Jorge Monteleone, Retorno del poema, estudio preliminar a:
Hugo Gola, Retomas, Crdoba, Alcin Editora, 2008, pp. 7-26
RETORNO DEL POEMA
After the leaves have fallen, we return
to a plain sense of things.
Wallace Stevens
Regresin en las alturas
Como tantos romnticos, Arthur Schopenhauer ascendi en la
temprana juventud a varios montes y haba adquirido, literalmente,
modelos experienciales para una metafsica de las alturas. Llevaba
sus impresiones en un diario de viaje y no es difcil vincular algunos de
estos tempranos ascensos con su posterior teora de lo sublime, ya que
percibi all los lmites de lo humano ante la vasta naturaleza. Sent
vrtigo al dirigir la primera mirada hacia ese espacio de plenitud que
tena ante m escribe en junio de 1804, luego de subir al monte Pilatus:
lo que se ve desde all no es una multitud de pequeos objetos
separados sino un gran cuadro, brillante y luminoso, sobre el que el ojo
se detiene con placer. Dos meses despus, lleg al amanecer a la cima
del Schneekoppe y advirti desde all que el sol ya irradiaba el alba,
mientras la sombra de la noche an frecuentaba las profundidades.
Debajo de uno se ve al mundo sumido en el caos, escribi en su
diario. Y al advertir con la plena luz del sol la totalidad del mundo desde
las alturas, apunt la sbita visin del eterno retorno en la eterna
sucesin de montes y valles, bosques y praderas, ciudades y pueblos.1
No es casual que esta experiencia de las alturas se halle para el
Zarathustra de Friedrich Nietzsche vido lector de Schopenhauer, tan
cercana a la formulacin de la doctrina del eterno retorno. La tercera
parte de As hablaba Zarathustra est dominada por la figura de El
viajero. Zarathustra asciende a una montaa, recordando los viajes
solitarios que desde joven haba hecho y las cumbres que haba
Vase el captulo 3 de Rdiger Safranski, Schopenhauer y los aos salvajes
de la filosofa, Madrid, Alianza, 1991.
1
escalado:
Soy un viajero y un escalador de montaas le dijo a su
corazn. Y en el captulo siguiente, De la visin y del enigma,
Nietzsche introduce la nocin del eterno retorno. Zarathustra, una vez
ms, suba y suba, aunque se enfrentaba al espritu de la pesadez, su
enemigo mortal, que lo obligaba a ir hacia abajo. Le seala entonces un
prtico de dos caras, a las cuales concurran dos caminos enfrentados.
Uno va hacia atrs y el otro hacia delante, pero cada uno de ellos dura
una eternidad (die whrt eine Ewigkeit). Sobre ese prtico est escrito
un nombre: Instante (Augenblick). Por ello, si la calle corre sin fin
hacia atrs y hacia adelante, Zarathustra pregunta acaso no tendr
que recorrer dicha calle todo cuanto puede correr por ella? Y ya que
tambin avanza no tendr que volver a recorrer de nuevo su largo
camino? No debieron haber existido el prtico y yo mismo y t y todas
las cosas otra vez?. Y agrega:
No debemos acaso retornar y recorrer aquella otra calle que se
extiende ante nosotros, esa larga, estremecedora calle? Acaso no
debemos retornar eternamente?.2
Esta revelacin, como a Schopenhauer, le fue dada en las alturas.
Por ello Bachelard ha dedicado un captulo de su libro El aire y los
sueos al psiquismo ascensional de Nietzsche, analizando sus poesas
y el Zarathustra, donde halla una coherente manifestacin de la
imaginacin dinmica. Su elemento propicio es el aire fro de las
alturas. El aire puro escribe Bachelard al analizar el imaginario
nietzscheano es conciencia del instante libre, de un instante que abre el
porvenir. (). El aire puro es una impresin de juventud y de
novedad.3
Con oscura sapiencia, la lengua espaola ha homologado en el
sonido aquello que estaba destinado a unirse en la nocin combinada
Vase Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra, Smtliche Werke, I-IV,
Kritische Studiensgabe Herausgegeben von Giorgio Colli und Mazzino
Montinari, Berlin, dtv / de Gruyter, 1988, pp. 191-202. La traduccin es ma.
2
Gaston Bachelard, El aire y los sueos, Mxico, FCE, 1958, p. 171.
de altura y retorno: vuelo y vuelta; volar: volver. Es posible hallar en
aquello que Bachelard llam una imaginacin area cielo abierto, ave
lanzada, fra altura de montaa una huella del incesante retorno de lo
mismo, es decir, la vuelta en el vuelo, el giro en el ala, el ritmo de las
estaciones en el rbol? Hugo Gola lo ha ensayado explcitamente en el
poema Variaciones, escrito hacia 1991 en Saint Nazaire luego
recopilado en Filtraciones. En l indaga, como una serie de preguntas,
aquello que supone el movimiento mismo del vuelo, ya liberado del ave
o del ala, en su intrnseco dinamismo: qu es lo que busca, cul es el
dilogo con el aire, cmo es su propicia manifestacin? Y adems
proyecta su posible transformacin en signo: si el vuelo fuera una
seal, un signo, luz precipitada, blanca escritura? Y si fuera
deseo insaciable
vuelto y vuelto
a ovillar
en crculos perfectos
en valos
sin tocar nunca
pluma
cuerpo
ala?
En este poema concurren varios rasgos que evocan la unin de la
vuelta y el vuelo, una imaginacin dinmica que vincula el retorno a
una potica de las alturas: hay una implicacin entre el deseo de
permanencia en el tiempo, la circularidad figura propia del retorno
como posible fijacin del devenir o incluso suspensin del suceder,
unidos a un espacio sin lmites el aire, la altura, el cielo donde se
proyectan tanto el vuelo como otra figura ascensional: el rbol. Ese
espacio es una zona de vibraciones y al mismo tiempo un espacio vaco.
Hugo Gola, Variations / Variaciones, Saint Nazaire, M.E.E.T. / Arcane 17,
1991, pp. 32-33.
