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Manifiesto (Hablo Por Mi Diferencia)

El documento presenta un manifiesto del escritor chileno Pedro Lemebel donde expresa su identidad como hombre homosexual y critica la hipocresía de la izquierda y la derecha políticas chilenas con respecto a los derechos de la comunidad LGBTIQ+. También incluye una carta dirigida a la juventud donde los alienta a soñar con un país más justo e inclusivo.

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Manifiesto (Hablo Por Mi Diferencia)

El documento presenta un manifiesto del escritor chileno Pedro Lemebel donde expresa su identidad como hombre homosexual y critica la hipocresía de la izquierda y la derecha políticas chilenas con respecto a los derechos de la comunidad LGBTIQ+. También incluye una carta dirigida a la juventud donde los alienta a soñar con un país más justo e inclusivo.

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Pedro Lemebel es el gran dios maricn de todos los cielos y de todos los sabuesos sexys

parados y quebrando las caderas en todas las esquinas fleteras del mundo. Empezamos
a creer en dios pero lemos el manifiesto y empezamos a creer en sus manos y en
su vida. El delirio lleg cuando Chile haba muerto y Lemebel colocaba sus tacos sobre el
cuerpo despedazado de Pinochet y abri los burdeles del infierno sobre la tierra que lo ha
visto sufrir.

Manifiesto (Hablo por mi diferencia)


No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aqu est mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrtica
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricn es peor
Hay que ser cido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunndote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
Y entonces?
Qu harn con nosotros compaero?
Nos amarrarn de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos metern en algn tren de ninguna parte

Como en el barco del general Ibez


Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno lleg a la costa
Por eso Valparaso apag sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lgrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese ao que la Comisin de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compaero le pregunto
Existe an el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
Y usted?
Qu har con ese recuerdo de nios
Pajendonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
El futuro ser en blanco y negro?
El tiempo en noche y da laboral
sin ambigedades?
No habr un maricn en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
Van a dejarnos bordar de pjaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fra
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los stanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipcrita
Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
No cree usted

que solos en la sierra


algo se nos iba a ocurrir?
Aunque despus me odie
Por corromper su moral revolucionaria
Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compaero
Usted no sabe
Cmo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qu es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Sper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ren
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombra
Nunca la aprend en los cuarteles
Mi hombra me la ense la noche
Detrs de un poste
Esa hombra de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que an estn en el poder
Mi hombra no la recib del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombra la aprend participando

En la dura de esos aos


Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombra fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El ftbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la poltica y el vino
Mi hombra fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombra es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho ms duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compaero
Y sa es mi venganza
Mi hombra espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombra fue difcil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dnde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechaz tantas veces
No necesito cambiar
Soy ms subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolucin no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje

Y no es por m
Yo estoy viejo
Y su utopa es para las generaciones futuras
Hay tantos nios que van a nacer
Con una alta rota
Y yo quiero que vuelen compaero
Que su revolucin
Les d un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.
NOTA: Este texto fue ledo como intervencin en un acto poltico de la izquierda en
septiembre de 1986, en Santiago de Chile.

Carta a la dulce juventud


A ti, mi querida polilla de farol, mi carreteada zapatilla cesante. A la verde juventud
universitaria, que escribe su testimonio con la llamarada de una molotov que tisa de rabia
el cemento. A los encapuchados del Arcis, de la Chile, de tantas aulas tomadas en la justa
demanda de querer estudiar sin trabas econmicas, sin la monserga odiosa del crdito, del
recargo, de la deuda y el pago. Como si no bastara con quemarte las pestaas dndole al
estudio los mejores aos de tu vida, para despus titularte de neurtico vagoneta. Como si
no bastara tu dedicacin, tu sincera dedicacin, cuando te humea el mate toda la noche,
hasta la madrugada leyendo, dejando de lado ese carrete bacn que chispeara de pasin
tu noche de fiesta. Tu gran noche, pendejo, donde chorrearan las cervezas y un aire
mariguano pintara de azul el vaho de la msica. Como si no bastara con todas las
negaciones que te dio la vida, cuando postulaste a esa universidad privada y el tanto
tienes, tanto vales del mercado acadmico te dijo: T no eres de aqu, Conchal, No te
alcanza, Barrancas, A otro carrusel, Pudahuel, A La U. del Estado, Lo Prado.
As no ms, mi bella chica artesa que ya se las vivi todas de un trago, y en ese salud el
futuro se derram de golpe. Vino el embarazo y la bronca de tu viejo preguntndote de
quin era el cro. Y qu te ibas a acordar si esa noche en la disco todos los locos tenan la
misma cara de fiebre. La nica que no te dijo nada fue tu vieja, quien te brind su apoyo,
valioso, pero intil a la hora de pagar quinientas lucas por el aborto. Y ah est el nio
ahora, y t lo amas como a nadie, y qu culpa tiene l, y qu culpa tienes t tambin de
abandonar tus sueos de progreso, de realizacin profesional a cambio de este papel de
nia-madre. Adis, mi chiquilla, a ese porvenir, que tan temprano cancel tus ilusiones
gota a gota con la urgencia parturienta. Y, al final, como tantas chicas de la poblacin, te
ves hojeando el diario, buscando pega en un topless, en los cafs para varones, o en las
casas de masajes que abundan en la oferta laboral de la prostituda demanda. Y eso fue
todo, all se acab el cuento de la dulce princesita descarriada.

A tantos pendejuelos rockeros, raperos, metaleros, hip-hoperos, que despliegan su estti


ca bastarda coloreando esta urbe infame con su melenada tornasol. A ellos, por su
espectculo de vida impertinente. Por sus desvos, por sus tocatas donde el minuto
bullanguero de elctrico rocanroll, tambin equivale a un minuto de silencio. Por ese
silencio, cuando llegas a tu casa, pateando piedras, puteando piedras, porque lo nico
que te espera es la tele prendida cacareando su mentira oficial. Para ti, mi Johny
Caucamn, mi Matas Quilaleo, mi Rodrigo Lafqun; bellos ejemplares de la raza mapuche
que en Santiago rapean su guillatn-tecno. Por esa fiereza de indio punky, pelo tieso. Por
su indomable juventud, que desde ac, apoyan con el corazn encendido las
movilizaciones de Ralco, el Biobo, y putean en mapudungun chicano por sus hermanos
presos.
Para usted, joven barrista, que escucha desconfiado el palabreo de esta prdica. Tal vez
para reforzar la sospecha de su espritu futbolero que se expresa clandestino en los
cdigos del graffiti, del espray en mano, de la letra puntuda narrando en las paredes la
flecha anarca de su descontento. Quisiera prometerle que la ciudad sera una pizarra para
usted solo, y que en sus paredes, usted podra expresar libre esa gramtica lunfarda que
lo apasiona. Quisiera decirle que nunca ms la bota policial limpiar su mierda de orden y
patria en sus nalgas rebeldes. Podra ofrecerle tantas cosas, tantas esperanzas que
muchos guardamos con impotencia en el lado zurdo del amor. Pero usted sabe ms que
yo de las promesas incumplidas, del apaleo de la repre, y del canto frustrado de su
esquina pastabasera, de su cancha de ftbol y las tardes tristes, ociosas, peloteando.
Usted lo vivi, lo supo o le contaron lo que ocurri en su paisito. Por eso, usted sabe mejor
que nadie que el sermn monaguillo de la derecha fue y ser para el Chile pobre un
epitafio de tumba.
No le ofrezco el cielo, porque s que los ngeles le aburren. Tampoco un carrete
interminable, porque el bolsillo roto de la izquierda no da para tanto. Tal vez, en esta carta,
podamos imaginar un sitio digno donde respirar libertad, justicia y oportunidades sin
besarle el culo a nadie. Quizs, soar otro pas, donde el reclutamiento sea voluntario, y
usted no se sienta menos patriota por negarse a empuar la criminalidad de esas armas.
Sera un bello pas, no cree? Un largo pas, como un gran pauelo de alba cordillera para
enjugarle al ayer la impunidad de sus lgrimas. Un hermoso pas, como una inmensa
sbana de sexo tierno que tambin sirva para secarle a usted su sudor de mochilero
patiperro. Qu me dice? Nos embarcamos en el sueo.

