701.17
B252
Editorial Universidad de Antioquia
Ciencia de la cultura
y fenomenologia de los estilos
Renato Barilli
Cle)La obra de! profesor
italiano Renato Barilli, establece un puente (llamado “homologia’; término
propuesto por Lucien Goldmann) entre el ambito de los hechos artisticos,
considerados volubles y sujetos a los caprichos propios de la moda, y un
campo de mayor prestigio como el de la cultura material, el cual no es otro
que el de la tecnologia adoptada en una época precisa.
Durante mucho tiempo, quienes se desempefian en el mundo del arte se
han mostrado renuentes a admitir esta relaci6n, al encontrarla degradante,
indebida o limitante; por el contrario, en esta obra se propone que entre
estos dos importantes sectores se deben establecer relaciones mas estre-
chas, pero procediendo con cautela y protegiendo los derechos de
autonomia del arte, en una dialéctica cuidadosa entre Jo que pertenece
especificamente a uno de ellos y lo que recae en el otro,
78-95
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Editorial un
Universidad de Antioquia pyohibida so™Barilli, Renato
Ciencia de la cultura y fenomenologia de los es
Barilli; traductora Ménica Boza Salcedo, -~- Medelli
Universidad de Antioquia, 2014.
150 p. ; 24 cm,
los / Renato
Editorial
1. Fstética 2. Arte 3, Filosofia del arte 4. Cultura I. Boza Salcedo,
ISBN: 978-958-714-614-1
Monica, u: IL Tit.
701.17 ed
CEP-Banco de la Repiiblica-Biblioteca Luis Angel ArangoRenato Barilli
Ciencia de la cultura
y fenomenologia de los estilos
. ‘Traducci6én
MoOnica Boza Salcedo
nace ~
Colecci6n Estética
Editorial Universidad de Antioquia®Soleccién Estética
© Renato Barilli
© De esta edici6n y de la waducci6n al espaitol: Editorial Universidad de Antioquia
© Del libro en su idioma original: Bononia University Press
ISBN: 978-958-714-614-1
Titulo original: Scienza della Cultura e Fenomenologia Degli Stil
Primera edici6n en italiano: 2007
Primera edicién en espaol: julio de 2014
‘Traduccién al espafiol: Ménica Boza Salcedo
Disefio de cubierta: Carolina Velazquez Valencia, Imprenta Universidad de Antiogu
Motivo de cubierta: imagen autorizada por Ingram Publishing
Diagramaci6n: Luisa Fernanda Bernal Bernal, Imprenta Universidad de Antioquia
Coordinacién editorial: Larissa Molano Osorio
Impresi6n y terminaci6n: Imprenta Universidad de Antioquia
Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombia
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‘Traducci6n del italiano autorizada por Bononia University Press, editorial propietaria
de la version original de la obra en italiano. Todos los derechos reservados.
Authorised translation from the Italian language edition published by Bononia University
Press. All rigths reserved.
La traduccién de esta obra ha sido financiada por el SEPS, Secretaxixto EUROPEO PER
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Elcontenido de la obra corresponde al derecho de expresién del autor y no compromete
¢l pensamiento institucional de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad.
frente a terceros. El autor asume la responsabilidad por los derechos de autor y conexos
contenidos en la obra, asf como por la eventual informacién sensible publicada en ella.Contenido
Prefacio a esta edi
n en espaiil .. ix
1, El concepto de cultura... 1
Del stylus al estilo, : 1
EI macrocontinente de la cultura. 4
Estrato material y estrato ideal 7
La nocién de feenomorfismo . 10
Las teorfas de McLuhan 12
2. Los estratos de la cultura “alta” o simbélica 14
Los sistemas simbélicos... 4
Artes, ciencias, facultades. 17
Ciencias formales y ciencias de contenido. 20
Las homologias entre artes y ciencias....... 23,
Los “operarios” culturales y su colaboracién a distancia 28
3. Articulacién interna de los sistemas culturales
La brisqueda de lo nuevo
El concepto de generacién
Los esquemas de variaci6n de cardcter cuantitativo.
Los esquemas de variacin de caracter cualitativo
4. Nacimiento y desarrollo del espacio “moderno” . 45
Perspectiva ¢ imprenta.. 45
Una constante de la Edad Moderna. 48
Giorgio Vasari y las tres “maneras” 51
El siglo xvi y sus “almas”. 56
5. Nacimiento y desarrollo de la época contempordnea .........:..ce0:se0 59
Un desfase entre ciencia y técnica 59viii
Un gran iniciador: William Blake
Fissli, Goya, David -
Una pareja dialéctica: Turner, Fri
Retorno a lo moderno
Del romanticismo al realismo
Los inicios de la Edad Contemporanea
Las opciones de comienzos del siglo xx :
Los procesos normalizantes de la segunda mitad del siglo xx
6. Wélfflin y la fenomenologia de los estilos ... ut
El cardcter prioritario de las formas generales nae M1
Las obras de Walfflin 116
La grafia en forma de espiral anaes 118
Factores “internos” y factores “externos”... 23
Indicaciones bibliogréficas para profundizai 127Prefacio a esta edicién en espajfiol
Fuse trabajo de mi autorta, editado ahora en lengua espafiola, luego de haberse
traducido al inglés hace un afio (McGill-Queen’s University Press, de Montreal),
ha representado por mas de treinta afos el libro de texto para mi ensefianza de la
fenomenologia de los estilos; una tematica nueva en la oferta de estudios universi-
arios italianos. Dicha citedra ocupaba un lugar central en un brillante programa
de especializacién en las Disciplinas del Arte, la Musica y el Teatro, llamado DAMS,
por sus siglas, muy en boga en mi pals. Inevitablemente, al proponerlo para su
traducci6n, debf preguntarme a conciencia, “éValdré la pena presentarlo en otros
idiomas y, sobre todo, en uno de los mas difundidos en el mund
Creo que puedo responder afirmativamente, pues todas las bases en las que se
sustenta crecen constantemente, comenzando por la piedra milenaria constituida
por el concepto de cultura material, por demés, casi tautol6gico, ya que “cultura”,
en la lengua latina, significé originalmente una “agri-cultura’, relacionada por ello
con instrumentos materiales externos a la dotaci6n natural que el hombre recibe al
nacer. De aqui el concepto fundamental de extra-orgénico, sobre el cual ha insistido la
mejor antropologia cultural de proveniencia estadounidense, con autores como Leslie
White y Marvin Harris; pero, sobre todo, con mi estimadisimo Marshall McLuhan,
perfecto punto de entendimiento entre distintas lenguas y tradiciones. Su trabajo
central, Understanding Media, esta regido desde el inicio por la noci6n de media, que
corresponde a muchos otros términos: instrumentos, utensilios, prétesis; ¢ indica
su funcién mediadora fundamental, pues con ellos el hombre ejerce su actividad
sobre el medioambiente circundante.
Dicha dotacién extra-orgdnica no es otra que la tecnologia, un concepto y una
palabra hoy muy difundidos, y surge asf, de forma espontanea, un primer postula-
do para definir nuestra condicién humana misma, proponiéndonos como animalia
technologica y diferenciandonos de los demds animales que, por su propio género,
carecen de esta capacidad de asumir lo extra-organico. Entonces, si a pesar de la
dificultad, algiin animal lo suficientemente entrenado siguiera este mismo camino,
lo alejariamos definitivamente, pues no tiene la capacidad de cambiar las tecnologias
adoptadas en el transcurso del tiempo. Para llegar a un logro semejante, necesita-
mos establecer un segundo pilar: el simbolo, combinacién audaz entre un elementomaterial, sea grafico 0 sonoro, y un elemento “ideal”, con el cual podremos “vei
Jo que todavia no existe ni aqui ni ahora. De ahi deriva un segundo postulado que
nos proclama animalia simbolica. Mientras que la humanidad, aqui y ahora, hace un
uso confiado de las tecnologias establecidas, hay pioneros en todos los campos que
indagan por la posibilidad de efectuarles variaciones favorables. Los animales ni
transitan este camino, ni prevén el futuro; solo se limitan a responder inmediata-
mente a un estimulo. Entonces, en el empleo de los simbolos estamos, finalmente,
solos en el mundo. Ya que la asociaci6n entre un signo material y una situacién
igualmente material responde también a la funci6n del signo, me parece, y esta
serfa mi segunda aproximaci6n, que es equivocado darle tanto peso a la semistica,
pues esta ¢s una actividad que compartimos precisamente con los animales. No en
vano un reconocido estudioso como Thomas Sebeok se vio motivado a construir,
propiamente, una zoosemistica. Aun contra todas las tentaciones de la semistica,
vale la pena recordar aqui a un pensador clasico como Ernst Cassirer, con su Filosofia
delle forme simboliche [Filosofia de las formas simbélicas).
