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BREVE HISTORIA DEL CANON BIBLICO
Autor:
G. BEZ-
NDICE CAMARGO
INTRODUCCIN Categora:
Formacin del Canon Hebreo La Biblia
Formacin del Canon Griego (Septuaginta) Pginas:
Formacin del Canon del Nuevo Testamento 68
Bibliografa selecta
INTRODUCCIN
La cuestin del canon bblico, o sea de los libros que deben
considerarse como de divina autoridad, ha sido muy debatida en el
curso de los tiempos. La verdad es que en la historia del canon hay
muchos puntos oscuros. El autor del presente trabajo reconoce las
dificultades que se presentan al tratar de ella, las cuales pueden
comprobarse por las diferencias que ocurren, en diversos
respectos, entre los autores que se han ocupado del asunto. El
propsito de este estudio, sin embargo, es marginar las cuestiones
de orden doctrinal o teolgico, en que el terreno es propicio a las
polmicas, y concentrarse, con la mayor precisin posible, en los
hechos histricos, hasta donde se han podido comprobar, en
cuanto a la formacin del canon bblico. Su propsito es, pues,
solamente de ndole informativa.
La palabra canon viene del griego, al travs del latn, y significa
literalmente una vara recta, de donde viene el sentido de norma, o
regla en sentido figurado. Es el sentido en que la usa Pablo en 2
Co. 10.13. Lleg a tener otras acepciones. Por ejemplo, en el siglo
2 A.D. significaba la verdad revelada, la regla de fe. En su sentido
especfico de lista, ndice o catlogo de libros sagrados,
oficialmente reconocidos por las autoridades religiosas como
normativos para los creyentes, con exclusin de los dems, canon
es un trmino de origen cristiano. Aparece primeramente en la
literatura patrstica del siglo 4 A.D. El concilio de Laodicea (363)
habla ya de libros cannicos. Atanasio (367) se refiere a ellos
como canonizados. Es al parecer Prisciliano (380) quien por
primera vez usa canon como sinnimo de Biblia, la cual consiste,
para los judos, de lo que los cristianos llamamos Antiguo
Testamento, y para nosotros, de ste y del Nuevo Testamento.
El concepto de canonicidad de un escrito religioso es
relativamente tardo, y ha sido diverso, en mayor o menor grado,
en el curso del tiempo y hasta hoy, segn las pocas, las regiones
y las confesiones. En trminos muy generales podra decirse que la
canonicidad consiste en las razones que se dan para justificar la
inclusin de un escrito en el canon. El concepto de canonicidad va
asociado con el de inspiracin divina. Pero si se define sin ms con
referencia a ste, puede caerse en un crculo vicioso: Cules son
los libros cannicos? Los de inspiracin divina. Y cules son los
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libros divinamente inspirados? Los cannicos. Desde el punto de
vista histrico, los conceptos de inspiracin divina y de canonicidad
no son estrictamente equivalentes. Parece que es el concepto de
inspiracin divina el que surge primero, y que posteriormente sirve
de base para el concepto de canonicidad. Pero si todos los libros
incluidos en el canon se consideraron como de inspiracin divina,
hubo libros que el consenso general tuvo un tiempo por
divinamente inspirados, por lo menos en algn grado, y que
finalmente no entraron en el canon. Ante este problema, se ha
llegado a distinguir entre lo que se llamara inspiracin general e
inspiracin especial. La segunda sera la asignada a los libros
cannicos. En la anterior podran entrar muchos de los que forman
la ya muy extensa literatura religiosa de todos los tiempos.
Desde el punto de vista de la historia del canon, se requiere un
criterio objetivo y hasta cierto punto emprico. Y al parecer el nico
de esa ndole es el que consiste en la intervencin de un dictamen
de las autoridades religiosas respectivas. Como hemos de ver en el
curso de este trabajo, ese dictamen no es arbitrario. Lo ha
precedido el dictamen tcito de los creyentes que forman la
comunidad que ha venido usando cierto libro y que le atribuye un
carcter sagrado especial. Las autoridades, por ello, puede decirse
que no imponen la canonicidad: simplemente la reconocen y le
ponen su sello de confirmacin oficial. La canonicidad, en este
sentido prctico, significa no slo que una comunidad creyente ha
considerado un libro como de inspiracin y autoridad divinas, sino
que se le ha incluido en un grupo de libros que, en determinado
momento, ha sido fijado y cerrado por el dictamen explcito de las
autoridades de esa comunidad. Este grupo es el canon. Tal es el
sentido que adoptamos en este trabajo. No se entra, pues, a
discutir en l la cuestin de la inspiracin divina de los libros
sagrados. Slo se quiere, como se puntualiz antes, trazar el
proceso histrico de la formacin del canon.
Propiamente hablando, no hay uno sino dos cnones: el hebreo
(o sea el del Antiguo Testamento, segn la terminologa cristiana) y
el del Nuevo Testamento. Convencionalmente, sin embargo, suele
hablarse de un segundo canon del Antiguo Testamento, el griego,
que otros llaman alejandrino o de Alejandra, dando tambin el
nombre de palestino o de Palestina al hebreo. No todos los autores
estn de acuerdo con este concepto tricannico, pues consideran,
con razn, que no puede llamarse canon, con propiedad, la lista de
libros que forman parte de la llamada Septuaginta, que es slo una
versin griega del canon hebreo en formacin, con la adicin de
libros y textos de especial inters para los judos alejandrinos,
quiz desde un punto de vista ms literario que religioso, libros que
eran muy ledos y apreciados entre ellos.
Algunos autores creen que si ha de hablarse de tres cnones, el
otro del Antiguo Testamento es ms bien el samaritano, que consta
nicamente del Pentateuco. Todava otros autores consideran que
hay que considerar tambin como otro canon veterotestamentario
el de la comunidad de Qumrn, que inclua libros que no figuran en
la Septuaginta, y omita el de Ester. La verdad es que en realidad
no se sabe de ningn dictamen de las autoridades religiosas judas,
ya fuera de Palestina, ya de Egipto (Alejandra), que hubiera fijado
y cerrado un canon de escrituras para los judos de este ltimo
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pas. Como veremos en su oportunidad, realmente no sabemos con
exactitud qu libros formaban parte de la Septuaginta primitiva.
Todas las copias que han llegado hasta nosotros son de mano
cristiana. Faltando tal dictamen, la Septuaginta, cualquiera que
haya sido su composicin original, no se ajusta al concepto de
canonicidad que se ha adoptado en el presente ensayo. No
obstante, cuando con fines comparativos usamos la terminologa
convencional, empleando la designacin de canon griego para
referirnos a la Septuaginta o Versin de los Setenta, usamos
canon, as, entre comillas.
FORMACIN DEL CANON HEBREO
Hay un largo periodo que podra llamarse precannico, de
extensin difcil de fijar siquiera aproximadamente, pero que debi
de haber sido por lo menos de unos cinco siglos, en que existen,
primeramente, materiales que preservan la tradicin oral y de los
cuales, ya en una primera seleccin, que podra llamarse natural,
porque no es impuesta por ninguna autoridad, excepto la de la
popularidad, se van consignando algunos por escrito. Los ms
antiguos son sin duda de ndole folklrica: poemas picos y
cnticos que corren de boca en boca, y que cuando llegan a formar
parte de relatos histricos son generalmente de ms antigedad
que el contexto en que se insertan. En esta forma, o como cnticos
separados, que es el caso de algunos salmos, vienen finalmente a
formar parte del canon, y de este modo a llegar hasta nosotros.
La lista de stos no es pequea. Hela aqu, en el orden en que
aparecen en la Biblia, pero que, por supuesto, no es precisamente
el de su antigedad: Cntico de la espada, Gn. 4.23, 24; Maldicin
de Canan, Gn. 9.2527; Orculo de Yahvh, Gn. 25.23;
Bendiciones de Isaac, Gn. 27.2729, 39, 40; Bendiciones de Jacob,
Gn. 49.227; Epinicio de Moiss, Ex. 15.118; Estribillo de Mriam,
Ex. 15.21, repitiendo 15.1; Cntico del Arnn, Nm. 21.14, 15;
Cantar del pozo, Nm. 21.17, 18; Poema de los romanceros, Nm.
21.2730; Seis profecas de Baln, Nm. 23.710, 1824, 24.39,
1519, 2122, 2324; Cntico de Moiss, Dt. 32.143; Bendicin
de Moiss, Dt. 33.229; Cntico de los astros, Jos. 10.12, 13;
Epinicio de Dbora, Jue. cap. 5; Enigma de Sansn, Jue. 14.14;
Dicho de Sansn, Jue. 14.18; Cntico de Sansn, Jue. 15.16;
Cantar de las mujeres, 1 S. 18.7; Elega de David (por la muerte de
Sal y Jonatn), 2 S. 1.1927; Elega de David (por la muerte de
Abner), 2 S. 3.33,34; Salmo de la liberacin, 2 S. 22.251 (Sal.
18); Canto postrero de David, 2 S. 23.17; Salmo de David, 1 Cr.
16.836 (Sal. 105.115; 96.113; 106.47, 48); Salmo de
Ezequas, Is. 38.1020; Salmo de Jons, Jon. 2.210; Salmo de
Habacuc, Hab. cap. 3.
Entre esos antiguos materiales orales y escritos, son de
particular importancia los que expresan las relaciones del pueblo
con Dios. Son de dos clases: a) cdigos o cuerpos de leyes
prescritas por l para regir la vida individual y comunitaria, y b)
frmulas rituales y reglamentos del culto establecidos por mandato
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divino. Habiendo existido al parecer, primeramente, por separado,
algunos de ellos, probablemente la mayora, quedaron incorporados
al Pentateuco, pero todava puede advertirse que forman grupo.
Algunos de ellos, que han podido discernirse en el conjunto, son
leyes como las de las lesiones, Ex. 21.12, 1517; la que prohbe
ayuntarse con bestias, Ex. 22.19; las del adulterio y las relaciones
sexuales entre parientes prximos, as como contra la
homosexualidad, Lv. 20.1013; el Declogo, que existe en dos
recensiones, Ex. 20.117 y Dt. 5.121; el que se ha denominado
Cdigo del Pacto, Ex. 20.2223.19, probablemente el Libro del
Pacto mencionado en 24.7, y del que algunos autores excluyen
partes que suponen incorporadas posteriormente y que formaban
originalmente un Declogo ritual (23.12, 1517; 22.29, 30; 23.18,
19); el llamado Cdigo ritual, Ex. cap. 34; el designado como
Cdigo deuteronmico, Dt. 1226, el denominado Cdigo de
santidad, Lv. 1826 y un Ritual del Arca, Nm. 10.35, 36.
Los eruditos consideran que las principales tradiciones que
finalmente se consignaron por escrito son por lo menos tres: una
en que se usa para Dios el nombre de Yahvh, y a la que por eso
se ha llamado yahvista; otra que prefiere el nombre Elohim, que
significa simplemente Dios, que por tanto ha recibido la
designacin de elohista, y una tercera, ms tarda, quiz de los
ltimos tiempos de la monarqua, y que por los temas en que hace
hincapi y la importancia que se da en ella al culto y al sacerdocio
se ha llamado sacerdotal. Los materiales de estas tres tradiciones o
fuentes documentales se han combinado, segn el consenso de los
eruditos modernos, en la composicin del Pentateuco. El Cdigo
deuteronmico, citado arriba, pertenecera probablemente a la
tradicin sacerdotal, y se habra redactado quiz en tiempos de
Ezequas, como una nueva versin de la peregrinacin por el
desierto y una nueva codificacin de las leyes. Se ha sugerido, con
muchos visos de probabilidad, que el libro de la Ley, encontrado
en el templo en tiempos de Yosiyahu (Josas) podra haber sido una
primera redaccin del mencionado Cdigo deuteronmico o una
recensin primitiva del Deuteronomio. Algunas autoridades
identifican la tradicin sacerdotal con un cdigo en forma, llamado
Cdigo sacerdotal, cuya presencia, segn algunos eruditos, se hara
notar desde el primer captulo del Gnesis, que habra sido
originalmente parte de l.
Existieron tambin libros y otros materiales escritos que se
perdieron, algunos de los cuales se mencionan por nombre y se
citan en la Biblia: Libro de las guerras de Yahvh, Nm. 21.14, 15;
Libro de Yasar (o del Justo), Jos. 10.13, del cual tom el autor de
los libros de Samuel la elega de David, 2 S. 1.18; Historia del
profeta Natn, Profeca de Ajiyh el siloneo, Visiones de Yedo (o
Ido) el vidente, 2 Cr. 9.29; Libro de la historia de Salomn, 1 R.
11.41; Libro de las crnicas de los reyes de Jud, 1 R. 15.7; Libro
de las crnicas de los reyes de Israel, 1 R. 15.31, libros, estos dos
ltimos, que no son nuestros libros 1o y 2o de Crnicas, y Libro
de Yahvh, Is. 34.16. Seguramente hubo materiales que se
perdieron tambin, pero no se mencionan, y que posiblemente
sirvieron de consulta a los escritores sagrados y hasta acaso se
incorporaron en la Biblia sin que puedan ahora distinguirse. Por
ejemplo, algunas autoridades sugieren que 1 S. 8.1117, es quiz
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parte de un libro que Samuel redact con los fueros o atribuciones
del rey, especie de Constitucin de la monarqua, que se habra
guardado en el santuario de Mispa. Se ha sugerido tambin que
podra tratarse del pequeo cdigo contenido en Dt. 17.1420, que
el deuteronomista, escritor muy posterior a Samuel, habra
encontrado e incluido en su versin del Cdigo del Pacto, o sea en
el llamado Cdigo deuteronmico, mencionado anteriormente.
Estas sugerencias son, por supuesto, aunque plausibles, ms bien
conjeturales.
S sabemos positivamente que a fines del siglo 8, el rey
Ezequas mand formar una coleccin de Proverbios de Salomn
(Pr. 25.1), que se incorpor al libro de Proverbios cannico (caps.
2529), y que orden que en la liturgia del templo se cantaran
salmos de David y de Asaf (2 Cr. 29.30). Para eso, naturalmente,
hubo que formar un himnario, una coleccin. No sabemos qu
salmos la formaban, pero es probable que figuren en la seccin del
actual libro de los Salmos comprendida del 3 al 72 (vase Sal.
72.20), as como algunos de la coleccin de salmos de Asaf de la
porcin Sal. 7383.
Al parecer Isaas escribi algunas de sus profecas (30.8). En
Jer. 36 se habla de un libro dictado por el profeta, que contena los
mensajes de Dios que se le haban comunicado (36.8), los cuales
se llaman tambin las profecas de Jeremas (36.10). Muy
probablemente contena parte del libro cannico de Jeremas. Fue
el que quem el rey Joaqun y del que se sac una segunda
edicin, o sea una nueva redaccin ampliada (36.32). Por otra
parte, Jeremas cita en 26.18 textualmente Miq. 3.12, y en 49.14
16 Abdas 14, casi textualmente. Esto muestra que en su tiempo
(mediados del siglo 7) existan ya por escrito las profecas de
ambos.
La primera alusin a un libro considerado tcitamente como
sagrada escritura, o sea como de autoridad divina, es la que se
hace al libro de la Ley que se hall en el templo durante las obras
de reparacin del tiempo de Yosiyahu (Josas), que hemos
mencionado ya (2 R. 22.8). En 23.2 se le llama Libro del pacto.
Esto sucedi en 621 a.C. Al parecer fue entonces cuando tuvo su
comienzo, en cierto modo, el canon hebreo, y de cierta manera
tambin, el concepto judo de canonicidad, aunque iban a pasar
muchos siglos antes de que se empleara esta palabra. Porque ese
libro se ley y oy, y fue aceptado por el pueblo, como un libro
cuyos preceptos deban ser recibidos y obedecidos como
mandamientos de Yahvh, o sea como Palabra de Dios (23.3). Se
deduce que las vigorosas reformas religiosas de Yosiyahu, y la
celebracin de la pascua, fueron consecuencia de ese acatamiento
de las palabras del libro (23.423) como mandatos divinos. No se
consigna en el pasaje citado ninguna declaracin explcita del sumo
sacerdote Jilquiyahu (Hilcas) o del rey en ese sentido, pero la
forma como se procedi con el libro encontrado y la manera como
se pusieron inmediatamente en prctica sus preceptos muestra que
tcitamente se le concedi la suficiente autoridad para ser
considerado como lo que ms tarde se llamara libro cannico.
En el segundo libro de los Macabeos (2.13) se dice que
Nehemas fund una biblioteca y reuni los libros referentes a los
reyes, los de los profetas, los de David y las cartas de los reyes
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sobre las ofrendas. Quiz los libros referentes a los reyes aluda
a los libros de Samuel y de Reyes cannicos, que los judos
llamaron Profetas anteriores. Entonces los de los profetas
aludira a los llamados Profetas posteriores, los profetas
propiamente dichos. Los de David seran los Salmos, en una
primera compilacin. No se puede colegir cules son esas cartas
de los reyes sobre las ofrendas. Las ofrendas son, sin duda, las
que se llevaban al templo. Por lo dems, de este pasaje pueden
sacarse por lo menos dos interesantes conclusiones relativas al
canon en formacin. La primera es que la tradicin recogida por
Macabeos era que en tiempos de Nehemas exista ya formado el
Pentateuco (la Ley o Torh), de modo que no hubo necesidad de
que Nehemas reuniera los libros que lo componen. La segunda
es que las dems partes de la Biblia hebrea no estaban todava
bien determinadas. Los (libros) de David, que, como hemos
dicho, es casi seguro que se refiere a los Salmos, es alusin que
parece indicar el principio de la formacin de la seccin de la Biblia
hebrea llamada los Escritos, de la que los Salmos es el primero, y
cuya mencin podra tomarse como genrica de toda la seccin. Es
sta la manera como al parecer se designa esa seccin en Lc.