ltima carta de Pedro Lemebel


(va facebook)

ltimo comunicado de Pedro Lemebel va Facebook

Queridos amigos feisitos:


Mi enfermedad no me permite contestar en otra pgina que no sea sta.
Les dejo estas letras en estas letras en este ltimo da de este msero y prspero ao. El
reloj rueda frentico hacia las doce de la noche. Para algunos ste ao ha sido dichoso.
Para otros no tanto, como por ejemplo para mi amiga ministra, Helia Molina, a quien la
derecha prfida, golpista, hipcrita y cerda cag. No merecen ser chilenos, porque lo dicho
por Helia lo hemos pensado todos, miles de veces.
Bueno, el reloj sigue girando. No hace fro ni calor, y extiendo mi voz como un abrazo
anticipado para ustedes. Siempre estar con ustedes, con quien merece estarlo, por
supuesto. Viv en este pas hermoso que tanto am con Gladys, con mi madre, con Sergio
Parra, con la izquierda dura, que nunca se dobleg.

Falta gente, faltan amigos, faltan mis desaparecidos, que torpemente casi dejo afuera de
esta lista.
El reloj sigue girando hacia un florido y clido futuro. No alcanc a escribir todo lo que
quisiera haber escrito, pero se imaginarn, lectores mos, qu cosas faltaron, qu escupos,
qu besos, qu canciones no pude cantar. El maldito cncer me rob la voz (aunque
tampoco era tan afinado que digamos).
Los beso a todos, a quienes compartieron conmigo en alguna turbia noche.
Nos vemos, donde sea.
Pedro Lemebel.
- See more at: http://poetasdelfindelmundo.com/2015/01/24/pedro-lemebeltextos/#sthash.R7qAUUqV.dpuf

BESAME OTRA VEZ FORASTERO


Pedro Lemebel

.......... Ah est garabateada en el muro de su noche, con sombrero de punto, tacos y cartera
roja; sola y hambrienta teje su telaraa azul lado a lado de esta calle de notaras y oficinas, a
cinco cuadras de mi barrio. Oscura y delicada saca un cigarrillo; la vieja no fuma, por eso no lo
prende, espera la figura del joven, que desde el fondo de la calle avanza al ritmo elstico de las
zapatillas, lo piensa mientras se acerca, olfatea el aire rodo de la noche buscando ese olor
fresco, con los ojos semicerrados por el deleite y el alquitrn de sus pestaas, se pasa la
lengua por el descolorido bigote y suea y pasa borrosa por su entelado cerebro la historia
imprecisa de sus quince aos. Es la vieja, la madonna con enaguas de franela esperando a los
corceles que vengan a comer de su mano; guachito venga les susurra, ya pues mijito les grita,
oye cabro cmo tens el pajarito. As vocifera la nonagenaria, bien sujeta en las piernas
enclenques; venga un ratito mijo, est muy vieja seora, aqu detrasito escndase conmigo,
est muy oscuro seora, sintese aqu mijo lindo a verse la suerte con esta pobre vieja, aqu en
esta escalera helada y squese la pichulita, no le tenga miedo a esta anciana leprosa, a este
ngel azul, la dulce compaa de los liceanos vrgenes, que llegan solitarios a ofrecerme la fina
piel de su sexo; aqu est la abuela milagrosa, que acaricia con su garra de seda el plpito de
la sangre en los prepucios, la vieja de guardia, niera impdica lamiendo los penes infantiles, la
gallina que empolla quinceaeros, que los arrastra a su cueva de sbanas con mentholatum,
hasta la fauce de su tero desdentado; bsame repite acezando, bsame por favor, mi
muchacho, mi nio hermoso, que veo alejarse por las membranas rotas de mis cuencas, de mis
ojos que te persiguen mientras cruzas la calle, que se rebalsan de agua ligosa y la enorme
lgrima la despierta y por un momento mueve la boca sin sonido, baja el escaln, guachito no
se vaya, mijito venga, taconea unos acrobticos pasos y lo pierde en la carrera alrgica del
muchacho al doblar la esquina. Entonces vuelve cansada a su peldao y mira con ojos de agua
turbia, tratando de buscar el sol en su tremenda noche. Es la misma seora que riega
cardenales en el piso de enfrente, slo diez metros de aire separan mi ventana de la suya.
Durante el da, enmarcada en el alfeizar, teje y espera paciente que el sol se ponga de luto, va
hilando los ltimos destellos que enreda en su cabeza blanca para verse ms hermosa.
Escucho oculto en la sombra el "Para Elisa" de su caja de msica, me llega distorsionado por
los aos el timbre de su voz luntica, puedo ver, con los ojos cerrados, el espejo y su cara
blanca en la luna dorada de azogue; canta y re, se mancha la boca de crayn, se da vueltas

lentamente, entonces tengo miedo, miedo de abrir los ojos, miedo de asomarme a la
ventana,miedo que me mire, miedo que sus ojos de gallina enferma, rodando calle abajo,
alcancen al nio que huye en bicicleta, que desaparece en la perspectiva ruinosa del barrio,
porque tuvo asco y al mismo tiempo deseos de subir la escalera de enfrente, de ver de cerca el
ojo sumergido que le guiaba la vieja, quiere ir lejos sobre los pedales porque lleg a tocar la
manilla de bronce y se introdujo en la pieza fresca de aspidistras y cortinas de hilo, subi hace
un rato la escalera, sucumbiendo al deseo del ojo desvelado llamndolo desde el balconcito,
ella le mostr la pierna, bajndose la media de lana entre los cardenales, hizo revolotear sus
manos incoloras en el aire indicndole que cruzara; y ya es muy tarde para que el jugoso
muchacho se arrepienta, porque descubri en el bao su pelaje genital, entonces el balconcito
es un desafo, y el ojo de la vieja, que cuelga en mitad de la noche, lo hace perder la cabeza; y
va y viene, entrando y saliendo de la ventana -Qu le pasa que no se sienta?- Es la edad del
pavo mujer, no te fijas que peg el estirn de pronto-. Poca ms y se nos casa, poco ms un
poquito ms le pide la vieja y l acepta y se baja los pantalones y le dice toma vieja, cmetelo,
mmatelo, as sin dientes, boquita de guagua, mamita, sigue no ms, vieja de mierda, as
suavecito, ms rpido, cuidado que viene, viene un ro espeso a inundarte la pieza, una
corriente de cloro que me baja del cerebro, borrndome la imagen del espejo, donde la vieja
ternera hunde su cabeza entre mis piernas y se aprovecha de ese momento para besarme,
clava su lengua con rabia en mi boca y en el paladar me deja, por muchos aos, el gusto rancio
del pasado.
..... Al paso de los aos, se fue juntando el tiempo que dej la calle desierta; neblinosa, como
una pelcula sin argumento, y calendarios gastados por la obsesin del mancebo, el otoo y
sus tacos pisando hojas, aguas nubosas y veredas calientes, retumbando en mis odos su
taconeo suelto en el baile de la amanecida. El barrio se hizo viejo y ella observ con sus
redomas de suero la sucesin de todas las generaciones; de la abuela muerta al padre
anciano, tambin muerto, al nieto adulto padre de otros nios, tambin crecidos al ritmo lgubre
de los aos, el fatigoso descenso de los atades por las escaleras, tan estrechas, que deban
bajar con sogas desde las ventanas, los llantos a medianoche, el gangoso ronquido de los
viejos, en fin todos los ocasos fueron presididos desde su ventana; desde aquel tiempo hasta
aqu, hablando con temor ahora, porque estoy hablando de m, rodeado de cruces, en este
silln frente a la ventana, abandonado de todo lo que fui, solamente me da nimo saber que
pronto escuchar su caminar por la calle, porque as regresa todava; la veo claramente azul
rengueando la madrugada, con un resabio a semen en la boca, borrosmente azul cruza el
prtico del edificio y se hunde en el hueco de la escalera, adivino su olor a trapos sucios, la veo
abrir cansada la puerta y sentarse en la banqueta tapizada de felpa, la diviso demente
mecindose en la medialuna del espejo, sacndose el sombrero de punto, batiendo el cabello
cano y transparente, como una medusa loca, estacionaria en su vicio. An ahora, que hace
mucho el balcn permanenece cerrado, a los geranios lacres se los fue comiendo el polvo, una
tarde fue la ltima vez que se escuch su taconeo imparejo camino a la esquina, su pollera de
herbario se cerr para siempre en un secreto, mucho hace que su sombra de lagarto no se
enrosca en el pilar de la esquina; hace mucho del ltimo recuerdo...
..... Solamente yo tuve conciencia de la resurreccin de su cara en mi espejo, el dorado espejo
de azogue que rescat de los despojos cuando la vieja fue sacada slida y putrefacta, tres
meses despus de su muerte.

