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Azcapotzalco y el modelo azteca de imperio

El artículo propone considerar un modelo de imperio azteca que incluye las fases hegemónicas tepaneca y mexica. Analiza críticamente la propuesta de dominio hegemónico de Ross Hassig y otros autores. Plantea examinar la política postconquista azteca para articular la dominación a nivel local. También examina la hegemonía de Azcapotzalco como potencia tepaneca que unió territorios bajo su dominio, sentando las bases para el posterior Imperio Mexica.

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Azcapotzalco y el modelo azteca de imperio

El artículo propone considerar un modelo de imperio azteca que incluye las fases hegemónicas tepaneca y mexica. Analiza críticamente la propuesta de dominio hegemónico de Ross Hassig y otros autores. Plantea examinar la política postconquista azteca para articular la dominación a nivel local. También examina la hegemonía de Azcapotzalco como potencia tepaneca que unió territorios bajo su dominio, sentando las bases para el posterior Imperio Mexica.

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Azcapotzalco antes que Tenochtitlan: reflexiones

en torno a un modelo azteca de imperio


Carlos SANTAMARINA NOVILLO
Departamento de Historia de Amrica II (Antropologa de Amrica)
Universidad Complutense de Madrid
[email protected]
Recibido: 15 de marzo de 2007
Aceptado: 12 de abril de 2007
RESUMEN
El presente artculo propone la consideracin de un modelo azteca de imperio que englobara las dos fases
hegemnicas del Postclsico Tardo en el rea central mesoamericana: la tepaneca y la mexica. Para ello se
revisa crticamente la propuesta de dominacin hegemnica de Ross Hassig, entre otros autores. Al hilo de
tal anlisis, se propone la consideracin de una poltica postconquista aludiendo a las medidas tomadas por
el centro hegemnico, tras la guerra de conquista, para articular a nivel local su sistema de dominacin. Se
examina tambin el caso de Azcapotzalco, como potencia hegemnica tepaneca que logr unir bajo su domi-
nio toda el rea lacustre y algunos otros territorios adyacentes, poniendo as las bases para el posterior des-
arrollo del Imperio Mexica. El proceso de centralizacin azteca en torno al rea lacustre, comenzado bajo
direccin tepaneca, sera continuado y desarrollado bajo mando mexica, no sin antes pasar por la crisis que
conocemos como guerra tepaneca.
Palabras clave: Aztecas; tepanecas; mexicas; Modelo Hegemnico de Imperio; poltica postconquista.
Azcapotzalco before Tenochtitlan: reflections about an Aztec empire model
ABSTRACT
This paper proposes the consideration of an Aztec empire model that includes two hegemonic phases during
the Late Postclasic Period in the central area of Mesoamerica: the Tepaneca and the Mexica. I revise Ross
Hassigs proposal about hegemonic domination. From this analysis, a concept called postconquest politics is
proposed, referring to the decisions made by the hegemonic center, before war, in order to articulate a local
level into its system of domination. Azcapotzalcos history is also examined, as a Tepaneca hegemonic polity
that was able to unite under its domination the entire lake area and other more distant territories. This system
provided the foundation for the subsequent development of the Mexica Empire. The Aztec process of centra-
lization in the lake area was begun under Tepanec rule, and was then continued and developed under Mexica
rule, but not without going through a crisis known today as Tepanec war.
Key words: Aztecs; Tepanecas; Mexicas; Hegemonic Model of Empire; postconquest politics.
Sumario: 1. El modelo azteca de imperio. 2. La poltica postconquista azteca: una propuesta de investiga-
cin. 3. La hegemona de Azcapotzalco ante el modelo azteca de imperio. 4. Referencias bibliogrficas.
El propsito del presente artculo es exponer sucintamente, y desarrollar en parte,
algunas de nuestras interpretaciones en torno al periodo Azteca Tardo (aproximada-
mente 1370/1520), recogidas fundamentalmente en nuestro trabajo de tesis doctoral
recientemente publicado como libro (Santamarina 2006).
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ISSN: 0556-6533
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Entendemos la cultura azteca como marco inclusivo de los diferentes pueblos del rea central mesoame-
ricana en el Postclsico (Lpez Austin y Lpez Lujn 1996: 75), mayoritaria pero no exclusivamente de habla
nhuatl. En tal sentido, utilizamos el gentilicio azteca englobando tanto a mexicas (tenochcas o tlatelolcas)
como a tepanecas, acolhuas, tlahuicas, matlatzincas, etc. (Smith 2003a: 4, Santamarina 2006: 24). En cuanto
al periodo Azteca Tardo, vase el cuadro cronolgico en Santamarina 2005: 118.
Las propuestas principales que trataremos de sostener aqu se refieren al sistema
de dominacin que se desarroll en el rea central mesoamericana durante aquel
periodo, y especialmente a su articulacin a nivel local, ligando a los seores subor-
dinados con el centro hegemnico.
Concretaremos en tres dichas propuestas. La primera postula la consideracin del
que denominamos modelo azteca de imperio, contemplando globalmente los perio-
dos hegemnicos tepaneca y mexica para comprender mejor el sistema de domina-
cin azteca. La segunda propone investigar lo ms sistemticamente posible la que
hemos denominado poltica postconquista azteca, es decir, las estrategias utilizadas
por la potencia hegemnica para articular a nivel local su sistema de dominacin,
integrando bajo su manto hegemnico a las nuevas conquistas. La tercera, desarro-
llo de la anterior, pretende refutar en cuanto generalizacin, la difundida versin de
que los aztecas, tras la victoria militar, solan mantener a los seores vencidos en su
cargo.
Finalmente, expondremos brevemente la posicin que le corresponde al llamado
Imperio Tepaneca en el desarrollo histrico azteca.
1. El modelo azteca de imperio
1.1. Enfoques historiogrficos
La historiografa ha mantenido a lo largo de los tiempos diferentes enfoques en lo
que respecta a la descripcin y caracterizacin de la unidad poltica que encontraron
los espaoles en el rea central mesoamericana, y que aqu denominaremos Imperio
Mexica.
2
Como establecieron Frances Berdan y Michael Smith (Berdan y Smith 1996: 1-
9) en su exposicin de las diferentes posturas historiogrficas que se han planteado
sobre el tema, podemos distinguir tres etapas histricas en cuanto a la consideracin
poltica moderna de la sociedad azteca.
La primera niega que los aztecas, a la llegada de Corts, constituyeran siquiera un
estado. Ms bien se trataba de una confederacin de tribus o jefaturas a lo sumo,
cuya complejidad y logros culturales fueron exagerados por los espaoles en sus cr-
nicas. Se trata de un punto de vista que hunde sus races en el racionalismo diecio-
chesco de la Europa del norte, donde, como ha expuesto David Brading, el prejuicio
protestante y el etnocentrismo local se conjugaban para denigrar lo hispano y lo
catlico, y por ende, lo americano, por lo que se negaba a incas y aztecas el logro de
la civilizacin, interpretando sus culturas desde una perspectiva norteamericanista.