4
No es imposible que ese espacio de aire ilimitado, de pura luminosidad,
de blanca concentracin, fuese asimismo una metfora de la pgina en
blanco: no como soporte concreto sino como mbito propicio a una
inscripcin de signos, de sonidos, de palabras, el espacio acorde para
desplegar un sentido. Vase esa preferencia imaginaria hasta en la
ltima serie de poemas que Gola public, Ramas sueltas: EL CIELO /
no es / ese / resplandor / azulado / tampoco / aquella / luz / dorada /
que arde / en el amanecer / tal vez / sea / slo aire / aire / blanco /
hondo / ilimitado.5
As el vuelo de los pjaros o las hojas de los rboles, son tanto
referentes como signos que el poema proyecta en ese espacio para
garantizar el retorno de lo idntico, la vuelta de lo mismo, la repeticin
que inaugure, en el instante, la eternidad esa fe moderna que haba
hallado en el mito del eterno retorno y en Zarathustra una predicacin
de alturas para abolir el tiempo sucesivo. En el caso de Gola tambin
podra hablarse de una ilusin de eternidad, ya que las cosas del
poema, las cosas que son el poema, el ave, la flor, el rbol, sbitamente
/ se hunden / en un charco / de suburbio y la fiesta / se borra /
poco a poco. Esas figuraciones el retorno, la imaginacin ascensional,
el aire y el vuelo, el rbol y el cielo, la condicin del poema y del sujeto
potico traman el sentido de Retomas.
Una potica
Conviene recordar brevemente la potica de Gola construida a lo
largo de la obra reunida en Filtraciones, de 2004.
A diferencia de la
poesa basada en el hermetismo o el anonadamiento del sentido, los
textos de Gola compensan su rigurosa transparencia con una
inagotable capacidad reflexiva. Al leer el conjunto de su obra pueden
describirse cuatro etapas, como si fuesen cuatro estaciones de un
creciente saber lrico. En la primera, que va de Veinticinco poemas a El
crculo
de
fuego
(1956-1967),
se
advierte
una
progresiva
Hugo Gola, Filtraciones. Poemas reunidos, Buenos Aires, FCE, 2004, p. 333.
Las citas corresponden a esta edicin.
5
despersonalizacin del sujeto lrico, en la busca de cierta objetividad,
sin que ello implique la total negacin del yo. En la segunda, el
fundamental Siete poemas (1982-1984), el texto se vuelve ms complejo,
comienza a poblar la pgina de un modo ms expansivo. La palabra
potica deja de ser proferida por alguien para volverse una voz pura,
una expresin autnoma del mundo objetivo espejada en la lengua. Esa
expresin, no obstante, siempre se halla transida de tiempo y de
fugacidad, de all su aspecto paradjico: aspira a ser un ensueo sin
soador, un nuevo origen, el comienzo de una palabra virgen. Los
libros de estas dos etapas se publicaron en Jugar con fuego (Santa Fe,
Universidad Nacional del Litoral, 1987). La tercera corresponde a
Filtraciones (la compilacin original de 1996, editada en Mxico,
homnima de la obra reunida en el 2004). Aquella aspiracin de la
etapa anterior parece realizada: el mundo se presenta en la palabra
que, a su vez, simula ser nombrada en un vaco. El lenguaje no slo
compensa la disolucin del yo: al hacerlo quiebra, siquiera como ilusin
del poema, la sucesin temporal. El poema acta de ese modo como
una fuerza negativa, un lugar propicio al nombre, sin lastres
sentimentales: un nuevo comienzo. Dice: Un aire amarillo arrasa / el
rostro. Y todava caminar. / En la tarde no. / En la noche. En la
maana. / Para iniciar. O despuntar. / Mas solo. Ya sin. Cumplido / y
vaco. Podra decirse que en estos poemas ya se inicia la parbola
esttica de la cual Retomas es una nueva muestra.
La cuarta etapa contina con Ramas sueltas, incorporado en
Filtraciones (2004). Aqu el poema recupera una cierta fe del nombrar,
pero librada en ese vaco ganado como apertura, plenitud o, mejor
dicho, como promesa de plenitud. Ese lugar que abre el poema, donde
en una rfaga la realidad puede aparecer como presencia inaudita,
tambin es autoconciente: las palabras no son un vehculo mgico, sino
sonidos, sonidos con los cuales lo real mismo se sostiene, implicado,
comprendido, renacido en el esplendor imaginario: Como antes / llega
ahora esa rfaga / no es un milagro / lo que llega / una slaba que
suene / basta / un ruido mnimo / la sombra que cruza / la ventana /
el cielo vaco / de septiembre / la hoja que cae / una luz que se apaga /
y todo brota de nuevo / sube / estalla / desborda / como antes. En
esas inscripciones temporales, donde todo brota de nuevo y desborda
como antes, ya se insina la potica del retorno que se expandir en
Retomas.
Dice Gola que el poema es, a la vez, una forma de revelacin, la
expresin del ser interior del poeta y una inmersin en lo real. De
all que su poesa establezca correlaciones entre una manifestacin
sensible de las cosas, de los lmites de la memoria y el olvido, de la
agona temporal, reunidos con la inminencia, desborde o rfaga, de
ese milagro natural / que sube y sube y obsrvese que aqu tambin
se halla ese imaginario ascensional, donde resuena la trascendencia del
mundo. Tales filtraciones, en las cuales lo real se revela mediante una
esencia que redime el tiempo de la caducidad, apenas decantan en el
poema,
bajo una forma que, sin embargo, se atisba, se conjetura y,
sobre todo, carece de certezas visionarias. A tal punto que las palabras
del poema bien podran ser meros signos oscuros, el desvaro de una
conciencia que no quiere morir y levanta el teatro de su falsa
permanencia. De all que la poesa de Gola, aunque siempre asuma su
potencial capacidad de revelacin, tambin manifiesta la posibilidad de
ser un lujoso delirio ciego, el azar de unos sonidos. Esa tensin siempre
la vuelve creble, de tal modo que al nombrar lo real como una epifana
dada en una hora cotidiana, donde lo ms elemental sucede, el poema
sostiene una soterrada fuerza aurtica: Se oye un murmullo / a la
distancia / el viento pasa // vuela una hoja / el sol se apaga / el agua
cae // cierro los ojos / desde el silencio / oigo una rama. Este aspecto
tambin se expande en Retomas.
