VI ENCUENTRO INTERNACIONAL HUMBOLDT - 2004
Archipiélagos urbanos en la periferia de la región metropolitana
de Buenos Aires:
las transformaciones socio-territoriales en la era de la
globalización.
Autora: Arq. DP. Sonia Vidal-Koppmann
Investigadora Adjunta IMHICIHU/CONICET
Colaboración cartográfica: Arq. Patricia Dietrich
C.I.M./FADU/UBA
[email protected]Introducción
La Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) ha sido, durante varias
décadas, una interesante área para todo tipo de investigaciones urbanas, dada
su alta complejidad y su crecimiento, la mayoría de las veces, carente de toda
planificación. Los agentes responsables de su gobierno han demandado, desde
siempre, estudios para entender esta problemática tan compleja y poder
actuar en consecuencia. En tanto que, los investigadores urbanos (sociólogos,
urbanistas, economistas, antropólogos, geógrafos, etc.) han visto en estos
escenarios hipertrofiados un vasto campo de análisis. Sin embargo, podemos
afirmar que hasta el presente los estudios realizados no han abarcado la
totalidad de los problemas que van surgiendo a medida que pasa el tiempo y
que surgen nuevos factores exógenos que inciden en su dinámica.
Por este motivo, encarar como línea de investigación las transformaciones
socio-territoriales de la RMBA no significa embarcarse en una temática trillada
sino, por el contrario, en un nuevo abordaje para la profundización de
cuestiones no resueltas. Dado que la sola mención de la palabra
"transformaciones" implicaría numerosos fenómenos que han acaecido en la
región, es que nos hemos propuesto como objetivo de trabajo centrarnos en el
estudio de las modificaciones socio-espaciales debidas a la aparición de una
nueva forma de producción de espacios urbanos: las urbanizaciones cerradas.
Este fenómeno, desarrollado con lentitud a partir de la década de los setenta,
hizo eclosión en los últimos diez años del siglo XX dentro del marco de una
política económica neoliberal, que cedió terreno a las fuerzas de mercado y
dejó al descubierto la ineficiencia y la falta de estrategias y políticas de
planificación del sector público.
En consecuencia, el gran escenario configurado por la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y los partidos que integran su área de influencia, muestra los
efectos más palpables de la globalización: suburbios donde los estratos
económicos más bajos de la población pugnan por sobrevivir hacinados en las
llamadas "villas miseria"1[1], y donde sectores elitistas de altos ingresos han
decidido afincarse en enclaves amurallados para preservar su calidad de vida.
En esta ponencia pretendemos analizar brevemente los cambios socio-
territoriales acaecidos, donde el comienzo de los 90 marca un punto de
inflexión con respecto al aumento de las condiciones de pobreza de gran parte
de su población y a una más notable diferencia entre ricos y pobres.
Paralelamente con el deterioro de la situación socioeconómica, se ha ido
evidenciando la degradación del medio urbano y la búsqueda por parte de los
sectores de mayores ingresos de una forma de hábitat, libre de las crecientes
patologías urbanas (violencia, inseguridad, contaminación, etc.). Dentro de
este contexto puede empezar a explicarse el éxito inmobiliario de las
1[1]
"Villa miseria": asentamientos ilegales de población de escasos recursos
caracterizados por las viviendas autoconstruidas con materiales descartables.
urbanizaciones cerradas, denominadas condominios o cotos cerrados en otros
países de la región, como uno de los factores de peso en la fragmentación del
territorio. Así puede afirmarse que Buenos Aires se ha convertido en un caso
emblemático, al presentar dentro de su periferia y en un radio entre 30 y 60
kilómetros del centro de la ciudad, más de 400 urbanizaciones cerradas entre
las que se incluyen los proyectos de ocho ciudades privadas2[2]. Dichos
conjuntos poseen varias características en común: su acceso limitado por
barreras, el cerco perimetral y los dispositivos de seguridad y vigilancia
privada. Su extensión en superficie es variada; existen urbanizaciones de 4
hectáreas y otras que superan las 1.000. Su condición es híbrida; por un lado,
cuentan con todos los servicios y equipamientos de la gran ciudad y por otro,
se insertan dentro de ámbitos eminentemente rurales. No obstante, lo que es
claro es el paisaje final que dichos conjuntos han delineado sobre el territorio:
un archipiélago de “pedazos” de ciudad conectados por autopistas,
superpuesto a una trama urbana pre-existente.
La transformación de espacios públicos en privados, la mundialización de las
formas arquitectónicas, la convivencia de lo tradicional con lo nuevo son sólo
algunas de las facetas de la globalización, aplicada al territorio de influencia
de la Ciudad de Buenos Aires. Pero sin duda, en todas estas mutaciones han
tenido un peso preponderante los cambios en los mecanismos de gestión
urbana, que acompañaron a las políticas de liberalización, privatización y
desregulación. El repliegue de la intervención del Estado, tanto en el orden
nacional como en el orden local, fue dando lugar a la aparición de un nuevo
actor protagonista del desarrollo urbano: el capital privado. Asimismo el vacío
legal en materia de normativa urbanística, puso en evidencia las debilidades
del sistema de planeamiento urbano de casi todos los municipios de la región
metropolitana. Ante la ausencia de una planificación estratégica de parte de
los gobiernos locales, el mercado y el capital privado se convirtieron en los
agentes productores del desarrollo urbano. Coincidiendo con De Mattos
(2002), puede agregarse que muchos de los obstáculos que habían sido
establecidos en décadas anteriores a los 90, fueron sorteados dando lugar a
una dinámica estrictamente capitalista en la producción de la ciudad,
otorgando a la plusvalía urbana el rango de criterio urbanístico básico.
