NUEVA
^ T _ Tr^ TC
EDlCiuiN
j-^rr
GRAN LUJO
EL MRTIR,
iL
GOLGOTA
POR ENRIQUE PEREZ ESCRICH
MADRIDL.
LOPEZ Y
A.
GULLON
1866
EDITORES,
EL MRTIR DEL GLGOTA.
EL MRTIR
DEL
GLGOTA,
TRADICIONES DE ORIENTE
SU AUTOR
ENRIQUE PEREZ ESCRICH.
i
SEGUNDA EDICION.
..USCOL 80
TOMO
I.
MADRID.
GULLON
LOPEZ.
EDITCRES.
Administracin. Crmen 13.
1866.
Propiedad de los editores
MADRID. Imprenta
del Norte,
cargo de C. Moro, barrio de Arguelles.
NOS DON JOS DE LORENZO Y ARAGONS,
PRESBTERO, DOCTOR EN SAGRADOS CNONES, CONSEJERO REAL DE INS-
TRUCCION PBLICA, DIRECTOR DEL REAL MONTE DE PIEDAD, VICARIO JUEZ
ECLESISTICO ORDINARIO DE ESTA M. H.
Por la presente, y por
lo
Y SU PARTIDO, ETC.
que Nos toca, concedemos licencia para
que pueda imprimirse y publicarse
ttulo de
V.
El Mrtir del Glgota
el
manuscrito del poema que con
pretende dar luz D. Enrique Prez
Escrich; mediante que de nuestra orden ha sido examinado
tiene,
segn la censura, cosa alguna contraria
al
dogma
y no con-
catlico
moral.
Dr. Lorenzo.
Por maadado de S. S.
Ldo. Juan Lorenzo Gonzlez.
Madrid, 2 de Junio de 1863.
el
y sana
AL SEOR
D.
RICARDO SAN MIGUEL Y BUSTAMANTE.
DEDICATORIA.
Querido Ricardo: La iconologa nos representa
la
amistad bajo
la
po -
forma de una mujer joven y hermosa coronada con mirto y flores de
granado. Sobre su tersa frente , blanca como las nieves del Sabino, se leen
tica
estas palabras: invierno y verano; y en la franja de su finsima tnica estas
la vida y la muerte.
Esta diosa tiene el costado abierto 3 por donde ensea
otras
el
corazn
sus pis un perro de hermosas lanas duerme tranquilamente.
Desde tiempos
muy
remotos, los hombres rindieron culto la diosa que
con tan poticos atributos nos presenta la ciencia del conocimiento de
imgenes. Cuando sus cariosos lazos unen dos sres
les
las
trasmiten algo
de su inmortal esencia. Por eso la amistad que es verdadera
ni envejece
con los aos ni se enfria con la nieve de las canas.
Dejemos, pues
amigo mi
que ruede
el
tiempo sobre nosotros: enve-
jzcase en buen hora nuestro cuerpo siguiendo la ley inalterable de la naturaleza; pero conservemos joven y lozana, franca y desinteresada, la
amistad que hace aos nos profesamos.
Si mis sueos de poeta no me engaan, El Mrtir del Glgota ser
siempre mi obra favorita tal vez est destinada vivir mas que su autor;
,
por eso pongo su nombre de V. en su segunda pgina.
Esta dedicatoria es un lazo que debe unir aun despus de
nombres de Ricardo San Miguel y su amigo de corazn
Madrid, 10 de Junio de 1863.
la
muerte
los
INTRODUCCION
Doce aos de paz
de
Numa
inalterable, desconocida desde la
Fompilio, disfrutaba
el
zando sus compasivos ojos hcia
ella
muerte
mundo, cuando Dios, lanla tierra, decret bajar
en forma de hombre y derramar su sangre por
el delito
ajeno.
Su venida debia anunciarse con grandes y asombrosos
acontecimientos:
as sucedi.
Los impos idlatras del Olimpo de Homero,
les
los
adoradores de Venus la prostituta
y.
los
Mercurio
el
sensualadrn,
corrompidos cortesanos del Capitolio, languidecan en
brazos de la pereza y
el
amor.
II
Aquella paz inalterable
dia subieron al templo
llenaba de admiracin,, y
les
consultar
el
un
orculo de Apolo
cunto tiempo durara.
El orculo
les
respondi estas palabras
Hasta que para
una Virgen.
Creyendo que por
esto sucediera,
el
orden natural, era imposible que
pusieron esta inscripcin sobre la altiva
puerta: Templo de la paz eterna.
Mientras tanto la
sibila de
Cuma,
la inspirada poetisa,,
vaticinaba en la ciudad impa de los Sibaritas la venida
de-
Jesucristo.
Octavio Augusto reuni su consejo, y la profetisa fu interrogada.
El Csar quera saber
que
si
nacera otro
hombre mayor
l.
El emperador esperaba una respuesta, cuando un crculo
de oro apareci alrededor del
En
sol.
centro, rodeada de vivos rayos, se hallaba
el
Virgen llevando, un hermoso Nio en
La
Sibila entonces,
es
extendiendo su
mayor que
mano
hcia
el
bri-
misteriosa que decia: Esta
es la
t, adrale.
De repente oyse una voz
ara santa del
los brazos.
exclam con voz proftica:
llante foco del cielo,
Ese Nio
una
cielo (1).
Esto-sucedia en
Roma cuando
en Oriente, en la moderna
Babilonia, en la populosa Seleucia, apareci una estrella
que, arrancando de sus palacios los reyes magos,
(1)
Sobre
el Capitolio,
de Jesucristo
el
en Roma, donde se alzaba en tiempo de
les
la
con-
venida
palacio de Octavio Augusto, se halla hoy el convento de
Santa Mara del Ara-Coeli, de donde proviene
la tradicin,
rado segn San Antonio, arzobispo de Florencia.
que hemos nar-
III
dujo con su resplandor la puerta de
un
establo de Beln.
profeca de Balaan se cumpla.
La
estrella de
La
Jacob
acab.aba de nacer en los cielos.
Del Oriente llegaban unos idlatras depositar los pies
do una cuna la primera piedra del cristianismo.
La voz
stos
los
pi iba
del ngel despert los pastores
en sus chozas, y
magnates
un lecho cuyo
morir
Un Nio
las espigas
el
se hallaron alelado de
mundo pagano.
hermoso como
sueo del justo, rubio como
el
de Egipto, se agitaba sonriendo dulcemente sobre
un montn de
paja: hijo de
una Virgen, naca en un pesebre
y estaba destinado redimir
Este recien nacido era
el
mundo.
el
Mesas anunciado por los pro-
fetas.
Los dioses
terribles del
paganismo Molok, Tifn, Ahri-
rnan, doblaron su ceuda frente ante Jess, el Dios hombre,
el
Dios de la pobreza y la mansedumbre
que vestido con
la
tnica del mendigo, buscaba la choza del humilde para vivir
con
rados
4
y ensearle estas consoladoras palabras: Bienaventu-
los
que lloran, porque
ellos
sern consolados.
El hombre entonces empez sentir en su seno
nien de una nueva vida, y cuando
baado en sudor sobre
el
el
cansancio
le
el
gr-
hacia caer
arado, elevaba los ojos llenos de
dulces lgrimas al cielo, y le pedia Dios fuerzas para es-
perar
el
dia de la recompensa.
El esclavo, sacudiendo
la
torno suyo y permaneci con
cadena, lanz una mirada en
el
oido atento
hasta que poco
poco fu animndose su fisonoma, y una sonrisa melanclica apareci en su labios.
La esperanza habia brotado en
su corazn, la cadena
caa rota sus plantas; porque estas palabras pronunciadas-
IV
por Dios haban llegado sus odos: Todos somos hermanos.
Los desgraciados entonces
almas, que cruzaba la tierra bus-
Jesucristo, pastor de
cando
al afligido
agruparon en derredor de
se
para enjugar sus lgrimas y derramar en
su angustiado corazn la rica semilla de la
donde gemia una criatura,
.All
all
f cristiana.
estaba Jess para
consolarla.
All
donde
se
lamentaba un enfermo,
all
estaba
Naza-
el
reno para devolverle la salud.
Sus palabras fueron
el
copioso manantial de la caridad y
humanidad
del consuelo
donde
mitigando
abrasadora sed que devoraba su pecho, exclam
la
la
aplic su sedienta boca,
con entusiasmo: Creo en T, Dios mi, porque entre
numerables beneficios que ta venida nos
trajo,
uno en nuestro corazn eternamente porque
;
jido entre los escojidos, es el
pan
vina antorcha que nos ensea
del
el
alma
los in-
guardaremos
l es el
esco-
cristiana, la di-
camino de
la gloria: tu
santa doctrina, los Evangelios.
Jess apareci
como
el
ngel del bien sobre la tierra, en
Samara, enCanan, en Bethana, en Galilea, en Jerusalen.
Se vi rodeado de un pueblo, que sediento de amor, der-
ramaba
flores ante sus plantas,
Rey,
pedia con las lgrimas en los ojos que
le
y llamndole su Dios, su
le
enseara su
nueva doctrina.
Su fama, sus hechos, sus milagros, corrieron de boca en
boca por todos
los
mbitos del
mundo
hasta que un dia es-
tas palabras, todos somos iguales, llegaron odos de los
pon-
y pretores de Jerusalen.
Los tiranos se estremecieron en sus palacios, y girando
en torno sus sangrientos ojos, buscaron al hijo del pueblo
tfices
V
que
humanidad Rey de
se atrevia llamarse el Dios de la
los Fariseos,
cuyas palabras empezaban trastornar
el
orden
de las cosas.
Le hallaron por
fin,
le
interrogaron, y al oir la santa
verdad de su doctrina, retirronse avergonzados tartamu-
deando con torpe lengua estas palabras: Con
ciencia es impotente... Ser
el
este
hombre
la
Mesas?
Desde entonces, en sus sueos, en sus bquica^ orgas,
hasta en
el
borde de la humeante copa vieron escritas estas
palabras: El que
es
mas grande de
vosotros ser vuestro criado.
Calcularon sus fuerzas y la inmensidad del peligro que
les
amenazaba, y rugiendo como
de Africa
mientras con la una
el
husped de los bosques
mano
se
apretaban
el
cora-
zn, devorado por la conciencia, con la otra firmaban la
muerte
del Redentor.
Su rabiosa impotencia, su ciego
orgullo, elev
un cadalso
Dios.
La
tragedia divina tuvo su desenlace.
Cristo subi al Calvario, lanz el ltimo suspiro en brazos del sagrado leo
descendi desde
all
tercer dia se elev al cielo en apoteosis.
Sus lgrimas cayeron sobre
como gotas de
el
al sepulcro
al
corazn de la humanidad
roco; sus palabras fueron la fuente del
con-
suelo; su sangre la preciosa semilla de la religin cristiana;
la cruz el sagrado signo de la redencin, la llave del paraso.
Las profecas
se
Los apstoles de
haban cumplido.
la f
los
propagadores de la nueva ley,
se estendieron sobre la tierra,
menzaron sembrar
y buscando
la palabra
martirio co-
el
humanidad
desconocida
hasta entonces.
El Cristianismo creci qomo una bola de nieve.
Los circos de Roma,
los
tormentos de la India, no pudie-
ron aplastar su hermosa cabeza.
Nern, Cmmodo, Diocleciano, Magencio, esos verdugos de la humanidad, sacrificaron
mas de un milln
tianos; pero el Cristianismo renaci
como
el
de cris-
ave fnix de
sus cenizas.
Por todas
partes brotaban nuevos retoos de la f que
extendian su joven y poderosa svia en
el
corazn de la hu-
manidad.
Las aguas del bautismo cayeron como
el roco celeste
sobre los hijos de los idlatras.
Las mujeres, con la sagrada institucin del matrimonio
cristiano, tuvieron
si
una posicin
social,
una
familia; y
como
todos estos beneficios no proclamaran la divinidad del Ga-
lileo, la
impa Jerusalen, la ingrata ciudad de los fariseos,
cay convertida en escombros ante los romanos de Vespasiano y Tito, sepultando entre sus ruinas
tantes que la celebracin de la
un milln de habi-
Pascua habia reunido en la
ciudad sacerdotal.
La
profeca del Mrtir del Glgota se habia cumplido.
El cristianismo, salvando la sociedad de una ruina
cierta, abrig
y del
en su carioso seno los restos de la civilizacin
arte.
El plan de nuestro libro abarca todos esos grandes acontecimientos que presenci
el
pueblo de Israel.
Antes de dar principio, hemos procurado estudiar las
Sagradas Escrituras,
las
costumbres hebreas y las poticas
tradiciones de Oriente.
Sin faltar al dogma,
tilo potico,
La
muchas veces hemos adoptado
el es-
tan necesario un libro de esta ndole.
y la religiosa admiracin que nos inspira
el
que
VII
lanz su ltimo suspiro en
el
monte de
la Calavera,
empujado componer una obra que nos asombraba
cebirla,
y que hoy, vindola terminada,
la
damos
nos ha
al
con-
luz con
respeto y veneracin.
Juzgela, pues, todo aquel que nos honre leyendo nuestro libro,
solo
lejos de creerle
una obra importante, tngalo
como un grano de arena que colocamos en
pirmide del Cristianismo
del Mrtir del Glg'ota.
la
inmensa
elevada por las santas palabras
LIBRO
PRIMERO.
DI MAS.
Qu
otra cosa es la Escritura,
si
no una
caita del Omnipotente los hombres?
Ilugole que estudies y medites cada dia
las palabras
de lu Criador, aprendiendo as
conocerle en ellas. (San
Libro
TOMO
IV,
Gregorio Magno.
Epst. 39.)
CAPITULO PRIMERO,
El pueblo errante.
Hermoso
cielo de Galilea:
mis ojos no han admirado,
por desgracia, las poticas tintas de tus crepsculos.
Perfumadas faldas
pirado
el
del
Carmelo: mi pecho no ha res-
balsmico aroma de tus brisas.
Frescas riberas del Jordn
han humedecido jams con
el
mis profanos labios no se
claro manantial de tu
cor-
riente santa.
Sagrada cumbre del monte de
la Calavera:
mis plantas
no han hollado tus calcinadas arenas empapadas un dia
con la sangre de Dios y las lgrimas de la Virgen.
Anciano Olvete, cuya cima
sirvi de pedestal al
Naza-
reno cuando
nubes celestes descendieron del Paraso para
las
arrebatarle de la mansin del
hombre
la brisa vespertina
pequeas y aterciopeladas hojas de tus oliveras
no ha oreado mi frente nunca.
que agita
las
Lbano inmortal, majestuoso fantasma de
que guardas en tus mudos anales
Balbek desconocido los hombres
hmedo polvo de
la historia
,
-monumental;
que fecundizas con
el
tu nieve el llano de Blak, que oreaste
No y presenciaste la diGlgota, lanzando un gemido de dolor cuyo
la plateada cabellera del solitario
vina tragedia del
los tiempos,
eco fu perderse en las profundas concavidades de tus bar-
rancos:
el
oloroso perfume de tus cedros, el brillador reflejo
de tus cordilleras no han detenido mi paso para admirarte
desde los pintorescos valles de Zakle.
Y t,
cumbre inaccesible del Sabino, que
ocultas la eterna nieve de tu cima en el tranquilo azul del
firmamento el hmedo polvo que el viento de la tarde arranca tu nevada cabellera, no ha humedecido mi traje, no
reina del Asia,
ha cegado mis
Yo no he
ojos.
tenido la dicha
ele
admirarte
hermosa y po -
tica Palestina.
Los ojos del cuerpo no
se
han extasiado contemplando
campos de Zubalon cubiertos eternamente de
Yo
los
violetas.
envidio los ilustres viajeros, los cristianos pere-
grinos que han recorrido
doce tribus desde
el
el
dilatado suelo que ocuparon tus
monte Hermon hasta
el
torrente de
Egipto, desde las cordilleras de Galaad hasta las tempestuosas playas del
mar
occidental.
La historia de tu pueblo ha sido mi libro favorito desde
que mi lengua comenz ligar las letras del alfabeto.
Pero
ham
ay!...
Qu
se hicieron los descendientes de
Abra-
y de Jacob?...
El pueblo de Israel,., tan sabio, tan valiente, esa raza
de donde nacieron los profetas
ron
los
nombres de sus
esas tribus
jefes, en
que inmortaliza-
dnde estn? Qu punto
DEL GLGOTA.
de la tierra ocupan?
se halla su
hogar, cul es su
patria?
Dios naci entre ellos, y la sangre de su Dios que derramaron, pesa sobre sus cabezas como una maldicin, y los
empuja por
rumbo
el
mundo como
dbiles aristas que arrastra sin
cierto el pdderoso soplo del huracn.
El ariete romano ha convertido en escombro sus poderosas ciudades; la triunfadora espada de los hijos del Tiber
seg sus gargantas
las
sombras
terribles de Vespasiano
Tito se ciernen todava sobre las sangrientas ruinas de Je-
rusalen
sueo y arrancando lgrimas de luto
descendientes de los Macabeos.
espantando
el
y vergenza los
La hora anunciada por los profetas son en
el
horario
incorruptible de los tiempos; las guilas y los cuervos que
anidaban en las quebradas rocas del Lbano, sumisas al
mandato de Dios se cernieron sobre el llano de la ciudad
,
maldita.
Sus corvos picos
sus aceradas garras, destrozaron sin
piedad las entraas de los deicidas
los
que sobrevivieron
tan horrible catstrofe, legaron sus hijos una maldicin
eterna y una vida errante y vergonzosa hasta la consumacin de los siglos.
Las profecas
se
han cumplido:
sus soberbios prticos
el
el
templo de Sion no alza
sus puertas de oro
no
se
abren ante
paso del sacerdote hebreo; los descendientes de Jacob ya
no acuden sacrificar ante
los altares del
Dios invisible de
sus mayores, y las arpas y los salterios de las hijas de Jud
no elevan dulces y poticas melodas al Santo de los Santos.
Moiss, el intrprete de Jehov, tu sabio legislador, tu
dogma, ya no volver
En vano
ilustrarte en el desierto.
esperas, pueblo maldito, la venida del Mesas:
en tu seno tuvo su cuna, su rostro escupiste, su sangre derramaste, y su maldicin aplasta con su peso la prosperidad
de tus hijos.
No
esperes, no, que los
campos de Gabaon
se
cubran
EL MRTIR
nuevamente con
Josu y los despojos sangrientos de los cinco reyes mandados por Adonisech.
los laureles de
Aquella batalla, que dur tres dias sin ponerse
solo
pudo efectuarse por
voluntad de Dios
la
el sol,
y Dios ha lan-
zado su terrible maldicin sobre tu raza.
Por
eso la bandera de los
se triunfante
Macabeos no volver pasear-
por la hostil Samara, ni los valientes hijos de
Matatas alzarn sus tiendas sobre las altas cumbres del
Garizim.
Dbora ya no administrar
palmeras de Efraim, ni
reanimar en
los
justicia las
sombras de
las
canto de Johel, la mujer fuerte,
el
combates
el
valor de los hijos de Jud.
La hermosa Ester no tornar
salvar su pueblo del
furor de sus enemigos, ni Elias, rayo de Dios, har llover
fuego del cielo para encender la lea verde del sacrificio.
Tus conquistas no se estendern desde el Mediterrneo al
Eufrates, como en tiempo de David, el ungido del Seor, ni
tus hijos gozarn en paz la sombra de sus sauces las inmensas riquezas que les proporcionaba el floreciente reinado
del rey de los cantares.
Salomn,
el
bien
amado
del Seor,
ya no enviar sus naves
Ofir, tierra del oro, ni pasear las calles de la ciudad santa
con su carro de bronce de Corinto, en cuyo frente se lea
amo oh querida Jerusalen!
La reina del Medioda, la hermosa Nicaulis, no llegar
atrada por la fama de tu opulencia montada en su dromedario de Efa, y resplandeciente como un mar de oro sembra-
con letras de diamante: Yo
te
do de plata y esmeraldas, para regalarle tu rey tres elefantes cargados de aromas, perfumes, polvos de oro y piedras
preciosas.
Tus naves no esplotarn
las
costas
el
comercio del mar Rojo, ni de
orientales de Africa,
fat, ni tus hijos
hallarn en
el
como en tiempo de Josa-
destierro otro Zorobabel que
guie hasta sus abandonados lares y reedifique
templo de sus mayores.
les
el
derruido
IX MRTIR
Tu nombre
es
es el castigo
que Dios manda sobre
Pueblo de Abraham!
tria el destierro.
Grande
un oprobio, tu pa-
tu raza; pero tu delito es grande, pues derramaste su sangre
cuando El
T
gros,
te
habia elegido por su patria.
cerraste los oidos sus palabras, los ojos sus mila-
y aquellas palabras y aquellos hechos resuenan y
se
aparecen en torno tuyo hasta en tu sueo.
Dios quiso recogerte bajo sus alas,
na sus
polluelos, y t le sacrificastes
como
amante gallien recompensa de su
la
inagotable amor.
Jerusalen! Jerusalen!
piedra, te dijo;
En
y su promesa
Jerusalen! Jerusalen!
se
no ha de quedar piedra sobre
ha cumplido.
Tu pasada
gloria es
un montn
de escombro, sobre los cuales se mece todava la aterradora
maldicin de Dios, repitiendo sin cesar: Llora! Llora!
Llora! Ciudad ingrata!
EL MRTIR
CAPITULO IL
Solo en
Cargado estaba
El
solitario
el cielo,
oscura la noche, fri
ambiente.
las
cuyo eco lastimero iba perderse
profundidades de los barrancos.
El interminable castaeteo de
del
el
montono y prolongado lamento desde
altas copas de los rboles,
las
mundo.
buho, cual centinela nocturno, lanzaba de
vez en cuando su
en
el
los
hambrientos chacales
bosque de Efraim, despertaba de su ligero sueo
los fe-
roces lobos de los barrancos de la tribu de Manases, los cuales
enviaban sus terribles compaeros en alas de los vien-
noche prolongados y estridentes ahullidos.
La luna rompa de vez en cuando las espesas nubes que
tos de la
TOMO
DEL GLGOTA.
10
un rayo de su luz clara y suave
de
los montes de Samara, que cual nesobre las altas cimas
la ocultaban, dejando caer
gros y encadenados fantasmas estendian su sombra loma
del Este al Oeste.
El monte Hebal, ms encrespado, ms ttrico, ms imponente que sus hermanos, se alzaba en medio de aquella apretada cordillera como un gigante amenazador, maldiciendo la
impiedad de
los"
rebeldes samaritanos.
El viento norte comenz silbar entre
los espinos
las
grietas de las rocas, y pronto apiados escuadrones de nubes
repletas de electricidad se estendieron con veloz carrera
mar
desde las riberas del
occidental las pacficas mrgenes
del Jordn.
El trueno sordo y lejano comenzaba agitarse en el espacio anunciando con su potente voz los hijos de Semer la
prxima tempestad que iba rugir sobre sus cabezas.
La atmsfera se condensaba por instantes, y de su vaporoso seno gruesas y precipitadas gotas comenzaron caer
sobre la seca tierra de los adoradores del becerro
da por
apellida-
los judos casa de iniquidad.
Todo anunciaba una de
con tanta frecuencia
se
esas tempestades terribles que
improvisan bajo
el cielo
de Palestina.
Los relmpagos comenzaron sucederse con rapidez, y
el
trueno, recorriendo
el
espacio, redoblaba su poderoso
acento.
Sobre la alta cima del monte Hebal, suspendido junto
un profundo
como el nido de una guila, alzaba
muros un castillo de pobre y ttrica ar-
precipicio,
sus negros y toscos
quitectura.
Aquella sombra fortaleza, levantada
all
por la
mano
atrevida de los cutheos despus de la dominacin de los asirlos, se hallaba
villa de
Su
habitada en la poca de Herodes por una ga-
malhechores.
jefe,
joven que apenas contaba veinte aos de edad,
Valiente y temerario
quien una venganza habia empujado
EL MRTIR
11
la vida aventurera del salteador de caminos, prctico en
terreno, se burlaba de los soldados herodianos, y cargado
de botin regresaba su madriguera inespugnable donde sael
boreaba con sus
satlites los despojos del pillaje.
relmpago encendi por un momento
Un
zonte, y su rojiza claridad vironse unos
el
oscuro hori-
hombres que
deslizaban por la quebrada y resbaladiza pendiente del
te
Hebal en direccin
se
mon-
barrancos de Garizim.
los
Los nocturnos viajeros caminaban dejando su espalda
Hebal sin hacer caso de la tempestad que
la fortaleza de
bramaba en
que
el espacio,
envolvian
les
importarles las oscuras tinieblas
ni
ni lo peligroso de la senda por la
avanzaban con paso precipitado y seguro.
Un relmpago ilumin por dos segundos
Su
que
el espacio.
rojiza luz caia sobre los misteriosos caminantes,
ba-
ndoles con su ttrica y fantstica claridad.
Entonces se pudo ver que eran ocho; su traje, mezcla de
hebreo y romano sus frentes tostadas por el sol y sus irsutas y despeinadas barbas, les daban un aspecto feroz.
,
un joven en cuyo rostro apenas apuntaba
el bozo vestia un tnico gris como los nazarenos un turbante alto con mangas de lino se arrollaba por su cabeza, y
un matelot de pelo de camello le servia de manto.
Su mano derecha oprimia la corta gabelina de tres punEntre
ellos iba
tas de los soldados del Csar,
go pual de
y en su cintura colgaba
el
lar-
los samaritanos.
Este joven era
el jefe
de los bandidos
su valor temerario
habia elevado entre sus compaeros, pesar de sus pocos
aos, al puesto de capitn.
le
Su
talle era esbelto; su
fisonoma franca y enrgica; sus
ojos negros, velados por largas y espesas pestaas, lanzaban
miradas
irresistibles
cuando
la clera
devoraba su corazn
f
dulces y compasivas cuando la calma se hospedaba en su pecho
Ni una sola lnea se hallaba en su semblante que inspira-
ra repugnancia: era casi hermoso.
'
EL MRTIR
12
Al verle caminar entre aquellos forajidos de rostro repugnante mirada sangrienta y descompuesto y asqueroso
,
vestido, se hubiera dicho que su jefe era su prisionero.
El joven capitn de los bandidos samaritanos
se
llamaba
Dimas nombre que treinta y dos aos mas tarde debia inmortalizar en la cumbre del Glgota el Mrtir de la Cruz,
el Redentor del hombre.
Dimas era hijo de un honrado platero de Jerusalen.
Desde sus mas tiernos aos habia demostrado un cario
sin lmites hcia todos los nios de menor edad que la suya,
un respeto profundo las canas y una veneracin estrema
,
los cadveres.
Creci aprendiendo,
como buen
israelita, el oficio de su
padre, vindosele siempre rodeado de los muchachos del
barrio, con los cuales reparta sus frutas y sus juguetes.
Cuando pasaban un cadver por su
sus
ocupaciones se lo permitan, segua
bre hasta
el
Dimas,
calle,
el
squito fne-
valle de Josafat, brindndose siempre
dar los enterradores colocar
el
si
cadver en
el
ayu-
hueco se-
pulcro.
Un
dia
Dimas
se
qued hurfano;
el hijo llor la
repen-
bondadoso padre, y con los ojos
tina inesperada muerte
aun enrojecidos por el llanto encaminse casa de un lapidel
dario para que hiciera
un modesto sepulcro para
las cenizas
de su padre.
El ajuste qued cerrado por mil doscientos bolos
(1);
pero cul no seria su sorpresa cuando al llegar la casa
mortuoria, en donde aun
el fri
cadver descansaba en su
lecho de muerte, se encontr tres fariseos, un centurin
romano y un
alcabalero, que estaban confiscando la pequea
fortuna del difunto joyero.
Qu
hacis
en mi casa? Les pregunt Dimas con
asombro.
(1)
Que equivalen
unos seiscientos treinta reales de velln.
DEL GLGOTA.
13
Tomar con autorizacin de la ley y el poder
que tu padre
El
me
adeudaba,
soplo de la muerte
lo
ha enmudecido
la
boca de mi pa-
no puede responderte; pero yo te juro por el Dios inde Abraham Isaac y Jacob que nada me ha dicho
dre: l
visible
nunca de
la
deuda que ahora
No miente un
fariseo
reclamas.
le
que peina canas en
barba, y
ara de Sion: estos que me
que doblega la frente ante
el
acompaan son
prstamo que
testigos del
que con todo
cierto
romano
respondi un anciano.
le
ras partes de lo
que
le hice,
que posee no alcanza
lo
me
la
y por
las dos terce-
debe.
Dimas, aturdido, desconcertado, traspasado
el
corazn
de dolor y de sorpresa, no hallaba palabras que contestar
aquel anciano que
Los
le
iba sumir en la miseria.
testigos afirmaron la verdad de las palabras del fa-
riseo, y el alcabalero sigui su curso, sin detenerle el dolo-
roso
ademan
Pues
mi cama,
no
me
del pobre hurfano.
bien, anciano, llvate todo
si
quieres;
asusta
Habla,
el
no
trabajo.
le dijo
mi
me opongo: yo
erario,
Pero concdeme
con sequedad
mis vestidos,
soy joven y robusto, y
al
menos un
favor.
el fariseo.
Prstame dos mil bolos: yo te los restituir.
Dos mil bolos! T ests loco, mancebo! Cmo podras
pagarme tan enorme suma!
Trabajando para
No puedo servirte.
t, si
Vndeme como
Un
es preciso, toda
esclavo,
fariseo israelita
si
mi
vida.
quieres.
no puede vender un descendiente
de su raza.
Por
la santa
sinagoga, te ruego, anciano, que no
me
niegues lo que te pido.
Ea,
tras de
acabemos! Exclam
el fariseo
con marcadas mues-
mal humor.
Pinsalo
que haces, volvi decir Dimas rechinando
los dientes de furor, viendo la
dureza de aquel
viejo.
EL MRTIR
14
Me amenazas!
Te
aviso solamente.
Yo te desprecio.
Mira que ese dinero
que
te pido es para enterrar
mi
padre!
Los pobres no necesitan sepulcros habiendo muladares.
Miserable! Grit Dimas, cogiendo con nervudas manos
al viejo fariseo
mismo tiempo
por
mi padre y t
el cuello;
no
un
al sepulcro.
Los testigos arrancaron de
seo,
bajareis
sin trabajo,
las
manos de Dimas
y dos horas despus
el
al fari-
joven hurfano se
hallaba en un ttrico calabozo de la torre Antonia.
Dimas tenia entonces
diez
y ocho aos
edad en que las
pasiones y los sentimientos no se ocultan, no se comprimen.
mundo, encerrado en aquellas hmedas y ttricas paredes, llor como un nio, porque recordaba
las caricias de su bondadosa madre y el insepulto cadver
Al verse solo en
el
del anciano autor de sus dias.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
Trato es
El dolor, como
cuando
el
el placer,
15
III.
trato-
tienen su trmino; y se agotan
corazn se hasta se encallece.
El pobre hurfano acab por no encontrar lgrimas en
sus ojos.
Tres meses olvidado de los hombres permaneci en un
hmedo y sombro
calabozo, soando siempre en la hora
apetecida de la venganza.
Una maana
entr
el
carcelero notificarle que estaba
libre.
Dimas
que
el
corri su casa ,
y entonces supo por un vecino
cuerpo de su padre habia permanecido insepulto
seis
EL MRTIR
16
y que por fin los enterradores le haban arrojado un
muladar en donde se depositaban los cadveres de los ledias,
prosos.
Dimas oy el repugnante relato sin despegar los lbios.
Ni una lgrima asom sus ojos: su corazn se habia
encallecido; pero la venganza crecia en su pecho como una
roja amapola en mitad de un campo estril y abrasado por
el sol
de Egipto.
Durante
el resto del
rumbo
dia y la noche, vag sin
ni
direccin por las calles de Jerusalen.
Al amanecer vio que
en
se hallaba
el
barrio de Bezeta
ciudad nueva.
Aquellas calles estrechas, sucias, tortuosas, pertenecan
la rica, la opulenta Jerusalen; pero ni el canto de Sion, ni
los
perfumes de los jardines de Herodes, ni
dad de David llegaban hasta
de la ciu-
el lujo
ellas.
La habitaban modestos mercaderes
de lana
industriosos
armeros, y gente, en fin, dedicada al trabajo y al comercio.
Dimas., cansado, sin saber donde dirigir sus pasos, se
una puerta que permaneca cerrada.
Maquinalmente sus ojos se fijaron en las relucientes
hojas que colgaban de una especie de aparador, formado con
hilos de camo.
Dimas pens comprar uno de aquellos puales y su mirada, fijndose en el abundante mostruario, comenz busrecost sobre
car la hoja que debia ser la ejecutora de su venganza.
Cunto
ancha hoja de Damasco que colgaba de uno de
Dos
siclos de plata (1): es
el cuchillero
Dimas
poseia ni
la
los hilos.
una hoja excelente
contest
descolgndola del aparador.
examin un momento pero recordando que no
un miserable
bolo, dijo al vendedor:
Quieres fiarme esta arma, y
(1)
una
vale este cuchillo? Pregunt sealando
Veinte y un reales velln.
te dar, antes
que
la
luna
DEL GLGOTA.
17
nueva bae con sus rayos el alto minarete de la torre de
David veinte onzas romanas por ella?
Y quin me responde de que cumplirs tu palabra?
porque yo no
te
he visto jams.
Te responde
la
memoria de mi difunto padre, quien
voy vengar con esta arma, y sobre cuya cabeza juro entregarte esa cantidad, que es como sabes veinte veces mayor
que la que me has pedido, si no muero en la demanda.
Las palabras de Dimas tenian un
sello de
verdad ines-
plicable.
El cuchillero comprendi qne algo estrao pasaba en el
corazn de aquel joven, y por uno de esos arranques que no
se esplican en
un judo, fi en las palabras del matutino comun negocio soberbio en aquella venta estraa.
prador, viendo
Si me engaas, peor para
chillo;
si
tienes palabra,
t,
Jehov
le dijo
entregndole
te proteja
el
de los
te salve
cu-
peligros que puede esponerte tu venganza.
Gracias,
amigo mi, murmur el hurfano; pero antes
de separarnos debo decirte mi nombre para que conozcas
tu deudor. Me llamo Dimas, t lo oirs alguna vez, porque
es nombre que ha de sonar bastante en las doce tribus; y sin
aguardar respuesta tom la calle adelante, y poco despus,
cruzando la puerta de
los Ganados., fu sentarse
la som-
bra de un robusto sicmoro, de cuyo fruto comi con apetito,
pues hacia muchas horas que no tomaba alimento.
Despus empu
el
fornido
carg un terrible golpe en
Dos pulgadas de hoja
el
se
mango
del cuchillo
y des-
tronco del calloso arbusto.
hundieron en la aosa corteza
del rbol.
Oh!
Tiene buen temple, se dijo para
s;
la
punta ni
si-
quiera se ha doblado: bien puede entrar toda la hoja de un
solo golpe en la garganta en el corazn del que arroj el
cadver de mi padre los perros del muladar.
Dos
dias despus, junto la torre de Siloe
de Herodes hallaron
TOMO
el
los soldados
cadver de un anciano.
3
EL MRTIR
18
Tenia una profunda herida en la garganta, y otra exactamente igual en el corazn.
Sobre su frente, prendido de un grueso
un
alfiler, se
veia
trozo de papiro, donde se hallaban escritas con sangre es-
tas palabras:
Dimas venga el insepulto cadver de su padre con la
muerte de este fariseo, y jura por su memoria perseguir
sus descendientes hasta la quinta generacin.
Despus de este atentado,
el
joven hurfano huy de la
Rama.
ciudad sacerdotal refugindose en los montes de
El cadver de su padre hollado
primer asesinato:
mer
lo
hambre
el
le
impuls cometer
el
oblig ejecutar el pri-
le
robo.
Dimas arrebat un cabrito unos pastores.
Desde entonces empez vagar como un malhechor por
mas fragoso de los bosques.
De noche abandonaba sus incultas madrigueras para
asaltar los indefensos caminantes; pero el desgraciado
hurfano que aborrecia la sangre por instinto jams em,
pleaba otras armas que la amenaza para despojar sus vctimas.
Mientras tanto la luna nueva se aproximaba, y Dimas no
habia aun satisfecho al cuchillero las veinte onzas romanas
que
le
adeudaba.
Habia jurado pagarlas por
la
memoria
del insepulto ca-
dver de su padre, y era preciso cumplir el juramento.
Mas cmo, cuando ni un miserable denario de cobre
posea?
Dimas, sentado
al
borde de una angosta barranca, co-
menz reflexionar sobre su suerte futura.
Habia dado el primer paso en la carrera del crimen.
Sus hazaas bandlicas no pasaban aun de miserables
despojos cometidos los indefensos pastores con el solo objeto
de aplacar
mismo
el
hambre entonces
comprendia
lo
all
solo encerrado consigo
que habia hecho.
DEL GLGOTA.
19
Era imposible retroceder; pero tambin comprenda que
mayor escala.
Ladrn por ladrn se dijo, busquemos oro: la vida lo
mismo se arriesga robando un sertesio (1) que un talento (2)
hebreo la honra lo mismo se pierde robando una paloma
que un buey.
Hecha esta resolucin Dimas se puso en pi y agitando
sus largos cabellos con un movimiento enrgico de cabeza,
lanz una mirada altiva por aquellas soledades que le cercaera indispensable que sus aventuras fueran en
,
ban, y acariciando
el
mango
tosco
de su cuchillo
murmur
estas palabras
Cuando
gar ser
bosques,
la vida se tiene
mucho;
el
s,
en poco
es preciso
el
hombre puede
el
cuadrilla de bandidos que
que agitaban
de crmenes con
la
las tribus
una audacia
En vano Herodes
rey de estos
montes de Samara una
sombra de las contiendas cilos
de Israel, cometian toda clase
increble.
enviaba sus soldados para estermi-
narlos: los bandidos de Samara eran invisibles, y sin
bargo
el
lle-
terror de Israel.
Por entonces vivaqueaba en
viles
que yo sea
teatro de sus bandlicas escenas era
el
em-
corazn de
Palestina.
Los mercaderes de Egipto de Damasco de Tiro y Sidon
vean con frecuencia asaltados en medio del dia, en mitad
,
se
de los caminos.
La audacia de
los
bandidos samaritanos no tenia lmites.
Las calles de Jerusalen presenciaron mil veces escenas de
repugnante barbarie llevadas cabo por el pual homicida
de los indmitos habitantes del monte Hebal.
Sus devastadoras correras se estendieron desde la tribu
de Jud la tribu de Aser, y no pocas veces cruzando el
(1)
Moneda de cobre de poco
valor.
El talento hebreo equivale mil quinientos ochenta y tres pesos Juros y algunos reales de nuestra moneda.
(2)
EL MRTIR
20
Jordn habian llevado
el terror
el
saqueo hasta
los bos-
ques de Efraim.
Los montes de Samara con sus profundas cavernas
les
servan de refugio para burlar las persecuciones de los herodianos.
El ttrico y solitario castillo que coronaba
Hebal les servia de cuartel de invierno.
los
la
cima
del
Dimas era valiente: desesperando hallar la sociedad de
hombres honrados, se decidi buscar la de los feroces
bandidos de Samara.
Despus de cuatro das de marchas forzadas lleg las
faldas del terrible monte.
Nadie
La
se
hubiera atrevido tanto en aquellos tiempos.
desesperacin centuplicaba
el
nimo
del hijo del pla-
tero jerosolimitano.
Dimas
se
detuvo como unos treinta pasos de la solita-
ria fortaleza.
La subida
era espinosa y cansada: desfallecido por la fa-
tiga se sent sobre
una
Se hallaba solo: ni
piedra.
el
canto de las aves, ni la voz
humana
interrumpan la profunda soledad de los hondos precipicios
que
le
rodeaban.
Dimas pareca
el
genio del mal, cuando despus de su
caida se sent al borde del abismo contemplar por un instante la horrible mansin que Dios le conceda en castigo de
su soberbia loca.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
21
IV.
Los bandidos.
Ni una sola nube manchaba el claro y hermoso horizonte
de Palestina. El sol, desde la mitad del cielo, baaba con la
radiante luz de sus rayos las escabrosas cordilleras y los frtiles llanos de Samaria.
all lo lejos,
por la parte del Este, se extiende una
nube cenicienta que, semejanza de una larga culebra de
gasa, hunde su enorme cabeza en las azuladas aguas del
lago de Genezarett; mientras que su enroscada cola iba
sepultarse entre las pesadas y malditas
mar
aguas
del
manga
de polvo
muerto.
Aquella cinta de encaje flotante, aquella
EL MRTIR
22
que parece brotar de
que
elevaban
se
la tierra, eran las nieblas del
al cielo
Jordn
en vaporosas y hmedas emana-
ciones.
Di mas contempl en silencio
grandioso panorama que
el
se estendia ante sus ojos.
De
vez en cuando sus miradas se fijaban en
el ttrico
solitario castillo.
Su cerrada puerta, sus desiertas almenas, sus desmoronados muros le daban el aspecto de una de esas mansiones
,
malditas, cuyas sangrientas tradiciones apartan con espanto
de sus contornos los medrosos habitantes de las aldeas,
ingenuos y supersticiosos apacentadores de ganados.
Dimas, firme en su propsito, despus de asegurarse de
los
que su pual permaneca oculto en los pliegues de su tnica,
desroll de su cintura una honda formada con hojas de pal-
mera
seca, coloc
en
cuna de
la
la
una piedra de
molinete sobre su cabeza, envi
tillo
tres
pulgadas de dimetro
honda, y luego, hacindola girar como un
el
proyectil dentro del cas-
por encima de sus murallas.
Esper algunos momentos, pero nadie asomaba sus
torreones.
Volvi repetir por tres veces la misma maniobra; pero
stas,
como
la
primera, tuvieron
el
mismo
resultado.
El castillo est solo, se dijo; y una sonrisa estraa asom
sus labios.
Luego continu hablando consigo mismo.
Bueno fuera que un barbilampio como yo
se
apoderara
de la bolsa de esos zorros barbados que hacen temblar con
nombres
y afeminados romanos, los
torpes y cobardes herodianos, y los indefensos mercaderes
solo sus
de
el Nilo, el
los impos
Eufrates y
el
Jordn.
Dimas, despus de murmurar estas palabras, se qued un
momento
pensativo.
Luego se pas la mano por la frente varias veces y desnudando su largo pual y arrojando una saliva sobre una
,
DEL GLGOTA.
23
pea, se puso con tranquilidad afilar la punta del instru-
vengado su padre.
Ea, valor, Dimas; la muerte es un momento:
to que habia
larga y pesada cuando se tiene
poblado.
Y
tillo
hambre y
la vida es
duerme en des-
se
diciendo esto se encamin resueltamente hcia el cas-
en cuya puerta descarg tres fuertes golpes con una
piedra que habia cogido al paso, de propio intento. Nadie
respondi.
Entonces, seguro que
reconoci escrupulosamente
un
hallaba abandonado,
el castillo se
el
trozo derruido, por el cual,
muro que
le
cercaba
aunque no con macha
hall
facili-
dad, poda escalarse la fortaleza por las muchas grietas y
rajadas piedras.
Con
el
pual en los dientes comenz trepar por la
muralla.
Una mano que hubiera
flaqueado,
una piedra que
se
hu-
biera desprendido, su muerte era segura; su cuerpo, rodando
de abismo en abismo
se hubiera deshecho en sangrientos
pedazos contra los salientes picos de las rocas.
Por
fin,
despus de incalculables dificultades, lleg la
plataforma de la muralla cubierto de sudor
el
rostro y en-
sangrentadas las manos.
Una
vez
desiertas
all
recori en vano los estrechos pasadizos, las
cmaras de
la ttrica fortaleza
sin encontrar el
codiciado tesoro que habia soado. Sus noradores deban
tener indudablemente algn sitio destinado ocultar su hptin;
pero este
descubrirlo.
sitio solo
ellos la casualidad le era fcil
Dimas desesper de encontrarle despus de
tres
horas de minucioso escrutinio.
Todo me
los
indica que esta madriguera est habitada por
bandidos samaritanos, se dijo; he visto huesos frescos de
carnero esparcidos por
el
suelo y teas resinosas recien apa-
gadas metidas en sus argollas de hierro
es igual
he venido
por oro y no lo encuentro; esperar que regresen, y
ellos
EL MRTIR
24
me
le ciarn;
de todos modos yo necesito un albergue.,, ser
este castillo.
Entonces se encamin una pieza que ya habia visto
y que segn su clculo debia ser
antes,
la cocina
y comedor
de los bandidos.
Una
comenz registrar cuidadosamente todos
los oscuros rincones de la cocina, y no tard mucho en descubrir una pierna de carnero colgada de un gancho de
vez
all
hierro.
Sigui adelante en sus investigaciones, y sucesivamente
hall nforas con agua, pellejos de vino y sacos de maiz en
varios huecos practicados en la pared, y que primera vista
no habia distinguido causa de la oscuridad.
Aquello era la despensa de los bandidos
aprovechar
el
y Dimas pens
tiempo.
Firmemente resuelto
esperarles, se
encamin
al
fogn
chimenea, que se hallaba, segn costumbre de los hebreos,
en mitad de la cocina y con gran alegra de su parte vi que
relucan entre las cenizas algunas scuas.
los estrenaos del
hogar
se hallaban
algunos troncos de
lea seca, entre los que se veian algunas teas esparcidas.
Dimas reanim
aquel
sitio
fuego y encendi una tea, porque en
la claridad era poca.
Entonces coloc
el
la pierna
suspendida de un garfio junto
la llama, v mientras se asaba amas
rillenta harina
el
agua de
Media hora despus
el
una torta con
la
ama-
los odres.
hurfano aventurero comia tran-
quilamente y libaba el delicioso zumo de la vid sentado en
mitad de la cocina del castillo.
En esta tranquila ocupacin se hallaba el atrevido Di-
mas, cuando apercibi un ruido sordo en las profundidades
de la tierra.
un momento su atencin, continu su interrumpida cena haciendo un movimiento de homDimas, despus de
bros con indiferencia.
fijar
DEL GLGTA.
25
El ruido se aproximaba cada vez mas.
Di rase que
muchos hombres hablaban y arrastraban
tras ellos pesados fardos por debajo de la tierra
qae
le servia
de base.
De pronto so oy un crujido estrao y grio en el pavimento como si un cerrojo una barra de hierro enmohecida
se hubiera descorrido.
El hurfano sigui comiendo como
solo por precaucin cogi el pual
viandas
que
si
nada hubiera
se hallaba
oido:
junto las
y se puso picar con su punta la piedra que le ser-
via de mesa.
De pronto hundise un
abierta su lado
trozo del pavimento, y
una boca
del dimetro de cinco pies
drados,
Dos manos
se
Dimas
apoyaron en
el
vi
cua-
OQSGOU
borde de aquella abertura,
y luego apareci la cabeza y despus el cuerpo de un homhrq que salt con ligereza dentro de la cocina.
Este hombre no vi Dimas, pues volvindose de espaldas inclin su cuerpo sobre
agujero, y estendiendo los
el
brazos, los cuales se cogieron otras manos, tir hacia
si
con fuerza, y otro hombre salt desde la cueva la cocina,
y as sucesivamente, ayudndose los unos los otros, salieron catorce forajidos como
si
la tierra los vomitara, de re-
pugnante catadura, de sucio y descompuesto atalaje.
El primer efecto que produjo los bandidos la presencia
de un hombre que comia tranquilamente en su madriguera,
fu el asombro; pero repuestos instantneamente, lanzaron
un rugido, y desnudando los largos puales, se avalanzaron sobre Dimas: pero ste de un salto se puso en pi, y
retrocediendo unos pasos con
el
cuchillo
en la
mano
les
grit con entereza:
~-Eh, compaeros!... Los lobos no deben morderse los
unos
los otros!...
despus
el
desagradecimiento es un de-
fecto despreciable. Por los cuernos del altar de Sion!...
que os he preparado
TOMO
la
Con
cena para ahorraros trabajo, y que4
EL MRTIR
28
res
matarme en pago
del servicio voluntario
que acabo
prestaros?...
Los bandidos se miraron con asombro.
Aquella mirada podia traducirse por esta pregunta:
Quin
es este loco?
CAPITULO V.
Donde Di mas empea su honra por pagar su pual.
Entrelos salteadores, entre esa gente que arriesga la
vida cada hora y hunde su pual en
misma
el
pecho de su prjimo
un vaso de vino; entre
muere en
el cadalso; nada es tan digno de admiracin
de asombro y
hasta de respeto, como el valor personal.
Aquel joven imberbe, casi un nio, les miraba con lo
con
la
indiferencia que apura
esa raza de miserables que crece en los presidios y
,
ojos serenos
la sonrisa
Su corazn su
,
en
espritu
los labios.
,
se hallaban tranquilos ante las
aceradas puntas de los puales que amenazaban su cabeza,,
que podian exterminarle.
EL MRTIR
28
Despus, solo un hombre estremadamente atrevido y valiente podia haber asaltado aquella mansin de horror que
habitaban, teatro de sus vandlicas escenas y espanto
de los campesinos samaritanos.
ellos
Todas
estas reflexiones pasaron
indudablemente por
las
obtusas y salvajes mentes de los bandidos, y sin podrselo
cierta admiracin hacia
esplicar, sintieron cierta simpata
mancebo que tenian delante desafiando su poder,
el
atrevido
el
cual habia con su audcia cautivado sus corazones enca-
una vida de crmenes y de sangre.
le toque! Exclam uno de los bandidos cuya
barba blanca, ademan altivo y lujoso traje decian bien claramente que debia ser el capitn. Quin eres? Le pregunt despus de examinarle atentamente con una mirada
llecidos por
Nadie
de guila.
Soy un
compaero vuestro; un joven que comienza el
oficio lucrativo que profesis; que admirado de vuestras proezas viene que le perfeccionis con vuestro saber en los secretos del arte.
Los bandidos soltaron una carcajada estrepitosa.
Os
reis?
Exclam Dimas imitando
facinerosos.
Me
menzamos
ser amigos, y por lo
la hilaridad de los
alegro infinito: eso quiere decir que ya co-
mismo voy
favor. Queris prestarme veinte onzas
Los bandidos
se
el
un
romanas?
miraron como queriendo
duda, est loco. Solo
pediros
no hay
capitn no demostr asombrarse
decirse:
de las palabras de Dimas. Sus ojos penetrantes y fosfricos,
como losdel ave de rapia oculta en los matorrales, se fija-
ban de una manera tenaz en
la franca
y altiva fisonoma
del joven.
Comprendo
viendo que nadie
vuestro asombro, volvi decir Dimas,
le
contestaba. Antes de pediros dinero de-
bia haberos esplicado el motivo que
me
obliga solicitar
un
prstamo la primera vez que tengo el honor de trataros;
pero por el sombro Balaal, quien todos pertenecemos, os
DEL GLGOTA.
suplico que tomis asiento y no
me
SO
miris con ojos espan-
tados.
Dimas cont en pocas palabras
de su padre
le
lo
que desde
la
muerte
habia acontecido en Jerusalen y sus cer-
canas.
Al terminar su relato,
el viejo
capitn, que hasta enton-
ces solo habia desplegado sus labios para prohibir su gente
que hicieran dao su atrevido husped, di un terrible puetazo sobre sus rodillas, y arrojando un puado de plata en
manos de Dimas, que sac de un inmenso bolsillo de
las
cuero que colgaba de su cintura
exclam con voz ca-
vernosa.
Toma
y paga tu deuda, joven, porque
es sagrada. Si
eres ingrato los beneficios, Belsebuh (1) te envi sus as-
querosas legiones, y devorado seas por ellas;
Gad (2) te eleve sobre los rayos de su rueda.
Gracias,
do
el
si
eres leal?
anciano. Dimas te probar que no has sembra-
favor en tierra infecunda.
Mi
des;
nombre es Abaddon (3), soy samaritano, no lo olvicon la misma facilidad tender la mano para prohijarte
que para esterminarte.
No he de olvidarlo. Ahora dame tu permiso para
partir:
antes de cuatro dias la luna estar en su lleno, y desde aqu
Jerusalen hay tres jornadas largas.
La paz de Dios sea contigo durante el viaje,
contest
el
anciano; y luego, dirijindose uno de los bandidos, continu: Ures (4), acompaa este muchacho por el subterr-
camino crucero de los romanos.
Le vendamos los ojos? Pregunt Ures su capitn.
neo
(1)
al
Belsebuh, dolo dios de las moscas, adorado por los
as porque se infestaba de
gre. (Lamy, Aparato
filisteos. Llmase
moscas causa de estar siempre rociado de san-
Bblico, Lib. III, Cap.
(2)
Idolo de la fortuna.
(3)
Abaddon, ngel exterminador.
(4)
Ures, fuego del cielo.
I.)
EL MRTIR
30
Abaddon mir un
instante Dimas, y ste
mantuvo aque-
lla mirada con tanta nobleza, con tal serenidad, que
el
ca-
pitn, dirigindose al bandido, dijo:
Yo
por
el
fio
en su palabra: no
le
vendes los ojos; pero llvale
camino largo.
Ures alz la trampa y desapareci por ella seguido de
.
Dimas.
Ambos caminaron
por espacio de media hora por ua
subterrneo.
El camino era oscuro,
la atmsfera
pesada y salitrosa, y
enfriaba con sus vapores las sienes de los dos caminantes.
Por Jacob,
exclam Dimas, que
si
no me das
la
mano
para guiarme creo que voy dejar los sesos en alguna de
estas rocas
Toma
que amenazan caer sobre nuestras cabezas.
y sigeme sin miedo; el piso es suave y la bveda
tan alta, que Goliat y Saff,
pasar sin inclinar la cabeza.
es
no hubiesen muerto, podran
si
diciendo esto
el
bandido
le
alarg la punta de su capa manto, que Dimas cogi.
De
rostro
vez en cuando
un
el
airecillo fresco
joven aventurero sentia sobre su
,
lo
que
le
indicaba que algunos
agujeros practicados en la roca permitan la renovacin del
aire en aquella galera subterrnea.
Son
respiraderos esas rfagas de viento que se perciben
de vez en cuando? Pregunt con naturalidad Dimas.
Son
caminos que conducen otras salidas de
buscamos. Oh
si
los soldados de
la que
Herodes llegan algn dia
descubrir nuestra madriguera, trabajo les doy para encontrarnos!
Dimas comprendi que
tes
y entendidos en
Por
fin el
con hombres pruden-
y eso le regocij
bandido se detuvo diciendo
Ya hemos llegado.
Dimas
se las habia
el oficio,
Aydame
levantar esta piedra.
obedeci, y poco despus vi los rayos de la
luna que lucian como hebras de plata sobre el dilatado valle
que
le
se estendia sus pis.
DEL GLGOTA.
Mir en torno suyo para reconocer
31
el
terreno y dijo
su gua:
No
veo
el castillo.
Se halla la parte
opuesta del monte. Pero no perda-
mos tiempo hoy hemos andado mucho y
:
el
sueo
me
esca-
rabajea entre las cejas.
Vamos
pues.
comenzaron bajar de roca en roca
como dos cabras monteses en direccin la llanura.
La noche era clara y tranquila, el cfiro nocturno apenas tenia fuerza para agitar las hojas de los rboles.
T que sers prctico
en la marcha de los astros
pre-
gunt Dimas su compaero, qu altura nos encontramos de la noche?
Ures mir al cielo y luego dijo
Es temprano: nos hallamos la cabeza de
la osgelis (1);
antes que llegue la hora del galicidio (2) podrs encontrarte
Una vez all caminas siempre hcia el Este bor-
en Bethel.
deando un arroyo que
dn.
te
conducir las riberas del Jor-
Luego tuerces en direccin
Jeric;
al
Sur y hasta encontrarporque las
de Jeric Jerusalen nadie se pierde,
caravanas abundan, y despus la via romana te conduaunque yo voy ciarte un consejo.
cir la ciudad santa
;
Los caminos hechos por
da
los
romanos, que Dios vivo confun-
no nos convienen nosotros tanto como
las veredas
Creme joven: mas vale caminar
bosques que acompaado por los caminos de
intransitables de los lobos.
solo por los
Csar.
Te doy las gracias y seguir tu consejo.
Entonces que la paz
gado
al sitio
sea contigo, porque ya
hemos
lle-
en donde es preciso separarnos. Sigue esta sen-
da, qu ella te conducir Bethel: la noche es clara, y dur-
(1)
(2)
Est comenzando la noche.
La media noche cuando cantan
los gallos.
EL.
32
miendo nosotros la
palacio del Idumeo
tierra de
Por
la
Samaria
est
mas segura que
el
(1).
Antes de separarnos,
Habla.
Cuando
me en l?
MRTIR
quiero hacerte una pregunta.
regrese al castillo, por dnde debo introducir-
muralla como
lo
hicistes hoy.
no estamos,
Si
espera.
Est
Que
bien, hasta dentro de unos dias.
Jehov
Lo mismo
te guie
te salga todo
como
deseas.
te digo.
Dimas tom la vereda que conducia Bethel. Ures se
encamin por la empinada cuesta en direccin su madriguera.
El bandido murmur para
estas palabras al separarse
del hurfano:
Este muchacho
har suerte
es atrevido
y apuesto mi
corresponde
que me
pual de Damasco y la parte de botin
en un ao, que todos mis* compaeros
suerte y
feliz
le
desean buena
regreso.
Dimas, mientras caminaba, se decia s mismo acariciando las monedas de plata que tan generosamente le haba
prestado
el
capitn de bandoleros
Mi primera aventura sali mejor que esperaba:
con
este
dinero podr quedar con honra, y si hallo el cadver de mi
padre darle un sepulcro digno de l. Ea, avivemos el paso,
pues dice- el refrn que
(1)
Herocles el Grande.
el
que paga descansa.
DEL GLGOTA.
33
CAPITULO VI
Los cadveres.
Dimas sigui
ros mas incultos
consejo de Uries; atravesando los sende-
el
lleg al torrente
Cedrn
los tres das,
entrando en la|ciudad sacerdotal por la puerta Judiciaria, se
encamin hacia
ba
el
bajo Jerusalen, que era en donde habita-
el cuchillero.
El confiado
artfice se
hallaba ocupado en sacarle punta
pecho inclinado sobre una muela, y bien
que su deudor viniera interimaginar
lejos por cierto de
rumpirle en su faena tan agradablemente.
un cuchillo con
La paz
el
de Dios sea contigo,
le dijo
El cuchillero levant la cabeza
TOMO
I,
Dimas entrando.
n suspender
el
balanceo
5
EL
34
del pi derecho
indiferente en
TIR
que hacia girar la rueda
fij
una mirada
joven.
el
No me conoces? Le
Creo
pregunt Dimas.
haberte visto en alguna parte.
Hace quince dias, en
este
mismo
sitio
me
favor, y vengo pagrtelo.
Ah! Exclam el cuchillero recordando
prestastes
la escena
un
que
ya conocen nuestros lectores.
S, yo soy
joven quien
el
ie
vendistes al fiado
un cu-
chillo damasquino cuyo precio era dos siclos.
Y ahora recuerdo,
dijo su vez el
vendedor, que t
me
ofrecistes
Veinte onzas
romanas: aqu
las
tienes
repuso Dimas
y sac de una bolsa de cuero bastante
monedas indicadas, que fu dejando sobre una tabla mugrienta que se hallaba junto la muela.
El sonido de la plata hiri agradablemente los oidos del
judo juzgar por la sonrisa que anim su semblante.
Por Jacob y mi madre que no esperaba que me cumsin dejarle acabar;
repleta las
plieras la palabra!
Hiciste mal en desconfiar.
Tienes razn y me alegro
,
sucedido, pues eso
No
me
por Dios vivo que
haya
indica que has hecho fortuna.
mucha, pero estoy en camino de hacerla.
Has heredado de algn pariente?
-No.
Por fortuna te hallaste algn tesoro
cio de
as
en
el viejo
pala-
Salomn?
Nada
de eso.
Entonces...
Mi
si
no
fortuna tiene un origen que no puedo revelarte; pero
te se
borra de la memoria mi nombre, algn dia
brs sin necesidad de que yo te lo diga.
no
Me
lo sa-
llamo Dimas:
lo olvides.
jDios de Justicia!
Entonces t eres
el
matador
del sa-
DEL GLGOTA.
35
cerdote Isaac (1), de ese viejo avaro y ruin quien los cielos
confundan
S yo
,
le
mat porque debia matarle:
prestaste fu el instrumento
el
cuchillo que
en nombre de mi padre
te
me
doy
en nombre mi las veinte onzas romanas que
las gracias;
acabo.de entregarte.
Dimas,
dejando
sin esperar respuesta,
al cuchillero
Dimas
se
tom una
calle adelante
absorto y aturdido.
encamin
al
muladar donde segn noticias ha-
bian los enterradores arrojado
el
cadver de su padre.
aun mas de dos mil bolos, y
firme en su propsito, queria darle honroso sepulcro al
autor de sus dias; pero todo fu en vano: tres horas de escrupuloso escrutinio emple en aquel hediondo sitio, y al fin
Le quedaban en
la bolsa
desesper de hallar los restos de su padre
que
tal vez
habian
servido de pasto los quebranta-huesos y cuervos que se
mecen sobre
la
pesada atmsfera de tan repugnantes
sitios.
Entonces dos gruesas lgrimas asomaron sus prpados,
y elevando sus
ojos al cielo n direccin al templo de Sion,
murmur estas palabras
Padre y seor tu
bueno durante tu vida: yo
imit tu honradez viviendo tu lado! Por qu al ver el
desconsuelo de tu hijo no me llamas para que pueda darte
,
sepultura digna de
fuiste
t?
Dimas lanz un largo y doloroso suspiro y como si con
hubiera exhalado uno de esos pesos que nos oprimen el co-
razn, torn encorvarse sobre la tierra, y favor de su
largo cuchillo continu la interrumpida y penosa tarea de
remover aquel montn de huesos y podridos cadveres medio
insepultos que se estendian debajo de sus plantas.
(1)
Isaac significa risa. As se llam el nio que pari Sara
do ochenta aos de edad cuando
el
ngel del Seor
dre, se ech reir creda que se burlaba de ella.
le
pues tenien-
anunci que seria ma-
EL MRTIR
36
Dimas buscaba con el mismo afn que si aquella seca y
un tesoro.
Su cario filial le hizo olvidar que los abrasadores rayos
estril tierra ocultara
del sol caan perpendicularmente sobre su cabeza.
Por su
frente surcaban gruesas hebras de sudor que con-
vertidas en gotas iban empapar y perderse entre la remo
vida tierra que heria el prolongado y continuo golpe de su
pual.
Aquel joven hermoso, valiente y fornido, cubierto de sudor, abstrado en su trabajo indiferente todo lo que pasa,
ba su alrededor menos lo que le ocupaba, era verdaderamente un modelo de hijos.
Cada cabeza que asomaba flor de tierra cada miembro
que descubra, era una esperanza; pero cuando sus ojos al
,
buscar las facciones queridas de su padre se hallaban con
el
y asqueroso semblante de un desconocido entonces
Dimas avanzaba unos cuantos pasos lanzando un doloroso
lvido
gemido
y continuaba su trabajo.
Aquel gemido era una esperanza que huia de su corazn,
,
quejndose de haber sido vencida por la realidad de un des-
engao.
Muerto de
fatiga, falto de aliento
,,
se dej caer la
bra de un sauce sin esperanza de poder hallar
el
sqm-
cadver de
su padre.
All
solo
con su dolor,
le asalt
una idea
terrible,
y una
sonrisa feroz resbal por sus labios.
Si,
se dijo
mismo
eso es: esta noche ir al valle de
Josafat; buscar el opulento sepulcro de ese fariseo
viejo cruel
que ha infamado
el
cadver de mi padre
car la losa que le cubre; sacar
el
de ese
arran-
cuerpo perfumado de ese
miserable, y lo dejar en este inmundo
sitio
para que sea
pasto de los carnvoros raposos que desgarrarn su maldita carne,
mientras
frreas garras en su
el
nocturno onocrtalo, apoyando sus
impura
frente, batiendo sus negras alas
sobre su insepulta cabeza, lanzar gozoso su graznido hor-
DEL GLGOTA.
37
y espeluznador, preparando para el festn sus dos estmagos (1) hambrientos de carne humana.
rible
Dimas, despus de proferir tan terrible amenaza, sacudi
la cabeza
como
si
las furias del infierno se agitarn
en torno
suyo, quemndole las sienes con sus ardientes impuros
sil-
bidos.
Sus labios entreabiertos y sus ojos brillantes y hundidos,
su faz descompuesta, le daban aquel hermoso semblante
algo de terrible, de infernal.
Yo era bueno, volvia decir, y t me has empujado al
Un mar
crimen.
de sangre se arrastra ante mis pies; mi vida
mi muerte
ser infame,
la cruz;
mi cuerpo,
dividido en pe-
dazos, se ver tal vez espuesto en los caminos.
De todo
esto,
t tienes la culpa, viejo avaro de corazn de roca. Maldito
seas! Maldito seas
como
mujer impura, hasta
la
la
dcima
generacin, que yo juro esterminar, mientras mi brazo ten-
ga fuerza para empuar
Y Dimas
como
si
el cuchillo
vengador!...
con aquellas maldiciones hubiera ex-
halado todo su espritu, dej caer la cabeza sobre las manos
con abatimiento.
As permaneci por espacio de
La
mucho tiempo.
comenz gemir entre los copos de
los rboles, y aun permaneca inmvil.
El cfiro nocturno suspir entre las plantas del campo, y
Dimas no se movia de aquel sitio.
La luna desde el cielo ba con sus tibios rayos la cilindrica y alta torre de David y Dimas aun permaneca en la
brisa de la tarde
misma
postura.
Las cigeas, desde
los altos
minaretes de Jerusalen,
comenzaron entonar sus dolientes cantos, y un mochuelo,
El onocrtalo es el cuervo nocturno de los hebreos y los griegos. Tiene
(1)
en las fauces otro estmago que llena despus de harto para rumiar la car-
ne en
los
momeutos de hambre. Su graznido
introduce
el cuello
los onagros
en
el
agua y con
asnos silvestres.
es triste
y horrible veces
rebuzno de
la respiracin sola imita el
EL MliTIR
38
parndose entre las ramas del rbol cuyo pi se hallaba
inmvil y silencioso
jven hurfano, lanz
el
acompasado silbido.
Entonces Dimas se puso en
al
viento su
ttrico y
como
si
Su
mir en torno suyo
pi y
acabara de despertar de un pesado sueo.
rostro habia perdido la ferocidad que poco antes de-
mostrara.
y hmeda aun por las lgrimas de fuego
que habia derramado, era dulce inofensiva.
Su mirada
Un
triste
suspiro angustioso y prolongado se
escap de su
pecho.
No... mil veces no,
ms profanar
los nios
se dijo
los cadveres;
hablando consigo mismo; ja-
nunca dejar
sin proteccin
los ancianos.
La muerte y la
Dimas el facineroso.
infancia sern siempre respetadas por
Perdona, pues, padre mi. Te he vengado en el cuerpo
vivo. Deja que respete la materia inerte que sirve de sustento los gusanos de la tierra...
Dimas, durante
las
horas de
triste
meditacin trascurri-
das al pi de aquel rbol, habia mantenido una lucha horrible entre los deseos de
venganza y
nerosos de su jven corazn, y
los instintos
como
se v, el
buenos y gecorazn salia
vencedor.
Desistiendo de sus planes, solo
su paso:
ellos,
el
llegando
muros de
en
se abria ante
el
cuarto dia
al declinar la
tarde junto los
la inespugnable fortaleza de los bandidos, y entr
ella del
Ya
un camino
de los montes de Samaria; y se encamin hcia
mismo modo que
la vez primera.
dentro se encamin la cocina pero estaba desierta.
Entonces
se tendi
en
el
suelo y esper.
Tenia diez y ocho aos y el sueo en esa edad cuando
se ha caminado mucho no tarda en descender sobre los pr,
pados.
Dimas
se
qued dormido con
la
misma tranquilidad que
DEL GLGOTA.
le acontecia
en la casa de su padre, cuando
39
el
sueo inocente
de la adolescencia sonrea sobre su hermosa cabeza.
Ya muy
entrada la noche, la trampa que ya conocen
nuestros lectores se hundi para dar paso los forajidos de
Abaddon.
Esta vez venian cargados de botin, y en sus fisonomas
salvajes
y feroces brillaba
Como
la
el
contento.
habitacin estaba
oscura
no repararon en
Dimas.
El capitn mand uno de
los
bandidos que encendiera
y poco despus las negras paredes se tieron de esa claridad rojiza incmoda dlas resinosas teas.
Entonces vieron Dimas dormido tranquilamente sobre
luz,
el
duro y
fri
pavimento de la cocina.
Me ha cumplido
los suyos. Creo que de este
partido.
Abaddon dirijindose
muchacho se podr sacar
su palabra, dijo
DEL GLGOTA.
-11
CAPITULO VIL
El bautizo de sangre.
Desde aquel dia perteneci la terrible cuadrilla de
Samaritanos
el
los
hurfano de Jerusalen.
Su juventud, su valor y su gracia personal, fueron entre
aquellos desalmados, poderosos motivos para que todos le
miraran con cierta deferencia, que no
se escap la perspi-
cacia del joven aventurero.
Por otra parte Abaddon, viejo encanecido en el crimen,
comenz mirarle como un hijo.
Su corazn encallecido no habia amado nunca, y anfe
aquel bello y temerario joven que la casualidad habia lan-
zado ante su paso, comenz sentir esa dulce simpata ese
TOMO
I.
EL MRTIR
42
afn desinteresado y puro que sienten los padres por los
hijos.
medianamente instruido en las Sagradas Escrituras por un rabino amigo inseparable de su difunto padre,
tenia la ventaja sobre todos sus feroces compaeros de leer
Dimas
y escribir el hebreo con bastante correccin.
Algunas noches cuando los espas no traian nuevas favorables y era preciso permanecer encerrados en su madri-
guera, Dimas, que habia comprado en Sichem
(1) el
Penta-
tucho (2), les leia las sagradas
y patriarcales narraciones
que el historiador dogmtico, el insigne filsofo, el admirable telogo, el inspirado profeta Moiss, habia escrito para
los descendientes de
Abraham.
Esta sublime inspiracin del Eterno que trasmiti
al
pue-
su ilustre caudillo y libertador, tenia agradablemente entretenidos aquel puado de hombres que el
blo' israelita
crimen habia espulsado de la sociedad, obligndoles vivir
en
las
profundidades de las cuevas como las fieras carnvoras
del desierto.
veces, cuando
Dimas con dulce y sentida entonacin
les trasmita las sbias
los feroces
nes, y la
narraciones del legislador del Sina,
bandidos prorrumpan en espontneas aclamacio-
admiracin hcia su joven compaero llegaba hasta
entusiasmo.
el
Entonces
(1)
los
bandidos aconsejaban Dimas que abando-
Sichem, segn
los
hebreos Dichar, 'ciudad populosa de Sainara,
y Garizim.. ."Cerca de esta ciudad se halla
situada entre ios montes Hebal
Bethel donde Jacob vid Dios en sueos en
el alto
de la escala.
El Pcntatucho, palabra griega que significa cinco volmenes y eran
Gnesis, El Eccodo, El Levtico, Los Nmeros y El D cter onomio, en los
(2)
El
cuales se encierra todo lo que acaeci al pueblo de Israel desde la creacin
del
mundo
hasta la muerte de Moiss, su autor. Este es
el solo libro
que
respetan los samaritanos tenindolo como divino y como nico
los otros
los desprecian como cosa intil, porque se, escribieron despus de su sepa:
racin de los judos. Se conservaron en antiguos caracteres hebreos, que
eran los que se usaban antes del cautiverio de Babilonia.
DEL GLGTA.
43
nara su nombre, que ningn significado divino tenia entre
se pusiera otro de aquellos que,
aadiendo
los hebreos,
gunas
segn su costumbre, espresaban una condicin
celeste
letras
honrosa en
Todos
le
el
que
lo llevaba.
queremos como un
pongmosle por nombre David
le
al-
un bandido:
el nombre que
hijo, gritaba
que ese
(1),
es
corresponde.
No,
no, decia otro, Jehov lo ha enviado entre nosotros:
debe llamrsele Samuel
(2).
Dimas escuchaba con
la sonrisa
en loslabios
las contien-
das de sus compaeros, y acababa por convencerles que
nombre puesto por
ba llevar
el
padre era
el
mejor y
el
el
nico que de-
el hijo.
As trascurrieron algunos meses.
Dimas fu insensiblemente inculcando en aquellos corazones algunas ideas humanas, hacindoles ver que nada po-
como convandlicas hazaas en heroicas y temerarias em-
dia enaltecerles tanto los ojos de los israelitas
vertir sus
presas de soldados independientes.
Una guerra
lo
de partido contra Herodes y los romanos era
que Dimas se propona llevar cabo, parapetado en los
escabrosos montes de Samaria. Pero sus feroces compaeros
no
se
avenan abandonar fcilmente sus antiguas cos-
tumbres.
El robo,
el
crimen,
les
habia nutrido por espacio de
mu
chos aos en su impuro pecho, y cuando se encanece en una
profesin se adquieren ciertos hbitos que llegan encarnarse en
el
mismo
sr,
gunda naturaleza que
formando, por decirlo
solo
abandona
el
as,
una se-
individuo cuando
el
ltimo soplo de su vida se escapa de su pecho.
Dimas conoci que para lograr su intento era preciso
dejar correr el tiempo y los acontecimientos, rodearse de
(1)
Amado.
(2)
Puesto por Dios.
EL MRTIR
gente joven y poco endurecida en
esperar mejor ocasin.
Una noche
los
el
crimen, y se resign
bandidos tuvieron noticias por los espas
que una caravana que conduca Jerusalen preciosas mercancas de Tiro, se haba acampado en un barranco de las
cordilleras de Joppe.
Abaddon dispuso caer sobre
y sali de su madriguera
seguido de sus terribles compaeros.
ella,
La noche era clara y serena; blancas y vaporosas nubes
como pequeos copos de nieve se deslizaban por el limpio
horizonte, salpicando el difano azul del cielo con sus po ri-
cas y caprichosas oscilaciones.
A veces la luna velaba la plateada frente tras las flotantes gasas
cuando
que se mecian en
el
espacio, mostrando de vez en
la clara la luz de sus rayos entre los
des de las nubes, y
como
las vrgenes de
quebrados bor-
Sion lanzaba sus
miradas travs de su areo y delicado velo de encaje.
Noche hermosa y potica, llena de encanto, de vaguedad, de dulzura, en que
los
el cielo
sonrea y la tierra exhalaba
perfumes de su seno.
Porque una noche serena
dirije al
alma
el
inmenso teso-
ro de voluptuosos encantos, mientras que la belleza del dia
solo nos habla los sentidos.
El
sol
arranca lgrimas los ojos, y la luna suspiros
al
corazn.
La noche representa
y
el
la
bondad
y la dulzura del Hacedor,
dia el poder y la fuerza de Dios; por eso mientras la
una
y perfumadas como el roco, el otro
fecundiza y abrasa con los rayos de su pira de fuego.
Sin las hermosas brisas de la noche, sin el soplo perfu-
llora lgrimas dulces
mado
del cfiro
sierto,
nocturno,
el
mundo
seria
un abrasado de-
un pramo intransitable.
La luna es la amable confidente, la dulce amiga, la tierna compaera de las almas sensibles y apasionadas.
Su luz tenue y delicada se puede contemplar con xtasis
DEL GLGOTA.
45
que amamos, y el corazn se dilata en
su estrecha crcel admirando la melanclica poesa que bro-
como
los ojos del ser
ta de su frente casta y radiante.
madre bondadosa de los hijos del
Los hombres mas altivos no se avergenzan de
Ella es la
infortunio.
llorar ante
su presencia desahogando los dolores de su corazn, las po-
nas de su vida. Porque los rayos que su disco derrama sobre
la tierra estn
impregnados con
bondad de
la inagotable
Dios, y fecundizan la esperanza en las almas que sufren,
consuelo en los corazones que padecen,
nantial que se desliza entre
la vida y la fragancia
violetas, de las
La luna
leste
es,
el
con sus frescos besos en
las
ma-
el cliz
de las
de los ngeles,
el
roco co-
noches desde su cielo para de-
cir los desgraciados:- Esperad, confiad.
Los bandidos
claro
las siemprevivas.
fin, la sonrisa
que Dios enva todas
el
csped de la pradera derrama
anmonas y de
en
como
el
se deslizaban de roca
Yo no
os olvido.
en roca hcia
el
pun-
to indicado por los espas.
Hcia
tecillo
la
media noche llegaron
la
cumbre de un mon-
se detuvieron.
Ures, que era
ms
el
prctico, se separ de sus
compa-
eros para esplorar
el terreno, pues segn sus clculos la
caravana debia hallarse acampada en aquellas cercanas.
El bandido, arrastrndose como una culebra, lleg sin
meter ruido
al
borde
tie
un barranco,
y*
agarrndose unos
arbustos con sus callosas y forzudas manos, se asom que-
dando
casi suspendido sobre
un abismo, para reconocer
el
fondo del barranco.
La noche
era clara y la luna dejaba ver los objetos sin
dificultad.
Ures pase sus miradas algunos segundos por la apacible
vega que
se estendia sus pies
y luego fu reunirse
con sus compaeros.
Cuenta;
le dijo
secamente
el
capitn vindole llegar.
EL MARTIR
46
Efectivamente
dijo
con indiferencia Ures,
como nos han dicho ha levantado
la
su tienda en
caravana
el valle
de
Joppe. Todos duermen, camellos y hombres; pero he creido
ver relucir la luz de la luna algo parecido ios cascos ro-
manos.
--Ser una aprensin tuya, repuso otro.
-Tengo buenos
ojos:
ya sabes que me engao pocas ve-
y sobre todo de noche.
ces
No tiene nada de estrao que en alguna ciudad del contorno, volvi decir Abaddon, se les haya reunido algn
soldado.
O pueden haber pedido una escolta en Sichem los mismos
caravaneros, dijo Dimas.
Y qu hacemos?.... Preguntaron otros.
Por Dios vivo!
Qu hemos de
hacer?.... Bajar al valle,
son romanos herodianos llevarnos sus cabezss nues-
si
tro castillo
como
trofeo de la victoria,
exclam Dimas lleno
de ardor patrio.
Tiene razn
el
el
joven: bajemos al llano; volvi decir
capitn.
Los bandidos
se apretaron las correas de sus cinturas,
puales salian con facilidad de las vainas, y
oprimiendo con sus diestras las terribles gabelinas, se enca-
vieron
si
los
minaron en busca de
los caravaneros.
Poco despus cayeron de improviso sobre la tienda, envolvindola como con una red.
Los comerciantes, sorprendidos en las primeras horas
,
del sueo
despertaron sobresaltados:
el
pnico se apoder
de ellos, y desde entonces solo pensaron en huir, dejando en
poder de sus terribles enemigos los fardos y los camellos.
Pero no sucedi
lo
mismo
tres soldados
romanos, que
primer grito de alarma saltaron, con ligereza sobre sus
caballos armando sus diestras de la corta y terrible espada
al
que
les
habia hecho dueos del
mpetu sobre
los bandidos.
mundo, y
se
lanzaron con
DEL GLGOTA.
Un romano y
,
47
un romano de Palestina en
sobre todo
el
tiempo de Herodes, se hubiera creido deshonrado retroceraza vencida y esclava Ja que
los hijos del Tiber miraban con insultante desprecio.
diendo delante de
seis judos
Idumeo regresaban Jerusalen y haban tropezado por una casualidad con aquella caravana, y
se haban unido con ella por ese espritu sociable que domiLos legionarios
del
naba los soldados del Capitolio.
Los romanos, lanzando un grito de guerra al que siguieron los nombres de Marte y Minerva, blandieron las espadas
sobre las cabezas de los bandidos; pero, ay! aquellos israe-
no eran
litas
los dbiles
y acobardados hijos de
la
ciudad de
Jerusalen: eran rayos de la montaa, soldados feroces del
desierto curtidos con la sangre y los peligros, y despus el
terrible renombre de moradores del monte Hebal, les quin-
tuplicaba las fuerzas.
Los romanos no podan hacer mas que batirse hasta morir, y as lo hicieron. Pero su muerte cost cara los sama*
ritanos.
Abaddon,
en
el
el viejo
capitn, al querer clavar su gabelina
pecho del caballo de uno de sus enemigos que
segua, recibi
una
terrible estocada
en
el cuello,
le
per-
por la que
en pocos instantes arroj hasta la ltima gota de sangre: de
sus venas.
dos bandidos
mas
les cupo, la suerte
Dimas mat por su mano uno de
de su jefe.
los legionarios, arro-
jndole la gabelina que tuvo la suerte de clavarle en
cho; pero
al
mismo tiempo
recibi
una
el
pe-
terrible cuchillada
hizo vacilar, y que indudablemente su
enemigo hubiera secundado, si Ures no hubiera salido su
en la cabeza que
le
defensa clavando su pual en
le hizo
La
bios
el
costado del romano, lo cual
caer del caballo.
luna, siempre clara y hermosa, alumbr con sus tipoticos rayos aquel combate, aquella escena de san-
gre en que
seis
hombres haban lanzado
el
ltimo aliento
4S
EL MRTIR
do su vida, y cinco llevaban sobre sus cuerpos sangrientos
rasgos.
Los bandidos, dueos del campo, se disponan cargar
sus camellos con lo mas rico de su botin y colocar en otros
los heridos
pi;
que no podan por su estado hacer
camino
el
pero Dimas, que aun herido no haba perdido la sereni-
dad ni
el
conocimiento,
Compaeros,
muertos, con
lo
les
detuvo dicindoles:
antes de partir demos sepultura los
cual honraremos
el
cuerpo de nuestros cama-
radas, y no dejemos rastro de esta catstrofe que
hemos
es-
perimentado, que siempre podria alentar nuestros perseguidores.
Esta segunda razn convenci los bandidos, que inme-
diatamente se pusieron cavar una
y poco despus romanos y samaritanos yacan sepultados para siempre bajo el
pesado manto de la tierra.
Los bandidos abandonaron aquel sitio, mudos, cejijuntos.
Dimas caminaba
fosa,
pi al lado de sus
compaeros
sin despe-
gar los labios.
Por sus
mejillas resbalaban dos lgrimas. El viejo capitn
le habia demostrado un cario franco y desinteresado, le
llamaba su hijo, y el joven agradecido lloraba por la memo-
ria del
segundo padre que acababa de perder.
Bastante entrado
el
da llegaron al
monte Hebal,y
pocos pasos de la entrada subterrnea se detuvieron.
Qu se hace con los camellos? Pregunt Ures
dose Dimas
como
si
fuera
el jefe
dirijin-
dla partida.
Dscargadles, y luego volved sus
cabezas hacia
el
mar,
marcha y que vayan donde quieran.
mejor venderlos maana en Bethel? Repuso
dadles la voz de
No
seria
uno de los bandidos.
Ya os he dicho que conviene desorientar nuestros perseguidores, y estos camellos podran descubrirnos.
Tienes razn dijeron varios bandidos.
Descargados los camellos,
se les coloc
como habia
indi-
DEL GLGOTA.
49
cado Dimas, y los ligeros cuadrpedos emprendieron su largo
trote monte travs en direccin al Gesto.
Entonces
el rico
el
los
bandidos entraron en
el castillo
brazos,
botin que tanta sangre les haba costado.
Aquella noche Dimas fu proclamado capitn, y al tomar
mando de Aquellos desalmados les hizo jurar tres cosas:
Primera, que ampararan siempre y aun riesgo de la
vida todos los nios que no llegaran los diez aos.
Segunda, que respetaran en todas
las ocasiones,
y aun
trueque de sufrir violencia insulto, todos los ancianos.
Tercera y ltima, que jams dejaran los cadveres insepultos, teniendo tiempo para cumplir esta santa faena.
Dimas
comprender que ya que la suerte les haba
vida de aventureros, lo cual no eramuy honroso,
les hizo
lanzado la
era preciso que la guerra la sociedad se hiciera con condiciones
mas suaves que hasta entonces; y puesto que su in-
tencin no era otra que la de enriquecerse empobreciendo
al
prjimo, que eso se podia lograr sin necesidad del terror
al abrigo de
una bandera de
partido, que corno buenos is-
raelitas deban alzar en defensa de la patria humillada por
los impos
romanos.
Las palabras de Dimas enardecieron
sjus
compaeros,
y algunos de ellos llegaron sentir remordimientos por la
sangre derramada y el tiempo perdido en el pillaje y el cri-
men. Despus, olvidando
al
capitn muerto, se brind por
capitn vivo, hasta caer rodando por
el
el
suelo embriagados.
Desde entonces la cuadrilla de Dimas
si
bien vivia del
robo en despoblado, comenz ser mas humana, llegando
con
el
tiempo formar mas que una gavilla de bandoleros,
libres que amantes de su ley, su re-
un puado de hombres
ligin y su independencia, con sus espadas hacan
una guerra
terrible los soldados del tirano Herodes.
Ahora retrocedamos otra vez
libro,
cuando la
rojiza luz del
al captulo
relmpago hemos
lizarse por los quebrados senderos de
TOMO
segundo de este
las
visto des-
montaas de Sama7
EL MRTIR
50
ria
ocho bandidos de aspecto feroz, entre
los cuales
caminaba
un joven armado con una gabelina y envuelto con un matelot de pelo de camello.
Este joven era Dimas, que hacia
seis
los forajidos alcanzando de dia en dia
meses capitaneaba
mas
aprecio y do-
minio sobre sus corazones.
Esplicados los antecedentes del joven bandolero, sig-
mosle pesar de
terreno.
lo
tempestuoso de la noche y lo fragoso del
DEL GOLGOTA.
CAPITULO
Un
Con qu
51
VIII.
golpe en vago.
t aseguras, amigo Ures, que la caravana
egipcia, pesar de su aspecto pordiosero y miserable, conduce un tesoro? Le pregunt Limas uno de los bandidos
que caminaba su lado.
Su
cargamento
es trigo fecundizado
con
las
aguas
del
Nilo; pero entre los sacos que conducen los cereales se ocul-
tan dos
cajitas construidas
encierra
un
tesoro.
La una
en Alejandra, en las cuales se
viene repleta de polvos de oro
y ambas estn destinadas
al Csar. Sus conductores ignoran que entre el rubio grano
que trasportan se oculta una fortuna. El cargamento va
fino, la otra de piedras preciosas,
EL MRTIR
52
consignado un rico comerciante de Cesrea, en cuyo puerto
se halla anclado
un navio romano que debe trasportarlo
la
ciudad de los cnsules.
Bueno ha de ser el botn
no
ses
para que ims lobos montae-
maldigan por haberles hecho abandonar su madri-
te
guera en una noche como
esta. Pero por Dios vivo que me
admira que tan precioso tesoro no sea escoltado por gente
armada.
Los
negociantes egipcios son recelosos, odian los ro-
manos y temen ser despojados en la travesa por los mismos quienes confian mediante un salario la custodia de sus
caravanas.
Pero no
te
Solo Dios
es infalible. Sin
habrs engaado?
embargo, me auguro un
xi-
to feliz.
Qu
secreto
parte le has efrecido al que te ha revelado
Yo no he ofrecido nada. El fu
ra que
el
si
no
le
el
que
damos nada no faltamos
exiji.
De mane-
la palabra.
Veo que eres astuto y precavido.
Capitn, tengo cuarenta aos, y entr en
el oficio
cuan-
do apenas levantaba del suelo tanto como la gabelina que
vas en la
mano porque mi padre tuvo como yo un
,
estremado
conoci
el
las cosas de su prjimo.
Desde
lle-
cario
muy pequeo
re-
autor de mis dias que yo era un muchacho aven-
m dndome la honrosa y delicada misin de espa. Yo tom como un juego aquella ocupacion_y la desempe con ese afn con que la infancia hace
las cosas que le gustan. A los doce aos era yo un modelo
tajado, y se aprovech de
de astucia, sagacidad y penetracin. No es modestia, Dimas:
todos los viejos bandidos de Palestina me tenian por modelo
y me designaban como una maravilla del arte. No he sido
capitn por dos razones: la primera parque no soy ambicioso y no es decir esto que t lo seas y la segunda porque
,
siendo simple individuo de una cuadrilla puedo servir mejor
DEL CLGOTA.
mis compaeros y llevar una vida
sabes que veces
me
53
mas
independiente.
ausento por diez quince dias de vos-
otros; durante este tiempo recorro las tribus: soy judo en
Judea, galileo en Galilea y samaritano en Samaria.
nombre como de raza, cuando
de
as
me
Mudo
conviene. Soy aqu
Me
introduzco en las casas, y
corno tengo eso que llaman don de gentes, me gano la amis-
comerciante, all sacerdote.
me
y cuando mi memo -
tad y las simpatas de sus dueos, descubro sus secretos,
entero de sus planes y de sus negocios
ria
rene una buena cantidad de conocimientos que esplotar,
torno
al viejo castillo
de Hebal, donde
me esperan
mis com-
paeros, les entero de todo y ellos salen coger el fruto de
mis trabajos, evitndoles de este modo que pasea la noche en
,
un barranco muertos de
los
caminantes
y calados de agua esperando
para coger en cambio de tantas penurias un
fri
saco de negra cebada un puado de amarillenta harina.
Eres un sabio,
amigo Ures, y
en darte dos partes en
Ay
la
compaa hace bien
el botin.
querido Dimas, los hombres son
muy
ingratos!
Estoy seguro que pesar de mi saber, cualquier da, en re-
compensa de mi ciencia y mis desvelos, me cuelgan de un
rbol, como hicieron coi mi honrado padre que sabia tanto
como yo.
Dimas
se sonri
oyendo
roso, tenido entre sus
la picaresca relacin del facine-
camaradas por
el
mas
astuto
dla
cuadrilla.
Creme,
capitn, volvi decir Ures:
el
hombre
fu
creado para no hacer nada; estudia con detencin su cuerpo,
y vers que sus brazos se prestan mas estirarse en perezosa
actitud que cavar la tierra armados de un pesado azadn.
,
La pereza es natural; el trabajo es violento impropio. El
hombre se afana y trabaja, porque as cree que llegar un dia
qo hacer nada. Trabajemos, pues, algn tiempo, y luego
la regalada pereza nos estrechar entre sus amantes y cari-
osos brazos.
EL MRTIR
54
Ures termin su relacin dando
un bostezo intermina-
apag un trueno espantoso.
ble que
Mala
noche, dijo uno de los bandidos.
Peor fueron las del diluvio,
Como
el
le
botin sea tan pesado
respondi otro.
como
la atmsfera
todo
nos ha hecho
salir
ir bien.
Ures es un~perezoso
del castillo
to de
y cuando
en tan cruda noche , no creo que sea con
el
obje-
al sitio, dijo
Ures
que nos paseemos por estos barrancos.
Hablad mas
bjo, que
hemos llegado
acercndose sus camaradas
to la luz del alba
por aqu deben pasar en cuan-
amanezca en Oriente.
Entonces ser preciso emboscarnos, repuso otro.
Ea muchachos cada uno que busque al abrigo de una
,
roca un refugio contra la inclemencia del cielo,
rnas en voz baja
con que envolveos bien con vuestras capas,
y cuidado con dormirse;
mi
les dijo Diu-
al
primer grito de alarma todos
lado.
Los bandidos
las rocas de
se
emboscaron
del
mejor modo posible en
un angosto barranco, que era
el sitio
en que se
encontraban.
Dimas y Uries, despreciando
vueltos en sus matelots junto
la lluvia, se
colocaron en-
un rbol corpulento que
se
hallaba prximo la vereda, por la que segn sus clculos
debia cruzar la caravana.
Media hora escasa haria que los bandidos se hallaban
acampados en el barranco cuando el canto montono del
cuclillo comenz oirse en la vecina espesura.
Ures se irgui como el chacal que oye los pasos del cazador y los ladridos del perro que ha tropezado con su
,
rastro.
Qu
ocurre? Le pregunt Dimas sin levantar la voz.
Lo ignoro;
Esa
lis
pero nada bueno
ave no augura
el
me promete
ese canto.
mal en nuestros libros.
es un pjaro, sino un hombre
que ese que canta no
DEL GLGOTA.
Un
55
hombre! Exclam empuando la gabelina Dimas.
Nada temas:
es
un amigo,
es
un
espa que
me
sirve bien:
pero pronto saldremos de dudas; y Ures imit de una manera prodigiosa el graznido estridente y desagradable del
cuervo.
Poco despus un hombre, salpicado de barro y chorreando
agua, apareci ante el capitn y su amigo diciendo:
La paz sea contigo, amigo Ures.
Dimas mir con asombro aquel hombre que habia llegado hasta ellos sin haber hecho ni el mas leve ruido.
Contigo venga, amigo Adn (1), qu nuevas traes?
Una circunstacia inesperada nos quita la presa de entre
caravana caminan estas
horas hcia Jeric, entre dos filas de terciarios romanos.
Por Isaac esplcate mejor y pronto, exclam Dimas con
las
manos. Los conductores de
la
impaciencia.
Segn parece,
vosotros, volvi decir
el espa,
no sa-
nueva que alarma al pueblo de Israel, y hace estremecer al tirano Herodes en su palacio?
En los montes de Samaria solo se oyen las ahullidos de
bis
aun
la
los lobos, dijo el capitn.
Pues bien, en la ciudad santa se cuenta que tres magos
caldeos
han venido Jud en busca
del Mesas prometido.
El idumeo, deseando apoderarse de esos estranjeros que han
llegado sus tierras enardecer las esperanzas del pueblo
judo con sus falsas nuevas, ha
mandado por todas
las tribus
sus soldados. Los viajeros son detenidos, interrogados; sus
mercancas sufren un escrutinio escrupuloso, y esa suerte ha
cabido los egipcios que esperabais por este barranco...
pues estas horas caminan hcia Jeric custodiados por los
legionarios del rey de Jerusalen.
(1)
Adn
fu hecho de
es lo
una
mismo que
rojo.
As se llam
el
primer hombre, porque
tierra roja. (Lamy, Aparato Bblico, Lib. I1T, Cap. VIII.)
Edon significa tambin rojo entre los hebreos.
EL MRTIR
56
De manera que ese tesoro?...
Pregunt Dimas.
Caer indudablemente en poder de Herodes, replic
el
espa; el cual, al saber su destino, se apresurar remitirlo
Roma como una
muestra del respeto que
le inspira la
ciu-
dad impa.
Dimas
se
encogi de hombros haciendo un gesto con la
fisonoma, y luego dijo con impasible indiferente entonacin.
Este asunto se ha echado perder:
es preciso resignarse
y esperar otro tiempo mejor.
Sin embargo, seria muy conveniente no perder la pista
cargamento de trigo.
Opino lo mismo, capitn,
ese
dijo Ures: quin sabe?
He-
rodes puede confiscarlo y ponerle la venta, y en ese caso
el asunto es comprarlo.
Puedes t encargarte de ese negocio.
Con mucho
gusto.
Pues entonces, parte Jeric; nosotros esperamos noticias tuyas en el castillo.
Mi bolsa est vaca, capitn.
Toma este cinto: contiene doce
para comprar
te bastarn
el
minas hebreas (1), que
cargamento en caso necesario,
pero no te olvides que lo que puede tomarse, no debe comprarse, segn el reglamento de nuestra profesin;
diciendo esto, entreg Ures
un
cinto de cuero
y Dimas,
que ocul-
taba bajo los anchos pliegues de su tnica.
T me acompaars,
Adn.
El rojo hizo una mueca de indiferencia y contest:
Vamos
all.
Entonces Dimas reuni sus compaeros, y les dijo en
dos palabras lo que pasaba y lo que haba decidido.
Nadie despleg los labios; ni una queja se escap de aque(1)
El
mna
les velln de
mina hebrea vale aproximadamente seiscientos treinta rea-
nuestra moneda.
DEL GLGOTA.
lias
57
bocas: pero en los rostros se espresaba claramente el
disgusto que les producia aquel contratiempo.
Ures y
el rojo
tomaron
el
camino de Jeric, y
los
ban-
didos se dirijieron, maldiciendo en su interior, hcia los
montes de Samaria.
La
lluvia habia cesado
pero la noche continuaba oscura
y encapotada, oyndose de vez en cuando
nazadora voz del trueno.
la lejana
y ame-
Los bandidos, taciturnos y cabizbajos, caminaban demostrando su mal humor al mas pequeo incidente que se
les
atravesaba en
Un
el
camino.
charco de agua, un resbaln, era saludado con una
blasfemia horrible.
Habian abandonado su madriguera desafiando la crudeza
de la noche con la esperanza de un botin fabuloso y regre,
huesos y con el lodo hasta la cintura,
sin haber aumentado un miserable bolo su fortuna.
saban calados hasta
los
Cerca ya de su madriguera
barranco
un pedregoso
al atravesar
oyeron pisadas de gentes que
se
aproximaban en
direccin opuesta la que ellos seguian.
Dimas hizo que
se detuvieran sus soldados
se ocultaran
detrs de unos matorrales y en la? quebraduras de las rocas.
Mientras tanto, por la angosta barranca que conduca
donde estaban
los
bandidos emboscados
rable anciano envuelto con el
manto
caminaba un vene-
gris de los galileos.
Este anciano conduca un asno de la rienda
la
y sobre
modesta cabalgadura iba una mujer joven y un Nio de
,
pocos meses.
El Nio dormia en
envuelto con una
en
silencio,
el
regazo maternal, cuidadosamente
#
capa de color de corinto; la
Madre lloraba
anciano oraba en voz baja.
y
El trueno seguia mugiendo sobre
el
las cabezas de los
po-
bres viajeros.
De
pronto,
codo del
T0M8
el
anciano se detuvo, porque
barranco un hombre
I.
se levant de
al
doblar un re-
un matorral y
.8
le
EL MRTIR
58
puso delante del pecho las aceradas puntas de una gabelina.,
gritando con voz cavernosa
Alto eres muerto.
El anciano retrocedi dos pasos. La joven lanz un griy estrechando su Hijo contra su pecho exclam:
Dios de Sion! Salvad mi Jess.
to,
Ahora
Mas
el
lector nos permitir que retrocedamos.
adelante volveremos encontrarnos con los viajeros
y los bandidos del barranco de Samara.
LIBRO SEGUNDO.
ESTRELLA DEL MAR.
Una Virgen concebir y dar luz un Hijo
Emanuel esto es Dios con nos-
por nombre
otros. Este Hijo,
mundo, ser un renuevo
una
flor
dado milagrosamente
al
del tronco de Jos,
nacida de su raiz. Ser llamado ei
Dios fuerte,
el
Padre del siglo venidero, el
Prncipe de la paz. Ser levantado
estandarte
la vista
como ua
de los pueblos; las na-
ciones vendrn ofrecerle sus homenages, y
su sepulcro ser glorioso.
ISAIAS.)
Profeca de
DEL GLGO
61
CAPITULO PRIMERO.
Mara.
Voy
Zorrilla
dar comienzo
,
el
mosura de
al libro
pincel de Murillo se
la
Madre
afligida
de la Virgen.
La pluma
empequeecen ante
que llor en
la
cumbre
la
de
her-
del Gl-
gota la muerte de su Hijo.
La grandeza de Mara es divina: por eso no llega ella
el talento humano.
Perdona, pues, si mi insuficiencia se atreve narrar tu
dolorosa historia. La f cristiana alienta mis escasas fuerzas;
tu glorioso nombre d color mis plidas ideas; en T confio
para llevar cabo
puesto.
la
penosa peregrinacin que
me
he im-
EL MARTIR
C2
Nazareth, patria de una Virgen, cuna de un Dios, envuelta aun con los ltimos crespones de la noche,
duerme
tranquila un estremo del pintoresco valle de Esdrelon.
La suprema voluntad
el
del
Hacedor
le
ha colocado
seno de dos colinas que, madres cariosas,
chan con sus robustos brazos para
librarle de las
en
estre-
le
tormentas
otoales.
Nazareth, azulada paloma del Oriente, t formaste tu
nido la sombra del
Hermon para embriagarte con
per-
el
fume que te 'envan los floridos campos del Canaan que fueron un tiempo el codiciado jardn de la tribu israelita de
,
Zabuln.
El roco celeste cae sobre tus campos; Jehov te saluda
desde su trono de luz, y los ngeles cantan
el
himno de
bien-
venida, porque las profecas van cumplirse.
Una Nia hermosa como
de respirar
el
la estrella de la
maana acaba
primer soplo de vida, y de su pecho virginal
un gemido de dolor.
primero de un Ser que nace de un Ser que viene
se escapa
Es
el
mundo
al
interceder eternamente por nosotros.
Su cuna no
adorna con
el
se
cubre con las ricas colchas de Egipto ni se
oro de Persia.
Sus paales no se perfuman con la esencia del nardo
ni
mirra y aceite balsmico en los pebeteros de plata, como hacen los prncipes hebreos.
se enciende
Pobre y tosco
lino cubre sus delicadas carnes.
la alberga, y humildes mujeres del pueblo
Una choza
rodean su cuna y
reciben su primera sonrisa.
embargo, aquella dbil Criatura ha nacido destinada ser la Reina de los cielos, la Madre de los ngeles, la
Esposa de Dios.
Los conquistadores de la tierra depondrn los cetros sus
sin
plantas, los reyes doblarn ante Ella sus altivas frentes, y
los afligidos, implorando su proteccin, irn adorarla de
rodillas ante los altares levantados por la f cristiana.
DEL GLGOTA.
Porque Ella ser
el
C3
blsamo universal de
los dolores
hu-
manos.
La esperanza
del
nufrago
el
consuelo del
Su nombre glorioso ser invocado en
los
triste.
momentos amar-
gas de la vida, porque Dios la ha elegido para engendrar en
su seno
el
Verbo divino que en forma de hombre ha de redi-
mir con su preciosa sangre
el
pecado nefando de la hu-
manidad.
Porque Ella ser un tronco recto y brillante en que no
ha de encontrar jams, ni el nudo del pecado original ni
se
la corteza del
pecado actual
Su nombre ser para
que un panal de miel, mas
(1).
los afligidos
mas
ve cntico,
pura
delicioso
mas dulce
lisonjero
al
al
los labios
un sua-
oido que
corazn que la alegra mas
(2).
Pero no adelantemos
Sigamos
los sucesos.
las sagradas
y con
y la f en el
alma, Dios nos dar fuerzas para llevar terminla difcil
tradiciones de Oriente
ellas
la vista
peregrinacin que nos hemos impuesto.
En
Nazareth, pequea ciudad de la baja Galilea, vivia
un hombre honrado conocido con
la
el
nombre de Joaquin, de
tribu de Jud, y de la descendencia de David por Nathan.
Su esposa tenia por nombre Ana (graciosa).
Ambos eran buenos y observaban con
los
mandamientos de Jehov; pero
su mirada, y
Ana
la f del corazn
Seor apartaba de
ellos
era estril despus de veinte aos de
ma-
el
trimonio.
Joaquin podia romper aquellos infecundos lazos
le las letras
dndo-
de divorcio que la ley de los fariseos con tanta
facilidad conceda.
Ley brbara, inhumana, en que
tian en esclavas
los esposos
(1)
San Ambrosio.
(2)
San'Antonio de Pdua.
las esposas se
conver.
en despticos seores, pues
EL MRTIR
G-4
solo
con haber hecho cocer demasiado
a casa
la
vianda
amo de
del
hombre podia repu
no ser bastante agraciada, el
diar su mujer y unirse con otra.
Ana
pues
vivia triste porque la infecundidad era
mi
rada en Israel como un oprobio.
Pero Joaquin amaba su esposa, y vivia resignado entre el trabajo, la oracin
y la limosna.
Pedan con fervoroso acento Dios
les
concediera un
heredero para verse limpios de la
mancha que
pesaba
porque salan de dos co-
y Dios escuch sus ruegos
razones puros que ponan en l la
Ana
sinti,
de un nuevo
en
ser
f y la
esperanza.
en sus entraas agitarse
fin,
sobre ellos
el
germen
y loca de alegra fu participrselo
su esposo.
Pas una luna y otra luna, y por fin una maana del mes
de Tisri (1) Ana fu madre y Joaquin present sus parientes y amigos una Nia hermosa como un ngel rubia como
,
el
polvo de oro de los mercaderes de Egipto.
Nueve
litas, se
al
dias despus
segn
las
costumbres de los israe-
reunieron en la casa paterna para darle un nombre
nuevo Vastago.
El padre le puso el mas hermoso, el mas sublime que han
combinado nunca las letras del alfabeto, porque l solo en-
un poema de inagotable ternura.
Este nombre era Mirian (Mara) nombre que en lengua
cierra
y en hebrea Estrella del Mar.
Y cmo darle otro nombre y que mejor esplicase la alta,
dignidad de la Virgen que haba de encerrar en su seno al
siriaca significa Soberana,
Mrtir del Calvario?
