EL valle del Cusco, que se extiende desde la cabecera del ro Huatanay
hasta la desembocadura de ste en el Vilca-nota luego de hacer un giro a
la altura
de la laguna de Lucre, fue teatro, a lo largo de cerca de mil aos, de
desarrollos culturales que desembocaron en el nacimiento del imperio
ms poderoso que surgi en Amrica de Sur antes de la llegada de los
espaoles.
Tres son los espacios que se pueden dis-tinguir en este extenso valle: en el
extremo norte, la cuenca del Huatanay, donde se asen-tara el Cusco
incaico; en el extremo sur, la cuenca de la laguna de Lucre, conocida
como Muina o Mohina por los incas y en los primeros siglos de
dominacin espaola; y entre ambos puntos, delimitados por las
gargantas de Angostura y Oropesa, una porcin del valle donde
actualmente estn las poblaciones de Oropesa y Saylla.
Es la cuenca de Lucre, sin embargo, la que en un comienzo fue el ombligo
de esta pe-quea porcin del rea andina que con el tiem-po llegara a
jactarse de ser el "centro del mun-do". El valle de Andahuaylillas, pese a
estar regado por las aguas del Vilcanota, estaba es-trechamente vinculado
a la cuenca de Lucre, de la que lo separan tan slo unos cerros de poca
elevacin.
La riqueza y la diversidad de recursos, as como una posicin en muchos
sentidos estra-tgica, son los factores que explican el protago-nismo de
estos territorios. Tierras productivas en las partes bajas, variedad de
pisos ecolgi-cos, abundancia de especies lacustres, apeteci-ble presencia
de los rizomas de la totora y un clima relativamente suave para el duro
hbitat altoandino, distinguen ventajosamente a la cuenca de otros
espacios de la sierra sur. Por si fuera poco, su posicin geogrfica es a
todas luces favorable para ejercer el control de todo el valle del Cusco, as
como de las partes altas del ubrrimo valle del Vilcanota, desde Andahuaylillas hasta Sicuani, que son la puerta de entrada al Altiplano.
Todo esto debi inducir a los Wari a esco-ger la cuenca de Lucre para
establecer uno de sus ms importantes centros provinciales cuando se
encontraban en pleno proceso de expansin. Piquillacta, una ciudadela
construi-da planificadamente hacia los aos 600 - 650 de nuestra era en
las faldas del cerro Huchuy Balcn, en una posicin dominante sobre la
laguna de Lucre o Muina, es el testigo ms im-pactante del paso de los
Wari por estos lugares, pero no el nico. Sitios Wari se encuentran
tambin defendiendo las entradas a la cuenca por el lado del Cusco y por
el de Andahuayli-llas, as como alrededor de la laguna. Ms an, estudios
realizados en las ltimas dcadas estn encontrando huellas de la
presencia Wari casi a todo lo largo de la parte alta del valle del Vilcanota,
desde el sector de Andahuaylillas hasta San Pedro de Racchi y las
inmediaciones de Sicuani, unos ciento cuarenta kilmetros al sur del
Cusco.
Gordon McEwan, que ha dedicado aos al estudio de lo que l llama "el
gran Piquillac-ta"; es decir, el conjunto de sitios Wari que en la cuenca de
Lucre estn claramente nucleados alrededor de la ciudadela, ha llamado
la aten-cin sobre algunos de los rasgos ms impre-sionantes de sta,
empezando por su tamao y forma. Por su extensin, en efecto, alrededor
de dos kilmetros cuadrados, Piquillacta es casi tan grande como el Cusco
incaico. Ms impac-tante an es la rgida forma geomtrica del sitio, que,
a decir de McEwan, vista desde el aire semeja una parrilla colocada
dentro de un rectngulo casi perfecto.
El nombre quechua con el que se conoce actualmente este sitio
arqueolgico, "pueblo de pulgas", es tardo y quizs se deba a otra de sus
intrigantes caractersticas: la presencia de ms de setecientas pequeas
estructuras individuales dentro de un bloque principal de 745 por 630
metros. Como si se tratara de un gigantesco e intrincadsimo laberinto,
son po-cos los corredores que conectan estas estruc-turas y escaso
tambin el nmero de puertas y ventanas, con el agravante de que
muchos de estos elementos se encuentran en recintos rodeados por otros
ms grandes que carecen de vanos de acceso.
Cerca de dos siglos dur, segn los estu-dios de McEwan, la ocupacin
Wari de Piqui-llacta. De los aos 800 - 850 datan efectiva-mente las
ltimas construcciones y un siglo despus, hacia los aos 950-1000 de
nuestra era, el sitio fue definitivamente abandonado y as ha permanecido
hasta el presente.
