Re 9,1-8).
Sin embargo, el Seor conserva un resto para regenerar
a su pueblo. La justicia de Dios es distinta de la humana. El
Seor es justo porque ofrece al pueblo traidor la posibilidad
de reintegrase en el proyecto divino. Cuando nos apartamos
de Dios, el Seor nos ofrece su justicia. Valindose de l as si-
tuaciones de la vida, siempre nos regala otra posibilidad de
volver a su camino. sa es la justicia del Seor: la posibili-
dad que ofrece a quienes pecan de reinsertar su vida en el
proyecto de Dios. Esa actitud tuvo el Seor con Esdras y esa
misma actitud tiene con nosotros.
b) El compromiso liberador: finalidad de la oracin autntica
El resto del pueblo fiel comenzaba a ver los frutos de su
lealtad al Seor. Haban restaurado el templo (Esd 6,14-18),
187
implorado el perdn del Dios (Esd 9,1-15) y cul minado la
reconstruccin de la mural l a de Jerusal n (Neh 6,15-19). Pero
faltaba lo ms importante: la renovacin de la Alianza y la
adhesin definitiva a la ley de Dios (Neh 8.1-12).
Esdras, sacerdote y escriba (Neh 8,1.2.9), procl amar
la ley y ratificar la Alianza de Dios con su puebl o. Mien-
tras Nehemas, el gobernador (Neh 9,1), ordenar cel ebrar
sol emnemente la renovacin de la Alianza y el acatamiento
de la ley.
* La proclamacin de la ley de Dios por parte de Esdras
En el apartado anterior comentbamos un aspecto de la
plegaria de Esdras. El sacerdote-escriba rel ataba al Seor el
pecado del pueblo, impl oraba el perdn y renovaba la con-
fianza en Dios. Ese aspecto de la plegaria consiste en habl ar
con el Seor para contarle humil demente los avatares de
nuestra vida. Otro sembl ante de la plegaria estriba en escu-
char la revelacin de Dios. La manifestacin divina es am-
plia, pero la revelacin privilegiada de Dios a su puebl o late
en la Sagrada Escritura. Por eso, cuando leemos la Biblia
oramos porque conocemos lo que Dios dice, y cuando habl a-
mos con Dios acerca de nuestra vida oramos, pues conta-
mos al Seor lo que nos sucede.
La comunidad hebrea se rene sol emnemente. El texto
bblico enfatiza la solemnidad remarcando dos datos. Por
una parte, se congrega toda el pueblo: hombres, mujeres y
cuantos tenan uso de razn (Neh 8,2); por otra, la asambl ea
se agrupa junto a la Puerta de l as Aguas, un lugar impor-
tante de Jerusal n (Neh 8,1).
Ante la comunidad reunida, Esdras lee el libro de la ley
de Moiss desde la maana hasta el medioda. El texto su-
braya la majestuosidad de la l ectura. Esdras estaba de pie
sobre un estrado de madera levantado al efecto. Abri el li-
bro a la vista de todo el pueblo. Situ a su derecha y a su iz-
quierda dos grupos de judos destacados, y la comunidad se
puso en pie para escuchar la ley de Moiss (cf. Neh 8,1-5).
En qu consiste el libro de la ley de Moiss? Los estu-
diosos no se ponen de acuerdo en el contenido preciso.
Unos reconocen en el libro de la ley de Moiss la total idad
del Pentateuco, y otros, slo al gunos cdigos importantes.
188
Pero ambos grupos afirman la presencia del Declogo en el
conjunto del libro de la ley de Moiss procl amado por Esdras
(cf. x 20,1-17; Dt 5,6-22). El pueblo escucha el libro de la
ley de Moiss y, al escuchar la Pal abra de Dios, ora porque
oye la vol untad del Seor.
Concluida la l ectura, Esdras bendice al Seor. Pero
puede el hombre bendecir al Seor? S, aunque conviene
acl arar el significado del trmino "bendecir". La pal abra
"bendecir" proviene del l atn y significa etimolgicamente
"decir bien de alguien", o sea, "hablar bien de alguien".
Cuando Esdras bendice al Seor en presencia del pueblo,
al aba al Seor rel atando las maravillas real izadas por Dios
en favor de Israel.
La comunidad ha escuchado la l ectura del libro de l a
ley de Moiss y ha odo cmo Esdras bendeca al Seor. En-
tonces, de manera objetiva, el pueblo se adhiere al Seor y
se compromete a cumplir su ley. La plegaria del pueblo ha
dado l ugar al compromiso de la comunidad. La finalidad de
la plegaria estriba en llegar a ser amigos de Dios y en com-
prometernos en su proyecto liberador.
El compromiso del pueblo se manifiesta desde una do-
ble perspectiva. En un primer momento la comunidad alza
l as manos (Neh 8,6). Alzando l as manos hacia el Seor, el
pueblo deposita su confianza en Dios. Las manos al zadas
imploran la ayuda de Dios, como si el Seor depositara en
nuestras manos su gracia para ayudarnos a llevar a cabo su
proyecto salvador.
El segundo gesto del puebl o consiste en su respuesta
tras escuchar la proclamacin del libro de la ley de Moiss.
La comunidad exclama: "Amn, amn" (Neh 8,6). El trmino
"amn" no significa simplemente "as sea", como si indicara
la expresin de un deseo. La raz hebrea amn significa
"mantenerse firme" o "sentirse seguro". En un contexto reli-
gioso puede traducirse poticamente como "sentirse seguro
en l as manos de Dios". Veamos un ejemplo.
En el siglo VIII a. C, los habitantes de Jerusal n atrave-
saban una poca crtica. Dudaban de la fidelidad de Dios y
buscaban la ayuda intil de los dolos. Entonces el profeta
Isaas dijo a los habitantes de Jerusal n: "Si no creis, no
subsistiris" (Is 7,9). Las pal abras castel l anas "creis" y "sub-
189
sistiris" constituyen la traduccin de la voz hebrea "amn"
en su forma verbal. En definitiva, el profeta dice al pueblo:
"Si no os mantenis seguros en l as manos de Dios, nada po-
dr daros seguridad". El trmino "amn" explcita cmo el
pueblo deposita su confianza en Dios y se compromete, a la
vez, a cumplir la voluntad divina.
La asambl ea de Jerusal n ha escuchado por boca de Es-
dras la proclamacin del libro de la ley de Moiss. La comu-
nidad, al responder "amn, amn", manifiesta la decisin de
fiarse plenamente de Dios y la obligacin de cumplir la ley di-
vina. El pueblo rubrica su compromiso postrndose rostro en
tierra para adorar al Seor (Neh 8,6). Los gestos consistentes
en adorar y postrarse implican el reconocimiento de la pre-
sencia divina. La comunidad reunida reconoce en el libro de
la ley de Moiss la voz de Dios que le habl a, y la asambl ea se
adhiere a Dios y se compromete con su proyecto.
* La aportacin de Nehemas
Un grupo de judos distinguidos, j unt o con los levitas,
continuaron leyendo el libro de la ley de Dios al pueblo y ex-
plicaban el sentido del texto (Neh 8,6-8). Mientras, Nehemas,
Esdras y los levitas que instruan al puebl o dijeron a toda la
asambl ea: "Este da est consagrado al Seor, nuestro Dios:
no estis tristes ni lloris" (Neh 8,9).
Tal vez el pueblo estaba triste y lloraba porque al escu-
char la ley haba descubierto la gran cantidad de preceptos
que haba incumplido. Sin embargo, Nehemas, el gobernador,
no les recrimina nada; les dice: "Id a casa y comed manjares
apetitosos, bebed licores dulces" (Neh 8,10). Cuando la voz de
Dios cala en el alma, no es para recriminarnos el mal cometi-
do, sino para desvelarnos el bien que an podemos realizar.
Como aade Nehemas, "el Seor se alegra al veros fuertes"
(Neh 8,10). La alegra y la fortaleza radican en sentirnos segu-
ros en las manos de Dios y en la decisin firme de cumplir
sus mandatos. La vida cristiana se vive hacia adelante, pues
el perdn divino elimina el lastre de nuestras faltas.
Nehemas agrega un mandato a los israelitas reconcilia-
dos con Dios: "Mandad su porcin, de manjares apetitosos y
licores dulces, a los que no han preparado nada" (Neh 8,10).
Los israelitas cumplieron esta orden con largueza (Neh 8,12).
190
La capacidad de compartir nuestros bienes con el prjimo
autentifica nuestra decisin de seguir al Seor. La fiesta re-
presenta el gozo de los redimidos.
4. S ntesis y aplicacin a la vida
Esdras, ante el desnimo en el que se encuentra el pue-
blo, vuelto del exilio, recurre a la plegaria. De al guna manera,
Esdras cumpl e de antemano el consejo de Santiago a su co-
munidad: "Si al guno de vosotros sufre, que ore" (Sant 5,13).
Es cierto que podemos rezar en cual quier ocasin, pues
Dios se encuentra siempre a nuestro lado, pero el camino de
la plegaria requiere un proceso. Lo primero de todo, consiste
en dedicar unos minutos a pacificar nuestra alma, a recupe-
rar la armona que el ajetreo cotidiano nos roba. Despus es
necesario contempl ar en silencio los avatares de nuestra vi-
da, dejando resonar la voz de Dios en nuestra al ma. Final-
mente, es preciso saber escuchar lo que Dios nos dice desde
la profundidad de la conciencia.
El primer escaln de la plegaria estriba en la humil dad.
Cuando estamos en silencio escuchamos la voz de Dios y
percibimos todo aquello que Dios hace por nosotros. Y al
darnos cuenta de la generosidad de Dios con nosotros, ad-
quirimos la fuerza para comprometernos en el proyecto libe-
rador de Dios en favor de la humanidad.
El texto que hemos ledo refiere tres veces la consagra-
cin y l a santidad del da en el que Esdras proclam l a ley
de Dios ante la asambl ea (Neh 8,9.10.11).
Los israelitas se consagraron al Seor en aquel da por
varios motivos. Escucharon la Palabra de Dios en actitud
orante. Profundizaron en ella mediante la enseanza de los
levitas. Se comprometieron a poner la ley de Dios en prctica.
Aprendieron a compartir sus bienes. Celebraron una fiesta
para aprender que Dios no nos culpabiliza por nuestro peca-
do, sino que nos hace fuertes para vivir segn sus preceptos.
Vivir consagrado es optar por que nuestra vida sea un deste-
llo de la santidad de Dios (cf. Lv 19,2). Israel haba emprendi-
do la ruta de la santidad. Y nosotros la hemos emprendido?
191
GUA DE LECTURA: E sd 9, 5-15
"Acurdate de m, Dios mo, para mi bien"
Ambientacin
La oracin es el mbito ms ntimo y personal del en-
cuentro con Dios. El descubrimiento del Misterio ha sobre-
cogido siempre al ser humano y lo ha abierto a la relacin
con Alguien que est por encima y ms all de nosotros. Las
diferentes religiones han ido encontrando modos diversos de
entabl ar un dilogo ntimo con l a travs de los ritos y la
plegaria. La Biblia contiene muchsimos ejemplos de cmo
los creyentes se dirigen a Dios en l as circunstancias ms va-
riadas de la vida. La oracin de Esdras es uno de ellos.
Antes de comenzar, buscamos E sd 9,5-15.
Miramos nuestra vida
Todos tenemos experiencia de que rezar no es fcil. A
menudo la oracin se nos hace cuesta arriba, nos aburre y
ms de una vez terminamos dejndola. Otras veces proba-
mos mtodos para rezar mejor e incluso hemos ensayado
tcnicas orientales que nos relajan y ayudan a hacer silen-
cio. Pero, a pesar todo ello, muchos cristianos sienten que la
oracin sigue siendo una asignatura pendiente en sus vidas.
- En qu ocasiones de tu vida has sentido la necesidad
de orar? En cules te ha resultado mas difcil hacerlo?
- Qu es lo que ms te ayuda y lo que te resulta ms di-
fcil en esos momentos?
193
E scuchamos la P alabra de Dios
La oracin de Esdras nos muestra cmo hasta las cir-
cunstancias ms desfavorables son un buen momento para
el encuentro con el Seor. El peso del pecado del pueblo no
le sume en la desesperanza, sino que le lleva a ponerse con-
fiado en l as manos de Dios. La oracin il umina su corazn y
lo reconforta descubrindole cmo el Seor, a pesar de todo,
sigue mantenindose fiel a su promesa.