24.44 cuando Jess dice: Todo lo que est escrito acerca de m en
la Ley de Moiss (la Torh o Pentateuco), en los profetas
(Anteriores y Posteriores) y en los Salmos (los Escritos en
general). Es obvio que Jess aluda a toda la Biblia hebrea, como
se conoca ya en su tiempo.
Al volver del exilio, Esdras, competente erudito de la ley de
Moiss, traa consigo la ley de Dios (Esd. 7.614). En Neh. 8.1
se le llama Libro de la Ley de Moiss. A su vez, como lo haba
mandado hacer Yosihayu, lo ley al pueblo como libro sagrado (hoy
diramos cannico), y el pueblo lo acat como tal, obedecindolo.
Se ha sugerido que ese libro era el Cdigo sacerdotal, al que se ha
aludido antes, ncleo del actual Deuteronomio. Otras autoridades
creen ms probable que fuera ya este libro completo, en una
primera recensin, mientras otras opinan que se trataba ya del
Pentateuco mismo, en una forma primitiva que bien podra
llamarse Protopentateuco. Esto ltimo es todava mucho ms
probable si se atiende el testimonio de ciertos papiros de
Elefantina, segn los cuales el Artajerjes de Esd. 7 sera Artajerjes
II (405308) y no Artajerjes I (466424), como generalmente se
ha credo. De ser as, Esdras habra llegado a Jerusaln a principios
del siglo 4, despus y no antes de Nehemas. Para entonces el
Pentateuco estaba ya formado, bajo el nombre global de la Ley
(Torh), y este habra sido, definitivamente, el libro que Esdras
traa de Babilonia.
Lo que se ha llamado el cisma samaritano, y para el cual
algunos autores dan como fecha el siglo 5, en tanto que otros
sealan la segunda mitad del siglo 2, parece haber sido un proceso
gradual de alejamiento y separacin, que tuvo una visible y
dramtica seal en la construccin del templo samaritano del
monte Guerizim, ocurrida, segn Josefo, en la poca grecopersa,
hacia mediados del siglo 4. Esa separacin culmin en el grande y
decisivo rompimiento final en 128 a.C., cuando Juan Hircano, sumo
sacerdote y gobernante judo de la dinasta de los asmoneos,
destruy el templo citado y la ciudad aledaa de Siqun. Es natural
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pensar que para el culto samaritano en Guerizim era menester
contar con un texto sagrado al que se le reconociera suma
autoridad, el cual tuvo que ser el del Pentateuco, nica escritura
sagrada reconocida hasta hoy por los samaritanos. Por lo cual
puede afirmarse casi con seguridad que por lo menos para fines del
siglo 4 el Pentateuco estaba ya completado. El texto, sin embargo,
no corresponde enteramente al del Pentateuco masortico que
figura en nuestras Biblias, y que usualmente es ms conciso que
aqul, que contiene expansiones y armonizaciones de pasajes
paralelos, as como alteraciones de carcter sectario.
No se ha fijado todava con alguna seguridad la antigedad del
rollo que la comunidad samaritana de Nabls conserva
celosamente, pero segn el erudito espaol F. Prez Castro, que
tuvo el extraordinario privilegio de examinarlo detenidamente y
fotografiar su contenido hacia mediados del presente siglo, slo la
ltima parte (Nm. 35.1- Dt. 34.12) es antigua. Cun antigua no lo
seala el citado autor, como tampoco propone fecha para el rollo
en total. La poca ms antigua que se ha sugerido es el siglo 11 y
la ms reciente, el siglo 14. Como se ve, es un manuscrito
relativamente reciente, lo cual no permite saber en qu estado se
hallaba el libro en el siglo 4 a.C. y que muy probablemente era,
como el de Esdras, un Protopentateuco. Los samaritanos admiten
que fue Esdras quien reintrodujo el libro de la Ley, pero sostienen
que no fue el autntico sino una falsificacin fraguada por l.
El apcrifo llamado II Esdras, y tambin Apocalipsis de
Esdras, que data de fines del siglo 1 A.D., consagra su captulo 14
a los trabajos escritursticos de dicho personaje. En ste se relata
que, en vista de que la ley de Dios haba sido destruida en el
fuego, Esdras pide al Seor que lo llene de su santo espritu a fin
de volver a redactar, bajo inspiracin suya, los libros que la
contenan. Dios accede y le ordena que dicte a cinco escribas lo que
l pondr en su mente. As lo hace Esdras, y durante 40 das dicta
da y noche un total de 94 libros. Dios le ordena promulgar 24 de
ellos (supuestamente los del canon hebreo completo) y reservar los
otros 70 para la lectura slo de los sabios del pueblo. Se trata,
por supuesto, de una leyenda sin suficiente base histrica, pero el
hecho de haberse formado indica la existencia de una muy antigua
tradicin que podra significar que Esdras tuvo en verdad una
importante participacin en la formacin del canon, de la cual no
qued en Esdras-Nehemas cannico noticia detallada.
En el libro de Daniel, escrito a principios del siglo 2 a.C., se dice
que el profeta estaba estudiando en los libros la palabra de
Yahvh que hubo para Jeremas en cuanto a la duracin de la
cautividad. El plural los libros parece aludir a la segunda seccin
del canon hebreo llamada Los Profetas, que habra quedado
completada hacia el ao 200 a.C. Esta referencia parece
confirmarlo. (El libro de Daniel mismo no pertenece, en la Biblia
hebrea, a esa seccin sino a la tercera, llamada de los Escritos.)
Por su parte, el traductor del deuterocannico Eclesistico o
Sabidura de Jess Ben Sira (o Sirac), que era nieto de este autor,
dice en su prlogo, escrito en 132 a.C., que su abuelo se haba
dado muchsimo a la lectura de la ley y de los profetas, y de los
otros libros de nuestros padres. Casi no cabe duda de que se
estaba refiriendo a las dos primeras secciones de la Biblia hebrea,
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que estaran ya formadas en vida de su abuelo, lo cual podra
fecharse por lo menos hacia el 200 a.C., dato que coincide con el
de Daniel, o poco antes. Los otros libros seran al parecer los que
llegaron a formar parte de la seccin Escritos, entonces todava en
proceso de formacin, y acaso algunos otros que no llegaron a
quedar incorporados a ella.
Finalmente, en otro deuterocannico, el primer libro de los
Macabeos, cuya redaccin se fija usualmente hacia el 100 a.C., se
hace alusin a los libros santos que estn en nuestras manos, o
sea, nuestros libros sagrados, expresin que indica la existencia
ya de un grupo o coleccin de libros que, aunque no hubiera
todava de por medio una declaracin de las autoridades religiosas,
eran considerados por la tradicin y el uso general como Sagradas
Escrituras (I Mac. 12.9). Durante la persecucin emprendida por
Antoco IV Epfanes contra la religin judaica en la primera mitad
del siglo 2 a.C., deben de haberse destruido muchas copias de los
libros sagrados judos. Si en poder de alguno se encontraba un
libro de la alianza se le condenaba a muerte (I Mac. 1.57). Este
libro era casi seguramente la Torh, o libro de la Ley. Judas
Macabeo (16761) reuni todos los (libros) que haban quedado
dispersos por la guerra que sobrevino contra nosotros (II Mac.
2.14).
Otros testimonios de que la coleccin de libros que constituyen
el canon hebreo estaba prcticamente formado antes del fin del
primer siglo de nuestra era, son de fuente cristiana. El primero es
el de Lc. 24.44, que ya hemos citado. Slo aadiremos que cuando
Jess se refiri, probablemente, a la seccin Escritos simplemente
como los Salmos, no fue solamente por ser ste el libro ms
extenso e importante de esa seccin de las Escrituras hebreas sino
por las numerosas alusiones mesinicas que hay en l. En Mt.
23.35 se halla el segundo testimonio, consignado tambin como
paralelo en Lc. 11.51. Las palabras de Jess desde Abel hasta
Zacaras podran equivaler a desde el Gnesis hasta 2 Crnicas,
y resultar una alusin a toda la Biblia hebrea, ya que 2 Crnicas es
en ella el ltimo de los libros.
Para que quedara formalmente constituido el canon hebreo
como tal, se requera, segn el concepto de canonicidad adoptado
en el presente ensayo, y expuesto al principio, un dictamen
explcito de las autoridades religiosas del judasmo. Ese dictamen
se produjo en Yabneh (o Jamnia), poblacin situada en la costa del
Mediterrneo, entre Yafo (Jope) y Asqueln. Se sabe que en ese
lugar exista, despus de la cada de Jerusaln (70 A.D.), un cuerpo
de maestros de la ley, establecido, con permiso de los romanos,
por el rab Yojann ben Zakkai. Ahora que el templo haba sido
destruido, no quedaba ms centro de cohesin de la fe juda que
las Sagradas Escrituras. Se impona fijar, de una vez por todas,
cules eran stas, mediante un dictamen oficial e inapelable. Los
rabinos de Yabneh procedieron a ello. Se discute todava hoy si
para tal propsito hubo una sola sesin, y en qu fecha, o hubo
varias reuniones del cuerpo que formaban, llamado tambin por los
autores que se ocupan del asunto, concilio o snodo. Hasta se
han expresado dudas de que efectivamente hubiera habido una
reunin en Yabneh en que se fij y cerr el canon hebreo. La
mayora de los autores, sin embargo, lo dan por hecho, aunque
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difieren en cuanto a la fecha. Lo ms probable parece ser que los
rabinos de Yabneh hayan tenido no una sino varias reuniones para
estudiar la cuestin, hasta que en una de ellas emitieron por fin su
dictamen. La fecha de esto vara, en opinin de los eruditos, y lo
ms seguro es decir que ocurri entre los aos 90 y 100 A.D. Hay
quien todava menciona un snodo de Yabneh en 118 A.D., pero si
lo hubo, en l bien pudo haber tenido lugar slo una ratificacin de
lo resuelto anteriormente.
Josefo (Contra Apin, 1, 8) escribiendo hacia 95 A.D., por el
tiempo en que el snodo de Yabneh ha decidido o est prximo a
decidir qu libros sagrados forman el canon, y de todos modos
cuando ya sin duda habra un consenso general y ms o menos
oficial sobre el punto, da la lista de 22 libros que con justicia se
cree que son divinos: cinco que pertenecen a Moiss, 13 libros
que los profetas, que vinieron despus de Moiss, escribieron y
cuatro que contienen himnos a Dios y preceptos para la conducta
de la vida humana. No los enumera por nombre, pero los cinco
atribuidos a Moiss son, por supuesto, los del Pentateuco. Cules
eran para l los 13 de los profetas y los otros cuatro, es materia de
conjetura. Su clasificacin no parece coincidir con las secciones
Profetas y Escritos con que vino a quedar completa la Biblia hebrea
en su forma actual. Su manera de agruparlos pudo muy bien estar
influida por el orden de los libros en la versin griega Septuaginta
que, como escritor en griego, sin duda conoca y manejaba. As, es
probable que su grupo de los 13 haya estado constituido por Josu,
Jueces-Rut, Samuel, Reyes, Crnicas (reduciendo estos pares a un
solo libro), Esdras-Nehemas, Ester, Job, Isaas, Jeremas-
Lamentaciones, Ezequiel, los 12 (despus llamados profetas
menores, como un solo libro) y Daniel. Y que su ltimo grupo, el
de los cuatro, lo formaron Salmos, Proverbios, Cantares y
Eclesiasts.
No es seguro cul fue la manera como Yabneh numer y agrup
los libros cannicos judos. Lo que se ha considerado ms probable
es que eran originalmente 24, pero que despus algunos autores,
como Josefo, los reagruparon artificialmente para que resultaran
22, como las letras del alefato o alfabeto hebreo. Entre los autores
modernos unos siguen opinando as, pero otros creen que fue a la
inversa, que originalmente eran 22 y que resultaron 24 cuando Rut
se separ de Jueces, y Lamentaciones se desglos de Jeremas,
para colocarlos en la tercera seccin, la de los Escritos. En cuanto
al orden de colocacin de los libros, slo es unnime el de los ms
conocidos y venerados, los cinco del Pentateuco. Los de las otras
dos secciones no siempre aparecen en el mismo orden.
Lo importante, sin embargo, no es la numeracin adoptada ni el
orden de su colocacin, sino cules fueron, como quiera que se
cuenten y ordenen, los libros declarados como constituyentes del
canon hebreo por el snodo de Yabneh. Y en esto no hay duda,
aunque algunos de ellos, como indicaremos despus, todava
fueron debatidos por algn tiempo tras la decisin de Yabneh. Son
los siguientes, en las tres secciones en que finalmente quedaron
agrupados y tal como se encuentran en las ediciones actuales de la
Biblia: La Torh (libro de la Ley, Pentateuco); los Nebiim (Profetas)
subdivididos en Anteriores (Josu, Jueces, 1 & 2 Samuel, 1 & 2
Reyes) y Posteriores (Isaas, Jeremas, Ezequiel, los Doce
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Menores) y los Quetubim (Escritos), o escrituras miscelneas,
que son Salmos, Job, Proverbios, los Meguilot o rollos: Rut,
Cantares, Eclesiasts, Lamentaciones y Ester, y finalmente Daniel,
Esdras-Nehemas y 1 & 2 Crnicas.
Ahora podemos reconstruir, pero tratndose de fechas siempre
slo con aproximacin, el curso seguido en la formacin del canon
hebreo, en vista de los datos que poseemos y que han sido
apuntados sucintamente en nuestra exposicin anterior. Hasta
antes de Yabneh el canon estuvo en un estado que podra
compararse al del cemento: primero en una suspensin muy fluida,
y luego armndose poco a poco hasta quedar en estado slido y
firme. Slo que en el caso del canon hebreo ese poco a poco dur
realmente siglos. Algunos eruditos opinan que cuando cay
Jerusaln (587 a.C.), la Torh y los Profetas Anteriores existan ya
casi en la forma en que vinieron a quedar en el canon. Otros
consideran que ms probablemente la Torh cuaj durante la
cautividad, y que, compuesta de material escrito comenzando ms
o menos en 1200 a.C., vendra a quedar cerrada hacia el 400. Y
que tambin en el exilio babilnico se habran estado reuniendo,
revisando y agrupando los Profetas Anteriores, hasta quedar
prcticamente formada esa seccin. De ser as, puede decirse
entonces que la Biblia de la cautividad consista formalmente de
esas dos secciones, con la adicin muy probable de la edicin
temprana, relativamente nutrida, de los Salmos, que es casi seguro
que exista desde la poca de la monarqua, acaso desde el siglo 9,
ya que los salmos se usaban en el culto del Primer Templo.
Es probable, sin embargo, que fuera tambin durante el exilio
cuando esa primitiva edicin se aument, y comenz a bosquejarse
un agrupamiento que apuntara ya al que tiene en nuestro Salmos
actual. Este arreglo final parece bastante tardo, como parece
indicarlo la estructura que presenta el manuscrito hallado en la
cueva 11 de Qumrn (11Psa), que contiene salmos cannicos y
otros que no lo son, y en que los primeros se presentan en un
orden diferente del que llevan en el texto masortico, adems de
considerables variantes en la redaccin. Por supuesto, no hay que
descartar la posibilidad de que el citado manuscrito sea copia ms
bien de una antologa, para uso privado, que el libro de los Salmos
propiamente dicho, porque incluye otros materiales, como un
pasaje de 2 Samuel, uno de Eclesistico, un salmo 151, y algunas
composiciones apcrifas, como una relativa a los trabajos literarios
de David.
Hay mucha probabilidad tambin de que durante el exilio se
haya formado una primera coleccin de los Profetas Posteriores,
con lo que exista por escrito de Jeremas; las profecas de Isaas
coleccionadas por sus discpulos, con una segunda parte escrita en
el cautiverio y una tercera formada por orculos y preceptos
diversos; quiz lo de Ezequiel (aunque hay la posibilidad de que
este profeta fuera editado ms bien al regreso de la cautividad), y
de los Doce Menores, algunos como Oseas, Ams, Miqueas,
Nahum, Habacuc, Abdas y Sofonas, profetas anteriores al exilio.
Vimos anteriormente que Miqueas y Abdas existan ya por escrito
en tiempo de Jeremas.
Al regreso de la cautividad, durante los siglos 5 y 4, se ira
completando la seccin de Profetas Posteriores, al aadrsele Ageo
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y Zacaras, que son profetas de la poca del primer retorno bajo
Zorobabel, y Joel, Jons y Malaquas, cuya fecha se ignora, sin que
haya suficientes datos para siquiera conjeturarla. As esta seccin
podra haber quedado completa hacia el ao 300 a.C., y despus,
con una revisin de ambas partes, toda la seccin de los Profetas
hacia 200 a.C. De los Escritos, uno de los primeros en editarse
pudo haber sido Job. Tambin por este tiempo se dara otra mano
al libro de los Salmos, en cuanto a su estructura, y tambin una
mano semifinal a Proverbios. Iniciada con estos tres libros, la
formacin de los Escritos continuara con la adicin de Rut, que
exista tal vez desde el siglo 9 o el 8, y separada ahora de Jueces,
al que se le haba aadido como apndice quiz durante el exilio, y
de Lamentaciones, que aunque data de la poca inmediata a la
cada de Jerusaln, estuvo, segn parece, unido a Jeremas, y se
acept por estar asociado con su nombre.