San Bernardo
(1)
Segn
lo
ha dicho. Mara es, en efecto, aquella
la opinin de
8 de Setiembre (Tisri)
algunos orientalistas
primer mes
civil
y^jeinte y uno antes de la era vulgar.
necer, y el dia sbado.
la
Virgen Mara naci
de los judos,
el
ao 734 de
La hora de su nacimiento fu
al
el
Roma
ama-
LA PRESENTACION.
65
DEL GLGTA.
hermosa y brillante Estrella que resplandece siempre sobre
el mar vasto y tempestuoso del mundo.
La mujer hebrea
se purifica
solemnemente en
,
corderillo blanco dos trtolas
si es
oro
ante
ofreciendo
ochenta dias despus del parto
pobre
el
templo,
el
ara un
una corona de
es rica.
si
era pobre y ofreci una trtola al sacrificio pero
agradecida al precioso don que Jehov le habia concedido,
Ana
le
empe su palabra de consagrar su
templo
cuando aquella tierna
flor
hija al servicio del
que
le
dedicaba supiese
distinguir el bien del mal.
sus pechos Mara, porque en Jud las
Ana cri
dres tienen la imprescindible
obligacin de criar
ma-
sus
hijos (1).
A^ena
la
hermosa Nia desde sus mas tiernos aos
juegos subyugadores de la infancia
cin y
los
creci entre la medita-
las tiernas caricias de sus padres.
los tres
aos era mirada con respeto por todos los hu-
mildes habitantes de Nazareth.
En sus
ojos, azules
como
el cielo
de Oriente, brillaba una
chispa de luz divina.
Sus labios, nacarados como
de Jeric
el
cerrado cliz de los aleles
tenian siempre una sonrisa de indefinible dulzura
para todos cuantos se llegaban Ella.
Los abundantes rizos de su rubia cabellera caian como
una
lluvia de oro sobre la
modesta tnica de lana azul que
cubria su delicado cuerpo.
Algunas tardes, en
les, su
las pintorescas estaciones
primavera-
padre la llevaba pasear por los floridos jardines del
valle de Esdrelon.
La hermosa
(!)
En
nia, sentada la sombra de uno de aque-
todos los libros de la Sagrada Escritura no se encuentran
que tres nodrizas:
mas
de Rebeca, la de Mifiboseth y la de Joas, y debe advertirse que Rebeca, la esposa de Isaac, era estranjera y los otros prnla
cipes.
rovo
EL MRTIR
66
corpulentos sauces, que tantas veces cobijan bajo sus
los
melanclicas ramas las caravanas rabes (1), se complacia
en tender su dulce mirada por el claro y difano cielo de
Galilea.
Su padre no se atrevia interrumpirla durante estos momentos de celeste contemplacin, creyndola inspirada por
alguna revelacin divina.
Luego
regresar su casa
al
con sus pequeas manos,
blancas y finas como la flor del terebinto hacia un ramo
de narcisos, anmonas y azucenas, y durante el camino se
,
complacia en aspirar su delicado perfume.
Muchas
veces su padre le cogia
presentaban
al
guardaba, y
al
el
dorado fruto que
le
sicmoro y el pltano y la Nia lo
llegar su pueblo ofrecia su madre aquella
pasar
el
preciosa fruta y aquellas hermosas flores diciendo
Padre se ha acordado de t: te trae esto.
Mara lleg
la
edad prefijada por sus padres para en-
tregarla, segn lo tenan ofrecido, al templo sagrado
como
una de las vrgenes de Israel.
Los parientes de Joaqun se dispusieron acompaarla,
pues segn los hebreos deban presenciar la sagrada cere-
monia.
La humilde caravana
sali, pues, de
Nazareth en direc-
cin Jerusalen.
Era
la estacin de las lluvias; el Cison, seco
calorosos meses del esto
durante los
arrastraba sobre su lecho de arena
sus rojas y turbulentas aguas.
Los viajeros evitaron
mando
las pendientes
y arenosa llanura
(1)
del
el
peligro que el rio les ofrecia to-
embalsamadas
Saron
del
Carmelo y
la frtil
invernadero perenne de Gali-
La mas numerosa caravana podra abrigarse alrededor de su tronco
y acampar junta bajo su sombra, con sus bagajes y camellos.
colosal
(Lamartine
Viaje Palestina.)
DEL GOLGOTA.
lea,
G7
sembrado por todas partes de naranjos, palmeras y
abetos.
Llegaron por
fin
despus de algunos dias de marcha la
populosa ciudad de Jerusalen, y entraron en ella por la puerta de Efraim.
i
DEL GOLGOTA.
60
CAPITULO
La Virgen
Algunos cas despus,
II.
de Sion.
los padres, seguidos de sus
nume-
rosos parientes ataviados con el traje de gala, se encamina-
ron
al
templo.
Joaquin llevaba en sus brazos
el
cordero sin
mancha que
debia ofrecer al Seor.
Ana, su esposa, conduca su Hija.
La
santa Nia llevaba en sus pequeas
con un trozo de blanco lino, la
para
flor
manos envuelta
de harina indispensable
el sacrificio.
Oigamos
Orsini
lo
que dice de la presentacin de Mara
el
abate
EL MRTIR
70
Atravesando
el
patio esterior, en que el estranjero de-
bia detener sus pasos bajo pena de muerte,
el
squito se au-
ment con buen nmero de empleados del rey, de fariseos
doctores y damas ilustres que una disposicin secreta de la
Providencia habia reunido por casualidad bajo los prticos
de Salomn.
Parse un momento la comitiva en
mol
las
gradas de mr-
del Chel (1). All los fariseos estendieron sus tephim (2),
y cubrieron sus frentes orgullosas con uno de los lienzos de
su talet (3) de lana blanca y fina, adornado con granadas de
prpura y con cordones de color de jacinto; los valientes
capitanes de Herodes se envolvan en sus ricos mantos prendidos con broches de oro, y las hijas de Sion se velaron
estrechamente con los pliegues de sus velos por
mas
respeto los
ngeles del santuario.
La divina Nia y su
brillante comitiva traspasaron la
puerta de bronce que cerraba los profanos
el
sagrado re-
cinto.
La puerta de Nicanor gir sobre sus goznes para dejar
pasar la Vctima, y ofreci en perspectiva
el
templo de Zoro-
babel con sus coronas votivas, sus puertas tapizadas de plan-
chas de oro
sus paredes construidas de piedras enormes y
pulimentadas, en las que las manos de los siglos haban estendido ese tinte de hoja seca que distingue los antiguos edificios del Oriente.
sin
Todo era grande y venerable en la casa de Jehov, y
cunto haban
embargo pesar de su magnificencia
,
decado su esplendor y santidad
Un
no
se
qu de defectuo-
Espacio de
diez. codos entre el patio de los gentiles y las mujeres.
Tephim, pequeo pedazo de pergamino, sobre el que escriban con
tinta hecha exprofeso, cuatro sentencias de la escritura y los ludoslos llevaban colocados en el brazo derecho en medio de la frente. Estaba muy en
boga n tiempo de Jesucristo, y era una seal de distincin. (Besnagi:,
(1)
(2)
Historia de los judos
Talet
(3)
con
el
Lib. VII, Cap.
VIL)
manto cuadrado que llevaban
cual se cubran la cabeza.
los judos
para hacer oracin, y
DEL GLGOTA.
71
so incompleto se hacia sentir hasta en sus
ceremonias mas
imponentes. Sus sacerdotes no eran ya los ungidos del Seel Arca santa haba desaparecido.
or
Pero un dia glorioso iba brillar, y
el
Oriente empe-
zaba iluminarse.
Los sacerdotes y
los levitas
reunidos en la ltima gra-
da, recibieron de las manos de Joaqun la vctima de prosperidad,
Esos ministros del Dios vivo no tenan la frente ceida
con el laurel con el apio verde como los sacerdotes de los
,
una especie de mitra redondeada de un tejido de lino
muy espeso una tnica de lino larga blanca y sin anchura, apretada por una larga cintura bordada de oro, de ja-,
cinto y de prpura, compona el traje sacerdotal que no se
dolos:
llevaba
mas que en
el
templo.
Despus de haberse echado sobre su hombro izquierdo
los cabos flotantes de su ceidor,
uno de
cordero cuya cabeza volvi hcia
en
el cuello el
vocacin
al
los Echrteos (1)
tom
Norte, y le hundi
cuchillo sagrado pronunciando una breve in-
el
el
Dios de Jacob.
La sangre, que caia en un vaso de bronce, qued reservada para rociar los cuernos
Hecho
esto, el sacricador
(2) del altar.
amontonaba en un espacioso
plato de oro las entraas, los rones, el hgado, la cola y
dems partes de la vctima, que varios levitas le presenta-
ban (3) sucesivamente, despus de haberla lavado con todo
esmero ven el saln de la fuente. l puso sobre la oblacin
incienso y sal; en seguida, subiendo con los pies desnudos
(1)
Echaneo, sacricador ordinario.
(2)
los cuatro
estremos del altar de
lares pequeos, los cuales eran huecos,
los
holocaustos haba cuatro pi-
y por
all se vea la sangre de las
vctimas. Estos eran los cuernos de los altares de que tanto'ss habla en la
Escritura. (Historia de
(3)
los judos. )
Besnage asegura que para
el
pleaban diez y ocho sacrificadores.
simple sacrificio de un cordero s*
em-
EL MRTIR
72
suave tramo que conducia la plataforma del altar de los
el
holocaustos, hizo libaciones de vino y sangre, arroj la
brillante llama que ningn soplo humano habia encendi-
do
(1)
un poco de
flor
con aceite de olivo
de harina desleida en una copa de oro
el
mas puro, y puso, finalmente,
la
ofrenda pacfica sobre los ardientes leos que habian salido
gran bosque de Sichem
del
del templo
(2) y que los oficiales superiores
habian reconocido con cuidado y despojado de
sus cortezas.
con reserva del pecho y de la espalda derecha, que perteneca los sacrificadores, fu entregado al esposo de Santa Ana, quien dividi los pedazos
E1 resto de la hostia
entre sus inmediatos parientes, en conformidad con las cos-
tumbres de su pueblo.
Los ltimos sonidos de
las
trompetas sacerdotales se
apercibieron lo largo de los prticos
aun sobre
el altar
el sacrificio
ardia
de bronce, cuando un ministro del templo
baj al atrio de las mujeres para terminar la ceremonia.
>Ana, seguida de Joaquin y llevando su Hija en brazos
y la cabeza cubierta con un velo, se adelant hcia el ministro del Altsimo y le present la joven Sirvienta del Seor,
pronunciando
conmovida
estas
tiernsimas palabras:
Yo
me ha hecho.
E1 sacrificador hebreo acept en nombre del ngel que
fecundiza el seno de las madres el precioso depsito que le
confiaba la gratitud, y bendijo los santos esposos, como
vengo ofreceros
Hel (3)
el
presente que Dios
el pontfice
habia bendecido en otro tiempo y en
Los judos no so servan ni del soplo de la boca, ni de fuelles de ninguna clase, para encender el fuego de los altares: escitaban la llama derramando aceite sobre los carbones encendidos. (Historia de los judos.
(1)
(2)
Sichem, territorio de Neplusa (Turqua Asitica}, nico bosque de
donde se sacaba
tomo
[?>)
al
la lea
para los
$&<it\q,qz>.----
(Correspondencia de Oriente,
IV.)
Hel, gran sacerdote judo
y descendiente de Sansn, que muri
aber que los filisteos se apoderaron del Arca santa, ao 1112 antes de
Jesucristo.
DEL GLGTA.
una circunstancia semejante
al
73
piadoso Elcana y su di-
chosa consorte.
"Estendi en seguida las
manos sobre
la
asamblea que
se inclinaba su bendicin pontifical (1): Oh, Israel,
dirija
el
Eterno hacia
ti sy,
exclam,
luz, hgate prosperar en todas las cosas
y concdate lapazl
Un
cntico de gozo y accin de gracias armoniosamente
acompaado por
las arpas sacerdotales
termin la presenta-
cin de la Virgen.
Esta fu la ceremonia que tuvo lugar en
el
templo de
Sion los ltimos dias de noviembre.
Zacaras, prncipe de los sacerdotes de Ain y pariente de
Joaqun y Ana, fu el que recibi la tierna Virgen de los
brazos de su madre para depositarla
al
lado de sus compae-
ras en la casa de Dios.
Desde aquel dia,
las piadosas
matronas que eran res-
ponsables ante los sacerdotes del precioso depsito que se les
confiaba, miraron con respecto la tierna adolescente cuya
bondad y hermosura les subyugaba.
Su retiro en el templo no fu una clausura monacal. Sus
padres, que desde
el
daron en Jerusalen
Todas
momento
de la presentacin se avecin-
la visitaban
con frecuencia.
despus de las abluciones cuando los
comenzaban
baar con la roja luz de su crerayos del sol
psculo vespertino las cordilleras del Thabor, y las guilas
las tardes
abandonando sus negros nidos
del
Lbano
se cernan
con pe-
rezoso vuelo sobre los blancos y elevados minaretes de Je-
rusalen, Mara, cubierta con
el
pudoroso velo de las vrge-
nes, y seguida de sus compaeras, entonaban con fervoroso
(1)
Mientras
el pontfice
daba su bendicin,
ponerse las manos sobre os ojos y encubrir
permitido ver
la
mano
del sacerdote.
el
el
pueoio estaba obligado
semblante, porque no era
Los judos imaginaban fue Dios estaba
y les miraba travs de sus manos tendidas, y no se
atrevan levantar los ojos naca l, porque n%iie puede ver Dios y vivir.
detrs del sacerdote
(Besnage,
TOMO
I.
Lib. Vil, cap. VIL]
10
EL MRTIR
74
acento
al pi
del ara las plegarias de Estra.
Sion oy su dulce splica que desde
elevaba hasta
el
el
el
Dios de
polvo de la tierra se
santuario de su paraso
expresado en este
potico y santo estilo:
Oh
Dios!...
tificado en este
Que vuestro nombre
mundo que
sea glorificado y san-
vos habis criado, segn vuestra
voluntad: haced reinar vuestro reino
que
la redencin florez-
ca y que el Mesas venga prontamente. (1)
Esto entonaban al son de las melodiosas arpas las vrgenes del templo, y
el
pueblo
les
responda con fervoroso
acento, inclinando las frentes al suelo: Amen! Amen! y
luego repetan los inspirados versculos del bello salmo de
Agio y Zacaras
El Seor desata los que estn encadenados
los profetas
el
Seor
ilumina los que estn ciegos.
El Seor levanta los que estn cados:
los
el Seor"
ama
que son justos.
El Seor guarda- los estranjeros: El tomar bajo su
proteccin al hurfano, la viuda, y destruir los caminos
de los pecadores.
El Seor reinar en todos
los siglos:
Tu
Dios, oh Sion,,
reinar en todos los linajes.
Mara permaneci hasta
templo de Salomn, siendo
el
la
edad de quince aos en
el
modelo de virtud y de santidad
entre sus compaeras.
Las horas que
le
dejaban libres los oficios divinos, las
empleaba en bordar y hacer otras labores delicadas y en
el estudio de sagrados libros; su habilidad sin igual en
hilar el
lino de pechera,
ha llegado hasta nosotros en una
tradicin oriental que designa con el
(J)
dos:
Esta oracin es
la
mas antigua
nombre de
Hilo de la
de todas las que conservan los ju-
algunos escritores respetables aseguran que estaba en uso antes de
Jesucristo, y que los Apstoles la
ganoga.
han apreciado con preferencia en
la Si-
DEL GLGOTA.
75
Virgen (1), esas bandas finas y delicadas, cuyo tejido parece
que va descomponerse con el menor soplo de viento.
los quince aos, Mara era, segn San Dionisio Areopagita,
Virgen y que tuvo la incomparable
casta luz de su mirada y oir la dulzura
contemporneo de
ventura de ver la
la
hermosa hasta deslumhrar , y que la hubiera adorado como d un Dios, sino hubiese sabido que no hay mas que un
de su voz,
solo Dios.
San Epifanio en
Su
talle
como
el siglo
IV nos
la describe de este
era algo mas que mediano; su
la de
Sulamita por
el sol
tez,
ligeramente dorada
de su patria, tenia
las espigas de Egipto; sus cabellos
modo:
el
rico matiz de
eran rubios; sus ojos vivos; su
pupila tirando un poco color de aceituna (2); sus cejas perfecta-
mente arqueadas y de un negro
el
mas hermoso;
su nariz, de
perfeccin notable, era aguilea; sus labios sonrosados;
el
una
corte de
su semblante hermosamente ovalado; sus manos y sus dedos eran
largos.
Mara, pues, segn
el
dictmen de algunos sabios comen-
tadores de la Sagrada Escritura, encerraba en Ella sola
todos los ricos tesoros de la belleza, caridad, valor y virtud
que podra reunir
el
grandioso catlogo de las mujeres de la
Biblia.
En
el
puro inmaculado vaso que se encerraba su Ser
habian reunido todas las perfecciones que
otorgar una criatura.
se
el
Eterno puede
La Madre de Dios no se concibe de otro modo.
La importante, la dolorosa, la regeneradora misin que
estaba destinada desde el momento que su pecho virginal
respir en la tierra de los
hombres
tan solo una mujer tocada en
el
el
primer soplo de vida,
corazn por
el
soplo de Dios
podia llevarla cabo.
Los tejedores franceses de la edad media en conmemoracin de Mallevaban en las festividades un estandarte con una Virgen cargada de
magnficos bordados y un letrero que decia: Nuestra Seora la Rica.
(1)
ra,
(2)
Las aceitunas en Palestina son de un color azul abrillantado.
70
EL MRTIR
Por eso Dios, que
la
habia elegido para que
invocase en lo venidero con
hizo que Mara fuese casta
como
mundo
como Susana;
prudente como Abigail,
como
la profetisa
la
nombre de su Madre,
bella y valerosa
Ester, la juda que evit el exterminio de sus
triotas;
ra
el escelso
el
la esposa de
compa-
David; previso-
Dbora, que supo gobernar los he-
breos y salvarles de la dominacin de los cananeos, y sufrida,
y resignada
como
la
Terminaremos
madre inmortal de
el retrato
los
macabeos.
de la Virgen con decir que
Ma-
hablaba poco, era sencilla en sus palabras y modesta en
su porte, y no le gustaba dejarse ver, pesar de ser joven y
ra
hermosa.
As se hallaban las cosas, cuando en
el cielo
son la hora
para que comenzaran las lgrimas empaar las limpias
pupilas de la Virgen.
Dios comenzaba la prueba terrible que la habia destinado.
Zacaras, gran sacerdote y pariente de Mara, entr
tarde en su celda y le dijo:
una
Cbrete la cabeza con tu manto y sigeme.
A
dnde, seor? pregunt la Joven.
Un
hombre lanza en
de la vida. Jehov
le
el
lecho de muerte
llama la casa de
el
ltimo soplo
los vivos (1),
y antes
de abandonar sus parientes quiere bendecirte.
Mi
padre!
Exclam Mara,
S, ta padre,
le
respondi
el
llena
d'el
mas
sacerdote con
cruel dolor.
religiosa en-
tonacin.
Joaquin muri como mueren los justos; rodeado de i\x
familia y viendo en torno suyo las oraciones y los sollozos de
sus parien.tes y amigos.
Mara le cerr los ojos y
acompa con su madre
el
ca-
dver la ltima morada, segn la voluntad de los hebreos.
El sepulcro se llamaba entre los judos la casi de los vivos, para dela mamostrar que el alma inmortal vive aun despus de la separacin de
(1)
teria.
(Besnage, Libro VII, Cap. XXIV.)
DEL GLGOTA.
Pero
pos,
golpe cruel no vino solo; otro le sigui en
ay! este
mas
terrible
77
cabe, que dej desconsolada y hurfana
si
la inmaculada Mara.
Su corazn
crueles,
comenz traspasar con dos heridas
se
que fueron
preludio de otras mil que
el
La lmpara mortuoria no
se habia
le
esperaban.
apagado en
la
habi-
tacin de la viuda.
El grosero camelote
(1)
envolvia aun las delicadas formas
de la Virgen, y sus pequeos pies /descalzos se hallaban
cuando un segundo emisario fu anunciarle al templo que
su madre estaba espirando.
La Joven, acompaada
junto
al
de una de las matronas, corri
lecho de su madre.
Era de noche: junto la modesta puerta de la casa de
Ana vi Mara una plaidera acurrucada, que lanzaba al
viento sus dolorosos gemidos.
Mujer,
No
le dijo, es
Virgen,
le
mi madre muerta por desgracia?
respondi: aun vive: pero mi llanto
anuncia su ltima hora, que est cercana.
El roco de
la
maana,
al
descender de los cielos, encon-
alma de Ana que se elevaba al trono de Dios.
Maria era hurfana, y como tal libre y duea de su
tr el
al-
bedro.
Pero Ella
eliji la
casa de Dios
como
refugio de su des-
trozado corazn.
Su dolor fu angustioso, grande, pero resignado.
Desde el fondo de su alma virginal se exahalaron
pre-
y abundantes lgrimas, porque su corazn, fuente
de inagotable ternura, no se sec jams, y elevando al cielo
ciosas
su rostro dolorido y sus anegados ojos, exclamaba con doloroso acento apurando el cliz de la amargura: Oh Jehov,
hgase tu voluntad!
Mara encendi
(1)
la
lmpara en
la sinagoga,
Saco de luto tejido de pelo de camello.
mudo
heraldo
EL MRTIR
78
de su dolor que pedia oraciones para su difunta madre, y
ayun por espacio de once meses todas las semanas el mismo
dia que se quedara hurfana (1).
Mara, aunque pobre y hurfana, tuvo tutores de orden
sacerdotal.
San Juan Bautistutor que eligi Joaquin
Zacaras, esposo de Elisabet, padre de
ta,
predecesor de Cristo, fu
el
para su hija en la hora de su muerte.
(1)
Este ayuno era la abstinencia completa de todo alimento por espacio
de veinte y cuatro horas.
DEL GOL GOTA.
CAPITULO
79
III.
El anillo de oro.
Moiss habia dicho: El que no dejara descendencia en
Israel,
sea maldito.
La
ley, pues, obligaba
Mara tomar esposo.
Los padres del Bautista, de ese mrtir del capricho de
una reina impura, vivian en Ain pequeo pueblo que se
,
hallaba situado dos leguas al Sur de Jerusalen, y desoyendo
las repetidas splicas de su ahijada, que se obstinaba en per-
manecer por
el resto
vocaron todos
de sus dias en
el
templo de Sion, con-
los parientes del linaje de
David y de
la tribu
de Jud.
Una
descendiente de David no podia sustraerse al yugo
80
MRTIR
IL
Los profetas habian anunciado que de una
del matrimonio.
rama verde y frondosa
d Israel
el
saldria el Mesas deseado, el Salvador
cual debia colocar
macabeos sobre
los
verde estandarte de los
el
Roma, y
templos paganos de la impura
gozbanse viendo en sus sueos de venganza
los judos
asombro y estupor con que
los esclavos
el
del Tber leeran
estos rojos caracteres de su gloriosa ensea: Quin de entre
los
Dioses es semejante
ti,
oh Eterno?
Esto era la esperanza del pueblo hebreo, desde que
asirio
arrollndole con sus vencedoras legiones
le
el
trasport
cautivo las orillas del Eufrates.
Israel llor lgrimas de dolor
en la impura Babilonia.
Las arpas de Jud perdieron sus dulces melodas y los vasos
sagrados del templo de Sion fueron depositados los pies del
,
como
dios Belo,
si
Jehov pudiera rendir vasallaje
al dolo
sangriento de los babilonios.
Mara, pues, era una esperanza para
el
pueblo de Abra-
ha m. La perfumada violeta de Nazareth,
el
verde retoo del
rey de los cantares, debia unirse con un hombre de su raza,
cuya limpieza de sangre fuera tan pura, tan inmaculada
como
del
la
que circulaba por
las azuladas
venas de la Estrella
Mar.
Segn
las
Entre
ellos se
sagradas tradiciones, veinte y cuatro aspirantes se presentaron la mano de la joven Virgen.
encontraba Jos
el
carpintero de Naza-
reth, y Agabs el noble gerosolimitano.
Jos era pobre, humilde, y ganaba su sustento con el
modesto jornal de sus manos.
Su edad
frisaba en los cuarenta aos (1)
y su venerable
cabeza s hallaba cubierta de canas.
(1)
Algunos escritores atribuyen San Jos ochenta aos de edad en la
los hebreos la unin de un viejo con
poca de su casamiento; pero entre
una joven estaba prohibida en
y es de creer que
tanto respetaban: por
cuenta
la ley
lo
los
los tutores de la
hemos
lo
trminos mas humillantes y vergonzosos,
Virgen no habian de faltar d una ley que
que en virtud de tantos pareceres y teniendo en
cuarenta aos de edad.
fijado en
DEL GOL GOTA.
gabs era joven,
Su
linaje alto
Uno
le ofreca
rico y
SI
hermoso.
y su familia de las
una vida de
mas poderosas de Jud.
privaciones..
Otro una existencia de lujo y abundancia.
Jos el humilde sayo del pobre sobre su cuerpo y
pan
el
duro
del jornalero.
Agabs hubiera arrojado sus
pies preciosas telas de
Egipto, y adornado sus brazos con oro y perlas de Persia.
Pero los sacerdotes despreciaban la riqueza, y eligieron
al
pobre carpintero de Nazareth, porque Dios
cordado
vaticinio de Isaas que decia
el
as:
les
habia re-
Saldr una vara
de la raiz de Jos, y de su raiz subir una flor preciosa.
Veinte y cuatro varillas de almendro depositaron en
templo por la noche despus de orar los pretendientes.
Una
San Gernimo,
tradicin antigua relatada por
el
refie-
re que la seca vara de Jos, hijo de Jacob, hijo de Nathan,
se encontr verde
florida al dia siguiente.
Agabs, desesperado por
el cielo
que
este prodigio
cerrando toda puerta su esperanza
le
mostraba
rompi resig-
nado su vara, y corri encerrarse en una gruta del Carmecon los discpulos de Elias.
lo
Su dolor fu inmenso; pero su f, tan grande como su
dolor, le hizo cristiano y muri con los honores de santidad.
Los tutores manifestaron Mara
del esposo elegido,
el
nombre y
la clase
y Ella lo acept sin pronunciar la
mas
leve queja.
Los delicados trabajos del Templo,
los
Santa Casa, iban trocarse en breve por
sas fatigas de la
mujer
perfumes de la
las
rudas y peno-
del pobre.
Pero Mara, fuerte de
espritu,
confiaba que
Seor
le
un carpintero, no
se
el
dara fuerzas para sobrellevar tan pesada carga.
Aunque
destinada ser Esposa de
crey degradada, porque todo israelita era artesano, pues
por alta que fuese su gerarqua,
TOMO
el
padre tenia la obligacin
11
EL MRTIR
82
de ensear
un
oficio
su hijo, menos, deca la ley, que no
un ladrn: y adems, Jos, aunque pobre
jornalero, descenda de David, y sangre de reyes circulaba
por sus venas.
quisiera hacer de
Los desposorios de Jos y Mara se celebraron con esa
sencillez potica de los tiempos primitivos.
El novio, en presencia de
ofreci
un
anillo de oro, liso
los parientes
y sacerdotes,
y de escaso valor, su futura
Esposa, dicindole:
Si t consientes
en ser mi Esposa, acepta esta prenda.
Los escribas extendieron
el
contrato con esta lacnica
forma: Yo, Jos, hijo de Natham, he dicho Mara, Hija
de Joaquin: S mi esposa segn la ley de Moiss y de Israel.
> Yo prometo honrarte y proveer tu mantenimiento y tus
vestidos,
honran
segn
la
costumbre de
los
maridos hebreos que
sus mujeres y las mantienen
doy desde luego
la
suma
como conviene. Yo
prescrita por la ley de doscientos
prometo, ademas de los vestidos y los alimen(1), y
tos y todo lo que te ser necesario, la amistad conyugal,
cosa comn todos los pueblos del mundo.
auces
te
Aqu firmaba
este
modo
el
el
marido y
los testigos,
y luego seguia de
contrato:
Mara ha consentido en ser la Esposa de Jos, quien de
su voluntad para formar viudedad conforme sus propios
bienes, aade la
suma anteriormente indicada la
de ocho-
cientos zuces. (2)
Despus de esta ceremonia
de
Isra,el,
se
elevaban alabanzas
al
Dios
siendo la conclusin bendecidos los Esposos por
un sacerdote que representaba al difunto padre de Mara.
Trascurri un espacio de cinco meses, durante el cual
los parientes
de los desposados preparaban la segunda cere-
monia, que era ntrelos
israelitas ia
mas importante.
(1)
Un
(2)
Este segundo dote era mayor menor, segn
sados.
zuce tendra
el
valor de tres reales de nuestra moneda.
la
fortuna de los despo-
DEL GLGTA.
Lleg, por
fin, el dia
83
aplazado, que era
mes de enero. La luna extenda su
del
las tranquilas
alegre
un mircoles
aguas del estrecho mar de Galilea
montn
se dirijian por
(1)
frente de plata sobre
una angosta
cuando en
calle de Jerusalen
hcia la casa de Mara una multitud de doncellas ricamente
ataviadas.
Las antorchas que empuaban
esclavos
alumbraban
al
las callosas
manos de
lo
paso de las doncellas, baando de
clara y roja luz los mbitos oscuros de la calle, haciendo
brillar los cinturones de oro y las tiaras chatas estilo de
Persia de las doncellas.
Los
ricos cinturones de oro
diamantes de
las redecillas de
las tiaras chatas de Persia
las vrgenes
luz de las antorchas mil chispas brilladoras
despedan la
como
las estre-
de una noche oscura y serena.
llas
Un
palio sostenido por cuatro jvenes judos
aguardaba
la Esposa.
La Virgen
se present sobre los dinteles de su puerta.
Las arpas y
las flautas de los taedores
lanzaron
al viento
y los amigos y los parientes agitaron en seal de regocijo los ramos de palmera
deliciosos raudales de dulce armona,
y de mirto que llevaban en las manos.
La comitiva rompi la marcha en direccin
al
templo;
Jos iba delante rodeado de sus gozosos amigos.
Por su venerable cabeza
y
se arrollaba la
corona de azufre
sal.
La danza y
res,
los gritos de alegra
comenzaron y
mujeEsposa y
las
derramando esencia sobre los vestidos de la
por la tierra que pisaba, gritaban con toda la fuerza
flores
de su pulmones:
Bendita sea, bendita, la descendiente d David!
Los judos elegan el mircoles imprescindiblemente para el dia de su
(1)
casamiento creyndolo de buen augurio: se hizo entre ellos una de esas cos-
tumbres supersticiosas de
una ley.
los pueblos,
que
el
tiempo convierte casi en
EL METIB
84
Una muchedumbre inmensa esperaba
gradas del templo. Apenas
les
los Esposos en las
vieron la claridad de las
antorchas, exclamaron coro:
Benditos sean los que vienen!..
Cmo
siasta
calificar este
inmenso placer
que rebosaban todos
los corazones
esta alegra entu-
en
las
bodas de dos
como Mara y Jos?
reservaba
Dios sin duda, que
la Madre de Jess la calle
criaturas tan humildes
de la
Amargura, quiso
como su
darle
un
dia de triunfo en Jerusalen,
Hijo, en cambio de las dolorosas lgrimas que debia
derramar en la cumbre del Glgota.
El palio recibi bajo su augusto toldo los Esposos.
Ambos se sentaron Mara llevaba cubierto el semblante
con un velo, Jos rollaba su. talet por su cuello.
:
li aqu,
dijo Jos
colocando un segundo anillo en
el
mi mujer segn
de
dedo corazn de Mara, tu
eres
el rito
Moiss y de Israel.
Estiende un lienzo de tu capa sobre tu sierva,
el
sumo
sacerdote con voz pausada.
Obedecido eres
talet
le dijo
y cubriendo con
le
contest el Patriarca desrollando el
l la
Luego un pariente
cabeza de Mara.
llen de vino
una taza de
vidrio
y
despus de aplicar sus lbios, la di los Esposos que be,
bieran tambin.
Entonces
el
sacerdote arroj al aire un puado de trigo
en seal de abundancia, y cogiendo la copa de
los Esposos la present a un nio de seis aos.
mano
de
Este rompi la copa con una varita de plata.
La ceremonia nupcial habia
concluido;
iba
el festin
comenzar.
Mientras los convidados se entregaban
al bullicioso en-
canto de los comentarios y la conversacin, Jos pronunci
en voz baja estas palabras su esposa:
sers
como mi madre , y yo
altar de Jehov.
te
respetar
como
al
mismo
DEL GLGOTA.
Siete dias
duraron
las fiestas,
al
85
octavo los
Esposos
abandonaron Jerusalen para trasladarse Nazareth.
Algunos parientes, segn la costumbre, les acompaaron
hasta la primera parada, despidindose de ellos con las l-
grimas en los ojos y
el
sentimiento en
el
corazn.
EL MARTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
87
IY.
El ngel Gabriel.
Nazareth,
flor
de Galilea, recibi en su amoroso seno
los castos esposos.
Jess,
Rosa
del
campo, Lirio del
valle, iba
do en las virginales entraas de la Estrella
del
ser concebi-
Mar.
Jos y Mara vivian contentos y felices en la humilde habitacin de Santa Ana.
El Patriarca
ejercia su profesin
cuarto bajo de doce pies de ancho y
do de la casa de
Ana como unos
de carpintero en
un
otros tantos de largo, separa-
sesenta pasos.
Siguiendo una antigua tradicin de Oriente, ejercia su
oficio de carpintero
su vivienda.
en otro local del que tenia su Esposa y
EL MRTIR
Caritativo en estremo, habia levantado sobre la puerta
de su casa de trabajo una especie de tendal hecho con ramas
de palmera, cuya sombra los fatigados viajeros tenian un
banco donde descansar, agua fresca con que apagar su sed,
sabroso pan amasado por la Virgen con que matar el ham-
un techo de hojas que les libraba de los ardientes rayos
sol, y un hombre bueno y afable que con la sonrisa en los
bre,
del
labios les ofrecia su pobreza.
segn diceOrsini,
All,
arados,
el
laborioso artesano construia
yug A ^ y carros de labranza, y algunas veces levan-
taba las cabaas de las aldeas.
segn San Justino Mrtir, fu donde mas tarde el
Hombre-Dios ayud su padre en tan penosos y rudos traAll,
bajos.
y mas de una vez el santo
golpe de su hacha los robustos rboles
El brazo de Jos era
jornalero derrib al
del
fuerte,
Carmelo.
Mientras tanto Mara, la Esposa inmaculada, la tierna
Virgen de Sion, molia con sus delicadas manos
trigo y 'amasaba la harina en redondas tortas.
Diariamente, cubierto
pesada urna
tomando
el
(1)
el
el
grano de
rostro con el tupido velo
la
de los nazarenos sobre la delicada cabeza,
camino de
los Nopales, se
encaminaba
fuente poco distante del pueblo llenar su cntaro
una
(2).
Terminados los quehaceres de la casa, la Virgen empuaba el tosco huso y el spero lino y entretenida con el trabajo, esperbala hora en que Jos, con el rostro cubierto
de sudor, debia regresar su casa.
Entonces, sobre una mesa de pino, fina y blanca como la
"conciencia del artfice que la habia construido, colocaba
Mara frutas sabrosas y legumbres secas que constituan
frugal comida de los descendientes de David.
(1)
Enormes vasos de barro, de una altura desmedida, que llevaban sobre
la cabeza.
(2)
la
Hoy
se conoce esta fuente con el
nombre de fuente
de Mara.
DEL CLGOTA.
Los hebreos son sbrios hasta
89
la inverosimilitud,
pues
basta un jarro de agua y un trozo
de pan moreno para pasar un dia, sin que por eso se mues-
en tiempo de necesidad
les
tren desfallecidos en las horas de trabajo.
Durante
la frugal
comida de
los
Santos Esposos, que se
verificaba las seis de la tarde, el sol, hundindose en el
ocaso, les enviaba sus ltimos rayos travs de los vistosos
celajes del cielo de Palestina.
Los ruiseores, desde las vecinas enramadas, soltaban sus parleros trinos, saludando la noche, y las me-
Carmelo arrullaban en
los rboles llamando sus compaeros errantes
lanclicas trtolas del
las copas de
al
nido noc-
turno.
As trascurrieron dos meses.
El ngel de
la
paz cobijaba bajo sus niveas
alas, la
mo-
desta vivienda de los futuros Padres del Mesas.
Una
tarde (1), Jos se habia encaminado al monte.
hundido en el ocaso, solo prestaba al mundo esa
tibia y vaga claridad que deja en pos de s como una muestra de su esplendor.
El
sol,
La noche
y
estaba prxima
empuar
su cetro de tinieblas
Jos no volva del Carmelo.
La Virgen
esperaba resignada bajo su emparrado de
azucenas y aromtica madreselva.
le
Sus ojos azules se dirijian hcia Jerusalen, buscando en
dilatado cielo el punto que segn su clculo debia ha-
el
llarse colocado
encima
del
templo de Sion
Sus labios, sonrosados como
(2).
los claveles de los Alpes, se
entreabran silenciosos para dar paso palabras sin ruido,
formadas en
el
fondo de su pecho virginal.
(1)
Viernes 25 de Marzo, segn
(2)
Los pueblos orientales
oran,
los
lo
que
ellos
llaman
mahometanos hcia
se
el
el hebla; los
la
padre Drexelius.
vuelven hcia cierto punto del
Meca;
cielo
cuando
judos hcia el templo de Jerusalen;
los sbeos hcia el
Medioda, y los
gos hcia Oriente.-(Orsim.)
tomo
i.
12
ma-
EL MRTIR
90
Aquellas palabras eran la oracin de la tarde dirigida al
Dios de Jacob.
Las entrelazadas ramas del emparrado se abrieron para
dar paso un hermoso adolescente, de cuya blanca tnica
salan raudales de luz.
El ngel Gabriel,
el
emisario de la bondad inagotable de
Dios, se hallaba junto Mara, que llena de temor y sobresalto se
qued clavada en
El Angel ilumin
la
duro pavimento.
el
Virgen con una
celestial
mirada,
y luego, extendiendo una mano en seal de acatamiento,
dijo con dulce y armoniosa voz.
Yo
saludo : llena eres de gracia :
te
el
Seor
es
contigo
le
eres bendita entre todas las mujeres.
Mara, con los ojos
fijos
en
el
suelo
no
se atreva des-
plegar los labios.
Como
el cielo
la flor
que
al recibir la
gota de roco que
abre sus ptalos, dobla sus hojas,
Virgen de Nazareth
as la
le
regala
pudorosa
mientras que su amoroso corazn se
abria para albergar en l las misteriosas palabras del envia-
do de los cielos, doblaba su frente, temerosa de ofenderle con
su mirada
tal vez temia
como Moiss
ver su Dios y
morir.
Nada
temas, Mara, volvi repetir el
ngel con dulzu-
ra inclinando su radiosa frente porque has hallado gracia de,
lante de Dios
pondrs
el
concebirs en tu seno y parirs
nombre de
del Altsimo. Dios
le
Jess;
dar
un Hijo quien
l ser grande y ser llamado
el
Hijo
trono de su Padre; reinar eterna-
mente sobre la casa de Jacob, y su reino no tendr
Cmo
el
fin.
har esto, pues yo no conozco varn? Dijo
sencillamente Mara, no sabiendo cmo conciliar el ttulo de
se
Madre con el voto de Virgen ofrecido junto al ara de Sion.
La Virgen no duda, dice San Agustn: Ella slo desea
instruirse en la manera como debe obrarse el milagro.
El
Espritu Santo descender sobre T, continu el ngel,
y la virtud del Altsimo
te
cubrir con su sombra; h aqu porque
DEL GLGOTA.
el
91
T ha de nacer
Fruto Santo que de
ser llamado
Hijo
el
de Sion.
El mensajero de Jehov quiso dejar una prueba de la
verdad de sus palabras aquella Virgen elegida en los cielos
como
urna santa qe debia
la
Verbo
sitarla del
estril,
nueve meses
la depo-
divino.
Elisabet tu prima,
nectud, y este
ser por
es el sesto
dijo,
le
ha concebido un
mes del embarazo de
hijo en su se-
que
la
reputada
es
porque nada hay imposible d Dios.
Mara, anonadada ante
los beneficios de Dios,
en su modestia indigna de la eleccin con que
honraba, baj
aqu
la frente
la
creyndose
el
Eterno la
con humildad, diciendo:
esclava
del
Seor
hgase en mi segun tu
i
palabra.
El ngel desapareci
para padecer por nosotros
Verbo divino
carne
el
el
martirio cruento de la Cruz.
Mara, desde aquel instante concibi
visitar
se hizo
el
pensamiento de
su prima quien tanto debia.
Ana
era
muy
entrada en aos, y Mara llena de ca-
ridad.
Ser
til
sus semejantes era su
Sembrar
el
bien, el gozo
mas
mayor
placer.
delicado y querido de
su alma.
Antes de traspasar
la rosa de
los
umbrales de
los ricos parientes de
Nazareth, diremos dos palabras del padre de San
Juan Bautista.
Oigamos lo que dice Atalfo de Sajonia
texto de San Leas.
En
refirindose al
un sacerdote llamado Zacaras, de la familia sacerdotal de Abea, una
de aquellas que servian por turno (1) en el templo, cuya
(1)
losdias de Herodes, rey de Judea: habia
Segn
lo establecido
por David, los sacerdotes judos estaban dividi-
dos en venticuatro turnos, cada uno de los cuales servia en
el
templo una
semana. Cada turno estaba subdividido en siete partes. Zacaras era
no de Abea. (Prid., Historia de los judos.)
el
tur-
EL MRTIR
92
mujer, llamada Elisabet Isabel, era igualmente del linaje
de Araon. Los dos eran justos los ojos de Dios, y guardaban estrictamente todos los preceptos y las leyes del Seor;
y que habiendo entrado Zacaras ofrecer el incienso cuando le corresponda le apareci el Angel del Seor estando
,
la derecha del altar de los perfumes, teniendo su rostro
lleno de tanta majestad, y toda su persona manifestando
tan divino
un
que Zacaras
aire su cuerpo
se turb y se puso temblar todo
que fu preciso que el Angel le sosegase
diciendo
No temas, Zacaras: mi presencia debe servirte de gozo
y consuelo antes que de temor: tus splicas llegaron al firmamento, fueron oidas de Dios, y para qus te convenzas de
esto, sabe
que Isabel, tu esposa, aunque
dar un hijo quien llamars Juan,
suelo toda la casa de Israel.
el
y anciana, te
cual llenar de conestril
Su nacimiento
ser para
ti
muchos motivo de una gran alegra y presagio cierto
de una futura grandeza. Ser grande la presencia del Seor: l est destinado para ejercer un cargo sublime cerca
otros
del Mesas, que vendr bien presto
Ser santificado desde
el
lo
cumplir.
vientre de su
madre y
lleno del
Espritu Santo, y por todo el curso de su vida guardar una
abstinencia tan rigurosa, que jams beber el vino ni la
sidra, y predicar
con tanto celo que convertir muchos
hijcs de su raza su Dios
y su Seor. El preceder
del Redentor ir delante de El con
la
venida
y la virtud
de Elias, y predicar con tan prsperos sucesos, que los hijos
renovarn en sus pechos la f y la piedad de sus padres.
el espritu
Convertir los incrdulos y les obligar seguir el camino
de la prudencia de los justos, y preparar para cuando venga el Seor un pueblo perfecto, para que reciba con docili-
dad
los preceptos de su
Hasta aqu
el
nueva
ley.
Cartujo de Sajonia.
Zacaras vi al Angel con gran placer, pero la duda se
anidaba en su corazn.
DEL GLGOTA.
93
Aquellas palabras, que resonaban con dulzura en sus oidos
no eran creidas por su alma.
El cielo le otorgaba la gracia en su ancianidad de darle
un
el
hijo; este hijo era el Bautista, el precursor de Cristo
sacerdote afortunado no daba crdito aquella revelacin
divina, exclamando:
Yo
soy anciano, y mi esposa lo es tanto
podr saber que es cierto lo que
Esta desconfianza
irrit al
me
como yo: cmo
dices?
enviado de Jehov.
Sus ojos despidieron un rayo de luz celeste.
Este rayo del cielo fu tocar la lengua del sacerdote incrdulo.
Yo
soy Gabriel, volvi decir
dlos ngeles que moran junto
el
emisario celeste, uno
trono de Dios, y de quien
se vale para trasmitir sus rdenes. El me ha enviado ti y
al
por.
cuanto has dudado de mis palabras, sordo y mudo sers
el dia en que se cumpla lo que he venido anunciarte.
hasta
Zacaras se qued aterrado y sin poder terminar la se-
mana
de su oficio en
lanzado sobre
l.
templo, por
el
Triste y afligido
rusalen, y atravesando
el
castigo que Dios habia
abandon
una parte de
la
populosa Je-
la Galilea, de la feraz
Samara y dos terceras partes de la tierra de Jud, despus
de cinco dias de marcha lleg la ciudad de Ain en donde
,
tenia su casa y sus tierras.
Su esposa Elisabet
y
le recibi
el
rostro
la sonrisa en los lbios.
La venturosa madre
el
con la alegra en
de Juan queria participar su esposo
favor que Dios les conceda
pero
el
incrdulo sacerdote
no pudo oir sus palabras ni responder sus preguntas.
Un mar
de lgrimas corra de sus ojos.
Angustiosos suspiros se escapaban de su pecho porque
Jehov
le
habia castigado.
Elisabet se arroj en sus brazos repitindole gozosa:
EL MRTIR
94
El Dios de Jacob ha oido mis splicas.
madre! Siento en mis entraas
que
se agita.
Y t nada me
el
Soy madre, soy
germen de un nuevo ser
dices?
Zacaras se esforzaba en vano por ligar las letras.
Era sordo-mudo. Exhal un
suspiro de angustioso dolor,
y cay desfallecido los pies de su esposa.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
La pnz sea
'
el
Mara guard en
ngel
Nada
le
95
Y.
contigo.
fondo de su alma la revelacin que
el
haba hecho.
dijo su esposo
porque modesta en esceso tema
que trasluciera en sus palabras un rasgo de vanidad.
Guard pues
,
Dios
le
el secreto
habia confiado
como un
esperando con santa resignacin que
los acontecimientos portentosos
condujeran
al
punto elegido por
Particip Jos
prima Isabel y
el
tesoro precioso que
que
el cielo le
anunciaba la
la superioridad divina.
placer que la causara visitar su
que bueno y bondadoso se desvelaba por
satisfacer todo cuanto era grato su santa Esposa, le dio
,
EL MRTIR
96
gustoso su permiso para que emprendiera
Jos era pobre
fcil
abandonar
el
el
viaje apetecido.
de su modesto jornal pasaban y no le era
trabajo; asi es que, aprovechando la oca-
sin de pasar Ain, patria de Elisabet, unos parientes su-
yos, les recomend su Esposa, y Mara parti de Nazareth
en la estacin de
las rosas.
Jos acompa su Esposa hasta dos leguas del pueblo,
y despus
con
el
corazn oprimido por la ausencia dla
Virgen, regres su casa.
Isabel, la esposa de Zacaras, habia sido
madre para
la
una segunda
Virgen desde que Ana y Joaqun
la dejaron
hurfana.
Los favores recibidos por
la
Nia durante su permanenMujer en
cia en el templo de Sion, iban ser pagados por la
la casa de la
anciana Elisabet.
Esta era la idea que animaba Mara
al salir
de Naza-
reth al emprender el viaje.
La joven y hermosa
viajera,
montada en su modesta
cabalgadura, y rodeada de algunas buenas mujeres que
como ella se dirijian hcia las montaas de Judea, en que
Zacaras
el
Aaronita tenia
sti
vivienda
abandon una ma-
ana su patria nativa.
La ciudad de Ain se halla situada un estremo de la Judea. El camino, spero y montuoso, espone cada paso la
vida del viajero.
Algunos
escritores sostienen
que
la
Virgen hizo
sola, lo cual parece inverosmil atendido lo spero
el viaje
y que-
brado del camino que tenia que atravesar y que en Siria,
segn Volney y otros varios conocedores de las costumbres
de Oriente, nadie viaja solo, sino en tropas caravanas,
muchos quieran ir un mismo punto;
precaucin necesaria en un pais abierto los rabes como la
siendo preciso que
Palestina.
Cmo, pues, San Jos, el varn prudente y reflexivo,
hubiera consentido que su casta Esposa, la tierna Virgen de
DEL GLGOTA.
97
quince aos, hubiera emprendido un viaje de cinco
seis
jornadas en un pais sin mas posadas que los grandes y desmantelados cobertizos llamados kervanseray, en donde los ca-
minantes se refugian durante
noche en un monte
como
un ganado de ovejas?
Nosotros hemos rodeado Mara de amigos y parientes
durante el viaje Judea, porque esto es lo mas verosmil,
atendido
el
la
carcter de la viajera y las costumbres de los
judos.
La caravana,
despus de atravesar las tribus de Issachar,
Manases, Samara y Benjamin, salud las altas coronas del
templo de Sion y los gallardos miranetes de la ciudad sacerdotal que dejaban a su izquierda, y arrib felizmente las
cercanas, de Ain, sin que los feroces habitantes
delata
sangrienta detuvieran su paso.
Uno
de los parientes que formaban parte de la comitiva
de la Virgen
se adelant participar Isabel el
prximo
arribo de Mara.
La que
debia ser madre del
una derruida casa de campo cuando
Bautista
se hallaba
recibi tan fausta
en
nue-
va, y llena de gozo corri hcia el camino con los brazos
extendidos para recibir en ellos su jven prima.
La Virgen
vi llegar hcia ella la noble anciana con el
semblante lleno de alegra y de felicidad, y bajando
la frente le dijo con dulzura:
al suelo
La paz sea
contigo. (1)
Elisabet sinti en su seno
un movimiento
estrao.
La voz
dulce y respetuosa de Mara habia levantado
eco melodioso en su corazn.
un
Su semblante se reanim y su sangre comenz hervir
en sus venas, como si su naturaleza hubiera retrocedido cuarenta aos.
(1)
Esta salutacin
hoy en dia es
tomo
la
emple Cristo muchas reces durnnte sus
muy comn en
i
los pueblos de Oriente.
13
riajes,
EL MRTIR
98
Qu misterioso
influjo
qu santa
troducido las palabras de la Nazarena
filtracin
haban in-
para que la lengua de
Elisabet exclamara de este modo?
eres bendita entre todas las mujeres,
el
Fruto
es
bendito
de tu vientre.
Y luego,
viendo que Mara, conservando su actitud hu-
milde no desplegaba sus lbios, continu:
De donde me
viene la felicidad de que la Madre de mi
Porque
luego que tu voz ha llegado mis
Seor venga m?
oidos, mi hijo ha saltado de alegra en mis entraas, y T
eres dichosa por haber credo, porque lo que te se ha dicho
de parte del Seor ser cumplido.
Elisabet, la inmortal esposa de Zacaras, tocada en los
ojos del
alma por
el
soplo misterioso de Jehov, habia visto
travs del ignorado porvenir
el
trono de gloria que elEterno
reservaba su prima.
Pero oigamos
las palabras de la
Nuevo Testamento
Virgen
mas
el
canto potico
el mas
y
armonioso de las Santas Escrituras de esos libros que han
sido y sern eternamente el inagotable manantial de la ins-
sublime del
el
inspirado
piracin cristiana.
Mara respondi de este modo Isabel:
Mi alma glorifica al Seor, y mi espritu se trasporta de
gozo en Dios mi Salvador.
Porque ha atendido la humildad de su esclava, en
^
adelante ser llamada bienaventurada en toda la srie de
los siglos.
^Porque ha hecho en m. grandes cosas Aquel que
nipotente y cuyo nombre es santo.
Su misericordia
se estiende de
edad en edad sobre
es
Om-
los
que
> temen.
Ha desplegado
la fuerza de su brazo
y ha disipado
los
-que se llenaban de orgullo en medio de su corazn.
>Ha arrojado
los humildes.
los
grandes de su trono, y ha ensalzado
DEL GCLGOTA.
Ha
09
llenado de bienes los que estaban hambrientos
ha empobrecido los que estaban
ricos.
Se ha acordado de su misericordia, y ha protegido
Israel su servidor.
Segun
la
promesa hecha nuestro padre Abraham y
su linaje para siempre.
La Virgen,
dice el abate Orsini, que con tan poticos y
ha
delicados colores
neci tres meses en
descrito la Visitacin de
el
Mara, perma-
pas de los hetheos, y .pas esa larga
visita corta distancia del pais de
Ain, en
fondo de un flo-
el
rido y frtil valle, en que Zacaras tenia su casa de campo. (1)
donde la Hija de David, profetisa tambin y dotada de un genio igual al del ilustre jefe de su familia, pudo
All fu
contemplar satisfaccin
noros, y
el
vasto
el cielo estrellado
mar que desplegaba
los
bosques so-
horizonte sus olas
al
agitadas, apacibles, sobre las resonantes playas de la Siria.
E1 aspecto de esa naturaleza tan completa en sus por-
menores, tan hbilmente armonizada en su conjunto, en que
todo es maravilloso, desde
secto
hasta esos
mundos
el tejido
de la flor y
el
ala del in-
errantes que brillan en las tinieblas
de la noche, escitaron la admiracin profunda de la Virgen
hcia las obras magnficas del Criador.
>Cun grande
es,
pensaba la Hija de
grande es Aquel que d sus rdenes
los profetas,
la estrella del
cun
maann,
y que seala la aurora el punto del cielo en que debe aparecer; que manda al trueno y quien el rayo sumiso dice
,
presentarse: ya estoy aqu!
al
>Cun grande
1 es
el
es!...
Pero su bondad
es igual su poder.
que ha puesto la cordura en
hombre, y dado
el instinto
el
corazn del
los animales.
E1 es quien prevee las necesidades incesantes de la cria-
un
En
este Talle posea dos casas Zacaras:
tiro de arco; la entrevista se efectu
en
apenas distaba una de otra
la primera,
que est mas
cidente de Jerusalen, y el nacimiento del Bautista en la segunda.
al
Oc-
100
EL MRTIR
tura, quien da calor bajo la arena al huevo del
avestruz, y
vela sobre el behemoth (1) cuando se duerme
la sombra de
los sauces del torrente quien prepara
al cuervo su alimento
;
cuando sus polluelos van errantes hambrientos graznando
y
por las peladas rocas de los barrancos.
Entonces, imitacin del salmista, la Santa Virgen
convidaba toda la naturaleza bendecir con Ella al
Criador.
>En
sus escursiones travs de las praderas, se compla-
ca en la
contemplacin de Jas
flores
que hallaba ante
su paso.
>Un
que
los
quiri
en da
Virgen puso su mano sobre una flor inodora
rabes llaman arthemita, inmediatamente la flor addia la
una fragancia, un perfume tan grato
(2) que aun hoy
es mirada con predileccin entre los hijos de
Oriente
la familia de aquella planta
que
tal virtud adquiri al solo
contacto de la Nazarena.
>Detrs de la elegante casa del pontfice hebreo, se extenda uno de esos jardines llamados parasos entre los persas,
y cuya disposicin haban tomado
los cautivos de Israel
del pueblo de Ciro
y de Semramis.
>Campeaban en l los mas bellos rboles de la Palestina,
amenizando sus atractivos el dulce perfume de los naranjos
y los arroyos de cristalina agua que serpenteaban bajo las
pendientes ramas de los sauces.
>AU era donde los tiernos cuidados de Mara hicieron
olvidar Elisabet sus temores sobre un suceso cuya esperanza la colmaba de gozo pero que su edad avanzada podia
,
hacer funesta para
(1)
ella.
B'hemoth, animal de que
se
habla en
el libro
de Job. Unos creen
el Talmud de los juconsume cada dia la yerba de diez montaas, que vuelven cubrirse de nueva vegetacin durante la noche para alimentarlo. Esto toro, el dia del juicio final, ser comido por los fieles en un
banquete presidido por elMesas, que segn ellos debe venir auna salvarles.
que es
el
hipoptamo, otros
el rinoceronte;
dos, es ei toro primitivo, el cual
(2)
Tradicin persa.
pero segn
DEL GLGOTA.
101
Cun religiosa y grave debia ser
la conversacin de
esas dos santas Mujeres!...
>La una, joven y
de las
al salir
manos
sencilla ignorante del
mal como Eva
del Hacedor.
>La otra, cargada de aos y enriquecida con una larga
esperiencia profundamente piadosa.
>La una llevando en su seno, por largo tiempo estril,
un hijo que debia ser profeta y mas que profeta, y la otra la
,
Semilla bendita del Altsimo, al Jefe libertador de Israel.
En
las
hermosas noches de verano
cuando
el
plido res-
plandor de la luna alumbraba la floresta, colocbase bajo
una coposa higuera los verdes pmpanos de un ancho pe-
comida de la opulenta familia del mudo Zacaras,
compuesta del corderillo alimentado con la aromtica yerba
ral (1) la
de la montaa,
el
pescado de Sidonia,
el
panal de miel
sil-
vestre extraido del hueco de la vieja encina, los sabrosos
dtiles de Jeric,
mesa
que figuraban por entonces hasta en la
del Csar, los albaricoques de
Armenia,
los alfnsigos
de Alepo y las sandas de Egipto.
El vino de
los collados
de Engaddi, que
del prncipe de los sacerdotes
el
mayordomo
guardada en cubas de piedra,
circulaba en ricos vasos que llenaban los criados con alegres
rostros.
Mara, frugal as en el seno de la abundancia como en el
de la mediana, se contentaba con algunas frutas, un poco
de pan y
una taza de agua de
la fuente de Naphtoa. (2)
As trascurieron tres meses durante los cuales Mara fu
para la anciana Elisabet una hija tierna y solcita.
Zacaras, entretanto,
mudo y
sordo por
sin
duda ante
el
Los hebreos gustan mucho de comer bajo los emparrados, ya por el
(1)
calor escesivo en aquellos climas, ya por la antigua costumbre de sus abueque por espacio de tantos aos vivieron bajo sus tiendas durante sus
largas peregrinaciones. (Fleuri, Costumbres de los israelitas.)
Su abstinencia no era un ayuno', era mas bien una costumbre.
(2)
[El
padre Val verde.)
los,
EL MRTIR
102
enviado de Jehov, esperaba con santa resignacin que la
bondad
del cielo descendiera sobre l devolvindole los pre-
ciosos dones que le habia quitado.
Lleg por
un nio.
Grande
tan deseado dia, y Elisabet dio luz
fin
fu el asombro y la admiracin de los pacficos
habitantes de Ain al ver aquella anciana que inundado
rostro de lgrimas de gozo
que Dios
la
les
enseaba
el
el
tierno hijo con
habia favorecido.
Los parientes
se reunieron
se trat del
nombre que
al
vstago del sacerdote debia ponerse.
Todos optaron por
el
de Zacaras, que era
el
de su padre;
pero Elisabet, oponindose, respondi sus parientes con
firme y segura voz:
De ningn modo: Juan ser llamado. (1)
Entonces el anciano sacerdote quien per seas pre,
qu nombre debia ponrsele definitivamente su hijo pidi una tablilla encerada y un punzn
y escribi estas palabras con segura mano:
guntaban
los parientes
,
Juan
es
su nombre. (2)
Los ^concurrentes
miraron
se
los
unos
los otros
con
asombro.
Zacaras era sordo-mudo. Cmo, pues, escriba
nombre que
m mujer
el
mismo
acababa de pronunciar y que
no
habia podido oir?
Pero
la expiacin de la culpa
con su infinito poder devolvia
sas facultades de
que
le
al
habia terminado
y Dios
sacerdote hebreo las precio-
habia privado por espacio de nueve
meses.
Zacaras hablaba y oia
como
antes de la revelacin del
Angel y el pueblo con asombro comentaba este milagro.
Por fin lleg la hora de que la Santa Virgen abandonara
(1)
Evangelios de San Leas.
(2)
Evangelios de San Leas.
DEL GLGOTA.
103
y despus de abrazar y bendecir al
recien nacido, regres Nazareth acompaada por unos
la casa de sus parientes,
criados de Zacaras.
El nacimiento del Bautista fu esplndido como
un prncipe hebreo.
Los habitantes de Ain se regocijaron con
el del
hijo de
el
las fiestas
que
sacerdote hizo en celebracin de tan fausto aconteci-
miento.
Mas
tarde los judos, teniendo en cuenta que Juan era
el hijo de un sacerdote rico y Jess de
tuvieron en
ms
al
primero que
Dios no fu para ellos
La preponderancia
al
un pobre
carpintero,
segundo, pues
el
Hijo de
mas que un hombre comn.
del Bautista fu grande.
Juan habia pasado' su vida en
el desierto.
Jess vivi os-
curecido en Nazareth, hasta tres aos antes de su gloriosa
muerte.
Los musulmanes, segn dice D. Herbelot en su
Oriental,
tista,
Biblioteca
han conservado una grande idea de San Juan Bau-
quien ellos llaman Jahia-ven-Zacara (Juan hijo de
Zacaras).
Saadi en su Guliston hace tambin mencin del sepulcro
Damasco: en
un rey rabe que
del Bautista, venerado en el templo de
ha-
can sus oraciones, y refiere las de
fu
all
en peregrinacin.
El
califa
Abdad-Malek quiso comprar
cristianos; pero
esta iglesia los
habiendo rehusado estos la cantidad de cua-
tro mil diar s (doblas de oro) que les habia ofrecido,
arm
su gente y se apoder viva fuerza del templo que deseaba
adquirir con su oro.
Mas adelante nos volveremos
ocupar de San Juan
Bau-
Ahora volvamos Nazareth, donde nos esperan
otros
tista.
acontecimientos.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
105
VI.
El edicto del Csar.
4
Doncellitas hermosos de Nazareth que abrs el postigo
de vuestras ventanas cuando la luz indecisa del alba os en-
via desde Oriente los buenos dias: vosotras no madrugis
tanto
como
la casta
Esposa de Jos
el
carpintero. Miradla...
all va...
Sobre su divina cabeza, que ha de verse coronada de
ngeles, descansa el pesado cntaro de las nazarenas.
Sus pies, que
la
luna ha de servirles de pedestal, se des-
lizan por la senda que conduce la fuente, ligeros
como
los
de una gacela.
Sangre de reyes corre por sus venas: pero
TOMO
I.
el
trono de sus
14
EL MRTIR
106
mayores
la
romana, y
corona de sus ilustres antepasados descansa sobre las sie-
nes de
Su
se
se deshizo bajo las garras de la guila
un seor extrangero.
estirpe real
ocupa de
los
no
la enorgullece
modesta y hacendosa,
quehaceres de la casa como la ltima de las
mujeres hebreas.
Porque Mara recurdalas palabras
pasado: Todo
el
honor de
[la
del Salmista su ante-
un principe
hija de
consiste en el
interior de su casa.
La virgen llega la fuente; algunas nazarenas que la siguen
llegan tambin y cambian la salutacin de los israelitas.
La paz sea contigo dicen.
La paz sea con vosotras, les
,
le
contesta; y colocando la
pesada urna sobre su cabeza, vuelve encaminarse Nazareth por la senda tortuosa de los Nopales.
Entonces
las
El estado de
miradas de
Una
nazarenas se renen
la
Virgen no
al
rededor de la fuente.
se l\a escapado las curiosas
las mujeres.
de ellas ha hecho observar las dems que Mara
y aunque no se han atrevido darle la enhoregocijan en su interior, y piensan propagar la
est en cinta,
rabuena,
se
nueva por
el
pueblo.
Mientras tanto Jos trabaja en su reducida tienda.
El noble y honrado patriarca nada sabe, porque sus ojos
son ciegos la malicia, y respeta su Esposa como una
virgen de Sion.
Pero
los dias
pasan, y
el
estado de la Virgen se hace
mas
visible.
Entonces Jos no da crdito sus
ojos; pero
una
tristeza,
una melancola inesplicable se apodera de su corazn.
El sueo no desciende sobre sus prpados; hondos suspiros se escapan de su pecho, y la duda comienza estender
su matador veneno por su alma recta y sencilla.
Una maana, con
Carmelo.
la
hacha
al
hombro,
se
encaminaba
al
LA VRGEN EN LA FUENTE.
DEL GLGOTA.
107
Las profundas arrugas de su frente venerable
se
hallan
cargadas de negros presentimientos.
Dbil
cuerpo, preocupada la imaginacin, ^e sienta
el
sombra de un frondoso sauce, olvidndose
la
all le
del
motivo que
conduce.
Ser verdad
lo
que mis ojos han
visto?., se
dice
mismo. Mara, la Inmaculada Virgen, la Esposa casta, la
mujer de sencillo y recto corazn, cmo es posible que haya
olvidado sus deberes?.. Cmo creer que haya burlado as la
buena f del hombre que como padre carioso la ha admitido en su casa respetando sus deseos? Cmo creer que Mara
deshonre las canas que pueblan mi cabeza anciana? Oh! No,
no, eso no es posible.
Entonces Jos, suspendiendo su soliloquio, derramando
abundantes lgrimas permanece
mudo y
silencioso por al-
gunos instantes.
Ella ha
sido reconocida
preada
(1),
volva
murmurar
el
han llegado
mi
casa felicitarme, y sus palabras de regopuerta de
alegra
han
sido saetas que se han clavado en mi coy
patriarca: todo Nazareth lo sabe; mis parientes
la
cijo
razn, porque ellos ignoran
el
casto lazo que nos une.
Qu hacer Dios de Sion!.. Vivir bajo
una mujer
lev?..
adltera?.,
Me
el
mismo techo de
cubrir de infamia faltando la
Cerrar mis oidos las palabras de Salomn, que nos
ha dicho: El que
tiene consigo
una mujer adltera,
es
un
loco,
un insensato?
Cunto debi sufrir aquel santo varn en
ele
duda que
le
los
momentos
devoraban!
Faltar la ley, deshonrar su Esposa, eran los dos ca-
minos que su situacin
La pasin de los celos,
no perdona en
el
crtica le presentaba.
es
dura como
dia de su venganza.
Esto habia dicho Salomn.
(1)
Los Evangelios.
el
infierno, y el
marido
EL MRTIR
108
La mujer adltera debe morir, habia
dor de los hebreos en
Los celos eran
el
monte
escrito el
gran
legisla-
Sina.
terribles entre los israelitas; la historia nos
presenta ejemplos horribles,
La
mano
sola sospecha de
un
que odiaban, armaba
delito
del ofendido esposo, y
'el
la;
hierro homicida volvia la
vaina manchado con la sangre de la mujer culpable.
Dina Thamor Mariana y otras muchas que no recordamos son los ejemplos que nos presenta la historia.
El bastardo, maldito- hasta la dcima generacin, se vea
,
privado de todas las prerogativas
de todos los derechos con-
cedidos los hebreos.
Sus plantas impuras no podan pisar las sinagogas; las
asambleas nacionales se cerraban para
del estado les
Todas
ellos,
y las escuelas
las luces de la ciencia.
estas ideas bullan en tropel por la
mente
del pa-
cuando Dios, compadecido de su secreta agona,
triarca,
mand
negaban
sobre sus prpados
el
reparador fluido del sueo.
Jos cerr los ojos enrojecidos por las lgrimas de fuego
que habia derramado
la
sombra
del solitario sauce, y se
qued dormido.
Entonces una brilladora nube de color de palo descendi del cielo
se estendi
como una red sobre
el
frondoso
arbusto.
Sus flotantes celajes envolvieron
las caidas
ramas
del
rbol melanclico.
Una
voz dulce y misteriosa sali de entre las plateadas
gasas de la nube.
Jos,
hijo de David, deciala voz celeste,
no temas tener
contigo Mara tu Esposa, porque lo que ha nacido en Ella,
ha
formado por virtud del Espritu Santo; Ella dar
luz un Hijo quien pondrs el nombre de Jess, porque ser
el
sido
Salvador de su pueblo, librndole de sus pecados.
Jos al despertar de tan hermoso sueo, rebosaba de fe-
licidad
DEL GLGOTA.
100
Sus sospechas se haban desvanecido como las ligeras
imbcil! as ante el soplo sutil de la noche.
Su
y fuerte con
espritu vacilante, fortalecido
las divinas
palabras del misterioso anuncio de Jehov, ya no le ator-
mentaba.
Su brazo, desfallecido y lnguido pocos momentos antes,
comenz descargar con vigor, armado de la hacha, sobre
los altivos pinos como si deseara recobrar con la actividad
las
horas perdidas.
Ador
Mara
ti
la
Eterno, y viendo en
Redentor futuro, se avergonz de las sos-
los misteriosos planes del
Madre
del
pechas que concibiera guardndolas en
el
fondo de su noble
corazn.
Pasaron algunos meses.
Los vientos otoales comenzaron despoblar
las
rama
de los rboles de las amarillentas hojas.
Las nieblas de octubre anunciaban
cuando una maana
la
las
prximas nieves,
trompeta de un heraldo romano llen
d@ curiosidad y zozobra los pacficos habitantes de
Na-
zareth.
As
la
-
como
colmena,
las espantadas abejas revolotean al
as los
rededor de
nazarenos se rebullan en torno de los
soldados romanos ansiosos, de saber
el
motivo que su in-
defenso pueblo les conduca armados del escudo de guerra y
la lanza de combate.
Su incertidumbre dur poco, porque un centurin agitando la banderola, indic
al heraldo
que podia cumplir con
su misin, y ste alz la larga trompeta, y despus de arrancar ai blico instrumento dos prolongadas notas indicando
la
muchedumbre que
iba hablar, pronunci con voz clara
y vibrante estas palabras.
Quirimio,
gobernador de Siria; por orden del Csar
Augusto, emperador de
Roma,
conquistador de Asia, de
Egipto, de Siria, de Judea, de Galilea, de Fenicia. El
y ordena que todos
los hebreos de la baja Galilea
manda
acudan
EL MRTIR
110
empadronarse por familias por tribus, trasladndose las
ciudades de sus mayores, para que en el trmino de tres
meses sepa
Cesar los subditos que tiene en los paises con-
el
poder de sus legiones. El que desobedecie-
quistados con
el
ra
multa de
sufrir la
seis
carneros
si
es rico
es
si
pobre
azotado ser con vara. Que sea cumplida la voluntad del Se-
or del mundo.
I^a curiosidad de los
nazarenos estaba satisfecha; pero
el
edicto del imperio impo (1) les habia dejado triste el corazn
demudado
el
semblante.
Sin embargo, era preciso obedecer. Su seor lo
ba
qu podian hacer
manda-
los israelitas sino acatar sus rdenes?
La monarqua hebrea, tan altiva, tan valiente, tan estimada en tiempo del rey poeta no era en los tiempos de Heredes mas que un rebao de siervos que laman la misma
mano que les agoviaba de cadenas.
Nada bueno puede salir de Galilea, haban dicho las escrituras, y los profetas designaban Beln de Jud como el
,
lugar destinado al nacimiento del Cristo.
Jos se dispuso emprender
un
viaje para cumplir las
rdenes del Csar.
Beln era la ciudad de sus mayores.
Los
elegida
fallos misteriosos de
,
sin
que
le
conducan la ciudad
mismo lo sospechara.
romanos eran el instrumento de que
Los idlatras
via el
Jehov
Eterno para que se cumplieran
Las nieves comenzaron descender sobre
di;
Samara, y
el
solitario
sudario del invierno
orillas del
se ser-
las profecas.
las
Lbano, envuelto con
montaas
el
blanco
enviaba sus heladas brisas desde las
Ledntes las costas tempestuosas de la Fenicia.
Las encrespadas olas del Mediterrneo se estrellaban
con furor sobre las playas de Tiro, Sidon y Beryte, y las
nui)Qs, seoras del espacio paseaban las tempestades del in,
(1)
Los hebreos llamaban
as al imperio
romano.
DEL GLGOTA.
111
vierno desde los confines pintorescos de Batanea los de-
Idumea.
siertos arenales de
Lo
rigoroso de la estacin no detuvo Jos para
em-
prender su viaje.
Larga era
la distancia, rido
y peligroso
el
camino que
tenian que atravesar; pero era preciso obedecer las rdenes
y abandon su pueblo
del Csar: puso la confianza en Dios,
una maana del mes de diciembre fria y lluviosa,
Era el ao 752 de Roma y el 42 del imperio de Octaviano
Augusto (1), cuando el humilde nazareno abandon su mo,
desta casita y la tranquila paz de su hogar
con su virginal Esposa
Mara, como todas
una hermosa
la
para dirigirse
ciudad de David.
las hijas de Oriente,
cabalgaba sobre
pollina de blanca y fina piel. (2)
Del aparejo del gallardo animal pendan dos cestas de
palma con
las provisiones del viaje,
para sacar agua de
una
vasija de barro
las cisternas.
Jos caminaba su lado
con
una mano conducia
la
la
rienda del jumento, con la otra se apoyaba en un nudoso
cayado.
Buen viaje!
Buen
viaje! les dicen sus parientes
y ami-
gos, vindoles salir del pueblo en direccin Samaria.
La poca de la venida de Cristo no es un dogma lo es solo su naciLa multitud de autores que sobre este asunto han escrito discrepan
entre s de una manera notable. Dejando aparte las varias opiniones de los
(1)
miento.
autores, por grande que sea su autoridad
canta en su Martirologio cuando dice:
del
mundo
cuando en
seguiremos
En
el principio cri
Dios
el
la
que
ao de 5099 de
la Iglesia
la
creacin
y la tierra desde el
diluvio 2957: del nacimiento de Abraham 2085 de Moiss y de la salida del
pueblo de Israel Egipto 1510: desde que David fu UDgido rey 1032 cum:
el cielo
plindose las sesenta y cinco semanas segn la profeca de Daniel
Olimpiada 194:
el
ao 752 de
la
fundacin de Roma:
Octaviano Augusto: estando en paz todo
mundo;
sagrar
Jesucristo, Dios Eterno
el
mundo con
su
muy
el
en
la
Hijo del Eterno Padre queriendo con-
piadosa venida, en Beln de Jud nace de la
Virgen Mara hecho hombre.
(2)
ao 42 del imperio de
orbe: en la sesta edad del
el
Los asnos en Palestina son de una belleza notable.
EL MRTIR
112
Los castos Esposos les contestan con una sonrisa afectuosa, y siguen su camino.
El dia anunciaba lluvia;
el cielo
encapotado comenzaba
cubrirse de oscuras y espesas nubes.
Jos quitse de sus hombros el manto de piel de cabra y
lo coloc sobre las delicadas espaldas de su Esposa para preservarla de la lluvia que comienza descender sobre la tierra
en gruesas y precipitadas gotas, y confiando en Dios prosiguieron su marcha en direccin la ciudad sacerdotal.
La noche
lleg
los santos Viajeros se
un desmantelado kervanseray
(1),
que en
hospedaron en
las faldas de
Naim
servia de refugio las fatigadas caravanas de Galilea y de
Samaria.
<
All, apartados de todos los
caminantes que
le
habitaban
durante aquella noche, los Padres del Mesas pasaron las
horas de las tinieblas sin mas
mas alimento que
cama que
la
capa de pieles de
duras y delgadas tortas de los
nazarenos y los higos y racimos secos criados en las mrgenes del valle de Zabuln.
Jos, sin
(1)
las
Grandes y desmantelados corrales con bveda de paja que servan de
refugio los caminantes.
113
CAPITULO TIL
La cuna
del Mesas.
Beln
pequea enlre
de
ti
llamada Efrata
las
l eres
ciudades deJud. pero
saldr Aquel que debe reinar en Israel,
y cuya generacin tuyo principio desde la
eternidad. > (Miqueas.)
Beln, perla de Jud, t, cual la cansada trtola de
lestina te posas
en
las
cumbres de
los
Pa-
montes respirar
el
perfume de tus campos.
Por
tus hermosas colinas trepan las verdes vias, te re-
galan su zumo delicioso cuando
el
sol
del esto sazona el
cristalino grano.
Los bosques de olivos y encinas te prestan sus frutos y su
sombra durante las calorosas horas de la cancula.
TOMO
15
EL MRTIR
114
Los naranjos de tus huertos te perfuman con el aroma
del azahar, y las anmonas y narcisos de tus valles te envan
sus perfumes y esmaltan tu suelo con sus delicados colores.
Predilecta ciudad, joya preciada que Dios contempla con
amor desde su
escelso imperio.
fuiste la
cuna de un pastor que despus de conducir
sus mansos rebaos por tus pintorescos valles
llev el es-
tandarte de Israel triunfador hasta las orillas del Eufrates.
sers la
cuna de un Dios que viene
humilde Pastor de
las
al
mundo
ser el
almas.
David y Jess recibieron en tu seno la primera amorosa
caricia de sus madres, y el primer soplo de vida que conmovi dolorosamente sus tiernos pechos estaba
el
impregnado con
suave aroma de tus floridos collados.
Beln, pueblo inmortal, santificada ciudad, despierta de
tu sueo
porque
el
dia
amanece y multitud de camellos
trepan por tu suave pendiente.
Inocentes belemitas, asomaos las ventanas, porque los
viajeros se acercan vuestros pacficos hogares.
El edicto del Csar
les
hace dejar sus casas y encami-
narse las vuestras.
Mirad
las ricas herederas
sus gallardas pollinas blancas
de Palestina montadas en
como
de prpura de Tiro flotan al viento
la nieve.
como
Los mantos
las
banderolas
de Sion.
Sus velos de trasparente encaj se arrollan por sus cabezas ocultando las curiosas miradas el rostro de sus
dueas,
Los caballos rabes, aguijoneados por sus jinetes lujosamente vestidos relinchan y se encabritan demostrando el
,
fuego de su sangre y la pureza de su raza.
Tambin se ven literas de cedro y marfil con ricas col-
gaduras de seda de Damasco conducidas por hombres cuyos
negros y largos ropones demuestran la bajeza de su clase y
,
la opulencia del seor
que conducen.
DEL GLGOTA.
115
ancianos venerables con las piernas cruzadas sobre
el
lomo de sus camellos, y humildes caminantes sin mas
el nudoso cayado que oprime sus callosas manos.
Todos caminan hcia Beln, porque el Csar lo ordena.
Pero cmo podr esa ciudad pequea*, que cual un nido de
jiboso
apoyo que
palomas descansa sobre esa colina, recibir en su seno tanta gente?
Los belemitas abren sus puertas y ofrecen
los foraste-
ros sus casas y sus servicios, y la ciudad se llena de stranJeros que corren inscribir su
nombre en
el
gran libro del
Csar.
Por
el
sus estrechas calles se rebulle
como un hormigueo
gento que la ha invadido.
La ciudad
sacerdotal,
la
gran Jerusalen, no estuvo
nunca tan concurrida, tan animada, en las fiestas de los
Acimos, como Beln el dia 24 de diciembre del ao 5099 del
mundo.
Jos y su Esposa, obedientes las rdenes de un pagano
estranjero, llegaron tambin en este dia, despus de seis jornadas de penoso viaje, inscribir su nombre en la ciudad
de David.
El Santo conductor de la Virgen se detuvo delante de un
blancas paredes y altivas puertas, que se alzaba
pocos pasos de la ciudad.
edificio de
Aquel casero
se
haba habilitado para recibir los via-
jeros pudientes de Israel.
imitacin de los grandes paradores de la Persia, su
dueo ofrecia
al
caminante, en cambio de algunas monedas
de plata, todas las comodidades apetecidas en casos semejantes.
Jos, cubierto de polvo, desfallecido de cansancio , se
detuvo pocos pasos del blanco casero, y dejando su Esposa la sombra de unos olivos., se encamin solo hcia la
casa en busca de una habitacin donde hospedarse.
Por
el
ancho hueco de sus puertas vease en
el interior
EL MRTIR
116
una multitud de hebreos cuyos lujosos
del edificio rebullirse
trajes
demostraban
Un
la opulencia de su fortuna.
viejo judo de
y cetrino
repugnante catadura, miserable traje
color, se hallaba sentado sobre
un poyo de piedra
dos pasos de la puerta principal.
veia una tosca y mugrienta mesa sobre
una pequea arca de hierro, abierta, en
cuyo fondo brillaban algunas monedas de plata y oro.
Su descarnada mano oprima un punzn con el que iba
Delante de
l se
la cual se hallaba
inscribiendo sobre
una
tablilla de cera el
nombre de
sus
huspedes.
La
paz sea contigo, buen anciano,
le dijo
Jos saludn-
dole humildemente.
Qu quieres? Le respondi el viejo judo con sequedad.
Eres t por ventura el dueo de esta casa? volvi
decir el Patriarca.
Yo soy
el
dueo; respondi con criminal laconismo
el
bel emita.
Mi
el
Esposa y yo venimos inscribir nuestros nombres en
libro del Csar somos de Nazareth y te pedimos con Je;
hov nos concedas un trozo de techado donde albergarnos.
Mi casa est abierta para el viajero que paga su hospedaje.
Nosotros, amigo mi, somos pobres; en nuestra bolsa
no
se encontrarla ni
Nada
un miserable
sestercio.
bueno nos viene de Galilea, respondi
judo; y
volviendo groseramente la espalda Jos, se puso hablar
el
con afabilidad con un romano cuyo cinturon de oro y bruido
casco pregonaban su alta categora militar.
Jos, lanzando un suspiro desde el fondo de su alma, se
apart de aquella puerta inhospitalaria, y fu reunirse
con su Esposa.
Hemos
llegado tarde, Mara; le dijo esforzndose por
sonrerse; en esa casa
ocupado.
no queda ni un solo rincn que no
est
DEL CLGOTA.
Entremos en la ciudad
zura: tal vez
all
117
contest la Virgen con dul-
le
hallaremos un alma caritativa que nos
hospede; y ambos se encaminaron hacia Beln.
Pobres como los errantes peregrinos que mas tarde de-
ban recorrer la Palestina para adorar
el
santo sepulcro de
Beuna casa caritativa que les abriera las
puertas para ofrecerles un abrigo.
El sol comenzaba inclinar sus moribundos rayos tras
las espaldas dilatadas de Occidente, y aun ios pobres Nazarenos no tenan un techado donde pasar la prxima noche,
Cristo
ln
que
Jos y Mara recorrieron las estrechas calles de
sin encontrar
fra
y lluviosa
La resignacin
les
amenazaba.
se veia pintada
en sus semblantes
ni
una
queja se escap de sus labios durante aquellas largas horas
de agona.
La
santa Esposa, la inmaculada Virgen, se hallaba en
ltimo mes de embarazo, y Jos, al verla sonrer ante la
desgracia y la pobreza que les cercaba, senta romperse en
el
pedazos su corazn.
El noble artesano, revistindose de santa paciencia, lla-
maba
una y otra puerta
suplicando con dulces palabras
permitieran pasar la noche en
el
le
rincn mas despreciable de
la casa.
Aqu no cabes, galileo
rios belemitas;
le
respondan los inhospitala-
y Jos lanzando un suspiro doloroso volva
suplicar, y su splica volva quedar desatendida.
Tierna Virgen de Sion, casta Matrona, inagotable fuen-
y de ternura, Madre pursima inmaculada
que llevabas en tus virginales entraas el Verbo divino y
que no hallaste una sonrisa compasiva y una mano cariosa
ni una casa caritativa que te recibiera con amor, T, que
te de caridad
eres todo amor, todo caridad!
Jehov, en sus misteriosos fallos quiso poner prueba
tu inagotable paciencia, tu bondad infinita, tu resignacin
incomparable.
As discurriendo por las calles, la noche
muy
entrada,
sorprendi los santos Viajeros un es tremo de la ciudad.
Ante sus
estendia la solitaria campia de
tristes ojos se
Beln.
El silencio de la noche
La luna con
les
rodeaba.
sus melanclicos ravos alumbr el santo
grupo que, inmvil
se hallaba
indeciso,
ignorando hcia
donde se encaminara.
El ahullido del lobo y el chasquido estridente de los chacales comenz oirse en las vecinas espesuras, anunciando
-
con sus salvajes gritos que
la
hora de abandonar sus madri-
gueras se aproximaba.
Los santos Esposos
y no
muy
lejos de la
se
encontraban almediodia de Beln,
ciudad que
les
habia negado su hospi-
cuando un rayo clarsimo y brillante de la luna
el cielo sobre una roca que se hallaba pocos
pasos del sitio que ocupaban.
talidad ,
cay desde
Por
la parte
que miraba
al
Norte la inmensa roca, pre-
sentaba un punto oscuro.
Jos se acerc para reconocer
el
terreno que le rodeaba.
El afligido esposo di un grito de alegra.
Aquella mancha oscura de la piedra era
la
entrada de
una cueva caverna, bastante espaciosa, que angostndose
comn
hcia su fondo servia de establo
los belemitas, y
algunas veces de asilo ios pastores, durante las noches de
tempestad.
Los dos esposos bendijeron al cielo que
asilo salvaje;
sentarse sobre
to estrecho
Maa, apoyndose
sobre
les
haba deparado aquel
el
brazo de Jos, fu
una roca desnuda, que formaba una especie de asien-
incmodo en
Poco poco sus
lo
mas hondo
ojos se fueron
de la cueva.
acostumbrando
la
oscu-
ridad que les rodeaba, y entonces vieron que no se hallaban
solos.
n buey manso y
tranquilo echado los pies de
un pese-
bre rumiaba pausadamente los ltimos restos de su pienso.
U9
DEL GLGOTA.
Jos coloco la pollina junto al buey, y luego estendi
su manto de pieles los pies de la Virgen, y se sent sin des-
plegar los labios.
Mara, la inmaculada Nazarena, la hija de David, la in-
mortal Seora, di luz en aquel miserable establo, sin socorro y sin dolores, al Mesas prometido, al
al
Rey
de los reyes,
Hijo de Dios.
La
tierna
del pesebre,
Enviado
Madre coloc
divino Vstago sobre la paja
al
y arrodillndose sus pies
le
ador como
al
del cielo.
Jos imit su Esposa.
La noche
era fria, la cueva
cender lumbre imposible; pero
va pollina prestaron
hmeda y desabrigada: enmanso buey y la inofensi-
el
al divino Infante
para abrigarle
el
suave
y templado calor de sus alientos.
Mara entretanto anegada en lgrimas de gozo, contemplaba al tierno Nio que le enviaba una sonrisa cariosa.
Cmo os he de llamar? exclamaba la Hija de los patriar,
cas inclinndose sobre su Hijo Dios. Inmortal? Peroro
concebido por operacin Divina...
Un
Dios...
cuerpo de hombre! Debo acercarme Vos con
ceros
mi
madre,
leche?...
Es preciso que
os
Pero
el
prodigue
Vos tenis
incienso,
los
os he
ofre-
cuidados de
que os sirva como vuestra esclava con la frente en
el
polvo? (1)
La luna deshecha en mil
,
rayos de plata, caia sobre tan
tierno y encantador cuadro, esmaltndolo con su suave y
hermosa luz.
Dios habia nacido. La humanidad iba brotar del pi de
su cuna.
Los dioses del paganismo caian de sus impuros altares.
Los sacrificadores de Roma no hallaban el corazn de las
vctimas. Una estrella apareci en Oriente. Gabriel anuncia-
ba
(1)
los pastores el
San
Basilio.
nacimiento de Cristo.
EL MRTIR
120
Herodes,
salen con
Todos
el
cruel idumeo, se estremeca, y toda Jeru-
l.
estos
prodigios anunciaban
asombroso que iba llenar de gozo
un acontecimiento
huma-
los corazones de la
nidad afligida.
Este acontecimiento era que Jess naca en un establo
que
el
Cristianismo brotaba del seno de una Virgen en
pobre pesebre de la ciudad de David.
un
LIBRO TERCERO.
LOS PEREGRINOS DE ORIENTE.
17.
Le ver, mas no ahora: le mirar
mas no de cerca. De Jacob nacer una Estrella, y de srael se levantar una vara: y
herir los caudillos de Moab y destruir
todos los hijos de Seth.
18.
Y ser
la
dumea su posesin:
la
rencia de Seir ceder sus enemigos:
he-
mas
Israel proceder esforzadamente.
19.
De
Jfacob saldr el
truya las reliquias de
que domine y des-
la ciudad.
(Libro dlos Nmeros,
Cap XIV,
cinio de Balaan.)
TOMO
1.
16
Vati-
DEL GLGOTA.
123
CAPITULO PRIMERO.
Los
Un puado
pastores.
de humildes chozas agrupadas con
un monte indicaban
aquello era un pueblo.
la falda de
Este pueblo se llamaba
el
las viajeras
amor en
caravanas que
pueblo de los pastores.
Distante media legua de la ciudad de David (1), sus in-
genuos habitantes pasaban la modesta existencia alimentando los rebaos con la verde yerba de su valle, y su esperanza
de israelitas con la anunciada venida del Mesas que habia
de librarles del yugo estranjero.
(1)
Beln.
EL MRTIR
124
Era el mes de diciembre, y el rumbo de las estrellas
mareaba la media noche.
Apiados al rededor de una fogata estinguida, bajo el
frgil techo de una choza, se hallaban algunos pastores velando sus dormidas ovejas.
El
fri
Entre
era estremado.
ellos se veia
un anciano de blanca y luenga barba
en cuya cara y venerable frente brillaba
la
honradez y virtud
de los antiguos patriarcas.
Sentado sobre una piel de carnero
las rodillas
la cabeza entre las
con
manos
los codos sobre
se hallaba inmvil
como Lot ante la presencia del enviado de Dios.
Mala profesin es la de pastor en vela, anciano Sof en
noches como esta...
Razn tienes, joven, le respondi el viejo sin levantar
la frente; pero Abraham fu pastor y era mejor que nosotros.
,
Es que aquel profeta criaba la lana de sus rebaos para
sus hijos, y nosotros nos desvelamos para pagar el tributo
al
Csar y alimentar los vicios de los impos romanos.
Los romanos que Jehov confunda, se rien de las pe-
nalidades de los judos, dijo otro mezclndose en la conversacin.
Toma
Como que para
ellos
no somos mas que una hor-
da de esclavos.
Ay de los impos romanos!
del sombro
Molok y de
Ay de
la lbrica
los torpes adoradores
Venus
si el
Mesas pro-
metido baja de los cielos salvar de la esclavitud los hijos
de Israel!
al
pronunciar
el
anciano estas palabras, en
sus ojos, en su acento, en la espresion de su semblante se
veia algo de extraordinario, de proftico.
Mucho tarda el Mesas, buen viejo, le respondi uno de
y mientras tanto el sanguinoso Herodes nos
trata como perros, y se rie de nuestro dolor y de nuestras
los del corro,
esperanzas.
Respetemos
los fallos de Jehov.
DEL GLGOTA.
Mejor
con
las
seria
que todos
125
los israelitas corrieran unirse
bandas de hombres libres de las montaas para ar-
Jud
rojar los estranjeros de
Los asesinos,
(1).
los ladrones,
la libertad los hijos de
no pueden nunca devolver
Abraham. Solo
al
Mesas
le es
per-
mitido guiarnos en la noche oscura de nuestro infortunio:
esperemos, pues, su venida.
La paz de Dios
sea con vosotros, dijo
armoniosa cuyo acento
se
conmovi
una voz dulce y
covazon del ancia-
el
no, que se puso en pi como movido por un resorte.
Adelante con Jehov, dijo
el viejo pastor. Si
eres.cami-
nante y buscas albergue, entra y toma mi piel de carnero
para tu cama; si tienes hambre pasa disfrutar del pan del
pobre y la leche de sus ovejas.
El nuevo personaje entr en la choza.
Era un joven que apenas
En
-QSGO'
MO
frisaba en los veinte aos.
su hermoso semblante aun no apuntaba
Sus ojos eran azules como
el
bozo.
las violetas de Jeric.
Su mirada dulce y bondadosa como
la de
una virgen
del
templo de Sion.
Sas cabellos rubios como
rojos
como
el
las espigas de
Egipto; sus labios
pequeo fruto del terebinto.
Su frente, radiante como el cielo de Palestina en un
hermoso dia de enero, era altiva y despejada.
Un tnico blanco como la castidad encubra su cuerpo
entre sus inumerables pliegues.
Por su esbelto talle
verde recamado de oro.
En
se cenia
un ancho cinturon de seda
mitad de su pecho brillaba una hermosa
estrella,
Estas bandas de hombres libres dieron muchos sobresaltos Herodes
y los romanos. Algunas tenan un color poltico otras no eran mas que
hordas de asesinos armados de largos puales que ocultaban bajo de sus
;
vestidos, y que veces entraban hasta dentro de Jerusalen, cometiendo
horribles crmenes, plena luz y en
mitad de
las calles.
(Flavio Josefo.)
EL MRTIR
126
cuyos luminosos y claros rayos iluminaron con viva y grata
claridad los oscuros mbitos de la choza.
Aquella hermosa aparicin llen de asombro los sencillos pastores.
Quin eres? pregunt
Me
el
anciano- con estupor.
llamo Gabriel, y vengo de las orillas del Tigris
tres reyes magos del Oriente que han abando-
guiando
nado
para seguirme.
la populosa ciudad de Seleucia
Vienes tal vez librarnos de la opresin de los romanos?
Exclam el viejo lleno de gozo.
Vengo anunciaros al Mesas prometido que acaba de
nacer.
Los pastores miraron absortos con recelosa curiosidad
Gabriel.
Gloria Dios en
bres de
las alturas
buena voluntad! Aadi
De todo su cuerpo
y paz en
el
la tierra
los
hom-
forastero.
salian raudales de clara y viva luz.
Cnticos celestiales de inmensa dulzura resonaron en
el
espacio repitiendo sin cesar: Gloria y paz! Gloria Dios
los hombres! Gloria en los cielos , paz en la tierra las cria-
paz
turas de pensamiento humilde y de corazn sencillo y recto!
los pastores,
digio,
asombrados y medrosos ante aquel pro-
comenzaron retroceder.
No temis,
les dijo Gabriel,
porque yo vengo traeros una
pueblo motivo de una gran alegra, y
que hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador que
nueva que ser para todo
es
'
es Cristo:
el
y he aqu la seal conque
le
hallareis: encontrareis
un
nio envuelto en paales y reclinado en un pesebre.
El forastero
se dispona
abandonar
viejo pastor, postrndose sus pies,
Antes de abandonarnos,
Yo
soy Gabriel,
el
la
choza cuando
el
exclam:
dinos al
menos quin
eres.
ngel emisario de Dios sobre la
tierra.
El ngel desapareci
la brillante claridad
guida, y los cnticos celestes cesaron.
qued estin-
DEL GLGOTA.
Entonces
los pobres pastores se
127
miraron unos otros con
asombro.
Abraham!
Abraham! Dios
duda quiere, exclam el
anciano con regocijo, que tornen tus buenos tiempos, pues
los ngeles descienden del cielo
sin
para visitar
los
hombres.
Locos de alegra los sencillos pastores por la gracia que
Dios les otorgaba, salieron de la choza, y dejando sus rebaos sin mas guardin que la silenciosa noche, corrieron
despertar sus amigos y parientes para, participarles la
venturosa nueva.
El pueblo en masa abandon sus humildes lechos pesar
del fri y de lo avanzado de la hora, y cargando en una
hermosa pollina todos
los
dones que s pobreza pensaba
ofrecer los pies del recien nacido, se
El anciano iba delante;
como
encaminaron Beln.
zorobabel, se puso al frente
de sus compatriotas para conducirlos la tierra deseada.
El rabel y
el
tamboril lanzaban
al aire sus pastoriles
melodas.
Las jvenes danzaban, y
mas
cantares, hacan
los
mozos, elevando alegres
corta la distancia que les separaba del
Cristo prometido.
La
alegre comitiva lleg por fin la venturosa ciudad
que Dios habia elegido para patria nativa de su Hijo.
Los pastores
se detuvieron ante las
primeras casas para
deliberar.
Dnde
est el Mesas?
res al anciano;
Preguntaban
las curiosas
muje-
queremos adorarle y depositar sus divinas
plantas nuestra pobreza.
El anciano no sabia qu responder, porque
lo ig-
noraba.
Beln, aunque no era una ciudad
bastante para hallar de pronto
muy
populosa, lo era
un nio recien nacido
las
doce de la noche.
Un
acontecimiento sobrenatural
miento de
lo
que buscaban.
les
vino dar conoci-
EL MRTIR
128
Una estrella
caer
un
desde
un rayo de
el
azul oscuro del firmamento dejaba
luz clara y
hermosa sobre
el
negro prtico de
establo.
Insensiblemente, y sin poderse dar razn ellos mismos,
giraron sus cabezas como movidos por un impulso ageno
su voluntad hcia
Aqu
que
les
el
punto que reflejaba
el
rayo.
exclamaron todos con gozo y con una seguridad
admiraba ellos mismos.
es,
Entremos; y penetraron en el establo.
Reclinado en un pesebre, sin mas lecho que un montn
de paja, se hallaban un Nio recien nacido, hermoso como
deba serlo
el
Hijo de Dios fecundizado en las virginales en-
traas de Mara.
Aquel Nio era
bajaba
el
la tierra
Mesas prometido,
morir mrtir por
el
el
Dios-Hombre que
pecado ajeno.
Jos y Mara, junto al pesebre, contemplaban con amorosas miradas aquel sagrado depsito que Dios les confiaba.
La entrada de los pastores les hizo apartar los ojos por
un momento de su Hijo.
Seora, dijo el mas anciano de los pastores doblando la
rodilla, Seora; porque T debes ser una Reina cuando un
ngel del cielo nos envia que adoremos tu Hijo, admite
estos pobres dones
que vienen depositar tus plantas estos
sencillos pastores.
La pequenez
del ofrecimiento supla la vo-
luntad con que lo traemos, y as tus divinos labios al depositar el beso maternal en la santa boca del pequeo Mesas
que duerme en
la paja,
viado de Jehov, con
intercedan por nosotros con
el
el
en-
Salvador del abatido pueblo de
Israel.
Al terminar
el
anciano sus palabras, varios pastores de-
positaron los pies de la Virgen los humildes presentes que
y una doncella, al depositar en su falda un corderillo, exclam de esta manera.
Oh! Madre de mi Dios ,blanco como las eternas nieves de
Ararat es el color de este corderillo que le traigo mi Seor
le traian,
EL NACIMIENTO.
DEL GLGOTA.
tu Hijo. Suave
como
los cabellos de
129
Absalon, es la lana
con que envuelve sus delicadas carnes; pura como la sonrisa
de tus labios, dulce como la mirada de tus ojos es su corazn: admtelo, pues, Seora, y con l el gozo y la alegra de
mi padre Sof quien Dios ha concedido
de rendir este corto tributo
tas, antes
Yo
de lanzar
el
al Cristo
el
inmenso favor
anunciado por
los profe-
ltimo suspiro.
acepto, amigos mios, en
nombre de mi adorado
Hijo, con lgrimas de gratitud los presentes que
me
Jehov que os mira y lee en vuestros corazones la
ha guiado, Jehov os premiar como merecis.
trais:
que os
Mara y Jos recibieron con dulce y cariosa complacencia los sencillos dones de los pastores.
Mientras que uno en pos de otro se arrodillaban junto al
santo pesebre para besar la paja donde descansaba Jess,
el
rabel y el tamboril hacan oir sus campestres acordes, las
el Nio Dios y sus auguselevaban
alabanzas ai Dios de Sion.
mozos
y
La luna con sus rayos de plata alumbraba desde el cielo
doncellas danzaban alegres ante
tos Padres,
los
aquel potico y sencillo cuadro, y
el
Eterno, desde su trono
bendeca los rsticos montaeses que
primera
gota de la fecunda agua del Cristiaiban beber la
imperecedero
nismo
al pi
de la pobre cuna de su Hijo.
Los pastores abandonaron
el
santo establo despus de
adorar Jess, y locos de contento corrieron esparcir
nueva por todos
TOMO
I.
los
contornos de Beln,
17
la
EL MRTIR DEL GLGOTA.
131
CAPITULO IL
Los rabes.
La
luz del dia fluctuaba indecisa entre las
sombras de
la
anunciaban
la
noche.
Las
estrellas
proximidad
del sol
amortiguando sus discos
que debia eclipsarlas.
Las palomas aun no arrullaban en
del
los frescos lentiscos
cuando una rabe caravana que bordeaba las
v
Carmelo, se detuvo la voz de su jefe junto la
Lbano
faldas del
fuente del profeta Elias.
Los obedientes camellos doblaron sus nudosas piernas,
ofreciendo de este modo fcil bajada sus amos.
Algunos rabes envueltos con sus blancas tnicas de
EL MRTIR
132
lana, con las piernas y brazos desnudos, se apearon, y extendiendo sobre la yerba unos lienzos de abigarrados colores,
se sentaron en cuclillas junto unos olivos sin desplegar los
labios.
Largas gumas con empuadura de hueso negro col-
gaban de sus toscos tahales de
piel
de cabra arrollados su
cintura.
Los camellos estendieron su enroscado cuello y aplicaron
su redondo hocico en el fresco manantial que brillaba ante
sus ojos, y despus se pusieron rumiar con calma el pienso de habas secas que habian colocado en unos sacos colga-
dos de sus cabezas.
Uno
ella
de los rabes limpi una piedra
y colocando sobre
algunos puados de trigo comenz triturarlo con otra
piedra
luego
un
haciendo una especie de pasta con agua de la
un cntaro de barro fu
presentar sus mudos compaeros aquel estrao y frugal
fuente y
lquido extrado de
desayuno.
Comieron todos cojiendo puados de aquella masa, y
elevando los ojos hcia
una oracin.
De pronto
el
Oriente
murmuraban en voz
los silenciosos rabes
baja
interrumpieron su rezo,
y apartando sus ojos del cielo buscaron en la
sin duda promova su curiosidad.
Oyes, Hassaf? Dijo uno de los rabes.
tierra algo
que
-S.'
Qu opinas t de esa
el
msica campestre
mezclada con
canto de la voz humana, que llega hasta nosotros tra-
vs de las sombras silenciosas de la noche y de los palmitos
y arbustos de
la
montaa?
Opino que ha muerto alguno de esos
dientes de Abraham, que sufren el yugo
que sus parientes
El
le
conducen
al valle
orgullosos descen-
de los romanos, y
de Josafat.
eco que llega hasta nosotros no es
destemplado de las plaideras... Oye sino.
el
gruido
triste
DEL GLGOTA.
Tienes
133
Su canto es alegre, y los ahullidos con
que le acompaan demuestran el gozo.
Parece que las voces se aproximan hcia nosotros, y en
razn...
ese caso...
Y Hassaf acarici
Bah!
Contest
el
el
mango
de su guma.
rabe encogindose de hombros. Los
han perdido su antiguo valor: fanticos creyentes de
sus tradiciones y sus profetas, su vida es una esperanza, y
mientras tanto nacen y mueren esclavos.
Ibrahim, sabes en dnde nos hallamos? Le pregunt
judos
Hassaf su interlocutor.
Junto la fuente
Pues
y
ellos
rece
bien
de Elias.
Elias era
un rayo
del Dios de los israelitas,
vienen beber de esta agua, porque dicen que endu-
corazn y aumenta el valor.
Ya s yo que en las grutas del Carmelo se refugian los
el
pero ellos no combaten
terribles discpulos de ese profeta;
nunca con
los
rabes, prefieren los romanos; nuestras
frentes tostadas por ei sol de Egipto y el
sierto, les
agradan menos que
simoun
rostros
los
sonrosados y
olorosos cabellos de esos mercenarios del idumeo
maron en
la sentina del
mundo
del de-
que ma-
la leche de sus prostituidas
nodrizas.
Confia menos en tu
valor, continu Hassaf, y piensa
que esos camellos que descansan y
la
pesada carga que los
agobia es la nica fortuna de nuestros hijos.
Una carabana rabe que, como
la nuestra,
cuenta ca-
torce conductores, no se roba tan fcilmente.
Al
nos torne sanos y con
el
grano bien vendido nues-
tra tierra.
El te oiga,
respondieron varios rabes que hasta en-
tonces no habian desplegado sus labios.
La
canto de los hombres y los
acordes de los pastoriles instrumentos iba aproximndose
gritera, la algazara, el
hcia la fuente donde estaban acampados los rabes.
EL MRTIR
134
Las sombras oscuras de
la
noche comenzaban reple-
garse hacia Occidente.
Una
lnea de tibia indecisa claridad anunciaba las pri-
meras chispas de
la aurora.
Los rabes se pusieron en pi
sus ojos, acostumbrados
distinguir en la oscuridad, hablan visto
una sombra
desli-
zarse entre las matas.
Quin va! Dijo Hassaf empuando su largo cuchillo.
Nada tema el rabe le contest una voz inmediata;
mente apareci un joven entre los comerciantes de Egipto.
Qu quieres? Le preguntaron.
Agua, contest ste lacnicamente; y sin esperar res-
puesta aplic su sedienta boca
al fresco
manantial que
ser-
penteaba entre los camellos.
Quin~eres? Volvieron preguntarle.
Un
discpulo de Elias, contest el estranjero que era jo-
ven y fornido.
