Ensayo
Oralidad y escritura, una convivencia inexorable
Alumno: Cristbal Medeiros
Profesora: Viviana Manriquez Ctedra: Etnohistoria Fecha: 14 de junio de 2012
Escritura y oralidad, una convivencia inexorable
La cultura occidental que ostenta el poder econmico, tecnolgico y poltico, ha requerido para llegar a ser lo que es, de un esfuerzo constante a fin de lograr su legitimacin en diversas partes del mundo. Su esfuerzo se ha focalizado histricamente en imponer de forma arbitraria sus nociones de mundo por sobre otras, en descalificar todo modo de vida diverso al suyo, sobre todo, si no tiene como matriz funcional el uso de la razn, que se ha transformado en el valor ideal del hombre moderno. Antes de su expansin colonialista occidente ostentaba avances tecnolgicos y cientficos que daban la idea de un progreso social, de que ya nada poda ser mejor, pues gracias a esos avances la vida se simplificaba ms y ms, con lo cual el hombre occidental se iba acercando progresivamente a la perfeccin del vivir.1 La perfeccin por supuesto se asociaba a lo civilizado, a lo razonado, mientras que la emocin iba quedando relegada, siendo vinculada a lo natural, a lo animalesco, a lo salvaje. Esta asociacin se evidenci cuando por primera vez se tuvo contacto con los habitantes americanos que, debido a sus caracteres y comportamientos desconocidos para los colonizadores europeos, no fueron considerados seres humanos, sino que como animales. Por esta razn, esta especie de humanos deban ser asemejados a la cultura europea, siendo espaoles y portugueses los protagonistas de una cruzada de aculturacin que deriv en un exterminio indgena a travs de la transmisin de enfermedades y de guerras. Se adopt as una estrategia de asimilacin cultural en donde la educacin era fundamental, se les ense a leer y a escribir a poblaciones, que salvo excepciones en el actual Mxico, no conocan formas de escritura2, es decir, conceban su mundo y significaban sus acontecimientos a travs de lo oral. En otras palabras se intent sustituir la herramienta que estableca los parmetros de la realidad.
Esta bsqueda de mejores condiciones de vida se ve graficada en el desarrollo cientfico que occidente pudo llevar a cabo, lo que permiti un control de la naturaleza a tal punto, que hoy en da vemos la expresin de esas ansias no slo con las nuevas tecnologas, sino que tambin a travs del nivel de depredacin de la naturaleza con la cual convivimos. 2 Sin embargo en el ltimo tiempo ha surgido como hiptesis que los kipu podra haber representado un sistema de escritura de tipo volumtrico en la zona andina.
Dada esta sustitucin, los acontecimientos y por ende la historia seran significados a partir de otras herramientas, por eso, intentaremos dar cuenta de las implicancias que subyacen a esta situacin. Nos enfocaremos en el caso americano utilizando conceptualizaciones de ocho autores que nos proporcionarn los elementos necesarios para la elaboracin de un panorama ms bien general del asunto, teniendo en cuenta, la reducida extensin de este trabajo. Lo falso y lo verdadero en bsqueda de legitimacin A inicios del siglo XVI la mentalidad europea, de naturaleza catlica, estableca que la Biblia era la nica verdad absoluta, de ah provena cada punto de medicin de la realizad, alzndose casi como una figura jurdica. Claro est que los espaoles tenan arraigado este pensamiento y que entonces, dado su conflicto con los moros, posean puntos de referencia para establecer lo culturalmente inadecuado. Los primeros espaoles en habitar el Nuevo Mundo, fueron testigos de los acontecimientos que por entonces vea como protagonista al imperio Inca que, distribuyendo su hegemona en ayllus, impona una visin de mundo a travs de diferentes pisos ecolgicos3. Se estructuraba as un mecanismo de reciprocidad en sus relaciones interpersonales que no podan ser concebidas por la mentalidad europea. Al intentar explicar este aspecto desconocido de la realidad, los espaoles describan como musulmn el tipo de intercambio matrimonial inca, pues slo de esa manera podan categorizar una forma de alianza matrimonial que, basada en la reciprocidad y en la redistribucin, le otorgaba al Inca la facultad de casarse en mujeres de diversas comunidades tnicas, para as, iniciar ncleos parentales que derivaran en reciprocidad (Apese, 1997). Esta caracterstica puede ser observada en las mltiples crnicas que fueron por muchos aos la base del conocimiento histrico de Amrica, en ese sentido, los cronistas no hacan otra cosa que reproducir la mana bblica de la sociedad europea de entonces. Este hecho es respaldado sobre todo por la vinculacin estrecha entre el clero y la educacin. El clero, agente fundamental en la conquista y colonizacin, se encarg de impartir los cdigos necesarios para acercar la cultura occidental a los indgenas, intentando deesa manera alejarlos de su cultura original. Sin embargo esto era imposible, se cre una
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Para profundizar en esta temtica revisar la obra de John Murra Formaciones econmicas y polticas del mundo andino (1975).