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Para un recorrido pormenorizado por los diferentes enfoques historiogrficos que se han ido proyectan-
do sobre el Imperio Mexica vase Rojas en prensa.
3
En general, Raynal y Robertson tomaron sus descripciones de los indios americanos de los relatos de
los jesuitas franceses Lafitan y Charlevoix, que se referan a los salvajes del Canad. Robertson [...] conside-
r desde una perspectiva norteamericana a los incas y a los aztecas []. Conclua que ninguna nacin [de las
indgenas americanas] merece el nombre de civilizada. (Brading 2002: 35).
Dicha tendencia a mirar a los aztecas con ojos habituados a contemplar culturas
indgenas norteamericanas la continuara en el siglo XIX Lewis H. Morgan, pues,
proyectando sus investigaciones sobre la confederacin de tribus iroquesas, y a par-
tir de un deficiente conocimiento de las fuentes, sostuvo la errnea consideracin de
los aztecas como democracia tribal, no como estado (Morgan 1987 2 parte: cap.
VII). Autores posteriores como Engels, Bandelier o Vaillant siguieron sus pasos en
una interpretacin que hoy hemos de considerar obsoleta (Carrasco 1971: 349-350).
La segunda corriente en la consideracin poltica de la sociedad azteca que aqu
vamos a revisar es en cierto modo una actualizacin del anterior enfoque. Se trata de
una serie de autores que, aun reconociendo el nivel estatal de la organizacin polti-
ca de los mexicas, y el hecho de que imponan tributos en los lugares sometidos,
ponen en duda el que se les pueda considerar un autntico imperio.
4
Tal reparo est fundamentado en el concepto restrictivo de imperio que estos auto-
res manejan, puesto que lo identifican con la existencia de un ejrcito permanente,
gobernadores y guarniciones provinciales. Su inconsistencia terica les impide supe-
rar las limitaciones que mostraban las interpretaciones de la etapa anterior (Berdan
y Smith 1996: 6).
5
Por fin, hoy en da parece haber un cierto consenso en torno a la idea del Imperio
Mexica como ejemplo de un modelo hegemnico o de dominio indirecto, que pro-
puso en un principio Ross Hassig (1990: 98-113, 1988 parte I: cap. II) y luego ha
sido matizado por Berdan, Smith y otros (Berdan et al. 1996, Beekman 2000, Smith
2001).
1.2. Imperio hegemnico versus imperio territorial
La consideracin del Imperio Mexica como incompleto o defectivo a la que
hemos aludido proviene de un concepto tradicional de imperio heredero del estudio
decimonnico de Clausewitz (1992), segn el cual, el objetivo de la expansin impe-
rial ha de ser, una vez vencido el enemigo, desarmarlo y ocupar sus territorios de
forma que ese sometimiento pueda prolongarse indefinidamente. Para ello es requi-
sito indispensable el contar con un ejrcito permanente que pueda ocupar guarnicio-
nes en territorio conquistado que aseguren por la fuerza los nuevos dominios, impo-
niendo en su caso gobernadores provinciales. La extraccin tributaria podr enton-
ces ser intensiva. Es el que se ha denominado modelo de imperio territorial o de
dominio directo (Hassig 1990: 98-102).
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Nigel Davies, pese a que utiliza el trmino imperio constantemente, cuestiona la propiedad de su uso en
el caso mexica, puesto que ste no era un imperio en el estricto sentido de la palabra (Davies 1977: 96-101),
sino que ms bien el tepaneca como el mexica era bsicamente una organizacin recolectora de tribu-
tos (Davies 1977: 45). Conrad y Demarest (1988: 82) se expresan en trminos parecidos.
5
Otros autores, como Robert Barlow (1990: 213), han admitido explcitamente el concepto de imperio,
aunque desde diversos puntos de vista tericos. Los trabajos de Barlow son un precedente de obligada refe-
rencia (Monjars-Ruiz et al. 1992), aunque su consideracin del imperio mexica como un territorio compac-
to dividido en 38 provincias tributarias no es aceptada en la actualidad (Kobayashi 1993: 51-52, Berdan et al.
1996).
6
Casos histricos identificables con este modelo de imperio territorial seran el Tahuantinsuyo de los incas
Dicho modelo tiene una proyeccin geopoltica segn la cual el ncleo del impe-
rio ser su parte ms segura, mientras la periferia por su mayor vulnerabilidad
estar sometida al riesgo de invasiones o rebeliones. Ser necesario proteger militar-
mente los territorios ms expuestos a ataques externos, lo que nos lleva de nuevo al
ejrcito permanente y a las guarniciones fronterizas.
Partiendo entonces de tal modelo de imperio, se ha considerado que el mexica no
cumpla los requisitos para ser considerado como tal, pues careca de un ejrcito per-
manente y su dominio sobre los territorios sometidos no era intensivo, permitiendo
con frecuencia la existencia de gobiernos locales nativos. Adems, las rebeliones
que se declararon dentro de sus dominios territoriales no fueron precisamente peri-
fricas, sino que claramente, la amenaza ms grande de rebelin en el imperio azte-
ca se encontraba cerca de la regin nuclear, con poco peligro en la periferia.
(Hassig 1990: 113).
Ante la inadecuacin entre caso y modelo, el mtodo comparativo viene a propo-
ner soluciones a partir de casos histricos anlogos. Es as como Hassig tom, para
aplicarlo a los mexicas, el modelo de imperio hegemnico o de dominio indirecto
que Luttwak haba atribuido a la antigua Roma entre el siglo I a.C. y el I d.C.
(Beekman 2000: 21).
La propuesta de Luttwak se basa en una distincin de los sistemas de dominacin
segn se apoyen ms en la fuerza o en el poder, entendiendo ste como la facultad
de ser obedecido sin necesidad de hacer uso efectivo de la fuerza militar. Segn la
interpretacin de Hassig, la eficiencia de un sistema poltico est directamente rela-
cionada con dicho factor:
The more a political system can rely on power rather than force, the more efficient
it is, because the effort required to implement its goals comes from its subordinates;
that is, the subordinates police themselves, allowing the dominant polity to conserve
its own force. Such a political system is more than an elaborate game of deception and
bluff; the ability to wield force is a necessary requirement of power, although its
actual use is not always required. Asingle strong example by a polity of its ability to
compel compliance may render repeated demonstrations unnecessary (Hassig 1988:
18).
As pues, el modelo de imperio hegemnico, a diferencia del territorial tipificado
por Clausewitz, consiste en un dominio amplio en extensin pero moderado en con-
trol interno, donde se permite la existencia de autoridades locales semiautnomas.
Puesto que no es por la presencia efectiva de ejrcitos acantonados en las provincias,
el control hegemnico se fundamenta en el poder que confiere la amenaza militar tal
y como es percibida por los dominados que, por temor a la represalia armada, cola-
borarn con el sistema imperial de dominacin atendiendo al tributo y otras obliga-
ciones que le sean impuestas.