"Los Diamantes Son Eternos"

(Frvolas, cadavricas y ambulantes)

..En el ghetto homosexual siempre se sabe quin es VIH positivo, los


rumores corren rpido, las carteras que se abren de improviso, los papeles y
remedios tirados por el suelo. Y no falta la intrusa que ayuda a recoger
preguntando: Y ese certificado mdico y pastillas?. Y estas jeringas nia?.
No me digas que eres adicta.

En estos lugares, donde anida fugaz la juerga coliza: organizaciones para la


prevencin, movimientos polticos reivindicativos, eventos culturales,
desfiles de modas, peluqueras y discotheques, nunca falta la indirecta, la
talla, el conchazo que vocea alaraco la palidez repentina de la amiga que
viene entrando. Te queda regio el sarcoma linda!, As, los enfermos se
confunden con los sanos y el estigma sidtico pasa por una cotidianeidad de
club, por una familiaridad compinche que frivoliza el drama. Y esta forma de
enfrentar la epidemia, pareciera ser el mejor antdoto para la depresin y la
soledad, que en ltima instancia es lo que termina por destruir al infectado.

En uno de estos lugares, al calor delirante de la farra marucha, es fcil


encontrar una loca positiva que acceda a contestar algunas preguntas sobre
el tema, sin la mascarada cristiana de la entrevista televisiva, sin ese tono
masculino que adoptan los enfermos frente a las cmaras, para no ser
segregados doblemente. Ms bien jugando un poco con el aura star de la
epidemia, as, revertir el testimonio, el indigno interrogatorio que siempre
coloca en el banquillo de los acusados al homosexual portador.

Por qu portador?

- Tiene que ver con puerta.

Cmo es eso?

- La ma es una reja, pero no de crcel ni de encierro. Es una reja de jardn


llena de florcitas y pjaros.

Barroca?

- No s lo que es eso, pero puede ser, una verja llena de cardenales.

Y donde conduce?

- Al jardn del amor.

Se abre?

- Siempre est abierta de par en par.

Y qu hay en el jardn?

- Un asiento tambin de fierro, igual que la reja llena de...

Pjaros y florcitas

- Y tambin corazones.

Partidos?

- Bueno un poquito, alguna trizadura por aqu, otra por ac, pero sin flechas.
Eso del angelito cupido es cuento htero, en vez de flechas, jeringas.

Huy qu heavy!

- Qu tanto? Si los pinchazos ahora me excitan.

Bueno, estbamos en el amor. El jardn portador del amor. No crees que te


corres del tema?

- Siempre, nunca tienen que saber lo que ests pensando.

En qu ests pensando?

- Yo no pienso, soy una mueca parlante. Como esas Barbys que dicen I love
you.

Hablas ingls?

- El SIDA habla ingls.

Cmo es eso?

- Tu dices Darling, I must die, y no lo sientes, no sientes lo que dices, no te


duele, repites la propaganda gringa. A ellos les duele.

Y a t?

- Casi nada, hay muchas cosas por las que vivir. El mismo SIDA es una razn
para vivir. Yo tengo Sida y eso es una razn para amar la vida. La gente
sana no tiene por qu amar la vida, y cada minuto se les escapa como una
caera rota.
Tengo miedo torero

Pedro Lemebel

Al entrar, escuch la aguja del pic-up chirriando sorda al final del disco, y
ms all, tirado como un largo riel sobre los almohadones, Carlos roncaba
profundamente por los fuertes ventoleros de su boca abierta. Una de sus

piernas se estiraba en el arqueo leve del reposo y la otra, colgando del


divn, ofreca el epicentro abultado de su paquetn tenso por el brillo del
cierre eclair, a medio abrir, a medio descorrer en ese ojal ribeteado por los
dientes de bronce del marrueco, donde se poda ver la pretina elstica de un
calzoncillo coronado por los rizos negros de la pendejada varonil. Slo un
pequeo fragmento de estmago lata apretado por la hebilla del cinturn,
una mnima isla de piel sombreada por el matorral del pubis en el mar
cobalto del drapeado blujin. Tuvo que sentarse ahogada por el xtasis de la
escena, tuvo que tomar aire para no sucumbir al vaco del desmayo frente a
esa esttica erotisada por la embriaguez. All estaba, desprotegido,
pavorosamente expuesto en su dulce letargo infantil, ese cuerpo amado,
esa carne inalcanzable tantas veces esfumndose en la vigilia de su
arrebato amoroso. Ah lo tena, al alcance de la mano para su entera
contemplacin, para recorrerle centmetro a centmetro con sus ojos de
vieja oruga reptando sedosa por el nervio aceituno del cuello plegado como
una cinta. Ah se le entregaba borracho como una puta de puerto para que
las yemas legaosas de su mirar lo acariciaran a la distancia, en ese tacto
de ojos, en ese aliento de ojos vaporizando el beso intangible en sus tetillas
quiltras, violceas, hmedas, bajo la transparencia camisera del algodn.
Ah, a slo un metro, poda verlo abierto de piernas, macizo en la estilizada
corcova de la ingle arrojndole su mun veinteaero, ofrecindole ese
saurio enguantado por la mezclilla spera que enfundaba sus muslos.
Parece un dios indio, arrullado, por las palmas de la selva, pens. Un
guerrero soador que se da descanso en el combate, una tentacin
inevitable para una loca sedienta de sexo tierno como ella, hipnotizada,
enloquecida por esa atmsfera rancia de pecado y pasin. No lo pensaba, ni
lo senta cuando su manogaviota alis el aire que la separaba de ese
manjar, su mano mariposa que la dej flotar ingrvida sobre el estrecho
territorio de las caderas, sus dedos avispas posndose levsimos en el carro
metlico del cierre eclair para bajarlo, para descorrerlo sin ruido con la
suavidad de quien deshilacha una tela sin despertar al arcnido. No lo
pensaba, ni siquiera caba el nerviosismo en ese oficio de relojero, aflojando
con el roce de un ptalo la envoltura apretada de ese lagarto somnotiento.
Ni lo pensaba, dejndose arrastrar abismo abajo, marrueco abajo hasta
liberar de ataduras ese tronco blando que moldeaba su anatoma de perno
carnal bajo la alba mortaja del calzoncillo. Y ah estaba por fin, a slo unos
centmetros de su nariz ese beb en paales rezumando a detergente. Ese
msculo tan deseado de Carlos durmiendo tan inocente, estremecido a
ratos por el amasijo delicado de su miembro yerto. En su cabeza de loca
dudosa no caba la culpa, este era un oficio de amor que alivianaba a esa
momia de sus vendas. Con infinita dulzura desliz la mano entre el
estmago y el elstico del slip, hasta tomar como una porcelana el cuerpo
tibio de ese nene en reposo. Apenas lo acun en su palma y lo extrajo a la
luz tenue de la pieza, se desenroll en toda su extensin la crecida guaguaboa, que al salir de la bolsa, se solt como un ltigo. Tal longitud, exceda
con creces lo imaginado y a pesar de lo lnguido, el guarapo exhiba la
robustez de un trofeo de guerra, un grueso dedo sin ua que peda a gritos