especie de simbiosis cultural desde donde se adoptaron nuevos cdigos, pero se mantenan otros. Por ejemplo, como estrategia de asimilacin, se adopt la enseanza de la lecto-escritura que vena a reemplazar mecanismos orales de aprendizaje por escritos, un cambio radical a la hora de concebir los acontecimientos del mundo. De esta manera el tiempo surge como un elemento fundamental para contextualizar los acontecimientos siendo el pasado, en el caso de los indgenas de Amrica, el tiempo ms aorado, vinculado con sus tradiciones, es decir, con sus costumbres originales. Evoca momentos de libertad, donde no exista enajenacin, ya que esta sensacin es ahora encarnada por el presente4. Por ejemplo las sociedades andinas no piensan la relacin con el pasado de modo discursivo, sino ms bien performativo: actan la historia ms que pensarla. Y la actan esencialmente a travs del ritual (Molini, 1997: 694). Aqu lo discursivo lo encarna la letra, que impone una manera grfica de articulacin oral. Las palabras se inscriben en papel, en documentos que para los espaoles, ejercan una figura de autoridad. El resultado ms espectacular de la letra y de la accin de los letrados se manifiesta en las llamadas crnicas e historias de las Indias (Mignolo, 1992: 104). Por eso que las narraciones de los cronistas (archivadas en documentos) significaron para la historiografa de entonces una verdad casi tcita, pese a que hoy en da, luego de numerosas revisiones, podamos distinguir sesgos especulativos en ellas. Al ser de esa naturaleza, los documentos y archivos de entonces creaban un vaco, conocer lo objetivamente verdadero en este caso, que para los historiadores de hoy debe ser traducido, examinado en sus propios trminos, sin sesgos especulativos (Farge, 1991). Un ejemplo de documento son los libros que ya en tiempos de la conquista vieron su distribucin masiva gracias a la invencin de la imprenta, lo cual reproduca a gran escala los pensamientos especulativos sobre los indgenas hacia el exterior. Fue de tal magnitud la fuerza del libro y de la escritura, que tan slo con el hecho de dar cuenta, mediante una descripcin narrativa de las culturas indgenas, dando por hecho que estas no podan hacer lo mismo con la cultura dominante, legitimaban de forma indirecta la conquista y colonizacin (Mignolo, 1992). Dado lo anterior se conceba la cultura oral como una mera especulacin en contraste con la escrita, pues a diferencia de esta, no tena la facultad de inscribir las palabras en un
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Ejemplo de esto lo podemos encontrar en las diversas reivindicaciones por parte de comunidades tnicas en Amrica Latina. En un contexto en donde la organizacin estatal ejerce primaca, las expresiones pluriculturales quedan oprimidas por una falsa unidad Estado-nacin.
documento. En este sentido las palabras reproducen experiencias que necesitan ser recordadas por una cultura, por lo tanto, se consideraba que la escritura alfabtica era la mejor manera de dejar registro de lo acontecido. Pese a que en una cultura oral el conocimiento que no se repite en voz alta corre el riesgo de desaparecer, s puede producir su recuerdo, basta dedicar gran energa repitiendo una y otra vez lo que se ha aprendido arduamente a travs de los siglos (Ong, 1999: 42-47). El modo arquetpico que tiene una cultura oral para transmitir su conocimiento es el mito, el cual se transmite de generacin en generacin, siendo el habla, una especie de documento que da cuenta de las tradiciones y experiencias vividas por esa cultura. La complejidad de las composiciones confinadas a la transmisin oral, la variedad de gneros, el valor de la enseanza, la elocuencia y la palabra, nos podran hacer olvidar que aquellas sociedades tambin posean un modo de expresin grfica diferente a la alfabtica. En ese sentido basta remitirse a las diferentes expresiones pictogrficas elaboradas por poblaciones nahuas en Mesoamrica, que configuraban especies de grifos que representaban estilizadamente objetos y acciones (Gruzinski, 1991). En la actualidad en nuestros pases la cultura escrita ha primado por sobre la oral, se ha logrado imponer en la oficialidad registrando y estableciendo las normas que guan los comportamientos jurdicos internacionales. El reflejo mximo de esto es la adjuncin de casi la totalidad de los Estados del mundo a una institucin como la ONU. Pese a esto, al interior de estos pases, en las diversas culturas que los conforman, no se vislumbra a corto plazo una prdida total de la cultural oral, persistiendo an esta forma de concebir los acontecimientos del mundo. Por lo tanto existira una convivencia y simbiosis entre la cultura escrita y la oral, caracterizndose ciertas poblaciones por adscribirse a una ms que a la otra. Mussimos son los prejuicios que existen hoy en da en occidente sobre la cultura escrita, sobre todo a la hora de legitimarla ante el habla o la tradicin oral. Se dice que mientras el habla es vista como una posesin imprecisa y desordenada del pueblo, la escritura es vista como un instrumento de precisin y poder, sin embargo, todas las lenguas humanas tienen una rica estructura lxica y gramatical que es capaz de expresar, al menos potencialmente, todo espectro de significados. En este sentido la escritura es slo una entidad secundaria que proviene del habla, pues configura su expresin grfica (Olson, 1999).