Muy debatida fue la aceptacin de Ester, Eclesiasts y Cantar
de Cantares. Ester corresponde al periodo persa (siglo 4). Parece
evidente que la secta de Qumrn no lo aceptaba, porque hasta el
momento no se ha hallado ni siquiera un fragmento de ese libro
entre lo mucho encontrado en esa zona. Eclesiasts data
posiblemente de principios de la etapa helnica, en ese mismo
siglo, ya que en l parecen traslucirse algunas influencias de la
filosofa griega. Las copias del libro, halladas en Qumrn, son
aproximadamente de 150 a.C. En cuanto a Daniel, parece haber
quedado en su forma final hacia 165 a.C., aunque algunos de sus
relatos son ms tempranos. No parece que hubiera problema para
la inclusin de Esdras-Nehemas y 1 & 2 Crnicas, probablemente
del mismo autor, que W. F. Albright pensaba que podra haber sido
el propio Esdras. Si es as, estos libros se redactaran ms o menos
durante la primera mitad del siglo 4. Si el autor no fue Esdras, sus
fechas de composicin pueden ser otras. Se ha propuesto, por
algunos eruditos, la composicin de los libros de Crnicas hacia 500
a.C., no muchos aos despus del regreso bajo Zorobabel, y su
redaccin final hacia 425. Otros prefieren una fecha muy posterior,
entre 350 y 250. En todo caso, Esdras-Nehemas aparecen como
una continuacin de Crnicas (cf. 2 Cr. 36.22, 23 con Esd. 1.14) y
aunque no fuera Esdras mismo el autor, parece fuera de duda que
el autor es uno, de modo que su fecha de composicin sera igual.
Los Escritos vinieron a quedar agrupados originalmente en
cuatro secciones: 1) Salmos, Job y Proverbios; 2) Los cinco rollos:
Rut, Cantares, Eclesiasts, Lamentaciones y Ester; 3) Daniel, y 4)
Esdras-Nehemas y 1 & 2 Crnicas. Fue el grupo de libros que ms
tard en formarse. Vendra a quedar completado, por el debate
sobre algunos de los libros, a que antes aludimos, prcticamente
hacia 90 A.D., en vsperas casi del snodo de Yabneh. En cuanto a
la razn del debate, parece que el problema con Ester (o al menos
uno de los problemas) era que el libro en hebreo, o sea, el original,
no menciona ni una sola vez el nombre de Dios. Quiz por eso
Qumrn lo rechaz. Hubo algunas dudas sobre Proverbios, pero no
cobraron mucha fuerza, ya que lo amparaba el venerado nombre
de Salomn. Fue ms serio lo de Eclesiasts, porque se dudaba de
su ortodoxia en algunos puntos, como 1.3. Por fin lo salv tambin
el ser atribuido a Salomn. Todava ms seria fue la resistencia a
aceptar Cantares, por su tema amoroso. De nuevo lo protegi el
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prestigio de Salomn, de quien no hubo dudas de que fuera el
autor. Pero fue aprobado. sobre todo por la interpretacin mstica y
alegrica: describa el amor entre Yahvh y su pueblo Israel. Aun
despus de la decisin de Yabneh en su favor, que debi poner fin
al debates, se segua discutiendo, hasta que por fin el famoso y
muy respetado rab Aquiba (hacia 125 A.D.) sali enrgicamente en
su defensa, y dio su famoso fallo: El mundo entero no es digno del
da que el Cantar de los Cantares fue dado a Israel, porque todos
los Quetubim son santos, pero el Cantar es el ms santo de ellos.
Es interesante que hubo dudas tambin en cuanto a la aceptacin
de uno de los grandes profetas, nada menos que Ezequiel. La razn
que se invocaba era que los rabinos advertan diferencias entre las
ordenanzas consignadas en los caps. 4048 y las contenidas en la
Torh.
No es seguro definir cul haya sido el criterio aplicado a los
libros para decidir cules de ellos entraran a formar parte del
canon y cules no. Como hicimos notar en la Introduccin, el
concepto de canonicidad vino a precisarse mucho tiempo despus,
y surgi en forma ms definida entre los cristianos. Al lado de los
libros que despus entraran en el canon, circulaban, con diverso
grado de aceptacin general, otros muchos libros, sobre todo en los
dos o tres siglos anteriores a la era cristiana y en el primero de
sta, adems de los deuterocannicos que formaran parte de la
versin griega Septuaginta. Los judos no empleaban los trminos
cannicos, apcrifos y seudoepgrafos, terminologa de origen
cristiano, para distinguir entre los libros de tema religioso. El
sentido original de apcrifo se explicar al tratar de la
Septuaginta. Baste ahora decir que seudoepgrafo se llama el
libro que se atribuye a algn personaje de importancia y prestigio
en la esfera religiosa, y en cuyo ttulo figura el nombre respectivo.
Algunos apcrifos son a la vez seudoepgrafos.
Los judos clasificaban los libros, desde el punto de vista
religioso, en tres clases: 1) los libros que contaminan las manos,
o sea los libros sagrados en grado sumo, que despus de fijado el
canon podemos llamar cannicos; 2) los guenuzim (de la raz
ganaz, guardar o esconder), o sea, literalmente, guardados,
ocultados o almacenados, y 3) los sefarim jitsonim, lit. libros de
afuera (exteriores, extraos). La curiosa expresin libros que
contaminan las manos, que en lenguaje usual significara todo lo
contrario de libros sagrados, procede de la Mishnh, recopilacin de
leyes orales preservadas por la tradicin juda. Quiere decir que los
libros as designados son tan santos que comunican su santidad (la
contagian, por eso el uso del verbo contaminar) a las manos que
los manejan, por lo cual se requiere la purificacin ritual de ellas,
despus de usarlos, a fin de no transmitir esa santidad a los
objetos profanos que luego se toquen o manipulen.
A veces los guenuzim parecen confundirse con los sefarim
jitsonim, y ser considerados entre estos libros de afuera. Pero
slo esta ltima expresin poda entraar desprecio o hasta
repudio. No suceda as, generalmente, con la primera. Los
guenuzim eran libros no autorizados para lectura general y mucho
menos para lectura en las sinagogas. Eran libros que se guardaban
o reservaban para uso exclusivo de ciertas personas que podan
usarlos con discernimiento, porque ofrecan algunos problemas
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teolgicos o de concordancia con la Ley. Slo los muy entendidos,
pues, podran utilizarlos resolviendo dichos problemas o por lo
menos sin recibir dao en sus creencias. Algunos de esos libros se
tenan en gran aprecio. Josefo, por ejemplo, los utiliz como
fuentes para la redaccin de sus obras histricas. Pero no se les
consideraba como libros sagrados. Hoy les llamaramos esotricos.
De ah que algunos libros que finalmente fueron incorporados en el
canon hubieran sido considerados en un principio como guenuzim.
Por ejemplo, Proverbios, Cantares y Eclesiasts, hasta que la Gran
Sinagoga (cuerpo antecesor del Sanedrn y el snodo de Yabneh en
autoridad) resolvi algunas dificultades que ofrecan. Ester fue
mantenido un tiempo en esa categora. Ezequiel estuvo a punto de
ser declarado guenuz, hasta que un rabino muy respetado,
Ananas ben Ezequas, hall solucin a las discrepancias que, segn
dijimos antes, se le encontraban con la Torh. En las sinagogas
exista un aposento o bodega llamada guenuzh donde se
guardaban, excluidas del uso pblico, las copias tambin de los
libros sagrados que hubieran resultado defectuosas o ya muy
gastadas por el uso. Esto ilustra bien el sentido propiamente dicho
de guenuzim: libros o rollos puestos fuera del uso oficial, y
guardados en lugar seguro, para no quedar expuestos al uso
pblico.
Como libros de afuera propiamente dichos podran citarse
algunos libros que se hallaron en Qumrn, al parecer peculiares de
la secta, como un Libro de la Meditacin, un Libro de No, una
Oracin de Nabonido, un Apcrifo del Gnesis, unos Dichos de
Moiss, un Libro de los Misterios. En la misma categora podran
considerarse libros todava ms particulares de la secta, como el
Documento de Damasco (del cual se haba hallado algunos
decenios antes una copia en la guenuzh de una sinagoga del
Cairo), los Himnos de Gratitud (Hodayot) y la Guerra de los Hijos
de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas. Tambin se sabe de
algunos de los que circulaban fuera de la comunidad de Qumrn, y
que parece que gozaban de mucha popularidad, como los
siguientes:
Odas de Salomn, Vida de Adn y Eva, Asuncin de
Isaas,Testamento de Abraham, Historia de los recabitas,
Testamento de Salomn, Testamento de Adn, Testamento de
Job, Libro de Enoc, Libro de Adn, Libro de Lamec, Visin de
Isaas, Salmos de Salomn, Martirio de Isaas, Vidas de los
profetas, Crnicas de Jeremas, III y IV Esdras, Libro de los
Jubileos, Testamento de los Doce Patriarcas, II y III Baruc,
Asuncin de Moiss, Testamento de Moiss, III y IV Macabeos,
Prlogo de Lamentaciones, y los pertenecientes al gnero
apocalptico, de los cuales slo Daniel entr en el canon:
Apocalipsis de Sofonas, Apocalipsis de Ezequiel y todava otros.
Es interesante que casi todos los guenuzim, una vez definido el
canon en Yabneh, fueron preservados y usados por los cristianos
primitivos, por lo cual el texto que de ellos se conoce es el de
copias de origen cristiano. Tambin es interesante notar que una
de las decisiones de Yabneh fue que el evangelio (es decir, los
escritos cristianos) y los libros de los herejes no son Sagrada
Escritura.
Volviendo al probable criterio adoptado por los rabinos para
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declarar un libro como sagrado, a diferencia de otros, parece que
los requisitos eran 1) estar escrito en hebreo o arameo; 2) haber
sido escrito en el periodo comprendido entre Moiss y Esdras,
periodo exclusivo de la inspiracin proftica, segn el concepto
rabnico, y 3) estar asociado con algn personaje notable de la
historia juda (Moiss, Salomn y David, especialmente, as como
los profetas). Por supuesto, el requisito principal era haber sido
aceptado generalmente como de autoridad divina. Cerrado el canon
en Yabneh, el nmero de libros sagrados quedaba fijado para
siempre; no poda ya haber sustraccin ni adicin alguna. Y su
texto deba permanecer inalterado, de modo que desde entonces se
ejerci una escrupulosa vigilancia sobre las copias que se sacaban,
para evitar aun la mnima alteracin. En cuanto al requisito de
antigedad, se hizo una excepcin con Daniel, escrito dos siglos
despus de Esdras. Muy probablemente se debi a que se
consideraba como profeta, pero ms bien porque sus profecas se
interpretaron como enderezadas contra el gran perseguidor del
judasmo, Antoco Epfanes, y los selucidas en general. Pudo
tambin influir mucho su ndole apocalptica, ya que los
apocalipsis se estaban popularizando en aquella poca de crisis
nacional. No obstante, no se coloc ese libro entre los Nebiim
(Profetas), cuya lista estaba ya cerrada, sino entre los Quetubim
(Escritos), en que figuraban libros de redaccin tarda. En lo
dems, Yabneh mantuvo el criterio de antigedad. As, por
ejemplo, decret que los libros de Ben Sira (el Eclesistico) y
cualesquiera libros que hayan sido escritos desde sus tiempos, no
son escritura sagrada.
En los escritos rabnicos se encuentran alusiones a rollos, por
decirlo as, modelo, que se guardaban en el Segundo Templo (el de
Herodes). La coleccin de ellos vendra a ser un protocanon, un
arquetipo de la Biblia hebrea, como lo considera Robert Gordis, que
serva de base para las copias autorizadas para lectura en las
sinagogas. No sabemos qu libros figuraban en esa coleccin. Pero
seguramente sirvieron como pauta a los rabinos del snodo de
Yabneh en sus decisiones, y siendo as, con toda probabilidad eran
los del canon fijado por ellos ms tarde. Una vieja leyenda juda
habla de un Rollo del templo, que sera muy probablemente slo
de la Torh, salvado por los sacerdotes cuando los romanos
destruyeron el santuario en 70 A.D., y llevado primero a Bether y
ms tarde a Bagdad. Segn la leyenda, fue de ste del que se
sacaron copias para distribuirlas a los judos de la Dispora.
Yabneh, como hemos visto, no hizo ms que poner su sello de
autorizacin oficial al canon que, sin llevar este nombre, se haba
venido formando en el curso de varios siglos por el consenso
general de quienes, generacin tras generacin, haban
experimentado en su propia vida el efecto saludable que el estudio
y acatamiento de los preceptos de unos libros producan, a
diferencia de los otros muchos que circulaban y se lean. O sea que
la autoridad divina de ellos se perciba y senta prctica y
profundamente en una experiencia vital, o sea, como hoy se
acostumbra decir, vivencialmente. Sobre esa base sin duda, se
haban seleccionado y preservado los rollos que formaban la
coleccin del templo, y esto era ya un principio de canonizacin,
propiamente dicha, de los escritos contenidos en ellos. Pero, como
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dijimos en la Introduccin, tanto esto corno la posterior declaracin
formal de Yabneh, era ms bien tan slo una ratificacin a
posteriori de lo que la experiencia de la comunidad creyente haba
establecido de s misma.
FORMACIN DEL CANON GRIEGO
(SEPTUAGINTA)
La primera coleccin propiamente dicha que se form de los
libros sagrados hebreos fue al prepararse una versin griega de
ellos, la que recibi el nombre de Versin de los Setenta o
Septuaginta. En el relato de cmo se llev a cabo se mezclan
pintorescamente la historia y la leyenda.
Desde muy antiguo se haba establecido en Egipto una
numerosa colonia juda, especialmente con la emigracin en masa
tras la cada de Jerusaln en manos de los babilonios (587 a.C.).
Los centros ms importantes de inmigrados judos eran Elefantina y
Alejandra, sobre todo esta ltima. Dedicados principalmente al
comercio, pero tambin al desarrollo de la cultura, ejercan una
gran influencia. Entre los ms grandes filsofos de la poca figura
Filn, judo alejandrino. Los monarcas, de origen griego, eran
grandes impulsores de las ciencias y las letras. La Biblioteca de
Alejandra era un verdadero emporio de la sabidura y la literatura.
Los judos, al cabo de varias generaciones, conocan el hebreo slo
como una lengua litrgica, y ms y ms sentan la necesidad de
poseer en su lengua cotidiana, el griego, los tesoros de la literatura
judaica, entraablemente religiosa, comenzando con la Torh y
siguiendo con los dems libros que la tradicin tena por sagrados,
en que la historia y la religin de su pueblo estaban tan
indisolublemente vinculados. Este anhelo fue el origen y la
motivacin para la versin Septuaginta.
Y ahora entra la leyenda. Se consigna particularmente en la
llamada Carta de Aristeas, probablemente de fines del siglo 2 a.C.
Segn ella, Ptolomeo II Filadelfo, que rein en Egipto de 285 a 246
a.C., orden, por sugerencia de su bibliotecario Demetrio Falereo,
que se hiciera la traduccin. Por instrucciones del rey, uno de sus
funcionarios, llamado Aristeas, viaj de Alejandra a Jerusaln para
pedir al sumo sacerdote Eleazar que enviara un equipo de
traductores. El dignatario judo habra mandado entonces 72
ancianos, los cuales en 72 das, trabajando por separado, habran
producido una versin unnime. Pero la Carta de Aristeas se refiere
slo a la traduccin del Pentateuco. Josefo, al consignar el relato,
dice que lo traducido fue la ley, o las leyes, lo cual parece
confirmarlo (Ant., XI, 2, 13). La traduccin recibi el nombre de
Septuaginta o de los Setenta (LXX), tomando esta cifra redonda en
vez de los legendarios 72. Despus se hizo extensivo a toda la
versin, que se complet hacia 150 a.C., como se deduce del
prlogo al Eclesistico (132 a.C.) que hace alusin indirecta a ella.
No sabemos quines fueron los traductores que hicieron el trabajo,
pero habiendo tardado ste unos 100 aos, es claro que la labor se
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fue haciendo gradualmente y por diversos individuos o grupos,
trabajando al parecer cada uno por su lado. Esto se echa de ver por
las diferencias de estilo y de calidad que se advierten en el griego
usado y en la manera de traducir.
Qu libros fueron los traducidos al griego para formar la
Septuaginta? Desde luego, no hay motivos para dudar de la
ortodoxia de los judos alejandrinos, y por consiguiente de que se
tradujeron los libros que ya para entonces se consideraban en
Palestina como libros sagrados, si bien no debe olvidarse que
todava no haba un dictamen de las autoridades religiosas judas
que fijaran con precisin su nmero. Es del todo probable que en la
formacin de la coleccin vertida al griego intervinieran, adems de
las consideraciones especficamente religiosas, tambin las de
orden histrico y literario. Lejos de la patria, era natural que los
judos quisieran tener en su lengua de uso cotidiano, el griego, no
slo aquellos libros normativos de su vida moral y religiosa, sino
tambin algunas muestras, que para ellos seran muy apreciadas,
de la literatura y la historia judas en general. Esto permite pensar
que los judos de Alejandra tenan un concepto ms amplio que el
de los de Palestina en cuanto a los que consideraban como libros
sagrados. Por ello tambin parece natural esperar que en la LXX
incluyeran otros libros, adems de los que ms de dos siglos
despus iban a formar el canon hebreo oficial. Pero la cuestin es
otra vez: Cules eran estos libros adicionales?
El hecho es que no lo sabemos con certeza, porque, excepto
algunos fragmentos de papiros hallados en Egipto, las copias de la
LXX que se conocen hasta hoy son todas de manos de copistas
cristianos, incluyendo los manuscritos completos ms antiguos: el
Sinatico y el Vaticano, ambos del siglo 4, y el Alejandrino, del siglo
5 A.D. En esas copias figuran escritos no incluidos en el canon
hebreo. Pero aun as, hay dos hechos que dificultan el problema de
cules eran los contenidos en la Septuaginta alejandrina original. El
primero es que cuando se hizo la versin griega, no se conoca la
forma llamada cdice, o sea la de hojas encuadernadas para formar
un solo volumen, invento griego empleado primeramente por los
cristianos para coleccionar sus libros sagrados. La versin griega
original se escribi, por tanto, en rollos sueltos, que podan circular
juntos o separados. Seguramente que una coleccin de ellos se
conserv en la sinagoga de Alejandra, pero no subsiste ninguna
lista de los que la formaban. El segundo hecho es que no todas las
copias que existen contienen exactamente los mismos libros no
pertenecientes al canon hebreo. Por ejemplo, II Esdras no se halla
en ninguno de los cdices griegos que han llegado hasta nosotros.
