REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Abril 2009, Nmero 74, 29 - 56
LEONARDO PADURA FUENTES Y SU DETECTIVE
NOSTLGICO
*
Clemens A. Franken K.
Ponticia Universidad Catlica de Chile
[email protected]RESUMEN / ABSTRACT
Este artculo inserta las novelas policiales del conocido autor cubano Leonardo Padura Fuentes
en la tradicin tanto del gnero policial en general como del cubano en especial. Se analiza el
perl psicolgico, social e ideolgico del investigador principal y protagonista Mario Conde,
su mtodo de investigacin, su relacin con sus amigos, compaeros de trabajo y las mujeres
y su fuerte crtica social y cultural. Adems, se da especial nfasis a las formas de asimilacin
(polmica del policial cubano, pardica tanto del gnero policial clsico del enigma como del
gnero policial negro) en sus novelas policiales hbridas y cada vez ms posmodernas.
PALABRAS CLAVE: Leonardo Padura Fuentes, novela policial cubana, novela policial hbrida,
formas de asimilacin en el gnero policial, crtica cultural cubana.
This article places the detective novels by the well known Cuban author Leonardo Padura
Fuentes within the general tradition of detective ction, as well as within the Cuban tra-
dition. The psychological, social and ideological prole of the novels main investigator
and protagonist, Mario Conde, are analyzed together with his method of investigation, his
relationship with friends, workmates, women and his strong social and cultural criticism.
Besides, a special emphasis is placed on the forms of assimilation (polemical of the Cuban
detective genre and parodical both of the classic mystery detective genre and the hard-boiled
detective ction) in his hybrid detective novels increasingly moving into a more postmodern
detective literature.
*
Este artculo es fruto del Proyecto Fondecyt Regular 2007 N 1071100 Hibridaciones,
parodias y polmicas con el gnero policial en la novela latinoamericana.
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KEY WORDS: Leonardo Padura Fuentes, Cuban detective ction, hybrid detective ction, forms
of assimilation in detective ction, Cuban cultural criticism.
Desde 1971 surge en Cuba, con un vigor y una amplitud solamente observados
en Argentina, una novela policial que, segn Jos Antonio Portuondo, man-
tiene los rasgos esenciales del gnero, pero trae este sentido de identicacin
de justicia y legalidad socialista y, sobre todo, el concepto de realizacin
colectiva, como autodefensa del nuevo orden social revolucionario (citado
en Rodrguez 62-63).
En los aos setenta y ochenta, la novela policial angloamericana experi-
menta en Cuba una asimilacin creativa de parte del pensamiento marxista,
cuya antropologa considera al ser humano ms bien como un producto de
las circunstancias econmicas, polticas y sociales y, por lo tanto, rechaza al
tpico detective privado, al margen de los rganos policiales, quien resuelve
los problemas gracias a su inteligencia personal. Los autores cubanos lo reem-
plazan por un investigador que pertenece a un cuerpo policial, lo representa,
y su sagacidad y astucia no actan de manera independiente, apoyadas solo
por su experiencia e intuicin, sino en coordinacin con las organizaciones
polticas y de masas, fundamentalmente con los Comits de Defensa de la
Revolucin (Rodrguez 62).
Otra diferencia consiste en el hecho de que, en las novelas policiales cu-
banas, el origen del crimen se encuentra en la realidad prerrevolucionaria,
es un remanente de la sociedad anterior y como tal debe ser combatido. El
delito, ms que un atentado a la moral, es un reto a la nueva sociedad, de
ah que, en gran parte de las novelas, se vincula la delincuencia comn a la
contrarrevolucin (Rodrguez 62)
1
. Esta literatura policial y de contraespio-
naje cubana, que fue fomentada y tambin censurada ocialmente a travs de
1
Rodrguez Coronel hace un signicativo aporte a la comprensin y contextualizacin his-
trica de esta novela policial y/o de contra-espionaje cubana, al aportar antecedentes acerca de
la novela de espionaje y al situarla dentro del enfrentamiento de nuestros servicios [cubanos]
de Seguridad del Estado, con el apoyo de todo el pueblo, por una parte, y la Agencia Central
de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de Norteamrica, por la otra (Rodrguez 69).
La novela de espionaje surge, segn l, despus de la Segunda Guerra Mundial y dentro del
clima de la guerra fra. Su difusin en el rea capitalista ha tenido como propsito principal
servir a la lucha ideolgica diversionista en contra de los Estados socialistas, las ideas del
comunismo y, sobre todo, en contra de la Unin Sovitica.
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 31
premios literarios anuales, otorgados por el Ministerio del Interior de Cuba,
tuvo durante varios aos una gran divulgacin y numerosos lectores. Segn
Fernndez Pequeo:
[d]urante los ocho aos que van de 1971 a 1978 se publicaron en Cuba
12 novelas policiales; sin embargo, entre 1980 y 1983, fue editada
la friolera de 22 novelas con este sello; es decir, casi el doble en la
mitad del tiempo, y ya se ha dicho con qu calidad promedio. Esa
falta de rigor editorial, ese facilismo, otorg el honor de impresin
a textos que nunca lo merecieron, contribuy a empaar un proceso
literario que en la dcada anterior se haba labrado un sitio no
importa ahora si ms alto o ms bajo dentro de la literatura cubana
de la Revolucin y estimul el descuido y la ausencia de verdadero
trabajo creador entre muchos escritores policiales (26).
A estos errores de poltica editorial se debe agregar la excesiva ideologiza-
cin y esquematizacin que provocaron un creciente desinters en el gnero
durante los aos ochenta. La cada del muro de Berln, el siguiente desencanto
en todo el mundo socialista y, ante todo, en Cuba el proceso de encarcela-
cin y juicios de altos ociales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del
Interior, sucesos que convulsionaron la sociedad (Michelena 41), hicieron
aumentar la desconanza y el desencanto en un sistema que se crea inmune
a los vicios de la sociedad capitalista (Vilches 70) y llevaron a un excelente
escritor cubano revolucionario y, al mismo tiempo, crtico de los aspectos
negativos de la revolucin como Leonardo Padura Fuentes (1955), a criticar
fuertemente los lados oscuros de la realidad cubana, como se aprecia tanto en
su tetraloga policial (Pasado perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994),
Mscaras (1997) y Pasaje de otoo (1998)) como en las nouvelles Adios a
Hemingway y La cola de la serpiente (2001) y, ltimamente, en la novela La
Por su temtica el enfrentamiento entre los servicios de inteligencia de dos naciones o
de dos sistemas sociales, es una novela esencialmente poltica, lo cual representa una dife-
renciacin bsica con respecto a la novela policial sobre la delincuencia comn. Precisamente
por esta connotacin poltica, la novela de espionaje burguesa se distancia del realismo en
la tergiversacin del mundo que presenta, ya que es, por su naturaleza, una narrativa donde
la ideologa del escritor se maniesta con particular nitidez. Desde este ngulo, la novela de
espionaje est siempre al servicio de la lucha de clases en el plano ideolgico y mantendr
su plena vigencia mientras existan sociedades antagnicas (68-69).
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neblina del ayer (2006). De esta forma, se ha convertido en un premiado y
destacado representante de la nueva narrativa policial iberoamericana.
Cuando Padura
inicia su saga policaca, [era ya] un escritor y periodista conocido en
Cuba. Tena publicados varios libros de gneros diversos: ensayo,
reportaje, entrevista, cuento y novela. [] Trabajando como perio-
dista haba investigado en distintas zonas de la sociedad cubana. En
su inters por la literatura policial la haba estudiado con amplitud
y profundidad, desde Poe y Collins hasta Vzquez Montalbn. En
el mbito nacional era un observador cuidadoso del gnero y un
crtico.
Su ensayo Modernidad y posmodernidad: La novela policiaca en Iberoam-
rica (2000) revela su profundo conocimiento del gnero policial y resume
su postura crtica con respecto a la novela policial cubana de los setenta de
la siguiente forma:
Si en la novela policiaca de los otros pases de la lengua se impona
una actitud desacralizadora ante el gnero, y se asuman los cambios
de la posmodernidad artstica y social con una perspectiva audaz,
aunque crtica y participativa en la funcin de sus contenidos, los
policiacos cubanos que en su mayora debutan en la literatura a
travs del gnero se lanzaron a la creacin de una literatura apo-
logtica, esquemtica, permeada por concepciones de un realismo
socialista que tena mucho de socialista pero poco de realismo.
As, desde los personajes hasta las situaciones funcionaban como
entelequas jas, lo que se hizo ms evidente en la gura del hroe
generalmente colectivo, pues se consideraba un hallazgo la supe-
racin del investigador solitario, que respondi ms a la realidad
de los reglamentos policiacos que a las necesidades dramticas de la
realidad novelesca, ms al discurso poltico ocial que a la creacin
de conictos humanos. Mientras tanto, el tratamiento del delincuente
o del agente forneo apenas tuvo espacio en esta novelstica, que los
deni por simple negatividad poltica, obviando su valiosa comple-
jidad dramtica (153-54).