Hassig plantea la distincin entre los dos modelos en trminos de costes y bene-
ficios (vid. Cuadro 1). El hegemnico supone una inversin menor en gasto militar,
pues se contenta con reunir, cada vez que sea necesario comenzar una nueva campa-
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segn Murra (1975), la China imperial (Hassig 1990: 112-113) o segn Luttwak la Roma del siglo
I d.C. hasta fines del II (Beekman 2000: 21).
a, la mayor fuerza posible para lograr vencer al enemigo, pero luego no requiere de
un ejrcito permanente establecido en guarniciones a lo largo y ancho de los territo-
rios conquistados para prolongar los efectos de su victoria. Ello le permitir liberar
sus ejrcitos para dedicarlos a nuevas conquistas, por lo que la capacidad de exten-
sin territorial aumentar.
El control territorial queda pues reducido al mnimo, contentndose con una
estructura administrativa suficiente para asegurar el flujo de los tributos y prevenir
rebeliones. Ello es posible debido al mantenimiento consentido por el poder cen-
tral de la autoridad de seores locales, a quienes les es permitida una autonoma
relativa en todo lo que no interfiera con los intereses del imperio.
Para que el sistema de dominio indirecto sea efectivo, la percepcin por parte de
esos seores locales de la situacin debe hacerles pensar al menos en la mayora de
las ocasiones que les ser ms beneficioso colaborar con el statu quo impuesto y
conservar un cierto poder, ante la probabilidad de la derrota en caso de rebelin. Para
ello la potencia hegemnica no reparar en demostraciones militares, diplomticas y
rituales que inculquen en los dominados sobre todo en los seores dominados la
inutilidad de la rebelin y la conveniencia de colaborar con el sistema de dominacin.
1.3. El Imperio Mexica ante el modelo hegemnico
La propuesta de Hassig de la Triple Alianza como imperio hegemnico basado en
un sistema de dominio indirecto explica mejor el funcionamiento de dicha unidad
poltica, desarticulando el sentido de anomala que pudiera concederse a la afirma-
da falta de control interno, o de un ejrcito imperial permanente. En primer lugar,
porque tales condiciones seran slo indispensables en el caso de pretender una ocu-
pacin territorial directa segn el modelo clausewitziano.
En segundo lugar, la sociedad azteca mantena una estructura militar permanente
compuesta por los pipiltin, constituidos en rdenes militares, los jvenes del tel-
pochcalli, y los macehualtin obligados a servir como guerreros. Como en otros
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Cuadro 1: Relacin de costes y beneficios
en los dos modelos imperiales: hegemnico
bajo control y bajos beneficiosy terri-
torial alto control y altos beneficios
(segn Hassig 1990: 111)
I
n
t
e
n
s
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d
a
d

d
e

e
x
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a
c
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r
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l
A
l
t
a
B
a
j
a
Bajo Alto
Grado de control imperial
IMPERIO
TERRITORIAL
IMPERIO
HEGEMNICO
aspectos de la organizacin del trabajo, a cada nivel de la escala jerrquica corres-
ponda un nivel en la organizacin del ejrcito, desde el calpulli hasta el tecpan,
donde se reservaban salas especiales para los consejos de la lite militar. El mante-
nimiento de dicha estructura era atendido en parte por tierras de conquista dedicadas
a tal fin, denominadas en ocasiones milchimalli (Carrasco 1977: 223), o cuauhtlalli
(Garca Castro 1999: 74).
En definitiva, la cuestin de si los mexicas tenan un ejrcito permanente tiene
mucho de meramente terminolgica: el sistema militar mexica tena una organiza-
cin compleja imbricada en su estructura social, que responda con eficacia a las
necesidades de control territorial, movilizacin y abastecimiento que se le plantea-
ban (Hassig 1988: 47).
La misma cuestin es la que atae a las guarniciones imperiales en territorio con-
quistado. Frente a los investigadores que han negado que existieran desde supuestos
tradicionales,
7
puede afirmarse la existencia de emplazamientos destinados al
asentamiento de contingentes humanos con funciones militares en lugares estratgi-
cos y al servicio del imperio. Tales guarniciones se localizan de forma caracterstica
en zonas fronterizas del Imperio Mexica, como en el caso de Oztoman frente a los
tarascos, Cuauhquechollan actual Huaquechula (Paredes 1991: 30) o
Cuauhtochco frente a los tlaxcaltecas y Huaxyacac en el Valle de Oaxaca.
8
Si partimos de un estudio de las fuentes etnohistricas, numerosos testimonios
nos confirman su existencia (Hassig 1990: 100, Carrasco 1996: 532), aunque la
interpretacin de las evidencias arqueolgicas ha sido ms discutida. El problema
reside en que un imperio hegemnico, al fundamentarse en un dominio indirecto, no
deja sobre el terreno tan evidentes restos materiales como el territorial, lo que obli-
ga a los arquelogos a refinar sus mtodos y planteamientos tericos.
El hecho es que la existencia de tropas imperiales no siempre deriva en guarnicio-
nes fortificadas fcilmente reconocibles, pues las labores militares de frontera con
frecuencia correspondan a pueblos sometidos cuya forma de tributar al imperio era
precisamente dicho servicio militar. Como ha sealado muy oportunamente
Beekman (2000), la premisa de que el control militar de un territorio por parte de
fuerzas de conquista ha de traducirse en la presencia de muros, fortificaciones, u
ocupacin de promontorios con ventajas defensivas no siempre se corresponde con
la realidad. En ocasiones el control militar de un territorio se hace mediante estable-
cimiento de contingentes pequeos de tropas en llanuras, con objeto de ganar movi-
lidad, o en simples cotas estratgicas, y cuya funcin no es tanto resistir indefinida-
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Davies, teniendo in mente un concepto normal de los imperios del Viejo Mundo, ha secundado a
Gorenstein en su argumentacin en torno al trmino guarnicin utilizado en las fuentes hispanas, que esta
investigadora a partir de la definicin que ofrece el diccionario de Covarrubias (de 1611) interpreta que
no implica un establecimiento permanente de tropas (Davies 1977: 97). Para una refutacin de tales argumen-
tos desde la perspectiva del modelo de dominio indirecto, vase Hassig 1990: 105-106 y Carrasco 1996: 531-
533.
8
Vase un listado de guarniciones mexicas y tarascas en Hassig 1990: 100-101. Por su parte, Carrasco
dedica el captulo XXX de su obra sobre el Imperio Tenochca a las guarniciones y colonias militares, inclu-
yendo un mapa (Carrasco 1996: 536). Smith lleva a cabo un estudio de caso sobre el tema en dos sitios rura-
les de Cuauhnahuac (Smith y Berdan 1992: 360-364). Un reciente informe arqueolgico sobre las fortalezas
enfrentadas de Cutzamala y Oztoman tarasca y mexica, respectivamente en Silverstein 2004.
mente como controlar el rea y retrasar el avance del enemigo hasta la llegada del
grueso de las fuerzas. En tales ocasiones, las evidencias arqueolgicas sern ms
bien modestas:
Con la excepcin de la fortificacin limtrofe tarasca en Acmbaro, tanto los sitios
fronterizos aztecas como los tarascos fueron bastante pequeos y apenas reconocibles
como instrumentos estratgicos de los dos estados ms fuertes en la historia de
Mesoamrica. Esto se debe ms bien a que los analistas han querido encontrar una
relacin demasiado simplista entre la estrategia y la fuerza militar. (Beekman 2000:
27).