Entonces Hassaf
se acerc
mano en una
introdujo su
uno
cesta
de los camellos,
despalma, y sacando de
ella
un puado de recortaduras de albaricoque secadas
sol
dijo:
Toma:
de su tierra
un
los rabes te ofrecen su
:
amistad
ya sabes que cuando un
hijo de
al
al darte el fruto
Agar parte con
forastero su frugal comida, su persona le es sagrada desde
aquel instante.
Lo s, respondi lacnicamente
El joven sentse entre
ellos
el
recien venido.
y comenz comer
sin recelo
alguno.
Su semblante, aunque algo demacrado, era hermoso,
pues sus grandes ojos negros tenian una viveza que admiraba.
Un
largo sayo de lana oscura cubra su cuerpo, y unas
albarcas de piel de lobo preservaban sus pis de las espinas
del
monte.
Aquel joven tenia algo de extraordinario.
DEL GLGOTA.
135
y sin embargo
su semblante respiraba dulzura y resignacin, rasgos que
formaban contraste con la sobriedad de sus palabras y lo
descompuesto de su traje.
Los rabes le contemplaron en silencio con esa mirada
Hubiera podido tomarse por un demente
de los hijos del desierto.
fria investigadora
el joven estrangero segua comiendo sin
nada con la misma indiferencia que si hubiera estado solo en una de las profundas y sombras cavernas
Mientras tanto
apercibirse de
del Carmelo.
El lejano y alegre estruendo de los rabeles y los cantares se iba aproximando cada vez mas hcia la fuente de
Elias.
Los rabes comenzaron distinguir entre los rboles
grupo de alegres y madrugadoras zagalas que hcia ellos
el
se
encaminaban.
Los comerciantes egipcios conocieron desde
el
momento
que aquellos nuevos huspedes eran gente de paz.
Alto!..
Alto!....
Gritaron los pastores agrupndose
junto los camellos.
una muchacha con alegre y atiplay beber un trago de agua santificada
S.... alto!.... Dijo
do acento. Alto!
profeta Elias... y luego proseguir nuestro viaje; y
volvindose hcia los rabes continu: digo, si los carava-
por
el
neros nos lo permiten.
El agua
es del cielo
Dios la derrama desde las nu-
bes sobre la tierra para aplacar la sed de los
hombres
Maldito sea aquel que la niegue sus semejantes!....
gado
sierto
se
vea por
falta de
agua entre
Aho-
las secas arenas del de-
! . . .
El rabe que pronunci estas palabras present con gra-
vedad un cntaro de hierro
narlo en la fuente
la doncella
la cual fue lle-
hacindolo pasar despus de
mano entre sus compaeros.
A dnde van los pastores
mano en
tan alegres y contentos, an-
EL MRTIR
136
que
tes
el sol
nos salude desde Oriente? Pregunt uno de los
rabes mezclndose con
ellos.
Vamos,
respondi un viejo de blanca y venerable barba, esparcir por los pueblos de Galilea la fausta nueva de
la
venida del Mesas anunciado por los profetas.
Ests loco, anciano? Respondi
Estranjero, jams he tenido el
sonriendo
juicio
el
rabe.
mas sano que
ahora.
Entonces
No
te
chanceas con nosotros.
sientan bien las burlas mis canas.
Pues
por mi rey Aretas, que no
El ngel Gabriel se nos
za....
ma
yo
lo
dicha.
cabezas
comprendo, hebreo.
ha aparecido en nuestra cho-
he visto; estos que
La luz
el
celeste de
te
me
siguen han tenido
Jehov ha
la
mis-
.caido sobre nuestras
canto armonioso de los ngeles ha resonado
en nuestros odos. La estrella del cielo ha guiado los pas-
cuna de su nuevo Rey,
tores de la sierra hasta el pi de la
s
que debe librar del oprobio
Los rabes
Aquel
se
al
pueblo israelita.
miraron con asombro
unos
los otros.
un profeta?.... Lo que
era una verdad, un hecho una ilusin
viejo era
acababa de relatar
los
un
visionario,
fingida por el deseo de todo israelita?
La
llas
curiosidad de los rabes no podia quedarse en aque-
dudas
Ese Mesas,
ese
Rey anhelado
tantos siglos por vues-
tra raza y que decs que acaba de nacer, ser hijo de
prncipe, y Jerusalen estar de fiesta?
No,
rabe, volvi decir
el
viejo pastor: el
un
Rey pro-
metido tiene por cuna un pesebre, por palacio un establo:
su Madre no es una princesa poderosa es Mara la Esposa
,
d Jos
el
carpintero de Nazareth.-
Algunos rabes soltaron una carcajada estrepitosa; otros
se
quedaron meditabundos.
puso en pi, y aprovechando un momento en que los egipcios deliberaban en
-
El misterioso discpulo de Elias
se
DEL GLGOTA.
voz baja, se acerc
al
137
anciano y cogiendo una de sus manos
le dijo:
Anciano, por
la
honra de tus barbas, por
los
tus padres, por la paz de tus hijos, te ruego que
huesos de
me contestes
las preguntas que voy hacerte.
Habla.
Es
cierto lo
que acabas de decir?
Como
la luz del sol al
Has
visto al ngel de
Cmo
En
te
veo
medio
da.
Jehov en la tierra
hombre?
del
t.
donde ha tenido lugar ese prodigio que llenar de
jbilo al desdichado pueblo de Israel?
En Beln
de Jud.
Gracias, buen
viejo; y el misterioso joven, rpido
gamo perseguido por
el
el
como
tendido escape de los caballos, se
perdi entre las espesas arboledas.
Los pastores despus de saludar
monte arriba su camino
los rabes, siguieron
amenizndole con sus cantares y
son de sus rsticos instrumentos.
el
Has
oido
Ibrahim?
S, Hassaf; pero me rio de las ilusiones dlos judos:
no hay doncella agraciada en Palestina que al parir un nio
no
lo crea el Mesas.
Pero esos pastores dicen que han visto y hablado al ngel mensajero de Jehov.
El hambriento suea
siempre con los delicados manja-
res del festn de Baltasar; los judos
suean asimismo con
el
Mesas que debe librarles del baldn que sobre sus cabezas
ha lanzado un estranjero.
La duda es indigna de un creyente como t.
Cuando
el desierto
veo mis camellos hundirse hasta las rodillas en
agobiados bajo
tan desde Egipto
me
el
peso de los granos que traspor-
digo para
m Al
:
es grande!
Cuan-
simoun envuelve con sus olas de arena y fuego
mi espantada caravana, me digo para m: Al es poderoso!
do
el furioso
TOMO
I.
18
EL MRTIR
138
Cuando oigo
ma
el
canto de las aves del Paraso, cuando
de las flores de un oasis
me
bre mi cabeza,
cordioso! Entonces
velo que
me
lo presiento,
lo oculta los ojos.
,
los
el sol
aro-
sonre so-
digo para m: Al es bueno y miseri-
nace en un pesebre solo
mas de
me embriaga, y
el
me
le
Pero
veo travs del
el hijo
dice que
espeso
de una juda que
ha nacido un esclavo
romanos y ha muerto una esperanza de
los is-
raelitas.
Los rabes son
muy
dados la controversia ; pero despus
de las palabras de Ibrahim, Hassaf, su competidor, cruzndose de brazos, exclam con acento casi imperceptible:
Yo
ver ese Nio.
Luego pasaron algunos minutos y
hermosos rayos
las ltimas nieblas de la noche.
La caravana
marcha, y
dia disip con sus
el
se dispuso continuar su
los obedientes camellos
interrumpida
una voz de sus amos
se
pusieron en pi.
Dejemos
caminando con sus camellos hcia
Jerusalen, y retrocediendo un poco vamos encontrar otros
personajes que como los pastores eran conducidos ante el
Nio-Dios por la voluntad del Eterno.
los rabes
DEL GLGOTA.
CAPITULO
139
III.
Los reyes Magos.
Las trompetas lanzan
al
viento
el
toque de partida en la
populosa ciudad de Seleucia.
Los soldados brbaros de
pan bajo
En
la
moderna Babilonia
los altivos prticos del palacio de su
se
agru-
anciano rey.
sus robustos brazos brillan los buzabens (1) de oro;
manos empuan la pesada lanza el ligero arco.
Fuertes como el len, lijeros como el gamo, tendidos en
sus callosas
mitad de
rios la
la
ancha plaza
hora de
del palacio,
esperan los dromeda-
la partida.
Sus chatas cabezas, enjaezadas con borlas de plata y
seda aspiran con delicia el aire puro de la maana.
,
(1)
Brazaletes.
EL MRTIR
140
Los esclavos comienzan colocar
las tiendas, los cajo-
nes de vveres y los pellejos de agua para
el viaje
sobre sus
robustos y jibosos lomos.
Los strapas con sus blancos ropajes, los oficiales con su
marcial y guerrero aspecto se agrupan en las primeras gradas de la escalera esperando su seor para saludarle antes
de partir.
trompeta resuena por segunda vez
al
estremo de una de las anchas calles que desembocan en
el
El blico son de
la
palacio.
Todos
los ojos se dirigen hacia aquel punto.
Los seleucianos abren sus ventanas y asoman sus soolientas cabezas preguntndose con asombro el motivo de
aquellos aprestos militares que les roban el dulce sueo de
la
maana.
Los medrosos piensan en
guerra y temen por sus vidas
y las de sus deudos, y lanzan recelosas miradas al brillante
squito que pasa por delante de sus cerradas puertas. Los
valientes sienten latir
la
su corazn ante
el
brillo
de las
armas.
Al frente de
la lujosa comitiva cabalga sobre
dromedario de rojiza
ornamentos de
piel
un gallardo
un joven ataviado con
los ricos
la India Oriental.
Rico turbante de crespn blanco recamado de esmeraldas se arrolla por sus sienes.
Un
penacho de crin verde sale del centro de un joyel de
brillantes
Fina
que descansa sobre su
es la lana de su
frente.
encarnado ropn; rico
es el chai
de seda azul con franja de oro que cie su cintura.
Largo pual de Damasco cuelga de su costado, y
las
ba-
buchas que cubren sus desnudos pis brillan como la mar
herida por los rayos de la luna.
Negro como
brilla
como
la
noche
las perlas de
es el
color de su semblante que
Basora
Sus gruesos labios tienen
el
los rayos del sol.
color del granado: sus apre-
DEL GLGOTA.
como
tados dientes son blancos
141
la leche de las
camellas.
Sus grandes ojos se asemejan dos moras colocadas en
un
crculo de nieve; pero sus miradas son tristes y
melan-
clicas.
Porque Melchor, rey peregrino, ha cometido un crimen
horrendo y recorre el mundo implorando su perdn de los
cielos.
Por
Por
eso
ha abandonado
la India Oriental
que
es su patria.
eso lleg a Seleucia consultar con los sbios su
nefando crimen
Por
eso es triste su mirada, triste su
ademan,
tristes sus
palabras.
Sus sueos son intranquilos, porque siempre oye en
ellos
una hermana que le grita sin cesar:
Melchor, devulveme mi honra! Melchor, maldito
seas!
la voz de
Maldito seas,
infame incestuoso!
Porque Melchor ha deshonrado su hermana, y ese crimen le oprime el corazn, mata su felicidad y espanta su
sueo.
as
como
la errante
fuente apetecida,
el oasis
caravana busca en
el desierto la
deseado, as Melchor recorre la
tierra ansioso de perdn.
Gaspar,
el
rey
Mago,
profundo conocedor de la inmu-
el
table ciencia de los astros, le
abiertos,
como
el
ha recibido con
padre carioso
Sus palabras de consuelo han derramado
el
los brazos
al hijo descarriado.
angustiado corazn del peregrino rey
la
esperanza en
porque
el viejo cal-
deo con sus sesenta aos, su larga cabellera cana,
una confianza
sin lmites, y sus palabras
consoladoras en su corazn
terio en
como
le inspira
resuenan dulces y
las suaves notas del sal-
mitad de una noche tranquila.
Corre, le ha dicho, apresta tu gente y tus dromedarios
para un viaje que debemos emprender maana y cuyo fin ignoro aun; pero esa estrella luminosa que se mece entre las
blancas nubes debe conducirnos los pies del rey de Jud,
EL MRTIR
142
anunciado por
del Mesas
los profetas
porque esa estrella es
que Jacob anunciaba por Balaan.
la estrella
Melchor obedeci Gaspar, y seguido de sus negros
esclavos desemboc antes que el sol en la ancha plaza que
habitaba
el
rey sbio.
Los soldados de Seleucia saludaron
jero quien su seor habia recibido
Poco despus aparecieron en
la llegada del estran-
como
un hijo.
los arcos de la plaza
Gaspar
y Baltasar.
Sus esclavos se colocaron formando una escala, y los
reyes subieron por encima de aquella pendiente humana que
les
conducia hasta los encastillados lomos de sus drome-
darios.
Luego una orden
,
del
mas anciano
las
trompetas vol-
vieron despedir sus ardientes notas.
La cabalgata comenz
una de
las
rebullirse
y por
fin
tom por
anchas calles que conducan la puerta de Occi-
dente.
Los
tres
Magos ibao delante departiendo amigablemente.
Detrs de ellos caminaba en silencio
el
lujoso escuadrn.
A dnde van? Se preguntaban los seleucianos.
Nadie
y mientras crece la curiosidad, el veloz
dromedarios les aleja de la ciudad sin que la
lo sabe,
paso de los
muchedumbre pueda esplicarse lo que v.
Por fin la comitiva desaparece y las curiosas miradas no
ven otra cosa que
en pos de
las pisadas
los reyes
Las preguntas
la
nube de polvo que dejan
Magos.
se suceden, los comentarios, los absurdos
corren de boca en boca estendindose por la ciudad como la
mancha de
aceite; pero la verdad se ignora y la curiosidad
queda burlada.
Gaspar, Baltasar y Melchor, mas que hombres de guerra son hombres de ciencia.
A dnde,
pues, irn los sabios?
Los grupos
se disipan,
el
sol
anuncia con sus rayos de
DEL GLGOTA
143
fuego la hora del trabajo, y Seleucia torna recobrar su estado normal.
Mientras tanto
sin
la lujosa
rumbo conocido.
Cuando llegaron
cabalgata camina hcia adelante
las ruinas de Babilonia,
Gaspar de-
dromedario y abarc con una mirada dolorosa los
tuvo, su
restos de la ciudad favorita de los caldeos.
Solo escombros al rededor de la soberbia torre de Belo.
Solo ruinas en derredor de los mrmoles que un tiempo sirvieron de pedestal la esttua altiva de Bres-Nemrod.
Ayer
seiscientos mil habitantes circulaban alegres por
sus calles y cien dioses eran adorados en sus templos de mr-
mol y
oro.
Hoy mansin
de espanto
parce con su poderoso soplo
montn de escombros que
el
es-
huracn, sirve solo de refu-
gio las salvajes fieras del desierto.
Sus frondosos jardines, sus elegantes palacios, ya no
medio de tanta desolacin crece un rbol cuyo
desconocido los viajeros, y cuyo tronco atan
existen. Solo en
nombre
es
y bajo cuya sombra se acampan las caravanas.
filsofo medita, el poeta canta, el creyente ora;
los caballos,
All el
pero todos piensan en Dios.
Gaspar, la sombra del solitario rbol de
las ruinas^
elev su plegaria al cielo.
Sus soldados
le
imitaron, porque
como
crean oir la
voz del profeta Isaias repitiendo en medio de aquella soledad:
Esa Babilonia, tan distinguida entre
los reinos del
mundo, y
cuyo esplendor inspira tanto orgullo los caldeos , ser destruida
como Sodoma y Gomorra que derroc el Seor.
Jams volver habitarse ; ni aun los rabes alzarn
all sus
tiendas, ni los pastores dejarn descansar en su recinto los rebaos.
Terminada
la plegaria
como un recuerdo tributado los
mundo, la comitiva torn em-
seores de aquella reina del
prender su interrumpida marcha.
Gaspar,
el
venerable anciano,
el
sabio conocedor de los
EL MRTIR
144
planetas, no apartaba sus penetrantes ojos del cielo, donde
una estrella que no han podido apagar los rayos del sol brilla
con un fulgor estrao. Planeta misterioso, nuncio divino, que
olvidando las leyes invariables que rigen los globos, ahora se
suspende en
los caprichosos celajes
de una nube de ncar r
ahora lanza sus luminosos destellos desde
te
que
se estiende en
el limpio horizonlontananza como un inmenso trozo de
raso blanco.
Con marcha
irregular se dirije hcia Occidente.
Los reyes caminan en pos de
ella atraidos
por una fuerza
misteriosa.
No me
engao, Melchor, dice Gaspar estendiendo su
brazo en direccin la hermosa estrella que
como un pequecaminaba
siempre
delante
de ellos, como si quisiera
o sol
marcarles el camino que debian seguir. No hay ningn planeta en el globo celeste que marque ese rumbo; esa estrella
es completamente desconocida todos los astrlogos caldeos.
Sigamos...
sigamos su hermosa
luz...
exclam con gozo
Melchor. Ella es mi esperanza, noble anciano.
No
la
perdamos de
vista,
ella
marcar
el
trmino de
nuestra peregrinacin, dijo su vez Baltasar.
Yo os lo aseguro,
trella de
volvi decir Gaspar: esta es la es-
Jacob anunciada por
amigos mios
ella ser
el
profeta Balaan
para nosotros como
la
Valor,
columna lumi-
israelitas las desiertas playas del
mar
Magos siguieron con la f en el corazn y los
cielo la caprichosa marcha de su radiante guia.
ojos
nosa que gui los
Rojo.
Y
en
el
los
Lbs dromedarios de
sol sol (2).
La
la
estrella
Arabia caminan mil estadios
(1)
de
guiadora dlos Magos, colocada
siempre una misma distancia de las ligeras cabalgaduras,
seguia su marcha, sujetndola la de sus perseguidores.
(\
(2)
Mil estadios son aproximadamente cuarenta leguns.
Aristteles.
DEL GLGOTA.
Cuando
la
145
noche estendia su manto de sombras sobre
la
divino faro, suspendiendo su marcha, indicaba los
tierra,, el
viajeros que la hora del descanso habia sonado.
Entonces,
al verle
mandaban
los reyes
inmvil, suspendido sobre sus cabezas,
sus esclavos levantar las tiendas
despus de la frugal cena se entregaban tranquilos en brazos del sueo reparador que habia de rehabilitar las fuerzas
para
dia siguiente.
el
Pasaba
la noche; el sol naca, y la estrella tornaba
em-
prender su silenciosa marcha siempre hcia Occidente.
La
oriental cabalgata seguia al faro misterioso
otra jornada sin desfallecer
una y
pues Dios alentaba, sus espe-
ranzas.
La
canso,
como una reina, indicaba
momento de la partida.
estrella,
el
la
hora del des-
pasaban los dias y las semanas.
Cul era, pues, aquella estrella que jams habia aparecido en
as
medio de
los astros,
y que despus nadie ha podido encontrar en
firmamento? No era
esto
un lenguaje magnfico
del
cielo
el
para
alumbramiento de una Virgen? (1)
El nacimiento de Jess fu grande, como deba serio el de
cantar la gloria de Dios y
un
el
Dios.
Los pastores abandonaban sus rebaos para adorarle.
Los reyes de Oriente dejaban sus regios palacios para emprender una peregrinacin cuyo trmino lesera desconocido.
Seleucia, la nueva Babilonia,
les
miraba
partir
con
asombro.
Jams
el hijo
de un conquistador de la tierra se vi tan
el Hijo de un pobre carpintero cuya
honrado como Jess,
cuna era un pesebre y su lecho un mantn de paja.
Los hijos de los reyes reciben el vasallaje de real rden.
Todas las frentes que se humillan ante su cuna, son tributarias forzosas del poderde su padre, esclavos que lamen-
(l)
San.
Agustn.
TOMO
19
EL MRTIR
14G
mano que fragu sus cadenas esperando la hora de poder
despedazar al mismo ante quien se humillan.
La incredulidad de algunos filsofos no ha podido espli-
la
carnos aun los asombrosos acontecimientos que rodearon la
venida del Dios Hombre.
Herodes, rey poderoso y altivo que asesinaba sus hijos
y su esposa sin que ni uno de sus msculos se conmoviera;
sabedor del nacimiento de Jess, turbse en si mismo, y toda
Jerusalen con
l (1),
y reuni
los doctores
consultar lo que debia hacerse
y sacerdotes para
porque su espritu intran-
quilo veia levantarse ante su poder la vengadora
un Dios
fuerte,
que iba trastornar
el
imagen de
orden de las cosas y
arrebatarles la corona sus descendientes.
Los
falsos dioses iban caer
rodando en pedazos de
los
idlatras altares.
Los esclavos iban romper sus cadenas. Los verdugos de
la tierra iban
comparecer dar cuenta de sus crmenes ante
la presencia del Dios del cielo.
Jess
Ochoz'as
el hijo
de Jos venia recordar Joas
de
y el recuerdo de Athala espantaba el sueo del
verdugo de Galilea.
(1)
el hijo
(2)
Los Evangelios.
(2) Athala, hija de Acab, rey de Samara, y de Jezabel, se cas con Joram rey de Jud hizo degollar todos los prncipes de la raza de David,
,
y de este
modo
se coloc
en
el
trono el ao 876 antes de
J.
C.
pero librn-
dose de su furor Joas, hijo de Ochozas, fu proclamado rey de Jud seis
aos despus y el pueblo israelita asesin Athala porque quiso oponerse
,
este triunfo.
DEL GLGOTA.
147
CAPITULO
IV.
Jerusalen.
Antes de penetrar en
el
recinto de la ciudad santa lan-
cemos una ojeada sobre su pasado.
Este .captulo dte ser
el itinerario
que nos guie en
el
trascurso de esta obra.
El pueblo hebreo necesitaba fundar una ciudad fuerte,
que fuera la capital donde
res, el refugio
se sentara el
trono de sus seo-
de aquellas huestes que desde la salida
Egipto iban errantes en busca de
la tierra
de
prometida.
Adonisech, uno de los cinco reyes vencidos por Josu,
se fortifica con su
Sion.
pueblo, los jebusianos, en
el
monte
US
EL MRTIR
Desde esta fortaleza inexpugnable desafa y
ejrcito de David.
se burla del
Los cojos y los ciegos, les grita Adonisech, son
mandar sobre t. Ellos bastarn exterminarte.
David,
el
rey de la guerra,
el
los
que
elegido del Seor, despre-
cia las bravatas del jebuseo; asalta la fortaleza,
pasa cu-
segn la brbara costumbre de entonvencedor acampa sobre los montes de Sion,
chillo la guarnicin
el ejercito
y
Acra y Mona.
El rey poeta contempla- desde
acampado.
ces,
La luna ilumina con
la
cumbre su
ejrcito
sus rayos de plata aquel cuadro
sublime.
David empua
arpa y eleva Jehov el canto de
triunfo. Los dulces acordes del instrumento, las vibrantes
el
melodas de la voz privilegiada del rey, van perderse en
alas de la brisa nocturna, entre las florestas de
las
Gaboad y en
cncavas rocas del despeadero de los Cadveres.
El dulcsimo eco de aquel canto ha llegado hasta nosotros.
Dice
as:
la tierra han conspirado reunidos contra
han dicho en secreto: Venid y los destruiremos. Dejarn de ser una nacin; haremos desaparecer el
nombre de Israel de la superficie de la tierra; pero el Dios
fuerte ha preparado mi brazo para la batalla: he perseguido
Los reyes de
nosotros; se
mis enemigos, y he avanzado siempre hasta que los he
aniquilado;
como
el
han caido por
polvo
no conocia;
fin
bajo mis pis; los he dispersado
al soplo del viento;
he sometido pueblos que
han humillado ante la fama de mi nombre; el
ha escondido y ha temblado en el fondo de su
se
estranjero se
retiro.
David deja
tico paisaje
el
que
arpa y se goza en la contemplacin del pose estiende sus pis.
.Sus ojos se fijan en aquellas tres montaas entrelazadas,
que tienen fosos gigantescos creados por
la palabra del
que
DEL GLGOTA.
mundo
hizo brotar el
sol
en
el
149
de la nada, del que ha suspendido
firmamento, del
ha marcado lmite
qtie
las
el
turbu-
lentas aguas del Ocano.
Entonces, viendo
Oriente
ai
profundo valle de Josafat
el
arrastrando por-su lecho las rojizas
el
aguas del Cedrn,
al
escarpado barranco de Gehennon y al Occidente
monte de los Cadveres, exclam con un gozo inesplicable:
Medioda
el
Jerousch
al
Aim, mansin de paz, tu sers la ciudad fuerte
de Israel; yo te engrandecer hasta
el
punto que
las naciones
han de envidiarte. Yo elevar por el Norte tu parte mas
flaca, una triple muralla (1) donde se estrelle la codicia de
tus enemigos.
David,
el
rey de la guerra, edific Jerusalen. Salomn,
el
rey de la paz, la engrandeci.
El joven hijo de David
mundo.
El monte de Gabaon
se ci la
corona
el
ao 2970 de
la creacin del
vi correr por sus resbaladizas pen-
dientes la sangre de mil vctimas sacrificadas Jehov ante
el altar
de bronce de Moiss.
El Seor
se le apareci
Pide lo que quieras,
Salomn
le pidi la
la belleza, la riqueza
en sueos y le
amado mi.
sabidura
y Dios
concedi adems
le
la gloria.
Salomn sobrepuj los cuatro
meros poetas de los tiempos.
Compuso
dijo:
Mohol,
hijos de
tres mil parbolas, cinco mil cnticos
gigantesco sobre las plantas y los animales. Desde
crece y
perfuma
las
cumbres del Lbano hasta
tiendepor lasquebmduras de
al sol con su
los
muros. Desde
mirada altiva hasta
el
el
el
los pri-
y un
el
libro
cedro que
hisopo que se es-
guila que desafia
diminuto pececillo que
se oculta
en las esponjosas rocas del Ocano.
Solo por el Norte puede'ser atacada Jerusalen, y pesar de la triple
(1)
muralla de David, por esta parte la atacaron sucesivamente Nabucodonosor,, Alejandro el
Grande, Pompeyo, Tito y Godofredo de Bouillon.
EL MRTIR
150
Muchos de
estos libros se lian perdido en el trascurso de
que han rodado sobre
los trescientos siglos
quedan
los Salmos
aventaja en perfume los
de Saaron
las rosas
pero nos
cuya poesa
de Gaalb, en galanura
el Cntico de los
lirios
y en brillantez
ellos,
Cnticos
los
diamantes de
Golconda.
Estos libros bastan para inmortalizar su autor.
Salomn
lleg ser el
hombre mas
glorioso del
mundo; pero
le
para llevar cabo
el
rico
mas
el
mas
faltaban artistas constructores
pensamiento de su padre
templo Jehov sobre
feliz
un
edificar
monte Mora.
Hisan, rey d Tiro y Sidon, le envi los fundidores de
bronce, los arquitectos, los artistas que le faltaban.
Diez mil hombres comenzaron devastar del Lbano los
olorosos cedros
siete
aos despus
el
templo estaba con-
cluido.
Los jonios necesitaron doscientos veinte aos para construir el templo de
Dios
le
Diana en Efeso.
habia cumplido su palabra, porque aquella
ma-
un milagro (1). La fama
nombre del rey poeta.
era verdaderamente
ravilla, del arte
llev por la dilatada tierra el
Las naves de Salomn recorrieron
su ciudad amada todo lo
los
mas grande,
mares, trayendo
mas
lo
rico, lo
mas
sorprendente de los estensos paises del universo.
La
reina de Sabah, la hermosa Micaulis, atrada por la
fama de Salomn, quiso conocerle y deslumhrarle con su
ri-
queza.
La soberana
de
un
del
Medioda lleg
la ciudad santa seguida
9
squito deslumbrador.
Al pisar
el
pavimento del palacio de Salomn
falda de su vestido cuajado
se alz la
de pedreras temiendo mojarse
sus diminutos pies cubiertos de diamantes y zafiros.
El rey
(1)
En
se sonri viendo el
otro lugar
haremos
temor de
la descripcin del
la princesa,
templo de Sion.
pues lo
DEL GLGOTA.
que
ella
151
habia creido que era agua, no era otra cosa que
bruido.
cristal
Entonces Nicaulis
le dijo:
Dichosos los que alcancen tu sabidura,
sos los
que
oh rey! Dicho-
te sirvan, oh seor!
Nicaulis sali de Jerusalen cargada de regalos.
La que
habia querido deslumhrar, habia sido deslumbrada.
El reinado de Salomn dur cuarenta aos con una paz
Su pueblo fu
inalterable.
El reinado
una mancha:
glorioso
el
rico
y feliz.
de David, su padre,
empa
lo
adulterio cometido con Bethsab, mujer de
mat avergonzado de su infamia.
El reinado floreciente de Salomn fu tambin manchado
Ules, quien
por los vicios y las falsas religiones que predominaron.
La riqueza atrajo Jerusalen multitud de mujeres her-
mosas de otros pases y Salomn
,
adorndolas
ellas,
aca-
b por adorar sus impos dioses.
Las samaritanas
ante
le hicieron postrarse
el
becerro de
oro; pero Jehov, reprendiendo la impiedad de
anuncile que
su reino iria
Salomn
parar manos de un siervo
suyo. (1)
Entonces
obediente
el
pueblo hebreo se dividi
Roboan
hijo de
Salomn;
Jud
Israel
se
mantuvo
proclam Je-
roboan.'
La decadencia
del pueblo elejido por Dios
comenzaba
pasos de gigante.
Roboan, Abia, Asa, Enjud, Jeroboan, Nadab, Baasa,
Ela, Zamr y Achab en Israel pasaron sobre la tierra como
,
(1)
Salomn fu para
mas que un hombre. Le llamaron
los rabes algo
Encantador. Ellos no podan persuadirse que aquel que conoca
de las plantas y la historia de los animales
caba
el
graznido del cuervo
el silbido
que
el
que sabia
lo
el
el
secreto
que signifi-
de la culebra y la poderosa voz de
tempestades fuera simplemente un pobre mortal y solo se convencan
dlo contrario cuando visitaban el sepulcro del sabio donde estaba enterra-
las
do en pi
el real
cadver apoyado en un bastn, y rodo por
vastador de las tumbas.
el
gusano de-
EL MRTIR
152
las dbiles aristas
que arrastra con su empuje
el
poderoso
soplo del huracn.
Josefat fu
una tregua poderosa para
el
pueblo hebreo.
Pero pronto la inhumana Athala cav sobre las tribus
un azote
como
del cielo.
En vano
Elias
rajo de Dios
procura reunir aquel
pueblo descarriado.
Sus palabras, sus milagros, son desatendidos. Los descendientes de
Abraham caminan
hcia
el
abismo como un
torrente desbordado.
Detrs de Elias, aparecen sucesivamente Jons, Oseas,
Amos, Isaas.
La venida
del Salvador es anunciada,
pero los oidos se
cierran para escuchar las profticas palabras.
Ezechas, rey piadoso y valiente, levanta la bandera de
Jud contra los asirios. Los ngeles ayudan sus huestes;
Dios vuelve sus ojos compasivos hcia
en tiempo de
los fuertes
el
pueblo elegido como
de David.
Los nombres de Hachamon, Bamias, Semma, Jesboan y
Fesdomoni (1) se recuerdan y la esperanza renace.
Muerto Ezechas por sus dos hijos, el impo Manass
ocupa el trono de su padre.
Cobarde, malvado y sanguinario, huye ante
La
(1)
el ejrcito
historia cuenta cosas fabulosas de estos cinco capitanes de David.
Bamias, entrando en una cisterna del desierto de Boad sgoviado por la sed,
vid dos leones que beban agua tranquilamente, y no queriendo esperarse
que aquellos animales feroces abandonaran el sitio, luch con ellos^y los
mat. Hachamon, dicen que en un combate mat l solo ochocientos filisteos, hiri trescientos. Fesdomoni par cara, y detuvo l solo un ejrcito y Semma y Jesboan, oyendo que David en una batalla pedia una copa
,
de agua de la cisterna de Btleen
atravesaron
trajeron cada uno una copa de agua con
mano tan
berse batido con la derecha y haber recibido
el ejrcito
muchas heridas
ron llena su rey. David, viendo el valor de sus capitanes
me habis trado este agua. No
una libacin con ella Jehov.
peligro $e la vida
lientes.
hizo
enemigo y
lo
firme, que pesar de ha,
se la entrega-
exclam: Con
beber la sangre de mis va-
DEL CLGOTA.
asirio, se oculta entre
unas zarzas, pero
Amon
cido esclavo Babilonia.
como
153
es hallado
y condu-
sucede, tan impo, tan
le
y veinte aos despus Nabucodonosor
cae sobre Israel devastando con su ejrcito la tierra de las
miserable
l,
doce tribus.
Jerusalen es la esclava del brbaro babilonio.
Nabuzardan, uno de los principales del ejrcito de Nabuco incendia por orden de su seor el templo de Sion y la
,
casa real.
cuatrocientos veinte y cuatro aos, tres meses y
ocho dias de su fundacin por el rey de los cantares.
los
Este dia era sbado. Tambin en sbado deban destruirlo
los
romanos, como veremos mas adelante.
Nabuco
se llev cautivo al
pueblo de Israel, y rob los
vasos sagrados al templo de Sion.
Jehov quiso castigar aquel sacrilegio y apag
razn en la mente del feroz babilonio.
,
la
Nabucodonosor vivi
mundas.
siete
como
aos
la luz
in-
las bestias
Setenta aos de esclavitud rodaron sobre
el afligido
de
pue-
blo de Israel.
El profeta Daniel consolaba la amargura de sus hermanos; pero las arpas de las doncellas de Jud colgaban de los
rboles, no tenian melodas para el Santo de los santos.
Una noche
el
afeminado Baltasar celebraba un banquete.
Los vasos sagrados iban profanarse por
impuras cortesanas, por
y
los torpes
los serviles strapas del
Sobre
muro
el
una mano misteriosa,
estas tres palabras
adoradores del dios Belo
rey Nabonido.
del saln
donde
los labios de las
(1)
se celebraba el banquete,
primer brindis, escribi
al intentar el
con letras de fuego: Mane
thecel phares.
El
pnico aterr los impuros cortesanos, las luces se apagaron
(I)
Este rey es
mas conocido
por Baltasar
nombre que
le
puso
feta Daniel.
tomo
20
el
pro-
EL MRTIR
154
el
trueno mugi en
espacio, la tierra se estremeci bajo*
el
sus plantas, y Baltasar acobardado llam su amigo el profeta Daniel
para que
le descifrara
aquel misterio.
El profeta le dijo:
Esta noche es la ltima noche de tu vida.
Daro y Ciro, con un ejrcito de medos y persas, pasaban pocas horas despus cuchillo los habitantes de Babilonia,
Ciro fu bueno y clemente con
el
pueblo judaico; conce-
y el permiso para reedificar
templo de sus mayores.
dile la libertad
derruido
el
Zorobabel gui su pueblo hasta la ciudad santa, y al
ao siguiente volvieron echarse los cimientos al nuevo edificio
destinado al Santo de los santos.
Doscientos aos vivieron los judos sujetos los persas.
Una noche
lleg hasta Jerusalen el estruendo de la guer-
ra que sobresalt sus tranquilos moradores.
Era Alejandro
el
Grande,
el hijo
de Filipus,
el
rey de
gran devastador del universo, que se acercaba
sus murallas con su triunfal bandera desplegada para esterminar al pueblo hebreo para derruir Jerusalen como
Macedonia,
el
habia derruido Atenas
(1).
El nombre de Jerusalen estaba inscrito en
donde
el
la
tablilla
conquistador macedonio apuntaba las ciudades que
debia destruir.
Jaddus,
el
gran sacerdote, oy
los gritos lastimeros de
Tiro y Sidon, vi las rojizas llamas de la incendiada Gaza,
y apercibi el estruendo fatal de las trompetas macedonias.
Entonces corri
Dios
al
templo implorar
el
favor de Dios, y
le dijo:
Sal al encuentro de Alejandro;
arroja flores y palmas sus
pies; brele las puertas de la ciudad santa y nada temas.
,
Jaddus obedeci, y
(1)
el
conquistador envain su espada
Alejandro arras Atenas, dejando solo en pi la casa del poeta
Pndaro.
DEL GLGOTA.
155
amenazadora, viendo aquel pueblo que
se
prosternaba ante
y se arrodill su vez los pies del sumo sacerdote.
Permenion, su general, le reprendi dicindole:
su paso
Es
acaso ese sacerdote del templo de Jpiter que has
Aunnor?
visitado en el oasis de
Escucha, le dijo Alejandro:
cuando estaba en Macedo-
nia pensando en la conquista de Asia,
mi
dios se
me
apareci
en sueos. Vestia como ese anciano;, en su frente giraba una
corona de luz en la que reconocia la divinidad. No temas,
me
dijo,
cruza sin miedo
cabeza de tu ejrcito
el
te
Helesponto.
Yo caminar
la
har dueo del imperio de los
Persas.
Despus de Alejandro trascurrieron ciento sesenta aos.
,
Sus principales capitanes se habian repartido los pueblos
conquistados por
l.
Antioco, del linaje de los Eleneidas, se propuso la total
ruina del pueblo de Abraham.
Aqu vuelve elevarse hasta
epopeya
el
pueblo de
del anciano Mathatas, los gloriosos
Macabeos,
la
Israel.
Los hijos
vencieron en valor los fuertes de David.
un Homero que cantara
hazaas, mas dignas de renombre que las del
estos cinco
sus gloriosas
hermanos
les falt
inmortal Aquiles.
Su bandera, que ostentaba estas cuatro letras por
lema, M. C. B. I., de donde se cree que tomaran el nombre
de Macabeos, pase triunfante por las doce tribus.
aqu los nombres de los cinco hroes, que nos ha con-
servado la historia
Juan
llamado Eadis
Simn
llamado
Thas; Judas, llamado Macabeo; Eleazar, llamado Abdon,
y Jonats llamado Apphus.
Para
describir los heroicos esfuerzos de estos cinco
mr-
tires de la independencia hebrea, entre los cuales figuraba
su padre Mathatas, anciano de ciento cuarenta aos, seria
preciso escribir
un
libro de mil pginas.
EL MRTIR
156
Por fin sucumbieron la fuerza numrica, que despus
de muchas derrotas envi contra ellos Demetrio el Macedonio.
Judas Macabeo habia enviado embajadores
Roma
pi-
diendo la proteccin de ese gran pueblo que empezaba
al mundo.
Cuando regresaron, Judas habia muerto rodeado de
asombrar
sus
valientes.
El que habia destrozado hasta
midable ejrcito de Demetrio,
za y la
mano
el
el
ltimo soldado del for-
que habia clavado
de Nicanor la vista de Jerusalen,
el
cabe-
la
hroe,
el
inmortal hijo de Palestina ya no existia.
romanos comenzaron influir en los
acabando por hacer los judos tributa-
Desde entonces
destinos de Israel,
los
rios del Capitolio.
Pompeyo, general romano,
asalt la ciudad santa
loc Hircano, protegido suyo, en
el
y co-
reino de Israel, prohi-
bindole que usara diadema.
Las profecas de Jacob, iban cumplirse: la venida del
el cetro de Jud habia pasado
Salvador no podia tardar;
manos
estranjeras.
Algunos aos despus un idume'o ocupaba
el
trono de
David y Salomn.
Jerusalen, en tiempo de Herodes y conservaba en gran
parte su antiguo esplendor.
La muralla
de Nehema la rodeaba con sus robustos bra-
zos de piedra, y sus trece torres
y doce puertas aun podian
desafiar el enojo de los estranjeros.
Por
el frente oriental,
la vista del
monte de
costeando
los Olivos, se
tas del Fiemo, la del Valle, la
La primera
conduca
al
el valle
de Josafat, y
hallaban las cuatro puer-
Dorada y
la
de las Aguas.
caia sobre la fuente del Dragn, la segunda
pueblo de Gethsemani, la tercera Engaddi
aPmar Muerto, y
'y
Jordn y Jeric.
El frente meridional de las murallas tenia dos puertas:
la cuarta al
DEL GLGOTA.
una conducia
Dominando
monte Erogo;
al
el
157
Beln y Hebron.
Cadveres por la parte
la otra
despeadero de los
de Occidente, se hallaban las puertas de los Pescados, la
puerta Indiciara y la puerta Genaih.
Saliendo por la primera, s encontraba una distancia
de cincuenta pasos
el
camino que conducia indistintamente
Beln, Hebron, Gaza, Egipto, Emaus, Jopp y al mar.
La segunda conducia Silo y Gabaon tomando la derecha, y la izquierda al sepulcro del pontfice Ananas, y
monte Calvario.
La tercera era una dependencia
la derecha el
permaneca
casi
del palacio de Heredes:
siempre cerrada, pero travs de su
nfica verja de hierro
los curiosos
mag-
podian contemplar los
elegantes jardines del Idumeo, con sus bosques de pinos,
palmas y sicmoros, sus caprichosas fuentes, sus magnficos
estanques por donde se paseaban perezosamente escuadrones
de cisnes, y se veian correr bandadas de gacelas por enmedio de aquellas deliciosas florestas.
Por ltimo
al
Septentrin se hallaban las puertas de las
tres torres de las Mujeres, la de Efrain
y la del Angulo.
La primera de estas conducia unas plantaciones de
rboles frutales
muy
frecuentadas en aquella poca por la
gente joven en los dias festivos
la
segunda Samara y Ga-
Anattol y Bette, dejando su izquierda el
estanque de las Culebras y su derecha el monte del Es-
lilea; la tercera
cndalo.
Corno hemos dicho,
las torres
eran trece, saber: la de
los Hornillos, la Angular, la de Hananiel, la Torre Alta, la
da
Mcalt, la Torre Grande, la de Siloe, la de David, la de Psefine
las cuatro restantes *se
llamaban torres de
las Mujeres.
Jerusalen se dividia en cuatro ciudades separadas las unas
de las otras por una espessima muralla, para hacerla
inexpugnable en caso de ataque pero todas
;
caban
las
unas con
La ciudad
ellas se
mas
comuni-
las otras.
de David superior encerraba en su circuito la
EL MRTIR
montaa de Sion el sepulcro de David y los palacios de los
reyes de Jud de Ans y de Caifas.
La ciudad inferior se enorgulleca con el templo que ocu15S
paba prximamente una cuarta parte; el palacio de Poncio
Pilato; la ciudadela Antonia; el Xisto, especie de puente
desde donde arengaban al pueblo los gobernadores romanos;
el
monte Acra;
el
palacio de los Macabeos, y el teatro fa-
bricado por Herodes
el
Grande en honor
que descansaba una guila de oro
del Csar
sobre
el
ave que tenia desvelados
los verdaderos israelitas.
La segunda ciudad era habitada por
las
personas de dis-
tincin, y en ella tenia Herodes su palacio y sus magnficos
jardines.
La ltima
se
llamaba
la
ciudad de Bezeta, donde vivan
comerciantes de lana, caldereros, ropavejeros y quinca-
los
lleros.
Tal era
Ahora
la Jerusalen bajo el
poder de Herodes.
entremos en su glorioso recinto, destinado por la
impiedad de sus hijos ser hasta
la
consumacin de
los si-
un montn de escombros.
Su nombre llena el mundo pero lo llena con su recuerdo porque en la cumbre de uno de sus montes fu sacrificaglos
do
el
Salvador del hombre.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
159
V.
Los peregrinos.
El nacimiento de Jess fu un grito de alarma para
las
divinidades paganas.
Solo Dios podia conseguir tan inmenso triunfo.
Solo Dios
la
ponzoa que
le
el
era dado arrancar del corazn del
error habia introducido en
hombre
l.
Milton, ese gran poeta,. ese sabio ingls que tanto honra
la patria que
admiran
le sirvi
de cuna, ese gran orientalista que
las naciones civilizadas,
en una de sus primeras
poesas ha descrito con esa robustez admirable que poseia,
los errores del
paganismo antes de
Redentor del hombre.
la venida al
mundo
del
EL MRTIR
160
Vamos
estractar algunas de sus estrofas, sirvindonos
de la traduccin del abate Orsini.
Dicen
lio
as:
Los orculos enmudecen; ninguna voz, ningn murmusiniestro hace resonar palabras falaces bajo las bvedas
de los templos.
>
abandonando con un grito de desesperacin la
colina del Delfos (1), no puede pronosticar lo futuro.
Ningn xtasis nocturno, ninguna inspiracin secreta,
saliendo de
dote de ojos espantados.
Sobre las montaas solitarias y lo largo de las mur>! tiradoras riberas, solo se escuchan llantos y lamentos.
El genio se v forzado alejarse de los valles que habi-
tata en medio de los plidos chopos.
Apolo
una caverna
proftica, se hace sentir al sacer-
>>
men
>
Las ninfas, despojadas de sus guirnaldas de
la sombra de los espesos matorrales.
Los lares
los larvas (3)
hacen
que espantan
oir sus quejas
las flmides (4)
mrmol helado parece
y
mientras que cada deidad abandona su
servicios
(2)
noc-
turnas en la tierra consagrada y sobre los santos hogares.
Las urnas y los altares despiden sones lgubres y
desfallecidos
flores, gi-
el
ocupadas en sus
cubrirse de sudor
sitio
acostumbrado.
Peor y Baal huyen de sus opacos templos con
el
Dios
arrojado de la Palestina.
Astaroth, bajo
el
nombre de
mismo tiempo ya no
del cielo al
resplandor de las antorchas.
(1)
naso y
la
Luna, reina y madre
brilla cercada del santo
Antigua ciudad de la Fecide en Grecia, clebre por el monte Partemplo del orculo de Apolo. Los antiguos crean que Delfos era el
el
punto cntrico de
la tierra.
(2)
Dioses latinos , protectores de las casas
(3)
Divinidades de los etruscos y romanos que segn las creencias de los
las familias.
antiguos, eran las almas de los malos que venan atormentar
el
sueo de
los justos.
(4)
Diosa egipcia
personificacin del poder y de la fecundidad.
DEL GLGOTA.
El
Hammon
161
de la lidia oculta sus cuernos, y los hijos
Thamuz
de Tiro lloran en vano su
herido.
El sombro Molok se escapa dejando en la sombra su
reducido negros carbones: en vano
dolo
el
ruido de los
instrumentos y de la danza llama un rey feroz cerca de
un horno ardiente.
Los dioses del Nilo, de la raza de los brutos, se alejan
tambin rpidamente y
,
el
perro de Annubio sigue
Isis
Osiris. (1)
Por
fin los
reyes
magos
despus de trece dias de mar-
cha, vieron lo lejos los altivos minaretes, las gallardas
y las fuertes murallas de Jerusalen.
Cerca del camino que seguian murmuraba
torres
el claro arro-
una fuente, y los viajeros ilustres se detuvieron. (2)
una voz del jefe del convoy los dromedarios se echa-
yo de
ron en
el
suelo
apearon.
los reyes se
Entonces cuatro esclavos africanos estendieron una rica
alfombra de pao de grana recamado de ro sobre la fresca
yerba y sentndose en ella los Magos les sirvieron en delicados canastillos de palma sabrosos dtiles y enroscados
mich mich (3), desayuno frugal dlos orientales.
,
Otros esclavos encargados de los dromedarios, dieron
stos su pienso de
De
habas secas.
repente, y cuando
mas tranquila se encontraba
la lu-
josa caravana de los reyes, Gasgar se puso en pi y exclam
con asombro
La
estrella
la estrella
ha desaparecido
!
g
Melchor y Baltasar se pusieron en pi apartando de su
boca las frutas que iban conducir sus manos.
,
La
estrella
habia desaparecido entre las flotantes nubes
que se mecian sobre
la ciudad tributaria.
(1)
Divinidad suprema de Egipto
(2)
Esta cisterna lleva todava
nombre de pozo de
(3)
Albaricoques recortados y secos
TOMO
I.
el
hija de
Saturno y Juno.
los Rejes.
al sol.
21
EL MRTIR
162
Los reyes vieron con dolor que su radiante y misterioso
guia les abandonaba, y como el nufrago quien se le escapa de entre las manos la tabla en que ha creido ver su
un
salvacin, lanzaron
Pero uno de
ellos
grito de dolor.
estendiendo
el
brazo hcia Jerusalen,
interrumpi la silenciosa meditacin de sus amigos diciendo:
Prosigamos nuestra
noble peregrinacin: la estrella ha
desaparecido; pero no importa: ante nosotros se levanta
gran ciudad digna de servir de cuna
al
Rey
una
de los judos:
marchemos Jerusalen.
-S,
lla
s,
prosigamos nuestro camino: la misteriosa estre-
que nos ha conducido desde
el
Tigris al Jordn, no puede
habernos abandonado sin un poderoso motivo; exclam Baltasar.
Y despus,
quin habr en la ciudad de los pretores,
que no sepa dnde ha nacido
al
el
Mesas?
Con
solo preguntar
primer transente que encontremos, estoy cierto que nos
conducir
al pi
Acordes
de la cuna de ese
Rey
quien buscamos.
Magos, volvieron montar en
los
los ligeros
dromedarios, y poco despus entraban en Jerusalen por la
puerta Indiciara.
Pero, ay! la ciudad no presentaba
el bullicioso
y alegre
cuadro que esperaban.
Las
calles se veian desiertas,
y las rosas,
laurel, no alfombraban su duro pavimento.
Las arpas de
los
el
mirto y
el
hebreos no entonaban alegres melodas;
las doncellas de Sion no elevaban sentidos cantos Jehov.
La mirra y
el incienso
no
se
derramaba ante
los altares
del templo.
El leo no ardia en los pebeteros; y las lmparas de oro
no alumbraban
los ricos trajes de los sacricadores.
Jerusalen muda, silenciosa, casi desierta,
recibi en su
recinto los peregrinos de Oriente,
Algunas mujeres curiosas, envueltas en sus ligeros mantos se asomaban las azoteas para ver pasar los viajeros..
i
DEL GLGOTA.
Los reyes,
tristes,
163
caminaban
desalentados,
calle ade-
lante.
La esperanza
se iba enfriando
en su corazn.
Poco poco fueron agrupndose en torno de
la oriental
cabalgata algunos curiosos.
Entonces Gaspar, que iba delante, se inclinaba sobre
el
nervudo cuello de su dromedario, y dirigindoles la palabra
los curiosos espectadores,
les decia:
Decidme, jerosolimitanos, vosotros
sabris en donde se
halla el Mesas prometido por los profetas, el
Rey
de los ju-
que acaba de nacer.
dos
populacho se miraba con asombro, y no hallando palabras qu responder los viajeros, hacia un movi-
Entonces
el
miento de hombros.
Baltasar su vez preguntaba los que tenia
mas
cerca:
Dnde est el Mesas, el Rey de los judos?
En Jerusalen no
hay mas rey que Herodes el Grande,
nuestro seor, le responda un alcabalero con fosco acento.
Nosotros hemos visto una estrella desconocida en el cie-
lo
replicaba Gaspar, y esa estrella
no nos cabe duda,
es la
que predijo Balaan.
La
estrella de
tas % le replic
un
Jacob aun no ha nacido para los israeli-
fariseo.
Locos deben ser, murmur un soldado
do con desden
los
romano miran-
Magos.
Demos parte nuestro rey Herodes, repuso un escriba.
S, dmosle parte, exclamaron varios herodianos
s,
que
se
hallaban entre la apiada multitud.
Los reyes, viendo que eran
intiles sus preguntas,
nadie les indicaba la casa del Mesas
cha
calle
que conduca
al
torcieron por
pues
una an-
antiguo palacio de David, y se ins-
talaron en uno de sus ruinosos patios.
Aquel palacio, un tiempo encantadora mansin de un rey
sabio y poderoso, no era en la poca del nacimiento de Cristo mas que un montn de ruinas pero los Magos sabian por
;
EL MRTIR
164
hebrea y por los vaticinios de los profetas que
de la rama de David debia nacer el Mesas libertador del pue-
la tradicin
blo de Israel.
Perdida
la estrella
que con tanta insistencia venian
si-
guiendo desde sus lares, les quedaba una esperanza:
Tal vez bajo los prticos del rey David,
contraremos
al
Mesas prometido
ruidos torreones, donde
el
tal
se dijeron
en-
vez junto aquellos der-
arpa del rey poeta acompaaba
con melanclico gemido los cantares del vencedor de Goliat,
hallemos algn indicio que nos oriente; y una vez all, mandaron levantar las tiendas, y encerrndose en una de ellas
se pusieron deliberar.
DEL GLGOTA.
165
CAPITULO
Herodes
ei
VI.
Grande.
La historia
la
llamado firaade Hejodes;
nosotros creemos que
el
verdugo de Beln n
fu digno de tan honroso caliiicalivo.
En
ao del mundo 3932, y 68 antes de la venida de
Jesucristo naci el sanguinario Herodes terrible plagiador
el
de la inhumana Athala.
Su patria fu Escaln ciudad martima de
,
la
Turqua
Asitica en Palestina.
Negra como su alma, fria como su impiedad, tempestuosa
las pasiones que dominaron su corazn fu la noche
en que desde el seno de su madre naci para ser el azote de
como
Galilea,
el
oprobio de su raza.
EL MRTIR
166
Los huracanes desencadenados saludaron su venida
mundo haciendo
al
estremecer los edificios con su poderoso
aliento.
Las olas mugidoras de
los
mares bramaron como
si
legio-
nes infernales se agitaran en medio de sus aguas.
Los vientos irritados hicieron temblar con
el
veloz
em-
puje de su carrera los altos cedros y las robustas higueras de
las cercanas de Escaln.
madre, y desbordando por los campos
sus turbulentas y rojizas aguas llenaron de pavor y de miseria los infelices moradores de las aldeas.
Los
rios salieron de
La naturaleza entera lanzaba un gemido de dolorosa
agona saludando
al futuro tirano.
Herodes fu como
rolla ante su paso;
cada;
como
el
torrente desbordado que todo la ar-
como
el
rayo que todo lo incendia con su
la peste "que todo lo
mata con su
aliento.
Esclavo de sus pasiones, imperioso y colrico, lleg la
edad de veinte y cinco aos, cruzando por una senda de cr-
menes y de escndalos.
Su padre Antipater, que habia prestado
de
Pompeyo y seor
de
Roma,
al
Csar vencedor
servicios importantes en el
cerco de Alejandra, alcanz del dictador
romano
el
gobierno
de Galilea para su hijo Herodes.
Su edad
las
frisaba en los veinte y cuatro aos
primeras gradas que debian conducirle
cuando subi
al
trono
de
Jerusalen,
Herodes era arrojado y ambicioso.
Los obstculos no existian para l.
Habia soado una corona, y el crimen, el oprobio, la
bajeza, no detuvieron su paso.
Por lograr su fin no hubiera retrocedido, aunque se hubiera visto precisado pasar por encima del cadver de su
padre, de sus hermanos, de su raza entera.
Una
corona, solo una corona anhelaba su ambicin, y
despreciando los obstculos sigui el camino que podia con-
DEL GLGOTA
167
ducirle la realizacin de sus sueos con la frente erguida.
Pero
la suerte le fu contraria:
rival, rey de
vencido por Antgono su
Jud, se vi precisado refugiarse con su faun castillo de Idumea.
milia y su riqueza en
Herodes
se
ahogaba en aquel rincn de
Cuando algunas
la
Arabia Ptrea.
tardes desde los altos torreones de su
inexpugnable fortaleza, con los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada torva, estendia sus sangrientos ojos por
aquellas soledades de estril arena y calcinadas rocas
zando un rugido desde
el
lan-
fondo de su agitado corazn solia
exclamar con bronco acento
Idumea! Idumea! Mansin de
los chacales, patria de
no eres mas que un esqueleto, y solo presentas
mis hambrientas fauces huesos que devorar pero yo necesito una tierra donde el hueso est unido la carne, para
los lobos, t
"
aplacar este apetito que
len!
me
consume.
Jerusalen!
Jerusa-
eres el plato que ambiciono en el festin de mis sue-
yo ser tu rey y t mi esclava sobre tus altivas torres
ondear mi pendn de escarlata y oro tus hijos besarn el
os...
polvo que levante la fimbria de mi regio manto
cellas cantarn
himnos de gloria ante
y tus don-
las aras de Sion,
por
su seor Herodes.
Por
fin el
fortaleza,
desterrado de
Idumea abandon una noche su
y arriesgando mucho en su atrevida empresa,
pas Egipto captarse la voluntad de Cleopatra.
Herodes habia calculado bien confiando sus ambiciosas
esperanzas en la reina de Egipto, tan clebre por su hermo-
sura como por sus crmenes.
Solo una pantera podia comprender los instintos de un
tigre.
Las hienas acuden siempre
los gritos
de los chacales.
Herodes, recomendado por Cleopatra Marco Antonio,
pas sin perder tiempo la orgullosa y degradada ciudad
de Roma.
El senado
resentido con Antgono porque habia pedido
EL MRTIR
168
auxilios los Partas, enemigos acrrimos de
Roma,
se
puso
de parte del ambicioso idumeo que llegaba las puertas del
Capitolio implorar su proteccin.
El viento de
la
fortuna comenz orear los dorados en-
sueos del verdugo de Beln.
Antonio apadrin
las ambiciosas aspiraciones de
Hero-
y accediendo los ruegos de la que mas tarde deba
compartir con l su tlamo nupcial y su sepulcro ofreci
su recomendado la corona tributaria de Jerusalen.
des,
Herodes
al
aceptarla se convirti en
el
primer esclavo
del Capitolio.
El Csar romano era desde entonces su seor.
Pero qu
le
importaba cuando iba sentarse sobre un
trono? Cuando sus sienes iban coronarse con
el
verde
laurel que entretejia el senado para sus favoritos?
Activo en demasa y anhelando el momento de su elevacin al trono, levant tropas sin prdida de tiempo, junt
con su oro legiones de mercenarios en
la ciudad del Tiber,
y acatando las rdenes irrevocables de Antonio di
do de sus tropas Verutidio favorito del Csar.
,
el
man-
y hambriento de venganza, sali con sus soldados de la corte de Roma, y se enca-
Hechos
los aprestos militares
min marchas forzadas pobre Jerusalen.
Antgono, avisado por un amigo de los preparativos de
Herodes y
el
favor que le dispensaba el Csar
aprest su
gente y se dispuso castigar la osada de sus enemigos desde
las altas murallas de la ciudad santa que debia maldecir mas
tarde el Mrtir del Calvario.
Herodes atac con
fiereza aquellos baluartes de piedra
acero que se colocaban ante
una
y
como un obstculo como
,
valla su ambicin.
La sangre
corri torrentes. Jos,
hermano
del sitiador,
exhal su ltimo suspiro en uno de los asaltos.
1
Por
fin el
cortesano de Cleopatra,
el
adulador del Capi-
tolio, el esclavo del Csar, entr triunfante
en Jerusalen, y
DEL GLGOTA.
el
guila
romana
169
fu colocada sobre el templo de Zorobabel.
Miles de habitantes perecieron bajo
el
sangriento
filo
de
las espadas de sus parciales.
Ni uno solo de
furor
sobre todo
Roma
Antgono se libr de su
tenian bienes que confiscar.
los partidarios de
si
Roma.
pedia oro, y Herodes era esclavo de
Queriendo entonces asegurar la corona sobre sus sienes,
repudi su mujer y se cas con
Mariamna,
tbulo, rey de Judea y prisionero en
nieta de Aris-
Roma, donde
fu lle-
vado por Pompeyo, su vencedor.
Tintas sus manos aun con la sangre del feroz degello,
corri al templo unirse con la bella
y joven princesa.
Los jerosolimitanos enjugaron por una orden de su nuevo
seor las lgrimas que enrojecan sus ojos, y se vieron precisados cantar y danzar en las fiestas reales que celebr el
tirano.
Un
una sentencia de muerte.
Una lgrima deramada costaba una cabeza.
Maquinador astuto y receloso, para mayor seguridad
concedi la lta dignidad de sumo sacerdote Aristbulo, su
rostro afligido era
cuado, pesar de sus pocos aos.
Aquel joven gallardo y querido de
desgraciado hijo del cautivo de
los israelitas, aquel
Roma,
habia nacido para
ceir la corona que le usurpara el esposo de su hermana.
El pueblo comenz demostrarle
el
amor que por l
sen-
y Herodes celoso de aquel cario que l no habia sabido
inspirar mand ahogar su cuado en un bao de Jerita
c, y fingiendo despus un dolor hipcrita por su muerte,
supo justificarse los ojos de los fariseos y altos dignatarios
de Jerusalen.
El senado de
Roma
atendi en esta ocasin
mas
los re-
galos del asesino que la justicia que reclamaba la inocencia sacrificada.
Jams monarca alguno sobre
la tierra
derram tanta
sangre inocente, ni dio cabida en su pecho tan bajas paTOMO
I.
22
EL MRTIR
170
siones,
como Herodes
el
idumeo, quien
la historia di el
dictado o'lorioso de Grande.
Fu poderoso careciendo de todas
ran y engrandecen
los
monarcas.
Cruel y sanguinario, se gozaba en
timas.
Hizo morir
le
al viejo
que hon-
las virtudes
el
dolor de sus vc-
Hircano, abuelo de su esposa,
el
cual
habia salvado la vida siendo gobernador de Galilea.
Los aos y
la alta dignidad de
Hircano no detuvieron
el
brazo de su ingrato asesino.
El
delito del
pobre anciano no era otro que
de sospe-
el
char su verdugo que habia recibido algunos dones del rey
de los rabes.
Su esposa Mariamna la princesa mas bella de su tiempo
y que poseia un talento nada comn muri asimismo asesinada por orden de su marido y poco despus cupo la misma
suerte Alejandra, madre de la desgraciada Mariamna.
Temeroso de que su hijo Felipo vengara su madre le
di muerte, sin que la voz de la naturaleza se levantara
,
para detenerle desde
el
fondo de su corazn.
El pueblo indignado viendo aquel
,
rio de
sangre que ha-
como un
cia correr
un brbaro opresor, comenz
campo de
espigas sacudido por dos vientos encontrados.
Herodes, protegido siempre por
agitarse
Roma,
cort aquellas
cabezas que se erguian ante su paso desafiando su poder.
Una corona
de laurel comprada en
oro del rico y la indigencia del pobre,
llena de remordimientos.
el
Capitolio con el
manchaba su
frente
Porque su vida era un remordimiento continuo.
Sus intranquilos sueos siempre se veian poblados de
fantasmas aterradores, de visiones horribles, que girando en
infernal tropel por su cerebro, le
amargaban
sin cesar
una
por una las sangrientas horas de su maldita existencia.
Herodes no tenia para oponerse
su pueblo
mas que
la abierta rebelin
sus sicarios, sus cortesanos
de
la secta
DEL GLGOTA.
171
baja, despreciable y reducida de los herodianos,
bir de su seor el oro
manos
llenas,
varle sobre el altar de Sion y adorarle
Los
fariseos, potentes
que
al reci-
habian pretendido
como
y atrevidos,
le
ele-
un Dios.
negaban el jura
mento de fidelidad.
Los indmitos Esenio$ seguian el ejemplo de los fariseos.
Los jvenes entusiastas, los valientes discpulos de los
doctores de la ley de Moiss, llenos de noble indignacin,
conspiraban desafiando la muerte, en mitad del dia, so-
ando siempre en
el
el delicioso
momento
de la venganza , en
venturoso instante de libertad.
Porque en Herodes slo veian un verdugo estranjero,
un enemigo cruel, y ansiaban exterminarle.
La vida del rey tirano de Jud era un continuo sobresalto.
El pual homicida le amenazaba por todas partes.
Un
dia corri de boca en boca la falsa noticia de su
muerte, y el pueblo encendi fogatas en seal de regocijo.
Herodes apag aquellas hogueras con la sangre de los
que habian tenido
En
el
atrevimiento de encenderlas.
mas fuerte de estas discordias civiles fu cuando los
reyes Magos llegaron Jerusalen preguntando por el rey de
lo
Jud que acababa de nacer, por
el
Mesas anunciado por los
profetas, por el salvador del pueblo de Israel.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
173
CAPITULO VIL
La carta de Roma.
Herodes habia trasladada Jerusalen
tumbres de
Los
la
el lujo
las cos-
ciudad de los Csares.
artfices griegos,
de cuyas obras tanto gustaban en-
tonces los patricios romanos, se veian con frecuencia contratados por el rey tributario para embellecer los salones
de su palacio.
Se hacia servir por un crecido nmero de esclavos etopes, de esos hijos de la
perros inmutables
abrasada Libia, que
como
el
fieles
como
los
bronceado color de sus mejillas,
adoran sus seorescomo los dioses paganos de sus templos.
Para contrarestar con
estos
tenia otros de raza siriaca,
de sonrosado ctis y dulce espresion.
EL MRTIR
174
Daba
el
nombre de
Cubculo su cmara, y el de Ginneo
la pieza destinada guardar las joyas y la corona real.
Cuando, rodeado de sus mercenarios, se entregaba los
placeres de
el
Chipre
Baco para ahogar en
los
vapores del Falerno y
complacia en invocar
los gritos de su conciencia, se
Homero echando
todos los dioses paganos del olimpo de
de mnos las libres bacantes de los bosques de Baya y el delicioso Creta que le servian en largos cuernos de plata cuando
celebraban sus embriagadores banquetes.
Durante su permanencia en Roma,
tumbres de
los libertos le
las sibarticas cos-
haban fascinado
y quiso trasla-
sus patricios se
darlas Jerusalen.
Roma era entonces
mundo
la seora del
hallaban hastiados de apurar goces.
Sus cortesanos tenian circos, teatros, juegos de palestra,
en donde
mosura;
por
el
ingenio podia lucir sus galas delante de la her-
ejercicios de
Marte, donde
el
valor era aplaudido
la belleza.
Contaba en sus tiempos ms 'de cien dioses quienes quemar incienso circos donde los gladiadores luchaban hasta
morir vencer alimentando el sangriento instinto del pue,
blo con tan brbaro espectculo.
La
vida era
all
un torrente de
placeres
un
delirio
em-
briagador, era un lujo gastarla.
Su afn
se reducia saciar los apetitos del
dndose por completo de
el
cuerpo olvi,
alma. La materia estaba sobre
el espritu.
La guerra y
el
amor eran
sus nicos desvelos, sus ocu-
paciones favoritas.
Las orgas su paraso terrenal.
El lujo su pasin dominante. Morir en
el
campo de ba-
con la espada en la mano, la mejor de las muertes, el
mas apetecido triunfo, la fortuna mas codiciada. El hasto,
talla
el
cansancio, los inseparables compaeros de sus viciados
corazones.
DEL GLGOTA.
175
Cmo, pues, trasladar Jerusalen ese desorden que
marca siempre la decadencia de un imperio poderoso?
La ciudad santa, serena y tranquila como el mar de Galilea en una noche clara del esto. La madre de los sobrios
descendientes de
Abraham y
de Jacob, cuyas modestas hijas,
despus de adorar al Dios de sus padres con la pura
sencillos corazones,
abandonaban
el
de sus
sagrado templo cubier-
to el pudoroso semblante con el tupido velo
y regresando
sus casas, se ponian hilar el lino y adorar los hijos que
habian criado con la leche de sus pechos.
Podia nunca ser una imitacin de
del
la
mundo,
la
Roma,
de esa sentina
ciudad santa, la pudorosa paloma del Jordn,
modesta Jerusalen?
Herodes nunca consigui la motamrfosis que
se
propo-
nia llevar cabo.
Esparta nunca hubiera sido Atenas, aunque todos los
tiranos del
mundo
se lo
hubieran propuesto.
El Glgota estaba destinado Jesucristo. Delfos Apolo.
Entremos en
el
palacio de Herodes y cruzando unos sa-
lones, nos hallaremos en
En un
un aposento lujosamente adornado.
lecho de marl, tendido sobre mullidos almoha-
dones de pao grana, se halla
Una mesa
el
rey de Jerusalen.
mrmol de Paros blanca como
la nieve que corona eternamente la cumbre del Sabino sostiene una lmpara de oro que tiene la forma de una guila
triangular de
con
las alas extendidas.
Una
de
luz clara
y viva
sale del pico del
animal
smbolo
Roma.
Una corona
de laurel, colocada sobre un pequeo cojin,
se halla junto la lmpara.
Herodes, apoyada su cabeza entre las manos como
si
quisiera ocultar su semblante, se agita convulsivamente,
vctima de los agudos dolores que
El rey
viste
un tnico
le
talar de
destrozan las entraas.
un
color
amaranto
el
EL MRTIR
176
cual se cie la cintura formando anchos pliegues por
un
cinturon de cuero con pequeas estrellas de plata.
Un
casquete negro bordado de oro, sujeto la coronilla
como un
solideo
cubra la parte superior de su abundante
cabellera negra poblada de speras canas.
Entre
los
enmaraados
rizos
que iban descansar sobre
sus hombros, brillan dos gruesos anillos de oro que cuelgan
de sus orejas.
La barba cana,
sus pobladas cejas, sus ojos hundidos
y chispeantes su color escesivamente moreno y su huesudo y arrugado semblante, le dan un aire de ferocidad in,
creble.
Basta mirarle para convencerse de que aquel hombre es
cruel
de que aquella naturaleza de acero puede
muy
bien
presenciar la muerte de toda su raza, sin estremecerse ni
mudar
el
color de su semblante.
Sus pies, estrem admente grandes, calzan la caliga ro-
mana sembrada de pedreras y botones de oro.
No muy distante de su lecho se hallan dos personas reclinadas perezosamente sobre ricos divanes de seda con franja
y bordados de plata.
Son un hombre y una mujer.
La mujer es Salom, hermana de Herodes;
ta aos
es
tiene
cuaren-
hermosa; pero sus facciones participan de la du-
reza de las de su hermano.
El hombre
Salom, de rostro dulce y
mirada fria, de estatura mediana y estremadamente blanco.
Ambos guardan silencio como si temieran interrumpir
es Alejo, esposo de
la silenciosa inmovilidad del
Alejo tiene en sus
monarca.
manos un
vez en cuando se levanta de su
Salom de
para derramar en un
rollo de papiro.
sitio
pequeo braserillo de plata polvos aromticos de yerbas del
Lbano, que llenan de grato y penetrante perfume la habitacin.
Luego todo vuelve quedar en
silencio
solo el agitado
DEL GLGOTA.
resuello del
idumeo
el
177
gemido de dolor que
se escapa de su
pecho, interrumpe de vez en cuando aquella quietud.
Por
fin
Herodes
se
incorpora un poco sobre sus almo-
hadones.
Aquel movimiento ejecutado por
los esposos favoritos
que
el
seor
pone en pi
le asisten.
El asesino de Hircano aparta
las
manos de su
rostro,
y
separando algunos mechones de grises cabellos que caen por
su torvo semblante, lanza una mirada feroz en torno suyo.
Aquellos ojos parecen los del tigre que busca una presa
que devorar.
Su rostro
se vi
alumbrado entonces por
la brillante luz
de la lmpara.
Por su ancha y tostada frente cruzan multitud de arrugas.
A travs de cada una de ellas se oculta un crimen se
agita un remordimiento.
,
Sus pmulos abultados, su nariz corva, su irsuta barba y
sus pequeos y vidriosos ojos, le dan su semblante una espresion de ferocidad que enfriaba la sangre del que tenia la
desgracia de contemplar incurrir en su enojo.
Sesenta aos se sepultan en aquella naturaleza embotada
de crmenes.
Su vejez es repugnante, asquerosa.
Redondas y amarillentas manchas salpican su
emanaciones mortferas de la terrible enfermedad que
sume
aquellas
dos de devorar
modo
manchas parecan
el
los
crmenes que
rostro,
le
con-
cansa-
corazon, salan la cara para que de este
como su alma.
Herodes, despus de haber abarcado con una mirada
fuese tan feo su semblante
re-
celosa y cobarde todo cuanto le rodeaba, la detuvo en la co-
rona de laurel que
se hallaba sobre la
mesa, y luego de con-
templarla algunos segundos exclam con acento cavernoso
y como
si
Mis
hablara consigo mismo
hijos quieren ceirse
cuanto antes mi corona...
L.os
empricos de esta ciudad ingrata son sus cmplices... Oh!
TOMO
23
EL MRTIR
178
maana
Si
vivo,
si
impotente para conmigo,
la ciencia es
yo mandar colgar de
mi palacio toda esa
los prticos de
caterva de avaros vendedores de salud que dejan su rey
morirse en un ricon de su cmara.
Y luego,
Lo
dirijiendo la palabra su
oyes Alejo? Maana, que no te se olvide, quiero que
ahorques todos los mdicos
te,
porque
la ciencia es
impoten-
porque sufro mucho, mucho; estos dolores son
terribles;
creo que tengo
y otro en
me
cuado continu:
el
un
spid en el estmago
cerebro que
me
otro en el corazn
roen y roen sin cesar: de qu
sirve ser rey sufriendo tanto?
Salom, cojiendo entonces un frasco de plata, derram
algunas gotas en una taza del mismo metal y fu presentrsela su
Esto
hermano
calmar, bebe, hermano mi.
te
El enferm cogi
da
al lquido
Ya
diciendo:
que
le
la taza
presentaban
me
que t no
y despus de lanzar una miradijo
con pausado acento:
hars dao, porque tu
y tu esposo tambin: vosotros
pagaros
sois
vuestros servicios; all
mi nica
me
quieres
familia; yo deseo
veremos; y apur
el
conte-
nido de la taza en un solo trago.
Pero
mis hijos, continu, que estn en
Roma, porqu
no sacrifican de buena voluntad una gallina negra en
tar de Esculapio para que yo recobre la salud?
Tus
el
te
hijos,
dijo Alejo
lecho del enfermo
acusan ante
el
el
al-
con gravedad acercndose hci
en vez de anhelar tu restablecimiento',
Csar Augusto.
Queme acusan! repuso Herodes sentndose en la cama,
y de-qu?
Este
papiro te enterar; y Alejo present
tenia en la
Herodes
rollo
que
mano,
se acerc
cuanto pudo la luz de la lmpara
desarollancio el papiro
murmur:
Veremos qu reclaman mis
su padre.
el
queridos
hijos
contra
DEL GLGOTA.
Una
179
sonrisa infernal cruz por sus labios al decir estas
palabras.
Luego recorri con la vista las lneas escritas, diciendo
terminar, con un acento estrao y cruel:
al
Ah!..
Me
Csar de sanguinario y cruel;
dicen que he matado sin mas motivo que por el placer de ma-
acusan ante
el
madre Mariamna y su abuela Alejandra; y como
soy un rey tributario, Augusto me dice que vaya defenderme en persona ante el senado... Ir.,, ir, hijos mios,
tar su
pero ay de vosotros
Dos rayos de fuego brillaron en
las pupilas de
Herodes
al
decir estas palabras.
Sus dientes produjeron un ruido grio y estrao al chocar
los unos con los otros impulsados por la rabia y sus descar;
nadas manos estrujaron aquel rollo de papiro que reclama-
ba justicia desde Roma.
Hermano
mi, exclamo Salom con voz dulce y cariosa, olvida tus hijos y al Csar, piensa solo en tu salud.
Tiene razn
.
Salom... Alejo no debia haberme entrega-
do esta carta; y Herodes la arroj ljos de
muestras de desprecio.
con marcadas
Era del emperador, contest bajando la cabeza su cuado.
S, el emperador me ha empujado para escalar el trono'
que ocupo pero yo
;
he mandado montones de oro buena
le
cuenta. Soy pues el rey de Jud y solo yo administro justicia
en la tierra que es mia. Si crmenes he cometido razn
,
tendra para
ello...
pero yo ir
Roma
defenderme cuan-
do pueda... Qu puedo yo temer de mis hijos rebeldes?..
Nada. Si Augusto desoye mis razones y
ces... lucharemos, y Dios decidir.
Un esclavo
los protege,
enton-
negro como una gota de tinta y ricamente vestido, apareci entre las cortinas que cubran la
.
etope
puerta de la estancia.
Qu
quieres, Cingo, le pregunt Herodes, necesita de
su seor mi esclavo favorito?
EL MRTIR
180
Veru tidio
el
romano, general de
liberto
las legiones es-
tranjeras, dice que tiene precisin de hablarte.
Verutidio es mi amigo predilecto
mo: no
pero yo estoy enfer-
quiero nada, lo oyes? Quiero descansar, estar solo.
Eso le he
dicho, seor; pero se ha obstinado en entrar,
diciendo que era de alta importancia lo que tenia que
comu-
nicarte.
Que
pase, pues, ese
importuno adorador de
que nunca ha depositado una paloma en
la Cibeles,
los altares de la cas-
y que no tiene compasin de su doliente soberano.
Herodes dijo estas palabras en tono de mofa, y el etope
tidad
comunicar la orden de su seor.
Poco despus entraba el general romano en la cmara,
del rey judo, y ste le tendi una mano que bes el liberto,
mas por ceremonia que por respeto.
Su aire era marcial; altivo su semblante, y rico el manto
que sujetaba un grueso florn de oro incrustado de diamansali
tes colocado sobre el
hombro
izquierdo.
Verutidio coji con desfachatez un mullido almohadn
que coloc cerca del lecho del rey, y sentndose en
m haciendo antes un saludo
Marte en
la guerra,
Apolo en
l excla-
la paz, protejan al
amigo
y aliado del Csar mi seor.
Ellos te oigan, le contest Herodes y luego continu
qu importante misin te conduce hasta mi estancia?
;
Rey de Jerusalen
deja tu lecho, olvida tus dolencias,
porque en tu ciudad acaban de penetrar tres reyes Magos
seguidos de un brillante squito, que guiados por una estreque vienen en busca del Rey de Jud, del Mesas
anunciado por los profetas que acaba de nacer.
Herodes se estremeci, y deslizndose de su lecho qued
lla, dicen
en pi
al
lado de Verutidio.
Salom y Alejo
se acercaron
para sostenerle; pero
l les
rechaz, y cogiendo una varita de metal que tenia oculta
bajo de un cojn de su cama, cli dos fuertes golpes sobre una
DEL GLGOTA.
181
plancha de acero, la cual produjo dos sonidos agudos y vibrantes que fueron perderse por los dilatados mbitos del
palacio.
Inmediatamente Cingo, seguido de una multitud de es-
como por encanto en
clavos, aparecieron
la
habitacin
del rey.
un africano,
negro como las alas del cuervo, fornido como un atleta.
Para aquel hijo del lago d Schiat, no habia mas Dios,
mas ley ni mas pasin que su seor.
El monarca de Jerusalen amaba su esclavo como un
miembro de su cuerpo; Cingo era su brazo. Algunos enemigos de Herodes intentaron comprar la fidelidad del feroz
Cingo,
africano
la
esclavo favorito de Herodes, era
que dormia
mano
el
puesta en
como un perro
leal
el
;
los pies del lecho de su seor
mango
de su cuchillo y
Cuando Herodes le
oido atento
las
aguas del mar.
vio aparecer en la puerta de su cmara
pues sabia que para llegar
con
pero solo habian comprado su muerte,
porque Cingo era incorruptible como
se sonri
el
era preciso antes
pasar por encima del cadver de Cingo.
El
Mumeo
El esclavo
le
hizo
se inclin
Dnde
un ademan indicndole que
esperara.
en seal de acatamiento.
estn esos reyes que dices? Pregunt Herodes
Verutidio.
Han
levantado sus tiendas junto los derruidos prticos
del palacio de David.
Cingo,
enciende las teas resinosas, rene mis hero-
dianos y treme esos estranjeros.
Cingo
sali
seguido de los esclavos.
Alejo, tu rene
los
sumos sacerdotes y
escribas dla
ciudad, esos sabios conocedores dlas profecas hebreas, y
los conducirs esta pieza.
Alejo obedeci sin decir una palabra.
T,
mi bravo Verutidio, junta tus legiones, y acmpalas en los prticos de mi palacio y t mi querida herma;
EL MRTIR
182
na,
mi buena Salom, consulta
los
mdicos de la ciudad
sobre la salud de tu pobre hermano.
Todos partieron ejecutar
las rdenes del seor de
Je-
rusalen.
qued solo, y despus de una breve pausa
durante la cual permaneci inmvil como si estuviera claHerodes
vado en
la
se
alfombra de su habitacin
dejndose caer en su mullido lecho
un suspiro y
murmur estas pa,
lanz
labras:
Qu Rey
ser ese que acaba de nacer?... Oh, pobre de
cae en mis manos!
Y luego
mano
si
la
corona que se hallaba en la mesa de mrmol, continu:
esta corona es
de l
sienes!
si
la
estendiendo la
mia, solo desearla cuesta
mira con codicia
si
la cabeza.
sobre
Pobre
quiere arrancarla de mis
DEL GLGOTA.
183
CAPITULO TUL
La semana de
Daniel.
Herodes turbse en
salen con
Una hora mas
l.
mismo y toda
Evangelio.
Jeru-
tarde Cingo volvi entrar en la cmara
de su seor.
Dnde estn esos estranjeros? Le pregunt.
La luz del alba les hallar la puerta de tu real
contest Cingo con
Qu
gente llevan?
Poca,
seor: basto yo con los esclavos de tu casa para
esterminarlos,
si
te place.
Herodes respir.
De
palacio,
un laconismo admirable.
dnde vienen?
EL MRTIR
184
Dos
de ellos de Persia Seleucia
Oriental, segn
me han
el
otro de la India
informado sus soldados.
Con que es decir que
los patriarcales persas
no quie-
ren abandonar sus tiendas durante la noche?
El dia no est lejos.
Herodes
se desliz de la
cama
ventana la abri para mirar
Est
y encaminndose una
al cielo.
bien, dijo: pero aqu no estamos bajo los arcos de
campana de los Suplicantes que
anuncia con su timbre sonoro que un hombre pide justicia
su seor. Aqu estamos en Galilea yo soy el rey de Jerusa-
su palacio; no pende la
len y puedo castigar su desobediencia.
Herodes mientras decia esto se paseaba ocultando su agi-
tacin por la cmara.
Cingo
inmvil como una roca de los Alpes
su mirada las evoluciones de su seor
segua con
esperando una orden
para ejecutarla.
Una
puerta secreta se abri dejando un hueco en las pre-
ciosas tapiceras.^
Su
chirrido imperceptible' hizo que Herodes volviera la
cabeza con rapidez, porque por todas partes veia
el
pual
del asesino.
Cingo empu el mango de la ancha cuchilla que pendia
de su cintura, y avanz dos pasos.
Alejo apareci entonces en la puerta.
Esos
hombres esperan tus rdenes,
dijo dirijindose
su cuado.
Poco despus Herodes con la corona de laurel sobre su
frente, y afectando una tranquilidad de espritu que no sen,
ta
se hallaba
rodeado de los doctores de la ley y los prnci-
pes de los sacerdotes.
Absortos los nobles ancianos ante su rey sin poderse esplicar la causa de aquella reunin, esperaban sentenciosos
y .graves
acertar.
oir de
boca de su seor
lo
que
ellos
no podan
DEL CLGOTA.
185
Despus de una ligera pausa, durante
la cual
procur leer con una mirada escrutadora en
el
Herodes
corazn de
aquellos ancianos, dijo con dulce acento y la sonrisa en los
labios:
Ilustres sabios,
sagrados
sacerdotes que trasmits
vuestros pueblos las profecas de los profetas ,
mado
tal hora
mi palacio
es
si
os he lla-
porque en Judea, yo vues-
tro rey, soy el primer subdito de las sagradas leyes de
Moi-
y deseando rendir vasallaje vuestro Dios invisible,
quiero preguntaros: en qu lugar debe nacer, el Mesas?
ss,
Los sabios conocedores de
que absortos ante
las
la inesperada
Sagradas Escrituras
pregunta
aun-
respondieron sin
vacilar
En Beln de Jud.
Herodes
instantes
se
turb en
como aturdido y
mismo
sin saber
permaneciendo algunos
qu decir pues aquellas
,
profecas que veia casi realizadas le desorientaban.
Los ancianos de
Israel se apercibieron del efecto
que su
respuesta habia causado al tirano de Jerusalen, y deseosos
de sujetar al favorito de los romanos, uno de ellos continu
modo
Herodes
de este
sbelo,
ya que segn
dices eres el primer sub-
dito de la ley de Moiss.
La semana
del profeta Daniel se halla
prxima espirar.
Los dias del Mesas^ nuestro Salvador, estn cercanos. La
aurora
feliz
que debe alumbrar con sus templados rayos
libertad de los descendientes de las doce tribus de Israel
comienza asomar su refulgente disco en
el cielo
la
ya
de Pales-
Las profecas van cumplirse, y Jehov dirije sus
compasivos ojos sobre la tierra de David, y hace nacer la
tina.
estrella de
Jacob en Oriente.
estas palabras profticas
pronunciadas por
el
mas an-
ciano de los jueces, siguieron algunos instantes de sepulcral
silencio.
La duda y
TOMO
I.
el
miedo luchaban en
el
corazn del monarca,
24
EL MRTIR
186
que no encontrando palabras con que responder aquel augurio se habia encerrado en un vergonzoso silencio.
,
Por fin, sacudiendo
mude estas palabras:
Gracias
sidad
las ideas
sabios doctores
que me preocupaba
que
subyugaban tarta-
le
habis complacido una curio-
hace algunos
dias.
Jehov cumpla
vuestros deseos: ahora podis retiraros.
Nosotros contestaron
,
hasta que
los sacerdotes,
somos tus sbditos:
Mesas aparezca entre los hombres
el
manda y
sers obedecido.
Estas palabras podian tomarse por una amenaza, pero
Herodes, no
comprendi
lo
as,
preocupado con
del nuevo Rey de Jud que acababa de nacer ,
la idea,
no quiso hacer
caso de aquel insulto que le arrojaban al rostro sus subditos.
Los hebreos
cmara de su
Herodes
se
saludando respetuosamente
salieron de la
rey.
qued
solo.
Por su mente pasaron en
tropel
tomando forma
las
pro-
fecas de los sacerdotes.
Vi
al
Mesas
al
nuevo Rey de Jud, llevar triunfante
su glorioso estandarte desde
Oriente al Ocaso. Record
innumerables vctimas sacrificadas en
las
altar de su
el
desmedida, ambicin para consolidar su poder, y gruesas
gotas de sudor comenzaron deslizarse por su rugosa frente
La sangre
ilustre de los
Macabeos habia corrido en arro-
yos durante su monarqua.
El carro de hierro del despotismo habia paseado en triunfo
su orgulloso seor por los dilatados confines de Jud
aplastando bajo su peso los descendientes de Abraham.
Montes de oro depositados
los pies
de
Roma
para con-
quistarse su proteccin, haban cruzado los mares de Escaln
Gaeta.
Sus
bajo
amigos y parientes sacrificados
hacha la menor desobediencia.
hijos, su esposa, sus
el filo
de su terrible
Perdida su alma, su honor, su reposo.
'DEL GLGOTA.
Ver eternamente en sus sueos
187
las
ensangrentadas som-
bras de sus vctimas.
Oir sin cesar por todas partes la maldicin de su pueblo.
Sentir en su cuerpo la maldicin de Dios con los terri-
y prolongados padecimientos de una enfermedad mortal.
Y todo esto para qu?
bles
Un Rey
de la descendencia de David acababa de nacer.
y vengador
ese rey poderoso
se iba levantar delante
y espulsarle de su trono como un leproso inmundo.
Esto pensaba Herodes midiendo grandes pasos su
de
l,
cmara.
El sanguinario idumeo tenia miedo
verdugo en
Oh!
los ltimos
No
y ese miedo fu su
aos de su vida.
exclam con reconcentrado furor, de-
ser!...
tenindose delante de la corona
cuyas hojas brillaban los
rayos claros de la luz que despedia la lmpara.
sers
mia, y solo mia, hasta mi ltima hora!... Y si es preciso
para eso sacrificar la raza israelita yo armar mis legio,
nes
mis lanzas tracias
mis valientes germanos ; mis nobles
aliados saldrn de Jerusalen
las
trompetas de degello
anunciarn su ltimo instante.
S
yo os esterminar como Nabucodonosor: ni
tos del valle de Josafat se
han de
librar de
los
muerr
mi furor; dicen
mar Muerto se form sobre las ruinas de Sodoma y
Gomorra con la lluvia de azufre y fuego que el cielo indig-
que
el
nado lanz sobre
ellas;
pues bien, la arenosa Palestina con
la sangre de sus soadores hijos se convertir antes de
cho en otro mar que denominarn
mar
bre de
los venideros
con
el
munom-
de sangre.
Herodes
como
si
hubiera agotado las ltimas fuerzas
de su enfermizo espritu, se dej caer desplomado sobre un
almohadn, contrado
semblante y tembloroso el cuerpo.
De esta abatida situacin vino sacarle su esclavo
Cingo.
Los
el
estranjeros esperan, dijo con su habitual laconismo.
EL MRTIR
188
Vienen
sayo
solos?...
Pregunt
el
idumeo girando en torno
los recelosos ojos.
As
has mandado.
lo
Tu
orden es ley para m, respon-
di el esclavo.
Cingo amigo... T amas tu seor, y
tu seor no ha de olvidar en su ltima hora, que no est lejana,
lo
Mi
eres bueno,
que
te debe.
muera y me vers expirar
vida es tuya: dime que
sereno tus plantas.
El rey estendi una mano Cingo que
ste bes
con
respeto.
Era
tal
Qu
vez
el
nico ser que
respondo
le
los caldeos?
amaba en
Palestina.
Volvi decir
el
esclavo
despus de una ligera pausa.
Herodes
cama y fu colocarse delante
y cogiendo una redoma y una esponja, co-
se desliz de su
de un espejo,
menz teirse
los cabellos
la barba,
que adquirieron
instantneamente una brillantez y un negro admirable. (1)
Esos caldeos podran despreciarme viendo mis canas;
porque
los viejos
son dbiles... Es preciso engaarles
no es
verdad, Cingo?
El esclavo
Cuando
se inclin.
idumeo vi terminado su tocador, una sonrisa
de satisfaccin asom sus labios.
Ahora
el
soy otro hombre... Que entren, pero que entren
solos, sin sus soldados, lo oyes? Ellos solos.
Cingo
sali.
Herodes, procurando serenar su semblante despus de ce-
y colocar sobre sus hombros un rico y lujoso
manto romano, fue sentarse en uno de los divanes toman-
irse la corona
do una actitud noble, majestuosa.
Magos aparecieron en la puerta de la cmara-, Herodes era otro hombre del que acababa de verse
Cuando
los tres
solo con su conciencia.
(1
Flavio Josefo, Guerra de
los judos, libro I,
captulo XVIII.
DEL GLGOTA.
Antes de hablarles
to
como
si
les
189
estuvo observando con detenimien-
quisiera leer en sus corazones.
Los Magos
que con
haban saludado
al
los brazos
cruzados sobre
el
pecho
seor de Jerusalen, esperaban sus rde-
nes junto la puerta, inmviles y silenciosos.
Cingo
leia
en los ojos de su
amo y
,
fu ocultarse con
algunos compaeros de su esclavitud entre los anchos plie-
gues de las colgaduras de la puerta.
All esperaba
con
la
mano
puesta en la .empuadura de
su pual una orden de su amo.
Herodes por
fin se diriji los
Magos
diciendo con pau-
sado y melifluo acento
Pasad y sentaos, ilustres estranjeros.
Los peregrinos de
rusalen.
la estrella
obedecieron
al
reij
de Je-
LIBRO CUARTO.
CAMINO DE EGIPTO.
Un ngel
13.
del Seor apareci en
sueos Jos y le dijo: levntate y toma
al Nio y su Madre, y huye Egipto y
estte
all
hasta que yo te diga; porque
ha de acontecer que Herodes busque
al
Nio para matarle.
14.
Levantse Jos, tom
su Madre, de noche,
al
Nio y
y se retir
Egipto.
15.
te
Y permaneci all hasta
ia
muer-
de Herodes para que se cumpliese lo
que Labia hablado
el
Seor por
el
profeta
Osaias que dice: de Egipto llamar mi
Hijo. (Evangelio de San Mateo, captulo II.)
EL MRTIR DEL GLGOTA.
193
CAPITULO PRIMERO.
Los cuatro
reyes.
El se inform minuciosamente,
Nio, sino de
la estrella. -(S.
no del
Juan Cri-
SSTOMO).
Sabios de Irn que habis llegado mis tierras en busca
de un Rey que acaba de nacer, yo os saludo. Dijo Herodes
despus de contemplar un breve momento los caldeos.
Los discpulos de Zoroastro los gentiles adoradores del
,
sol
se inclinaron respetuosamente,
y Gaspar,
el
mas
viejo
de los tres, y conocedor de la lengua hebrea, dijo:
La. esperanza
de encontrar ese Rey, nos trae desde
las orillas del Tigris tu
TOMO
I.
ciudad, que los dioses protejan;
25
EL MRTIR
194
pero nuestras esperanzas se desvanecieron como un sueo.
No os comprendo
caldeos
respondi Herodes que con
melosas palabras y hbiles giros queria saber cmo habian
llegado aquellos reyes sus tierras pero siempre he admi;
rado los sabios de Persia. Por qu, pues, no habis veni-
do kospedaros en mi palacio que es
el
vuestro? Por qu
habis levantado vuestras tiendas antes de verme, en los derruidos prticos del
Dios
el
Rey
de los Cantares?
gran Peregrino del
cielo
tiene su tienda en el
hemos
sol: nosotros, mortales peregrinos de la tierra,
vantado nuestras tiendas junto
vid,
al
le-
derruido palacio de Da-
porque de ese tronco ha de nacer
el
Salvador de
Israel.
Por
suerte de
Lo
ventura los ilustres babilonios
un pueblo que no
que
se
interesa la
anuncia
humanidad
les
intersala
es el suyo?
los
hombres con signos
del cielo,
entera.
Se os ha anunciado vosotros de ese modo?
Balaan predijo una estrella que debia aparecer
poca del nacimiento deun Gran Rey,
el
en la
cual estaba des-
tinado pasear su vencedor estandarte desde
el
Oriente al
Ocaso.
Pero esa estrella no la hemos visto en Jud: mis sabios
nada me han dicho. Cmo, pues, me esplicais una cosa tan
estraa?
Cmo, pues,
el
Dios invisible de los hebreos,
verdadero Jehov, se anuncia en la tierra de los paganos
no en
el
,
la de sus fieles?
Nadie puede
esplicar los incrdulos las misteriosas re-
velaciones del Creador del universo.
La f
no
falta
Herodes.
Entonces cree que
ese
hermoso astro ha brotado en
Oriente.
Durante la noche?
Noche y
dia ha brillado sobre las cabezas de nuestros
dromedarios, guiando con su misteriosa luz nuestros incier-
DEL GLGOTA.
15
tos pasos, travs de la arenosa Palestina, desde Seleucia
Jerusalen.
Enseadme
punto del cielo en que se encuentra esa
el
estrella, quiero verla.
Es
imposible
hermoso astro nos ha abandonado
el
al
divisar los altos minaretes de tu ciudad.
Y qu auguris vosotros de esa desaparicin?
Que
aqu ha nacido
Y para
Rey que buscamos.
qu queris encontrarle con tanto empeo?
Para depositar
orillas de
el
sus plantas oro fino
recogido en las
Nnive la grande, como a un prncipe; mirra
como
hombre, incienso como Dios. Besar sus santos pis,
y adorarle como
rendirle vasallaje
se
merece un Anunciado
de los cielos.
Sabios caldeos, yo admiro vuestra ciencia, yo respeto
vuestra
f.
Nada
es tan
grande para Herodes sobre la
tierra,
como un sabio... Ya que el destino os conduce por fortuna mi palacio, perdonad si mi ignorancia
despus de Dios,
os molesta pidindoos pormenores acerca de esa estrella que
habis seguido hasta Jerusalen.
Herodes, hbil,
poltico, fingi aquella
admiracin, aquel
acatamiento la ciencia, porque quera saber de los mismos
Magos todo
lo acaecido desde su salida de Seleucia.
Sagaz y astuto
procur que no entendieran los rgios
estranjeros el sangriento plan que bulla en su cerebro.
Sabia que los reyes de Persia lo primero que aprendan
en su infancia es decir la verdad. (1)
La mentira se tiene como un oprobio
cha hedionda que empaa
la sangre
el
como una manblasn de los ca-
balleros.
Seguro Herodes de
(1
los persas, desde la
sean tres cosas
porque
lo
lo verdico del relato
montar
edad de cinco aos
los veinte
oir
de
solo se les en-
caballo, tirar al arco, y decir la verdad;
mas vergonzoso para
contraer deudas.
que iba
ellos
es
mentir
y despus de
la
mentira
EL MRTIR
195
los caldeos, se
propuso sacar armas para su plan de todos
pormenores.
los
Gaspar esplic cientficamente
la ley invariable
que rige
los globos celestes.
Le
hizo
comprender asimismo que
el
por la estrella que habian seguido hasta
rumbo marcado
all
era estrao y
sobrenatural.
Dijo que nunca en las regiones celestes se habia visto
un
astro de las dimensiones y brillantez de aquel que les tenia
preocupados.
Herodes escuch con profunda atencin
las palabras de
Gaspar.
Amable y zalamero mas de una vez mostrse asombrado
,
ante las profundas palabras de los reyes.
Mientras tanto los Magos nada sospechaban.
todos esos sabios que ilustran al mundo con sus
Como
luces, eran buenos ingenuos,
y en sus corazones nobles
y generosos no daban cabida la desconfianza y la malicia.
El idumeo les habia tendido un lazo y satisfecha su curiosidad despidi los reyes de un modo corts y zalamero
,
dicindoles
Id
Nio y cuando le habris
hallado hacdmelo saber para que yo tambin vaya adorarle y
a informaros exactamente de
ese
celebrar
un banquete de nacimiento usanza de vuestro
pais. (1)
Los Magos salieron del palacio de Herodes encantados
del bondadoso carcter del protegido rey del capitolio.
Bajando la escalera, Gaspar dijo sus compaeros:
Si el rastro de sangre humana que enrojece la tierra de
Israel nu le hiciera un asesino despreciable, creera que este
hombre no
es lo
que dicen.
Los persas celebran el dia de su nacimiento de un modo estrao;
los ricos se hacen servir un caballo, un
de^ abundantes manjares
buey, un camello un asno enteros asados en un horno. (Herodoto).
(
despus
DEL GLGOTA
Apenas
los persas
197
habian abandonado la cmara del rey
de Jud, abrise una puerta, y apartando una mano invisible las colgaduras que la cubran, asom por ella una ca-
beza cubierta de blondos y suaves cabellos negros, cuyo
risueo y espresivo semblante contrastaba con la torva y
taciturna faz del rey tributario.
El nuevo personaje que
en
el
as se
dormitorio del verdugo de
introduca sin anunciarse
Mariamme, era un nio de
doce catorce aos, de altivo y hermoso semblante.
El traje romano que vestia sentaba perfectamente su
es-
belto talle.
pesar de sus pocos aos, colgaba
el
arco de su brazo,
y la espada corta de su cintura.
guarnecida de prpura caia con ma-
la aljaba de sus espaldas,
La toga pretesia
jestad sobre
el
(1)
cuerpo del adolescente, dejando adivinar bajo
sus anchos pliegues la naciente musculatura de
Su
frente era altiva, su
un
atleta.
mirada serena y majestuosa, y
travs de la fina epidrmis de su rostro veanse las azuladas
venas por donde circulaba su sangre real.
Este nio se llamaba Achiab y era uno de los innumerables nietos de Herodes.
En la
Roma
familia se llamaba
el
Favorito; se habia educado en
con -la esplendidez de un prncipe
abuelo, qu
le
amaba de un modo
espensas de su
indecible, avivando con
este cario los celos de sus hijos , y en particular de
Arche-
lao, padre de Achiab.
taban
En Roma
los jvenes,
la toga pretesta;
hasta la edad de diez y siete aos, no se qui-
pero al cumplirlos se ponan la viril, enteramente
blanca, saliendo de la vigilancia de sus superiores.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
199
CAPITULO H.
Achiab.
Grande tuvo nueve mujeres, veinte
nmero mas considerable aun de nietos.
Herodes
el
hijos
y un
Doris fu repudiada y desterrada de Jerusalen, donde
Mariamme.
misma fortuna Maltaca PaOlimpiada, Fedra, Elpide, Roxana, Salom y otras
solo podia entrar en los dias festivos por
Sucesivamente
lada,
les
cupo
la
dos cuyos nombres no recordamos.
Estas esposas, arrojadas villanamente del palacio del
monarca, lloraron en sus destierros la indiferencia del brbaro idumeo, estrechando sus hijos contra sus pechos heridos por el dardo cruel de la infidelidad de su esposo.
.
Un
dia las lgrimas se agotaron , y el deseo de venganza
EL MRTIR
200
broto robusto y animoso en los pechos mujeriles de aquellas
ex-reinas postergadas.
Aquellos ojos enrojecidos por
el llanto, buscaron con cocorona
para
sus
hijos:
dicia una
vieron la de Herodes, la
que todas tenian un derecho
y entonces con las manos,
comenzaron acariciar el pual
,
aun por la rabia
la pcima que debia vengarlas y exterminar al tirano.
Herodes vi el peligro que le amenazaba; tuvo miedo su
numerosa familia; vi cien puales sobre su cabeza prontos
crispadas
descargar el golpe fatal
y se dijo
Matemos: los muertos no se vengan.
Sin embargo, era preciso buscar un pretesto p&ra
,
discul-
parse los ojos de Csar, su aliado, y de Israel, su esclava.
Entre
las princesas repudiadas
Mariamme
era la
mas
te-
mible por su claro talento y su deslumbrante belleza.
Mariamme fu acusada de haber mandado un retrato
Marco Antonio con quien
,
se la
supuso en relaciones amo-
rosas, y fu muerta.
Poco despus su hijo Alejandro, el mas querido de el
pueblo hebreo el mas propsito para ceirse la corona,
sufri la misma suerte de su madre.
La sangre derramada comenz espantar los sueos del
verdugo de Israel la desconfianza s encarn en su alma y
,
solo se rodeaba de esclavos fieles
los que enriqueca su
miedo.
Tres eunucos que no se apartaban nunca del lado del rey,
llegaron ser sus favoritos.
Ratt que cuidaba de su comida, y Fararax-(l) de su cama.
La familia de Herodes vi que aquellos tres servidores
Siloe su copero,
formaban un muro impenetrable ante
y
los
(1
le
el
cuerpo del tirano,
compr.
Este eunuco dorma abrazado Herodes cuando los terribles miedos
asaltaban durante la noche.
DEL GLGOTA.
Cingo descubri esta venta
destinada
como
201
misma noche que estaba
la
la ltima de su seor.
Los eunucos sufrieron
tormento y declararon la cons-
Mariamme,
piracin. Alejandro, hijo de
era
el jefe,
mu-
con sus cmplices.
ri
Mas
libro
tarde,
como ver
cayeron bajo
seis hijos
que
cuchillo sangriento de Herodes
el filo del
mas.
El tirano quiso ahogar
cia,
lector en el trascurso de este
el
le
gando toda
Muchas
el grito
incesante de su concien-
recordaba su crueldad para con sus hijos, prodiclase de cuidados sus nietos.
veces, en la prolongada agona de sus ltimos
aos, hizo que aquellos nios que su
hurfanos rodearan su lecho
mano
se entretena
habia dejado
en disponer los
matrimonios de aquellos infantes para mas adelante.
Entre sus nietos,
el
favorito era Achiab, hijo de
Arche-
lao, quien destinaba la corona de Jerusalen.
Solo siete personas rodeaban al rey: Salom
su.
hermana;
Alejo, su cuado; Cingo , su esclavo; Verutidio, general
y Ptolomeo,
legionario: Archelao su hijo,
viejo
guarda-
sellos.
Despus de estos
dos
como enemigos
todos los habitantes de Israel eran tenisi
se esceptan los soldados
mercenarios
los viles herodianos.
Para Herodes
El ltimo de
Hechas
en
el
la vida era
un sueo de muerte.
mas feliz que su seor.
los sbditos era
estas aclaraciones,
volvamos encontrar Achiab
momento que penetra en
Gracias
dijo el
Marte que
te
la
cmara
del rey.
dejan solo, querido abuelito;
mancebo entrando precipitadamente en la habitacin.
Herodes volvi
una sonrisa en
Cmo me
el
la
cabeza
al
ver su nieto apareci
sus lbios.
encuentras? Le pregunt con aturdimiento
nio, dando una vuelta en redondo para que
le
mejor.
tomo
20,'
viera
EL MRTIR
202
Ests
hecho un capitn
riel
Csar. Pero qu vienen
esos aprestos militares en tiempo de paz?
nas tu lecho antes de que
el sol
Por qu abando-
tum-
salude con sus rayos las
bas del valle de Josafat?
Si
Y
me prometes no
el
enfadarte conmigo voy decrtelo.
joven se detuvo, temeroso de que su abuelo
le re-
prendiera por lo que iba revelar.
Habla
y nada temas
condescendiente contigo.