Y otro europeo, el francés Lucien Goldmann, por su parte, nos ofrece la nocién
mis preciosa de todas, la de homologia o identidad funcional, que tiende un puente
entre lo material y lo simbélico. Los operadores del estrato “alto” de la cultura, como
los artistas, objeto particular de este trabajo, y sus congéneres de todas las demas
artes (tal como lo ensefiamos en el curso DAMS), en estrecha colaboraci6én con sus
colegas de las ciencias fisico-matemiticas, realizan sus procesos simulténeamente, sin
rezagarse unos de otros y sin haber sido determinados por las imposiciones prov
nientes del estrato “bajo”: tecnologia, economia, politica. Ellos han contribuido “por
igual” a determinar las estructuras 0, digamos mejor, los estilos que debiamos segui
Las ideas de Cassirer han atravesado el Atlintico y, por eso, Susanne Langer,
talentosa investigadora sobre estética que trabajaba en Estados Unidos, ha articu-
lado los simbolos en dos grandes familias: la “presentativa” que tiene un vinculo
intrinseco con sus estratos materiales respectivos, como sucede en el ejercicio de
las artes, y la familia “referencial”, mas desvinculada de su soporte fisico, propia
de quienes cultivan las vertientes fisico-matematicas. Afortunadamente, dos de mis
trabajos a propésito de esta cuestin, y dedicados, respectivamente, a la estética y
a la ret6rica, ya aterrizaron a ese lado del Atlintico (A Course on Aesthetics [Curso de
estética] y Rhetoric [Retorica], publicados por Minnesota University Press). ¢Sera que
algtin alma piadosa se encargara de traducirlos también a la lengua espaiola?
Pero este libro no responde tan solo a fines te6ricos. Su principal propésito es
esbozar una propuesta metodoldgica aplicable inmediatamente a las dos tiltimas
grandes épocas de la historia del mundo occidental: la moderna y la contempordnea.
Entramos aqui en un territorio incierto, en tanto que estos rétulos, fuertemente
establecidos en el mundo académico y universitario italiano, no tienen términos
equivalentes, o reciben distintas denominaciones en los diferentes paises del mundo,
“Tenemos que mencionar con exactitud las fechas fijadas por los manuales, que con-
sideran la modernidad entre el lapso que va desde el descubrimiento de América, en
1492, hasta la Revolucién francesa, después de la cual establecen el comienzo de unaxi
edad contemporanea que no ha visto atin su fin. Pero como ferviente seguidor de la
palabra mcluhaniana, prefiero ir a la basqueda de los factores s6lidos, de caracter
tecnol6gico, capaces de establecer con mayor precisi6n las fechas de estos periodos.
Entonces, para la modernidad, tenemos que recurrir esencialmente a la invencin
de Gutenberg, alrededor de 1450, y a la Galaxia que surge alrededor de ella: un
cilindro del cual el prestidigitador canadiense logra sacar una cantidad increfble de
efectos que corresponden, por decirlo en un solo concepto, al lento madurar de la
sociedad burguesa. McLuhan no olvida, para la ocasién de este admirable esfuer-
zo, relacionar otro hallazgo tecnolégico igualmente importante, sucedido a nivel
virtual-simbélico: en efecto, él hace referencia a la instauracién de la perspectiva,
teorizada inclusive con anterioridad por Leon Battista Alberti, y definida de mane-
ra muy eficaz por Erwin Panofsky, diseipulo de Cassirer, como “forma simbélica”.
Al contrario, no cabe bien el terminus ad quem sugerido siempre en los manuales
italianos para la edad moderna, en tanto la Revolucién francesa no implica nada
radicalmente nuevo; significa solamente que la burguesia, nacida a la par con Gu-
tenberg, en el momento en que conquista el poder politico ya tenfa, hacia mucho
tiempo, el poder econémico. éHacia dénde podemos mirar ahora, si queremos seguir
el método McLuhan? Aparece enseguida un avance sensacional. Hacia finales del
siglo xvi una gran cantidad de cientificos innovadores empieza a estudiar la elec-
trologia, esto es, la hendiais inseparable del electromagnetismo, con investigadores
como los italianos Luigi Galvani y Alessandro Volta. En las siguientes paginas se
demostraré que entre sus homélogos a nivel de las artes visuales puede incluirse a
Blake, Goya, David y Canova, hasta llegar a su maximo exponente, William Turner,
quien intuye ya, de alguna manera, la explosion atomica.
Este es el comienzo auténtico de la época contempordnea; sin embargo, se trata de
una noci6n ambigua, confundida continuamente con la de “moderna”, como si fueran
totalmente equivalentes. De ahi mi ins6lita propuesta de abolir el término “contem-
pordneo” y sustituirlo por el de “postmoderno”, si procedemos a darle un lapso de
tiempo mucho mis extenso que el referido tinicamente a las tiltimas décadas del siglo
pasado, como se hace comiinmente. De esta manera, el post- indicarfa, sin duda, la
relacién de consecuencia con lo moderno, y tendria la posibilidad de abarcar el nticleo
del soporte central, que es el electromagnetismo, y el de su derivado, la electrénica,
hoy ya siempre més difuso. Infortunadamente, las cosas en la historia se embrollan,
y no se despliegan en una sucesién meramente lineal. De hecho, los albores de la
contemporaneidad o postmodernidad, si se quiere, ubicada a finales del siglo xvm,
fueron bloqueados por un reinicio masivo de lo moderno, apoyado en el predominio
de las maquinas industriales movidas por energia térmica, que sucedieron a la primera
méquina industrial mas modesta o débil, que fue la imprenta gutenbergiana.
Entonces, lo contempordneo o postmoderno, después de su primera aparici6n, se
hunde, y de nuevo comienza a dominar lo moderno en sus formas tipicas de realismo
y naturalismo, es decir, como espejo fiel de la realidad, paralela al advenimiento de
la fotografia. Pero luego, alrededor de los afios sesenta de! siglo x1x, el electromag-
netismo avanza a pasos agigantados en todos los frentes: la ciencia, la tecnologiaxii
¥; Por supuesto, el arte, a través de los geniales pasos de ingeniosos homélogos de
Jas vanguardias histéricas. Por este camino Ilegamos a Cézanne, Gauguin, Seurat y,
también, a las aguas territoriales de mi libro Arle contemporanea [Arte contemporéneo}
que, afortunadamente, la editorial Norma tradujo al espafiol, por lo que un lector
de lengua castellana podria ampliar estas paginas con los aportes més analiticos que
hemos esbozado alli.
Pero sea en el presente trabajo, o paralelamente en Arte contempordneo, se fij6
para estos periodos una finalizacién en los aiios ochenta del siglo pasado. Desde
entonces, han surgido muchos otros caminos intermedios, sin que hayan desmentido
de manera alguna los postulados aqui enunciados. Particularmente, las ensefanzas
meluhanianas han desbordado su medida, extendiendo de manera sistematica su
méxima proverbial de la aldea global. Si anteriormente me habia atenido a los
eventos sucedidos al interior de Occidente, mas all4 y mas aca del Atléntico, ahora
se pucde constatar que después de la Revolucién del 68 ciertos instrumentos han
Hegado a ser comunes a todas las personas y a todos los pafses, inclusive también
fuera de Occidente, donde se hace arte usando la fotografia y su prolongacién, el
video, o las instalaciones, utilizando objetos sacados de la realidad externa, segtin
las practicas del ready-made de Duchamp, llevado a un nivel extremo. Y también esta
difundido el recurso al material lingitistico.
Asf empieza a perfilarse el temido efecto de la globalizaci6n; entonces, tanto en
¢l arte, como en cualquier otro sector, ése produce un mismo producto homoge-
nizado? Esto no se verifica. A este propésito ayuda el primer término de la dupla
meluhaniana, que le da el cardcter casi de un oximoron, de una contradiccién en
los términos, pues esta globalidad pertenece a la dimensi6n reducida de una aldea,
en el sentido de que los muchisimos instrumentos mas comunes pueden ser usados
en las diversas Areas geograficas para indagar profundamente en sus propias raices.
Pensemos en lo fascinante de la escritura, que no se confia de los anénimos carac-
teres fonéticos de Occidente, sino de los ideogramas fantasiosos de las lenguas del
Lejano Oriente. Ademis, esta comunidad internacional redescubre la belleza de la
decoracién y esta dispuesta a practicar la pintura, no ya en el trajinado cuadro de
caballete, sino segin la modalidad de intervencién del muralismo: wall painting,
grafitismo; con resultados de gran encanto y grandeza.
