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El jorobadito de Roberto Arlt: Resumen

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El jorobadito

Roberto Arlt

Los diversos y exagerados rumores desparramados con motivo de la conducta que


observ en compaa de Rigoletto, el jorobadito, en la casa de la seora X, apartaron en
su tiempo a mucha gente de mi lado.
Sin embargo, mis singularidades no me acarrearon mayores desventuras, de no
perfeccionarlas estrangulando a Rigoletto.
Retorcerle el pescuezo al jorobadito ha sido de mi parte un acto ms ruinoso e
imprudente para mis intereses, que atentar contra la existencia de un benefactor de la
humanidad.
Se han echado sobre m la polica, los jueces y los peridicos. Y sta es la hora en que
an me pregunto (considerando los rigores de la justicia) si Rigoletto no estaba llamado
a ser un capitn de hombres, un genio o un filntropo. De otra forma no se explican las
crueldades de la ley para vengar los fueros de un insigne piojoso, al cual, para pagarle
de su insolencia, resultaran insuficientes todos los puntapis que pudieran suministrarle
en el trasero una brigada de personas bien nacidas.
No se me oculta que sucesos peores ocurren sobre el planeta, pero sta no es una razn
para que yo deje de mirar con angustia las leprosas paredes del calabozo donde estoy
alojado a espera de un destino peor.
Pero estaba escrito que de un deforme deban provenirme tantas dificultades. Recuerdo
(y esto a va de informacin para los aficionados a la teosofa y la metafsica) que desde
mi tierna infancia me llamaron la atencin los contrahechos. Los odiaba al tiempo que
me atraan, como detesto y me llama la profundidad abierta bajo la balconada de un
noveno piso, a cuyo barandal me he aproximado ms de una vez con el corazn
temblando de cautela y delicioso pavor. Y as como frente al vaco no puedo sustraerme
al terror de imaginarme cayendo en el aire con el estmago contrado en la asfixia del
desmoronamiento, en presencia de un deforme no puedo escapar al nauseoso
pensamiento de imaginarme corcoveado, grotesco, espantoso, abandonado de todos,
hospedado en una perrera, perseguido por trallas de chicos feroces que me clavaran
agujas en la giba... Es terrible..., sin contar que todos los contrahechos son seres
perversos, endemoniados, protervos..., de manera que al estrangularlo a Rigoletto me
creo con derecho a afirmar que le hice un inmenso favor a la sociedad, pues he librado a
todos los corazones sensibles como el mo de un espectculo pavoroso y repugnante.
Sin aadir que el jorobadito era un hombre cruel. Tan cruel que yo me vea obligado a
decirle todos los das:
-Mir, Rigoletto, no seas perverso. Prefiero cualquier cosa a verte pegndole con un
ltigo a una inocente cerda. Qu te ha hecho la marrana? Nada. No es cierto que no te
ha hecho nada?...
-Qu se le importa?
-No te ha hecho nada, y vos contumaz, obstinado, cruel, desfogas tus furores en la
pobre bestia...
-Como me embrome mucho la voy a rociar de petrleo a la chancha y luego le prendo
fuego.
Despus de pronunciar estas palabras, el jorobadito descargaba latigazos en el crinudo
lomo de la bestia, rechinando los dientes como un demonio de teatro. Y yo le deca:
-Te voy a retorcer el pescuezo, Rigoletto. Escuch mis paternales advertencias,
Rigoletto. Te conviene...
Predicar en el desierto hubiera sido ms eficaz. Se regocijaba en contravenir mis
rdenes y en poner en todo momento en evidencia su temperamento sardnico y feroz.
Intil era que prometiera zurrarle la badana o hacerle salir la joroba por el pecho de un

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