Nos preparamos con unos minutos de silencio para
escuchar la Pal abra de Dios.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Esd 9,5-15.
Despus de releer el pasaje, consul tar l as notas de la
Biblia y recordar lo que hemos aprendido en la sesin ante-
rior, respondemos a estas preguntas:
- Qu gestos realiza Esdras al comenzar su plegaria?
Qu significado tienen?
- Qu sentimientos embargan a Esdras en esos momen-
tos?
- Qu circunstancias concretas de la vida del pueblo
provocan la oracin de Esdras? Qu objetivo persigue
con su plegaria?
- Qu experiencia de Dios se suscita a travs de esta
oracin?
Volvemos sobre nuestra vida
La experiencia de Esdras nos muestra que es necesario
orar en todo momento. Su plegaria surge en circunstancias
de desnimo, y en ella encuentra consuelo y esperanza: pide
perdn y experimenta la misericordia de Dios. Tambin no-
sotros, como Esdras y como Jess, necesitamos buscar es-
pacios de encuentro con el Seor en medio de l as mltiples
circunstancias de la vida. As encontraremos fuerza para vi-
vir nuestra fe en medio del mundo.
- A la luz de este pasaje, qu podramos hacer para que
la oracin ocupase un lugar ms importante en nuestra vida
de creyentes?
- Qu nos falta para aprender a rezar en todas las
circunstancias de la vida?
194
Oramos
La Pal abra de Dios nos encuentra donde muchas veces
no sospechamos y nos impul sa a afianzar nuestra fe, como
le ocurri a Israel en tiempos de Esdras. Dios tambin nos
llama a apoyarnos en l, a sentir que su bondad es ms
fuerte que nuestro pecado y a comprometernos en la l ucha
por un mundo mejor al estilo de Jess de Nazaret.
Colocamos una vela y la Biblia en el centro de la sala.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Esd 9,5-15.
Oramos personal mente. Despus, expresamos en voz
al ta nuestra plegaria, segn el momento en el que nos en-
contramos. A cada comunicacin, respondemos todos:
"Amn, amn"..
Terminamos cantando Seor, ensanos a orar.
195
TOBAS Y SARA
L a capacidad de escuchar
el consejo de los sabios
La presencia del Dios liberador acontece en cada recodo
de la vida. El cumpl imento de los Mandamientos y la fideli-
dad a la Alianza divina constituyen las situaciones privilegia-
das para el encuentro personal con el Seor. Pero, para en-
contrarnos personal mente con el Dios liberador, debe nacer
en nuestro corazn la capacidad de contempl ar la vida desde
la perspectiva de la fe.
Y para contempl ar la existencia con la mirada de la fe
necesitamos desarrol l ar dos actitudes. Por una parte, la ple-
garia humil de y comprometida y, por otra, la capacidad de
escuchar el consejo de los sabios y el latido del mundo.
A lo largo del tema anterior, habl bamos de Esdras,
sacerdote y escriba, quien nos enseaba las caractersticas
de la oracin humil de y comprometida.
Acerqumonos ahora al libro de Tobas para descubrir
la fuerza contenida en el consejo de los sabios.
197
1. E l libro de Tobas en el conjunto de
las H istorias E jemplares
El cuarto bloque de los Libros Histricos est constitui-
do por l as Historias Ejemplares: Tobas, Judit, Ester y Rut.
La posicin de l as Historias Ejemplares en el conjunto de la
Biblia vara con frecuencia. Tobas, Judit y Ester aparecen
siempre juntos, pero unas veces figuran despus de la Histo-
ria Deuteronomista y Cronista y, en otras ocasiones, tras los
Libros Sapienciales. Encontramos el libro de Rut tras el libro
de los Jueces, pero tambin entre los Libros Sapienciales o
antes del libro de Tobas.
La posicin de un libro en el conjunto de la Sagrada
Escritura es importante. El libro de Tobas aparece tras la
Historia Deuteronomista y Cronista, o entre los Libros Sa-
pienciales. Eso es una indicacin cl ara de que ha sido inter-
pretado de dos maneras.
Durante largo tiempo fue entendido como un libro hist-
rico en el sentido literal de l a pal abra. Hoy lo percibimos co-
mo un libro sapiencial enmarcado en una situacin histrica
imaginaria. Desde nuestra perspectiva entenderemos el libro
de Tobas como un texto sapiencial, situado en un escenario
histrico ficticio. El libro de Tobas no pretende comunicar al
lector acontecimientos histricos, sino ensearnos a escuchar
el consejo de los sabios como actitud excepcional para en-
contrarnos con Dios en el curso de la vida.
El libro de Tobas fue escrito en l engua hebrea o aramea,
obtuvo un gran xito y fue traducido al griego. La versin
griega alcanz gran prestigio y eclips al original hebreo, has-
ta el punto de hacerlo desaparecer. Por eso el texto de To-
bas nos ha llegado en l engua griega. La importancia del li-
bro hace que la Iglesia catlica y todas l as Iglesias orientales
lo consideren un libro inspirado y lo incl uyan en la Sagrada
Escritura. Nuestros hermanos judos y protestantes lo consi-
deran simpl emente un libro piadoso y no lo incluyen en sus
ediciones del Antiguo Testamento.
Las razones del puebl o judo para componer el libro de
Tobas fueron importantes. Tras la liberacin de la cautivi-
dad de Babilonia, Judea se convirti en una provincia mar-
ginal del Imperio persa. Con el tiempo, Judea alcanz cierto
198
nivel de autonoma. Fue gobernada por el sumo sacerdote
del templo de Jerusal n y administrada por los sacerdotes.
Ms tarde, Alejando Magno, rey de Macedonia, conquist el
Prximo Oriente (336-323 a.C.) e introdujo en Oriente la
cul tura griega. De l a rel acin entre el pensamiento oriental
y la mental idad griega surgi una nueva cul tura, l l amada
hel enismo.
El helenismo permiti a muchos judos vivir fuera de
Judea. Los judos residentes fuera de Judea constituan la
dispora juda. Con el tiempo, los lazos entre quienes vivan
en Jerusal n y los judos de la dispora fueron debilitndo-
se. Adems, los judos de la dispora vivan en condiciones
precarias y entre religiones extranjeras, cayendo en la tenta-
cin de abandonar su religin para adherirse a lo cul tos pa-
ganos practicados en los pases a los que haban emigrado.
Ante esta dificultad, un judo piadoso escribi a fina-
les del siglo III el libro de Tobas, para reforzar los vnculos
de unidad entre los judos de la dispora y los habitantes de
Judea. Por eso el autor insiste en los f undamentos de la cul-
tura y la religin judas. Los personajes del libro son ejem-
plos de fidelidad a la ley de Dios. Estmul os para el amor y la
solidaridad entre los judos dispersos por el mundo. Modelos
ejemplares en la defensa de la familia y los valores de la
identidad juda. Testigos de que Dios acompaa a sus sier-
vos durante el camino de la vida. En definitiva, el libro orien-
ta el al ma del creyente hacia Jerusal n y recuerda la presen-
cia protectora del Dios liberador en favor de sus fieles.
El autor utiliza datos extrados de la misma Escritura
para componer el libro de Tobas. La ambientacin del libro
evoca las historias patriarcal es (Gn 12-50). El marco hist-
rico de Tob 1 recuerda la situacin descrita en 2 Re 15. La
referencia a la ley de Moiss rememora constantemente el
Pentateuco. El libro cita expresamente a los profetas Amos
(Tob 2,6; cf. Am 8,10) y Nahm (Tob 14,4; cf. Nah 3,1-7) y
al ude a la profeca de Isaas en los himnos concernientes a
la conversin de todos los puebl os (Tob 14,6; cf. Is 60-62).
Las plegarias de Tobit y Sara apuntan a la oracin slmica
(Tob 3,1-6; 11-15; cf. Sal 119,137; Sal 25,10; Sal 5,8). El in-
flujo de los Libros Sapienciales aparece en l as al usiones a
Job (Tob 1,16-17; cf. Job 1-2) y en los consejos de Tobit a
Tobas (Tob 4,3-19; cf. Eclo 3,30).
199
Adems de a l as referencias bblicas, el autor apela a un
libro importante de su poca: La sabidura de Ajicar. El autor
del libro de Tobas introdujo a Ajicar (Tob 1,22; 12,8;
14,10) en la obra convirtindolo en judo y sobrino de Tobit
(Tob 1,21). Al comparar el libro de Tobas con La sabidura
de Ajicar, percibimos cmo las vicisitudes de Tobit imitan a
las de Ajicar (Tob 1,12-22; 14,10).
La referencia a una obra importante como La sabidura
de Ajicar pretenda internacionalizar el libro y aumentar el
nmero de sus lectores. Aunque La sabidura de Ajicar sea
importante, el autor del libro de Tobas deja bien sentada la
superioridad de la ley de Dios.
En sntesis, el libro incul ca a los judos de la dispora
tres conceptos. Por una parte, insiste en la necesidad de
sal vaguardar la estructura familiar como smbolo de la
identidad juda. Por otra, muestra la presencia del Seor, li-
berador y providente, que cuida siempre de sus amigos.
Finalmente, remarca la necesidad de poner en prctica la fe
mediante la vivencia de la misericordia y la escucha del con-
sejo de los sabios. El libro muestra un convencimiento claro:
aunque el justo padezca pruebas y dificultades, siempre que
se mantenga fiel obtendr la bendicin de Dios. Y la manera
concreta y prctica de mantenerse fiel a la ley de Dios estri-
ba en dejarse guiar por el consejo de los sabios.
El fragmento que leeremos constituye la exhortacin de
Tobit, prototipo de sabio, dirigida a su hijo Tobas antes de
que emprenda un viaje hacia la regin de Media, en compa-
a del ngel Rafael.
2. L ectura del texto: Tob 4,1-21
1
Aquel da se acord Tobit del dinero que haba dejado
en depsito a Gabael en Rages de Media
2
y pens: Puesto
que he pedido la muerte, voy a llamar a mi hijo Tobas para
decirle lo de ese dinero antes de morir.
3
Llam, pues, a su hijo Tobas y, cuando se present, le
dijo:
Cuando muera, entirrame dignamente. Honra a tu madre
y no lo abandones mientras viva Complcela y no la entristez-
200
cas nunca con tu conducta.
4
Hijo mo, acurdate que ella pas
muchos peligros por tu causa cuando t estabas en su vientre.
Cuando muera, entirrala junto a m, en la misma tumba,
5
Hijo mo, todos los das acurdate del Seor, y no pe-
ques contra sus Mandamientos. Practica la justicia todos los
das de tu vida y no vayas por malos caminos,
6
porque si
practicas la lealtad tendrs xito en tus empresas,
7
como to-
dos los que practican la justicia.
Haz limosna con tus bienes y no te desentiendas de nin-
gn pobre, porque as Dios no se desentender de ti.
8
Da li-
mosna segn tus posibilidades y los bienes que poseas. Si
tienes poco, no temas dar limosna segn ese poco,
9
porque
es atesorar un buen tesoro para el da que lo necesites.
w
La
limosna libra de la muerte y no deja entrar en las tinieblas.
11
Los que dan limosna presentan una buena ofrenda ante el
Altsimo.
12
Hijo mo, no te dejes llevar por la pasin sexual. Csa-
te con una mujer de la estirpe de los padres. No te cases con
una mujer extranjera o que no sea de la tribu de tu padre,
porque somos hijos de profetas. Recuerda, hijo mo, que No,
Abrahn, Isaac y Jacob, nuestros antepasados, se casaron
con mujeres de su parentela y fueron bendecidos con sus hi-
jos. Sus descendientes heredarn la tierra.
13
Hijo mo, ama a tus hermanos y no te creas ms que
los hijos e hijas de tu pueblo, desdeando casarte con una
mujer de entre ellos, porque el orgullo es fuente de iniquidad y
ruina, y la ociosidad origina penuria e indigencia. La ociosi-
dad es la madre del hambre.
14
No retengas ni una noche el salario de cualquier per-
sona que trabaje para ti, sino pgale enseguida. Si t sirves
a Dios, l te lo pagar, hijo mo. Pon atencin en todo lo que
hagas y s educado en todo tu comportamiento.