No olvido que me estoy dirigiendo a un piblico latinoamericano, por lo que me
place concluir sefialando la presencia de algunos artistas muy significativos, que
tienen su puesto asegurado internacionalmente: el brasilero Ernesto Neto, con sus
bosques exuberantes, reconstruidos con ayuda de materiales plasticos hechos de
productos sintéticos; el cubano Kcho, que erige monumentos usando las chalupas
utilizadas por los boat people [personas que salen huyendo, en botes precarios, por las
malas condiciones de su pais], de las cuales obtiene trajes maravillosos; y, por tiltimo,
la colombiana Doris Salcedo, quien parece trabajar en las fronteras del minimalismo
estadounidense, fifo y serio, pero sus instalaciones, confiadas a sillas vacias, a tumbas
en la tierra o a grietas amenazantes que atraviesan el suelo, quieren mostrar, mas
alld de su valor estético, testimonios dramaticos de vidas oprimidas y sacrificadas.El concepto de cultura
Del stylus al estilo
Caatuicra de los términos que inte-
gran el titulo de este libro requiere, sin
duda, alguna aclaracién, pero, contrario
a lo que podria creerse, no son los tér-
minos mas escandalosos y complejos en
su conformacién (como, por ejemplo,
“fenomenologia”) los que necesitan un
poco de semejante intervencién expli-
cativa; veremos, en cambio, que reve-
laran sus secretos agilmente. “Cultura”
y “estilo”, dos términos muy comunes
y humildes que pertenecen al lenguaje
corriente, apareceran también como los
més polémicos e inaprensibles, lo cual,
en realidad, no sucede solamente en
el caso de estos dos términos, sino que
es casi una regla general. Los vocablos
més comunes y difusos estan cargados
de miltiples significados cruzados,
ambiguos, que requieren, por tanto, un
esfuerzo mayor de interpretacién,
Naturalmente, cada vez que intenta-
mos arrojar luces sobre el significado de
una palabra es conveniente valerse de un
buen diccionario. En el caso del estilo,
esta indagaci6n elemental arrojarfa un
resultado que, a su vez, encontrariamos
conforme a tantas otras de su género: el
significado nace, en primer lugar, en. un
nivel material, en situaciones concretas
de trabajo, fruto de la intervencién
instrumental sobre el ambiente; lo cual
corresponde a aquello que también se
dice del significado literal de un voca-
blo, seguido casi siempre de un sentido
secundario derivado que, a su vez,
ha resultado de una “transferencia” de
sentido hacia ambitos de accién mas
amplios y generalizados, cada vez mas
alejados de las situaciones concretas en
que se originaron. De hecho, hablamos
de un nivel de significados que han
sido trasladados, traspuestos (términos
ambos que se derivan de dos raices
latinas diferentes asociadas a la idea de
portar, ademas de la preposicién, que
leva en sf la idea misma de cambio de
lugar). Ciertamente, podriamos recu-
rrir también a la correspondiente raiz
griega y hablar de significados meta-
foricos. Existe, ademas, la posibilidad
de lamarlos “figurativos”, pero damos
siempre vueltas alrededor de la misma
clase de conceptos, ya que las figuras
son elementos ficticios que sustituyen
elementos reales, presentes, permitién-
donos imaginarlos en su ausencia. Reco-
nozcamos, por tanto, que casi todos los
vocablos ofrecen esta doble naturaleza,
esta transferencia inevitable desde un2 / Ciencia de ta cultura y fenomenologia de las estlos
origen material hasta un ambito més
amplio de sentido ideal.
Volviendo al stylus, antecesor prosaico
y material, nos dicen los diccionarios
acerca de esta palabra, especialmente
cargada con la etimologia que se nos
ofrece, era stylus precisamente un ins-
trumento de la vida practica, una barra
metilica afilada en un extremo que se
usaba para inscribir las gruesas tabletas
recubiertas de una capa de cera que, en
la época romana, constitufa el principal
soporte para el acto de escribir, cuando
este era un ejercicio para efectos cotidia-
nos, de uso practic. Obviamente, para
aquellas ocasiones bien distintas, mas
solemnes, que apuntaban a la inmorta-
idad, se esculpia en letras maydsculas
sobre la dura superficie de las lépidas.
Es cierto que hoy solo quien cultiva
los estudios arqueol6gicos 0 quienes se
ocupan de la historia evolutiva de las
técnicas de la escritura se interesan en
profundizar en aquel remoto stylus (“es-
tilete”), stilo en lengua italiana corrien-
te, que también inaugura este linaje.
Entretanto, la palabra en italiano ha
sufrido una pequefia mutaci6n, casi que
un refinamiento, por lo que hoy se pre
senta en la versién de stile [estilo]; pero,
sobre todo, registra el tipico pasaje: la
tansferencia a un plano ideal, que, por
ello, se la escucha resurgir de su lejano y
oscuro origen. De hecho, el ejercicio del
estilo, por su ocurrencia exquisitamente
practica, proporcionaba ya entonces la
posibilidad de introducir en aquel acto
unas variantes expresivas. Evidente-
mente, cada escriba tenia su manera de
conformar los signos respetando, eso sf,
los usos establecidos para la escritura
En otras palabras, cada escribiente
resultaba con su propia grafia persona-
lizada, con un “estilo” individual. Pero
es necesario no afanarnos en afirmar
Ia individualidad del escribiente. Los
escritores activos en la misma época, y
también en el mismo lugar, en el mismo
taller, quiza compartiendo ensefanzas
aprendidas de una misma fuente, de-
bfan participar de cierta modalidad co-
min, si se mira mas profundamente. En
principio, debemos evitar contraponer
la dimensién individual a la colectiva,
cuando ambas pueden tener una dis-
posicién secuencial, un escalonamiento
casi sucesivo 0 una superposicién como
de estratos seriados, como las hojas de
una aleachofa. Habfa, sin duda, un estilo
gréfico comtin a todos los escritores que
dependian de un solo scriptorium 0 de
una sola escuela, sin excluir con ello el
derecho de cada cual a producir textos
singularmente individuales. Inclusive
hoy, cuando escribimos a mano (utili-
zando no el buen estilete, sino el boli-
grafo), inconscientemente mezclamos
en cada trazo los rasgos comunes a una
generacién, al nivel profesional al que
pertenecemos, sibien con las especifici-
dades de nuestra muy celosa y privada
personalidad.
Se avista, en fin, el intersticio a tra-
vés del cual una actividad inicial muy
material, afiliada al estilo, cuestiona la
actividad siempre mas general y refina-
da permitiendo que los individuos y la
comunidad tomen decisiones expresivas.
Del estilo, de acepciones especificas y
graficas en la escritura, se pasa al estilo
més prédigo en el uso de recursos de los
instrumentos verbales (el tipo de voca-
bulario que escogemos, que preferimos,
y las construcciones sintacticas). Por
ejemplo: énos gusta la coordinacién, las
frases cortas, alineadas, o, en cambio, lasubordinaci6n, las cléusulas entreveradas
cual cascadas unas dentro de otras? Es
licito, entonces, pasar del ambito verbal
a otro, siempre y cuando sea posible, por
una parte, el ejercicio respetuoso de las
normas institucionales preestablecidas y,
porla otra, el ejercicio de las preferencias
individuales © grupales. Por eso, habra
un estilo para vestirse, un estilo del mo-
vimiento o gestual, hasta del alimentarse,
del divertirse, del comportamiento gene-
ral, de cara a las
que nos propone la vida en comunidad.
EI proceso de traslado y el metaférico
van expandiéndose desmesuradamente,
legando a convertirse en un continente
siempre mas alejado del miicleo material,
distante ya de su origen.
Por todas estas razones, aparece la
naturaleza esencialmente plural del estilo,
por lo que seria apropiado hablar de esti-
los, puesto que cada grupo, cada genera-
cién, cada estrato social y cada individuo
se forja opciones propias, diversas, aun-
que sea solo por desviaciones pequefias
pero tangibles respecto a los grupos o las
personas cercanas. Mas atin, esta plurali-
dad no se da tinicamente en la sincronfa,
sino también en la diacronfa, por cuanto
los estilos, diferenciados ya dentro de un
periodo histérico unitario, estan desti-
nados a cambiar de nuevo en su paso a
otra fase hist6rica. Se trata, por tanto, de
formaciones que cuanto més inestables y
cambiantes, propias de la naturaleza de
los fenémenos, de eso que aparece aqui
y ahora, diferente de la manera como se
manifeestaba “alla y entonces”, tanto mas
estan abocadas a sufrir nuevas mutaciones
en el tiempo venidero,
Se abre asf la posibilidad de examinar
el término inmediatamente anterior, de
los tres que constituyen el titulo: “feno-
El concepto de cultura / 3
menologia”, término del cual habjamos
sefialado ya su aparente complicacién,
pero también su sustancial claridad de-
notativa. Particularmente, no hay nada
misterioso en el sufijo -logfa, al cual se
recurre con frecuencia para indicar la
intencién de presentar un discurso siste-
mitico o logos, como lo he enunciado en
el tema, respecto al objeto identificado
por el lexema o rafz verbal que precede
al sufijo. Debemos por lo pronto dirigir
la atenci6n a un reconocimiento previo
de lo fenoménico, es decir, de su variabi-
lidad histrica, que cambia rapidamen-
te, Para instituir una fenomenologia, es
necesario establecer que, en cualquier
Ambito, esta se caracterice, precisa-
mente, por formaciones que aparecen y
desaparecen, con permanencia limitada,
a saber, con un ser que se resuelve en el
aparecer, de forma que, en este caso, la
dimensién fenoménica resulta de mayor
importancia que la éntica (para decirlo
usando el término griego correspondien-
te). Por otra parte, la intencién légica
que conlleva inevitablemente toda em-
presa cientifica trata de reconducir lo
precario a la estabilidad, y, por tanto,
dondequiera que se aplique una feno-
menologia, se propone rastrear lo esta
ble en lo precario. En nuestro caso, no
se trata de anular la infinita variabilidad
de los estilos, sino mas bien de pregun-
tarse si hay caracteristicas recurrentes,
dentro de esta mutabilidad incesante.