De las novelas policiales cubanas de los setenta, Padura rescata, sin embargo,
El cuarto crculo (1976), de Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodrguez
Rivera segn el destacado crtico literario cubano Rogelio Rodrguez
Coronel, el producto ms acabado dentro de las limitaciones que impone
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 33
esta forma novelesca (65), luego la novela de contraespionaje de Ro-
gelio Nogueras Y si muero maana, muy en el esquema de los bestsellers
internacionales, pero escrito con la dignidad que caracteriza a Rogelio, que
era adems un gran poeta (citado en Epple 55) y, ante todo, Joy (1977), de
Daniel Chavarra, reconocidas generalmente como las tres mejores de los
aos setenta.
En estas apreciaciones esttico-literarias, ya se nota la formacin literaria
de este ensayista, guionista de cine, narrador y periodista que, despus de
recibirse como Licenciado en Filologa en la Universidad de La Habana, se
destac como crtico [literario], precisamente, entre otros intereses, de la
narrativa policial (Rosell 450), lo que corrobora su tomo de ensayos Moder-
nidad, posmodernidad y novela policial. Adems, Padura ha publicado otros
ensayos literarios, por ejemplo, sobre el Inca Garcilaso y Alejo Carpentier.
Lo ms relevante es para este trabajo, obviamente, la publicacin de su serie
de novelas policiales tituladas Las cuatro estaciones, con el teniente Mario
Conde como protagonista. Estas novelas tienen como trasfondo temporal las
cuatro estaciones climticas del ao 1989, en el cual, segn Padura, [p]or
primera vez el descreimiento se hace general (citado en Epple 58) en Cuba.
Los acontecimientos de la primera novela, Pasado perfecto, tienen lugar en
el invierno; los de la segunda, Vientos de Cuaresma, en la primavera; los de
la tercera, Mscaras, en el verano, y nalmente, los de la cuarta, Paisaje de
otoo, en la estacin indicada por el ttulo.
Aunque Padura arma en una entrevista que [s]alvo dos casos fundamen-
talmente Padilla, en el 69-70, y Ral Rivero, hace dos aos, no ha habido
en Cuba escritores que hayan sido reprimidos por lo que han escrito (1), y
que los escritores incmodos ms bien han sido marginados, l mismo tuvo
problemas con la publicacin de su primera novela policial que, segn sus
propias palabras, no cumpla las expectativas ideolgicas en uso (citado
en Epple 57), y tuvo que ser publicada en Mxico, gracias al apoyo de Paco
Taibo II.
En su tetraloga policial, Padura abandona los presupuestos del policial
de las dos dcadas anteriores que se basaban en la certidumbre y la conanza
en los organismos estatales, reemplazndolos por los de la
incertidumbre y el desencanto. Con la tetraloga, Padura logra, como
ningn otro escritor en la isla, poner en tela de juicio la efectividad
del sistema y develar sus errores. Evidentemente, hay aqu una
subversin de las frmulas que da como resultado que, a pesar de
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que los delitos individuales se resuelven y se castiguen, todava nos
queda la impresin de que el crimen que no ha sido resuelto es el del
Estado hacia el individuo. Al referirse a Vientos de Cuaresma, Padura
seala su carcter falsamente policaco: los enigmas se resuelven con
mucha facilidad. Lo que me interesa es meterme en otros costados
de la realidad (Rosell 450-51).
Por eso, por una parte, Padura sita sus novelas
en esferas de la sociedad que haban permanecido intocadas por
los escritores policacos cubanos. En Pasado perfecto, el al
parecer brillante director de una empresa estatal es en realidad
un dirigente corrupto que se ha enriquecido al amparo de sus
funciones y es asesinado por su tambin corrupto jefe de despacho.
Padura delinea [sic], en esta novela, el retrato de un arribista, un
hombre que vivi impostando una conducta que lo llevaba a escalar
posiciones. En Viento de cuaresma (1994), la vctima, una profesora
de preuniversitario que aparenta ser una joven virtuosa, resulta, en la
prctica, una mujer de vida sexual promiscua, que mantiene relaciones
con el director del plantel y con un alumno al que le facilita las
pruebas de los exmenes. En Mscaras (1997), un funcionario de la
diplomacia es desenmascarado como impostor vitalicio. En Paisaje
de otoo (1998), un ex alto dirigente de la Economa, que viva en
el Exilio, es asesinado al volver al pas para intentar llevarse un
objeto evaluado [sic] en varios millones de dlares, del cual se haba
apropiado en el ejercicio de su cargo (Michelena 42).
Por otra parte, Padura se incorpora con estas novelas a la tradicin de la
novela policial anti-detectivesca (Stefano Tani), cuyos representantes ms
apreciados son, probablemente, J. L. Borges (cfr. La muerte y la brjula),
en Amrica Latina, y Robbe-Grillet (cfr. El mirn), F. Drrenmatt (cfr. La
promesa), Th. Bernhard (cfr. La calera) y U. Eco (cfr. El nombre de la rosa),
en Europa.
Padura, no obstante, en concordancia con Paco Taibo II, Manuel Vzquez
Montalbn, Ramn Daz Eterovic y otros escritores y crticos literarios ibe-
roamericanos, preere hablar de la nueva narrativa policial iberoamericana
o, ms bien, del neopolicial iberoamericano, que
responde a una nueva realidad de la cual Cuba no est exenta. El
propio Padura la dene como una novela con mucha conciencia de su
funcin social, y seala que tiene la necesidad de expresar problemas
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de la realidad actual de nuestros pases: la corrupcin, el arribismo
poltico, los problemas de la droga, la prostitucin, la marginalidad
(Epple 60). Al mismo tiempo, Padura [] [r]econoce, asimismo, que
este policial se inserta dentro de la posmodernidad por su intenciona-
lidad irnica y pardica y por la voluntad expresa por parte del autor
de transgredir las funciones del gnero (Rosell 451).
En la entrevista realizada por Epple, Padura agrega luego otro aspecto fun-
damental del neopolicial: Los policas, investigadores, detectives, como
se les llame, son por lo general gente frustrada, jodida, y no tienen nada de
triunfadores (60).
Aunque lo dicho por Padura est presente en todas sus novelas nos con-
centraremos, sin embargo, ante todo, en Mscaras, probablemente su mejor
novela (neo)policial, la cual, siendo una interpretacin heterodoxa del gnero
negro
2
, obtuvo, segn la asociacin Novelpol (dedicada a la novela poli-
cial), el lugar catorce entre las veinte novelas policiales que todo acionado
al gnero deba haber ledo (Ux, Introduccin 9). Es decir, Padura ya es
reconocido como uno de los grandes y ms relevantes del gnero policial
3
.
En esta novela, Padura critica la forma como el estado cubano persigui y
margin a los homosexuales y cuya gura investigadora, el teniente Mario
Conde, segn Michelena, el primer gran personaje creado por la literatura
policial cubana y con una identidad de indudable cubana (lenguaje, gustos,
comportamiento, sistema de valores) (45), cumple perfectamente con las
caractersticas respectivas recientemente expuestas por su creador.
De hecho, este polica, con evidentes rasgos de los detectives Marlowe,
de Raymond Chandler, y Carvalho, de Manuel Vzquez Montalbn [], [e]s
un polica completamente atpico, tanto en la realidad como en la anterior
literatura policial cubanas (Michelena 45), que tiene en 1989, es decir, en
las novelas de Las cuatro estaciones, treinta y cinco aos, con diez aos de
2
En la entrevista de Carlos Ux, Padura revela que su forma de escribir policiales no
es ortodoxa, porque l trata de ser lo ms heterodoxo posible en cuanto a lo establecido por
las viejas normativas del gnero (31).
3
La razn de este lugar destacado de Padura dentro del gnero policial consiste en el
simple hecho de que l es un gran escritor. De hecho, nunca se consider un autor de po-
liciales, sino un escritor (citado en Ux, Entrevista 34). La gran cantidad de premios
ganados por l corroboran, en cierta medida, el alto nivel esttico-literario de su obra artstica
(cfr. Ux, Introduccin 13-14).