15
No hagas
a nadie lo que a ti te desagrada. No bebas hasta emborra-
charte, ni hagas de la embriaguez tu compaera de camino.
16
Da tu pan al hambriento y tu ropa al desnudo. Si algo te
sobra, dalo en limosna y no te entristezcas al darlo.
17
Haz
tu ofrenda de pan sobre la tumba de los justos, pero no la
des a los pecadores.
18
Busca el consejo de los prudentes y no desprecies nin-
gn consejo til.
w
Bendice en toda ocasin al Seor Dios;
rugale que sean rectos tus caminos y que tengan xito todos
tus senderos y proyectos. No toda la gente tiene buen consejo,
201
sino que es el Seor mismo quien da todos los bienes y quien
humilla a quien quiere hasta el abismo profundo. Recuerda,
hijo mo, todos mis consejos y que no se te olviden nunca.
20
En fin, hijo, ahora quiero hacerte saber que dej en de-
psito trescientos cuarenta kilos de plata a Gabael, hijo de
Gabri, en Rages de Media.
21
No te preocupes, hijo mo, por-
que nos hayamos empobrecido; si eres jiel a Dios y huyes de
todo lo que sea pecado, haciendo el bien en presencia del
Seor, tu Dios, tendrs la riqueza ms grande.
3. E lementos del texto
a) La sabidura de Tobit
La trama del libro comienza contando que Tobit, padre
de Tobas, perteneca a la tribu de Neftal, situada en la Alta
Galilea. En tiempos de Sal manasar, rey de Asira, fue depor-
tado con otros compatriotas a Nnive (Tob 1,1-3). A que de-
portacin se refiere el texto de Tobas?
Salomn gobernaba dos reinos a la vez. El pas del sur
se l l amaba Jud, y su capital, Jerusal n; el Estado del norte
era Israel y, con el paso del tiempo, su capital fue Samara.
A la muerte de Salomn, ambos reinos se escindieron y fue-
ron gobernados cada uno por un monarca distinto. En Jud
rein Robon, hijo de Salomn; mientras que Jerobon I rei-
n en Israel. La historia del pas de Israel fue compleja y ca-
racterizada por continuas turbul encias. Durante el reinado
de Pecaj (740-731 a.C.) "vino Teglatfalasar, rey de Asira, y
tom [...] todo el territorio de Neftal, deportando a sus habi-
tantes a Asira" (2 Re 15,29).
La deportacin de parte de los habitantes del reino del
norte, Israel, fue dura. El monarca asirio dispers a los mo-
radores de Israel en la inmensidad de su imperio. La mayo-
ra termin asimil ndose a los asirios y perdi su identidad
juda.
Notemos cmo el libro de Tobas refiere la deportacin
al rey asirio Sal manasar, mientras que el segundo libro de
los Reyes la sita en tiempos de Teglatfalasar. El texto de
Tobas no pretende ser una l ectura literal de la historia. El
libro, escrito a finales del siglo III a.C. evoca, mediante la
202
deportacin de los habitantes de Neftal real izada por Sal-
manasar o Teglatfalasar, l a situacin de los judos disemi-
nados en territorios de cul tura griega, donde l entamente ol-
vidaban su religin y su cul tura. El libro anima a los judos
diseminados en la dispora griega a permanecer fieles a la
ley del Seor.
El mismo Tobit se presenta como modelo de lealtad a la
fe juda cuando viva en Israel y, despus, durante su exilio
en Nnive. Tobit recuerda con tristeza cmo la tribu de Nefta-
l se separ de la Casa de David y del templo de Jerusal n
(Tob 1,4). A qu divisin se refiere?
Como decamos antes, el reino del norte, Israel, rompi
con el reino del sur, Jud, regido por la dinasta de David, y
eligi como rey a Jerobon I, antiguo general de Salomn. El
nuevo rey evit que la gente de su puebl o peregrinara a Je-
rusal n. Jerobon I erigi dos becerros de oro. Coloc uno
en Betel, junto a la frontera con Jud, y otro en Dan, situado
en la frontera norte de Israel. Ambos becerros de oro esta-
ran depositados en un santuario. Tambin levant santua-
rios por todo el pas y, lo ms grave, nombr sacerdotes en-
tre l a gente del puebl o que no perteneca a la tribu de Levi
(1 Re 12,26-33), la tribu sacerdotal por excelencia. La deci-
sin de Jerobon I propici la ruptura poltica y religiosa en-
tre los reinos de Jud e Israel.
A pesar de l as adversidades, Tobit mantuvo su fidelidad
a la ley del Seor. Tobit, casi siempre solo, iba a Jerusal n
durante l as fiestas "como manda a todo Israel una ley perpe-
tua" (Tob 1,1; cf. Lv 23). Llevaba sus dones para ofrecerlos
en el altar, entregndol os a los hijos de Aarn y a los levitas,
servidores del templo. Gastaba los diezmos, es decir, cierta
cantidad de dinero, en Jerusal n para ayudar a la ciudad y
socorrer a l as viudas, a los hurf anos y a quienes se haban
convertido al judaismo. En todo segua la ley de Moiss
transmitida por sus padres (Tob 1,5-9),
Su fidelidad al Seor era muy grande. Tobit, a ejemplo de
Abrahn, que trab el matrimonio de su hijo Isaac con una
mujer de su misma estirpe (Gn 24), tambin se cas con
Ana, descendiente de su misma familia (Tob 1,9). Una vez
deportado a Nnive, percibe cmo sus compatriotas comen
los alimentos de los paganos. Pero Tobit se guarda de comer-
203
los, como prescribe Lv 11, y sigue de ese modo el ejemplo de
Daniel, Ananas, Misael y Azaras (Tob 1,1; cf. Dn 1,8-16).
Tobit tena presente al Seor en todo momento y por
eso hall el favor de Sal manasar, rey de Asira, y se convirti
en el personaje que abasteca al rey (Tob 1,12). No recuerda
esta situacin la vida del patriarca Jos ? Jos, vendido por
sus hermanos, lleg a Egipto donde alcanz el puesto de pri-
mer ministro, porque "el Seor estaba con l" (Gn 39,3).
Muerto Sal manasar, el libro de Tobas refiere el reinado
de Senaquerib (Tob 1,18). Senaquerib siti Jerusal n en
tiempos de Ezequas, rey de Jud (721-693 a.C), pero no
pudo conquistarla (2 Re 18,13-19,34). Tras el fracaso, Sena-
querib levant el asedio y regres a Nnive, donde fue asesi-
nado por sus hijos (2 Re 19,35-37).
El libro de Tobas presenta a Senaquerib como un mo-
narca blasfemo y perseguidor de los judos (Tob 1,18). Tobit,
a pesar de la adversidad asira, practica la misericordia ente-
rrando a los judos asesinados. Pero un habitante de Nnive
le denuncia, y el Estado confisca todos sus bienes. Tobit
siente miedo y huye de Nnive. Sin embargo, nadie consigue
arrebatar a Tobit su mayor riqueza, la familia: "Me quedaron
Ana, mi mujer, y Tobas, mi hijo" (Tob 1,20).
El libro de Tobas resal ta cmo el Seor nunca abando-
na a los justos. Senaquerib muere y le sucede Asaradn. El
nuevo monarca coloca a Ajicar como jefe de la hacienda real.
Ajicar, que era sobrino de Tobit, intercedi ante el rey y Tobit
regres a Nnive (Tob 1,22).
En ese momento el autor del libro de Tobas encuentra
la oportunidad de introducir a Ajicar, personaje famoso de la
l iteratura antigua. Ajicar es el personaje central del libro que
lleva su nombre: La sabidura de Ajicar. El texto de Tobas
evoca la persecucin sufrida por Ajicar y explica cmo el Se-
or hizo justicia a Ajicar y deshizo los pl anes perversos de
Nadab, su perseguidor (Tob 14,10). En definitiva, establece
un paralelismo entre Tobit y Ajicar. Tobit, perseguido por
Senaquerib, puede volver a Nnive, y Ajicar, acosado por Na-
dab, triunf sobre sus perseguidores.
Tobit contina dando sepul tura a los difuntos y por
eso desean matarl o (Tob 2,8), pero l no se arredra y sigue
204
practicando l a misericordia (Tob 2,2). Recordando al profe-
ta Amos, expresa con l l anto el dolor por su puebl o exiliado
(Tob 2,6). La vida de Tobit refleja la existencia de los judos
de la dispora que intentaban ser fieles a su fe. Practicaban
la misericordia, esperaban en el Seor y padecan la perse-
cucin de propios y extraos.
La pal abra 'Tobit" significa "bondad" y, ciertamente,
Tobit es modelo de hombre bueno. Cumple la ley del Seor,
socorre a los pobres, valora la familia, no guarda rencor y
entierra a los muertos. Pero l as adversidades no dejan de
golpearle. Primero le persigui Senaquerib y, ahora, unos
excrementos de pjaro le dejan ciego. El padecimiento del
justo es humanamente incomprensible. Por eso su esposa le
increpa: "Dnde estn ahora t us l imosnas? Dnde estn
t us b uenas obras? Est bien claro, pues ya ves lo que te
ocurre" (Tob 2,15).
La mujer de Tobit echa en cara a su marido la inutili-
dad de l as b uenas obras. Las pal abras de l a esposa recuer-
dan los gritos de l a mujer de Job contra su marido, fiel a la
ley de Dios y misericordioso con sus hermanos. Dice a Job
su esposa: "Todava perseveras en t u rectitud? Maldice a
Dios y murete!" (Job 2,9). Job responde a su mujer sin
titubear: "Habl as como una mujer estpida. Si se acepta
de Dios el bien, no habremos de aceptar tambin el mal ?"
(Job 2,10). La respuesta de Job es valiente, pero ante el
sufrimiento desea la muerte: "Desaparezca el da en que
nac y la noche que dijo: ha sido concebido un hombre"
(Job 3,1).
Como Job, Tobit tambin desea morir: "Prefiero la muer-
te a tener que ver tanta miseria en mi vida y a tener que
escuchar tantos insul tos" (Tob 3,6). En medio de la desgra-
cia, Tobit acudi al consuel o de la plegaria: "Entre sollozos
comenc a rezar; [...] Seor, acurdate de m, y mrame [...]
aleja de m, Seor, toda esta afliccin" (Tob 3,3.6).
La sabidura no consiste en acumul ar ttul os acadmi-
cos. El sabio es aquel cuyo corazn late al ritmo del corazn
de Dios. Tobit ha aprendido la sabidura en la escuel a de la
vida siendo fiel en todo momento a la ley del Seor. La sabi-
dura bblica nace de la lealtad al Seor.
205
b) El sentido religioso del viaje de Tobas
La Sagrada Escritura describe numerosos viajes. Sin
duda, el ms importante es el trayecto de los israel itas libe-
rados de la esclavitud de Egipto hasta la tierra prometida.
Los viajes narrados por la Biblia constituyen la ocasin en la
que Dios educa a su pueblo y no son una mera descripcin
de rutas geogrficas.
El viaje de Tobas ser largo. Cuando Tobit actuaba como
proveedor de Sal manasar, viajaba con frecuencia de Nnive a
Media. La regin de Media se halla al sur del mar Caspio,
mientras que Nnive se levanta casi al inicio del curso del ro
Tigris. La distancia entre Nnive y Media es considerable.
El viaje tambin es importante. Tobit dej en depsito
unos sacos con trescientos cuarenta kilos de pl ata en casa
de Gabael, en la ciudad de Rages de Media (Tob 1,14). Ga-
bael y Tobit redactaron un documento, lo firmaron y, como
garanta, cada uno se qued una mitad del documento
mientras Gabael custodiaba el dinero (Tob 5,3). Ahora To-
bas, portando la mitad del documento firmado por Tobit,
debe dirigirse a casa de Gabael, en Rages de Media, y reco-
ger el dinero (Tob 4,20). La recuperacin del dinero no ser
lo ms importante del viaje; lo crucial ser la manifestacin
del Seor a Tobas por mediacin del ngel Rafael.
Tobas emprende el viaje guiado por el ngel Rafael. El
ngel representa al Seor que gua a Tobas en su camino.
Como el Seor gui al pueblo liberado a travs del desierto
mediante una col umna de nube durante el da y una colum-
na de fuego a lo largo de la noche (x 13,21), ahora mediante
Rafael gua a Tobas hacia Media.