Algunas copias incluyen III y IV Macabeos y un Salmo 151 que
faltan en otras. Y no en todas se encuentra la Oracin de
Manass. La presencia de escritos adicionales, aun tenida cuenta
de estas diferencias, en las copias de la LXX que conocemos, deja
la fuerte impresin de que en la seleccin de los libros que
formaran parte de ella, los judos alejandrinos ejercieron bastante
libertad y latitud. No sabemos con certeza, en fin de cuentas, cmo
era la Septuaginta original, salvo la conjetura de que, por las
razones antes expuestas, seguramente contena todos los libros del
canon hebreo. En lo que hay inseguridad es en cules eran en ella
los adicionales, aunque tampoco hay motivo para dudar de que, en
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trminos generales, contena la mayora de los que, unas con otras,
aparecen en las copias cristianas, si no es que todos ellos.
El problema es tal que un erudito de tanto relieve como G. W.
Anderson, de la Universidad de Edimburgo, insiste en que no hay
indicacin de que el concepto alejandrino del canon fuera ms
extenso que el palestino, y que si haba diferencia entre ambos, el
alejandrino sera ms limitado y no ms amplio. En consecuencia
afirma que no hay prueba definida de que en Alejandra se
asociaran otros libros con los del canon hebreo. Pero es interesante
que a su afirmacin le aade una reserva. Eso fue durante el
periodo antes de ser la LXX adoptada por la Iglesia Cristiana. Casi
insina que los escritos adicionales, que segn l no figuraban en la
LXX alejandrina juda original, fueron incorporados por los
cristianos, lo cual no sabemos que ninguna otra autoridad en la
materia haya siquiera sugerido. Pero el hallazgo en Qumrn de
fragmentos de algunos de esos escritos, como Eclesistico, la Carta
de Jeremas y Tobit, indica claramente que por lo menos algunos
de ellos se conocan y gozaban de cierta popularidad en la propia
Palestina desde el siglo 2 1 a.C. Los alejandrinos, que
consideraban Palestina como su centro espiritual y cultural, los
habran conocido tambin, y no habran encontrado grave
inconveniente en incorporarlos a su coleccin.
Por supuesto, dada la poca en que se produjo la LXX, no es
posible saber si los judos de Alejandra consideraban esos escritos
adicionales como de autoridad en el mismo sentido e igual grado
que los que ms tarde formaron el canon hebreo. Hay pruebas de
que, por encima de todos los libros de su coleccin, consideraban,
fuera de toda duda, la Torh (Pentateuco o la Ley) como de
suprema autoridad divina. Siguiendo la pauta de Palestina, que
nunca dejaron de tener por normativa, pondran como siguientes
en valor y autoridad los Profetas y seguidamente los Escritos, entre
los cuales seguramente el ms apreciado sera el libro de los
Salmos. Despus de los Escritos, como en ltimo lugar, y como de
menor valor y autoridad, pondran los escritos adicionales, entre los
cuales habra sin duda tambin una gradacin en estima, con
Eclesistico, Sabidura y quiz I Macabeos como los ms
apreciados.
Los escritos que no aparecen en el canon hebreo y que figuran
en la LXX, segn las copias cristianas que han llegado hasta
nosotros, recibieron en un principio y conservaron hasta nuestros
das el designado de apcrifos. El trmino les fue aplicado
primeramente por Cirilo de Jerusaln (siglo 4 A.D.) y San Jernimo
(siglo 5 A.D.). Lo usaron, sin embargo, no en el sentido que la
palabra tiene hoy en el lenguaje comn y corriente, o sea, el de
falso o espurio, sino en su sentido propio original de oculto o
secreto (del verbo griego apocripto, ocultar). Es pues,
sinnimo, o ms bien equivalente, del hebreo guenuz, y tiene la
misma aplicacin, que ya hemos explicado anteriormente. Debido a
que el vocablo fue adquiriendo en el uso general un sentido
diferente del que tuvo en el uso tcnico que se le haba venido
dando tradicionalmente en materia bblica, desde el siglo 16
empez a emplearse para designarlos la palabra
deuterocannicos, es decir, pertenecientes a un segundo canon o
a un canon secundario, o sea el canon griego (la LXX). Esta
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segunda designacin ha sido favorecida por los catlicos romanos,
en tanto que apcrifos es de uso corriente entre los protestantes.
Los catlicos llaman apcrifos a los libros que los protestantes
designan como seudoepgrafos. Sin embargo, por razn de la
indicada alteracin que ha sufrido el vocablo en el curso del tiempo
y en el habla ordinaria, en la actualidad van siendo ms los
biblistas protestantes que prefieren usar el trmino
deuterocannicos.
Cules son los libros antiguamente llamados apcrifos y
ahora deuterocannicos? Tambin aqu se presenta el problema
de la diferencia entre los cdices griegos y entre las varias
ediciones de la LXX y de las versiones que la siguen. Tomemos
como tipo el Cdice Alejandrino, ya mencionado. Contiene I Esdras,
Sabidura, Eclesistico, Judit, Tobit, Baruc, Epstola de Jeremas, I,
II, III, y IV Macabeos, las adiciones a Ester, las adiciones a Daniel,
las Odas, como adicin a los Salmos, compuestas por Ex. 15.119,
Dt. 32.143, 1 S. 2.110, Jon. 2.310, Hab. 3, Is. 38.1020, la
Oracin de Manass, las adiciones a Daniel, y (demostrando que es
un cdice cristiano) Lc. 1.4655, Lc. 2.2932, Lc. 1.6879 y Lc.
2.14. Tiene adems una coleccin de escritos que forman un
Himno matutino y los Salmos de Salomn. El Cdice Vaticano
contiene lo mismo, excepto I y II Macabeos.
De fines del siglo 4, prcticamente contempornea de los tres
grandes cdices griegos antes mencionados, es la versin latina
que vino a llamarse la Vulgata, preparada por San Jernimo
(347?-420) segn instrucciones del papa Dmaso. Siendo un
erudito hebrasta, y adems hebrefilo reconocido, San Jernimo
quiso en un principio limitar su versin al canon de Yabneh. Pero
dos circunstancias hicieron que al fin incluyera en ella los
deuterocannicos. La primera fue el precedente establecido por las
versiones latinas antiguas que, basndose ms bien en la
Septuaginta, los incluan. Las instrucciones, recibidas del papa
Dmaso eran que revisara las varias versiones latinas existentes y
produjera una sola que viniera a ser la autorizada por la Iglesia
occidental. La segunda circunstancia era tal vez de ms peso, y era
el hecho de que la Iglesia haba venido usando la LXX como su
Biblia, y los creyentes estaban acostumbrados a considerar los
deuterocannicos como parte de ella. Hubo, pues, fuertes
presiones de cristianos influyentes, muy especialmente de San
Agustn, para que esos libros no se excluyeran de la nueva versin
latina. En vista de todo ello, San Jernimo transigi. En un tiempo
se haba referido a los apcrifos en general diciendo que son como
el loco vagar de un hombre cuyos sentidos lo han abandonado
(Ep. 57, 9). Y tal vez porque su lectura requiere maduro
discernimiento, aconseja que a una jovencita llamada Paula se la
eduque para evitar todos los libros apcrifos, y si alguna vez
desea leerlos, no por la verdad de sus doctrinas sino por respeto a
sus maravillosos relatos, que se d cuenta de que no fueron
escritos realmente por aquellos a quienes se atribuyen, que hay en
ellos muchos elementos defectuosos, y que se requiere mucha
pericia para buscar el oro entre el fango(Ep. 107, 12).
Pero tratndose concretamente de los deuterocannicos, y en
su trabajo como traductor y redactor de la Vulgata, comparta el
criterio de sus contemporneos Rufino y Atanasio, llamndolos libri
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ecclesiastici (en el sentido de libros aceptados por la Iglesia), para
distinguirlos de los libri canonici (libros cannicos) o hebraica
veritas (verdad hebraica), es decir, los del canon hebreo. A los
ecclesiastici les llamaba tambin hagiographi (lit. libros santos).
En su Prologus galeatus dice que los libros cannicos del Antiguo
Testamento son 22, como las letras hebreas, pero que algunos
incluyen Rut y Lamentaciones entre los Escritos, lo cual da 24.
Aade que cinco de los libros Samuel, Reyes, Jeremas-
Lamentaciones, Crnicas y Esdras-Nehemas pueden dividirse en
dos, con lo cual los 22 resultan 27. En ese mismo escrito designa
Sabidura, Eclesistico, Judit, Tobit, I & II Macabeos y Pastor de
Hermas (este ltimo, un libro cristiano que de seguro figuraba en
algunas copias) como apcrifos. Como hizo su traduccin de Ester
del texto hebreo y no del griego, no incluy las adiciones. Y
antecedi su versin latina de Judit, Tobit, Macabeos, Eclesistico y
Sabidura no slo con la nota de no hallarse en hebreo, sino con la
advertencia de que pueden leerse ad edificationem plebis, non ad
auctoritatem ecclesiasticorum dogmatum confrmandam (para
edificacin del pueblo, mas no para confirmar la autoridad de las
doctrinas de la Iglesia). No parece que haya incluido Baruc en su
versin, porque ningn manuscrito antiguo de la Vulgata contiene
este libro. Se supone que fue incorporado como por el ao 800 por
Teodulfo de Orleans.
En forma muy parecida al caso de la LXX original, no sabemos
con toda seguridad qu deuterocannicos contena la versin de
San Jernimo, que no recibi el nombre de Vulgata hasta el siglo
13, al parecer primeramente por Rogerio Bacn, el franciscano
ingls. Inventada la imprenta, fue, como se sabe, el primer libro
impreso por Gutenberg, en Maguncia. En 1590 se public, por
orden de Sixto V, una edicin que por ello se denomin Sixtina, y
que, muerto este papa, fue reemplazada en 1592, bajo Clemente
VIII, por otra, llamada por idntica razn Clementina (o sixto-
clementina). La Sixtina no contena I & II Esdras. La Clementina
coloc estos libros al final, aadiendo la Oracin de Manass, todos
con un tipo de letra ms pequeo. La Clementina fue declarada
como definitiva y es la que se usa en latn hasta hoy. La edicin
Weber, publicada por la Sociedad Bblica de Stuttgart, contiene los
siguientes escritos deuterocannicos:
Tobit (Tobas), Judit, adiciones a Ester agrupadas al final del
libro protocannico, Sabidura, Eclesistico, Baruc, con la Carta de
Jeremas al final, adiciones a Daniel y I & II Macabeos. Despus
del Nuevo Testamento, como Apndice, aparecen la Oracin de
Manass, III & IV Esdras, Salmo 151 y Carta a los Laodicenses.
En cuanto a la Septuaginta, la edicin moderna que se
considera estndar es la de Rahlfs, publicada tambin por la
Sociedad Bblica de Stuttgart. Contiene los siguientes
deuterocannicos I Esdras, Judit, Tobit, adiciones a Ester, I, II, III
& IV Macabeos, Salmo 151, Odas, Sabidura, Eclesistico, Baruc
(con la Carta de Jeremas al final), y adiciones a Daniel. Hasta
donde sabemos, los deuterocannicos fueron escritos
originalmente, unos en griego: II Macabeos, parte de Sabidura y
las dos cartas de Artajerjes en Ester; otros en hebreo: Baruc,
Eclesistico, Judit y el resto de Sabidura, y algunos en arameo: las
dos cartas del principio de II Macabeos, Tobit, el Ester del que se
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hizo la versin griega, la Carta de Jeremas y II Esdras (I Esdras de
Rahlfs).
Como en el caso del canon hebreo, los manuscritos de la LXX
difieren en cuanto al orden de los libros. El orden generalmente
adoptado en las ediciones impresas es el del Cdice Vaticano (B).
Las versiones antiguas y modernas en otros idiomas, incluyendo el
castellano, han seguido en general este orden. Segn l, despus
del Pentateuco, vienen agrupados los libros histricos, luego los
poticos (en los que se incluyen los de la sabidura o sapienciales)
y finalmente los profticos. Sin embargo, algunas versiones
contemporneas castellanas, como la Nueva Biblia Espaola y la
Cantera-Iglesias, han introducido un nuevo agrupamiento. Lo
mismo hacen algunas ediciones en otros idiomas.
Obviamente, cuando Jess y los apstoles hablaban de la
escritura o las escrituras, no podan referirse ms que a lo que
hoy llamamos Antiguo Testamento, porque el Nuevo Testamento
no exista todava. Desde luego, la Biblia de Jess y sus discpulos
era la constituida por los rollos que se lean y estudiaban en la
sinagoga a que todos ellos asistieron. Como todava no estaba
cerrado el canon hebreo en su poca, no podemos estar
absolutamente seguros de cules eran esos rollos. Pero, como
hemos visto en nuestra resea de la historia del canon hebreo,
eran, con suma probabilidad, solamente los que a fines de ese
primer siglo de nuestra era se declararon canon oficial (cf. Lc.
24.44, ya citado antes). Por lo menos los Salmos existan tambin
en arameo, como se ve por la cita del 22 que Jess hizo estando en
la cruz (Mt. 27.46).
Al parecer, Jess conoca tambin el griego, que era en
Palestina como una segunda lengua, por lo menos entre personas
de alguna educacin. Si as era, es probable que conociera los
escritos de la versin griega, entonces de uso como lectura
general. Pero, si fue as, no tenemos el menor indicio en los
Evangelios o en el resto del Nuevo Testamento, del concepto que
podra haber tenido de los deuterocannicos. No podra hacerse
otra cosa, a ese respecto, que aventurarse en conjeturas sin
ninguna base firme. El hecho es que ninguna de sus referencias o
citas escriturales puede corresponder a alguno de los libros
deuterocannicos. La cita que hace en Lc. 11.4951a (Mt. 23.34,
35), no se encuentra en ninguno de los libros cannicos, pero
tampoco es de algn deuterocannico. Se ha sugerido que quiz
estuviera citando un libro llamado La sabidura de Dios (que, desde
luego, no sera el deuterocannico Sabidura, llamado de
Salomn), pero esto es slo una atractiva conjetura. Tampoco se
sabe la procedencia de su cita en Jn. 7.38. No se halla en ningn
libro cannico o deuterocannico. Pero Jess, cualquiera que fuera
el escrito citado, lo consideraba y as lo dice, como escritura
sagrada: la Escritura.
Con toda probabilidad, los libros del canon hebreo fueron
tambin, por la misma razn aducida arriba, la Biblia de los
primeros judos convertidos al cristianismo en Palestina, y en
particular de la iglesia de Jerusaln. Esto cambi, sin embargo, en
el curso del propio siglo primero, especialmente por la rpida
difusin del cristianismo naciente entre los judos de la Dispersin y
los gentiles, unos y otros de habla griega, de modo que el Nuevo
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Testamento, formado durante la segunda mitad de ese siglo, hubo
de componerse de escritos en griego, no en hebreo y ni siquiera en
arameo. Por esa razn los cristianos, al tratarse del Antiguo
Testamento, o sea de la Escritura conocida hasta aquel entonces,
utilizaron a tal punto la versin griega Septuaginta que sta vino a
ser, de hecho, la Biblia de la Iglesia Primitiva. Y no hay bases
documentales para pensar que, en un principio, hayan hecho
distincin entre unos libros y otros de los que contena. Con toda
probabilidad consideraban toda la coleccin como Escritura
inspirada divinamente. Y hasta es muy probable que, en cuanto a
la versin misma, siguieran el criterio de Filn y la consideraran tan
inspirada como los originales hebreos.
La mayora de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo, 80
por ciento segn el cmputo de Pfeiffer, se hacen directamente de
la LXX y no del texto hebreo. Por supuesto, los cristianos se daban
cuenta de las diferencias que hay entre ambos, pero en algunos de
los Padres de la Iglesia lleg a ser tanta la confianza que le tenan
a la Septuaginta que, por ejemplo, Justino, en su Dilogo con
Trifn, un judo, acusaba a los judos de haber alterado
deliberadamente el texto hebreo para suprimir en l pasajes que
identifican a Jess como el Mesas y que se encontraban en las
copias de la LXX usadas por los cristianos. Jernimo les haca una
acusacin semejante al comentar G. 3.13. Pablo, en Ro. 3.2, dice
que a los judos se les confiaron los orculos de Dios, pero
naturalmente, escribiendo, como lo haca, unos 30 aos antes de
Yabneh, no se puede estar seguro si entre esos orculos divinos
inclua o no los deuterocannicos contenidos en la versin griega
que l manejaba y citaba. El griego de 2 Ti. 3.16 parece favorecer
la traduccin Toda Escritura est inspirada por Dios, en vez de
Toda la Escritura, pero ni en un caso ni en otro es posible saber
con certeza qu libros consideraba Pablo como Escritura o
Escrituras. Sin embargo, la mayor probabilidad es que, habiendo
sido educado en la estricta ortodoxia juda, se estara refiriendo
precisamente a los escritos sagrados ya generalmente reconocidos
por las autoridades rabnicas, y que, como se dijo ya en su debido
lugar, es casi seguro que eran los que ms tarde formaran el
canon de Yabneh. Es un hecho que no hay en el Nuevo Testamento
citas directas y textuales de los libros deuterocannicos. Pero la
cita directa o la falta de ella de algn libro es realmente un dato
neutral que no va en favor ni en contra de la autoridad de l.
Tampoco se citan directamente en el Nuevo Testamento Josu,
Jueces, Crnicas, Esdras-Nehemas, Esther, Eclesiasts, Cantares,
Lamentaciones, Abdas, Nahum ni Sofonias. En cambio se citan
apcrifos que no llegaron a aceptarse ni siquiera como
deuterocannicos. En Jud. 9 la referencia y la cita son de la
Asuncin de Moiss, identificacin hecha ya por Orgenes (siglo
3). En 14 y 15 se cita textualmente y por nombre el Libro de
Enoc, y en 6 y 13 se advierten influencias del mismo apcrifo.