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trabajo en la Central de Polica de La Habana. Ha sido recientemente suspen-
dido por una bronca con un colega, a pesar de que su admirado jefe, el viejo
mayor Antonio Rangel, lo considera el mejor entre sus colaboradores. Lo
que ms le preocupa al Conde actualmente es, aparte de su calvicie amena-
zante, la vida de lobo solitario que lleva sin mujer y sus frecuentes resacas.
l siente, aparte del calor solitario de su casa (Mscaras 13), un miedo
y un vaco existenciales que no logran superar y/o llenar ni sus frecuentes
recuerdos nostlgicos y melanclicos del pasado, como, por ejemplo, de su
querido abuelo Runo el Conde, de su Primera Comunin hace veintiocho
aos, de las misas dominicales a las cuales su padre lo obligaba ir, de los
partidos de ftbol con sus amigos del barrio, del tiempo dorado de los estu-
dios universitarios en la Pre, que lamentablemente quedaron inconclusos,
de sus serios intentos de convertirse en un verdadero escritor y de la gran
frustracin cuando las autoridades culturales suspendieron la revista literaria,
en la cual haba publicado su primer cuento, acusndolo a l y a sus compa-
eros de escribir relatos idealistas, poemas evasivos, crticas inadmisibles,
[e] historias ajenas a las necesidades actuales del pas, [] (Mscaras 59).
Con razn, su mejor amigo, el Flaco Carlos, herido tan gravemente en frica
como soldado voluntario de la revolucin, que ahora vive prcticamente en
una silla de ruedas y ya no es nada aco, lo llama un cabrn sufridor, un
incorregible recordador, un masoquista por cuenta propia, un hipocondraco
a prueba de golpes y el tipo ms difcil de consolar de los que haba en el
mundo, [] (Mscaras 15).
Sin duda, lo que le hace la vida psicolgicamente soportable al teniente
Mario Conde es la amistad, ante todo la con el Flaco, cultivada intensamente
desde hace veinte aos cuando eran felices estudiando juntos en las tardes,
oyendo msica e imaginndose un futuro promisorio como ingeniero y es-
critor, respectivamente. El grado de profundidad de esta amistad se revela,
ante todo, en que sobrevivi a todos los golpes duros de la vida durante casi
veinte aos. Por eso, Mario se siente ms un hermano que un amigo del Flaco
y, a diferencia de ste, que teme un reencuentro con su ex pareja Dulcita,
Mario espera y, en cierta medida, exige de ella, que se fue a los EE.UU. y
que quiere ver al Flaco ahora sin saber de su actual estado de salud, la mis-
ma el e incondicional amistad que reina entre ellos. Lo comprueban sus
siguientes palabras:
- Flaco: no seas maricn le dijo . No te dejes vencer, cojones, que
si t renuncias s que estamos jodidos. Hazlo por ti, y por m y por la
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vieja Josena: no dejes que nada te joda: ni una bala, ni el pasado, ni
la guerra, ni esta cabrona silla de ruedas solt sin respirar y, contra su
costumbre de pensarlo todo, tom con sus manos la cara de Carlos y
lo bes en un carillo. No renuncies, mi hermano (Mscaras 111).
El hecho de que Mario Conde valoriza esta gran amistad con el Flaco incluso
por encima de la responsabilidad tica como revolucionario (Fernndez
6) queda de maniesto en la visita de ambos a la piloto ilegal
4
de Candito
el Rojo, un amigo de ambos. A pesar de que el Conde se neg al comienzo a
esta visita por ser polica y parte del poder ocial, cede, al nal, a los ruegos
irresistibles de su mejor amigo. La amistad aparece aqu y en el episodio
anterior, como el valor supremo de la vida y el principal remedio valedero
contra todas las adversidades.
Por eso, Mario Conde la cultiva tambin con otro viejo amigo, Candito
el Rojo, quien le haba demostrado una delidad permanente, a la que el
Conde no haba correspondido con la misma sinceridad, sintindose cnico
y egosta (Mscaras 120). En cierta medida, Mario le retribuye su delidad
al advertirle como amigo y contra su deber como polica que debe quitar la
piloto (Mscaras 121), es decir, cerrar su negocio ilegal de cerveza, porque
la Polica Interna ya sabe de su existencia.
Un alto grado de amistad mantiene el Conde tambin con su colega, el
capitn Contreras, quien es la primera vctima de las pesquisas de la Polica
Interna en la Central de Polica. Mario siente de repente la fatalidad de
ciertos destinos (Mscaras 139) y luego la necesidad de hablar con el Gordo
Contreras y, contra la resistencia de su ayudante, el sargento Manolo Palacios,
logra ser el primer hijo de puta polica que [va] a ver[lo] ... (Mscaras 141),
para manifestarle su compasin. Luego, cuando su jefe, el mayor Antonio
Rangel, descalica al Gordo Contreras como el responsable del hecho de
que lo van a registrar hasta los pelos, el Conde sencillamente se resiste a
creerlo y considera estas acusaciones una mierda que le quiere hacer esa
gente (190) de la Investigacin Interna.
A pesar de este desacuerdo con el Viejo respecto a la persona del capitn
Contreras, a Mario Conde tambin lo une una gran amistad con su jefe. Ambos
sienten lealtad el uno por el otro y, en lo posible, se tratan con respeto y hasta
4
Se trata de una especie de bar - que opera en los mrgenes del socialismo en Cuba
(Fernndez 6).
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con cario. Por ejemplo, el Conde, siendo un gran fumador de cigarros, le
da un buen Montecristo que le regal Faustino Arayn, el alto funcionario y
diplomtico del rgimen castrista y, adems, padre e infanticida del malogrado
Alexis, una vez que se enter que el Viejo estaba fumando cigarros malos
y se molestaba por esta realidad inslita en un pas famoso por sus buenos
puros. En Paisaje de otoo, la lealtad al jefe y amigo lleva a Mario Conde
a renunciar a la polica, debido a que una serie de irregularidades cometidas
por sus compaeros le cuestan la salida a su admirado jefe. Es por eso que
cuando el nuevo hombre a cargo de la Central, el coronel Molina, le exige la
resolucin del caso Forcade como condicin para rmar su baja, el teniente
Mario Conde duda y preere consultar ante todo a su ex superior, pues no
quiere sentir que est traicionando una conanza de aos. Luego de renun-
ciar, Mario Conde se encierra tres das completos a beber, fumar y esperar
la venida del cicln Flix, fenmeno que ir de la mano con los cambios que
sufre el personaje durante los pocos das previos a su cumpleaos nmero
treinta y seis. Al tercer da, son sus amigos los encargados de buscarlo en
su casa, de sacarlo de la soledad y el hambre del que era presa y de celebrar
su cumpleaos en la medida de sus posibilidades, entregando lo mejor que
tienen para la felicidad de Mario Conde. De hecho, la novela no termina con
la resolucin del asesinato de Miguel Forcade, sino con la celebracin que los
amigos le hacen la noche de su cumpleaos (cfr. Pasaje de otoo 210ss).
Adems, un canto diferente y muy lindo a la amistad digno de mencionar
es en esta novela la relacin humana entre Mario Conde y el artista homo-
sexual Alberto Marqus, la cual se transforma desde un recproco rechazo
mutuo al comienzo, pasando por el creciente respeto, hasta sentimientos
amistosos y solidarios al nal. Probablemente, el mensaje que Padura quiere
entregarnos en esta novela es el de que, conocindose y abrindose el uno
al otro, los hombres son capaces de respetarse e, incluso, convertirse en
amigos, superando, as, las diferencias culturales. De hecho, Mario Conde,
el machista-estalinista que rechazaba casi visceralmente a los maricones,
siente, al nal, respeto por el trgico destino del artista homosexual Alberto
Marqus, y le pide perdn por su maltrato anterior, sintindose solidario
con l. Marqus, por su parte, logra superar su anterior rechazo a cualquier
polica, aprecia las dotes artsticas del cuentista Mario Conde y siente, al
nal, cierta cercana y simpata por l.
Tambin la relacin del teniente Conde con su colaborador, el sargento
Manuel Palacios, se caracteriza por lazos amistosos que van mucho ms all
de los usuales en el gnero policial, por ejemplo, los clsicos angloamericanos
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 39
de Sherlock Holmes con el Dr. Watson e, incluso, los hispanoamericanos del
teniente Silva con el guarda Lituma en Quin mat a Palomino Molero?
de M. Vargas Llosa. Hay una gran conanza y simpata mutua entre los dos
que son la base slida de su relacin amistosa profesional. Ambos desean lo
mejor para el compaero y se protegen mutuamente. Por ejemplo, el Conde
le comunica su preocupacin por la cita de Manolo con la Polica Interna, y
Manolo, por su parte, le advierte ms adelante y en forma amistosa, de andar
con ms cuidado. Ambos se conocen muy bien tras aos de trabajo policial
en comn y, adems, se estiman. De hecho, el Conde reconoce incluso que
Manolo es mejor polica (Mscaras 65) que l mismo y le suele pedir
siempre primero su opinin, algo que tambin haca Sherlock Holmes con
el Dr. Watson. Esto explica que ambos forman un equipo de policas amigos
con prcticamente las mismas capacidades y los mismos derechos y sin la tan
conocida relacin jerarquizada entre jefe y sbdito. Es decir, Manolo no es
aqu el narrador de los sucesos policiales que cumple la tradicional funcin
de representar el sentido y la inteligencia comn del lector para destacar,
as, an ms, la genialidad del gran detective. Al contrario, Manolo discute
a menudo el caso con su jefe amigo, lo critica abiertamente e, incluso, se
enoja con l agredindolo verbalmente. Esto sucede, por ejemplo, cuando
el Conde termina abruptamente un interrogatorio agresivo y duro realizado
por Manolo que el Conde le haba pedido por considerarlo un mejor inte-
rrogador que l mismo. El alto grado de amistad se maniesta, sin embargo,
nuevamente en el hecho de que Manolo le pide, al nal, perdn por sus
agresiones verbales.