Estamos de acuerdo: los estilos cambian,
pero, ésera posible distinguir criterios
de investigaci6n 0 marcos de referencia
dentro de su continuada mutabilidad?
Esta es la competencia general de las
tareas de toda fenomenologia. La apli
caci6n de la fenomenologia a los estilos
no es la excepcién, puesto que cabeJ Ciencia de la cultura y fenomenologia de los estos
perfectamente dentro del rango de toda
empresa de este género.!
El macrocontinente de la cultura
Alampliar cada vez mas nuestro estudio,
legamos al fin al macrocontinente de la
cultura, que es tipicamente el lugar en
el cual el hombre establece las institu-
ciones de todo tipo y, al mismo tiempo,
en elacto de aplicarlas, las va variando,
criticando, corroyendo desde dentro,
destituyendo, hasta la creaci6n de unas
nuevas. En cierto sentido, se podria
decir que el surgimiento total del estilo
sucede al interior de la cultura, que por
eso sirve en sus confrontaciones como
su iiltimo receptor inevitable.
Naturalmente, es mejor desemba-
razarnos pronto del término docto de
“culturologia” que, por lo demas, hace
licito reemplazarlo por la expresi6n mas
sueltay comin de “ciencia de la cultura”,
como, en efecto, sucede muchas veces en
el presente texto. Culturologia significa,
evidentemente, la intencién de someter
a un anilisis sistematico y cientifico la
cultura, un objeto en sf mismo dificil,
ambiguo, muy problematico, justamente
por su simple y por su amplia circula-
ci6n. El hombre comin, de la calle, lo
acepta y lo incluye en su limitado len-
guaje basico, y se encuentra de pronto en
una situaci6n un tanto embarazosa cuan-
do se lo invita a dar una definicién “clara
y distinta” de él. Esa misma palabra no
1 Eltérmino genérico con el cual se quiere designar el estudio sistematico de cada mat
deja de presentarles serias dificultades a
las personas que se creen suficientemen-
te “culturizadas” 0, segiin parametros
omenosaceptables, “escolarizados"
© bien educados, 0 con algin grado de
educacién media inferior o media supe-
riot, y quiz inclusive ya pertenecientes a
launiversidad, o insertados en el mundo
de los profesionales.
Sin embargo, en este caso tampoco
debemos dejar de recurrir al dicciona-
rio y al examen etimolégico, en el cual
encontraremos también la confirmacién
mis clara acerca de la primacia de su
significado material, inscrito alrededor
de la definicién misma de cultura, y que
tendra un peso decisivo.
El examen de sus origenes etimol6-
gicos en el mundo latino nos dice que la
cultura estaba asociada a una actividad
tipicamente material del trabajo. Adin
hoy no podemos dejar de aludir a ella
sin recorrer las derivaciones de su raiz
verbal. Se trataba del cultivo de la tierra,
de la agri-cultura, por lo cual podemos
sentirnos autorizados a afirmar que
una de las primeras formas de cultura
de la humanidad ha sido la agricultu-
ra, Debemos estar agradecidos con la
lengua italiana por el hecho de que
introduce un mfnimo de desviaciones,
haciendo una leve modificaci6n al tema
verbal original, pasando de cult- a colt-,
que ahora propiamente quiere decir
la actividad practico-material sobre la
naturaleza con relacién al trabajo de
Ia tierra, y dejando, en cambio, que el
de natu
raleza fenoménica, la fenomenologia, pasa también a designar un movimiento filoséfico particular,
cuyo fundador fue Edm
ind Husserl, para quien el acto de interrogar referido a la “apariencia", a
fin de que esta revele su constitucién, es de importancia fundamental. Cf. el apar
do “Indicaciones
bibliograficas para profundizacién” referidas al capitulo 6, pp. 137, 138,arcaizante cult- indique los procesos de
traslado metaforicos, figurativos, que
consideran el “trabajo” en el nivel ideal,
como procesos cognitivos alejados de las
circunstancias materiales inmediatas que
les dieron origen.
2O sera que esta diferenciaci6n, al
contrario, significa un mal, destinado
a sumarse a los muchos prejuicios que, a
lo largo de los siglos, han separado
la acepci6n material de la cultura de la
ideal, figurativa? Cierto es que hoy uno
de los primeros pasos en la indagacién de
la culturologia, en un estudio despre-
uiciado, riguroso y profundo del objeto
cultural, debe dirigirse justamente a
la recuperacién de su estrato material: la
cultura debe recuperar con plenitud el
ongullo de sus orfgenes en la actividad del
trabajo sobre las duras circunstancias
del medioambiente*
De ahi se desprende una de las pri-
meras condiciones para definir, de modo
Tiguroso y lacénico, el concepto mismo
de cultura. Es peculiar al hombre (no
tiene sentido hablar de una cultura de
los animales), puesto que tiene que ver
con la tipica capacidad humana de saber
trabajar, lo que, a su ver, solo es posible
por el uso de instrumentos extraorgani-
cos, llamados asf porque no hacen parte
organica de la dotaci6n de la naturaleza
El hombre es el animal que prolonga sus
extremidades (manos y pies) con objetos
obtenidos del mundo externo. Para re-
ferirse a estos implementos extrinsecos
Elconcepto de cultura | 5
se puede recurrir a un vocablo un tanto
triste, el de protesis, dada su circulaci6n
actual, que lo restringe a los aparatos
ortopédicos que reemplazan los érganos
naturales; y por eso resulta eficaz y apro-
piado para designar este rasgo tipico
de la condicién humana que intenta
potenciar el aparato fisiolégico natural
con piezas adicionales, artificiales, que,
ala manera de las prétesis ortopédicas,
se pueden retirar, remover, después de
ser usadas y por seguro no se pueden
incorporar a la dotacién organica, ni
se transmiten de padre a hijo a través
del cédigo genético (pero, obviamente,
es posible transmitir la posibilidad de
asumirlos de nuevo, a través de un c6-
digo cultural)
El hombre, desde sus orfgenes, ha
cultivado la posibilidad y la utilidad de
intervenir en el medioambiente para
extraer comida, para defenderse de la
intemperie, para agredir a sus mismos
semejantes 0 protegerse de sus agreso-
res, prolongando la dotacién natural de
su Cuerpo con objetos externos capaces,
asu vez, de dar lugar a otras secuencias
sistematicas y ordenadas de la interven-
cién. Estas secuencias corresponden al
trabajo, 0 los ciclos de aplicacién inte-
ligente, coherente, con fines especificos,
iclos para los cuales la lengua griega
nos ha dado la raiz verbal, preciosisima,
de techn-, a la cual la lengua latina ha
respondido ofreciéndonos el equivalente
surgido del campo del ars. Se perfila, en
2. Entre la enorme cantidad de estudios sobre este tema, vale la pena recordar la contribucisn ya ckisica
de G. Kluckhohn y A. L, Kroeber, 1! concetto di cultura, trad.it., Bolonia, Il Mulino, 1972. Ou
Levoluzione del pensiero antropologico, con wun subtitulo sugestivo: Una
fundamental es la de M. Harris
obra
storia della teria della cultura, trad. it, Bolonia, Il Mulino, 1971. De gran importancia también es una
contribucién mas reciente del mismo autor, Materialismo culturale, trad. it, Milan, Feltrinelli, 1984,6 / Ciencia de la cultura y fenomenotogia de tos estlas
fin, una enorme cantidad de ventajas
emanadas de la técnica, que coincide
con el principal supuesto de la cultura
misma, proveniente de su nivel material.
El hombre tiene la capacidad de asumir
instrumentos, protesis extraorginicas, y
de desarrollar con su ayuda la esfera de
la tecnologia. Las famosas “edades” de las
que hablan los manuales y aun los textos
de la escuela elemental, a saber, la Edad
Paleolitica, o de Piedra, Antigua, Neo-
litica o de la Piedra Nueva, Eneolitica o
de Bronce, no son otra cosa que grandes
ciclos técnicos de la cultura material,
fundamentales para el florecimiento y
la afirmacién de la humanidad. Cier-
tamente, a cualquiera de estas edades
instrumentales le corresponden los res-
pectivos estilos expresivos, la seleccién,
las opciones de los ceramistas, de los
armeros y otros artesanos empefiados
en forjar sus correspondientes utensilios.
Vista a la luz de esta perspectiva hist6-
rica amplia, la propuesta lingatfstica que
surge del latin, de designar la cultura
mediante un vinculo radical con el cam-
po, resulta ser solo parcial y engafiosa,
no tan original como podria pensarse.