Pues
Achiab
ya sabes que soy harto
bien, seor: Cingo, tu esclavo favorito, es
muy
amigo mi desde que t le nombraste mi maestro, y yo te lo
agradezco, porque Ptolomeo, el viejo guarda-sellos de tu
corona, maldito lo que me enseaba: urao y regan
jams clavaba una saeta en el blanco nunca puede desarmar
un esclavo, -y siempre que ha prentendido montar tu yegua siriaca, el ardiente animal lo ha arrojado por las orejas.
,
Dme
abuelito
cuando tenais
guerra
era
valiente
Ptolomeo?
Herodes
el
feroz verdugo de Beln
era dbil ante aquel
nio como Sansn los pis de Dalila.
Ptolomeo es un servidor el, y te prohibo
que
le
quie-
ras mal, le respondi con dulzura Herodes.
-Pues entonces dejemos tu guarda-sello. Hoy no quiero que te enfades conmigo; y volvindote hablar de Cingo,
el
el
cual viendo ayer que clavaba cuatro flechas seguidas en
blanco, exclam dando una patada en
de Jpiter Olmpico
prncipe mi
el suelo.
Por vida
que de todo corazn sien-
ahora que con tanta rapidez adelantas en
to dejarte
el ejer-
cicio de las armas!
Que me dejas! le dije.
Maana nos trasladamos Jeric; y
los dioses solo sa-
ben cmo encontrar mi discpulo cuando regrese Jerusalen.
Por qu
t
no
me
llevas contigo? Volv decirle.
Prncipe Achiab, Cingo no
es
mas que un
esclavo,
me
DEL GLGOTA.
mi
respondi: tu abuelo es
muy
tar
do
lo,
pues
contento
si
203
rey: pdele su venia, que yo es-
veo cabalgar mi lado. Siguien-
te
sus consejos y mis deseos vengo decirte
Abue-
yo quiero acompaarte Jeric: verdad, que t tam-
bin quieres que te
Es
acompae Achiab ?
preciso que tu padre Archelao lo consienta.
Ah! pues entonces de seguro no
Pero t eres
voy...
el
rey: aqu todos te prestan obediencia quin osar contra-
una orden tuya?
Herodes que como todos
decir
los aduladores era dbil ante la
adulacin, cogiendo cariosamente su nieto Achiab por la
barba
le dijo:
Vendrs.
El nio di un salto
y colgndole de
los
hombros de su
abuelo, y cubriendo de besos aquellas barbas canas que
hacian temblar los hebreos, exclam con infantil entusiasmo:
'
T eres bueno, rey y seor, muy bueno para
conmigo;
pero yo te prometo ser un muchacho obediente y aplicado.
Archelao hijo de Herodes, entr en este momento en la
,
cmara
real.
Traia
triste la faz
la
mirada inquieta.
Su hijo Achiab perdi la alegra la vista de su padre.
Seor, dijo Archelao con voz agitada dirigindose
Herodes; desde la torre de Hpicos
al valle
de Josafat, des-
de la puerta de Efrain al templo de Sion se ha levantado
una voz de alarma, producida por
la llegada de unos reyes
estranjeros que vienen en busca del
Rey
de Jud que acaba
de nacer. Padre, quin es ese rey que viene usarparnos la
corona?
Herodes, que se estremeca cada palabra que pronunciaba su hijo, procur dominarse diciendo
Nada
temas, Archelao: los sueos de los judos deben
inspirar desprecio los herederos de Herodes;
y luego dirigindole la palabra su nieto, continu: Achiab, corre
EL MRTIR
204
decirle
me
mi esclavo Cingo que deseo
partir al instante: tu
acompaars.
Achiab bes
la
mano
de su abuelo y sali de la cmara
saltando de alegra.
Cuando Archelao y Herodes
se
quedaron
solos, ste dijo
su hijo bajando la voz:
T, hijo mi,
te
quedas en Jerusalen; yo parto Jeri-
Roma, donde tus rehermanos me acusan; pero antes de partir escucha
bien lo que voy decirte, y no olvides que de el cumplic hacer los aprestos de un viaje
beldes
miento exacto de mis rdenes depende que esta corona que
descansa sobre mis sienes~pase
maana
tu cabeza.
Esos sabios caldeos que han sembrado la alarma en
nuestra ciudad
Rey que
tornarn darme noticia de ese
buscan. Entonces te apoderars de ellos y
Jeric presos entre dos muros de lanzas.
Sers obedecido, contest con gozo
me
los
mandas
Archelao, en cuyas
venas arda la podrida sangre de su padre. Mientras tanto
duerme tranquilo t reinars en Galilea aunque sea preciso
para ello llenar el Cedrn de sangre humana.
Herodes, asomndose la ventana por la que comenzaban entrar los rayos del sol naciente, agit un pauelo y
:
al instante
reson en la plaza
el
toque de las trompetas.
Despus, cogiendo la varita de metal, volvi arrancar
de la plancha de acero tres sonidos vibrantes.
Salom, Alejo y Verutidio
se presentaron
en la puerta.
Y los mdicos? Pregunt Herodes su hermano.
Esperan en
la plaza
y te acompaarn Jeric.
Pero qu te han dicho?
Como
siempre,
te
aconsejan los baos templados de
Calliore.
Bah!
do
se
Los mdicos siempre acaban por lo mismo: cuanven perdidos entregan el cuerpo en brazos de la na-
turaleza.. Vamos.
Y salieron de la
cmara.
DEL GLGOTA.
Verutidio,
el
205
general romano, iba delante.
Herodes, apoyado del brazo de su hermana y de Alejo,
bajaba en pos la ancha escalera de palacio.
Detrs, grave y cejijunto, seguia
el
guarda-sello del pa-
Ptolomeo.
lacio,
Cuando
lleg los prticos
una riqusima
litera le es-
peraba.
Cingo abri
la portezuela,
y puso una
rodilla para servir
de estribo su seor.
su lado se hallaba Achiab montado en una gallarda
yegua de raza
Un
grito de viva
Herodes
y con
siriaca.
el
en la plaza.
despus de saludar con una sonrisa su nieto
pauelo sus soldados, dijo su esclavo Cingo:
A Jeric.
A Jeric,
miti la
rey! reson
el
repiti
Cingo
al
guarda-sello,
el
cual tras-
misma orden un centurin romano.
Entonces Salom subi en otra
litera
con su esclava fa-
vorita.
Alejo mont un fogoso caballo, y fu colocarse la
derecha de la litera de Herodes.
Poco despus
el
tirano de Jud salia por la puerta Doria
y tomando el camino de
orillas del Jordn en busca
rodeado de sus lanzas mercenarias
Bethana se encamin hcia
las
de su ciudad favorita.
Dejemos
idumeo proseguir su camino abismado en
sus sangrientos planes y volvamos encontrar los pereal
grinos de Oriente, los sabios de Seleucia.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
La adoracin
Cuando
207
III.
de los Magos.
los peregrinos persas salieron del palacio de
He-
rodes, el dia se hallaba indeciso en los celajes de Oriente.
Inmediatamente mandaron levantar tiendas, y con la
el corazn abandonaron la capital de la Ju-
esperanza en
dea
saliendo por la puerta de
Damasco mientras que
,
la
cabalgata de Herodes se encaminaba Jeric por la puerta Doria.
Dos horas de marcha llevaban
los caldeos,
cruzando va-
y trepando empinados desfiladeros ya el sol en toda su
plenitud, lanzaba sobre la tierra de Palestina la vivificante
lles
y clara luz de sus rayos, cuando
se detuvieron junto
una
EL MRTIR
208
cisterna (que
hoy aun
cisterna de los Magos),
existe conocida
con
el
nombre de
la
dejando beber sus dromedarios de sus
frescas y trasparentes aguas.
De repente, y cuando mas distraidos se hallaban, apa-
rece en
un
el cnit
astro luminoso que desciende
como una
exhalacin sobre sus cabezas.
to de terror,
hacen un movimienojos, creyendo que un rayo caia
sin poderse contener,
Los viajeros,
y cierran
los
sobre ellos para esterminarlos.
Pero
el
fuego del cielo no llega la tierra, quedndose
suspendido en
el
espacio, corta distancia de sus cabe-
zas, les envia las cambiantes irradiaciones de sus
hermo-
sos rayos, que esmaltan cuanto tocan con sus brilladoras
chispas.
La estrella, la
y soldados de
los esclavos
:
estrella!
La estrella!
la
Repiten con loco entusiasmo
caravana.
Nuestra estrella! exclamaron con gozo
los reyes, elevando los brazos al cielo
Prodigio
Dios, que no
con religioso ademan.
de los cielos! Misteriosa revelacin de
hemos adorado
los discpulos de Zoroastro
un
ex-
clam Gaspar con fervoroso acento, guanos hasta la cuna
de tu Santo Hijo, y yo besar sus pies y adorar su cuerpo)
Entonces la estrella como si hubiera esperado las palabras del rey idlatra para emprender su marcha, comenz
,
deslizarse por el espacio.
Dejando
hermosa
Los reyes la siguieron.
la tierra sus dromedarios fijos sus ojos
estrella
caminaron dos horas mas entre barrancos
y precipicios sin ocuparse del peligro que les
cada paso.
Por
en la
fin el divino astro se
amenazaba
detuvo encima de una ciudad
pequea que descansaba en la cima de una colina.
Aquella ciudad era Beln de Jud, patria inmortal, cuna
santificada del Redentor del hombre.
Los reyes
trella,
como
se disponian entrar
si
se
en Beln, cuando la es-
hubiera desprendido de la
mano
misterio-
DEL GLGOTA.
209
sa que le sujetaba en el espacio, cay del cielo y fu colo-
carse sobre la desmoronada y ruinosa puerta de
Los reyes creian encontrar en un palacio
aunque
les
cielo elegia
asombr
al
un
establo.
Mesas; pero
miserable que la mensajera del
el sitio
para detener su paso echaron pi tierra
,
y ha-
cindose descalzar las sandalias por sus esclavos, llenaron
umbral y entraron en
sus frentes con el polvo del pobre
el
establo.
El Nio Dios
se hallaba tendido sobre su
humilde lecho
de paja; su Santa Madre, su lado, contemplaba con dulce
veneracin la prenda de su amor.
El astro de
caian
los cielos la
como un arroyo de
enviaba sus hermosos rayos, que
luz sobre la
Los reyes avanzaron hasta
Madre y
el Hijo.
pesebre con profun-
el pi del
do respeto.
Grande era
la f
rodilla fueron besar
que
les
animaba cuando doblando
con respeto
los
la
pequeos pis de aquel
Nio pobre y abandonado que habia nacido en un establo.
Los poderosos reyes de Seleucia y Oriente, cuya voz
doblaban
cabeza sus leales esclavos; los idlatras babilo-
la
nios, los sabios de Persia, rendian vasallaje ante el
un pobre carpintero de Nazareth. No era
Gimnastan, mas inverosmil,
esto
mas estrao que
Nio de
un sueo
del
la existencia
fabulosa de esa raza de Dives y Peris, de esos gigantes que
habitaban una ciudal formada de un solo diamante, y que
hadas del Cucaso y del mar Caspio convertan en torrentes de cambiantes colores y en mares de luz
las caprichosas
brilladora con solo tocarla con su varita misteriosa?
Postrarse ante
el
Hijo de un pobre jornalero tres pode-
rosos reyes de Oriente, en
to,
el
tiempo de
la venida de Jesucris-
era tan inverosmil, tan portentoso,
como desaguar
el
Ocano fuerza de brazos y convertir el desierto de Zahara
en un verjel frondoso de las orillas del Eufrates!
,
Solo Dios podria llevar cabo tan portentosa trasfor-
macion.
TO>,ro
27
EL MRTIR
210
Solo
el hijo
de Dios pudo conducir junto su cuna con
los pis descalzos
polvo en la frente, Gaspar, Melchor
el
y Baltasar
Puestos de hinojos ante Jess los poderosos reyes, adoraron
al recien
nacido como los prncipes de Oriente adora-
ban entonces sus
dioses y sus prncipes.
Abrieron los ricos cofrecitos que traan
depositar los pies
y sacaron para
del Mesas oro puro de Nvine la grande
y perfumes rabes del Yemen.
El sacrificio de la sangre comenz
mos paganos que lo veneraban.
La blanca
becerra,
el
su humilde cuello ante
les
abolirse por los mis-
inocente corderillo, no doblaban
el
cuchillo del sacrificador, ni diri-
gan su dulce y dolorosa mirada
Dios que
al
tiempo de espirar hcia
el
quitaba la vida.
Jess, desde la cuna, desterraba de la Sinagoga la san-
gre y las vctimas.
El Dios del perdn, de la caridad, de la tolerancia, naca
entre los hombres para sacrificarse por ellos.
Solo una vctima reclamaba la humanidad estraviada,
para librarse de su
infalible perdicin; esa vctima
di de los cielos para salvar al
La
tad del
descen-
mundo.
civilizacin cristiana, el derecho de gentes, la liber-
hombre, nacieron en un
Por inspiracin divina,
establo.
tres reyes brbaros pusieron su
piedra fundamental.
Los idlatras caldeos dieron
mismos
esplicar ellos
llaje al'Hijo
al ofrecer
incienso
primer paso sin podrselo
como
tributo de su vasa-
como prncipe de la
como Dios.
de Mara, oro
como hombre
el
Mara contemplaba con gozo
tierra,
mirra
indefinible aquella adora-
cin que los poderosos reyes de Asia tributaban su
hermo-
so Hijo.
Madre enamorada, derramaba dulces y agradecidas
l-
grimas ante aquellos nobles estranjeros que desde tan apar-
DEL GLGOTA.
211
tados climas venian besar los pequeos pis de su adora-
do Hijo.
Jos no se hallaba en
el establo
cuando tuvo lugar
la
adoracin de los reyes Magos.
Con cunto gozo hubiera contemplado aquella escena
tierna y asombrosa el casto y senciilo carpintero de Nazareth
Pero
el
Eterno
lo
habia dispuesto
as.
Su presencia en aquel sitio, tal vez hubiera sembrado la
duda en el corazn de los reales peregrinos.
Gaspar y sus compaeros eran hombres de ciencia, y
poseian el hebreo y despus de adorar al Nio y ofrecer su
respeto y valer su Santa Madre, salieron del establo, ca;
minando de espaldas hcia
dromedarios
Antes de
se pusieron
puerta, y montando en sus
la
en marcha.
la salida de los
Magos, un rabe entrado en
aos y un joven hebreo, confundidos entre los esclavos de
hablan introducido en el santo establo.
los caldeos, se
Durante
la
adoracin no apartaron los ojos de la miste-
riosa estrella, que suspendida de las bvedas de la cueva,
lanzaba sus radiantes rayos sobre
el
el
pesebre en que dormia
nio Dios.
Apenas los reyes abandonaron la caverna, el rabe se encamin hcia el lecho de Jess, y doblando una rodilla y cruzando
los brazos sobre su
p.\jaque servia de lecho,
pecho con veneracin, bes la
murmurando
en
estas palabras
voz baja:
T
nombre
el
eres el Mesas prometido...
glorioso se grabar en
de mis hijos y en
Y
hecho
el
eres
mi
Dios.
Tu
mi corazn eternamente y eD
de los hijos de mis hijos.
luego sali del establo del
los reyes
mismo modo que
lo
haban
Magos.
El jven hebreo hizo
lo
mismo que
el
rabe: entr, se
arrodill, y bes la paja del pesebre.
Despus
sali de la
cueva murmurando estas palabras:
EL MARTIR
212
El
Mesas ha nacido; Jehov se ha apiadado por
de los descendientes de Jacob; yo creo en l, yo
le
fin
adorar
mientras viva.
El rabe
encamin hacia Jerusalen abismado en sus
se
reflexiones.
El hebreo con la fisonoma rebosando felicidad, dirigise
hcia
el
monte Carmelo.
El rabe era Hassaf,
El hebreo, Agabs,
el
el
caravanero de Egipto.
pretendiente de Mara,
el
miste-
rioso personaje de la fuente de Elias.
Mientras tanto los reyes Magos,
fieles
su palabra, di-
rigieron la cabeza de sus dromedarios hcia Jeric, con el
objeto de revelarle Herodes todo lo que les habia acontecido.
Dios, que lee en
vi la f sencilla
la
el
cerrado libro del corazn humano,
honradez de
los caldeos,
la miserable
hipocresa del tirano de Jud, y quiso salvar del peligro que
les
amenazaba
terioso
que
les
los primeros,
mandndoles un emisario mis-
enter de los sangrientos planes del rey de
Jerusalen.
Esta revelacin fu hecha en sueos segn
al
dia siguiente
los discpulos
Aquel cuya tienda est en
el sol,
rumbo
el
y cruzando
las
Evangelio,
de Zoroastro dieron gracias
y en vez de tomar
infecundas del lago Maldito para encontrar
ron torcer
el
el
las playas
Jordn, hicie-
sus dromedarios hcia
el
Gran Mar,
perfumadas llanuras que besa con sus frescos
lbios el Ben-buier
se dirigieron confiando en Dios las ri-
beras pintorescas de la Siria.
Magos, cuya importante misin junto la cuna de Cristo es de tanta monta
para el cristianismo, acabaremos este captulo dando co-
Para terminar
el
cuadro de
los reyes
nocer nuestros lectores algunos datos que sobre
los ilustres peregrinos
hemos podido
Santo Toms apstol pas la India predicar
gelio, y los reyes caldeos
el fin
de
adquirir.
el
Evan-
que con esta misin recorran
el
DEL GLGOTA.
mundo
hacia algunos aos, recibieron
213
el
bautismo de manos
del discpulo de Jesucristo.
Mas
tarde, llenos de f,
instruyendo en los misterios
santos de la nueva ley los moradores indmitos de los
bosques de la India, Gaspar y Baltasar sufrieron el martirio,
muriendo manos de una horda de feroces y descredos idlatras.
Melchor,
el
mas joven
de los tres,
el
que nos han repre-
sentado las Escrituras de color negro oscuro , librndose de
la
muerte, se encamin la India Oriental, su patria, y
fu refugiarse en la ciudad de Cangranora.
Una
vez
all,
con sus riquezas fund la ciudad de Caleen-
cio, y lleno de f cristiana el corazn, erigi
un templo so-
berbio en honor y gloria de la Virgen Mara, y su glorioso Hijo.
Desde entonces
los calencios se
consagraron
al culto
y la
piedad de Mara, aumentando de dia en dia con la influencia de
Melchor
el
respeto y veneracin hcia la
Reina de
los
cielos.
Culto que de generacin en generacin, y siempre en
aumento, se ha trasmitido hasta el siglo actual para que en
todo se cumplieran las profecas de los libros sagrados, que
dicen: que del Oriente haba de nacer la verdadera f del Mesas
anunciado por
los
profetas.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
215
IV.
El anciano y la profetisa.
luego que fueren cumplidos los dias de
su purificacin por Lijo por hija, llevar
un cordero de un ao para holocausto y un
pichn una trtola por
el
pecado.
(El
Lsvtco, Cap. XII, versculo VI.)
La
ley de Moiss prescriba la
cacin en
el
mujer hebrea
la purifi-
templo cuarenta dias despus del parto.
Mara, para cumplir con la ley, abandon
la
ciudad de
David y se traslad Jerusalen.
La Virgen con el nio Jess en brazos y acompaada de
su esposo, lleg las gradas del templo.
La nazarena
una humilde
era pobre , y solo podia ofrecer al sacrificio
trtola.
La Santa Familia esperaba
bajo los altos prticos de la
EL MRTIR
216
sinagoga la hora del rescate de su Primognito, cuando un
anciano venerable, quien
Evangelio llama Simen
el
el
hombre justo, abrindose paso entre la gente, lleg hasta
donde estaban
Esposos
y despus de arrodillarse sus
pies, tom el nio Jess en brazos, y elevndolo la altura
de su rostro, exclam con indefinible gozo:
Ahora
es
los
cuando Vos, Seor, dejareis morir en paz a vuestro
siervo; pues que mis ojos
han
visto al
Salvador que Vos nos habis
dado y quien destinis para estar expuesto la vista de todos
los pueblos, como la luz de las naciones y la gloria de Israel.
Los Santos Esposos escucharon absortos las palabras
profticas del anciano Simen, que con los ojos arrasados en
lgrimas permaneci esttico contemplando
candoroso
el
semblante del nio Dios.
Oh Madre
feliz
Prosigui
pausa, tu Hijo Santo ser
te las tinieblas de Israel.
el sol
el
anciano despus de una
resplandeciente que espan-
Objeto de gloria para unos, moti-
vo de perdicin para otros su santo nombre ser
,
el
alimento
temor del fuerte; y T que le llevaste en tu
seno, vers traspasada tu alma maternal por la acerada
del dbil, el
punta de cien espadas.
Cada vez mas admirada Mara de
no,
le
miraba
las palabras del ancia-
sin desplegar los labios,
sus misteriosas palabras viera
el
como
si
travs de
doloroso porvenir que los
cielos le destinaban.
Habia entonces en Jerusalen una mujer entrada en aos
llamada Ana (1) la Profetisa.
Esta virtuosa viuda pasaba la vida entre la penitencia,
ayuno y
continuamente en
templo, y
era respetada por los judos por su saber, como uno de sus
el
sacerdotes,
Ana
la oracin; viva
como uno de
lleg al
el
sus profetas.
templo en ocasin en que
el
nio Jess se
hallaba aun en los brazos del anciano.
1)
Ana
la Profetisa
liija
de Fanucl
de la tribu de Aser.
DEL GLGOTA.
La
profetisa detiene su paso ante Simen.
inmuta, su corazn
se
y exclama absorta de
Qu
217
es esto
se
conmueve de gozo dentro de su pecho,
que siente:
lo
Dios invisible
Entonces sus ojos
Su rostro
se fijan
! . .
en Jess...
Un
grito de gozo se
escapa de su boca, y cayendo postrada los pies de Mara
dice extendiendo sus brazos
T eres la Madre del Mesas:
deja que bese las plantas
de tu Santo Hijo.
Los jerosolimitanos, que respetaban
el
saber de Ana,
fueron agrupndose en torno suyo, ansiosos de or las palabras de gozo que la vista de aquel tierno Nio
Oh pueblo
le
arrancaba.
de Israel! exclamaba la inspirada mujer
derramando lgrimas de gozo y elevando sus ojos al cielo.
Oh pueblo de Israel!... Venturosos descendientes de Abra-
ham y
de Jacob...
descendido
el
Ya
sobre la tierra afortunada de Jud ha
Dios fuerte,
el
Dios poderoso que ha de llevar
vuestro estandarte glorioso por todo Oriente. Miradle... Este
es...
El vaso
encierra
flores
el
humano que contemplan
vuestros felices ojos,
Ser inmortal y poderoso de Jehov. Sembrad
el paso de su Santa Madre... elevad
y palmas ante
cnticos de Hossanna... por la gloria del Hijo... Corred,
piadosas mujeres, justos arconitas, sabios sacerdotes, poderosos escribas, esparcid tan fausta nueva por los dilatados
confines de Palestina!...
como en
Hijos de Jerusalen,
la fiesta de los zimos,
engalanaos
cantad como en la
fiesta
de
derramad leos y esencias como en las bodas de los prncipes: porque aun todo eso y cuanto hagis
en honor de su anhelado advenimiento, ser pobre y mez-
los Tabernculos,
quino para obsequiar
al
Mesas Salvador de nuestra oprimi-
da raza
Ana,
donando
el
la inspirada profetisa, la virtuosa viuda,
aban-
templo de Sion, comenz correr por las calles
de la ciudad sacerdotal pregonando la venida del Mesas,
nacimiento de Dios.
TOMO
I.
28
el
EL MRTIR
218
Las mujeres y
ancianos que se hallaban en las gradas
los
Ana, se apresurahumilde y tosco manto de la Virgen Mara
del templo, absortos ante las palabras de
ron besar
el
que no hallando frases su lengua para demostrarles su gozo
maternal, un mar de perlas preciosas se deslizan por sus
y sonrosadas mejillas, y les paga con una sonrisa de
dulcsima bondad su respetuoso acatamiento.
frescas
No solamente
(dice
San Ambrosio)
los ngeles, los pro-
y los pastores publican el nacimiento del Salvador del
si que tambin los justos y los ancianos de Israel
hacen brillar esta verdad.
> fetas
>
>
mundo,
Uno y
cia
otro sexo , jvenes y viejos, autorizan esta creenconfirmada con santos milagros.
Una
virgen concibe, una mujer estril pare, Elisabet
> profetiza, el
> so
Mago
maravilloso, y
adora, y una viuda confiesa este suce-
el
justo lo espera.
La hora de presentar
al
Nio en
la sala de los
Primogni-
son, y Jos, dejando su santa Esposa en los trios del
templo, entr en la casa de Dios con su Hijo en brazos.
tos
Pero ay!
All Jess fu tratado
como
el
ltimo de los
hebreos.
El sacerdote que recibi
la
ni siquiera se dign dedicarle
el
ofrenda de manos del padre,
una mirada
al
Dios-Nio.
El judo avariento y mal sacerdote miraba con desprecio
pobre don que el honrado carpintero venia ofrecer ante
el altar
La
de los holacaustos.
sed de oro endureca el corazn de la
mayor parte de
los rabinos de aquella poca gloriosa inmortal. Jess era
pobre, y por consiguiente, fu mirado como basura
mundo.
El egoista sacrificador recibi de manos de Jos
del
las ino-
centes aves destinadas por el levtico,
murmurando pala-
bras groseras intempestivas, las que
el
ca cerr los oidos, preguntndose
glorioso Patriar-
mismo por qu aquel
hombre pretenda humillarle tan duramente, cuando po-
DEL GLGOTA.
eos pasos de all, la entrada del
219
Templo, su glorioso Hijo
habia sido la admiracin de los que
le
rodearon.
Segn Josefo en sus Antigedades judaicas, y Besnage en
su Historia de
los
judos, el lujo y la avaricia de los prncipes
de los sacerdotes de Jerusalen era inconcebible.
Los pontfices enviaban sus
satlites
por los campos
arrebatar los diezmos: esto reduca los simples sacerdotes
vivir pobremente sin otro alimento que higos y nueces, y
sin embargo, sus labios no podan producir una queja, por-
que entonces
los
pobres y desatendidos levitas se les acu-
saba de insubordinacin y eran entregados los romanos.
El gobernador Flix encerr un dia cuarenta en una
crcel, solo por complacer los prncipes de la Sinagoga,
habia encarnado en
el
corazn de los judos, mas repugnante, mas despreciable
si
Otra bajeza, otra lcera moral
se quiere
te
que
la avaricia: la
su odio y no
se
venge,
se
venganza. Aquel que no alimen-
indigno del titulo de rabino.
es
Esta mxima horrible y cruel la practicaban con una
crupulosidad criminal.
La
mundo
venida de Cristo al
que la ruina,
Jess fu
el
el
es-
era una necesidad, por-
caos estaban prximos.
Salvador del hombre, la antorcha divina que
vino derramar los claros rayos de su luz sobre las espesas
tinieblas
que envolvan
El inmortal Balines
con
la sociedad.
ha dicho; nosotros
lo
lo
repetimos
l:
Sombro cuadro
(1),
en cuyo centro naci
por cierto, presentaba la sociedad
el
Cristianismo. Cubierta de bellas
apariencias, y herida en su corazn con enfermedad de
muerte, ofreca la imagen de la corrupcin mas asquerosa, velada con
el brillante
ropaje de la ostentacin y de
la opulencia.
La moral
(1)
sin base, las
El Protestantismo
costumbres sin pudor, sin freno
y el Catolicismo.
220
EL MRTIR
'
las pasiones, las leyes sin sancin, la religin sin Dios, flo-
raban
tismo
merced de las preocupaciones del fana-
las ideas
religioso y de las cavilaciones filosficas.
Era
hombre un hondo misterio para
el
mismo y
,
ni
sabia estimar su dignidad, pues que consenta que se le re-
bajase al nivel de los brutos.
Mientras una gran parte del linage humano gema en la
mas abyecta esclavitud,
los hroes
y hasta
los
se
mas
ensalzaban con tanta facilidad
detestables monstruos sobre las
aras de los dioses.
El Cristianismo apareci, y sin proclamar ninguna alteracion en las formas polticas, sin atentar contra ningn
gobierno, sin ingerirse en nada que fuese
felicidad eterna, al paso
do manos llenas
eion social,
el
ter-
hombres una doble salud, llamndolos al
que iba derraman -
i'enal, llev los
camino de una
mundano y
el
nico preservativo contra la disolu-
germen de una regeneracin lenta y
pacfica,
pero grande, inmensa, duradera la prueba dlos trastor-
nos de los siglos, y ese preservativo contra la disolucin soeial, ese germen de inestimables mejoras, era una ense-
hombres
sin escepcion de edades de sexos, de condiciones como una
lluvia benfica que se desata en suaves raudales sobre una
campia mustia y agostada.
anza elevada y pura derramada sobre todos
los
Jos terminada la ceremonia prescrita por la ley sali
del templo
y reunindose con su santa esposa abandon la
y tomando el camino de Galilea se enca-
ciudad sacerdotal
min Nazareth.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
221
Y.
El bosque hospitalario
Muy
corta fu la permanencia de los Santos Esposos en
Galilea.
Simen habia vaticinado
la gloriosa
Madre que un pu-
al traspasara su pecho; y escrito estaba en los cielos que
las palabras del
anciano debian cumplirse
muy en
El mes de Febrero se hallaba prximo
carrera,-
cuando una noche Jos
la
breve.
mitad de su
se levant azorado de su
lecho.
La voz
de Jehov habia interrumpido su tranquilo sueo.
Estas palabras misteriosas habian llegado su oido:
Levntate y toma
el
Nio y su Madre, y huye Egipto
EL MRTIR
222
y permanece all hasta que yo te avise sobre. tu vuelta, porque Herodes va en busca del Nio con intencin de ma,
tarle.
Aun
el
eco misterioso de la divina revelacin
zumbaba
en los oidos de Jos, cuando precipitadamente lleg la
puerta del dormitorio de su Esposa y le dijo con agitado
acento:
Mara,
despierta y deja tu lecho, coje en tus brazos al
inocente Nio, y disponte emprender un viaje largo y
penoso.
Mara, que se hallaba junto la cuna de su Hijo, corri
abrir la puerta sobresaltada.
Partir de Nazareht? pregunt la Virgen. Y donde?
A Egipto: Dios nos lo ordena; Herodes busca nuestro
Hijo para matarle.
Mara dio un grito y precipitndose sobre
Jess
como
asesino
el
si
la
cuna abraz
en su seno se hallara mas seguro del pual
Hijo de sus entraas.
El Nio despert enviando una angelical sonrisa su
aterrada madre.
Esta sonrisa, cual
el
rayo de
sol
despus de la tormenta,
tranquiliz el agitado espritu de la Virgen,
vindose hacia
el
y luego, vol-
Patriarca que permanecia respetuosamen-
te junto la puerta, dijo:
Entra, Jos, y no temas: Jess sonre, y su sonrisa es
como el arco iris de la tarde que disipa las cargadas nubes.
Dios nos ordena
ejecutar lo que te he dicho, repuso el
anciano.
Partamos
pues, y desde
otros durante el viaje, dijo
el cielo
Jehov vele por nos-
Mara con santa resignacin.
Los esposos dispusieron precipitadamente
rio
para
lo
mas necesa-
el viaje.
Pero, ay
eran tan pobres!... La Santa Virgen coloc
en un saco de lino algunos paales y piezas de ropa indispensables, mientras que Jos, buscando en el cajn de una
DEL GLGOTA.
223
mesa de pino sus pobres economas, las guard cuidadosamente en una bolsa de cuero.
Luego entr en el establo y aparej la hermosa pollina
blanca que
les
haba conducido Beln dos meses antes; co-
locando sobre sus pacientes lomos una cesta con vveres y
un pellejo de agua, y abriendo sin ruido la puerta de su casa
dej bajo el emparrado al manso animal, y fu avisar su
Esposa que todo estaba dispuesto.
La Trinidad
mas en
los ojos
de la tierra sali de Nazareth con las lgri-
el
dolor en
el
corazn, cuando los astros
de la noche se hallaban en la mitad de su misteriosa
carrera.
El Angel
les
les
haba anunciado un gran peligro, pero no
habia dicho la manera de salvarlo.
De Nazareth Egipto mediaba una
distancia de ciento
sesenta leguas.
cmo atravesar el desierto con sus olas de
de arena, sin mas cabalgadura que una modesta pollina?
Los rabes, que como bandas de buitres se lanzaban sobre
las caravanas armadas que podian resistirles no les amedespus,
nazaban tambin con sus largas lanzas y sus corvos puales, ellos, pobres, indefensos y abandonados viajeros que no
podian presentar contra el hierro enemigo mas que sus lgrimas y sus splicas?
Pero dejemos estas reflexiones para colocarlas en accin
mas
adelante.
Ya muy
entrado
el da, los
viajeros, temerosos de que la
luz del sol les entregara sus enemigos, se ocultaron en
un
bosquecillo de palmeras de la tribu de Zabuln, cuya solitaria
y abundosa sombra
les
ofreca
un abrigo durante
las
horas del dia.
El murmurio de los arroyuelos que nutre
mecan entre
Cison du-
el
suave gemido de las
las gallardas
copas de las sabro-
rante las tempestades del equinocio, y
brisas que se
el
sas palmeras, el canto tierno
y cadencioso de
los paj arillos,
EL MRTIR
224
el doliente arrullo
de la trtola silvestre, acompaaron con
sus melodiosos ecos la permanencia de los fugitivos en aquel
valle hospitalario.
La sonrisa del inocente Nio el trasparente cielo el
aura embalsamada de los campos, comenzaron tranquili,
zar el agustiado corazn de Mara; cuando Jos, que se hallaba ocupado en los preparativos de la frugal comida, paraliz sus brazos
y quedse inmvil con
oido atento.
el
Has oido, Mara? Le pregunt la Virgen.
La joven Nazarena escuch un momento.
Sus sonrosadas mejillas palidecieron
apret su Hijo contra
El Nio no sonrea;
rillos del
el
instintivamente
corazn.
las trtolas
bosque suspendieron
los
no arrullaban;
los paja-
arpados trinos en sus gar-
gantas, y una nube sombra oscureci
el
ardiente disco
del sol.
Oigo, murmur Mara en voz muy baja, as como ruido
de armas y pisadas de caballo al estremo opuesto de este valle.
S, hcia la montaa, por el camino romano que con-
duce
le
ma
las riberas de
Hepha
tal vez
son mercaderes de To-
da Tiro que regresan sus puertos.
Si
fueran herodianos
las ltimas slabas,
!...
Mara apenas pronunci
amedrentada Ella misma de
tal
pensa-
miento.
Tranquiliza tu espritu;
este valle se halla apartado del
camino.
Luego
sigui
una breve pausa.
Las pisadas de los caballos se iban aproximando.
Mara ocult maquinalmente Jess entre los flotantes
estremos de su manto hebreo, y alz los ojos al cielo en ade-
man
suplicante.
mirada
fija
aparecer los
mudo,
y con la dolorosa
hcia el punto del camino por donde deban
viajeros que tan terribles temores derramaban
Jos, estaba su lado,
en su corazn.
triste,
DEL GLGOTA.
De pronto una voz
225
varonil, ardiente
y vibradora
lleg
sus oidos.
Esta voz
humana
era
acompaada por un canto armo-
nioso y guerrero cuyas notas llegaban claras y sonoras
los oidos de los fugitivos, quebrndose en las altas copas de
,
las palmeras.
Son romanos
bien
las palabras
murmur
Jos
aunque no comprendo
creo que cantan la cancin del famoso
gladiador.
Mara no despleg sus lbios; solo pensaba en su Hijo,
que oprimia cariosamente contra su seno.
La voz se iba aproximando y poco despus las brisas del
campo llevaron hasta los oidos de la Santa Familia esta can,
cin romana:
Pan y
circo pide el pueblo
Al Csar su emperador;
Que de Minerva y Saturno
Est
muy
prximo
el sol.
Ya las trompetas convocan
Con su belicoso son,
Sobre la arena del
circo,
Al valiente gladiador.
Ya
por la puerta del stano
Sale
el airoso
escuadrn
Delante de todos marcha
El invencible Agenor.
Jpiter lleva en sus brazos,
Marte en su corazn,
Hrcules en su presencia,
En
su mirada Moloch.
Jven
es, pero su frente
Cien veces se engalan
Con
la corona de
palmas
las cintas de color.
El pueblo olfatea sangre
tomo
i.
29
EL MRTIR
223
Al ver su campen
en
ancho
el
afiteatro
Se agita y muge feroz.
el olimpo de Homero
Desde
Le envan su proteccin
Los dioses que consagra
Las vctimas que venci.
Los patricios
El Csar
Y Roma
Porque
saludan
da pensin
le
El senado
le
le
respeta
canta en su honor.
Siempre
con red y tridente
los tarcios venci
Con ureo carro los galos
Con el caballo al bretn;
Pues no hay quien venza en
la arena
Al invencible Agenor,
Desde la
los
orilla del
campos
del
Tber
Hermon.
Ces la voz, y las pisadas de los caballos se oyeron
muy
eorta distancia del bosquecillo.
Los fugitivos apenas respiraban.
Un momento
despus los cascos romanos y las lanzas
tracias de los ginetes brillaban como el mar de Galilea herido por los rayos de la luna entre las verdes espesuras del
bosque.
Mara tuvo miedo, y elevando sus dulces ojos al cielo,
exclam con dolorido acento:
Oh dulce palmera que elevas tu gallarda copa hacia
T que te hallas ms prxima Jehov que esta
los cielos
!
pobre Madre,
dile
que no abandone mi inocente Hijo.
Entonces sucedi una cosa estraa, sobrenatural:
el
r-
bol inclin hcia la tierra sus largas y poderosas ramas, cubriendo con su verde bveda la Santa Familia.
Los soldados de Herodes pasaron por junto
la
palmera
DEL GLGOTA.
227
protectora sin ver los que se ocultaban entre la espesa
crcel de sus hojas. (1)
Como
entre
el
unos treinta pasos de aquel sitio,
csped
murmuraba
hervidero de un manantial de agua cris-
el
talina.
Los romanos
y algunos echaron pi
se detuvieron,
tierra.
La
mos
consigna no nos prohibe beber agua cuando tenga-
sed y hallemos ante nuestro paso
de los ginetes- quitndose
el
una fuente,
dijo
casco y llenndole en
el
uno
ma-
nantial.
Por Jpiter que la pena infamante
de las baquetas (2)
no habia de detenerme si tuviera sed y hallara un manantial
tan claro como ese que se arrastra los pis de mi caballo.
Qu opinas t de nuestro mensaje,
uno de
los soldados
amigo Cayo? Dijo
despus de beber agua, alargndole
el
casco lleno otro que permaneca aun sobre la
silla
de su
corcel.
Opino,
r
Octavio amigo, que
como un perro
sin los reyes
La
tributario Herodes aulla-
rabioso cuando nos vea regresar Jeric
Magos.
tierra, sin
Me alegro,
Roma
el
duda, se ha tragado' esos estranjeros.
voto Esculapio. Los soldados de la invicta
no hemos venido Palestina perseguir chiquillos y
encarcelar indefensos peregrinos.
(1)
Esta tradicin de Oriente afirma que desde este dia todos los huesos
de los dtiles tienen por la parte lisa que no tiene canal una O. Nosotros
la tradicin sin comentarla pero debemos decir que no heaun un hueso de dtil que no lleve marcada la letra O.
La pena de vergis cadi 6 baqueta, era la mas grave de la disciplina
(2)
militar de los romanos. Para ejecutar esta pena un tribuno comenzaba dando suavemente con una varita de sarmiento al reo lo que servia de seal
nos servimos de
mos
visto
para que todos los soldados de
hasta dejarle muerto; pero
si
la legin
se
echaran sobre
dndule palos
tenia la fortuna de escaparse (porque le era
el huir) jams volvia presentarse en su patria, porque nadie, ni
aun sus parientes se hubieran atrevido recibirle. (Adam, Antigedades
Romanas, T. III, pg. 174.)
permitido
EL MRTIR
228
Herodes paga y manda en
Judea, repuso un herodiano
de la comitiva.
Roma le
protege, volvi decir
El Csar mi dueo
rio.
El herodiano
mordi
se
el
romano con impe-
ser siempre el seor de Oriente.
los lbios de rabia,
y fu ocul-
tar su turbacin en el claro manantial de la fuente.
Csar Augusto y
sus cortesanos duermen en perezosa
paz arrullados por los placeres de la imperial ciudad. V-
nus domina en vez de Marte. El triunfo de los vencedores
no inflama la sangre de los hijos del Tber. Los sagrados
bosques no se ven despoblados de sus verdes laureles para
ornar la frente de las legiones. La corva espada se enmohece
en
la vaina,
tn codiciado.
Roma
que
la bolsa
va enflaqueciendo por
mundo no
El
se atreve respirar
'de
amigos mios, no puede du-
como el
vctimas, como
soldado del Capitolio necesita la guerra
el
ciego la luz
el
temeroso
irritada pasee sus guilas vencedoras sobre sus
cobardes naciones. Pero esto
rar:
la falta del bo-
como
hambriento
el
las fieras la
sangre de las
pan. Csar debe darnos batallas,
quiere que antes de
mucho empuemos
El soldado que habia pronunciado
la
rueca y
las
el
si
no
molino.
anteriores pala-
bras era casi un anciano. Su mirada de guila, su rostro
tostado por
gris
el sol
relente de los
el
campamentos su barba
,
y su aire marcial, decian claramente que aquel viejo
uno de esos veteranos de las legiones romanas
militar era
que tomaban
y no
la
la profesin de soldado los diez
dejaban sino
Para
ellos la
perder la vida.
mejor muerte era la que se recibia por
hierro enemigo en el
Un
al
y ocho aos
campo
casco de cobre que bajaba por detrs hasta los
bros dejndole en descubierto toda la cara
de plata,
-era
su traje.
el
hom-
una coraza de
un calzado especie de
un manto prendido
hombro sesgado con una hebilla
cuero con apretados anillos de acero
sandalia con gruesos clavos de bronce, y
por ambas partes sobre
el
de batalla.
DEL GLGTA.
En
donde
res
un brazalete; en
su nervudo brazo brillaba
su larga lanza flotaba
se vean
La cimera de
229
una flmula de
la asta de
estofa de varios colo-
bordadas dos coronas de laurel.
su casco tenia la forma de
un pez por cuya
,
boca salia un penacho de clin negra que se mecia sobre
bruido capacete
al
menor
soplo del viento.
Sus compaeros vestan poco mas menos
forme
les
el
el
mismo
uni-
esceptuando que los cascos estaban forrados de pie-
de varios animales, y no llevaban banderolas en la lanza.
El viejo militar montaba sin estribos, y de su costado
izquierdo penda una espada corta y ancha,
Hola,
lobo carnicero, cundo se hartar tu vieja es-
pada de sangre? Le pregunt uno de
que hasta
los jinetes
entonces no habia desplegado los labios
en cuyo bruido
una cepa de oro que era el distinticenturiones romanos. No te basta, continu, los
casco de acero brillaba
vo de los
premios militares que ondean en tu flmula y brillan en
tus brazos?
El
contest
soldado de pura sangre es
el viejo
como
el
avaro de raza,
haciendo un saludo militar con
de cuero que pendia de su brazo
el
escudo
cuando un avaro posee un
bolo ambiciona un sestercio; cuando tiene un sestercio sue-
a en adquirir una onza; y una vez poseda esta, se desvela
por una mina con el solo deseo de que as sucesivamente se
vaya aumentando su caudal hasta llegar ser dueo de un
talento hebreo.
principales (1), y
Yo
llevaba cinco aos de legionario en los
una simple
nipulo (2) por orden del
flor
me
la corona cvica; esto
me
dije:
ma-
Senado; cuando un dia salv un
ciudadano de una muerte cierta y
Jerusalen
habia regalado mi
me hizo
me
dieron en
ambicioso, y en
Ea, Cayo, ver
si
subes tu
el capitolio
el
el
cerco de
primero
su muralla, porque tu corona se muere de fastidio viviendo
(1)
Principales, soldados vigorosos de los que se formaba la primera fila
en las batallas.
(2)
Manpulo, capitn
"
jefe de dos centurias.
EL MRTIR
230
sola sobre tu casco y necesita
mente sub
primero y
mural. Despus, por no
me
el
el
se
colores que ondea
efectiva-
me premi con
la corona
qu otra bagatela
premi con este brazalete,
la
una compaera; y
general
el
el
Senado con
emperador
la flmula de
punta de mi lanza; pero mi brazo
es
fuerte y jams he vuelto de la pelea sin el escudo; y soy
franco, ambiciono mas. Soy decurin, mando diez hombres;
pero puedo
dar ciento
si
Mucha
el
hay guerra y
como
los dioses
no me-abandonan man-
t.
es tu
ambicin, amigo Cayo,
le
dijo sonriendo
centurin.
Marco Antonio de simple soldado lleg cnsul: ya ves
que cnsul
mas que centurin.
mucho mas Marco que Cayo.
es algo
Tambin
era
Los soldados se rieron, no tanto del chiste como porque
y Cayo, que como todo militar valiente era
jovial y poco rencoroso ri tambin con sus compaeros,
ofrecindoles su proteccin para el dia en que el Senado le
lo decia su jefe,
llamara
al capitolio
regir los destinos de
El centurin di poco despus
Roma.
rdea de partir
y tomaron buen paso el desigual y quebrado camino que conduela las playas de Cesrea, donde les enviaba Archelao,
el hijo
la
de Herodes, para evitar que los reyes
Magos
se
em-
barcaran en aquellas costas.
Conforme iban alejndose las pisadas de los caballos, las
caidas hojas de la palmera tornaban tomar su posicin
natural.
Entonces pudo verse
el
la
Santa Familia, reclinada sobre
calloso tronco del rbol protector, que dormia con
el sue-
o tranquilo y dulce de los justos.
Dios, sin duda para evitarle la afligida Madre una hora
de horrible y matadora angustia oyendo ' pocos pasos de
Ella la conversacin de los perseguidores de su Hijo, hizo
que descendiera sobre
del sueo/
ellos el fluido misterioso
y reparador
DEL GLGOTA.
231
CAPITULO VI
El Buen Ladrn.
Al despertar Mara y Jos del dulce y reparador sueo
que habian disfrutado la sombra de la hospitalaria palmera, la
luna traspasando con pus plateados rayos las apiadas
hojas del rbol que les servia de tienda, baaba con su luz
clara y tranquila la sonrosada frente de Jess.
Una sonrisa de indefinible ternura vagaba en los rojos
una mirada amorosa dirijida su
Virgen Nazarena todo el valor que en
lbios del Santo Nio, y
Madre infundi
la
tan penoso viaje necesitaba su espritu.
Es esto un
sueo? Decia la Virgen estrechando su
Hijo contra su corazn. Vive aun la vida de mi vida?...
EL MRTIR
232
Dios de bondad, sus impos perseguidores no han derra-
mado
su preciosa sangre?
S, Mara, s, le contest su esposo. Los ngeles del
Seor nos anuncian el peligro y ellos lo evitan con su infinito poder. Pero el tiempo es precioso
y la noche debe ser
,
nuestra amiga hasta que lleguemos las riberas de Siria,
pues solo
all
comenzaremos
estar seguros.
La Virgen,
delicada azuzena de frgil y quebradizo tallo,
se revisti de ese valor que solo poseen las madres cuando de
l
depende
y abandonando
la vida de sus hijos,
el
bosque
hospitalario donde tantos temores haban esperimentado, si-
gui su esposo con la resignacin de una mrtir.
En
tan penoso viaje, cuntas amarguras, cuntas pe-
cuntos sinsabores
nalidades,
aguardaban
los
Santos
Esposos!
La enfermedad
de Herodes,
el
odio de los israelitas los
soldados mercenarios de la opulenta
Roma, haban
exacer-
nimos y de dia en dia se engrosaban las bandas
de malhechores que infestaban el pais.
Por todas partes se cometan robos escandalosos, asesi-
bado
los
natos horribles. Trasladarse de una tribu otra era correr
un
peligro inminente.
Los hombres
un
se
agrupaban y armaban para emprender
viaje insignificante.
Mas que caravanas de
pacficos comerciantes
parecian
destacamentos de soldados; y sin embargo, aun as no se hallaban libres del peligro que les cercaba por todas partes.
Mara y Jos llegaron despus de mil penalidades
rebelde y hostil Samara.
Durante
las
la
horas del dia se refugiaban en las profundas
ignoradas cuevas, y no pocas veces tuvieron que dejar el
paso libre los inmundos animales que en ellas habitaban,
y que
la
Santa Familia desalojaba para hospedarse.
La Virgen
les,
con
el
lo sufra
todo con la resignacin de los nge-
valor de los mrtires: porque aquella afligida
DEL GLGOTA.
Madre
solo tenia
un deseo
233
una esperanza:
solo la alentaba
salvar su Hijo del furor de sus enemigos.
Por
eso cruzaba favor de las sombras de la noche los
espesos -bosques y los calcinados barrancos de Palestina.
El estridente
oidos que
el
mas grato
de los lobos era
aliullido
estruendo de las armas y
el
sus
galope de los
caballos.
Por todas partes su asustadiza imaginacin creia ver un
soldado romano que con feroz sonrisa estendia sus nervudos
brazos para arrebatarles su
amado
Jess.
Errantes, fugitivos cual criminales perseguidos por la
cruzaron la Galilea y parte de la Samara, huyendo
de las ciudades evitando el contacto de las gentes cami-
ley,
nando de noche y refugindose en las profundas cuevas de
los montes durante las horas del dia.
Jams madre alguna sufri tan continuos recelos, tan terribles temores por su hijo como la Santa Virgen por Jess
,
Parecia que
el cielo les
retiraba su proteccin, ponia
prueba su paciencia y sufrimiento.
Cada paso que alanzaba la Santa Familia hcia el trmino de su viaje, hallaba un peligro, un obstculo, y sin
embargo, de todos estos contratiempos
la misteriosa
mano
de la Providencia les sacaba ilesos.
Pero cuntas penalidades les quedaban aun que sufrir
antes de llegar Egipto!...
Despus de atravesar
-casi libres
del furor de
Siria, no les
las tribus de Palestina,
Herodes
se hallarn
cuando ya
en las playas de
esperan los arenosos desiertos de Egipto?...
Por ventura los Santos Viajeros podrn cruzar aquellas
inmensas sbanas de arena que cual un mar embravecido
sepulta entre sus clidas olas caravanas enteras de viajantes
como
tan luego
el
simoun
(1) estiende
por
el
desierto su
po-
deroso sodIo?
tu
(1)
Viento soco j abrasador.
tomo
i.
30
EL MRTIR
234
Aquellos caminos sembrados de cadveres; aquellas vias
marcadas por
tes; aquellas
veces
mas
se halla ni
cante la
los esqueletos de los camellos y los
comercian-
soledades terribles infestadas de bandidos cien
salvajes
un
y crueles que
rbol, ni
Samara; donde no
los de
una gota de agua,
ni
un pjaro que
venida de la aurora.
Donde no
se
escucha mas que
el
graznido del cuervo que
se cierne sobre el agonizante pasajero,
el bramido de la
pantera que desde sus ignoradas cuevas ha olfateado
el
ca-
dver del abrasado caminante.
Cmo podrn los castos Nazarenos cruzar tan dilatado
camino, sin mas auxilio que su modesta cabalgadura, que
se hundir en la movible arena como el cadver en su fosa,
para no volver salir ms de ella?
Pero no adelantemos ios sucesos, y volvmonos Samara, donde en una noche cruda, fra y lluviosa caminaban
los Santos esposos y el Divino Jess por un profundo y solitario barranco,
la
cuando San Jos, que iba delante llevando
modesta pollina del ronzal;
se
detuvo ante una voz s-
pera imperativa que con brusco tono grit desde
el
hueco
de una pea.
Alto, eres muerto!
Jos s detuvo asombrado; Mara se estremeci, y temerosa de que aquel
hombre
cur ocultarlo en
el
Era
la
tratara de robarle su Hijo, pro-
rebozo de su manto.
primera vez desde su salida de Nazareth que ha-
bia visto interrumpido su misterioso viaje por la voz de los
hombres.
Antes que
que
modestos viajeros se dieran cuenta de
los
les acontecia,
se vieron
lo
rodeados por una multitud de
hombres que fueron saliendo de entre
las
matas y
las
que-
braduras del barranco.
Los puales
se hallaban levantados sobre sus cabezas
cuando San Jos con una entonacin dulce y suplicante
les dijo:
DEL CLGOTA.
Qu mal
os
han hecho
235
esta pobre
Madre y su inocente
Hijo para que levantis vuestros puales contra Ellos?...
Tienes razn, anciano, dijo una voz varonil: estos bandidos no tocarn ni un hilo de vuestra ropa me lo han jurado, y estoy seguro que ninguno de ellos faltar su juramento aunque los satlites del feroz Herodes les ensearan
una cruz clavada en el Glgota. (1)
Di mas (pues l era el que habia pronunciado las tranqui;
lizadoras palabras) se abri paso por entre sus compaeros,
y acercndose San Jos, que estaba absorto sin desplegar
los lbios, volvi decirle:
Nada
temas, anciano; las canas de tu barba son una
garanta para tu persona, y en cuanto esa pobre Mujer
que oprime su tierno infante temerosa de que le ofendan,
puedes tranquilizarla, que ningn riesgo corre entre noso-
alguno se atreviera ofenderla, nuestro pual daria
tros: si
noche es fria y veo que esa
halla calada de agua: toma, ofrcele mi matelot para
buena cuenta de
'
infeliz se
l.
Pero
la
y Dmas se quit sin afectacin el manto
de pelo de cabra que llevaba sobre sus hombros y se lo alarque
se abrigue,
g Jos.
Oh!
Gracias,
gracias,
hombre bueno y caritativo;
como mereces. Y
Jeho.v te premie en la hora de la muerte
derramando lgrimas de agradecimiento, cubri su
Esposa y al Nio con la capa del bandido.
Jos,
(1)
Glgota: se llama as un monte vecino Jerusalen, por figura
redonda manera de cabeza
derivacin de la palabra caldea que los he-
breos corrompindola pronunciaban Gulgoleth,\xiQ significa cabeza, segn
San Gernimo por
las
muchas calaveras que
all
habia de los que eran ajus-
ticiados, siendo aquel sitio el lugar destinado para ello.
ma
que
se
llam as por haberse encontrado enterrado
por disposicin del Seor, y que
sufrir la
muerte y rescatar
al
el
La
all el
tradicin afir-
crneo de
segundo Adn (Jesucristo)
Adn
lo eligi
para
gnero humano. San Gernimo desecha la
tradicin, pero apyanla otros respetables padres de la Iglesia, como Orgenes, San Atanasio, San Ambrosio, San Basilio, San Epifanio, San Juan
Crisstomo y otros muchos, siguiendo
la
misma opinin
elP. Scio.
EL MRTIR
2S6
Ahora, buen
est cerca y creo
con tu Esposa; mi
viejo, sigenos
que admitirs
el
castillo
hospedaje que te ofrezco
hasta que se despeje la tempestad que aun
muge
sobre nues-
tras cabezas.
Los Santos Viajeros aceptaron
el
ofrecimimiento del
bandido y algunas horas despus se hallaban instalados en la
cocina del castillo donde Dmas hizo encender una fogata
,
para que se secaran la ropa.
El hospitalario facineroso obsequi sus huspedes con
una
solicitud admirable.
una cena abundante, y por su misma mano les
hizo dos lechos formados de pieles y mantos para que desSirvilos
cansaran de
la fatiga del viaje.
Al dejarlos solos para que
se
permiso la Madre para besar
entregaran
al
al
sueo, pidi
Nio, y Mara
le
present
Jess di rindole:
Besa, seor, pues t le proteges.
Dimas imprimi un ruidoso beso en
la frente del Mesas, y
luego saliendo dla habitacin con sus compaeros, les
No se lo que he sentido en mi
pecho
labios ese Nio; pero parece que respiro
como
si toda mi sangre se hubiera
Poco despus todos dorman en
dijo:
tocar con mis
al
mejor y
me
hallo
purificado.
el
castillo
tan solo las
nocturnas cornejas revoloteaban sobre los bordes de las
murallas y en las grietas de las rocas.
Cuando
la
maana
siguiente
habitacin de sus huspedes
Dmas
se
encamin
la Santa Familia
le recibi
la
con
una sonrisa de agradecimiento.
El bandido hospitalario mand disponer una abundante
comida, y suplic la Santa Familia que saliera tomar
aire la plataforma del castillo.
El dia est hermoso, les dijo; subid conmigo
vuestro Hijo aspire
el aire
para que
puro de la montaa.
Los huspedes siguieron Dimas admirndose de
nevolencia del bandido.
el
la
be-
DEL GLGOTA.
Dimas, fascinado ante
la
237
mirada de Jess, no apartaba
sus ojos de aquel hermoso Nio.
Viendo que nada
les
le
decian del motivo de aquel viaje que
obligaba caminar durante la noche como gente perse-
guida por
no quiso preguntarlo, respetando aquel
la ley,
secreto que
no
le
revelaban.
muralla, y trepando por una estrecha y
empinada escalera, subieron la plataforma del castillo.
Llegaron
la
Di mas cogi en sus brazos Jess y, asomndole por las
troneras, le ense unas ovejas que pacian junto los fosos
con afable y complaciente entonacin:
Esas ovejas que pacen tranquilamente la sombra de
del castillo, dicindole
muros, son nuestras, y aquel cabritillo blanco como la
leche de su madre es tuyo: yo te le regalo para que te
los
acuerdes del hospedaje que te ha ofrecido
los
el
facineroso de
montes de Samara
como
Jess se sonri
si
hubiera comprendido aquellas
manos comenzaron
palabras, y sus pequeas y delicadas
acariciar la crespa y larga cabellera del bandido.
La tierna Virgen derramaba en silencio preciosas lgri-
mas de gratitud
al
las pesadas redes
contemplar aquel hombre envuelto con
del
crimen que con tanta benevolencia
trataba su Hijo.
Jos
acercndose Dimas,
Si eres bueno,
el
amor
si
con suplicante acento:
le dijo
en tu corazn no se ha estinguido aun
los desgraciados, por
qu no abandonas esta vida
de sobresaltos y crmenes que puede conducirte la perdicin?
Buen
Dimas envindole una sonrisa benvola
el camino del crimen es una pendiente muy
resbaladiza, y cuando el hombre da el primer paso, le es
imposible detenerse. Yo era bueno; los hombres me hicieron
anciano
le contest
malo y rencoroso... ahora es tarde.
La Santa Familia permaneci en
hasta la caida del
sol.
el castillo
hospitalario
EL MRTIR
238
Durante su permanencia fuern obsequiados por
el
cari-
una manera delicada.
Cuando San Jos se encamin buscar su modesta cabalgadura, un bandido, por orden de Dmas, la sac del
tativo capitn de
ronzal la puerta de la fortaleza.
Mientras Jos ayud subir la Virgen sobre la pacfica
Dmas cogi al Nio en brazos.
como si hubiera querido despedirse del hombre
que con tanta bondad le habia recibido en su casa rode
pollina,
Jess,
sus bracitos al rededor del cuello del facineroso.
Entonces Dmas oy una voz dulce y melodiosa como el
el cfiro nocturno
que
,
sonido de una arpa area herida por
le decia al oido:
Tu muerte ser gloriosa...
y morirs conmigo.
Dmas quedse absorto, demudado, como
si
del fondo de
un sepulcro se hubiera levantado la voz de su padre.
De quin era aquel acento misterioso? Quin habia
pronunciado aquellas palabras?
El Nio que tenia en sus brazos contaba apenas cuatro
meses de edad.
Dmas
sinti
que
las fuerzas le
abandonaban, y temeroso
de que aquel misterioso Nio se le cayera de sus brazos,
fu depositarlo en los de su
Madre
que ya
se hallaba
montada en la pollina.
Mara recibi de manos del bandido con una sonrisa de
bondad el precioso tesoro de su corazn, y despus, despidindose de cuantos la rodeaban, abandon el castillo hospitalario.
Dmas, inmvil como
fija
en
los
la esttua del espanto,
con la vista
Santos Viajeros creyendo aun oir las misteriosas
palabras, permaneci en
el
muro
del viejo castillo hasta
los ltimos rayos del sol se ocultaron detrs de la alta
que
cima
del Lbano.
Dmas, siempre preocupado con aquel acento que no
pudo producir otra lengua que
la de Jess, vindose ro-
DEL GLGOTA.
239
deado de tinieblas y oyendo la voz de sus compaeros que le
llamaban para salir como de costumbre recorrer los caminos de Samara, estendi los brazos en direccin la tortuosa senda por la cual habian desaparecido sus misteriosos
huspedes, y exclam con fervoroso acento:
Nios,
Oh T
el
mas hermoso y
si se ofreciese
bien aventurado entre todos lo$
otro tiempo en que sea preciso tengas otra
vez misericordia, acurdate de
m entonces y no
te
olvides de esta
ocasin! (1)
Treinta y dos aos despus Cristo, sobre el Calvario, recompensaba con estas palabras la caridad hospitalaria del
Buen Ladrn: Hoy estarcs conmigo en el Paraso.
La tradicin sobre la cual hemos basado la leyenda que
antecede dice
as.
<
TRADICION.
La Santa Familia habia pasado mas all de Anathot, y
caminaban de noche fin de sustraerse de una peligrosa
vecindad, cuando vieron desembocar de una oscura barranea unos hombres armados que les impidieron el paso.
E1 que pareca ser jefe de esta tropa de bandidos se ade-
lant del grupo hostil para reconocer los Viajeros.
E1 salteador que buscaba sangre oro, lanz una mirada
muy
de asombro sobre
patriarca de los antiguos tiempos, y sobre aquella Mujer
encubierta con un velo que ocultaba su pequeo Hijo
entre los pliegues de su manto.
el viejo sin
Ellos son pobres, se dijo
el
armas,
parecido un
bandido para
detener su mirada algunos segundos sobre
que tenia ante
los ojos; y viajan
de noche
el
despus de
santo grupo
como unos
fu-
gitivos...
Tal vez aquel bandido tenia un hijo en
la
cuna,
tal
vez
atmsfera de dulzura y misericordia que rodeaba Jos
y Mara obr sobre aquella alma
(1)
la
San Anselmo.
feroz:
porque
el terrible
EL MRTIR
240
salteador baj la punta de su arma, y tendiendo
amiga Jos
taleza, suspendida
de
le ofreci
en
una ave de rapia.
una mano
hospedaje para la noche en su for-
el
ngulo de una roca como
el
nido
(1)
Este ofrecimiento hecho con franqueza, fu aceptado
con una santa confianza, y el techo del bandido fu para la
Santa Familia en esta ocasin hospitalario como la tienda
del
rabe.
1 dia siguiente, hacia la mitad del dia, la Santa Fami-
abandon
morada de
bandoleros y se encamin
hcia Jerusalen buscando los barrancos mas solitarios, los
bosques mas desiertos.
> lia
la
los
Esta tradicin, que segn ereemos fu San Anselmo
primero que la admiti, en nada afecta
al
dogma
el
apostlico:
por eso la hemos dado cabida en este libro.
lo
El reverendo padre Ludolfo de Sajonia y el abate Orsini
han admitido tambin en sus escritos, y nosotros al darle
mas dimensiones y adoptar
est
muy
,
forma de leyenda, -es porque
lejos de nuestro propsito
hacer un libro filosfico,
ameno
la
sin faltar en
nada
y de nuestras fuerzas el
pues solo aspiramos que sea
los sabios escritores
que nos han
precedido y lo que encierran las Sagradas Escrituras.
Esperamos que
esta aclaracin servir para el resto de la
obra, cortando de una vez interrupciones enojosas siempre
para los lectores cuando se emplean en mitad de una narracin.
El sitio donde la tradicin local ha colocado esta escena, y en el que
ven todavia las ruinas de la fortaleza, del bandido, contina teniendo muy
mala fama: durante las Cruzadas los francos, quienes era amiliar esta
(1)
se
un seor feudal.
Es raro, sin embargo, dice el padre au con una severidad admirable,
que un seor de marca se convierta en un ladrn de caminos reales: los cruzados entendan mejor la historia que el padre au. Hase aadido estaleyenda, que parece autntica, un cuento que nosotros no garantizamos -pretradicin, haban trasformado al jefe de bandidos en
tendiendo que
abate Orsikj.)
el
bandido hospitalario era
el
buen ladrn en persona.
(El
DEL GLGOTA.
241
CAPITULO VIL
La caravana.
Gaza, ciudad martima de Oriente, perla preciosa de los
filisteos,
cuyos pies se arrastran perezosas las azuladas
ondas del Mediterrneo
y en cuyos altos minaretes gime
el
clido soplo del desierto.
Las caravanas respiran con avaricia
campos y
las
el
perfume de tus
la fresca brisa de tus tardes, antes de internarse
en
inmensas soledades de arena de Etham y Pharaam.
Porque Gaza es el ltimo jardin de Palestina y el primer
oasis del desierto.
Las palomas torcaces
TOMO
le
envian sus lastimeros y dulces
31
EL MRTIR
242
arrullos desde las grietas de sus
desmoronadas torres aonde
anidan eternamente.
Los ruiseores cantan en sus
florestas, las gacelas blancas
corren en sus montes, y las cabras de largas lanas pacen en
sus praderas.
Cuando el rabe con las piernas cruzadas sobre el arqueado lomo de su dromedario lanza una mirada investigadora por el horizonte rojizo y sin fondo; cuando v sus
pies estenderse seco, infecundo, maldito, aquel vasto are-
nal que le espanta; cuando la sed acrece y la esperanza de
un manantial
hallar
se estingue, entonces
reanima con un
grito salvaje su cabalgadura, cierra los ojos y suea en los
arroyos, en la floresta amena, en los jardines de Persia.
A travs
de aquellas olas de fuego y arena que
queman
le
secan
Gaza con sus
y
campias, con sus palmeras, con sus frescos manantiales y
sus pacficos habitantes, tan hospitalarios, tan inofensivos,
las fauces
le
las pupilas, suele ver
tan amigos del forastero.
el
rabe entonces canta
arrulla aquel sueo delicioso
para infundir aliento su paciente cabalgadura.
Gaza, entonces,
ama
es
para
el
rabe tanto como su patria,
muros como su tienda y su caballo.
Pero por el contrario cuando la abandona para trasladarse Egipto; cuando al llegar las llanuras de Siria
sus
vuelve la cabeza para darle
el
adis de despedida, y no v
us palmeras y sus minaretes, y el clido ambiente del desierto se estrella sobre su tostada frente, anuncindole los
peligros y las penalidades que le aguardan, entonces
suspiro doloroso se escapa de sus labios, y tal vez
un
una l-
grima resbala por su bronceada mejilla.
Porque la ciudad de Gaza es desde tiempo inmemorial
ei punto de reunin de las caravanas que van y vienen
(
Egipto.
Puede
decirse que es la
colmena de
los caravaneros;
todos se renen y plantan sus tiendas en sus riberas.
Su
DEL GLGOTA.
243
bazar de venta y compra; desde all se esparcen como las abejas en busca de flores que libar para
nutrir con sus esencias el rico panal de su negocio.
puerto
(1) es el
Gaza
est situada en la
loma de un monte bajo, cuyas
ven eternamente acariciadas por las olas del mar.
Miradas desde lejos sus blancas casas, parecen una ma-
faldas se
nada de ovejas que
se
encaminan tomar un bao.
tom despus de dos meses
Ciro, rey de Persia, la cerc y
de asedio (599 aos ntes de Jesucristo), y desde entonces
sus torres derruidas sirven de asiento sus pacficos habitantes cuando en los calurosos meses de la cancula
van
sombra de sus hermosas
respirar la brisa de la tarde la
palmeras.
esta ciudad
despuntar
el
pues
fu donde lleg
una maana
al
dia la Santa Familia.
Las penalidades que
los viajeros galileos sufrieron
du-
rante su travesa, fueron incalculables.
Su refugio durante las noches eran los desiertos inmundos silos, las oscuras cuevas, los hmedos barrancos,
los incultos bosques.
La
tradicin
marca una gruta en
las cercanas de
ln (2), donde la Virgen pas sola tocio
un
Be-
dia mientras
su esposo entr arriesgando su existencia en Jerusalen.
Ignrase lo que buscaba
el
patriarca en la ciudad de
Herodes, su perseguidor: tal vez alguna caravana que no encontr; tal vez vender alguna alhaja de su Esposa para
ayudar con su valor
los gastos
de tan penoso y largo
viaje.
Jos se detuvo junto un sicmoro, y ayudando su
El puerto de Gaza, que hoy se halla cegado intil, fu en otro
tiempo
(2)
muy
concurrido por todos los marinos del mundo.
Esta gruta se llama
que mientras daba de
la
gruta de la leche de la
mamar
al
Virgen
porque se cree
Nio cayeron algunas gotas sobre una
pea. Los cristianos han elevado un altar en la gruta. (Orsini
Virgen.)
Vida de la
EL MRTIR
244
Esposa bajar de la modesta cabalgadura
la hizo sentar al
pi del rbol.
Entonces descarg la pollina de todos
tos, nico patrimonio de la Familia
los enseres
modes-
Nazarena, y fu colo-
cndolos al rededor del rbol.
Di mas habia cumplido
corderillo
comenzaba
su palabra, porque
saltar junto
un blanco
Mara, la cual con
dulce y maternal solicitud le enseaba su hijo
el
regalo
del bandido.
Mara,
le dijo
Jos despus de terminado su trabajo:
Dios ha querido conducirnos buenos y salvos la puerta del
desierto. Dios nos sacar con bien de las terribles soledades
que vamos cruzar en breve.
En
Dios recae todo
el
poder; de Dios viene todo lo
grande y maravilloso que admira
la Virgen.
Mucho me
los mortales,
murmur
consuela tu resignacin; pero voy dejarte
por unos instantes. Es preciso que pongamos algo de nuestra parte para que el viaje sea
menos penoso. Pobres so-
mos... pero confio que aun reuniremos lo suficiente para po-
der pagar tu pasaje al primer caravanero que salga para
Egipto.
Jos entonces, llevando al modesto herbvoro del ronzal,
se
encamin hcia
zados muros
como
la
ciudad de Gaza que alzaba sus destro-
unos trescientos pasos del sitio en que
se hallaban.
Mara
se
qued sola con su adorado Hijo sentada
al pi
del sicmoro.
De
sus ojos azules llenos de
bondad
se desprendi
una
lgrima.
Aquella lgrima era la
la
Virgen enviaba
muda y
la pacfica
silenciosa despedida que
cabalgadura que tan buenos
servicios le habia prestado durante el viaje, y de la cual iba
separarse para siempre, pues su esposo
Gaza con intencin de venderla.
se
encaminaba
DEL GLGOTA.
La Virgen
245
qued sola, y despus de enjugar aquella
lgrima que humedeca sus mejillas, estendi una piel sobre
el
se
csped, y sobre esta modesta cama. acost al Nio.
Luego comenz disponer sobre sus ruedos de palmas
algunas frugales provisiones para que
pudiera servirse
el
al
regresar su esposo
desayuno.
Mara, distraida con estas ocupaciones, no repar que
poca distancia del rbol que
le servia
de albergue se alzaban
dos tiendas rabes, cuyos alrededores descansaban diez
doce dromedarios.
Tampoco observ que unos hombres iban y venian
una
fuente cercana, y llenando grandes pellejos de aquella agua
los
colocaban cuidadosamente sobre los arqueados lomos
de las lijeras cabalgaduras.
Entre estos hombres
se
hallaba un rabe entrado en
aos y que al parecer debia ser el jefe de los dems,
pues les dictaba rdenes en voz baja sin ocuparse del m-
probo trabajo que hacia gotear de sudor la frente de sus
compaeros.
El anciano se paseaba con los brazos cruzados desde las
tiendas hasta unas ruinas cercanas junto las cuales bro-
taba
el
manantial.
En uno
de estos paseos sus ojos se fijaron en
que servia de tienda
si
el
sicmoro
la Virgen.
El rabe vi Mara y se estremeci visiblemente como
en Ella hubiera reconocido alguna persona allegada.
Luego permaneci un momento
indeciso, pero sin apar-
tar los ojos de la galilea, la cual, tan abstrada se hallaba
con su Hijo, que no habia reparado en que era objeto de un
exmen detenido por parte del rabe.
Por fin el silencioso observador de la Virgen hizo un movimiento particular con la cabeza como el hombre que acepta
una resolucin que le ha tenido indeciso por algunos momentos, y luego se encamin hcia
Mara y Jess.
el
rbol donde se hallaban
EL MRTIR
246
Mujer,
la paz sea contigo, le dijo inclinando ligeramente
la cabeza.
Arabe,
ella te sea propicia, le respondi la
Virgen tran-
quilamente.
Perdona
si
con mi pregunta
parezco indiscreto,
te
volvi decir el rabe; pero juzgar por tu traje
me
pareces galilea.
Nazareth
es
mi
patria.
Naci tu Hijo tambin en la flor (1) de Galilea.
Beln de Jud fu su cuna.
Entonces, t eres Mara, la Madre venturosa quien
los njeles de Abraham saludan y los reyes de Oriente rinden
vasallaje.
Mi kijo fu
el
que mereci tanta honra.
Perdona si vuelvo
esperas en este
sitio,
dirigirte una nueva pregunta: qu
tan apartada de tu patria? A dnde te
encaminas?
Espero mi
esposo.
Egipto! exclam
camellos ni
Dios
es
el
Voy
el
Egipto.
rabe con asombro; no veo los
guia que deba conducirte.
grande y misericordioso. Quin puede leer sus
voy Epigto.
designios? Solo s que
Las misteriosas palabras de Mara,
dignidad de su acento, conmovieron
la dulce
y modesta
al viejo rabe,
el
cual
respondi de este modo:
Venturosa Mujer quien los reyes
rinden vasallaje, y
que moras en un establo y te dispones entrar en los inmensos arenales de Etham y Pharaam pi y sin guia yo te
,
venero, aunque no te comprendo. Dile tu esposo, cuando
regrese de la ciudad, que Hassaf
rabe parte hoy para
el
Helipolis, la ciudad del sol, desde
donde
se
encaminar
Alejandra, y le ofrece su amistad y sus camellos. Si lo acepta, ah
(1)
en mi tienda
Flor. -Nazareth.
le espero.
DEL GLGOTA
Hassaf, que era el
mismo rabe de
- 247
la fuente
de Elias y
de Beln, salud la Virgen y fu reunirse con sus compaeros.
Una hora mas
se reuni
tarde Jos regres de la ciudad de
Gaza y
con su esposa
y meditabundo.
Mara le recibi con la sonrisa de bondad eterna en sus
divinos lbios preguntndole la causa de aquella melancola.
El anciano estaba
triste
Qu tienes, esposo mi? Le pregunt con dulzura.
Es preciso que hagamos viaje solos, sin un guia que
el
os marque los desconocidos caminos del desierto, sin un ca-
mello que acorte las inmensas distancias que hemos de atravesar.
Dios no
olvida los buenos, le contest la Virgen con
esa entonacin de las mujeres virtuosas que tiene que tras-
mitir
una buena
noticia; mientras t buscabas
una caravana
que nos admitiera mediante un puado de dinero que tal vez
sea el resto de nuestra fortuna, Jehov nos ha enviado un
mercader caritativo que
te ofrece
conducirnos la ciudad
del sol.
Ser posible? exclam Jos con asombro.
Mira, continu la Virgen, ves aquel anciano
pasea con los brazos cruzados sobre
el
que
se
pecho por delante de
aquellas tiendas? Pues ese anciano es el jefe de la caravana
que est acampada junto
polis,
se
las ruinas: parte
hoy para Helio-
ha brindado conducirnos.
Jos, lleno el corazn de alegra, fu encontrarse
el rabe,
ste,
con
con ruda franqueza ofrecile un camello
y
para su esposa y su Hijo sin retribucin alguna.
Judo, le dijo Hassaf, no te ofrezco mas que un camello
porque no tengo ms; todos
los
que ves acampados en der-
redor tuyo son mios, es verdad; pero los tengo alquilados
los mercaderes de Gaza que conducen sus mercancas He-
Cairo y Alejandra; mucho lo siento^ pero tu tendrs que caminar pi con mis criados.
lipolis, el
EL MRTIR
21S
Qu
me
importa, respondi Jos con alegra,
Esposa y su Hijo caminan sin fatigarse?
El patriarca se olvidaba de las penalidades que
daban en el desierto.
le
si
mi
aguar-
Mara y Jess tenian un bagaje, y esa era toda su ambicin.
El galileo coloc sobre
el
animal que
le
prestaba
el
rabe
su modesto equipaje, entre el cual se hallaban las herra-
mientas de carpintero
pues en Egipto no contaba con otro
recurso para alimentar sus necesidades que
Nazareth, esto es,
el
el
que tenia en
trabajo.
Poco despus todo estaba dispuesto los comerciantes de
Gaza se reunieron con los egipcios, y Hassaf el rabe mand
levantar las tiendas y emprender la marcha.
;
249
CAPITULO
VIII.
El desierto.
La
tradicin poco nada dice del largo y peligroso itinerario que siguieron los Santos Viajeros desde Nazareth, su
patria nativa, hasta Matarieh la pintoresca aldea de Egipto
que eligieron como patria adoptiva durante sus
siete
aos de
destierro.
Si se consultan los eruditos clculos de los cronologistas
de la Virgen
se hallarn distintas opiniones sobre el
manera de hacer
Desde
modo
la peligrosa travesa del desierto.
las costas de Siria hasta Helipolis
emplea un ca-
mello diez doce dias, y aunque nada hay imposible para
Dios, un viajero no podr cruzar las inmensas soledades de
TOMO
I.
32
EL MRTIR
250
arena del desierto, pi, sin emplear un mes en
el viaje,
indudablemente hallara entre aquellas abrasadas arenas su
sepultura.
Siguiendo, pues, la opinin de los sabios escritores que
creen
mas
verosmil que la Santa Familia se reunira en las
una caravana para emprender
costas de Siria con
el
pe-
ligroso paso del desierto, y atendiendo que este viaje
debi llevarse cabo por
mes de marzo y que
el
el
equi-
nocio de la primavera estaba prximo, tiempo en que
simoun arrolla con su mortfero aliento
desierto
nosotros
hemos adoptado
mas verosmil.
La caravana abandon
este
Apenas
las
campos de
medio por creerlo
Gaza, y algunas
dromedarios pisaban
los arrabales de
horas despus los callosos cascos de los
los infecundos
el
las soledades del
Siria'.
primeras rfagas del ambiente clido del de-
sierto se estrellan sobre el tostado rostro de las caravaneros,
el
rabe suspende su conversacin, su mirada se oscurece,
su frente se puebla de arrugas
y meditabundo.
Entonces cruzando
,
y su ademan
se
torna grave
las piernas sobre el tosco cuello de
su cabalgadura y los brazos sobre
el
pecho
cierra los ojos
por no ver aquellas inmensas sbana?, de arena que se estienden ante su vista
la
cuya sequedad da sed con
se dispone soar despierto
en algn
solo
frtil
mirar-
y pinto-
resco oasis, en los trasparentes y claros arroyos de los jar-
dines de
le
Meka
en el dulce
amor de su ansiosa
familia que
espera para recompensar las penalidades de tan larga tra-
vesa,
con sus cariosos cuidados.
Porque
el
rabe,
propenso soar.
como todos
Teme
los hijos
al desierto
de Oriente, es
como ama
sus
cos-
tumbres.
La historia le recuerda que las arenas de Etham, de
Pharaam y de Sara son hambrientas sepulturas que reciben
diariamente los desgraciados cuerpos de sus hermanos
DEL GLGOTA.
quien
el
simoun arrolla con sus
251
olas tempestuosas de ar-
diente polvo.
sed que abrasa las entraas, el simoun que sepulta
La
bajo los montes de arena que arrastra con su empuje poderoso, la certera y mortfera flecha de los boucoles (1), las
hambrientas que acechan ocultas entre las calcinadas
fieras
rocas,
abrasador que derrite con
el sol
la peste tan
comn en
el desierto,
el
fuego de sus rayos,
son los poderosos enemi-
gos con que luchan las caravanas que cruzan
los peligros que se espone
y sin emcon ese valor peculiar del hijo de la natu-
El rabe conoce
bargo
el desierto.
los acepta
raleza.
Su cuerpo
es tan fuerte
como
fantstica su imaginacin.
Sobrios hasta la inverosimilitud cuando sus modestas provisiones se agotan
basta un puado de habas secas para
les
pasar un dia.
el
El dromedario, ese dcil y ligero trasportador del rabe en
desierto, no es menos fuerte ni menos sufrido que su dueo.
Con ese instinto del animal, que no se esplica, sabe que
ha nacido para sobrellevar un trabajo penoso mprobo.
Desconoce
la pereza
y nunca un gemido de dolor
se escapa
de su abrasado pecho.
Cuando sus fuertes piernas vacilan bajo el peso de la inmensa carga que le abruma, cuando su chata cabeza cae
desfallecida hcia la tierra
y sus melanclicos ojos comienzan cerrarse hundidos por la fatiga, entonces un lijero temblor agita su cuerpo
vida de su
fiel
Entonces
ese temblor indica su
dueo que la
cabalgadura v estinguirse.
rabe exhala un suspiro y espera impasible
algunos segundos. El camello dobla las piernas y el dueo
(1)
Boucoles
el
de una palabra griega que significa boyero vaquero
es-
romanos durante la
dominacin en Egipto de esos conquistadores del mundo. El desierto fu su
tos vaqueros conservaron
abrigo
una actitud
hostil contra los
y salian asaltar las caravanas del Cairo y Palestina apoderndose
de las mercancas.
EL MARTIR
252
baja y trasporta en silencio toda la carga de su cabalgadura
las otras que le siguen en pos. Fija su penetrante mirada
en
los cerrados ojos de su haghin
1),
saca
el
largo pual que
cuelga de su cintura y lo sepulta en el cuello de su noble
animal, y luego, apartando los ojos de aquella sangre, corre
reunirse con sus compaeros
sobre
salta ligero
como
lomo de otro camello.
el
Ni torna su cabeza para mirarle, ni abriga
sobre
le
si
gamo
el
la
menor duda
su noble conductor est muerto. Sabe que su pual
ha evitado con
la
muerte padecer, porque
los chacales
y
devoraran en vida, y el rabe evita
compaero, ya que no pueda otra cosa, que sienta
las fieras del desierto le
su
fiel
las rabiosas
mordeduras de sus implacables enemigos.
Una hora
despus ios chacales y las hienas
esos cobardes
perseguidores de Jas caravanas, que nunca atacan los vivos
repugnante olor de un cadver hiere su delicado
hasta que
el
olfato, se
lanzan sobre
le
el
pobre y abandonado cuadrpedo y
devoran sin piedad.
El nuevo dia alumbra un esqueleto, y aquellos huesos
esparcidos por la arena que blanquea los rayos del sol, van
poco poco convirtindose en blanca ceniza que marca los
pasajeros
sierto
una
lnea cenicienta sobre la roja arena del de-
indicando
el
camino que debe conducirle
al
puerto
deseado.
Los huesos insepultos son
y no
siempre sirven de itinerario los de los dromedarios: tambin
se hallan otros
las carreteras del desierto,
mas pequeos y de
otra forma que han per-
tenecido en otro tiempo seres humanos.
Lleg la noche y cesaron los insufribles ardores el
abrasador sol.
La luna tendi
tes soledades
;
({)
Dromedario.
su disco de plata por aquellas imponen-
los rabes hicieron alto.
DEL,
GOLGTA.
253
mercaderes, y luego los conductores descargaron los camellos, y atndolos en un cr-
Levantaron
la tienda los
culo unas estacas clavadas profundamente en la arena,
comenzaron en
silencio su
modesta cena de
dtiles
y tortas
de trigo asadas las brasas.
La Santa Familia
estendi junto unos secos matorrales
un trozo de estera de palma, que era su nica cama.
Su tienda era el dilatado firmamento coronado de
llas
que brillaban sobre sus cabeza?.
Pobres, abandonados, desvalidos, hasta del ltimo de
los criados de la
caravana, se hallaban,
oracin de Ja noche
que
estre-
se
ellos
al dios
tal vez
de Sion cuando
efevando su
anciano rabe
el
habia demostrado su protector desde Gaza se acerc
con una cacerola de hierro en la mano.
Galilea,
le
dijo
Mara,
sobrio por necesidad, pero
ama
rabe en
el desierto
es
los nios, respeta las
Toma, hoy parto contigo mi racin
de camella. Tal vez maana no pueda darte ni una
madres y
de leche
el
es hospitalario.
gota de agua.
sin
aguardar respuesta,
el
rabe fu reu-
nirse con sus compaeros.
Mara acept
en
el
la fineza del
anciano egipcio agradeciendo
fondo de su alma tanta generosidad.
La Virgen
Galilea no pudo cerrar los ojos durante la
noche.
La prxima vecindad de
las
hambrientas
fieras del
de-
opriman su sensible y miedoso corazn.
Sus ahullidos, sus interminables lamentos llegaban hasta
sierto
Ella amedrentndola por la suerte que podia caber su ado-
rado Hijo.
Los rabes, mas avezados que
la
Virgen
la estridente
y montona armona que producen las fauces dlas hienas
al chocar una con otra, dorman envueltos con sus capas al
lado de sus camellos sin recelo alguno.
Uno
solo velaba pasendose al rededor de
hoguera que alimentaba de vez en cuando con
una grande
las secas reta-
EL MRTIR
254
mas, que pobres y ponzoosas crecen de trecho en trecho,
para ahuyentar con su llama las vecinas fieras
La
claridad de la fogata se estendia sobre aquella sole-
dad, baando con su roja luz
crculo bastante estenso, y la
como una aurora boreal un
Virgen mas de una vez crey
ver los vidriosos ojos de los chacales brillar en la oscura
sombra que proyectaba el ltimo trmino donde la llamarada de la hoguera se estingue.
De vez en cuando la Madre fugitiva se estremecia de espanto y apretaba sobrecogida contra su pecho
al
Hijo de sus
entraas.
Era que
por
fin
arena se removia bajo su cuerpo
la
abrindose
para dar paso un repugnante lagarto una as-
querosa culebra, reptiles inmundos que tanto abundan en
el
desierto y que el ojo perspicaz del rabe tiene el instinto de
conocer solo con el rastro que dejan, no solo d la familia que
pertenecen, sino tambin su edad su volumen, su fuerza, y
es
mas extraordinario todava,
si
lo
que
aquellos vestigios son de la vs-
pera de pocas horas antes, (1)
Cuntas amarguras, cuntos sobresaltos, cuntas penalidades debi sufrir durante la peligrosa y larga travesa la
delicada y tierna Nazarena!
Cuando despus de un
ribles soledades de
cielo de fuego
arena
dia abrasador por aquellas hor,
sobre las cuales se desploma
un
aquel palpable viento del desierto azotaba su
delicado rostro con sus pesadas rfagas de arena hasta
el
punto de hacerle brotar sangre; cuando sus hermosos ojos
quemados por
los rayos del sol, su
entontecida por la sed y
el
boca abrasada, su mente
calor insufrible, creia ver all
en lontananza un lago claro y trasparente como el
de Galilea rodeado de palmeras y sicmoros, un delicioso
lo lejos
brindaba con la sombra de sus rboles y las
frescas aguas de sus manantiales, y sin apartar suafanosamioasis
(1)
que
le
A. Danzats, Viaje
al Sina.
DEL GLGOTA.
255
rada de aquel panorama engaador segua y segua
las
vo-
luptuosas ondulaciones del follaje, creyendo or entre
csped
el
dulce
murmullo
del arroyuelo
que
el
se deslizaba
sus pies (1), y la noche llegaba y la caravana se detenia
y
y entonces la plida luz de la luna
fresca brisa de la noche que al orear su pura frente
las tiendas se alzaban,
senta la
sueo halagador; entonces Mara
la despertaba de aquel
lanzaba un doloroso suspiro inclinaba su hermosa cabeza
sobre
pecho virginal de su hijo, como la dbil azucena que
el
aproximacin de
se dobla la
resistir
con su
la lluvia
cliz delicado los
temerosa de no poder
manantiales que van des-
prenderse de las nubes que se mecen sobre
ella.
ambos
Nio Jess, elevaban sus preces
Jos entonces alentaba su delicada compaera, y
con
los ojos fijos
en
el
Jehov.
Pobres y humildes viajeros quienes la caridad de un
rabe habia prestado un camello, carecan de todo en el depara soportar las penalidades
sierto ; solo la fe les alentaba
de la travesa.
Por
la
eso cuando el grito salvaje del egipcio conductor de
caravana exclamaba con
que ve aproximarse
espumantes
las
teb! (2), grito
1)
Este es
Durante
el
gozo inesplicable del nufrago
que le sostiene sobre
buque salvador Mokalteb! Mokal-
la frgil tabla
olas el
que todos repiten con un gozo indefinible, grito
el
fenmeno conocido
la espedicion
"bajo el
nombre de mirage
6 reverbero.
de los franceses Egipto en 1797, los soldados, recor-
riendo los ridos desiertos de este pas abrasador, devorados por la sed, eran
con frecuencia engaados por esa cruel ilusin. Todos los objetos que sobresalan de la tierra se ofrecan sus ojos en medio de esos mares de arena
les
parecan cascadas de agua.- as un montecillo que descubran
les pareca
all
empujados por
la rabiosa sed
anhelado reconocan su error:
lejos sus vidos ojos.
(2)
lo lejos
que se alzaba en mitad de un lago trasparente. Entonces corran
el
que
les
devoraba; pero
lago habia huido
(Fellens, del Mirage,
al llegar al
pero volvan verlo
sitio
mas
art. VI.
Especie de cuevas en donde se refugian las caravanas durante las
terribles tempestades del
pozos de agua potable.
simoun
y en
las cuales
por
lo
regular existen
EL MRTIR
256
ante
cual los sedientos dromedarios parten galope ten-
el
dido abriendo sus abrasadas narices, estirando su encorvado
cuello ansiosos de aplicar sus robustos belfos en el claro
manantial que barrunta su delicado
Entonces, hombres
ban con
y.
olfato.
animales, amos y criados se arroja-
desorden irremediable de la avaricia, con la
el
rabia natural del sediento, ante
agua sobre aquel charco
el
salvador.
La Santa familia era la ltima en aplacar la sed. La
Madre de Dios, la Reina universal aplicaba los sonrosados
,
labios despus que los animales se habian hartado
do con sus pisadas
el
mmundo
y removi-
cieno de su fondo
tiendo en un asqueroso lodazal lo que antes era
agua clara y destilada.
Por fin/ despus de innumerables
convir-
un pozo de
fatigas,
los Santos
Viajeros divisaron lo lejos las llanuras de Gizeh, de cuyo
centro se alzan esos gigantes de piedra cuyas frentes no han
podido desmoronar los cuarenta siglos que la destructora
mano
tos
tiempo ha hecho rodar sobre
del
que
el
ellas, esos
monumen-
orgullo y la soberbia de los poderosos de Egipto
edificaron con el sudor y la vida de sus vasallos: las pir-
mides. (1)
masas gigantescas, de esos colosos, de
de granito que pregonan la grandeza de sus
la vista de esas
esas historias
antiguos fundadores, las caravanas lanzan un grito de gozo,
porque
muy
en breve los callosos pies de sus dromedarios se
deslizarn sobre hermosas y frtiles praderas esmaltadas de
flores,
el
perfume embalsamado de
los
campos
les
har
olvidar el clido y pesado soplo del simoun.
La gran pirmide de Cheops
(1)
cular
el gasto
la
tiene 4,174 pies de elevacin perpendilongitud de su base es de 716 pies, 6 pulgadas; estaba grabado
que se habia hecho de ajos, cebollas y rbanos para el alimento de
Ascenda treinta j cuatro millones de reales y algo mas. Su
los obreros.
inscripcin existia en tiempo de Herodoto. (Escosura, D.
ria de Egipto.
Gernimo
His-
DEL GLGATAEntonces
el
257
rabe entona su montono canto, su rostro
deschalas sombras tintas, y sus ojos negros y penetrantes
el fecundo Nilo, el rio santo que convierte con sus
buscan
inundaciones
Egipto en un hermoso jardn, porque Dios
negras arenas del Nilo derraman sobre aquella tierra
las
el
privilegiada todos los dones, todas las riquezas de
una vege-
tacin robusta y poderosa. (1)
La Santa Virgen comenz
respirar con alguna tran-
quilidad despus de doce dias de incesantes angustias: por-
que
en lontananza comenz distinguir
all
Egipto; cielo sin nubes, horizonte
un sol de fuego
La
como
el
ojo de
por donde irradia
triste,
un horno.
patria de los Faraones, donde los cadveres disputan
materia la nada, donde la eternidad
la
cielo de
el
se
hace palpable.
Los campos del Nilo con sus negras arenas; tumba colosal
socavada en la tierra, donde ni
el
roedor gusano turba
y prolongado silencio de la muerte.
Las llanuras de Gizeh, donde el soberbio Cheops levant
el fri
el
palacio de la muerte, colosal
monumento dedicado
-cadver; gigante de granito donde cien mil
su real
hombres traba-
jaron por espacio de veinte aos.
El Egipto
en
el
donde
crimen
las adlteras llevan escrito su
rostro (1), donde el perjurio era castigado con la
muerte.
(1)
(2)
El labrador egipcio espera tranquilo
el
mes de Mayo en que
empieza hincharse. El desborde salida de madre
mes de Setiembre. De
se manifiesta
en
el
el
Nilo
mes'
mayor menor subida de las aguas depende la abundancia de las cosechas. Unos pozos que sirven de escalas, y el famoso nilmetro mikyas del antiguo Cairo marcan
su acrecentamiento diario. Cuando el Nilo se retira, es decir, en los meses
de Junio y contina hasta el
la
de nuestro invierno en Europa,
el aire se perfuma, las praderas se esmaltan
Egipto se convierte en un inmenso vergel y el labrador, sin cuidado ni esmero, confa su semilla a la tierra y recoge una y otra Cosecha.
de flores,
el
(ESCOSURA.)
(2)
(3)
Los jueces les cortaban
Diodoro de Sicilia.
tomo
i.
la nariz.
(Horodoto).
33
EL MRTIR
258
El Egipto, donde
el
pueblo adora su rey en vida como
Dios, y le juzga despus de muerto
muchas
plebeyos, negndole
hasta los
como
al
ltimo de los
segn sus creencias,
honores de la sepultura; donde en los banquetes se
veces,
paseaba un cadver de madera metido en un rico atad, y
ensendolo los alegres convidados les deca el jefe de la
casa: Mirad
tos.
este
hombre, quien
os pareceris despus de
muer-
Bebed, pues, ahora y divertios. (1)
El Egipto
creia en la
mezcla de ilustracin y barbarie donde se
imortalidad del alma, y se adoraba un mismo
,
tiempo multitud de dioses con cabeza de gato
vientre de
cocodrilo y garras de milano.
El Egipto, donde el arte habia llegado lo
mas abyecto donde
la degradacin lo
el
mas sublime,
hombre hilaba
se entretena en las ocupaciones domsticas, y la mujer
y
en
los negocios de fuera
donde todo era Dios
escepto Dios (1),
y donde lo grande estaba confundido con lo pigmeo.
El peligro habia terminado. Helipolis, la ciudad
con sus esbeltos obeliscos sus gallardos minaretes y
,
del sol,
las
bru-
idas cpulas de acero de sus templos paganos , donde los
rayos del sol arrancan mares de luz que en cambiantes caprichosos se estendian sobre la ciudad
como una inmensa
cabellera de plata y fuego.
Helipolis, la ciudad favorita de Cleopatra, con sus
agu-
jas sutiles de piedra y bronce que se escondan entre los ri-
sueos celajes de su cielo, como su hermosa y caprichosa
fundadora ocultaba entre la prpura de Tiro de su rico tur-
bantelas doradas hebras de sus blondos cabellos.
Helipolis
donde
los restos de su
el
fnix resucitado acuda depositar
padre sobre
el altar del sol.
Helipolis , en cuyo centro se alza el famoso templo de
On, en donde Putifar
Helipolis
(1)
Herodoto.
(2)
Bossuet.
,'
ejerca el sacerdocio del sol.
perla de Egipto, ciudad natal de Moiss, en
LA HUIDA A EGIPTO.
DEL GLGOTA.
donde
el
259
profeta Onas habia levantado
procurando que
sible la
un templo Jehov,
la arquitectura egipcia se asimilara lo
Casa Santa de Jerusalen
solo
po-
que en seal de
templo de Sion, era en Egipto representado por una lmpara
inferioridad, el famoso candelabro de siete brazos del
de oro.
Mara,
la potica flor de Galilea, estendi sus dulces ojos
por aquellos bosques de palmeras y aquellos
dos de violetas silvestres.
Una lgrima
grima
campos cuaja-
Era la lde una ciudad
se desprendi de sus azules ojos.
del desterrado
que recuerda
la vista
populosa su humilde aldea, su pobre casita, sus amigos de
la infancia.
La caravana
tra, se detuvo
El
el
sol
ahtes de penetrar en la ciudad de Cleopa-
un momento.
molestaba
lo bastante
dromedario sobre
el
y Jos cogiendo de la brida
,
cual cabalgaba la
Madre de Dios con
su Hijo en los brazos, le condujo bajo las frondosas hojas de
un corpulento
Al acercarse
rbol.
la
Santa Familia
el
rbol dolo baj Unta
ij
gra-
ciosamente sus sombasramas como para ofrecer un palio de verdes
hojas al joven
Dueo de
la naturaleza
que
Maa
llevaba en sus
brazos (1).
Despus de algunos monmentos de descanso,
penetr en la ciudad.
la
caravana
Al pasar la Santa Familia por bajo los arcos de granito
en la puerta principal de Helipolis, todos los dolos de un
templo vecino cayeron de rostro contra la tierra (2), saludando al
descender de sus profanos pedestales
al
verdadero, al nico
Existe en la Arabia un rbol majestuoso del gnero de las sensitivas,
(1
que baja sus ramas al acercarse un hombre. Los rabes del Yemen estable)
cidos las orillas del Nilo
le dan el nombre de rbol hospitalario, y le tienen
en tanta veneracin que no permiten que se les arranque una hoja.
Este hecho lo atestiguan multitud de escritores, tanto sagrados
(2)
como profanos.
EL MRTIR
260
Dios que llegaba fugitivo pedir hospitalidad los idlatras
egipcios.
Los divinos Viajeros solo
se
dar las gracias su protector
detuvieron en la ciudad para
y descargar del camello sus
modestos enseres.
Jos carg sobre sus espaldas las herramientas de su
que poseia. Mara coji la ropa y el precioso Nio, y saliendo de la populosa Helipolis, donde la vida
era demasiado cara para su pobreza, tomaron el camino que
oficio
y todo
conducia
lo
la
cercana aldea de Metarieh, hermoso pueblo
sombreado de sicmoros, y en el que se encuentra
fuente de agua dulce que hay en Egipto. (1)
Los fugitivos Galileos
se detuvieron
como
la
nica
unos dos-
cientos pasos del pueblo: nadie conocian, pobres dester-
rados que iban pedir hospitalidad entre los idlatras.
Un espeso
sicmoro
(2) les
sirvi de tienda
durante
la
primera noche, porque Jos, como lleg la caida dla
tarde Metarieh, no quiso entrar en
nadie conocia, hasta la
Poco despus
la
un pueblo en donde
maana siguiente.
Santa Familia habitaba una humilde
choza debida la caridad de los egipcios, y all, en aquel
nido miserable de golondrinas, la virtuosa Galilea respir
en paz
lejos del terrible
Herodes, del inhumano perseguidor
de su hermoso Hijo.
(1)
Orsini. Esta fuente lleva todava
el
nombre de fuente de
la Virgen,
y una antigua tradicin refiere que la Virgen baaba en ella al Nio Jess.
Se alza sobreest fuente una pequea mezquita, objeto de veneracin para
los cristianos
(2)
Segn
y musulmanes.
los
mismos mahometanos,
al
amparo que prest
la
Madre de
Cristo, debe este rbol su milagrosa longevidad y su verdor eterno.
(A.
Danzants, Viage
al Sina.J
LIBRO QUINTO.
LA DEGOLLACION.
Entonces Herodes, cuando vi que haba sido burlado por los Magos, se irrit
mucho;
enviando hizo malar lodos
los
nios que habia en Beln y en toda su
comarca de dos aos alajo, conforme
tiempo que habia averiguado de
los
el
Ma-
gos. (San Mateo, Evangelio, caplu
lo II,
versculo 16.)
EL MRTIR DEL GLGOTA.
263
CAPITULO PRIMERO.
Los
hijos ds la Vestal.
Mientras tanto, Herodes esperaba impaciente las noticias
que su hijo Archelao debia trasmitirle de
Los dias pasaban
mara como
la presa
el
el feroz
Magos.
los
escalonita rugia en su c-
len que olfatea la carne y v que se
le
escapa
que ha soado devorar.
Los soldados recorrian
la Palestina: diariariamente se en-
viaban nuevos destacamentos de mercenarios en busca de los
caldeos,
intil
y de Jess
el
Hijo de la Nazarena; pero todo era
la tierra los ocultaba
sus pesquisas
Dios estendia
manto protector impenetrable.
Sin embargo una esperanza alentaba aun
sobre ellos su
el
vengativo
EL MRTIR
284
corazn del asesino de
no
hijo
le
Mariamme
esta esperanza era
que su
haba noticiado definitivamente la evasin de los
caldeos.
En
el
momento que volvemos
encontrarle
Herodes
se
hallaba inclinado sobre unos almohadones de damasco, en
su camarn de Jeric.
Su nieto Achiab, de pi, su lado, se entretena mirando un mapa del mundo conocido de los antiguos.
Esta carta geogrfica estaba estampada sobre una piel de
ternera adelgazada primorosamente.
Con una
marcadas
tinta roja se veian
las provincias con-
quistadas por los romanos.
Herodes, que cuando se hallaba con su nieto solia olvidarse hasta de su dolencia, con un punzn de oro se entretenia en marcarle los puntos por donde el ejrcito
romano
habia marchado durante su conquista.
Achiab demostraba una profunda atencin
las
guerre-
ras esplicaciones de su abuelo.
Me gustara mucho
exclam
algn momento de meditacin
el
adolescente despus de
qe t fueras un rey tan
poderoso como nuestro aliado Octaviano Augusto.
El idumeo se sonri. El nio inocentemente habia hala-
gado un deseo que Herodes hubiera realizado costa de su
honra y aun de algunos aos de su vida.
Mira, le dijo Herodes colocandq el punzn sobre
las l-
neas encarnadas, y como si no hubiera oido las palabras de
su nieto: estas pequeas guilas marcadas con tinta azul, de-
muestran
los lmites fronteras del imperio
Poniente
el
por
el
Norte
Ocano Atlntico
el
Danubio y
cataratas del Nilo,
Atlas
(1)
(1).
Esto
los
por
Rhin
el
romano. Por
Oriente
el
el
Eufrates,
y por el Medioda las
desiertos de Africa y el monte
es la Italia,
el
que tanta sangre ha costado
los
Augusto encarg su sucesor en su testamento que no pasara esta
marcado su imperio.
frontera que l habia
DEL GLGOTA.
romanos desde
Numa
265
Pompilio hasta
el
Csar Augusto,
nuestro poderoso amigo. Aqu est Espaa, pais rico y poblado cuyos hijos han ostentado siempre un valor heroico y
un cario su independencia
sin ejemplo. Esto es
ciudad grande y
populosa, la aliada
maana Anbal
se present ante sus
Sagunto,
mas fiel de Roma. Una
muros con un ejrcito
de 150,000 cartagineses, y les intim la rendicin. En plena
paz como se hallaban entonces, aquella era una infame
Sagunto era un pueblo de hroes, y se defendi esperando socorros de Roma. Por fin vio que le era imposible
mantenerse entre aquellas ruinas, que el Senado no corria
traicin.
protegerles, y antes de rendirse encendieron los saguntinos una inmensa hoguera en mitad de la plaza y se arro,
jaron ella hombres, mujeres, ancianos y nios. Cuando
entr el vencedor Anbal, Sagunto era un montn de cenizas
formado con
Aehiab,
los
al oir el
huesos de sus habitantes.
rasgo heroico de los saguntinos excla-
enardecido:
Pueblo
valiente
yo
te saludo
te
venero tu nombre se
,
grabar en mi memoria.
No concluy ah el valor increble de los hijos de Espaa,
continu Herodes
mudando
el
punzn de
sitio.
Aqu
est
Numancia que, sitiada poco despus por Scipion el Africano,
tuvo el mismo valor que Sagunto. Los romanos fueron entonces tan inicuos como los cartagineses.
Herodes, siempre bueno y condescendiente con su nieto,
se entretena ensendole de este modo ameno la historia
militar de las naciones.