Orgenes deca que la cita de 1 Co. 2.9 es del Apocalipsis de Elas.
Es tambin la opinin sustentada ms tarde por San Jernimo
(siglo 4). Esta cita se suele dar como de Is. 64.4, pero no coincide.
Lo mismo sucede con la cita atribuida a Jeremas en Mt. 27.9, 10,
que no es del Jeremas cannico, y que errneamente se considera
de Zac. 11.12, 13. San Jernimo la hall textualmente en un
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Apcrifo de Jeremas, una copia del cual asegura que tuvo en sus
manos. En 1 P. 3.19 la alusin a los espritus encarcelados
proviene de Enoc, caps. 14 y 15.
Es sabido que los nombres de Janes y Jambres no aparecen en
Ex. 7.11, donde se narra el incidente a que alude 2 Ti. 3.8.
Orgenes afirma que existi un Libro de Janes y Jambres. De ser
as, de l provendran estos nombres o, de todos modos, de alguna
leyenda juda. Es posible, tambin, que en He. 11.37, aserrados
se base en otro apcrifo, el Martirio de Jeremas, en que se dice
que as fue como muri el profeta. No se sabe de qu libro tenido
por inspirado es la cita de Ef. 5.14 ni qu Escritura es la citada en
Sgo. 4.5, pero en estos casos, como en los de Lc. 11.4951a y Jn.
7.38, a que aludimos anteriormente, e igualmente en los de Mt.
2.23, Lc. 24.46 y Jn. 12.34, se tratara de escritos que no entraron
en el canon hebreo ni en la LXX. Hay adems en el Nuevo
Testamento citas de escritos no pertenecientes a la literatura juda:
en Hch. 17.28, del Himno a Zeus, del filsofo estoico Cleantes; en
1 Co. 15.33, un verso de la comedia Tais, del poeta griego
Menander; en Tit. 1.12, un dicho de Epimnides.
En cuanto a los deuterocannicos, no hay, como antes dijimos,
citas directas de ellos, pero s paralelos, alusiones indirectas e
influencias ms o menos visibles. En Ef. 6.1317, la figura de la
armadura de Dios puede haberse inspirado en el pasaje similar de
Sabidura 5.1820. En He. 1.13 hay dos palabras griegas que no
ocurren en ningn otro pasaje del Nuevo Testamento: polumers
(de muchas maneras) y apagasma (resplandor), que son las
mismas que aparecen en Sab. 7.22 y 23 respectivamente,
aplicadas a la Sabidura Divina. El autor de Hebreos las refiere al
Hijo, que segn una antigua interpretacin es la Sabidura
personificada, y que el pensamiento cristiano primitivo identificaba
con Cristo (cf. Cristo sabidura de Dios, en 1 Co. 1.24). Otro
pasaje del mismo libro (3.14, 15) parece basarse en II Macabeos
6.187.42, que habla de los sufrimientos de los judos perseguidos
por los tiranos selucidas. Sgo. 1.19, 8 parece basarse en
Eclesistico 5.11, y hay otros pasajes de Santiago que sugieren
influencias de este deuterocannico y de Sabidura. En Mt. 27.43
puede estar reflejado Sab. 2.13, 18. El concepto del cuerpo que
hallamos en 2 Co. 5.4 coincide con el de Sab. 9.15. Y Ro. 1.2032
tiene sustancial parecido con Sab. 13.19; 14.2231. Un cotejo
ms detenido podra mostrarnos que los escritores del Nuevo
Testamento conocan y a veces utilizaban directa o indirectamente
los libros deuterocannicos, cualquiera que fuera el grado de
autoridad que les reconocieran.
Ya la definicin y clausura del canon hebreo en Yabneh propenda a
desalentar el uso de la LXX entre los judos, por los escritos
adicionales que ella contena. No obstante, por razones de
lenguaje, continu por un tiempo siendo la Biblia de los judos de la
Dispora. Pero hubo un hecho que, ms que cualquier otro,
determin que las autoridades religiosas judas acabaran por
rechazar la LXX y prohibir su uso. Este hecho fue que, habiendo
sido adoptada por los cristianos como Sagrada Escritura, stos se
valan asiduamente de ella en sus polmicas con los judos,
especialmente para mostrar que Jess era el Mesas anunciado en
ella. Los cristianos se mostraban ms activos en sacar copias y
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copias de la Septuaginta. Todo lo cual comenz a suscitar creciente
desconfianza de parte de los judos respecto a ella. Consideraban
que en algunos pasajes favoritos de los polemistas cristianos, como
en Is. 7.14, la LXX no traduca correctamente el original hebreo, lo
cual es verdad. Donde la LXX tradujo parthenos, que es literal y
especficamente virgen, el original hebreo dice almh, que es la
adolescente, la jovencita casadera, normalmente soltera y doncella,
pero que puede ser casada. No indica estado sino edad, de modo
que existe el masculino lem, muchacho joven, adolescente. Para
virgen, en el sentido de entereza corporal, el hebreo emplea el
vocablo bethulh. El equivalente griego de almh es neanis, como
tuvo buen cuidado de traducir el judo quila en su versin griega,
que reemplaz a la LXX. Otro caso notable en que la versin griega
favorece ms que el original hebreo una doctrina cristiana es el de
Hch. 2.27 y 13.3537, en que se cita Sal. 16.10. En el segundo
inciso de este versculo, el hebreo dice simplemente ni permitirs
que tu santo vea la fosa (o sepulcro), es decir: No permitirs que
yo muera. Pero la LXX tradujo el hebreo shjath como diaftor,
corrupcin, y as la exgesis cristiana primitiva vio claramente en
este texto la doctrina de la resurreccin de Jess. Lo cierto y ms
grave era que, adems, en las copias cristianas de la LXX haba
interpolaciones. La ms famosa es la que se aadi a Sal. 96.10. El
hebreo dice solamente Yahvh reina. Como, en vez del nombre
sagrado impronunciable, los judos decan Adonai, el Seor, la
LXX tradujo correctamente slo jo kurios ebasileusen. Los
cristianos llamaban a Cristo el Seor, as que al texto griego
algn copista cristiano aadi, quiz con toda buena conciencia,
apo xulou, desde el madero, o sea, desde la cruz. De ah
result fraguada una proclama abiertamente cristiana: El Seor
(Cristo) reina desde la cruz. Ya es de imaginarse cmo habrn
reaccionado los judos ortodoxos ante semejante alteracin de la
Escritura. Por otra parte, algunos cristianos de buena fe acusaron a
los judos de haber malvolamente suprimido del texto hebreo esa
ltima frase, como tambin de haber puesto en l almh en vez de
bethulh. Fue en vano que ms tarde se eliminaran de las copias
cristianas de la LXX las interpolaciones, sobre todo la clebre antes
citada, que ya no aparece en los cdices Vaticano, Sinatico ni
Alejandrino, hasta hoy los ms autorizados. Los judos, por
influencia decisiva el venerable rab Aquiba, rechazaron
definitivamente la LXX en el ao 130 A.D. y patrocinaron y
adoptaron una versin griega enteramente nueva. La hizo un
discpulo de Aquiba llamado quila. Fue realmente una versin
desastrosa. En primer lugar, en un escrupuloso celo de mal
entendida fidelidad al texto hebreo, no slo tradujo cada palabra
hebrea con otra griega, sino que trat de que sta tuviera el mismo
nmero de letras que la original. Ya puede deducirse cmo result
su versin, no slo desde el punto de vista de la verdadera
fidelidad, que es al sentido del original y no a su forma, sino
tambin en cuanto al buen uso de la lengua griega. San Jernimo,
con mucha razn, la critic y aun ridiculiz. Versiones griegas de
mejor calidad fueron las de Smaco y Teodocin, no slo por su
buen griego, sino porque trataron de acercarse lo ms posible al
sentido de los textos hebreos. La versin del primero fue
enteramente independiente de la LXX. La de Teodocin est mucho
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ms cerca de ella, tanto que es punto discutido si trat de hacer
una nueva versin o slo hizo una revisin de la LXX, a la luz del
original hebreo. La versin de Daniel, por Teodocin, lleg a
reemplazar a la de la antigua LXX en los cdices cristianos.
La LXX sigui siendo el Antiguo Testamento de la Iglesia y de
los Padres primitivos hasta la aparicin de la Vulgata. El hecho de
que los deuterocannicos se conozcan ahora solamente por las
copias cristianas, parece indicar que las autoridades judas, ya
regidas del todo por el canon de Yabneh, acabaron por ordenar su
destruccin, por lo menos en su texto hebreo y arameo, y por
prohibir enrgicamente su lectura. Pero en un principio, el
conocimiento y uso de la LXX entre los judos de la Dispersin fue
de gran valor para la difusin del cristianismo fuera de Palestina.
Era el punto de contacto de los misioneros primitivos en su
proclamacin de Jesucristo como el Mesas esperado, en quien se
cumplan las profecas. No obstante, no hubo completa unanimidad
en la Iglesia Primitiva en cuanto a los deuterocannicos. Se discuta
la canonicidad de algunos de ellos. Pero en general, los Padres de
la Iglesia los consideraban y citaban en la prctica, si no siempre
en rigurosa definicin, como Escritura, igual que los dems. Esto
es lo que vamos a ver en seguida.
Hacia 100 A.D., Clemente de Roma, en su primera Carta a los
Corintios, cita Judit y una de las adiciones a Ester: la oracin de
sta. Hacia la misma poca, Policarpo cita Tobit. Ireneo (130-
200?) cita Baruc y una de las adiciones a Daniel, la Historia de Bel
y el Dragn. Melitn de Sardes (?-190?), primer escritor cristiano
que hace notar la existencia del canon hebreo, envi a un cierto
hermano Onsimo, a peticin de ste, un catlogo de los libros
del Antiguo Testamento. Son los del citado canon, aunque no
menciona Nehemas, que muy probablemente considera como un
solo libro con Esdras, ni Lamentaciones, de seguro para l unido a
Jeremas. Es notable, desde luego, la omisin de Ester en su lista.
De todos modos, parece que ya por ese tiempo haba un sector
cristiano que se inclinaba a considerar como Antiguo Testamento
solamente los libros del canon hebreo. Por el ao 238 haba
comenzado, aunque sin generalizarse, un debate sobre los
deuterocannicos, cuando Julio Africano y Orgenes (185254) se
cambian cartas, el primero poniendo en duda la canonicidad de la
Historia de Susana y el segundo defendindola, no de modo muy
convincente, con el argumento de que la Iglesia no deriva su
autoridad de la de los judos sino que tiene autoridad propia en
materia de Escrituras. El argumento revela, sin embargo, que las
autoridades de la Iglesia apoyaban ese escrito, dndole la categora
de cannico, y que al parecer Orgenes defenda ms bien la
autoridad de la Iglesia que precisamente la canonicidad de Susana.
Porque, segn testimonio de Eusebio, l mismo haba publicado
una lista de 22 libros como del Antiguo Testamento, diciendo que
este nmero corresponde a las letras hebreas y daba sus
nombres en hebreo y en griego. En la transcripcin de Eusebio
resultan, sin embargo, slo 21, porque no menciona el libro de los
Doce Profetas (Menores), Rut va unido a Jueces, y Lamentaciones a
Jeremas, en el cual, sin embargo, incluye la Carta de Jeremas,
un deuterocannico. Aade que fuera de este ndice estn los
libros de los Macabeos, pero cuando cita I Macabeos lo trata como
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escritura divinamente inspirada. Se ve, pues, que aun en un doctor
de la Escritura tan erudito como Orgenes, el criterio sobre los
deuterocannicos fluctuaba.
Orgenes, sin duda el erudito bblico ms notable anterior a San
Jernimo, y quiz el escritor ms prolfico de aquellos tiempos,
compuso la obra monumental llamada Hexapla, porque en seis
columnas paralelas contena 1) el texto hebreo del Antiguo
Testamento; 2) su transcripcin en caracteres griegos (porque en
aquel tiempo la escritura hebrea careca de vocales, lo que
dificultaba su lectura para los que no eran judos versados en la
lengua); 3) versin griega de Aquila; 4) versin griega de Smaco;
5) la LXX; 6) versin griega de Teodocin. Despus prepar una
edicin sin el texto hebreo y su transcripcin (Tetrapla). Como
parta del supuesto de que la LXX original era traduccin solamente
de los libros del canon hebreo (Yabneh), idea muy difcil de
sostener ahora, no incluy, naturalmente, en su columna de la
Septuaginta, los deuterocannicos. Por su volumen, las copias de la
Hexapla habran resultado sumamente costosas, por lo cual
Orgenes don su manuscrito a la biblioteca de Cesarea, donde
sirvi de consulta a los eruditos bblicos, hasta la destruccin de
dicha biblioteca por los rabes en el siglo 7. A principios del siglo 4,
Pnfilo de Cesarea y Eusebio publicaron por separado la recensin
de Orgenes de la LXX, y fue en esta forma como alcanz mucha
popularidad en Palestina. Todava, segn San Jernimo,
predominaba hacia el 400 A.D.
A fines del siglo, Luciano de Antioqua, con la colaboracin de
los exegetas de la escuela que haba fundado en esa ciudad,
public una revisin de la LXX, a la luz de los originales hebreos,
empleando al parecer textos en algunos respectos mejores que los
consagrados por los rabinos. Procur un estilo popular, porque se
destinaba al uso general. Goz, por ello, de gran popularidad entre
las iglesias orientales, y segn informa San Jernimo todava en los
finales de ese siglo y principios del siguiente predominaba en la
zona comprendida desde Antioqua hasta Constantinopla. Inclua,
naturalmente, los deuterocannicos. Las lecturas de la recensin
lucinica figuran en los aparatos crticos de las ediciones modernas
de la LXX, como la citada de Rahlfs. Hacia mediados del propio
siglo, el obispo Cipriano de Cartago cita con frecuencia Tobit, I & II
Macabeos, Baruc (como en Jeremas), las adiciones a Daniel,
Sabidura (como el Espritu Santo por medio de Salomn), y
Eclesistico, designndolo como Santa Escritura y, curiosamente
atribuyndolo tambin a Salomn. En el siglo 4, Epifanio alude a
Sabidura y Eclesistico diciendo: Son ciertamente tiles, mas con
todo esto no se cuentan entre los libros cannicos. Cirilo de
Jerusaln recomendaba a los catecmenos atenerse a los 22
libros (del canon hebreo) y no leer los apcrifos, los cuales
llamaba tambin amfibalmena (dudosos). Esa recomendacin da
el sentido original a apcrifos, libros reservados para lectura slo
de creyentes capaces de discernimiento. Cirilo inclua, sin embargo,
en Jeremas, no slo la Carta atribuida al profeta, sino tambin
Baruc. En la prctica segua un principio como el establecido por
San Jernimo: no citar los apcrifos en apoyo de ninguna
doctrina, pero emplearlos como lectura provechosa. As, por
ejemplo, en una de sus conferencias cit Sabidura, que por cierto
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atribua a Salomn.
En ese mismo siglo, adems de San Jernimo, cuya posicin.
respecto al canon se indic al hablarse de su versin latina
(Vulgata), destacaron como grandes eruditos bblicos Atanasio,
Rufino y San Agustn. El primero clasificaba los libros en cannicos,
los reconocidos como de autoridad divina, tanto por los judos
como por los cristianos (canon hebreo); los libros que se leen, los
reconocidos slo por los cristianos, o sea los deuterocannicos, y
los apcrifos propiamente dichos, es decir, los rechazados tanto por
los judos como por los cristianos. Su lista de los cannicos es la del
canon 60 del Concilio de Laodicea, con la posible excepcin de
Ester. Los que se leen son los designados por los Padres de la
Iglesia para leerse en la instruccin religiosa, y en esa categora
menciona Sabidura, Eclesistico, Ester, Judit y Tobit. Rufino sigue
la clasificacin de Atanasio, pero a los libros que se leen los llama
ecclesiastici, libros que los Padres deseaban que se leyeran en las
iglesias, pero que no se apelara a ellos para confirmar la autoridad
de la fe. Su lista de ellos es Sabidura, Eclesistico, Tobit, Judit y I
& II Macabeos.
San Agustn, en un principio, aunque reconoca las diferencias
de opinin, deca atenerse al veredicto de los grandes eruditos de
no hacer distincin entre los libros canonici (los del canon hebreo)
y los ecclesiastici (apcrifos), as que aceptaba como de igual
autoridad que los primeros, Sabidura, Eclesistico, Tobit, Ester
(texto griego con las adiciones), Judit, I & II Macabeos y, al
parecer, tambin I (III) Esdras. En el Jeremas cannico inclua
Baruc y la Carta, y en Daniel las adiciones del texto griego. Ya
antes dijimos que fue especialmente su insistencia lo que hizo que
San Jernimo accediera por fin a incluir los deuterocannicos en su
versin latina. No obstante, en sus postrimeras San Agustn
admiti la distincin entre unos y otros libros, y coincidi
prcticamente con la posicin adoptada por San Jernimo.
Hay un Catlogo de los 60 libros cannicos, anterior al siglo 7,
pero de poca imprecisa, que abarca los de los dos Testamentos.