Otra de las caractersticas anomalas del Imperio Mexica como tal se refiere a
las rebeliones de territorios ya sometidos, que obligaron a frecuentes campaas de
reconquista. La naturaleza indirecta de la dominacin imperial significaba que en
principio la autoridad de ciertos seores locales era respetada en la medida en que
cumpliesen con las obligaciones impuestas, entre las que solan contarse la cesin de
tierras, entrega peridica de tributo, participacin en las campaas blicas, etc. El
tlatoani local aceptara esa sumisin mientras no percibiese una opcin ms venta-
josa, pero en las ocasiones en que los seores locales se sintieron suficientemente
fuertes o creyeron contar con las alianzas necesarias de otros altepetl, o en periodos
de disputas sucesorias, se produjeron rebeliones que requirieron la intervencin
militar (Hicks 1994: 115).
9
1.4. Reflexiones en torno al modelo azteca de imperio
Como seala Hassig (1990: 17), hemos de conceder una importancia estructural
a la ausencia de animales de tiro y de la rueda en la evolucin cultural mesoameri-
cana. Posiblemente, dicho factor tuvo que ver con la preeminencia que adquiri el
rea lacustre del altiplano central mesoamericano, puesto que las embarcaciones
fueron sin duda el medio de transporte ms efectivo de Mesoamrica, y la presencia
del medio acutico supuso en cierto modo la superacin de dicho factor limitante,
permitiendo un desarrollo econmico, demogrfico y poltico superior a otras reas
mesoamericanas sobre las que el rea central se terminara imponiendo (Hassig
1990: 280).
El mismo autor, secundado por Beekman (2000: 24), relaciona dicha limitacin
tecnolgica con el hecho de que el modelo de imperio azteca fuera del tipo hegem-
nico, puesto que en tales condiciones el control directo de un rea amplia se dificul-
taba grandemente (Hassig 1988: 17).
Sin embargo, a la hora de considerar la influencia de dicha limitacin de los trans-
portes mesoamericanos, posiblemente sea ms convincente relacionarla con la ato-
mizacin poltica que caracteriz dicha rea cultural. En este sentido, hay que refe-
rirse a la discontinuidad territorial de las entidades polticas y al entreveramiento de
territorios. Dichos factores pueden entenderse relacionados con la dificultad en los
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Un listado de rebeliones provinciales en ocasiones reincidentes al Imperio Mexica lo proporciona
Hassig (1990: 104).
transportes, y de hecho han permitido que el sistema territorial azteca haya sido
comparado con el modelo de complementariedad ecolgica de los archipilagos ver-
ticales andinos (Carrasco 1996: 58, nota 54).
Sin embargo, a nuestro entender la estructura hegemnica del imperio azteca se
explica mejor atendiendo al modelo de desarrollo sociopoltico de las sociedades
involucradas. El sistema jerrquico modular (Lockhart 1999: 29; Carrasco 1971:
360) se mostr efectivo para aglutinar entidades preexistentes, pero mantuvo siem-
pre su tendencia potencialmente disgregadora y estructuralmente propicia a los fac-
cionalismos. El desarrollo de un sistema de dominacin segn el modelo territorial
habra requerido una evolucin previa hacia una mayor centralizacin poltica en
detrimento de la relativa autonoma de las partes constituyentes que caracteriza el
sistema modular. En definitiva, el imperio hegemnico azteca hay que entenderlo
como el nivel superior de complejidad del sistema modular que caracteriza la evo-
lucin poltica de nuestra rea de estudio.
Por otra parte, en un contexto de densidad demogrfica y complejidad poltica
apreciables, no parece factible la organizacin de un sistema de dominio directo sin
pasar antes por una fase de dominio hegemnico, como ejemplifica el caso de Roma
segn el anlisis de Luttwak. Se dira que la formacin de los imperios antiguos a
partir de un estado expansionista se llev a cabo ms bien mediante la aglutinacin
de otros estados segn el concepto de emperador como rey de reyes, que en
principio conservaron sus estructuras bsicas en un rgimen de dominio indirecto.
10
Slo ser posteriormente que en algunos casos el estado central pueda consolidar su
poder absorbiendo y disolviendo las instituciones de gobierno preexistentes para ins-
taurar su propia administracin, en un sistema de dominacin directa. En este senti-
do, puede afirmarse que el Imperio Mexica evolucionaba hacia una mayor centrali-
zacin del poder cuando su desarrollo histrico fue interrumpido por los espaoles.
No obstante, y como muy bien ha sealado Beekman (2000), hay que tener en
cuenta que los modelos hegemnico y territorial describen ms estrategias de domi-
nacin que sistemas excluyentes entre s, y que la dicotoma hay que entenderla ms
bien como referida a dos polos de un continuum. Todos los imperios han combina-
do segn sus posibilidades la estrategia de dominio directo generalmente locali-
zada en un rea nuclear con la del indirecto ms frecuente en la periferia,
buscando minimizar la inversin y mantener los beneficios. De hecho, la intensifi-
cacin de la dominacin posiblemente conllevara un proceso de integracin y acul-
turacin de los dominados por parte del imperio, as como Roma impuls la roma-
nizacin de sus territorios conquistados, haciendo de este modo mucho ms honda
y segura su dependencia de la metrpolis, que hizo innecesario el mantenimiento de
tan gran nmero de tropas de ocupacin. Tal y como hemos propuesto en otro lugar
(Santamarina 2006: cap. I), ninguna dominacin, por amplio que sea su derroche de
medios coercitivos invertidos en el control interno de sus territorios es decir, en el
uso de la fuerza, ser factible a la larga si no es desarrollando estructuras de cola-
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Este mecanismo la aglutinacin de unidades preexistentes parece haber sido siempre el empleado
en la formacin de las unidades polticas mayores en el desarrollo histrico mesoamericano, en el caso de la
Triple Alianza Azteca como en el mixteca (Garca Castro 1999: 43), en Michoacn, Tlaxcalla, o en las tierras
bajas mayas (Lpez Austin y Lpez Lujn 1999).
boracin de los dominados en el propio sistema de dominacin, o, por ser ms pre-
cisos, estructuras que pongan la organizacin social local al servicio de la domina-
cin poltica externa. Debern ser las clases altas locales las que perciban la colabo-
racin como la opcin ms beneficiosa, y se integren en la estructura imperial.
Por otra parte, hemos citado anteriormente cmo Hassig toma de Luttwak la dis-
tincin de modelos de dominacin imperial describindolos segn descansen ms en
la fuerza (territorial) o en el poder (hegemnico), y afirmando la mayor eficacia del
segundo, debido a la economa de medios empleados.