De hecho, la culturologia o su antecesora
inmediata, la antropologia cultural, diran
precisamente que la principal forma
técnica, la primera fase de la cultura
material de la humanidad, no se debié al
trabajo en el campo, sinoa las actividades
némadas, como la caza y la pesca, por lo
que se fabricaban las protesis, los instru-
mentos técnicos adaptados a ese género
de funcién. La agricultura llegé después,
sin que implicara necesariamente una
ventaja para las poblaciones sujetas a
ella.’ Ahi es donde podemos encontrar
prototipos de sociedades o de culturas se-
dentarias, en las cuales se fortalecieron las
jerarquias, en sentido vertical o clasista,
disminuyendo ciertamente el grado de
riesgo y de impredecibilidad, pero solo
en cuanto a los roles, a la distincién entre
dominador y dominado, clase hegem6-
nica y clases subalternas, que hubieran
sido trazadas con rigidez excesiva, en
detrimento de las segundas. Este seria el
modelo de la sociedad industrial mec-
nica dominante en el siglo xix y en gran
parte de nuestro siglo.
El criterio segiin el cual la cultura
existe siempre que exista la facultad de
emplear instrumentos extraorgénicos
parece sin duda necesario, pero no es
de ninguna manera suficiente. Podemos
objetar que algunas especies de ani-
males son capaces de emplear objetos
externos de este género: las hormigas,
que acumulan la tierra para construir sus
termitas; las abejas, que construyen labo-
riosamente las celdas de sus colmenas;
los perros amaestrados, que recogen el
palo que el amo lanza; los simios, agiles
y desenvueltos en el recurso de la prensi-
lidad de sus extremidades, no solo las su-
periores, sino también las inferiores, con
las cuales inclusive tamborilean. €C6mo
podemos distinguirnos de estos habiles
adversarios animales? ¢Cémo hacer de
Ja cultura una actividad exclusivamente
humana? éSer conveniente, en cambio,
ampliar los limites y hacer llegar también
la condicién animal a las orillas de la
técnica? Y, équé decir de los nidos de los
3. Esta revaluacién de las culturas némadas con respecto a las sedentarias se debe a otra de las contri
lustres de M. Harris, Cannibali ¢ re, trad. it.
Milin, Feltrinelli, 1pajaros, de las telaraiias? Queda pendien-
te una dificultad mayor: 2c6mo podemos
evitar que estas prétesis y objetos inventa-
dos por el hombre permanezcan rigidos
y estticos en el tiempo?
Si al intento de definir la cultura
agregéramos una segunda condicién
igualmente necesaria, para otorgarle un
principio de suficiencia en un binomio
con la anterior, deberfamos afirmar que
el hombre no solo tiene la facultad para
crear prétesis, sino también para cam-
biarlas a través del tiempo. Un dia usa
la piedra tal cual, asi como la ofrece la
naturaleza. El dia de mafiana descubre
que la piedra se derrite si se somete a
altas temperaturas y puede fundirse
luego con otros materiales extraidos de
la tierra, creando un compuesto que,
luego de consolidarse, se vuelve espe-
cialmente resistente y fuerte. Entonces,
se abre el glorioso camino de la historia
tecnol6gica de la humanidad.
Estrato material y estrato ideal
La transicién de un tipo de protesis a
otra también implica abrir una dimen-
sién “inteligente” 0, por lo menos, la
capacidad para observar, para proyectar
hacia el futuro, para visualizar escenarios
diferentes a los que se desarrollan “aqui
y ahora”. El hombre tiene la capacidad
de suspender el golpe que esta a punto
de propinar con un burdo martillo de
piedra, de una sola asa, rudimentaria, y
arriesgarse a preguntar sobre posibilida-
des alternativas, primero imaginando y
luego dando curso a esa actividad en una
dimensién experimental y de investiga-
Gn. Del estrato de la cultura material
o estrictamente técnica, instrumental,
El concepto de cultura |'7
se pasa a un segundo estrato, derivado,
figurado, transportado, 0 sea, al fenéme-
no que luego queda registrado en todos
los diccionarios, que son depositarios
fieles de un proceso diacrénico que se
desarrolla a través de siglos 0 milenios.
Asi, resumiendo, llegamos a una dimen-
sién ideal, noética, del “pensamiento”
a la cual muchos te6ricos se apresuran
para identificar la especificidad de la
cultura y, por tanto, el nticleo definitorio
de todo el fenémeno.
Pero, a este respecto, deben recalcar-
se las ventajas del primero de los dos
postulados. De hecho, el estrato de la
expresi6n intelectual, que, sin dudas, es
la base de la imaginacin, no se sustrae
al cardcter instrumental, de utensilios ex-
traorgénicos, de prétesis externas, sobre
los cuales habfamos basado la posibilidad
de fundar la totalidad del continente cul-
turolégico. Los grabados, los grafitis ru-
pestres, que estuvieron entre las primeras
modalidades técnicas que el hombre us6
para expresarse, estén incluidos dentro
de los rasgos comunes de un dispositivo
externo, que descarga la memoria or-
ganica de las tareas excesivas y evita el
deterioro del saber adquirido, deterioro
inevitable puesto que se reduce soloa una
cuesti6n, precisamente, de la memoria
onganica. Las especies de animales deben
recomenzar cada vez a acumular expe-
riencia, ya que no encuentran ningdn
depésito preexistente al momento de
nacer. Pueden contar solo con un bagaje
acumulado hasta ese momento en el c6-
digo genético; pero, para que ese cédigo
absorba nueva informacién, se requiere
un tiempo muy largo que esté préctica-
mente fuera de un concepto de la historia
aescala fenoménica. Esto explica por qué
el comportamiento animal, que depende8 / Ciencia de la cultura y fenomenologia de los estilos
de un cédigo genético semejante, esta
sujeto a mutaciones imperceptibles y, sin
embargo, escalonadas a lo largo de un
lapso de miles 0 millones de afios. En un
periodo hist6rico observable, no se dan
mutaciones evidentes, lo que nos permite
concluir que estos cambios pertenecen
al Ambito de la naturaleza, antes que al
Ambito de la cultura.
EI hombre, en cambio, es el tinico
animal que puede valerse de una me-
moria extra-organica, ligada a cuerpos
materiales extrinsecos, que duran més alla
del espacio de una vida fisiolégica, de tal
manera que los hijos y descendientes la
pueden recuperar y adquirir rapidamente
, asu vez, integrar, enriquecer o contras-
tary revisar segtin otros parametros.
La cultura, entonces, se articula ine-
vitablemente en dos niveles (en dos es-
tratos, en dos ambitos funcionales), uno
de los cuales es lo material, y comprende
la esfera de las practicas técnicas, de la
intervenci6n instrumental; el otro pe
tenece a la esfera de las “pre-visiones”,
el momento en el cual el hombre piensa
en las posibilidades futuras, imagina
escenarios diversos de los que estén en
acto aquf y ahora, se pregunta qué cosa
sucederia si se usara un instrumento 0.
una practica diferentes respecto a los
que estd usando actualmente. Este nivel
corresponde a la cultura ideal, proyec-
tiva 0 como quisiéramos llamarla; pero
esta se vale, a sti vez, de puntos de apoyo
material, aunque minimos, que soportan
campos de accién mas amplios, podria
decirse ideales.
Dada, entonces, la homogeneidad
sustancial entre niveles y estratos, que,
por lo demas, pertenecen al mismo
continente de la cultura, podria surgir la
sospecha de que no haria falta diferen-
Giarlos. Pero, en cambio, la distincién es
itil, ademas de ser evidente. Todos, de
hecho, estén dispuestos a reconocer la
diferencia entre un martillo, por un lado,
y una idea filoséfica, politica o artistica,
por el otro. Es cierto que debemos cui-
darnos de caer en dos errores contrarios:
creer que el martillo es exclusivamente
naturaleza 0 materia, desconociendo asi
el aspecto que lo hace la materializacion
de una idea; y considerar la idea como
um espacio de contemplacién pura, divor-
ciada de la vida préctica. Habiendo dicho
esto, conviene igualmente distinguir
los rasgos peculiares correspondientes
a cada uno: por un lado, instrumentos
que se tienen para usarlos aqui y ahora
en las intervenciones del trabajo sobre
a naturaleza, para sacarle los recursos y
luego transformarlos, transportarlos, etc.,
y que, para cumplir con tal propésito,
deben estar provistos de una inevitable
materialidad ¢ inercia, para lo cual se pre-
sentan a los trabajadores, a aquellos que
Jos hacen funcionar, como “otro diferente
de mf” y nada raro que también como
patronos dominantes que imponen reglas
precisas, exigiendo un pesado esfuerzo,
sin conceder margenes de autonom{a en
laintervencién, asumiendo, en fin, todos
los rasgos de una segunda naturaleza,
©, si se quiere, de una “lengua” que no
puede ser cambiada o transgredida impu-
nemente por el hablante individual; ella
es ms fuerte que él y puede moldearlo
aun en su contra, casi segiin el mito de
Frankenstein, el monstruo que ha esca-
pado al control de su creador, quien lo ve
volverse en su contra como una poderosa
¢ inexorable masa muscular, cual fuerza
bruta.