Durante la ruta del desierto, el Seor colm de bienes al
pueblo salvado de la esclavitud. Camino del desierto, el Se-
or protegi a su puebl o y trab con los liberados la Alianza
del Sina sintetizada en los Mandamientos (x 20,1-17) y
concretada en numerosas leyes cul tual es y sociales. En el
camino hacia Media, el Seor, por mediacin de Rafael, lle-
nar de bienes a Tobas.
El primer da de camino, Tobas y Rafael acampan junto
al Tigris. Tobas pesca un gran pez y, aconsejado por Rafael,
le extrae el corazn, el hgado y la hil (Tob 5,8). Cuando lle-
206
garon a Ecbatana, localidad prxima a Media, Rafael sugiri
a Tobas pasar la noche en casa de Ragel, un pariente de
Tobas que tena una hija l l amada Sara. Rafael, con pericia,
comunica a Tobas su derecho a casarse con Sara (Tob 6,10).
Sin embargo, Sara estaba presa de la maldicin del demonio
Asmodeo. Sara se haba casado con siete maridos, pero du-
rante la noche de bodas el diablo mataba al esposo. Sara se
haba desesperado y deseado la muerte (Tob 3,15), pero, como
Tobit, tambin acudi al consuelo de la plegaria (Tob 3,11).
Llegados a Ecbatana, Tobas contrae matrimonio con
Sara. Antes de la noche de bodas, Rafael da un consejo a To-
bas para evitar que el demonio acabe con su vida, como hi-
zo con los esposos anteriores.
Rafael rememora el corazn y el hgado que Tobas ex-
trajo del pez y dice al nuevo esposo: "Cuando entres en la
cmara nupcial , toma una parte del hgado y su corazn y lo
pones en l as b rasas del incienso. El olor se esparcir, lo ole-
r el demonio y huir para no volver ante Sara nunca ms"
(Tob 6,17). Pues, segn la medicina antigua y la creencia po-
pul ar, "el corazn y el hgado de pez sirven para quemarl os
ante un hombre o una mujer atormentados por un demonio
o por un mal espritu. Desaparecer de la persona todo tor-
mento y nunca volver a l" (Tob 6,8).
Tobas aplic el consejo del ngel disfrazado de cami-
nante, y el demonio huy. Una vez casados Tobas y Sara,
Ragel organiz una fiesta de catorce das (Tob 8,19). Las
fiestas nupcial es de la antigedad duraban varios das, pero
Ragel al arga el jolgorio dos semanas debido a su enorme
alegra.
Mientras se cel ebraban l as fiestas, Tobas envi a Rafael
hasta Rags de Media para recuperar el dinero depositado
por Tobit. Rafael se acerc a casa de Gabael y recogi los
trescientos cuarenta kilos de pl ata dejados en depsito por
Tobit (cf. Tob 9,5-6). Despus, regres a Ecbatana.
Rafael, Tobas y su esposa, Sara, emprendieron el retor-
no hacia Nnive. Pero antes de llegar, Rafael y Tobas se ade-
l antaron en el camino, dejando atrs a Sara. Rafael aconsej
nuevamente a Tobas: "Unta sus ojos [de Tobit] con la hil
del pez. La medicina contraer y disolver las manchas
bl ancas de sus ojos y as t u padre recobrar la vista y ver l a
207
luz" (Tob 11,8). Tobas obedece el consejo de Rafael: unt a los
ojos de su padre con la hil del pez y Tobit recupera la vista
(Tob 11,12-13). Ms tarde, Tobas comunica a su padre la
recuperacin del dinero y el matrimonio contrado con Sara,
una esposa de su misma estirpe (Tob 11,15).
Tobit, al or la narracin, comenz a al abar a Dios y a
procl amar ante los ninivitas que Dios haba tenido misericor-
dia con l. Tobit es el creyente fiel que sabe que todo viene
de Dios.
c) Los consejos de Tobit a su hijo Tobas
Los consejos de Tobit advierten a su hijo contra la ame-
naza de los dolos y, a la vez, le acercan a la bondad del Alt-
simo. Los dolos contra los que previene Tobit son los tpicos
del AT: el afn de poder, el ansia de aparentar y la ambicin
de poseer. La direccin marcada por Tobit a su hijo estriba
en la necesidad de cumplir los Mandamientos de Dios. Tobit
no aconseja a Tobas desde la teora, sino desde la experien-
cia. El padre transmitir a su hijo el amor a Dios y al prji-
mo que l mismo ha vivido durante su existencia.
Tobit solicita a su hijo un entierro honroso para l y
su esposa, pues tambin l enterraba con dignidad a sus
hermanos judos, sin hacer distincin de personas. Tobit
practicaba la misericordia enterrando a los difuntos tanto
en pocas pacficas (Tob 1,16) como en tiempos de dificultad
(Tob 1,3-4). Ofrecer sepul tura digna a un difunto significa
reconocer la dignidad humana de una persona.
El AT prohibe la adoracin de los difuntos, pues los ri-
tos cananeos rel acionaban la adoracin de los muertos con
la magia. Sin embargo, Tobit ofrece un consejo novedoso a
su hijo: "Haz tu ofrenda de pan sobre la tumba de los justos"
(Tob 4,17). Cuando Tobit aconseja a Tobas que ofrezca el
pan sobre la tumb a de los justos, no le recomienda la adora-
cin de los muertos. El texto invita a Tobas a conservar en el
recuerdo la memoria de los antepasados. El libro de Tobas
fue escrito para animar a los judos de la dispora a cumplir
la ley de Dios. Los judos de la dispora abandonaban con fa-
cilidad su religin y se decantaban por los ritos paganos. El
recuerdo de los antepasados animaba a los judos dispersos
a mantenerse fieles a su religin y a su cul tura.
208
Tobit quiere ser enterrado junto a su esposa, resal tan-
do, de este modo, el amor por su mujer, como hizo antigua-
mente el patriarca Abrahn al recibir sepul tura junto a Sara
(Gn 25,10).
El padre recomienda al hijo la vivencia de la justicia, la
lealtad y la caridad (Tob 4,5-6). Tambin Tobit vivi estas
virtudes intensamente. Practicaba l as b uenas obras todos
los das; daba ab undantes l imosnas a sus hermanos; prote-
ga a l as viudas, a los pobres, a los hurf anos y a quienes se
acercaban al judaismo; puso su confianza en Gabael dejn-
dole en depsito una gran cantidad de dinero; consideraba
su familia como el mejor de sus tesoros e invitaba a los po-
bres a comer en su casa (cf. Tob 1; 2,2).
La importancia otorgada por Tobas a la l imosna es in-
mensa. La l imosna es l a mejor ofrenda ante el Altsimo, li-
b ra de la muerte e impide caer en el reino de l as tiniebl as
(Tob 4,10-11). La insistencia en la limosna por parte de To-
bit pretende evitar a Tobas la cada en el amor al dinero, la
peor de l as idolatras. Por eso el padre puntual iza la vivencia
concreta del amor: "No retengas ni una noche el salario de
cual quier persona que trabaje para ti [...], da tu pan al ham-
briento y tu ropa al desnudo" (Tob 4,14.16). El amor no es
un sentimiento romntico; el amor compromete nuestra vida
potenciando el crecimiento humano y creyente del prjimo.
Tobit no exige a su hijo la prctica imposible de la cari-
dad, sino que le invita a compartir aquello que pueda: "Da li-
mosna segn t us posibilidades [...]. Si tienes poco, no temas
dar l imosna segn ese poco" (Tob 4,8). Muchas veces apare-
ce en nuestra vida un sutil freno a la prctica de la caridad.
Desearamos ayudar al otro con aquello que no tenemos, y
entonces decimos: Me comprometer cuando tenga ms tiem-
po, o ms dinero, etc. El amor exige el compromiso de nues-
tra vida con lo que tenemos: si tenemos mucho, mucho; si
poco, poco, pero exige un compromiso concreto.
Tobit aconseja la autoestima. Dice a su hijo: "Somos hi-
jos de profetas" (Tob 4,12). El profeta es el hombre coheren-
te. Con lo que piensa, dice y hace, el profeta testimonia ante
el prjimo su sinceridad religiosa. Pero para ser coherente
con la fe es imprescindible la gracia de Dios; por eso dice To-
bit a su hijo: "Bendice al Seor en toda ocasin" (Tob 4,18).
209
El mismo Tobit es ejemplo de confianza en Dios tanto en su
plegaria (Tob 13) como en la vivencia de la misericordia (cf.
Tob 1).
Tobit aade: "Es el Seor mismo quien da todos los bie-
nes y quien humilla a quien quiere hasta el abismo profun-
do" (Tob 4,19). El padre recalca cmo la vida humana reposa
en l as buenas manos de Dios.
Sin embargo, la frase es dura: Dios regala bienes, pero
tambin humilla hasta el abismo. El texto recuerda el libro
de Job . El inicio del libro rel ata cmo el Seor colma de
bienes a Job (Job 1,1-2), pero tambin muestra cmo Dios le
permite caer en la profunda desgracia (Job 1,3-2,8). En la
poca de bienestar (Job 1,1-2), Job confiaba en el Seor, y
en los momentos penosos tambin se fi de Dios, diciendo:
"Si se acepta de Dios el bien, no habremos de aceptar tam-
bin el mal ? (Job 2,10).
La frase de Tobit manifiesta cmo el creyente, en los
momentos de triunfo y en la desazn de l as contrariedades,
puede detectar la presencia de Dios. Tobit encontr al Seor
cuando viva cmodamente durante el reinado de Sal mana-
sar (Tob 1,11-13) y, tambin, encontr a Dios durante la per-
secucin de Senaquerib (Tob 1,16-20). La experiencia de To-
bit verifica la plegaria slmica: "Es Dios quien juzga: a uno
humil l a y al otro exalta" (Sal 75,8). Es decir, para el hombre
de fe la humillacin es una ocasin de encuentro con Dios, y
el triunfo es tambin motivo de encuentro en el Seor. Esa
experiencia confirma la certeza de que la vida est sostenida
en las manos de Dios.
Ahora bien, Tobas aconseja a su hijo la necesidad de
compartir el triunfo y la humil l acin con sus hermanos y
le conmina a bendecir siempre al Seor: "Busca el consejo de
los prudentes y no desprecies ningn consejo til. Bendice
en toda ocasin al Seor Dios; rugale que sean rectos t us
caminos" (Tob 4,18-19). No es posible vivir la fe en soledad;
la fe se vive en comunidad. Tambin Job, en sus dificultades,
dialog con Elifaz de Teman, Beldad de Surja, Sobar de Nata,
Elih y con el mismo Dios. Con quien compartimos nosotros
la raz de nuestra fe?
Tobit ofrece a su hijo consejos para crecer por dentro en
humanidad. Le exhorta a honrar a su madre, a huir de la
210
soberbia y la ociosidad, a respetar al prjimo, a ser educado
(Tob 4,14) y a evitar la embriaguez (Tob 4,3.13.14.15). Tobit
sabe por su experiencia que la confianza en Dios despliega
l as potencial idades humanas, por eso aconseja a su hijo:
"Acurdate del Seor y no peques contra sus Mandamientos
[...] si t sirves a Dios, l te lo pagar" (Tob 4,5.14).
Tobit no pretende para su hijo un triunfo puramente
social; los consejos de Tobit ofrecen a Tobas la paga de
Dios. El salario de Dios consiste en la fuerza que derrama en
nuestro corazn para que podamos vivir con intensidad el
amor. Tobas escuchar los consejos de su padre y recibir
la paga del Seor: recibir la fuerza de Dios para amar en
pl enitud. No en vano la pal abra 'Tobas" significa "el Seor
es bueno". Ciertamente, la vida de Tobas refleja la bondad
de Dios. Mediante la ayuda de Dios, representado por el ngel
Rafael, Tobas contraer matrimonio con Sara, recuperar el
dinero de su padre y le curar su ceguera.
d) Los consejos del ngel Rafael a Tobas
Rafael es uno de los siete ngeles que asisten al Seor y
contempl an su gloria (Tob 14,15). El trmino "Rafael" signifi-
ca "Dios cura". El libro de Tobas muestra cmo Dios, por
mediacin de Rafael, ejerce la curacin: cura la ceguera de
Tobit y salva a Sara de la maldicin del demonio Asmodeo.
Cmo podemos entender hoy la figura de los ngeles?