En cuanto a la comparacin que hace Hassig de ambos modelos de imperio en tr-
minos abstractos de eficacia, nos parece ms apropiado de nuevo remitirse a las
estructuras polticas involucradas. Slo en dicho contexto puede hablarse de la efi-
cacia de un sistema poltico que desperdiciaba en masivos sacrificios humanos una
enorme fuerza de trabajo extrada a los pueblos vencidos. Tal estrategia se hace com-
prensible slo si pensamos en la necesidad inherente al modelo hegemnico de plas-
mar la superioridad del imperio sobre sus enemigos en grandes demostraciones de
fuerza que convenzan a todos tanto a aliados como a enemigos de la capacidad
militar y diplomtica imperial, y que adems debiliten y provoquen el terror en sus
potenciales o declarados enemigos. Hay que suponer, sin embargo, que si el Imperio
Mexica hubiese podido completar el proceso de centralizacin, evolucionando hasta
un modelo de imperio territorial, el sistema de dominacin habra sido ms eficaz y
estable de lo que nunca lleg a ser. Siendo los medios de control interno del impe-
rio ms eficaces, no habra habido quiz necesidad de derrochar tan alta cantidad de
mano de obra en grandes rituales sacrificiales, y sta habra podido ser utilizada en
beneficio del imperio. Por utilizar los trminos del gusto de Hassig, una mayor
inversin en el sistema de dominacin, de ser factible, habra multiplicado los bene-
ficios.
11
En cuanto a la fundamentacin que se nos propone del modelo hegemnico sobre
el poder ms que sobre la fuerza, tras examinar el caso mexica parece requerir de
mayores matizaciones. Para empezar, consideramos falsa la oposicin en la forma
en que se nos presenta. La fuerza es un componente imprescindible del poder, aun-
que sin duda no el nico, tal y como hemos planteado en otro lugar (Santamarina
2006: cap. I).
Interpretamos el poder como la capacidad de ser obedecido, de imponer la propia
voluntad, sin necesitad de hacer uso efectivo de la fuerza, pero hemos de preguntar-
nos por las razones de tal obediencia. Podramos decir que bsicamente pueden con-
sistir en el miedo al castigo o en un convencimiento ms o menos autntico por
ms que haya sido inducido de la legitimidad del ente dominante. Si predomina
el simple temor a la represalia, la naturaleza de dicho poder ser tan inestable como
lo sea la coyuntura poltica: en cuanto el equilibrio estratgico se altere segn la
percepcin de los poderes locales o provinciales, surgirn las rebeliones. Este
parece ser el caso mexica en buena medida, ya que, adems de las frecuentes rebe-
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Tal esquema es el que sigue tambin Hicks (1991) cuando propone una distincin entre los altepetl some-
tidos al imperio, segn su relacin de dependencia les obligara a entregar tributos o tan solo regalos. Los
dependientes tributarios suponan un mayor gasto coercitivo para el imperio, pero ofrecan tambin mayores
beneficios (vid. Santamarina 2006: cap. V. 6).
liones, la conquista hispana vino a poner de manifiesto la falta de integracin inter-
na de la Triple Alianza, su excesiva dependencia de la superioridad militar, y, en
definitiva, la fragilidad relativa de sus estructuras de dominacin (Lpez Austin
1985: 225, Hassig 1994).
Si dejamos aparte la fuerza, dos son las bases en las que interpretamos ha de asen-
tarse el poder. La primera de ellas hace referencia a las bases materiales del sistema
de dominacin, y la segunda a la ideologa imperial. En cuanto al primero de estos
fundamentos, la tierra era el principal medio de produccin en la Mesoamrica pre-
hispnica, as como el control del flujo de mercancas tributo y comercio, y en
consecuencia, tales elementos eran los primeros objetivos de la expansin mexica,
que, al controlarlos y disponer de ellos, reforzaba su poder central, sostena la estruc-
tura provincial, y posibilitaba la expansin del propio imperio. El poder de la lite
mexica sobre los seores provinciales tambin dependa en buena medida de que su
posicin subordinada necesitaba el aval y confirmacin del poder central dominan-
te: no colaborar con el imperio era poner en riesgo su propia posicin privilegiada,
aunque fuera a nivel local.
Respecto al otro fundamento del poder, el ideolgico, se refiere a las construccio-
nes ideacionales que el centro dominante inculca mediante variados mecanismos
como la religin, el ritual, la educacin, el registro de la historia, la arquitectura o el
arte. Dicho aparato ideolgico se encuentra a disposicin del centro dominante, que
lo utiliza para dotarse de poder, es decir, para aumentar la probabilidad de ser obe-
decido. Se ha hablado por ello, en referencia a la evangelizacin hispana de los ind-
genas, de cmo a la victoria por las armas de los espaoles sigui la conquista espi-
ritual (Ricard 1986).
12
Nosotros proponemos ampliar el concepto de lo religioso a
lo globalmente ideolgico y referirnos a una conquista ideolgica significando todas
las medidas tomadas por la sociedad dominante para lograr que los dominados asu-
man como suya la ideologa que se les impone, y de este modo colaboren en el man-
tenimiento del sistema de dominacin.
Lpez Austin ha ido ms all que otros autores al proponer que a la llegada de los
espaoles el Imperio Mexica haba dado ya pasos para reducir la inversin en recur-
sos coercitivos mediante la estrategia de avanzar en la conquista ideolgica, exten-
diendo el culto de Huitzilopochtli, principal deidad mexica:
Pero en el fondo los mexicas tambin queran dominar a menor costo. La guerra can-
saba con los siglos, y el intento de difundir el culto de Huitzilopochtli como rector y
el de sus hijos como modernos toltecas creadores de cepas de gobierno era, a todas
vistas, la pretensin de un cambio de vida. [...] La era del dominio pacfico, religio-
so, pretenda iniciarse cuando llegaron otros conquistadores... (Lpez Austin 1989:
180).
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Cuando, en los primeros tiempos coloniales, ciertos jvenes procedentes de la nobleza indgena y edu-
cados por los religiosos espaoles en la nueva fe, persiguieron los cultos tradicionales por considerarlos ido-
latras, incluso entre sus propias familias, demostraron haber interiorizado la ideologa dominante que no
era otra que la hispano-cristiana, dando muestra as del poder adquirido sobre ellos por la cultura conquis-
tadora (Mendieta 1980: libro III, caps. XXIV a XXVII). En cambio, cuando solamente se renuncia a la rebe-
lin por percibir como inferiores las propias fuerzas ante las del enemigo, simplemente se espera una ocasin
mejor, y la potencial contestacin al poder imperial permanece latente.
En principio, las palabras del antroplogo mexicano avalan nuestra interpretacin
al considerar que la poltica imperial se haba basado principalmente en la inversin
en medios coercitivos, en el uso de la fuerza, lo que a la larga resultaba costoso, y
que el sistema deba evolucionar hacia el desarrollo de una dominacin ideolgica
que permitiera reducir dicha inversin blica asegurando por otros medios la cola-
boracin de los dominados.
En cambio, la consideracin de Lpez Austin de que se iniciaba una fase pacfi-
ca y religiosa nos parece ir demasiado lejos: el fundamento de la dominacin mexi-
ca segua siendo su fuerza militar, y el que se estuviera desarrollando la vertiente
ideolgica est todava por discutir en qu medida no implica negar el carcter
eminentemente belicista de la cultura dominante mexica, el mismo que ha justifica-
do la denominacin de misticismo guerrero (Len-Portilla 1989: 93-96).