Por el otro lado, el estrato ideal repre-
senta, en cambio, el momento en el cualse distancia de la confrontaci6n directa,
fisica, material con la naturaleza y donde
Jas funciones de los instrumentos se tradu-
cen en simbolos y son sometidas a estudio,
reflexi6n, con vistas a un mejoramiento
pormedio de una abrogacién y sustitucién
radical con instrumentos mas eficaces.
Nace asf el espacio de la cultura en su
acepci6n corriente, pero también peligro-
say susceptible de excesos idealistas, que
viene entrelazada con elotium (ocio), como
un lujo del espiritu y, en cambio, plena-
mente justificado, si se interpreta como un
laboratorio donde se proyecta lo nuevo 0
se intenta establecer una correlaci6n entre
Jos instrumentos activos en los distintos
sectores, concediendo, en virtud de sus
valiosas tareas, una exenci6n temporal
del empefo fisico con el medioambiente
(dela coltura en el sentido literal original)
Una vez establecida la existencia de
estas dos esferas, vale decir, no por capri-
cho, sino en respuesta a distintos criterios
de funcionalidad para su diferenciacion y
articulaci6n, surge el problema de sus re-
laciones reciprocas (un clasico problema
ideal, donde la cultura se dispone a inda-
gar sobre simisma y da lugar entonces a
una ciencia de la cultura o culturologia).
Existen, ante todo, relaciones horizon
tales entre los distintos sectores de un
mismo estrato (por ejemplo, moviéndose
en el ambito de la cultura en el sentido
corriente, es decir, ideal del término,
las relaciones entre la epistemologia,
la psicologia, la ética, la estética, etc.).
Sobre estas cuestiones ya se ha indaga-
do mucho y se ha legado a resultados
muy satisfactorios, si bien, obviamente,
relacionados con las distintas maneras
4 Para conocer mas ampliamente el pensamiento de L. Goldman
El-concepto de cultura { 9
de plantearlas y resolverlas; pero, sobre
todo, ya casi nadie tiene dudas sobre la
oportunidad y la legitimidad de realizar
este tipo de indagaciones. Mucho mas
dudosa y polémica es la investigacion de
las relaciones de tipo vertical entre los
instrumentos del estrato “alto” y los del
estrato “bajo” de la tecnologia material.
A propésito de esto, surge el temor de
que se pueda caer en un determinismo
craso, subordinando unos a otros (los
“altos” a los “bajos”), haciendo de estas
relaciones una mera cuestion de reflejos
especulares, o, al contrario, sin tener en
cuenta la debida masa inercial del estrato
“bajo”, corriendo el riesgo opuesto del
idealismo, a saber, que se consideren los
instrumentos materiales como proyeccio-
nes demasiado déciles ¢ inmediatas de
la voluntad y de la libertad de las ideas.
La interpretacin que aqui ofrecemos
intenta evitar estos dos extremos, re-
cordando, en contra del determinismo,
que la tecnologia material es siempre
cultura, fruto de las ideas, de los proyec-
tos humanos; pero, por otra parte, evita
caer en el idealismo, recordando que la
tecnologia material tiene su propia au-
tonomfa ¢ inercia de movimiento. Una
vez instituida, la tecnologia adquiere
mis poder del que tuvo la persona que
la instituyd, y lo ejerce sobre esta como
una entidad extrafia, como una fuerza
de consecuencias imprevisibles.
La noci6n més titil y eficaz para ca-
racterizar este tipo de relaciones vertica-
les entre los dos estratos de una cultura
laha propuesto Lucien Goldmann,‘ que
ha empleado el término “homologia”.
Esto asegura varias cosas:
en particular su nocién de homo-
logia, véase su obra Per una sociologia del romanzo, trad. it, Milan, Bompiani, 1967; véase también la10 / Ciencia de la cultura y fenomenologia de los estilos
1. Sanciona la misma dignidad de los
dos momentos entre los cuales se es-
tablece una relacién que pueda con-
siderarse precisamente homolégica,
evitando asf el riesgo del determi
nismo en el cual se caeria al esta-
blecer que el momento ideal debe
“reflejar” lo material. Este aspecto
de la cuestién ha sido especialmente
considerado por Goldmann y por un
vasto sector de la cultura (en sentido
alto) contemporanea, ya que esta ha
permanecido en gran medida bajo
Ja impronta marxista, la cual llevaba
a razonar en términos de relaciones
entre estructuras (econémica, pro-
ductiva) y superestructura (ideol6-
gica). En particular, Goldmann vio
la necesidad de evitar la indudable
subordinacién que la primera ejercia
sobre la segunda en desmedro de
esta, que ocurrfa en las teorfas de su
maestro declarado, Georg Lukédcs.
2. La igualdad, que, ademés, no es ni
identidad, ni semejanza exterior. La
superestructura (el estrato ideal) no
tiene el compromiso de presentar una
imagen conforme alo que sucede en el
estrato bajo, 0, al menos, la identidad
se transfiere de los aspectos externos
ala logica de la funcionalidad, asegu-
rando de esta manera el derecho de
cada ambito a tener experiencias del
todo distintas, recfprocamente incon-
gruentes, sectorialmente especificas.
Estamos aqui bien lejos de la men-
talidad de la “representacién”, o de
una relacién mimética y pasiva; para
entender la homologfa es necesario
referirse a las estructuras profundas,
a los criterios funcionales de los res-
pectivos estratos y sectore:
sario hacer modelos decisivos, y solo
después de esta fase de extrapolacin
modeladora se podra probar si existe
la posibilidad de superposicion, de
congruencia recfproca, mas alla de las
respectivas particularidades y portadas
superficiales.
es nece-
La nocién de teenomorfismo
:C6mo se concreta todo este discurso
al abordar finalmente el ambito de las
artes visuales? También a este respecto,
una de las tareas primordiales de una
indagacién que se considere culturo-
l6gica consistiré en buscar relaciones
homol6gicas subsistentes entre las obras,
© las operaciones de determinadas épo-
cas y la tecnologia material prevalente
en ellas, 0 que esté a punto de ocurrir y
de imponerse (evidentemente se podria
articular una casuistica articulada en
una €poca unificada bajo una tinica tec-
nologia, 0 en épocas de roce y conflicto
entre la tecnologfa vieja y la nueva). Tal
busqueda, de todas maneras, debera
evitar el falso presupuesto de que no se
puede hablar de homologia sino en el
caso de que la obra de arte transcriba,
“imite”, represente los rasgos visibles en
la tecnologia de un periodo dado. En
cambio, puede suceder que los aspectos
visibles sean solo temporales, no esen-
Giales, antes que intrinsecos. Puede ser
que se los haya recabado afanosamente
exposicién critica, en vista de la presente base metodolégica, que realizamos en el capitulo dedicado
a él: Lazione ¢ Uestasi, Milén, Feltrinelli, 1967; y luego, Tur
Testo & Immagine, 2001.como obsequios de otras épocas y otras
lgicas instrumentales. Est4 enteramen-
te en manos de los operarios visuales de
determinada época histérico-cultural
encontrar las formas visuales, plasticas
y espaciales diseftadas para exteriori-
zar, y hacer tangible y visible la légica
inherente a la técnica usada en el nivel
material. Segtin nuestro planteamiento,
corresponde a las artes visuales la tarea
tecnomorfista, término que debe ser
tomado literalmente: la de dar forma
(plastico-espacial) al procedimiento
tecnolégico de ese mismo periodo his-
t6rico. O mejor dicho, dado que nuestro
discurso trata sobre intervenciones de
naturaleza critica y teérica, el tecno-
morfismo deviene la hipstesis primaria
de trabajo para quienes justamente
conducen investigaciones e intentan
interpretaciones de orden critico.
Viene a auxiliarnos en este propés
to la célebre nocién de forma simbélica,
planteada por Panofsky al abordar la
perspectiva renacentista, en confor-
midad con preocupaciones no muy
diferentes de las que se esbozaron
arriba. Adentrandose en el campo del
simbolismo, Panofsky® queria evitar el
riesgo del naturalismo y del mimetismo,
subrayando que el espacio renacentista
era una construccién cultural, fruto
conjunto de las contribuciones de las
matemiticas, la astronomia, la filosofia
y elarte y que, a su vez, la forma ofre-
cida por los pintores y los arquitectos
de aquella concepcién teérica no era la
imagen en un sentido representativo,
sino el simbolo, es decir, una invencién
El concepto de cultura (11
en esencia, una propuesta auténoma
una exteriorizaci6n sensible, también,
por supuesto, notablemente habilitada
para volver visibles esas concepciones.