Rotacin y espiral
Tanto el poema Rotacin, el ms extenso y el primero de este
nuevo libro, como el resto de los poemas de la seccin inicial,
condicionan el conjunto como una profesin de fe, una apuesta lrica,
que adems explica el ttulo Retomas. Una rotacin implica lo cclico, la
figura de la vuelta y el giro, adems del acto mismo de reanudar, es
decir, de retomar. En todo el volumen puede hallarse una numerosa
variacin de esos significados, especialmente los vinculados a los
vocablos vuelta y volver. En el poema Rotacin abundan las
acciones verbales que implican aquello que se retoma: la recuperacin,
la repeticin, el retorno y la renovacin, como si todas ellas fueran
acciones significativas de un acto central que slo el poema est en
condiciones propicias para acometer y que, si no puede ser formulado
en forma taxativa, es sugerido con esplendor en varios pasajes del libro.
Se trata de reencontrar un paraso, perdido o latente, en la obra de arte:
aquello
que
Goethe
llamaba
un
instante
resplandeciente
de
perfeccin. En verdad esta busca consiste menos en una continuidad
del pasado o acaso un repliegue del presente, que en la manifestacin
de un momento luminoso, la incandescencia de una situacin epifnica
que se repite al ser nombrada.
El fundamental poema Rotacin comienza afirmando que quiz
no sea ste el lugar / ni tampoco el tiempo.6 Lo cual es un enunciado
ambiguo para lo que seguir, ya que ste lugar y tiempo designa a la
vez el mbito del tiempo histrico y el del poema, que en cierto modo es
atemporal. Quiz no sea ste, entonces, ni el tiempo ni el espacio para
dar un salto cualitativo en el cual pueda eludirse la sucesin: saltar
fuera de los sucesos, saltar la duracin y, acaso, abolir el tiempo
histrico. Quizs no sea ste, asegura, pero tal vez s lo sea toda vez que
este espacio corresponda al poema, circunscrito en su propio mundo
ya que la etimologa de mundus corresponda, para los romanos, al
surco trazado en torno al lugar donde se fundara una ciudad.
Entonces, dice el poema, tal vez no es ste todava el momento para dar
ese salto cualitativo, porque estamos todava en suspenso. Se trata de
recuperar, de retomar algo que se descubre, que se prolonga,
imperceptible, impalpable, tenue y que se halla en la rotacin, en el
retorno, ms all de la apariencia.
Vase al final de este texto el apndice con la transcripcin completa del
poema Rotacin.
6
La imagen del ro que deja marcas en sus crecidas y bajadas se
rene con la del ltimo poema del libro, donde dice: aqu / la lmpara
/ abre otro / espacio // y el libro / ro / sin orillas / sube de pronto.
La accin primera que propone Rotacin consiste en recuperar lo
perdido e inscribirlo en el centro virtual de la pgina que, para decirlo
con Mallarm, a la luz de la lmpara defiende la blancura. Pero no se
trata de una mera replicacin del pasado en el ciclo, no es la mera
vuelta repetida. Nadie querra vivir en el pasado, reza el poema, aun
cuando nuestro tiempo histrico sea el de la desolacin y el exterminio
/ el tiempo que deshace / a su paso / los ros los bosques / las aves
son abatidas / por un aire sulfrico.
Esta calificacin del tiempo histrico tiene su tradicin en el
pensamiento contemporneo del retorno. Mircea Eliade, hacia el fin de
la segunda guerra, cuando escribi El mito del eterno retorno,
aventuraba que la revalorizacin de la periodicidad cclica y la nostalgia
de la repeticin eterna, incluso en la obra de Joyce o de Eliot, responda
menos a una resistencia
a la historia que a una rebelin contra el
tiempo histrico y a los males que acarreaba, o, lisa y llanamente, a
una abolicin del tiempo. Su crtica resuena con actualidad y ofrece un
marco a la nostalgia de retorno que supone la rotacin temporal en la
poesa de Gola: Y, en un momento en que la historia podra aniquilar a
la especie humana en su totalidad cosa que ni el Cosmos, ni el
hombre, ni la casualidad consiguieron hacer hasta ahora, no sera
extrao que nos fuese dado asistir a una tentativa desesperada para
prohibir los acontecimientos de la historia mediante la reintegracin de
las sociedades humanas en el horizonte (artificial, por ser impuesto) de
los arquetipos y de su repeticin.7
La figura que prefiere el poema de Gola para indicar la retoma no es
precisamente el crculo sino la espiral. Se trata, una vez ms, de una
antiqusima figura cuyo movimiento es circular en torno de un centro,
de un ncleo, y a la vez progresivamente alejado de l, en constante
Mircea Eliade, El mito del eterno retorno. Arquetipos y repeticin, Buenos
Aires, Emec, 1968, p. 152.
7
expansin y apertura. Designa al mismo tiempo la repeticin y su
metamorfosis, una continuidad cclica pero progresiva, una emanacin
y un desarrollo, la permanencia del ser bajo la fluencia de la fugacidad
y el cambio, la creatividad y la fecundidad. En Gola la figura de la
espiral adopta a la vez un movimiento ascendente, vertical, combinada
con la imagen del rbol: es la espiral / la que sin pausa asciende / los
anillos se agrupan / y expanden a partir / de un ncleo / como sucede
en los / crculos del fresno.
La mencin del fresno tampoco es azarosa en este libro. Corresponde
no slo al simbolismo ascensional del rbol una de las imgenes
preferidas del poeta sino a una preciso contenido mtico. Uno de sus
antecedentes es el fresno Ygdrassil, de la mitologa escandinava,
conocido como el rbol del mundo: siempre verde, pues posee una
fuerza renovadora, el universo se despliega a la sombra de sus ramas,
innumerables animales se abrigan a su sombra, y todos los seres
derivan de l. Aunque no el nico, varias veces el fresno es el rbol
elegido por los poemas de Retomas, especialmente en la serie de cuatro
poemas que inicia la seccin 4. El fresno y el espacio sin lmites son
figuras que el propio Julio Cortzar utiliz en el captulo 54 de Rayuela
para simbolizar ese lugar de la otredad al que se accede en una
revelacin: De alguna manera haban ingresado en otra cosa, () para
repetir en la rayuela la imagen misma de lo que acababan de alcanzar,
la ltima casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por
donde se sala a una playa abierta, a una extensin sin lmites, al
mundo debajo de los prpados que los ojos vueltos hacia adentro
reconocan y acataban. Esos trminos de acceso a un espacio de
apertura que a la vez sea un espacio interior, la idea de repeticin y
vrtigo, el salto al cielo similar a la idea de vuelo, la figura del fresno
sagrado son extraordinariamente afines a los poemas de Gola.