Al examinar una cultura de tradicin oral, se le reconoce tambin su capacidad de establecer la significacin de sus hechos, principalmente a travs de la memoria, pues los mitos y acontecimientos deben ser recordados por la mente, en cambio, en una cultura eminentemente escrita, es la memoria de un documento, a saber, la capacidad de inscripcin de un acontecimiento en papel el que los registra y los hace perdurar en el tiempo. Con todo esto, lo que da inicio a una historia es un testimonio, dar cuenta de un acontecimiento es un tiempo y espacio determinado. Su traspaso al papel es slo su inscripcin grfica, pues en la memoria ya lo est. Su producto final es su documento escrito, que ha sido la herramienta epistemolgica de la historiografa para relatar los hechos de la realidad humana (Ricoeur, 2003). Gran parte de la sociedad occidental actual, al igual que en su origen europeo, toma la escritura como entidad validadora de acontecimientos, lo hace casi de forma automtica. Un estudiante muchas veces suele dar por sentado mecnicamente que es verdad lo que un autor le expone en un texto. De igual forma, pero en el siglo XVI un letrado europeo poda tomar por verosmil lo que los cronistas, en ese tiempo especie de historiadores, escriban sobre los indgenas. Hoy en da el la cultura occidental no hace otra cosa que reproducir lo que ella misma construy en su pasado, no se ha modificado significativamente la asociacin entre lo escrito y lo verdico. En este contexto, la historiografa tradicional debe ser reconocida como la protagonista de la construccin de este imaginario colectivo que slo representa una falacia. Desechando toda presuncin de superioridad de la escritura sobre la oralidad, podemos decir que esta tambin tiene la capacidad de reproducir acontecimientos verosmiles, slo basta repetir el relato del acontecimiento para que no sea olvidad por la memoria, slo basta mantener viva la tradicin.
Reflexiones finales Cuando son analizados los procesos histricos y los mecanismos de imposicin de una 6
forma de pensamiento sobre otra, en este caso la escrita sobre la oral, podemos reflexionar con mayor profundidad sobre la construccin identitaria de nuestros actuales Estados. Nos damos cuenta entonces que la historia oficial ha sido seleccionada con claras intenciones polticas, donde la letra y la escritura fueron el motor impulsor de la creacin de una identidad nacional a inicios del siglo XIX en nuestro subcontinente. Basta hacer mencin a Bartolom Mitre, que junto a otros historiadores de nuestros nacientes Estados nacionales, han contribuido, en un perodo republicano, al esfuerzo por relegar el pensamiento oral al olvido, a dejarlo fuera de la historia. Los nuevos gobernantes no consideraron mayormente la historia de su pueblo, pues sta no estaba escrita, por lo que de forma automtica no era merecedora de aprecio. Se enfocaron entonces en seleccionar valores occidentales de comportamiento, encargndose los incipientes historiadores de inicios del siglo XIX en descalificar y en desmedrar las tradiciones y la cultura popular. Sin embargo, en nuestras tierras, an resisten formas de categorizacin del tiempo y del espacio provenientes de tradiciones y que son transmitidas oralmente, donde la memoria histrica no se separa de la memoria colectiva. Esta separacin tendra su explicacin en el nacimiento de nuestros Estados, donde el historiador se desgaja de la vida orgnica de su pueblo. He aqu una de las razones de la artificialidad de una comunidad imaginada a conveniencia. Conveniencia que es para las autoridades que olvidemos tradiciones como el pensamiento oral, que por su fuerza y su arraigo en muchos lugares de nuestra regin, lo quieran o no, est condenado a seguir construyendo la historia y a convivir con el pensamiento escrito.
Bibliografa
Farge, Arlette. La atraccin del Archivo Edicions Alfons; El Magnnim, Valencia. 1991
Gruzinski, Serge. La colonizacin de lo imaginario. FCE, Mxico 1991 Captulo Mignolo, Walter. La cuestin de la letra en la legitimacin de la conquista. Vervuert, Frankfurt. 1992 Molini, Antoinette. Buscando una historicidad andina: una propuesta antropolgica y una memoria hecha rito. I.E.P, Lima, Per 1997 Olson, David R. El mundo sobre el papel: el impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento. Gedisa, Barcelona, Espaa. 1999 Ong, Walter. Oralidad y escritura. Tecnologas de la palabra. F.C.E, Colombia. 1999 Pease G.Y., Franklin. Los cronistas y la escritura de la historia incaica. I.E.P, Lima, Per. 1997 Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Trotta, Madrid, Espaa. 2003