Los datos arqueolgicos muestran que al momento de la conquista Wari
dos culturas se estaban desarrollando en el valle del Cusco, una en el
norte, en la cuenca del Huatanay, y la segunda en la cuenca misma de
Lucre y en los sectores adyacentes de Andahuaylillas y Huaro. La
cermica de la primera de estas culturas ha sido bautizada por los
arquelogos como Qotakalli y la de la segunda como Lucre. Anterior a la
Lucre y con un rea de distribu-cin muy similar, se ha encontrado una
cer-mica bautizada como Chanapata.
Los dos o tres siglos de presencia Wari en la sierra sur resultaron
definitorios para los grupos humanos que la poblaban. De hecho, por la
influencia de Wari en la cermica Qota-kalli surge, en el norte del valle,
la Killke, que, como es casi consenso entre los especialistas a raz de las
investigaciones realizadas en los ltimos aos, es el antecedente inmediato
de la cermica Inca. La cermica Lucre, por su parte, muestra tan fuerte
influencia Wari que los especialistas la han dividido en dos varian-tes
bsicas, una contempornea a la Wari y que la imita en mucho y otra
posterior, que man-tiene todava huellas de la influencia Wari pero se
acerca al mismo tiempo a la cermica Killke.
Mucho ms determinantes para los ulte-riores desarrollos culturales en el
valle del Cusco resultaron, sin embargo, aspectos tales del Imperio Wari
como su avanzado sistema de organizacin y manejo de recursos, as
como las redes de caminos construidos para conectar la capital imperial
con centros regionales como Piquillacta.
Tras el derrumbe Wari, pasaron otros dos o tres siglos aproximadamente
antes de que en la cabecera del valle del Cusco surgiera, hacia el ao
1200, un seoro que en un comienzo convivi y rivaliz con varios otros
casi iguales en podero y que luego fue fortalecindose poco a poco hasta
resultar dominante primero en todo el valle y luego en toda la regin
cusque-a. Se trata precisamente de ese grupo huma-no que era portador
de la cermica que los arquelogos han bautizado como Killke y que tom
el nombre de Incas.
Como hombre poderoso que quiere olvi-dar sus races humildes, los Incas
en algn momento de su historia, probablemente a partir del reinado del
gran Pachactec Inca Yupanqui, se adjudicaron un origen externo al valle
del Cusco y, por lo mismo, marcaron dis-tancia con los otros grupos
tnicos o seoros que durante varios siglos haban marchado codo a codo
con ellos, contentndolos a lo sumo, como veremos ms adelante, con
espe-ciales privilegios como el considerarlos ore-jones.
Esta es la razn por la cual las disciplinas histricas, que se apoyan en las
crnicas y otros documentos, tienen tantas dificultades para explicar el
origen de los Incas, obscure-cido por mitos que han alcanzado tantsima
difusin como el de Manco Cpac y Mama Ocllo o el de los hermanos
Ayar. Esta es la razn tambin por la que resulta sumamente complicado, para el caso especfico de la cuenca de Lucre, compaginar los datos
arqueolgicos con los histricos e etnohistricos.
Con todo, regresando a los aos de sur-gimiento del seoro de los Incas
en la cabecera del valle del Cusco, hay suficiente informacin histrica
para delinear lo que estaba suce-diendo en el otro extremo del valle, en la
cuen-ca de Lucre y en el sector de Andahuaylillas.
Garcilaso es quien proporciona la infor-macin ms valiosa sobre los
grupos tnicos asentados a lo largo del Huatanay y, ms al sur, en las
orillas del Vilcanota, aunque atribu-yendo la fundacin de sus pueblos al
designio del primer inca, Manco Cpac. Dice el cronista mestizo:
"Al medioda de la ciudad se poblaron 30 a 40 pueblos, 18 de la nacin
Ayarmaca, los cuales se derramaban a una mano y a otra del camino real
del Collasuyo por es-pacio de tres leguas de largo, empezando del paraje
de las Salinas, que estn una legua pequea de la ciudad. Los dems
pueblos son de gentes de cinco o seis apellidos, que son: Quespicanchi,
Muina, Urcos, Quhuar, Huruc, Cauia." (Co-mentarios Reales. Libro
I, cap. XX)
El anlisis crtico de la informacin pro-porcionada por Garcilaso y otros
cronistas ha llevado a los especialistas a sostener que efectivamente en
tiempos de los primeros incas la cuenca de Lucre era el centro de una
alianza de Muinas, Quiguares (los Quhuar de Gar-cilaso), Huaro
(Huruc en Garcilaso) y Urcos; es decir, de los grupos tnicos asentados,
res-pectivamente, alrededor de la laguna de Lucre o Muina, en el sector
de Andahuaylillas (terri-torio de los Quiguares) y en los sectores de
Huaro y Urcos.