El xito del Conde en la construccin y el cultivo de lazos amistosos
duraderos con hombres, lamentablemente, no se da en su relacin con las
mujeres. Ya se ha dicho que vive solo y que anhela la cercana de una rela-
cin afectiva ms estable. En la lista de sus amores perdidos, la relacin con
Tamara fue la ms constante, a la cual siguieron las ms bien furtivas con
Karina, Hayde y Maritza, las que recuerda nostlgica y desesperadamente.
En Vientos de cuaresma, es la pelirroja Karina quien lo echa de inmediato
y lo hace enamorarse en solo tres das, tener sexo intenso y sentirse nue-
vamente vivo hasta que descubre que ella est casada y que ya no lo puede
seguir viendo, lo que lo destruye y lo hace enfrentarse a s mismo tras las
palabras nales de esta mujer: [] escog al peor hombre del mundo. -Soy
el peor? -Te enamoras Mario (Vientos de cuaresma 202). Por esto se ver
enfrentado a sus emociones hacia las mujeres siempre luchando entre sus
ganas de enamorarse y el deseo de solo disfrutar de ellas.
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En la novela Mscaras, despus de dos meses a dieta manual (126),
es decir, de masturbaciones ocasionales, su objeto deseado es Poly que, al
igual que Karina, no era linda ni poblada de encantos carnales visibles,
pero que caa en la categora de objeto singable de primer grado, segn la
devaluada exigencia ertica del Conde (Mscaras 128). Con ella pasa una
noche entera con todo lujo de detalles comenzando con el desvestirse y la
felacin. El recuerdo de esta noche lo hace capaz de renunciar algunos das
ms tarde a la masturbacin
5
y, por otro lado, lo anima a prepararse bien para
una esta ertica de tres das con la Poly, al nal de la novela.
Sin embargo, en la ltima novela de su tetraloga, la relacin de nuestro
descuidado y aparentemente poco atractivo protagonista con las mujeres
experimenta cambios en un doble sentido: en primer lugar, durante la in-
vestigacin conoce a Miriam, la esposa del difunto Mario Forcade que se
encontraba de paso en Cuba junto a su marido muerto. Al contrario de lo que
cree el lector acerca del Conde, tarde o temprano terminar involucrndose
sexualmente con esta mujer atractiva, cuya cabellera de un rubio falso y cuyos
senos y muslos constantemente est observando con un fuerte deseo, l sabe
que no puede conar ni enamorarse de una mujer teida de rubio y pese a
que se pone a cantar boleros (lo que hace cada vez que est enamorndose),
no cede a sus pasiones y mantiene su profesionalismo. En segundo lugar, y
tal vez como premio a su sensatez, al nal de la novela aparece Tamara, una
antigua compaera de colegio, de la cual Mario Conde sigue enamorado y
con la cual sera capaz de casar[se] por la iglesia (222), la que sorpresiva-
mente le reclama su compaa. Lo que sorprende, en este contexto, es que
la soledad del teniente es tan grande que pareciera que quisiera escapar de
un amor posible y declarado:
- No seas estpido, Mario: no te das cuenta de que estoy sola, de
que me haces falta? Alguna vez deberas ser menos egosta y pensar
en las cosas que le pasan a los dems [].
5
Segn Genaro Prez, a travs de la tetraloga se puede observar un Mario Conde ena-
morndose para ser abandonado despus de breves encuentros. Probablemente tales traumas
causen su obsesin con el onanismo. En Paisaje de otoo hay una especie de tipologa de las
diferentes maneras de masturbarse (112). Ms que de una obsesin, me parece apropiado
hablar de una dependencia o necesidad siolgica y psicolgica.
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 41
- No hables as, Tamara: no estoy acostumbrado a hacerle falta a nadie.
Ni a m mismo y es l quien la besa, con la brevedad impuesta por
una despedida indeseable pero necesaria. No te preocupes, maana
vengo (223).
Parece que, al nal de la tetraloga, Padura quiere dejar a su protagonista
en una relacin amorosa ms estable, lo que ste siempre anhelaba profun-
damente.
Esta postura moral vacilante en la relacin del Conde con el sexo feme-
nino se presenta tambin en su concepto de la verdad, dado que la concibe,
en primer lugar, dentro de la tradicin platnica como aletheia, es decir,
como un proceso o acontecimiento de desocultamiento, desvelamiento o
descubrimiento. Ya que sabemos que los textos de Padura buscan revelar
la realidad escondida tras un sistema engaador (Vilches 65). Por ejemplo,
en la mitad de la investigacin de su tercer caso, Mario Conde siente que
la verdad de la muerte de Alexis Arayn [estaba oculta en la hoja de la Bi-
blia] (Mscaras 147). Pocas pginas ms adelante, dice intentar arrancar
la mscara tras la que se ocultaba la verdad, la que caracteriza luego como
[s]iempre escondida o transgurada y cabrona (Mscaras 159), es decir,
difcil de descubrir y encontrar. Por eso, al nal de la novela y a pesar de
que el caso qued perfectamente aclarado como en cualquier novela policial
clsica tradicional, el Conde sostiene que nunca se sabra toda la verdad
(Mscaras 197). Aqu se ve ms claramente que, hasta este momento, la
postura posmoderna de Padura que parte del principio de la incertidumbre
y el desencanto (Rosell 450), no es tan radical como, por ejemplo, la de
Borges, que a diferencia de Padura hace fracasar, en ltimo trmino, a su
detective E. Lnnrot en la bsqueda de la verdad.
Sin embargo, en Adis, Hemingway, su postura posmoderna predomina
en forma ms ntida, dado que el Conde nunca llega a saber quin es el
asesino del presunto agente del FBI cuyos restos aparecen en Finca Viga. Y
preere no saberlo, pues presiente que puede ser doloroso (Padura citado
en Ux, Entrevista 34).
Algo parecido ocurre con la postura moral del Conde frente a la justicia,
la que hay que comprender dentro de la tradicin policial negra que destaca
la dicultad de que la verdad encontrada tambin se imponga y que se haga
justicia. Mario Conde se convirti en polica nicamente porque no le gusta
que los hijos de puta puedan hacer las cosas impunemente (Padura citado
en Epple 57), y cree que en el fondo de todo debe existir la justicia y la
42 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
verdad, pues de lo contrario viviramos en la selva (Padura citado en Ux,
Entrevista 32). Consecuentemente, en la novela Mscaras le ha pedido
al Viejo no tener compasin con el criminal Faustino Arayn. Adems,
por su sentido de justicia, le encantara estar presente cuando le fueran
arrancando las tiras de la mscara que, al nal, se haba convertido en su
propio rostro (Mscaras 192). Pero, lamentablemente, le toca ver que este
pez gordo recibir un trato especial: antes de que dos policas de civil lo
arresten, el mayor Rangel tuvo que informar o, ms bien, consultar a una
autoridad superior. Queda, por lo tanto, la sensacin de desigualdad frente
a la ley y tal vez tambin de un cierto grado de impunidad tan frecuente en
las novelas policiales negras hispanoamericanas.
Adems de esta obstaculizacin institucional a la implantacin de la
justicia, se agrega ahora tanto en Adis, Hemingway como en La neblina de
ayer un problema de ndole losco-jurdico, es decir, una creciente simpata
posmoderna por el criminal, la que Padura justica con el hecho de que
no siempre el criminal, el ejecutor de un crimen, es el culpable de
lo que ha ocurrido. Y djame recordarte que ya esa sensacin apa-
reca en novelas como Vientos de cuaresma y Paisaje de otoo
6
,
que le dejaban a Conde el mal sabor de boca de haber encontrado
un asesino que deba haber sido asesino. [] Y al encontrar al cri-
minal [] en La neblina del ayer lo nico que hace es hallar una
historia de dolor y frustracin que parece un equvoco. Tal vez en
esta actitud hacia lo criminal yo me aleje de la moraleja clsica de
la novela policial, que tiene un origen marcadamente burgus y una
losofa totalmente burguesa, y me acerque ms a otras actitudes
en las que el destino, lo humano, la fatalidad tienen un peso mayor,
como ocurre en Edipo rey (obra que adoro) o en Crimen y castigo.