El salto, dice el poema, es inminente pero aun no se realiza, porque
estamos todava en suspenso. Tal suspensin no es precisamente la
negacin de esa busca del instante eterno por la va de lo repetido en un
ritual. Suspenderse significa tambin situarse en una expectativa, una
espera del momento adecuado que prepara el salto de la sucesin. Dice
el poema: hay una pausa en el aire / un reposo seguramente /
pasajero. En un texto posterior sabemos luego que el reposo /
recupera / mas el reposo es / tambin / un salto. El poema reconoce
el fundamento, el andamiaje a partir del cual daremos el salto: se
trata del encuentro del pjaro y el aire, del pez que fecunda el agua, de
la semilla y el semen. Es decir, lo genesaco, la creatividad proliferante
del ser. Pero asimismo menciona el humus de la disolucin: los huesos
enterrados sustentan la subida. Y, en fin, tambin menciona el
fundamento del correlato irreal: el nombre de las cosas, incluida la
naturaleza, teje su trama lingstica para fundar el mundo histrico y a
la vez relumbra en el poema, se transfigura como instauracin de ser:
es el / delfn que prefigura / un relmpago de luz.
La dialctica usual de la poesa de Gola implica, luego de una actitud
afirmativa, su propia negacin, y se abre siempre como duda o
pregunta: es acaso la espiral expansiva, que no cesa, el nico orden
posible, un modelo del mundo gobernado por un dinamismo incesante y
sujeto a una ley universal: el movimiento de la rueda que sube /
siguiendo la espiral como camino de perfeccin? O se trata, en
cambio, del ritmo propio del azar, donde lo repetido es aleatorio,
impredecible y arbitrario, y no responde a causa alguna? Y entonces el
principio mismo de la vida, que enciende el deseo, es resultado de la
ley o del azar? All irrumpe en la dialctica de la poesa de Gola la
instancia de sntesis como nueva afirmacin: la ley natural no responde
al caos ni a lo casual, sino al orden de los ciclos y a la prevista
repeticin, como agente de lo mutable. Porque una vez que los
elementos / se encuentran / persisten en su repeticin / y lo casual /
se desvanece. El eterno retorno de lo mismo rige entonces el cosmos: la
lluvia anunciada, el eclipse previsto, la mariposa que vuelve, la
golondrina que regresa. La espiral es la figura y en el poema se
reencuentra el carcter doble de la retoma:
repeticin repeticin
metamorfosis
En ese punto de autoconciencia del poema aparece el sujeto del
poema que dice yo. Vase que en la totalidad de un centenar y medio
de versos previos del poema Rotacin haba cierta impersonalidad o el
uso del nosotros. Pero aqu aparece un yo personalizado, que atestigua
en la experiencia ntima y en el aire del cielo abierto, en el movimiento
de las aves expresin del psiquismo ascensional los giros de la
regresin:
miro el cielo en el atardecer / de invierno / desde la
ventana / veo pasar / las nubes y los pjaros / crculos areos / que se
desplazan / bandadas que viajan en lo alto / contra la luz.
En el final del poema est la imagen del cielo alto, observado,
contemplado, resplandeciente en su luz, persiste y se renueva y es,
siempre, inagotable refugio.
La imagen inmemorial
Pero cul es el contenido del retorno en el poema, el sentido posible
de las retomas? Esa instancia personal de los versos finales de
Rotacin preparan el intimista poema siguiente, recuerdo borroso,
que habla de esos hechos que persisten bajo una curiosa forma que
bien podramos llamar inmemorial. Se tratara de una apariencia que el
poema sostiene: una especie de forma vaca tramada por el olvido. El
texto comienza: No puedo / con mi mala memoria / rememorar como
lo hizo Ashbery con el suyo- / a la gente interesante de mi pueblo /
quisiera hacerlo / pero se me fueron los nombres / los gestos
las
palabras. All est, bajo esa forma paradjica, lo que permanece y
vuelve, pues lo que apenas se recuerda borrosamente son los das
fulgurantes. Gola reconstruye con una enorme sutileza lo que resta en
los intersticios de lo que no puede ser recordado: unas tenues imgenes
que conservan toda su potencia lrica a causa de su propia precariedad,
un vacilante registro de sensaciones, de percepciones fugaces que la
palabra evoca y a la vez conserva desdibujadas, desvanecindose: las
carreras cuadreras, una fiesta de pueblo, el campo abierto, un pelea a
cuchillo, las casuarinas, la fragancia del aserrn Se trata de un
mundo imaginario, que regresa bajo esta sola condicin: si escarbo en
la memoria / si desciendo / para atrapar la imagen / de aquella gente /
nada traigo a la superficie / todas / o casi todas / estn definitivamente
/ borradas. Lo cual revela el verdadero elemento de lo que regresa en el
retorno: una imagen. Desde un lugar completamente inesperado, Gola
alcanza el sentido paradjico y profundo de la imagen en su vuelta. Dice
el poema: de all deriva / pienso ahora / toda permanencia / qu
ms? // no hay gente detrs / hay slo un gran vaco / que marca /
una incisin / un corte / que vuelve / vuelve / y decide. Se trata del
retorno de una paradjica imagen inmemorial, es decir, de una imagen
muerta en tanto recuerdo pleno recuerdo borroso, imagen borrada,
porque nada traigo a la superficie pero imagen activa en tanto
palabra recortada en ese vaco de memoria, que vuelve slo bajo la
forma de un imaginario potico.
A su modo Gola reanuda aquello que enunci Dino Campana hacia
1916: En el giro del vertiginoso eterno retorno, la imagen muere
inmediatamente Y adems: este recuerdo que no recuerda nada es el
recuerdo ms fuerte. Giorgio Agamben analiza estos fragmentos en su
ensayo La imagen inmemorial y los vincula precisamente al modo de
darse el eterno retorno de lo Mismo (ewige Wiederkehr des Gleichen)
Nietzsche. Se tratara de una voluntad de semejanza, ya que
etimolgicamente lo Mismo, lo idntico (das Gleiche) se halla vinculado
a lo anlogo, la figura, la apariencia, lo parecido. En el eterno retorno de
lo Mismo sera, en ltima instancia, no una materia lo que retorna, sino
una imagen. Pero una imagen particular: una imagen inmemorial,
porque es imagen de nada, en tanto propia autorreferencia del sujeto.