El cambio más notorio en la morfología urbana es, posiblemente, el cambio de
referente; es decir, que del modelo compacto de la ciudad europea que sirvió
de base para la mayoría de las ciudades latinoamericanas, se ha pasado al
modelo difuso de la ciudad norteamericana. Tal vez los archipiélagos urbanos
creados por los barrios cerrados en la periferia de la RMBA, sin ser la única
forma nueva en la ciudad global son bastante representativos de esta
territorialidad desarraigada. De hecho pretenden ser urbanos pero escapan de
las denominadas zonas urbanizadas y pretenden ser rurales pero sólo
comparten con los antiguos vecinos rurales una porción de territorio ocupado y
no sus formas de vida.
Desde un punto de vista estructural, si hubiera que caracterizar
topológicamente este nuevo tipo de espacio urbano, habría que apelar a la
noción de continuo en lo que se refiere a las redes de enlace entre la ciudad
principal y sus barrios diseminados, y a la noción de elementos discretos para
describir al conjunto de pueblos privados, barrios cerrados y clubes de campo
que se vinculan con ella a través de las redes mencionadas. Sintéticamente,
podría describirse como un modelo organizado en base a nodos y redes. En
este caso los fragmentos urbanos trascienden las fronteras de la ciudad
2[2]
Las ciudades privadas denominadas comercialmente ciudad pueblo o pueblo
privado, han sido proyectadas para poblaciones que van de los 20.000 a los 130.000
habitantes. Este tamaño de población es el que en la actualidad ostentan muchas de
las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires y son consideradas como
ciudades de tamaño mediano.
primacial, se insertan dentro de las jurisdicciones administrativas de otros
partidos de los cuales forzosamente deben participar a través del pago de
impuestos por ejemplo; pero la trama de relaciones sociales se sigue
manteniendo con la ciudad central. En la figura “Urbanizaciones privadas
en la RMBA”, colocada al final de este trabajo hemos intentado representar
gráficamente esta situación.
En cuanto a los aspectos funcionales, la noción de desanclaje propuesta por A.
Giddens (1997), es clave para poder explicar esta nueva forma de inserción en
el territorio. El distanciamiento del tiempo con relación al espacio puede
verificarse en la modificación de las funciones urbanas, que en estos casos se
encuentran sectorizadas entre la ciudad central y los núcleos desprendidos de
ésta. La conexión con los canales de circulación y la nueva estructura de redes
de comunicación provistas por la moderna tecnología, son los dos
componentes fundamentales para que esta fragmentación de las funciones
urbanas pueda concretarse.
La relación espacio-tiempo se advierte de manera diferente cuando se
estudian los distintos tipos de asentamientos instalados en la periferia
metropolitana. Por un lado las villas ilegales más conectadas con los centros
tradicionales de los partidos y por otro, las urbanizaciones cerradas
conectadas apenas con dichos centros y vinculadas exclusivamente con un
conjunto de lugares que forman parte de la modernidad-mundo: los shopping
centers, los hipermercados, los grandes centros de amenidades y por supuesto
la ciudad de Buenos Aires. Su vinculación es posible sólo por medio del
transporte privado automotor (el auto o los autos son los elementos infaltables
para esta nueva comunidad-country).
Obviamente, y a pesar de su proximidad física, los asentamientos privados no
tienen contacto con sus vecinos (las villas de los pobres). Las fronteras de
unos y otros son infranqueables. Ambos grupos de población tienen muy claro
quiénes son los de adentro y quiénes los de afuera. Algunos investigadores de
las nuevas prácticas sociales emergentes (Svampa, 2001; Lacarrieu, 2003) han
descrito un proceso incipiente de formación de círculos sociales
homogéneos..."existiendo escasos espacios de interacción común entre los
habitantes de la nueva red socio-espacial y los habitantes autóctonos...siendo
una de sus consecuencias el colapso del antiguo modelo de socialización
basado en la mezcla y la heterogeneidad social" (Svampa, 2001:116).
Resumiendo, el impacto de la tecnología informacional afecta a las ciudades.
La trama urbana adquiere un nuevo significado; es atravesada por mensajes
que desterritorializan a las personas y las viviendas. En Buenos Aires se nota
el efecto de una ciudad estallada cuyos segmentos se han implantado a
kilómetros del núcleo central pero siguen formando parte de ella gracias a la
tecnología (redes de comunicación, autopistas, servicios virtuales, etc.). Sólo
una parte, un segmento de la población de la ciudad acompañó y avaló este
estallido: el de las clases altas y medio-altas que encontraron en la
apropiación privada del espacio una resultante física adecuada para
contenerlos, aunque sólo en este espacio desarrollen algunas funciones: el
descanso, el habitar, la educación, el ocio, el consumo. El trabajo urbano, es
decir, las ocupaciones en el sector terciario, se siguen localizando en la ciudad
central, por eso el flujo de commuters es permanente y las relaciones con el
CBD se siguen midiendo en tiempo (tal o cual barrio está sólo a 30 minutos del
centro). Son cambios que rearticulan el mundo del trabajo y de la vida
cotidiana.