La pal abra "ngel" proviene del griego y significa "mensajero"
y, en el mbito religioso, "mensajero de Dios". Los ngeles
revelan a los hombres los designios divinos, pero participan
tambin de la proximidad con Dios, como lo expresa Rafael
(Tob 14,15).
Uniendo los dos matices de la pal abra "ngel", el cariz
de mensajero y el aspecto de alguien prximo a la divinidad,
podramos afirmar que un ngel es un "don" de Dios a sus
criaturas. No es slo el portador de un mensaje, sino de una
buena noticia capaz de liberar a quien la recibe. Un ngel es
l a metfora de la presencia de Dios junto al ser humano. El
ngel Rafael ser la mediacin a travs de la que llegar la
revelacin de Dios a Tobit, Tobas y Sara.
Tobas sali a buscar quien le guiara hast a Rages de
Media. Nada ms salir, encontr al ngel Rafael, de pie ante
211
l. Tobas no le reconoci como un ngel, pues Rafael se
identific como un israelita en busca de trabajo (Tob 5,4-5).
Sin embargo, cuando Tobas presenta a Rafael a su pa-
dre Tobit, el ngel comienza a manifestarse como portador
de buenas noticias. Rafael responde al sal udo de Tobit di-
ciendo: "Que tengas felicidad en abundancia [...]. nimo,
Dios te curar pronto!" (Tob 5,10). Ms adel ante, aade diri-
gindose a Tobit: "No temas" (Tob 5,17). Rafael se identifica
ante Tobit con el nombre de Azaras, un judo de buena y
noble familia.
Tobit es un hombre de Dios, un hombre bueno; Rafael
es la metfora del Dios que cura. Entre quienes cumpl en la
voluntad de Dios existe sintona, por eso nace la empatia en-
tre Rafael y Tobit (Tob 5,14). La simpata surgida entre am-
bos, quiz, permite intuir a Tobas la presencia en Rafael de
alguien ms significativo que un buen gua. Pues dice Tobit
a Ana, su esposa, refirindose a Tobas: "Un ngel bueno lo
acompaa y enderezar su camino para que vuelva sano"
(Tob 5,22).
Rafael, sin revelar su identidad, guiar a Tobas durante
toda la ruta. Los consejos del ngel son cruciales en la vida de
Tobas y su familia. Rafael le ordena atrapar el gran pez y ex-
traerle el hgado, el corazn y la hil. Tobas obedece los con-
sejos de Rafael, pero no lo hace ingenuamente. Tobas solicita
a Rafael una explicacin clara de la utilidad de l as visceras
del pez (Tob 6,7-9). Esto ensea que la experiencia de Dios
que creemos tener debemos confrontarla siempre con alguien.
El ngel aconseja a Tobas pasar l a noche en casa de
Ragel antes de llegar a Media. Apelando a la ley de Moiss,
Rafael recuerda a Tobas su derecho a casarse con Sara, hija
de Ragel (Tob 6,12-14). Tobas confa en Rafael, pero sin
perder su propia personal idad ni su capacidad crtica. Ex-
pone a Rafael la dificultad que conlleva un matrimonio con
Sara, pues sus siete maridos han muerto durante la noche
de bodas por l as insidias del demonio Asmodeo. La confian-
za en Dios no implica ingenuidad. Desarrolla la capacidad
de pensar desde la perspectiva creyente para comprender los
avatares de la vida desde la perspectiva de Dios.
Rafael ofrece la solucin a Tobas para evitar su muerte
durante la noche matrimonial : "Cuando entres en la cmara
212
nupcial , toma una parte del hgado del pez y lo pones en l as
b rasas del incienso. El olor se esparcir, lo oler el demonio
y huir para no volver" (Tob 6,17). Tobas acepta el consejo
de Rafael, recibe a Sara por esposa y pone en prctica el re-
medio propuesto por el ngel (Tob 7,12; 8,2). Ese matrimo-
nio conlleva la felicidad de Tobas con Sara (Tob 6,19) y la
relacin profunda de Tobas con Ragel y Edna, padres de
Sara (Tob 11,12).
La amistad entre Tobas y Rafael crece, pues Tobas en-
va al ngel a recuperar el dinero de Tobit (Tob 9,1-6). Sin
embargo, Tobas sigue atento l as advertencias de Rafael.
Cuando Rafael, junto con Tobas y Sara, regresan a Nnive
siguiendo el consejo del ngel, Tobas cura la ceguera de su
padre mediante la hil del pez capturado en el viaje de ida
(Tob 11,12).
Una vez en casa de Tobit, Rafael se revela como un n-
gel del Seor. Llama a Tobit y a su hijo Tobas y les insiste
en la vivencia eficaz de la ley de Dios: "Bendecid al Seor
[...], hacer el bien [...], es encomiable la oracin sincera y la
l imosna hecha con rectitud [...] (Tob 12,6-15). Pero, sobre to-
do, recalca dos puntos crucial es.
Por una parte, muestra cmo Dios escucha la plegaria y
valora l as obras buenas. El ngel recuerda cuando Tobit y
Sara deseaban morir (Tob 2,6; 3,10) y dice a Tobit: "Cuando
t y Sara orabais, yo presentaba el memorial de vuestra ora-
cin del ante de la gloria del Seor. Y lo mismo haca cuando
enterrabas a los muertos" (Tob 12,12). El Seor escucha
nuest ra plegaria y permanece a nuestro l ado especial mente
cuando nos sentimos ms desamparados. Dios valora l as
obras de misericordia real izadas en favor del prjimo como el
mejor acto de culto.
Por otra parte, el ngel anima a Tobit y a Tobas a pro-
cl amar ante los hombres l as maravillas que Dios ha realiza-
do en sus vidas: "Bendecid y reconoced ante todos los seres
vivos todo el bien que Dios os ha hecho, para que todos ben-
digan y al aben su nombre [...]; hay que procl amar y recono-
cer como es debido l as obras de Dios" (Tob 12,6).
El ngel propone al padre y al hijo la tarea evangeliza-
dora. Evangelizar consiste en el coraje de contar a los dems
l as maravillas que Dios realiza en nosotros. Evangelizar no
213
consiste en dar a conocer datos tericos acerca de Dios, sino
en narrar la experiencia de la actuacin de Dios en nuestra
vida. nicamente as podremos atraer hacia la senda de la fe
a quienes viven alejados de Dios.
4. S ntesis y aplicacin a la vida
La estructura del libro de Tobas es sencilla. La primera
parte (Tob 1-4) presenta a los personajes de la obra. El mise-
ricordioso Tobit, padre de Tobas, padece la ceguera. Sara, la
futura esposa de Tobas, sufre una maldicin y no puede
contraer un matrimonio eficaz. Tobas emprende un largo
viaje acompaado por el ngel Rafael, quien aparece como
un israelita en busca de trabajo y b uen conocedor de l as ru-
tas orientales. El Seor destaca por su capacidad de escu-
char y atender l as spl icas del ser humano. La segunda par-
te (Tob 5-11) describe el viaje de Tobas acompaado por
Rafael, y el tema central es la boda de Tobas y Sara. La terce-
ra parte (Tob 11-14) describe el regreso de Tobas casado con
Sara, la curacin de Tobit y la manifestacin de Rafael como
ngel del Seor. Seria conveniente la l ectura completa del li-
bro de Tobas para hacernos una idea global de la historia.
Tobit es sabio porque su corazn late al ritmo del cora-
zn de Dios. La sabidura ha hecho de Tobit el hombre bue-
no que lo espera todo del Seor, y la bondad le ha convertido
en el sabio que vive confiado en l as b uenas manos de Dios.
Por eso puede aconsejar a su hijo. La sabidura no slo con-
siste en saber; consiste en saber vivir, y saber vivir implica
saber amar. Tobit ama a Dios y a sus hermanos y por eso
habl a con su hijo inculcndole la vivencia transf ormadora
del amor. Tobit ensea a Tobas el arte de amar segn l a ley
de Dios porque l ha experimentado la bondad de la ley y la
vivencia del amor.
Los dolos clsicos del AT son tres: el afn absol uto de
poder, el deseo desenfrenado de poseer y la insinceridad de
querer aparentar lo que no somos. Sin embargo, en nuestro
tiempo, sutil mente, se han colado en nuestra vida otros dos
dolos mortal es: la falta de tiempo para Dios y el individua-
lismo exacerbado.
214
El libro de Tobas ofrece una actitud para posibilitar
que nos encontremos ntimamente con el Dios liberador: sa-
ber escuchar el consejo de los sabios; escuchar el consejo de
los sabios implica tres cosas; encontrar tiempo para escuchar
a Dios, el gran sabio; compartir la fe con los hermanos, la voz
de Dios entre nosotros, y escuchar el latido del mundo, donde
Dios nos exige poner en prctica su proyecto l iberador.
215
GUA DE LECTURA: Tob 4, 1-20
"No desprecies ningn consejo til"
Ambientacin
El libro de Tobas nos muestra lo importante que es ha-
cer acompaados el camino de la vida. La historia que narra
nos descubre que la experiencia adquirida a lo largo de la
existencia -eso que el Antiguo Testamento llama sabidura-
es una riqueza que puede compartirse con otros en forma de
buenos consejos y que stos son como una luz y una gua
que orienta el itinerario personal .
Vamos a dejarnos aconsejar por Dios escuchando y re-
flexionando su Pal abra.
Antes de comenzar, buscamos Tob 4,1-20.
Miramos nuestra vida
Da a da, son muchos los que nos ofrecen sus consejos.
Lo hace la publicidad, lo hacen los polticos, lo hacen el veci-
no o el amigo. A veces, recibimos tal cantidad de sugerencias
y recomendaciones que no es fcil decidir cul de ellas nos
conviene. Todo el mundo opina sobre casi todo, pero poca
gente sabe aconsejar con lucidez y sabidura.
- Crees que solemos aceptar con gusto los consejos que
recibimos? Cmo distingues un consejo sabio de otro que no
loes?
- Qu personas han influido positivamente en tu vida
con sus consejos? Podras contar alguna experiencia?
217
E scuchamos la P alabra de Dios
Antes de emprender el viaje, Tobit regala a su hijo su
don ms preciado: sus reglas de conducta, nacidas al calor
de su fe. Sus consejos quieren ayudarl e a ser un hombre
bueno. No son recetas que aseguren un xito fcil. Son una
gua para hacer el camino de la vida desde los criterios de
Dios.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Tob 4,1-20.
Reflexionamos en silencio sobre lo escuchado.
Despus de releer el pasaje, consul tamos l as notas de
la Biblia, recordamos lo que hemos aprendido en la sesin
anterior y respondemos a estas preguntas:
- Para qu llama Tobit a su hijo?
- Cules son los consejos que recibe de l Tobas?
- Qu valores y que estilo de vida se transmiten en ellos?
Volvemos sobre nuestra vida
Aunque a veces somos un tanto reacios a aceptar conse-
jos de otros, debemos reconocer que es una suerte cruzarnos
en la vida con personas como Tobit, capaces de dar consejos
tiles y prudentes. La sabidura contenida en sus pal abras
nos invita a revisar los valores que rigen nuestro caminar de
cada da y la calidad de nuestro compromiso cristiano.
- En qu medida crees que los consejos de Tobas con-
servan su actualidad para alguien que quiere vivir segn el
Evangelio de Jess?
- Cul de ellos te sientes ms inclinado a secundar en
este momento de tu vida? Cul te costara ms poner en
prctica? Por qu?
Oramos
Como cristianos, queremos abrirnos a la vol untad de
Dios, a su proyecto liberador. Para ello necesitamos enrai-
zamos en l, escuchar su Pal abra para poder ser sabios en
el amor y as entregarnos generosamente a los dems, ha-
ciendo de nuestra vida un don, sin dejarnos atrapar por pa-
l abras fciles o consejos descaminados.
218
Previamente, en medio del grupo ponemos un cartel
con el texto: "Yo te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tie-
rra, porque has escondido estas cosas a los sabios y pruden-
tes y se l as has dado a conocer a los sencillos" (Mt 11,25).
Leemos de nuevo Tob 4,1-20.
Oramos personal mente. Despus, expresamos en voz
al ta nuestra plegaria.
Podemos terminar leyendo juntos el texto de Mt
11,25-30, como ejemplo de la sabidura que Jess nos invita
a vivir.
Antes de despedirnos, entonamos un canto.