Agamben observa que de hecho la voluntad de potencia es una voluntad
de
semejanza,
sin
objeto,
en
consecuencia
perfectamente
autorreferencial: el fundamento abismal de la subjetividad como
autoafeccin pura, esto es, una pasin de s. El sujeto es afectado por s
mismo: se padece, se apasiona y se abre al mundo. Pero la pura
pasin es por ello mismo inmemorial: la imagen que retorna no puede
ser recordada. As Agamben recupera la reflexin del poeta Campana:
El Gleich, la imagen que retorna en forma perpetua, no puede ser
recordada. Su eterno retorno es su pasin, en la que entre la
escritura y su cancelacin no hay, escribe Nietzsche, tiempo alguno,
kein Zeit. En este sentido Campana tena razn cuando escribe que
en el giro del vertiginoso eterno retorno, la imagen muere
inmediatamente. Como imagen de nada, el Gleich desaparece en su
mismo mantenerse, se destruye por su propia salvacin. Pero, para
retomar una vez ms la expresin de Campana, este recuerdo que no
recuerda nada es el recuerdo ms fuerte.8
Acaso no sea forzar demasiado el pensamiento hallar este aspecto en
la poesa de Gola y en la idea misma de retoma. Y la clave son los dos
poemas que continan a Rotacin y que deben leerse, tal vez, como
dos comentarios que complementan el poema inicial, con lo cual esa
seccin primera obrara como una vasta arte potica. En cierto modo,
recuerdo borroso obra con esas imgenes en las que hay slo un gran
vaco, que vuelven y vuelven y son el fundamento de la permanencia.
Conforman, en el poema, ese inagotable refugio del yo potico, que as
construye su morada autorreferencial, autoafectiva, para abolir el
tiempo en la luminosa perfeccin del objeto artstico. Por ello la imagen
ideal de ese sujeto es la del poema que sigue a recuerdo borroso y que
comienza con el caracterstico significado de irrealidad del tiempo
subjuntivo: me hubiera / gustado / a m tambin / como aquel viejo
/ de Wallace Stevens / en China sentado / bajo un pino / refugiarme /
bajo un rbol cualquiera / bajo / un sauce / o un fresno / a reposar /
y repasar / momentos / vividos. Alude al primer poema de la serie Six
significative landscapes, aparecida en Harmonium, de 1923, que
comienza: An old man sits / in the shadow of a pine tree / in China
(Un viejo est sentado / a la sombra de un pino / en China). Aqu
concurre una trama propia del imaginario de Gola: la enunciacin de
un hecho que no sucede o que no puede ser recordado y que sin
embargo se describe; la idea de refugio o morada unida al decir potico;
la figura del rbol motivo del psiquismo ascensional y en especial la
Giorgio Agamben, La imagen inmemorial, en La potencia del pensamiento,
Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2005, p. 435. Vase tambin el ensayo
Tradicin de lo inmemorable (pp. 189-210).
8
del fresno; la nocin de retoma: la vuelta, el repaso de momentos
vividos.
El hombre a la sombra de un fresno abre el poema al despliegue de
su potencia imaginaria, como retorno de imgenes que de hecho son
inmemoriales
y,
paradjicamente,
desaparecen
en
su
mismo
mantenerse como afirmaba Agamben. As el sujeto suspendido, en
reposo, puede dar el salto a la sucesin, porque, como anticipamos, el
reposo es / tambin / un salto. As contempla, en la pasin de s, el
eterno retorno en la imagen de las aves, la vuelta en el vuelo, la vuelta
en las alturas: dejar / que vuelen / las aves / en crculos / muy altos /
y que vuelvan / aquellos crculos. Los cuales, como sabemos, guardan
la forma de una espiral.
La prueba de que se trata de una imagen inmemorial la da el final
del poema. Al comienzo el sujeto aspira a ver, no las alondras / que no
he visto / nunca / sino las bandadas de patos / y bandurrias,
sumergindose en la imprecisa sombra, como lo hacan las aves
vagamente recordadas de un poema de Stevens al borde de la sombra
del pino. Pero este borde es el linde de lo imaginario, no de lo real ni de
la memoria. En el poema se aspira al fin a atrapar, como el viejo de
China, el vuelo de las alondras, aunque esas alondras ni siquiera
existen.9
Se abre aqu una deliciosa confusin que no slo no disminuye la certeza del
poema de Gola sino que lo enriquece con una risuea ambigedad. El poema
de Stevens dice: An old man sits / in the shadow of a pine tree / in China. /
He sees larkspur, / blue and white, / at the edge of a shadow, / move in the
wind. / His beard moves in the wind. / The pine tree moves in the wind. / Thus
water flows / over weeds. (Wallace Stevens, Collected Poems, London, faber
and faber, 1990, p. 73). Literalmente: Un viejo est sentado / a la sombra de
un pino / en China. / Ve una consuelda,/ azul y blanca, / en el borde de la
sombra, / moverse al viento. / Su barba se mueve al viento. / El pino se
mueve al viento. / As el agua corre / sobre la maleza.
De hecho, el viejo bajo el pino en China no ve alondra alguna (skylark
en ingls), sino una flor llamada conslida o consuelda, en su variedad
azul, utilizada en medicina para curar heridas: larkspur en ingls. El
componente lark de ambas palabras (skylark / larkspur) induce la confusin.
El sujeto potico, verdaderamente, no ha visto nunca esas alondras. Pero esto
de hecho confirma la sutileza del poema respecto de la imagen inmemorial que
venimos describiendo, en la tensa ambigedad de rememoracin y olvido, de
signo y vaco en la perfeccin de lo imaginario.
9
Es decir, el recuerdo, tramado de olvido, de una imagen que no ha
sido vivida en lo real, sino en lo imaginario, mediante la lectura del
poema de Stevens, corresponde de hecho a un sujeto autorreferencial.