Siguiendo mi punzn, continu Herodes haciendo correr
sobre el mapa el marcador de oro que tenia en la mano,
puedes ver los dilatados reinos que posee Roma y que pagan
tributo nuestro amigo Augusto. Esto es Africa, donde el
atroz Masinisa, al frente de sus ligeros Nmidas, hizo huir
vencedor Anbal quemando dos campamentos y apoderndose de la ciudad de Zama. Aqu est la Macedonia: el des-
al
TOM
I.
34
EL MRTIR
2GS
venturado Perseo
su ltimo rey, fu conducido
Roma por
Paulo Emulio, su vencedor, en donde muri de hambre
entre las negras paredes de
un calabozo. Esto
esto las islas Britnicas. Julio
embarc sobre
las
Csar fu
el
es la Grecia y
primero que des-
encrespadas rocas de sus riberas
some-
tiendo poco despus la Galia, Asia, Siria, el Ponto, la
Prgamo. Siguiendo esta lnea encondonde Marco Antonio el amigo del Csar,
lleg como conquistador y termin siendo el esclavo de la
reina Cleopatra que supo adormecerle con sus hechizos. Y
Bitinia y el reino de
trars Egipto
esto
por
fin, es
nuestra hermosa Judea, reino que yo legar
tu padre y que t regirs algn dia como dueo y seor.
dime, querido abuelito, exclam Achiab, en un ar-
infantil curiosidad colocando los codos sobre el
ranque de
mapa y
de
acariciando la spera barba de Herodes: esos reyes
Roma
que son hoy dia dueos del mundo, fueron siempre
tan poderosos?
No,
conquistas. El origen de
es casi
han ensanchado por sus
tiene una historia fabulosa,
hijo mi, sus dominios se
Roma
un cuento.
Oh!
Pues ya sabes que yo
me muero
por los cuentos y
por las historias.
no olvides que un rey, por pequeo que sea su reino, puede con su valor y con su prudencia convertirlo en grande y poderoso.
Oyelo
pues, hijo mi, y
Herodes abandon
mesa, y tendindose en su mullido
lecho, hizo que su nieto se sentara la cabecera sobre unos
la
almohodones, y luego continu de este modo:
Amullio reinaba en la ciudad de Alba, situada en
el
Lacia, provincia de Italia. Sus frtiles campos, su cielo azul
y sereno, y el mar Mediterrneo que besaba sus hermosas
playas, la hacian una de las ms pintorescas y ricas provincias del
mundo. Amullio habia usurpado
mano Numit^,
el
el
trono su her-
cual lloraba su desgracia en un calabozo
con sus dos hijos Laso y Rea
Silbia.
Amullio hizo asesinar
DEL GLGOTA.
267
Laso, heredero de Numita, y encerr
donde
se
adoraba
la.
Diosa Vesta.
Rea en un templo
Las vestales tenian
obligacin de alimentar continuamente
el
la
fuego sagrado, y
a la que lo dejaba apagar se la condenaba ser enterrada
Ademas, las vestales no podian casarse.
Por este medio Amullio aseguraba la corona sobre sus
sienes. Pero los dioses habian dispuesto que la hermosa Rea
fuese robada del templo por un mancebo valiente que algunos dan en decir que era el dios Marte quien adoraban
viva.
en forma de lanza
los hijos de
Alba.
La desgraciada Rea cay segunda
vez en poder de su tio
Amullio, y poco despus di luz en un calabozo dos nios
que les pusieron por nombres Remo y Rmulo. El rey orde-
n uno de
los criados de su confianza que arrojara al
Tibe?
aquellos dos nios.
El criado parti de noche cumplir
que
le
comisin
la triste
confiaba su amo; pero al llegar las orillas del rio
que debia servirles de tumba los dej sobre el mullido csped, tiempo que la luna desde el cielo, quebrando el tupido
celaje de
una nube,
dej caer su luz de plata sobre las ino-
centes cabezas de los recien nacidos. El criado, viendo las
dulces fisonomas de aquellos nios, se turb y tuvo miedo
,
de cometer
un crimen tan
horrible.
Entonces vuelve cojerlos en sus brazos y se interna en
un .bosque vecino, dejndoles sobre unos matorrales, y
corre al palacio de su seor decirle que sus rdenes estaban
La Providencia vel desde aquel instante por los
abandonados. Una loba que habia perdido sus lo-
cumplidas.
dos nios
beznos, en vez de devorarlos, los condujo su cueva, don-
de los aliment con su leche, hasta que un dia fueron hallados por unos pastores.
Remo
y Rmulo crecieron entre
los pastores
ocupndo-
se de apacentar las cabras.
Pero Rmulo era violento
maba una pendencia con
los
por
el
motivo mas
guardas de Amullio.
ftil
ar-
Un dia se
EL MRTIR
2C8
llevaron preso
Remo, que inmediatamente
fu encerrado
en un calabozo.
Rmulo
hambriento de vengar su hermano y perseguido por los soldados del rey vagaba por las cercanas
,
de Alba, cuando una casualidad hizo que se encontrara
dia con el viejo Faustulo, que era el
mismo
un
criado que les
habia perdonado la vida engaando su seor.
Se hablaron, y entonces,
Rmulo le cont su historia.
al
saber Faustulo quin era
Rmulo
al
saber su nacimiento
encerrada en un crculo de fuego
rugi
como
la
hiena
y ardiendo en deseos de
venganza, logr reunir algunos pastores atrevidos como l,
,
y entrando una noche en la ciudad asesin a su tio Amullio
y abri los calabozos de su hermano y de su abuelo Numita,
que hacia cuarenta aos que se consuma en su lbrega
crcel.
Acostumbrados una vida salvaje y libre se ahogaban
en la ciudad, y dejando la corona su anciano abuelo sa,
lieron al
campo
ansiosos de llevar su antigua independien-
te vida de cazadores.
Un
hermanos no saban qu hacer,
se les
ocurri fundar una ciudad para vivir en ella con sus
com-
dia que los dos
paeros su antojo.
Buscaron y eligieron
con
el
el foso
ardor natural de
que debia marcar
Entonces se
dra el
les
que debia ocupar, y ambos,
juventud, comenzaron ahondar
el sitio
la
el
muro
del
ocurri una duda
nuevo pueblo.
cul de los dos le pon-
nombre; y convinieron que aquel que
nmero de
Remo
viese
mayor
buitres al volver la cabeza.
dijo
que habia visto diez; Rmulo asegur que ha-
De aqu surgi una disputa acalorada, y Rmulo, arrojando sobre la cabeza de su hermano una maza
bia visto doce.
de hierro, le dej muerto en
el acto.
Los primeros cimientos de
paron con
la
sangre fratricida.
la
ciudad de
Roma
se
empa-
DEL GLGOTA.
269
Poco tiempo despus Rmulo fu proclamado por sus
compaeros el primer rey de Roma. Tenia diez y ocho aos.
La ciudad nueva fu el asilo de todos los vagabundos y
criminales de los pases vecinos.
Ni una sola mujer
se atrevi penetrar dentro de aquellos
muros en donde vivieron
,
estratgia de
Sabinas
Rmulo
los
hombres
di origen
solos hasta
mas tarde
al
que una
robo de las
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
Las vboras
Embebecidos
el
nio
se hallaban
271
II,
del esclavo.
en su relato histrico
cuando una mano apart
la
el viejo
pesada colgadura que
cubra la puerta de entrada del camarn de Herodes, y detrs
de esta mano apareci entre los ondulantes pliegues de seda
la figura de Verutidio, general
romano.
El valiente mercenario llevaba
el traje
de campaa, con
sus inmensas botas de cuero y su casco de bronce.
Su barba y
cabello negro
hallaban cubiertos de polvo,
como las alas del cuervo, se
y el manto de lana azul arru-
gado y medio desprendido del grueso clavo de oro que
sujetaba sobre el hombro.
le
EL MRTIR
272
Todo indicaba en
que habia hecho una jornada larga
y caballo.
Herodes,
al verlo entrar,
que se hallaba su lado
se incorpor sobre los blandos
apart suavemente su nieto
almohadones.
El romano
y bes por cumplido la
con ademan familiar hcia
se acerc
mano que le
el
lecho,
estendia el rey de Jud.
Ah! Por fin te dignas venir ver este pobre rey enfermo, mi valiente general. Supongo que me traers nuevas
de esos caldeos.
Seor,
le
respondi Verutidio, los babilonios, quienes
Jpiter confunda
protegidos tal vez por su dios Belo
logrado escapar de nuestras pesquisas. Los
los
bosques de Samara,
las riberas del
grienta y
el desierto
mar
silos del
han
Carmelo,
de Jud, la via San-
Occidental, han sido registra-
dos con escrupulosidad por mis valientes soldados. Pero todo
en vano:
les
ha
sido imposible tropezar
Herodes abarc con una mirada
al
con su rastro.
romano. De sus pardas
pupilas se desprendieron dos chispas de ira,
del lecho, se acerc Verutidio
su nieto
chaba
que con
la curiosidad peculiar
comprender
sin
y deslizndose
el hombro de
apoyndose en
de los nios escu-
las palabras del
agitacin nerviosa que la
mano
general y senta la
de su abuelo comunicaba
su cuerpo.
Archelao
mi
hijo
qu dice? Pregunt
el
idumeo de
un modo estrao, pero que hel la sangre de su nieto.
Tu hijo, le contest el romano, se halla en tu palacio
de Jerusalen entregndose todas las furias del averno.
Oh, la enfermedad me
se llev la
escarlata,
Que
mano
como
al
si
pecho rasgndose
un spid
le
hace impotente!....
el
magnfico tnico de
hubiera mordido en
la diosa Cres aparte de
Herodes
m sus favores
corazn.
si
tu hijo
Archelao no siente en este momento tanto como t la misteriosa desaparicin de los
las
Magos.
Yo
le
he visto arrancarse
barbas de rabia cuando tus herodianos han regresado sin
DEL GLGOTA.
273
Yo
le he oido poner un precio exorbitante por sus caCreme, seor, tu hijo nada le disgusta tanto como
hallar obstculos en el cumplimiento de las rdenes que le
ellos.
bezas.
comunicas.
Ah! los caldeos me han faltado su palabra, murmur
Herodes con nervioso acento; yo pretendia burlarles y he
sido el burlado. Tanto peor para ese Nio quien apellida
el
vulgo
Mesas. Por fortuna aun no se ha perdido todo...
el
han fugado, pero el Nio caer en mi poder...
Cingo aun no ha vuelto... y Cingo tiene ojos de lince y es
los reyes se
intencionado y precavido como los chacales. Estoy seguro
que l me traer buenas noticias.
Y como si
una
pitonisa,
estas palabras hubieran sido pronunciadas por
como una evocacin,
se descorri
la oscura y feroz figura de
pared, y
en la cmara de Herodes.
Cingo llevaba
el
Cingo
un
tapiz de la
el etope
apareci
pintoresco traje de los rabes de Nigri-
cia: su alquicel listado de vistosos colores, su tnico negro
con ramos de grana, su turbante de lino,
salvaje su negro
le
daban un
aire
y reluciente semblante, cuyas pronuncia-
una dureza feroz.
Sobre su pecho cruzaba un cordn de seda verde cuyo
estremo colgaba una calabaza pequea simtricamente tapada con una plancha de oro. Sus pies descalzos se hallaban
salpicados de barro y cubiertos de polvo. Su mano derecha
empuaba un grueso bastn de acebo. Por su cintura se rollaba un cinturon de piel de gamuza del que pendia una pequea cadenita de bronce y de esta un pual ancho y corto
das facciones tenian
que
se perdia entre dos profundos pliegues de su alquicel.
Cingo era
el
ejecutor secreto de Heredes, el espa de con-
fianza del idumeo.
Cuando el rey tenia necesidad de saber algo de llevar
cabo una venganza, le llamaba su cmara, y despus de
enterarle de sus deseos, el
te
y corria
tomo
r.
vestirse del
fiel
esclavo dejaba su traje de cor-
modo como
le
hemos
descrito,
35
EL MARTIR
i 274
con
este traje
la bolsa bien
repleta de onzas romanas,
pi caballo segn las circunstancias
recorria los domi-
como un simple mercader.
nios de su seor
Si la vctima designada por su rey debia
cndalo, entonces Cingo se deslizaba
como una culebra
que debia morir
ta el lecho del sentenciado
morir sin es-
has-
alzaba la plan-
cha de oro de su calabaza, y depositaba sobre su cuello una
de las vboras que encerraba el vientre de aquella redoma
de la muerte.
La mordedura
era mortal; Cingo, sin embargo, perma-
neca por los alrededores de la casa hasta que por sus ojos
veia el cadver de su vctima.
Entonces regresaba palacio participarle su seor
que estaba servido.
Hsrodes,
una ferociCingo permaneci impasible como una
ver su esclavo, se sonri con
al
dad indescriptible.
estfala.
Ni un
Verutidio
solo
msculo de su rostro
amigo, mi
se
conmovi.
exclam Herodes
esprame en
la antesala, tal vez necesite de tus servicios.
Y t,
Achiab, ya
Achiab bes
hizo lo
es
mano
la
hora de tomar
de su abuelo y se
mismo pero no
sin lanzar antes
negro
cuyo favor con
precio al esclavo
bao, vte.
el
sali..
Verutidio
una mirada de desel
rey
le
disgustaba
altamente en su calidad de general y de romano.
Herodes y Cingo, se quedaron solos.
-Habla,
Malas
le dijo el
primero.
son las nuevas que traigo, seor.
Herodes lanz un rugido
pero indic con un gesto su
esclavo que continuara.
Los judos
creen llegada la hora de su libertad; por to-
das partes se habla de la venida del Mesas.
sin
embargo
si
se escepta
unos pastores de Beln
y alguno que otro hebreo, nadie lo ha visto, todos ignoran
donde se halla. Jess es el nombre del Nio, y dicen que es
el
Rey
de Jud; ha nacido en un establo de Beln. Pero de-
DEL GOLGOTA.
275
bemos tener en cuenta que hace como seis meses naci otro
nio en Ain que goza de tanta mas popularidad entre los
israelitas que Jess. Este nio se llama Juan y es hijo del
,
sacerdote Zacaras. Se cuentan cosas pasmosas, entre la
plebe
de estos dos Nios.
Pues
bien, Cingo, emplea tus vboras con esos dos
Nios.
todo
Oh Eso no me ha
sido fcil esta vez.
el
intil:
Toda mi
dinero invertido para averiguar su paradero
astucia,
,
ha
sido
no puedo encontrarle: he recorrido casa por casa
toda la ciudad de Beln y todos sus habitantes me han
dado por respuesta encogindose de hombros: no s de
,
quin
me
hablis...
no
hijo de Zacaras, ese
le
conozco...
me ha
y espero tus rdenes.
Con que es decir que
sido
mas
En
cuanto Juan,
fcil saber
donde
el
est,
han propuesto
los belemitas se
Pues bien... tanto peor para ellos... Yo pensaba
arrancar solo una espiga, y ellos se oponen... Cingo, ser
preciso segar todo el campo.
ocultarle?...
El esclavo inclin
la
cabeza en seal de acatamiento,
aunque no comprendia las palabras de su seor.
La historia es el gran libro que debe regir
ella es el sabio
maestro que
crticas de su vida.
les
los reyes,
aconseja en las situaciones
Los hombres adulan
al
poder por mie-
do, por ambicin; pero la historia, franca
como
la ver-
dad, aconseja sin miedo y sin codicia. Sus ejemplos deben
servir para evitar las grandes catstrofes que amenazan las
cabezas de los monarcas. Arnullio y Rmulo, Athala y Joas,
vosotros sois mis consejeros en esta ocasin... os tendr presentes, vuestra sangre guardar la mia, y vuestras coronas
derribadas conservarn la
Herodes
si
mia sobre mis
se decia todas estas palabras
sienes.
para
mismo como
y dando largos paseos por su cmaraLa presencia de Cingo no le impidi murmurar aquellas
estuviera solo
reflexiones histricas que enseaban sin
mscara
el
fondo
EL MRTIR
276
de su alma, porque Cingo era sordo y ciego. Su lealtad probada en cien ocasiones le habia demostrado que aquel negro
terrible, aquel esclavo sin
la
garganta
lo
hubiera mandado.
pual que pendia de su cinto
el
Por desgracia
con
la frente
del cielo,
corazn se hubiera sepultado en
los tiranos
si
su seor se
que han cruzado sobre
la tierra
coronada como una maldicin, como un azote
han tenido
siervos leales; ejecutores eles de sus
horribles designios, que no
por
han vacilado en dar su sangre
ellos.
Porque la ferocidad, el crimen, el asesinato, suele tener
tambin sus admiradores. Almas empedernidas, sres degradados y repugnantes que lamen cariosamente la ensangrentada mano del verdugo y se sonren con desprecio ante las
lgrimas de la inocente vctima que implora arrodillada
sus pies una clemencia que desconocen.
Cingo era una de estas criaturas. Por su seor hubiera
sacrificado su padre; Herodes estaba seguro de "ello; por
eso no tenia secretos para aquel negro, para aquel terrible
mudo agente
de sus senteDcias privadas.
momentos
una palabra. Herodes combinaba tal vez
en aquel momento el plan de un crimen monstruoso que
llen de asombro las naciones: la degollaciou de los nios
belemitas. Cingo esperaba en silencio las rdenes de su
El seor y
el
esclavo permanecieron algunos
sin pronunciar ni
seor.
El uno, pasendose por la estancia agitado y descompuesto el semblante. El otro, clavado en la alfombra, inmvil
junto
al rico tapiz
que adornaban
de la puerta, pareca una figura de las
la pared,
que habia adelantado un paso can-
sada de su eterna inmovilidad.
De
esta situacin vino sacarle el ardiente y penetrante
sonido de un clarn , al que sigui poco despus ruido de
armas y pisadas de caballos.
Herodes se acerc la ventana que daba
la plaza del
DEL GLGOTA
277
y descorriendo un poco la pesada cortina de damasco lanz una mirada; pero antes que tuviera tiempo para forpalacio,
marse una idea de
lo
que sucedia en los prticos de su palacio
una voz que pronunciaba
de Jeric,
padre! con alguna precipitacin,
hcia el interior de su cmara.
Aquella voz era la de Antpatro
hijos quien
mera, y
del
el
nombre de
el
padre!
volver la cabeza
le hizo
segundo de sus
siete
van ver nuestros lectores por la vez prique nos hemos de ocupar en el trascurso de
este libro.
Antpatro tendria unos veinte aos de edad: era rubio,
afeminado, y de estatura menos que mediana.
En
sus ojos
y rasgados, brillaba algo siniestro. Su nariz
recta y bien formada; sus cejas, arqueadas y estremadamente
azules, claros
pobladas, se juntaban sobre
estremo inferior de su despe-
el
jada frente formando una punta aguda que caia sobre
la nariz.
Sin pelo de barba aun, enseaba sus labios sonrosados y
en estremo sutiles; sus dientes claros revelaban la falsedad
un joven hermoso cuyo semblante
hubiera inspirado desconfianza un fisonomista.
Su traje usual, y al que mostraba mas predileccin, pues
de nada servan las reprensiones de su padre, era el de los
la astucia
babilonios
como
tijas
era, en fin
porque gustaba lucir sus diminutos pies blancos
,
la leche
en cuyos dedos se colocaba profusin de sor-
preciosas, pues el calzado se reduca
metal sobre la que se colocaba
el pi,
una
plantilla de
que sujeta por
el
em-
peine con una correa incrustada de piedras preciosas, dejaba
en descubierto los dedos.
Un
saco de cachemir blanco
las de oro
adornado de pequeas bor-
sujeto la cintura por dos cinturones de
pao
de grana, cubra su cuerpo bajando hasta la garganta de la
pierna.
Este saco sin mangas y abierto por
pulgadas dejaba completamente
el
el
sobaco algunas
brazo en descubierto, en
EL MRTIR
278
el
que llevaba Antpatro como adorno gruesos brazaletes
de oro.
Un
cintillo de brillantes
manera de diadema sujetaba
sus blondos cabellos, del que caian dos cintas verdes que flo-
taban sobre sus espaldas. De sus orejas pendian gruesos aride oro que se ocultaban entre los flotantes rizos.
llos
Antpatro no llevaba arma ninguna; pero en cambio su
traje estaba
perfumado como
Roma.
de una cortesana de
el
Herodes odiaba Antpatro, hijo de su primera esposa
Doria, la jerosolimitana, vctimp, de sus sanguneos instin-
El afeminado prncipe se habia educado en
tos.
de aun permaneca Aristobulo y Felipo
baja adulacin vendido al Csar Augusto.
,
Roma, don-
como
tributo de
Archelao era su favorito: Antipas era honrado con su
benevolencia.
Herodes tenia ademas un hijo del que nos ocuparemos
mas
adelante.
El rey,
cabeza y hallarse con su hijo Antga-*
tro su lado, frunci al entrecejo; pero ste, antes de darle
al volver la
tiempo para que
la
garganta, exclam con voz meliflua:
Padre mi Augusto
,
rio
pregunta que sin duda estaba
le hiciera la
formulando en
te
manda
desde
Roma un
quien acompaan varios soldados pretorianos
emisaquie-
res recibirle?
Herodes
se
dose Cingo
qued un momento suspenso; luego acercn-
le
habl en voz baja, y este desapareci por la
puerta secreta.
Antpatro, para quien no habia pasado desapercibido el
aparte de su padre con el negro
bios
mirando disimuladamente
de salir
la
mordi sus delgados lapuerta por donde acababa
se
el etope.
Que
entre ese enviado de
Roma
dijo
Herodes sentn-
dose en sus almohadones despus de colocarse
laurel sobre sus sienes
hombros.
el
la
corona de
manto de prpura sobre sus
DEL GLGOTA.
279
Antpatro hizo un saludo acompaado de una sonrisa , y
sali de la cmara de su padre.
Poco despus cuatro esclavos levantaban la pesada y ancha cortina de la puerta del camarn de Herodes para que
posara
el
mensajero de Roma.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
La
Era
Por su
III
Doce Tablas.
un hombre de cincuenta aos
ste
tro espresivo y
do.
ley de las
281
ele
odad. Su ros-
bondadoso se hallaba estrem admente
afeita-
frente despejada cruzaban esas arrugas tan pe-
hombres estudiosos que, olvidados de los
mentidos placeres del mundo, les sorprende la primera cana
culiares 'de los
encorvados sobre sus libros.
Su cabello entrecano caia descompuesto sobre sus hombros,
los
demostrando con su aspereza indmita que
el
hierro de
peluqueros romanos no se habia introducido nunca en
para domarle en caprichosos rizos segn la costumbre de la
poca.
TOMO
86
EL MRTIR
estremadamente sencillo
282
Su
traje era
la tnica laticlavia de los senadores, de
pues se reduca
un color oscuro,
guarnecida por delante con una franja de prpura;
el
turno negro, especie de calzado que le llegaba hasta
media
pierna adornado con una
co-
de plata puesta en la parte su-
perior del pi.
Una
bolita de oro hueca, en la
corazn ,
que
grabado un
se \eia
pendia de su cuello de una cadenita del mismo me-
descansando sobre su pecho.
tal
Su brazo izquierdo se ocultaba bajo los pliegues de su tnica, que como las togas, se hallaba sujeta sobre el hombro
derecho por un broche de plata formando multitud de pliegues sobre el pecho en donde colocaba como en un bolsillo
,
el
pauelo.
Su brazo derecho, completamente desnudo,
salia por la
abertura de su vestido.
Su mano oprimia un
libro bastante grueso
en cuyas ta-
pas se leia en gruesos caracteres romanos esta inscripcin:.
Ley de
las
Doce Tablas.
Salud
Csar Augusto exclam Herodes viendo entrar
al
en su cmara
enviado de
al
Contigo sea la paz
colocando la
mano
cuello; Octaviano
Roma.
rey de Jud
respondi
el
patrono
sobre la bolita de oro que pendia de su
me
envia, continu, con esta carta para
y colocando un rollo de papiro cuyo estremo colgaba
un sello de cera donde se representaba la imgen de una est
finge (1) sobre las tapas del libro, se la present Herodes.
Este hizo una reverencia, y coji
cual comenz desdoblar con pausa.
La segunda
Roma
el rollo
de papiro,
el
carta de Octavio Augusto, el emperador de
decia as
Al rey de Judea por nuestro favor;
Herodes
el
Escalonita, desde
Mi querido Idumeo:
(1)
La
Roma
esfinge simbolizaba la astucia.
el
Capitolio, salud.
tiene
una
ley conocida por
DEL GLGOTA.
283
sus ciudadanos con el nombre de la Ley de las Doce Tablas
de los Decenviros por si no la conoces te envi al patrono
Mario Cucio el Severo: es un sbio quien desde ahora te
aconsejo que tomes por defensor en la acusacin que tus
;
Aristobulo y Felipo entablan en contra tuya por la
muerte de su madre Mariamme. S su cliente, pues, y
confia en que los dioses no te han de abandonar. Roma te
concede
tu
acusado, ni aun
magistrados. Mario puede enterarte de la ley
hijos
amigo
el viaje
el
tiempo necesario para
te
aconseja que no lo
el
para que
y el emperador
demores, porque ningn
el viaje,
Csar, puede evadir su persona ante los
te tranquilices.
Te espera
IV durante
tu emperador
Augusto.
Herodes termin la carta
procurando adominar
las
en-
contradas emociones que agitaban su corazn.
Por una parte
Augusto, el dueo
el
del
por la otra sus hijos
como
le
Csar,
poderoso Octavio,
el
mundo,
le
el
gran
llamaba querido y amigo, y
acusaban ante
los tribunales de
Roma
asesino de su esposa.
Conque mis hijos
me
acusan y reclaman mi presencia
en Roma?
Y Roma
no puede negarles
que piden. Patricios y
libertos, nobles y plebeyos, militares y sacerdotes todos, en
fin, cuantos en las dilatadas provincias donde estiende sus
lo
alas el guila
romana acatan
la autoridad del Csar
y de los
magistrados de su imperio, deben acatar la ley, que justa
imparcial descansa escrita en las tablas del Capitolio.
Pues
patrono
bien, romano, yo acato la ley, y te
leme la ley cuarta de
Antes
los Decenviros.
de que yo te acepte por mi cliente, es preciso que
conozcas los deberes que unen hasta
defensor y
Habla
al
,
el
dia de su muerte al
defendido.
pues.
El romano dej
man
nombro mi
el
libro sobre
indic los esclavos
una mesa, y con su ade-
que podian
retirarse.
EL MRTIR
284
Cuando se qued solo con Herodes le dijo:
Puesta tu mano sobre estas leyes que nos rigen y tu
conciencia en los dioses que nos protegen, vas jurar que
desde este instante en que
la persona de tu
los tribunales, ni
me tomes
por tu patrono vers en
hermano que nunca me acusars ante
,
por ningn pretesto podrs ser testigo en
cosa que en mi dao recayere, y que tu vida estar siempre
dispuesta salvar la mia.
Lo juro,
exclam Herodes estendiendo
la
mano
sobre
el
libro.
Yo juro tambin sin violencia
de ninguna especie, no
acusar y aun no ser testigo nunca en contra tuya y defenderte aun riesgo de mi vida y mi fortuna, siempre que
,
necesitares de m... Si
to
uno de entrambos
falta su
juramen-
su cuerpo ensangrentado sirva de vctima consagrada
Pluton y los dioses infernales. (1)
Mario Cucio hizo una pausa durante la cual abri
el li-
bro de la ley que habia dejado sobre la mesa.
Tus
hijos te acusan, dijo
el
patrono con voz grave, por-
que dicen que has asesinado tu esposa, su madre; pero
tus hijos; cliente
leyes
amado mi, desconocen que Roma y
miran con horror
al hijo
que
se rebela contra la
sus
auto-
ridad paterna. Oye, pues, la ley cuarta de los Decenviros
luego disponte seguirme.
Tabla cuarta. Ley sobre
los
derechos del padre de fa-
milia.
Herodes oia su patrono con una atencin profunda;
apenas respiraba; hubiera dado la mitad de su corona por
poder ahogar por sus propias manos sus rebeldes hijos.
Esta institucin origin una conmutacin recproca de afecto y de
fidelidad entre patronos y clientes. El que faltbala su juramento podia ser
(1)
muerto impunemente por cualquier ciudadano. Durante mas de seiscientos
aos, apenas se vio en Roma cosa que manifestase disgusto entre ellos.
Virgilio compara al crimen de haber apaleado su padre el de haber engaado su cliente. (Eneida,
VI.)
DEL GLGOTA.
La tabla cuarta
285
ley sobre los derechos del padre de fa-
milia (1), volvia decir
el
patrono, concede los padres
derecho de vida y muerte sobre los hijos. El padre por
esta ley puede condenar [sus hijos prisin, ser azotados,
el
que trabajen en las labores del campo, y aun si lo merecieren al suplicio que creyere oportuno. (2) El hijo no podr adquirir sin
beneplcito de su padre ninguna propie-
el
dad ni empleo pblico
que produzca como
se
el
hiciere ser
si lo
mirado
el
dinero
peculio de los esclavos. Los hijos no
vern libres del poder paterno, hasta
aunque llegaran tener
la
muerte de
estos,
nietos. Las hijas casadas dependen solo
de sus esposos.
Ah,
pues entonces!... Exclam Herodes sin poderse
contener...
Tus
hijos son tuyos pesar de su acusacin.
puso en pi, y cogiendo una varita de medescarg un fuerte golpe sobre un timbre que se hallaba
El idumeo
tal,
se
en la mesita de noche que en fornia de guila
se veia la
cabecera de su lecho.
Cingo apareci en
(1)
Muchos eruditos
la
cmara.
lian procurado
en vano juntar los fragmentos de las
Doce Tablas; pero segn las sabias investigaciones de Jacobo G-odofredo,
se debe creer que la tabla I trataba de los procesos, la II de los robos y latrocinios, la III de los prstamos y acciones de los acreedores contra sus
deudores, la IV ele los derechos del padre de familia, la V del modo de
suceder y de las tutelas, la VI del derecho de propiedad y de sucesin, la
VII de los delitos y daos causados otro, la VIII de las posesiones campestres, la
IX
del derecho
comn
del pueblo
la
X de los
lidades relativas al fallecimiento de las personas, la
te al culto de los dioses
derechos de los casados.
la religin
la
No puede dudarse
XII de
funerales y forma-
XI de todo
los
lo
concernien-
matrimonios y de
los
de que varios jurisconsultos co-
ellos Eneron y Plinio
pero sus obras se han
perdido. (Adam, Antigedades romanas, tomo, II, pg. 49.)
mentaron estas Tablas: entre
(2)
Ley brbara,
increble
mucho tiempo, y que
la
que subsistid en
venida al
mundo
Roma
y otros pases por
de Cristo aboli para bien de la
humanidad, honra del hombre y gloria del cristianismo, que
su influencia benfica y humanitaria.
la
rechaza con
EL MRTIR
283
al
Convoca inmediatamente mis hijos, mis hermanos,
general de mis legiones y Ptolomeo mi guarda sellos.
Adonde han de acudir, seor? Pregunt el esclavo
bajando la cabeza.
Aqu,
Debo
le contest
Herodes con laconismo.
advertirte, seor, dijo el patrono, que en la
Ce-
un navio, que es el que me ha conducido
y que me acompaa un manipulo (1) de Vah-
srea nos espera
esta plaza,
(2) las rdenes de Paulo Atme el Atrevido (3): el CAugusto lo ha previsto todo para que los aprestos de
viaje no te robaran el tiempo.
Descuida, partiremos maana al despuntar el dia.
Algunos momentos despus se hallaban reunidos en uno
os
sar
de los espaciosos salones del palacio de Jeric
Herodes
la familia de
Escalonita y algunas dignidades de su corona.
El rey les espuso brevemente el motivo de su viaje:' dio
la
el
orden Ptolomeo de que
todo
indicndole
que debian acompaarle. Encarg su hijo
las personas
Archelao
lo dispusiera
gobierno de su reino
el
una carta que entreg
para cuyo efecto escribi
general Verutidio
al
pues Archelao
s hallaba en Jerusalen.
Entre
el
los
que
las rdenes de
Roma
habia escoltado
el
Paulo era uno de esos
tro de su coraza
talla,
Herodes habian reunido en
Atme,
saln, se hallaba Paulo
jefe del manipulo
que desde
patrono Mario.
hijos de la guerra
encima de su caballo en
los
que crecen den-
campos de ba-
joven aun, pues no contaba mas que treinta aos, y
(1)
Doscientos hombres de guerra.
(2)
Valites
tropa ligera
sus armas eran el arco, la honda y siete aza-
gayas cuyas puntas estaban aguzadas como
las de las flechas, la
espada es-
paola que tenia corte y punta, un escudo redondo de madera de cerca de
tres pies de dimetro forrado de cuero, y en la cabeza llevaban un casco que
por
lo
comn
era de piel de alguna fiera para parecer
mas
fieros.
(Ada.m,
Antigedades romanas, tomo III, pgina 108).
Despus del nombre propio y nombre de raza apellido,
usaban el sobrenombre, derivado de alguna cualidad defecto
(3)
los
romanos
fsico.
DEL GLGTA.
287
desde simple soldado habia llegado general legionario.
Como todos los
mirada
guerreros romanos de aquella poca, tenia
y desdeosa del conquistador.
Era ambicioso, porque la historia le recordaba que la
guerra habia elevado muchos soldados las primeras digla
altiva
nidades del estado.
Su uniforme era
la clmide de viaje, especie de capote de
grana guarnecido de prpura.
De un ancho cinturon que sujetaba su vestido pendia una
espada espaola sobre su costado izquierdo. Su pi derecho
calzaba un borcegu de metal (1), mientras en
el
izquierdo
un calzado ligero guarnecido de clavos,
nombre de caliga, del que tom su nombre
llevaba simplemente
conocido con
el
y sanguinario Calgula.
Paulo estendi desdeosamente su mirada por los mbidel saln mientras Herodes daba las rdenes necesarias
el feroz
tos
para
el viaje,
y cruzndose de brazos quedse en actitud in-
diferente.
Al estremo opuesto
del
que Paulo ocupaba,
el
afeminado
Antpatro, vuelto de espaldas al hueco de una ventana, se
hallaba con los codos apoyados en
con suma atencin
De repente
alfizar
el
escuchando
las palabras de su padre.
sus ojos tropezaron con la desdeosa figura de
Paulo, y el sonrosado semblante de Antpatro se conmovi.
Su primer movimiento fu inclinarse hcia adelante como
el
hombre que
se dispone
marchar: pero
al instante se
detuvo volviendo tomar la actitud indiferente que tenia.
Pasaron algunos minutos, durante
los cuales el hijo del
rey no apart su dulce mirada de su padre.
Despus, afectando una indiferencia intencionada, aban-
don
la
ventana y
se
puso pasear por
el
saln cambiando
algunas frases hipcritas sobre la temeridad de sus herma(1)
que
El uso de la espada hacia sacar los combatientes
el izquierdo,
por lo que estaban
se lo cubrian con
una bota
mas
el pi
derecho
mas
espuestos ser heridos: por eso
armadura fuerte. (Adam.
EL MRTIR
288
nos con los que hallaba su paso
cuando
se acercaba su padre
procurando alzar
para que ste
la
voz
las oyera.
As continu hasta llegar donde estaba Paulo, y entonces, colocando su
mano familiarmente
del hijo del Tber, le dijo en voz
Yo te hacia en
el
muy
sobre
el
hombro
baja:
campo de Marte venciendo hombres y
conquistando hermosas.
Cuerpo de Baco... Antpatro!
me
Por Jpiter Stator que
place encontrarte; te hacia en la ciudad santa de los
Macabeos, pero celebro que
en
te halles
la
ciudad de las
rosas.
Debemos
decir que Antpatro,
Herodes, se habia educado en
servil
que
gusto
el
el
como
Roma;
todos los hijos de
rasgo de adulacin
rey tributario de Jud rindi Octaviano
Au-
emperador.
Paulo
le
conoci en la ciudad pretoriana y se hicieron
ntimos amigos. Adems,
Jerusalen cobrar
el
Atme habia por
tributo del Csar
dos veces acudido
de
modo que eran
antiguos conocidos.
Si Paulo no ha
la voz
nuestras antiguas costumbres sibarticas
fiere el
Chipre y
deliciosas noches
campo de
el
Falerno
comenzar
columna de
la
al
agua
que pasbamos en
la via Apia, desde
de los Scipiones
al
olvidado, continu Antpatro bajando
si
si
aun pre-
recuerda aquellas
la
pequea casita de
cuya azotea
se veia el sepulcro
aun es el amigo de Antpatro esta noche
vigilia media me esperar junto la cuarta
;
si
los prticos de palacio.
Antpatro sin aguar-
dar respuesta se separ de Paulo, temeroso que su padre
sospechara algo de aquella familiaridad con que trataba al
romano.
Siempre el mismo, se qued murmurando Paulo; fino
como una dama y fuerte como un gladiador del Csar cuando se trata de beber y de reir. Pero ese muchacho se olvida
que he llegado hoy y debo partir maana. Bah! Un soldado
no debe rehusar nunca media docena de botellas de Falerno
DEL GLGOTA.
aunque
se las ofrezcan
desaires hechos
289
en la hora de su muerte. Ir,
Baco suelen costar
Herodes despidi su corte con
el
ir, los
caros.
pretesto de que deseaba
descansar.
mano.
Con que partes. maana, abuelito? Le dijo.
S, pero mi permanencia en Roma ser corta.
Y qu vas hacer en la ciudad del Csar?
Achiab
Voy
fu el ltimo que le bes la
hacer con tus tios Aristobulo y Felipo lo que
Amullio no hizo con
ceda lo mismo ^ue
Y Herodes
le indic
le
y Rmulo
sucedi
para que no
me
su-
l.
dndole su nieto un golpecito en la espalda
que s marchase.
se
encamin hcia su lecho murmurando:
me
servir de ejemplo Amullio; con el
Al quedarse solo
Con
Remo
mis hijos
nuevo Mesas, con
el
rey de Jud, tomar por modelo
Athala.
TOMO
I.
37
-5
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
El nido de
un
291
IV.
prncipe.
Jeric dormia. Solo el cadencioso
murmullo de
las
del Jordn, al lamer el verde csped de sus orillas,
hmedos besos alteraba
ba envuelta
la quietud sepulcral
la ciudad favorita del
La luna habia emigrado
aguas
con sus
en que se halla-
idumeo.
del cielo, pero en
cambio ni una
sola estrella habia dejado de asistir aquel concilio noctur-
no
y extendindose en numerosos escuadrones por
el
oscuro
y dilatado horizonte, lanzaban sus templadas chispas sobre
la
sombra tierra, como
la reina de la noche,
si
pretendieran encontrar en ella
que no estaba en
El ambiente, embalsamado con
el
las
firmamento.
emanaciones de las
EL MRTIR
292
un abrigo entre los invisibles
nocturno se derramaba por los campos,
plantas olorosas, buscando
pliegues del cfiro
gimiendo con dulce melancola entre
las copas de los rboles
entreabierto de las flores.
el cliz
Un hombre
envuelto con una de esas capas triancuales
de los hebreos sali del palacio de Herodes y encaminndose
hcia los arcos de la plaza cont las columnas, mas con las
,
manos que con
Una
vez
y al llegar la cuarta se detuvo.
una mirada en torno suyo como
los ojos,
all, dirigi
si
quisiera investigar travs de la oscuridad de la noche todo
que
lo
rodeaba.
le
Persuadido despus de algunos momentos de que se hallaba solo
del
se recost sobre la
hombre que
columna tomando esa actitud
est resuelto esperar.
Al principio
el
tuvo inmvil como
misterioso y nocturno personaje se
si
man-
estuviera incrustado en la dura piedra
de los prticos; pero luego, sea que la impaciencia comenzara molestarle que
el relente
no
le
fuera
muy
grato, se
una de las puntas de su capa manto,
cuyo estremo colgaba una borla, como lo haeian los heroll sobre la cabeza
breos con su thalet de lino" al entrar en
dar paseos por debajo de
el
templo, y se puso
los prticos.
como una media hora, hasta que por fin
humana apareci en el estremo opuesto de la
As trascurri
otra figura
plaza.
Este
los
mudo
paseante nocturno ocultaba su cuerpo bajo
numerosos pliegues de una toga romana de un color
oscuro.
Paulo! Dijo
pero en voz
muy
Antpatro!
Ya
Soy
el
primero
Le respondi
ver junto
al
segundo,
el
de la toga.
desconfiaba.
1
poco fuerte en
el
suelo equivocar las horas.
Lo
al
baja.
mismo da; vamos.
conocimiento de las estrellas, y
DEL GLGOTA.
Vamos
donde quieras
295
pero te advierto que al
ama-
necer tengo que estar dispuesto partir.
Antes de que termine la vigilia matutina habremos terminado
nosotros.
El hijo de Herodes,
el
afeminado Antpatro, cruz su
y ambos se encaminaron por las tortuosas y estrechas calles en busca de
uno de los barrios mas solitarios y apartados de la ciudad,
brazo con
de Paulo
el
el
soldado romano
donde se detuvieron delante de una casita de modesta pero
aseada apariencia,
Aqu
En
es, dijo Antipatro.
hora buena, respondi Atme con indiferencia.
El hijo de Herodes llam de un modo particular con los
nudillos de la
que como
abri al
si
mano derecha
sobre las tablas de la puerta,
por dentro hubiera estado alguno esperando se
,
momento.
Buenas noches, Enoe,
dijo
Antpatro al entrar en la
casa una
muchacha que con una lmpara en
alumbraba
los dos amigos.
La
paz sea contigo, seor, y con
a, respondi
Enoe con
el
que
te
la
mano
acompa-
esa entonacin melodiosa de las
judas.
Paulo lanz una mirada
su amigo como
si
la hija de Israel,
y luego otra
quisiera preguntarle: quin es esta
muchacha?
Antpatro se sonri
aquella sonrisa era
una respuesta
la mirada de Paulo.
Esperad, buenos seores, volvi
llo est oscuro, y voy alumbraros.
decir
Enoe:
el
pasi-
La juda
cerr la puerta sin hacer ruido, y pas delante
deslizndose por un estrecho corredor.
Los dos amigos seguan en
silencio su joven
conductora
caminaron como unos veinticinco pasos hasta que
tropezaron con una pared que les cerraba el paso.
as
La
hija de Israel coloc su
mano
sobre la pared, y esta,
EL MRTIR
2,4
como
si
obedec era al contacto de
una varita mgica,
se abri
para dar paso los dos amigos.
Pasad, les dijo Enoe.
Paulo y Antpatro atravesaron aquel hueco que daba
paso otra habitacin.
Entonces
se
hallaron en un camarn profusamente alum-
brado que contrastaba agradablemente con la oscuridad de
la
primera pieza.
Enoe habia desaparecido.
Oh! Exclam con marcado asombro Paulo, esto es maravilloso: la luz sucede las tinieblas;
pobreza; y
le
de Marte comenz mirarlos objetos que
el hijo
rodeaban con
la ostentacin la
el
mismo asombro
del
hombre que despus
de una pesadilla horrible se encontrara al despertar en
camarin de una diosa de
Veamos
el
la mitologa egipcia.
nosotros lo que causaba la admiracin del sol-
dado pretoriano.
Era una habitacin pequea adornada con ese gusto refinado de los griegos, y que los romanos esparcieron por el
mundo antiguo paseando
su guila triunfadora.
Las paredes, tapizadas con nacarada seda de
brillaban
como
la flor del
granado herido por
las Galias,
los rayos del
sol poniente.
Cuatro lmparas de oro suspendidas del artesonado techo
vertan las claras rfagas de sus llamas , alimentadas con
aceite de Mitelete
sobre una mesa de aloe con incrustacio-
nes de marfil.
La mesa era redonda y de un solo pi
como la llamaban los romanos, cuya forma
caprichosa de-
buen gusto del artfice constructor.
Un lecho de forma triangular se estendia al rededor de
mesa, donde los mullidos almohadones de raso azul con-
mostraba
la
manupudium,
vidaban
el
descanso y la pereza.
Algunas pieles de leopardo arrojadas por
al
de alfombra
y en
los cuatro
el suelo
servan
ngulos de la habitacin ar-
DEL GLGOTA.
295
dian cuatro braserillos de plata, embalsamando
con
el
perfume de
la
mirra y
el
el
ambiente
nardo, que exhalado en
blanca y caprichosa columna de trasparente humo se elevaba en espiral hcia la bveda artesonada, desapareciendo,
despus de perfumar la habitacin, por un ancho tragaluz.
La mesa
estaba servida para la cena: la ausencia del
empezaron usar hasta mediados del
reinado de Augusto) la suplia la estremada limpieza de la
madera que reluca como el bano pulimentado.
mantel (pues no
se
Veanse colocados sobre
cuatro jarrones de tierra,
ella
de dos asas, blancos como la leche, y finos
En
como
el
ncar.
su seno los vinos se mantenian frescos y claros
como
los manantiales del Lbano.
Estos jarros tenan cada uno un pergamino cuadrado, en
ao de su cosecha, y el
nombre del cnsul dictador que gobernaba la repblica
donde
se leia la clase de vino,
romana cuando
el
se coji la uva.
Sobre una inmensa torta de harina de trigo descansaba
un cervato rubio como
el
oro, embutido de yerbas arom-
y pajaritos de pequeas dimensiones.
Al rededor de este plato seguan otros de vidrio que con-
ticas
tenan dulces en conserva y preciosas frutas.
Una nfora de mbar llena de agua y vinagre (bebida de
que gustaban mucho
los
romanos)
se hallaba al
estremo de
la mesa, y junto los lechos dos grandes copas de oro de
ancha boca incrustadas con caprichosas figuritas de realce
que se quitaban y ponan durante
la conversacin alegre
y
animada de los postres.
A un estremo de la habitacin vease una pila de mrmol
blanco, y encima de esta dos perchas de madera de naranjo
dlas que colgaban dostohallas de finsimo lino.
Paulo, despus de haber pasado revista con la mirada
todo cuanto le rodeaba, fij sus ojos en los manjares, y estendiendo sus brazos sobre
cmica:
ellos,
exclam con entonacin
EL MRTIR
293
El
Pan, protector de
dios
los
ganados, prolongue tu
El alegre Baco fecundice con
familia, inocente cervatillo.
su calor divino los regalados campos de Italia, en donde
brota entre verdes pmpanos
Falerno,
el
Msico,
el Calvi,
el
Sorrento,
Cesabo y
banquetes y
el
el
el
Lgrima,
Sezano.
el
Y t,
las francachelas,
Comus, diosa de los
derrama sobre Antpatro, mi anfitrin/ todos tus dones, y
concdele un estmago fuerte incansable como el de los
avestruces, para que nunca sienta los horrores de la indi-
bulliciosa
gestin en sus gloriosas batallas civerticas.
As sea,
exclam
el hijo
de Herodes soltando una car-
cajada.
Entonces
los dos
amigos
se despojaron de aquellas pren-
das de ropa que podian molestarles durante la comida, y
despus de lavarse las manos en la pila de mrmol, se arrollaron la toballa por el cuello y fueron tumbarse en el
quedando apoyado su brazo izquierdo y la cabeza levantada en proporcin la mesa; comenzaron comer con
los dedos del sabroso cervatillo (1), arrancando con el ndice
lecho,
el
pulgar pedazos de carne con una facilidad asombrosa.
Pero
Enoe? pregunt Paulo que hasta entonces no
habia echado de menos la juda, Por qu no cena con
y
nosotros?
Enoe,
tstico;
oir
amigo mi, ha desaparecido como un sueo fanpero yo te juro por la diosa Cibeles que la volvers
como una
Los
realidad encantadora.
dioses saben lo que siento su ausencia.
Bah,
qu te importa t esa esclava!
romano,
Soy
y como tal supersticioso, y en todo banquete que el nmero de los convidados son menos que las
.
(1)
En
el
tiempo que nos referimos aun no
se
del tenedor, la cuchara y el cuchillo jen las mesas:
habia introducido
el
uso
y sin embargo, segn
atestiguan varios y respetables autores, dejaban con solo los dedos y la
ayuda de las uas, limpio y pelado el armazn de una ave de un carnero.
DEL GLGOTA.
gracias,
mas que
297
musas, antes del ao
las
el
vino suele
tornarse sangre.
A la salud tuya,
Paulo, y la salud mia que soy tu
amigo exclam Antpatro levantando una copa la altura
de su frente y como si no quisiera dar oidos la supersticin de su compaero, que sin embargo le habia hecho pa,
lidecer.
A la salud del Csar Augusto.
Por
la gloria de
Roma y
por la prosperidad de los hijos del Tber.
Los dos amigos vaciaron de un solo trago
las copas.
Delicioso Falerno; y Paulo coji otra jarra para
volver
llenar las copas.
Sus ojos se fijaron en
bre y la edad del vino
el
pergamino que contenia
y exclam
el
nom-
lleno de gozo leyendo la
inscripcin
Poder de Baco! Sorrento
cin de
ilustre
Roma. Siendo
que obligaste
hambre en
los
puro, ao 636 de la funda-
dictador Lucio Cornelio Sila. Tirano
geneAl Mario que muriera de
al
pantanos de Africa.
T que con tu Tabla de
Roma, roban-
proscripcin anegaste de sangre las calles de
do
el
sueo
los patricios
nos antes de ser cadver
fuiste
devorado por
lzate de tu fosa
los
gusa-
y saluda un
contemporneo que ha sabido sobrevivir tu sanguinario
reinado
Y Paulo
to
dijo
despus de este discurso histrico tom .alien,
con voz hueca y burlona
A la salud del dictador Sila!
Antpatro bebi sin hablar: indudablemente alguna idea
preocupaba
Por
al
afeminado hijo de Herodes.
los sagrados
bosques del divino Julio
volvi
Paulo acercndose un plato de conserva, que no
verte mi lado no saber que mi caballo cordobs rumiaba su pienso en las cuadras del palacio de Jeric, no estar
decir
plenamente convencido que
el
Jordn se arrastra sobre su
lecho de arena pocos pasos de nosotros; creera,
TOMO
I.
al aspirar
38
298
los gratos
el
EL MARTIR
me embriagan, que me
perfumes que
hallaba en
aromtico y fascinador bao de una patricia romana
En este momento, el silencioso Antpatro, sin que su ale-
gre y hablador compaero lo observara, apoy
ce de su
cama, y
mano derecha
el
dedo ndi-
sobre una de las molduras de su
aguda vibracin de un timbre de acero
la
se esten-
di por los mbitos de la sala.
si
dijo
Paulo girando
los ojos
en torno de
s,
como
buscara aquel eco de metal que resonaba en sus o-
dos.
te
Ah!
Ese timbre
advierto
me
anuncia otra nueva sorpresa; pero
querido Anfitrin
po de Augusto no
se
humos
del Sorrento
que un romano del tiem-
admira tan fcilmente cuando
el
los
Falerno comienzan embriagarle
la cabeza.
No
trato de sorprenderte
solo quiero cumplirte
mi pa-
labra; le respondi el hijo de Herodes: recuerdas que te he
ofrecido que volveras oir
Enoe como una encantadora
realidad 2
Es
cierto.
Pues bien, escucha y juzga.
En
este
momento se comenzaron
un salterio.
oir las dulces y melo-
diosas notas de
Su potica y sentida cadencia, sus melodiosos acordes, se
estendieron con adormecedora vaguedad por los mbitos de
la habitacin. Dirase
herido por la
mano
que aquel melanclico instrumento,
de un ngel, derramaba desde los cielos
torrentes de armona sobre los dos amigos.
Paulo suspendi el manjar que iba llevarse la boca.
Estaba estasiado. Aquello era un sueo, un canto de Homero puesto en accin ante sus ojos,
citada por
El
un coro de
una poesa de Virgilio re-
diosas.
salterio suspendi
un
instante sus notas, que inmedia-
tamente volvieron oirse; pero esta vez acompaadas de una
voz humana: voz de mujer, pero tan melodiosa, tan dulce,
tan melanclica,
como
el
gemido que arranca
el cfiro
las
DEL GLGOTA.
arpas areas suspendidas de las dolientes ramas de
299
un sauce
del bosque de Efraim.
Aquella voz cant lo siguiente:
Yo soy
el
ruiseor del bosque umbro,
la plida luz de las estrellas
Exhala
el
pecho mo
Dulcsimas querellas.
Yo soy
Del
el colorn
rio sauto
que vi su nido
en la feraz ribera;
Mi canto es un gemido,
Mi amor una quimera.
Yo soy
En
la pobre trtola
las rocas del
que errante
Lbano
se anida;
Por qu queris que cante
Si tengo el
alma
Dejad que de su amor
el
herida?...
pecho mi
Viva muriendo en soledad dichosa
Sin sol y sin roco;
No
le pidis
perfumes la rosa.
El canto y la msica cesaron, los ecos del salterio y los
gemidos armoniosos de la voz de la mujer se perdieron como
los
sueos impalpables de una alma enamorada, dejando
un dulce recuerdo, vago, melanccomo el ruido de un beso de despedida en-
solamente en pos de
lico, indefinible,
viado en alas del cfiro al objeto de nuestro amor.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
801
CAPITULO
En el que dos ambiciosos forman castillos en
Y.
el
aire al rededor de algunas
botellas.
Quin es esa mujer que canta como una bacante de los
bosques de Baya herida por
la flecha del
dios ciego? ex-
clam Paulo en un arranque de entusiasmo musical tan
,
pronto como
el
eco de la ltima nota se hubo perdido en
el
espacio.
Esa
mujer,
le
respondi su amigo, es Enoe, mi esclava
favorita, la solitaria guardiana de esta casa, refugio en mis
ratos de hasto
vora, nido en
consuelo de la eterna melancola que
fin
me de-
de un prncipe desgraciado.
T melancola!...
T,
el
bebedor incansable digno
EL MRTIR
302
rival de
en
Marco Antonio
que encareci
los vinos de
Egipto
banquetes de Cleopatra!
los
La sonrisa de los
amarguras
del
no tiene nada que ver con
corazn. El vino embriaga y adormece
labios
las
las
penas.
Tienes razn bebamos
,
presente y borra
teresa tu esclava,
Enoe
el
mofletudo Baco embellece
el
pasado; pero hablemos de Enoe:
cuntame su
no tiene historia:
me
el
in-
historia.
es
una
violeta silvestre nacida
en las mrgenes del Nilo y trasplantada Jud antes de
abrir su perfumado broche: yo la compr unos rabes, y
la tengo en esta casa tratndola como una hermana cario-
y estoy seguro que esa pobre nia
ahorrarme un suspiro de dolor.
sa,
matar por
se dejaria
Tu hermana? Pregunt con alguna duda Paulo.
Mi hermana, Atme, mi hermana! Te juro por la
me-
moria de mi desgraciada madre que no profanar esa bella
sensitiva sin darle antes el
nombre de
Antpatro, al invocar
tremeci visiblemente.
el
esposa.
recuerdo de su madre, se es-
Qu tienes? Le pregunt Atme.
Nada, amigo mi; cuando recuerdo
sangre ante mis
gusta
el
pero hablemos de otra cosa. Te
ojos...
oro?
A Paulo
puesta
mi madre, veo
le
admir esta pregunta; pero dio esta res-
La
vida es cara en
Roma, y
la
paz
empobrece
al
soldado.
Pnes bien, yo puedo enriquecerte.
Ofrecimiento
es ese
cuesta la fortuna que
que
me
Jrame antes que,
si
rir contigo el secreto de
Lo juro
me
admira. Sepamos
lo
que
me
ofreces.
no aceptas mis condiciones, momis planes.
por mi espada de soldado.
Ahora cambiemos
los puales
las copas,
y escucha,
DEL GLGOTA.
pues desde este
303
momento Paulo Atme
Atrevido
el
ser el
hermano de Antpatro.
Los dos amigos descolgaron un tiempo sus dagas del
tahal
las trocaron; despus, llenando las copas, se las
ofrecieron mutuamente.
Que
el
sombro Molok... que
el terrible
Ariman turbe
sueos y emponzoe la sangre del primero que quebrante la santa alianza que nos une, exclam el hijo de Helos
rodes apurando la copa que le habia presentado
Que
el
sombro Molok... que
terrible
el
el
romano.
Ariman turbe
y emponzoe la sangre del primero que quesanta alianza que nos une, repiti Paulo imitando
los sueos
brante la
su compaero.
Muy
en breve
el sol
baar con sus rayos matutinos los
altos minaretes de la ciudad
Jeric.
Entonces
las
los
mbitos del palacio de
trompetas de los legionarios anunciarn
los dormidos habitantes con sus lenguas de metal la par-
mi padre. T, Paulo, al frente de tu manpulo
debes escoltarle hasta Roma. Sabes qu va mi padre la
tida
del rey
ciudad del Csar?
No
f mia.
Me mandaron
escoltarle
y obececerle.
Esta es mi consigna.
mi padre va Roma porque mis
hermanos le acusan ante el senado como asesino de nuestra
madre; pero con esa acusacin han firmado su sentencia de
Pues
bien , Paulo
muerte.
Herodes no matar nunca sus hijos
No le conoces: su muerte es segura
muy
lejana; pero yo
no soy de
los
es padre.
la
mia no
est
que se rinden sin luchar,
y una vez apagada en mi corazn
la
voz de la naturaleza, la
lucha ser terrible, y necesito de
t,
Paulo.
Habla;
romano viendo con disgusto que
aquella cena que habia empezado con tan buen auspicio iba
terminarse con una conspiracin.
Terminadas en Roma sus gestiones mi padre tornar
contest el
EL MRTIR
30-i
Jud escoltado por los soldados pretorianos. Si al pisar las
mi padre deja de
riberas de Palestina
existir, la
corona ser
mia y tuyos veinte talentos hebreos. (1)
El soldado de Augusto se qued un momento pensativo,
y luego
le dijo
Si yo no formo
puedo
parte de la comitiva de regreso, no
servirte.
Formars
parte.
Sabes de antemano las rdenes
No
del Csar
mi
dueo?...
pero puede combinarse que regreses Jud con mi
padre.
Esplcate mejor.
Escucha. Los soldados romanos aborrecen la paz: morir
en el campo de batalla es la muerte mejor y mas gloriosa
para los hijos del Tber. Roma cuenta un crecido nmero
de legionarios que, cansados de la inaccin que les enerva,
se hallan dispuestos
un puado de oro; t debes ser ese
te nombra jefe de la escolta, puedes
embargo introducirte entre las filas comprando uno de
mero que
hombre.
sin
desnudar sus espadas la voz del pri-
les ofrezca
Si el Csar
no
y ocupar su puesto durante la travesa no
sobornar algunos soldados, y una vez pises la
los centuriones
te ser difcil
tierra de Jud,
no ha de
faltarte
de los tuyos sepulte su espada en
un
el
pretesto para que
uno
pecho de Herodes.
Yo
mientras tanto en Jerusalen reunir mis parciales, y cuando
t llegues sus murallas para t el oro para m la corona.
,
Tu
plan es arriesgado: te olvidas
es el nico
que puede concederte
la
que
el
Csar Augusto
corona de Jud?
AL Csar se le compra: mi padre
lo hizo as;
yo puedo
hacerlo tambin.
En este juego arriesgas la^cabeza.
La muerte
de Herodes debe atribuirse la casualidad;
motivada por su carcter irascible.
(1)
Un
talento hebreo equivale 1,583 pesos duros de nuestra moneda.
DEL CLGOTA.
Pero
305
en Jerusalen quedan tres hijos de Herodes, tres
hermanos tuyos.
Haz t lo primero y deja mi cargo lo dems.
Paulo se qued pensativo por algunos momentos.
Vacilas?
le
pregunt Antpatro.
Siempre he despreciado la vida.
Entonces no comprendo tu indecisin veinte talentos
hebreos son una fortuna; veo que prefieres vivir pobre toda
tu vida trueque de correr un riesgo de poca monta.
La cantidad que me ofreces se me ir de las manos como
un puado de humo no conoces la sed insaciable de oro
:
de mis compatriotas
nada
ner precio sus vidas:
si
les
basta cuando se trata de po-
yo fuera
el jefe
encargado de la
escolta el asunto podia entonces llevarse cabo con
mas
economa.
Fija t mismo
la cantidad, respondi
con laconismo
el
hijo de Herodes.
Di mas bien l^s condiciones. A los hombres de mi temple
no
les
basta
el
Entonces
bos hemos
oro.
esplcate sin rodeos ,
y no olvides que am-
jurado' guardar el secreto en caso de no conve-
nirnos.
Si
la conspiracin te
da
en ese caso reclamo para m
el
por fruto una corona
yo
gobierno de una de las tribus
de Israel.
Antpatro se mordi los labios, pero no dijo ni una palabra.
Paulo continu con pausada y fria gravedad:
T sers rey, yo gobernador. En cuanto la suma que
debo percibir, se aumentar en doce talentos mas, que son
que deben distribuirse entre los soldados de los apostaderos de Palestina, para que secunden el movimiento.
los
que se qued pensativo por algunos segundos; pero luego, como si hubiera formado una
Esta vez Antpatro fu
el
resolucin repentina, dijo sin vacilar:
TOMO
I.
39
EL MRTIR
306
Acepto.
Pues bebamos por
el
buen resultado de nuestra em-
presa.
Llenaron las dos copas, y Paulo volvi decir:
Por la prosperidad del futuro rey de Jerusalen, y por la
fortuna del prximo gobernador de Galilea.
Despus de apurar
las copas, Antpatro salt de su lecho,
y encaminndose uno de los estreios de la pieza, sac de
una especie de armario, embutido en la pared muy disimuladamente, una bolsa de cuero bastante abultada, un tintero
de barro y dos pedazos de papiro, objetos que coloc sobre
la mesa sin desplegar los labios.
En
doscientas minas hebreas. (1)
Tienes bastante para las primeras distribuciones de Roma?
esta bolsa hallars
Creo
que
s;
pero...
Te comprendo. En
estos papiros
podemos estender
las
obligaciones: tu guardas uno, yo el otro.
Antpatro estendi
el
papiro y moj la pluma en
el
tintero.
Veo
que llevas
trono: eso
me
el trato
con toda
la legalidad de
un pa-
gusta.
Los dos amigos estendieron una obligacin de lo que cada
uno debia hacer y
contra
el
percibir en la conjuracin que se urda
rey de la ciudad santa.
Terminada esta operacin, cada uno guard cuidadosamente el trozo de papiro que le. corresponda.
Ambos
estaban comprometidos; tal vez los dos haban
firmado su sentencia de muerte.
El resto de
la cena,
que habia sido interrumpida para
tratar de lo que saben nuestros lectores, fu silenciosa.
Los dos amigos comieron poco pero hicieron frecuentes
libaciones, tal vez. para desvanecer con los vapores del vino
,
las ideas
(1)
que
se
agolpaban en
las
mentes.
La mina hebrea equivale treinta y un pesos duros de nuestra moneda.
DEL GLGTA.
Antpatro pensaba en la corona que
07
,
segn su ambicin
calculaba debia descansar antes de poco en sus sienes.
Paulo recordaba la frase fatalista de los romanos del
tiempo de Augusto no te sientes en ninguna mesa en que las
:
convidados sean menos que las gracias mas que
las
musas.
El penetrante sonido de un timbre que se estendi por la
sala, sac de su profunda meditacin los dos amigos.
Qu
Que
significa ese sonido?
Enoe nos
Pregunt Paulo.
avisa que el lucero
de la
maana ha
aparecido en Oriente.
Entonces es preciso que nos separemos*.
S
antes de
mucho
las
trompetas convocarn la co-
mitiva.
Salgamos, pues, y Jpiter nos d buena
suerte en la
empresa.
As lo espero. Valor y confianza.
Mas fuertemente se arraiga valor en mn corazn
el
que
la confianza.
Pues no
olvides que
ambas cosas necesitamos.
Lo tendr presente.
Los dos amigos se estrecharon las manos con cordialidad,
y luego tomaron las precauciones necesarias, y se encaminaron palacio, pero por distinto camino.
Poco despus,
la puerta secreta del
se abri para dar paso al esclavo
al
camarn de Herodes
Cingo,
el
cual se encami-
lecho de su seor, El idumeo no dorma.
Y
No
bien, Cingo
te
Pregunt Herodes su esclavo.
habas engaado, seor; Paulo y tu hijo han pa-
sado la noche juntos.
En dnde? Pregunt con indiferencia
En casa de Enoe su esclava.
Ya lo
de ese
sabes. Desde ahora tu obligaciones ser la
romano ambicioso: en cuanto mi
Qu hora
La
Herodes.
es?
aurora despuntar
muy
sombra
hijo, le desprecio.
luego en Oriente.
EL jUARTlR
308
Avisa Ptolomeo y disponlo
todo para la marcha.
vi^es conmigo.
Cingo salud y volvi salir del camarn por donde habla entrado. Herodes volvi dejarse caer sobre su mullido
lecho
como
si
nadie
le
hubiera interrumpido.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
309
VI.
Gleopatra y los triunviros.
Antes de penetrar en laorgullosa ciudad del Capitolio,
antes de recorrer las calles de
Roma,
de esa reina del mundo,
de ese arsenal inmenso de la gloria y del arte
antes de colo-
carnos delante de la figura imponente de Octavio Augusto
romanos nuestros lectores nos permitirn que lancemos una ojeada retrospectiva, desde la muerte
el
emperador de
los
de Julio Cesar hasta
el
nacimiento de Jesucristo.
Graco y Pompeyo, despus de formar el triunse estendieron con sus poderosas legiones por el
Julio
virato,
mundo ensanchando con
siones romanas.
sus continuas conquistas las pose-
EL MRTIR
310
comenz serle contraria al avariento
Mesopotamia fu destrozado por
que sabiendo la sed insaciable de oro
el rey de los Partos
que acosaba al feroz romano hizo que le cortaran la cabeza
y mand que le echaran oro derretido en la boca, diciendo
con irona cruel: ahora es preciso hartarle de ese metal del que
Pero
la suerte
Graco y en
las llanuras de
,
na ha podido saciarse durante su vida.
Italia recibi
con un grito de dolorosa rabia
la derrota de las legiones de
la noticia de
Graco.
El triunvirato estaba deshecho
Csar y Pompeyo tar-
daron poco en indisponerse.
Pompeyo en Roma, y
Julio se hallaba en las Galias,
ambos concibieron
el
ambicioso plan de gobernar solos la
repblica.
Julio, levantando sus tiendas,
ves los Alpes y detuvo su ejrcito
marchas forzadas atra las orillas de un ria-
chuelo. (1)
Pompeyo, sabedor de que Csar avanzaba sobre Roma,
sale
que
su encuentro rodeado de los senadores, entre los
y Catn de Utica. Ambos dos ejrencuentran en Macedonia en una llanura llamada
se hallaban Cicern
citos se
Farsalia.
Trbase
la batalla; la
campo que ocupan
los
sangre romana enrojece
combatientes
el
ancho
olvidando en su furor
que son hermanos. Csar vence Pompeyo que
le
salva la
velocidad de su corcel. Llega la ribera, salta sobre una
nave,
el
viento le favorece y llega Egipto, en donde la
hermano To lomeo le cortan la cabeza
reina Cleopatra y su
y se la remiten en una caja al vencedor Julio como una
muestra de cobarde sumisin.
Csar, clemente, perdona los partidarios de su enemigo: pero Catn de Utica se da la muerte por sus propias
(1)
Se llamaba este arroyo
el
Rubicon, y se dice que durante la noche
aquel gran capitn crey ver ante sus ojos la imagen de su ptria llorosa que
le
suplicaba que se detuviese. Fleuri.
DEL GLGOTA.
manos por no
manos de
311
sobrevivir la repblica, que creia perdida en las
Julio Csar.
Recibe Csar
el
sangriento crneo de
Pompeyo
y no
pudiendo olvidar que habia sido su suegro y su amigo, llor
sobre aquella cabeza insepulta y castig Tolomeo.
Entra en Roma, donde
Sila,
se
hace proclamar dictador como
por diez aos.
Distribuye trigo y dinero al pueblo.
gladiadores. Convierte
so en
donde
los
el
Da
espectculos de
campo de Marte en un lago inmen-
romanos acudian ebrios de gozo presen-
ciar los simulacros navales
con que
los
obsequia
vence-
el
dor Julio.
El pueblo olvida que
este
el
la repblica tiene
un seor y
le
da
sobrenombre de divino.
Le adora como uno de sus dioses, y se cree feliz.
Pero Bruto y Cacio, los amigos de Pompeyo, los rudos y
leales republicanos, no duermen y afilan el pual que debe
librar la patria de un dictador.
Csar es avisado por sus amigos del peligro que
su pueblo
feliz
rodea.
recuerda su clemencia para con sus
enemigos, sus conquistas que tanto engrandecan
romano, y vive tranquilo. Pero una noche, en
del cielo de
le
el
el
nombre
oscuro azul
Roma, aparece un cometa.
Marco Antonio y Lpido conducen
Julio
de su palacio, y estendiendo sus brazos hcia
el
una galera
firmamento
se lo ensean como seal precursora de algn grave aconteci-
miento.
El pueblo
se
agrupa en
las plazas
y comenta su
modo
aquel misterioso signo del cielo.
La noche
y Csar, con su manto de
encamina pi al Senado rodeado
pasa, el sol nace,
prpura, sin armas, se
de sus amigos.
Mas apenas cruza
les salen
los prticos de la
asamblea cien pua-
de entre los pliegues de las togas de los senadores.
Csar no se conmueve: v
el peligro, lo
desafa;
pero
al
EL MRTIR
312
sentirse herido, vuelve la cabeza
rido Bruto, y
y v su amigo, su que-
exclama con inesplicable sentimiento:
tambin, Bruto!
Entonces
se
cubre la cabeza con su manto como para no
presenciar la ingratitud de
un amigo tan querido, y cae
atravesado sin vida los pies de sus asesinos.
Marco Antonio el rudo y valiente soldado el amigo de
campamento del desgraciado Julio acude con Lpido al sitio
,
de la catstrofe.
Mandan
trasladar el ensangrentado cuerpo
y le colocan sobre un lecho
pueblo pueda ver su protector.
del dictador la plaza pblica,
de marfil para que
El pueblo
el
se enfurece
"y los
asesinos
Roma
huyen de
para morir mas tarde en la batalla de Felipos en los campos
de Grecia.
Cicern
el sabio
orador
de una galera; pero teme
casa de
campo en una
el
se halla
mareo y
ya salvo sobre
se
la
popa
hace conducir su
litera.
Los soldados de Antonio
le
encuentran
cortan la ca-
le
beza y la colocan en el Senado sobre la tribuna de las arengas.
Sarcasmo cruel y sangriento del feroz Antonio, que arranc
Roma y Grecia. (1)
Roma vencedores de los
lgrimas de dolor los sabios de
Marco y Lpido tornan
rados. Entonces se les presenta
conju-
un joven que apenas contaba
diez y ocho aos de edad, de carcter tmido
y pacfico, de
delicada complexin, de rostro plido y dulce, y que cojeaba
del pi izquierdo.
Aquel joven era sobrino de Julio Csar, y
este le
habia
nombrado su heredero.
Los feroces soldados le miran con desprecio y le admiten
en el triunvirato que era el segundo de Roma.
Marco Antonio y Lpido admitieron la cooperacin de
,
(1)
un
Fluvia, mujer de Marco Antonio
alfiler
traspas la lengua de Cicern con
de oro, antes de colocarla en la tribuna: pero esta cruel mujer,
repudiada poco despus por su marido, que se cas con Octavia,
la
de Augusto, muri de pesadumbre y de rabia al verse deshechada.
hermana
DEL GLGOTA.
313
aquel nio enfermizo, como una burla, Pero aquel nio delicado
como una
hermoso como una
violeta,
llamaba Octaviano Augusto, y fu mas tarde
mas poderoso
del
sensitiva, se
emperador
el
mundo.
Armronse las legiones; Marco y Octaviano se encaminaron al frente de ellas hcia Grecia, en donde Casio y
Bruto haban levantado un poderoso ejrcito.
Los vencen en la batalla de Felipos.
Lpido entretanto quedse en
Roma;
cobarde, perezoso,
inepto para gobernar aquella poderosa nacin, comete mil
torpezas.
Convence Octaviano Marco de que
Egipto con la mitad^ de su ejrcito, mientras
Roma; y Marco Antonio
y gustaba de
encamine
se
l
se dirije
que, aunque valiente, era perezoso
mesa y
los placeres de la
los goces de
Baco
(1),
acept la proposicin con la idea de descansar de las fatigas
campamento, pues
del
era estremadamente
La
el
combate
los
,
se
amenazada su corona con
la
romanos y en vez de huir prepararse
embarca en una galera cubierta de oro y
,
pedrera cuyas velas eran de prpura y
al
de las riberas del Nilo
para aquel caudillo.
reina Cleopatra v
aproximacin de
para
la conquista
fcil
los
remos de plata, y sale
encuentro de la armada enemiga.
Cleopatra, muellemente reclinada sobre ricos almohado-
nes en la cubierta de su nave, bajo
un riqusimo
brocado de oro, aspiraba con voluptuosa pereza
del incienso que su lado
el
palio de
perfume
quemaban cuarenta hermosas mu-
jeres vestidas con todo el lujo
tras doce nias disfrazadas de
y esplendor de Egipto, mienamores agitaban sobre la en-
cantadora cabeza de su soberana, vistosos abanicos de
plumas, purificando
el
Marco Antonio
,
ambiente con sus ondulaciones.
la vista de aquella
ricin, se qued fascinado
le
como
si
encantadora apa-
la diosa de las
espumas
hubiera enviado sus ninfas para recibirle.
(1)
Marco Antouio fu apellidado
tom
i.
el
Gran Bebedor.
40
314
EL MARTIR
'
Desde aquel momento
el
amor que
brindaron los bra-
le
zos de la astuta reina le aprision en sus redes , y se olvid
de
Roma,
de su esposa Octavia, de su deber, para pensar
solo en Cleopatra.
Augusto
mand que
indignado del comportamiento de Antonio
castigara los partos que
la
le
comenzaban inso-
Antonio y sus legiones se habian enercorte de Egipto
y los partos los destrozaron y
lentarse; pero ay
vado en
Antonio corri ocultar su vergenza en
patra. Octavio
hermana, y
se
los brazos de Cleo-
Augusto se propuso vengar Roma y su
encamin con un ejrcito considerable
Egipto.
Antonio
falto de valor
con su cmplice
para esperar su contrario huy
,
Augusto,
la vista solo de la flota de
rndose Alejandra, en donde se atraves
el
reti-
pecho con su
espada.
Cleopatra
temerosa de la venganza de Augusto
encer-
un sepulcro grande como una casa, donde hizo
conducir Marco Antonio, que se hallaba mal herido, introducindole por una ventana, atndole con unas cuerdas.
rse en
Dos horas despus Antonio habia dejado de
existir,
Octaviano, su vencedor, se hallaba en presencia de Cleopatra.
Disponte seguirme Roma con
el
manto de prpura
sobre los hombros y la corona en la frente
te
har entrar
por la via Triunfal delante de mi carro vencedor.
La
reina nada dijo. Sus ojos
negros como
zaron una mirada de odio y desprecio
Cuando
le dijo estas
Toma,
se vi sola
palabras
busca
al
llam Iras
al
la
noche lan,
romano.
su esclava favorita, y
entregndole un puado de oro:
campesino quien he encargado
el
l-
timo adorno de mi reinado.
Del fondo del
anunciando
la
mar comenzaron
noche
alzarse las tinieblas
los habitantes de Alejandra,
do Iras, envuelta con un manto, abandon
el
cuan-
grandioso
DEL GLGOTA.
15
mausoleo de Cleopatra, y atravesando algunas
al
campo y
se
All habia
detuvo la puerta de una choza.
un hombre.
Has cumplido
S, esclava;
las rdenes de
le
respondi
canastillo lleno de higos,
pmpanos y
En
el
mi seora? le dijo.
hombre entregndole un
y cuidadosamente cubierto con
flores.
Iras di al campesino
das de oro
calles, lleg
una bolsa de seda
mone-
llena de
se retir.
campesino
los ojos del
brill la alegra
mientras acariciaba con sus callosas manos
murmur
Para qu querr Cleopatra
y la codicia, y
de la
el bolsillo
estas palabras:
reina,
habr dado tanto dinero por
las vboras,
ellas?
y por qu
me
Bah! Las reinas tienen
caprichos inesplicables.
Mientras tanto, Iras lleg
panten, donde la esperaba
al
su seora.
La
reina coji
Yte
el canastillo
de higos, y dijo su esclava:
quiero estar sola.
Cuando
se fu Iras,
Cleopatra reconoci
el canastillo.
Entre los higos se hallaba. un trozo de caa verde, cui-
dadosamente cerrado con dos tapones de raz de saco.
La
si
reina agit la caa, que produjo
un
leve ruido,
como
dentro hubiera algn cuerpo pesado.
Una
sonrisa de gozo brill en su hermoso semblante.
Dej
el canastillo
lecho, y se visti con
Psose
sobre los blandos almohadones de su
f
el traje
mas
rico,
mas
resplandeciente.
corona y se tendi en el lecho.
Entonces arranc uno de los tapones de la caa y se
aplic el vejetal su blanco y mrbido pecho.
Una
la
vbora asom su verdosa cabeza agitando con rapi-
dez su lengua venenosa.
La
reina lanz
un
grito.
El
reptil se
habia agarrado
la carne.
Cleopatra cerr los ojos y esper la muerte, tal vez pen-
EL MRTIR
316
sando en su amante
pensando en
tal vez
el
asombro que a
presencia de su cadver causaria Octaviano su vencedor.
Al dia siguiente
muerta con
la
de Augusto la hallaron
los soldados
corona de oro sobre
la
cabeza y reclinada en
como si estuviera dormida?
Augusto mand enterrar los cuerpos de Antonio y Cleopatra en el mismo monumento, y torn Roma, en donde
al verse solo dueo dla repblica tom el nombre de emsu lecho
perador.
Aquel nio dbil y enfermizo, de mirada dulce y carccuya cojera imitaba Antonio cuando los vapores
ter pacfico
del Falerno le trastornaban, reuni en l solo todos los
po-
deres, todas las dignidades de la repblica.
Agrippa y Mecenas, Horacio y Virgilio
fueron desde
entonces sus amigos favoritos.
mundo, querido de su pueblo,
reyes sus tributarios, fu bueno y bondado-
Restablecida la paz en
admirado de
los
so para con todos;
favores; fu, en fin,
el
perdon sus enemigos y los colm de
rey, un padre de su pueblo, un
un gran
carioso y tolerante aliado de las naciones, y un protector
incansable de las letras y de los dominios que le pagaban
tributo.
En
este estado se hallaban las cosas,
cuando en un esta-
blo de la ciudad de Beln de Jud naci el Redentor del
mundo.
En
la introduccin de esta obra creemos haber indicado
aunque ligeramente,
acompaaron
los
la venida al
asombrosos acontecimientos que
mundo
del Hijo de Dios.
Los or-
culos enmudecieron. Augusto consult la Sibila, y misteriosos signos aparecironse en el cielo.
Nuestro intento no
es
por
cierto reproducirlos
puesto que pueden consignarse en otro lugar; pero
aqu,
Roma
Augusto y Tiberio, su sucesor, fueron inmortalizados con la venida de Jesucristo.
est enlazada con Israel.
Herodes
el
Grande, esa sombra figura de
los
Evangelios
CLEOPATRA,
DEL GLGOTA.
ese azote de Jud,
res,
desde donde le
men mas
las
odioso,
317
va penetrar en la ciudad de los pretoveremos salir para llevar cabo el cri-
mas repugnante que ha manchado jams
pginas de la historia.
Antes, pues, que
el terrible
idumeo, atravesando la via
Apia y la antigua muralla de Tulio Hostilio penetre por la
puerta Capena en la ciudad del Capitolio, antes que se arro-
emperador Augusto en el monte
tengamos nuestra mirada en el palacio del Csar.
je los pies del
Celio,
de-
Un
grupo de soldados viejos y encanecidos en las batallas se paseaba en el primer tfio del vestbulo, y en la plazoleta que precedia la fachada del edificio se veia alguna
y empleados de la casa.
Un hombre, casi un anciano, vestido modestamente con
litera
la toga de los patricios, sali del palacio del Csar y salud
con amabilidad, levantando
el
estremo de sus anchas vesti-
duras, los que se hallaban en la plazoleta.
Todos
se inclinaron
con muestras de respeto.
El hombre de la toga cruz solo
el
encamin con paso tranquilo hacia
estendi delante del monte Celio.
se
Su
rostro tenia
una espresion de
arco del vestbulo, y
la
ancha
calle
que
indefinible bondad;
se
su
cabeza cubierta de canas, se inclinaba ligeramente sobre su
pecho como
las
ramas de un rbol cargado de
Su estatura mediana, su
milde, no demostraban en
fsico delicado
fruto.
y su ademan hu-
nada de estraordinario.
Detenindose un poco, podia verse que aquel anciano
cojeaba ligeramente de la pierna izquierda.
De vez en cuando algn transente se detenia para mirarle como si pretendiera reconocerle.
Entonces el hombre de la toga se sonrea con bondad con
y continuaba su camino procurando evadirse de las miradas investigadoras que le dirijian.
As cruz una gran parte de Roma, y atravesando la via
fundindose entre
Sacra lleg al
el
gento
monte Esquilmo y
al Viminal.
EL MRTIR
318
Al llegar
este cuartel, retirado de la populosa ciudad,
el rostro del misterioso transente se entristeci visiblemen-
detuvo lanzando una mirada cariosa sobre una
casa de modesta apariencia que se hallaba cerrada.
te,
se
Algunos rboles de hojas amarillentas alzaban sus copas
por detrs de sus muros, como los cipreses de un cementerio
abandonado por
los vivos.
mano
El hombre de la toga se llev la
sus ojos,
como
para enjugar una lgrima, y despus, lanzando un suspiro
desde el fondo de su pecho pronunci estas palabras
Pobre Virgilio!
Tus
flores
ya no perfuman tu apasio-
nado acento las aves no cantan sobre las copas de tus rboles, oyendo tus dulces versos. Los dioses inmortales te arrancaron de la tierra para llevarte su cielo. Ellos te sean
;
propicios.
Despus prosigui su camino en direccin una magnfica casa
de campo, cuyos estensos jardines se hallaban
corta distancia de la casa de Virgilio.
Del centro del edificio se alzaba una torre (1) que dominaba toda la posesin y gran parte de los catorce cuarteles
en que se hallaba distribuida
Roma
El hombre de la toga entr en
en tiempo de Augusto.
los jardines,
y cruzando
aquella dilatada calle de rboles lleg al vestbulo de la casa,
en donde sobre un pedestal de piedra rstica
se alzaba
una
elegante estatua de mrmol.
Aquella esttua tenia algn parecido con
el
hombre de
toga que pas por su lado.
la
Al cruzar
la portera,
un esclavo que
en un taburete de madera se puso en
(1)
En
comedor
la parte
mas
se hallaba sentado
pi. (2)
alta de esta torre se hallaba la pieza destinada
para disfrutar durante
la
comida de
las
hermosas vistas que
ofrecia.
(2)
en
Por
lo
general los esclavos estaban tambin atados
como
los perros
con una cadena, y cuando recobraban la libertad dedicaban
aquella cadena Saturno.
la portera
DEL GLGOTA.
319
un mastn atado con una gruesa
cadena de hierro, y encima del clavo que le sujetaba la
Junto
al esclavo se veia
pared, podia leerse esta inscripcin: Guardaos
El hombre que entraba acarici
la
del perro.
nervuda cabeza
del
can con muestras de familiaridad, y ste cerr perezosamente los ojos estendi el cuello y alz la cola en seal de
,
carioso reconocimiento.
Luego entr en
la casa y subi por
una escalera
al piso
y despus de atravesar varias piezas en las cuales
hall varios criados que se inclinaban ante l
se detuvo
principal
ante una puerta, y empujndola se hall dentro de
una
cmara.
En
aquella cmara habia dos hombres
ocupaba en hojear un volumen;
el
uno de
otro, tendido en
ellos se
un
le-
cho, parecia enfermo juzgar por la demacracin de sus
mejillas.
Por todas partes se veian gruesos volmenes esparcidos
hasta en la cama del enfermo. Dirase que aquella habitacin era el estudio de un sbio de un historiador.
El enfermo era Mecenas;
el
que ojeaba
el libro
Agrippa;
el
que acababa de entrar Octavio Augusto, emperador
de
Roma.
DEL GLGOTA
321
CAPITULO YII
Octavia no Augusto.
Salud
al
Csar, exclamaron un tiempo Mecenas y
Agrippa.
Para
la quisiera
Ah!
Mi
yo mi querido administrador.
,
salud, poderoso Augusto, es
(1)
una nia mal
criada que hace algn tiempo anda descontentadiza por dentro de
mi ser.
Mecenas diciendo
,
estas palabras, procur incorporar-
se en el lecho.
Mientras tanto
alguna
(1)
Roma
al lado
el
Csar se habia sentado sin ceremonia
de Agrippa.
Mecenas fu durante
y de
las guerras
civiles
administrador general de
Italia.
tomo
41
EL MRTIR
322
Sabes,
querido yerno, dijo Augusto
dirijindose
Agrippa, que esta maana mi hija Julia, tu esposa,
reprendido por las horas que te robo de
Julia no sabe que nos
-su
lado
ocupamos en coleccionar
me ha
La pobre
las obras de
nuestros queridos amigos Horacio y Virgilio para enriquecer con ellas mi biblioteca griega y latina del templo de
Apolo.
Las
mujeres son egostas, seor; ninguna de
prende sacrificar un instante de felicidad por
dijo
1
el
ellas
com-
bien pblico,
Mecenas.
Y, sin embargo, nada les
crificios de los
gusta tanto como exigir sa-
hombres, repuso Agrippa.
Dejando las mujeres tal cual ellas son, tengo que daros
una buena
noticia, dijo su vez el Csar.
Los dos amigos del emperador indicaron con un movimiento que deseaban saberla.
Nuestro muy querido Pisn
el perfecto
de la ciudad,
con-
tinu Augusto, ha logrado por fin recopilar en un volumen
las Obras de la sibila Curaea,
y desde maana los numerosos
favorecedores del teatro de Marcelo podrn leerlas en mi
biblioteca Octavia.
Los dioses lares me concedan la vida suficiente para ver
terminada nuestra obra, exclam Mecenas.
Pues entonces trabajar.
Y
Augusto, Mecenas y Agrippa se pusieron hojear volmenes que colocaban luego con orden sobre un estante,
formando ntes un ndice sobre largos trozos de papiro que
se hallaban estendidos en la mesa.
Estos tres hombres pasaron una gran parte del dia en
esta ocupacin bibliogrfica, enriqueciendo con sus trabajos
las dos bibliotecas
fundadas por Augusto.
El bondadoso emperador apartaba de vez en cuando sus
ojos de los libros para fijarlos en
el
demacrado semblante
de Mecenas.
Luego aquella mirada
se
encontraba con la de Agrippa su
DEL GL'lA.
323
yerno, y ambos hacan un imperceptible movimiento de "esos
que anuncian la muerte del enfermo cuando se observan en
un
facultativo.
Octaviano Augusto
lo decia
siempre cuando se nombraba
sus cuatro amigos Horacio y Virgilio, Mecenas y Agrippa:
Mi mayor disgusto ser sobrcvivirles.
Dios quiso que
La muerte
as
sucediera, y les sobrevivi.
de sus dos poetas favoritos le llen de dolor,
porque hojeando sus versos pasaba las horas mejores de su
Cuando algn tiempo despus la muerte le arrebat
Mecenas y Agrippa, que tan buenos consejos le haban dado
durante su largo reinado, Augusto llor, y su desconsuelo
vida.
fu tan grande que se dej crecer la barba, y cortando el
trato con los hombres, pas los ltimos aos de su vida dedilos deberes de
un
Mientras estos ilustres personajes se ocupaban, con
el
cado instruir su sobrino Tiberio en
buen
rey.
afn y el inters de un anticuario, en coleccionar les volmenes para trasladarlos la biblioteca, Herodes, seguido de
un crecido nmero d esclavos y una lujosa comitiva, entraba en Roma por la via Triunfal; y atravesando el Tiber por el
puente Juncalo se encaminaba
el
al palacio
de Csar Augusto.
El idumeo llegaba la ciudad del Capitolio llamado por
emperador para defenderse de la acusacin entablada por
sus hijos.
Herodes montaba un caballo de raza siriaca: su derecha
cabalgaba Mario su patrn la izquierda Cingo su escla;
vo negro.
Detrs, le seguian algunos esclavos lujosamente vestidos,
entre los que se veia
una
litera
recamada de oro con
las
barras de plata.
Luego seguia Paulo Atme con sus trescientos* ginetes
romanos, y en ltimo trmino una recua de poderosos mulos
que conducan
el
bagaje y algunos regalos que
traia desde Palestina al emperador.
las tiendas, el
rey tributario le
EL MRTIR
324
Cuando Csar Augusto regres su casa,
hall
Hero-
des y su comitiva esperndole en el ancho vestbulo.
La humildad, la modestia del poderoso Octavio, que ca-
y vesta como
repblica, contrastaba con
minaba
pi
el
ltimo de los ciudadanos de la
el lujo
insolente y afectado del
escalonita, del rey tributario de Jud, del primer esclavo
Roma.
de
Augusto recibi Herodes con la amabilidad que tenia
por costumbre, y le hizo que se hospedara en su casa.
El bajo y adulador idumeo, que debia su corona tribu-
Marco Antonio, olvidndose de su protector tan
pronto como Augusto se hizo dueo del imperio del mundo
taria
despus de la batalla de Accio, implor y obtuvo fuerza de
oro y de bajezas la proteccin del sobrino de Julio Csar.
Imitando Aristobulo
II,
rey de Jerusalen, que despus de
cuantiosas sumas regal una via de oro (1 ) Pompeyo, su
vencedor, el escalonita, deseando tener de su parte al dueo
mundo en
del
do la
la cuestin
promovida por sus
y sabieninsaciable sed de oro que predominaba entre los roma-
nos en su tiempo, trajo
hijos,
para los jueces y
Csar, entre los que se halla-
infinitos regalos
unos racimos de perlas para
el
ba uno de un gran valor y de un gusto
esquisito, pues
el
ar-
habia colocado algunas perlas negras y bronceadas
mezcladas con las blancas, imitando de un modo prodigioso
tfice
aproximacin de
la
Herodes
como
la
vendimia.
era astuto
no
se olvid de trasportar de
Jerusalen dos grandes cajones de libros hebreos para las bibliotecas del Csar, regalo que
Cuando la
maana
Augusto
le
agradeci.
siguiente de su arribo
Roma He-
rodes pidi permiso Augusto para presentarle los regalos,
idumeo entr en
el
la
Estos racimos de
Esta via de
oro,,
cmara de su seor,
perlas, ilustre Csar; le dijo, te los
trabajo preciossimo y de
un
he
valor crecido, se co-
loc en el Capitolio. (Poujoulat, Historia de Jerusalen.)
DEL GLGOTA.
o5
Jud para que los mandes colocar en la via de
oro de Aristobulo, mi antecesor, para que vea liorna que la
via de Judea da fruto en las manos del siervo Herodes.
Desde entonces Augusto se propuso, escudado con la
trado desde
IV de las Tablas conceder Herodes todos
que como padre tenia sobre sus hijos.
ley
los derechos
Avisados Alejandro y Aristobulo (1) de que su padre se
Roma para defenderse de la acusacin, se dispu-
hallaba en
sieron para la defensa.
Mario
que con
para
el
patrono de Herodes
el
poder de la palabra y
la defensa,
era uno de esos legistas
el
ingenio de sus recursos
hacen del delincuente mas despreciable
el
hroe mas simptico y digno de la tierra.
Herodes fu defendido con tal maestra^ con tanta elocuencia, con tal lgica, que
tribunal vi en el idumeo
el
y en su desgraciada Mariamme una
mujer viciada y adltera.
Se tuvo en cuenta la ley hebrea que manda matar las"
un hombre de honor
esposas que olvidan sus deberes
y Herodes fu absuelto des-
pus de veinte dias de debates.
El tribunal, por consejo de Augusto, y queriendo que
Tablas, entreg sus hijos al
se respetara la ley de las Doce
padre para que obrara con ellos segn
le
aconsejara su
corazn.
Aquella entrega era
la sentencia de
muerte de Aristobulo
y Alejandro, como veremos mas adelente.
Mientras esto acontecia el manpulo Paulo Atme no
,
se
descuidaba por su parte.
Diariamente concurria
al
campo de Marte en busca de
aventureros que reclutar para su empresa, alistndoles se-
cretamente en su pequea legin.
Cingo,
()
el
esclavo de Herodes,
fiel
su seor, astuto
Tngnse presente que antes de Herodes hubo un rey en Jud que
llam Aristobulo.
se
EL MARTIR
326
como una culebra, espiaba
romano
al
biera, llegando tal estremo su astucia
Paulo, creido en la palabra del etope,
irreconciliable de Herodes,
que
sin
l se
aperci-
y fingimiento, que
le creia
un enemigo
y no tuvo inconveniente en con-
fiarle su plan.
Esta confianza
Todo estaba
le perdi.
dispuesto: la par-
tida sealada por el Csar, era el primer dia de las Calendas
de Junio
(1),
y Paulo estaba nombrado
jefe de la escolta
que
deba conducir Jerusalen al rey tributario.
Cuatro galeras del Csar esperaban en
abrigo marti-
el
mo
de Civita-Vecchia (2) para trasportarlos las playas de
Cesrea.
Todo estaba
gusto
hijos
dispnesto, y la vspera de la partida,
con su carcter conciliador
comieran con
l,
Au-
quiso que Herodes y sus
-creyendo que por este medio se con-
ciliarian aquellas rencillas de familia.
El idumeo fingi durante
el
banquete una bondad, una
tolerancia para con sus hijos, que estaba
Al terminarse
el
banquete
solicit
muy lejos de
sentir.
de Augusto una en-
y ambos pasaron una pieza retirada.
Cuando Herodes se vi solo con Augusto sac una hoja
trevista secreta,
de pergamino de entre los pliegues de su tnico y se la present al Csar.
(1
Los romanos dividan
los
meses entres partes
la
primera
la
llamaban
segunda Nonas y la tercera Idus.
tiempo de Sptimo Severo (ao 106 de la era cristiana) no se
distribuy el mes en semanas uso que nosotros hemos tomado de los egipcios, segn asegura Dion, escritor de aquella poca.
Alejandro Adam asegura que el uso de la semana lo hemos tomado de
Calendas
Hasta
la
el
los judos. Pero el citado
mana,
Dion
le
da
origen egipcio.
el
los dias de la se-
cuando sta se estableci, se les dieron los nombres de los planetas,
y son los mismos que hoy se conocen: Solis Domingo ; Zue Lunes \' Marte
Martes ; Mercurii Mircoles ; Juvis Jueves ; Veneris Viernes ; Saturni,
,
Sbado.
Cien aos despus
(2)
el
>
emperador Trajano construy un puerto cmodo
tarde el Papa Urbano VIII fortific.
y seguro que mas
Civita-Vecchia se considera como
el
Hoy
dia el puerto de
mejor de los Estados Pontificios.
DEL GLGOTA.
Qu es esto? Pregunt
escrito
327
Octavio fijando sus ojos en
pero ntes que Herodes
le
el
respondiera, exclam con
doloroso acento.
Ah! Con que aun hay en mi imperio quien conspira en
Con que esos revoltosos
contra de las rdenes que dicto
hijos de Marte, confiando en mi clemencia, conspiran contra
los reyes
Yo
te
que yo
doy
protejo!... Est bien, Herodes, est bien!...
las gracias
por tu descubrimiento, que en honor
de la verdad mas
le
ral de la ciudad,
que
corresponda Pisn,
t,
el
El nombre de Cingo que aparece en esa
cluirse del castigo,
perfecto gene-
que eres un forastero.
porque Cingo
es
lista
mi esclavo
debe esfavorito.
Perdera gustoso su vida por m, y adems, l no ha hecho
otra cosa que obedecer mis rdenes: pues previendo yo desde Jeric que mi hijo Antpatro y Paulo estaban de acuerdo,
mi esclavo espiar al ltimo durante mi viaje y su permanencia en la ciudad del Tber.
En las conjuraciones, amigo Herodes, le respondi
Augusto, los reyes que como yo no gustan de derramar sanhice
gre, se dirijen la cabeza para castigarla,
los reyes
san-
ginarios son bestias feroces que sus pueblos deberian aplastar
como, las vboras venenosas.
Augusto conocila ferocidad
del
idumeo, y recalc
las
ltimas palabras.
Herodes baj cobardemente los ojos
al suelo.
Despus de estas palabras, Augusto se encamin la
puerta, y alzando
el tapiz,
llam uno de sus lctores que se
paseaba en la antesala, dndole algunas rdenes en voz baja.
Una hora
despus,
el tapiz volvi
levantarse para dar
paso dos soldados romanos: uno de ellos era Paulo Atme,
el
un anciano que vestia el uniforme de centurin.
Augusto detuvo un momento su mirada en el semblante
otro
de Paulo, que se estremeci ligeramente, y luego le dijo,
alargndole el pergamino que le habia presentado Herodes:
Por
los dioses del Capitolio,
por la honra de tus padres
EL MARTIR
328
de tu manuplio
este
que sirve de cimera al estandarte
que me digas si es cierto lo que dice
la gloria del guila
y por
te exijo
pergamino.
Cierto es Csar.
Solo Augusto levanta
,
legiones en
emperador con voz amenazadora
Roma, exclam
el
nadie mas que yo tiene
derecho conceder las coronas tributarias en mis dominios.
faltas la ley
Y Augusto
de Paulo,
muere pues como soldado.
sacando la espada que pendia del cinturon
con voz enrgica, presentndosela por la
le dijo
empuadura:
Toma.
Paulo no se hizo repetir la orden
nerse comprendiendo lo que el Csar
:
gndole su
suerte
la
misma espada, con un
se atraves el
pecho
sin vacilar
le
sin dete-
queria decir entre-
valor digno de mejor
cayendo ensangrentado sobre
alfombra del pavimento.
As deben morir
los traidores
que amenazan
la existen-
cia dlos reyes quienes concedo hospitalidad en mi palacio,
volvi decir Augusto apartando los ojos del cadver de
Paulo.
luego, viendo que los dos testigos, Herodes y el centu-
rin nada decian ante aquel
drama sangriento, continu,
dirijindose al viejo soldado:
mi
leal
Antonino
escoltars al rey de Jerusalen,
obedeciendo sus rdenes como las mias propias. Disponte,
pues, para hallarte
Roma, con
maana, cuando
la luz
de la aurora sa-
embarcadero del Tber;
lude
y volvindose Herodes continu: puedes fiarte de l; es un
viejo y leal servidor, que ha peleado conmigo en Egipto.
Poco despus
de Paulo.
tu centuria, en
los lctores
el
mandaban enterrar
el
cadver
DEL GLGOTA.
CAPITULO
329
VIII.
Fantasa.
El
sol
comienza hundir sas moribundos rayos tras
las
azuladas montaas que sirven de pedestal al templo de
Jpiter.
El bosque del divino Julio
oreado por las brisas de la
tarde, sacude sus empolvados laureles, que perfuman
el
ambiente con su aroma.
La
violeta abre su cliz irguindose hcia el cielo,
magnolia de
las Indias inclina su
la
copa de marfil hcia
la
tierra.
Las palmeras y
los pinos
estienden sus sombras hcia
Oriente en busca de la noche.
TOMO
I.
42
EL MRTIR
330
Los ruiseores ocultos en los frondosos espinos agitan
alegres sus pequeas alas, sus intranquilas colas, esperando
,
que
el cfiro
cedor
el
nocturno
rize sus
plumas para enviarle
al
Ha-
canto de las tinieblas.
Los pastores conducen sus inocentes ganados sus apriscos y el laborioso campesino regresa su hogar sentado
,
sobre la dura testuz de los pacientes bueyes con
el rostro
cu-
bierto de sudor y polvo.
Las montaesas de Albano rodeadas de sus hijos, sentadas bajo el tosco cobertizo de sus chozas, entonan alegres
el potico
canto de la noche, preludio amoroso que indica el
regreso de sus maridos.
Las naves
del Tber ancladas
toldos de lona que
rollan sobre cubierta los
han librado sus tripulantes durante
el
dia de los rayos del sol, y las lijeras golondrinas revolotean
alegres en derredor de los gallardos mstiles.
all lo lejos, cubierta
por un cielo de color plomizo,
envuelta con una densa niebla, se alza
que llena con su nombre
fu
esa ciudad
el
mundo
una provincia.
Cien templos paganos
los
el
Roma,
universo, y de la cual
se alzan altivos
en su seno:
el sol
baa todos con sus postrimeros rayos.
La paz la molicie ha enervado el brazo de sus soldados.
Vnus ha adormecido el valor de sus hroes.
Lavia Apia, ese bazar del amor y la galantera, ese
,
punto de reunin donde
donde
el
el
soldado se convierte en sibarita,
epigrama reemplaza
la
espada y
el
perfume la
coraza, ese paseo favorito de la elegante sociedad de
Roma,
donde bullia la juventud, superficial, esclava de la moda en
tiempo de Augusto es donde vamos detenernos un momento
Si el censor
Apio Claudio Craso
se hubiera levantado de
su tumba en tiempo de Augusto, indudablemente no hubiera
reconocido aquel camino que
aos antes.
habia trazado cuatrocientos
DEL GLGOTA.
No
Europa las preera mas bien un elegante arra-
era ya la via por donde llegaban
ciosidades de Asia y Africa,
bal de
331
Roma.
Las casas de campo se habian convertido en esplndidos
palacios; las tumbas en elegantes y colosales mausoleos.
El silencio de la muerte, la frialdad majestuosa de las
urnas funerarias; importaba muy poco la elegante y viciada juventud de Roma.
Cicern habia dicho: Desde que
cillos los or acedos
los
hombres no son tan sen-
han enmudecido.
Roma, pues, comenzaba reirse hasta de sus dioses.
La via Apia se habia convertido en el palenque de
sus
aventuras amorosas.
Los vivos hablaban de amor sentados sobre
las cenizas
de los muertos.
El banco de piedra que rodeaba la tumba de Scipion,
sirvi
mas de una vez de ctedra Ovidio para
recitar la
juventud su Arte amandi.
Las patricias
se citaban al pi del
mausoleo de Apio, sen-
tndose sobre ricos paos de brocado de oro.
All
esperaban sus amantes con la voluptuosa mirada
campo de Marte, y agitando un abanico de
plumas y aspirando los perfumes de un tarro de esencia,
en direccin
al
aguardaban con
mrmol
la cabeza
perezosamente apoyada en
del sepulcro.
Los caballeros recoman
la via
de Albano hasta las murallas de
que
el
Apia desde
Roma, y poco
las cercanas
les
importaba
precipitado galope de sus ligeros caballos
turbara
el
el
nmidas
pesado sueo de la muerte.
Cupido empujaba
los corazones hcia
casi siempre egoista, lo olvidaba todo
Vnus, y
menos
el
amor,
sus goces, sus
esperanzas, sus voluptuosos ensueos.
En
aquel mentidero de la corte de Augusto
se
hablaba
de modas, se discutan las pomadas y los perfumes que sua-
vizaban y embellecan
el cutis, la
anchura de
los tnicos, el
EL MRTIR
832
peso de las sortijas, la dimensin de los mantos, los adraos
del calzado.
mantenian disputas acaloradas sobre el corte de
cabellos y la mas menos longitud de la barba.
All se
los
Por todas partes se veian trascurrir lijeros cisium con sus
cajas de mimbre, carros tirados por tres muas enjaezadas
con pieles de leopardo y multitud de cascabeles de plata.
Por do quiera se veian los rhedos traidos de las Galias con
sus cuatro ruedas doradas, sus cojines de prpura y sus flo-
tantes paos de seda arrastrando por los suelos, donde sen-
tadas con la gravedad de una esttua de piedra, iban las
tronas vestidas con su estola blanca
rat
envueltas en finsimos
mantos
como
la nieve de
ma-
Ara-
de escarlata que flotaban
merced del viento, enseando sus redondos brazos cuajav
dos de brazaletes.
All se veian las patricias
que enseaban
al
con sus coronas de diamantes
bajar del carruaje sus diminutos pies des-
nudos, perfumados con la pasta de lentisco y violeta.
Los esclavos estendian un pao de las Galias junto
carruaje para que su seora no tocase nunca
el
al
inmundo
polvo de la tierra con sus plantas.
Entonces esas lnguidas sensitivas del Tber, esas hermo-
amor y la pereza, daban algunos pasos apoyanmanos en las nervudas espaldas de sus esclavos como
sas hijas del
do las
si les
faltara aliento para
caminar
ellas solas
y sentndose
en un mullido almohadn comenzaban jugar con unas bolitas
de mbar que tenian
ambiente y
las
el
doble privilegio de perfumar el
manos.