219
V
D N DE C ON DU C E E L PROYECTO
L IBE RADOR DE DIOS?
JE SS DE NAZARET
L as Bienaventuranzas
Hemos recorrido un largo camino. El rel ato de l a crea-
cin revela el proyecto de Dios en favor de la humanidad
(Gn 1,1-2,4a). El hombre debe cuidar el universo para que
sea imagen y semejanza del Creador. Pero la humanidad, r e
presentada por Adn y Eva, se deja seducir por la idolatra y
hace aicos el proyecto divino (Gn 2,4b-3,21). Sin embargo,
el Seor no se deja abatir por el pecado humano y contina
actuando en favor del hombre. Dios recomienza su proyecto-
Llama a Abrahn desde Ur de los caldeos prometindole etf
herencia el pas de Canan y augurndol e una gran des^
cendencia (Gn 11,31-12,9). Ms adel ante, tambin llama 0-
Moiss para liberar a los israel itas esclavos en Egipto y con'
ducirlos a la tierra prometida (x 3,1-15).
El Seor traba con los israelitas liberados una Alianza
en el monte Sina, recordada por Moiss ante al pueblo ante
de penetrar en la tierra prometida. Las cl usul as del pacto
se concentran en el Declogo tico (x 20,1-17; Dt 5,6-22).
Despus, el Seor sellar la Alianza con su pueblo a travs de
David y Salomn. La dinasta de David subsistir para siem-
223
pre, y el templo erigido por Salomn simbolizar la presencia
de Dios en medio de su pueblo (2 Sm 7,1-17; 1 Re 5,15-9,19).
Sin embargo, el Seor pone una condicin a su Alianza; dice
a Salomn: "Si vosotros y vuestros hijos me abandonis y,
en l ugar de cumplir las leyes y Mandamientos que os he da-
do, dais culto a otros dioses y los adoris, borrar a Israel de
la tierra que les he dado y rechazar este templo que he con-
sagrado a mi nombre" (1 Re 9,6-7).
El puebl o hebreo desobedece los mandatos del Seor.
El rey de Babilonia, Nabucodonosor, toma Jerusal n y de-
porta a la capital de su imperio un contingente importante
de judos (2 Re 23,31-25,26). El exilio en Babilonia fue duro,
pero se convirti en una buena ocasin para la purificacin
de Israel y propici el encuentro personal del pueblo con
Dios.
Ciro, rey de medos y persas, conquist Babilonia y permi-
ti a los judos deportados volver a su patria (2 Cr 36,22-23;
Esd 1,1-4). Los judos regresaron en varias oleadas, pero fue
la tarea sucesiva de Esdras y Nehemas la que l evant el
pas (Esd 9,5-15; Neh 8,1-22).
Tras el dominio persa, los judos padecieron la opresin
de los monarcas hel enistas. La cul tura griega seduca a los
judos, que l entamente abandonaban su fe. Comenz enton-
ces la redaccin de las historias ejemplares, donde aparecen
judos modlicos que animan al puebl o a profundizar en su
experiencia creyente. Tobit y su hijo Tobas son el paradigma
de quien deposita toda su confianza en l as manos de Dios.
La confianza emanada del AT proviene de la certeza en
la actuacin de Dios en la historia y en el corazn de cada
persona.
Desde la perspectiva cristiana, el AT desemboca en el NT.
La actuacin decisiva de Dios en la historia culmina con Je-
ss de Nazaret, a quien contempla el NT como la presencia de
Dios hecho hombre entre nosotros (cf. J n 1,1.14). Jess sita
en el ncleo de su mensaje el rostro de Dios Padre y nos invi-
ta a edificar el Reino de Dios. La construccin del Reino acon-
tece mediante la vivencia de las Bienaventuranzas aprendidas
en la comunidad cristiana; la vivencia de las Bienaventuran-
zas propicia el descubrimiento de Dios como Padre.
224
1. L as Bienaventuranzas en el evangelio de Mateo
El evangelio de Mateo presenta el mensaje de Jess di-
vidido en cinco grandes discursos: sermn de la montaa
(Mt 5-7); discurso de misin (Mt 10); sermn de l as par-
bol as (Mt 13); discurso eclesial (Mt 18); discurso del final de
los tiempos (Mt 24-25).
El espacio que resta entre cada dos discursos narra algu-
na actividad de Jess o de sus discpulos: milagros (Mt 8-9),
fe e incredul idad (Mt 11-12), adhesiones a Jess y hostili-
dades (Mt 14-17), y el camino hacia Jerusal n (Mt 19-23).
De ese modo, queda clara la relacin entre la teora y la prc-
tica. Jess ensea con su pal abra y despus invita a ponerl a
en prctica con acciones concretas.
El primer discurso de Jess es el sermn de la montaa
(Mt 5-7). Este sermn presenta los temas bsicos de la vida
cristiana: el amor, la oracin, la opcin por los pobres, la
confianza, el seguimiento de Jess, etc.
El sermn de la montaa presenta dos fragmentos des-
tacados: l as Bienaventuranzas (Mt 5,1-11) y el Padrenuestro
(Mt 6,9-13). El Padrenuestro presenta a Dios como el Padre
que se adel anta a amarnos, mientras que l as Bienaventu-
ranzas explican en qu consiste el amor autntico: el amor
cristiano opta por los pobres y pal pita junto al hermano su-
friente. El amor cristiano edifica el Reino de Dios.
Una antigua traduccin de la Biblia presenta un detalle
curioso. La pgina izquierda lleva impresas l as Bienaventu-
ranzas, mientras que la pgina derecha publ ica el Padre-
nuestro. De este modo, cuando la Biblia se cierra ambas p-
ginas se besan. Los labios de l as Bienaventuranzas besan el
Padrenuestro, y el Padrenuestro besa las Bienaventuranzas.
Cuando el texto de la Biblia est abierto, ambos textos se
hal l an ante los ojos del lector.
Esta presentacin denota una smbologa crucial. Cuan-
do rezamos (Padrenuestro), pedimos a Dios saber amar de co-
razn (Bienaventuranzas), y cuando amamos cristianamente
(Bienaventuranzas), conocemos a Dios como el Padre bueno
(Padrenuestro). Al tener la Biblia abierta vemos, a la vez, el
Padrenuestro y l as Bienaventuranzas. Vivir como cristianos
225
implica ambas cosas la vez: tener a Dios por Padre y cons-
truir su Reino.
Comentaremos l as Bienaventuranzas para discernir la
forma de verter el amor entraabl e del Padre en el corazn
de los hombres de nuestro tiempo.
2. L ectura del texto: Mt 5,1-12
El texto original de l as Bienaventuranzas est en l engua
griega y su traduccin precisa al castellano es difcil. Ofrece-
mos la traduccin presentada por La Casa de la Biblia, pero
incluimos pequeas modificaciones que, sin al terar el con-
tenido del texto, confieren a las Bienaventuranzas una ex-
presin catequtica. Las modificaciones que ofrecemos son
coherentes con el texto griego original y tambin las recogen
otras traducciones castel l anas del NT.
i Al ver a la gente, Jess subi al monte, se sent y se le
acercaron sus discpulos.
2
Entonces comenz a ensearles
con estas palabras:
3
Dichosos los pobres en el espritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
4
Dichosos los humildes,
porque heredarn la tierra.
5
Dichosos los que lloran,
porque Dios los consolar.
6
Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer la
voluntad de Dios,
porque Dios los saciar.
7
Dichosos los misericordiosos,
porque Dios tendr misericordia de ellos.
8
Dichosos los que tienen un corazn limpio,
porque ellos vern a Dios.
9
Dichosos los que construyen la paz,
porque sern llamados hijos de Dios.
10
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
226
11
Dichosos seris cuando os injurien y os persigan y
digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa ma.
12
Alegraos y regocijaos, porque ser grande vuestra recom-
pensa en los Cielos, pues as persiguieron a los profetas ante-
riores a vosotros.
3 . E lementos del texto
El domingo de Pascua brota l a alegra del Reino de Dios.
El Reino comienza con la vida nueva de Jess resucitado. La
tarea de la Iglesia consiste en anunciar a los hombres el Rei-
no de Dios inaugurado por Cristo. Cmo podemos dar testi-
monio del Reino en el seno de nuestra sociedad?
Las Bienaventuranzas dan la respuesta. Si deseamos
acrecer en nosotros y en nuestro entorno el Reino de Dios,
l as Bienaventuranzas ofrecen un camino: optar por los
pobres y estar j unt o a quienes padecen: "Dichosos los po-
bres en el espritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos"
(Mt 5,3). Los cristianos estudiamos el Evangelio para seguir
a Cristo mejor y, como consecuencia del discipulado, le
conocemos mejor.
Las Bienaventuranzas proporcionan un mtodo para
llevar a trmino la opcin por los pobres. Jess, tal como re-
l ata el evangelio de Mateo, predica un sermn preciso, l as
Bienaventuranzas, para implicarnos en la liberacin de la
humanidad pobre y oprimida.
La homila de Jess se vale de un artificio literario. Utili-
za dos veces una expresin idntica: "porque de ellos es el
Reino de los Cielos" (Mt 5,3.10). Esta repeticin no es casual .
Literariamente, el hecho de repetir dos veces una misma
frase en un prrafo breve se denomina "inclusin" y, en el
mbito hebreo donde predicaba Jess, "inclusin semtica".
Dentro de la inclusin, es decir, entre las dos veces que
aparece la locucin "porque de ellos es el Reino de los Cielos",
aparecen siete bienaventuranzas referidas a los humil des,
a quienes l l oran, a los que tienen hamb re y sed de justicia,
a los misericordiosos, a los limpios de corazn, a quienes
trabajan por la paz y a los perseguidos por l uchar en favor
de la justicia (Mt 5,4-10).
227
Cul es el sentido literario de una incl usin? Es difcil
explicarlo en pocas pal abras, pero podemos afirmar que tiene
la misma funcin literaria que un "parntesis" en l engua
castellana. Veamos un ejemplo. Alguien puede afirmar: "Ma-
ana voy a Lisboa, que es la capital de Portugal". El aconte-
cimiento importante es que el individuo viaja a Lisboa. Exis-
te, por tanto, una frase principal: "Maana voy a Lisboa", y
una aclaracin: "que es la capital de Portugal". La frase fun-
damental es la primera; la segunda explica lo que es Lisboa.
Lo mismo sucede con las Bienaventuranzas. Jess pre-
senta un principio: Si quieres construir el Reino de Dios, has
de optar por los pobres, "Dichosos los pobres en el espritu"
(Mt 5, 3). Nosotros podemos preguntar: cmo se lleva a tr-
mino la opcin por los pobres? Jess nos responde clara-
mente: realizando los siete consejos que doy, y que estn in-
cluidos entre las dos veces que aparece la expresin "porque
de ellos es el Reino de los Cielos".
Los pilares de la vida cristiana son dos: confiar en la
presencia de Dios Padre y edificar el Reino. La construccin
del reino, la opcin por los pobres, implica comenzar a subir
una escalera de siete pel daos. Cada escaln representa una
de las siete Bienaventuranzas contenidas en la inclusin.
Veamos el contenido de cada una de ellas.
a) Dichosos los humildes: realismo ante la vida
La humil dad aparece como la primera bienaventuranza
en al gunas traducciones de la Biblia, mientras que otras
versiones la consideran la segunda. Consideraremos la hu-
mildad como la primera bienaventuranza.
El primer paso hacia la opcin por los pobres es la hu-
mildad. A menudo tenemos una concepcin errnea de la
humil dad. Pensamos que ser humil des consiste en recorrer
la vida tenindonos en nada y considerndonos menos valio-
sos que nadie. Es errneo considerarnos "nada", pues la ver-
dad es que somos hijos de Dios.
La pal abra "humildad" procede de la voz l atina humus,
humilis, que significa "tierra". La persona humil de es la que
tiene los pies en el suel o, la que se esfuerza por verse a s
misma, a los dems y al mundo como verdaderamente son,
y no como le gustara que f ueran. Humil de es quien sabe
228
observarse a s mismo para discernir en qu debe aceptarse
y en qu debe cambiar de estilo de vida.
La persona humilde es realista en el conocimiento propio
y de los dems y goza de la virtud de la autoestima personal.
La humil dad implica la verdadera sabidura (Prov 11,2) y por
eso la Escritura invita a buscarl a (Sof 2,3; Eclo 3,17-29).