una boca que anillara su amoratado glande. Y la loca as lo hizo, secndose


la placa de dientes, se moj los labios con saliva para resbalar sin trabas
ese pndulo que campane en sus encas huecas. En la concavidad hmeda
lo sinti chapotear, moverse, despertar, corcoveando agradecido de ese
franeleo lingual. Es un trabajo de amor, reflexionaba al escuchar la
respiracin agitada de Carlos en la inconciencia ettica. No podra ser otra
cosa, pens, al sentir en el paladar el plpito de ese animalito huacho
recobrando la vida. Con la finura de una geisha, lo empu extrayndolo de
su boca, lo mir erguirse frente a su cara, y con la lengua afilada en una
flecha, dibuj con un cosquilleo baboso el aro mora de la calva reluciente. Es
un arte de amor, se repeta incansable, oliendo los vapores de macho
etrusco que exhalaba ese hongo lunar. Las mujeres no saben de esto,
supuso, ellas lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado cantante
en la sinfona de su mamar. Las mujeres succionan nada ms, en tanto la
boca loca primero aureola de vaho el ajuar del gesto. La boca loca degusta,
y luego trina su catadura lrica por el micrfono carnal que expande su
radiofnica libacin. Es como cantar concluy, interpretarle a Carlos un
himno de amor directo al corazn. Pero l nunca lo sabr, le confidenci con
tristeza al mueco erecto que apretaba en su mano, mirndola tiernamente
con su ojo de cclope tuerto. Carlos tan borracho y dormido, nunca se va a
enterar de su mejor regalo de cumpleaos, le dijo al ttere moreno besando
con terciopela suavidad el pequeo agujero de su boquita japonesa. Y en
respuesta el mono solidario, le brind una gran lgrima de vidrio para
lubricar el canto reseco de su incomprendida soledad. "ANSIEDAD DE
TENERTE EN MIS BRAZOS MUSITANDO PALABRAS DE AMOR ANSIEDAD DE
TENER TUS ENCANTOS Y EN LA BOCA VOLVERTE A BESAR".

CAUPOLICAN
(o la virilidad empalada del alma araucana)

Despelucada por la historia, la leyenda del toqui pareciera confundirse en el ramaje difuso de
una Biblia patria, de una bitcora testimonial donde impuso su verdad el puo del alfabeto
castizo. Entonces, relatar un nombre o desterrar a un personaje autenticado a medias, relatado
a la distancia por la crnica oportunista del lego espaol, supone articular esa distancia y
relativizar las versiones que han hecho de su existencia un mito, una fugaz presencia entre el
humo, los alaridos y la espesa vegetacin donde se di la Guerra de Arauco. Supone quizs,
dudar de las estampas literarias que slo lo autentican por su valenta y arrojo "cabalgando de
capa roja en el potro blanco de Pedro de Valdivia, con la ropa interior del conquistador en la
punta de la lanza, aseguraba que l le haba dado muerte" al centauro de lata y por eso las
prendas ntimas de Peyuco eran su botn con olor a pata, peo, poto y verijas del extranjero;
relata Encina, sugiriendo algo ms que la relacin de conquistador a conquistado. Tal vez,
reiterando el cuento de dioses blancos vestidos de sedas, cueros y metales que deslumbraron
al rotoso pueblo araucano.

Es difcil hacer una crnica de este personaje sin contaminarse de la imprecisa narrativa que
corre sobre Caupolicn, la suma de supuestos, imposibles de verificar, o la vocera popular del
chisme donde se reconstruyen cientos de caupolicanes que orillan la caricatura, el drama o el
chiste. Y en ltimo caso, el sospechosos argumento que cuenta Ercilla, el autor de "La
Araucana", el Poema de Chile, que metaforiza empalagosamente la bravura y el ingenio viril del
pueblo mapuche. Pero el lrico Alonso solo estuvo de paso por estos peladeros, tiempo
insuficiente para bordar su admirado tapz pico en que se fundamentaban casi todas las
versiones oficiales que historizan la derrota de un pueblo arrasado por la conquista. Y pareciera
que esta potica reconstruccin de la masacre fuera el mejor argumento europeo para mirar
literariamente la historia. Pareciera que la historia que se ensea en los colegios acentuara el
hilado esttico que suaviza los hechos y ponderara como en un cmic didctico, "la gallarda, y
la masculinidad tan recia y reacia del alma araucana" (Ercilla).

Actualmente, es difcil imaginar al toqui guerrero sin estropear su nublado perfil con las
alabanzas de los cronistas de la Conquista que redoblan su propio narciso al ponderar
mariconamente la hombra mapuche. Segn Encina: "La sicologa reciamente varonil, movi al
araucano a admirar a los soldados espaoles que sobresalan por su intrepidez y empuje". Con
estas citas se podr escribir una versin gay de la Historia de Chile, digo gay porque me refiero
a esa homosexualidad que se da entre machos: el gallito, ese juego tan popular que traviste en
ejrcicio de fuerza la excusa para cogerse las manos (E. Muoz). Pero este baile del guapo a
guapo, tangueando la conquista y que nos ensearon en el colegio, escribe solamente un
tratado hombruno de la historia, un espejo de machos obcecados rivalizando un territorio,
peleando la administracin del mapa americano. Un territorio como una cancha de ftbol o
chueca donde la mujer mapuche slo aparece mencionada en saqueos y violaciones o en la
cruza mestiza del urgimiento boludo del fauno espaol.
Quizs resulta complejo adentrarse documentadamente en el triste relato de Caupolicn,
alabado por los laureles maruchos de Ercilla, y por lo mismo, castigado por la caricatura del
empalamiento que lo atraviesa enculado por la pica del coo en la violencia del tormento que
todos conocemos. Tal vez, es irnico pensar que por este castigo los vientos orales lo
recuperan y lo transforman en una versin de San Sebastin chileno sodomizado por
terquedad. "Estn tan emperrados con este mal indio de Caupolicn, que otro da envi a
decirme que, aunque fuese con tres indios, me haba de matar; y aun desafindome en forma
como si fuera hombre de gran punto". (Carta al rey por Garca Hurtado de Mendoza). Tal vez,
cualquier suplicio, comn en esos das, no hubiera bastado para trasladar la epopeya del toqui
hasta nuestro tiempo. Y tuvo que ser el empalamiento, el cuento morboso que lo traslada
humillado en lo ms ntimo. En lo ms resguardado del macho, la gruta anal donde sinti hondo
la pica rajndole el orto, la entraa y la intestina. Sin exclamar ni un ay, sin decir agua va, sin
mover un msculo, el valiente indio soport el suplicio. Se dice, se cree. Y pareciera que de