[], y las moralejas ticas me dan pavor: por eso Conde puede ser
amigo de delincuentes, incluso, delinquir l mismo para poder vivir
o sobrevivir, pero siempre sin perder esa humanidad, ese sentido
6
En Paisaje de otoo, por ejemplo, cuando ya se sabe al nal de la novela que Adrin
Rivern fue el asesino de Miguel Forcade, el Conde se lamenta de su suerte, pues de los
involucrados en el caso, Adrin Rivern era el menos culpable y quien nalmente no actu
completamente movido por el dinero sino tambin por la pasin. Mario Conde hubiera pre-
ferido ver en la crcel a personas como Gmez de la Pea, hombre que se jacta de tener un
Matisse original en su casa y enriquecido durante el rgimen, o a Fermn Bodes, el hermano
de Miriam, quien estuvo en la crcel por malversacin de dineros pblicos.
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 43
de los lmites que le permiten seguir siendo una persona ntegra a
pesar de cometer u ocultar ciertos delitos. Y es que su capacidad de
comprender la vida (en ese caso la vida cubana) va ms all de una
tica inviolable, pues l sabe que muchas personas en Cuba, durante
muchos aos, han debido colocarse al margen, o ms all, de lo legal
para vivir (citado en Ux, Entrevista 34).
De esta forma, Padura se acerca, claramente, a posturas que por ejemplo G.
Garca Mrquez muestra en su novela Crnica a una muerte anunciada.
Algo posmoderna y escptica es tambin la postura del Conde frente a la
fe y la Iglesia. Ya sabemos que su padre lo hizo ir a las clases de catecismo y
hacer la Primera Comunin, lo que el Conde considera ahora, veintiocho aos
despus, una ventaja porque le entreg la informacin de que este importante
da del 6 de agosto [era] la Fiesta de la Transguracin para los catlicos,
en la cual la Iglesia Catlica celebra el hecho de fe que Jess se transform
delante de sus discpulos y Dios Padre manifest expresamente su amor a su
hijo amado. Este saber religioso le otorga al Conde la posibilidad de asociar
esta fecha litrgica con el hecho, segn l nada casual, de que aparezca un
travesti muerto un 6 de agosto [] (Mscaras 30-31). A pesar de que duda
acerca de la existencia de Dios, ante todo, por el problema de la teodicea, es
decir, de la existencia del mal en este mundo, y a pesar de que hace aos no
va a la Iglesia, anima, sin embargo, a aquellos de sus amigos, como Candito
el Rojo, que s creen, a ir a la Iglesia y rezar tambin por l. Esta posibilidad
de que Dios existiera es probablemente tambin la causa de que el Conde
mantuvo durante aos una relacin afable con el cura Mendoza, quien lo
considera, por una parte, un disidente y mstico sin fe y quien, por otra
parte, lo acusa de arrogancia y miedo a [s] mismo, pronosticndole que
algn da caer[]... (Mscaras 74).
Esta postura algo escptica, pero claramente no atea del Conde se reeja
tambin en su cercana espiritual con el viejo poeta catlico cubano Eligio
Riego
7
que practica un catolicismo nada mstico ni beato y que sabe disfrutar
de la vida, es decir, tom[a]ron en cantidades considerables, fum[a] [sus]
7
Detrs de la persona de Eligio Riego se esconde, probablemente la del conocido poeta,
crtico, ensayista y novelista cubano catlico Cintio Vitier (1921).
44 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
pipas, y nunca h[a] podido negar[se] a la contemplacin a veces desesperada
de una muchacha en or (Mscaras 165)
8
.
En Paisaje de otoo, Mario Conde sufre an ms la ausencia de Dios como
carencia y como vaco existencial. Es por eso que este tema se torna impor-
tante en una parte de la novela, cuando uno de sus amigos decide acercarse
a la Iglesia y alejarse de la delincuencia y el alcohol. Inicialmente, hay una
mirada estereotipada al catolicismo y sus templos. Sin embargo, su postura
cambia cuando entra a una iglesia protestante a buscar a su amigo Candito y
se enfrenta a otro tipo de actitud y de arquitectura. As el narrador seala:
Y lo que vio le pareci conmovedor: aquella iglesia nada tena que
ver con los conceptos de iglesia almacenados en el cerebro catlica-
mente entrenado del Conde. Para empezar, faltaba el altar, siempre
precedido por la imagen del santo rector del templo, pues sobre la
pared limpia, blanqueada con cal, solo colgaba una rstica cruz de
madera sin ningn Cristo sacricado sobre ella (Paisaje de otoo
75-76).
La visin de un espacio desprovisto de adornos y de un grupo de eles que
gritaban entusiasmados motivados por un negro bajito sin sotana, le causa
un gran impacto y hace surgir en l una reexin profunda sobre su evi-
dente incapacidad de pertenencia a aquella horda de creyentes y salvables
(Paisaje de otoo 76).
De este modo, la duda empieza a inundar los pensamientos del teniente:
quin estaba equivocado: l o todas las personas reunidas dentro de esa
iglesia sin altares ni Cristos? Aquellos que crean en algo capaz de salvar-
los o l, que apenas si crea en un par de cosas que podan ser salvables?
(Paisaje de otoo 76).
Mario Conde contrasta en este novela su propia falta de fe y su soledad
con la visin del grupo y la fe de su amigo, para el cual resulta mejor hablar
8
Eligio Riego, al igual que su amigo Alberto Marqus, tuvo que acatar el silencio
pero no dej[] de escribir (Mscaras 166). Adems, profesa dos delidades inalterables en
[su] vida: la amistad y la poesa (Mscaras 167), los valores que tambin el Conde, como
vimos arriba ante todo respecto al primero, estima como los ms relevantes en la vida. De la
segunda, dice Alberto Marqus al nal de la novela que es invencible (Mscaras 205) y
perdurar en el tiempo mientras que pronto nadie se acordar de los nombres de los funcio-
narios culturales que la silenciaron.
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 45
de fe, amor, esperanza y salvacin, oyendo decir lo que no se dice en nin-
guna parte y dicho por gentes que creen en lo que dicen. Eso es mejor que
vender cervezas o comprar piel robada para hacer zapatos o no? (Paisaje
de otoo 77).
Pero la piedra de tope de Mario Conde es el perdn. Solo all el teniente se
reconoce muy jodido, porque para l hay cosas que no se pueden olvidar
y las que tampoco est dispuesto a perdonar. Adems reconoce que a veces
no cre[e] ni en [s] mismo (Paisaje de otoo 78-79). No obstante, el Conde
comprende a su amigo e incluso lo respeta y lo envidia en esas circunstancias,
por la fe y la visin que profesa en aquel momento.
Ocho aos ms tarde, en el tiempo narrado de Adis, Hemingway, Mario
Conde parece acercarse ms an a las creencias de sus amigos porque, segn
Armando Epple, predomina ahora un sentimiento de desamparo y nostalgia
por el pasado, junto a la necesidad de aferrarse a algunas convicciones que
le den sentido a la vida (2006: 172).
En su ltima novela, La neblina del ayer, por su parte, Padura, segn
sus propias palabras, ya no tematiza el desencanto y el agotamiento de una
creencia, sino la nostalgia y [] la necesidad de creer en algo, y por eso
Conde incluso coquetea con lo intangible, con lo esotrico pero sin dar
el paso denitivo (citado en Ux, Entrevista 30). Podemos constatar,
as, una creciente preocupacin de Mario Conde por la problemtica de la
fe que va acompaada de una falta de crtica a la Iglesia Catlica. Aparente-
mente tendremos que esperar la aparicin de la siguiente novela para saber
si nalmente se cumple el pronstico del cura Mendoza.
Al igual que en esta temtica nada especcamente negra que recuerda
ms bien el hecho de que Mario Conde se considera colega del Padre Brown
de Chesterton (Vilches 73), tambin en su metodologa de investigacin el
Conde casi no asimila elementos negros, sino observaciones, deducciones y
abducciones (conjeturas, hiptesis) y presentimientos, todos elementos que
son ms bien caractersticas de la investigacin del detective clsico del enig-
ma, como, por ejemplo, Sherlock Holmes o el Padre Brown. Solo el elemento
de la interrogacin lo comparte tambin con los detectives duros.
Respecto a la observacin, hay que destacar, sin embargo, que en Ms-
caras, al teniente Mario Conde no le resulta para nada agradable el discurso
positivista del forense, aunque acepta sin vacilar los resultados de sus investi-
gaciones de las huellas en el lugar del crimen y de la autopsia: la genuexin
de Alexis, la presencia de un hombre grande entre cuarenta y sesenta aos,
el hecho de que lo mat un hombre manco con grupo de sangre determinado
46 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
y que el travesti no forceje, etc. Todos estos datos cientcos le son muy
tiles. Ante todo, obviamente, la comprobacin del laboratorio de que los
tres pedazos de cigarros tienen el mismo origen, es decir, que son de la marca
Montecristo que fumaba Faustino Arayn, quien queda, as, identicado como
asesino de su propio hijo. Esta comparacin de los tres tabacos le parece a
Alberto Marqus una deduccin genial del Conde que se basa justamente
en una aguda observacin digna de Sherlock Holmes, que saba distinguir
entre unos sesenta tabacos diferentes.