Se trata al fin de que en el poema vuelva el vuelo de las alondras , o el
grito agudo / de los pavorreales. Veladamente hay all otra alusin a
Stevens. Se trata del clebre poema Domination of the black, tambin
recopilado en Harmonium, que finaliza And I remembering the cry of the
peacocks, (Y recuerdo el grito de los pavorreales) y donde se halla la
imagen de las hojas que caen y se repiten girando en el viento, muy afn
a la poesa de Gola.
Desde esa orilla, desde ese borde, la imagen retorna en un instante
resplandeciente de perfeccin, atemporal y nica. El poema finaliza:
estaban all / en reposo / y vuelven / perfectos / soberanos /
imborrables. Obsrvese que este ltimo adjetivo es exactamente lo
contrario de aquellos recuerdos del poema anterior, calificados de
borrosos y sus imgenes de borradas. Esas imgenes, que son
recuerdos que no recuerdan nada, ya que ni las alondras ni los
pavorreales han sido vistos verdaderamente, son las soberanas
imgenes inmemoriales que se retoman en el poema. Retomas perfectas
que saltan la sucesin: vuelta, eterno retorno del poema a los das
luminosos donde el tiempo se suspende.
El lugar del paraso
Los poemas de la segunda seccin de Retomas aluden, en general, al
acto mismo del poetizar. El primer poema de las serie, Islas, es una
perfecta metfora de la imaginacin area de Gola. Por cierto no hay
dudas de que esas islas que derivan en el cielo vaco son las nubes,
pero, en tanto nubes, son, a la vez, metfora de las palabras como
signos en rotacin en el blanco de la pgina para usar la feliz imagen
de Octavio Paz. Esta duplicidad metafrica ya es anunciada como clave
en varios de los poemas del libro, pero especialmente en el poema que
sigue a Islas. All se lee: nada hay ms / que el poema; o bien, ms
explcitamente: el tema del poema / es el poema / () / aunque hablas
/ de los rboles / o del destino / incierto.
El acto de poetizar tiene as dos aspectos: uno es la apertura al
mundo y aqu aparece la reiterada imagen del poeta ante una ventana
abierta desde donde / palpar el aire / recibir la luz. El otro, menos
afirmativo, corresponde a esa dubitacin, a esa perturbacin del poeta
que suele reconocer la incertidumbre, unida a su espera y a su
voluntad creativa: un poema se aguarda en un grvido vaco, aquella
apertura que consiste en el reconocimiento de una energa a partir de
la cual algo tendr lugar en las palabras. Debe transferirse al
lenguaje escribi Gola algo que es ms oscuro que la palabra, que es
anterior a ella, y como es de naturaleza diferente no encuentra con
facilidad su cauces.10
De esos cauces, de esas manifestaciones fugaces que se desvanece,
de esa energa, esos arrebatos que pasan y pasan como una rfaga,
versan varios poemas del volumen, en especial los de la seccin 3.
Como lo teoriz en varios fragmentos de Prosas, Gola cree en una
energa originaria y previa al poema, que le otorga a ste un poder de
revelacin antes que un conocimiento conceptual. En el estado naciente
del poema habra una composicin de naturaleza rtmica para no
dilapidar esa energa: se trata de una prosodia significativa unida a la
cadencia de la lengua materna, inscrita tanto en el lenguaje hablado
como en una tradicin cultural. Esa tradicin es histrica y se renueva
en el presente, de all que Gola considere que la escritura actual de
formas caducas (por ejemplo la del soneto) no sera ms que un juego
retrico. Para Gola poeta conceptual aquello que llama trabajo
potico no derivara de una decisin voluntaria e intelectual, sino,
paradjicamente, de un impulso oscuro que luego el texto preserva y
organiza: el poema, escribe, no sera la consecuencia de un plan
aplicado con rigor, sino, ms bien, el resultado de un proceso
10
Hugo Gola, Prosas, Crdoba, Alcin editora, 2007.
accidentado, tortuoso, apegado siempre al impulso, al encuentro
imprevisto.
As estos poemas invocan un linde que se traspasa para que aquello
que va del adentro al afuera tenga lugar. Pero esa manifestacin es
fugaz, titubeante, huidiza, inaferrable como la sombra de las hojas,
manchas vibrantes en el suelo movidas por el viento. Llega de pronto
bajo la forma de una agitacin, de un aliento a punto de quebrarse, en
el sonido que expande como un aura sonora la irrupcin. Otra metfora
posible: las palabras del poema son como las hojas que caen, alteran el
vaco, introducen en la claridad del medioda un salto inesperado y al
finalizar su vuelo ese momento de gracia y levedad que conserva la
huella de la energa primera tocan la tierra, alcanzan gravidez y
sonoridad y as descienden, condescienden al mundo.
As algo retorna como epifana en las palabras y en el ritmo del
verso, algo que forma parte de una vibracin de la lengua, una energa
particular y densa, una perturbacin encarnada en algo ms que la
voluntad de nombrar y que la desborda. Eso que asciende en la pgina
en blanco, eso que permanece y perdura alcanzara una objetividad
dada por las formas del mundo y por las formas del lenguaje: as en el
tiempo del poema acontece un retorno eterno de las imgenes, pero no
sostenidas en el monumento sino en el habla misma, las voces y los
sonidos, como aire, como pneuma, proferidas en el ahora del aqu, el
lugar exacto de la apertura del lenguaje. Es el viento que aqu habla,
como en el poema de Pound citado por Gola: aqu / aqu / dejemos
hablar / al viento / lo dijo Pound / ese es el paraso.
Aqu mismo
Aqu. El dectico designa el verdadero lugar del paraso: aqu / en
esta fruta / el paraso / en este cielo / alto y vaco. Ese paraso es este
paraso aqu mismo, redunda el poema. Aqu, ste es el lugar abierto en
y por la poesa. Como un eco del ambiguo inicio del libro (quiz no sea
ste el lugar / ni tampoco el tiempo), la manifestacin del paraso no
puede tener lugar sino en el lenguaje, en el blanco de la pgina alto
cielo vaco de la imaginacin area. El lugar donde se inscriben los
signos del poema, en la voz donde se encarna la prosodia de un decir
lrico: el sitio de la permanencia donde se hace una incisin, un corte
que vuelve y vuelve. Inscripciones, trazos que siguen una iteracin,
una manifestacin regular o iscrona: toda vuelta, toda rotacin, toda
retoma es un ritmo.