este calvario sin llanto, se valen los cronistas y frailes copuchentos, para ensalzar la caradura
del indio... o mejor dicho, su rajadura.
Puede ser peligroso componer una estampa del hroe de Millarahue, el generalsimo
Caupolicn, luego de tanta leyenda sobre una minora tnica que no le dio entrevistas a la
historia. Y que con respecto al gran toqui, su popular y conocido retrato, la escultura que est
en el cerro Santa Lucia, fue una copia de un souvenir vendido en Pars y que en ese entonces
representaba al ltimo mohicano. As, si no existe una versin mapuche de su propia historia, y
solo la oralidad de su lengua lo guarda y encapulla con el celo de su atvico secreto, desde
dnde extraer su autora? Desde qu memoria se podra reafirmar o desmitificar la crcel
extrema sobre la virilidad semental que acua el escrito castellano? Desde qu retazo,
mestizado por cierto, habra que nombrarlo hoy? Quizs para esto, deba acudir a mi propia
biografa colihue o colipn y actualizar la memoria desde mis juegos erticos con hijos de
panaderos en la lejana adolescencia de mi india poblacin. Es posible que desde esas
relaciones ntimas y secretas que tuve con mi pueblo y que permanecieron calladas y
clausuradas en su mutismo ancestral. Pero ese es otro captulo privado, tal vez necesario para
ahondar un poco ms sobre la actual masculinidad de nuevos caupolicanes, ms altos, ms
claros, con jeans y personal stereo que se llaman Boris, Walter, Gonzalo o Matas y que bajan
la voz cuando dicen su apellido mapuche, escondiendo timidamente las cenizas castigadas de
su brava estirpe.

(Fragmento del libro NEFANDO Crnicas de un pecado)

Les acerco su biografa para quienes no lo conocen:

Pedro Lemebel
.......... Nace en Santiago a mediados de la dcada del 50..Pedro Lemebel es escritor,
artista visual y cronista, y cada fase (o actuacin) de su identidad creadora (o performativa)
est trazada sobre el paisaje de la cultura chilena de la resistencia desde una distinta
transformacin vital suya. Como Pedro Mardones (su nombre paterno) haba obtenido el
primer premio del Concurso nacional de cuento Javier Carrera en 1982, y su primer libro
de relatos, Los incontables, es de 1986. En una entrevista, ha reconstrudo esa primera
transformacin: "El Lemebel es un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido
materno, reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti (1997).
.......... La transitoriedad del gnero como protocolo discursivo subrayar, como un flujo de
investigacin potica, la otra escena, la del gnero como sexualidad transgenrica, fluda y
antiprotocolar. En efecto, en los aos 80, cuando la literatura haba sido marginalizada por
los aparatos de la dictadura (un perodo que segn Carmen Berenguer hace volver a la
palabra oral, al recital, a los nuevos recintos de una comunicacin posible), Pedro Lemebel

y Francisco Casas fundan el colectivo de arte "Yeguas del Apocalipsis" (1987). En una
actividad que fue a la vez pardica y sediciosa, estos escritores convertidos en actores de
su propio texto, en agentes de una textualidad en devenir (ni dada ni por hacerse, pura
transicin burlesca), desencadenaron desde los mrgenes (desde la homosexualidad pero
tambin desde el bochorno irreverente) una interrupcin de los discursos institucionales,
un breve escndalo pblico en el umbral de la poltica y las artes de lo nuevo. Su trabajo
cruz la performance, el travestismo, la fotografa, el video y la instalacin; pero tambin
los reclamos de la memoria, los derechos humanos y la sexualidad, asi como la demanda
de un lugar en el dilogo por la democracia. "Quizs esa primera experimentacin con la
plstica, la accin de arte...fue decisiva en la mudanza del cuento a la crnica. Es posible
que esa exposicin corporal en un marco poltico fuera evaporando la receta genrica del
cuento...el intemporal cuento se hizo urgencia crnica...," recuenta Lemebel. Entre 1987 y
1995, "Yeguas del Apocalipsis" realizaron por lo menos quince eventos pblicos. Ese
ltimo ao, Lemebel publica su primer libro de crnicas, La esquina es mi corazn.
.......... Esta nueva transformacin del artista/escritor no ser, sin embargo, un mero
proceso de alguien en busca de su mejor expresin o su voz ms personal. Esa mitologa
lrica no se aviene con el caso de una figura hecha en cada instancia de su actuacin tanto
por su medio como por su pblico. Lemebel ha radicalizado la "metamorfosis" del artista
romntico en el "travestismo" de identidades del artista postmoderno. Por lo mismo, no nos
extraa ya que el deslumbrante barroquismo del hombre de la esquina roja (el paseante de
paseo escandilazado) se transfigure, en su siguiente libro, Loco afn, Crnicas del Sidario
(1996), en un relato ensaystico crtico y festivo, entre la anotacin de filsofo volteriano
(Pedro por su casa) y el humor carnavalesco que no deja piedra sobre piedra (Pedro
desfundante). En ese proceso performativo de la escritura intersticial (hecha entre gneros,
entre medios, entre pblicos) las crnicas ms recientes de Lemebel estn dictadas por el
tiempo y la voz suscintas de la radio (tiene a su cargo el programa de crnicas
"Cancionero" en Radio Tierra).
.......... Lo ms patente es el caracter postmoderno del quehacer (o quedeshacer) de Pedro
Lemebel, empezando por su radical cuestionamiento de la sociedad neoliberal, donde se
reproduce una ideologa represiva; y siguiendo con su prctica desbasadora de los
dualismos estructurantes de la normalidad excluyente. Pero lo ms original de su trabajo
est en la vehemencia de su ejercicio de la diferencia. Esto es, en su formidable capacidad
y talento para generar la hibridez. Quiz el travestismo que baraja identidades operativas,
el carnaval que canjea escenarios equivalentes, los gneros que se ceden la palabra
gozosa, la performance que es una ocupacin de espacios monolgicos y la sexualidad
espectacular que no se ahorra ninguno de sus nombres, se configuran en esa hibridez,
que es el eje de la escritura misma. Un escritura de registro tan metafrico como literal, tan
hiperblico como social, y cuya fusin (o fruicin) es de una aguda potica emotiva.

Guadalupe Santa Cruz ha dicho que Lemebel escribe con "la esplndida tinta de la mala
leche." Escribe con desamparada ternura; o sea, con minuciosa ferocidad.
.......... Lo notorio de esta escritura es el barroquismo. O su variante ldica, que Severo
Sarduy llamaba, con autoirona, lo pompeyano. Porque se trata aqu no de un barroco de
la proliferacin de lo inmanente, donde el objeto es generador de la abundancia; sino de
una gestualidad barroquizante, cuya traza viene y va de la oralidad. El barroco es, por ello,
la forma elocuente del coloquio, como si la realidad slo pudiese ser comunicada en su
reelaboracin, ligeramente absurda o cmica, vista con la distancia irnica que merecen
los espectculos de ntima discordia. Aunque Lemebel ha dicho que detesta a los
profesores de filosofa ("Me cargaba su postura doctrinaria sobre el saber, sobre los rotos,

los indios, los pobres, las locas"

, la conversacin a que nos concita no est exenta del

filosofar de la poca, hecho desde las afueras, en los lmites institucionales; en ese "borde
con encaje," que reconoce como la cornisa de su arte.