Ms an, todo parece indicar que los Muinas eran aliados tambin de dos
seoros que estaban inmediatamente al norte de la cuenca de Lucre, en
la porcin del valle que est entre las gargantas de Oropesa y de
Angostura. Uno de estos seoros, el de los Ayarmaca, es nombrado
tambin por Garcilaso, y el otro, el de los Pinagua, es mencionado
repetidas veces por Pedro Sarmiento de Gam-boa y otros cronistas. Los
Pinagua, por lo de-ms, eran vecinos de los Muina pues ocupaban el
sector donde actualmente se encuentra el pueblo de Oropesa.
El comienzo del segundo milenio, es decir los dos siglos que van del ao
1000 al 1200, parece haber sido crucial en el desarrollo de estos pueblos y
a la larga en el de toda el rea andina. Herederos del complejo sistema de
or-ganizacin de los Wari, constituyeron segura-mente pequeos estados
que competan entre s, siendo los ms pujantes y agresivos, por una
parte, los Muina y sus aliados Quiguares o Andahuaylillas, Huaro y
Urcos, y por la otra, el grupo tnico que estaba asentado en la cabecera
del valle y que tomara el nombre de Incas. Segn se infiere de las
crnicas y otros documentos, Pinaguas y Ayarmacas, en este mismo
perodo, habran jugado el rol de amor-tiguadores entre los dos bandos
ms agresivos.
A juzgar por las evidencias arqueolgicas e histricas, en este perodo, al
igual como haba ocurrido durante la ocupacin Wari, la cuenca de Lucre
sigui siendo la ms gravi-tante entodo este espacio. Choquepuquio, un
sitio que se desarroll aproximadamente entre el ao 900 y el 1300 y que
habra sido el pueblo principal de los Muina, supera de lejos, por lo
menos segn el estado actual de las inves-tigaciones, a sitios ubicados en
los territorios de otros grupos tnicos. Gordon McEwan, que ha estudiado
este asentamiento localizado en la entrada a la cuenca, all donde el
Huatanay hace un giro para ir a desembocar en el Vilca-nota, destaca la
combinacin en su arquitec-tura de las tradiciones locales y de la
influencia Wari. A sta ltima se deberan las paredes de gran altura (de
diez a doce metros) y con un corte vertical similar al de Piquillacta, as
como las largas calles o galeras que dichas paredes conforman. Por la
tradicin local, en cambio, habran sido dictados los nichos trapezoidales
de algunas estructuras.
Ecos de la permanente rivalidad entre los Muina y sus aliados, de un
lado, y los Incas, de otro, los encontramos en las pginas de la Historia de
los Incas, de Pedro Sarmiento de Gamboa, as como en Guaman Poma y
otros cronistas. Segn Sarmiento, por temor a los Incas el sinchi de los
Ayarmaca habra ofrecido a su hija Curihlpay en matrimonio a Cpac
Yupanqui. El sucesor de ste, Inca Roca, habra conquistado "con gran
violencia y crueldad a los pueblos llamados Muyna y Pinaua, cuatro
leguas poco ms del Cusco al susueste," y ma-tado a sus sinchis Muyna
Pongo y Uamantopa. Otro sinchi de los Ayarmaca, Tocay Cpac, ha-bra
jugado un papel protagnico en el rapto del pequeo hijo de Inca Roca, el
futuro Yhuar Huaca. Este, al llegar a gobernante, a su vez "hizo gente
contra Mohina y Pinagua y nombr por capitn general a Uicaqurao, su
hermano, el cual conquist dichos pueblos." Siempre segn Sarmiento,
por ltimo, Huiracocha "fue sobre los pueblos de Mohina y Pinagua, que
ya se haban puesto en libertad aunque Yaguar Guaca los haba
destruido."
Huiracocha y sobre todo su hijo Pacha-ctec parecen ser quienes
definitivamente so-metieron a los Muina, Pinagua y sus restantes aliados,
como los Quiguares de Andahuaylillas. Pachactec habra ordenado
incluso arrasar Choquepuquio, el centro principal de los Mui-na, como
parece corroborarlo la evidencia ar-queolgica segn las apreciaciones de
Gordon McEwan. No contento con borrar cualquier huella material del
podero de sus antiguos rivales, el gran edificador del Imperio del
Tahuantinsuyo decidi borrar tambin de la memoria de los pobladores
del valle del Cusco ese largo perodo en que los Incas eran slo uno ms
de los seoros que se disputaban la hegemona en este espacio. En
adelante, la historia oficial del Imperio consignara que los primeros
Incas llegaron a imponerse en estas tierras sea desde el cercano
Pacarictambo, en la actual provincia de Paruro, sea desde el lejano
Altiplano, convirtindolas, con el nombre de Cusco, en el centro del
universo.