Ah No eran solo las mujeres las que caminaban de este
modo los hombres los descendientes de aquellos bravos que
!
habian conquistado
el
mundo, tambin buscaban
que sostuviera sus cansadas fuerzas.
el
apoyo
(1)
Mecenas, el amigo de Augusto, el protector de Virgilio y Horacio,
(1)
caminaba siempre apoyado en las espaldas de dos robustos esclavos.
DEL GLGTA.
No
333
era estrao encontrar en medio de aquella alegre y
resplandeciente reunin al impasible filsofo
que envuelto
en su raido manto miraba con desprecio aquella vanidad de
y al suplicante mendigo que se gozaba mezclando
repugnante hedor de sus harapos con el aromtico perfu-
la tierra
el
me
de las cortesanas.
estos fantasmas
Pero
que
la ciencia y la miseria
hacian
pasar ante los soolientos ojos de las corrompidas cortesanas, se disipaban pronto.
Al mendigo
le
arrojaban una moneda,
al
filsofo,
una
sonrisa de desprecio: despus la nube se disipaba, el placer
sonrea sobre sus cabezas, y
el
alma
les
el dios
ciego, hacindoles olvidar
presentaba de lleno los encantos de la materia,
As pasaba dos horas la elegante sociedad de
ta
que
el sol,
has-
hundindose por completo tras las espaldas de
Occidente, dejaba su imperio la noche
gubre manto sobre
Entonces aquel
Roma
Roma,
que estendia su l-
tumbas y los palacios de
quedaba desierto.
las
la via Apia.
sitio
tornaba recibir en su seno sus alegres
hijos.
Los placeres no haban terminado.
La noche
tenia tambin sus encantos en la ciudad del
Tber.
Los bufones de Grecia,
diadores de Africa,
el
las bailarinas de Cdiz, los gla-
cmico Plade,
el
mmico Batilo,
las
boas, los tigres, los leones, los elefantes, los leopardos,
llegaban diariamente la ptria de
el ocio
Rmulo para
entretener
de los afortunados hijos de la loba.
Augusto habia fundido.su
un vaso, herencia de su
conservando solamente
Csar, y ciento cincuenta
se invirtieron en teatros hipdro-
tio Julio
millones de sestercios (1)
mos y en
vajilla
la via Flamini.
Augusto quiso ver feliz su pueblo, y el sabio emperador no encontraba obstculo para conseguirlo.
(1)
Seis millones de pesos.
EL MRTIR
334
Pero no entremos en
Roma
detengmonos un momento
en la via Apia.
La luna
sin
las
y radiante trepaba serena por un cielo
nubes baando con los melanclicos rayos de su frente
desiertas tumbas y los elegantes palacios de la va Apia,
,
clara
poco antes tan concurridos.
Una mujer,
mas bien un fantasma en forma de mujer,
caminata en direccin Roma.
Su larga cabellera roja caia sobre sus hombros, flotando
merced del viento de la noche.
Un
tnico negro sujeto la cintura por
un cinturon de
acero era su traje,
Por sus sienes se arrollaba una corona de hojas secas.
Su mano derecha se apoyaba en un bculo de abeto, y
en la izquierda podia verse una varita de metal cuyo estremo figuraba una especie de bcaro formado con cinco
cabecitas de vboras.
Iba descalza y pareca
Parse un momento.
Un
muy
fatigada.
rayo de luna cay sobre su rostro.
Entonces pudo verse que aquella mujer, estremadamente
morena, tenia una hermosura
salvaje.
Sus ojos negros como la noche, sombros como
mordimiento ,
se agitaban
el
re-
en sus rbitas lanzando miradas
amenazadoras.
Su frente altiva y despejada, sus labips gruesos y teidos
de un carmn vivsimo su nariz perfectamente delineada y
recta, daban aquel semblante algo de lgubre y ame,
drentador.
Difcilmente hubiera podido decirse la edad de aquella
viajera que, con paso
via
Apia
De
tal
moderado, bordeaba
las
tumbas de
la
hora de la noche.
vez en cuando alzaba sus ojos al cielo, y entreabriendo
un rugido de ira
pronto como si un poder
sus lbios,
,
se escapaba de su pecho.
Pero
misterioso hubiera castigado su
LA SIBILA DE CUMA.
DEL GLGOTA.
3&5
un gemido de dolor, inclinando su frente
hacia la tierra, murmurando estas palabras:
Ay de los dioses del Olimpo de Homero! Aydelos
augures de la ciudad del Tber La laguna Estijia agita sus
aguas, la esfinge de Gizet cae de su pedestal y se hunde en
las arenas del desierto. Ay de nosolros que no podemos
soberbia, exhalaba
sentarnos sobre
el
trpode del templo de Delfos!
Despus de esta dolorosa lamentacin exhalaba un suspiro profundo
estensp
y continuaba su marcha, que habia
interrumpido entre lamentos.
tumba que
As lleg hasta una
borde del camino, y sentse en
el
se alzaba solitaria
banco de piedra con la
apoyada sobre
mrmol del sepulcro.
El mrmol del mausoleo se estremeci al sentir
frente
el fri
tacto de la frente de la estranjera; pero ella,
abismada en su dolorosa meditacin
te
al
no
el
con-
profundamen-
se apercibi de
aquel acontecimiento sobrenatural.
La
extranjera segua exhalando hondos suspiros, cuando
una voz que pareca brotar del fondo de la tumba la habl
de esta manera
Quin viene turbar con sus gemidos el sepulcral silencio de la muerte?...
Yo,
dijola extranjera irguindose
como
el
si
eco del
sepulcro hubiera reanimado sus fuerzas.
quin eres t?
Volvi preguntar la misma voz.
Una
extranjera que viene desde
que ha dejado sus espaldas
el
el
centro del
golfo de Corinto
mundo
,
(1),
y que ca-
mina en busca de la orgullosa Roma.
Vienes entonces de Grecia?
Vengo de Delfos.
Has visto el orculo
de Apolo, has visitado
el
templo
de las musas?
(1
Los antiguos crean que
el
templo de Delfos era
el
centro de la tierra.
EL MRTIR
336
S, pero quin eres t que me
el seno de una tumba ?
La luna baa con su luz clara
mi tumba... lee si sabes.
La extrangera
diriges la palabra desde
la lpida
mortuoria de
unos pasos del mausoleo, donde
pudo ver esta inscripcin grabada en el fri mrmol:
se separ
VIAJERO:
DETEN TU PASO, Y SALUDA LAS CENIZAS
DEL CENSOR
APP10 CLAUDIO CRASO.
L TRAZ EL CAMINO DONDE
TE HALLAS, HIZO EL ACUEDUCTO DE LAS
ACUAS APPIAS. ROMA AGRADECIDA
LE HA LEVANTADO ESTE MAUSOLEOADIOS. -APLAUDE.
Apio
eres
el
censor,
el
que escribi la ley de las
Doce Tablas?
Sabes los romanos se rigen aun por ellas?
Aun estn colgadas de los muros del Capitolio: tus consi
temporneos
las
grabaron en doce tablas de oro.
En qu ao nos encontramos de la fundacin de Roma?
En el ao setecientos cincuenta y dos.
Entonces hace cuatrocientos aos que descanso
en esta
tumba.
T lo has
dicho.
romana?
Roma no tiene repblica.
Y lo sufren los patricios!..
S porque su emperador Octaviano
Quin rige la repblica
del
Augusto
es seor
mundo.
La voz
de la
tumba guard
silencio por
un breve
espacio;
luego continu de este modo:
Quin
y darle
vc>z
eres t que tienes el poder de agitar mis cenizas,
de los dioses?
mi
espritu; por fortuna perteneces la familia
DEL GLGOTA.
Soy la sibila Cumea.
La
sibila
Cumea,
Roma
que lleg
la sibila de
cuando
Tarquino
Soberbio, la
el
se estaban abriendo
fosos del
los
Capitolio sobre la roca Tarpeya (1) vender los libros sibilinos?
La misma
Cmo
soy.
gozas de una ancianidad tan dilatada? No han
cortado las Parcas
el hilo
de tu vida?
S, he muerto: el viejo Quiron ha conducido mi alma
por la laguna Estijia; he visitado la caverna de la muerte y
he visto las tres Parcas (2): Lequesis, de cuyos dedos brotan
millares de hilos; Cloto, que sostiene eternamente el huso;
y Atropos, con sus incansables
tan sin cesar
el hilo
Ay!
diamante que cor-
de la vida. El mi cay tambin bajo
corte incansable de su
Cmo,
tijeras de
arma
el
fatal.
pues, oigo tu voz,
si
dejastes de existir!
Respondi la Sibila exhalando un doloroso la-
Soberbio, que tanto mal caus los romanos, quiso halaun templo suntuoso sobre el monte Tarpeyano. A las primeras escavaciones se hallaron una cabeza de hombre destilando sangre.
Los ancianos de Roma, quienes se les present la cabeza para ver si la reconocan, aseguraron ser la de un romano llamado Tolo que hacia muchos
aos haba muerto, y por eso se le puso al templo el nombre de Capitolio, lo
Tarquino
(1)
el
garlos edificando
que significa cabeza de Tolo.
Una mujer desconocida se present Tarquino ver si quera comprar
nueve volmenes, llamados Libros sibilinos, pidindole una cantidad crecida
de dinero. Tarquino despidi la extranjera. Poco despus volvi presentarse,
le dijo:
He quemando
tres volmenes,
vengo ofrecerte
los seis res-
tantes. Tarquino despidi la extranjera; pero dos meses despus la sibila
Cumea
torn presentarse en el palacio del rey, y
tres libros: los otros seis los
Con
ellos
ha consumido
sabrs las profecas de
lo
el
misma suma que
Slo
me quedan
futuro, y podrs conocer el bien y el
mal. Tarquino, asombrado de la terquedad de la
por la
le dijo
fuego: vengo ofrecrtelos
le pidi al principio,
una arca de piedra, que fu depositada en
sibila,
y mand que
compr
los
li
jros
se encerraran
el Capitolio, bajo la
en
custodia
de quince elevados personajes, prohibiendo que se consultaran sin una
orden suya.
(2)
la
Homero llam
las Parcas, hijas de Jpiter
y Temis Orfeo, hijas de
;
noche; Platn, hijas de la necesidad.
tomo
43
EL MRTIR
338
ment. Thmis ha ordenado sus hijas que reanuden por
breves das el hilo de mi existencia pues soy portadora de
;
la ltima misin del orculo de Delfos, del divino Apolo,
que ya no responde las preguntas que se le dirijen. Los
dioses paganos se estremecen y caen derrocados de sus pedestales, huyendo en precipitada fuga la caverna de Pluton
donde llorarn eternamente su impotencia. El Titn del
Cucaso el ladrn divino el soberbio Prometeo ha roto
,
sus cadenas de diamante y
griento pecho
y de
los
de sus
el
ha
visto
morir sobre su san-
cuervo insaciable. Jpiter, rey de los dioses
hombres, vacila en su trono de marfil;
manos
el
los rayos han quemado su frente
cetro cae
el
guila
hermosa Hebe llora sin consuelo sus
pis. Juno, su esposa y hermana un tiempo, desoye los
ruegos de las recien casadas y aparta los ojos de las madres
primerizas. Minerva ha cerrado el libro de la sabidura.
Vesta ha visto con espanto estinguirse el fuego sagrado. El
escudo de Palas se ha roto en tres pedazos. La corona de espigas de la fructfera Cres se ha secado sobre su frente.
Venus, hija del amor y la hermosura llora la ingratitud
de Eros, su Cupido favorito. Rhea ha visto morir los leones
plega sus alas
la
de su carro y caer las torres de su corona.
Saturno ya no se muerde
la cola, ni la
La
serpiente de
guadaa
est en sus
manos. Diana recorre los bosques desolada, porque sus flechas son impotentes contra los gamos. Mercurio ha visto
caer las alas de su casco y la bolsa de su mano. Marte ha
La hermosa cabellera de Apolo
noche
su sonora lira se ha quebrado,
ha encanecido en una
y las nueve musas hijas de Jpiter y Mnemona lloran amarsentido miedo en el corazn.
gamente recorriendo
los
montes de Pierio, Helicona y
el
Parnaso.
Cesa, cesa! exclam la voz de la tumba, fantasma evocada del averno, espritu infernal, que vienes turbar con
tus palabras el tranquilo sueo de la muerte. Vete, deja que
repose en paz en
el
seno del mrmol
fri.
que encierra mis-
DEL GLGOTA.
cenizas, y
no
te
339
goces en pintarme la ruina de los dioses
del Olimpo.
La
extranjera se puso en pi, lanz
y emprendiendo
el
un doloroso
camino que conducia Roma,
suspiro,
dijo estas
palabras:
Duerme
en paz, Apio; pero
tu alma vaga errante
si
por las regiones de lo desconocido en busca de un perdn
que no pueden concederte
los dioses paganos,
Israel, la tierra prometida,
Dios
Salvador del
el
dirjela
donde ha nacido
mundo
el
hcia
verdadero
Mesas anunciado por los
el
Profetas.
qu nombre tiene ese Dios?
mundo
Jess se llama; Redentor del
Entonces oyse un gemido en
ser.
seno de la tumba; la
el
luna ocult su hermoso disco tras los celajes de una nube
de palo
de la
la esttua de Esculapio
que adornaba
tumba de Apio Claudio Craso cay
la cspide
al suelo rota
pedazos; los mrmoles se estremecieron, y la sibila
inclinada la frente hcia la tierra, apoyado
el
cayado que
clamando
Ay
le servia
de sosten
se
el
en
Cumea,
cuerpo sobre
encamin Roma, ex-
estas palabras
de los dioses del Olimpo de Homero!
Ay
de los
augures de la ciudad del Tiber! La laguna Estijia agita sus
malditas aguas; la esfinge de Gizet cae de su pedestal y se
hunde en las arenas del
podremos sentarnos en
porque
el
desierto.
el
Ay
de nosotros, que no
trpode del templo de Delfos...
Dios verdadero ha nacido en Israel; porque
el
Re-
dentor de los hombres ha bajado la tierra derrotar los
dioses paganos.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
341
CAPITULO
IX.
El orculo de Delfos.
Al mismo tiempo que
Roma
la Sibila
Cumea
encaminaba
se
por la via Apia, dos ginetes atravesaban la ancha
Juno en direccin al monte Palatino.
A juzgar por las manchas de barro que salpicaban sus
flotantes mantos y las ricas pieles de leopardo de los cacalle de
ballos
Uno
la lluvia deba haberles molestado durante el
camino.
de los ginetes era joven: apenas tendra veinticua-
tro aos de edad.
Su estatura mediana parecia distinguida segn
,
marcial y desenvuelto con que montaba.
Era de plido y agraciado rostro, aunque en
el
el aire
conjunto
EL MRTIR
notaba cierta rigidez en sus facciones que
342
se
le
daban un
el
joven llevaba
aire
sombro y taciturno.
la claridad de la luna
pudo verse que
una culebra del dimetro de dos pulgadas arrollada por
el
cuya chata cabeza acariciaba de vez en cuando con
su mano con el estremo inferior de su barba perfectamente
cuello,
afeitada.
Este joven se llamaba Tiberio: era sobrino de Augusto,
y estaba destinado ser emperador de
Roma.
mas que un
hombre, parecia un atleta. Se llamaba Macron; era el esclavo favorito del futuro tirano, del que mas tarde, baldn
El otro ginete que cabalgaba su lado
de la humanidad, habia de matar una madre porque llo-
habia mandado degollar, y
habia de arrancarse los cabellos y lanzar gritos de desespe-
raba la muerte de un hijo que
racin porque Cartucio se di la muerte en su calabozo
antes que le llegara la del tirano.
Los dos ginetes llegaron
gusto y echaron pi tierra.
Los soldados
los prticos del palacio de
del Csar rodearon los forasteros
ndoles la franqueza con que se introducan en
el
Au-
esta-
palacio
de su seor tal hora de la noche.
Qu,
no me conocis ya, lobos caducos? Les dijo Tiberio con imperio. Tan pronto se ha borrado de vuestra
memoria
la fisonoma del sobrino de vuestro seor?
En
ese
un corazn de paloma los
refresque la memoria y os abra
caso, os aconsejo que depositis
pis de Esculapio para
que os
los ojos.
diciendo esto arroj las riendas de su caballo su es-
clavo Macron.
Salud
Tiberio nuestro general, exclamaron algunos
soldados inclinndose.
Gracias sean dadas Jpiter inmortal,
les
respondi
Tiberio.
llo, se la
alarg su esclavo diciendo despus de acariciarla:
quitndose la culebra que se arrollaba por su cue-
DEL GLGOTA.
Macron
siente
toma mi
sin razn
343
favorita, gurdala.
repugnancia hacia estos
Mi
ilustre to
Todos
reptiles.
los grandes hombres tienen cosas pequeas. Julio Csar,
nuestro glorioso pariente, se ocultaba en los stanos de su
palacio cuando las nubes tronaban sobre
mi
Roma. Augusto,
estremece la sola vista de una culebra.
tio, se
Macron, que nada decia,
se
meti con impasibilidad la
pecho, y mientras Tiberio subia las anchas escaleras del palacio se encamin las caballerizas seguido
culebra en
el
de los corceles.
Cuando Tiberio lleg la antecmara del emperador, dijo
lacnicamente uno de los lctores que sali su encuentro:
Dile Csar que
Tiberio est aqu.
Poco despus, Augusto estrechaba gozoso su sobrino
entre sus brazos.
Mi
querido
donara mi roca
de
Roma, y
Tiberio, t has querido que aban-
tio, le dijo
solitaria (1)
para instalarme en tu palacio
tus deseos son rdenes para Tiberio
aqu
me
tienes.
Los
aos comienzan doblar mi cuerpo hcia la tierra,
querido sobrino, le dijo Augusto. Necesito un brazo jveny
imperio despus de mi muerte, y quiero colocar sobre tu frente mi corona, mi manto imperial sorobusto que dirija
el
bre tus hombros.
(1)
Tiberio
cuyo carcter sombro
le
procuraba pocos amigos, viva casi
una casa situada sobre las rocas
Su nico placer era consultar acerca de su futura
pretendidos adivinos, mandando luego su fornido esclavo que
siempre retirado en la isla de Rodas, en
escarpadas del mar.
suerte los
los tirara al mar.
Un
dia hallbase en la elevada torrecilla de su casa con-
sultando un embaucador llamado Tracilo,
liblemente llegara ser emperador.
el
cual
le
habia dicho que infa-
Qu dicen los dioses y las estrellas de
tu futura suerte? Le pregunt Tiberio con marcada y cruel sonrisa al adiTracilo se puso temblar pues sabia la suerte de sus predecesores,
vino.
Que me amenaza una gran desgracia. Tienes razn le dijo
y respondi:
Tiberio; mi esclavo tenia la rden de despearte, pero te perdono porque
lo
has acertado.
EL MARTIR
344
Tiberio se inclin,
mas que por agradecimiento hcia
Yo
soy tu primer esclavo, seor,
le dijo:
mi roca de Rodas
preferirla la soledad de
de
su
por ocultar la inmensa alegra de su corazn.
tio,
manda; pero
al
estruendo
Roma.
Te
he llamado
pues
las palabras de Tiberio
res de
continu Augusto desatendiendo
porque deseo instruirte en
un rey clemente y
justiciero.
La
los debe-
paz, hijo mi, debe
ser el primer afn de los reyes.
Tiberio volvi inclinarse.
As permanecieron hablando por espacio de
una hora.
Augusto habia dispuesto que su sobrino se instalara en su
mismo palacio en una cmara contigua la suya.
Cuando el emperador manifest que podia retirarse pues
,
al dia siguiente
continuaran su interrumpida conversacin,
Tiberio le dijo:
Seor, antes de separarnos quisiera interceder por un
desgraciado que gime en un calabozo orillas del Ponto
Euxino recordando en su soledad los encantos de Roma,
,
los goces de la via Apia.
Augusto frunci el ceo una mirada de clera cruz
como un rayo por sus ojos, siempre bondadosos.
Su rugosa mano coji el brazo de su sobrino apretndole
con una fuerza increible sus aos un temblor nervioso
agit su cuerpo, y luego con una pausa cruel, dijo miraado
:
con severidad Tiberio
Ovidio Nason,
ventud romana
el
poeta cnico,
corruptor de la ju-
el
aunque dotado por Apolo de un numen
fe-
cundo y creador, morir encerrado en los calabozos de Sarmacia: no vuelvas nunca interceder en su favor; Roma y
sus placeres no existen para l. (1) Augusto despidi con un
(1)
Ovidio Nason muri en los calabozos de Sarmacia despus de ocho
aos de reclusin. No se sabe punto
fijo
por qu Augusto, tan protector
de los poetas, castig^ con tanta crueldad Ovidio
dido en los brazos de Julia, su hija. Lo cierto
por Ovidio y nadie alcanz su perdn.
es,
se cree
que fu sorpren-
que muchos intercedieron
DEL CLGOTA.
ademan Tiberio, que
sali de la
345
cmara
sin desplegar los
lbios.
El emperador quedse un momento preocupado tacitur,
no
con
como
el suelo,
pecho y la mirada en
nombre de Ovidio, del cantor inspirado
brazos cruzados sobre
los
si el
del Artis amatoria?, de
el
Medea y del poema La batalla de Accio
hubieran evocado en su mente recuerdos dolorosos.
De esta actitud vino sacarle un lictor anuncindole
que una mujer estraa y cubierta de polvo, que decia venir
de Delfos mostraba gran empeo en hablarle pesar de lo
,
avanzado de
la noche.
Augusto torn reponerse oyendo las palabras del lictor.
Qu quiere de m esa extranjera? Pregunt el Csar.
Dice
que viene hablarte de parte del orculo de
Delfos.
Augusto se estremeci.
Te ha dicho su nombre?
S, pero todos nos hemos reido; debe ser una loca: dice
que se llama la sibila Cumea.
Abridle las puertas, exclam Augusto estremecindose;
dejad pasar la enviada del orculo de Delfos.
Cumea, apoyada en su cayado entr en
la
cmara
del
emperador.
Ocho
lctores
con sus varas de sarmiento en la mano
ancha cortina de
quedaron
rando la orden de su seor.
junto la
La
la puerta,
se
como espe-
con paso grave, fatdico, misterioso, lleg
colocarse hasta tres codos de Augusto.
sibila,
Este miraba aquella mujer misteriosa con espanto.
T ya no
eres,
Cumea con una voz que
rey mas poderoso y mas
le dijo
una tumba, el
tierra, porque ha nacido tu Seor en Beln de
pareca salir de
grande de la
Augusto
aqu la ltima revelacin de Apolo, antes de enmudecer para siempre, antes de bajar al infierno para una
Jud.
eternidad.
tomo
x.
44
EL MRTIR
246
La
mano
sibila parti la varilla
las vboras de
agitaron, y sacando
manos
de acero que llevaba. en la
metal que adornaban su estremo se
un papiro arrollado
lo
puso en las
de Augusto.
El Csar
sobrecojido
agitado
desroll el papiro y se
puso leer con voz insegura estos tres versos
ltimas pala-
bras del orculo de Delfos:
me
puer hebr.eus, divos deus
ipse
gubernans
Ceder sede jubet, tristemque redir sub orcum.
Aris ergo lime tacitis abscedito NOSTRIS.
los
(1)
Apenas Augusto habia pronunciado la ltima palabra de
tres versos del orculo, cuando Cumea, estendiendo el
brazo hcia Oriente, exclam:
-De Israel brota la luz que ha de disipar
Ay de
los ciegos idlatras del
Olimpo! Ay de los dioses pa-
mandado enmudecer, y caen ante
ganos! Jess les ha
nombre de
glorioso
las tinieblas!
los soberbios pedestales
su
para bajar al
infierno!
Augusto apretaba
ante
el fatdico
el
papiro entre sus dedos, temblando
eco de la sibila.
Gruesas gotas de sudor caian de su frente.
Cumea
continu
Ya he cumplido la ltima misin del orculo:
corta el hilo de
La
mi
Atropos
existencia!...
un gemido
sibila lanz
doloroso, extenso.
El cayado se desprendi de sus manos; sus ojos se cerraron, y cay desplomada sobre la alfombra.
Augusto, espantado,
fatdicos versos
Los
(1)
oprimiendo los
con temblorosa mano.
lctores se
Un Nio
sali de la estancia
hebreo
abalanzaron recojer la
,
Dios de dioses,
ahora inmortal, y volver al infierno.
me
obliga dejar
sibila;
pero al
mi templo, hasta
DEL GLGOTA.
-colocar sus
manos sobre
cuerpo de Cumea, solo halla-
el
ron un esqueleto envuelto en
El pnico
se
347
oscuro ropn que la cubra.
el
apoder de los servidores del Csar, y huye-
ron de aquella estancia.
Mientras tanto Augusto llegaba
al
camarn de Hero-
idumeo, vindole entrar con
el
semblante descom-
des;
el
puesto, sentse sobre los almohadones
de su lecho, sobre-
saltado.
Dme, le dijo el emperador
algo de ese
Rey poderoso, de
ese
sin darle tiempo, sabes t
nuevo Dios de Dioses que
haber nacido en Beln de Jud?
los orculos dicen
Herodes, reponindose un poco de la sorpresa que aquella visita le
causaba, explic Augusto la llegada de los cal-
deos Jerusalen,
el
rumor
del pueblo hebreo, y las
semanas
de Daniel comentadas por los rabinos.
El Csar quedse pensativo, y despus de una breve
pausa,
dijo:
partes
maana; pues bien, bscame
ese
Nio,
y mndale Roma
escoltado como un Rey poderoso; quiero que entre por la
ese Jess anunciado por los profetas
va Triunfal en
mi carro de oro quiero
,
tributarle los
hono-
res del triunfo
Herodes prometi buscar aquel Nio y cumplir
las
rdenes del Csar.
Cuando Augusto poco despus
agitado y calenturiento con
el
se dejaba caer
papiro en la
en su lecho
mano que
encer-
raba los tres versos del orculo de Delfos, un lictor entr
decirle que la sibila
Pues
Cumea
habia muerto.
bien, le respondi Augusto, enterrad su cadver
en los fosos de la muralla, y no volvis interrumpirme:
quiero estar solo.
Seor,
volvi decir el lictor con
demostraba claramente
no
es
un cadver,
Pues
es
un
el
miedo de que
esqueleto.
bien; enterrad el esqueleto.
una entonacin que
se hallaba posedo,
EL MARTiR
348
cer
aunque con repugnancia, fueron obede-
Los
lctores
las
rdenes del Csar: pero
mea habia desaparecido.
(1)
el
esqueleto de la sibila
Cu-
(1)
Feijo en su Teatro critico,
tomo
II,
discurso 4. sobre las profecas
Cedrano y Nicforo que Augusto,
admirado de ver mudo Apolo Deifico le inst para que le revelara la causa de su silencio y recibid por respuesta tres versos anuncindole la venida al mundo de un Nio hebreo Dios de dioses.
supuestas
dice que: afirman Luidas
Como ningn
escritor
consultar al orculo
lido del recurso
romano menciona
mas famoso
el viaje
de aquella poca
del Csar Delfos
nosotros nos
hemos va-
fantstico de la sibila Curnea para describir el estado de
desorden y derrota en que la venida de Jesucristo puso los dioses paganos
especuladores de la credulidad pblica de aquelos falsos sacerdotes
y
lla
poca de fanatismo
ignorancia.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
Un corazn de
Como
del alba, y
349
X,
hiena.
acontece siempre, la noche
sucedi la luz
Herodes abandon la casa de Augusto para em-
prender su viaje Jerusalen seguido de sus esclavos, aun-
que algo sobresaltado con
las ltimas palabras del
empe-
rador.
El idumeo, astuto y precavido, habia solicitado del emperador alegando su poca salud que le obligaba permane,
cer sentado la
mayor parte
por mar, embarcndose en
del dia,
el
que
el viaje se
hiciera
Tber.
El Csar accedi, y dispuso que Jas galeras
en el embarcadero de Roma.
se hallaran
350
EL MRTIR
Su salud era mala; pero no era esa
'
de querer hacer
el viaje
causa en realidad
la
embarcado desde
Tber.
el
La acusacin de
sus hijos Aristohulo
y Alejandro, el
complot de Antpatro y Paulo para asesinarle, le habian
hecho concebir uno
de.
cilidad se arraigaban
Mis
hijos,
se
esos planes feroces que con tanta fa-
en su perverso corazn.
habia dicho,
me
conocen, y durante la
travesa por tierra intentarn escaparse, lo que no es
pero por
difcil;
les
mar
es otra cosa,
pues nadie
me
muy
impide que
amarre la proa de la galera, de donde no podrn
sin mi voluntad.
Herodes hizo conducir sus hijos hasta las orillas del
moverse
Tber en una litera custodiada por su
fiel
esclavo.
Una vez all, mand embarcarlos en la misma galera
que debia trasportarle.
Las galeras esperaban la comitiva para celebrar las
ceremonias de costumbre ntes de la partida.
Aquellas naves
para una
estaban
lujosamente
ataviadas
como
fiesta.
Multitud de guirnaldas de flores y vistosas banderolas
colgaban del palo mayor, la proa y la popa.
Las
tres rdenes de
remeros sentados en sus bancos con
los palos levantados tres codos sobre la amarillenta superficie del rio
la
esperaban la seal del cmitre para emprender
marcha.
Sobre
piloto
donde
el castillo
el pollero.
se veian
sables,
de popa se hallaba
comandante,
Este ltimo tenia una jaula en la
el
mano
unos pollos de gallina, animales indispen-
para celebrarse
los auspicios.
Herodes subi sobre
la
el
el castillo
de popa, y di principio
ceremonia, sin la cual no podia una nave abandonar
el
puerto.
El cmitre, una seal del comandante, descarg un
fuerte golpe con el grueso bastn que llevaba en la
sobre
una
tabla.
mano
DEL GLGOTA.
Todos
se pusieron
351
en pi y elevaron su plegaria los
dioses inmortales.
Despus
el pollero
arroj dos puados de trigo junto la
jaula y abri las puertas, dejando en libertad los inofensivos animales, que se arrojaron con, avaricia sobre el codiciado grano que veian ante sus ojos.
Entonces un anciano venerable de blanca barba y de estra-
o y vistoso
Su
traje se adelant hasta colocarse junto la jaula.
vestido era
una arabea
listada de
prpura y escarlata
sujeta su cuerpo con unos corchetes de oro. Un bonete
cnico de fondo blanco con signos cabalsticos negros cubra
su venerable cabeza.
empuaba un bastoncito curvo de metal.
Este anciano era un augur, especie de sacerdotes encar-
Su
diestra
gados de profetizar lo futuro
una veneracin
El anciano
quien los romanos tenan
sin lmites.
despus de una ligera pausa durante la cual
examin con detencin cmo comanlos pollos, elev sus
ojos al cielo con fantica y supersticiosa actitud, y luego tocando uno de los pollos con el estremo de su vara exclam con voz robusta para que lo oyeran los tripulantes de las
,
tres galeras
que
se hallaban al rededor de la
Los pollos comen con avaricia...
cos esparcindose por el suelo...
que
ocupaba:
grano cae de sus piBuen agero!... Buen
el
agero
Un
grito de gozo reson en las galeras.
Entonces se sacrificaron algunas vctimas para la felicidad del viaje. Si uno hubiera estornudado durante esta cere-
monia
la izquierda del
comandante, alguna golondrina
hubiera cruzado revoloteando por encima de la nave,
el viaje
se hubiera suspendido.
Tal era en la poca que nos ocupa
el
fanatismo de los
romanos.
El augur, en vista que la ceremonia se habia terminado
sin que el sntoma mas pequeo viniera interrumpirlo pre-
EL MRTIR
352
sagiando un desastre, y viendo adems el cielo limpio y despejado, di el permiso al jefe de la espedicion para que la
galeras salieran del puerto.
Entonces
augur fu trasportado
el
pecie de canoa
y durante
una esacompaaron
la orilla en
la corta travesa le
las bendiciones
tre
y los gritos de los tripulantes.
Luego el comandante di la orden de marcha. El cmidej caer por segunda vez su bastn sobre la tabla, y los
como
palos de los remeros,
sola
mano,
se
si
estuvieran dirijidos por
hundieron un tiempo en
las
aguas del
una
rio.
Las galeras, empujadas por la corriente y los remos, comenzaron deslizarse sobre las amarillentas aguas del Tber
en direccin
al
mar
Tirreno.
Apenas desembocaron en el mar, se armaron las velas,
porque el viento era favorable.
Herodes echado sobre mullidos almohadones en el castillo de popa, departa con el comandante la sombra de un
toldo de lienzo que se habia colocado para librar al ilustre
,
pasajero de los rayos del caloroso sol de junio.
Sus dos hijos, vigilados por Cingo y sus compaeros, se
hallaban en la proa de la misma galera.
Aunque
el
tribunal habia pronunciado la sentencia en
favor del padre, concedindole todos los brbaros privilegios
de la ley
IV que ya conocen nuestros
lectores, Herodes, fin-
giendo seguir los consejos de Augusto, se habia mostrado
con sus hijos durante
los ltimos dias
de permanencia en
una amabilidad tal, que el Csar, engaado por
conducta del idumeo crey terminadas las cuestio-
Piorna con
la falsa
nes enojosas de familia.
Libre de la conjuracin de Paulo, gracias
al
incansable
navegando hcia sus costas, seescoltaba apenas la quilla de su ga-
celo de su esclavo Cingo, y
guro de la gente que
le
lera rasg las aguas del Mediterrneo
mand
sus esclavos
que para mayor seguridad pusieran una cadena
sus hijos.
al cuello
DEL GLGOTA.
353
El comandante de la flota y el centurin Antonino miraron aquella orden con repugnancia censurando aquel acto
,
de barbarie paternal en
el
fondo de su conciencia; pero ate-
nindose las rdenes de su dueo, no se atrevieron
oponerse.
Aristobulo y Alejandro conocieron desde aquel momento
el desastroso fin que les aguardaba; pero eran jvenes
y
valientes y su padre no pudo ver en sus labios mas que una
,
sonrisa de desprecio
La
viaje
y en sus ojos una mirada de odio.
flota lleg sin tropiezo,
despus de algunos dias de
las costas de Fenicia.
Herodes vi desde
el
castillo
de popa de su galera
las.
Lbano, y mand al piloto que atracara
puerto de Berito, que cual un ave marina
altas cordilleras del
las galeras
en
se veia sobre
el
una roca dos millas
del
mar en
las riberas
del Mediterrneo Occidental.
El piloto
diriji
una hora despus
los
proa de sua naves hcia la costa, y
remeros, abandonando sus banquillos,
la
atracaron las naves en las estacas y argollas del embarcadero
de Berito.
Herodes manifest
al
desde aquel punto hacer
comandante de
el viaje
la flotilla
que quera
en litera, y despus de dis-
una suma considerable entre los tripulantes, desembarc sobre la playa, siguindole Antonino con su centuria.
tribuir
Entonces
la escolta del
rey tributario y los habitantes de
Berito, que habian acudido atraidos por la curiosidad, pre-
senciaron una escena terrible, cruel inhumana.
Herodes habia mandado sus esclavos que armaran su
litera, y se hallaba echado muellemente sobre sus almohadones hablando con su esclavo Cingo, mientras desembar-
caban
los caballos de la centuria
que debian escoltarle hasta
Jerusalen.
Cumple
mis rdenes, Cingo, y despachemos, le dija
Herodes su esclavo; tengo grandes deseos de entraren
Jerusalen y ver mi hijo Antpatro.
TOMO
45
EL MRTIR
354
Cingo se separ de la litera y fu reunirse con los esclavos, que algo apartados de aquel sitio cuidaban de los bagajes y de los prisioneros, esperando las rdenes de su amo.
Sin que nadie comprendiera
vos
el
motivo,
con una prontitud maravillosa
seis
de los escla-
clavaron sobre la
mo-
madera en forma de horcas,
vible arena unos caballetes de
y antes de que los espectadores pudieran darse cuenta de
nada, aquellos malvados, ciegos instrumentos del feroz
escalonita arrollaron un lazo corredizo los cuellos de los
,
y Alejandro, y arrastrndolos con increble ferocidad hasta el pi de la horca, fueron colgados
infelices Aristobulo
presencia de todos, sin que nadie se atreviera evitar aquel
acto de barbarie.
Aquellos desgraciados prncipes lanzaron horribles maldiciones durante la prolongada agona de su muerte.
Pero su padre en cuyo corazn no
,
timiento bello ni humanitario
existia
ningn sen-
presenci la ejecucin con
indiferencia.
El pueblo y
los soldados
apercibieron de lo que
all
romanos, tan pronto como
aconteca, lanzaron
un
se
grito
de horror.
Entonces Herodes, asomando su cuerpo tanto como pudo
por la portezuela de su litera, exclam con voz entera y
vibrante:
Romanos!
rey de Jerusalen
des hijos...
Esto
dijo
Fenicios!
Oid:
manda hacer en
esta es
las
a justicia que el
personas de sus rebel-
Jeric... Jeric!
Herodes. Sus palabras helaron de espanto los
ingenuos habitantes de Berito y los rudos soldados del
Capitolio.
Luego
corri las cortinillas de la litera y se dej caer
sobre los mullidos almohadones:
La comitiva
cruzando
rita del
se
puso en marcha por la via romana que
la. Galilea
idumeo.
la
Samara conduca
la ciudad favo-
DEL GLGOTA.
355
Los dos cadveres, poco despus, con
el
pelo erizado, la
mirada vidriosa y la faz crdena y descompuesta se balanceaban en silencio sobre las arenas de la playa.
Los cuervos
Lbano olfatearon
carne muerta y
abandonando sus cncavas rocas, comenzaron mecerse
del
lanzando estridentes graznidos sobre
El padre
hijos;
les
brindaba
al festin
la
las horcas.
con
los cadveres de sus
pero los habitantes de Berito, repuestos un tanto de
su sorpresa, burlaron sus carnvoras esperanzas, dando
un
sepulcro ignorado y humilde aquellos dos prncipes infor-
tunados.
Herodes lleg su ciudad favorita. Durante
Antonino y su centuria, aterrados con
la cruel
el
camino,
venganza de
aquel padre brbaro, siguieron tristes y cejijuntos la litera
de su nuevo seor como si fuera el cadver de un general
querido, muerto en
el
campo de
batalla.
Su consigna era obedecer Herodes. Aquellos soldados
rudos y curtidos en la guerra obedecan sin replicar, pero
con repugnancia.
Cuando
momento
el
idumeo lleg Jeric, mand
sin perder
un
Verutidio con su legin sobre Jerusalen, la ciu-
dad santa.
El general romano debia apoderarse de Antpatro y
trasladarlo Jeric cargado de cadenas; pero el prncipe rebelde
sabedor de que su padre habia frustrado sus planes,
antes de que los soldados
romanos llegaran
las
murallas de
Jerusalen, creyndose perdido, sali de la ciudad, disfraza-
do, durante la noche, y gracias la velocidad de su caballo
logr salvarse por entonces del peligro que le amenazaba.
Algunos cmplices de Antpatro fueron conducidos
los
calabozos de la torre Antonia, cargados de cadenas.
Cuando
el feroz
Herodes supo que su hijo
se
habia esca-
pado, tuvo un acceso de clera terrible.
*
Aquel monstruo, olvidndose de
la dignidad de
un
rey,
EL MRTIR
356
se rasg los vestidos
y atacado de los terribles dolores de
estmago que padecia,
se revolc por el suelo arrojando es-
pumarajos y blasfemias por su inmunda boca.
Mas que un monarca, parecia un cerdo rabioso; mas que
un hombre, se asemejaba una bestia inmunda devorada
por las mordeduras de los insectos venenosos.
Cuando
el
Escalonita era preso de esos accesos de furor,
solo dos personas se atrevian dirijirle la palabra: su nieto
Achiab y su esclavo Cingo
en aquellos momentos.
Achiab!
porque era peligroso hablarle
Achiab! Gritle
el
sus espantados y vidriosos ojos en el
miedo su lado.
idumeo clavando
nio que temblaba de
feroz
algn dia llegas colocar una corona
Si
sobre tus sienes, recuerda la historia de Amullio y
Rmulo... Mata, hijo mi, mata!... Porque
res siempre
usurpan con
El nio, que era
el
el
los
Remo y
usurpado-
poder la vida los reyes.
enfermero de su abuelo, creido que
aquellos gritos eran hijos de los agudos dolores que padecia,
trmulo y aturdido, coji una copa, y vaciando en ella el
contenido de una botella, fu ofrecrsela su abuelo, dicindole:
Bebe; esto te calmar.
Ah! Exclam enfermo; con que t tambin quieres
el
envenenarme!
Esta desconfianza hizo ruborizar
al joven.
Dos lgrimas
se desprendieron de sus ojos, y por nica respuesta aplic
sus lbios la copa, apurando la mitad de su contenido.
Bebe,
abuelito, volvi decirle.
Herdes, como avergonzado de aquella sospecha, apur
el resto'
de la copa, y luego
le dijo,
procurando endulzar su
acento
Vete, Achiab,
El nio
sali,
vete! Quiero estar solo
con Cingo.
despus de besar la frente del anciano.
El rey y el esclavo quedaron solos.
Entonces Herdes se incorpor, y clavando sus fosfricos
DEL GLGOTA.
*chl
ojos en Cingo, le dijo, estendiendo su brazo hcia la puerta:
A Beln, Cingo!
A Beln, y que no quede
ni
un be-
lemita de dos aos abajo en todos sus contornos! Soy
el
rey
de Jud, y quiero que mi muerte mi corona pase mis
hijos y los hijos de mis hijos!
Cingo
sali sin
despegar los labios obedecer las rde-
nes de su seor.
El idumeo
cuando se
Augusto quiere que
,
murmur estas palabras:
mande Jess como un rey
vi solo
le
para tributarle los honores del triunfo... querr darle mi
corona?...
comenz acariciar la corona que siempre tenia su
lado y sonreir de un modo feroz, diciendo:
No ir Roma, no ir Roma: los muertos ni reinan,
ni hablan, ni se vengan.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
359
X.
Cnticos
ele
alegra.
Cantad, aves de Oriente, desde
las altas copas
dlos
rboles que os sirven de nido.
Extended vuestras alas de pintados colores, que ya el
cfiro matinal riza con sus besos delicados vuestra suave
pluma.
llosas de Jeric, aromticas yerbas del Carmelo, azuze-
nas delicadas de Zabuln
violetas del
Jordn
estended so-
aroma de vuestros clices porque ya la delicada aurora derrama sobre vosotras el cristalino roco que
bre la tierra
el
os sustenta y embellece.
EL MRTIR
360
Perfumad
ambiente , hermosead la
el
porque
tierra,
el
cielo puro y radiante sonre sobre vosotras y la brisa murmura melanclica entre las verdes ramas de las palmeras de
,
Jerusalen.
Jams un
bre la
frtil
ha estendido
dia tan hermoso, tan risueo,
Palestina sus radiantes resplandores
y hermosa luz.
Los hombres abandonan sus casas con
el
so-
su potica
primer rayo
que viene saludarles, y se encaminan alegres
hcia sus campos con el espritu tranquilo y el semblante
del
sol,
risueo.
Porque un cielo sin nubes espanta los pesares; porque
el sol cuando nace sin manchas que lo oscurezcan sin nubes
que lo oculten, derrama sobre los hijos del trabajo un bienestar, una alegra inesplicable.
Ala potica armona de la maana que nace, al inimitable canto de las aves que la saludan al embriagador
aroma de las flores que la perfuman al delicioso soplo de
^a brisa que gime acariciando las copas de los rboles; las
,
nubes de prpura y plata que preceden
embellecer
mas
los
mujeres de Beln y
mentos
encantos del dia,
Ramla que
se dirijen gozosas
de David,
como
si
al
al sol, se
el
alegre canto de las
son de pastoriles instru-
y engalanadas hcia
fueran la
fiesta
une, para
la
ciudad
de los zimos de la ciu-
dad santa.
A dnde
se
encaminan con sus mas lujosos
trajes?...
Por qu llevan todas un tierno infante en sus brazos que
sonre como la luz de la aurora las dulces caricias y los
alegres cantares de sus madres?
Qu novedad ocurre en Beln, que por todas partes se
dirijen hcia su empinada cima las mujeres de Jud llenas
de gozo ?
Un
ancho y rayado alquicel de
los habitantes de la ribera del mar Rojo seguia el camino
que conduce la infecunda Idumea; v las mujeres que
anciano envuelto con
el
DEL GLGOTA.
avanzan hacia
361
en camino opuesto. Sus cantos, sus gritos
de alegra, sus risueos semblantes
le
llaman
la atencin
pra sobre
el
detiene su paso.
Apoyado en su grueso bastn de cedro
camino y las espera.
se
glsis del
Mujeres
de Jud, les dice con tembloroso acento,
dnde corris en alegre cuadrilla tan de maana, con vuestros tiernos primognitos en los brazos?
Anciano, le responde la mas
ignora en Beln y sus cercanas
Yo
soy extranjero...
Mi
decidora de todas, quin
el
regocijo de las madres?
tienda se alza en la Arabia
y hoy cruzo por las tribus de
paso en busca de su nido.
trea,
Dirije
Israel
como
P-
las aves de
tus pasos hcia el templo de Sion; vente con
nosotras y te haremos partcipe de nuestra inmensa alegra.
No
mi esposa me esperan en las orillas del mar Rojo. Cada sol que muere arranca una lgrima
sus ojos... aquella lgrima es un recuerdo tributado mi
memoria... Pero contadme el motivo de vuestro contento...
puedo... mis hijos y
para que yo en
cuando
al
las veladas del invierno lo refiera
amor de
la
lumbre
les
mis hijos
narre las aventuras de mis
viajes.
No
podemos detenernos en Beln nos esperan antes de
:
que termine
la vigilia
matutina
de ello depende
el
porvenir
de nuestros hijos.
Entonces no os detengo...
Contigo vaya, honrado
que
la paz sea
con vosotras.
extranjero.
El anciano se encamin con tranquilo paso hcia
los
montes de Judea. Las mujeres volvieron entonar sus cantares, y alegres y gozosas comenzaron trepar por las faldas del monte en cuya cima descansa la patria inmortal de
David, la cuna santa de Jess.
Retrocedamos algunas horas para saber
el
origen de la
alegra y el contento de las belemitas.
la cada de la tarde del dia anterior,
TOMO
Cingo,
el feroz
4G
EL MARTIR
302
esclavo de Herodes, lleg con
un
fuerte destacamento
al
pueblo de Beln.
El belicoso son de
la
trompeta anunci
los pacficos be-
lemitas que iba publicarse algn edicto del Cesar de su
rey Herodes.
No se engaaban: un heraldo, con clara y vibrante voz, dijo
estas palabras
que fueron repitindose como un eco por todos
los estremos de la ciudad hasta perderse
Yo,
Herodes, rey de Judea, gobernador general de las
doce tribus de Israel, por
no
en sus cercanas:
el
presente edicto
mando y
orde-
que todas cuantas madres de Beln y sus cercanas que
tuvieren hijos varones de edad de dos aos abajo, se pre:
senten con sus hijos en brazos en
grande de Beln maana durante
cibir el
premio que
me
el
atrio de la piscina
la vigilia
matutina
place concederlas por
el
re-
precioso
don de primogenitura que el Dios de Sion les concede para
honra de sus nombres y aumento y gloria de su raza. La
madre que desobedeciendo este edicto faltare la hora y
al
lugar citado ser castigada con la separacin de su hijo.
Cmplase mi
real
voluntad. Yo, Herodes.
Estas palabras recorrieron la ciudad de David y sus cercanas, llenando de gozo los corazones de las madres.
Las ignorantes belemitas soaron durante
la
noche en
el
brillante porvenir que su rey destinaba sus hijos.
Como
faltar
al
llamamiento, cuando la puntualidad
era premiada, y la falta castigada con la separacin de
sus hijos?
Pero, ay, madres infelices, que desconociendo la inaudita barbarie de su rey corran gozosas colocar sus blan-
cos corderos bajo la hacha de los verdugos!
El
sitio
destinado para la horrible matanza era
un ancho
patio rodeado de muros.
Cingo
el
encargado de llevar efecto
las rdenes secre-
tas de el Escalonita, rodeado de sus terribles compaeros,
esperaba tranquilo
el
momento
de la matanza.
GLGOTA.
DEL
363
Las inocentes madres comenzaron entrar en
el
san-
griento matadero.
Los nios sonrean en sus brazos y
,
ellas
saludaban con
amabilidad sus verdugos mostrndoles gozosas
fruto de sus entraas;
hasta que se llen
adorado
el
fueron llegando una tras otra
as
el local.
Entonces Cingo estendi una mirada de sangre sobre
aquel cuadro de maternal cario que se agitaba en torno
suyo; crey llegado
el
momento de
ejecutar las rdenes de
su seor.
Una madre
distribuira el
Aquella
se le acerc
para preguntarle cundo se
infeliz
llevaba dos nios:
el
mas pequeo dorma
libando la sabrosa leche del pecho maternal
de dos aos de edad
como
si
el
les
galardn ofrecido.
el
mayor, hasta
sonrea apoyado en su brazo izquierdo,
negro y reluciente semblante del esclavo
le
hu-
biera hecho gracia.
Cundo se distribuyen los premios seor?
madre inocente. Yo tengo
me
Pregunt
la
quehaceres de la casa
prisa: los
aguardan.
Ahora mismo quedars libre y duea de tu voluntad, le
y estendiendo su nervuda mano antes de
que la madre infeliz se diera cuenta de ello, se apoder del
respondi Cingo
y arrancndolo del nutritivo pecho
inhumanamente contra el ngulo del muro.
tierno vstago
ll
La madre
abri los ojos con espanto, y lanzando
to horrible, aterrador inesplicable
el
lo estre-
un
gri-
cay sin sentido sobre
palpitante y despedazado cuerpo de su hijo.
Aquel grito fu la seal de la matanza.
Dnde hallar colores tan poderosos para bosquejar
cuadro de
los Mrtires Belemtas,
con
sangrienta, c u ando solo con traer la
prensible barbarie exhala
la
el
verdad horrible y
memoria tan incom-
un
grito de espanto el corazn y
lgrima de dolor brota en los ojos?
una
San Agustn
con su fecundo y poderoso genio, con su
EL MRTIR
santa y elevada inspiracin con los inimitables rasgos de su
inmortal pluma, ha descrito el cuadro de la degollacin con
364
una verdad, con un sentimiento que
muy
es
difcil
aproximarse.
Oigamos, pues, por un momento
(1),
el
doloridas.
Dice
(1)
as:
San Agustn naci en Tagasto, ciudad de Africa,
era cristiana
tumbres
los
como la luz del da, sinttico como
como las lgrimas que brotan de las al-
relato es grfico
dolor, inspirado
mas
africano convertido
poderoso autor de La Confesin y La ciudad de Dios.
al
Su
el
el
ao 319 de la
los treinta aos de edad pas Cartago, en donde sus cos-
se corrompieron.
Pero movido por
los discursos de
ruegos de su madre Santa Mnica, recibi
el
San Ambrosio
bautismo y
se convirti.
DEL GLGTA.
CAPITULO
Lamentos de
365
XII.
dolor.
Se ha oido Gn
Ramla una toz de lamen-
to, da luto, y de gemidos:
quel que desde su
y
tumba
es la
toz de Ra-
llora sus hijos
no quiere admitir consuelo porque no
existe.(JEREMiAS)
Gran
martirio!... Cruel espectculo!...
> alfanje sin
resistencia
desnude.
le
opu-
y recibia la ternura los golpes que no
La amarga queja
gemido
triste
de las desoladas madres superaba al
de los degollados corderillos. Luchaba la na-
agraviada en sus mas amorosas prendas , y apelaba las leyes de la compasin anegada entre sangrien-
turaleza
el
habia podido provocar.
>
le
Ensangrintase furiosa la envidia sin que nadie
siera
haber causa que
Desndase
tos girones.
EL MARTIR
360
Arrancbase
los cabellos la infeliz
feroces verdugos
le
madre cuando
los
arrebataban de sus amorosos brazos
mitad de su alma.
la
Cuantas diligencias empleaba para ocultar
al tierno n-
fante, otras tantas practicaba el inocente nio para des-
cubrirse.
porque aun no habia aprendido
temer, y luchaban brazo partido el verdugo y la madre:
sta por retener y salvar su querido hijo, aquel por ar-
ranear de su seno
No
sabia callar,
al tierno mrtir.
Por qu apartas de m, le decia al sayn la triste
madre, al que engendr en mis entraas?...
Mi vientre le dio el ser, mi pecho le aliment; nueve
meses abrigu cuidadosamente
al
que t despedazas con
mano
cruel y sangrienta... Ahora acaba de salir de mis
entraas y t le arrojas contra la dura tierra!...
Otra madre, viendo desconsolada que despedazndole
4a 'prenda de su corazn la dejaban con vida, decale su
verdugo:
Para qu me dejas sola?...
Mia, no
no hay
Si
lo oyes?...
Si
hay culpa esa
delito
es
>
placer de matarle, entonces junta la sangre
mi
hijo
y lbrame de
modo
este
del dolor
A uno buscis, y
Otra afligida decia:
es mia...
solo
por
mia con
que
la
el
te
siento,
muchos destrus;
y ese uno que buscis jams lo encontrareis.
Mientras que otra infeliz, apretando contra su dolorido
corazn el cuerpo ensangrentado de su hijo, exclamaba
elevando sus llorosos ojos
Ven ya, Salvador
al cielo.
del
mundo!... Por mas que te bus-
quen -ninguno temes vate
nuestros queridos hijos.
el
tirano y no quite la vida
Hasta aqu San Agustin.
La sangre inocente
enrojecia la tierra.
El dolor de algunas madres era tan inmenso
ble,
que
se
sentaban en
el
tan terri-
suelo con los destrozados cuerpos
DEL GLGOTA.
367
de sus hijos en los brazos, y comenzaban mecerles
cantarles
como para
dormirles.
Aquellas desgraciadas tenian los ojos sin lgrimas, lason^
y cantaban, porque haban perdido la razn.
Otras mas varoniles y menos resignadas con su suerte,
en
risa
al
los labios,
ver maltratados los queridos trozos de sus entraas, se
abalanzaban contra
los
verdugos como 4as panteras heridas
y hacan presa con sus dientes en las manos de los sayones,
cayendo despus de una lucha desesperada, anegadas en su
sangre sobre
Mas
el
cadver de sus hijos.
de sesenta belernitas sacrificados al furor de Herodes
yacian degollados en
el
ancho patio de
la piscina.
La
El cuadro era horrible, espantoso!
historia lo re-
cuerda con asombro, sin ejemplo.
La
matanza habia terminado, y los verdugos se disponan abandonar aquel inmenso bazar de sangre y dolor,
cuando vieron una mujer que se dirijia hcia aquel sitio
cruel
con un nio en
Aquella
los brazos.
infeliz
acercando hcia
el
ignorante de lo que
matadero de
le
esperaba, se iba
los inocentes
entonando
ale-
gres cantares.
De
vez en cuando elevaba la altura de su frente los de-
licados piececitos del infante
bre
su-
haciendo que los apoyara so-
cara, y los besaba.
El nio
Cingo
se reia de las ternezas
que
tributaban.
le
encuentro de aquella mujer, y sin desplegar los lbios estendi su callosa mano y se apoder del nio
sali al
por una pierna.
La inocente
verdugo con
la
criaturilla
La madre lanz un
-
de
t,
grito de sorpresa
si
tocas
un
mano
del
el
nio prorumpi
miserable esclavo, exclam la mujer con los
facciones horriblemente contraidas por
bia,
la
cabeza hcia abajo.
en un lloro amargo.
Ay
qued colgando de
solo cabello de ese nio!
el
asombro y
la ra-
EL MRTIR
8fe
Nada
modo
temas,
que
feroz; lo
respondi Cingo
le
es l
no
me
sonrindose de un
denunciar los jueces de
Jerusalen.
Tiembla, infame,
volvi decir la mujer, quien dos
Cingo habian sujetado: ese nio es el heredero
de la corona de Jud, es hijo de' reyes, y est destinado
ocupar un trono
Al oir estas palabras, en el oscuro semblante de Cingo
satlites de
brill
una
Ah!
alegra feroz.
Con que
este nio es el
Rey
de Jud? Le dijo;
pues este buscbamos: la sangre derramada podia
muy bien
haberse evitado; y haciendo girar al nio como un molinete
sobre su cabeza, lo despidi por el aire con toda su fuerza.
Sus compaeros lanzaron una carcajada horrible y recogieron con sus manos aquel cuerpo que su jefe les enviaba
por
el aire.
Uno
de ellos separ con su espada la tierna cabeza del ino-
cente cuerpo
lla
en
el
y se la present su jefe doblando una rodi-
suelo y diciendo con incalculable cinismo:
Cingo, yo te presento la cabeza de un rey: no te olvides de darme el galardn.
La infeliz mujer no pudo resistir aquel sangriento espectculo, y cay de espaldas sin sentido.
Cingo at la cabeza del nio un estremo de su
manto y
sali de la piscina seguido de sus feroces soldados.
Las madres'
y sangre.
Espantadas
se
quedaron solas en aquel
sitio
llorosas, sin darse cuenta de lo
de horror
que
les
acon-
cia, permanecieron horas y horas junto los restos destrozados de sus hijos, como si una mano poderosa les sujetara
pesar suyo en aquel
sitio.
Lleg la noche, y la luna clara y hermosa derram la
lluvia de plata que brota de su frente sobre aquel campo de
sangre.
Dirase que e astro luminoso de las tinieblas por volun-
DEL GLGOTA
tad suprema brillaba con
las
almas de
mas
369
claridad que nunca, para que
los inocentes belemitas llegaran al cielo
guia-
das por sus tibios y radiantes resplandores.
Los padres regresaron sus casas terminadas sus cotidia-
nas faenas del campo.
Su dolor, su asombro fu grande
al
saber la horrible
trajedia acaecida durante su ausencia.
Pero ay! aquellos infelices indefensos labradores qu
otra cosa podian oponer al furor de Herodes y al poder de los
romanos que sus lgrimas?
Lloraron...
s,
lgrimas de fuego; lamentos de dolor ines-
plicable se oyeron en Beln y sus cercanas
que llegaron
hasta las tumbas de los muertos; y stos unieron sus lgri-
mas y
sus lamentos con los que les habian sobrevivido para
presenciar la inconcebible escena de la Degollacin de los
Inocentes.
Beln, patria de David, cuna de Dios, fu la madre de
los
primeros mrtires del cristianismo.
La
sonrisa de aquellos ngeles inmolados bajo la cuchilla
de un rey sanguinario
cae aun benca y fecunda
como
el
amarguras de
que doblan su frente ante l Leo Santo
roco matinal sobre las flores, endulzando las
las
almas cristianas
que ha sembrado
la
bre, de la caridad
Los destinos
fecunda semilla de la libertad del
hom-
y de la mansedumbre.
Eterno comenzaban cumplirse desde
del
aquella noche fatal.
Dios se habia salvado para morir
mas
tarde; la sangre
de la redencin fu precedida por la sangre de los inocentes
belemitas.
TOMO
47
EL MRTIR DEL GLGOTA.
371
CAPITULO XIIL
La sangre en
el rostro.
Los verdugos de Beln llegaron
la ciudad santa la
caida de la tarde.
Cingo distribuy entre sus feroces compaeros
el
precio
de su horrible asesinato, y aquellos miserables se desparrala ciudad ansiosos de ahogar con los vapores del
maron por
vino
el
remordimiento del crimen que acababan de per-
petrar.
Aquella noche los habitantes de Jerusalen, cuyos oidos
habia llegado la noticia del sangriento drama, presenciaron
escenas de increible cinismo.
Los compaeros de Cingo transcurran por
las calles
EL MRTIR
372
beodos, haciendo alarde de su brutal ferocidad y disputndose el nmero mayor de vctimas que habia inmolado su
cruel cuchilla.
Uno
de ellos enseaba su brazo cubierto de heridas sus
amigos diciendo:
Yo
he cortado veinte cabezas, ved aqu
los dientes de las
madres.
Sus compaeros soltaron una feroz carcajada; pero enmedio de aquellas risas salvajes, incomprensibles, flotaba
una cosa sombra.
Era el fantasma
terrible del
remordimiento que clavaba
sus envenenadas saetas en los corazones de aquellos miserables asesinos.
Mas
tranquilo que sus satlites
encamin hcia
Como
el
el
esclavo favorito, se
palacio de su seor.
siempre, penetr en
el
dormitorio de Herodes por
la puerta secreta.
El idumeo
se
paseaba con grandes muestras de agitacin
cuando Cingo entr en su cmara.
Una
sonrisa feroz apareci en sus labios.
Cingo...
Ests obedecido.
Todos?
Todos; respondi
el
esclavo con su acostumbrado laco-
nismo.
Ah Herodes
!
exhal un suspiro desde
el
fondo de su
corazn.
Si hemos
de dar crdito una de las mujeres que se qued
llorando en Beln, volvi decir Cingo con una frialdad
cruel, el Rey de Jud no debe inspirarte el
aqu su cabeza
manto present
,
esclavo
menor
recelo: h
desdoblando la punta de su
el
la
cabeza del nio que tan cruelmente habia
arrebatado de los brazos de la ltima belernita.
Herodes dej aquel miembro insepulto sobre una mesa,
y comenz examinarle en
silencio.
DEL GLGTA.
Las vidriosas pupilas del idumeo
nacidad estraa en
el lvido
373
se fijaban
con una te-
semblante de aquella cabeza en-
sangrentada.
De vez en cuando
se
restregaba los ojos,
como
si
algn
estorbo le impidiera examinar su placer aquellas facciones
inanimadas.
Es
estrao,
murmur
me
despus de una pausa; se
figura que yo he visto esta cara antes de ahora.
Cingo nada decia. Orgulloso con haber desempeado tan
fielmente la terrible misin de su seor, esperaba impasible
la
recompensa que, segn costumbre, debia seguir
al
ser-
vicio prestado.
Herodes, preocupado siempre con
za, y
llos
como
si
una duda
ensangrentados
na, como
el
quisiera
si
le
el
examen de
la
cabe-
atormentara, coji por los cabe-
crneo del nio y acercse la, ventacon los ltimos rayos del sol poniente,
que iban morir sobre
el
cancel, desvanecer las dudas que
sentia.
En
este
momento
alzse el pesado tapiz que cubria la
puerta, y una mujer plida, ensangrentada y con los ojos
hinchados por
La mujer
el
llanto, se present en la sala.
lanz
un rugido reconociendo Cingo. Herodes
volvi la cabeza.
T aqu, Rebeca!
le
pregunt
el
rey con estraeza.
S...
yo! exclam la mujer con ronco y nervioso acento.
Yo... que vengo entregarle al rey de Jerusalen el cuerpo
de su hijo, para que lo una con la cabeza que tiene entre las
Rebeca arroj los pis de Herodes el mutilado
tronco de un nio que llevaba oculto bajo su manto. N
Ah! exclam el idumeo retrocediendo algunos pasos,
Con que esta cabeza?..
manos!
Es la de
cuidados...'
tu hijo...
del hijo
que encomendaste mis
que yo he alimentado con
el
jugo de mi pecho;
tu hijo, que ese infame ha asesinado por orden tuya!
beca estendi su brazo en direccin Cingo.
Re-
EL MRTIR
374
Heredes lanz un grito y dej caer la cabeza, que rod
por el suelo produciendo un ruido hueco y fri.
Luego
se llev las
manos
para ocultar sus
la cara
ojos el cadver del ltimo fruto de su amor; pero aquellas
manos estaban tintas con su propia sangre,
le manch el rostro.
El esclavo no despeg sus
labios:
y aquella sangre
esperaba su sentencia,
y travs de su negra piel se le vi palidecer.
Rebeca, cual la sombra del remordimiento, terrible, amenazadora, permaneca en medio de la sala, siempre con
brazo estendido en direccin
Dejadme!...
el
al etope.
Dejadme!... Grit el rey con acento
ame-
nazador despus de un momento; pero llevaos ese cuerpo ensangrentado de mi presencia. Su vista
me quema
los ojos
hace arder mi corazn.
Rebeca
recoji el destrozado cuerpo del nio, envolvin-
amenaza-
dolo en su falda, y luego, lanzando una mirada
dora al esclavo, exclam con tono proftico:
A.y del asesino de los primognitos de Jud! Su nombre
ser maldito por los siglos de los siglos, y en la ltima hora
de su muerte las furias del averno se gozarn en destrozarle
las entraas
con sus lenguas de fuego.
Rebeca
su pecho
el
sali
de la cmara del rey estrechando contra
cadver del inocente mrtir.
Cingo iba hacer
lo
mismo, cuando Herodes exclam
incorporndose:
Espera...
Sjor, castgame: soy digno de tu enojo: y Cingo inclin
la cabeza,
su rey.
No
como
si
el
golpe que debia
temas, Cingo... la fatalidad coloc bajo
cuchillo el cuello de
mi
esperara
vengar
raza, y
mi
hijo.
Culpa
es del dios
el filo
de tu
enemigo de
no tuya... pero escucha. La sangre derramada
ser intil sino logramos apoderarnos del hijo de Zacaras y
del rebelde Antpatro: tu celo encomiendo la tranquilidad
DEL GLGOTA.
375
de mi reino. Corre, busca, no perdones medio para que se
Juan y Jess vivan, mientras
la corona vacila en mi cabeza, el
realicen mis deseos. Mientras
Antpatro goce de libertad,
poder se escapa de mis manos...
me amenaza
el
pual de mis enemigos
por todas partes... mi sueo es intranquilo, mi
vida una agona lenta y prologada que me consume... Porque
t lo sabes, Cingo... esta enfermedad cruel que me devora,
alienta mis enemigos... All donde dirijo mis ojos les veo
mi cetro y mis
alzarse amenazadores codiciando
Por todas partes levanta
la cabeza la conjuracin.
asenios, cada dia
seos, los
conspiran hasta en
el
mas
tesoros...
Los
fari-
y provocativos,
templo de Sion y en las calles de la
terribles
ciudad santa. Esos dos Nios que se han librado de mi cas-
nimos de
tigo, les sirven para enardecer los
Pero t mi bravo Cingo
,
los israelitas.
destruirs la esperanza de los he-
breos. Corre... corre... pues en
solo descansa
mi
trono...
Los romanos son indolentes... y se hacen pagar muy caros
los servicios que prestan su seor... y ademas que estos
asuntos deben desempearse en secreto,., y se debe preferir la
noche
al dia... es
mas
callada.
Herodes se detuvo... sus hundidos y vidriosos ojos se fijaron de un modo tenaz en el impasible semblante de su esclavo
como
si
quisiera sorprender el efecto que haban produ-
cido sus palabras; pero el etope, acostumbrado obedecer
ciegamente
las rdenes de su
seor
inclin ligeramente la
cabeza y encaminse hcia la puerta.
El rey le detuvo cojindole por el brazo.
Aquella familiaridad hizo estremecer
Si
te
al esclavo.
Juan y Jess, yo
ofrezco en recompensa un talento hebreo, y te devuelvo
t logras presentarme la cabeza de
la libertad.
Herodes
caer en
el
dijo estas palabras
poco poco y como dejndolas
corazn de Cingo.
El esclavo contest con impasibilidad:
Eros,
el
esclavo de
Marco Antonio, ha inmortalizado
EL MRTIR
376
su nombre muriendo los pies de su seor: mi nica ambicin es inmortalizar
el
mi muriendo por
t.
(1)
Herodes tendi una mano aquel bravo y
que no tenia mas voluntad que la de su dueo.
leal servidor,
Cingo bes aquella mano que su rey le alargaba, y en
sus negros y penetrantes ojos, en sus gruesas y toscas facciones pudo distinguirse bien claramente la inmensa alegra
en que rebosaba su corazn.
Parte, y no olvides que
Jams
que
le
te espero.
descanso cuando mi seor
importa
El esclavo
me encomienda
algo
sali del
aposento caminando de espaldas hasta
la puerta.
El rey de Jerusalen quedse algunos momentos inmvil
en mitad de su cmara como si con la ausencia de su esclavo hubiera sentido un vaco en su corazn,
,
De repente su semblante
tornse lvido y desencajado,
sus ojos se hundieronv, y todo su cuerpo se contrajo de un
modo
horrible.
Algunas manchas de un color purpreo asomaron
piel de su rostro, y su boca, contraida por
abri para
ciar
el
la
dolor, se
paso un prolongado gemido.
Llevse las manos
estmago, y su cuerpo agitado por
una convulsin nerviosa se desplom sobre la mullida alal
fombra gritando
Shakespeare,
(1)
Eros
el
nio, el
dos de Augusto
que
le
el
clebre trgico ingls,
inmortalizado
el
llama su esclavo Eros y
le ofrece la
nombre de
libertad trueque de
quite la vida; pero su esclavo, con esa serenidad que solo
los hroes
enseas, ch bravo Eros
rido hacer.
acompaa
sepulta su espada en su corazn y cae baado en sangre los
pis de su seor. Esclavo, cien veces
me
lia
esclavo de Marco Antonio en su trajedia Antonio y Cleopatra. Antoamante de Cleopatra, al verse cercado por todas partes de los solda-
Mi
mas noble que yo exclama Antonio, t
m mismo lo que debo y t no has que,
hacer por
mi
Gernimo de la Escosu-
reina y Eros, con este ejemplo de valor, se sobrepondrn
gloria en las edaies venide/as.
ra, Historia de Egipto.)
(Traduccin de
D.
DEL GLGOTA.
Socorro!...
Herodes
Socorro!...
Que
377
me muero!
como un condenado.
borbotones de espuma y un temblor
se revolcaba por el suelo
Por su boca
salian
convulsivo agitaba su cuerpo.
Dirase que el soplo del infierno le estaba
quemando
las
entraas.
Su familia acudi precipitadamente y
le traslad
su
lecho.
Los mdicos
le
rodearon, prestndole
los auxilios de
la ciencia; pero la enfermedad se habia declarado sin mscara. Tenia
un cncer en
el
debia conducirle al sepulcro
cerle padecer de
un modo
estmago y este horrible mal
muy en breve despus de ha,
incalculable.
Dios, harto de los crmenes del feroz idumeo, le comen-
zaba castigar
dndole una agona larga y dolorosa.
es muda, invisible; pero su mano pode-
La Providencia
rosa y justa, reparte desde el cielo los bienes y los males
con una justicia irreprochable.
ra.,
i.
48
EL MRTIR DEL GLGOTA.
379
CAPITULO XIV.
Preludios de
Cingo era hombre de
concebir y coordinar los
daba su seor.
la
muerte.
y rpida imaginacin para
golpes de mano que le encomenclarea
Bastronle algunos minutos para formarse
el
plan de sor-
presa que debia seguir en la rdua comisin' que se le confiaba.
Lleg la planta baja del palacio, y cruzando un corredor, entrse en la cuadras destinada los esclavos.
Una
cuatro hombres de su confianza, y
mandles que sacaran de las cuadras caballos y que se echavez
ran sobre
all, eligi
los
sin olvidar el
hombros
el
alquicel de los mercaderes rabes,
pual de Damasco en la cintura.
EL MRTIR
380
Hechos
los preparativos, esper impasible
blara las espaldas de Occidente
que
el sol
do-
y entonces favor de las
tinieblas sali seguido de sus satlites de la ciudad santa.
Una vez en el campo enter sus compaeros de la im,
portante comisin que
le
habia confiado
con ese silencio que preside
hcia
el
el
rey; y despus
los asesinos, se
encaminaron
Sur de Jerusalen en busca de la ciudad de Ain,
patria del Bautista.
Cingo, como hemos dicho ya, habia calculado
modo
el
de ejecutar su plan.
Se habia dicho
litas
Juan es estimado en mas por los israe-
que Jess: apodermonos primero de Juan.
En cuanto
Antpatro,
el hijo
de Herodes, tenia la es-
peranza de hallarle en Jeric, en casa de la esclava Enoe.
Ain
como
dista solo dos leguas largas de la ciudad santa
el
camino
es de
pero
herradura y montaoso, y la noche
oscura en demasa, los perseguidores del hijo de Elisabet
llegaron casi mediada la noche los arrabales de la ciudad.
Cingo dispuso que uno de sus compaeros
guardando
se
quedara
en un bosquecillo inmediato la ciuacompaado de los tres restantes, se llega-
ios caballos
dad, mientras
ban casa de Zacaras.
El terrible drama de Beln habia alarmado las madres
de Jud.
Cuando
la
noche cubri con sus espesas sombras
el
san-
griento cuadro, cuando se hallaron con los mutilados cuer-
pos de sus hijos en brazos sentadas en uno de los rincones
de sus casas, cuando sus ignorantes esposos regresaron del
campo ansiando endulzar
mbrobb trabajo con
las fatigas de
un
dia de penoso
la sonrisa y los besos de sus hijos,
se
hallaron con la increible realidad ante sus absortos ojos,
el
dolor, la desesperacin, las lgrimas
los gritos de rabia
venganza fueron incalculables.
Aquellos sencillos israelitas no podian dar crdito lo
que estaban viendo.
DEL GLGTA.
la
381
Aquel mismo dia, pocas horas antes, cuando el lucero de
maana asomaba su disco refulgente tras los pelados ris-
cos del valle de Josafat, ellos habian abandonado sus casas
para
dirijirse al
La maana
campo.
era hermosa. El ambiente perfumado con las
yerbas aromticas del Carmelo
Jud,
las
ventanas para darles
anunciaba un dia de trabajo
les
Pero aquel
cielo sin
cielo
azul y sereno de
que en brazos de sus esposas
la sonrisa de sus hijos
asomaron
el
adis cotidiano
el
pero
feliz
se
todo
y alegre.
nubes aquella manaa risuea habia
,
una noche de dolor; pero un dolor tanto
tanto mas inconsolable, cuanto que estaban
sido reemplazada por
mas
terrible,
muy
lejos de esperarlo.
Pero
ay
aquellos padres desgraciados
ces israelitas
aquellos infeli-
acabaron por llorar, como sus esposas, sobre
los sangrientos cadveres de sus hijos.
Pueblo
jero,
envilecida por el
sin caudillo, raza
puado de-siervos que
la orgullosa
yugo estran-
Roma
encadenaba
sus pies, eran entonces los descendientes de Abraham,
Isaac y Jacob.
Aquel pueblo privilegiado, aquella familia de hroes ele-
gida por Dios para cuna del Verbo Divino, ya no contaba
entre sus hijos
un Moiss que
le ilustrara,
un
Elias que
hiciera llover fuego del cielo sobre sus enemigos,
vid que les elevara,
un Salomn que
un Josu que haciendo parar
con
los laureles del
Su ltimo
enriqueciera y
en su carrera
les
cubriera
vencedor.
caudillo, el heroico Judas
fabuloso de Israel,
mar
el sol
les
un Da-
el
Macabeo,
el
adalid
caudillo invencible de Jud, al derra-
la ltima gota de su sangre
por la independencia de su
pueblo, habia forjado las cadenas las doce tribus de Israel,
y desde entonces
la
ignominiosa mancha de la esclavi-
tud se esculpa con oprobio en sus frentes abatidas.
Las setenta semanas de Jacob
sas
anunciado por
los Profetas
se
habian cumplido El Me-
acababa de descender de
los
EL MRTIR
S82
La raza humana contaba entre sus
mundo. Pero los judos olvidaron sus
cielos.
hijos al Salvador
del
Profetas, cerra-
ron sus ojos la luz y los oidos la verdad, y escupiendo la
santa faz de Cristo elevaron sobre el Glgota un madero para
crucificarle.
Una
maldicin terrible pesa desde entonces sobre la mi-
serable raza de los descredos. Sin patria
sin hogar, sin le-
yes que les protejan, sin templos santos que les admitan en
su seno para implorar ante
el
Dios ofendido
el
perdn de
sus culpas; raza maldita y despreciable, su suerte es vagar
errante sobre la ancha superficie de la tierra hasta la consu-
macin de
Hasta
los siglos.
y tranquila morada de Elisabet habian
dolorosos lamentos de las belemitas.
la pacfica
llegado los
La noble anciana, temiendo por
munic
sus temores
en su casa. Zacaras
una de sus criadas que habia nacido
hallaba en
se
los oficios de su sacerdocio
su propsito, y apenas
la suerte de su hijo, co-
el
Jerusalen ejerciendo
pero Elisabet no retrocede en
ltimo destello del dia desapareci
montaas ele Jud abandon su hogar llevando en
brazos al pequeo Bautista, y seguida de su fiel sirvienta,
llegan al Carmelo y se instalan en una de sus profundas
tras las
ignoradas grutas.
Un
y
al
al
puado de hojas secas
sirve de lecho las dos mujeres
santo precursor de Cristo. Pero nada les arredra:
menos
se creen libres del furor de
all
Herodes.
Mientras tanto Cingo y sus compaeros llegan la ciudad de Ain interrumpen el pacfico sueo de los criados de
Zacaras.
Preguntan por Juan el primognito, y sus preguntas se
quedan sin respuesta, porque todos ignoran su paradero.
Amenazan con la muerte los criados, y stos e arrojan
los pis de sus verdugos derramando un mar de lgrimas.
DEL GLGOTA.
383
Cngo necesita una vctima para aplacar
seor. Pregunta por el anciano sacerdote, y
se halla de semana en
el
la rabia de su
se le dice
que
templo de Jerusalen.
Parte de Ain, llega Jerusalen, penetra en la cmara
de Herodes por la puerta secreta con
el
objeto de enterarle
en su desgraciada comisin, y se detiene la vista del espectculo que se le presenta ante sus ojos.
El idumeo
se halla tendido
bles blasfemias entremezcladas
en su lecho lanzando horri-
con dolorosos gemidos. Preso
de una horrible convulsin se revuelca sobre los mullidos
almohadones.
En
pocas horas
el
semblante del enfermo se ha desfigu-
rado espantosamente.
Su cuerpo exhala un hedor insufrible y repugnante. Multitud de lceras gangrenosas manchan la lvida piel de su
rostro.
Un
sudor pegajoso inmundo, surca su frente, y sus
ojos hundidos y empaados dirijen miradas vagas y amortecidas en torno suyo.
Salom su hermana agita un abanico de plumas sobre la
cabeza del enfermo para refrescar la atmsfera mientras
,
Alejo su cuado roca de vez en cuando con esencias olorosas la
cama y
cuerpo de Herodes.
el
un estremo de la sala se hallan sentados cuatro ancianos al rededor de una mesa.
Una lmpara de plata derrama su luz sobre un grueso
volumen que
se halla abierto.
Estos ancianos son los mdicos del rey que deliberan en
voz baja.
Oigamos
lo
que dicen.
La enfermedad
en
el
estmago:
Nunca
el
se
mal
ha descubierto por
deben perderse
mdico tiene
el
es
un cncer
las esperanzas, repuso otro; el
deber de arrebatarle su presa la muerte.
En nuestros libros no existe el
volvi decir
fin
es terrible, incurable.
el
primero.
remedio para
el
cncer,
EL MARTIR
oSi
Al
otro lado del Jordn, volvi decir el segundo, se
encuentran
caer en
dar:
los
el
baos clidos de Calliroe: sus aguas, que van
mar Muerto
mi parecer
le salva
el
son medicinales y gratas al palarey se bae en Calliroe. Si esto no
entonces que preparen la sbana de lino para en-
volver su cuerpo
Aun
que
es
porque su muerte
es segura.
nos falta intentar, dijo otro, los baos de aceite
aromtico. Las lceras de la piel se cerrarn, y
el
hedor del
cuerpo desaparecer.
Todo
es intil, replic el
es aconsejar,
y opto por
El rey tiene
el
los
primero; pero nuestro deber
baos de Calliroe.
sesenta aos: con esa edad y con ese
mdico mas sbio solo puede engaar
dias: aconsejemos, pues, los
Este parecer, que fu
el
la
mal
muerte algunos
baos de Calliroe.
de un anciano que no habia des-
plegado los labios hasta entonces, fu aprobado por sus
compaeros, y despus de mediar algunas frases en voz baja,
uno de los mdicos se acerc al lecho del enfermo con la
sonrisa en los labios.
Qu
opina la ciencia, amigo Joaquin, de este pobre
enfermo? Pregunt Herodes viendo su mdico favorito que
se acercaba.
La
ciencia, seor, opina que debes
tomar
los
baos de
Calliroe.
Pero yo sufro
horriblemente!....
Es preciso que bus-
quis algo que aminore mis padecimientos. Para qu
sois
mdicos sin? Para qu os pago, para qu os tengo en mi
casa? Pedid oro
el
remedio de
los
pero
dadme
salud: ya que habis estudiado
males del cuerpo, apagad este infierno que
devora mis entraas!....
La
ciencia aconseja los baos.
Pero
El
la ciencia
me
responde del resultado?
porvenir est en manos del Dios invisible.
Entonces no sabis nada.
El hombre
es imperfecto.
DEL GLGOTA.
Entonces
No;
dejis
385
mi cuerpo en brazos de
maestro, y
lo que nosotros te aconsejamos.
la prctica es nuestro
la casualidad.
ella
nos aconseja
Pero no conoces, desdichado, que apenas puedo moverme? Mi cuerpo se hincha por momentos, estas lceras se
agrandan cada instante, mis carnes se pudren segn el
hedor que exhalan... Cmo quieres que me ponga en camino,
si
todos los tormentos del infierno no sern nada
que voy
parados con los
Una litera
sin
durante
ello
mas que
sufres ahora.
bien, volvi decir Herodes exhalando
doloroso: yo
me
un
suspiro
pongo en vuestras manos; haced de m lo
que os plazca, pero salvadme
morir aun...
com-
el viaje?
conducida por tus esclavos puede trasladarte
que sufras por
Est
sufrir
la vida...
Porque no quiero
lo entendis?..
Entonces dispon que se prepare todo para el nuevo sol.
Ptolomeo!.. Ptolomeo!.. Exclam Herodes dirijindole
la palabra al viejo guarda-sellos;
ya
lo oyes, disponlo todo:
no debe sorprendernos en Jerusalen.
Las rdenes de Herodes nunca se demoraban... todos
fueron saliendo de la habitacin para disponerse para el
la luz del alba
viaje.
De
vez en cuando se estremeca, y cubrindose
con la colcha, murmuraba estas palabras:
Pasad,
el
ensangrentados fantasmas, no quiero veros, no
quiero... no, no, no!
TOMO
l.
rostro
49
EL MRTIR DEL GLGOTA.
387
CAPITULO XY.
La profanacin.
El rey se qued solo echado en su lecho.
La lmpara lanzaba
sus rayos melanclicos sobre la faz
lvida contraida del enfermo.
El semblante del idumeo daba horror.
Aquel enfermo, pesar de su lecho de marfil, sus colchas de Egipto y sus almohadones de Damasco pareca un
,
viejo asqueroso y repugnante.
El remordimiento en
mancha
espantosa en
el
la
hora de la muerte imprime una
rostro del criminal.
Cingo, que habia permanecido oculto tras
una cortina, entr en
llaba solo.
la sala
los pliegues de
apenas vio que su seor se ha-
EL MRTIR
388
El esclavo
andando de puntillas para no meter ruido,
se acerc al lecho de su seor.
En
cia
momento Herodes
este
tenia los ojos cerrados
pare-
un cadver.
El esclavo
contempl unos instantes... Aquel negro
le
infame, aquel hombre cruel y sanguinario que inmolaba
bajo su pual asesino todas cuantas vctimas le sealaba su
amo, parecia conmovido ante
Sus ojos
el
lecho de su dueo*
humedecieron, y un bronco y prolongado
se
suspiro se escap de entre sus gruesos labios.
El esclavo adoraba su seor. Su cario sin lmites
hubiera colocado como un Dios en
para Gingo,
de Sion. Porque
el altar
rey Herodes era todo
el
el
le
mundo.
El enfermo abri los ojos y se hall con la negra y
som-
bra figura de su esclavo la cabecera de su lecho.
Ah! Eres t,
acento.
No
mi
leal
Cingo,
le dijo
con desfallecido
Los mdicos desconfian...
lo sabes?...
y me dejan morir... Pero ay de
es impotente...
la ciencia
ellos!...
Mi
ltimo suspiro ser su sentencia de muerte.
Seor
le dijo el
trasmitirse
como
esclavo
si
la riqueza, t
la salud...
si
la vida pudiera
no moriras,..
Cmo!
Porque yo
mi vida y mi salud para salvarte.
Lo s, Cingo, lo s... t eres bueno y leal; yo no te he
de olvidar en la hora de mi muerte, que no est lejos segn
te dara
creo...
Vive
t y
m mas que
T no
no
te
ocupes de otra cosa: tu salud es para
la libertad
eres
mi
la fortuna.
esclavo...
eres
mi amigo... mi con-
fidente.
Seor...
En
cuanto
me vea libre de esta horrible enfermedad...
te
nombrar general de las legiones herodianas... te dar la
patente de hombrp libre y tendrs un palacio en Jerusalen
,
y otro en
Jeric...
DEL GLGOTA.
389
Djame tu esclavo. Solo ambiciono servirte, aunque
esta noche me ha sido imposible... obedecer tus rdenes.
No te comprendo.
Elisabet la esposa
de Zacaras ha huido de su casa lle-
vndose Juan su primognito.
A dnde? pregunt Herodes
aquella noticia le
incorporndose y como
hubiera curado de sus padecimientos.
si
Lo ignoro.
jAh!
Pero
tengo un medio de descubrir su fiiradero.
Habla.
Zacaras es sacerdote.
Lo s, contina.
Se
halla de
semana en
el
templo!
En la ciudad?
S, en Jerusalen.
Y piensas?...
Que el padre nos
indique
el sitio
en donde se halla
el
hijo escondido.
Se
negar: los israelitas son tercos.
Entonces... y Cingo acarici mango de su pual.
Es verdad, Cingo; con esos soadores eternos, con esa
el
raza terca y atrevida de Araon
los reyes
que ocupen
trono de Jerusalen es preciso que se jueguen
el
todo por
el
el
todo. Solo la muerte estermina los enemigos irreconciliables...
Mata, Cingo... mata
Al otro dia,
los
si
es preciso.
aclamadores de
oficio, los bajos herodia-
nos que anhelaban elevar su seor sobre
el altar del
santo
templo como un Dios, saludaron Herodes con furiosos y
y repetidos vivas apenas se present en la plaza para trasladarse los baos de Calliroe.
Herodes no era cobarde;- pero en
los ltimo dias de su
vida tuvo miedo dos fantasmas que se levantaban en su
calenturienta imaginacin todas horas.
EL MRTIR
La
rebelin, que le cercaba por todas partes
Juan y Jess, aclamados en voz baja por
los nios
los israelitas
como
prximos libertadores de las doce tribus.
los
Esto
le
quitaba
el
sueo.
Antes de abandonar
la
legiones su munificencia
ciudad santa quiso mostrar sus
,
su esplendidez para con los leales
servidores de su trono, distribuyendo
cincuenta dracmas
cada soldado y doscientas cada capitn sin contar muchsimos dones que distribuy sus amigos.
,
Seguro por est4 parte de
que
el ejrcito
la fidelidad de sus legiones
entonces aclamaba por su seor
al
por-
que con mas
largueza pagaba sus aclamaciones, sali de la ciudad santa
seguido de un brillante acompaamiento, entre
el
que
se ha-
una parte de su familia y los cuatro mdicos de cmara.
Cingo se qued en Jerusalen. El negro debia derramar
sangre inocente y manchar con ella la casa de Dios.
El santo sacerdote Zacaras el padre del Bautista el
sabio preceptor de la Virgen estaba sentenciado muerte.
Sus verdugos no retrocedieron ante el horroroso y sacrillaba
lego crimen que iban acometer.
Cingo y sus infames compaeros se presentaron en
templo de Sion con el pual homicida en la diestra.
El anciano sacerdote
oficios
en
se hallaba
el atrio interior
Los verdugos
le
el
desempeando sus santos
de la casa de Jehov.
preguntaron por su hijo;
l,
que igno-
raba su paradero respondi sencillamente que estaba en su
,
casa de Ain
y que
si all
no
se hallaba le era imposible de-
cir su paradero.
Esta respuesta sencilla y verdica fu tomada por una
negativa burlona y despreciativa y el pobre anciano cay
los pis de sus asesinos baado con su sangre inocente.
,
Los
fieles
huyeron con horror de
la casa de Dios ante
aquel asesinato sacrilego.
La
noticia corri con la velocidad de la desgracia por
todos los mbitos de la ciudad.
DEL GLGOTA.
Algunos
391
pacficos comerciantes cerraron sus tiendas,
mas apartado de sus casas comentaron
hecho en voz baja y amedrentada entonacin.
Las patrullas de soldados romanos pasearon las calles.
Algunos jvenes mas atrevidos enseaban los soldados,
ocultos en el rincn
el
en seal de amenaza, sus puos cerrados, porque aquel
crimen que manchaba la morada de Dios habia llenado de
espanto los medrosos
y de odio y venganza
los valientes
hijos de la abatida raza de Israel.
muerte sacrilega injusta
Mrtir del Glgota estas palabras: Sobre
Treinta aos despus
hizo exclamar al
esta
vosotros caer toda la sangre inocente
derramada en
la tierra;
desde la del justo Abel, hasta la de Zacaras quien habis qui-
tado la vida entre altar
La muerte
el
el
templo.
de Zacaras fu
el
sangriento eplogo con que
termin la terrible tragedia de los mrtires de Beln.
La sangre
manchaba
del justo
los
mrmoles de
la casa
del Santo de los Santos.
No
estaba lejano
el
dia en que la sangre de Dios debia
correr por las speras pendientes del Glgota.
LIBRO SESTO.
EL GUILA DE ORO.
6.
Porque cmo ped yo
muerte
7.
y el estrago de
respondi
reina Esther y
dado Esther
al
rey Asuero la
judo Mardoehco:
Aman,
la casa de
mandado que-fuese
porque
el
se atrevi
contra los judos.
fijado
He
y h
en una cruz,
estender su
mano
(Libro de Esther.
Cap. VIII.)
TOMO
sufrir la
mi pueblo?
EL MRTIR DEL GLGOTA.
395
CAPITULO PRIMERO.
La
via Sangrienta.
Herodes llega Calliroe
los
baos de aquellas aguas
medicinales, tan clebres entonces, empeoran su salud.
Una orden
al
convoca todos
los
mdicos de Palestina
rededor del augusto enfermo.
La
el
real
ciencia discute
mientras que
el
mal avanza y devora
cuerpo.
Por n
se adopta el
bao de
aceite aromtico,
clavos conducen su seor desde su lecho al bao
los es-
pero
el
miserable verdugo de Israel, apenas es sumergido en
el
suave lquido
pierde el conocimiento
los
que
le
rodean,
creyendo llegada la ltima hora del enfermo, lanzan desconsolados gritos.
EL MRTIR
396
La
familia, ios mdicos acuden:
Herodes
es
casi
un
cadver.
Inmediatamente
en una sbana perfumada y
fuerza de esmero y cuidados
es envuelto
trasladado su lecho, y
all
logran reanimarle, y el enfermo, entreabriendo sus vidriosos ojos, exhala un suspiro apagado.
Sus labios crdenos
se agitan
convulsivamente como
si
quisieran hablar, pero todos los esfuerzos son intiles.
Por
despus de una hora de angustiosa y horrible
lucha, las palabras que se ahogaban enla garganta llegan ligafin,
das la lengua, y Herodes exclama con desfallecido acento:
Tengo
hambre...
mucha
hambre!...
Dadme
algo que
comer porque me muero.
Salom consult con una mirada los mdicos; pero
stos que han perdido la esperanza de salvarle y que temen
desobedecer las rdenes de un rey brbaro y cruel que puede
,
mandarles degollar ante su presencia, contestan que
se le
d comer todo cuanto quiera.
Entonces
los esclavos
incorporan
al rey
en su lecho y
le
una comida esplndida.
Herodes se lanza sobre los manjares como una bestia
feroz. Cuanto mas come, mas hambre siente y pide mas; y
sirven
aquel miserable, castigado por la oculta
mano
de Dios, ins-
pira lstima al ltimo de sus esclavos.
Por
fin, rendido se deja caer
sobre la colcha las viandas
en la cama, derribando
el vino.
y
Herodes estaba borracho, y en su embriaguez pide
grandes voces que le trasladen su palacio de Jeric.
Todos temen desobedecerle, y sus rdenes se cumplen al
instante. Llega Jeric, pero en qu estado!
Su boca solo se abre para blasfemar decir que tiene
hambre y sed, sus estremidades se han hinchado, su piel se
ha vuelto crdena: no puede moverse sin el auxilio de sus
esclavos.
Montones de gsanos brotan de
las lceras
que manchan
DEL GLGOTA.
o97
su rostro. Su aliento pestfero demuestra la podre de que
y su respiracin fatigosa da un claro
cncer va minando interiormente aquella
est lleno su cuerpo,
indicio de que el
existencia que con trabajosos dolores se despide del maldito
cuerpo que la encierra.
Los mdicos, accediendo los ruegos de Salom, la hermana de Herodes, se disponen atacar con mano vigorosa
la
enfermedad aunque
la
creen incurable.
Prohbese la entrada en
cuarto del rey todo
el
do; nadie puede darle , aunque lo pida,
mas que
el
lo
mun-
que
los
mdicos ordenan; y sus esclavos, creyendo que su seor ha
muerto, esparcen esta noticia, que corre la Judea, llenando
de jbilo cuantos la oyen.
Dejemos por algunos instantes Herodes bajo
la salva-
guardia de los mdicos, y fijemos nuestra atencin en un ginete que galope tendido cruza por una de las tortuosas y
pedregosas veredas de los montes de Jud.
Imposible es imaginarse un camino
mas
ttrico,
mas
sombro, mas espantoso.
Profundos barrancos, rocas escarpadas que amenazan
con su caida
en
el
la vida del viajero,
profundas cuevas abiertas
seno de aquellas ridas montaas por las espantosas
sacudidas de la tierra, eterno impenetrable refugio de los
bandidos rabes y las salvajes fieras, encuentran por todas
partes la intranquila mirada del viajero.
La naturaleza no
puesto para
el
posee
un
crimen que
teatro
los
mas terriblemente
dis-
barrancos de los montes
de Jud.
El pual del asesino
solitarias veredas:
lama
les
ha dado un nombre aquellas
Sangrienta:
Clebres por la sangre derramada,
tingue sus espesos matorrales
el viajero,
apenas dis-
sus ttricos barrancos
siente
corazn y piensa en Dios y en la muerte.
La noche de que nos ocupamos la luna estaba en su lleno;
latir su
pero los apiados escuadrones de blanquecinas nubes que
EL MliTIR
398
trascurren por
el
firmamento ocultan
la clara luz de su casta
frente, dejando en completas tinieblas la tierra.
El nocturno caballero parece prctico en
cruza, y
el
caballo le inspira al parecer
el
camino que
una confianza com-
pleta, pues las riendas flotan al viento sobre su robusto
y re-
luciente cuello.
De vez en cuando el areo celaje de una nube se quiebra,
y un rayo de la misteriosa soberana de la noche cae desde
el cielo,
baando con su dulce y plateada luz
las oscuras
sinuosidades del camino.
Entonces
el
emboza con la flotante tela de su
como si temiera ser reconocido por
ginete se
blanca capa alquicel,
aquellos solitarios rboles y agrestes rocas que se alzan los
costados del camino.
Ei ardiente corcel, ageno
las
emociones que indudable-
mente agitan el corazn de su amo que tales horas de la
noche cruza tan solitarios caminos, sigue galopando con incansable imperturbable regularidad.
As trascurren dos horas.
El noble animal demuestra con sus fatigosos resoplidos
que comienza sentirse fatigado.
Sus ijares laten con precipitada violencia, y un sudor espumoso comienza manchar la fina piel de su pecho.
De pronto el ginete, que ha lanzado en torno suyo una
mirada escrutadora para reconocer
el
sitio
en que se halla,
coge las bridas y tira con fuerza hcia s, y el caballo detiene
su galope, y apoyndose con fuerza sobre el cuarto trasero,
se
queda parado junto un espeso arbusto cuyo
pi
nace
una senda angosta que conduce un barranco.
Aqu' debe ser, murmur en voz baja el ginete.
Despus echa pi tierra y, pasando las bridas por su
brazo derecho, comienza descender en direccin al barranco seguido por
De
este
el dcil
animal.
modo anduvieron
quinientos pasos.
caballero y caballo sobre unos
DEL GLGOTA.
Una
El
vez
sitio
all
399
se detuvieron.
no era por
mas apropsito para
cierto el
visitarle
las doce de la noche.
Se hallaba en
fondo de un precipicio. Multitud de
el
chopos y espinos crecian entre las agrietadas rocas.
Un monte en forma de herradura cerraba el paso al es-
tremo del barranco, y
los dos trozos laterales de
cie de anfiteatro tenian
Los palmitos
aquel espe-
una elevacin prodigiosa.
las zarzas
las
retamas erizaban las em-
montaa
pinadas faldas de aquella
circular,
que oprima
pedregoso y spero barranco.
Aquella naturaleza salvaje, castigada desde la creacin
con sus nervudos brazos
del
mundo
el
por los eternos rayos de un sol de fuego, no habia
podido ver alzarse entre sus calcinadas rocas ni un solo rbol
que prestara su sombra los viajeros, y que purificara
ambiente clido con el cimbreo de sus ramas.
Bien
que
es verdad,
la planta del
el
hombre hollaba muy
pocas veces aquel rincn maldito, eterna madriguera de las
bestias feroces.
El caballero misterioso
speras ramas de
despus de atar su corcel en las
un espino
importara reconocer
el
se
qued inmvil como
si le
terreno.
Persuadido despus de algunos momentos que era aquel
el sitio
que buscaba
comenz trepar por
la
empinada pen-
diente que se alzaba ante su paso cerrando el barranco.
Los p-rimeros cincuenta pasos
los di sin dificultad
alguna
manos para no
De vez en cuando suspenda su penosa ascensin para
pero luego se vio precisado servirse de las
caerse.
tomar
aliento.
El sudor caia hilo hilo por su frente, y algunas gotas
de sangre manchaban las pequeas y blancas manos del nocturno caballero: pero ni un suspiro de cansancio ni un grito
de dolor se escapaba de sus labios cuando
al
agarrarse al-
guna roca un espino le heria las manos.
Por tan penosa senda adelantaba poco, porque
precipi-
EL MAHTIi
400
tarse querer saltar la distancia
con paso ligero hubiera
indudablemente.
sido despearse
El hombre que por
camino viajaba y tales horas de
la noche, debia ser uno de esos hombres de corazn los
que no les arredra jams ni las fatigas ni los peligros, por
grandes que se levanten ante su paso.
Y sin embargo en uno de esos cortos intervalos en que
la luna, rompiendo las trasparentes gasas de las nubes,
tal
mandaba uno de
sus claros y argentados rayos sobre la osel nocturno via-
cura sombra de la tierra, pudo verse que
un joven de
jero era
en la
lbio, sin dureza
como una doncella
y delicado, sin bozo en el
mirada, casi un nio., rubio y blanco
rostro dulce
del
templo de Sion.
Sobre la mitad del monte se hallara de su subida peligrosa cuando se detuvo, viendo que un arbusto arrancado
de las entreabiertas rocas que
le
dieron
el ser,
cedi al co-
mano.
locar sobre l la
Reconoci segunda vez
terreno, y
como
si
aquello hu-
una seal, sentse sobre una piedra y sacando un
pequeo can de metal de entre los pliegues de su vestido?
biera sido
boca y
se lo acerc la
se puso tocar
un
muy
aire hebreo
en boga en aquellos tiempos, sobre todo en la popular y tradicional fiesta de los zimos.
Inmediatamente un ruiseor cant pocos pasos del capuso en pi, y como
un hombre se alz de entre las matas.
ballero
y ste
El ginete,
como por
El
se
al
si lo
evocara la tierra
ver levantarse una sombra su lado,
empu
via de precaucin la espada que pendia de su tahal.
guila tiene alas dijo,
el
hombre acercndose
al
ca-
'
ballero.
Abraham venablos
le
contest ste
como
si
fuera
una sea convenida.
Israel quiere la salud, volvi decir
Porque
ballero.
est
enfermo
el
el
hombre.
que la quita, respondi
el
ca-
DEL GLGOTA.
Aydame,
Comienza
Entonces
repiti el
40L
hombre.
t, dijo el caballero.
el
hombre
dio algunos pasos,
se
agach, co-
jiendo con sus robustos brazos una roca.
mismo.
boca de una gruta
El caballero hizo
Poco despus
la
lo
se hall abierta ante
ellos.
Entra,
hombre; t solo
dijo el
El caballero entr
que
ta,
faltas.
sin desplegarlos labios
en aquel abismo
se abria ante sus pies; pero la oscuridad era tan
que
De
se
detuvo sin atreverse dar un paso.
esta indecisin le sac
le coji
comple-
por
el
una mano que en
la oscuridad
brazo y comenz conducirlo en aquel negro
intrincado laberinto.
El caballero no pudo disimular un estremecimiento nervioso que el contacto de aquella
mano
invisible le produjo.
Tienes miedo? Pregunt una voz.
Estremecerme no es tener miedo: me creia
solo, y me ha hecho tu mano al tocarme el brazo el efecto
de una vbora: el len se agita tambin cuando una hormiga
Psich!...
le
toca los prpados.
Mas
vale
volvi decir la voz
as,
creia que te habia
asustado.
T juzgars
andando
el
tiempo.
Gente dura es la que se alberga en este silo.
La
rudeza nada tiene que ver con
ese es tu deber.
el valor:
gua y calla,
El hombre invisible cerr
los labios
y continu guiando
al caballero.
Esta marcha subterrnea dur prximamente un cuarto
de hora.
Por fin se detuvieron, y el misterioso guia empuj con su
hombro el ngulo de una roca que gir como si estuviera
montada sobre un eje.
Entra, le dijo al caballero.
TMO
EL MRTIR
402
Este entr en una cueva espaciosa alumbrada por una
inmensa lmpara de hierro de tres mecheros.
La piqueta
trado en
por la
dirijida
mano
hombre no habia en-
del
ahuecamiento de aquella mntaa,
el
se
si
escepta
la puerta giratoria de entrada.
Aquel subterrneo de altas y arqueadas bvedas que
alumbraban las oscilantes llamas de la lmpara, era uno
de esos silos, una de esas cuevas que con tanta frecuencia se hallan en los montes de Israel, y que tantas ve-
han servido de refugio durante
ces
y religiosas del pueblo hebreo
hombres libres
los apstoles de
viles
los
ltimamente
cruzadas y
las
contiendas
las
los
los
la
ci-
bandidos
nueva ley
peregrinos
cris-
tianos.
Cuando entr
el
caballero en la espaciosa gruta, se de-
tuvo: al principio nada vi; pero poco poco sus ojos, re-
corriendo los lejanos mbitos donde no llegaban los reflejos
de la luz, pudieron distinguir un grupo de hombres que sentados en
suelo departian en voz baja.
el
El viajero avanz algunos pasos, y al ruido de sus pisadas las moradores de la gruta volvieron la cabeza.
l es
en
dijo
uno sus compaeros
y todos se pusieron
pi.
Caudillos de Israel
tardanza, dijo
empiezo por pediros perdn por mi
caballero saludando con
el
nacin de cabeza;
los
el
hombre que como yo
perros de Herodes
no dispone de
las
una
ligera incli-
es perseguido
horas
por
sino de la
casualidad.
Sabemos, dijo uno dlos hombres de la cueva,
los
pe-
rodean, y te dispensamos de todo corazn
retraso de algunas horas.
ligros
que
Yo
te
os doy las gracias.
As pueda un
Su
el
dia drtelas
felicidad ser la
Sintate
ertre
mia
si
t el
pueblo hebreo.
llego gobernarle.
nosotros, pues nosotros te
admitimos
DEL GLGOTA.
como
un
403
hermano que viene derramar su sangre en aras
de la libertad de su patria.
Nuestros lectores habrn sin duda reconocido en
turno caballero Antpatro,
el fugitivo hijo
el
noc~
deHerodes.
El joven prncipe sabia que su cabeza se hallaba puesta
precio por su padre, y procuraba salvarla del peligro que la
amenazaba buscando en las cuevas de Jud los rebeldes y
encarnizados enemigos de su perseguidor.
Antpatro, pues, tom asiento entre aquellos misteriosos
revolucionarios
Digno
hijo del rey de Jerusalen,
buscaba una corona
sin
importarle pasar por encima del cuerpo de su padre con tal
de conseguirla
porque Antpatro no desmentala raza de
Herodes. Tenia su
misma
misma sangre,
sus
mismos
instintos, su
ferocidad.
Pero cambiemos de captulo para continuar nuestra narracin.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
405
II.
La conjuracin.
Hemos
ban en
la
dicho que eran cuatro los hombres que se halla-
cueva esperando Antpatro
el hijo
de Herodes,
y diremos sus nombres para que el lector no se confunda.