Pero, segiin el punto de vista aqui plan-
teado, Panofsky sufti6 el inconveniente de
limitarse a correlacionar entre los distintos
sectores de la cultura “alta”, ignorando del
todo la “baja”, o sea, el estrato de la tec-
nologia material. Esto no quiere decir que
lavalidez de su concepto de forma simbé-
lica no pueda ser adoptada también por
quien sienta la obligaci6n de afrontar este
otro capitulo de las relaciones entre los
diversos aspectos de una misma cultura.
La operacién tecnomorfa que habiamos
atribuido como tarea primordial a las
artes visuales se traduce, por tanto, en el
empeiio de proponer de vez en cuando
las “formas simbélicas” que hagan plas-
mar en imagenes, en esquemas visibles,
en propuestas plisticas y espaciales el
modelo de funcionamiento compartido
con los instrumentos de las tecnologias
de base. La unificacién de modelos no
impide, de ninguna manera, la sobrevi-
vencia de una tarea aut6noma, porque
precisamente es peculiar y exclusivo de
las artes visuales encontrar los simbolos
(obviamente, repetimos, de orden visual,
plistico, espacial) de esquemas funciona-
es que, como tales, pudieran confiarse
a la impalpabilidad an-estética en otros
escenarios (en el significado literal, sin
ninguna concesi6n a lo estético, a los
sentidos) de una idea, ola brutalidad de
instrumentos que en su aspecto exterior
pudieran esconder, o inclusive contrade-
; Su légica interna,
Su famoso ensayo es de 1927, trad. it, La prospettiva come “forma simbolica” ¢ altri scrtt, Milan, Feltri-
nelli, 1961. Cfr. también el apartado “
capitulo 4, pp. 133-135.
ndicaciones bibliograficas para profundizaci6n” referidas al12 / Ciencia de la cultura y fenomenologia de los estlos
Las teorias de McLuhan
En este punto, sin embargo, surge la
pregunta: ées posible adelantarnos un
paso para intentar establecer la corre-
lacién ontol6gica entre los estratos altos
y los bajos, o se trata de una empresa
temeraria, sin ninguna garantfa de se-
riedad cientifica? Algunos han intentado
este paso ulterior, llegando a resultados
que parecfan bien persuasivos, aunque
se hubieran formulado en un estilo
conciso, mas como destellos, aforismos,
paradojas, que como aseveraciones
meditadas y orgdnicas. Me referia a
Marshall McLuhan, de quien aceptamos
integralmente y con entusiasmo, ya hace
casi medio siglo, los planteamientos ti-
picos de sus teorias, en un esfuerzo por
hacerlas mas Agiles y sistematicas;° por
ejemplo, y para volver a los indiscutibles
razonamientos de Panofsky, el estrato
de tecnologia material que se puede
correlacionar con la forma simbélica
de la perspectiva renacentista y aquel
que McLuhan ha llamado precisamente
la galaxia Gutenberg, la imprenta de
caracteres méviles: una tecnologia que
introduce criterios de funcionamiento
fundados en la homogeneidad de los
elementos empleados y en su repetiti-
vidad, como también la posibilidad de
ordenacién serial, en lineas o en colum-
nas. Todo esto es homélogo a una red
ideal (“alta”) fundada sobre el sistema
de las coordenadas cartesianas, a su vez
instrumentos de medicién o para “anali-
za” un espacio infinito y homogéneo en
alguna de las tres direcciones cardinales;
ademés, cada mensaje impreso, para
poder ser consumido (lefdo), exige qui
los lectores se sittien a cierta
asuman un “punto de vista”, env
sobre la superficie un haz de rayos 6p-
ticos rectilineos. De aqui pasamos a la
homologia entre el acto de leer y la pi-
ramide invertida, o camara oscura, que
son los conceptos angulares sobre los
que descansa la perspectiva renacentista
En este caso, podemos encontrar los
rasgos positivos que deben acompatiar
cada aplicacién de los paradigmas de la
homologia:
1. La imprenta no “determina” la pers-
pectiva renacentista, ni es su “causa”.
McLuhan fue el primero en sefialar
que seria completamente infundada
esta concepcién, dado que los opera-
rios del estrato ideal que instituyeron
la perspectiva renacentista (entre
arquitectos y pintores) estaban activos
casi siempre antes de la invencién
real y propia de la imprenta de Gu-
tenberg (generalmente fechada a
mediados del siglo xv). Entonces no
existe un precedente cronolégico de
os acontecimientos registrados en el
nivel “bajo” respecto a lo homélogo
de la vertiente “mental”. Al contrario,
hay cooperacién “a la par”, de igual
dignidad, con desfases cronolégicos
contingentes (ya que los operarios
de un sector, o de otro, podrfan anti-
ciparse) sin que esto imposibilitara la
convergencia en un objetivo comin,
6 Las dos obras de M. McLuhan a las que me refiero constantemente en estas paginas son La Galassia
Gutenberg, rad. it.. Roma, Armando, 1976, y Gli strumentidel comunicare,trad.it., Mildn, II Saggiatore,
1967. Para una presentaci6n bien amplia del pensamiento de McLuhan, véase al capitulo que le
dedico en la obra Tra presenza e assenza, Milan, Bompiani
19812
Ademés, esta convergencia entre los
fines es una hipotesis de trabajo que
proponemos nosotros, aqui y ahora,
como intérpretes a posteriori y en una
posicién de observacién privilegiada
(como alguien que mira desde lo alto
de una colina o de un helic6ptero, y
nota que algunos vehiculos, que van
por calles distintas, estén convergien-
do hacia la misma interseccién, sin que
estos se den cuenta). No hay que supo-
ner que los “operarios” de los respec-
tivos sectores supieran lo que sucedia
en los sectores aledaiios. En el fondo,
un acto de creatividad se impone con
fuerza sobre cada punto de la esfera
cultural y es, por tanto, mensurable
en distintos grados, en cualquiera de
sus sectores, Aqui conviene tomar en
cuenta el clasico fenémeno de los vasos
comunicantes, en el que un liquido
llega a un mismo nivel, sin importar
ules sean los respectivos didmetros
de los recipientes.
Siempre insistiendo en esta iltima
semejanza, queda el hecho de que el
vaso relativo a la tecnologia material
de una época es mucho més capaz,
es de mayor didmetro, y que los miil-
tiples aspectos caracteristicos de una
cultura se hacen visibles en él en me-
dida macroscépica: como el rio que,
cuando esté leno, vuelve superfluas
las mediciones de los hidrémetros.
Mas alla de la semejanza, vale la pena
repetir que cada idea juega un papel
decisivo cuando es representadaen su
forma material basica. En este caso,
son portadoras de un peso y de una
urgencia bien diferentes, que les dan
caracter obligatorio, casi de necesidad
a Gertas decisiones, mientras que al
inicio se veian dotadas de todos los
El concepto de cultura / 18
rasgos de precariedad y fragilidad
propios de cada cilculoy experimento
de laboratorio.
Se puede decir que la solidaridad dela
tecnologia de Gutenberg (apropiada para
el sector de la informacién) es compatible
con la de la maquina de energia térmica
(impulsada por vapor o por combustién),
destinada a los sectores de la produccién y
de la locomocién. La perspectiva renacen-
tista, que resulta de una feliz combinacion
del sistema de coordenadas cartesiano
con el concepto de la piramide invertida,
¢s la forma simbélica tanto de la primera
maquina como de la segunda. Esa pers-
pectiva sirve con plena satisfacci6n a una
tarea general de mecanomorfismo, a sa~
ber, de formacién y visualizacién simbélica
de la edad mecénica total, caracterizada
precisamente en el nivel material por el
desarrollo concomitante de la imprenta
gutenbergiana y de la industrializacion,
fundada sobre la maquina movida por
energia térmica; eventos que en el nivel
alto encontraron su punto de respuesta
homolégica en el espacio de tiempo que
se inicia con la perspectiva renacentista
y que se cierra con el impresionismo, 0
con la conquista de los procedimientos
Spticosy fotoquimicos, de los cuales surgi6
Ja fotografia.