Desde nuestro punto de vista, la imposicin violenta que permite apropiarse de los
medios de produccin, y la dominacin ideolgica que permite inducir el pensa-
miento de los dominados lo que implica, naturalmente, controlar su comporta-
miento, estn lejos de ser opuestos, sino que se trata de dos procesos necesaria-
mente complementarios. Ambos son fundamentos del poder. En un texto posterior,
Lpez Austin y Lpez Lujn, aunque no muy decididamente, parecen verlo as al
referirse al sistema poltico extendido en la Mesoamrica del Posclsico, que ellos
denominan zuyuano:
En resumen, los zuyuanos construyeron un sistema cuya cohesin se basaba en dos
principios aparentemente contradictorios. Por un lado, siguieron una va ideolgica
que se esforzaba por mantener entre los pueblos una paz y una armona que supues-
tamente eran reflejo del orden universal. Por el otro, los estados zuyuanos desarrolla-
ron poderosos cuerpos militares de control y emprendieron agresivas campaas de
expansin sobre los ms dbiles. La zuyuana era una empresa de armona forzada.
(Lpez Austin y Lpez Lujn 1999: 45).
No hay contradiccin concluimos sino complementariedad en la extensin
paralela de estrategias de dominacin coercitivas e ideolgicas, como no la hubo
entre las legiones de Roma y el proceso de romanizacin, o la conquista y evange-
lizacin espaolas, que dieron fundamento al mundo novohispano.
13
Tampoco en
estos aspectos el caso mesoamericano es pues estructuralmente diferente a otros
casos histricos conocidos.
En definitiva, puesto que no nos convence el planteamiento que propona Hassig
al establecer una oposicin entre fuerza y poder, preferimos quedarnos con la inicial
de dominacin directa e indirecta, pues sta s expresa lo fundamental del sistema
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Aeste respecto s coincidimos plenamente con Lpez Austin, dado que su interpretacin del mismo pro-
blema terico, referida a la conquista hispana, es opuesta a la que nos ha ofrecido para el periodo prehispni-
co: La Conquista [espaola] y la Colonia se establecieron gracias a dos formas concurrentes y complemen-
tarias de dominacin: por una parte, el avance militar y el establecimiento de un orden poltico hegemnico,
bases del nuevo orden econmico de explotacin a los indgenas; por la otra, el adoctrinamiento religioso y
la aculturacin de los indgenas bajo los cnones del pensamiento occidental. No es posible como lo han
pretendido algunos de los defensores de la evangelizacin separar la conquista militar de la llamada con-
quista espiritual, pues ninguna puede explicarse sin el auxilio de la otra, ni ambas sin su unin a la empresa
imperial. (Lpez Austin 2002: 94-95).
hegemnico frente al territorial: la implicacin de las lites locales en el funciona-
miento del sistema imperial, aliviando as las necesidades administrativas y de con-
trol interno del imperio. As pues, el poder imperial dominante se fundamentaba, en
el caso azteca, en la reutilizacin de estructuras de dominacin preexistentes, que, a
nivel local, articulaban la dominacin del centro hegemnico poniendo a su servicio
la organizacin social y poltica de los altepetl sometidos.
2. La poltica postconquista azteca: una propuesta de investigacin
Enlazando con el epgrafe anterior, consideramos que la clave del sistema de
dominacin hegemnica est en la colaboracin de los dominados, y en las estrate-
gias y estructuras que imbrican el poder local del tlatocayotl sometido con el mando
central del imperio.
En consecuencia, para analizar la naturaleza de un sistema de dominacin
impuesto por conquista, necesitamos investigar las medidas tomadas por la potencia
dominante, tras la resolucin del conflicto armado, para articular a nivel local su
dominacin. Se tratara de poner al servicio del sistema hegemnico las estructuras
de poder locales. Es lo que hemos denominado poltica postconquista.
Por una parte, consideramos que un estado de dominacin necesita de otros fac-
tores ms all de la violencia para perpetuarse, para funcionar de forma estable y
prolongada. Por otra, hemos de afirmar que, ms all del saqueo, la guerra no basta
para mantener el estado de sometimiento y explotacin econmica de una unidad
poltica ante un centro en expansin, sino que hacen falta unas estructuras de domi-
nacin que lo hagan viable, efectivo y estable en el tiempo. En definitiva, que logren
propiciar la colaboracin de los dominados.
El modelo hegemnico fundamenta la estabilidad del sistema de dominacin en
el papel jugado por los seores locales, los cuales, por una parte, encarnan la conti-
nuidad y legitimidad de la tradicin poltica local al tiempo que contribuyen a los
fines del centro hegemnico, el cual delega en ellos la autoridad poltica y la admi-
nistracin de los recursos econmicos (tributo), militares (contribucin a las campa-
as imperiales) y de trabajo (contribucin en labores constructivas, agrcolas, etc.).
Es por lo tanto crucial para la viabilidad del sistema la implicacin de dichos
seores locales. La cuestin es cmo propiciarla. Una primera respuesta alude sen-
cillamente al uso de la fuerza. El temor al aplastamiento militar har desistir a cual-
quier seor local de la tentacin de la rebelin. Sin embargo, en cuanto encuentre
ciertas alianzas que perciba como suficientes, puede verse tentado a probar suerte,
desafiando al poder hegemnico.
Este simple esquema parece ser el que est detrs de una generalizacin muy
extendida en la literatura historiogrfica, que afirma que, los aztecas, tras la victoria
militar se contentaban con imponer tributos, manteniendo a los seores locales en
sus cargos.
Nosotros hemos denunciado como falsa tal generalizacin como respuesta a la
cuestin de la poltica postconquista azteca (Santamarina 2006: cap. V).
Consideramos que las claves de que tal versin se extendiera son coloniales. Cuando
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los espaoles indagaban sobre el sistema de dominacin azteca procurando reutili-
zarlo parcialmente para articular su propio sistema de dominacin, e inquiran sobre
la legitimidad de los seores indgenas, la respuesta que obtuvieron no debe sorpren-
dernos:
los reyes mexicanos y sus aliados los de Tlezcuco y Tlacuba, en todas las provincias
que conquistaban y ganaban de nuevo dejaban los seores naturales della en sus seo-
ros, as a los supremos como a los inferiores, y a todo el comn dejaban sus tierras y
haciendas, e los dejaban en sus usos e costumbres y manera de gobierno (Zorita
1992: 75).
Siendo ellos mismos pipiltin herederos del sistema poltico mexica, no es extrao
que los informantes de Zorita dieran tal versin, ya que constitua un modelo para
los propios espaoles, quienes deban confiar y mantener a la nobleza indgena para
el buen orden de la sociedad novohispana. Tal interesada versin, adems, coincide
con la opinin del propio Alonso de Zorita, quien vea en el deterioro de la clase de
los pipiltin de origen prehispnico el principio de todos los males que aquejaban a
la sociedad novohispana (Zorita 1992: 83, vid. tambin Rojas 1997).