El Conde, en general, es presentado como una persona que piensa mucho
y nunca usa la fuerza fsica o la violencia tan caracterstica para el detective
duro. Al contrario, Mario Conde, siguiendo la forma de investigar del Padre
Brown y del comisario Maigret, intenta comprender ms bien las actuaciones
del malogrado Alexis Arayn desde adentro. En Mscaras, por ejemplo, para
lograr una cierta empata con la vctima, el Conde inventa algunas hiptesis,
suposiciones y conjeturas acerca de las causas desconocidas de los hechos
observables, que Umberto Eco
9
y otros han llamado abducciones, es decir,
deducciones hacia atrs o retroducciones. La ms relevante, que al nal se
impondr como verdadera, es la que asocia, como ya vimos arriba, el da de
la muerte, o mejor dicho del suicidio, del travesti Alexis Arayn, odiado
por su padre, con la esta litrgica de la Transguracin de Jess, en la
cual ste, segn el credo cristiano, se transforma y Dios Padre le maniesta
su amor. Varias veces, durante el transcurso de la investigacin, el Conde
retoma su hiptesis e, igual a Erik Lnnrot en el cuento borgeano La muerte
y la brjula, lee mucho y sigue hasta el nal con esta suposicin basada
en su rica imaginacin potica presente tambin en sus cuentos, obteniendo
nalmente la solucin del problema.
En Paisaje de otoo queda muy claro que las suposiciones del Conde
son ms bien intuiciones. De hecho, en esta novela, Mario Conde termina
pidindole ayuda al padre del asesinado Miguel Forcade, un anciano capaz
de leer los estados anmicos de las plantas y de leer la mente de algunas per-
sonas, al igual que A. Dupin, el Padre Brown y Maigret. Junto a esto, cuando
9
Los autores Bonfantini y Proni sostienen en su captulo To guess or not to guess?
del libro, que Holmes lleva a cabo varios tipos de operaciones: por una parte, observa, por
otra, concluye, inere, formula hiptesis en suma, construye teoras, y despus encuentra
y organiza hechos que conrman estas teoras (169). Luego hablan de la formulacin de
hiptesis y de conjeturas como retroduccin o abduccin (172s).
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 47
el Conde est a punto de resolver el caso siente una punzada en el pecho que
lo lleva al culpable, punzada que desaparece cuando la prueba del delito, un
bate de beisball, aparece en la casa de Adrin R., el asesino. En esta novela,
el mismo Conde reconoce que su mtodo de investigacin es principalmente
intuitivo: Aunque con frecuencia acuda a la rutina investigativa, cada vez
ms su metodologa se basaba en presentimientos, prejuicios y chispazos que
en razonamientos estadsticos o conclusiones de lgica estricta, y por eso
prefera dejar a sus auxiliares el lado cientco de la investigacin (99)
10
.
Estamos, por tanto, ante una metodologa que mezcla deduccin/abduccin
con intuicin y por eso parece algo exagerado concluir que [e]l mtodo de
investigacin del Conde es ya una carnavalizacin de la ciencia de la inves-
tigacin criminal (Michelena 46).
El tercer rasgo ms relevante de su mtodo investigativo es el interrogato-
rio, un elemento comn tanto de la novela clsica como de la negra. Junto con
el sargento Manuel Palacios, el teniente Mario Conde interroga en Mscaras
a Alberto Marqus, a Salvador K., el pintor y ltima pareja de Alexis, al
Padre Mendoza, a Faustino Arayn y a la criada Mara Antonia que, al nal,
les entrega la informacin ms valiosa para la solucin del caso, a saber: el
pantaln de Faustino Arayn sucio en el borde de abajo y con dos restos de
tela roja en un bolsillo, la medalla devuelta, el cigarro Montecristo, etc. El
hecho de que las informaciones de esta persona humilde son decisivas para
la aclaracin del caso y no la inteligencia genial del Conde o su capacidad
de observacin, deduccin e interrogacin, comprueba, por un lado, que
Padura no est dispuesto a abandonar totalmente el estereotipo de la novela
policial cubana anterior a l, en el sentido de que la solucin del problema
debe ser tambin colectiva y no solamente individual como sucede en las
novelas policiales clsicas y negras. Por otro lado, este mismo hecho revela
su asimilacin polmica del gnero policial cubano, dado que no son miem-
bros de las CDR (Comit de la Defensa de la Revolucin) los que ayudan a
resolver el caso motivados como funcionarios del orden y del poder, sino una
persona particular motivada por razones personales. Mara Antonia delata a
Faustino Arayn por su devocin maternal hacia Alexis y no por un sentido
10
En la ya a menudo mencionada entrevista de Carlos Ux, Padura conrma al respecto
que el Conde acta ms con pasin que con inteligencia, ms con amor o dolor que con
mtodos de investigacin policial cientca, y sus recursos son las premoniciones, los presen-
timientos, los chispazos de clarividencia, reacciones todas muy pasionales (27).
48 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
de deber hacia la revolucin, el socialismo o el pueblo, como se intentaba
hacer en las obras que caracterizaban la policial de los setenta (Fernndez
8-9). De esta forma, Mara Antonia subvierte el vnculo ideolgico entre los
CDR y el gobierno en la novela policial revolucionaria
11
. Padura se aleja, as,
de sus precursores cubanos y, al mismo tiempo, con su crtica a los ricos y
poderosos polticos cubanos en contraste con los cubanos pobres y buenos,
se acerca a los autores negros norteamericanos clsicos.
Con estas observaciones, entramos de lleno al campo de la crtica social,
cultural y poltica de la sociedad y del Estado tan caracterstica para el gnero
policial negro. En el caso de Padura, su denuncia se concentra, ante todo, en
cuatro aspectos ms bien polticos: los altos y ricos funcionarios burgueses,
la Polica Interna, la poltica cultural cubana de los setenta y ochenta y el
uso de las mscaras ideolgicas de los cubanos. Adems, hay una serie de
observaciones crticas ocasionales, a veces llenas de irona y humor como,
por ejemplo, las ya conocidas acerca de la piloto del Candito el Rojo, con las
cuales, supuestamente, [l]a eciencia regresaba a la nsula (Mscaras 20),
la existencia de las diplotiendas (Mscaras 93), donde los ricos consiguen
todo, el mal estado de las calles cada vez ms llena[s] de baches y de las
casas carcominadas (Mscaras 84), el mal tabaco para los funcionarios
medios y bajos en un pas exportador de buenos cigarros y, nalmente, la
llegada atrasada de la cuota del caf (cfr. 27), etc.
Respecto al funcionamiento de la Policia Interna, ya se mencion arriba
la inseguridad y el miedo que provoca en los funcionarios de la Central de
Polica que se sienten observados y vigilados. El mayor Rangel, por ejem-
plo, le recomienda en Mscaras al Conde no hablar dentro del edicio de la
11
En este contexto tampoco hay que olvidar que la gura quijotesca del Conde, que con
su falta de sentido de la realidad material ve el mundo desde su perspectiva romntica, en
la que existen cdigos sagrados como son la amistad, el amor, la delidad, la decencia y la
creencia en el poder salvador de la literatura, es acompaado en todos sus casos policiales
por Manolo Palacios que siempre es ms directo, ms material, como Sancho, pues ve en
la realidad los molinos que Conde o Quijote confundiran con gigantes (Padura citado en
Ux, Entrevista 32-33). La vida de ambos cambia a nes de los noventa. Mientras el
Conde abandona la polica y se dedica a la compra y venta de libros viejos, ocio que sigue
practicando en 2003 (cfr. La neblina del ayer), en forma paralela, su antiguo ayudante, el
sargento Palacios asciende a teniente en Adis, Hemingway (2001) y a capitn en La neblina
del ayer (cfr. ibid. 31). Segn Michelena, el ayudante Palacios es un Watson postmoderno,
una parodia del polica (46).