Lengua rtmica, en movimiento, donde cada palabra sea como un
pulso, un eco, un hito, una piedra imn: un trazo / un trozo / un tono
/ un toque / un punto que vibra / una lnea / que vuela / una mancha
/ de sombra / un crculo / puro / aqu / o en el cielo. As el conjunto
de los signos forman una constelacin, un espacio orientado que se
abre en la pgina para manifestar lo que persiste en el ser, el esplendor
de lo dado. Como si el poema generara sus depsitos, sus huellas, como
si cercara en cada una de las palabras su propio lmite significante para
que se consagre una plenitud de sentido. Por ello el lenguaje mismo
forma parte de esta retoma: reanudar constantemente su acto de
instaurar sentido o, da lo mismo, escarbar el secreto, constatar en el
poema la resonancia ltima de lo real, ya que penetrar lo real y
descubrir su significado fue siempre la tarea del artista escribi Gola
en Prosas.
No es entonces el ahora, sino el aqu del poema donde (por acaso)
retorna lo real bajo la forma repetida de una imagen inmemorial. All
donde la palabra, como la nube o el ave, reanuda el vuelo. Y aqu
resuena el imaginario propio de Gola: pjaros y rboles, cielo y vaco. El
fresno del poema recuerda otra vez la imaginacin area que haba
descrito Bachelard: todo soador dinamizado recibe el beneficio de su
imagen verticalizante, la fuerza evidente que lleva una vida terrestre al
cielo azul y, al mismo tiempo, el rbol que es el ser del gran ritmo, el
verdadero ser del ritmo anual. En Gola hallamos estos rasgos y la
especificidad de las hojas que crecen, ascienden y caen, que vibran y
giran movidas por el viento, que dan una sombra temblorosa bajo la luz
cenital del da y, especialmente, que pueden unirse, material y
simblicamente, a la hoja del libro: por qu llamar / hoja a la que es /
hoja / la que vuela / se arrastra / o se agita / en el viento ()/ y
tambin a / este espacio blanco / seco, plano, se pregunta.
En toda la obra de Gola se halla una pareja conviccin de esa
potencia de la poeticidad y al mismo tiempo de la precariedad del
trabajo potico, del peligro seguro del fracaso en la distraccin, la
ignorancia o incluso la porfiada caducidad del cuerpo para poblar de
niebla el camino de los das. A menudo el poema mismo es testimonio
de esa tensa ambivalencia. Ello supone que el trabajo potico puede
fracasar o ser insuficiente para alcanzar la verdad de las cosas en la luz
del sentido, pero ello no supone el descrdito del orden mundano. Pero
en la poesa de Gola tambin se abre la incertidumbre sobre el sentido
de la existencia. Todava estn por explorarse las notables coincidencias
de su potica con la visin de mundo de Juan Jos Saer, con el cual el
poeta tuvo innumerables lazos amistosos, literarios y ticos. Sin ir
muy lejos, la lectura de esta frase de Gola: el intento por descubrir un
sentido a la existencia humana tiene al fin una respuesta desoladora: la
vida humana carece de sentido, o lo que es lo mismo, tiene solamente el
sentido que nosotros le asignemos, tiene un espejo cercano en esta
frase de la novela pstuma de Saer, La grande: despus de la muerte
de los dioses () los hombres estaban empezando a comprender que
sus actos carecan de significacin, pero que cada uno poda, si quera,
creando un orden propio, darles un sentido.11
Cabe la posibilidad cierta de que el mentado secreto trascendente
del mundo acaso no exista, porque no hay significado posible en su
mecanismo, salvo la lgica del caos, y en consecuencia el destello de la
palabras, as como la compleja arquitectura de las religiones, o las
vastas derivas de la filosofa, se conformen apenas en el lbil linde de lo
ilusorio. Y acaso no exista ese universo ordenado del cual pueda
predicarse
siquiera
su
dominio
sobre
la
existencia,
sino
un
inconmensurable y ciego azar. En ese caso las palabras no son el
indicio de aquello que ser descubierto en lo real, sino una promesa de
sentido, a modo de refugio y consolacin para resistir la inexpresable
11
Juan Jos Saer, La grande, Buenos Aires, Seix Barral, 2005, p. 137.
nada. Esta tensin produce un efecto expresivo que se combina con la
particular disposicin de los poemas de Gola en la pgina. La
ambivalencia vuelve la poesa particularmente restrictiva, en el sentido
de que no hay posibilidad de manifestar una expansiva fe en la lengua,
ni siquiera en las derivas del significante. En ese caso el tono de la
poesa de Gola es el de una restriccin o una reserva -contencin lo
llam Eduardo Miln que radican en una concentracin agudsima.
Por lo tanto la poesa se vuelve cada vez ms despojada y su ritmo, a lo
largo del libro, se limita a versos de dos o tres slabas, de una, dos o
tres palabras, como si se dispusieran de un modo creciente en un
delgado surco que atraviesa el blanco de la pgina en mrgenes
irregulares. La figuracin icnica del poema a lo largo del libro no hace
ms que acentuar este rasgo, como si el surco de palabras se afinara
ms y ms. Ello redunda en una falta de nfasis y en una ostensible
autolimitacin, como si el poema apenas saliese de un silencio inicial y
se apresurara a agotarse y disolverse en el vaco. Pero ese rasgo
produce al mismo tiempo un fenmeno particular: la sola visin del
poema de Gola permite vislumbrar cada palabra como si fuera una
inscripcin indeleble y luminosa, como si estuviese all en el ms alto
sentido de la nominacin. La palabra no se confunde sino que se asla
en la contundencia de su trazo y as el referente parece iluminarse con
el blanco de la pgina que lo sostiene ante los ojos:
flores rojas
sobre un fondo
verde
y atrs
lejos
un cielo bajo
con manchas
negras
As se crea esa paradoja: la reticencia misma de la expresin
vuelve ms verdadero el poder de su creencia. Es por ser escasamente
afirmativo y manifestar la precariedad, que el poema se vuelve
convincente. La aparicin de los objetos naturales como figura
referencial
adquiere
as
una
inminencia
de
vida,
de
concreta
dominacin, aunque sea ficticia, ya que el verdadero tema del poema
es el poema.