Terca, sin embargo, se ha mostrado en este caso la memoria histrica
pues en cierto modo es posible rastrear en crnicas y docu-mentos la
importancia que alguna vez tuvieron los seoros de los Muina, Pinagua y
Ayarmaca e incluso la centralidad de la cuenca de Lucre. Es lo que se lee
entre lneas, por ejemplo, en el relato que hace Guaman Poma sobre el
pri-mer inca, al que llama Tocay Cpac y por otros nombres Capac Inga
y Pinau Cpac, conside-rndolo ms legtimo que Manco Cpac, el primero de la dinasta cusquea segn las versio-nes ms difundidas de la
historia del Tahuan-tinsuyo. Tocay Cpac fue, recordemos, un sin-chi de
los Ayarmaca y Pinau Cpac puede ser el sinchi de los Pinagua.
Ms transparente an resulta un mito relatado por Garcilaso que
relaciona el origen de los Incas con la aparicin en Tiahuanaco de un
hombre tan poderoso que "reparti el mun-do en cuatro partes y las dio a
cuatro hombres que llam reyes: el primero se llam Manco Cpac y el
segundo Colla y el tercero Tcay y el cuarto Pinahua." Al primero en esta
repar-ticin le habra tocado la parte septentrional y al segundo la
meridional. El levante fue para Tocay y el poniente para Pinahua. "Dicen
que de este repartimiento del mundo naci despus el que hicieron los
Incas de su reino llamado Tahuantinsuyo", puntualiza el cronista mestizo
al rematar su relato.
Tal vez no sea casual, como ha hecho notar el arquelogo cusqueo
Alfredo Valencia, que si se toma la laguna de Muina o Lucre como centro
de la distribucin espacial que presenta el mito, el Cusco, que puede ser
rela-cionado con Manco Cpac, efectivamente que-da al noroeste, y el
Collao, que se relaciona obviamente con Colla Cpac, queda al sudeste.
Parte de los territorios de los Pinagua y los Ayarmaca (Tcay), aquellos
que se extendan a lo largo del Vilcanota desde Huambuto a Calca,
quedan efectivamente hacia el levante, en direccin noreste. Slo un actor
no estara representado en esta divisin, los propios Mui-na y sus aliados:
Quiguares o Andahuaylillas, Huaro y Urcos. Se deber esto a que se
cum-plieron en parte los designios de Pachactec de menoscabar su
importancia en la memoria de los pueblos que integraban el
Tahuantinsuyo?
Es poca la informacin histrica referida especficamente a los
Quiguares, ese pueblo que se enseoreaba sobre el sector de Andahuaylillas, y escasa an la investigacin ar-queolgica. No es posible, por
ello, determinar con certeza cul fue su pueblo principal, como s se ha
hecho, por lo menos al nivel de hip-tesis con bastante grado de
acercamiento, para el caso de los Muina, que, como se ha dicho, tuvieron
su centro en Choquepuquio, y de los Pinagua, que lo tuvieron donde se
levanta el actual pueblo de Oropesa.
Con todo, recientes trabajos de tesis de jvenes arquelogos cusqueos
permiten esbo-zar un panorama del valle de Andahuaylillas en tiempos
anteriores a la presencia hispnica. Machuhuasipata, un conjunto de
recintos y andenera que ocupa aproximadamente cinco hectreas al
sudoeste del pueblo de Andahuay-lillas, subiendo por la quebrada del ro
Manco, y Antahuaylla, grupo de estructuras y andenes ubicados en las
laderas del cerro del mismo nombre, a poco ms de medio kilmetro al
nor-oeste del poblado, son sitios que debieron tener importancia en
tiempos prehispnicos. Ambos muestran evidencias de haber estado
ocupados desde antes de la invasin Wari y en Anta-huaylla es ms
notoria esta ltima presencia. Machuhuasipata, en cambio, por su
estratgica ubicacin que domina toda el valle y por su extensin, pudo
haber sido el pueblo principal de los Quiguares. Tal vez de aqu incluso el
nombre con que se conoce el sitio: "casa vieja o de los antiguos en un
promontorio."