La versin de Fernando de Alva Ixtlilxchitl, cronista novohispano y mestizo des-
cendiente de la casa real de Texcoco, viene a coincidir con la anterior
14
, lo cual tam-
bin es coherente con la posicin del propio autor: si el oidor, por su afinidad con la
orden serfica, pretenda sustentar la posicin de la nobleza indgena como funda-
mento de la sociedad colonial, Fernando de Alva es l mismo representante destaca-
do de dicho grupo social, y para entender su importante obra es imprescindible tener
en cuenta este factor, pues su afn por ensalzar a su patria (Texcoco y Acolhuacan)
y la dinasta de la cual era heredero, es notorio y manifiesto.
Esta versin interesada, perfectamente contextualizable en la sociedad colonial,
ha sido sin embargo adoptada acrticamente por historiadores posteriores, que han
venido repitiendo que los aztecas, tras imponerse por las armas, solan dejar en sus
puestos a los gobernantes de los lugares conquistados (Davies 1977: 97 y 1980: 89;
Carrasco 1996: 311; Smith 2003b: 154). Un anlisis crtico en la obra de Zorita y
Alva Ixtlilxchitl permite advertir las contradicciones de su versin (Santamarina
2006: cap. V.2). Adems, numerosas fuentes nos ofrecen datos por ms que sean
la mayora de las veces fragmentarios e incompletos que permiten desmentir la
aludida generalizacin.
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...conquistados y ganados que eran... [...] ...se tena atencin de dar a los herederos de tal seor tierras
y vasallos suficientes a la calidad de sus personas, entrando en sucesin del seoro el heredero y sucesor leg-
timo de la tal provincia... (Alva Ixtlilxchitl 1975-77 II, cap. XXXVIII: 104). En la pgina anterior y en la
citada, el cronista acolhua novohispano presenta las tres posibilidades que podan plantearse cuando la Triple
Alianza se propona anexionarse un tlatocayotl. Segn fuera mayor o menor la resistencia de ste, y con opor-
tunidad de sucesivas embajadas de guerra, la poltica postconquista sera ms o menos severa, pero slo en
caso de ceder ante el primer aviso sera el tlatoani local perdonado y admitido por amigo del imperio. No
hace falta decir que en el resto de los casos le esperaba la muerte. Una ilustracin expresiva de esas tres emba-
jadas de guerra la tenemos en la tercera lmina del Mapa Quinatzin (Offner 1982).
15
No podemos aqu desarrollar en detalle este punto, pero citaremos la Relacin de Atlitlalaquia (Acua
1985-86, vol. 6: 62-63), que contiene una referencia genrica al tema de la postconquista, negando la perma-
nencia de los seores locales preexistentes. Adems, muchos episodios recogidos en las fuentes relatan la huida
o ejecucin de seores locales no demasiado sumisos al poder hegemnico (vid. Santamarina 2006: 162 y ss.).
En definitiva, la idea que pudieron hacerse los espaoles recin llegados, desde su
perspectiva sincrnica, era que bajo la autoridad de Motecuzoma haba efectivamen-
te una amplia y jerarquizada estructura de tlatoque, cada uno seor local de su pro-
pio altepetl. Tal imagen esttica fue efectivamente sostenida tambin por los pipil-
tin novohispanos y por sus valedores hispanos que pretendan hacer de ella una
fuente de legitimidad para ver reconocidos sus privilegios en el nuevo orden social,
aunque tal pretensin no se vio exenta de conflictos con otras minoras indgenas
cuyos intereses eran encontrados.
16
No obstante, un anlisis diacrnico como el que aqu estamos proponiendo nos
hace ver que la continuidad ancestral de las dinastas gobernantes en la poca final
del Imperio Tenochca slo puede considerarse una ficcin legitimadora, y que los
centros hegemnicos intervenan directa e indirectamente en los sistemas de gobier-
no de los lugares sometidos.
Si no podemos aceptar tal generalizacin, hemos de procurar describir la variedad
de estrategias aplicadas. Las fuentes permiten documentar una amplia serie de casos
que no encajan en la supuesta norma general, y que incluyen variadas soluciones que
implican todas ellas la deposicin del tlatoani sometido, sea dndole muerte o pro-
vocando su huida, sustituyndolo por otro candidato dinstico afn a los intereses del
centro hegemnico, disolviendo el tlatocayotl, imponiendo un gobierno militar, o
incluso provocando movimientos de poblacin, sea para dispersar a la preexistente
o para organizar la colonizacin de un territorio mediante calpulli del centro domi-
nante.
3. La hegemona de Azcapotzalco ante el modelo azteca de imperio
La mayora de los investigadores han sugerido que la llamada Guerra Tepaneca
que tuvo lugar alrededor de 1430 en el rea central mesoamericana, si bien signifi-
c un vuelco hegemnico desplazando el centro de Azcapotzalco a Tenochtitlan, no
supuso un cambio de estructuras, y que las posibles diferencias entre los imperios
Tepaneca y Mexica se derivan ms bien del mayor desarrollo temporal y territo-
rial alcanzado por el segundo.
Los rasgos caractersticos del sistema poltico azteca, as como las estrategias de
expansin y postconquista que pueden determinarse, describen tanto al Imperio
Tepaneca como al Mexica. La expansin hegemnica del tlatocayotl central
Azcapotzalco o Tenochtitlan que reserva parte de los beneficios para sus princi-
pales aliados dependientes, segn un sistema modular jerarquizado; la imposicin de
tributos; el nfasis paralelo en el comercio como en la guerra; el entreveramiento de
poblaciones y territorios; el juego estratgico bipolar a nivel regional como estrate-
gia de conquista y de postconquista; la ejecucin de tlatoque, y la entronizacin de
miembros de la propia dinasta como seores locales en tlatocayotl dependientes, as
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Un caso bien documentado de litigio entre lites indgenas en el marco legal novohispano es el que ha
estudiado Ren Garca Castro (1999) en el Valle de Toluca, donde la faccin de la nobleza indgena heredera
de la desplazada por la conquista mexica de Matlatzinco se opuso con xito al grupo de los pipiltin instaura-
dos all por los tenochcas en tiempos prehispnicos.
como la expansin por filiacin y alianzas matrimoniales de una red dinstica
que articulase la dependencia de los altepetl sometidos al huey tlatocayotl hegem-
nico, son algunas de las caractersticas que permiten hablar de un genrico modelo
azteca de imperio.
Algunos aspectos pueden considerarse, sin embargo, desarrollos especficos del
periodo azteca tardo B, de hegemona mexica. La estabilizacin de las fronteras del
Imperio Tenochca, en especial frente a tarascos y tlaxcaltecas, con el establecimien-
to de guarniciones militares y provincias estratgicas, es un rasgo que no hemos
hallado documentado para el periodo de hegemona de Azcapotzalco. Sin duda, ello
obedece al hecho de que el Imperio Tenochca alcanz mucha mayor expansin terri-
torial que su precedente tepaneca, lo que le puso en la necesidad de enfrentarse a
nuevas necesidades estratgicas con soluciones diferentes. Sin embargo, dichas apa-
rentes innovaciones no son ms que extensin de los principios preexistentes en el
sistema de dominacin azteca, pues se fundamentan en la prestacin de servicios por
parte de lugares dependientes como contribucin al huey tlatocayotl hegemnico.