.......... Foucault anota en su Historia de la sexualidad que un interlocutor le protesta a


Scrates traer a la conversacin ejemplos extremos. An ms extremado, Lemebel podra
haberle provisto a Foucault de mejores ejemplos sobre la indiferenciacin genrica, que ya
entretuvo a Lezama Lima en su Paradiso a propsito de la androginia original platnica.
Ejemplos que, en el barroquismo reflexivo y el sincretismo oral del chileno, desafan a la
taxonoma sexual; ya que en estas crnicas des-urbanizadoras se nos habla de locas,
colizas, maricas, maricones, homosexuales, transgenricos, travestis, pero todos
ellos/ellas son equivalentes en la nomenclatura "gay," la que rehsa la normatividad
modernamente impuesta como diferenciacin sexual.
.......... Pero lejos de cualquier complacencia en la generalizacin de las diferencias (que
las convierte en mera acusacin, por ejemplo, en las por otra parte estremecedoras
memorias pstumas de Reinaldo Arenas), Lemebel desarrolla en su barroquismo de
sobretono popular una certera resistencia al rigor taxonmico, que as como cartografa el
espacio de la sexualidad, busca imponer un lenguaje de la contabilidad. En la crnica
chilena del fin de siglo, este filsofo natural nos dice que las estadsticas son otro lenguaje
de la burguesa modlica, del capitalismo como programa nico y del triunfalismo
economicista. Ese discurso es una ocupacin y un vaciado del futuro; o sea, una negacin
de los ms jvenes, de los muchachos pobres que recorren la esquina: "Herencia
neoliberal o futuro despegue capitalista en la economa de esta "demosgracia." Un futuro
inalcanzable para estos chicos...Por cierto irrecuperables, por cierto hacinados en el
lumpero crepuscular del modernismo... Oscurecidos para violar, robar, colgar si ya no se
tiene nada que perder y cualquier da lo encontrarn con el costillar al aire... Nublado
futuro para estos chicos expuestos al crimen, como desecho sudamericano que no alcanz
a tener un pasar digno. Irremediablemente perdidos en el itinerario apocalptico..."("La

esquina es mi corazn"

.......... Por eso, en "Censo y conquista" Lemebel propone una subversin popular no

contra el poder establecido sino contra su funcionalismo mecnico, el censo. Escribe: "Hay
que ponerse la peor ropa, conseguir tres guaguas lloronas y envolverse en un abanico de
moscas como rompefilas, para evitar los trmites del sufragio."
.......... Como siempre, el fluir cotidiano se le torna hiprbole, espectculo, apocalipsis, en
un proceso de inducciones (lgica socrtica y sobremesa metdica): "De esta manera, las
minoras hacen visible su trfica existencia, burlando la enumeracin piadosa de las faltas.
Los listados de necesidades que el empadronamiento despliega a lo largo de Chile, como
serpiente computacional que deglute los ndices econmicos de la poblacin, para
procesarlos de acuerdo a los enjuagues polticos... Una radiografa del intestino flaco
chileno expuesta a su mejor perfil neoliberal, como ortopedia de desarrollo. Un boceto
social que no se traduce en sus hilados ms finos, que traza rasante las lneas gruesas del
clculo sobre los bajos fondos que las sustentan, de las imbricaciones clandestinas que
van alterando el proyecto determinante de la democracia."
.......... La crtica, por lo tanto, se sostiene en la puesta en duda que reinicia una prctica
popular de resistencias. La matemtica de la marginalidad, nos dice el cronista, no sirve a
la pobreza, sino todo lo contrario. Y de esa premisa, como si leyera en el texto natural de
su tiempo permanentemente travestido, concluye con una pragmtica latinoamericanista,
de remoto origen nietzcheano y cierta entonacin deleuziana: "Acaso herencia
prehispnica que aflora en los bordes excedentes, como estrategias de contencin frente
al recolonizaje por la ficha. Acaso micropolticas de sobrevivencia que trabajan con el
subtexto de sus vidas, escamoteando los mecanismos del control ciudadano. Un
desdoblaje que le sonre a la cmara del censo y lo despide en la puerta de tablas con la
parodia educada de la mueca, con un hasta luego de traicin que se multiplica en ceros a
la izquierda, como prelenguaje tribal que clausura hermtico el sello de la inobediencia."
.......... En verdad, si el mundo incaico fue burocrtico y decimal, el mapuche no fue ni
federal ni frentista, para evitar que el estado le exigiera reciclarse y no demorar ms la
modernidad; por aadidura, y aunque nuestros pases estn llenos de conservadores que
no tienen nada que conservar, el mercado como espacio de libertad se torna irrisorio para
quienes no tienen nada que vender o comprar. Y, en fin, las estadsticas demuestran con
sus promedios que en el papel siempre somos menos pobres de lo que en realidad somos.
De cualquier modo, quizs los pueblos marginales (los flujos de migrantes, de excludos,
de jvenes expulsados del sistema) sean ya indocumentables, apenas un clculo
proyectivo entre los que nacen y los que mueren, esa contabilidad del mapa neoliberal.
.......... As, como si fuera ya tarde para las taxonomas y los censos, Lemebel acude al
barroquismo en un gesto caractersticamente latinoamericano: la cultura de la resistencia
responde no con la economa de la nominacin puritana sino con el exceso de la

renominacin metafrica; no con la simetra apolnea de la forma armnica, sino con la


hibridez informalista y el "salto por el ojo de la aguja" (propuesto por Vallejo, retomado por
Lemebel). Responde tambin con el sobredecorado, el rizado, la voluta. Pero no
solamente resiste y responde, tambin reapropia con apetito y crea con hambre. Como el
ltimo "filsofo autodidacta" (que en la carencia humana aprende a leer la escritura de su
tiempo, asi como el viejo filsofo aprenda a leer en la naturaleza la escritura divina), Pedro
Lemebel nos ensea a reconocer tambin la fuerza de esas reapropiaciones y de esas
hambres. Desde ellas, piensa el presente como un proceso irresuelto, hecho en las restas
de la violencia pero as mismo en las sumas de la pasin.
.......... Todava en su ltima transformacin, Pedro Lemebel se nos aparece convertido
ahora en cronista anti-criollista (porque el criollismo latinoamericano es una apoteosis del
lugar comn, una representacin complaciente y acrtica, que en Chile y en Per lo asume
ahora el entretenimiento televisivo). Y ha sido an ms explcito al descartar los teletones
populacheros entregados a preparar el hot-dog o la empanada ms grandes del mundo
con el propsito deportivo de ingresar al disparate de los rcords, el Guinness. Con el
mismo espritu crtico con que refuta el censo, rebate ahora la competencia nacionalista del
super-sandwich como metfora de un Chile del primer mundo. Como Carlos Monsivis,
que en los tiempos del gobierno de Carlos Salinas denunci los costos de la retrica
primermundista para un pas que se precipitaba, ms bien, en las evidencias; Pedro
Lemebel fustiga directamente la implicancia poltica de esta pattica apuesta triunfalista.
Escribe: "Haba que demostrar el "milagro econmico" chileno en las veinte mil piruetas del
Libro de Guinnes. El despertar de un pas que se levanta con orgullo de garrapata triunfal y
que dej atrs al Tercer Mundo. Una fonda del extremo sur que renov su escabeche
tricolor por el pollo rost beef y las hamburguesas sintticas de los mall, pub, shopping,
donde se remata el hambre consumista. Una hilacha de pas que mira sobre el hombro a
sus vecinos pobres. La Meca dollar del continente que habla de t a t con el Mercado
Comn Europeo. El ejemplo neoliberal para los indios piojosos de Latinoamrica... Por eso
se hizo el "completo" ms largo, que meda veinte kilmteros de tula alemana por la
carretera. Casi de mar a cordillera, el hot-dog gigante dividi al pas entre chucrut y
ketchup. Y se necesitaron tantos huevos para la mayonesa, que se llevaron camionadas de
gallinas a Investigaciones donde las picanearon con electricidad para que pusieran ms
rpido..."
.......... "Para no ser menos, otra aldea famosa por los dulces empolvados se inscribi con
un alfajor monumental donde se ocup todo el azcar que necesita una poblacin para
endulzar su msero desayuno de un mes... "
.......... "Para justificar los aires fanfarrones de estas competencias, se dice que la venta del
producto va en ayuda de alguna Teletn, un hogar de hurfanos, algn asilo de ancianos,