Soc (o Cementerio), Racacunca, Pata-cancha, Pucaramoco y Ypac son
otros sitios que los arquelogos han podido ubicar en el valle de
Andahuaylillas, pero sin lugar a dudas mucho mayor inters revisten el
actual poblado mismo, que muestra trazas de ocupacin incai-ca, y las
canteras de Rumicolca, que al parecer fueron explotadas desde la poca
preincaica.
Las canteras estn ubicadas, con relacin a Andahuaylillas, en la margen
opuesta del ro Vilcanota, en las inmediaciones del actual poblado de
Piipampa. Antes de los Wari, los pobladores del lugar utilizaban la
piedra para fabricar instrumentos como puntas de flechas y cuchillos,
actividad que, a juzgar por las evi-dencias arqueolgicas, se realizaba a
pequea escala. En tiempos de la presencia Wari, los grupos locales
aprovechan el material para construir viviendas. Muestra de ello son
algu-nos paramentos de mampostera rstica de andesita gris y roja
encontrados en el rea mis-ma de las canteras. Es, sin embargo, con los
Incas que empieza una explotacin a gran escala de Rumicolca, actividad
favorecida por el hecho de que, como sealan quienes han estudiado el
sitio, la extraccin de la andesita no presenta grandes problemas tcnicos
pues las rocas aparecen suficientemente fracturadas en un estado natural.
Son numerosas las referencias de los cro-nistas sobre las canteras, como
sta de Betan-zos que hace mencin a la edificacin del Coricancha o
Templo del Sol como parte de la reconstruccin del Cusco emprendida
por Pachactec Inca Yupanqui:
"El mesmo por sus manos con el cordel midi e traz la casa del sol e
habindola trazado parti de all con los suyos y fue a un pueblo que
dicen Sallu que es casi cinco leguas de esta ciudad que es do se saca la
cantera y midi las piedras para el edificio de esta casa y ansi medidas de
los pueblos comarcanos pusieron las pie-dras que les fue sealadas y las
que fueron bastantes para el edificio de esta casa" (Juan de Betanzos.
Suma y narra-cin de los Incas, cap. XI)
Seguramente eran los Quiguares quienes por orden de los Incas se
ocupaban de la ex-traccin de la piedra. Lo cierto es que hasta el da de
hoy los pobladores del distrito de Anda-huaylillas tienen fama de diestros
canteros y se dedican a la extraccin de este material y a la fabricacin de
losetas, adoquines para el pavimentado de calles, batanes y cruces.
A falta de referencias en crnicas y docu-mentos, son los bloques de
andesita finamente labrados los que proclaman la presencia de un sitio
incaico en el territo-rio que actualmente
ocu-pa el poblado de Anda-huaylillas. De la cantidad de estos elementos
que se aprecia en la fachada de la iglesia, as como en las graderas del
atrio y en el interior del templo, se puede deducir que pudo tratarse de
una huaca o de un usno o plataforma ceremonial. El de Anda-huaylillas,
por lo dems, no sera un caso aislado pues fue prctica comn en los
primeros tiempos de la presencia hispnica, sobre todo en la regin
cusquea, el reemplazar los centros ceremoniales incaicos por templos
cris-tianos.
Un recorrido por las calles de Andahuaylillas permite apreciar que no
slo en la iglesia fue reutilizada la piedra de factura incaica. Las portadas
de muchas casas y los zcalos de las paredes de adobe tambin se
beneficiaron de este material. Adems, elementos ms grandes como
antiguos dinteles son usados hoy como asientos en el interior de las
casonas o como puentes para atravesar las acequias que discu-rren por el
poblado.
Sealemos, antes de entrar a otro mo-mento crucial en la vida de
Andahuaylillas, el de la presencia espaola, que probablemente cerca del
actual poblado pasaba el camino incaico al Collasuyo, cuyo trazo segua
el curso del Huatanay hasta los tremedales que rodean la laguna de Lucre
o Muina y desde aqu, tras cruzar por la imponente portada de
Rumicolca, remontaba el curso del Vilcanota. Sobre esto da cuenta Cieza,
haciendo referencia de paso a la portada y canteras conocidas con el
nombre de Rumicolca, que se encuentran a relativamente corta distancia
una de otras:
"Digo pues que saliendo del Cuzco por el camino real de Collasuyo se va
hasta llegar a las angosturas de Mohina (...). En Mohina esta vn
tremendal lleno de cena-gales: por los quales va el camino hecho en
grandes cimientos (...). Adelante de Mohina est el antiguo pueblo de
Vrcos: que estar seys leguas del Cuzco. En este camino esta vna muralla
muy grande y fuerte (...). Estaua en esta gran muralla vna ancha puerta:
en la qual hauia porte-ros que cobrauan los derechos y tributos que eran
obligados a dar a los seores (...). Y en esta parte estauan las canteras, de
donde sacauan las piedras para hazer los edificios: que no son poco de
ver." (Pedro Cieza de Len. Crnica del Per. Primera parte, cap.