La palabra vive en el retorno del poema, all donde el aire habla de
nuevo, donde vuelve el rbol, el vuelo vuelve, donde el paraso tiene,
verdaderamente, lugar.
Jorge Monteleone
APNDICE
Hugo Gola, Rotacin, en Retomas, Crdoba, Alcin, 2008, pp. 29-39.
Rotacin
quiz no sea este el lugar
ni tampoco el tiempo
se necesita algo ms
que la disponibilidad
o el deseo
otra energa
para desbaratar
la inercia
de una vez
y saltar fuera de los sucesos
entrar en una franja distinta
donde no sea posible
el retroceso
ni la divagacin
y donde
se encuentren
restos del pasado
que aun palpita
floreciendo en silencio
a partir de esas piedras
que todava respiran
aunque parezcan muertas
a los ojos que miran
distrados
recuperar
recuperar
para dar ahora
en los tramos finales
algunos pasos
sin titubeos
uno debe aguardar
algn hecho
que ahorre la decepcin
y el desnimo
la luz mortecina
se apoya ahora
en la ventana
y la ltima claridad
ya no entona
ni sostiene
quiz no es el momento
todava
quiz haya que esperar
un poco ms
como espera el ave
que la tormenta amaine
pero ciertamente no son slo
los restos del pasado
no es slo la piedra
el rbol
o el esqueleto enterrado
sino algo impalpable
pero que sin embargo persiste
en la mitad del camino
o la ciudad
no es la rueda inmvil
o el punto fijo inicial
tampoco la vuelta repetida
el crculo desplazado
por la floracin
que se renueva
o la lluvia que inunda
las estaciones
sino algo que se descubre
a lo largo de la marcha
con sus idas y vueltas
que deja marcas
como las deja el ro
en sus crecidas y bajadas
algo muy tenue
que se prolonga
ms all de la apariencia
nadie querra vivir
en el tiempo pasado
aunque el nuestro sea
bien mirado
el de la desolacin
y el exterminio
el tiempo que deshace
a su paso
los ros los bosques
las aves son abatidas
por un aire sulfrico
es la espiral
la que sin pausa asciende
los anillos se agrupan
y expanden a partir
de un ncleo
como sucede en los
crculos del fresno
no podemos quedarnos
en el parpadeo que
obstruye la visin
ms arriba
ms alto
a partir del cimiento
que no cede
de las piedras
y mojones sutiles
que una y otra vez
recuperan las voces
distantes de la tribu
estamos todava en suspenso
la maana de invierno
expande una niebla
griscea y persistente
que borra de pronto
perfiles y contornos
los rboles se inclinan
sumisos
al peso de las gotas
hay una pausa en el aire
un reposo seguramente
pasajero
los atajos son el silencio
de un despliegue interminable
no basta acaso saber
lo que sabemos?
el encuentro del pjaro
y el aire (la disputa de siempre)
del pez
que fecunda en el agua
de la semilla que el viento
arrastra
hasta enterrarla en la humedad
o del semen que encuentra
su destino
penetrando a lo oscuro
la hormiga
la larva
o el gusano
son el sustento de nuestra
arquitectura
baila la luz de la lucirnaga
y busca en la noche
un vrtigo
que la oriente
nosotros tambin
sin saberlo
construimos un andamiaje
ilimitado
piedra
rbol
blanca gaviota
liebre
tigre
voces perdidas en el barro
muertes acumuladas
que no cesan
el camino no lleva
a ninguna parte
la espiral que no cesa
empuja hacia un ascenso
que no acaba nunca
no se deshace el nudo
los huesos enterrados
sustentan la subida
la semilla que encierra
su energa
enterrada en las tumbas
impulsa a nuevos escalones
y detrs del arrebato
y la congoja
hay un pez diminuto
que lentamente sube
a ave y el
delfn que prefigura
un relmpago de luz
tal vez los atajos
sean obstculos banales
y haya vegetaciones
y telaraas
para probar la resistencia
e impulsar el ritmo que
por momentos decae
as como el silencio
no niega la algazara
sino que es su contraparte
enterrada
es este el ritmo del azar?
o es la rueda que sube
siguiendo la espiral?
la espiral del fuego
del humo
ms all de las nubes?
en verdad en verdad
el movimiento no se detiene nunca
cambia de ruta
da saltos
se agita o tiembla
en los labios de la amada
y si no lo hiciera?
si un da se detuviera
si un da dejara de agitar
las selvas y los mares
si slo por un instante dejara
de moverse el movimiento?
dejara de impulsar el ascenso
y la cada?
el azar no tiene ley?
es la suma arbitraria
de sucesos que
de algn modo se combinan
en una relacin inexplicable?
sin embargo
una vez que los elementos
se encuentran
persisten en su repeticin
y lo casual
se desvanece
aquello que empez
con un desorden
poco a poco va encontrando
su destino
que el cuerpo encuentre
en otro cuerpo
los huecos necesarios
para su reproduccin
que el colibr en su aleteo
interminable logre
fecundar a su pareja
que el toro descubra en el aire
el llamado distante de la hembra
que en unos ojos
que brillan en la oscuridad
se encienda la chispa
del deseo
y que aquello que sucedi
una vez
se repita para siempre
que en el relincho ansioso
de la yegua anide la promesa
de un encuentro
es el resultado de la ley
o del azar?
la lluvia llega en el tiempo
anunciado
y el eclipse que oscurece
la tierra fue previsto
con mucha antelacin
la mariposa que vuelve volando
a su refugio
por encima de mares
y montaas
el retorno de la golondrina
aguardado en algn sitio
repeticin
repeticin
metamorfosis
miro el cielo en el atardecer
de invierno
desde la ventana
veo pasar
las nubes y los pjaros
crculos areos
que se desplazan
bandadas que viajan en lo alto
contra la luz
que lentamente
se apaga
tambin los aviones
cruzan el cielo
como las aves
disputan con ellas
el espacio
cielo de invierno
tantas veces
tantas veces observado
desde el alba
hasta el crepsculo
persistes y renuevas
tu resplandor
y tu concordia
cielo alto
vaco
inagotable refugio
recibes la mirada
mientras de nuevo
el sol avanza
HUGO GOLA