Segregación social y fragmentación territorial. El caso del partido de
Pilar.
Las grandes metrópolis de América Latina, y este es el caso de la región
metropolitana de Buenos Aires, ingresan al siglo XXI presentando amplias
zonas suburbanas con paisajes contrastantes. Por un lado, extensos
asentamientos de población indigente que apenas pueden sobrevivir en medio
de un territorio contaminado y degradado; y por otro, extensas porciones de
territorio ocupadas por las denominadas "urbanizaciones privadas", provistas
de alta tecnología, de servicios y equipamientos comunitarios y
completamente segregados de su entorno inmediato.
En efecto, el mercado y la asignación de la renta urbana ya han configurado
muchos paisajes urbanos. “El populismo de libre mercado aloja a las clases
medias en espacios cerrados y protegidos, pero no hace nada por los pobres,
como no sea expulsarlos hacia un nuevo y pesadillesco paisaje posmoderno de
los sin casa. En tanto, los arquitectos y diseñadores urbanos han otorgado un
nuevo énfasis a un aspecto potente de la acumulación de capital: la
producción y el consumo de lo que Bourdieu llama "capital simbólico" (el
acopio de bienes de lujo que garantizan el gusto y la distinción del
propietario)” (Harvey, 97:1998).
La siguiente es una lúcida descripción elaborada por la escritora argentina
Alicia Dujovne-Ortiz acerca de este nuevo paisaje urbano y de sus ocupantes
“...de la clase media para arriba se llega a la Edad Media. Esa es la gran
sorpresa del retorno y la mayor perplejidad: el sueño medieval argentino. No
hay country que no tenga su castillo con almenadas torres donde esperamos
ver a una princesa de bonete dorado. A ojos del revenant, el gran misterio del
país actual es ese vuelco espectacular hacia un Medioevo de cinta para chicos.
Un país en tres pisos, con la madrastra de Blancanieves por arriba, la Corte de
los Milagros por abajo y, en el medio niñitos golosos como Hansel y Gretel, que
pretenden comer sin ser comidos (y a gatas lo consiguen).” (Revista La
Nación, 2001)
Por lo tanto, el paisaje “diseñado por el mercado” muestra un archipiélago de
conjuntos urbanos en medio de territorios devastados. Puede leerse en este
paisaje un doble código de diseño urbano: por un lado, un escenario que se
modifica muy lentamente con el paso del tiempo (casas centenarias,
cuadrícula fundacional con la disposición de los edificios arquitectónicos
acorde a las Leyes de Indias) y por otro un collage de nuevos materiales,
nuevas trazas urbanas, nuevos estilos de vivienda calcadas de catálogos
internacionales encerrados entre murallas y siempre flexibles al devenir de la
moda.
En este punto es preciso agregar que durante la década del 90, más
exactamente durante el gobierno menemista, la región metropolitana de
Buenos Aires sufrió una serie de importantes transformaciones tales como la
privatización de empresas de servicios, el desarrollo del sector inmobiliario
relacionado con nuevas formas de consumo y el aumento de la pobreza y de
las desigualdades.
Como bien lo señalan algunos autores (Prévot-Schapira, 2002; Janoschka,
2002) la región y especialmente la ciudad de Buenos Aires, ha sido el lugar
privilegiado de la nueva economía y de la apertura hacia un posicionamiento
dentro del conjunto de ciudades globales. Al igual que en otras grandes
metrópolis de Latinoamérica, en este período se registró una fuerte
penetración de inversiones extranjeras directas (IED) en sectores clave de la
economía y de los servicios urbanos, generando nuevos patrones en la
organización socio-espacial. Dichos patrones ponen en evidencia la
espacialización de los procesos de dualización y de fragmentación de la
sociedad. La crisis argentina, posterior a diciembre de 2001, mostró con gran
claridad la tensión entre la metropolización "selectiva", que pretende la
participación en las redes mundiales de comando, y la metropolización que
aumenta las fracturas internas en el seno de los espacios urbanos.
Paralelamente, el Estado fue renunciando a regular determinados dominios y
fue dejando en manos de la iniciativa privada la producción "de lo urbano".
En este contexto las áreas periféricas más alejadas de la ciudad de Buenos
Aires (configuradas por los partidos integrantes del segundo y tercer cordón
urbano) sufrieron el proceso de transformación más agudo, al yuxtaponerse un
repertorio de nuevas formas urbanas sobre un paisaje de asentamientos
tradicionales y de suburbios degradados por el avance de la pobreza. El
contraste entre el "antiguo" proceso de suburbanización y el "nuevo",
generado por la implantación explosiva de urbanizaciones cerradas y de
equipamientos de rango superior destinados al consumo y las amenidades, se
endurece en los años 90. Buenos Aires esparce sus fragmentos sobre la
periferia en forma de urbanizaciones privadas desarraigadas de su entorno y
encerradas dentro de sus murallas. Por fuera de ellas los asentamientos
precarios sin servicios también forman islotes de pobreza, haciendo más
evidente la brecha entre ricos y pobres.
