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LA FABULA DE LAS ABEJAS Y LA MANO INVISIBLE
Al pequeo poema titulado La Fbula de las abejas escrito en 1723 por
un mdico holands afincado en Inglaterra (B. Mandeville) se le podra
aplicar lo que suele decirse del Ulises de Joyce o de la magna obra de
Proust: da la sensacin de que quienes ms hablan de l, no lo han ledo
en realidad.
Digo esto porque la fbula de las abejas ha sido el gran texto utilizado
por todos los economistas neoliberales y premios Nobel, para justificar la
idolatra del mercado. Presenta una colmena que funciona muy bien
mientras las abejas son viciosas y van cada una a lo suyo. Pero cuando
las abejas se vuelven virtuosas, austeras y caritativas, la colmena se
convierte en un desastre.
De ah brota el famoso principio de que, en economa, los vicios privados
son virtudes pblicas. Partiendo de ah muchos neoliberales han escrito
que la mejor manera de practicar la caridad es dedicarse cada cual slo
a lo suyo, y que la solidaridad acaba siendo la ms cruel insolidaridad.
Como dijo M. Friedman: todo lo que se haga por ayudar a lo pobres, hace
ms dao a los pobres.
Y sin embargo, la Fbula de Mandeville, apenas habla de economa. Es
cierto que las consecuencias de la conversin de las abejas son
principalmente (aunque no slo) consecuencias de ruina econmica.
Pero los vicios de esas abejas que constituan la prosperidad pblica, no
se limitaban al campo econmico como ahora veremos. Mandeville no
conoce esa independencia de las esferas econmica, poltica y cultural,
regidas por leyes distintas y, segn la cual, uno puede ser injusto y cruel
en el terreno econmico, para luego tener un gran corazn a la hora de
crear alguna Fundacin o de dar dinero a la Iglesia. Igual que tantos
nazis de las SS, eran verdaderos monstruos en el campo de trabajo
para luego, en su casa, ser cariosos padres de familia y amantes de la
msica clsica. Eso que Hanna Arendt llam la banalidad del mal.
En la colmena de Mandeville esas esferas estn mucho ms unificadas. Y
al comienzo de su Fbula nos avisa de que, aunque va a hablar de
abejas, stas eran en realidad como seres humanos (5).
1. La colmena humana
Veamos primero una rpida seleccin del poema:
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Era una colmena de grandes multitudes: millones que trataban de
procurarse todas lascivia y vanidad, mientras otros millones trabajaban
intentando anular sus contratos de trabajo...
Algunos con muchos bienes y poca faena emprendan negocios muy
lucrativos; y otros blandan pico y pala en los trabajos ms duros y
pesados. Eran tramposos; pero borremos este adjetivo porque los
trabajadores eran igual; ya que todo oficio es alguna estafa y toda
vocacin es un engao.
Pero esos tramposos no eran precisamente empresarios, comerciantes o
banqueros, sino:
Los abogados... no hacan caso de ningn compromiso claro, con tal
de conseguir honorarios ms altos. Escudriaban las leyes para defender
causas injustas, igual que hacen los ladrones para ver por dnde pueden
entrar en alguna estancia...
Los mdicos, valorando fama y riqueza ms que la salud del
enfermo, miraban slo por s mismos.
De los sacerdotes slo unos pocos eran justos y elocuentes; miles de
ellos eran astutos e ignorantes. [Y por cierto, la fbula nos dice que
sos daban culto a Jpiter].
Los soldados que se aventuraban a luchar perdan aqu un brazo y
all una pierna, hasta que deshechos y olvidados sobrevivan con media
soldada. Mientras que otros que no hacan la guerra se quedaban en
casa con doble paga. Y finalmente:
Los ciudadanos: muchos, esclavos de su propio bienestar, robaban
sin escrpulos al rey. Los sueldos eran bajos pero vivan... Cuando hacan
algo injusto decan que era una ganga... y cuando la gente vio la
hipocresa, cambiaron su nombre por el de emolumentos, pues no
queran ser burros ni simplones en lo referente al propio bien.
En resumen: no haba una sola abeja que no se derritiera por lo que no
era suyo, mucho ms de lo que dejaba entender... Incluso la mierda
que haba en las calles y que vendan como abono, descubran los
compradores que estaba adulterada con piedras bien intiles; pero el
estafado no poda quejarse porque l venda a otros sal, como si fuera
leche en polvo...
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As es como van bien las cosas: el balance de esta situacin era que
todas las partes estaban llenas de vicio pero el conjunto era un
paraso... Hasta el ms malvado de entre aquella multitud aportaba algo
al bien comn... Muchos conseguan trabajo gracias al noble pecado del
lujo [de otros], y otros por el odioso pecado del orgullo.