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 49
Central con Manolo sino afuera: Si alguien se entera de que yo te dije eso,
al que parten los cojones es a m (107). Segn la experiencia de Manolo en
su citacin, los funcionarios de la Polica Interna saban ya todas las res-
puestas, []. Es una cosa increible, viejo: saben hasta cuntos cigarros nos
fumamos en el da, []: nos tienen retratados y saben todo lo que hacemos
y lo que no hacemos, y todo les interesa (115-16). Uno de los mtodos de la
Polica Interna para saber todo es la inltracin de personas en la Central de
Polica, como por ejemplo la simptica secretaria Maruchi, que por gran
sorpresa del mayor y del Conde tambin es de Investigaciones Internas y
fue el agente que sembraron aqu para que empezara toda la investigacin
[] (190). Aqu se cumple el diagnstico de Alberto Marqus, ya que los
policas, segn l, interrogan y meten presa a la gente, cumpliendo de esta
forma con su vocacin represiva y cruel (95), convirtiendo al pas en un
Estado policial. Si agregamos a esta actitud policial de vigilancia y castigo el
trabajo de control y vigilancia de los CDR
12
, no cabe duda de que Cuba puede
ser denominado un Panptico insular (Fernndez 2) en el sentido que le
da Foucault en su libro Vigilar y castigar (1975)
13
. Padura, as, denuncia, en
esta novela, que en Cuba se vive en un estado de constante vigilancia.
Tambin en Paisaje de otoo, una de las crticas ms importantes se
dirige a la institucin policial a la cual Mario Conde pertenece. De hecho,
justamente decide renunciar, debido a la corrupcin de sus compaeros y a
que esto le cost la salida al mayor Rangel. Se trataba de la investigacin y
destitucin de muchos de sus compaeros, personajes en quienes conaba y
que, nalmente, resultaron ser unos delincuentes, lo que para nuestro teniente
12
Los Comites de Defensa de la Revolucin fueron establecidos en 1960 en respuesta a
un atentado contra la vida del dictador. Segn Teresa Snchez, Directora Nacional de los CDR
en 1974, la mayor responsabilidad de los Comites de Defensa, incluso catorce aos despus
de su institucin, segua siendo la vigilancia revolucionaria y la educacin de las masas en la
ideologa revolucionaria [], funcin que en 1980, segn Castro, continuaba siendo su mayor
contribuicin a la defensa del rgimen: []. Los ojos estn en todas partes ya que, desde
su institucin, la membresa crece exponencialmente a medida que la dictadura solidica su
hegemona poltica en la isla. De un milln de inscritos en 1963, [] la cifra total crece a
3.5 millones en 1974 [], y, segn Castro, llega a 5.5 millones en 1980 [], o un 80% de
la poblacin (Fernndez 8).
13
Segn Foucault, desde el siglo XVIII, los sistemas de disciplina ejercen el control sin
tocar el cuerpo de los sujetos. La gura arquitectnica y el concepto del panptico explica
el funcionamiento de los excluidos frente al poder ya que actan como si fuesen permanen-
temente vigilados.
50 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
es peor que ser un delincuente comn: colegas de veinte aos traicionndose
enconadamente, viejos policas intachables descubiertos como malandrines
consuetudinarios, casos sepultados bajo cantidades insospechadas de billetes,
favores consentidos a cambio de las ms dismiles mercancas: desde un sexo
joven y abultado hasta un ttulo universitario obtenido sin asistir a clases (28).
El mismo Rangel lo felicita por su salida, ya que la polica es un crculo que
termina corrompiendo a cualquiera: No jodas Conde. Lo que iba a decirte
es bien sencillo: es mejor que te vayas de la polica antes de que no tengas
remedio. Ah vas a terminar siendo un cnico, o un insensible, o un mal tipo al
que le da igual ver un muerto que tomarse un refresco (206). Decepcionado
de sus compaeros y, tambin, de quienes los han hecho caer solo por taparse
las espaldas, Mario Conde ha sabido mantener una tica que no transa a este
respecto. Y pide su baja justamente por eso, porque no soporta la mentira
ni el engao, como dice l: [P]orque no quiero seguir revolvindome en la
mierda, en la mentira y la falsedad. Porque no resisto la idea de que la mitad
de los policas que fueron mis compaeros durantes diez aos, entre los que
haba gentes en las que yo crea, hayan sido expulsados justa o injustamente.
Y porque quiero tener una casa frente al mar para ponerme a escribir. Quiero
escribir una historia esculida y conmovedora (200)
14
.
Las consecuencias perjudiciales del permanente vigilar y castigar en
la Polica Interna, se pueden constatar tambin en el mbito cultural, por
ejemplo, cuando se intenta parametrar a los artistas homosexuales en los
aos setenta, en Mscaras.
Es decir, al comienzo de los setenta se legislaba jurdicamente sobre el
homosexualismo ostensible y otras conductas socialmente reprobables...
(Mscaras 148). Segn Padura, en este tiempo [s]e supona que por ser
homosexual el individuo no poda ser actor de teatro o bailarn de un grupo
de danzas: es decir, no cumpla con los parmetros ideolgicos para ser
un artista que trabajara para el pueblo (citado en Epple 50). La vctima
por excelencia de esta nefasta poltica cultural cubana, resulta ser Alberto
14
En Adis, Hemingway (2001), Mario Conde es recuperado por sus antiguos com-
paeros de la polica y convertido en un curioso y eventual detective privado en Cuba, que
intenta saldar sus cuentas con este escritor. Cuentas que provenan desde su infancia, cuando
su abuelo lo llev a las embarcaciones donde estaba Hemingway y lo vio desembarcar. Por
admiracin al escritor norteamericano, Mario Conde hace todo lo posible por salvaguardar
y proteger el buen nombre y la memoria de Hemingway (Sumalavia 178).
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 51
Marqus, la mscara que esconde la gura de Virgilio Piera (Rosell 454).
En dicha entrevista, Padura reconoce que la novela Mscaras
[...] sobre todo est pensada como homenaje a Virgilio Piera y a
lo que sufri durante los aos setenta cuando estuvo apartado de
los centros culturales importantes, sumido en el ostracismo. Es una
novela de homosexuales, de mscaras, centrada en ese fenmeno
del travestismo moral que se ha vivido en Cuba en este tiempo, en
que las personas dicen algo y piensan otra cosa, obligadas por las
circunstancias (citado en Epple 58).
Detengmonos en la primera parte de esta importante cita y precisemos lo
que este intento de parametracin signic para este artista. Segn las pala-
bras puestas por Padura en boca de Alberto Marqus, ste sufri el aludido
proceso de la siguiente manera:
Mire, hace dieciocho aos, cuando corra el ao del seor de 1971,
yo fui parametrado y, claro, no tena parmetro de los que pedan.
Se imagina eso, parametrar a un artista, como si fuera un perro con
pedigree? Casi es cmico, si no hubiera sido trgico. [] Bueno,
empez toda aquella historia de la parametracin de los artistas y me
sacaron del grupo de teatro y de la asociacin de teatristas y despus
de comprobar que no poda trabajar en una fbrica [--], pues me
pusieron a trabajar en una biblioteca pequeita que est en Marianao,
clasicando libros (Mscaras 49).
Tambin el Conde sufri las consecuencias del ejercicio castrante de la
reeducacin (Mscaras 60) que controla a travs de la censura y que castiga
brutalmente. Por eso siente mucha solidaridad con el censurado y castigado
teatrista Alberto Marqus. En el caso del Conde se prohibi solamente la
publicacin de su cuento y cerraron la revista La Vivorea, acusndolo a
l y sus amigos por las razones que ya se cit arriba. Segn el Marqus,
los peores o mejor dicho: [l]os jodidos son en este proceso de la censura
cultural los comisarios voluntarios, los perseguidores espontneos, los de-
latores sin sueldo, los jueces por acin, todos esos que se creen dueos de
la vida, del destino y hasta de la pureza moral, cultural y hasta histrica de
un pas... (Mscaras 95). Ellos son solamente comparables a un tribunal
inquisidor (Mscaras 96) medieval que exige revisiones y rehabilitaciones
o castiga brutalmente.
52 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
Volviendo ahora a la segunda parte de aquella cita importante de Padura,
hay que recalcar que, segn l, esta situacin de permanente vigilancia, cen-
sura y castigo obliga a los cubanos a usar mscaras ideolgicas: homosexua-
les que aparentan no serlo, resentidos que sonren al mal tiempo, brujeros
con manuales de marxismo bajo el brazo, oportunistas feroces vestidos de
mansos corderos, apticos ideolgicos con un utilsimo carnet en el bolsillo
(Mscaras 149-50). Segn Alberto Marqus, la gente maneja estas mscaras
como si fuesen sus propias caras (Mscaras 202), pero son especialmente
los travesti, quienes tienen la capacidad de consumar el teatro consciente
que se ha soado desde los das de Pericles: la mscara hecha personaje
15
, el
personaje tallado sobre el fsico y el alma del actor, la vida como represen-
tacin visceral de lo soado... (Mscaras 91).