La mejor escuel a donde aprender la humil dad es en el
compromiso a favor de los pobres. A lo largo del Evangelio,
los pobres, los pecadores y los pequeos aceptan y reciben el
mensaje del Reino. La viuda (Le 18,1-8), modelo de mujer po-
bre y desvalida, recibe respuesta a su requerimiento. El pu-
blicano (Le 18,9-14), ejemplo pal pabl e de pecador, obtiene el
perdn de Dios. Los nios (Le 18,15-17), paradigma del d-
bil e indefenso, son los preferidos del Reino. El corazn orgu-
lloso es impermeable a la ternura de Dios. As lo muestran el
fariseo, ejemplo de persona pagada de s misma (Le 18,9-14),
y el joven rico a quien el dinero impide optar en favor del
Reino (Le 18,18-30).
b) Dichosos los que lloran: solidaridad con el prjimo
Qu significa el trmino "llorar" en Mt 5,4? Respecto
del prjimo, llorar significa considerar ma la lgrima de
sufrimiento de mi hermano. Respecto de uno mismo, llorar
indica el sufrimiento que, muchas veces, supone ser fiel a
los principios del Evangelio.
El amor verdadero implica el esfuerzo para procurar el
crecimiento del hermano. La entrega al prjimo y la decisin
de ser consecuente con el Evangelio suel en reportar el sufri-
miento de la cruz. Ese padecimiento no es intil, sino que
engendra en nuestro entorno el Reino de Dios.
San Pablo padeci mucho en su tesn por anunciar el
Evangelio. Deca a los cristianos de Colosas: "Me alegro de
padecer por vosotros, pues as voy completando en mi exis-
tencia mortal, y en favor del cuerpo de Cristo, que es la Igle-
sia, lo que an falta al total de l as tribul aciones cristianas"
(Col 1,24). Amar cuesta, pero gratifica: nos implica en l a
construccin del Reino.
La traduccin de la bienaventuranza al lenguaje actual
podra ser: Dichosos quienes son solidarios. La solidaridad
229
consiste en sentir como propio el padecimiento del prjimo y
juzgar como nuestra su propia alegra.
Jess es el modelo de sol idaridad con la humanidad
(Jn 1,14; Rom 8,3; 2 Cor 5,21; Gal 3,13). Recordemos, espe-
cialmente, el fragmento en el que el Seor se aparece a sus
discpulos mostrndoles las manos y el costado (Jn 20,19-29).
Jess dice a Toms: "Acerca tu dedo y comprueba mis ma-
nos; acerca tu mano y mtela en mi costado" (Jn 20,27). La
solidaridad del Seor con el dolor humano no fue un com-
promiso terico; pas por el sufrimiento y el oprobio de la
cruz (Flp 2,6-8). El costado traspasado y el orificio de sus
manos testimonian la solidaridad de Jess con el padeci-
miento humano.
c) Dichosos quienes tienen hambre y sed de justicia:
Coherencia en la vida cristiana
Tienen hambre y sed de justicia quienes son fieles a la
voluntad de Dios. Las pal abras "hambre" y "sed" denotan el
lenguaje proftico. El profeta no es un adivino. Profeta es
aquel que se sabe forjado por la Pal abra y, con lo que pien-
sa, dice y hace, manifiesta la decisin de servir slo al Dios
liberador.
Los profetas "tienen hambre y sed" de vivir segn la vo-
l untad de Dios. Amos tiene hambre y sed de justicia. Oseas
tiene hambre y sed de misericordia. El profeta es el hombre
coherente con la fe que profesa. Podramos traducir la biena-
venturanza diciendo: Felices quienes son coherentes con su
fe. Aquellos que con lo que piensan, dicen y hacen muestran
al prjimo la intencin de vivir de manera acorde con el
Evangelio.
Los profetas vivieron la coherencia de la fe y padecieron
el desprecio. La lgrimas de Jeremas en las "Confesiones"
(Jr 11,18-23; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18) des-
criben la dificultad de vivir la coherencia de la fe en un
mundo hostil, pero recuerdan que con la ayuda de Dios todo
es posible.
La coherencia es difcil y su gran enemigo es el amor al
dinero: "Nadie puede servir a dos amos [...]. No podis servir
a Dios y al dinero" (Mt 6,24). Slo descartando de nuest ra
vida el afn de tener, el ansia de poder y l a vanidad de la
230
apariencia emprenderemos el camino, duro pero apasionan-
te, de la vivencia evanglica.
d) Dichosos los misericordiosos: misericordia,
expresin de la ternura de Dios
La pal abra "misericordia" procede del latn. Est forma-
da por la unin de dos sustantivos: miser, que significa "po-
bre", y corda, que significa "corazn". Posee entraas de mi-
sericordia quien da algo de s mismo, o se da a s mismo,
para paliar la pobreza del corazn de su hermano.
Jess es tajante al indicar lo que debemos hacer para
salvar al pobre de su indigencia: 'Tuve hambre, y me disteis
de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
alojasteis; estaba desnudo, y me veststeis; enfermo, y me vi-
sitasteis; en la crcel, y fuisteis a verme" (Mt 25,35-36).
No debemos confundir la "misericordia" con la "lsti-
ma". La misericordia es una virtud cristiana, mientras que la
l stima puede ser simplemente la manifestacin externa de
nuestra sensibilidad. La l stima indica que el padecimiento
del prjimo nos afecta, nos remueve l as entraas, pero no
provoca l a decisin de ayudar de manera eficaz a quien pa-
dece. Cuando experimentamos l a misericordia, se remueve
nuestro interior ante el padecimiento ajeno, pero, adems,
adquirimos el compromiso de sub sanar el sufrimiento del
hermano.
La parbol a del buen samaritano (Le 10,25-37) es la
catequesis de la misericordia. El sacerdote y el levita en-
cuentran al hombre malherido, sienten l stima por l, pero
no actan para paliar su dolor. El samaritano tambin siente
cmo sus entraas se conmueven, pero, adems, "se acerc,
le vend las heridas [...], lo mont en su cabalgadura, lo llev
al mesn y cuid de l" (Le 10,34).
El samaritano ejerce la misericordia utilizando los me-
dios de los que dispone. Cosas sencillas: aceite y vino para
curar l as heridas, dos denarios al posadero para cuidar al
herido (un denario equivale al sueldo de un da de trabajo).
El samaritano socorre al herido con los medios que tiene y
no con los que deseara tener. La misericordia no implica
siempre acciones heroicas, pero exige poner a disposicin
del prjimo aquello con lo que podemos ampararl e.
231
e) Dichosos los limpios de corazn: transparencia
en las relaciones humanas
El pensamiento semita sita en el corazn el eje del ser
humano, el l ugar donde se asienta la rel acin con Dios y l a
morada de los sentimientos personal es. El corazn repre-
senta el "yo profundo", el interior de la persona (1 Sm 16,7;
1 Pe 3,4).
La limpieza de corazn radica en ser ntegro y transpa-
rente en l as rel aciones con Dios y con los hermanos. Es
limpio de corazn quien habl a sin doblez y es veraz en su
pal abra. La verdad que late en nuestro corazn deben pro-
nunciarl a los labios para procurar la madurez humana del
prjimo.
La desnudez es metfora de la transparencia. Adn y
Eva, en el paraso, iban desnudos y no sentan vergenza
(Gn 2,25), podan comunicarse lo que sentan y pensaban. El
pecado enturbi la transparencia de los primeros padres. La
serpiente tent a la mujer: "Ella tom del fruto y comi; se lo
dio tambin a su marido, que estaba junto a ella, y l tam-
bin comi" (Gn 3,6). La serpiente no tienta a Adn y Eva
con la banal idad del fruto que les ofrece, sino con el afn
de poder. Les dice: "En el momento en que comis se abrirn
vuestros ojos y seris como Dios" (Gn 3,5). Roto el precepto
divino, Adn y Eva se dan cuenta de la desnudez y tejen ho-
jas de higuera para vestirse. El pecado se haba inmiscuido
en sus vidas y ya no podan ser transparentes uno con el
otro.
El afn de poder, el ansia de tener y el deseo de aparen-
tar impiden la limpieza de corazn ante nosotros mismos,
ante los hermanos y ante Dios. Lo que pensamos en el cora-
zn deben pronunciarl o los labios. Seamos como nios, no
en cuanto a la ingenuidad, sino en relacin a la transparen-
cia, porque "de quienes son como nios es el Reino de Dios"
(Me 10,14).
J) Dichosos los que trabajan por la paz:
vivir de manera armnica y positiva
El trmino "paz", segn la mentalidad israelita, no indica
sol amente la ausencia de guerra; "paz" designa el bienestar
de la persona en su vida cotidiana, la armona del hombre
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con la natural eza, la concordia familiar, la serenidad consigo
mismo y la felicidad nacida de la amistad con Dios.
El hombre pacfico es sabio, fuerte e ntegro (Job 9,4;
Sal 37,37). La paz personal nace de la solidez de una exis-
tencia vivida desde valores que humanizan. La paz social es
fruto de la vivencia de la justicia y la solidaridad.
El hombre obtiene el don de la paz pidindoselo a Dios,
buscando la ayuda de los hermanos y l uchando activamente
en favor de la justicia. La paz es el don del Dios de la paz:
"Hermanos, estad alegres, buscad la perfeccin [...], vivid en
paz; de este modo, el Dios del amor y de la paz estar con
vosotros" (2 Cor 13,11). Pero la paz de Dios slo fructifica
cuando el hombre es fiel a la ley del Seor: "Si vivs segn
mis leyes y guardis mis Mandamientos ponindolos en
prctica [...] habr paz en la tierra" (Lv 26,3-6).
Los pacficos viven como hijos de Dios. El hombre de
paz se sabe en l as b uenas manos de Dios y entrega su vida
para la edificacin del Reino, mediante la honestidad de su
vida, la humanidad con el prjimo y el combate en favor de
la justicia.
g) Dichosos los perseguidos por el hecho de ser justos:
luchar en favor de la liberacin personal y social
La bienaventuranza anterior y sta van estrechamente
unidas. Buscar la paz implica el trabajo por la justicia. Jere-
mas insiste en la justicia como mediacin para que Jerusa-
ln recupere el bienestar: "Practicad el derecho y la justicia,
arrancad al oprimido del poder del opresor; no oprimis al
emigrante, al hurfano y la viuda (Jr 22,3).
La legislacin israelita exige al juez (Dt 1,16) y al rey
(Prov 16,13) la integridad en el ejercicio de su funcin. La
justicia divina solicita, adems de esto, nuestro compromiso
militante puesto al servicio de la construccin de una socie-
dad trenzada a imagen y semejanza de Dios. Oigamos, en
ese sentido, el elogio que el puebl o dedica a Simn durante
la poca de los macabeos: "El pueblo comprob la fidelidad
de Simn y la gloria que procur a su nacin, y lo nombr
su caudillo y sumo sacerdote por la honradez y la lealtad
demostradas hacia su nacin y por todos los esfuerzos que
hizo para engrandecer a su pueblo" (1 Mac 14,35).
233
La justicia de Dios no se agota en devolver a cada uno lo
que le corresponde; la justicia divina obliga a trabajar en fa-
vor de unas estructuras sociales j ust as y a preocuparse de
modo preferencial por los pobres y los marginados. Dios no se
contenta con el perdn de las deudas entre israelitas (Dt 15,2),
sino que exige "hacer justicia al hurfano y a la viuda y amar
al emigrante, suministrndol e pan y vestido" (Dt 10,18).
La paz cristiana nace de la justicia. Implica la creacin
de mbitos donde sea posible una vida digna. Espacios que
conformen una sociedad donde cada persona pueda desa-
rrollar sus capacidades humanas y cristianas.
La l ucha por la justicia conlleva la cruz y el conflicto
con los opresores. La opcin por los pobres acarrea el en-
frentamiento con quienes provocan la miseria. Pero slo esa
l ucha posibilita la irrupcin del Reino de Dios: "Jess de Na-
zaret [...] pas haciendo el bien y curando a los oprimidos
por el demonio. Le mataron colgndolo de un madero, pero
Dios lo resucit al tercer da" (Hch 10,37-43).