Tres de ellos le son desconocidos y pasarn por las p,
como una exhalacin el otro es
acompaar
hasta
la cumbre del Calvario.
nos
Los nombres de los desconocidos son: Sedoc, Judas y Matas; los tres son doctores de la ley, y enemigos irreconciliables de los romanos; el otro es el joven bandido de Samaria,
Dimas, el hospitalario malhechor de la Virgen.
Sedoc, es asenio y tiene fama de adivino entre la gente
ginas de este libro rpidos
conocido
EL MRTIR
406
del pueblo; pero solo es
un anciano que ha encanecido en
el
estudio y la meditacin.
Su padre
le profetiz
Herodes, cuando era nio, que
seria rey de Jerusalen, y esta profeca, que se realiz, habia
quedado en
la familia
como
hereditaria; todos eran adivinos.
Josefo nos dice que Herodes protegia los asenios, y la
esplicacion que de ello nos da es tan curiosa que nos permitir el lector
Un
que
la
consignemos.
asenio llamado
Manahem
vi Herodes estudiar en
con otros nios de su edad, y le vaticin que llegara reinar algn dia sobre los judos; y como el joven
la escuela
estudiante titubease en creerlo,
Manahem, dndole un
gol-
hombro, le record su palabra proftica, le tradeberes de un gran rey, y al mismo tiempo le anun-
pecito en el
z los
ci
los
que su impiedad para con Dios y su injusticia para con
hombres mancillara la prosperidad y la grandeza de su
imperio.
Cuando Herodes
cin del asenio
le
fu rey, se acord de la predic-
envi llamar para preguntarle
si
rei-
nara por lo menos diez aos: Reinars veinte, treinta, res-
pondi
Manahem; y
el
nuevo soberano de
los judos
despach
su profeta con grandes honores, y desde entonces se mostr siempre
muy
Sedoc era
el
favorable la comunidad asenia.
hijo de
Manahem, y
habia quedado hereditaria en
la
fama de su padre
l.
Judas y Matas tenan grande influencia entre sus discpulos, y en cuanto Dimas, ya sabemos con la gente
que contaba y la fidelidad y respeto que por su valor le tenian sus soldados.
Enterados de quines eran los personajes de la cueva
prosigamos la narracin.
Sedoc
rompi
el asenio,
el
mas anciano,
fu el primero que
el silencio.
Mancebo,
pasa en
como
t que vendrs de la ciudad santa, dinos qu
ella.
Jerusalen
llora'
como siempre, respondi Antpatro;
las
DEL GLGOTA.
hijas de Israel
han roto sus
salterios
407
y han colgado sus arpas
del tronco de las palmeras.
Los jerosolimitanos
guila de los
eternamente mientras
llorarn
el
impos estienda sus alas de oro sobre la casa de
Dios, dijo Matas.
El guila se rompe,
los
impos se esterminan, dijo
su vez Di mas.
-No
olvidis
que
el
pueblo de Israel teme las legiones
del Csar, repuso Sedoc.
Pero tened presente que
el
rey tributario se halla en las
ltimas horas de su vida, dijo Antpatro, que otro rey debe
reemplazarle en cuanto espire, y que yo s respetar las leyes
de Moiss y venerar al templo de Jehov, Dios invisible y
verdadero. Los buenos tiempos de Josu, David y Salomn
aun pueden tornar para los descendientes de Jacob, si un rey
justo
empua
el
cetro de Jud; yo vengo ofreceros
mi san-
gre y mis parciales para la empresa; decid, pues,
admits
si
me
como amigo.
Piensa, joven,
que
si
Israel
primera vctima tu padre,
le
desnuda su acero, ser la
dijo
Sedoc con voz impo-
nente.
Mi padre debe haber espirado estas horas,
caso que viva
dia de la batalla, por ventura no
pero en
ha
el
sacrifi-
mi madre, mis hermanos? No me persigue con
intento de sacrificarme m? Pues entonces, calle la voz
cado
el
el
de la naturaleza y hable
el
odio que busca en la lucha: ojo
por ojo, diente por diente, como ha dicho
el
legislador de
Israel, el sabio Moiss.
Hermanos, aceptis
la fraternidad de este joven?
Les
pregunt Sedoc despus de una pausa.
Que jure
sobre las leyes de Israel, dijo Matas.
S, que jure, repitieron Dimas y Judas.
Sea, murmur el asenio; y levantndose se encamin
uno de los estremos de la cueva, de donde volvi al momento
con
el
volumen de
la
Ley en
la
mano.
408
EL MRTIR
Este volumen no era un libro: eran dos cilindros de
madera.
Sedoc sentse segunda vez entre sus compaeros, y Matas
baj la lmpara de modo que la llama baara con sus rayos
la frente del anciano.
Entonces
el asenio,
cojiendo los cilindros por los peque-
os manubrios de su parte posterior, los levant sobre su
cabeza y comenz hacer girar sus ruedas de modo que el
pergamino papiro donde estaban escritaslas leyes de Moiss
fuera saliendo de un cilindro, y despus de rodar por su
frente, iban esconderse en el otro cilindro.
Esta operacin se hizo con la pausa suficiente para que
Matas leyera
y pausada.
Estas son
los versculos
dijo
hebreos de la ley con voz grave
Sedoc, las principales leyes de los he-
breos que redujo diez captulos
que
un
el
Seor Dios nuestro
escritas estn en las Tablas de el profeta Moiss.
captulo para cada dedo de la
mano: no
memoria y escrbelos en
Matas comenz leer las sbias
dalos tu
Hay
los olvides, ro-
las tablas de tu pecho.
leyes esparcidas por
el
sbio legislador del Sina en el Exodo y el Levitico.
Antpatro, sin alzar los
<>jos
del suelo,
murmuraba con
imperativo fervor un amen cada terminacin de versculo.
Sedoc, impasible hacia girar
mas, inmviles como
si
el
cilindro;
y Judas y Di-
fueran dos esttuas de piedra, solo
agitaban sus lbios para decir un
as sea
tan luego
como
el
eco de la ltima letra del amen de Antpatro se perdia en
las
el
concavidades de la cueva.
Esta ceremonia duraba poco mas de una hora, y por fin
cilindro dej de girar sobre la frente de Sedoc; la lectura
de la ley de Moiss se habia terminado, y Antpatro, colocando una mano sobre el volumen que le presentaba el an-
ciano y otra sobre su corazn, jur no faltar mientras viviera aquellos diez captulos dictados por Jehov.
Entonces
los cuatro israelitas se levantaron y,
col-
DEL GLGOTA.
cando sus manos sobre
maron
la
cabeza del joven prncipe
excla-
Ya eres nuestro hermano...
como
409
desde este dia
como
Apedreado
tu carne es nuestra carne,
tuya; y tu sangre nos ser tan preciada
la nuestra es
la
que circula por nuestras venas.
como los blasfemos, devorado por los
vea mi cuerpo como los reprobos sin luz queden
perros se
sea
mis ojos, sin armona mis oidos y sin palabras mi lengua, ^
que he visto he oido y he
falto esas leyes de mi Dios
si
ensalzado; volvi
Amen!...
Y
Y
murmurar
Antpatro.
Volvieron decir los cuatro compaeros.
despus de esto hubo una pausa,
fc
durante esta pausa los cinco conspiradores rezaron en
voz baja para que Dios hiciera santo aquel lazo fraternal
que en pro de
libertad
la
y de
la
patria acababan de
estrechar.
Ahora,
con
lo
dijo el asenio,
que cuenta para
Antpatro
Yo
le dijo
cada cual revele sus hermanos
dia del alzamiento; y dirijindose
habla t primero , que eres el mas joven.
el
cuento con mi bolsa bastante repleta de monedas
y mi calidad de prncipe creo reunir algunos parciales en las orillas del Jordn que arriesguen
de oro
con
svTvida
Yo,
este dinero
mi voz por la libertad del pueblo hebreo.
dijo Dimas, estar donde me designis con mis
terribles
compaeros
samaritanos,
dispuesto morir
vuestra voz.
Por mi
parte ofrezco, dijo su vez Matas, los cuarenta
mi inspiracin. Gente
joven y atrevida, harn lo que yo les mande en el momento
del peligro su Dios y su libertad les llevar al combate con
discpulos que reciben en Jerusalen
la
espada en la diestra
la sonrisa
en
los labios
la f
en
el
corazn.
Yo
tambin replic Judas
discpulos,
ofrezco
como Matas mis
y respondo con mi cabeza de su valor y pa-
triotismo.
TOMO
I.
52
EL MARTIR
410
Yo
por mi parte exaltar los nimos del pueblo jeroso-
exclam Sdoc; y cuando otra cosa no pueda este
pobre anciano, derramar hasta la ltima gota de su sanlimitano
gre por su Dios y por su patria. Ahora solo falta sealar
hora y el sitio en que se debe dar el grito de
el dia, la
libertad.
eres
como
corresponde pues
s
el
mas anciano
dirijir el
el
mas prudente:
movimiento,
Permitidme que os diga
dijo
te
Dimas.
hermanos mios
repuso Airt-
patro con melosa entonacin, que la enfermedad de mi padre
pudiera auxiliar nuestros planes, y no debemos desaprovechar esta ocasin.
Dentro de
Jerusalen
cinco dias, dijo Sedoc, debe celebrarse en
la fiesta de las suertes.
Multitud de israelitas acudi-
rn de todas partes para adorar su Dios en los atrios del
santo templo. En estos dias como las ceremonias hebreas
permiten que de todas partes lleguen Jerusalen forasteros,
los soldados romanos y los herodianos duermen tranquilos
ados en nuestra
f.
En
este dia,
pues nuestros parciales,
arma oculta entre los pliegues de sus mantos confundidos con la muchedumbre que llenar las calles, no es
con
el
que sean reconocidos ni que llamen la atencin de
los mercenarios de Herodes: creo que el dia de las suertes
ser propsito para nuestro plan?...
fcil ni
Los cuatro contestaron afirmativamente con un movimiento de cabeza.
Sea
el dia
de las suertes entonces, ya que
place. Elijamos la hora
lin.
la sea
sumo sacerdote
aquel que dice: Y asi
Cuando
versculo
el
para dar
como
el grito
m os
de rebe-
lea en el libro de Ester el
fu colgado
bulo que haba preparado para Mardocheo, y
Aman
en
el
pat-
ces la ira del rey,
entonces los discpulos de Matas y Judas rompern en pedazos el guila de oro que mancilla la casa de Dios y esto
,
ser la seal del combate.
Cuando
el
guila que se posa sobre
el
prtico del
tem-
DEL GLGOTA.
411
po caiga, mis soldados desnudarn sus aceros por la patria;
exclam Dimas lleno de entusiasmo.
Lo mismo ofrezco yo, dijo Antpatro.
Nosotros respondemos al frente de nuestros
derribar ese padrn de ignominia que roba
el
discpulos
sueo los
justos descendientes de Jacob.
Ahora que
el
len de Jud
afile
como en
sus garras
y que el estandarte glorioso de los Macabeos
tremole agitado por el aura de la libertad sobre el abatido
otros tiempos
pueblo de Israel.
Los cinco conspiradores abandonaron la cueva despus
de empear su segundo juramento.
Era de
dia.
Los cinco compaeros comenzaron bajar no
sin
mucho
trabajo por la falda de aquel escabroso y sombro monte.
Llegaron
al
fondo del barranco y se detuvieron.
All debian separarse.
-Que
Dios sea con vosotros, se dijeron unos los otros.
Que
la celebracin de las suertes sea tan propicia los
judos de ahora,
como
lo fu
para
los judos del
tiempo de
Ester, exclam Sedoc.
Despus Dimas, ligero como un gamo, tom por una
vereda, desapareciendo al poco rato.
encaminaba Samaria.
Antpatro montado en su fogoso corcel
El bandido
se
tom
el
camino
de Jeric y los tres doctores de la ley se dirijieron con tran;
quilo paso la ciudad de Jerusalen.
EL MRTIR DEL GOLGOTA.
CAPITULO
413
III.
El tomplo de Sion
En
tanto que el Eterno conceda
judos para elevar
Israel se sirvieron
una morada
fija
los
un templo estable, las doce tribus de
de uno porttil durante sus largos aos
de errante peregrinacin.
El pueblo
israelita
no reconoca entonces mas rey que
Dios. Moiss era la providencia que les dirijia, trasmitiri-
doles las rdenes de Jehov.
Por
eso alzaban en
medio de su campamento
el
Santo
Tabernculo, como la tienda de un rey.
Por
eso, en torno de aquel templo improvisado con lien-
zos, pieles
y ligeras tablas,
se
colocaban los reales de los le-
EL MRTIR
4U
vitas, y sus cuatro estrenaos plantaban sus banderas, para
proteger la casa de Dios
las valientes tribus de
Jud Ru,
bn, Efrain y Dam.
Las ocho tribus restantes dorman tranquilas bajo sus
tiendas, viendo flotar los estandartes sobre sus cabezas.
Aquellos lienzos que agitaba
el aire del desierto
llevaban
esculpidas las insignias de las tribus. Jud ostentaba
Rubn un hombre, como
len, smbolo de la fiereza.
un
los animales. Efrain
buey,,
imgen de
la fuerza.
un
rey de
Dam
un
guila con una serpiente enroscada sus pies, imgen de la
astucia y la sabidura.
Cuando
los levitas
el
sbio legislador
deshacan
el
mandaba levantar
los reales,
templo con una rapidez prodigiosa,
pues cada uno tenia su cargo un lienzo una tabla de las
que se formaban sus paredes.
Lleg por
fin el
venturoso reinado de David.
El joven monarca conoce que su pueblo necesita una
ciudad fuerte que
guila se
como
fija
se fija
le
defienda de sus enemigos. Su mirada de
sobre las montaas de Sion, de Acra, de Moria,
poco antes armado de su honda en la colosal
figura de Goliat el gigante
filisteo.
Las escarpardas rocas del valle de Josafat le atraen:
arenga sus tribus, y ofrece el grado de general de su ejrcito al
primero que escale aquellas fortalezas que detienen
su marcha.
Las trompetas de plata enardecen
sobrino del rey, escala
el
los guerreros; Joab,
muro en medio
de una nube de
y la espada de Israel degella la poblacin jebusea.
David queda dueo de Jerusalen su reinado crece como
flechas,
si
la
mano
invisible de Dios
sus eternos dones
el
derramara sobre sus vasallos
rey piensa en elevar
un templo
Jehov.
Todo est dispuesto: planos, materiales: pero David
muere, y su hijo Salomn tiene la gloria de poner por obra
el
pensamiento de su padre.
DEL GLGOTA
El monte Moria
siete
del sol
es elegido
aos despus
415
para cunai de la casa de Dios,
templo de Sion brilla
el
como una scua de
los
rayos
oro.
Cinco siglos ruedan en torno de sus soberbios muros, que
caen convertidos en escombros ante
los formidables soldados
de Nabucodonosor.
Los babilonios se apoderan de las riquezas del templo y
arrojando una cadena al cuello del desgraciado rey Joaquin,
,
ciegan sus ojos y lo trasladan cautivo con su numeroso pue-
blo%raelita la orgullosa ciudad de los strapas en donde
el dios
Belo es adorado.
Jeremas llora en sus sentidos y poticos cantos la esclavitud de su raza; pero al fin Zorobabel lgrala libertad
de su pueblo, y torna
al
frente
ele
instalarse en la
ciudad santa.
Un
mismo
segundo templo
sitio
adorar
que
el
se eleva
en
el
monte Moria en
Dios invisible ante sus sagrados altares
al
el
primero. Los israelitas acuden presurosos
;
pero
el
tiempo, con su poderoso aliento, desmorona sus altivos prticos, sus soberbios
muros.
han descargado sus tempestades, sus lluvias y
sus huracanes sobre el gigante de piedra que sirve de morada
al Dios de Sion, y Herodes el Grande se cie sobre sus sienes
Seis siglos
la
corona tributaria de Jerusalen, y vuelve reedificarlo
como vamos
tal
bosquejarlo nuestros lectores sirvindonos
de la descripcin que Josefo
el
historiador judo nos
ha
dejado. (1)
templo cien codos de ancho y ciento veinte de
altura que andando el tiempo qued reducida cien
Tenia
alto,
>
el
codos por
el
desplome de
*Era de maravillar
(1)
la
Josefo, escritor judo del
los cimientos.
dureza y blancura de las piedras
tiempo de Vespasiano, esturo en
el
cerco de
Jerusalen y presenci la ruina del templo; nosotros tomamos esta descripcin por creerla mas autntica siendo de un testigo ocular, siguiendo el
ejemplo de Mr. de Ponjoulat en su Historia de Jerusalen.
EL MARTIR
416
no menos que sus dimensiones, pues tenian
del edificio,
veinticinco codos de largo, ocho de alto y doce de ancho.
Las artes habian desplegado todas sus riquezas en la ar-
quitectura de aquel
un rey y
monumento que
mas hermoso que
el
se vio
parecia
palacio de
el
nunca debajo
del sol.
Ricos tapices recamados de flores de prpura decoraban
los prticos;
en las cornisas de las columnas pendian cepas
de oro con sus pmpanos y racimos. Tenia
cuatro al Norte, cuatro
puertas:
te,
el
al
el
templo diez
Medioda, dos
al
Orien-
lado que miraba Occidente estaba tapiado; todas
de dos hojas, que tenian cada una treinta codos de alto y
quince de ancho; estaban los quicios chapeados de oro y
plata;
una
sola lo estaba de cobre de Corinto
cobre superaba en valor todos los metales;
del
monumento, cuajado de
oro,
relucia
pero aquel
el frontispicio
como una ascua
los rayos del sol naciente.
E1 interior del templo, dividido en dos partes, asombrala puerta del
ba por su rico ornato: sobre
sagrado se veia una via de oro del tamao de un hombre
con racimos del mismo metal; un tapiz babilnico de cin-
cuenta codos de alto y diez y seis de ancho cubria laspuertas, por donde se pasaba un segundo recinto; el azul, la
mezclados en aquel tapiz,
prpura, la escarlata y
representaban los cuatro elementos:
prpura,
el
mar, de donde
lin, la tierra
arte
Pasado
po, se'
que
le
azul,
sale; la escarlata,
el
menos
Rodeaban
el
el
el
fuego;
el crculo
Santo de
templo
los
la
el
de la
profundidad del tem-
Santos. (1)
sostenidas por
Un collado
al
recias paredes,
Este del
monumento
El Santo de los Santos; que se llamaba tambin Orculo, era una es-
pecie de locutorio, des.de donde, segn los judos, hablaba Dios al
tfice
el
doce signos.
los
segundo recinto, y en
hallaba
el aire; la
produce. Ayudado de la ciencia,
anchas y altas galeras.
(1)
el
habia .representado en aquel gran velo
esfera celeste,
<
el lino,
primer recinto
que
le
consultaba.
sumo pon-
DEL GLGOTA.
se habia
religioso
417
convertido en terrado
de cuatro fa-
chadas, cuyas enormes piedras estaban unidas entre
plomo
dilatado valle precipio
occidental
bas
una
con
que cruzaba un profundo y
enlazaba el templo con el barrio
triple galera,
,
de la ciudad; ciento sesenta y
dos colum-
de orden corintio, de veinte y siete pis de circun-
cada una
ferencia
sostenian en tres hileras aquella triple
galera.
Esta ltima obra, que no hacemos mas que indicar
incompletamente, porque aun conociendo
los sitios
muy
nos es
imposible desentraar la oscuridad de la descripcin que hace
de ella
el
una construccin pro-
historiador judo, debia ser
digiosa.
Al Norte
del templo,
dlos Asmoneos, re-
la torre
por Herodes y semejante su palacio, tom
nombre de Antonia, en memoria del bienhechor del
edificada
el
Una bveda subterrnea conduca
rey (1).
Antonia
de la casa de Dios: en esta
era donde se custodiaba la vestidura solemne
fortaleza
del
la puerta oriental
de la torre
sumo sacerdote bajo
los dos sellos del pontfice
el
tesorero.
El dia de la dedicacin del templo
taurador,
orificio.
del
Herodes
su 'res-
ofrecia por su parte trescientos bueyes en sa-
Una
guila colocada sobre la puerta principal
santuario turbaba
litas,
la
forzados devorar
piadosa alegra de los israe-
como un
ultraje
aquel signo
profano.
Con
el
mayor gusto ofreceramos
la iconografa del
tem-
plo de Jcrusalen para que nuestros lectores pudieran for-
marse una idea mas aproximada de
inmortal que recibi en su seno
ndole de nuestro libro
(1)
Marco Antonio
TOMO
[.
el
lo
al
grandioso del templo
Hijo de Dios; pero la
no nos permite detenernos en
triunviro.
53
los
EL MRTIR
418
pequeos detalles descriptivos, por
tentndonos con
el ligero
lo
que desistimos, con-
bosquejo que hemos hecho.
Fltanos ahora penetrar en
el
santuario de la ciudad
santa, para descubrir alguna de sus notables ceremonias
religiosas; pero esto lo
haremos en
procurando no interrumpir
mientos.
la
el
captulo siguiente,
narracin de los aconteci-
DEL GLCOTA.
CAPITULO
La
El
guardaba en
IY.
de las Suertes.
sobre la ciudad santa los puros rayos de
sol estendia
su frente en una
fiesta
419
maana
del
mes de Adar (1), mes que
un recuerdo de dolor y otro
los anales de Israel
de placer.
Mes en
el
que
y ocho se ayuna por la muerte
catorce y quince se celebraba la
los dias siete
de su maestro Moiss
y el
llamada Purim de las Suertes, en memoria de haber
alcanzado la bella Ester del rey Asuero que revocase la sen,
fiesta
t)
Seg-uri el calendario de los judos,
de febrero y marzo, y es
el
corresponde este mes una parte
ltimo de su ao eclesistico y
el
cuarto
ciril.
EL MRTIR
420
tencia de muerte que contra los judos de todas partes haba
firmado por consejo de su favorito
Aman.
El favorito habia echado suertes para ver
el
dia en que
habia de comenzar la terrible matanza; pero afortunada-
mente para
pueblo hebreo
el
la
hermosa reina logra
sal-
varle del cuchillo homicida y perder al iniciador de tan terrible
pensamiento.
Los rayos
de oro sobre la
mero de
Un
como hemos dicho caian como hebras
ciudad el dia catorce del mes de Adar pri-
del sol
que duraba
los dos
la fiesta de las Suertes.
gento inmenso circulaba por las calles. Las casas
eran insuficientes para albergar la multitud de forasteros
que habian acudido
oir de
boca del sumo sacerdote los
hermosos versculos del libro de Ester, su salvadora, que
deban leerse en
el
santo templo.
Apiadas masas de hombres, mujeres y nios
se
enca-
minaban hcia la ciudad inferior ansiosos de encontrar un
puesto cmodo en los grandes atrios de las naciones, porque
,
en estos das de solemnidad religiosa no todos
mitido penetrar en
el atrio
les era
per-
de los israelitas.
El prtico oriental de Salomn pareca vista de pjaro un inmenso hormiguero que se tragaba aquella apiada
cadena de gente que por
los atrios,
mada
la
puerta Shusan se introduca en
para detenerse delante de la segunda puerta lla-
Corintia,, delante de la cual se alzaban las dos terri-
columnas cuyas latinas y griegas inscripciones prohiban
bajo pena de muerte penetrar en el templo los gentiles
bles
inmundos.
Andando un popo mas
contrada con
la
los sacerdotes:'
la
muchedumbre
puerta superior
y detras de
pero en aquel recinto
le
se
hubiera en-
sta el atrio de
estaba vedado pene-
trar al pueblo.
La alegra era general y brillaba en todos los rostros.
La gente fu colocndose lo mejor que pudo y revistindose de esa paciencia bulliciosa'del pueblo en las festividades
DEL GLGTA.
que nada
esperando la aparicin del sumo
cuestan,
le
421
sacerdote.
Mientras tanto
no estaba ociosa
la
muchedumbre pues
,
hombres inscribian con trozos de carbn yeso sobre los
bancos y sobre piedras que llevaban de propio intento un
los
nombre: este nombre era el de Aman; y las mujeres y los
nios comenzaron agitar sobre sus cabezas pequeas mazas
de madera y martillos de hierro.
Lleg por
ceremonia
Era
sumo
el
hora en que debia dar comienzo la
fin la
sacerdote.
un anciano de respetable y noble semblante, de
ste
y majestuosa figura.
Vestia una tnica talar de color de jacinto guarnecida
alta
en su estremo inferior de sesenta y dos campanillas de oro
y otros tantos granados que producian un sonido vibrante y
armonioso
Un
menor movimiento
al
pao
del
del sacerdote.
grandor de medio codo bordado de torzal
blanco cubria su pecho, en cuyo centro brillaban de un
modo
deslumbrante doce piedras preciosas en las cuales estaban
grabados
los
doce nombres de los doce hijos de Jacob.
Este rico pectoral se hallaba sujeto la cintura por dos
cintas que
marcaban
nes de oro
el talle,
los seis
mayores, y en
Terminaba
bonete en
los
hombros por dos roseto-
en donde tambin se veian incrustados los
bres de los hijos de Jacob, del
cha
el
el
modo
nom-
siguiente: en eldeladere-
de la izquierda los seis menores.
imponente una especie de tiara
veia encima de la frente una lmina de
este traje
cual se
oro llena de inscripciones hebreas, sujeta por una cinta de
color azulado.
En
los pies
nada llevaba, iba descalzo.
El sacerdote 'bendijo
al
pueblo, y abriendo un libro vo-
luminoso que llevaba en
la
mano
La multitud guard un
se .dispuso leer en voz alta.
silencio tan profundo
estranjero hubiera pasado en aquel
momento por
dores del templo, le hubiera creido deshabitado.
que
si
un
los alrede-
EL MRTIR
42
El sacerdote, con voz grave y pausada, habl de esta
manera
Oid,
su pueblo:
oid, oid el libro de Esther, hija de Abigail, sobri-
na de Mardocheo de
la tribu de
Benjamn, mujer de Asuero,
rey de Persia.
del
Aqu hizo una pausa y ley los dos primeros captulos
libro, enmedio de un silencio religioso.
Mientras
la potica interesante
narracin del libro de
Ester solo se reducia la desobediencia de la reina Yasthi,
esposa de Asuero, al decreto para que las mujeres obedecie-
ran sus maridos, y la descripcin de la hermosa juda
que arrebat de amor el corazn del monarca persa, nadie
se
movi de su
cuando
cero,
no dobla
la
el favorito
decreto
al llegar al final
Aman
del captulo ter-
indignado de que Mardocheo
cabeza como un esclavo concibe
sejar su seor
el
pero
sitio:
que estermine
la raza juda,
el
plan de acon-
cuando despus de echar suertes
el
el
rey sella
rencoroso
favorito sobre el da de la matanza, queda consignado el dia
trece del
mes duodcimo llamado Adar, y
que fueron enviados
se
el
sacerdote ley con
15 que dice: Los correos
las lgrimas en los ojos el versculo
apresuraron cumplir la orden del rey...
y luego se fij en Shusan, corte de Asuero, el edicto, tiempo
que el rey y Aman celebraban un convite, y todos los judos que
habia en la ciudad staban llorando; entonces el sacerdote sus-
pendi la lectura, y todo el pueblo prorumpi en un lamento desconsolador que dur algunos minutos.
Las mujeres
saban
naza
se
rasgaban
los cabellos, los
los martillos
los vestidos > los
el
se
me-
muchachos agitaban en son de ame-
las
mazas.
Desde entonces, cada vez que de
cerdote salia
hombres
nombre de Aman,
los labios del lector sa-
los asistentes
furiosos golpes con sus martillos sobre el
descargaban
mismo nombre que
poco antes haban inscrito con carbn y yeso, exclamando
todos con la toda fuerza de sus pulmones.
Borrado sea tuiiombre:
el
nombre
del
malvado
sea destruido.
DEL GLGOTA.
El dolor de
cuando ley
que
dice:
el
los judios
sacerdote
el
colgado
asi fu
323
cambi en ostentadora alegra
versculo 10 del captulo VII en
Aman
en
el patbulo
que habla pre-
parado para Mardocheo, y ces la ira del rey.
Tocaba su trmino la lectura del libro de Ester, cuando un acontecimiento inesperado vino turbar la solemnidad
religiosa de la fiesta de las suertes.
Abajo
los
de los impos! Exclamaron varias
dolos
voces que figuraban salir de la parte alta de los prticos del
templo.
El
len de Jud quiere ser libre; respondieron otras
voces que salieron de la multitud que llenaba
el atrio
de las
naciones.
En
momento, el guila de oro que Herodes habia
colocado como una baja adulacin Roma sobre la entrada
este
oriental del templo
cay rodando en pedazos los golpes de
algunos jvenes hebreos, que armados de martillos se habian
encaramado sobre el alto prtico.
Un clamor universal sigui este rasgo de audacia.
Este grito tenia varias entonaciones: las unas de gozo,
las otras de
asombro
Las mujeres,
del
las
mas de espanto.
ios nios y los
miedo encerrarse en sus
ancianos huyeron en alas
casas.
bandidos de Dimas y los
Matas, y Jdas se agruparon en los
atrios y las espadas ocultas brillaron los rayos del sol.
Por otra parte la curiosidad habia formado sus grupos de
Los soldados de Antpatro
los
discpulos de Sedoc,
espectadores que esperaban con impaciencia
el
resultado de
aquel motin, indecisos aun en tomar parte.
La
noticia,
como acontece siempre en semejantes
casos
corri con rapidez por todos los mbitos de la ciudad.
Por
fin se
detuvo en
el
palacio de Herodes
y fu po-
sarse en los oidos de su hijo Arquelao y su general
La trompeta dlas legiones reuni
V erutidio.
los soldados del Tber.
Verutidio y Arquelao desnudaron sus espadas y, montan-
EL MRTIR
424
do caballo
menzaba
les
se
encaminaron
alzar su cabeza
al sitio
en donde
el
motin co-
con la sana intencin de hacer-
pagar caro su atrevimiento.
Apenas
Herodes aparecieron delante del
los soldados de
templo, los sediciosos se agruparon al rededor de sus
jefes.
Los gritos habian cesado pero el peligro comenzaba.
Los valientes israelitas abarcaron con una mirada aquella
;
legin cubierta de acero que se acercaba hcia ellos.
Comprendieron
que
peligro
el
los soldados legionarios del
idumeo
amenazaba
les
les
pues
quintuplicaban las
fuerzas.
Sus enemigos podian presentar sus anchos escudos de
cuero ante la punta de sus puales
mientras que ellos solo
presentaban sus pechos cubiertos con la simple tnica, muro
humano en donde iban
hundirse para salir ensangrentadas
hasta la empuadura las cortadoras espadas de los romanos.
Dimas comprendi que aquel batalln de aguerridos
dados que avanzaba hcia
amenazador podia enfriar
La
las
man
con su aspecto marcial y
valor de sus compaeros.
ellos
el
sangre enardece los combatientes
armas,
los gritos de los
valor, y
el
que luchan en
Dimas conocia todo
sus parciales retrocedieran ante
pual con
la
mano
sol-
el
el
el
estruendo de
combate reani-
y temeroso de que
peligro, sacando su largo
esto,
izquierda, arroj con toda su fuerza la
jabalina, la cual fu clavarse en
que caminaba delante de
el
pecho de un centurin
los soldados del Capitolio.
El centurin lanz un grito y cay, baado en sangre,
de su caballo.
Aquel grito fu
Los
la seal del
israelitas detuvieron la
manos por ambas
;
combate.
primera embestida de
los ro-
partes se hacian esfuerzos de valor: Israel
defendia la casa de su Dios;
Roma
luchaba por vencer
los
profanadores de su guila triunfadora.
La sangre
crria con abundancia por los atrios.
Aquella lucha era
el
ltimo esfuerzo de un pueblo que
DEL GLGTA.
la ltima tentativa del esclavo des-
combate por su libertad;
para arrancarse
fallecido
desptico
425
la
pesada cadena que
le sujeta al
yugo de su tirano opresor.
La lucha, pues,
era desesperada, rabiosa, sin cuartel.
El herido no tenia que esperar la clemencia de su vencedor, porque era intil.
Por
fin, los israelitas
mrica de
fueron cediendo ante la fuerza nu-
romanos
los
Algunos combatientes, viendo la superioridad de sus
enemigos, comenzaron buscar su salvacin en la fuga.
Antpatro fu uno de los primeros que abandonaron ver-
gonzosamente
el
campo de
batalla.
Aquel principe afeminado y sedicioso perdia por su
falta de valor una corona y arriesgaba su vida, que el miedo
le hizo mirar en aquellos instantes con mas cario del que
debiera.
Una hora
de lucha encarnizada les bast los soldados
de Herodes para probar los sediciosos israelitas que su
plan habia fracasado.
Mas
de cien hombres se revolcaban por
dos con la sangre que
Cuando
el peligro
el
que
salvacin
hombre
le
manaba
se
suelo
mancha-
persuade que es impotente contra
amenaza,
individual
el
de sus heridas.
el
valor se apaga y la idea de la
toma grandes
proporciones
en
el
nimo.
se
una mirada para comprender que todo
habia perdido, y sacando un cuerno de caza que colgaba
Dimas
?e bast
de su cinturon
lo aplic
sus labios.
Aquel sonido reuni en torno suyo como por encanto
todos los soldados de su compaa que quedaban con vida.
Todo se ha perdido, les dijo con rabioso acento. A Sa*
maria, Samaria!... Sgame
el
que pueda; y derribando
con su terrible pual cuanto hallaba ante su paso, sali del
templo seguido de sus compaeros y abandon la ciudad.
Poco despus todo habia terminado.
TOMO
I.
54
EL MRTIR
42G
Los habitantes de Jerusalen
se
asomaban con miedo sus
ventanas para ver, pasar una legin de herodianos que con-
ducan entre dos
filas
de lanzas Sedoc, Judas y Matas,
y cuarenta de sus valientes
discpulos.
Estos mrtires de la libertad caminaban cargados de cadenas, con
el traje
manchados con
en desorden,
el
rostro descompuesto
la sangre de sus vencedores.
Arquelao y Verutidio marchaban la cabeza de la columna: iban Jeric presentar al terrible Herodes los prisioneros de guerra.
Aquellos infelices demostraban en sus miradas que todo
habia acabado para
ellos
en la tierra.
Dios era su nica esperanza; pero esa esperanza es la l-
tima del creyente; por eso cae como un blsamo santo sobre
el
corazn de
los desgraciados.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
427
V.
La clemencia de Herodes.
Al dia siguiente, cuando
el
rey enfermo supo que los re-
voltosos de J^rusalen se hallaban cargados de cadenas en
el
hipdromo de Jeric esperando sus rdenes, hizo que le vistieran y le trasladaran en una litera donde estaban los
prisioneros.
Herodes, cruel por naturaleza, sanguinario por placer;
quiso gozarse en
habian tenido
ele
los
el
el
dolor de aquel puado de israelitas que
atrevimiento de insultar
el
guila vencedora
romanos.
Sedoc
Matas y Judas alentaban el desfallecido espritu
de sus discpulos que, jvenes y llenos de vida, comenzaban
,
EL MRTIR
42*
palidecer ante la muerte que se cerna sobre sus cabezas.
La llegada de Herodes caus una impresin desagradable en los prisioneros.
El squito real
se
detuvo pocos pasos del grupo de los
rebeldes hebreos, y Cingo descorri las rojas cortinillas de
seda de Tiro que cerraban la litera, para que su seor aso-
mara
la cabeza.
Son
esos? Pregunt el rey su esclavo de
un modo
despreciativo.
Esos; respondi
No veo mi hijo.
el
Se
negro con laconismo.
escap.
Ah! Se escap... Sabes que
da?... Veo con dolor que te vuelves
mas importantes.
Guando,
la
esa palabra
algo torpe en los asuntos
pieza se pierde, el
mientras no ha perdido
me incomo-
podenco no desconfia
el rastro.
De modo que t tienes rastro?
Es, mas, seor: confio tropezar con
el
el
jabal antes de
mucho.
Cuando?
Esta noche.
Pues es tanta
si
al
tu fortuna, encirralo bien y avsame
momento.
As lo har.
Pero no
olvides que los viejos tenemos algQ de nios, y*
nos enojamos cuando no nos cumplen lo que nos ofrecen.
Cingo salud, y Herodes diriji su mirada hcia 1
grupo de los prisioneros, cerrando un poco sus prpados
como
llas
si
quisiera replegar el foco de sus pupilas sobre aque-
cabezas que comenzaban doblarse ante
abatidas y
medrosas.,
Ingratos!
Exclam despus de una pausa con una entonacin sentida y bondadosa como las que suelen emplear
los padres
para reprender alguna inconveniencia del hijo
DEL GLGTA.
420
que mas quieren. Ingratos! li ah el pago que recibo, en
cambio de los beneficios que derramo manos llenas sobre
ellos.
Yo
he reedificado su santo templo, yo abro mis gra-
neros cuando
sacrifico
con
hambre
el
la e del
ble de sus mayores,
cerca amenazadora y cruel
les
creyente ante
el altar del
yo
Dios invisi-
yo he agotado mis tesoros para pensio-
nar sus poetas, levantar teatros, circos y ciudades engrandeciendo con la ayuda del arte la tierra de Israel; y ellos,
hijos desnaturalizados, se rebelan contra su padre
con una ingratitud inconcebible... Mi
para sembrar
estendida
siempre
el
mano
enfermo
bienhechora,
esperaba una
bien,
lgrima de agradecimiento y un beso de cario... y como
vboras crueles vienen clavar su venenoso aguijn, em-
ponzoando
los
ltimos
momentos de mi
vida... Dios lo
quiere!... Dios lo quiere!...
Herodes lanz un suspiro y aun
se cree
que asomaron
dos lgrimas sus ojos.
Los prisioneros
ante aquella dulce y paternal reconvencion de su seor, se sintieron tan commovidos que agru,
pndose en derredor de la litera se arrojaron
rey pidiendo
Sedoc
el
los pies del
perdn de sus culpas.
que no habia inclinado su orgullosa frente ante
Herodes, admirado de la extraa clemencia de aquel tirano,
le diriji la
Yo
soy Sedoc, hijo de
las gracias
pies
palabra de esta manera:
Manahem
el
adivino, y te dob-
en nombre de estos jvenes que se postran ts
admirados de tu real clemencia.
Ah!
Exclam el idumeo fijando su penetrante mirada
en aquel anciano. Por ventura posees t el mismo don que
tu padre? Eres como l de esos inspirados que vaticinan
lo futuro
y leen en
el
misterioso libro del porvenir?
As lo cree el pueblo, respondi el asenio.
Pues acrcate
acrcate y lee en el libro
mi.
Sedoc di algunos pasos y volvi detenerse.
Su mirada de guila abarc con tenacidad el cadavrico
EL MRTIR
430
una lijera pausa como
descifrando algn enigma, y luego estendiendo
rostro de Herodes, hizo
si
la
estuviera
mano
dijo
con voz proftica:
La
pgina de tu vida se presenta
del porvenir;
signo que
me
muy
oscura en
el libro
sus letras estn borradas, pero observo
dice que antes que la luna
un
nueva aparezca con
todo su esplendor sobre las tranquilas aguas de Tiberiades,
lanzars
el
ltimo soplo de tu vida.
Herodes guard
silencio. Dirase
que
la profeca de
Sedoc
habia anudado su lengua.
Tuvo miedo de aquel anciano que precursor de la muerte
una fosa.
El padre le habia profetizado una corona: el hijo una
se alzaba ante l para ensearle
tumba.
El idumeo arroj un puado de monedas de plata sobre
aquellos infelices que temblaban sus pies y di la rden
,
de que
le
condujeran su palacio.
Al salir del circo,
el
rey agit su pauelo en seal deperdon.
Los conspiradores lanzaron un grito de gozo: pero aqueclemencia de Herodes era un cruel sarcasmo, una burla
lla
sangrienta,
'
El infame idumeo
de hundirles en
hacerles
les
enseaba
el cielo
el infierno; les ofrecia
mas amargo
el
por
el solo
placer
una esperanza para
desengao.
Porque en los sangrientos clculos del verdugo de Mariamme jams habia entrado el perdonar los rebeldes israelitas
que atentaban contra
la tranquilidad de sus reinos
derribando la ensea triunfadora de sus aliados.
Por eso, olvidando sus padecimientos, preocupado en
una idea* de sangre tan frecuente en l, lleg su palacio y
llam su guarda-sellos dicindole:
Oye, Ptolomeo,
qu pena te parece que deba impo-
nrseles esos rebeldes?
La clemencia es
pondi
>
la
el viejo servidor.
mayor
virtud de los reyes, le res-
DEL GLGOTA.
lo
pero con
el
he oido
decir.!., la
431
clemencia es una gran cosa;
carcter de los hebreos la clemencia es
un incon-
veniente.
Salomn ha dicho que la benevolencia es como
el roco;
volvi repetir Ptolomeo.
Herodes
le diriji
una mirada
terrible,
que hizo temblar
al guarda-sellos.
Salomn, dijo con una entonacin fria y cruel Herodes.
era un sabio... muy sabio... y pensaba como suelen pensar
esa familia de locos pacficos que divagan por las calles... y
que el vulgo denomina con la palabra sabios; pero yo no
tengo talento: mas que un hombre de
letras,
soy un
hombre
de armas: y mi deber es castigar la rebelin que levanta la
cabeza para turbar la paz de mis subditos.
T eres
el
seor nuestro: tu voluntad es ley:
manda
sers obedecido.
Ptolomeo
dijo estas palabras
con todo
el
miedo que podra
un cortesano que ve en riesgo su privanza y su vida.
Cuntos son los sediciosos? Pregunt Herodes despus
de una pausa.
decirlas
Cerca
Pues
de ochenta.
mira,
elijes
cuarenta, los que
te
incomoden,
hipdromo; y en cuanto
de la espedicion, lo mas prudente es quemarlos
y hazles morir asaeteados en
los tres jefes
mas
el
vivos y esparcir despus las cenizas.
La mala
semilla con-
viene esterminarla de raiz.
Ptolomeo
se disponia
abandonar
temeroso que tan terrible sentencia
Herodes
le
Ah!
Me
olvidaba.
mis esclavos que
la
me
alcanzara, cuando
los
dems puedes
dejarles libres
clemencia de Herodes. Vete, y
diles
sirvan la cena.
cmara
y media hora
rey cenaba tranquilamente con su hijo Arquelao,
El guarda-sellos
el
le
cuarto de su rey,
detuvo diciendo:
para que pregonen
despus
el
sali de la
su nieto Achiab y su general Verutidio.
real,
EL MARTIR
432
Las rdenes de Herodes fueron cumplidas
al da siguiente.
Los primeros albores del crepsculo oriental cayeron
sobre
de Jeric, baando las altas columnas del real
el circo
edificio
levantado con
populacho con
maban
al
el
oro de Herodes para entretener al
que tanto entusias-
los feroces espectculos
pueblo del Tber.
El inocente canto de
gemidos de
las aves se
mezcl con los dolorosos
cuarenta discpulos, que por espacio de dos
los
horas sirvieron de blanco los tiradores herodianos.
Sedoc, Matas y Judas fueron quemados en presencia de
sus compaeros.
El feroz idumeo habia lavado con un mar de sangre
insulto que los israelitas habian inferido
Poco despus, cuando
Jeric lleg saberse en
Roma.
asesinato de Berito, Beln y
el
el
el
Capitolio
cuando
el
clemente
Csar Augusto supo que Herodes, despus de asesinar sus
hijos,
degollaba los primognitos de la ciudad de
vencedor de Cleopatra,
vid, el ilustre
el
Da-
prudente empera-
dor de los romanos, exclam con indignacin estas palabras
que
la historia
que mancha
Ese
Vale
mas
de la
las
pginas del tempestuoso reinado de Herodes:
miserable con corona, es un infame sin corazn.
ser cerdo que hijo de Herodes.
Dejemos
hijos
ha consignado como un padrn de infamia
al
rey cenando en su cmara rodeado de sus
y su general, y sigamos Cingo que camina favor,
oscuridad de la noche por una de las calles desier-
tas y angostas de Jeric.
El esclavo va solo y envuelto con un manto gris que se
arrolla manera de alquicel por su enorme y spera cabeza.
Como
a unos cincuenta pasos, y siguiendo el mismo camino que Cingo se destacan cuatro bultos entre las sombras
,
de la calle.
Todos marchan
se deslizan por las
sin
meter ruido, como
mrgenes
las culebras
que
del rio sorprender los nidos
de las zarcetas.
DEL GLGOTA.
433
El esclavo se detiene delante de una puerta de mezquina
apariencia y tienta con su diestra las tablas
como
si
buscara
la cerradura.
Entonces, con un instrumento que no puede distinguirse
por la oscuridad, comienza forcejear, pero sin que
leve ruido interrumpa la
calma silenciosa de
el
mas
la noche.
La puerta
cede y queda abierta ante el etope.
Las cuatro sombras se renen con el negro, y
dice en voz baja:
ste les
Entremos.
las manos de los misteriosos commomento desaparecen todos en el
Los puales brillan n
paeros de Cingo
al
estrecho y oscuro callejn que comunica con el interior de
la casa.
como
una idea le hubiera asaltado,
y aplicando sus labios al oido de uno de sus compaeros,
murmur una frase que solo pudo or aquel quien iba
Cingo
se detiene
si
dirijida.
Entonces
este se
detuvo
volvi desandar lo andado
y
rebujndose con su manto, fu sentarse en cuclillas sobre
el
tosco peldao de la puerta.
Los otros cuatro siguieron adelante, caminando por
oscuro corredor con las manos estendidas
como
si
temiesen
tropezar con las paredes que les rodeaban.
A donde
iban?...
Vamos
el
verlo.
55
ANTPATRO Y ENOE.
LIBRO STIMO.
LA AGON A
Hierve mi carne en gusanos: llagas asquerosas cubren todo mi cuerpo
mi
piel
seca se v toda encogida y arrugada.
Si concibo alguna esperanza de hallar
algn descanso cuando por la noche
me
recojo reposar consolndome con ge-
midos y buscando alivio mis males con
lgrimas y con suspiros, entonces lleno
de sobresalto me veo acometido de es-
panto con
hurtan mi
las
imgenes y sueos que
calma. {Libro de Job, ver-
sin parafrstica.)
EL MRTIR DEL GLGOTA.
437
CAPITULO PRIMERO.
La
doble cadena.
Retrocedamos algunas horas.
Tomemos el quebrado hilo de nuestra
momento en que el prncipe Antpatro
,
causa, abandon
el
narracin desde
el
viendo perdida su
templo, buscando en la fuga la salva-
cin de su vida amenazada tan de cerca por la vencedora
espada de los romanos.
Un hombre,
sordo al cercano estruendo de los
batientes insensible al grito de dolor del
llaba sentado junto al poyo de
apariencia, en
Bezeta.
una de
las
moribundo
comse
ha-
una puerta de miserable
callejas
del barrio
nuevo de
EL MRTIR
43S
Aquel hombre oprimia con su diestra las riendas de un
fogoso corcel que piafaba impaciente su lado.
El bronceado color de sus mejillas, el ancho alquicel de
abigarrados colores con que encubra su cuerpo, y la recelosa y estpida mirada de sus pequeos y hundidos ojos, decan claramente que aquel
degradados que arroj
hombre era uno de
esos seres
Arabia de su seno y que arrastran
pesada cadena de la esclavitud sin sentirlo
toda su vida la
la
ni darse cuenta del afrentoso
yugo que como una maldi-
cin del cielo pesa sobre ellos de padres hijos, siglos y
siglos.
El joven prncipe, cubierto de sangre y sudor, entr
precipitadamente en la calle indicada y acercndose al hombre del caballo
mano, y
arranc bruscamente
le
como un
ligero
del inquieto animal
unas monedas de plata en
Esclavo
con esos
en
siclos
lince salt sobre el robusto
diciendo al
ya eres
de la
las bridas
el
lomo
mismo tiempo que arrojaba
suelo:
gozo y mi desdicha
hundiendo
el acicate
y
libre, celebra tu
que siembro tus
pies
los ijares del corcel parti galope tendido.
El esclavo arrojse de bruces en
recojer las
monedas con
suelo y
el
comenz
avaricia.
Aquello era una fortuna para
jams sus ojos habian
visto tanto dinero junto, y aquel dinero era suyo. Tanta
emocin le trastornaba, as es que no repar en dos ginetes
que penetraron en
la calle
l:
y que pasaron por cima de
Eh! grit uno de los ginetes desviando su
l.
caballo para
no atropellarle.
El rabe levant la cabeza. Su primer pensamiento
ver dos hombres su lado
das en la
mano
que llevaban
las espadas
al
desnu-
fu creer que eran dos ladrones que venian
robarle, y apret los puos ocultndolos bajo de su alquicel para que no vieran su tesoro.
Eh!
Buen hombre,
es aquel ginete
que
volvi gritar
desempiedra la calle?
el
mismo: quin
DEL GLGOTA.
Lo ignoro, pero debe ser por
respondi
Es
el
lo
439
menos
hijo de
un
rey,
rabe.
mi hermano,
dijo.
uno de
ginetes,
los
dirijindose
al otro.
Lo mismo
creo, respondi aquel quien iban dirijidas
las anteriores palabras.
Entonces, Cingo, ya sabes tu deber.
Nunca lo olvido, prncipe mi.
Que Mercurio le preste tu corcel
As lo
sus alas.
espero.
Entonces Arquelao hizo volver su corcel en direccin
al
templo, y Cingo, el exclavo favorito de Herodes, parti
como una exhalacin en seguimiento de.Antpatro.
El rabe se qued solo en mitad de la calle mirando con
espantados ojos en torno suyo
como
si
quisiera esplicarse
todo lo que haba acontecido en su derredor en tan poco
tiempo.
Luego, como
si
aquella pregunta que su curiosidad diri-
jia en silencio su entendimiento
le
pareciera
muy
difcil
de
responder, lanz un prolongado bostezo, y estirando los
brazos por cima de su cabeza todo lo que puede un perezoso,
un banco de piedra horizontalmente, y
como el hombre que se dispone dormir des-
se dej caer sobre
cerr los ojos
pus de un dia de penoso trabajo.
Mientras tanto,
Antpatro lleg la puerta de Da-
masco, y atropellando los curiosos que la sombra de
sus cuadradas y robustas torres comentaban el acontet
cimiento del dia, sali al campo haciendo retemblar con
el
precitado galope de su caballo los chatos arcos y las huecas
troneras.
Poco despus, Cingo
el
negro
salia
en seguimiento del
hijo de su rey.
Belceb
os guie
exclam un hebreo arrimndose
muro por no ser derribado.
Estn locos, murmur
otro.
al
EL MRTIR
440
Di mas bien que
huyen de
la
chamusquina,
dijo su
vez un mozalvete.
Los has conocido?
Toma,
y
quin no conoce en la ciudad
al
afeminado hijo
sombro esclavo de Herodes?
al
La conversacin
en voz baja, y los
ginetes se perdieron entre las revueltas pedregosas que cer-
caban
la puerta de
Una hora
se hizo general, pero
Damasco.
de carrera desesperada merced de sus caba-
llevaban los dos ginetes, sin que por eso hubiera podido
llos
uno evadir
ni el
la terrible persecucin de
ni el otro acortar la distancia
tanto
que
le
que era objeto,
separaba del que con
empeo persegua.
Cingo conoci que
la
marcha de
igual que nada adelantara
los caballos era
pues solo en
el
caso de que su
enemigo diera un tropiezo podra lograr alcanzarle.
Entonces recurri un medio muy usado entre los
del desierto,
se reduca ste
tan
hijos
aligerar su corcel de carga
y tenderse el ginete sobre el cuello del animal, para
que su cuerpo al cortar el aire en la carrera no entorpeciera
la marcha.
Cingo, resuelto llevar cabo su estrategia, agarrse
intil
con fuerza
las crines del caballo
y riesgo de caer logr
quitarle la silla y la manta y dems arreos, dejando al poco
rato al cansado animal en pelo.
Entonces se ech sobre
ch como
si
el
cuello del caballo, y ste relin-
quisiera decirle su
amo: ahora
si
que
lo
alcanzar.
Pronto conoci Antpatro que su perseguidor ganaba
terreno, y creyendo imposible el salvarse y no teniendo
bastante valor para revolverse contra l, se le ocurri la
idea de dejarse caer del caballo y ocultarse en
uno de
los
espesos matorrales que por todas partes le rodeaban.
Firme en su resolucin, reconoci
el
terreno con una
mirada, y viendo' que un recodo que formaba
el
barranco
DEL GLGOTA.
que segua era
mas
el
441
propsito para que su
fuera descubierta, fu deslizndose hcia
maniobra no
cuarto trasero
el
quedando derecho en el suelo.
Esta maniobra fu ejecutada con tanta rapidez que Cingo
no pudo verlo causa de lo quebrado del terreno.
Antipatro tuvo buen cuidado de pinchar el trasero del
del animal, y se dej caer
caballo con la daga que llevaba en la
dejarse caer,
de
modo que
el
mano
tiempo de
corcel, libre del peso de su
dueo, y herido por el acero redobl su volador escape.
El prncipe fu ocultarse en la maleza, y poco despus
vio, oculto entre las ramas, pasar como una sombra fants,
negra y sombra figura de Cingo tendida sobre su
tica la
caballo.
Pas un cuarto de hora, y
perdieron lo
las pisadas de los caballos se
lejos.
Cingo, siempre tendido sobre
raba impaciente
el
el
cuello de su corcel
espe-
instante en que los caballos se juntaran
para apoderarse de su enemigo.
Antipatro comenz respirar cuando
el
eco de las pisa-
das se perdieron lo lejos.
Mas
tranquilo sobre
el
ame-
peligro que de tan cerca le
comenz ocuparse del presente.
Negro y borrascoso era el que le cercaba y mas terrible
aun el porvenir que su acalorada mente distingua en
nazaba
lontananza.
En
noche de su infortunio solo
la terrible
estrella
que desde
el cielo
se apareca
tempestuoso de su desgracia
unn
le
en-
viaba los suaves y tranquilos rayos de su luz pura y hermosa.
Aquella estrella era Enoa, su esclava favorita.
Paloma
antes que
del Nilo trasladada las
el
dulce arrullo del
amor y
Cuando cansada
la
al
l.
Jordn
su
prncipe hebreo por la
la esclavitud.
mente, desfallecido
el espritu,
Antipatro que su ser languideca devorado por
TOMO
del
amor hubiera conmovido
corazn, la bella egipcia se unia
doble cadena del
mrgenes
el
senta
hasto,
56
EL MARTIR
442
volaba
al
lado de
sumiendo
Entonces
le
Enoe en busca de una vida que iban con-
las discordias de su familia.
el
amor de Enoe era
el
misterioso amuleto que
reanimaba.
Porque
el
amor
es el roco celeste
que cae sobre
el
cora-
zn de los que padecen. La sonrisa de los ngeles que viene
ahuyentar
la
los fatigosos
ensueos de la vida.
Fecundo en belleza como el Eterno, rico en tesoros como
tierra, hermoso como la luz nacarada de la maana, l es
man santo que siglos y siglos llueve sobre los
dos, como una recompensa que la invisible mano
el
derrama sobre sus dolores.
Amar y ser amado... comprender
el
desgraciadel
Eterno
balbuciente lenguaje
de los besos, descifrar las espresivas frases sin ruido de las
miradas, sentir los dulces efectos de un suspiro embalsamado
con
el
aroma
del corazn
que nos
lo
envia, tener
un seno
amigo en donde reclinar nuestra frente cargada con los
negros pensamientos que agrupa el infortunio tener en fin
un nido de amor en donde pueda olvidarse la perfidia de los'
hombres, el ruido del mundo, dnde mayor ventura, para
,
qu mas felicidad sobre
la tierra
mientras llega la hora de la
eterna recompensa?
Por
eso Antpatro, qu al ocultarse entre la maleza del
barranco
se
crey
el
hombre mas desgraciado
del universo,
comenz tranquilizar su tempestoso espritu, porque el
recuerdo^e Enoe descendi sobre su frente como un blsamo consolador, como una armona celeste.
Pens en su amor, y se crey menos desgraciado.
Un
mente, y se dijo para s:
corramos su lado su casa ser mi
pensamiento asaltle
Enoe me amaba
la
puerto de salvacin, sus lgrimas
el
benfico consuelo que
ambicionan mis dolores; sus dulces y enamorados cantos,
tornarn mi espritu la paz que tanto necesita. Porque el
amor es el remedio universal de las penas del alma.
Formada esta resolucin, sali de su escondite; y como
DEL GLGTA.
ningn ruid
se
443
perciba al rededor sujo, despus de orien-
ocupaba y el camino que debia seguir
para llegar Jeric, se puso en marcha, sirvindole de guia
que poca distancia de aquel sitio se arel perezoso Jordn
tarse sobre el sitio que
rastraba sobre su lecho de arena.
Algunas horas despus, ya de noche,
.llam la puerta de su esclava, y sta
como supo que era su amante.
Enoe era, como hemos dicho en
diez y ocho aos, tan hermosa,
como puede
vida
serlo
el
le
prncipe fujitivo
abri tan pronto
una nia de
otra parte,
tan triguera, tan llena de
una doncella nacida en
las riberas
del rio santo.
Amaba
que
se
su seor
enamoran
del
como acontece
que
las
las esclavas egipcias,
compra,
con un res-
es decir,
peto que tiene muchos. puntos de contacto con la adoracin.
Solo un sentimiento agitaba
aquella pobre nia:
el
el
dulce y tierno corazn de
amor. Solo un nombre sabia balbucear
su encantadora boca: Antpatro.
Solia acordarse de su patria; pero
tenia
el
una mirada de su dueo
poder de hacrselo olvidar todo.
En cuanto
sus padres, apenas los habia conocido.
Antpatro entr en casa de Enoe, y sta, cojindole de la
mano despus de besarla, le condujo su camarn favorito
que ya conocen nuestros
Solo
all
lectores.
pudo reparar
la
hermosa egipcia
el
deplorable
estado de su amante.
Roto, ensangrentado, el cabello en desorden, la. faz conmovida y plida, los ojos hundidos y vidriosos "aquel hermoso joven habia envejecido diez aos en un solo dia.
Enoe di un grito al verle de aquel modo, y se arroj en
,
sus brazos.
Antpatro pag aquel recibimiento afectuoso con un beso
y una sonrisa, y antes de que su esclava
le dirijiera la
pa-
labra la dijo:
Querida
Enoe, tengo un hambre horrible: hace mas de
EL MRTIR
444
y contra mi costumbre me he
visto precisado correr pi una distancia considerable.
Oh! Mis delicados pies me han dado una prueba de su for-
veinte horas que no
como
taleza; pero con esa prueba se
Y
dn
han hecho
pedazos..... mira.
Antipatro, que se halpia dejado caer sobre un almohaseal sus pies Enoe.
Esta se arrodill y los bes respetuosamente.
La dijo el prncipe levantndola con cario, deja
Eh!
ahora
los pies
Enoe
y ocpate de mi estmago querida mia.
enjugndose las lgrimas.
,
sali de la pieza
La pobre nia no habia desplegado
sus labios.
Su amor
no habia encontrado palabras bastante espresivos para demostrarse con toda la belleza de su sentimiento, y recurri
muda elocuencia de las lgrimas y las miradas, patri-
la
monio
esclusivo de las almas sensibles,
de los corazones
amantes.
Antipatro vi salir su esclava, y la acompa con una
mirada dulce y cariosa.
Pobre nia, se dijo, solo los dioses lares podran revelarte tu porvenir cuando los esclavos de mi padre arrojen
mi cuello la cadena opresora que
Un
me
preparan!
suspiro sigui estas palabras.
Luego, separando con su pequea mano los desordenados cabellos que caian por su frente se tumb en el lecho y
apoyando los codos en el almohadn dej caer la cabeza
,
entre las
manos quedndose en aquella
momentos.
actitud por algunos
DEL GlUOTa.
CAPITULO
Donde se prueba que no
es
difcil
445
II.
dormirse en los brazos de un ngel y
un demonio.
despertar en los de
Enoe
volvi entrar en
el
camarn, conduciendo una
bandeja con viandas y dos botellas de vino.
Antipatro no levant la cabeza un infierno rebulla en
:
su cerebro, un
mundo
de ideas le preocupaba; y cuando
el
hombre se halla en uno de esos perodos crticos de la vida,
nada siente, nada ve, mas que lo que le preocupa y aturde
en aquellos instantes.
La
tmida doncella no se atrevia interrumpir
el silen-
cio, la inmovilidad de su seor.
En vano
se afanaba por descubrir el 'origen de aquel
profundo dolor.
EL MRTIR
446
Mujer, y enamorada, participaba de los dolores de su
amante sin comprenderlos sufria con l pero temerosa de
,
enojarle, sufra en silencio.
Entonces cruz una idea por su mente. Sus hmedos y
hermosos ojos se fijan en una paquea y ligera arpa que
cuelga de un clavo.
Sus manos se apoderan de aquel instrumento
una dulce meloda que
y pronto
llega al corazn del joven prncipe le
hace volver la cabeza.
- Ah!
Ests ah, Enoe?
Espero tus rdenes,
Canta
seor.
me hace
pues, hermosa mia: tu dulce voz
bien.
Soy tan desgraciado!
El amo
indique su sierva la cancin que
le place.
no eres mi sierva, eres mi dulce amiga; puedes can-
tar lo que te plazca
cipe
mas
muy
solo debo advertirte
que soy un prn-
desgraciado quien persigue la muerte
muy
de
cerca.
Enoe
se estremeci.
Antpatro comenz comer distradamente, y Enoe despus de buscar una cancin anloga las circunstancias, se
atrevi decir:
Seor, en
la historia de tu pueblo se halla
mado Ezequas que prximo
la f
que
Isaas le
le
inspiraba
el
anunci quince aos mas de vida, cuando
Acaz retrocedi
lla-
Dios de sus mayores. El profeta
esperaba vivir un instante.
lar de
la muerte
un rey
salv su vida por
seis
la voz del profeta
grados y
el sol
l solo
el reloj
so-
subi de nuevo al
horizonte por la parte de Oriente. Quieres que preludie
canto de gracia que elev su Dios
Oigamos
el
el
el
rey Ezequas?
canto del rey.
Enoe comenz un acompaamiento que
tenia
una dul-
zura, una vaguedad indefinible, y poco despus su voz argentina comenz cantar la potica prosa de Isaas, de esta
manera:
DEL GLGOTA
la
pulcro
mitad de mis das
me
privado
Ya no
447
entrar por las puertas del se-
veo del resto de mis aos.
ver yo al Seor mi Dios en la tierra de los que
viven.
>
No
mas hombre alguno
ver yo
ni los que
morarn
en dulce paz.
me
y se va plegar mi vida como la
tienda de un pastor: mientras la estaba aun urdiendo, en-
tonces El
Se
quita
me
el vivir,
ha cortado; de la maana la noche acabars conmigo oh Dios mi.
Esperaba vivir hasta el amanecer: el Seor como un
len fuerte habia quebrantado todos mis huesos; pero por
maana
la
la
mi
>
las
decia: antes de anochecer acabars, oh Seor,
vida.
Estaba yo como un
gemia como
palomas; debilitronse mis ojos de mirar siempre lo
Mi
alto del cielo.
pollito de golondrinas;
situacin, Seor, es
muy
violenta;
toma
tu cargo mi defensa.
Mas, qu
que digo? Cmo
es lo
cuando El mismo
me tomar l
que ha hecho
bajo
su patrocinio
Reposar, oh Dios mi, delante de T con amargura de mi
alma todos
los aos de.
Oh Seor!
mi
se
y en tales apuros
se halla la
ha cambiado en paz mi amargusima
oh Seor
cion
y T
mi alma; has arrojado
pecados.
en
el
fosa
sepulcro, ni
aflic-
has librado de la perdicin
tras
de tus espaldas todos misv
^
Porque no han de cantar tus glorias todos
estn
vida.
Si esto es vivir
esto?...
vida de mi alma, castgame, te ruego, y castigado, vivifcame.
Ved cmo
es el
han de entonar
los
que estn
tus alabanzas los que
en poder de la muerte; ni aquellos que bajan la
esperaban ver
el
cumplimiento de tus verdicas pro-
mesas.
Los vivos, Seor,
los vivos
son los que te han de tribu-
EL MARTIR
443
como hago yo en
alabanzas,
tar
ciar
este dia;
padre anun-
el
sus hijos tu felicidad en las promesas.
Oh, Seor! Slvame, y cantaremos nuestros salmos en
> el
templo del Seor todos los dias de nuestra vida.
Ces
chara
el
el
canto: Antpatro, preocupado
aun como
dulce eco de la voz de Enoe, quedse unos
(1)
si
escu-
momen-
tos sin desplegar los labios.
Las palabras del rey moribundo habian llegado hasta
fondo de su corazn, y ste lata de un
Por
modo
deslizndose del lecho y cojiendo
fin,
estrao para
el
l.
un abanico de
plumas, comenz hacerse aire y pasearse distraido por
la sala.
Enoe le miraba sin hablar.
De pronto los ojos del seor
se
encontraron con los de la
esclava, y entonces el seor fu sentarse los pis de la
hermosa egipcia, que
present su seno para que reclinara
le
su cabeza.
Antpatro acept
el
ofrecimiento enviando una sonrisa
Enoe, y luego
Has hecho bien en recordarme
le dijo:
quas. Desde este
momento
la plegaria del rey
te ofrezco
Eze-
ocuparme algo mas de
Dios y un poco menos de los hombres.
Prncipe mi: de Jehov emana todo lo bueno y consolador; de los hombres todo lo aciago y pesaroso. Dios es la
fuente del bien que vivifica,
sa en
El y sers
feliz,
el
foco de luz que ilumina; pien-
male y tendrs dicha sobre
el
polvo
de la tierra.
Veo, querida Enoe, que tu alma
rostro.
Oh, bendito sea
el
es
tan bella como tu
instante que mis ojos te vieron
por la vez primera. Bendito
el
dia en que
formamos
este pe-
paloma del Nilo, me haces
olvidar con tus dulces arrullos de amor, las terribles tempestades que agitan mi vida.
queo nido en donde
(1)
Isaas.,
Cap. 38.
t, blanca
DEL GLGOTA.
La
felicidad es la hija predilecta del
avecillas son felices porque
ramas de
flotantes
matinal hacia
Como
el
amor. Las tiernas
aman: forman
los rboles, desde
Dios que fecundiza
el
sus tiendas en las
donde elevan su canto
grano que
las sustenta.
nada ambicionan, sus sueos son tranquilos, sus cantos
alegres; cuando la noche avanza, mientras la
madre da
calor con su cuerpo los frgiles huevecillos, el padre ena-
morado corre posar
sus delicadas plantas sobre el indus-
trioso nido, y despus de acariciar con su picp la suave
pluma con que natura ha engalanado la cabeza de su amada
compaera,
se
quedan dormidos mirndose mutuamente
con amor.
Un
una gota de roco, algunas semillas esparcidas sobre la tierra del paraiso que han elegido para
amarse, es todo lo que ambicionan para el dia venidero: y
Dios, eterno velador de lo creado, nunca deja sin realizar
rayo de
sol,
las esperanzas de las aves,
solo
porque todo
en l confian. Por qu, pues,
las aves
el
lo
esperan de El, y
hombre no imita
para ser dichoso?
Porque
el
hombre, Enoe, pertenece una raza maldita
y ambiciosa que mira el amor como un pasatiempo ameno
de la vida, y la ambicin como el gran todo de sus aspiraciones. Porque el hombre lucha y se devora para engrandecerse con el despojo de sus vctimas, y su hambriento orgullo
nunca queda harto aunque rena montes de oro, y la vanidad nunca se contenta aunque vea encorvarse su cuerpo bajo
el
peso de las dignidades. Pero yo te juro
Enoe mia, rege-
nerarme.
Tus palabras han levantado un eco dulcsimo en mi corazn. Esas preciosas lgrimas que se desprenden de tus ne-
gros ojos borrarn con sus hmedos rocos la
memoria de
Tu amor,
lo
y solo tu amor ser desde hoy en adelante
mi mayor fortuna mi constante pensamiento. Qu vale una
corona de oro, cuando quema las sienes que oprime, comparada con la que tus hermosas manos pueden tejerme de
que
fu.
TOMO
5?
EL MRTIR
450
rosas, embalsamadas con el perfume de tus besos y el aroma
de tus suspiros!.... Oh, conozco que he sido un insensato!..
Gocen en buen hora mis hermanos de la herencia maldita de
mi feroz padre. Elvense sobre el sangriento trono de Jerusalen los de mi raza. Qu me importa? Mi patria ser desde
hoy la que t elijas, mi fortuna tu amor, mi palacio una tienda en donde nos cobijemos los dos, mi ambicin tu felicidad, mi tesoro tu corazn, tus besos y tus hermosos cantos.
Antpatro, Antpatro!
murmurla
esclava acariciando
amante con sus pequeas manos; tu
felicidad comienza si tu corazn siente lo que acaba de espresar tu lengua. Porque el amor es el paraiso anticipado
la rubia cabellera de su
de los mortales.
El prncipe hebreo
sell
con un beso
las palabras de su
amada.
Enoe
llena de felicidad con el risueo porvenir que le
amor, apoderse del abanico de plumas de Antpatro, y comenz hacerle aire como si quisiera ahuyentar
de la mente de su amado el resto de sombros pensamienbrindaba
tos
que
le
el
agitaban.
Maana
cuerpo con
continu
el
el
prncipe
cuando fortalecido mi
descanso, llegue la noche, que es la protectora
de los desgraciados, reuniremos nuestra pequea fortuna y
partiremos Egipto. Como los rabes del Yemen, alzaremos
nuestra tienda en las orillas
frtiles del rio santo.
T, mi
hermosa Enoe te engalanars como las desposadas de Israel,
para que yo te contemple eternamente con amor y beba mi
felicidad en tus miradas. El color de jacinto, que tanto me
,
ousta, ser
el
de tu calzado. Por tu esbelta cintura colocar
con mis manos el suave ceidor de lino, y un manto finsimo de blanca lana cubrir tus delicadas formas. Yo adornar con joyeles tu nevada frente, y tus orejas con ricos
Tus delicadas manos amasarn tortas de
flor de harina comp las princesas de David; yo tus pies te
adorar como la reina de la hermosura, y del amor. Porzarcillos de coral.
DEL ULGOTA.
51
amo, Enoe, pero de un modo desconocido para m
hasta este momento. Porque t eres una necesidad de mi
vida, un segundo ser de mi cuerpo, la mitad de esta misteriosa alma mia que se agita en mi ser.
que
te
La
voz de Antpatro iba apocndose poco poco.
Algunas
frases entrecortadas siguieron las palabras de
amor', y luego un beso un nombre y
ron de los labios del prncipe.
,
un suspiro
se escapa-
Despus s qued dormido en brazos de su esclava. Aquella
naturaleza delicada no pudo resistir
mas tiempo, y pag
su tributo al sueo.
Enoe sigui abanicando la hermosa cabeza de su amante.
El amor de la contemplacin brill con todo su fuego en
las
negras pupilas de la egipcia.
La hermosa
estranjera no se atreva moverse por no
despertar su dueo.
As trascurri una hora.
Antpatro, embriagado de amor; habia hecho promesas
que estaba
muy
lejos
de cumplir, porque era ambicioso.
Enoe nada le Rabia preguntado; conoca su amante y esperaba con la resignacin de la mujer enamorada que el
tiempo y sus caricias
empresas.
le
hicieran desistir de sus temerarias
El prncipe se habia dormido en sus brazos, y
iba revelarle con su ruda franqueza lo que
el
el
sueo
amor no
se
habia atrevido comunicarle despierto.
to
Hijo de reyes, balbuceaba en sueos Antpatro, tu pueses un trono... la vida es nada cuando se arriesga por una
corona... ruede mi crneo insepulto
si
los anillos de
oro de la
diadema de mi padre no enrojecen con su contacto la piel de
mi frente. Un trono... un pueblo arrodillado mis pis,
y
cien legiones que doblen su cabeza y desnuden sus espadas
mi
voz... eso ambiciono... Pero la desgracia me acaricia con
sus descarnadas manos, y la fortuna me vuelve la espalda
enojada... Maldito
maldito sea el matador de mi ma-
EL MRTIR
452
podrida sangre circula por mis venas y me quema
corazn... pero ah! la muerte sonre sobre su cabeza...
dre... su
el
est plido
como un
cadver... tiende sus largos y amarillencorona y los retira con horror porque
ha encontrado otras manos que acariciaban sus hojas de lautos brazos sobre la
son las manos de su hijo, de mi hermano Archelao...
rel...
pero yo tengo aun oculto entre los pliegues de mi tnica
un pual cuya punta est emvenenada con la ponzoa que
me ha vendido un rabe... y ese pual se sepultar en la
garganta de mi hermano, y su corona ser mia... yo ser
rey... s, rey... rey... Oh! Qu hermoso ser ser rey!...
Y Antpatro solt una carcajada, y Enoe comenz
llorar en silencio; y dos horas rodaron sobre el tiempo, y
Enoe aun lloraba, y su amante dormido en sus brazos,
preso de una pesadilla horrible, seguia revelndola todos los
secretos ambiciosos de su corazn.
La pobre nia
estaba tan preocupada, tan absorta en
dolor de su amante, que rjara ella nada existia en
el
el
mundo
mas que su amor.
Por eso no se apercibi de que una puerta* se abria espaldas suyas, y un hombre entraba en el camarn andando
de puntillas sobre la mullida alfombra para no meter ruido.
Aquel hombre era un negro de feroz semblante. Una sonrisa de
gozo horrible parti de sus gruesos labios, dejando
ver dos murallas de marfil.
chillo, su siniestra
Su
diestra oprima
un largo cu-
unos cordones de seda.
Detrs del negro apareci otro hombre, y detrs de ste
otro
y detrs otro.
Eran cuatro;
el
negro iba delante, y lleg hasta donde,
estaba la esclava.
Antpatro dorma con su hermosa cabeza reclinada en
seno de su amada, y sta lloraba en silencio y agitaba el
abanico de plumas, refrescando la ardorosa frente de su
el
seor.
De reponte Enoe'exhal un
grito terrible, pero ahogado,.
DEL GLGOTA.
porque una
mano ruda y
453
callosa cay brutalmente sobre su
nacarada boca.
Antpatro abri perezosamente los ojos, y en su semblante se pint con los colores
mas
vivos
el
asombro y
el
terror.
Ah! Hermoso prncipe,
tonacin
por
dijo
Cingo con insultante en-
he logrado ponerme en contacto con tu
fin
hermosa persona.
Miserable! Exclam Antpatro lleno de clera.
No hay que enfadarse amo mi respondi
,
colocando la punta de su pual sobre
tro
y haciendo una sea
el
los
el
negro
corazn de Antpa-
suyos para que
le
ataran con
los cordones.
Cobardes, por qu no me matis de un
volvi decir
-el
solo golpe?
joven forcejeando para desasirse de sus
perseguidores.
Porque esa es incumbencia de mi seor, tu padre.
Antpatro
en pi,
quien sus enemigos habian atado y puesto
una terrible mirada su esclava Enoe, que
diriji
se hallaba llorando su lado
Y cunto te ha
tono despreciativo
Responde.
Yo
aturdida con lo que veia.
valido, esclava miserable, le dijo con
entregar mi persona mis enemigos?
soy inocente, Antpatro, esos hombres han forzado
mi puerta, yo nada
Mientes
sabia.
Mientes
! .
Enoe quiso arrojarse los pis de su amante; pero el
mancebo la rechaz bruscamente diciendo
Maldita sea la mujer que olvida sus juramentos de amor
irritado
y pone precio la libertad de su amante.
Enoe di un grito y cay desplomada los pis de Antpatro.
Este apart la vista con desprecio de aquella mujer que
l creia
culpable, y volvindose Cingo le dijo
Scame
cuanto antes de esta casa.
EL MRTiR
454
Conducidle
Los
tres
donde sabis,
les dijo el
negro
los suyos.
hombres salieron llevndose atado su
pri-
sionero.
En
cuanto
al
negro
y cruzndose de brazos
quedse un momento en
se
puso contemplar
el
el
camarin
desmayado
cuerpo de Enoe.
Es
hermosa como una virgen del templo de Sion, esbelta como una garza del mar de Tiberiades... Pobre nia...
ella ha perdido su protector... Bah... bien puedo serlo yo
desde ahora.
diciendo esto coji en sus brazos
un nio, y
compaeros.
sali
por
el
Enoe como
si
fuera
estrecho corredor detrs de sus
DEL GLGOTi.
CAPITULO
La
Han
el
III.
nio.
trascurrido algunos meses desde los ltimos acon-
tecimientos que
hemos narrado.
La enfermedad
ilustre
itianzajia
455
de Herodes se agrava de dia en dia. El
enfermo apenas cuenta algunos intervalos de calma,
durante los cuales se ocupa en formular su testamento y dar
rdenes escntricas que tienen en alarma su familia y
los pocos cortesanos
Con asombro de
que
le
rodean.
y altos dignatarios de Jeruidumeo, cuyo origen plebeyo le atormenlos rabinos
salen y Jeric, el
ta, ha mandado quemar los libros hebreos en donde se con-
signa la cronologa de los prncipes de Israel.
EL MRTIR
Por este medio,
que mi
dice, la posteridad ignorar
como la de David.
momento que volvemos presentarlo en
como de costumbre; echado en la cama
raza no era tan ilustre
En
halla,
el
escena, se
Ptolorneo, sentado junto una mesa, escribe en unos
grandes trozos de papiro
Leme
el
rdenes que
las
testamento
ltimo,
le dicta su
con
dice
le
seor.
apagado
acento.
Ptolorneo ley lo que sigue con voz grave
Distribuyo mi reino
manera
de Jerusalen
No...
porque
as es
mi voluntad, de la
siguiente: Dejo por sucesor en el reino y corona
no
mi
hijo Antipas.
es eso, grit el
enfermo estendiendo
la
mano.
Seor, se atrevi decir el guarda-sellos, hace
mismo me dictaste lo que acabo de leer.
tres
dias t
No
contrario; pero ahora he cambiado de
te digo lo
parecer.
Ah! Entonces...
Entonces coje la pluma y
escribe de
nuevo
quiero tes-
tar en otra forma.
Obedecerte
As me
hijo
la
mi obligacin.
es
Nombro por sucesor mi mi
mi volundad y deseo que se cia
gusta; escribe.
Archelao
el
cual es
corona despus de mi muerte.
Ptolorneo escribi encogindose de hombros y haciendo
un gesto de disgusto pero muy disimulado temeroso de
,
que
lo descubriera su seor.
A mi hijo Antipas,
de Galilea y de la
continu Herodes
Ptrea.
A Felipe
le
,Je
nombro tetrarca
doy la Traconitide
la
Gaulonita y la Batanea que erijo la dignidad de tetrarquia; d
Salom mi hermana
le
doy
la
Jamnia, Azoto y Fasaclide
cincuenta mil monedas de dinero contante. (1)
(1)
Ludolfo de S a jni a. (Testamento de Herodes.)
con
DEL GLGTA.
457
Ptolomeo, cuando acab de escribir
la ltima frase, dijo
levantando la cabeza:
Contante.
Aqu hubo una pausa, durante la cual el guarda-sellos
la pluma suspendida sobre el papiro,
permaneci inmvil con
esperando que su seor dictara.
Ahora
contina copiando las donaciones que hago
mis amigos y la emperatriz de los romanos, tal como est
en el testamento anterior, pues no quiero variar esa parte.
El secretario escribi y despus de terminado fu presentrselo Herodes.
,
rey con calma su testamento. Luego lo sell y
volvi entregrselo Ptolomeo, el cual arrollndolo
Ley
el
introdujo en un cauto de plata y despus coloc el cauto
en una especie de armario de marfil que habia en la alcoba
del enfermo.
El guarda-sellos
se
qued inmvil
al
terminar
delante
hombre que espera nuevas rdenes.
de su seor, como
Ahora, Ptolomeo, vuelve tomar la pluma y escribe lo
que voy dictarte; es un pensamiento nuevo que sorprenel
der los israelitas.
El guarda-sellos obedeci.
Herodes hizo una pausa.
brill
una sonrisa de
En
su demacrado semblante
salvaje alegra. Sus pequeos
y hundide esta manera:
dos ojos se inyectaron de sangre y dijo
Yo: rey de Jerusalen y de todo el territorio que
prenden
las
Lbano
del
com-
doce tribus de Israel, desde las fronteras del
las desiertas playas de la
mar Occidental
las rocas del
Idumea, desde
las riberas
monte Galaab mando
,
trmino de quince dias, desde aquel en
que se fije y publique este edicto que todos los primognitos
de mis estados que desciendan de familias ilustres y nobles
ordeno: que en
el
acudan
hipdromo de Jeric en donde deseo trasmitirles
mi ltima voluntad para bien del pueblo hebreo y descanso
el
de mi espritu, que desfallece agobiado por los males del
tomo
i.
58
EL MRTIR
458
cuerpo. Los que desobedecieren mi mandato, sern consi-
derados como reos de lesa majestad, y el rigor de la. ley
caer sobre ellos. Cmplase mi edicto. Yo Herodes, rey. de
Jerusalen. Dado en mi palacio de Jeric
mes de Sabat
el
los siete dias del
mi coronacin en
(1) y el ao treinta y seis de
Senado de Roma.
Ya
est, seor, dijo el guarda-sellos.
Ahora encrgate t de la publicacin de ese edicto. Hoy
mismo pueden
mi
estenderse los heraldos por
reino.
Ptolomeo salud y sali de la cmara del rey no sin llevarse en el pecho alguna curiosidad sobre aquella medida
,
estrema que acababa de dictarle su seor; pero
un cortesano y dej
que era un secreto para
sellos era todo
revelarle lo
el
al
tiempo
entonces.
el
guarda-
derecho de
Oh, qu canto tan sublime hubiera escrito mi amigo
Virgilio si existiera! Exclam Herodes cuando se vio solo.
La posteridad podr admirar mi sublime pensamiento en las
graves pginas de la historia. Pero un poema le hubiera inmortalizado mas. Mi muerte no se borrar nunca de la memoria de
guna
y quin sabe,
los israelitas...
fiesta
para celebrar
el
tal vez
inventen al-
aniversario. Qu sorpresa
va
causarles la realizacin de esta idea que ha nacido en
cerebro en uno de esos
momentos de
mi
dolor!... S... s, ellos
mi muerte... ja, ja, ja, la muerte de su rey, de su
querido idumeo, como me llaman, ja, ja ja...
Herodes comenz una risa convulsiva que dej sin terminar un fuerte golpe de tos.
llorarn
Quiso pedir socorro; pero su voz se apag en la garganta,
produciendo un ronquido estrao como la ltima blasfemia
,
de un condenado quien la muerte
le cierra la
boca antes de
terminarla.
Entonces clav sus uas en
L)
judos,.
Ki
mes de Sabat
Sheveth, es
Tiene treinta dias y cae entre
el
la rica
colcha de Egipto de
V civil y el XI eclesistico de
Enero y Febrero nuestro.
el
los
DEL GLGOTA.
como
de un ahorcado, y
un hidrfobo, comenz deslizarse
su cama, y con el rostro crdeno
los ojos chispeantes
como
cama haciendo
'dtfia
Cay, no
el
esfuerzos inauditos.
sin trabajo, sobre la
marcha arrastrndose por
difcil
4o9
el
alfombra y continu su
suelo en direccin la
puerta.
En
este
momento
el
nio Achiab se present en la puerta
de la cmara del rey. Llevaba
el
joven prncipe un canastillo
de palma lleno de manzanas.
Al ver su abuelo en aquel estado lanz un grito, y el
canastillo se desprendi de sus manos, rodando por el suelo
manzanas.
las
Abuelo...
abuelo mi!... Exclam Achiab corriendo
hacia donde estaba Herodes, con los brazos abiertos.
El rey, arrojando sanguinosa espuma por la boca
di su
esten-
descamado brazo en direccin una mesa en donde
algunas redomas de vidrio. El nio comprendiendo
se veian
al
momento
lo
que quera decirle su abuelo, verti parte del
lquido que encerraba
una
botella en
una taza y
,
lo aplic
crdenos labios del enfermo. Este bebi con avaricia. Al
Jos
terminar di un suspiro como
si
hubiera arrancado
el
incon-
veniente que paralizaba su lengua, y al momento gruesas
gotas de sudor comenzaron deslizarse por su frente.
Ah! Exclam
Todos
me
el
enfermo despus de
abandonan... todos
me
me... cre que la ltima hora de
cias,
Achiab, gracias... t
Mientras tanto
el
me
la horrible lucha.
olvidan!... Creia
ahogar-
mi vida habia sonado... gra-
has salvado.
nio, no sin grandes esfuerzos, pudo
colocar al rey en su lecho.
Yo no te
a.bandono nunca, abuelo mi, y una prueba
de ello es que te traia ese canastillo de manzanas, porque s
Son muy ricas... yo me he tomado
la libertad de probar una. Oh! Cuando yo sea rey, recompensar los labradores de los campos de Damasco, que tan
ricas manzanas hacen producir sus rboles, y sobre todo
que
es tu fruta favorita.
EL MRTIK
ICO
son tan coloradas
ruedan por
La verbosidad
viejo
tan finas y tan sabrosas
como
esas que
alfombra.
la
del tierno adolescente tea
encantado
al
monarca.
Ya
s, hijo
mi que me amas,
le dijo
acariciando la se-
dosa cabellera del nio, y mirndole de una manera estraa.
T eres para m como el rayo del sol que calienta el entu-
mecido cuerpo de
los
ancianos en un dia de invierno; tu
sonrisa aplaca los dolores de
ttricos
mi cuerpo; tu voz ahuyntalos
pensamientos que se agrupan en mi mente
porque
yo sufro mucho, hijo mi. Y Herodes coji las manos del
nio con febril agitacin. Tengo sueos horribles, continu,
que se alzan en mi mente como sombras malditas, como
espectros evocados de las tumbas... y sobre todo
bre,
mucha ham-
mucha hambre; pero una hambre devoradora,
que no
ble, cruel,
me
deja ni
un
solo instante,
insacia-
que no
se
aplaca nunca, que no cesa jams.
El nio callaba, porque las palabras de su abuelo le daban
miedo:. y despus le miraba con unos ojos tan espantados,
tan fosfricos, y su voz era tan ronca, tan estraa, que el
pobre adolescente no se atrevia respirar.
Mira,
Achiab, continu
el
yo tengo un tesoro grande,
l:
sepultado en
el
que yo, porque
terrarlo
enfermo atrayndosele hcia
muy
grande; ese tesoro est
fondo de un barranco que nadie conoce mas
los
cuatro esclavos que
les cort la
me ayudaron
en-
cabeza para que no revelaran mi
secreto (1): porque los muertos
no hablan,
hijo mi... tenlo
presente para cuando seas rey... Pues bien, ese tesoro es
tuyo... todo
para
t,
porque con mucho oro
los reyes
conso-
Ya te dir yo dnde lo
me cuides mucho y espes
lidan la corona sobre sus sienes...
hallars... pero es preoiso
Este tesoro de Herodes fu buscado con codicia por sus descendiente
pero no se
creen.
que t
lia
hallado todava, al
menos
la historia
la tradicin as lo
DEL GLGOTA.
tu padre y tus tos
40
%*
y todos los que rae rodean
quieren
envenenarme.
que
,
por-
Herodes mir en torno suyo con recelo. Achiab estaba
plido y temblaba. Sus piernas casi se
porque
el
hedor horrible que despeda
negaban
el
sostenerle,
cuerpo del enfermo
le iba trastornando la cabeza.
Fijse el rey en la agitacin de su nieto, y
una sonrisa
espantosa cruz por sus relucientes labios.
Tienes miedo? Le pregunt; y por qu tienes miedo?
Yo no tengo miedo seor, le respondi nio con
el
apagado acento; pero tus palabras
me hacen
dao.
Ah! Mis palabras te hacen dao... t venias traerme
un canastillo de manzanas criadas en los campos de Da
masco... y esas manzanas... esas manzanas... y Herodes se
detuvo un'momento y mir su nieto como si quisiera leer
en el fondo de su alma; receje las manzanas y trelas... aqu
sobre la cama; quiero verlas, tocarlas... y comerlas, porque
tengo
mucha hambre...
ah...
dame un
cuchillo... anda, trae
manzanas y el cuchillo...
Achiab recoji las manzanas las dej sobre la cama, y
luego, cojiendo un cuchillo de hoja de plata de la mesa
donde se hallaban los medicamentos, fu entregrselo
las
Herodes.
Una,
dos, tres cuatro, cinco y seis... seis manzanas,
Herodes
contndolas y mirando hurtadillas su nieto,
dijo
qu hermosas son, coloradas como la flor del terebinto...
finas
como
la seda de Siria!...
No es verdad que son
muy
bonitas?
Mucho,
abuelito, contest el nio
mas
tranquilo y casi
repuesto de su miedo.
Pues
mira, t vas comerte
tres... lo oyes?... tres;
yo
Pero yo no tengo gana ya de mas, las he traido para
t.
las otras.
Son tan bonitas, que
al verlas
en ese canastillo
cojerlas y llevrselas al abuelito, y
me
me
dije:
voy
lo agradecer.
EL MRTIR
462
Herodes qued un momento como estudiando
bras de su nieto... y luego dijo:
Pues bien, commoslas los dos... yo lo
las pala-
quiero, lo
oyes?...
Entonces obedezco; y el nio coji una manzana y
empez comerla.
Seguro Herodes de que su nieto no trataba de envenenarlo, comenz cortar otra y se la comi con la avaricia
que tenia por costumbre, y luego otra. Al llegar la tercera, sus dientes se cerraron y un fuerte dolor de estmago le
hizo lanzar
un
grito desgarrador.
Los recelos volvieron atormentarle y oblig al nio
que se comiera la manzana que l acababa de morder.
,
Achiab obedeci. Persuadido
dolores que sentia no eran hijos
el
rey de que los fuertes
mas que de su
horrible en-
fermedad, comenz revolcarse por su lecho como un de-
mente en un acceso de furor.
S... s, exclam agitando
el
cuchillo en derredor suyo;
mal que me devora es insufrible me har padecer demasiado y de un modo cruel algunos dias, tal vez algunos
meses; pero luego me matar, porque no hay esperanza
para m. Tengo hambre, y apenas me llevo el alimento la
boca parece que un pual me rasga las entraas. Me devora
la sed, y el agua cae en mi estmago como plomo derretido... La vida es una carga enojosa. La vida es un mal
este
cuando no produce un bien... pues entonces para qu la
quiero!... Ea,, valor y acabemos con ella. Y diciendo esto
hizo el
ademan de
mano en
el
sepultarse el cuchillo que tena en la
pecho.
Achiab lanz un grito y se precipit sobre su abuelo.
Entonces comenz una lucha desesperada. Herodes procuraba desasirse de
pual en
el
los brazos de su nieto
corazn, y
el
para sepultarse
el
generoso adolescente, colgado del
cuello de su abuelo, le imposibilitaba el llevar cabo aquel
suicidio.
DEL GLGOTA.
Socorro, socorro!
Gritaba Achiab. El rey quiere ma-
tarse! Guardias... esclavos...
Calla,
463
imbcil!...
La
padre mi... aqu, aqu!...
me
vida
estorba,
me
cansa,
le
espuma por la boca. Calla, no conoces que yo quiero acabar de una vez con esta agona lenta
repetia el rey arrojando
y dolorosa?
Herodes, aunque debilitado por la enfermedad, era mas
fuerte que\su nieto; as es que habia, pesar de los esfuer-
zos del nio, podido separarle de su pecho, y herirse, aun-
que levemente
cama
y algunas gotas de sangre mancharon
la
real.
Salom, Alejo y Ptolomeo acudieron la cmara de Herodes seguidos por una multitud de esclavos y soldados.
El bondadoso Achiab, rechazado por su abuelo algunos
pasos de la cama, ya no podia impedir
afortunadamente Alejo se arroj sobre
dole el pual de las
manos
el
el
crimen; pero
rey, y arrebatn-
salv su vida por entonces.
Herodes, viendo frustrada su tentativa, ciego de rabia,
lanz un gemido y cay sin sentido sobre su lecho.
Salid vosotros exclam la hermana del rey dirijindose
los esclavos y soldados ; pero haced que vengan inmediata-
mente
los
mdicos, porque
Los esclavos salieron
el
rey creo que ha muerto.
sin volver la espalda.
Entonces Achiab enter sus
tecido,
y todos rodearon la
tios de lo
que habia acon-
cama procurando
auxiliar al
enfermo.
Aquella noche se estendi la noticia por Jeric de que
rey
cansado de sus padecimientos
su vida clavndose
un pual en
el
el
habia puesto trmino
corazn.
Esta nueva vol por todas partes con la rapidez que
acontece.
El prncipe Antpatro
la
noche que
el terrible
que gemia en un calabozo desde
Cingo
le
arranc de los brazos de su
esclava, oy al travs de la espesa puerta de su encierro varias voces
que hablaban con calor.
EL MRTIR
Aplic
oido la cerradura y oy estas palabras prole privaba de libertad:
el
nunciadas detrs del muro que
Algo
importante ocurre en la ciudad cuando se ha re-
forzado la guardia de esta torre con veinte plazas mas.
Ya lo
creo
como que
el
rey Herodes acaba de poner
trmino sus dias.
Cmo?...
Cmo?... Muy sencillamente:
el
clavndose un pual en
corazn.
-Ah!
Yo creo,
amigo Cocles, que ese viejo leproso ha hecho
bien en matarse: cuando el hombre no puede beber ni amar,
la vida es un estorbo.
Tienes razn, Eraciio... yo les pido los dioses inmor-
tales de
el
Roma
el
primer sntoma de vejez
me
envien
ltimo suspiro de mi vida.
Ah,
se
que con
me
olvidaba decirte que
duerma en su puesto
Bueno
el
centinela que esta noche
tiene pena de la vida.
es saberlo.
Las rondas sern mas frecuentes ya lo sabes.
Segn eso, les da un poco de asco prisionero de la
:
el
torre alta.
Chist!...
y obedece.
Cocles.
el
soldado romano cobra su sueldo
Tienes razn, Eraciio,
el
tiempo dir por quien deben
desnudarse nuestras espadas.
En Roma, la muerte de un emperador
fortuna para sus legiones, porque
el
es
siempre una
nuevo rey derrama
manos llenas el oro entre los soldados.
Nosotros podiamos establecer tambin
esa costumbre
en Judea: no son tres los herederos?
Si,
Aqu
pero...
se
interrumpi la conversacin... se oyeron pasos
que se acercaban a
la puerta del
otros pasos que se alejaban.
encierro de Antpatro
DEL GLCOTA.
El principe volvi echarse sobre
le servia
4$5
el
montn de paja que
de lecho, procurando recojer la gruesa cadena para
no hacer ruido.
Poco despus, la pesada puerta gir sobre sus enmohecidos goznes, y un hombre entr en el calabozo, cerrando la
puerta tras
s.
Aquel hombre llevaba un
una cesta de palma.
Era Cingo el negro
ferol
dej
diciendo con voz pausada:
noches, prncipe mi.
TOM
1.
mano y
y acercndose- hcia
lecho del desgraciado prncipe
Buenas
en una
ambas
el
en la otra
miserable
cosas en
el
suelo,
EL MUTJR DEL GLGOTA.
CAPITULO
IV.
E] libro de Job.
ntpatro se incorpor sobre la paja, y como si hubiera
momento, dijo con naturalidad:
despertado en aquel
Ah,
me
eres t, Cingo!...
Me
alegro de verte... esta sole-
Soy un hombre afeminado...
quien desde pequeo han acostumbrado vivir con alguna
comodidad... y en este calabozo no tengo muchas por cierto,
El hombre debe avezarse todo, seor.
S, es verdad... pero. yo no puedo... prefiero una puadad
cansa... Qu quieres!
como la que mi buen padre se ha dado
hoy, dormir en una cama dura y comer alimentos malos.
lada en
el
Ah,
corazn,
con que t sabes!..
EL MARTlr
4^6
Lo he oido travs de la puerta,
que un soldado
se l
contaba otro.
Y
El
haria
si
qu efecto
te
ha hecho
efecto del estmulo...
tuviera
la noticia?
mi padre ha hecho
lo
que yo
un pual.
T te mataras, seor?
Y por qu no? La muerte
es
un instante, y jams
la
me horrorizan. Veo
me vuelven la cara...
he temido... pero los sufrimientos fsicos
con disgusto que
me
los dioses inmortales
Yo no tengo
abandonan...
mal gusto de creer en
el
Dios invisible de los rabinos de la ciudad santa:
Job
me daba un
el
el libro
de
me
lo
sueo horroroso cuando mi madre
nio, para inclinarme la paciencia. Calcula,
leia siendo
pues, querido (Jingo,
el
aburrimiento de este desgraciado
prncipe, que pasa solo entre estas cuatro paredes, veinte y
tres, de las veinte y cuatro horas del dia.
El
rey, mi seor v es justo castigando tus rebeldas.
Por Jpiter, que ni t mismo crees lo que dices!...
;Herodes justo,
el
matador de
la virtuosa
Mariamme,
el
asesino de mis hermanos, el verdugo de Beln, justo! Bah,
Cingo, t
sido tan inofensivo
corderillo
Aunque su hijo Antpatro hubiera
como una alondra, tan manso como un
te chanceas.
su padre se hubiera deshecho de
estaba es-
crito.
T exajeras.
Ser como
dices
pero se
me
ocurre hacerte una
pregunta.
Habla.
Eres ambicioso?...
Quin^no lo es? Respondi
el
esclavo encojindose
fie
hombros.
Ocasin
tienes de enriquecerte
si
te place.
A curiosidad me mueven tus palabras
seor
te
ruego
por la estrella matinal que seas tan claro como la luz que
la precede,
pues no -te comprendo.
Voy ser claro
Los enemigos deben atacarse
contigo.
de frente.
Yo soy
tu enemigo?
Al
menos lo has sido hasta ahora.
Servia mi rev.
No te acuso. Cuando el esclavo cumple con su deber, es
tan honrado como su dueo. Tx\ puedes alzar la frente sin
vergenza.
Volvamos la fortuna.
Pues ganada la tienes si me
sirves en esta ocasin.
Qu debo hacer?
Abrirme
Eso
Mi
duda
al
mi calabozo.
es ser traidor.
padre ha muerto.
-As
pero...
la puerta de
lo
dicen los propagadores de nuevas de la ciudad,
y Cingo
se
qued pensativo como
el
hombre que
tomar una resolucin.
Atpatro crey ver alguna esperanza en la indecisin
del esclavo.
Tu mano
la
muerte
puede trasladarme de
la vida; el favor,
las tinieblas
como comprendes,
ala luz,
es
de'
grande.
Pide sin miedo.
Yo
soy hombre que gusto de meditar las cosas;
te
pido
un dia de tiempo para decidirme.
Un dia es
un
siglo
en estos instantes.
Comprendo
tu impaciencia y rebajo doce horas.
hermano Archelao er entonces rey de Jerusalen, y
tu generosa proteccin me seria intil.
Mi
Bah!
Doce horas
Ese momento
es la
se
pasan en un momento.
muerte de mi esperanza, porque
primer crimen de Archelao
Cingo
No
coji el farol
te
al subir al
trono
el
ser yo.
se dispuso salir del calabozo.
decides, segn parece? Volvi preguntar el
prisionero.
Duerme, prncipe mi, duerme tranquilo, mientras yo me-
470
KL MARTIR
dito tus proposiciones; y
Cingo
se
encamin hacia
la puerta.
Detente, Cingo, exclam el prncipe con desesperacin.
seor: no olvides que las horas pasan con
Tengo prisa,
rapidez y tengo que decidirme.
Comprendo que no quieres enriquecerte ni ser
mi ami-
go, y dejo encomendado los dioses mi porvenir; pero si
en tu pecho un corazn si has comprendido alguna vez
late
amor, esa pasin que forma nuestra vida y nuestra muerte, esa misteriosa esencia que nadie sabe lo que es, pero que
al esparcirse por nuestra alma nos llena de dolor y de
el
placer;
si
has amado
en
Cingo, responde por tu amor
fin,
y por los manes de tu padre: qu es de Enoe, mi esclava?
Cingo vacil un momento antes de responder y luego
,
dijo del
modo mas
Enoe...
natural del
mundo:
quin es Enoe?
T... no la conoces? Exclam Antpatro,
slaba por slaba,
efecto
con pausa, de sus labios
que hacian sus palabras en
Es la primera vez que llega
estudiando
el
el esclavo.
ese
Cingo dio otro paso en direccin
Espera,
dejando caer
nombre mis
oidos;
la puerta.
esclavo, exclam el prncipe con voz imperiosa.
mi garganta, aqu la tienes, no te detengas... hiere y cumple con
tu deber; pero antes de darme la muerte, arranca con una
palabra esta duda que como una culebra se ha enroscado en
mi corazn. Dime si la esclava en cuyos brazos me sorprenSi tu brbaro seor te
diste
manda
clavar tu cuchillo en
ha sido cmplice tuya.
Yo no la conoca ni la conozco;
mis soldados
ron; descubrieron tu madriguera, y yo
te
te espia-
sorprend: esa es
la historia.-
De modo
que Enoe...
Enoe es tan inocente como t.
Ya
lo sabes.
Antpatro di un grito de gozo y se dej caer sobre
montn de poja, exclamando:
Gracias, esclavo, gracias: ahora,
si
el
no aceptas mis con-
ANTPATRO Y CINGO.
DEL GLGOTA.
diciones, dile
mi
feroz
hermano que
474
al
comenzar su reina-
do, debe sacrificar como de costumbre vctimas ante los alta-
que no
res:
Cingo
se olvide
que yo debo ser la primera.
y poco despus de la torre. Ai
farol y encaminse hcia el palacio
sali del calabozo,
llegar la calle apag el
de su seor.
El esclavo
se
detuvo junto la puerta del camarn de
Herodes y aplic el odo.
El rey no estaba solo: oanse
las voces de varias
personas
que conversaban.
El esclavo levant
el
estremo de
cubra la puerta y mir con
rior de la
cmara
un
ancha cortina que
que pasaba en el inte-
la
ojo lo
real.
El idumeo, tendido en su lecho, miraba con espantados
un anciano venerable que leia en un grueso volumen,
sentado la cabecera de su cama.
Salom, su hermana, y Alejo su cuado, de pi junto al
ojos
lecho, tenan sus ojos fijos en el real enfermo. Achiab, sen-
tado los pis del anciano, se entretena en deshilar la gruesa
franja de la colcha de Egipto que cubra la cama.
Rabino, exclam Herodes con debilitado acento: los
mdicos abandonan mi cuerpo, pero recomiendan mi espritu
los sabios.
que
los dioses
Solo
lo eres: recbele,
pues, bajo tu amparo, y
inmortales te premien.
Jehov,
puede protejer
el
Dios invisible de
Abraham
y Jacob,
los hijos de Israel, respondi el anciano.
Los dioses paganos
del Olimpo, los dolos
debarro y vil metal,
fabricados por la mano del hombre, no pueden atraer el bien
el
mal sobre la raza humana.
Eh, buen anciano, lee tu libro
si
es
que con su lectura
puedes tranquilizar mis penas, y deja los dioses y las creencias religiosas
El
de este
un
lado.
viejo rabino abri el libro,
no
sin refunfuar,
y ley
modo con una entonacin afectada y gangosa.
Libro de Job. Captulo primero. Habia en la tierra de
KL MARTIR
472
>
Hus
corazn sano y recto: temia Dios y hua de todo lo que
pudiese tener la menor sombra de mal (2). Tenia siete hijos
(1) un varn que se llamaba Job, y este era de un
y sus bienes consistan en siete mil ovejas,
mil camellos
quinientas yuntas de bueyes
qui-
tres hijas,
tres
nientas...
Ea, acabad, rabino, exclam Herodes, basta con decir
que mi compatriota Job era rico, pero no tanto como yo.
Moiss no
escribi este libro santo, respondi el judo
para que t
sin turbarse,
lo atajases por
donde
te se
an-
tojara.
Moiss escribi ese libro para los
desgraciados: yo res-
peto al gran legislador... pero quiero que comiences por
el
captulo tercero, cuando Job maldice el da de su nacimiento... lo
oyes, rabino?
Yo
soy
el rey,
yo
te lo
mando.
La frente del anciano se cubri de un color encendido;
pero una suplicante mirada de Salom bast para que el
terco judo se encojiera de hombros y comenzara volver
hojas con la misma tranquilidad que si no hubiera mediado la
anterior disputa:
pasados los siete dias, abri Job
su boca y maldijo el dia de su nacimiento.
Y habl de esta manera:
Libro de Job. Captulo tercero. Volvi decir con
misma entonacin.
la
Perezca
se dijo:
el
dia en que yo nac, y la noche en que de
Concebido ha sido un hombre sobre
Convirtase en tinieblas aquel
cuenta con
>
dia!...
la tierra!...
No tenga Dios
desde lo alto, ni de luz sea alumbrado!...
Quede sepultado en
tinieblas
y sombras de muerte;
crquele oscuridad y sea envuelto en amargura...!
