0% encontró este documento útil (0 votos)
257 vistas5 páginas

Testimonio de Demetrio

Demetrio Díaz Cubas era un alcohólico violento que aterrorizaba a su vecindario con peleas y amenazas. La gente del pueblo planeó matarlo, lo golpearon brutalmente y lo dejaron para morir. Aunque sobrevivió, continuó bebiendo y peleando hasta que una noche, en un arranque de ira, le rogó a Dios que cambiara su vida. Se convirtió, dejó de beber y ahora usa su testimonio para predicar sobre la salvación de Dios.

Cargado por

espadarios!
Derechos de autor
© Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOC, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
257 vistas5 páginas

Testimonio de Demetrio

Demetrio Díaz Cubas era un alcohólico violento que aterrorizaba a su vecindario con peleas y amenazas. La gente del pueblo planeó matarlo, lo golpearon brutalmente y lo dejaron para morir. Aunque sobrevivió, continuó bebiendo y peleando hasta que una noche, en un arranque de ira, le rogó a Dios que cambiara su vida. Se convirtió, dejó de beber y ahora usa su testimonio para predicar sobre la salvación de Dios.

Cargado por

espadarios!
Derechos de autor
© Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOC, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 5

Testimonio de

Demetrio Díaz Cubas


Otro ejemplo de la poderosa
Gracia de Dios en la Salvación
PREGUNTA:
A través de los anales de la historia,
¿Cuántas personas y familias han sido
salvadas
por la gratuita obra de Dios en la
salvación?

RESPUESTA:
¿Pueden las estrellas de los cielos ser
contadas
o la arena del mar ser numerada?

Yo era un alcohólico terrible y era


famoso in Chatoja por beber y por mi
habilidad para pelear con cuchillos y machetes.

Llevaba una navaja en mi pierna, una debajo de la camisa y un


machete amarrado en la cintura. Podría decir que dedique mi
vida a la bebida y la pelea. Todas las personas del barrio donde
vivía me tenían miedo y hacia sus vidas miserables. Cuando bebía
en las tabernas, las personas entraban en sus casas y se
escondían porque sabían que yo iba a causar problemas.

Yo era un hombre loco. Si alguien me pasaba por el lado y no me


saludaba, yo sacaba mi machete y le amenazaba con quitarle la
vida. Si alguien tan solo me miraba mal, le amenazaba y le retaba
a una pelea. Un día le gane a cinco hombres a puño en la plaza y
en otra ocasión herí a siete hombres con mi navaja. Por pelear
me llevaron muchas veces a la estación de policía y me arrojaron
en la cárcel. Cada vez que iba a la cárcel, pedía a Dios desde la
prisión que me sacara y le decía que le serviría; pero cuando salía
de la prisión, no le obedecía. En lugar de eso, bebía, me enfurecía
y me vengaba de los que ponían cargos en mi contra. Pensaba
sobre mi necesidad de obedecer a Dios, pero nunca fui
convertido.
Muchas veces tenía terribles pesadillas sobre mi pecado y el
juicio de Dios. Una vez soñé con dos demonios que presumían
sobre como me destruirían a través del licor que bebía. En otra
ocasión, soñé que estaba en un valle y las rocas de las montañas
caían sobre mí. Clamé a Dios para que me salvara e
inmediatamente un creyente apareció para guiarme fuera del
valle. Aunque yo estaba claro, no me arrepentí, porque quería
continuar en mi pecado. En ese momento, en el sueño, miré y vi
uno de los miembros de mi familia que estaba en el infierno. Me
desperté aterrorizado y temblando. Me dije a mí mismo: “¡Ahora
me voy a arrepentir!”, pero aun así no me arrepentí.

Finalmente, un día las personas del barrio decidieron acabar


conmigo y con el terror que yo estaba causando. Se pusieron de
acuerdo e idearon un plan para capturarme y matarme. Ellos
sabían que seria difícil atraparme, porque yo era como una
animal salvaje, y tenían miedo de acercarse a mí.

Un día cuando estaba bebiendo en el barrio, todos los hombres


del barrio esperaron afuera de la taberna. Ellos sabían que
después que después de beber, siempre me dormía debajo de un
árbol fuera del barrio. Algunos se subieron al árbol y esperaron
por mí. Otros se escondieron detrás de las casas y cercas
alrededor del árbol. Cuando me desperté, vi hombres con sogas
corriendo hacia mí y bajando del árbol. Antes de que pudiera
reaccionar, estaba amarrado con varias sogas en la cabeza, los
brazos y las piernas. Luego todas las personas del barrio me
golpearon con palos y tablas, me patearon y me arrastraron al
barrio con las sogas. Me golpearon hasta que parecía un
monstruo. Luego me arrastraron al rio, me cubrieron con piedras
y me dieron por muerto. Finalmente, todos volvieron al barrio
regocijándose de que estaba muerto y de que sus problemas
estaban resueltos.