Actualmente, en la región metropolitana de Buenos Aires se localizan más de
400 urbanizaciones privadas, abarcando una superficie aproximada de 300
Km2 (equivalente una vez y media a la superficie total de la Capital Federal),
lo que significa que en los últimos diez años la urbanización creció en
aproximadamente un 10% de la superficie de la región.
Uno de los casos más emblemáticos para estudiar este fenómeno de
transformación es, sin lugar a dudas, el partido de Pilar situado en el noroeste
del aglomerado metropolitano, en el tercer cordón del mismo. Lo hemos
tomado como caso testigo ya que concentra dentro de su territorio
aproximadamente una cuarta parte de los proyectos de urbanizaciones
privadas de la región. Lo que equivale a decir que en el mencionado partido se
emplazan 38 clubes de campo, 69 barrios cerrados y tres pueblos privados
(Vidal, 2002:434). La localización de estos conjuntos residenciales asociada a
las vías rápidas de circulación, y la necesidad de contar con vastas superficies
de tierra para sus respectivos desarrollos, ha condicionado su emplazamiento
a las denominadas áreas complementarias del partido (zonificación impuesta
por la Ley Provincial 8912, de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo).
Asimismo, Pilar integra el conjunto de partidos del tercer cordón metropolitano
que presentan un crecimiento notable de la población urbana en la última
década del siglo XX. El porcentaje de crecimiento demográfico producido entre
1991 y 2001 es del 60,7 %, según puede constatarse en el Censo Nacional de
Población, Vivienda y Hogares, publicado recientemente. De acuerdo con estos
datos (INDEC, 2001) el partido cuenta con un total de 232.463 habitantes y
una densidad promedio de 654,8 hab/Km2. Es interesante destacar que en el
transcurso de una década la población de Pilar, que representaba un 3,1% del
total de la provincia de Buenos Aires, pasó al 4,5%. Asimismo puede
constatarse que la ciudad cabecera, que en 1991 poseía 40.671 habitantes, en
el 2001 ya alcanzaba una cifra cercana a 50.000; es decir, que había sufrido
un aumento de casi un 20% de su población; mientras que el partido en su
conjunto creció alrededor del 61%. Esta cifra es muy notoria, como lo es
también el aumento de la densidad promedio, ya que en 1991 la misma era de
tan sólo 369,8 hab./Km2; vale decir, casi la mitad de la densidad actual.
Las urbanizaciones privadas en 1991 alcanzaban una cifra de alrededor de 50
proyectos. Entre 1995 y 1998 se observa la aparición de tres pueblos privados;
o sea, conjuntos asociados de barrios cerrados con equipamiento de jerarquía
superior y en el 2001, los proyectos instalados en el partido ya escendían a
más de un centenar. Su posición de proximidad y casi de inclusión en el
aglomerado bonaerense y la facilidad de comunicación a través de corredores
de tránsito rápido, lo han colocado en una situación preferencial para el
desarrollo de grandes empendimientos inmobiliarios.
La superficie afectada por los nuevos emprendimientos es casi un 20% de la
superficie total del partido (352 Km2); es decir, que más de 6000 hectáreas
han sido destinadas a usos urbanos. Por otra parte, se están construyendo tres
proyectos de pueblos privados: Pilar del Este (550 hectáreas), diseñado para
albergar alrededor de 25.000 habitantes y con un equipamiento que incluye,
además de las áreas para deportes, la localización de un centro comercial y
colegios privados; Estancias del Pilar (450 hectáreas) con una capacidad
locativa potencial de 46.000 habitantes y con un equipamiento planificado de
sectores deportivos, comerciales y culturales, y Estancia San Miguel, un
megaemprendimiento que concentrará 16 barrios privados, tres clubes y un
colegio, en una superficie de 850 hectáreas. En el primero de estos pueblos
privados, actualmente está habilitado un sólo barrio cerrado de los 14
proyectados; en el segundo se encuentran a la venta viviendas en dos de los
siete barrios que componen la totalidad del conjunto y en el tercero, hasta el
momento, no se ha terminado ningún barrio.
En la actualidad, las tres localidades con mayor cantidad de habitantes
son la ciudad cabecera homónima que posee alrededor de 75.000 habitantes y
que centraliza el equipamiento y los servicios para su átrea de influencia y las
localidades de Presidente Derqui y Del Viso cuyas poblaciones oscilan entre los
30.000 y 80.000 habitantes. (Batalla, 2003)
Puede afirmarse que a principios del siglo XXI el partido de Pilar presenta un
paisaje diferenciado. Por un lado, el de la ciudad tradicional y las localidades
vecinas pequeñas y medianas, muchas de ellas originadas como paradas del
ferrocarril. Estos centros, con excepción de la ciudad cabecera ostentan una
fisonomía que no ha variado, a pesar de las grandes transformaciones
producidas por la tecnología y las comunicaciones en el siglo pasado. Más aún,
la pérdida de pobladores está directamente asociada a la merma en los
servicios ferroviarios. Por otro, en el extremo opuesto, se halla la "otra cara de
Pilar". En este caso no es un conjunto de pequeñas localidades en vías de
extinción, sino un conjunto de nuevos productos urbanos, que podrían
describirse como “islas urbanas”, rodeadas de terrenos degradados, de
basurales a cielo abierto, de caminos de tierra y de asentamientos precarios.