que reciben las cuatro chauchas de esta limosna publicitaria. Todo se va vendiendo,
trozado, repartido y consumido por el apetito grosero que proclama su eructo populista de
amor a la patria." ("Un pas de rcords," en Punto final, Santiago, octubre de 1997).
.......... Pero cito esta crnica en extenso para ilustrar no slo la vehemencia satrica sino
algo ms importante del trabajo del autor: la disputa por el lugar de la cultura popular. En
efecto, esas ceremonias de pantagruelismo municipal, que en los Estados Unidos son una
prctica semirural regionalista (las ferias compiten por el cerdo de ms peso, el zapallo
ms gigantesco, etc.), parecen ms bien una manipulacin meditica de la cultura de la
plaza pblica; y el derroche que exhiben resulta un ritual no slo dispendioso sino vaco.
Reveladoramente, el cronista acera su sarcasmo porque ya no se trata solamente del
espectculo y la trashumancia; se trata ahora del espacio de la cultura popular, de por s
marginalizado, de pronto ocupado por estas ceremonias de contrasentido.
.......... No es casual, entonces, que esta crnica chilena apuntale una economa simblica
de la preservacin cultural (que asegura la funcin nutritiva de la memoria popular) y de la
comunicacin horizontal (que gesta el dilogo democratizador de la plaza pblica, de su
versin callejera). Tampoco es casual que coincida en ello con gestos paralelos de Carlos
Monsivis y Edgardo Rodriguez Juli, los otros grandes cronistas de la postmodernidad
latinoamericana, que Jean Franco sum, con justicia, a Lemebel, el tercio includo de este
triunvirato de elocuencia y bravura.
.......... Estas puestas en duda de las clasificaciones de la estadstica y del gigantismo
banal de la competencia, son ms que simples crticas al archivo estatal y su programa;
son verdaderas disputas por la construccin de la objetividad. Su valor poltico est situado
en lo cotidiano especfico, su valor cultural afirmado en el espacio abierto de la plaza
pblica, su persuasin moral planteada como transparencia crtica. Estas adhesiones y
pertenencias vienen de lejos, reverberan en estos gestos ligeramente pintureros, y siguen
de largo en pos del lector.
.......... Dicho de otro modo, Pedro Lemebel es un escritor que, extraordinariamente, dice lo
que piensa.
.......... Dice ms, claro, porque la marginalidad herida aduce tambin lo suyo en estas
crnicas de desamor. Su segundo libro, Loco afn, Crnicas de Sidario (1996) es an ms
inquisitivo, y si bien abandona el barroquismo preciosista del epteto y la hiprbole, gana
en inmediatez y familiaridad. Se trata, ahora, de la urgencia del deseo (que construye una
vida alterna a la normatividad) y de la muerte por sida (que borra la inmunidad como si
tachara al lenguaje mismo). Entre el espectculo del deseo y la ceremonia de la muerte,
buena parte de estas crnicas registran la lucha por sostener el lugar desde donde tanto el

placer como la agona puedan ser vistos de frente, procesados por un dilogo afectivo y
maduro. Pero si ello forma parte de la estrategia proposicional de la crnica (donde el
agente del relato convoca otra temporalidad, hecha en la duracin del espectculo), lo que
no podramos prever es el humor con que el cronista sera capaz de rizarle el rizo a la
Parca.

.......... As, en esta apoteosis del deseo (de "loco afn"

emergen dos otros rasgos de la

escritura de Lemebel: primero, su capacidad para el grotesco; y, segundo, su bsqueda de


un exceso expresivo, capaz de exorcisar la densidad semntica y privilegiar el acuerdo

elemental sobre los hechos. Como Luis Rafael Snchez, Lemebel hace del grotesco una
"pica descalza," es decir, una lrica con calle. Como en la prosa porosa del
puertorriqueo, varias hablas orales se interpolan en la crnica del chileno: el eros tiene
esa vehemencia de voces henchidas, escanciadas y silabeadas, que cruzan en voz alta su
arrebato tenso, su juego retrico y tentativo. Ese juego demanda el exceso, fractura la
mesura, arriesga los lmites. Recorriendo, as, lo pattico pero tambin lo cmico, el
lenguaje abre lo pblico en lo privado, y viceversa; porque la crnica es el gnero de los
entrecruzamientos (analogas de lo diferente), de la hibridez (anttesis de lo semejante), de
la mezcla (travestismo de lo uno en lo otro). Contra la normatividad burguesa que
territorializa los espacios cerrados contra los abiertos, los privados fuera de los pblicos, la
apoteosis lemebeliana es carnavalesca (rebajadora), relativista (escptica) y celebratoria
(religadora).
.......... En "Los mil nombres de Mara Camalen" (un nombre de por s emblemtico del
poeta de los mil colores y ninguno), leemos lo siguiente: "As, el asunto de los nombres, no
se arregla solamente con el femenino de Carlos; existe una gran alegora barroca que
empluma, enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza o castiga la identidad a travs del
sobrenombre. Toda una narrativa popular del loquero que elige seudnimos en el
firmamento estelar del cine. "
.......... Y luego: "En fin, para todo existe una metfora que ridiculiza embelleciendo la falla,
la hace propia, nica."
.......... Todo lo cual sugiere que el nombre multiplicado dirime en el cuerpo del lenguaje la
probibicin del cuerpo transgresivo: contra la reduccin del habla que lo condena,
sanciona, persigue y victimiza, este derroche nominal transfiere este cuerpo a la zona
acrecentada de significacin permutante, donde la identidad es una mscara y el sujeto
una mascarada. Las palabras que sobredicen le dan una ruta sustitutiva, no slo
compensatoria, donde hasta lo grotesco es decorado y mejorado. La cultura del margen se
acrece en ese trabajo restitutivo.
.......... Otra crnica, "El ltimo beso de Loba Lamar" narra la muerte de una loca sidosa, y
para alarma del lector se trata de una de las muertes ms comicas de la literatura ms
trgica. Las amigas peleando con el rigor mortis para que la cara de la difunta venza a la
muerte con el gesto de un beso, suma el grotesco, el exceso y la comedia. Esto es, el
barroquismo festivo de Pedro Lemebel renombra a la muerte desde el eros nomdico.