Pero, naturalmente, McLuhan no
se detiene aqui. Todos conocen su si-
guiente paso, que consistié en avistar
el surgimiento de un ciclo tecnol6gico
muy distinto respecto del mecénico-gu-
tenbergiano, tanto que sefiala respecto a
ello un verdadero y propio salto cuantico
de calidad: se trata de la gran era de la
electrotécnica-electrénica. Para el desa-
rrollo de esta y de los problemas que de
ahi surgieron, los remitimos al capitulo 5.2
Los estratos de la cultura “alta”
o simbolica
Los sistemas simbélicos
Despues de habernos ocupado de los
lineamientos del estrato material de la
cultura, es oportuno ocuparse ahora del
estrato ideal, a saber, de los distintos
Ambitos operativos que manejan ideas
més que cosas, objetos materiales, y que
constituyen las distintas disciplinas 0
ciencias que, a su vez, intervienen mas
‘0 menos en un cuerpo que constituye el
saber de una determinada época hist6-
rica, Muchos consideran que tal estrato
se identifica con la cultura en el sentido
més propio y corriente de la palabr
No vamos a dedicar ni mucho tiempo
ni mucho espacio a definir qué cosa debe
entenderse por idea, dado que sobre este
tema existen bibliotecas enteras y por
siglos se ha ocupado de ello la filosofia
(0, mas particularmente, la filosofia del
conocimiento, la epistemologia). Es
cierto que hoy nadie somete a discusin
la existencia de esta modalidad general
de accién que abarca grupos o familias
enteras de objetos, reconociendo que
un saber tan extenso va de la mano de
una pérdida de concrecién: las ideas
no pueden tocarse, ni tampoco verse,
al contrario de lo que sugiere el origen
etimolégico de la palabra (de su raiz
griega v-id-); origen no casual, dado que
la percepcién, entre los distintos 6rganos
sensoriales, es el mas desmaterializado,
capaz precisamente de gran abarcadura
prospectiva, panordmica y, por consi
guiente, pudo sugerir bien por analogia
el papel peculiar de las ideas; de donde
derivan tanto su fortuna como su desgra-
cia, segiin los distintos contextos de la
vida cultural. De hecho, si privilegiamos
la dimensién de los objetos tangibles,
las ideas resultan ser como sombras 0
simulacros infieles e imperfectos, lo cual
va en su contra antes que a su favor, ya
que son, de todas formas, productos
derivados, secundarios. Si, en cambio,
conllevan el desprecio del empefio ma-
nual y practico, se convierten en te
torio muy noble, digno de los hombres
libres, especialmente si estas personas
estén rodeadas de trombas de esclavos ©
de sirvientes a los que pueden obligar a
cuidar de las viles necesidades materia-
les. Una de las tareas de la culturologi
es justamente la de ver cémo a través delas relaciones del estrato material y del
ideal se configuran relaciones similares,
afortunadas o infortunadas.
Hoy en dia, parece prevalecer un
juicio ecudnime, dispuesto a repartir
entre cada estrato “a cada cual lo suyo”,
y luego a reconocerles la dignidad a
las formaciones generales (de las ideas
precisas); justamente para esto se trata
de no privarlas de una base material,
y a tal fin vale otra vez el origen de la
etimologia del “ver”, que es también
un comportamiento fisiolégico (con-
tracci6n del cristalino, apertura o cierre
de la pupila, disposicién adecuada del
cuerpo). Existe, ademas, el “ver” mental
interior (pensar, por ejemplo, la idea de
caballo). Aunque este “ver” sea distinto
del comportamiento fisiol6gico, parece
acompatiado de movimientos gestual-
corporales, aunque estdn en cierto sen-
tido atrofiados. Esto es a causa de que
el hombre, aun en este ambiente, no
ha tardado en valerse de su capacidad
fundamental de usar instrumentos ex-
traorgdnicos, como habiamos visto que
sucedia en la cultura material. Lo que
lo distingue de la condicién animal no
es la posesin de unas habilidades ge-
neralizantes (aun el perro, por ejemplo,
es capaz de deducir la idea de comida a
partir de una serie de eventos materiales
que se la han ofrecido), sino la capaci-
Los estratos de la cultura “alta” 0 simbélica | 15
dad de asociar la idea a un pedacito de
materialidad leve, practica, fungible y
al mismo tiempo conservable. Se trata,
en fin, de la bien conocida facultad de
significar, de fabricar signos (elementos
justamente abreviados, cémodos de
manejar) que hacen las veces de cosas
o circunstancias, en si mismas mas en-
gorrosas e incémodas. Claro esta que
también el Ambito de los signos abre a
su vez una problematica inmensa que no
tenemos la intencién de abordar.' Por
eso descartaremos, por demasiado ge-
nérica, la noci6n de signo (dado que con
ella solemos referirnos a cosas materiales
més que a ideas: el humo es sefial de fue-
g0), para asumir aquella mas especifica
y refinada de simbolo, entendido como
algo fisico (grafico 0 sonoro) puesto en
correspondencia precisamente con una
idea, con una generalidad (la bandera
tricolor es el simbolo de Italia, H,O es
el simbolo para la estructura quimica de
la molécula de agua).
La capacidad de producir signos esta
por todas partes, en las cosas, entre los
animales, mientras que la simbélica es
peculiar del hombre (Cassirer lo defi-
ne como animal symbolicum). Esto nos
devuelve a lo que habiamos dicho en el
capitulo anterior: recurrir a los simbo-
Jos no es otra cosa que la extensi6n de
Ja capacidad humana para una instru-
E 1 Una referencia obligada va a Umberto Eco, Truttatodi semiotica generale, Milan, Bompiani, 1975. Sobre
z los problemas de la semidtica en conexi6n con la perspectiva culturol6gica, cfr. nuestra contribucién
a Estetica e soviet tecnologica, Bolonia, Il Mulino, 1976, cuyo subtitulo es bastante elocuente: Diffcolia
. di un approceio semiotco alla culturologia.
a 2 Cf, Ernst Cassirer, Alosofia delle forme simboliche, trad. it., Florencia, Sansoni, 1961-1966, 4 vols
a Son fundamentales también los estudios dedicados a él por S. Langer, Filosofia in una nuova chiave
ad. it, Milén, Feltrinelli, 1971 y Sentimento e forma, trad. it., Milin, Feltrinelli, 1965. Cf: también
: Ja nota 11 de este capitulo; L. A. White, La scienza della cultura, trad. it, Florencia, La Nuova Ital
1969 (el culturdlogo L. A. White elige la nocién de simbolo para definir la alta cultura) y $. Briosi, 7
simbolo¢ i segno, Modena, Mucchi, 1993.1G / Giencia de la cultura y fenomenologia de los estlos
mentaci6n extraorganica de las ideas.
Las ideas de los animales, en cambio,
estan gobernadas por su cuerpo, por su
aparato sensorial, y confiadas a una me-
moria organica, que conlleva todas las
limitaciones, como son la precariedad,
lo perecedero, la imposibilidad de una
trasmision externa de informacién. Los
animales reciben por herencia solo el
conocimiento que hace mucho tiempo
se ha incorporado a su c6digo genético,
yasf este puede ser reducido al nivel no
cultural del instinto; y las generaciones
més viejas ensefian a las mas jévenes.
El hombre, por el contrario, dispone de
un sistema de memorizacion externo,
objetivo, que lo dota de una elevada
capacidad de almacenar muchas nocio-
nes. Con esto recuperamos dos de las
nociones que generalmente se invocan
para definir la cultura del hombre, o la
cultura en si, tout court, a saber, la me-
morizaci6n y la simbolizaci6n
Se trata, por lo demas, de dos no-
ciones que van juntas y que quiz cons-
tituyen una sola, si hablamos de una
memoria externa confiada a sistemas
simb6licos materiales, como parece
oportuno hacerlo, Sin embargo, no nos
apresuremos a identificar esto con el sis-
tema de signos de la escritura, sobre todo
el alfabético, Sabemos ya que la cultura
material tiene mucho que decir en este
4mbito: no siempre, y no en todas las
culturas, los sistemas de memorizacién
grafica han tenido (o tendran) una pre-
valencia decisiva sobre los sonidos.
Finalmente, estas dos peculiaridades
convergentes valen para explicar el otro
rasgo que diferencia la cultura (humana)
del comportamiento animal, rasgo sobre
el cual ya habfamos puesto el acento con
particular insistencia: se trata de la capa-
cidad de producir lo nuevo, de avanzar
ideas nuevas que, a su vez, se concretan
en nuevos instrumentos de trabajo, 0
inversamente, la capacidad de prac-
ticar nuevas téenicas que conduciran
a una proyeccién simbélica diferente.
éCémo explicar semejante capacidad
a no ser, precisamente, con base en las
ventajas concedidas por la acumulacién
de nociones recibidas, hecho posible
por la memoria simbélica? El hombr
tiene a su disposicién, de manera gil,
ficilmente computable, el conocimien-
to acumulado por sus predecesores, y,
por tanto, puede permitirse dedicar su
energia a enriquecerlo y a sobrepasarlo,
en vez de quedarse con los mismos con-
tenidos en su memoria organica. En su
caso, la experiencia anterior se conserva
y consolida, mientras que la condicién
animal resulta en un gran desperdicio.
Ya habré notado el lector el cuidado
continuo que tenemos de no separar
mediante un hiato insuperable los dos
estratos, el material y el ideal, dado que
queremos evitar asf la reaparicién de las
vanas y odiosas querellas que en varios
Ambitos culturales han removido el
edificio entero del saber: materia contra
espiritu, naturalismo contra idealismo,
empirismo contra racionalismo, etc. Se
trata de un fenémeno interactivo en el
Ambito de un Gnico macrosistema que
es la cultura en su complejidad, hasta
el punto de que uno se pregunta si no
es vana la labor de distinguir estos dos
estratos, como si quisiéramos realizar
la imposible intervencién quirdrgica de
separar las dos caras de una misma rea-
lidad. Cuando concentramos la atencién
en la cultura material, por encima de la
tecnologia de una época, éno estamos, en
efecto, hablando de una especie de epis-
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