Alrededor del kilómetro 50 del Acceso Norte - ramal Pilar se ha configurado un
espacio de centralidad abordado por diversas investigaciones urbanas
(Lacarrieu, Tella, Szajnberg). En este polo de servicios y equipamiento se han
localizado sedes de oficinas (Bureau Pilar), bancos privados, shopping centers
e hipermercados (Jumbo, Easy, Norte, Palmas del Pilar), sedes de
universidades privadas (Universidad del Salvador, Universidad Austral),
complejos de amenidades (Village Cinema) y hotelería internacional. En la
figura “Urbanizaciones privadas y equipamiento” se puede ver
reproducido el esquema de nuevos usos del suelo implantados en las
proximidades del kilómetro 50, tal como aparece en uno de los suplementos
de un diario nacional dedicado al tema. (Suplemento Countries y Barrios
Cerrados, Diario La Nación, 2002)
Indudablemente, la localización de esta nueva tipología de equipamientos
obedece a la demanda generada por la población residente en las
urbanizaciones privadas y está condicionada al uso del automóvil. El área
central de la ciudad de Pilar, típica de cualquier ciudad intermedia de la
provincia de Buenos Aires (plaza principal, iglesia, edificios públicos y
alineamiento comercial alrededor de la misma) y esta nueva área de
centralidad en relación con las vías rápidas de circulación que van
entrelazando a lo largo pequeños fragmentos urbanos, constituyen dos
imágenes diferenciadas de un mismo territorio. Más aún si se considera que
casi un 41% de la población total del partido vive en viviendas que no reúnen
las condiciones adecuadas de habitabilidad (viviendas tipo B, ranchos, casillas,
etc.), la situación entre pobladores ricos y pobres es decididamente evidente.
No obstante, hablar de una “ciudad dual” sería una manera muy simplista para
describir este fenómeno. En este caso, nos parece más acertado aplicar el
concepto de quartered city (ciudad fragmentada), acuñado por P. Marcuse (c.
fr. Veiga, 2004) en la medida en que las áreas de una ciudad están separadas
temporal y espacialmente y constituyen el soporte de diferentes clases y
grupos sociales, que interactúan entre sí reflejando su distancia y su
desigualdad social.
Si se analiza el plano del partido de Pilar, podrá observarse que tanto la ciudad
cabecera como las localidades menores han quedado rodeadas por las
urbanizaciones cerradas. Como la implantación de estos productos de
consumo ha obedecido a las conveniencias del mercado inmobiliario y se ha
visto favorecida por los escasos controles del gobierno local, el resultado a
nivel urbanístico ha generado mas inconvenientes que ventajas. Los dos
planos que se han incluido al final del trabajo (“Urbanizaciones privadas en
Pilar 1997” y “Pilar – Countries”) muestran dos etapas del crecimiento de
los emprendimientos cerrados. La figura que reproduce la localización puntual
de countries y barrios cerrados hacia el año 1997, fue sacada de la Guía
Intercountries. En ella se observa un número más reducido de urbanizaciones
(alrededor de cincuenta), que en el segundo plano, elaborado por el Centro de
Información Metropolitana (FADU/UBA). Este último presenta la totalidad de
barrios cerrados, clubes de campo, countries náuticos y pueblos privados que
fueron relevados al año 2003 y que superan los 100 proyectos.
Resulta interesante destacar la presencia de los tres pueblos privados, que en
su conjunto abarcan 1850 hectáreas, es decir, más de un 5% de la superficie
del partido y que podrían albergar entre los tres alrededor de 120.000
habitantes. Pilar del Este, está localizado en el nodo vial formado por la
intersección de la Autopista Panamericana a la altura del kilómetro 46 y la ruta
provincial 25, en las afueras del pueblo de Villa Rosa. De cumplirse con los
objetivos previstos por su "master plan", esta ciudad-satélite (obviamente de
la ciudad de Buenos Aires) tendrá capacidad para unos 25.000 pobladores, o
sea, que se constituirá en una ciudad intermedia con un peso demográfico que
superará en más del 100% al pueblo mencionado, frenando la expansión del
mismo. Es difícil suponer que los equipamientos y servicios contenidos dentro
de esta ciudad privada se abran hacia la comunidad, ya que los servicios
privados de salud y educación no son accesibles para los primitivos habitantes
de Villa Rosa y sus alrededores. Por otra parte, el mayor tamaño poblacional y
los equipamientos comunitarios de una jerarquía superior a los del pueblo
vecino, están creando una nueva situación de centralidad.