Se ve claro que la bsqueda exclusiva del propio inters no vale slo en
el campo de la economa, sino en todos los campos de la sociedad. Los
vicios privados que constituyen virtudes pblicas no son slo la avaricia
de los economistas, sino la corrupcin de los polticos, la mentira de las
profesiones liberales, la hipocresa de los sacerdotes o la cobarda de los
militares.
As funcion magnficamente la colmena, hasta que comenzaron a
aparecer voces moralizadoras que gritaban abajo los fraudes!
(olvidando los propios), o manos limpias como en Italia. Con lo que
Jpiter se enfad y decidi liberarlos.
Todos se arrepintieron, fueron a confesarse de sus pecados, y...oh
Dios qu consternacin!... En menos de una hora baj un penique la
libra esterlina. Los tribunales se quedaron en paro porque los deudores
pagaban de buena gana hasta lo que no recordaban sus acreedores...
Con lo cual no haba sitio para los abogados en una colmena honrada.
Los fabricantes de rejas, puertas de hierro, cerraduras y dems, tuvieron
que marcharse del pueblo... Los matasanos aceptaron que slo
recetaran los mdicos entendidos, que no daban abasto acudiendo a
todas partes... Los curas ya no imponan diezmos y muchos charlatanes
se quedaron tambin sin trabajo... Todos los lugares que antes ocupaban
tres personas las cuales se vigilaban mutuamente (y tambin se hacan
socios de fraudes), ahora estn ocupados por uno solo, con lo que
sobran ms de mil...
En resumen: no slo se marcharon los que antes gastaban mucho,
como el cortesano que cada ao daba una comida con su amante, en la
que tres horas de mesa costaban lo que un da de un regimiento, sino
que tambin tuvieron que largarse aquellos que vivan de ellos.
Cerraron las tabernas... y la altiva Cloe que antes haca que su marido
robara al Estado para poder vivir con opulencia, ahora venda sus
muebles (por los que haba saqueado a la India), reduca la factura de
sus compras y llevaba un solo vestido todo el ao.
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Al final: hay ya tan pocas abejas en la colmena que no pueden rechazar
los ataques que preparan siempre los enemigos de aquellos que se
hacen respetar. Por eso todas las abejas acaban yendo a esconderse
en el agujero de un rbol. As desapareci la colmena.
De aqu saca nuestro autor la siguiente moraleja con que concluye la
fbula: Slo los necios quieren que una colmena muy grande sea una
colmena honrada. Para gozar las alegras de este mundo, es una utopa
mental la pretensin de vivir en bienestar sin grandes vicios... El fraude,
el lujo y el orgullo han de vivir mientras sepamos aprovecharnos de
ellos. El hambre es sin duda un azote terrible. Pero sin ella quin podra
prosperar?... El vicio se convierte en beneficio si se le desmocha bien, y
para que un estado sea grande, es tan necesario el vicio como lo es el
hambre para comer...
La sola virtud no puede hacer florecer a las naciones. Y si se quiere
implantar una edad de oro, hay que estar tan lejos de la honradez como
de las bellotas.
2. Comentarios
2.1. Ya hemos dicho que el autor no habla slo, ni principalmente, de
economa. En este sentido, y segn la lgica de la fbula, la no
intervencin del estado no debe limitarse slo al campo del mercado
(como reclaman todos los neoliberales) sino a todos los campos sociales.
2.2. De acuerdo con esto, el terrorismo, que es casi el nico campo
contra el que nuestra sociedad predica cruzadas y recurre a la moral,
debera ser visto ms bien como uno de esos vicios privados que, a
niveles mundiales, pueden acabar produciendo virtudes pblicas. Bin
Laden est tan dentro de la fbula como Milton Friedmann (o ms).
Tambin del vicio terrorista saldr un mundo mejor, mientras que de las
cruzadas antiterroristas de Bush slo puede salir (segn la lgica de la
fbula) un mundo ms pobre y que no funcione.
2.3. La fbula describe muy bien la corrupcin de la sociedad (tanto
que casi parece de hoy). Pero adems la canoniza. Y la nica honradez
que sabe contraponer a esa corrupcin es una rigidez casi de
talibanes. En esta falta de trmino medio est su verdadero fallo.
2.4. Reducida al terreno econmico, la fbula resulta perniciosa. Pues
qu empresario de los que se amparan en ella aceptara que su
empresa funcionara as, convencido de que marchara lo mejor posible?
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La concrecin econmica del famoso principio (vicios privados, virtudes
pblicas) debera ser vicios individuales, virtudes empresariales. Qu
empresario aceptara eso?
2.5. Finalmente, aunque la fbula haba dicho que en la colmena
vivan muchos millones, luego, el conjunto al que llama paraso es slo
el conjunto de los ricos: pues reconoce que, en ese mundo tan
magnfico, el hambre era un azote terrible. Encontramos aqu otra vez
un modo de ver que hace de hilo conductor en este Cuaderno <el
Cuaderno del cual est extrado este texto> : ya en sus orgenes (y no
en una degeneracin posterior), la Modernidad proclama que el
progreso, la comodidad y el bienestar que hemos construido tienen
como precio el hambre de muchos. Doloroso y lamentable precio, s.