Otro aspecto aparentemente especfico de la Triple Alianza que podra considerar-
se es el de la segmentacin tripartita del Imperio Tenochca, puesto que no tiene un
paralelismo claro en el caso precedente. Sin embargo, la segmentacin es un rasgo
inherente al sistema de dominacin azteca globalmente considerado, por lo que la
planteada podra ser en parte simplemente una cuestin de nfasis tanto como un
rasgo desarrollado en mayor medida en el caso tenochca a causa de su mayor expan-
sin en el territorio y en el tiempo.
Sin duda, esta ltima consideracin explica tambin otro hecho indudablemente
especfico de Tenochtitlan respecto a Azcapotzalco, que es el que se refiere al uso
sucesorio semihereditario. Si, como ya hemos mencionado, se trata de una prctica
que tambin hubiera acabado adoptando la dinasta tepaneca de haber seguido en
una posicin hegemnica, y de haber seguido su proceso expansivo, es algo que no
puede comprobarse.
Por otro lado, una cuestin tan especulativa como por qu tuvo ms xito
Tenochtitlan que Azcapotzalco es difcil de contestar sin caer en la obviedad del jui-
cio a posteriori. Desde un punto de vista geoestratgico, se dira que la posicin cen-
tral de Tenochtitlan era perfectamente adecuada para liderar el rea central, pues el
medio lacustre le daba una facilidad de movimiento y de acceso a cualquiera de las
cuatro direcciones de la regin posiblemente mayor que los de cualquier otro alte-
petl, con la obvia excepcin de Tlatelolco.
Sin embargo, probablemente la suerte de la Guerra Tepaneca no fue fundamental
para la expansin hegemnica de un rea lacustre polticamente unificada un
logro de Azcapotzalco que pronto reedit Tenochtitlan sobre otros territorios ms
lejanos: Cuauhnahuac o Cuauhtinchan ya haban sido integrados bajo el manto hege-
mnico tepaneca, siendo territorios distantes, y no hay razones para pensar que el
proceso se hubiera interrumpido, de haberse alcanzado la estabilidad interna en los
dominios del huey tlatocayotl azcapotzalca. El grado de complejidad poltica alcan-
zado con la unificacin del rea lacustre, as como el paralelo crecimiento demogr-
fico y productivo, son los fundamentos que permiten interpretar que el Imperio
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Azteca ya fuese con centro en Azcapotzalco o en Tenochtitlan estaba prepara-
do para la expansin ms all del rea central.
No cabe duda de que la derrota tepaneca se debi a la confluencia de varios fac-
tores. Tras la muerte de Tezozomoc, la inestabilidad poltica inherente a todo proce-
so sucesorio no pudo salvarse mediante el reforzamiento de los lazos que unan a
Azcapotzalco con sus tlatocayotl dependientes. Hemos de tener en cuenta que la
guerra mesoamericana dependa fundamentalmente de un problema previo de diplo-
macia fundamentado en relaciones de dependencia poltica: el tlatocayotl que con-
siguiera convocar a un mayor nmero de aliados y dependientes estaba destinado a
la victoria. En esa tarea, indudablemente los tenochcas y sus aliados fueron ms
afortunados.
Consideramos haber probado (Santamarina 2006: cap. XIII) que la muerte de
Chimalpopoca fue un acto golpista perpetrado por una camarilla de pipiltin tenoch-
cas junto a otros cmplices que pretendan desplazar a la lite tepaneca en el
poder. Los casos de Tlatelolco y Cuauhtitlan, si bien no estn tan ricamente docu-
mentados en nuestras fuentes, presentan coincidencias fundamentales con el de
Tenochtitlan, tanto por las circunstancias polticas comunes que los rodean como por
el modo en que la historia oficial mexica los relata.
Si bien los hechos histricos demuestran que Maxtla tuvo menos xito que sus
enemigos a la hora de recabar apoyos para su causa, el fracaso de un gobernante
experimentado como l sin duda no se debi a medidas tan desatinadas como las que
la historia oficial tenochca ha querido atribuirle. Como expusimos en su momento,
hostigar simultneamente a los dos tlatoque mexicas hubiera sido sin lugar a dudas
un acto de suicidio poltico-militar por parte del entonces huey tlatoani de
Azcapotzalco.
Tal consideracin pone de manifiesto la dificultad de la empresa golpista llevada
a cabo por Itzcoatl y los suyos. Nada hubieran conseguido dando muerte a
Chimalpopoca solamente, pues su levantamiento necesariamente haba de tener
simultaneidad en varios de los principales tlatocayotl bajo dominio de Azcapotzalco,
o estaba condenado al fracaso. La segmentacin poltica reinante obligaba a cual-
quier revuelta interna a coordinar muy bien sus movimientos, por lo que posible-
mente el mayor xito del bando golpista fue conseguir que su faccin se impusiera
tambin en Tlatelolco, provocando la huida y muerte de Tlacateotl. De hecho, el
entreveramiento practicado por Azcapotzalco en el islote compartido por tenochcas
y tlatelolcas es decir, la segmentacin de los mexicas, deba haber sido el pri-
mer mecanismo de defensa tepaneca frente a una posible revuelta originada en cual-
quiera de los tlatocayotl mexicas. Los casos del Acolhuacan y de Tlacopan suponen
tambin xitos probablemente imprescindibles para la suerte de la Guerra Tepaneca,
de modo que sin duda puede afirmarse que el xito de Itzcoatl y los suyos residi en
su capacidad para establecer alianzas clandestinas con diversas facciones o lderes
de tlatocayotl estratgicos, de modo que compusieran una coalicin capaz de enfren-
tarse al hasta entonces ms poderoso tlatocayotl del rea central.
En definitiva, con el episodio de la muerte de Chimalpopoca crujen los goznes de
la Historia, cerrndose el periodo azteca Apara introducirnos en la fase de hegemo-
na tenochca. La crisis desatada con aquel episodio har tambalearse a las estructu-
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ras del sistema de dominacin azteca, pero, tras la resolucin de la Guerra Tepaneca,
stas caern asentadas con renovada firmeza sobre tres puntos de apoyo. La estruc-
tura hegemnica resultante, conocida como Imperio Mexica o Triple Alianza, mos-
trar su estabilidad y capacidad de crecimiento ampliando sus dominios hasta lmi-
tes no igualados hasta entonces en Mesoamrica.
De este modo, bien podemos considerar las fases hegemnicas tepaneca y mexi-
ca como dos etapas en el desarrollo de un solo Imperio Azteca. Si en la primera fase
se consigui unificar la totalidad del rea central mesoamericana e incluso otros
territorios ms distantes,
17
la segunda, tras la crisis de crecimiento que conocemos
como Guerra Tepaneca, significar la expansin azteca por buena parte de
Mesoamrica, hasta territorios tan lejanos como la Costa del Golfo, el pas zapoteca
o el Xoconochco, en el Pacfico Sudoriental.
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