La lista comprende 33 libros del Antiguo Testamento, con omisin
de Ester. Da respectivamente como un solo libro I & II Samuel, I &
II Reyes, I & II Crnicas, Jeremas-Lamentaciones y Esdras-
Nehhemias, y a Jeremias une Baruc y la Carta. Danel, siendo el
texto griego, incluye las adiciones. Despus viene la lista de los 27
del Nuevo Testamento, y tras ellos se enumeran, designados como
fuera de los sesenta, Sabidura, Eclesistico, I, II, III y IV
Macabeos, Ester, Judit y Tobit. Finalmente, bajo la designacin de
apcrifos, se dan (el Libro de) Adn, (el Libro de) Enoc, (el
Libro de) Lamec, Testamentos de los Doce Patriarcas, Eldad y
Modad, Asuncin de Moiss, Testamento de Moiss, Salmos
de Salomn, Apocalipsis de Elas, Visin de Isaas, Apocalipsis
de Sofonas, Apocalipsis de Zacaras, Apocalipsis de Esdras y
algunos apcrifos supuestamente del Nuevo Testamento. El Cdice
Claromontano (siglo 6) preserva una lista de libros sagrados, la
cual data probablemente del siglo 3, que incluye en el Antiguo
Testamento Sabidura, Eclesistico, I, II & IV Macabeos, Judit y
Tobit.
Es significativo que, en tanto que las autoridades religiosas
judas de Palestina y de Egipto, nunca emitieron dictmenes
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formales sobre los libros que componan la LXX, fueran las
cristianas las que ms tarde se ocuparan en hacerlo. Como hemos
visto ya, al parecer durante los primeros tres siglos de la Iglesia los
cristianos usaron la LXX en copias que muy probablemente
variaran en cuanto a su contenido, siempre hecha cuenta de que,
tal vez con Ester unas veces dentro y otras fuera, todas
contendran por lo menos los libros del canon hebreo. Es ya en el
siglo 4 cuando encontramos los que son al parecer los ms
antiguos dictmenes al respecto, emitidos por snodos y concilios.
Como en el caso de los Padres de la Iglesia, tampoco hay completa
unanimidad en ellos. El Snodo de Laodicea (363) dio una lista que
es la del canon hebreo, ms Baruc con la Carta de Jeremas.
Siendo el texto de Ester y Daniel el de la versin griega, es de
suponerse que en ambos se incluan las respectivas adiciones.
Laodicea aluda a libros llamados acannicos, y dispona que no
deban leerse en la iglesia. El Snodo de Roma (382) incluy entre
los libros que la Iglesia catlica universal debe aceptar, Sabidura,
Eclesistico, Tobit, Judit y I & II Macabeos. Segn el Concilio de
Hipona (393) todos los deuterocannicos han de ser considerados
como Escritura. El Snodo de Cartago (397) reconoci Eclesistico,
Sabidura, Tobit, Judit, Ester con sus adiciones, I & II Esdras y I &
II Macabeos. Otro Snodo de Cartago, el de 419, sigui
prcticamente el criterio del anterior. Lo mismo hicieron el Concilio
de Constantinopla (Trullano) (692) y el de Florencia (706).
Vinieron despus los tiempos letrgicos de la Edad Media
profunda, en que la cultura se concentr en individuos o cuerpos de
eruditos selectos, generalmente en las universidades, que
utilizaban el latn, en occidente, y el griego, en oriente, para sus
comunicaciones entre s. La Iglesia latina u occidental (de la griega
u oriental hablaremos despus) tena la Vulgata como su Biblia
oficial e indiscutida, y los deuterocannicos que contena se daban,
de hecho, como de igual autoridad que los dems. El pueblo, en su
abrumadora mayora analfabeto, no tena acceso directo a la Biblia,
y menos cuando fueron surgiendo en las varias naciones de
occidente lenguas vernculas derivadas del latn, pero ms o
menos alejadas de l, y en el norte de Europa se afianzaron las
lenguas de extraccin germnica. La opinin prcticamente
unnime que prevaleci desde San Jernimo fue la suya,
implcitamente mantenida en sus notas introductorias de los
deuterocannicos, o sea que stos no son de suficiente autoridad
para fundar en ellos postulaciones doctrinales, pero que son de
apreciarse como lectura provechosa y edificante.
Con los albores del humanismo, que desembocara con brillo
inusitado en el Renacimiento, y que traera consigo un renovado
inters en las lenguas clsicas y en el hebreo y el griego originales
de las Sagradas Escrituras, no pudo menos que resucitar la
cuestin del canon. Hugo de San Vctor (siglo 12) sustentaba el
mismo criterio que San Jernimo sobre los deuterocannicos.
Nicols de Lira (siglo 14), cristiano de ascendencia juda, en su
comentario sobre la Biblia cannica define como tal la Biblia
Hebraica. Pero aadi comentarios sobre las escrituras no
cannicas (Sabidura, Eclesistico, Judit, Tobit y I & II Macabeos).
Sus labores ejercieron una influencia considerable en la renovacin
del inters, entre los eruditos bblicos cristianos, por el estudio del
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hebreo. La Biblia de Wycliffe (1382) slo reconoca como de
autoridad divina los libros del canon hebreo, pero inclua los
deuterocannicos, de los que Wycliffe deca que carecen de
autoridad de creencia. La Vulgata sigue ocupando un lugar
preeminente. El cardenal Ximnez de Cisneros produce en Espaa
su monumental Biblia polglota llamada Complutense (15141517),
con el texto latino de la Vulgata en el centro, el griego de la
Septuaginta de un lado y el hebreo masortico del otro, que
representan respectivamente la Iglesia Griega y la Sinagoga, y dice
que el texto latino se imprime en medio como Jess fue
crucificado entre dos ladrones. Pero en cuanto a los
deuterocannicos, que van incluidos en la Complutense, explica en
su Prefacio que son recibidos por la Iglesia para edificacin, ms
bien que para fundamentar doctrinas, por lo que se ve que el
dictamen de San Jernimo sigue todava en vigencia. Y respecto a
la importancia que se da a la Vulgata, por ese tiempo Jean Morin,
autor de importantes trabajos bblicos, la exalta hasta el punto de
sostener que el texto de ella es ms fiel a los originales que el
texto griego (LXX) y que el propio texto hebreo.
En 1527 aparece una edicin de la Vulgata preparada por J.
Petreius, de Nuremberg, que lleva al comienzo de cada libro
deuterocannico, siempre conforme al principio establecido por San
Jernimo, una nota que indica que el libro no es cannico. En el
prefacio se da la lista de ellos designndolos como libros apcrifos,
o sea no cannicos, que no existen en ninguna parte entre los
hebreos. La versin del dominico Santes Pagnini, sin embargo,
representa ya un importante paso de la aceptacin de la Vulgata,
como autoridad textual suprema, a la preferencia por el texto
hebreo, si bien se trata todava de una transaccin, porque es una
versin directa del hebreo al latn. Esta versin fue aprobada por
los papas Adriano VI y Clemente VII. En ella se marca muy
claramente la separacin entre los libros del canon hebreo y los
otros. Fue la versin de Pagnini la que utiliz Casiodoro de Reina en
su traduccin al castellano, por no conocer, como l mismo
confiesa, muy bien el hebreo, si bien no la sigui en cuanto a la
colocacin de los deuterocannicos. En esto prefiri darles la
misma colocacin que en la Vulgata, o sea entre los cannicos. Dos
importantes autoridades sobre la Biblia, en esa misma poca, son
Erasmo de Rotterdam, el eminente humanista, y el cardenal
Cayetano. Erasmo da la lista del canon hebreo omitiendo Ester. Y
de los deuterocannicos, entre los cuales pone este libro, sin duda
porque est considerndolo en su texto griego (con adiciones) y no
en el hebreo, dice que han sido recibidos para el uso eclesistico,
pero que seguramente (la Iglesia) no desea que Judit, Tobit y
Sabidura tengan el mismo peso que el Pentateuco. El cardenal
Cayetano, al final de sus comentarios bblicos, dice: Aqu
acabamos los comentarios sobre los libros historiales (histricos)
del Viejo Testamento, porque los dems (a saber, Judit, Tobit, los
libros de los Macabeos) San Jernimo no los cuenta entre los
cannicos sino entre los apcrifos, juntamente con el libro de la
Sabidura y con el Eclesistico, como se ve en el Prlogo Galeato.
Ni te turbes, novicio, si en algn lugar hallares, o en los santos
concilios, o en los sagrados doctores, que estos libros se llamen
cannicos. Porque as las palabras de los concilios como las de los
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doctores han de ser limadas con la lima de San Jernimo, y
conforme a su determinacin estos libros y los dems de su
suerte (clase), que andan en el canon de la Biblia, no son
cannicos, es decir, no son regulares para confirmar lo que
pertenece a la fe. Pero pudense llamar cannicos para la
edificacin de los fieles, como recibidos y autorizados en el canon
de la Biblia para este intento.
Ya haba muerto el cardenal Cayetano cuando se reuni el
Concilio de Trento (1546). Para entonces los vientos haban
cambiado y se haba producido una reaccin en favor de los
deuterocannicos, quiz debida en parte a que Lutero haba
confirmado el criterio de San jernimo al separarlos, con una nota
semejante, de los cannicos en su versin alemana. Es de notarse
que Cayetano, aunque fue el opositor nmero uno del Reformador,
no por ello se apart del juicio del traductor de la Vulgata, segn
hemos visto ya. Trento no hizo distincin y declar cannicos por
igual, con anatema para quienes disintieran en ello, Tobit, Judit,
Sabidura, Eclesistico, Baruc y I & II Macabeos. Aunque no lo
declara explcitamente, se colige que Ester y Daniel incluyen las
adiciones, puesto que es con ellas como figuran en la Vulgata,
versin cuya supremaca afirm el concilio, y que ninguno, por
ningn pretexto, se atreva o presuma desecharla. (Decretos de la
sesin del 8 de abril). Es muy de advertirse que Trento excluy de
su lista la Oracin de Manass y III & IV (I & II) Esdras que figuran
en muchos manuscritos de la Vulgata y que, como vimos
anteriormente, la edicin Clementina de ella (1592) coloca en un
apndice. Antes de Trento, los papas haban declarado todos los
libros de la Vulgata como de igual categora cannica.
Hasta aqu nuestra resea histrica se ha referido
principalmente a la situacin del canon bblico en la Iglesia
occidental o latina. Veamos someramente lo que toca a las iglesias
orientales. La versin ms antigua a la lengua siraca se hizo, al
parecer, a principios de nuestra era, y se conoce con el nombre de
Peshitta. Por su autoridad entre las iglesias sirias, jacobita,
nestoriana, maronita y melquita se le ha llamado la Vulgata
siraca. Contiene los libros del canon hebreo, excepto Crnicas,
Esdras-Nehemas y Ester, y adems Sabidura, Eclesistico, Baruc,
Carta de Jeremas, Judit, las adiciones a Daniel y I & II Macabeos.
El Cdice Ambrosiano de dicha versin, que data del siglo 6, tiene
los deuterocannicos, menos I (III) Esdras, la Oracin de Manass,
Tobit y las adiciones a Ester, pero aade III & IV Macabeos, II (IV)
Esdras y, extraamente, el libro VII de las Guerras de los Judos,
de Josefo.
En la versin cptica se incluye el Apocalipsis de Elas. Y en la
etope aparecen Jubileos, Enoc y Martirio de Isaas. La versin
armenia porta la Vida de Adn y Eva y el Testamento de los
Doce Patriarcas. En Mesopotamia, el profesor del Seminario de
Nisibis, Junilio Africano enseaba en sus clases de Introduccin a la
Biblia, que los escritos del Antiguo Testamento son de tres clases:
los de perfecta autoridad, o sea los histricos (Gn. a 2 R.), los
profticos (segn el canon hebreo, ms los Salmos) y los gnmicos
(Pr. y Eclesistico); los de autoridad discutida (1 & 2 Cr., Job,
Tobit, Esdras-Nehemas, Judit, Ester y I & II Macabeos), pero
haciendo notar que muchos consideran estos libros entre los de
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perfecta autoridad, y los de ninguna autoridad, que son los
dems, aunque tambin haca la observacin de que algunos
incluiran Sabidura y Cantares entre los cannicos. No menciona
para nada Eclesiasts.
La Iglesia Ortodoxa Griega utiliz desde un principio la LXX con
los deuterocannicos, y los Concilios de Nicea (787) y de
Constantinopla (669) citan como de autoridad divina algunos de
ellos. Pero no todos los telogos orientales estuvieron de acuerdo.
Por ejemplo, Juan de Damasco y Nicforo, Patriarca de
Constantinopla, ambos del siglo 8, siguen distinguiendo entre los
libros cannicos y los que se leen, que, como hemos visto antes,
son los no cannicos que la Iglesia acepta solamente como lectura
provechosa. Cirilo (15721637), Patriarca de Constantinopla, en
quien el calvinismo tuvo gran influencia, consideraba como
cannicos solamente los libros del canon hebreo, y sobre los
deuterocannicos sustentaba el criterio de San Jernimo. Bajo esa
influencia el Catecismo de Gerganos (1622) haba adoptado la
posicin de la Confesin Belga (1561) y del Snodo de Dort (1618),
ambos reformados, sustancialmente la de San Jernimo. La
Confesin de Fe, elaborada por Critpulos, hizo lo mismo. Pero
poco despus de muerto Cirilo, sobrevino una fuerte reaccin
contra las reformas calvinistas introducidas por l, lo cual afect
lo relativo al canon. La Confesin Ortodoxa de la Iglesia Catlica y
Apostlica Oriental (1643) rectific la de Critpulos, declarando
cannicos los deuterocannicos, conforme al dictamen emitido en
ese sentido por el Snodo de Jassy, del ao anterior, que haba
condenado a Cirilo. Un nuevo Catecismo, el de Pedro Moghila,
tambin de 1643, rectific el de Gerganos y canoniz los
deuterocannicos. El Snodo de Jerusaln (1672) vino a tener la
ltima palabra al declarar expresamente como cannicos Sabidura,
Judit, Tobit, la Historia de Bel y el Dragn, la Historia de Susana, I
& II Macabeos y Eclesistico. Esta decisin, sin embargo, no parece
unnime hoy en la Iglesia Griega Ortodoxa. Los deuterocannicos
aparecen en un documento emitido en 1972 bajo la designacin de
anaginoskomena, literalmente, que no se leen. El documento
trata de la revelacin divina, y en el prrafo sobre el Antiguo
Testamento, se dan como cannicos slo los libros del canon
hebreo, y luego sigue una lista de 10 que no se leen: Judit, I (III)
Esdras, I, II & III Macabeos, Tobit, Eclesistico, Sabidura, Carta de
Jeremas y Baruc. Pero se advierte que el documento no est
basado en ninguna decisin conciliar.
Respecto a la Iglesia Rusa Ortodoxa, la Biblia Eslavnica (1581)
tiene los deuterocannicos distribuidos como en la Vulgata.
Posteriormente, bajo la influencia de la Reforma, se rechazaron. El
Catecismo Mayor del metropolitano Filareto de Mosc, aprobado
por el Santsimo Snodo Gobernante (Mosc, 1839) omite los
deuterocannicos en su lista de libros del Antiguo Testamento,
dando como razn que no existen en hebreo. El Catecismo de
Filareto se tradujo al griego, y es de suponerse que debi de haber
ejercido alguna influencia. Pero segn parece, en la Iglesia Rusa no
hay tampoco unanimidad respecto a los deuterocannicos. Es muy
probable que, siguiendo la antigua tradicin de las iglesias griegas,
la Iglesia acepte oficialmente los deuterocannicos, pero que entre
los eruditos bblicos haya disparidades de criterio. La Iglesia
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Bautista de la URSS, que es la segunda comunidad religiosa en
nmero, por supuesto no los acepta. La edicin de la Biblia en ruso,
publicada por las Sociedades Bblicas Unidas, y usada por ellos, no
los contiene.
La cuestin del canon, y especialmente la ndole de los libros
deuterocannicos, volvi a debatirse calurosamente con motivo de
la Reforma. El principal antecedente en los pases que acogieron el
movimiento reformado era la versin de Wyclif (13801382),
revisada por Purvey en 1388, y que, como hecha de la Vulgata,
contena en la misma forma que sta los deuterocannicos.
Andreas Bodenstein, conocido generalmente bajo el nombre de
Carlstadt, en su tratado De canonicis scripturis libellus (1520),
distingua tres clases de libros: 1) Los del canon hebreo; 2) los que
llamaba hagigrafos (Libros santos): Sabidura, Eclesistico,
Judit, Tobit y I & II Macabeos, de los que dice:Estos son apcrifos,
o sea, fuera del canon hebreo, pero son escritos santos, y c) los
dems apcrifos, que consideraba sin ningn valor: I & II Esdras,
Baruc, Oracin de Manass y adiciones a Daniel. De estos ltimos
dice que son dignos de la proscripcin del canon. Su juicio ejerci
mucha influencia en las versiones y ediciones de la Biblia hechas
por protestantes en diversos pases.
En Holanda apareci en 1525 una Biblia con los
deuterocannicos en la colocacin de la Vulgata, pero un ao
despus sali la Biblia de Liesvelt, primera en lenguas modernas en
que los deuterocannicos aparecan agrupados antes del Nuevo
Testamento, con este encabezado: Libros que no estn en el
canon, es decir, que no se encuentran entre los judos en hebreo.
La Biblia de Zurich, patrocinada por Zwinglio, llevaba en su
segunda edicin (1530) los deuterocannicos, formando un grupo
despus del Nuevo Testamento, con esta advertencia: Estos son
los libros que los antiguos no reconocan como bblicos ni se
encuentran entre los hebreos. Entre ellos figuraba III Esdras, pero
no estaban las adiciones a Ester, que se aadieron en la edicin de
1531, ni la Oracin de Azaras, el Cntico de los Tres Jvenes y la
Oracin de Manass, que se incorporaron en la edicin de 1589. En
1530, el reformador suizo, amigo de Zwinglio, Ecolampadio,
escriba: No menospreciamos Judit, Tobit, Eclesistico, Baruc, los
dos ltimos libros de Esdras, los tres libros de los Macabeos, las
adiciones a Daniel, pero no les concedemos autoridad divina con los
otros.