Los otros dos pueblos privados Estancias del Pilar y Estancia San Miguel,
localizados en el kilómetro 56,5 y 57,5 de la Autopista Panamericana
respectivamente, suman entre ambos 1300 hectáreas y un total de 21 barrios
cerrados, contenidos dentro de sus perímetros. Al igual que en el caso
anterior, su ubicación es próxima a una localidad menor del partido:
Manzanares. Por su ubicación, también en este caso se constituye una barrera
para la extensión de la misma. De completarse la capacidad locativa de estos
dos pueblos privados, alcanzarían una meta poblacional cercana a los 100.000
habitantes, casi 20 veces más alta que la de la pequeña localidad de
Manzanares, que queda cercada por un cinturón de barrios privados. El
equipamiento educativo y deportivo se encuentra abierto para la comunidad
pilarense, aunque las medidas rigurosas de seguridad probablemente
desalientan la visita de pobladores externos a los emprendimientos.
Del análisis surge que la ciudad de Pilar ha perdido zonas factibles de
expansión futura. Por otra parte, un crecimiento posterior de la mancha
urbana terminará englobando áreas de baja densidad y de características
urbanísticas totalmente atípicas. Imaginemos un paisaje urbano compuesto
por manzanas con edificación residencial consolidada, con diferentes
tipologías de vivienda, rodeado por un barrio de gran extensión (por ejemplo,
250 hectáreas) cuyo perímetro está cercado por un muro, o en el mejor de los
casos, por un alambrado bordeado de árboles. La discontinuidad de la trama
urbana es evidente: dicho barrio deberá ser bordeado para ir de un lado a otro
de Pilar.
La fragmentación pone de relieve la complejidad del cambio operado en el
partido. En este sentido, coincidimos con los autores que destacan que la
posición social ya no coincide con la posición geográfica y que la sociedad en
"archipiélago" produce una superposición de distintos espacios y permite
mostrar las diferencias de manera acrecentada.
Con el ejemplo de Pilar intentamos describir una situación que se repite en
casi todos los partidos que integran el periurbano de Buenos Aires, o sea, una
situación paradójica: mientras que en los bordes de la periferia las fronteras
entre los barrios pobres y las "villas" se diluyen, las fronteras entre las
urbanizaciones de lujo y su entorno inmediato se refuerzan.
La frontera real es un componente clave de las urbanizaciones cerradas y a su
vez, el concepto de “frontera” constituye la llave para entender la relación
global/local que se desprende de estas nuevas formas urbanas. En cada una
de estas urbanizaciones cerradas es un elemento que marca el lugar de
pertenencia de un conjunto de habitantes, cuyas prácticas cotidianas se
desarrollan dentro de este ámbito y fuera del mismo.
En las urbanizaciones cerradas la frontera es tan sólo un elemento
arquitectónico para materializar la separación del entorno, sin que ello
implique un reforzamiento de la identificación de los habitantes con su barrio.
Quizás porque en el caso de estas urbanizaciones lo local está más
emparentado con lo global que con las costumbres propias del lugar. La
identidad subyace en elementos sin historia. Los elementos aglutinadores son
los eventos deportivos o algún otro acontecimiento no exento de frivolidad. La
falta de historia vuelve necesario la creación de algo que la reemplace. El
problema de echar raíces es más serio de lo que se supone porque muchos de
los actuales habitantes no tienen en claro si este pueblo de fantasía será su
lugar para toda la vida, ni siquiera pueden estar seguros de que sus hijos
adolescentes decidan adoptar este modo de vida.
Coincidiendo con lo expresado por Giddens (1997), es factible señalar que en
estos nuevos prototipos de urbanidad los aspectos locales son penetrados en
profundidad y configurados por influencias sociales que se generan a gran
distancia de ellos. Las formas de vida introducidas por la modernidad han
modificado muchas las modalidades tradicionales del orden social.
"Extensivamente han servido para establecer formas de interconexión social
que abarcan el globo terráqueo; intensivamente han alterado algunas de las
más íntimas y privadas características de nuestra cotidianeidad. Lo que
estructura lo local no es simplemente eso que está en escena, sino que la
forma visible de lo local encubre las distantes relaciones que determinan su
naturaleza" (Giddens, 1997:30)
Las prácticas sociales generadas en las nuevas urbanizaciones, han variado
sustancialmente en relación a las formas de vida e interacción urbana
tradicionalmente instaladas en nuestra sociedad porteña. Estas formas de vida
marcan un notable contraste entre la clase media-alta de los barrios cerrados,
los pobladores de los primitivos asentamientos y los habitantes de los
asentamientos marginales. Las prácticas sociales cotidianas en los countries y
pueblos privados están más relacionadas con una forma de vida basada en los
adelantos tecnológicos y en las comunicaciones, que con la vida de los pueblos
tradicionales de campo. Sus habitantes se han apartado de la gran ciudad para
recrear una nueva forma de vida urbana, basada en el uso del automóvil y en
los contactos vía Internet. En rigor de verdad, el suburbio amurallado
representa más el ideal del suburbio residencial de los EE.UU., que la vida del
barrio en la ciudad de Buenos Aires de otras épocas.
La morfología que adoptan los barrios intramuros desde la casa californiana a
la mediterránea y los caminos sinuosos totalmente opuestos al damero de
nuestras ciudades, muestran claramente la penetración de lo global en lo
local. Otros ejemplos más próximos son los shopping centers, ubicados en la
periferia, conectados a estas urbanizaciones privadas y los lugares de
recreación, también privados. Sin embargo, los diseñadores urbanos intentan
todo el tiempo recrear una especie de identidad del lugar, situación que es
muy difícil de lograr ya que los elementos emblemáticos no responden a un
orden local, sino global.