XCVII)
Los huiracochas en Andahuaylillas
Desde tiempos de Huayna Cpac, uno de los ltimos incas, los sacerdotes
del imperio, alarmados por sucesos inauditos como la muerte de un
cndor en plena fiesta del Sol, la cada de un rayo en el palacio del inca o
un triple halo que rode la luna en una noche clara, venan anunciando la
ruina del Tahuan-tinsuyo. Cuando dcadas ms tarde por el mar hizo su
aparicin una avanzada de barbados extranjeros, bautizados de
inmediato como Huiracochas pues se los relacion con el dios creador del
mismo nombre que haba desa-parecido en las espumas del ocano,
muchos recordaron seguramente esos negros vaticinios y se llenaron de la
ms honda inquietud.
Esta versin indgena de la llegada de los europeos se acerca seguramente
ms al mito que a la verdad histrica, pero transluce, y en eso radica su
valor, el profundo quiebre mental que ocasion en los antiguos peruanos
el choque de dos culturas de desarrollos tan diferentes. Guerras y
despojos de los grupos vencidos fueron una constante en la vida de estas
naciones y se resolvan en alianzas, en el mejor de los casos, o en distintos
grados de vasallaje, en el peor, pero sin que se produjeran fracturas
mentales a raz de la imposicin de un orden absolutamente distinto,
desde la concepcin de la divinidad y del mundo hasta la organizacin de
la vida material y social.
Corto se queda, pues, cualquier intento de dar cuenta de los profundos
cambios que se producen en suelo peruano a raz de la pre-sencia
hispana. Se puede sealar, sin embargo, que una de las expresiones ms
simblicas de las transformaciones que a todo nivel se esta-ban operando
en las primeras dcadas de cho-que cultural, era la edificacin de templos
cris-tianos sobre antiguas huacas o adoratorios incaicos o de grupos
locales, fenmeno que, como hemos dicho, fue muy comn sobre todo en
el corazn del derrotado imperio: la regin cusquea. En otro plano, el de
los cambios en la propiedad de la tierra y en los derechos sobre la mano
de obra nativa, el panorama es ms fcil de esbozar.
Dos conjuntos de documentos de la se-gunda mitad del siglo XVI dan
cuenta, desde este punto de vista, del impacto que caus en el valle de
Andahuaylillas la presencia espa-ola. El primer grupo, hallado en el
Archivo General de la Nacin por Waldemar Espinoza Soriano, son los
papeles resultantes de un plei-to entablado por los indios Pinagua ante el
visitador Diego de Porres para pedir la resti-tucin de unas tierras que les
habran sido arrebatadas por un espaol. El segundo es la Tasa de la
Visita General ordenada por el virrey Francisco de Toledo.
Diego Maldonado, un hidalgo que estuvo con Pizarro en Cajamarca y que
ya al poco tiempo de la cada del Tahuantinsuyo se gan el mote de "el
Rico" pues empez a prosperar mediante la explotacin de sus
encomiendas, la cra de caballos y puercos, as como el co-mercio con la
hoja de coca, es el protagonista del pleito con los indios Pinagua. Una
cdula de merced de tierras firmada en el Cusco por Francisco Pizarro el
primero de abril de 1539 da pie para afirmar que Maldonado efectivamente tom posesin, muy probablemente de manera abusiva, de unos
terrenos en los valles de Lucre o Muina y de Andahuaylillas, adu-ciendo
que estaban abandonados. Tal debe ser la razn por la que hasta en dos
ocasiones el brevsimo documento hace la siguiente salve-dad: "con tanto
que si fueren tierras o estancias de indios y las uolvieran a sembrar o
poblar que se las voluis sin embargo alguno."
En la primera estancia, cercana a Huam-buto, que es donde el ro
Huatanay desemboca en el Vilcanota, Maldonado criaba puercos. La
segunda, que de acuerdo a la cdula de pose-sin se extenda entre
Guascarquguar, Guara-co, Ayaguasi, Salluc y Andahuaylas, fue dedicada a la crianza de caballos. Es esta pro-piedad, a juzgar por sus dos
ltimos linderos, la que ocupaba el corazn del territorio de los
Quiguares. Antahuaylla, recordemos, es el nombre de un cerro y un sitio
ubicado a menos de un kilmetro del actual poblado de Anda-huaylillas.