Lutero mismo sera quien establecera el modelo, en su versin
alemana de la Biblia completa, aparecida en 1534, del trato, por
decirlo as, acordado a los deuterocannicos entre los protestantes.
Segua el criterio de San Jernimo, pero los incluy agrupados
antes del Nuevo Testamento, precedidos de esta advertencia:
Apcrifos. Estos son los libros que no se consideran iguales a las
Sagradas Escrituras, pero que son tiles y buenos como lectura.
Omiti de ellos I & II Esdras, pero en cambio incluy la Oracin de
Manass, que apreciaba mucho. Los dems que agrup en esa
seccin fueron Sabidura, Eclesistico, Judit, Tobit, I & II Macabeos
y las adiciones a Ester y Daniel. Es muy interesante que de los
cannicos no aprobaba Ester y de los deuterocannicos II
Macabeos. Lleg a decir: Odio tanto Ester y II Macabeos que
deseara que no existieran. Pero incluy ambos en sus categoras
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respectivas. En la actualidad la Biblia de Lutero se publica en dos
ediciones, una con los deuterocannicos y otra sin ellos.
Coverdale, en su versin inglesa (1535) sigui el ejemplo de
Lutero, pero aadi I & II Esdras, a la vez que omiti la Oracin de
Manass. Sin embargo, sta se aadi en la edicin revisada de
1539. La primera edicin protestante de la Biblia en francs es la
aparecida en 1535, en versin de Pierre Robert Olivetn, primo de
Calvino. Llamada Biblia de Neuchatel o de Serrieres, y costeada por
los valdenses, contena los deuterocannicos en la versin hecha
por Jacques Lefevre dEtaples de la Vulgata y publicada en 1530
(Biblia de Amberes). Para la edicin de 1545, la traduccin de los
deuterocannicos fue revisada por Calvino. En la edicin de Ginebra
(1551) la traduccin es del gran reformador Beza. Ni en la edicin
original (1536) de la Institucin de la religin cristiana ni en su
catecismo de Ginebra describe Calvino el canon bblico. En las
ediciones posteriores, ampliadas, de la Institucin, cita unas diez
veces los deuterocannicos llamndolos apcrifos e invocando para
ello el testimonio de San Jernimo en ese sentido (IV, IV, 14). Slo
en un pasaje parece definir el canon, declarando incontrovertible
que no se debe tener como Palabra de Dios otra doctrina que la
contenida primeramente en la Ley y los Profetas, y despus en los
escritos de los apstoles (IV, VIII, 8). Es de notarse que su alusin
al canon hebreo del Antiguo Testamento no incluye los libros de la
seccin Escritos, pero seguramente no es porque les niegue
autoridad, sino acaso slo por razones de nfasis en las dos
primeras secciones.
La Biblia inglesa de Matthew (1537) lleva los deuterocannicos
en grupo separado, y entre ellos, por primera vez en ingls, la
Oracin de Manass, traducida del francs de la Biblia de
Olivetn. La llamada Gran Biblia (1539), planeada por Cromwell,
con aprobacin del arzobispo Cranmer, y preparada por Coverdale,
lleva los deuterocannicos en versin de ste. Por separado sali
en Londres (1549) una versin de dichos libros que inclua III
Macabeos. Desde ese ao, por otra parte, el Leccionario anexo al
Libro de Oracin de la Iglesia Anglicana ha incluido lecturas
tomadas de ellos. En 1551, Castellio (Castalin) public en Basilea
su versin de la Biblia, incluyndolos.
La primera Biblia Reformada de los Pases Bajos (1556),
traduccin de hecho de la Biblia de Zurich, inclua como sta, en
grupo aparte, los deuterocannicos. La Biblia de Biestkens (1558
1560), siendo traduccin de la Biblia de Lutero, tambin los inclua
en la misma forma. Esta Biblia fue la que usaron los menonitas
hasta el siglo 18, en que adoptaron la Biblia General de los
Estados, de que se hablar despus. Los luteranos de Holanda
utilizaron la Biblia de Biestkens hasta 1648, cuando publicaron su
propia versin, hecha por Adolfo Visscher, y prcticamente, como
la anterior, traducida de la de Lutero. Mientras tanto, un grupo de
reformadores ingleses, exiliados en Ginebra por la persecucin bajo
Mara Estuardo, haba estado trabajando en una nueva versin al
ingls. Apareci en 1560 y se conoci como la Biblia de Ginebra.
Contena los deuterocannicos con una introduccin que deca:
Como libros que proceden de hombres piadosos, se les recibe para
leerse con objeto de hacer avanzar el conocimiento de la historia y
de instruir en las costumbres piadosas. Hasta la publicacin de la
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versin del rey Santiago (KJV), y todava por muchos aos
despus, fue la versin inglesa ms difundida. Fue la Biblia de
Shakespeare, de los Padres Peregrinos (de los Estados Unidos de
Amrica), pues la preferan a la KJV, y de Juan Bunyan. Refiere
ste en su autobiografa, intitulada Gracia abundante para el
primero de los pecadores, que por el ao de 1652 haba
experimentado una crisis depresiva que lo puso al borde de la
muerte. Lo que lo reanim, dice, fue el texto de Eclesistico 2.10:
Mirad las generaciones antiguas y ved: Quin confi en el Seor
que haya quedado defraudado? Comenta que aunque esas
palabras no se hallan en los textos que llamamos santos y
cannicos, se sinti obligado a recibirlas, pues son la suma y
sustancia de muchas de las promesas. Y concluye: Bendigo a
Dios por esa palabra, pues era de Dios para m Esa palabra
todava resplandece a veces ante mi faz.
La Confesin Belga, emitida para las iglesias protestantes de
Flandes y Holanda (1561) dice en su artculo VI que los
deuterocannicos son libros que la Iglesia puede leer y de los
cuales puede obtener instruccin, hasta donde concuerden con los
libros cannicos, pero estn lejos de tener tal fuerza y autoridad
que con su testimonio se pueda confirmar algn punto de fe o de la
religin cristiana, mucho menos restar autoridad a los otros libros,
o sea a los sagrados. La Confesin Belga se basaba en la
Confesin Galicana (1559) que sustentaba el mismo criterio. En
1562 se public la llamada Biblia Deux-Aes, que fue la Biblia
principal de la Iglesia Reformada de los Pases Bajos, hasta la
aparicin de la Versin General de los Estados (1637). Contena los
deuterocannicos, con un prefacio en que se adverta que dichos
libros no estn en la Biblia hebrea y que han de considerarse
como escritos privados y no autnticos.
Por lo que hace a la Iglesia de Inglaterra, en Los 39 Artculos de
Religin, dedicaba su Artculo VI al canon. En sus revisiones de
1553 y 1562 daba plena autoridad a los libros del canon hebreo y
asignaba un valor inferior, siguiendo el criterio de San Jernimo, a
I & II Esdras, Judit, Sabidura, Eclesistico y I & II Macabeos. En el
texto de 1562, despus de dar la lista de los libros cannicos,
aade: Y los otros libros (como Jernimo dijo), los lee la Iglesia
para ejemplo de vida e instruccin de costumbres, pero no los
suministra para establecer ninguna doctrina. En la revisin de
1571 se aadieron a la lista de los deuterocannicos as
considerados, Baruc con la Carta de Jeremas, Tobit, las adiciones a
Ester, las adiciones a Daniel y la Oracin de Manass. En los dos
Libros de Homilas de la Iglesia Anglicana, 19 de ellas contienen
unas 80 citas de los deuterocannicos, excepto de I (III) y II (IV)
Esdras y II Macabeos. En algunos casos Judit y las adiciones a
Ester se citan como Escritura. Una cita de Eclesistico se
introduce as: Dios Todopoderoso dijo por medio del sabio. Y una
de Tobit, de este modo: El Espritu Santo ensea tambin
diciendo. En la Homila 10 del Libro II, se llama a Sabidura
infalible y no engaosa palabra de Dios.
Hacia 1566 se comenz a llamar protocannicos a los libros
del canon hebreo, y deuterocannicos a los dems incluidos en la
lista de libros que el Concilio de Trento haba declarado, sin
distincin, cannicos. En 1568 apareci en ingls la llamada Biblia
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del Obispo, que contena los deuterocannicos. Y en 1569 la
primera Biblia completa en castellano, versin de Casiodoro de
Reina, publicada en Basilea. Contena los deuterocannicos
siguientes, en la colocacin de la Vulgata: Oracin de Manass, III
& IV Esdras, Tobit, Judit, Sabidura, Eclesistico, Baruc con la Carta
de Jeremas, y I & II Macabeos. Las adiciones a Ester se imprimen
al final del libro, con nota de no hallarse en el texto hebreo. En
cuanto a las adiciones a Daniel, la Oracin de Azaras y el Cntico
de los Tres Jvenes se insertan despus de 3.23, con advertencia
de no hallarse en los originales hebreos, sino en los griegos. La
Historia de Susana y la Historia de Bel y el Dragn van, como en la
Vulgata, al final del libro, formando respectivamente los captulos
13 y 14, con la siguiente nota al final del cap. 12: Hasta aqu se
lee el texto de Daniel en hebraico; lo que se sigue en estos dos
captulos postreros es trasladado de la versin de Teodocin.
Reina pone en los protocannicos referencias marginales a los
deuterocannicos, y viceversa. En el Nuevo Testamento tiene las
siguientes referencias deuterocannicas, que aqu damos entre
parntesis despus del texto cannico respectivo: Mt. 6.14 (Eclo.
28.2); Mt. 7.12 (Tob. 4.15); Mt. 20.15 (Tob. 4.7,8, Eclo. 14.9, 10,
etc.); Mt. 23.37 (IV Esdras 1.30); Mt. 27.43 (Sab. 2.18); Lc. 14.12
(Tob. 4.16,17); Jn. 6.31 (Sab. 16.20); Jn. 10.22 (I Mac. 4.59);
Hch. 10.34 (Sab. 6.7); Ro. 1.23 (Sab. 12.24); Ro. 9.20 (Sab.
15.7); Ro. 11.34 (Sab. 9.13); Ro. 13.1 (Sab. 6.4); 1 Co. 2.16
(Sab. 9.17); 1 Co. 6.2 (Sab. 3.8); 1 Co. 15.32 (Sab. 2.6); 2 Co.
6.14 (Eclo. 13.17 , 2 Co. 9.7 (Eclo. 35.9 o 9?); 1 Ts. 5.17 (Eclo.
39.5; He. 1.3 (Sab. 7.26); He. 11:12 (Eclo. 44.21 o 21?); He.
11.35 (la referencia no es directa, pero dice que se alude al
tiempo de los macabeos); Sgo. 1.10, 11 (Eclo. 14.18?); Sgo.
1.19 (Eclo. 5.11,12); Sgo. 2.3 (Eclo. 4.2 o 1?); Sgo. 3.2 (Eclo.
14.1, 19.16 y 25.8); 1 P. 5.7 (Sab. 12.13); Ap. 8.2 (Tob. 12.15?);
Ap. 9.7 (Sab. 16.9).
En la Confesin de Fe de las Iglesias Reformadas de Francia
(Confesin de La Rochelle, 1571), el artculo III enumera los libros
cannicos. Son los del canon hebreo. Y el artculo IV adopta el
criterio de San Jernimo y de Lutero, al respecto de los otros
libros eclesisticos, sobre los cuales, aunque sean tiles, no se
puede fundar ningn artculo de fe. La Confesin de Fe
(reformada) de los Pases Bajos da una lista idntica de los libros
cannicos. De 1575 a 1579 se public tambin en Holanda la
versin latina del Antiguo Testamento y los deuterocannicos,
hecha por los protestantes Tremellius y Junius, la cual adquiri
gran fama entre los protestantes, particularmente los de la Iglesia
Reformada. En 1599, por otra parte, aparecen en ese pas los
primeros ejemplares de la Biblia de Ginebra encuadernados sin los
deuterocannicos, aunque incluyendo todava la Oracin de
Manass.
En 1602 se public en Amsterdam la segunda edicin de la
Biblia de Casiodoro de Reina, en revisin de Cipriano de Valera, el
cual conserv los libros deuterodannicos, pero agrupados antes
del Nuevo Testamento, conforme a la pauta establecida por Lutero,
y en el siguiente orden: III Esdras, IV Esdras, Oracin de Manass,
Tobas (Tobit), Judit, adiciones a Ester, Sabidura, Eclesistico,
Baruc con la Carta de Jeremas, adiciones a Daniel (Oracin de
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Azaras, Cntico de los Tres Jvenes, Historia de Susana, Historia
de Bel y el Dragn) y I & II Macabeos. En su introduccin
(Exhortacin al cristiano lector) Valera expone su criterio sobre la
canonicidad. Segn l, un libro, para ser tenido por cannico, ha de
reunir tres cosas infaliblemente: 1. Que no contenga nada que
contradiga lo que se halla en los otros libros cannicos; 2. Que
algn profeta divinamente inspirado lo haya escrito, y 3. Que se
haya escrito originalmente en hebreo. Con este criterio niega
canonicidad a los apcrifos, y sobre la inclusin de ellos en su
revisin de Reina, explica: Acaben, pues, nuestros adversarios de
entender la gran diferencia que hay entre los libros cannicos y los
apcrifos, y contntense con que los hayamos puesto aparte, y no
entre los cannicos, cuya autoridad es sacrosanta e inviolable. En
su edicin de los deuterocannicos conserv las referencias bblicas
marginales de Reina a libros protocannicos, tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento, as como a otros deuterocannicos.
Pero en los protocannicos omiti las referencias de Reina a
pasajes de los deuterocannicos.
La primera edicin de la versin italiana del telogo calvinista
Giovanni Diodati, versin que los protestantes italianos usan hasta
hoy, considerada como clsica en esa lengua, se public en Ginebra
en 1607, con los deuterocannicos impresos antes del Nuevo
Testamento y la advertencia de que no son libros inspirados.
Por ese tiempo, el rey Jaime (o Santiago) de Inglaterra,
deseando que se estableciera una versin estndar como nica
autorizada oficialmente para uso de la iglesia Anglicana, patrocin
la preparacin y publicacin de la que, por ese hecho, lleva su
nombre (King James Version) y que apareci en 1611. Contena en
grupo aparte, antes del Nuevo Testamento, los siguientes
deuterocannicos: 1 (o III) Esdras, II (o IV) Esdras, Tobit, Judit,
adiciones a Ester, Sabidura, Eclesistico, Baruc con la Carta de
Jeremas, adiciones a Daniel, Oracin de Manass y I & II
Macabeos. En el Antiguo Testamento llevaba anotadas ms de 100
referencias a los libros deuterocannicos, y en el Nuevo
Testamento 11, distribuidas en Mt., Lc., Jn., Ro., 2 Co. y He, que
remiten al lector a pasajes de Eclesistico, II (IV) Esdras,
Sabidura, Tobit y I & II Macabeos. Ya para entonces haba surgido
cierta oposicin a la inclusin de los deuterocannicos en el mismo
volumen que los protocannicos, tanto que en 1615 el arzobispo de
Cantorberry, George Abbott, consider necesario promulgar una
prohibicin, bajo pena de un ao de prisin, contra la
encuadernacin y venta de Biblias sin dichos libros. Hacindose
caso omiso de ella, en 1626 aparecen ya ejemplares de la KJV que
los omitan, y nuevas ediciones sin ellos salen fechadas en 1629,
1630 y 1633. En 1640, A. Hart sac en Edimburgo una edicin, que
tambin los omita, de la Biblia de Ginebra. Todo esto a pesar de
que la Iglesia de Inglaterra sostena el criterio de San Jernimo y
Lutero en cuanto a que esos libros carecen de autoridad doctrinal,
pero se recomiendan o al menos se permiten como lectura
provechosa, no slo privada sino en el culto pblico. Con notables
excepciones como la de Lightfoot, los telogos y eruditos bblicos
de la Iglesia Anglicana, apoyaban ese criterio, que es el que ha
prevalecido en ella hasta la fecha, lo mismo que en la Iglesia
Luterana y en la Reformada de Zurich.
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Siguiendo un criterio semejante, el Snodo (reformado) de Dort,
Holanda (1618) permiti incluir en la Biblia Holandesa los
deuterocannicos, pero a condicin no slo de que se agruparan,
como era ya la prctica protestante generalizada, antes del Nuevo
Testamento, sino de que se imprimieran con un tipo de imprenta
ms pequeo, numeracin de pginas aparte, bajo un ttulo
especial y con notas marginales que indicaran los puntos en que
difieren doctrinalmente de los protocannicos. Para ello se les
llamaba libros meramente humanos. Pero el Snodo se neg a
excluir del grupo III & IV Esdras, Tobit, Judit y la Historia de Bel y
el Dragn, como proponan Gomarus, Diodati y otros delegados.
Este Snodo fue el que dispuso la preparacin de la Versin General
de los Estados, que se public en 1637, y que insertaba los
deuterocannicos formando un grupo despus del Nuevo
Testamento.
La Confesin de Westminster (1647), que vino a ser documento
bsico de las iglesias reformadas en general, reconoce como canon
para el Antiguo Testamento el hebreo, y en cuanto a los
deuterocannicos aade: Los libros comnmente llamados
apcrifos, no siendo de inspiracin divina y no formando parte del
canon de la Escritura, carecen por tanto de autoridad en la Iglesia
de Dios, y no han de ser aprobados o utilizados en otra forma que
otros escritos humanos. No prohbe, sin embargo, su lectura.
Durante el siglo 18, si bien el Instituto Bblico Canstein publica
numerosas ediciones en ingls, a partir de 1712, que contienen los
deuterocannicos, los ataques contra stos arrecian, con violentas
censuras de algunos de sus pasajes. Pero en Alemania muchas
Biblias de edicin luterana contienen todava III & IV Esdras, y III
Macabeos, como suplemento a los deuterocannicos, aunque
Lutero no los aceptaba ni los tradujo. Y por lo que toca a la Iglesia
Catlica Romana, el Primer Concilio Vaticano (1870) ratific el
decreto de Trento en cuanto a la canonicidad de los libros
deuterocannicos.