Por este motivo, las nuevas urbanizaciones a pesar de su proximidad con los
emplazamientos de las ciudades tradicionales, no pueden llegar a dar la
impresión de ser una mera extensión de las mismas. Es evidente una ruptura
de la trama urbana y un diseño que obedece a un orden que no es el
tradicional. Tal vez, no sea descabellado en este caso hablar de un urbanismo
posmoderno; o como bien lo señala D. Harvey, el posmodernismo ha cultivado
una concepción del tejido urbano necesariamente fragmentada, un
palimpsesto de formas del pasado superpuestas unas a otras y un collage de
usos corrientes, muchos de los cuales tenderán a desapartecer con el tiempo.
Globalización y territorio: la “angelinización” de la región
metropolitana
Sería difícil negar que Buenos Aires y su Área Metropolitana reúnen las
características necesarias para integrar la red global global de ciudades, a
pesar de su condición periférica compartida con otras grandes áreas
metropolitanas de América Latina. Por lo tanto, no ha quedado al margen de
los proceos de reestructuración económica y de las transformaciones socio-
territoriales que como consecuencia de los primeros, se han desarrollado
aceleradamente durante las década de los noventa.
Lejos está Buenos Aires de posicionarse como un centro de poder y control, tal
como S. Sassen (2003) describe a las ciudades que juegan un rol de
importancia dentro del proceso de globalización económica. No obstante,
puede afirmarse que constituye la región urbana más austral que funciona
como centro articulador entre las áreas subnacionales y los centros de poder
mundial. De tal forma que al cumplir con un papel asignado dentro del proceso
de globalización, los impactos del mismo sobre su territorio han tenido una
fuerte repercusión. Así mientras que determinados enclaves urbanos se
asocian al modelo global de ciudades, amplias áreas dentro de la región han
quedado totalmente marginadas del proceso. El paisaje físico fragmentado es
parte de una nueva realidad de la urbanización que marca el comienzo del
siglo XXI.
En este punto es conveniente reiterar que la transformación económica estaría
incidiendo en la formación de un nuevo modelo de ciudad, que sin perder del
todo algunos elementos propios de su identidad, tiende a adoptar un nuevo
patrón espacial de crecimiento. El concepto de “angelinización” planteado
recientemente por la Red de Investigadores Iberoamericanos3[3] da cuenta en
forma muy gráfica de este fenómeno. En efecto, la expansión de la región
metropolitana de Buenos Aires se asocia a formas territoriales dispersas, las
nuevas superficies urbanizadas se distribuyen como un archipiélago de
conjuntos cerrados por toda la periferia, concentrándose en mayor medida
sobre el corredor noroeste. Vale decir, que estaríamos asistiendo a la
En el VIII Seminario de la Red de Investigadores Iberoamericanos celebrado en
3[3]
mayo de 2004 en la ciudad de Río de Janeiro, se adoptó el neologismo angelinización
para caracterizar un modelo de ciudad semejante al caso de Los Angeles. Para más
detalles ver Actas del Seminario.
transformación del modelo de un área urbana monocéntrica y compacta, en
otro cuyas principales características son la dispersión y el policentrismo.
“La ciudad emergente en esta fase de modernización capitalista constituye la
expresión de una sociedad organizada según un modelo estructurado en base
a nodos y redes, donde – como afirma Castells (2001)- la lógica enfrentada del
espacio de los flujos y del espacio de los lugares estructura y desestructura
simultáneamente las ciudades, que no desaparecen en las redes virtuales, sino
que se transforman en la interfaz entre la comunicación electrónica y la
interacción física mediante la combinación de redes y lugares”.(De Mattos,
2002)
Por otra parte, cabe agregar que dentro de la dinámica de la globalización se
ha intensificado la oferta de capital inmobiliario altamente especulativo, y que
dicha oferta considera la tierra metropolitana como un medio privilegiado para
su valorización y para su reciclaje. En este contexto puede explicarse el auge
de los megaproyectos privados en la periferia del aglomerado bonaerense; y
nos conduce a afirmar, dada la escala de las urbanizaciones en curso, que las
mismas están modelando una estructura de ciudad cada vez más fragmentada
y difusa.
Frente a este estado de situación se nos ocurre plantearnos algunas hipótesis.
La primera de ellas es que si las urbanizaciones cerradas quedaran
inconclusas, el paisaje final de la periferia lejana, se vería poblado a futuro de
“pueblos fantasmas”. Por consiguiente, las áreas rurales perderían su
condición de ruralidad, sin que un nuevo uso de la tierra ocupara el lugar del
uso desaparecido.
En segundo lugar, si se verificara un aumento de los barrios cerrados la
condición de fragmentación territorial del área seguiría avanzando. De hecho
aunque sólo se trate de perímetros cercados con pocas edificaciones en su
interior, la discontinuidad espacial ya ha sido producida. Se impone
preguntarse, entonces, si en un futuro a largo plazo podrán integrarse estas
urbanizaciones privadas con las tendencias de crecimiento de los centros
urbanos existentes.