***

1. Pedro Lemebel gan el primer premio de cuento en el Concurso nacional Javier Carrera
(1982). Sus relatos aparecieron en Incontables (Santiago, Editorial Ergo Sum, 1986). En
1992 dict el seminario "Eva dice a Adn" en la Universidad Catlica de Valparaso. En
1992 public crnicas en Pgina abierta y al ao siguiente fue editor de esa revista. Hizo la
presentacin de Carlos Monsivis en el Seminario Utopas que tuvo lugar en Santiago en
1993. Partici del Festival Cultural Stonewall, Nueva York, en 1994. Este mismo ao
empez a publicar crnicas en el diario La Nacin. Participa de la Escuela de Verano de la
Universidad de Concepcin en 1996, y dicta el seminario sobre Crnica urbana de la
Universidad Playa Ancha de Valparaso. Tambin ese ao colabora en la revista Lamda,
empieza su programa radical Cancionero en Radio Tierra, dicta un taller de crnica en la
Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Chile y recibe la beca Fondart para el
proyecto del libro de crnicas "De perlas y cicatrices." Participa del seminario "Crossing
and Sexual Borders," en New York University (1996). Al ao siguiente viaja a La Habana
para intervenir en la Biena de Arte. Desde el 98 es cronista de la revista Punto Final.
Aparecen las primeras traducciones de sus crnicas al ingls en las revistas Grand Street y
Nacla Report. Sus libros de crnicas son La esquina de mi corazn , Crnica urbana
(Santiago, Editorial Cuarto Propio, 1995; 2da. ed. 1977), Loco afn, Crnicas de Sidario
(Santiago, Editorial LOM, 1996; 2da. ed. 1997), y De perlas y cicatrices (LOM, 1998).
2. Fernando Blanco y Juan G. Gelp, "El desliz que desafa otros recorridos. Entrevista con
Pedro Lemebel," en Nmada (Puerto Rico, N. 3, 1997, pp. 93-98).Vase tambin la
crnica de Carolina Rubino, "las ltimas locas del fin del mundo," en Hoy (Santiago, N.
736, 26 ago.-1 sep., 1991.
3. La cronologa de obras de "Yeguas del Apocalipsis" es la siguiente: "Refundacin
Universidad de Chile," intervencin, Facultad de Arte, Universidad de Chile (1988);
"Tiananmen," performance, Sala de Arte "Garage Matucana," Santiago (1989); "De qu
se re Presidente?", intervencin en espacio publico (proclamacin presidencial, Sala
Carlos Cariola, Santiago, 1989); "La conquista de Amrica," instalacin y performance,
baile nacional descalzo en mapa y vidrios, Comisin Chilena de Derechos Humanos,
Santiago (1989); "Lo que el sida se llev," instalacin, fotografa y performance, Instituto
Chileno-francs de Cultura (1989); "Estrellada," intervencin de espacio pblico, zona de
prostitucin, calle San Camilo, Santiago (1989); "Suda Amrica," instalacin y performance
en la Obra Gruesa del Hospital del Trabajador, Proyecto de salud pblica del gobierno de
Salvador Allende, Santiago (1989); "Cuerpos contingentes," performance y exposicin
colectiva, Galeria de Arte CESOC, Santiago (1990); "Las dos Fridas," Instalacin
performance, Galera Bucci, Santiago (1990); "Museo abierto," exposicin colectiva,
instalacin y performance, Museo Nacional de Bellas Artes (1990); "De la nostalgia,"
instalacin y performance, Cine Arte Normand, Santiago (1991); "Homenaje por Sebastin
Acevedo," instalacin, video y performance, Facultad de Periodismo, Universidad de
Concepcin (1993); "Tu dolor dice minado," instalacin, video y performance, Facultad de

Periodismo, Universidad de Chile (1993); "La mirada oculta," exposicin colectiva,


fotografa, Museo de Arte Contemporneo, Universidad de Chile, Santiago (1994); "N.N.",
instalacin y video, Universidad de Talca (1995); "Yeguas del Apocalipsis," Bienal de la
Habana (mayo, 1997). Gloria Camiragua film un video con las Yeguas luego de que
fueran expulsadas de la muestra colectiva del Museo Nacional de Bellas Artes por el
propio director, el pintor Nemesio Antnez (1992). Sobre "Las dos Fridas" hay referencias
en el ensayo de Jean Franco "Gnero y sexo en la transicin hacia la modernidad," en
Nomadas (Universidad de Chile, Programa Gnero y Cultura en Amrica Latina, No.1,
1996); y un anlisis de Nelly Richard, "Gnero, valores y diferencia(s)," en su libro
Residuos y metforas (Ensayos de crtica cultural sobre el Chile de la Transicin), 1998.
Guadalupe Santa Cruz habl de "La Santiago Travesti" a propsito de las crnicas de
Lemebel en el seminario "Conjurando lo perverso, lo femenino, presencia suspensiva," La
Morada, Santiago, junio 1997. Soledad Bianchi en el documento de trabajo "La
insoportable levedad...?" (ARCIS, N. 21, oct. 97) propone en lugar del trmino "neobarroco" (que vincula a Lemebel con la impronta lezamiana desarrollada por Sarduy y
retomada por Nstor Perlongher, el neologismo "neo-barrocho" , haciendo eco desde el
santiaguino ro Mapocho a la variante propuesta por Perlongher de "neo-barroso" en
alusin al Rio de la Plata. El juego es justo: tiene por trmino comn el barro, que est en
el origen derogativo de "barroco travesti" (1997).

POCO HOMBRE Crnicas escogidas


PEDRO LEMEBEL

Seleccin y prlogo a cargo de Ignacio Echevarra


2013, 284 pginas.
ISBN 978-956-314-242-6
Precio de referencia: $10.000

Reuniendo piezas publicadas en el transcurso de ms de dos dcadas, este


volumen propone un amplio recorrido por la obra de Pedro Lemebel como
cronista. Las cinco secciones en que se organiza articulan una implacable
panormica de la sociedad y de la historia reciente de Chile, en cuyos
entresijos cabe vislumbrar los trazos de una especie de autobiografa,
tambin ella escrita con la mezcla de humor, de rabia y de lirismo que se ha
convertido en sello de la obra entera de un autor verdaderamente nico e
ineludible.

Travestido, militante, tercermundista, anarquista, mapuche de adopcin,


vilipendiado por un establishment que no soporta sus palabras certeras,
memorioso hasta las lgrimas, no hay campo de batalla en donde Lemebel,
fragilsimo, no haya combatido y perdido. Para m Lemebel es uno de los
mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generacin, aunque no
escriba poesa. Lemebel es de los pocos que no buscan la respetabilidad
(esa respetabilidad por la que los escritores chilenos pierden el culo) sino la
libertad. Sus colegas, la horda de mediocres procedente de la derecha y de
la izquierda, lo miran por encima del hombro y procuran sonrer. No es el
primer homosexual, vlgame Dios, del Parnaso chileno, lleno de locas en los
armarios, pero es el primer travesti que sube al escenario, solo, iluminado
por todos los focos, y que se pone a hablar ante un pblico literalmente
estupefacto.

Roberto Bolao

Lemebel es si la sntesis cabe un escritor marginal en el centro y un freak


cannico, ambos hechos indisolublemente unidos por la desolacin y la
energa []. En cada texto, Lemebel se arriesga en el filo de la navaja entre
el exceso porque lo necesita y la cursilera, entre la genuina prosa potica y
el desafuero. Sale indemne por su odo literario de primer orden, y porque

su sensibilidad y su inteligencia atestiguan las realidades siempre presentes


pero hasta ese momento apenas insinuadas.

Carlos Monsivis

Pedro Lemebel naci en Santiago de Chile. En 1986 public su primer libro,


la coleccin de relatos Incontables, todava firmada con su apellido paterno,
Mardones, desplazado poco despus por el de su madre, Violeta Lemebel. El
ao siguiente, junto a Francisco Casas, cre el colectivo de arte Las Yeguas
del Apocalipsis toda una propuesta de desacato en los tramos finales de
la dictadura de Pinochet, que realiz un intenso trabajo en performance,
instalacin, video y fotografa. A principios de los noventa empez a publicar
crnicas en la revista Pgina Abierta, decantndose decididamente por este
gnero hbrido, a medio camino entre el periodismo y la literatura. Desde
entonces ha seguido publicando sus textos, sucesivamente, en el diario La
Nacin, la revista Punto Final y el semanario The Clinic, entre otros lugares.
En 1996 se hizo cargo del programa Cancionero en la radio feminista Tierra,
donde lea crnicas con acompaamiento musical. Tanto sus crnicas
radiales como las periodsticas han quedado parcialmente recogidas en los
libros La esquina es mi corazn (1995), Loco afn (1996), De perlas y
cicatrices (1998), Zanjn de la Aguada (2003), Adis mariquita linda (2004),
Serenata cafiola (2008) y Hblame de amores (2012). En 2001 public su
hasta el momento nica novela, Tengo miedo torero. Sus obras han sido
traducidas al ingls, alemn, francs e italiano; son objeto de estudio en
universidades de todo el mundo, en particular de Estados Unidos, y algunas
de ellas cuentan con adaptaciones al teatro y a registros audiovisuales.
Invitado a la Bienal de La Habana en 1996, a la Universidad de San Marcos
en 2003, a la Universidad de Harvard en 2004 y a la Universidad de Stanford
en 2007, tambin ha recibido la Beca Guggenheim, el Premio Anna Setgers
y el Premio Iberoamericano de Letras Jos Donoso.

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