Pero que la Modernidad est muy dispuesta a pagar para no perder su
comodidad.
2.6. Cincuenta aos ms tarde, la moraleja de esta Fbula fue
teorizada, y suavizada, por Adam Smith, con su clebre frase de la
mano invisible (6). Esa mano invisible es un sustituto laico (pero no
menos mitolgico) de lo que un cierto tesmo llamaba Divina
Providencia. Slo que ahora, esa providencia, al ser menos divina,
parece que est dispensada de ser universal: el producto de la tierra es
para todos... lo ricos toman de l slo la parte ms valiosa y agradable.
Ellos consumen slo un poco ms que los pobres Ellos son conducidos
por una Mano Invisible a realizar espontneamente aquella misma
distribucin de los bienes... que tal vez existira si la tierra hubiese sido
distribuida en porciones iguales entre todos su habitantes.
El problema de este texto es que presupone que los ricos slo toman
para s un poco ms que los pobres. Quiz eso vala en el s. XVIII
cuando se dice que la diferencia entre pases ricos y pobres era de 2 a 1.
Pero ya no vale hoy, cuando esa diferencia ha pasado en 30 aos de ser
de 60 a 1 a casi 90 a 1, y donde 335 individuos millonarios poseen ms
riquezas que dos mil millones de seres humanos. Aun as y todo, hay
que tener buena (o mala) fe para pretender que esa es la distribucin
que se dara si la tierra hubiese sido distribuida entre todos sus
habitantes en porciones iguales.
Y como segunda cuestin: otra vez no se ve por qu esto que vale para
los ricos en la apropiacin de la propiedad, no puede valer tambin para
los mdicos que (buscando slo su inters) hacen una operacin
innecesaria; o para las empresas farmacuticas que (buscando slo su
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inters) intentan oponerse a los medicamentos genricos. O para los
polticos que (aprovechndose de una informacin privilegiada) compran
un edificio cochambroso en El Raval, por un milln de pesetas, sabiendo
que all se construirn pisos de 40 millones... Tambin ah debera valer
el principio de la Mano Invisible, dado que, como escribe en otro
momento el propio A. Smith buscando slo su propio lucro, en este
como en otros muchos casos, es llevado por una Mano Invisible para
promover un fin [benfico, se sobreentiende] que no era parte de su
intencin (7).
No estar de ms aadir que las citas dadas son las dos nicas veces en
que A. Smith habla de la mano invisible, y que (contradiciendo lo que ah
deca), l reconoce que las condiciones sociales de su poca favorecen
siempre al capital ms que al trabajo en situaciones de conflicto, lo cual
es una realidad que debe cambiarse. La mano invisible, por tanto,
actuara slo en condiciones de perfecta igualdad social; no en cualquier
caso como presuponen los que apelan a ella. Acta por ejemplo en un
contexto de encuentro personal entre dos individuos (vendedor y
comprador) y no en un contexto multitudinario e impersonal como es el
del mercado actual. En el contexto del encuentro personal s que sucede
muchas veces que, buscando cada cual lo suyo, acaba surgiendo lo
mejor para los dos: pero no porque haya una mano invisible que
armonice los egosmos, sino sencillamente porque es posible dialogar y
buscar la mejor propuesta para ambos interlocutores. Como el tendero
conoce al comprador puede acabar sintiendo amistad hacia l o
deseando no perderlo como cliente. Y viceversa: el comprador puede
tener absoluta confianza en ese tendero a quien conoce personalmente.
Detalles tan fundamentales, como imposibles all donde los tenderos han
dejado de ser personas para convertirse en empresas transnacionales.
2.7. Balance.
Podramos concluir que el gran fallo de la Fbula de Mandeville es que no
conoce trmino medio entre un egosmo absoluto que slo piensa en s,
y un amor al prjimo tan absoluto que no piensa en uno mismo, y que
podr ser modlico en algunas santidades admirables, pero no puede
ser un principio de estructuracin de la sociedad.
Ahora bien: el problema de la tica no es elegir entre amor propio y
amor al prjimo sino encontrar la verdadera sntesis entre ambos. Pues,
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para empezar, sin un mnimo de autoestima (que se funda sobre todo en
la propia dignidad humana), ser imposible querer a los dems.
Pero adems, nuestra necesidad con el amor propio no es que nos lo
manden, dado que la humana naturaleza ya se encarga de proveernos
abundantemente de l. El problema del amor propio es ms bien que
nos enseen a controlarlo y a compensarlo con un sincero amor a los
dems (que a su vez puede acabar siendo una fuente de la mejor
satisfaccin con uno mismo).