4. S ntesis y aplicacin a la vida:
la pedagoga del E vangelio
La fe no puede vivirse de forma aislada, sino en comuni-
dad. La comunidad donde experimentamos la presencia de
Cristo resucitado es la Iglesia. En el seno de la Iglesia vivimos
la fe convocados por Cristo, presente entre nosotros.
El domingo de Pascua, l as mujeres fueron al sepulcro a
ungir el cuerpo de Jess y un joven vestido de bl anco les di-
jo: "Buscis a Jess de Nazaret, el crucificado. Ha resucita-
do; no est aqu" {Me 16,6). La comunidad convocada en tor-
no al Seor resucitado que, con la fuerza del Espritu Santo,
anuncia a Dios Padre y espera su Reino constituye la Iglesia.
La Iglesia que celebra la fe, anuncia la Palabra, catequi-
za a sus fieles y sirve al prjimo con radicalidad, se convierte
en evangelizadora, pues su misma existencia comunica la
presencia de Cristo resucitado. Sin embargo, el NT establece
dos pautas para que la Iglesia no pierda su dimensin evan-
gelizadora. La solidaridad con los pobres (Le 10,25-37) y la
234
celebracin de la eucarista (Le 24,13-35) mantienen expec-
tante a la Iglesia ante el Reino de Dios que se avecina.
Cuando se vive el Evangelio y la pertenencia a la Iglesia
con radicalidad, se percibe la exigencia de Jess. El Reino
de Dios se construye desde una opcin cl ara y decidida en
favor de los pobres: "Dichosos los pobres en el espritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5,3).
Desde una perspectiva pedaggica, podramos decir que
la opcin implica el esfuerzo de subir una escal era de siete
escal ones. Cada pel dao representa una de l as Bienaventu-
ranzas contenidas en la inclusin "porque de ellos es el Rei-
no de los Cielos" (Mt 5,3.10). Utilizando un lenguaje actual ,
los siete pel daos son: humil dad, solidaridad, coherencia,
misericordia, transparencia, l ucha por la paz y compromiso
por la justicia.
No es casual que l as Bienaventuranzas, situadas en el
interior de la inclusin, sean siete. El evangelio de Mateo es
rico en simbologa. El nmero siete significa totalidad y ple-
nitud. La opcin por los pobres no puede reducirse a la deci-
sin de un da, sino que debemos vivir y actuar en favor de
los dbiles durante toda la vida.
Desde la ptica cristiana, la opcin por los pobres no
nace del vol untarismo personal . En la primera bienaventu-
ranza aparece una locucin capital: "Dichosos los pobres en
el espritu" (Mt 5,3).
La significacin de la pal abra "espritu" en este pasaje
(Mt 5,3) es debatida por los comentaristas. Pero una cosa es
cierta: los proyectos de Dios triunfan con la fuerza de Dios.
El Seor no se limita a indicar un proyecto de vida, la opcin
por los pobres, para retirarse y abandonarnos en el camino.
Dios se compromete con nosotros cuando optamos por los
pobres y se encarna en nuestros brazos cuando l uchamos
contra la miseria. sa es la significacin de "en el espritu":
la certeza de que en el esfuerzo por la edificacin del Reino
no l uchamos solos, sino que estamos en las buenas manos
de Dios e impul sados por su Espritu.
Las Bienaventuranzas ofrecen un elemento clave de dis-
cernimiento. Todos tenemos la intencin de amar de la ma-
nera como Dios ama y todos tenemos el deseo de optar por
235
los pobres. Pero cmo podemos saber si nuestra opcin por
los pobres es autntica?
El Evangelio responde cl aramente a la pregunta: "Di-
chosos seris cuando os injurien y os persigan, y digan con-
tra vosotros toda clase de cal umnias por causa ma. Ale-
graos y regocijaos, porque ser grande vuestra recompensa
en los cielos, pues as persiguieron a los profetas anteriores
a vosotros" (Mt 5,11-12).
Nuestra opcin por los pobres es acertada cuando
nuestra forma de vivir suscita en quien nos rodea el inters
por el Evangelio y provoca, a la vez, el conflicto con l as es-
tructuras y personas que engendran las situaciones de mi-
seria. En la medida en que la opcin por el amor nos cree
conflictos con l as estructuras injustas y quienes l as sostie-
nen, nuestra opcin por los pobres es evanglica. Desde la
perspectiva cristiana, el AT hal l a su pl enitud en el NT: el
templo de Jerusal n prefigura la Iglesia, y la antigua ley
apunta hacia el Evangelio.
236
GUA DE LECTURA: Mt 5,1-12
"...porque suyo es el Reino de los Cielos"
Ambientacin
Cuando los polticos entran en campaa electoral, lo
primero que hacen es presentar el programa de su partido,
en el que se reflejan los valores segn los cual es pretenden
edificar la convivencia social. Jess no era poltico, pero
tambin nos propone un programa de vida en l as Bienaven-
turanzas. En ellas se transparentan los valores del Reino,
que no son los de nuestra sociedad, sino que tratan de cons-
truir un mundo nuevo y diferente, donde todo se haga segn
lo que Dios quiere y los pobres sean los predilectos.
Antes de comenzar, buscamos Mt 5,1-12.
Miramos nuestra vida
Da la impresin de que en nuestra sociedad se va impo-
niendo un determinado tipo de persona. Si uno quiere triun-
far en la vida -dicen-, ha de ser competitivo, agresivo, eficaz,
con dotes de mando y capacidad organizativa, con b uena
presencia fsica y capaz de controlar sus emociones... Tipos
duros y con agallas, que sepan enfrentarse a la cotidiana ba-
tal l a que se desencadena en nuestras jungl as de asfalto. Si
no eres as, ests condenado a ser un perdedor.
- Qu otras cualidades y actitudes valora nuestra socie-
dad en una persona? Cules rechaza como inadecuadas pa-
ra triunfar en ella?
- Qu suele pensar la mayora de la gente de aquellos
que se rigen por valores diferentes, que parecen no adaptarse
al modelo social en boga?
237
E scuchamos la P alabra de Dios
Jess no se ajust a la mental idad de este mundo. Qui-
z por eso fue considerado un perdedor. Para l lo importan-
te era construir el Reino. Y las Bienaventuranzas contienen
l as directrices que lo hacen posible.
Antes de escuchar la Palabra, nos preparamos para
acogerla. En silencio invocamos l a presencia del Espritu.
Un miembro del grupo lee en voz al ta Mt 5,1-12.
Reflexionamos en silencio: leemos de nuevo el pasaje
personal mente y consul tamos l as notas de nuestra Biblia
para entenderlo mejor.
Respondemos juntos a estas preguntas:
- A qu tipo de personas declara Jess felices en este
texto?
- Qu "ofertas" tiene Jess para ellas?
- Qu estilo de vida y de sociedad se desprende del pa-
saje que hemos ledo?
- Qu tiene que ver todo esto con el Reino de Dios? Y
con la opcin por los pobres? Justificad vuestra res-
puesta desde lo que se dice en el texto.
Volvemos sobre nuestra vida
Las Bienaventuranzas nos presentan un modelo alter-
nativo de persona. Por eso, para entenderl as no hay ms re-
medio que cambiar de mental idad. Si no hacemos nuestros
los valores del Reino de Dios, lo que nos proponen puede pa-
recemos poco real ista e incluso absurdo, porque contradice
profundamente los criterios por los que se rige nuestro mun-
do. Para nosotros, Jess es la demostracin viva de que es
posible vivir segn el programa de las Bienaventuranzas.
- Cul de las actitudes que se reflejan en las Bienaven-
turanzas te sientes ms llamado a vivir en este momento de
tu vida? Por qu?
- Podras contar alguna experiencia personal en la que
te has sentido crecer como persona al tratar de vivir alguna
de ellas?
238
Oramos
Vivir l as Bienaventuranzas no es cuestin de puos, si-
no de gracia. Pidmosle al Seor que transforme nuestra
mental idad a l a medida de l a suya, para poder pensar y ac-
tuar segn la lgica del Reino.
Leemos de nuevo Mt 5,1-12.
Oramos personal mente a partir del pasaje proclamado.
Oramos comunitariamente. Cada miembro del grupo se
inspira en la bienaventuranza que le llame ms l a atencin.
Acabamos nuestra oracin rezando juntos el Padre-
nuestro, que es la mejor manera de expresar en forma de
plegaria lo que dicen l as Bienaventuranzas.
239
BIBLIOGRAFA
La bibliografa referente al Pentateuco y los Libros His-
tricos es muy abundante. Seal aremos slo al gunas obras
para profundizar en el estudio. Pero, antes de enumerarl as,
vale la pena recordar que nuestras Biblias contienen intro-
ducciones a cada libro, notas a pie de pgina, esquemas cro-
nolgicos de la historia de Israel y mapas donde situar los
acontecimientos. Leamos l as introducciones a los libros de
la Sagrada Escritura y fijmonos en l as notas.
- Castel, F., Comienzos. Los once primeros captulos del
Gnesis, Verbo Divino, Estella 1987. Introduccin a las his-
torias de los orgenes (Gn 1-11). Aborda los primeros captu-
los del Gnesis desde las perspectivas juda y cristiana.
- Guijarro, S. - Salvador, M. (eds.), Comentario al Anti-
guo Testamento, vol III, Verbo Divino, Estella 1997. Comen-
tario global al AT que incluye mapas y un panorama de la
historia de Israel en el marco del mundo antiguo.
- Dupont, J., El mensaje de las Bienaventuranzas, Ver-
bo Divino, Cuadernos Bblicos 24, Estella 1988. Excelente
sntesis del mensaje de las Bienaventuranzas. El texto con-
cluye con una bibliografa pedaggica y espiritual .
- Gar Jaume, Ll., Leer y entender el Antiguo Testamento,
Palma de Mallorca 1988. Introduccin al AT clara y asequible,
con especial atencin al Pentateuco y a la historia de Israel.
- Garca Lpez, F., El Pentateuco, Verbo Divino, Estella
2002. Manual introductorio al Pentateuco. Tras anal izar l as
caractersticas del Pentateuco y la historia de su interpreta-
cin, aborda cada uno de los libros. El libro contiene una ex-
celente bibliografa.
241
- Gonzlez Echegaray, J., El Creciente Frtil y la Biblia,
Verbo Divino, Estella 2001. Historia de Israel en el marco del
Prximo Oriente Antiguo. La obra comienza con l a exposi-
cin de la geografa bblica. Seguidamente, aborda el panora-
ma histrico desde el paleoltico hasta el ao 73, con la toma
de Masada por el ejrcito romano.
- Pikaza, X., Para leer la historia del Pueblo de Dios, Ver-
bo Divino, Estella 1990. El tema de l a obra lo constituye la
historia de la salvacin. Comienza tratando la historia de los
orgenes y cul mina con la resurreccin de Jess.
- Snchez Caro, J. M. (ed.), Historia, narrativa apocalp-
tica, Verbo Divino, Estella 2000. Introduccin general a los
libros histricos realizada por varios autores. El texto co-
menta la historia deuteronomista, la historia cronista, l as
historias ejemplares y la historia macabea.
- Sicre, J. L., Introduccin al Antiguo Testamento, Verbo
Divino, Estella 2000. Ofrece facilidades al lector para la com-
prensin precisa del AT, tratando de manera novelada y pe-
daggica la historia de la redaccin del Pentateuco y de la
historia deuteronomista (Josu, Jueces, 2 Samuel , 2 Reyes).
- Sicre, J. L., Josu, Verbo Divino, Estella 2002. Estu-
dio erudito y profundo al libro de Josu . Presenta una amplia
introduccin, seguida de un comentario a cada episodio. La
obra concluye con amplios ndices temticos y de autores.
- Vlchez, J., Rut y Ester, Verbo Divino, Estella 1998. El
autor mantiene la traduccin de la Nueva Biblia Espaol a.
El estudio de cada libro es erudito y especializado. Comienza
con una amplia introduccin, seguida de un comentario a ca-
da versculo. Concluye con un ndice temtico y de autores.
Los libros presentados son introducciones excelentes al
AT, pero en general son voluminosos. Existe una coleccin
denominada "Cuadernos Bblicos", publ icada por la editorial
Verbo Divino. Los cuadernos que la integran, de unas 70 p-
ginas cada uno, ofrecen una visin panormica de cada libro
bblico. Recomendamos especialmente la revista Resea B-
blica que edita cuatro nmeros monogrficos cada ao
sobre temas bblicos.
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