Sallu o Salluc, por otro lado, como consta en la informacin
proporcionada por Betanzos, era el lugar donde quedaban las canteras de
Rumicolca. Hasta el da de hoy, por lo dems, se trata de terrenos de la
comunidad campesina de Salloc.
El juicio de tierras al que corresponden estos documentos se ventil entre
los aos 1571 y 1572, cuando Diego Maldonado ya ha-ba fallecido
dejando por herederos de sus nu-merosos bienes a su esposa doa
Francisca de Guzmn y a su hijo ilegtimo, el mestizo Juan Arias
Maldonado. Es ste quien sale, por lo de-ms con xito, a defender los
derechos ganados por su padre. Lo interesante, para el tema que nos
ocupa, es verificar que hay varios docu-mentos de este pleito firmados en
1571 por Juan Arias sea en el valle, sea en el tambo de Andahuaylillas, lo
cual significa seguramente que el actual poblado todava no haba nacido.
La geografa dibujada por la procedencia de los testigos indios
presentados por los recla-mantes es tambin muy sugestiva: los pueblos
de Muina, Guscar, Yanamanche, ubicados en los valles de Lucre y
Andahuaylillas. An ms importante, para conocer la suerte de los grupos que poblaban estos dos valles, es una in-formacin que proporcionan
algunos indios de edad madura que recordaban sucesos ocurri-dos poco
antes de la cada del Tahuantinsuyo.
As, don Juan Moya, curaca principal del pueblo de Muina, declara que
"en tiempo de Guascar Inga ech todos los indios Muyna de su pueblo e
meti otros indios mitimaes que le sirviesen." Pareciera pues que el
penltimo inca tom como hacienda personal buena parte de las ricas
tierras de los valles de Lucre y Andahuaylillas, lo que explicara porque
apare-cen en la zona topnimos ya trados a colacin como Guscar y
Guascarquguar.
La Tasa de la Visita General del virrey Toledo no es otra cosa que un
intento de cen-sar a la poblacin indgena del virreinato del Per a fin de
establecer con exactitud los tri-butos que los nativos deban pagar a la
corona. Como sealan los especialistas, estos docu-mentos, que en su
mayora datan de 1572, proporcionan valiosa informacin adicional sobre los numerosos grupos tnicos que subsis-tan diferenciados en los
primeros tiempos de presencia hispana.
Para el caso de los Quiguares y del valle de Andahuaylillas, en la Tasa
encontramos por lo menos cuatro referencias interesantes. Es el caso, en
primer lugar, del repartimiento de
Quiguares, que fue encomienda de don Pedro Portocarrero. Por la
cantidad de personas que se censaron en este repartimiento, un total de
1187 entre las que estaban comprendidos 321 tributarios, 99 viejos e
impedidos, 127 mucha-chos y nios y 640 mujeres, debe tratarse de
tierras e indios quiguares, aunque la localiza-cin de las primeras no
fuese necesariamente en el sector del actual poblado de Andahuay-lillas.
El segundo dato a tomar en cuenta es el referido al repartimiento de
Sallo, que estaba encomendado a Garca de Mello de Torres y en el que se
consignaron 1221 personas, de las cuales 202 eran tributarios, 43 viejos e
impe-didos, 330 muchachos y nios y 646 mujeres. Tambin en este caso
estamos sin duda ante indios Quiguares, seguramente los que tenan su
territorio donde se encontraban las canteras de Rumicolca.
Una informacin curiosa la encontramos para el repartimiento de Urcos,
cuya ubicacin corresponde seguramente a la del actual pue-blo del
mismo nombre. Aqu se habla de 1160 personas que seran "indios yngas
Quiguares". Esto corroborrara el status de privilegio que, segn
Garcilaso, los incas concedieron a algu-nos de esos antiguos rivales que
durante un tiempo les disputaron la hegemona del valle del Cusco y de
los territorios circundantes. Dice el cronista, en efecto, que "a las
naciones Muina, Huruc, Chillqui mand que trajesen orejeras hechas
del junco comn (que los indios llaman tutura)". Y aade: "A los tres
ape-llidos Urcos, Ycay y Tampu mand por parti-cular favor y merced
que trajesen las orejas ms abiertas que todas las otras naciones, mas que
no llegasen a la mitad que el Inca las traa."
Interesantes desde varios puntos de vis-ta, finalmente, son las referencias
que se dan para el repartimiento de Guascarquguar, don-de en 1571 se
consigna 314 personas. Se trata nuevamente sin duda de indios
Quiguares, que en este caso pertenecieron a la encomienda de doa
Francisca de Guzmn, viuda y heredera, como ya se sabe, de Diego
Maldonado el Rico.