(2)
Sea aquella noche ocupada de tenebroso torbellino, y
La Idumea.
Hemos elegido
mas conforme con
la versin parafrstica, del libro de
las condiciones de nuestro Uhvo.
Job
por
creerla
DEL GLGOTA.
se cuente
no
del
mas en
el
nmero de
473
los dias ni de los
meses
ao
Quede como escomulgada y separada de
las otras,
y no
oigan en ella voces ni cantos de alegra.
se
Maldganla todos los
infieles
que reniegan del dia que
nacieron, y todos los que se hallan en estado de endulzar
y lamentar sus desgracias.
La oscuridad de
las estrellas;
esta
que espere
noche ofusque
el
la luz del otro dia
resplandor de
y no llegue
verla, ni nazca la aurora sobre ella.
seno de mi madre?...
Por qu no mor en
;0 por qu no perec en
el
me
me arrimaron
el
punto mismo en que nac?
recibieron en las rodillas?...
Por qu
Por qu
Estara ahora durmiendo en el silencio de
reposaria en
En
al
pecho para que mamase.
muerte:
mi sueo
sepulcro cesa por ltimo
el
'la
el
gran ruido que mo-
donde hallan
reposo aquellos
vieron los impos:
cuyas fuerzas se gastaron con los trabajos y faenas de
all
es
el
vida.
la
descansan sin recibir la menor molestia y sin temer
la voz del que ni siquiera los dejaba respirar, los que esta-
ban destinados arrastrar juntos una cadena y
bajos
pena y suspiros el llegar la comida la boca,
vindome en la dura necesidad de conservar una vida tan
llena de gemidos
All
mas
los tra-
penosos.
Me cuesta
y de lgrimas.
Herodes, torva la faz y preso el cuerpo de un temblor
convulsivo, escuchaba en silencio la lectura del libro de Job,
de ese gran
poema
del desierto, de ese grito de dolor sublime,
inmutable.
Sus descarnadas manos estrujaban de vez en cuando
la
cama, y horribles gestos que en vano procuraba dominar descomponan su cadavrico semblante.
rica colcha de su
El rabino, inspirado con
TOMO
I.
la lectura del libro santo
ro
que
EL MRTIR
474
tantas veces habia hecho oir en la Sinagoga, iba insensible-
mente levantando
la
voz hasta tomar un timbre imponente
y majestuoso que hacia estremecer el corazn
El viejo lector conoci que al rey llegaban
del enfermo.
los efectos de
su lectura, y quiso aprovechar las buenas disposiciones del
monarca.
Para no
fatigarle crey conveniente, pues era su oficio,
memoria,
ir saltando captulos y leerle solo aquellos versculos que
mas en armona estuvieran con las circunstancias agravanleer los libros santos los enfermos, y los sabia de
tes del
enfermo.
As es que, sin que se apercibiera Herodes, pas unas
cuantas hojas y torn comenzar la lectura en
5. del captulo VII, que dice as:
Hierve mi carne en gusanos costras asquerosas cubren
:
todo mi cuerpo: mi
rugada.
Si
el versculo
piel seca se
ve toda encojida y ar~
concibo alguna esperanza de hallar algn descanso,
cuando por
la
noche
me
recojo reposar consolndome con
mis males con lgrimas y
gemidos y buscando
con suspiros entonces lleno de sobresalto me veo acometido de espanto con las imgenes y sueos que turban
mi alma.
alivio
>
l
>
tengo esperanza de vivir: compadcete, Seor
te pido
hombre para que merezca que T pongas en
tu corazn, y le mires como alguna cosa grande?
>
Yo no
de m, y cese ya el castigo. No es mucho lo que
puesto que es tan poco lo que me queda que vivir.
Qu
Yo
es el
soy pecador, lo confieso, y merezco tu indignacin:
mas qu podr yo hacer para apaciguarte, oh Salvador de
los hombres?... Por qu me has puesto por blanco de tus
tiros, hasta hacer que m mismo no me pueda tolerar?
Por qu tardas en restituir la calma mi alma, destru-
yendo mi pecado y borrando mi iniquidad?... Ves que estoy
cerca de mi fin y voy dormir en el polvo del sepulcro
DEL GLTA.
La noche me ver
por la
espirar,
maana ya no
Basta!
475
y cuando vinieres buscarme
ser.>
exclam Herodes espuos amenazadores hcia el rabino que se
Basta... viejo miserable!
tendiendo los
levant de su almohadn todo azorado viendo al rey de aquel
me
muerte para esta noche y te gozas en mi agona!... Pues bien responde; ya que tanto sabes
y tanta f tienes en tus libros: cuntos dias te quedan t
modo.
T.
profetizas la
de vida?
El rabino
con sus ojos
se
qued plido como un agonizante. Herodes,
fijos
en
el
aturdido anciano, se reia de
una ma-
nera cruel.
Salom, Alejo y Achiab no se atrevan respirar conociendo que el pobre lector iba recibir una sentencia de
,
muerte de
los labios del rey.
De repente
se
reanim
llndose junto la
la fisonoma del
cama de Herodes
dijo
rabino, y arrodi-
con voz serena y
clara
Muy
pocos, seor, porque te he ofendido
segn parece,
y mi vida est pendiente de tus labios; mi estrella puede
eclipsarse cuando tu real voluntad se le antoje.
Herodes humaniz
dura espresion de su semblante, y
dejndose caer sobre los almohadones dijo con tono desla
preciativo:
Vete... yo te perdono... pero llvate ese libro que de
nada ha servido mis males.
El rabino no se hizo repetir la orden y sali.
Salom y Alejo se acercaron al enfermo; pero l les dijo
,
ocultando la cabeza bajo de la colcha:
Idos
todos.
. .
os necesito, de
Todos
quiero estar solo con mis dolores
nada me
salieron:
servs. Idos,
Herodes se qued
. .
para nada
pues, yo lo mando.
solo.
Cingo, que todo lo habia oido oculto detrs de la cortina,
dud un momento y luego
se decidi entrar
desobedeciendo la rden de su seor.
en la cmara
EL MARTIR
476
Llegse hasta
el
lecho sin meter ruido, y estuvo contem-
plando, sin respirar, algunos segundos,
al ilustre
enfermo.
Por las toscas mejillas del esclavo rodaron dos lgrimas.
Porque aquel hombre feroz, aquel verdugo privado de Herodes que mataba sin temblar una sea de su rey, amaba
su seor como un hijo querido y hubiera dado hasta la
,
ltima gota de su sangre por devolverle la salud.
Despus de una ligera pausa, Herodes abri
los ojos
y vi
su lado su esclavo favorito.
En el rostro del enfermo brill un rayo de alegra, y estendi una mano que el esclavo cubri de ruidosos besos.
Una lgrima qued en la mano del rey, y este le dijo:
Lloras,
S,
seor.
Cingo?
por la primera vez de mi vida, porque t
te
mueres,
CAPITULO
Dondo
se prueba que el
Eres un servidor
el
leal,
Y.
amor domestica
las fieras.
Cingo, y quisiera antes de lanzar
ltimo soplo de vida recompensar tus servicios. Dme,
qu ambicionas? Qu es lo quieres? Pide, estoy pronto
satisfacer tus deseos.
Solo anhelo
que mueras
y luego partir Africa, pues quisiera morir bajo aquel sol que me
servirte hasta
vio nacer.
Poco ambicionas.
Los hijos de la Libia
son sobrios, seor; su caballo, sus
armas, su tienda y una mujer que arrulle con sus cantares
las calurosas siestas del esto,
es todo
lo
que ambicionan,
todo lo que anhelan.
Maana recibirs una cantidad
de oro, en recompensa
de tus servicios.
Gracias, seor; pero no
me conduca
tu cmara
el
afn de la riqueza: vengo de la torre y he visto tu hijo
Antpatro,
Ah!
Y qu
dice el prisionero? Se resigna con
su
suerte?
La
la
estrechez de su calabozo le ahoga; la libertad es
reina de su pensamiento, la imgen
mas
bella de sus
ensueos.
Nunca, mientras yo viva.
La noticia de tu muerte se ha estendido
y traspasando
las
por la ciudad,
gruesas paredes de su calabozo ha llegado
sus oidos.
Tanto
peor para los que sientan
maana
el
rigor de
mi
justicia.
Tu hijo me ha ofrecido medio reino
si le
abro las puer-
tas de su calabozo.
t?...
Pregunt Herodes incorporndose, y con ese
recelo tan peculiar en
l.
Yo he corrido los cerrojos de su puerta, me he guardado
la llave, y
vengo consultarte
El rey se qued un
su frente se ahondaron
que debo hacer.
lo
momento
pensativo. Las arrugas de
y una sombra y feroz espresion
cruz por su semblante.
Antpatro
un
mujer y un corazn de
acero. Es uno de esos ambiciosos que no cejan nunca, una
de esas vboras que hay necesidad de aplastar para que no
tiene
rostro de
nos emponzoen. Mientras
viva,
ni yo, ni su
hermano
Archelao, tendremos tranquilidad en nuestro reino... Cingo,
matars esta noche mi
hijo.
Lance
m...
nada
me
nuevo y
mi muerte sobre
la historia ese
horrible crimen ejecutado en la hora de
importa; su muerte es una necesidad; pero
DEL GLGQTA.
479
procura que muera sin escndalo, y que su cuerpo sea sepultado como quien es, en el viejo castillo de Hircanion (1).
Qu muerte
si
se le debe dar?
se tratara de la cosa
Nada
mas
Pregunt
indiferente del
el
esclavo
como
mundo.
de sangre: emplea tus vboras; dicen que esos
animales ponzoosos apenas nacen devoran sus madres y
se devoraran los unos los otros si no fueran ciegos. Antpatro es una vbora: suelta pues tus vboras sobre
Se har como deseas. Dime el dia y la hora.
Esta noche. Maana una losa de piedra debe
l.
cubrir su
cuerpo eternamente.
Parte, y no te olvides que es la ltima orden que recibes de tu seor... Porque mi vida se apaga; la ruin materia
descompone por instantes, y el espritu no tardar en
evaporarse de este vaso quebrado y deleznable.
se
Parto,
pues, obedecerte.
El esclavo sali de la cmara de su seor, y encaminse
su humilde habitacin, situada en el ltimo piso del palacio de Herodes.
Subi preocupado la angosta y alta escalera, y detenindose delante de una puerta, sacando una llave, abri, cer-
rando cuidadosamente despus de entrar.
Nada
tenia de lujosa la habitacin del negro.
Una lm-
para de hierro esparcia su tenue claridad por .sus parduscas
y desmanteladas paredes.
Una mujer sali su encuentro. Aquella mujer era Enoe.
Cingo pas por junto ella como si no la hubiera
y lanzando un suspiro doloroso fu sentarse sobre
un viejo y roto almohadn que se veia en mitad del pa-
visto,
vimento.
Hubo un momento
de pausa.
La
egipcia contemplaba
(l)
Segua Macrobio y Jila vio Josto, Herodes mand matar su hijo
Antpatro ciaco das antes de su muerte: ferocidad sin ejemplo con la cual
sell la
sangrienta pgina de su historia.
EL MRTIR
480
el
africano, y ste, inmvil
como
la estatua del dolor,
con
manos, nada le decia
esclavo? Le pregunt Enoe.
la cabeza oculta entre las
Qu tienes,
La
dulce voz de la egipcia
Cingo
fij
le hizo
levantar la cabeza.
sus negros ojos en la joven:
de aquellos ojos
se desprendan algunas lgrimas.
Por qu lloras? volvi preguntarle.
Porque tengo un infierno en el corazn... porque te
amo y t me aborreces... porque te he visto...
Mientras mi dueo gima en un calabozo, mi lengua
solo -sabr maldecirte rompe sus cadenas y este odio que
encierra para t mi pecho se estinguir.
Ayer pensaba complacerte... hoy me es imposible.
Entonces, el prncipe ha muerto?
El prncipe vive...
pero la muerte acaricia con sus des-
carnados dedos los rubios cabellos de su hermosa cabeza.
T me jurastes salvarle:
tar su palabra los
Nunca, esclava
acostumbran en Africa
hombres de tu raza?
-
en la Etiopa
el
juramento
fal-
se sagrado.
Entonces...
Mira, Enoe: continu Cingo procurando endulzar todo
lo posible su acento.
del desierto de
All en la Libia, al estremo oriental
Sahara
se halla la regin de la Nigricia,
cuyas altas cordilleras
alfombradas de yerbas aromticas,
aprisionan con sus robustos brazos
Los
el pacfico
lago de Tchad.
hijos de aquellas riberas tienen el color de la cara
como
la
altivo
como
noche,
las
el
corazn ardiente como
,
como
aborrecen hasta
el
el
negro
de su cielo,
palmeras de sus oasis bravo como
de sus arenales, y libre
Aman y
el sol
los leones
viento que orea sus aduares.
punto de matar morir por las
personas que conmueven sus pechos: porque sus nicas pasiones son el
amor y
el
odio
en sus abrasados campos se
crian yerbas ponzoosas y vboras de mortal picadura para
sus enemigos; en sus jardines, dtiles, pltanos y aceite aro-
mtico para los que aman. Cuando la luna derrama su ca-
DEL GLGOTA.
481
bellera de plata sobre las tranquilas aguas de su lago, es-
tienden una mullida piel de leopardo la puerta de su
tienda, hacen sentar bbre ella la mujer que adoran, y
echados sus pies le recitan los cantos de amor de sus
poetas
mas
Enoe! Las noches en
Tchad son tranquilas como el sueo de las
populares. Oh, Enoe...
las orillas del
hermosas como
vrgenes,
Aquella es mi patria
paraiso en donde
el
como
hures de Africa, claras
el
los
primer
arrancndole una lgrima es
el
que
moran
las
manantiales del Lbanjo.
sol
que hiri mi pupila
all brilla.
Yo
tengo oro
mas rico, el mas poderoso de los poblaMi brazo es fuerte como la rama de un
suficiente para ser el
dores del Lago.
mi corazn late en su crcel con un vigor que no
desmaya; mi amor hcia t crece y se aumenta: mame t,
y sers la reina de Tchad y yo tu esclavo vea yo en tus divinos ojos un solo destello de amor, y besar el polvo que
cedro
levanten tus diminutos pies.
Cingo,con
la
mirada suplicante,
las
manos juntas y
preso el cuerpo de un temblor convulsivo, se arroj los
pies de la egipcia.
Esclavo exclam Enoe con indignacin retrocediendo
algunos pasos las mujeres de mi raza nunca se unen con los
hombres de la tuya. Su ley lo prohibe.
Medtalo bien, murmur el negro ahogando un rugido:
yo he respetado tu cuerpo... viviendo bajo un mismo techo,
el uno al lado de otro siendo t hermosa y joven y amndote yo no me he atrevido ofenderte ni con una mirada;
pero tu desprecio puede exacerbarme. Soy mas fuerte que t
y ests en mi poder. Pinsalo bien, Enoe, pinsalo bien!...
,
Yo
era
amenaza
las
feliz,
respondi la egipcia sin inmutarse por la
del negro: t,
sombras de
la
como
noche,
el
ngel del mal, envuelto en
te introdujiste
en mi morada y
me
robaste la felicidad. Luego, al verme sola y desvalida, te
apoderaste de m y me encerraste en esta mansin maldita.
Yo
soy la paloma, t
TOMO
T.
el
gaviln; puedes despedazarme, pero
61
EL MRTIR
483
no esperes que mi garganta armonice arrullos de amor para
t. Las mujeres como yo, aman una sola vez en la vida... No
lo olvides.,, la violencia redoblar el desprecio que me inspiras... ahora haz lo que mejor te plazca.
Por la ltima vez, exclam el negro conteniendo su
rabia, quieres partir conmigo mi fortuna? Quieres venir
Africa ser mi esposa?
Nada quiero sin Antpatro.
Cingo abarc con una mirada aquella tierna joven que
con tanto valor se defendia y
T lo quieres...
Y
murmur en voz
baja:
sea.
encamin uno de
estremos de la habitacin, y
abriendo un pequeo armario sac de l una calabaza cerse
los
rada simtricamente con un botn de plata.
Las vboras! exclam Enoe con horror, cul es tu intento ?
Recuerda mis
palabras.
En mis
arenales se crian yer-
bas ponzoosas y vboras de mortal picadura para los enemigos; frescos oasis, dtiles sabrosos y perfumes delicados
para
los
amigos.
el
negro, diciendo esto, sali precipita-
damente de su cuarto dejando absorta y agitada la
infeliz
egipcia.
Repuesta un tanto despus de un momento
corri la
puerta, pero estaba cerrada.
Entonces, dejndose caer sobre
cubri la cara con
La
las
almohadn,
el viejo
manos y comenz
se
llorar.
feroz sonrisa de Cingo, las palabras
amenazadoras
que habia pronunciado, y sobre todo aquellas vboras que
por espacio de algunos dias habia visto alimentar con cuidado
al
negro durante la noche, todo
le
hacia temer alguna
catstrofe.
Aquel hombre
de
ella:
feroz se habia
tenia celos.
Su amante
enamorado
por desgracia,
se hallaba bajo su custodia,
y todo debia temerse.
Si mata Antpatro, se dijo la egipcia como
consigo misma, yo sjibr vengarle.
si
hablara
DEL GLGOTA.
483
Aquella resolucin pareci tranquilizarla.
Despus esper una hora, y dos, y tres, y Cingo no venia.
Naci el dia, cay el sol sobre los hierros de su ventana,
el
esclavo no tornaba.
La
ansiedad de Enoe era terrible.
Un mundo
de ideas bullia en
el
cerebro de aquella nia
enamorada.
Su
y
febril
al feroz
satnica.
imaginacin se presentaba su amante muerto,
negro contemplando su cadver con una sonrisa
LIBRO OCTAVO.
LAS VBORAS.
El que hiriere y matare hommuera de muerte.
20.
Quebradura por quebradura, ojo
17.
bre,
por ojo, diente por diente restituir
Cual fuere
*al ser
go, Cap.
el
mal que hubiere hecho,
obligado sufrir.
XXIV.
ElL&vti-
EL MRTIR DEL GOLGOTA,
487
CAPITULO PRIMERO.
Un ensueo
de amor.
Dejemos per algunos instantes
la egipcia,
y sigamos
al
africano, quien la desesperacin de los celos y el hidrpico
deseo de venganza que devoraba su corazn prestaban alas
para llegar cuanto antes
la
prisin
del
infortunado
prncipe.
Cingo podia matar su rival impunemente satisfacer
una Venganza sin que la conciencia, ese juez terrible y se,
creto de los
hombres
viniera
mas tarde
robarle el sueo
y amargar su existencia, porque Herodes, el sangriento
monarca de Israel, colocaba la garganta de su hijo bajo el
pual de su esclavo.
EL MRTIR
488
un placer feroz, inesplicable reanimaba el encono del africano. Nunca con mayor placer con mayor afn habia corrido ejecutar una
As es que una alegra salvaje,
,
orden de su seor. Salvar
al prncipe,
perdonarle la vida,
concederle la libertad, hubiera sido faltar su deber para un
esclavo tan servil, tan
fiel
como Cingo.
El desgraciado destino del prncipe estaba en sus
ma-
y Antpatro no tenia mas porvenir que la muerte.
Pero cmo habia de morir? El rey nada le habia dicho.
nos,
Mata mi
na en
hijo,
y entirrale
el viejo castillo
sin
pompa ni ceremonia
algu-
de Hircanion. Estas eran las palabras
y Cingo corra obedecerlas. La clase de muerte no hacia al caso. Morir de una pualada, estrangulado
envenenado por la picadura de una vbora, todo era morir.
del idumeo,
El resultado de aquella misin terrible era un cadver:
ofrecerle cubierto de sangre por el hierro homicida,
tado por
el
veneno del
amora-
cordn de seda, verdoso y catalptico por el
mismo. Se necesitaba ahogar el la-
reptil, era lo
un corazn joven y ambicioso apagar la vida de un
mancebo inquieto y atrevido cortar una existencia peligrosa para la tranquilidad de un rey fantico y cruel,, que
tido de
agonizaba abrazado su corona, que temia
le
arrebatasen
algunas horas de reinado.
Cingo lleg ante
la
pesada puerta del calabozo y se
detuvo.
Por la primera vez de su vida sinti que su corazn
de un modo estrao y nuevo para l.
lata
Aquel crimen era del rey suyo? Sin esplicrselo se
hizo esa pregunta.
Su conciencia se alzaba dentro de su sr por la vez primera de su vida. Su voz .estraa y poderosa le conmovi,
como la primera rfaga de una tempestad las jarcias de un
buque, arrancndole un gemido inesplicable.
Bah! se dijo, como queriendo tranquilizarse s mismo;
el
rey lo manda, yo obedezco: entremos.
DEL GLGOTA.
489
Descorri los pesados cerrojos; pero esta vez, sin saber
por qu procur hacer
el
menor ruido
posible,
como
si
temie-
ra ser oido.
Este detalle tampoco se lo esplicaba; pero no pas desapercibido para
Entr en
el
l.
calabozo.
Antpatro, en
montn de paja que
el
dormia profundamente.
La hermosa y afeminada cabeza
le servia
de lecho,
del prncipe tenia
un
desorden encantador.
El negro
se
detuvo para contemplarle dos pasos de su
cama. Los dorados cabellos del vstago real caian en gruesos bucles por su blanca y fina garganta como la cabellera
de una mujer.
Una
sonrisa llena de
amor y voluptuosidad resbalaba de
boca del joven dormido, y sus nacarados labios
ban como si besaran algn objeto adorado.
la
Cingo crey alivinar
mano
corazn como
al
el
si
se agita-
sueo del prncipe, y se llev la
hubiera sentido en l un golpe
doloroso.
No
se
habia engaado:
sueo
ese ignorado secreto
prncipe soaba en su es-
ese misterio impenetrable de la natura-
clava;
leza,
el
el
de la humanidad que tantas
formas toma en nuestra mente, que ahora nos fatiga y
anonada bajo el terrible peso de horrores imaginarios, y
luego nos llena de placer con sus fantsticas y poticas ilusiones, que nos muestra la felicidad y el infortunio, el
amor y el odio, el bien y el nial, con la misma verdad, con
y que muchas veces, casi
siempre, nos hace exclamar cuando tornamos la vida
los
mismos colores de
la vida real,
despus de esa pequea muerte diaria:
sido!
bien por
la fatigada frente
Oh qu
feliz
contrario, pasando nuestra mano por
murmuramos como queriendo ahuyentar
el
sus dolorosos recuerdos: Afortunadamente ha sido
un sueo,
qu horrible pesadilla!
TOMO
he
6.?
EL MARTIR
490
Antpatro dorma iba revelar Cingo los pensamien-
mas recnditos de su corazn.
Oigamos lo que soaba:
Mira, Enoe; decia con balbuciente voz como
tos
si el
amor
agitara su corazn: yo te cre culpable... qu quieres.,
el
hombre quien azota
el
sin cesar
con sus speras rfagas
viento del infortunio, es mal pensado
desconfia de todo, y
se vuelve receloso y taciturno... qu loco he sido, pensando
,
amor mo, podias haberme vendido mis enemigos!
Cuando esa idea bastarda cruzaba por mi mente, yo olvidaba
que pocos dias antes me habas jurado un amor eterno por
la memoria de tus padres. Entonces no comprenda, como
ahora que s que eres inocente, que una nia como t no
puede vender al hombre que ha entregado su corazn sin ser
mas prfida que Dalila, mas infame que Thamar, mas crimique
t,
. .
nal que Athaia. Pero ese agravio que te he hecho, yo te juro
que sabr recompensarlo... porque oye y no lo digas nadie,
Enoe... guarda este secreto... porque estoy rodeado de enemigos...
ofrecido
Mi padre ha muerto, y un esclavo... quien he
mucho oro, vendr esta noche abrir las puertas
de mi calabozo y darme la libertad. .. y maana, cuando
la luz de la aurora brille sobre los hierros de la estrecha' ven-
tana de mi calabozo, esa hora en que
el
roco cesa de caer
sobre las flores, y las violetas abren sus clices para regalarle el
aroma de su seno
al
cfiro oriental...
yo ser
libre...
mi corazn. Qu
amor!
con
tu
Desde
ahora solo t
comparado
vale un reino
sers mi ambicin... Mi corona ser tu amor eterno, mi
reino tu pecho enamorado; mis vasallos, mis sbciitos, tus
correr buscarte, estrecharte contra
ardientes besos.
Cinao
se llev la
mano
al
corazn.
El prncipe detuvo su relato y lanz un suspiro voluptuoso. Luego pareca como si escuchara una contestacin,
pues agitaba la cabeza y sonrea con un gozo, con un placer
indefinible. Cingo, clavado
en
el
duro pavimento del calabo-
DEL GLGOTA.
con
zo,
los ojos inyectados
puesto y
el
el
semblante descom-
cuerpo trmulo, contemplaba
una sonrisa
cipe lanzndole
con la
en sangre,
49.
mano
se
apretaba
ia otra agitaba la
el
al
dormido prn-
sangrienta, y mientras
feroz,
pecho devorado por los celos, con
pequea calabaza de
las vboras,
con
el
objeto sin duda de ensoberbecer con aquel sacudimiento pro-
longado
los
venenosos reptiles que se rebullan en
el
seno
de aquel vejetal.
Antpatro continu despus de una breve pausa:
Oh, nunca...
nunca! Mi amor hacia
t es una fuente
mi corazn, no se estinguir jams,
ser mi ltima palabra al dormirme por la noche. Te amo,
mi primera frase al despertar por la maana. Te amo, la
inagotable que brota en
ltima cosa que pronunciar mi lengua:
ser tambin, te amo, te amo,
Cingo
se agit
como
el
pasos
un rayo, y abriendo
salto,
y cayendo de
al
tiempo de morir,
Enoe ma.
fogoso corcel que ve caer pocos
el
botn de
la
calabaza di un
la cabeza del prncipe
rodillas junto
aplic en los labios de este la abertura de la maldita jaula
de las vboras.
El principe agit
como si quisiera dar un beso
amo, Enoe ma!
los labios
murmurando: Te amo, te
En este momento asomaron por
tres'
el
cuello de la calabaza
cuatro cabecitas de vbora agitando sus venenosas
lenguas con una rapidez increble.
Antpatro se estremeci como
sus sienes
un cordn
elctrico,
si
trmulos seguian agitndose, sin
hubieran arrollado por
embargo, sus labios
apercibirse de quelas vsin
boras hundian en ellos una y otra y otra, vez las ponzoosas
saetas de sus mortferas lenguas.
En
El mas
cuanto
al
esclavo
lijero descuido, la
vboras que
ponzoa
estaba horrible en aquel momento.
picadura mas pequea de aquellas
aplicaba la boca del prncipe esparcan una
inorfcal
por la sangre, la que segua una muerte
rpida y desesperada.
EL MRTIR
492
Conoci que no podia gozarse
que
rias
sin
grave riesgo, por-
aunque ciegas, tienen un oido tan fino, una
tan prodigiosa que matan con su picada un
las vboras,
elasticidad
mas
caballo en lo
rpido, de su carrera, colocndose por el
eco de sus pisadas en
el sitio
por donde calculan que debe
pasar; y sacando un pequeo punzn de acero toc con la
punta de ste las cabezas de los reptiles, los cuales inmedia-
tamente
en
se replegaron ocultndose
Entonces cerr con
el
fondo de su jaula.
botn y se colg la calabaza en la
cintura. Pasaron algunos momentos sin que Antpatro desel
pertara; pero en aquel corto espacise agit, demostrando
su malestar, sobre su humilde lecho.
Su
frente se fu tiendo primero de
un color
lvido;
luego
modo horrible, y por fin un
amarillento con manchas de escarlata, fu pintando
de pronto se ennegreci de un
color
su rostro.
Entonces di un suspiro doloroso y abri los ojos.
Vi Cingo y quiso levantarse; pero no pudo moverse:
hizo un segundo esfuerzo; pero como el primero fu. en vano.
-Por Jpiter, tartamude el prncipe, creo que aun
estoy dormido; esclavo, honra tu mano estrechando la mia
y aydame ponerme en pi.
Cingo no se movi ni estendi la mano que
hijo de su rey. Sabia
que era
intil
porque
la
le
pedia
muerte
se
el
en-
seoreaba dentro de aquel cuerpo.
Qu no me oyes?
exclam
el
prncipe con asombro,
han vuelto tan torpes como mis miembros?
ya de ese lecho de paja, dijo el
negro gozndose en la prxima agona de su rival.
due no puedo moverme! exclam Antpatro; voy
desmentir tus palabras, esclavo insolente, y... No pudo
que tus oidos
es
se
T no -puedes moverte
acabar la frase: un grito estrao, terrible, agudo, se escap
de su pecho
en
el
como
cerebro
si
un clavo ardiendo
se le hubiera
su rostro se desfigur de
un modo
hundido
horrible;
todos sus miembros tomaron una elasticidad monstruosa, y
DEL GLGTA.
493
abriendo espantosamente los ojos que se haban hundido en
sus rbitas, espir despus de revolcarse por el suelo algu-
nos momentos, presa de una convulsin horrible.
Cingo, con esa frialdad del hombre endurecido en
crimen
coloc una
Prncipe mi
mano en
el
corazn del cadver y dijo :
t ya no podrs realizar tus hermosos
el
ensueos de amor, quin sabe
si
Cingo
el
esclavo realizar
los suyos?
Despus
de triunfo
hombros, y lanzando una mirada
se encoji de
al
cadver sali del calabozo.
Algunas horas despus
calles de
Jarico
la gente corria por las angostas
aglomerndose ante una boca-calle para
ver pasar un squito fnebre.
Delante iba Cingo montado en un soberbio alazn: lle-
vaba
l
el
airoso traje de los esclavos etopes del rey; detrs de
caminaban cuatro hombres vestidos de negro, cuyos an-
chos ropones
llegaban hasta los pis.
les
Estos hombres conducan una especie de litera descu-
En
bierta.
esta litera descansaba el cadver del prncipe
Antpatro.
Cerraban
la
marcha fnebre doce soldados romanos.
Las mujeres judas, segn su costumbre, prorrumpan
en ridculos y exagerados lamentos al ver pasar el cadver.
Estos lamentos llegaron hasta la habitacin de Enoe,
y la curiosidad la llev hasta la ventana.
Al asomarse reconoci el cadver de su amante y lanzando un grito cay desmayada sobre el duro pavimento de
la egipcia,
su cuarto.
El squito
nion
el
sali de la
ciudad
lleg al castillo de Hirca-
cuerpo del malogrado prncipe, siguiendo las r-
denes de Herodes
fu enterrado modestamente en
una de
sus cuevas.
Aquella noche Cingo entr como siempre en la habitacin de su seor.
EL MARTIR
494
El rey segua enfermo: era casi un cadver; pero
su esclavo favorito,
se
incorpor
sobre
sus
al
ver
brazos y
le dijo
Y mi hijo?
Ya no
existe, seor.
Se han cumplido mis rdenes?
Exactamente.
Gracias, leal esclavo.
Cingo salud.
Toma...
que
me
te esperaba,
y por eso he mandado Ptolomeo
trajera esa cantidad de oro.
Y Herodes
alarg su esclavo un pesado saco repleto de
monedas.
Seor... murmur Cingo besando aquella
mano que
le
enriqueca.
Ahora ya eres libre, volvi
Nunca mientras t vivas.
Herodes
le
ecir
el rey.
indic que podia retirarse
el
esclavo obe-
deci.
El feroz idurneo,
gozo
se
la
al
quedarse solo, lanz una mirada de
corona que tenia en la mesa de su alcoba
qued dormido con
la sonrisa
y luego
en los labios.
Al siguiente dia, cuando sus cortesanos entraron a enterarse
ele
su salud, les dijo con una calma inesplicable:
Esta noche he dormido muy bien;
hacia
mucho tiempo
que no habia disfrutado de un sueo tan dulce
tan tran-
quilo; creo que estoy mejor.
Afortunadamente, aquel padre feroz, aquel rey inhumano, se engaaba: aquel reposo era
la
calma
del sepulcro
el
reposo de la muerte,
que llegaba por su maldita existencia.
DEL GLGOTA.
CAPITULO
la.
Mientras tanto
a^ony de
495
II.
un verdugo.
los prncipes
reunan en Jeric, obedeciendo
el
los nobles de Israel se
edicto de su terrible se-
y Ptolomeo qu era el encargado de recibirles les iba
conduciendo al hipdromo, de donde tenan prohibida la
or
salida hasta
nueva orden de Herodes.
Los hebreos, quienes
la barbarie del rey tenia
atemo-
rizados, se preguntaban en voz baja la causa de aquella
reunin; pero su curiosidad quedaba en alto, pues era un
secreto que nadie sabia.
As trascurrieron cuatro dias mortales para aquellos afe-
minados descendientes de Jacob.
EL MRTIR
493
El valor de los macabeos
zn de los hijos de
Sufrieron
el
se
haba estinguido en
cora-
el
Israel.
afrentoso
las lgrimas en los ojos y
yugo que sobre
ellos
pesaba con
vergonzoso silenci del miedo
el
en los labios.
Mas
el
de diez mil judos se habian reunido en pocos dias en
t
hipdromo.
En
otro tiempo
ciento sesenta aos antes
le
bastaron
Macabeo para comque marchaban contra Jeru-
ochocientos campeones al terrible Judas
batir con Bquides y Alcino
salen al frente de veinte mil soldados.
El camino de Glgalo,
ciaron
el
los
campos de Masalt, presen-
fabuloso arrojo del hijo de Malatas.
El hipdromo de Jeric fu testigo
del afreroso
miedo
de los descendientes de aquellos hroes que vencieron los
seleuciades.
A Judas le falt un Homero para ser
mas fabuloso
del
el
hroe mas grande,
mundo.
En cuanto los prncipes de Israel
su cobarda era tanta,
que bastaba una orden de Herodes para hacerles temblar.
Mas
tarde la maldicin de Dios debia expatriarlos
como una
raza maldita. por el universo.
Djenos por unos instantes
los nobles de Israel llorando
y sus capas triangulares, y
entremos por la vez postrera en el camarn del rey tributario.
su suerte, envueltos en sus
Cuatro eran
talis
que rodeaban
las personas
el
lecho del mori-
bundo: Salom, su hermana; Alejo, su cunado; Achiab su
nieto, y Archelao, su hijo.
Los mdicos^ despedidos en un momento de furor por
real enfermo
esperaban en la cmara inmediata
tal vez
el
su
sentencia de muerte.
Herodes estaba horrible.
Gritos
<Je
desesperacin, blasfemias espantosas,
zas terribles brotaban de su contrada
El lobo cojido en
el
cepo
el
amena-
y repugnante boca.
len emparedado en la cueva
HERODES.
DEL GLGOTA.
de la hiena, no lanzan
tan feroces
como
mas
terribles
497
miradas, ni ahullidos
verdugo de Beln en
el
momento de
el
su
agona.
No
quiero morir, no quiero!
Exclamaba retorcindose
en su lecho de prpura, como un poseido y arrojando miradas espantosas en derredor suyo como si quisiera con ellas
,
absorber la vida de los que
seor
el
lo os?
dueo de
Israel!
le
Vuestra salud
Ddmela mando que
de la torre Antonia
rodeaban. Yo soy
es
el
rey, el
mia, la necesito,
os crucifiquen en lo
mas
alto
para que vuestros cuerpos sean pasto
de las voraces aves de rapia.
Clmate, hermano mi,
suave lino
le
decia Salom limpindole
asqueroso sudor que inundaba la frente
con
el
del
monarca. La ciencia aun no ha perdido
el
la esperanza de
salvarte: confia, espera.
Confiar,
cuando
demostrado clara como
la
impotencia de los mdicos se ha
la luz del dia!
Esperar, cuando los
de la muerte han hecho presa en mis entraas y
las estn arrancando de su. sitio
frios dientes
me
Herodes hizo un esfuerzo violento para incorporarse y
no pudiendo conseguir su intento dejse caer en el lecho
,
como
la
encina secular tronchada por
Trascurrieron algunos minutos;
el
el
hacha
del cortador.
silencio de
muerte
que reinaba en la cmara real solo era interrumpido por
resuello ronco
y fatigoso
el
del enfermo.
Alejo indic su esposa que hiciera beber al rey del
l-
quido que contenia una copa de oro que se hallaba en la
mesa de cabecera, y
splicas, logr
Te
que
obedezco,
despus de repetidas y cariosas
enfermo obedeciera.
sta,
el
hermana ma,
dijo el rey despus de
bebido; pero todo es intil: s que
capa por instantes de este
frgil
me muero; mi
haber
vida se es-
vaso en que se encierra...
Mi nico sentimiento ante la muerte cierta que me acaricia,
mi horrible desesperacin al abandonar la vida, no es mi
muerte: es
el
TOMO
I.
'
gozo,
el placer, el
grito de alegracon que ser
(>3
EL MATR
498
saludada por
el
verdad que soy
pueblo hebreo... Pero yo soy
el rey,
y qu en
las
el
rey, No es
doce tribus nadie se atre-
ver desobedecerme?
Quin puede dudar
Le respondi su hermareino no habr mas ley que tu
eso, seor!
na. Mientras t vivas, en tu
voluntad.
Y despus de muerto se acatarn tus ltimas disposiciones, dijo su vez Alejo.
No es verdad que
s?
Y Herodes coji
hermana por
su
el brazo y se la acerc su lecho como para estudiar en sus
miradas lo que acababa de decir.
Salom
palideci, porque el hedor
que arrojaba
el
cuerpo
del rey era insufrible.
Disimuladamente
se cubri la cara
papado en esencia, fingiendo que
con un pauelo em-
enjugaba las lgrimas.
se
Puesto que aun se obedecen mis rdenes,
continu con
fatigado acento Her.odes, acercaos todos; y t, Alejo, escribe
en ese trozo de papiro sellado con mi anillo , porque voy
mi ltima voluntad.
Todos rodearon la cama del enfermo. Alejo
dictarte
se sent,
disponindose escribir dijo:
Dicta, seor, ya te escucho.
Querido Alejo, lo que voy dictarte es el pensamiento
mas feliz que mi real cabeza ha tenido durante sus treinta y
nueve aos de reinado: ya vers, ya vers. Sfocles hubiera
escrito una gran tragedia habrsele ocurrido: ya vers, ya
vers.
Herodes lanz una carcajada horrible.
Aquella carcajada hizo temblar los que
la
oyeron.
Escribe, continu Herodes despus de una pausa. Es
mi voluntad que
en vida
me
el
llore despus de
imposible atendido
beneficios que de
llados en el
pueblo d Israel
el
que
me ha
aborrecido
muerto: y como esto parece algo
me profesa, pesar de los
odio que
m ha
recibido,
hipdromo de Jeric,
se hallan reunidos, tan pronto
mando que mueran degolos trece
como yo
mil judos que
espire,
all
para que sus
499
llorando
familias,
lamia.
su
muerte, lloren
al
mismo tiempo
(1)
Alejo escriba sin respirar; pero su
mano temblaba, y
el
color de su rostro habia desaparecido.
Qu
os parece
Seor...
mi recurso?
murmur Salom.
Basta, hermana, basta; conozco tu intencin; pero, ya
mi voluntad,
lo entendis? Y ay del que incurra en mi enojo! Ay del
sabes que soy inflexible; quiero que se cumpla
que desobedezca mis mandatos!
Sers obedecido, seor, dijo Archelao con severidad.
Gracias, hijo mi, esa obediencia me anuncia en t que
eres mi sucesor, un reinado digno del mi.
Alejo present
mano
el
papiro
el
rey
le
firm y sell con
convulsa, exclamando:
Es mi regalo de muerte.,,
en la ltima hora de mi vida
el
le
pueblo de Israel ver que
he dedicado mi postrer pen-
samiento.
Alejo roll
el
pergamino* y se
lo
entreg Archelao,
diciendo:
Toma,
seor; cuando seas rey cumple tu antojo la
voluntad de tu padre.
Herodes agit
la
'
cabeza varias veces como aprobando
aquellas palabras, y despus dijo:
Ahora hagamos la, ltima
prueba: puesto que los mdi-
mal que me devora, co~
y conducidme rodeado de mis esclavos
cos no hallan el remedio para este
locadme en una
la
litera
plaza pblica.
Rso es imposible, hermano mi!
{Imposible! Hay k^posib'es para Herodes?
Tu
salud puede empeorarse, dijo su vez Archelao.
Bah!
ua
(1)
Yo
soy un cadver que habla y siente aun
casualidad.
Flavio Josefo.
por-
EL MARTIR
500
Es que no comprendemos qu bien puede producirte
una medida tan estraa!
Ah, no lo comprendis! Pues yo os lo dir. Los caldeos tienen fama de sabios, no es cierto?
S, hermano mi, de todas las partes del mundo acuden
los hombres de saber la moderna Seleucia admirar esos
que con tanta pre-
sabios, esos conocedores del globo~celeste
marcan el misterioso rumbo de las estrellas, pero.,.
Pues mira, hermana/ los caldeos no tienen mdicos:
cuando uno de ellos se encuentra enfermo de gravedad y su
familia pierde las esperanzas le colocan en una litera cer-
cisin
rada de cristales y le conducen la plaza pblica y todos los
que pasan tienen obligacin bajo penas muy severas de acer-
mal que padece,
y entonces, si hay alguno que se ha encontrado en el mismo
caso indica sus parientes el mtodo que sigui para recocarse al enfermo y enterarse de la clase de
brar la salud.
Eso es un absurdo, murmur Alejo.
que en ninguna
que en
hombres
parte del mundo llegan mayor vejez los
las orillas del Eufrates, en la tierra de Us y en la Arabia
Ser
lo
que quieras; pero
Feliz: porque
y no por
all se
la ciencia
Perdona,
curan por
seor,
se atrevi decir
te advierto
la esperiencia
y la caridad,
el inters.
si
no
Archelao
obedecemos en estos instantes,
seria una imprudencia.
te
:
Herodes, acostumbrado ser obedecido durante su reinado hasta en las cosas mas absurdas, mir su hijo con
y luego exclam
Quin se opone aqu mi voluntad?
asombro
con energa su hijo, y sin bajar los ojos. Yo.
porque creo que es un deber de hijo y subdito leal desobe-
Yo,
dijo
decerte.
exclam de un modo feroz y dirijindose su
cuado continu: Llvate ese borracho!
Archelao, que mas tarde demostr que tenia tan negra
DEL GL'JOTA.
TOl
alma y tan sanguinario el corazn como su padre se
y con una calma impropia de la situa-
el
cruz de brazos
cin dijo:
Los
insultos se convierten en alabanzas
cuando
se tri-
butan un hombre que cumple con su deber: Alejo no pondr sus manos sobre mi ropa, porque Alejo sabe que no debe
obedecerte.
Herodes se pas
las
manos por
los ojos
como
si
despertara
despus de una pesadilla estraa, inverosmil.
Despus se cubri
la
cabeza con la colcha y empez
maldecir, todos los que le rodeaban.
De repente
arroj lejos de
la
un movimiento brusco y nervioso
ropa que
cubra, y con
le
salt de la
cama
al suelo;
pero estaba dbil y no pudo tenerse en pi cayendo despus
de tambalearse un segundo sobre la mullida alfombra.
,
Todos corrieron levantarle; pero
el les
rechaz con un
ademan de clera.
Su rostro estaba mas horrible que nunca sus palabras
eran un ruido ronco ininteligible; temblaba como si un fri
interior le helara la sangre, y, sin embargo, un copioso
;
sudor se deslizaba por todo su cuerpo.
Salom corri la estancia inmediata en busca de los
mdicos pero cuando stos llegaron el auxilio de la ciencia
,
era intil.
Herodes
el
idumeo,
el
azote de Israel, el verdugo de los
hebreos, habia muerto.
Su agona fu
terrible
como un
castigo de Dios: puede
decirse que dur dos aos.
Su cuerpo fu devorado en vida por la podre y los gusanos.
En los ltimos momentos de su vida acosado por los remordimientos y los agudos dolores del mal que le devoraba,
hacia que sus innumerables nietos rodearan su lecho de
muerte, complacindose en arreglar los matrimonios de aquellos infantiles
vstagos reales quienes su pual sangriento
haba dejado hurfanos.
'
EL MRTIR
502
El idumeo solicitaba
como
si
las caricias de aquel
puado de nios
de ellos pendiera su felicidad eterna; pero
el rostro
ulcerado y ftido del enfermo repugnaba los nios, demostrando su repugnancia con la franqueza peculiar de esa edad
en que todo se dice porque se ignora
Dios quiso negarle hasta
el
valor de las palabras.
el
cario de aquellos ngeles.
Su muerte fu un grito de alegra para Israel.
Solo un sr llor la muerte de aquel tirano Cingo su
:
esclavo.
Su familia no derram
una lgrima
ni
un
El entierro de Herodes fu fastuoso. La tradicin solo
re-
ni
no exhal
surpiro de dolor;
cordaba uno que
>
se le pareciera: el
de Salomn.
Archelao mostr gran esmero en las honras funerarias
de su padre.
cadver en un lecho de oro labrado con perlas y
piedras preciosas; el estrado guarnecido de prpura; el
Puso
el
cuerpo vestido de oro y grana, tmia una corona en la cabeza y un
cetro real en la mano derecha; al rededor de la cama estaban los
hijos
los
parientes ; despus todos
los
de su guardia, un escua-
drn de gente tracia, de alemanes y franceses, todos armados y en
orden de guerra, iban delante; todos los otros soldados seguan
sus capitanes despus
muy
libertos traan olores
convenientemente ; quinientos esclavos y
y asi fu llevado el cuerpo camino de dos-
cientos estadios (1) al castillo de
gn
Herodion donde fu sepulado se-
sus rdenes (2).
Y,
cosa estraa, Herodes,
el viejo
lobo de Israel,
el
co-
razn malvado que nunca se saciaba de verter sangre,
feroz
verdugo de
amaba
los hebreos,
las artes con delirio.
Durante su azaroso reinado, levant
deZorobabel;
edific las ciudades de
(1)
Aproximadamente ocho leguas
(2)
Flavio Josefo, Guerra de
los
el
derruido templo
Sabasto y Cesrea en
castellanas.
Judos
el
Lib.
I,
capitulo XXI.
DEL GLGOTA.
503
honor de Octaviano Augusto; repar los monumentos de
Atenas; reedific en Rodas el templo de Apolo Pitio; construy palacios en Ascalon, baos pblicos en Trpoli, Da-
masco y Toleinaida; cerc de muros
la ciudad de Biblio,
hizo lonjas, ctedras, templos y plazas en Tiro, Berito y Sidonia; di premios en los juegos olmpicos, y pension
poetas en
Roma;
hizo teatros, acueductos y hermosas la-
gunas.
Las artes y la crueldad pocas veces se han unido.
Herodes fu el enemigo de los hombres, el azote de la
humanidad; pero debemos ser justos con su memoria: pag
tributo los artistas, admir los poetas, dej monumentos
admirables.
-
Esto
le vali
han disputado
el
renombre de Grande. Sus crmenes
este glorioso
apodo recordando
le
las clebres
palabras del Csar Augusto cuando supo la terrible ven-
ganza de Berito Mas
:
vale ser cerdo que hijo de Herodes.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
El rey ha muerto!
Heredes muri
al
505
III.
Viva
amanecer, y
el
las
rey!
doce de aquel mismo
dia, Archelao su hijo, seguido de los jefes legionarios y
todas las dignidades de la corte de su padre , se present en
el
hipdromo.
La guardia pretoriana
sabia
habia pronunciado en voz baja
muerto!
el
regio acontecimiento
el
grito de
El
rey ha
y esperaba su nuevo seor para aclamarle y re-
pago de su sumisin.
Los infelices judos temblaron ante
soldadas romanos empuando sus armas
cibir el
el
,
squito real: los
se
formaron para
saludar su futuro rey.
tomo
i.
<
64
EL MRTIR
506
Los primeros teman una sentencia de muerte los segundos esperaban un puado de oro que afianzara mas su
;
fidelidad.
Ptolomeo desarroll con calma un largo pergamino,
indicando con un ademan que guardaran silencio ley con
,
voz grave
testamento del difunto rey, en
el
el
que
nom-
se
Archelao heredero de su corona; pero espresando que esto seria despus que el Csar Octaviano
braba su
hijo
Augusto, su protector ,
lo confirmara.
Leida la ltima voluntad de Herodes
reson por todo
el
anfiteatro el grito de Viva el rey Archelao!
El joven monarca salud con amabilidad
El gozo,
el
la multitud.
placer, saltaban borbotones por su
sem-
blante.
Era rey por
confirmaba
la
la
voluntad de su padre, y esta voluntad la
espontnea aprobacin de sus soldados.
Quedaba en verdad un obstculo que vencer que
confirmara
el
el
testamento
Csar
pero xirchelao sabia de sobra que
oro de Israel hacia tiempo que ablandaba
los seores de
el
el
corazn de
Roma.
Mientras tanto los soldados legionarios
dad como su padre, y Archelao, que
le
seis
juraron
fideli-
aos mas tarde
debia caer del trono por sus crueldades, quiso una vez en su
vida mostrorse clemente para conquistar por este medio
el
aprecio de los israeltas.
Mand
temor,
el
leer su tio la ltima sentencia de su padre,
asombro
el
se
estendi por entre los pobres pri-
se
rasgaban las vestiduras con desespe-
sioneros.
Los desgraciados
racin. Otros caian llorando los pies de Archelao, pidin-
dole con los gritos del miedo la vida que su padre con tan
inhumanidad les mandaba quitar.
Archelao, enmedio de aquel desorden, de aquella con-
increble
fusin, de aquellos lamentos interminables, agit
mino en
el aire
y mand que guardaran
silencio.
el
perga-
DEL GLOTA.
Callse la aterrada
507
muchedumbre, y
habl de este
modo:
Nobles de Israel!
temis!
Mi
reinado,
si
Ilustres primognitos de
es
que
al
nada
le
place
Jud
Csar nuestro seor
que yo os gobierne, no empezar con un crimen tan horcon un asesinato tan espantoso.
rible,
Yo
quiero vuestro
cario y no vuestro odio, quiero vuestras bendiciones y no
vuestras amenazas: mi padre os sentencia muerte, yo os
salvo la vida. Libres sois! Podis abandonar el hipdromo
cuando os plazca
volar por
el aire
diciendo esto rasg el pergamino hizo
sus pedazos.
Imposible seria describir
el
entusiasmo de aquellos in-
felices.
Caminar hacia
una alegra que no
muerte y encontrarse con la vida
tiene palabras con qu describirse.
la
es
Archelao fu llevado en triunfo su palacio y su reinado
tuvo un comienzo que bien pronto desminti la podrida y
perversa sangre que circulaba por sus venas.
,
Herodes
lujo, con
que
el
Grande fu conducido
al
sepulcro con
una ostentacin tan desusada en aquellas pocas,
los israelitas solian decir
Quin comiera como el rey Asuero,
como
el
y fuera enterrado
rey Herodes
Asuero dio banquetes que duraron cien
nmero de
dias.
Archelao
memoria de su padre en todo Israel, y
que acompaaban al cadver
hizo fiestas por la
el
un
las plaideras
subia cinco mil
pero aquellos lamentos
mas compradas con
el
aquellas lgri-
oro de sus victimas no subieron
al cielo.
Los primeros cuidados
das del poder, fueron
del
nuevo rey
al
tomar
las rien-
mandar emisarios Roma cargados
de preseas para inclinar al Csar en su favor, y buscar el
idumeo enterrado.
Los embajadores fueron mas afortunados que los busca-
tesoro que segn voz pblica tenia el
dores de oro.
EL MRTIR
508
Octaviano Augusto reconoci Archelao por rey do
Judea; pero el tesoro no pudo encontrarse.
Un
rey pobre se halla
un rey
mas
espuesto ser destronado que
rico.
Archelao habia comprado
el ejrcito
legionario fuerza
de oro.
La
bolsa de los soldados del Tber estaba repleta; la del
rey vaca: era pues indispensable recurrir los impuestos.
Israel sinti el
bre sus arcas.
primer golpe real que caia atronador so<
Gimi y pag.
El primer decreto de su nuevo rey
gundo
le iba
costar sangre.
le
costaba oro;
el
se-
CAPITULO
IV.
lluego entre cenizas.
Cingo habia terminado* su misin en
Israel al pi de la
tumba de Herodes.
Libre y rico, pens' en su patria.
Su leal servilismo, su carcter enrgico y salvaje, el favor
de que habia disfrutando durante doce aos al lado del
idumeo,
le
haban creado enemigos en Judea.
Archelao,
el
joven rey,
le
odiaba: as es que cuando le
pidi permiso para abandonar la tierra de Jacob el joven
monarca, encojindose de hombros, le contest con des,
precio
Vte cuando te plazca;' para nada te necesito.
i
EL MARTIR
510
El negro se mordi
los labios
dobl su cabeza y sali de
cmara real sin murmurar ni una
precio le quemaba el corazn.
la
slaba; pero aquel des-
Hubiera dado toda su fortuna por arrancarle la lengua
aquel mancebo que le ofenclia.
Desde aquel dia pens en su patria, en
el
ardiente sol de
Africa, en las salvajes caceras del desierto, en la tienda
en las tranquilas noches de Tchad y en la hermosa libertad de los hijos de la Libia.
del rabe
Resuelto no servir de instrumento ningn tirano,
ansiando echarse en brazos de la voluptuosa pereza tan en-
carnada en la sangre de los hijos de Africa, comenz
hacer sus preparativos de viaje.
Todo estaba dispuesto ocho dias despus.
Dos fornidos dromedarios esperaban en una casa de
arrabales de Jeric
La
el
momento
de la partida.
pero Cingo no olvid nada.
travesa era larga,
los
La
tienda, los odres para el agua, las cajas para las provisiones, las mullidas pieles para la noche, los matelots para los
y los perros guardadores del sueo.
Sin embargo, no parta, porque una cosa le preocupaba
aguaceros
hasta
el
punto de robarle
La hermosa
dcil, sumisa,
autmata desde
obediente:
la
gro,
el
sueo
Enoe.
mas que un
ser vivo parecia
un
muerte de Antpatro.
Jams desplegaba
inmovilidad
el
egipcia vivia con l en la casita del arrabal,
los labios.
su retraimiento
Su eterna melancola, su
desconcertaban
al feroz
ne-
cual no se atrevia molestarla ni con su conver-
sacin.
Ella no ignoraba que su amante habia sido asesinado por
Cingo, y sin embargo, sus labios no pronunciaban ni una
queja, ni una reconvencin.
Llorar, permanecer horas y horas acurrucada en
un
rincn de su aposento con las manos cruzadas sobre sus rodillas
y la mirada
fija
en
el
suelo, era su vida.
DEL GLGOTA.
511
As trascurrieron algunos das.
Cingo procuraba en vano descifrar el pensamiento de
aquella jven encantadora, que hacia latir y estremecer su
corazn de acero.
Dbil
como un nio
ante la indiferente hermosura que
despreciaba, no se atreva dirijirle la palabra por no
le
mo-
lestarla en sus profundas reflexiones.
Falto de resolucin ante
el
dolor y el ensimismamiento
de Enoe, Cingo no se atreva emprender
el viaje.
Partir sin ella era de todo punto imposible, porque la ama-
y dejarla en Judea era dejar la mitad desu vida,
todas sus ilusiones todos sus hermosos sueos de felicidad.
ba con
delirio;
Esperar una recompensa para
el
amor que devoraba
su
pecho, era casi un imposible.
Cingo comenzaba sentir un vaco en su cerebro.
Temi volverse
el
todo por
el
todo
loco
y una noche
sentndose
al
resuelto arriesgar
lado de la esclava la habl
de este modo:
-Sabes, Enoe, que voy abandonar la tierra de Israel?
Haces bien,
El
si
no tiene encantos para
t.
ave del desierto quiere libertad: y t, Enoe qu
quieres?
Yo?... naca... me sobra todo porque
me
falta l.
Mucho le amabas.
Era mi vida.
El tiempo y las distancias dicen que
son grandes reme-
dios paralas dolencias de amor.
El amor
que vive en
vuelve renacer en
Qu
el
el
alma, muere en
el
sepulcro y
paraso.
haria yo para consolar tus penas?
Llorar conmigo.
Las lgrimas afrentan los hombres.
Pero embellecen la mujer.
Si t me amaras, Enoe!... Y Cingo
frase con miedo.
dej caer esta
EL MRTIR
512
egipcia alz sus hermosos ojos del suelo, y fijndolos
La
con indefinible melancola en
exhalar un
el
negro, exclam despus de
suspiro doloroso:
Amarte! Se puede amar dos veces en la vida?
mas que un amor:
el
No hay
primero; como no hay mas que una
existencia: la que recibimos al nacer.
Los poetas de mi patria
han
muchas
escrito
historias
en verso ponderando la escelencia del segundo amor.
Pobres hombres!
Lo que
ellos crean
amor era vanidad:
que creian segundo era primero.
Pero el hombre que logr apoderarse de tu corazn ya
lo
no
existe.
qu importa? Por ventura, aunque
cubra con su capa impenetrable, aunque
el
la tierra
le
sepulcro encierre
sus cenizas para guardarlas en el silencio profundo de la
muerte, aunque yo no
le
vea con los ojos del cuerpo, dejo de
amor de la realidad
no existe., pero el amor de los recuerdos se alza mas grande,
mas hermoso en mi corazn, en mi memoria!
Y Enoe pleg sus manos y alz sus ojos al cielo como si
travs del ahumado techo de la habitacin viera en los cielos la imagen querida del prncipe de Israel.
verle siempre con los ojos del alma? El
me
aborreces, Enoe,
murmur Cingo, y
ese odio,
que te inspiro reanima mas el fuego de amor
dulce encendi en mi pecho.
mirada
que tu
Aborrecerte! Oh, pobre de m! El odio no cabe en mi
ese desprecio
corazn, porque todo
,
lleno de amor.
negro no hubiera estado tan aturhubiera visto cruzar por las pupilas de la egipcia algo
Enoe minti y
dido
l est
si
el
extraordinario.
Pues
bien:
si
no
me
aborreces,
eterno sufrimiento que tu frialdad
con
el
me
si te
inspira lstima el
causa, exclam Cingo
entusiasmo del nufrago que ve cerca de
ranza de salvacin, esta
Africa.
misma noche
partirs
una especonmigo
DEL GLGOTA.
513
Ir donde me mandes, respondi con dulzura Enoe; tu
voluntad es la mia. T respetas mi dolor: yo debo obedecerte.
Cingo
se puso
en pi; passe las manos por los ojos como
dudara dlo que oa, y luego estendiendo una mano
Enoe, la dijo con el tono medroso de un nio quien su
si
padre reprende
Si fueras tan buena que me
mano
dejaras estrechar tu
en seal de amistad, de simpata...
Enoe estrech la mano del negro, y ste imprimi en
ella un beso respetuoso.
Enoe se estremeci como si un botn de fuego la hubiera
quemado; pero el negro era tan feliz que nada observ.
Si quieres, Enoe, partiremos cuando el lucero matutino
asome su luz hermosa por encima de las 'cumbres de Jud.
Todo est dispuesto. Yo no me atreva emprender el viaje
temeroso de ofenderte, porque tu voluntad es mi ley... qu
quieres! te amo como un insensato. En Africa ser tu esclavo; mi fortuna ser tuya. T sers la seora, yo el siervo.
Complacerte, acertar tus deseos, ser mi nico afn. Los
dioses, propicios mi pasin, hagan que un .dia broten de tus
labios sonrosadas palabras de amor para m.
Cingo esperaba impaciente una respuesta, porque la condescendencia, la bondadosa resignacin de la egipcia
le
de-
jaba entrever una esperanza.
Partiremos esa hora,
que
si
es
el
bien que
as te
place
respondi
sin alzar los ojos del suelo.
no puedes pensar
bras: partir
mi patria y
me hacen
partir llevndote
tus pala-
mi lado
para
qu mas ventura! Oh, qu buena eres! No s por qu me
dice el corazn que he de ser muy feliz.
Enoe exhal un suspiro. Cingo, loco de alegra, comenz recojer todo lo que crea indispensable para el viaje.
La
egipcia miraba de vez en cuando al negro; pero sus
ojos se fijaban veces
TOMO I.
con una tenacidad particular en la
65
EL MARTIR
514
calabaza que colgaba de su cinto: dirase que con sus miradas queria absorber las pequeas vboras que se agitaban en
el
seno de aquel vegetal.
Mira, Enoe, voy
llenar los odres de
dejarte sola unos instantes: necesito
agua y cargar
los
dromedarios: pronto
Tuelvo: procura hallarte dispuesta para la partida.
Cingo
sali
entonando una cancin de su
pas.
Enoe per-
maneci inmvil en el mismo sitio, solo que, alzando los ojos
al cielo, exclam despus de lanzar un doloroso suspiro:
Oh!
Cunto tardas, momento deseado! Antpatro,
Antpatro! Confa!
fresca
como
el
Mi
valor no desmaya,
el
como
suelo y
las
est
dia de tu muerte.
Despus volvi su habitual posicin:
llorosa,
mi memoria
la esttua de la
triste, inmvil,
amargura, con
manos cruzadas sobre
la
las rodillas.
mirada en
DEL GrLQOTA.
CAPITULO
V.
El canto del cisne.
Algunas horas despus, Cingo y Enoe abandonaron
la
ciudad de Jeric.
El negro etope
armado de una lanza
tracia y
un corto
Damasco en la cintura, con su traje rabe y ei
semblante risueo montaba un poderoso caballo regalo
de su difunto seor. A su lado, rebujada en un manto rayado Enoe cabalgaba encastillada sobre un dromedario y
detras de ste un camello de carga llevaba sobre su robusto lomo los pertrechos de viaje, la tienda y la fortuna de
sable de
Cingo.
Caminaban
al
lado del negro dando saltos y ladridos de
EL MRTIR
516
contento tres de esos perros enormes de raza caldea que tan
importante papel desempeaban en las batallas.
Apenas salieron de la ciudad, tomaron la va romana
que cruzando la Samaria y parte de la Galilea conduce los
viajeros del interior las riberas martimas del
mar Occi-
dental, donde pensaba Cingo hallar algn navio de tras-
porte que
La
le
condujera la costa de Africa.
luz de la aurora
comenz
desplegar sus poticos cela-
y floridos campos de la ciudad de las
embalsamado con el perfume de las violetas
jes sobre los frtiles
rosas, y el aire
que festonean
las orillas del
Jordn llegaba hasta
Los pjaros cantaban desde
los rboles,
los viajeros.
las trtolas
arrullaban desde las altas copas de las encinas y en los lentiscos de las praderas.
Todo respiraba vida, amor, poesa; porque aquella maana era una maana de mayo mes de las flores y los per,
fumes, porque los ngeles
y Dios
le
envian su sonrisa desde los cielos
bendice desde su trono envindola algunos destellos
la
de su luz divina.
Qu maana
tan hermosa, Enoe! decia Cingo. Todo
sonre en torno nuestro
lancola que
lo
me
solo t conservas esa eterna
desespera.
Oh, t no puedes comprender
que yo haria por verte alegre,
Cingo
un
call
me-
feliz!
...
porque Enoe respondi sus palabras con
suspiro.
Pasaron algunos segundos.
el
Ves esas nubcillas
de color de palo, volvi decir
negro, que asoman
por Oriente? Pues en mi tierra
cuando mis hermanos se disponen elevar su oracin matinal y ven la salida del sol precedida por esas nubcillas,
buen agero y las caravanas dispuestas para
Desierto emprenden su penoso viaje con la alegra
se tiene por
cruzar
el
corazn y los cantares en la
boca. Canta, s /Enoe, rie, desecha la tristeza porque los
en
la faz
la esperanza
dioses inmortales nos
en
el
auguran una
feliz travesa.
DEL GLGOTA.
517
S, tienes razn, Cingo, debo cantar. Cuando era nia
levantaba con el alba y una mis trinos con los de los
me
pjaros que andaban en la orilla del rio santo.
Voy
ver
si
recuerdo una cancin de mi infancia.
Tu
voz encantadora resuena en
el
espacio levantando
un eco dulcsimo en mi corazn. Canta, Enoe, canta. Ya
te
escucho.
Hubo un momento
de silencio durante
el
cual la egipcia
parecia recordar los versos del cantar de su infancia.
Por
un lamento prolongado cant el
romance con una entonacin triste como el gemido
fin,
siguiente
precedido de
de un cisne moribundo:
A dnde vas, Dario mi?
Edna, la guerra me voy,
Que ya
el ejrcito
persa
En nuestras tierras entr.
No te vayas, no me dejes;
Te lo pido por mi amor.
Por los manes de mi madre,
En
el
nombre de tu Dios.
De Gizeth en las llanuras
Ya sus tiendas levant
Un ejrcito estranjero
Que mancilla nuestro honor.
Nada temas, Edna mia,
Yo tornar si me voy.
Jpiter
me
da su apoyo,
Minerva su proteccin.
Edna llora, Dario
parte,
Y pasa un sol y otro sol.
Y Edna su llanto no enjuga,
Y Dario no torna, no,
EL MaUTIR
518
Desde entonces
la doncella
Busca en vano su amador
Por las
orillas del Nilo,
Por
bosques de Nicot.
los
Triste tiene la mirada,
Triste tiene el corazn,
Triste su
hermoso semblante,
Triste el eco de su voz,
Que
repite:
Dario!
Dario!
Piensa que muriendo estoy;
Torna pronto! torna pronto!
mi amor...
Por los manes de mi madre,
En el nombre de tu Dios!
Te lo pido por
Su voz perdise en lontananza como el
gemido del cfiro entre las pobladas ramas de los sauces.
Dos lgrimas resbalaron por sus tersas mejillas. Su hermosa
cabeza cay sobre su pecho, doblada como la pura sensitiva
Call la egipcia.
ante los calorosos rayos del sol de Medioda.
Los dos perros que saltaban
apenas se estingui
el triste
rededor de su camello,
al
canto de la voz de Enoe
lan-
zaron un prolongado y fnebre aullido que fu perderse
fatdicamente entre las concavidades de los barrancos.
Cingo era rabe y por
de Enoe
que
la
el
lo tanto supersticioso.
La cancin
aullido de los perros, le hizo estremecer
sinti
sangre de sus venas se helaba.
Entonces, no hallando palabras en su lengua, quiso
desimpresionarse del fatdico estupor que le habia sobrecogido,
y clavando
parti galope
el
acicate en los
ij
ares de su corcel,
haciendo en su carrera mil evoluciones que
demostraban que era un ginete consumado.
Los camellos imitaron
el
galope del caballo , los perros
saltaron al rededor de los camellos
todos corran y corran
DEL GLGOTA.
sin desplegar
labios,
los
519
preocupados,
tristes,
medita-
bundos.
La cancin
de
Enoe habia producido un
efecto
melan-
clico.
La aurora
de aquel viaje se habia presentado risuea,
tranquila. Pero aquellas nubecillas de color de palo se
habian trasformado en .pardos nubarrones de color feo y
amoratado. Cuando el sol sali, no pudo lanzar sobre la
porque estaba nublado.
tierra sus rayos vivificadores,
Mientras tanto Cingo corria y corria mas para aturdirse
que por correr, y detrs de l los camellos levantando sus
,
chatas cabezas, aspirando
y enseando sus blancas
enormes perros, ora delante, ora
el aire
murallas de dientes, y los
detrs de la pequea caravana
saltos
y ladridos, como
aquella
marcha
De repente
si
galopaban tambin dando
quisieran preguntar el motivo de
violenta.
se rasgaron las
dejando en pos de
nubes y un rayo cruz
el ter
una culebra de fuego.
El caballo de Cingo
se encabrit.
Los dromedarios lan-
zaron un resoplido medroso, augurando la vecina tempestad.
Un
trueno sordo y lejano rod en las nubes y algunas espesas y gruesas gotas cayeron sobre la tierra.
,
El negro contuvo su caballo y se par.
Los camellos hicieron lo mismo.
Los perros
se
echaron en
la respiracin fatigosa
Antes de mucho
tros
,Enoe
es preciso
el
el
suelo conla lengua dilatada,
los ijares latientes.
agua caer torrentes sobre nos-
echar pi tierra y levantar la tien-
da, dijo Cingo.
Como
gustes, respondi la egipcia con indiferencia.
El negro ech pi tierra
un
at el caballo al tronco de
rbol, y luego, acercndose al dromedario de Enoe, le
toc con la lanza en las nudosas rodillas
se ech para
que bajara
la egipcia.
el dcil
animal
EL MRTIR
520
Con una
rapidez asombrosa, el negro alz la tienda colo-
cndola junto la falda de un montecillo resguardada del
levante que traia sobre ellos la tempestad.
Luego estendi unas pieles y dijo la esclava:
Entra: la lona de la tienda tiene una preparacin que
rechaza
la lluvia
el
agua. Bajo su techo te hallars tan
como en
Despus at
perros que no
el
palacio de
los camellos
se
un
al
abrigo de
rey.
junto al caballo y mand los
all: y los canes, avezados
movieran de
vigilar el sueo de la
caravana fueron echarse veinte
pasos del rbol que servia de refugio los herbvoros, cual
si
la
hora de su atalaya hubiera llegado.
Cingo entr en
cerr tras
la
la tienda
donde ya
se hallaba
Enoe, y
puerta de lona con las fuertes correas de piel
de toro.
No
pareca sino que las nubes esperaban que
el
negro
terminara su faena para descargar sobre la tierra las hirvientes cataratas que encerraban en sus flotantes senos.
Pocos minutos bastaron para que
el
dia que se presenta-
ba hermoso claro lleno de poesa y de luz se convirtiera
en un dia de horible tempestad, de furiosos vientos, de
,
mares de agua.
En
Oriente estos cambios de tiempo son
muy comunes
Cingo conoca el pais y se di prisa, pues sabia que bastaba
un segundo para que los hermosos rayos del sol se cambiaran en torrentes de agua.
Los dromedarios y el caballo se pegaron al tronco del
rbol secular que les servia de tienda para librarse del mar
de agua que
el cielo
Los perros no
do su amo.
se
derramaba sobre
movieron
del sitio
ellos.
que
les
habia indica-
DEL GLGOTA.
CAPITULO
521
TI.
Bajo una tienda.
Cuando
el
etope entr en la tienda
sentada sobre una
vista
en
piel,
suelo y las
el
la egipcia se hallaba
con su postura habitual,
manos cruzadas sobre
es decir, la
las rodillas.
contempl unos instantes, y luego haciendo un
movimiento de hombros como el hombre que se decide re-
Cingo
la
vestirse de paciencia, sentse tambin,
aunque algo apartado
de su^compaera de viaje.
La
tormenta durar poco
mismo y dando
la
dijo casi
hablndo consigo
yemas de los dedos sobre
Pero hemos corrido
vendr mal los trasportes y
golpecitos con los
piel que les servia de alfombra.
mucho y un
TOMO
descanso no
les
66
EL MRTIR
522
cansada, pasaremos parte de la noche
al caballo... Si t ests
en esta tienda.
T o solo tengo derecho obedecer, respondi Enoe.
Eres muy
cruel.
La condescendencia es crueldad en tu tierra africano?
No pero la indiferencia despedaza los corazones ardien,
y apasionados como el que siento latir en mi pecho.
Y qu me importa m que tu corazn se despedace
tes
cuando
baj
el
mi
mi dueo
est hecho, cenizas desde el instante en
que
al sepulcro?
Cingo abri
los ojos
desmesuradamente,
en pi
se puso
y cruzando los brazos sobre su agitado pecho , exclam con
ira reconcentrada:
Sabes que
tus palabras
pueden convertir
mansa
la
oveja en lobo feroz?
Eso es una amenaza!
Es una advertencia que puede servirte de mucho.
El rey poeta, el padre de Absalon, el de los largos
ca-
bellos dijo: Las reprensiones suaves quebrantan la ira: las
palabras duras escitan
del sabio
Oh!
ama?
el
furor.
No
olvides estas palabras
Salomn.
hombre que te
manos con ademan su-
Qu mas humildad quieres en
dijo
el
negro juntando las
el
plicante.
Qu mas
resignacin esperas de la mujer que te abor-
rece? Respondile la egipcia lanzndole
que hizo estremecer al negro.
Enoe, Enoe, piensa que estamos
fuerte,
y que -hasta
el
solos;
que soy
altiva
el
mas
ruido poderoso de la tempestad est en
favor rnio, porque apaga la voz
humana.
hombros y cerr los ojos, inclinando
cabeza sobre un almohadn, murmurando:
Enoe
la
una mirada
se encogi de
Bah!
T no me
hars dao; lo
s...
djame dormir;
molesta la conversacin; estoy cansada.
Cingo se hallaba desorientado ante aquella joven;
me
as es
DEL GLGOTA.
523
que lanz un rugido y se dej caer en uno de los estreios
de la tienda, ocultando su cabeza entre sus manos sin duda
para no verla.
Mientras tanto, Enoe,
como siempre, tranquila
triste
como nunca, segua reclinada sobre
el cojin
con
los
ojos
cerrados.
Para un hombre, como Cingo, una mujer como Enoe era
la desesperacin.
El feroz negro, vindose siempre vencido, derrotado por
aquella dbil nia, estaba fuera de
Las ideas
se sucedian
s.
en tropel en aquella imaginacin
inculta, salvaje.
Tan pronto pensaba
por
el
obligarla obedecer sus
poder de la fuerza, como se
le
mandatos
ocurra caer sus pis
y llorar con ella la muerte del venturoso prncipe que aun
despus de muerto reinaba en su corazn.
Hay
ales en
tempestades en
el sr
humano
cerebro que devastan y dejan secomo el paso del huracn en n camel
po de espigas.
Cingo tenia
la
tempestad de su amor,' de sus celos, de su
de su benevolencia dentro de su crneo. Estas pasiones,
ira,
estos sentimientos
luchaban sin piedad, muerte. El pobre
tuvo miedo de volverse loco y se puso en pi como el cazador
que oye el bramido del len y se dispone afrontar el peligro
frente frente.
S, murmur, de mi estado
un
la locura
no hay mas que
Es preciso desechar este montn de ideas que se
agitan en mi mente... Yo no he sentido esto nunca; no quiero sentirlo ahora: no debo sentirlo jams, si es que anhelo
ser feliz. Soy el mas fuerte, soy el seor: mi voluntad ser
ley. Compadecerse del que nos desprecia, amar al que nos
paso.
aborrece, enaltecer al que nos humilla es una 'bajeza,
un
oprobio... Afortunadamente creo que aun estoy tiempo
para correjir las torpezas que he cometido. Y esa mujer...
[Oh, esa mujer... desgraciada de
ella!
EL MRTIR
524
Cingo, pesar del reducido espacio de la tienda, se pase
como
por mejor decir, di vueltas
la hiena al rededor de
un
cadver desenterrado.
El vino
un buen consejero en
es
los casos
graves de la
y despus sus vapores consuelan y nos
hacen olvidar las penas: bebamos , pues; y dirijindose uno
vida, volvi decirse;
de los estremos de la tienda, desat un odre y vaci una
cantidad de vino en un nfora de barro.
Despus tom un puado de dtiles de
visiones y
un pedazo de
torta
la caja de las pro-
y fu sentarse junto la
puerta en donde habia colocado la piel y un almohadn.
Una vez sentado bebi un largo trago de vino y mir
,
Enoe.
Quieres dtiles? Le dijo alargndole
mano
la
llena de
aquellas frutas.
La egipcia no
respondi.
Se habr dormido?...
Al hacerse esta pregunta
juzgar por
el brillo
de sus
y la espresion de gozo que asom su semblante, algn
pensamiento horrible habia cruzado por su mente pero al
ojos
mueca de indiferencia con los labios y volvi beber con avidez murmurando
Bah! El tiempo es un gran remedio... y el vino una
instante hizo una
gran medicina para la enfermedad que yo padezco. Respete-
mos
amor... y bebamos...
el luto del
Despus de estas reflexiones, algo mas tranquilo, Cingo
busc una postura mas cmoda y continu de aquella manera
las repetidas libaciones.
Los vapores
del vino
comenzaron producir su
efecto;
pero Cingo bebia y Enoe fingia dormir.
De repente
desesperado.
los perros
comenzaron ladrar de un modo
Cingo, con esa voz bronca y ligada de
murmur estas palabras
Qu es eso, Moloch?
los borrachos,
Qu ocurre, Tifn? Hay algn
DEL GLGOTA.
curioso por los alrededores
...
425
por qu ladris, leales centi-
me rompis
despedazad, pero no
nelas? Morded,
los oidos
con vuestros gritos desagradables.
Los perros continuaban con mas fuerzas sus ladridos.
Veamos lo que ocurre, volvi decir
algn trabajo
se
el
negro; y no sin
puso en pi y, cojiendo la lanza, sali de la
tienda.
Enoe abri
la tienda
los ojos al verse sola; se
puso en pi, recorri
con precipitacin buscando algo que no encontraba,
y luego, volviendo colocarse en
la
misma
posicin, dijo
cerrando los ojos:
Espera, espera, amor mi, yo no duermo jams.
Cingo
apoyado en su lanza recorri
,
la tienda: pero
los alrededores de
no hall nada.
La tempestad
se
habia disipado
los rayos del sol de la
tarde baaban con su luz clara y radiante los pintorescos
campos de
Hcia
Efrain y las verdes riberas del Jordn.
Norte destacbanse en lontananza las ttricas
la tribu de
el
montaas de Samara como un escuadrn de jigantescos fantasmas. La tempestad se cernia aun sobre* sus altas cumbres,
encaminando su terrible clera hcia las costas occidentales.
Cingo torn entrar en la tienda tambalendose, y se
dej caer sobre su piel.
Algunos momentos despus dormia profundamente.
Su respiracin,
fuerte y pausada, demostraba la calidad
del sueo que la produca.
Cingo dormia
el
sueo pesado y
profundo del borracho.
La
egipcia abri sus hermosos ojos.
Un
rayo de sol, en-
trando por la puerta de la tienda, baaba la negra y salvaje
cara del esclavo.
Cingo, Cingo!
Dijo
Enoe en voz
baja.
El negro no se movi.
Cingo, Cingo!
Volvi repetir en tono mas alto.
El etope permaneci en la misma postura.
Entonces
la
joven se levant, y acercndose
al
dormido
EL MRTIR
526
volvi repetir el
mismo nombre; pero
esta vez con acento
mas
fuerte y aplicando sus labios los oidos del durmiente.
El negro se estremeci, pero sus labios permanecieron
cerrados.
Duerme,
fuera
el
el
Enoe, duerme profundamente como si
muerte; y una sonrisa de gozo ilumin
se dijo
sueo de la
semblante de la joven.
Cingo habia dejado sus armas
y Enoe
coji
un
la distancia de su
cuchillo.
Despus, colocndose de rodillas
una mano
se
mano,
al
lado del negro, con
apoder de la pequea calabaza que contenia
Jas vboras, y con la otra, que tenia el cuchillo, cort el
cordn de seda que
la sujetaba al cinto.
Duea de aquella arma terrible, se puso en pi diciendo:
Diente por diente, ojo por ojo. Ahora eres mi, africano
feroz. Tu muerte es cierta y horrible como la de Antpatro,
quien voy vengar.
de las moscas
Maana Belsebub,
mandar
el dios
asqueroso
sus repugnantes legiones para que
saboreen la podrida sustancia de tu carne envenenada.
Rpida como una pantera
salt por
cima
del cuerpo del
y colocndose la puerta de la tienda, destap la calabaza y verti todas las vboras en el pecho de Cingo.
negro
Los venenosos
reptiles
comenzaron estenderse agitando
sus lenguas por todo el cuerpo
dos de ellas se enroscaron
negro y clavaron sus aguijones en su carne;
en
otra fu picarle en los labios; otra en los ojos.
el cuello del
Con
la alegra feroz de la leona
que acaba de despedazar
la hiena que sorprende en la cueva de sus cachorros
separ
el
Enoe d^
la tienda, y desatando los
caballo del tronco del rbol,
mont en
el
se
dromedarios y
suyo y di el
grito de partida.
"Los dciles camellos tomaron con paso grave
el
primer
sendero que se abria ante su paso. El caballo sigui los
camellos saltando y relinchando. Los perros, con su mirada
fosfrica,
buscaban su amo, y no vindole,
se
encamina-
DEL GLGOTA.
ron hcia
la tienda
con ese instinto
527
leal
tan propio de la
raza canina.
Al llegar la puerta
que
se revolcaba
por
el
se hallaron
con
el
cuerpo del negro
suelo luchando por sacudir
el
pesado
sueo del vino.
Los canes estendieron
olfateando
las orejas
el
cuerpo de su
el
cuello
amo
dilataron sus narices
pero de repente sacudieron
y retrocedieron unos pasos lanzando un aullido
lastimero.
Habian
visto las vboras:
su silbido imperceptible los
horrorizaba, El len huye de la vbora; todos los animales
de la creacin, aun los mas feroces, las temen y evitan su
encuentro cedindolas el campo, porque su picadura es la
muerte, y
ellos lo
saben por un secreto instinto.
EL MRTIR DKL LCOTA.
529
CAPITULO VIL
Meloda fnebre.
y las terribles punzadas de las
vboras acabaron de despertar al negro , que haciendo un
Los aullidos de
esfuerzo violento
sueo que
le
los perros
como para sacudir
subyugaba
el
pesado y horrible
se puso en pi y mir en torno suyo
con ojos espantados.
Y Enoe? Se pregunt
llev
ambas manos
al rostro
mismo. Dnde estar?
se
para frotarse los ojos temeroso
de no ver bien lo que veia.
Entonces
sinti entre sus dedos
di fri, y lo arroj lejos de
un
un cuerpo estrao que
grit horrible, desesperado, atronador,
TOMO
I.
le
con repugnancia, lanzando
que fu seguido
6^
EL MRTIR
530
de otro no menos espantoso que lanzaron los perros pues
una de
las vboras
de ellos
habia ido caer sobre la cabeza de uno
instantneamente se habia sentido herido por
el
mortal aguijn.
Las vboras
Las vboras Exclam desesperadamente
!
lanzndose fuera de la tienda. A dnde est Enoe? Miserable mujer!
que
el
Yo
necesito ahogarte entre mis brazos antes
veneno que circula por mi sangre enfrie mi corazn.
Cingo corri loco
desatentado, hcia
el
rbol donde
habia dejado su caballo.
Y
Y
los perros le seguan detrs ladrando fnebremente.
Enoe
camello
se
unos cien pasos de la tienda,
encaminaba hcia
bosques de
los vecinos
ra, cantando con melanclica voz
el
montada en su
romance de
SamaEdna
y Dario:
No
te
Te
lo pido
Por
En
vayas, no
los
el
me
dejes
por mi amor,
manes de mi madre,
nombre de tu
Dios.
Cingo levant la cabeza, y vi Enoe; lanz un grito
de gozo, corri la tienda, pas por encima de las vboras,
empu la larga y pesada lanza, volvi salir al campo, y
se lanz"
en seguimiento de
la egipcia.
sta, sin dejar su pattico canto, puso
la
cabalgadura
al trote.
El negro vea alejarse
la
joven delante de
como una
visin fantstica.
La rabiarla desesperacin,
crecieron en su pecho viendo
que aquella mujer que le habia burlado se escapaba su
venganza. Mas que una figura humana parecia un espectro
infernal lanzado la carrera por el soplo maldito del ngel
de las tinieblas.
La espuma brotaba por su contrada boca. Sus
ojos
hun-
didos y relucientes tenan una movilidad espantosa. Sus
DEL GLGTA.
531
piernas, dbiles por el vino y temblorosas por el veneno que
emponzoaba su sangre, apenas podian
sostenerle.
Caia, pero tornaba levantarse por su poderosa fuerza
de voluntad, y cada caida lanzaba blasfemias que los
perros coreaban con sus aullidos.
Enoe
ban los
su amo.
y corria Cingo detrs y ladrasaltando en torno de
perros de un modo horrible
corria delante
Espera,
cin.
Yo
espera, Enoe! gritaba con infernal entona-
necesito antes de morir lanzarte al rostro
gua emponzoada. Espera, espera!
Y t,
ble de la muerte, deten su paso con tu
el
mi len-
Sactis, diosa terri-
emponzoado
aliento.
Pero Enoe, siempre igual distancia, como si tuviera
el terreno que le separaba de
maravilloso poder de medir
su perseguidor , cantaba con impasibilidad
Triste tiene la mirada,
Triste tiene el corazn,
Triste su
hermoso semblante,
Triste el eco de su voz.
Oh! Cesa, cesa ese canto
maldito que
me
despedaza
el
orazon... exclamaba Cingo ahogado de fatiga.
Enoe, siempre con su melanclica voz, cantaba:
Que
repite: Dario, Daro,
Piensa que muriendo estoy;
Por
Maldita
maldito
los
manes de mi madre.
seas! Maldita la
el fruto
de tu vientre
que
si
te llev
un
en sus entraas,,
dia concibes, hasta la
cuarta generacin! Exclam Cingo lanzando un rugido!
Es que exhalaba el ltimo soplo de su vida, y lanzando
con una furia sobrenatural la pesada lanza que tenia en la
mano, cay desplomado y rod por una pendiente, despedazndose
el rostro al
aquel terreno.
caer con los pedriscos que sembraban
EL MRTIR
532
La
lanza pas siibando por encima de la cabeza de Enoe,
pero la egipcia no se movi; vi caer Cingo: ces su canto
y detuvo su cabalgadura, y alzando los ojos
rosa actitud, murmur en voz baja:
al cielo
con dolo-
diriji la
cabeza de
Amor mi, ya ests vengado.
Despus, queriendo cerciorarse mas
su dromedario hcia
el sitio
en donde habia cado
el
negro;
y llegando dos pasos del ensangrentado cuerpo, se detuvo
de nuevo.
El etope estaba horriblemente desfigurado.
Habia muerto; pero aun tenia
los ojos abiertos
y se agi-
taban sus prpados con una espantosa precipitacin.
Los
tres perros le
lamian
las
manos y
el rostro
aullando
siempre.
S, ya no
existe,
murmur Enoe:
su muerte ha sido
Mi pobre Antpatro debi sufrir mucho,
pues muri del mismo modo que este miserable esclavo...
Oh, cuando pienso que t, prncipe mi, seor de mi corazn, has muerto sin que mis besos cierren tus hermosos prpados, abandonado de los hombres y tal vez de los dioses
inmortales, creo que mi venganza ha sido pequea!... Y t,
cuerpo maldito de un ser que ya no existe... bien muerto
ests en mitad de ese camino que te conduca al edn de tus
horrible, espantosa.
eternas esperanzas, de tus continuos ensueos.
Enoe
se
detuvo un momento.
Despus apart su mirada
del cadver,
y la elev
al cielo
exclamando:
Dioses
del
Olimpo, cerrad vuestro hermoso paraso
espritu de este malvado! Lares protectores de
mi
al
familia,
guiad por la senda de la vida esta doncella abandonada.
Enoe hizo pasar su camello por encima del cuerpo in-
animado de Cingo
y continu su camino merced de su
cabalgadura.
camello de carga y el caballo.
Los perros, mas leales, se quedaron junto al cadver.
la querencias iguieron el
MUERTE DE CINGO.
DEL GLGOTA.
f.
poniente ba con su luz potica y
nacarada aquel horrible cuadro. Poco despus, las sombras
El ltimo rayo de
sol
de la noche que avanzaban por Occidente, cubran con sus
espesos mantos
el
lugar del crimen. El aullido de los perros
y el melanclico canto de la egipcia surcaban
que iba separando la vctima de su asesino.
Despus, nada:
sombras,
silencio,
la distancia
soledad...
porque
Enoe ya no cantaba y los perros habian muerto sobre el cadver de su amo envenenados como l por las mortales saetas de las vboras.
EL MRTIR DEL GLGOTA.
CAPITULO
Un
Dejemos
los
535
VIII.
caballero que roba en despoblado.
muertos y sigamos Enoe que hace
tres
horas caminaba sin saber dnde.
Si la vista
el
paso del dromedario no fueran la una
perspicaz, y el otro
el del
hombre,
indis-
modesto y forzudo herbvoro que conducia
egipcia hubiera caido en alguno de los profundos preci-
pensablemente
la
mas seguro que
mas
picios
que rodeaban
pero esto
camino que tan su voluntad segua;
acontece pocas veces. Un rabe duerme sobre el
la
tienda.
el
lomo de su camello con la misma tranquilidad
sombra de una palmera bajo el pabelln de su
encastillado
que
el
EL MARTIK
530
Enoe, abismada en sus reflexiones, en sus recuerdos,
dejaba al prudente animal caminar su antojo, porque le
era indiferente cualquier punto de la tierra.
Caminaba, pues, al azar, sin pensar en lo que hara
maana: en su imaginacin solo existia el ayer es decir:
,
Antpatro y su amor.
Joven y enamorada
sola en el
mundo habia cometido
,
un crimen por el solo placer de vengar su amante.
Su imaginacin entusiasta ardiente creia un deber
,
que acababa de ejecutar.
No matar Cingo hubiera sido para
,
mas que una cobarda una
tud
una
falta de
ingratitud
ella
una
cobarda...
mas que una
ingrati
amor.
Estaba, pues, tranquila: no tenia remordimiento: no
amedrentaba
lo
lo
le
que pudiera sobrevenirla, porque no pen-
saba como hemos dicho en lo porvenir.
pasado , es decir, su amor sentido y su
amor llorado, era todo lo que ocupaba su imaginacin.
El presente y
el
Tenia diez y ocho aos. Solo habia amado
Antpatro, de quien era esclava, esclavitud que
al
prncipe
mas de una
vez habia bendecido acariciando los rubios y sedosos cabellos
de su amante.
Abismada en el recuerdo de su amor caminaba Enoe
como dejamos dicho merced de su cabalgadura, cuando
sta detuvo el paso la revuelta de un barranco, y levant
,
bruscamente la cabeza.
Este movimiento inesperado hizo perder
el
equilibrio
la joven, indudablemente hubiera caido al suelo si una
mano vigorosa jtio hubiera obligado al camello bajar el
arqueado cuello
con
lo
que volvi quedarse sentada tan
plomo y segura como poco
Enoe
antes.
vi la claridad de la luna
un hombre parado
delante la cabeza de su dromedario.
Aquel hombre era joven y hermoso. Con su siniestra su-
jetaba al camello cojido del ronzal de camo. Su diestra
DEL GOLGTA.
537
empuaba una jabalina corta de tres pas. Su traje era una
especie de capa corta y un turbante con mangas que caian
sobre sus hombros. Su barba era poca y muy clara, sin duda
causa de su juventud.
Nada
tenia de temible ni desagradable aquella aparicin
media noche y en un barranco solitario.
Buenas noches, Enoe, dijo el forastero con amabilidad
y con una voz dulce y melosa como la de un cortesano de la
reina Cleopatra.
T me conoces? Pregunt la egipcia con asombro.
S, pues ya ves que s tu nombre.
Y quin eres?
Soy un
Un
Ese
caballero que roba en despoblado.
ladrn
es el calificativo
que se da en
las ciudades
los
me agravio por eso.
Mercurio fu ladrn y hoy es un dios de los paganos: bien
es verdad que tales creyentes no les sienta mal un dios tan
hombres que tienen mi oficio
pero no
deshonrado.
eres judo, puesto
que hablas con desprecio de
los
dioses del Olimpo.
Solo Dios
es Dios,
Enoe.
tra tierra se alzan pedestales
T
y
eres egipcia,
all
en vues-
se sacrifica esas divinida-
mano del hombre; pero yo soy
Dios
al
venero
invisible de Abraham y de
hebreo y solo
Jacob, porque ese Dios es el nico, el solo, el verdadero.
Y cul es tu intento al cerrarme el paso?.. Vienes por
des paganas fabricadas por la
el
oro que presumes conducen mis camellos?
Vengo servirte de guia, ser tu amigo, tu hermano.
Pero yo no te conozco... Cmo sabes t que yo pasara
'por este sitio,
cuando desde que
el sol se
ha ocultado camino
merced de mi camello?
Comprendo
mientras llega
tu asombro, y voy satisfacer tu curiosidad
mi gente.
-Habla.
TOMO
I.
68
538
EL MARTIR
'
Voy
complacerte. El sitio en que te hallas es la
muy
Este barranco conduce Sichen: es un atajo
rla.
cido por los camellos y los dromedarios de
Sus rocas, calcinadas por los rayos del sol y
cabalgaduras, han sido heridas
mas de una
Samacono-
las caravanas.
el
casco de las
vez por las pisa-
das de la que te conduce. Ahora, enterada del terreno que
pisa tu dromedario, contino
mi
relacin, pues deseo satisfa-
cer el asombro que leo en tu semblante, hermoso
una virgen de Sion, sobre todo en
luna
este
como
el
de
momento en que
la
refleja sobre tu frente.
Esta galantera hizo ruborizar Enoe, sin que
pudiese esplicarse
el
ella
motivo.
El misterioso personaje continu:
Soy, pues,
como te he dicho, un bandido, por mejor
decir, capitn de una gavilla de bandoleros que infesta este
escabroso pas. Tengo espas en todas partes donde el comercio se esplota, y no sale una caravana de una ciudad de Jud
sin que yo lo sepa. Hace algunos dias mis corredores me
trajeron la nueva que el esclavo favorito del difunto rey
Herodes, quien
el
Dios de Jacob confunda, haca los pre-
parativos para emprender
con
el
un
viaje hcia las costas de Tiro,
objeto de embarcarse en aquellas aguas para Africa,
su pas. Sin ser yo un sabio de Grecia, calcul que Cingo
el
esclavo no abandonara la corte siendo pobre,
galileo de la
montaa,
sin
mas patrimonio que
como un
su matelot
de pelo y su zuron de piel de cabra. Yo me hallaba en Jeric,
sabia que todos los nobles de Israel se hallaban en el hip-
dromo; confiaba que en sus corazones no se habra estinguido del todo el recuerdo de su pasada gloria y el amor
su independencia, y quera contribuir la salvacin de mi
patria; pero me he engaado: los descendientes de Matatas
ya no sern mas que esclavos cobardes y afeminados; pero
esto no satisface tu curiosidad: dispensa si he divagado... Me
hallaba, pues, como te dije, en Jeric, y supe cuando Cingo
sali de la ciud'ad
montado en su caballo y llevando dos dro-
DEL GLGOTA.
medarios de carga, en uno de
'
los cuales ibas t.
539
Entonces
un bosquecillo inmediato en donde cuatro hombres
corr
me
de mi confianza
esperaban, y os seguimos larga distan-
cia. Luego sobrevino la tempestad: alz Cingo su tienda y
ambos os guarecisteis en ella: fcil nos hubiera sido enton-
ces asaltaros, pero yo prefiero la noche al dia para ejecutar
Como con
y con la tierra hmeda los
perros tienen mas viento, olfatearon nuestro rastro y ladraesa faena.
la lluvia
ron. El esclavo, alarmado por los ladridos, sali reconocer
el terreno;
Yo
pero nada vi y volvi encerrarse en su tienda.
conoc que los perros eran un inconveniente para sor-
prenderos, y
mand uno de
pierna de carnero: porque
Mientras
los perros
los
mios que
les
echara una
perro harto, rastrea menos.
el
coman me
deslic entre los arbustos
colocarme detrs de vuestra tienda. Desde mi escondite
fui
oia vuestra conversacin. Entonces supe por lo que hablsteis
que t eras Enoe,
la
esclava favorita del malogrado
como yo queria mucho ese joven, me
propuse salvarte del furor del etope. Luego vi que l bebia,
y que t no te meneabas fingiendo dormir. Por fin los vapoprncipe Antpatro; y
pores del vino vencieron Cingo, y entonces t...
El bandido
cual
se
Enoe nada
detuvo
dijo,
y despus de una pausa durante
continu:
T entonces vengaste tu
ballo, part galope y vine
donde
te
la
amante yo mont en un ca;
colocarme en este barranco
ha conducido tu dromedario. H ah per qu
s tu
nombre y por qu me hallas en mitad de tu camino como
una aparicin; pero no temas: yo s respetar la mujer, y
ay del que tocara un solo pelo de tu ropa! Dimas el bandido sabra castigar su atrevimiento.
No
s por
qu tus palabras
me
inspiran confianza: soy
Condceme donde te plazca.
No: eres una amiga. La mujer, los nios y los ancianos
tienen un seguro en mi castillo. Nada temas. Libre sers el
dia que quieras serlo, y conducida por m por mis compatu prisionera.
F.L
540
eros al
sitio
MRTIR
donde t nos indiques. Antpatro
Yo
mi lado contra los impos.
se
sabr respetar su
ha batido
memoria
en tu persona.
Gracias
te
doy en su nombre, generoso bandido.
Cumplo con un
llo,
que
deber.
la distancia
Dimas
Ahora sigue
el
paso de mi caba-
que tenemos que atravesar
fu por su caballo
mont con
es larga.
la ligereza prodi-
giosa del rabe, y luego, acercndose Enoe, le dijo:
Vamos.
Ya
te sigo.
Una hora
Enoe
antes de amanecer llegaron al castillo de Hebal.
entr sin miedo en la ttrica fortaleza.
Apenas pasaron
el rastrillo,
algunos bandidos se acerca-
ron para ayudarla desmontar.
Amigos mios
Dimas con dulzura,
mi hermana. Tratadla como se merece.
,
les dijo
FIN DEL TO.MO PRIV1F.RO
os presento
DEL GLGOTA.
541
Indice.
Pag
Introduccin
LIBRO PRIMERO.
Dimas,
Captulo primero. El pueblo errante
Cap. II. Solo en el mundo
Cap. III. Trato es trato
3
9
15
'
Cap.
IV. Los bandidos
Cap.
V. Donde Dimas empea
Cap.
VI. Los cadveres
33
Cap.
VIL El bautizo
41
Cap. VIII.
21
su honra por pagar su pual.
de sangre
Un golpe en vago
...
27
51
LIBRO SEGUNDO.
Estrella del Mar.
Captulo primero.
Mara
61
Cap. II. La Virgen de Sion
69
Cap. III. El anillo de oro
79
IV. El ngel Gabriel
Cap. V. La paz sea contigo
Cap. VI. El edicto del Csar
Cap. VIL La cuna del Mesas
87
Cap.
95
105
113
LIBRO TERCERO.
Los peregrinos de Oriente.
Captulo primero. Los pastores
Cap. II. Los rabes
Cap. III. Los reyes Magos
123
v
131
139
EL MARTIR
542
Pags.
Cap. IV. Jerusalen
Cap. V.
147
Los peregrinos
-159
VI. Herodes el Grande
Cap. VIL La carta de Roma
Cap. VIII. La semana de Daniel
165
Cap.
173
183
LIBRO CUARTO.
Camino de Egipto.
Captulo primero. Los cuatro reyes
193
Cap. II. Achiab
199
Cap. III. La adoracin de los Magos.
Cap.
IV. El anciano y
Cap.
V. El
207
215
la profetisa
221
bosque hospitalario
VI. El Buen Ladrn
Cap. VIL La caravana
Cap. VIII. -El desierto
231
Cap.
241
249
LIBRO QUINTO.
La degollacin.
Los
de
Las vboras del esclavo
Captulo primero.
Cap.
II.
liijos
la
263
Vestal
271
Cap. III. La ley de las Doce Tablas
281
IV. El nido de un prncipe
Cap. V. En el que dos ambiciosos forman
291
Cap.
castillos en el aire al rede-
redor de algunas botellas
301
VI. Cleopatra y los triunviros
Cap. VIL Octaviano Augusto
Cap.
321
v
Cap. VIII. Fantasa
Cap.
IX. El
Cap.
X. Un corazn
Cap.
XI. Cnticos-de
329
.'
orculo de Delfos
La sangre
Cap.
XIV.Preludios
Cap.
XV. La
341
de hiena
349
alegra
Cap. XII. Lamentos de dolor.
Cap. XIII.
309
en
359
365
el rostro
371
de la muerte
379
profanacin
387
LIBRO SESTO.
El guila de oro.
Captulo primero. La va Sangrienta
395
DEL GLGOTA.
543
Pags
Cap. II. La conjuracin
405
Cap. III. El templo de Sion
113
IV. La fiesta de las suertes
Cap. V. La clemencia de Herodes
419
Cap.
427
LIBRO STIMO.
La
agona.
Captulo primero. La doble cadena
Cap. II. Donde se prueba que no es difcil dormirse en
un ngel y despertar en los de un demonio.
Cap.
III.
La
manzana y
el
437
los brazos de
445
nio
455
Cap. IV. -El libro de Job
Cap.
V. Donde
se
467
prueba que
el
amor domestica
las fieras.
477
LIBRO OCTAVO.
Las vboras.
Un ensueo de amor
La agona de un verdugo
El rey ha muerto!... Viva el rey!
Captulo primero.
487
Cap.
II.
495
Cap.
III.
Cap.
V. El
entre cenizas
canto del cisne
Cap. VI. Bajo una
Cap.
VIL Meloda
Cap. VIII.
505
Cap. IV. Fuego
tienda
fnebre
Un caballero
que roba en despoblado
509
"...
515
521
529
535
PLANTILLA PARA LA COLOCACION DE LAS LMINAS.
Tomo
primero.
Portada
La presentacin.
La Virgen en la fuente
64
106
El Nacimiento
La Huida Egipto
128
:
sibila de
259
316
Cleopatra
La
Cuma
Antpatro y Enoe
335
.
434
Antpatro y Cingo
Herodes
470
Muerte de Cingo
532
497
DEL GLGGTA.
481
Cap. VIII.-DePilatoHerodes
Cap.
IX. De Herodes
379
387
Pilato
LIBRO DECIMOQUINTO.
El Glgota.
Captulo primero. La columna de
las afrentas
393
Cap. II.- Ecce-Homo
Cap. III. La
calle de la
397
Amargun
405
Cap. IV.La cruz
Cap.
Cap.
415
V. Todo est cumplido
VI. -Cayo Appio
425
433
Cap. VII. Los muertos hablan
Cap. VIII. Tres das despus.
439
447
Cap. IX. La ascensin
Cap.
X. El
sepulcro de
455
461
rosa:
EPLOGO.
469
Ni piedra sobre piedra
TOMO
II.
Ol
LIBRERA
DE
D. LEOCADIO
LOPEZ, editor,
CALLE DEL CARMEN
NM. 13,
MADRID.
NUEYA HISTORIA
DE LA SANTSIMA
VIRGEN MARIA,
CON LA ESPLICACION
DE SUS PRINCIPALES ADVOCACIONES
Y UNA CORONA POTICA
EN HONOR DE LOS MISTERIOS DE SU VIDA
OBRA ESCRITA
pr
ti
pbrn.
imilin
3#mim >a
Capelln de Honor honorario de
Edicin ilustrada y de
lujo.
Dos tomos en
4.
S.
M.
mayor con preciosas lami50 rs.
nas dos tintas
Obra interesantsima escrita en
enriqnecida
os la lectura
pues en
ella
con
la
mas
estilo claro
y sencillo
al
par que llena de profundos conceptos,
esplicacion de sus principales advocaciones y completada con
til
y provechos?, que una buena madre puede poner en
una corona
manos de
potic;)
sus hijo?,
hallan ejemplos y virtudes sublimes que imitar y acciones heroicas que admirar.
CORONA POTICA DE LA VIRGEN
POEMA RELIGIOSO
POR
D.
Hermosa
JOS ZORRILLA Y
edicin.
D. H.
GARCIA DE QEVEDO.
Un tomo en 4.*
40
rs.
LAS TARDES
DE
LA GRANJA.
LECCIONES MORALES DE UN PADRE SUS HIJOS.
POR
M.
DUCRAY DMINIL.
Un
Novsima edicin ilustrada con lminas.
en 4.
.
La edicin que anunciamos de esta obra es la mas completa que
morales en Terso; ninguna obra hay
mas interesante
y ancdotas inspiran un profundo
historias
se
hermoso tomo
40 rs.
conoce con todos los ejemplos
instructiva para las familias
porque todas sus
inters; su lectura lleva al corazn los afectos
instruyendo los jvenes' para todas las ocasiones de
la
mas dulces
vida con consejos morales y ejemplos subli-
mes de abnegacin y virtud.
LA CARIDAD CRISTIANA
segunda parte de EL CURA DE ALDEA.
NOVELA ORIGINAL
POR ENRIQUE PEREZ ESCRICH.
Dos tomos en
La
con entusiasmo. Su
aman
los
fin
una ilustracin notable, ha
moral est basado, en los Evangelios; poema que encanta
desgraciados y admiran
diciones esenciales de
50
4. edicin ilustrada
edicin de esta preciosa novela hecha con lujo y con
la
los sbios;
rs.
sido acojida
los
nios, que
rene grande inters, sentimiento y verdad, tres con-
novela.
Para aparecer inmediatamente.
MANZANA DE
ORO,
NOVELA DE COSTUMBRES SOCIALES
POR
B,
JOSE DE SELGAS Y CARRASCO.
Hermosa
tomos en
4.
edicin con preciosas lminas, Constar de dos