Cuando desperté, no me podía mover y se me dificultaba respirar.


Mi cuerpo estaba cubierto con piedras y un lado de mi rostro
estaba sumergido en la corriente. Solo podía respirar por el lado
de mi boca que no estaba bajo el agua. Cuando recuperé la
consciencia, sabía que me iba a morir. Comencé a gritar por
ayuda, pero no había nadie allí. No sé cómo, pero conseguí salir
de debajo de las piedras y durante la noche, me arrastré hacia mi
casa. Cuando llegué, la policía estaba allí y me llevaron
inmediatamente a la prisión en Tarapoto.

Por tres meses, estuve en la cárcel sin poder moverme y sin


atención medica. Yo era hijo único por eso mi padre le dio algo de
ganado a las autoridades para que me dejaran ir. Cuando salí de
la cárcel, determiné que me vengaría de las personas que
trataron de matarme. Cuando volví al barrio las personas estaban
asustadas. Ellos pensaron que me habían matado y que volví a
ellos como un demonio. Encontré mis cuchillas y decidí que los
mataría a todos.

Primero, fui a la taberna a beber, porque cuando bebía tenía más


coraje para pelear y no me asustaba la muerte. Cuando supe que
estaba listo, salí a la calle para pelear, pero no había nadie allí.
Así que volví a mi casa como un loco, gritando y maldiciendo
mientras corría en la calle hacia mi casa. El licor me hizo perder
la mente y era como un hombre loco. Comencé a destruir mi casa
en un arranque de ira.
Después que lo derribé todo, comencé a recuperar la consciencia
y me di cuenta que mi vida era un completo desastre y que mi
esposa y mis hijos estaban sufriendo grandemente por mi causa.
Ahí clamé a Dios: “Si tu existes ¡por favor; ven y cambia mi
vida!”. Comencé a llorar. Sabía que mi esposa era una creyente y
que ella estaba orando por mí. La había oído muchas noches
orando y clamando al Señor por mí y mi salvación. No podía
soportar más y di mi vida al Señor.

Cuando me convertí, nadie lo podía creer. Ellos pensaban que era


un truco y que yo asistía a la iglesia sólo para ganar su confianza
y luego matarlos a todos. Los incrédulos decían que Dios nunca
podría perdonar a un hombre como yo, pero los creyentes decían
que Dios puede perdonar a cualquiera que se arrepiente con todo
su corazón y cree. Yo quería sinceramente quería cambiar. Tenía
un gran temor de Dios, porque sabía que lo que mi esposa decía
era verdad. Ella me decía que a menos que Dios me de la fe en Él,
yo estaba condenado, sin esperanza y destinado al infierno. Fui
sincero en mi arrepentimiento, pero el licor era fuerte.

Un mes después de que me arrepentí, caí. Volví con mis viejos


amigos que siempre venían y me invitaban a beber con ellos.
Dejé la iglesia y volví a mis antiguos caminos.
Luego una noche, no mucho después de que caí, entré a la iglesia
borracho y oí el mensaje. Estaba muy borracho, y muchos de los
hermanos no me querían dejar entrar. Tenían temor de que
causara problemas. Pero otro hermano les dijo que me dejaran
oír el mensaje. Esa noche el mensaje entró en mi corazón y me
reconcilié con Dios. Cuando llegué a mi casa, mi esposa dudaba
de mi sinceridad, pero después de que el efecto del licor pasó, mi
esposa pudo ver que yo era sincero y se regocijó. Mis hijos
también se regocijaron y dijeron: “¡Somos felices papa, porque tu
no vas a beber mas, ¿verdad?, ¿verdad?!”.

Eso fue hace un año y ocho meses y desde ese momento he


estado caminando con Dios y no he caído. Ahora mi vida ha
cambiado y solo quiero servir al Señor el resto de los años que el
Señor me de.

Le agradezco a Dios, a mi esposa y a los hermanos en Cristo que


me ayudaron. Ahora sé que lo que es imposible para el hombre,
es posible para Dios.
Aunque las personas no puedan entender lo que Dios ha hecho
por mi, estoy convencido de que Cristo vive en mi. Ellos aun se
divierten conmigo pero no como antes, porque ellos pueden ver
que Jesús ha cambiado mi vida.

Ruego que Dios me de sabiduría para entender Su palabra de


modo que la pueda predicar a las personas que no le conocen. En
mi casa, les hablo a las personas sobre Dios y Su salvación. Sé
que soy un nuevo creyente y que no sé mucho, pero estoy
convencido de que Dios me ha salvado. Si no hubiera sido por Su
misericordia, hubiera muerto.

También podría gustarte