La mscara ms importante en esta novela es, probablemente, aquella del
vctimario Faustino Arayn, quien a travs de ella aparent durante varias
dcadas ser un gran rebelde revolucionario para obtener ventajas polticas y
convertirse en uno de los altos funcionarios ricos y poderosos. Su arribismo
social lo llev no solo a falsicar documentos que certicaran su postura
ideolgica polticamente correcta, sino tambin a delatar, en Pars, a sus
compatriotas Alberto Marqus y el Recio, subiendo de esta forma en el esca-
lafn poltico a costa de la cada de otros. No sorprende, por eso, que Padura
convierte a este mal bicho (Mscaras 207) en asesino de su propio hijo
Alexis, cuya homosexualidad nunca pudo aceptar. Tratndolo como leproso en
su propia casa, odindolo, rechazndolo y, en cierta medida, abandonndolo
afectivamente, Faustino Arayn resulta ser, al nal, el principal responsable
del deseo de Alexis de no haber nacido y de autoeliminarse a travs de la
intervencin de su padre, a quien le da un motivo para matarlo, ya que lo
amenaza con delatarlo ante las autoridades cubanas por falsicacin de do-
cumentos que acrediten su espritu revolucionario. El alto puesto poltico y
el bienestar de la clase alta revolucionaria que vive, al igual que la anterior
clase alta bajo el dictador Batista, en grandes y bellas mansiones en el barrio
15
Cfr. el hecho de que la palabra latina persona procede de la palabra prosopon y
signica justamente la mscara que los griegos usaron en su teatro. Interesante es, en este
complejo contexto psicolgico y sociolgico, tambin el hecho de que la Sociologa de los
roles (cfr. T. Parson y R. Dahrendorf) habla de los diferentes roles sociales que asumimos en
diferentes momentos o mbitos de nuestra vida social; dicho con otras palabras, las diferentes
mscaras que usamos.
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 53
Miramar, son conquistas burguesas a las cuales Faustino Arayn por ningn
motivo est dispuesto a renunciar, aunque el precio de mantenerlas sea el
asesinato de su hijo.
Lo inslito que plantea Padura en esta novela, que comprueba su asi-
milacin polmica del gnero policial cubano anterior a l, es el hecho de
que el criminal es aqu un miembro de la cpula poltica de Cuba, lo que
provoca inmediatamente, como ya vimos arriba, el intento de las autorida-
des polticas cubanas de protegerlo, bajarle el perl al penoso asunto y, por
ningn motivo, ponerlo en un reclusorio con asesinos de todas las especies
y aciones, capaces de obligarlo a limpiar sus celdas y sus atrasos sexuales
[] (Mscaras 191). Seguir, por lo tanto, gozando de ciertos privilegios
caractersticos de los que son ms iguales.
En Paisaje de otoo, Padura critica a otro alto funcionario rico, con-
trastando el hambre y la escasez que caracterizan a una buena parte de la
isla, incluidos Mario Conde y la mayora de sus amigos, con la opulencia
de aquellos que se han enriquecido a costa de los bienes expropiados a la
burguesa durante la revolucin. El empobrecimiento de la mayora y el en-
riquecimiento de unos pocos se maniesta, claramente, en la conversacin
que mantiene el teniente Mario Conde con Gerardo Gmez de la Pea, un
ex compaero de trabajo del asesinado Miguel Forcade. Gmez de la Pea
es un hombre arrogante, que se jacta de poseer en su casa un Matisse origi-
nal, adquirido a bajo costo y cuyo real precio es de ms de tres millones de
dlares, personaje que admite sin asco cmo administr el poder y al cual
Mario Conde le pregunta:
Si puede volver a ser sincero conmigo, respndame otra pregunta:
no le parece realmente bochornoso tener en esa pared de esta casa
un cuadro millonario, comprado con su cargo, mientras all abajo
hay gentes que se pasan la semana comiendo arroz y frijoles despus
de trabajar ocho o diez horas y a veces no tienen ni una pared para
colgar un almanaque? (Paisaje de otoo 57).
El lector se sorprende con la fra respuesta que le entrega el ex supermi-
nistro:
-Por qu iba a abochornarme, precisamente yo, que soy un viejo
retirado al que le gusta mirar ese cuadro? Por lo que veo teniente,
usted no conoce muy bien este barrio, donde en casas tan conforta-
bles como sta hay otros cuadros tan bellos como se y adquiridos
54 REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 74, 2009
por caminos ms o menos similares y donde se acumulan adems
esculturas de marl y de maderas preciosas africanas, donde estn de
moda los muebles nicaragenses, donde a las sirvientas se las llama
compaeras y se cran perros de razas exticas que comen mejor
que el sesenta por ciento de la poblacin mundial y que el ochenta
y cinco de la nacional No, claro que no me abochorno. Porque la
vida es como dijo el viejo congo: al que le coc, le coc. Y al que no
le toc, lstima, pero ese se jodi no? (Paisaje de otoo 57-58).
As, Padura critica el olvido de los ideales materialista-histricos
16
y el con-
secuente egosmo econmico de los poderosos, y denuncia el hecho de que
el poder corrompe de todas formas, pues aun quienes estaban a favor del
rgimen comunista buscaron enriquecerse individualmente.
Todos estos acontecimientos ya no ocurren en la ciudad rtmica y fol-
clrica de Cabrera Infante; ni en la ciudad mtica y mitolgica de Lezama,
sino en una ciudad de La Habana con todos sus eslabones en crisis, []
una Habana de la destruccin, los barrios marginales, los solares y las aguas
albaales; una ciudad donde la superpoblacin conlleva los males de siem-
pre; una ciudad donde se pierden valores arquitectnicos y morales (Valle
Ojeda 197-98). En su ltimo libro, Padura muestra incluso una Habana ms
agotada, ms vencida y, en ciertos sectores, ms envilecida (citado en Ux,
Entrevista 29). Padura dice vivir un cierto extraamiento en relacin
con su actual ciudad natal porque l creci en una ciudad de barrios, y [l]
naci[] en uno de ellos, donde todava viv[e]: Mantilla. Este barrio, en el que
nacieron [su] bisabuelo, [su] abuelo, [su] padre, y nac[i] [l], es como un
micromundo, como una clula que se integra al cuerpo mayor de la ciudad,
pero que a la vez tiene su entidad propia (citado en Ux, Entrevista 35).
Tambin el Conde es de este barrio ms humilde, que es en cierto sentido un
lugar de privilegio dentro del macromundo de la ciudad de La Habana, el
cual contrasta tanto con los barrios ms aristocrticos como Miramar o El
Vedado, donde suceden los crmenes, como del barrio marginal donde vive
su amigo Candito El Rojo.
16
Esto se ve, por ejemplo, claramente al nal de la novela cuando el Conde se meti
en la habitacin de Rivern. Busc en el clset, debajo de la cama, y revis algunos libros de
economa socialista, durmientes y empolvados, tan olvidados como el ideal planicado que
proponan como futuro real, cercano, dialcticamente histrico (Paisaje de otoo 185).
Leonardo Padura Fuentes y su detective nostlgico 55
Resumiendo, podemos constatar que Padura, utilizando a menudo un len-
guaje predominantemente coloquial y duro, un tpico lenguaje habanero,
un lenguaje altamente desenfadado que se adecua a los diversos entornos
por donde transita el relato (Michelena 49), nos presenta su ciudad natal.
Adems, recurriendo a expresiones que comprueban su irona y humor, y
presentando como intertextos, por ejemplo, la tragedia griega (cfr. perodo de
Pericles, dipo y la hybris (Mscaras 200), a Homero (cfr. Mara Antonia,
la de los pies alados) y la Biblia (cfr. el captulo de la Transguracin de
Jess), ha evitado, sin duda, como se ha propuesto en 1990, los errores de sus
colegas cubanos anteriores a l y ha escrito novelas que l llamara, senci-
llamente, buena literatura, creando en el polica Mario Conde un personaje
de validez literaria (citado en Epple 57) y valiosa complejidad dramtica.
Al parodiar y, ante todo, polemizar abiertamente (cfr. Bajtin) con la policial
cubana anterior, Padura crea impactantes novelas policiales hbridas que
merecen un lugar destacado dentro del policial latinoamericano. En ellas
asimila en forma hbrida y pardica (cfr. Bajtin) y bastante pareja elemen-
tos tanto del gnero policial clsico de enigma (cfr. el crimen misterioso; la
investigacin realizada por un teniente; la aclaracin del caso, es decir, la
identicacin y el arresto del criminal; la casi total falta de violencia fsica
en los interrogatorios) como del gnero policial negro (cfr. el lenguaje co-
loquial duro; la relacin del Conde con las mujeres; la fuerte crtica social
(de los ricos y poderosos) y poltica (del Estado cubano) y, ante todo en los
ultimos textos, del gnero policial anti-detectivesco (postura crecientemente
posmoderna frente a la verdad, la fe y la justicia; un investigador frustrado,
jodido y anti-hroe; un discurso a menudo irnico).
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