A nuestro juicio, esta situación es bastante improbable, ya que no se trata de
derribar murallas y conectarse con el resto de la mancha urbana. Sucede que
el diseño de estos núcleos está totalmente divorciado del diseño general del
entorno; por lo tanto, intentar encontrar elementos para una posible fusión
resultaría bastante difícil. En este punto es necesario señalar que las
urbanizaciones privadas junto con las autopistas y los grandes equipamientos,
configuran una estructura reticular que deja afuera al resto de los
componentes del territorio, es decir a las localidades menores vecinas (Vidal-
Koppmann, 2003)
Por otra parte, esta falta de integración con el entorno también se manifiesta a
través de los cambios físicos operados en componentes geográficos tales
como el relieve urbano y los cursos de agua, modificando la topografía,
desviando drenajes naturales, creando lagunas artificiales y produciendo
metros cuadrados de edificación que han alterado las condiciones físico –
ambientales del área de influencia.
Analizando las cifras publicadas del último relevamiento realizado para la Guía
Intercountries4[4] se desprende que aproximadamente un 60% de las
urbanizaciones existentes no se han terminado; en muchos casos hay terrenos
vendidos pero sin construir en otros casos hay viviendas sin vender y en los
denominados pueblos privados hay una gran cantidad de barrios proyectados
pero no materializados. ¿Qué sucederá con el mantenimiento de estos
conjuntos si la cantidad de propietarios no es suficiente para afrontar los
costos? ¿Cómo podrá funcionar un proyecto de veinte barrios cuando sólo
Publicación bianual de la empresa Intercountries que condensa la información sobre
4[4]
barrios cerrados, clubes de campo y urbanizaciones especiales.
logró concretar uno? ¿El equipamiento comunitario pensado para una
demanda mayor se instalará igualmente, a sabiendas de que la situación
ocasionará un déficit financiero? Las ventajas de la economía de la
aglomeración no se cumplen cuando el resultado final de los proyectos de
urbanización ha variado después de la crisis político – económica acaecida en
la Argentina en diciembre de 2001.
En cuanto a la dimensión socioeconómica, las transformaciones producidas a
partir de la localización de este nuevo producto urbano, son motivo de
reflexión. Los countries y los barrios privados han puesto en evidencia los
intereses de determinados sectores de la sociedad (clases medias en ascenso
y clases medias-altas) de agruparse en comunidades homogéneas donde el
“pasaporte” para ingresar a las mismas está condicionado al monto de sus
ingresos. La suburbanización de las élites se ha justificado aludiendo a la
necesidad de estos grupos de buscar una mejor calidad de vida y de escapar
de los “males” de la ciudad abierta. Como bien lo destaca la socióloga M.
Svampa, las urbanizaciones privadas han configurado una red socio - espacial
homogénea en la que los colegios privados juegan un papel de importancia. En
efecto, la población escolar esta compuesta casi exclusivamente por niños de
las urbanizaciones privadas y por fuera los padres de estos comienzan a
entretejer nuevos lazos de sociabilidad. “...el desarrollo incipiente de formas
de sociabilidad no va en contra de los lazos externos previos, pero ciertamente
dificulta su intensidad” (Svampa, 2001:151). Según lo expresado por Cabrales
Barajas y Canosa “ es lógico suponer que esta población representa una
conciencia de clase que intenta diferenciarse del resto de la ciudad. Se procura
así formar una comunidad que utiliza un referente espacial y una barrera física
para autodefinirse socialmente y autodefenderse de las patologías urbanas
negativas. La exclusividad tiene por lo tanto un referente social y necesita ser
salvaguardada y protegida mediante exclusivos mecanismos de seguridad.
Esto se logra mediante dos fórmulas: la presencia del muro perimetral y la
cancelación del derecho de paso.” (Cabrales Barajas y Canosa, 2000:6).
Todos los cambios señalados han contribuido a impulsar una singular
modificación de la imagen y del paisaje urbanos, en consonancia con la ya
aludida evolución desde la ciudad compacta y autocentrada hacia otra
organizada reticularmente, abierta y difusa. En la configuración del paisaje
urbano de esa nueva ciudad juegan un papel fundamental la diversificación de
las actividades y los espacios urbanos que las contienen, condicionados y
modulados por los requerimientos de la globalización.
En síntesis, los investigadores urbanos nos enfrentamos a un nuevo modelo de
ciudad, que de a poco va reemplazando a la ciudad fordista, pero que
conserva los cimientos tradicionales de su fundación. Quizás lo más
contrastante de este modelo que algunos autores han bautizado como "ciudad
posmoderna" (Giddens, 1997; Soja, 1999) es la convivencia de lo tradicional
con lo moderno, de lo permanente con lo efímero, de las redes de
urbanizaciones privadas con el tejido urbano consolidado a través del tiempo.
Toda esta mélange ha tomado cuerpo, tanto en Buenos Aires como en San
Pablo, México o Santiago, configurando un paisaje de archipiélagos urbanos,
muy semejantes a ciudades - dormitorio, que todavía no han encontrado una
vinculación con los núcleos urbanos vecinos. Este nuevo modelo de ciudad es
el desafío a encarar a través de la propuestas de estrategias y políticas
urbanas que tiendan a suavizar las cicatrices de la fragmentación y a instalar
escenarios socio-territoriales más equitativos y humanizados.
Bibliografía de referencia
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