La Tasa especifica pormenorizadamente los tributos que deban pagar los
indios sea en plata, en distintas especies como maz, chuo y aves de
Castilla o con prestaciones laborales como el tejido de ropa. Buena parte
de estos tributos estaba destinada a cubrir los costos del funcionamiento
de la burocracia colonial y otro tanto se iba para cubrir los salarios del
cura doctrinero y de los caciques. Quedaba adems, por supuesto, una
cantidad que en-grosaba las arcas de la Corona. Los Quiguares, en suma,
al igual que los indios de otras etnias, cargaron desde muy temprano el
doble peso de los tributos y el servicio a los encomenderos.
Hay razones para sostener que fue justa-mente en los territorios del
repartimiento de Guascarquiguar donde hacia 1572 se fund, como parte
de la poltica de reducciones del virrey Toledo, el pueblo de San Pedro de
Anda-huaylas la Pequea, que con el tiempo sera conocido simplemente
como Andahuaylillas.
As, en una relacin escrita por Tristn Snchez y que da cuenta de las
actividades del virrey Toledo en su pausado recorrido de Cusco a Potos,
se menciona a Andahuaylillas, uno de los lugares donde el gobernante
decidi dete-nerse, como "encomienda de doa Francisca de Guzmn,
vecina de Cuzco." Un dato curioso es que este poblado haba sido
honrado con el ttulo de "Villa Deleitosa", al que se haba hecho
merecedor, segn el autor al que estamos ci-tando, porque "en buen
estelaje, temple, aguas y tierras no la hace ventaja el de Yucay".
El uso del diminutivo en el nombre de esta villa tambin podra tener
cierta relacin con Diego Maldonado el Rico y su esposa pues-to que una
de las encomiendas de las que la pareja goz era la de Andahuaylas, en la
actual provincia del mismo nombre. El diminutivo po-dra haber sido
puesto en circulacin para dife-renciar esta encomienda, que en su tiempo
era considerada una de las ms ricas en tierras e indios, de la que la
pareja posea al sur del Cusco.
Como fuere, en algn momento de 1572 ya haba nacido el pueblo de San
Pedro de Andahuaylillas, donde seguramente fueron re-ducidos indios
Quiguares que habitaban en distintos sectores del valle del mismo
nombre. Si el virrey se detuvo unos das all fue sin lu-gar a dudas con
nimo de verificar in situ cmo se estaban traduciendo en la prctica las
ordenanzas que haba dictado para que "los indios que viven dispersos y
derramados, se re-duzcan a pueblos con traza y orden, en partes sanas y
de buen temple."
El surgimiento de pueblos como Anda-huaylillas en las zonas donde la
poblacin indgena era ms densa se debe en mucho, efectivamente, a la
poltica de reducciones de Toledo. Se buscaba de esta manera, ante todo,
ejercer ms control sobre los indios y gober-narlos "al modo de los
espaoles", pero tambin facilitar la tarea evangelizadora o, como se
expresaba el virrey, el "que los indios puedan ser mejor industriados en
las cosas de nuestra santa fe catlica."
Las instrucciones que Toledo dio a los visitadores eran muy detalladas en
cuanto a la manera de proceder para establecer las reduc-ciones. En lo
que concierne a la configuracin urbana, por ejemplo, se ordenaba
"trazar los dichos pueblos por sus calles y cuadras anchas y derechas,
dejando el hueco de plaza y sitio para la iglesia, si no la hubiere, y para
casa de sacerdotes, y solar para casa de comunidad, y cabildo y juzgado
de los alcaldes que ha de haber."
Para el emplazamiento de Andahuaylillas con su perfecta cuadrcula se
escogi la parte inferior del valle formado por el ro Manco. El pueblo
tiene forma alargada y las calles que lo cruzan longitudinalmente corren
de sur a nor-te, en forma paralela al curso del ro. La iglesia mira
tambin hacia el norte y ocupa una posi-cin dominante no slo sobre el
poblado sino sobre todo el paisaje puesto que el terreno desciende en
suave pendiente en direccin al Vilcanota, donde desembocan las aguas
del ro Manco. La amplia plaza resguardada por viejos pisonays, las
calles empedradas, las casas de adobe en buena proporcin con portadas
de piedra, forman un conjunto de relativa calidad y muy agradable a la
vista.
Este pueblo y su iglesia llegaron a desem-pear paulatinamente un papel
gravitante para el conjunto de la poblacin de este sector del valle del
Vilcanota y de las alturas aledaas, al punto que en algunas crnicas y
documen-tos de fines del siglo XVI y comienzos del XVII se hace mencin
ya no de los indios Quiguares sino de los Andahuaylillas.