En 1804 se fund en Londres la Sociedad Bblica Britnica y
Extranjera, con el propsito de traducir, publicar y propagar la
Biblia, no slo en ingls sino en las dems lenguas, hasta donde
fuera posible. En sus Leyes y Reglamentos no se tocaba la cuestin
de los deuterocannicos, sino se estipulaba solamente que los
nicos ejemplares que la Sociedad ha de circular en las lenguas del
Reino (Unido) sern de la Versin Autorizada (KJV), la cual, como
hemos visto, inclua originalmente los mencionados libros. Para
1814 contaba con 18 sociedades afiliadas en el continente europeo.
Una de sus publicaciones fue la de la Biblia de Lutero, en que se
basaron versiones a otras lenguas europeas, y que como ya
sabemos llevaba los deuterocannicos antes del Nuevo
Testamento. Entre sus sociedades auxiliares en el Reino Unido se
contaban las de Edimburgo y de Glasgow, Escocia, donde privaba la
tradicin reformada representada por la Confesin de Westminster.
A los pocos aos de fundada la SBBE, esas dos sociedades
empezaron a ejercer una creciente presin en contra de la
publicacin de ediciones que contuvieran los deuterocannicos. Un
primer resultado fue que la Sociedad pidiera en 1811 a sus afiliadas
del continente que los omitieran en sus ediciones. Pero fue tal la
inconformidad de stas, sobre todo en Alemania, Austria y Suecia,
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con tal disposicin, que la Sociedad hubo de retirarla en 1813,
acordando que las sociedades extranjeras afiliadas podran
imprimir Biblias en la forma que desearan sin ms condicin que no
tener notas ni comentarios. Por algunos aos la cuestin se
mantuvo latente, pero en 1819 hizo de nuevo explosin cuando la
Sociedad otorg subsidios para la publicacin de versiones en
italiano, castellano y portugus que, debido al predominio del
catolicismo en pases de esas lenguas, contenan los
deuterocannicos. Las sociedades de Edimburgo y Glasgow
protestaron enrgicamente y la controversia alcanz su mayor
intensidad en 1820. Por ese tiempo, el agente de la Sociedad en
Suecia, mster Patterson, public a manera de transaccin los
deuterocannicos en un volumen por separado. Pero esa solucin
se pas por alto.
En el seno de la SBBE haba quienes admitan personalmente
que los deuterocannicos no son inspirados, y opinaban que hasta
ofrecan muchos rasgos discutibles. Insistan, sin embargo, en que
tratndose de ediciones destinadas al continente europeo, deberan
seguirse incluyendo esos libros, con el fin de facilitar la difusin de
la Biblia en pases en donde la gente estaba acostumbrada a verlos
formando parte de ella, y seguramente desconfiara de los
ejemplares que carecieran de ellos. Y esto no slo tratndose de
catlicos romanos, sino tambin de los luteranos y aun de algunas
iglesias reformadas. Pero tampoco esta consideracin calm la
polmica, ni aun cuando la Sociedad, todava indecisa, y llevada y
trada por el vaivn de las opiniones en pugna, decidi en 1822
transigir. Su acuerdo fue entonces dedicar sus propios fondos
solamente a la publicacin y distribucin de Biblias sin los
discutidos libros, pero dejando a las sociedades afiliadas en libertad
de publicar y distribuir, a sus propias expensas, ediciones con ellos.
En 1824 confirm esa decisin, pero ese mismo ao la
reconsider, y, volviendo al criterio oficial de la Iglesia de
Inglaterra, acord ayudar a la publicacin de Biblias con los
deuterocannicos a condicin de que stos se imprimieran como
apndice a los protocannicos. Con lo cual la controversia arreci
ms todava, e hizo crisis al ao siguiente, cuando la sociedad de
Edimburgo notific a la de Londres que de seguir sta ayudando a
la publicacin y distribucin de biblias con aquellos libros, le
suspendera su aportacin econmica, la cual ascenda ya entonces
a ms de 5 000 libras esterlinas anuales. Como esto sera un golpe
muy duro a las finanzas de la SBBE, sta tom en 1825,
reiterndola en 1826, y completndola en 1827, una decisin que
sera la final: Que se reconozca plena y claramente que la ley
fundamental de la Sociedad, que limita sus operaciones a la
circulacin de las Sagradas Escrituras, excluye la circulacin de los
deuterocannicos (Apocrypha). Esto significaba de inmediato que
la Sociedad no destinara ms fondos en lo sucesivo a costear o
subvencionar ediciones de la Biblia que contuvieran los libros
deuterocannicos.
El resultado, tambin inmediato, fue que las sociedades bblicas
del continente, que para entonces ya eran unas 40, se
independizaron de la de Londres. Pero tampoco las sociedades
escocesas que haban promovido y obtenido esa decisin
permanecieron afiliadas a la SBBE, pues sucedi que, no conformes
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con ello, exigieron el cese inmediato de los funcionarios de ella que
haban autorizado o favorecido la publicacin y circulacin de
biblias con los libros deuterocannicos. A la Sociedad le pareci que
esto era ya exigir demasiado, y rehus. Entonces las sociedades de
Edimburgo y Glasgow se separaron a su vez de ella y constituyeron
la Sociedad Bblica Nacional de Escocia. No fue la nica exigencia
que la Sociedad londinense consider necesario rechazar, aunque
ahora se trataba de otra cuestin. Hubo elementos en su propio
seno que exigieron que se estableciera como requisito
indispensable para ser funcionario o empleado de la Sociedad la
adhesin expresa a la doctrina de la Trinidad. Puesto que, de
acuerdo con sus estatutos, la Sociedad no era iglesia ni academia
de teologa ni estaba afiliada tampoco a ninguna iglesia o confesin
en particular, por lo cual deba abstenerse de proclamar
oficialmente ninguna doctrina teolgica especfica, se neg a
imponer tal requisito a sus colaboradores. Entonces los que lo
exigan se separaron de ella y formaron en 1831 la Sociedad Bblica
Trinitaria, que subsiste hasta hoy. Por su parte, otras sociedades
bblicas, como la de los Pases Bajos, cuyas Leyes y Reglamentos
no aluden a dichos libros, han seguido publicando ediciones con los
deuterocannicos, en respuesta a las necesidades y demandas de
las iglesias de su respectiva zona, y, en el caso de Holanda, por
peticin expresa de las Iglesias Luterana y Antigua Catlica.
Para los pases de habla castellana, la SBBE comenz
distribuyendo simplemente la versin del P. Sco de San Miguel, en
la edicin Dorca, de Barcelona, que, por supuesto, contena los
deuterocannicos. En 1821, la Sociedad sac su propia edicin de
la misma, retenindolos. Como reflejo de los vaivenes de la
controversia a que nos hemos referido, en 1823 public una edicin
de la versin de Sco sin ellos. Y en 1824, al parecer a modo de
conciliacin, sac dos ediciones de ella, una con los libros
debatidos.y otra sin ellos. Cuando su representante Diego Thomson
inici sus labores bblicas en 1818 en Argentina, muy
probablemente empezara distribuyendo la edicin Dorca. Despus,
seguramente distribuira las ediciones de la Sociedad. Fue slo en
1857, cuando sta adopt y empez a publicar la versin Reina-
Valera, el Nuevo Testamento ese ao, y en 1861 la Biblia completa,
pero sin los deuterocannicos.
En 1816 se organiz en Nueva York la Sociedad Bblica de los
Estados Unidos de Amrica. (American Bible Society). Aunque ya
para esa fecha Inglaterra se conmova con la polmica sobre los
deuterocannicos ya reseada, tal parece que en un principio no
repercuti gran cosa en las labores de la nueva sociedad. Fue en
1822 cuando la cuestin surgi formalmente en ella, al importar
Biblias en alemn, versin de Lutero, publicadas por la Sociedad
Bblica de Hamburgo-Altona con los deuterocannicos. La ABS
declar, al respecto, que por cuanto las personas entre quienes se
distribuyen las Escrituras en alemn han estado acostumbradas a
recibirlas en la forma que se menciona (con los libros en cuestin);
por cuanto los libros deuterocannicos (Apocrypha) se circulan por
las sociedades bblicas del continente (europeo), y por cuanto
dichos libros no pueden en ningn sentido considerarse como notas
o comentarios sobre la Biblia, no puede haber objecin justa para
que dicha prctica se contine (Actas de la Junta de Gobierno, 11,
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7,1822). Por su parte, la Sociedad lanz en castellano sendas
ediciones de la versin de Sco con los deuterocannicos en 1824 y
1826. En su informe anual de 1824, la Sociedad se refera a dicha
edicin indicando que se trataba de la versin catlica romana
aprobada.
Al parecer, pues, la ABS no consideraba que hubiera ningn
problema serio en el caso. En agosto 31, 1826, el doctor Milnor, de
la ABS, escriba al Rdo. A. Brandram, de la SBBE, que le haba
comunicado la resolucin de dicha Sociedad sobre el asunto,
dicindole que por lo que tocaba a la ABS, hasta aqu nos ha
parecido conveniente continuar su insercin (la de los
deuterocannicos) en nuestras Escrituras en espaol, destinadas a
la circulacin en Sudamrica. Y confieso que la ansiedad que siento
en cuanto a la distribucin de la Palabra de Dios en esa
supersticiosa regin me llevara a lamentar grandemente
cualquiera medida que pudiera arrojar impedimentos en el camino
de un objetivo tan deseable. Aqu no ha aparecido an ninguna
disposicin de agitar el asunto, y yo, al menos, sentir ver que se
ponga sobre el tapete. No obstante, la cuestin que no haba
vuelto a surgir desde 1822, segn se dijo antes, se suscita a fines
de 1827 y ms todava en 1828, provocada principalmente por
algunos profesores de Prnceton. Por otra parte, los agentes de la
ABS en Sudamrica, particularmente mster Torrey desde
Argentina, insistan en que la nica manera de hacer circular
rpidamente la Biblia en la regin es empleando ediciones con los
deuterocannicos. A fines de 1827, el doctor Milnor escribe a Diego
Thomson, a la sazn en Mxico, pidindole su opinin. Thomson
coincide en lo general con Torrey: lo que est cerrando ya para
entonces las puertas a la difusin de la Biblia en Mxico es que
ahora las ediciones de la SBBE, que l representa, ya no contienen
los libros citados.
A pesar de todo, la ABS no puede evitar verse envuelta en el
debate, ahora trasladado a este lado del Atlntico en toda su
fuerza. Y as el 3 de abril de 1828 decidi, al fin, seguir la pauta de
la SBBE, suscribiendo casi textualmente la resolucin final de sta,
que citamos anteriormente. Se aada: Se resuelve que se den
instrucciones al Comit Permanente de hacer que los estereotipos
de la Biblia en espaol, nica Biblia que esta Sociedad ha impreso y
a la que se han anexado los deuterocannicos (Apocrypha), sean
alterados de manera que todos esos libros queden excluidos de
ellos. Se resuelve que las Escrituras en espaol que hay
actualmente en existencia se retengan en el Depsito hasta que se
supriman de ellas los libros deuterocannicos (Apocrypha). Uno de
los miembros de la Junta de Gobierno de la ABS, que tom esa
decisin, el doctor Printard, escribiendo a su hija en abril 4, la
informaba del acuerdo y deca que ste estobar el envo de las
Escrituras a la Amrica espaola. El 20 de mayo mster Bringham,
Secretario Ayudante de la ABS escriba a mster Brandram, de la
SBBE, informndolo del acuerdo. Y le deca: Usted percibir por
nuestro informe que hemos seguido los pasos de ustedes en la
cuestin de los deuterocannicos (Apocrypha).
Desde Argentina escribi Torrey varias cartas lamentando el
acuerdo y reiterando su conviccin de que ste dificultara la
difusin de las Escrituras en Sudamrica, pero naturalmente fue en
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vano: la decisin haba sido definitivamente tomada. Y como
primera consecuencia, las ediciones de la versin de Sco hechas
por la Sociedad en 1829, 1830 y 1832 salieron ya sin los
deuterocannicos. De otros pases que la ABS serva se recibieron
tambin informes de sus agentes, especialmente de Rusia, Armenia
y el Medio Oriente, en el mismo sentido expresado por Torrey. Y
por supuesto, cuando la ABS adopt para publicacin la versin
Reina-Valera (de la que sac el Nuevo Testamento en 1845), en la
edicin de la Biblia completa (1850) se omitieron los
deuterocannicos que figuraban en la Reina Valera original (1602).
Y en las sucesivas revisiones de ella, hasta la de 1960, esta versin
ha aparecido sin dichos libros. Durante todo el siglo 19 la ABS
mantuvo su decisin.
La cuestin revivi en esta Sociedad entre 1907 y 1914, cuando
se trat de la publicacin de la Biblia en armenio, pero no hubo
cambio en la poltica. En 1920 se hizo sentir, sin embargo, la
necesidad de reconsiderarla, en vista de que uno de los cuerpos a
que la ABS deseaba servir, la Iglesia Protestante Episcopal, usaba
pasajes de los libros deuterocannicos en sus oficios. En noviembre
1o de 1922, por mocin de representantes de la Iglesia
Presbiteriana (del Norte) y de las iglesias bautistas, el Consejo
Consultivo de la ABS recomend a la Junta de Gobierno de la
misma considerar seriamente suministrar la Biblia con los libros
deuterocannicos (Apocrypha). Se corrieron diversos trmites, a
consecuencia de esa recomendacin, turnando sta a varios
comits, pero no se lleg a ninguna resolucin, hasta 1928. En este
ao, el Comit de Publicaciones, despus de examinar las ediciones
de la Biblia con los deuterocannicos, hechas por Oxford University
Press, James Pott y Thomas H. Nelson, en octubre 16 tom la
siguiente resolucin: El Comit consider cuidadosamente este
asunto y decidi que era aconsejable suministrar la Biblia con los
deuterocannicos (Apocrypha) a cualesquiera personas que deseen
comprarla. El Comit cree, sin embargo, que aunque al presente no
es aconsejable que la Sociedad pare el tipo de los deuterocannicos
(Apocrypha) e imprima stos con sus propias placas, debe
autorizarse a los funcionarios (de la Sociedad) a comprar mil o dos
mil ejemplares que se publiquen con el pie editorial de la
Sociedad. Esta resolucin fue aprobada el 1 de noviembre
siguiente por la Junta de Gobierno. Se hicieron los arreglos para
adquirir los ejemplares de referencia, y en octubre de 1930,
cuando ya se tenan en existencia, el tesorero de la ABS, mster
Darlington, despach circulares a los clrigos de la Iglesia
Protestante Episcopal ponindolos a su disposicin. Es interesante
que no se produjeron crticas, o las que hubo fueron muy pocas, de
parte de las denominaciones que oficialmente no aceptan los
deuterocannicos. Por supuesto, la ABS, por prudencia, no incluy
esas Biblias en su catlogo general.
Aunque la polmica inglesa de principios del siglo 19 sobre la
inclusin o no inclusin de los libros deuterocannicos en ediciones
de la Biblia afect, como hemos visto, la poltica de publicacin
seguida por las Sociedades Bblicas britnica y estadunidense, otras
sociedades mostraron un criterio ms amplio. Con todo, durante el
resto de ese siglo qued establecida claramente la posicin de las
iglesias cristianas en cuanto al canon del Antiguo Testamento. La
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Iglesia Catlica Romana mantuvo y oficialmente no ha
rectificado el criterio del Concilio de Trento, que asign igual
canonicidad a los apcrifos. En cuanto a la Iglesia de Inglaterra y
las iglesias propiamente protestantes, ninguna de ellas considera
dichos libros como cannicos, pero varan en cuanto al valor,
utilidad y uso que les asignan. La Iglesia de Inglaterra, la Iglesia
Protestante Episcopal (EE.UU. de A.), la Iglesia Luterana y algunas
iglesias de tradicin reformada, como la de Holanda, sustentan de
hecho el criterio de San Jernimo y de Lutero: son libros de
provechosa lectura, tanto privada como litrgica, pero no deben
invocarse para establecer o desechar doctrinas. Iglesias como la
Anglicana y la Protestante Episcopal los aprecian al grado de incluir
pasajes tomados de ellos en las lecturas de sus cultos. El actual
Leccionario anglicano contiene 44 de ellas, y el protestante
episcopal, 110. Ambas iglesias leen dos pasajes de Tobit en su
ritual de la Santa Comunin, al lado de otros de Salmos, Proverbios
y el Nuevo Testamento. Las dems iglesias acabaron por no prestar
ninguna atencin a los deuterocannicos, al punto de ser todava
prcticamente desconocidos para la gran mayora de sus feligreses.
Aparte de todo debate sobre el canon bblico y aun, en general,
de toda cuestin dogmtica, en los ltimos tiempos se ha
despertado un renovado inters por el conocimiento y estudio de la
literatura juda no comprendida en el canon hebreo, y esto no slo
tratndose de los deuterocannicos sino tambin de los
propiamente apcrifos o seudoepgrafos y aun de otros escritos,
como los de la comunidad de Qumrn, los de Josefo y otros que no
caen dentro de la clasificacin tradicional. Cualquiera que sea el
valor religioso que se asigne a esos escritos, se considera que son
de todos modos expresin de la mente y la vida judas en los
periodos no cubiertos por la Biblia, y que su conocimiento puede
ser necesario para comprender mejor el contexto histrico y
cultural en que se desarrollaron el judasmo y el primitivo
cristianismo. Ese conocimiento cae no slo dentro de la historia de
ambas religiones sino de la historia general en tiempos tan
decisivos como fueron aquellos. Los deuterocannicos, en
particular, aportan datos tiles para entender mejor el Nuevo
Testamento, por ejemplo, en cuanto al desarrollo de doctrinas
como la resurreccin de los muertos, el juicio final, los ngeles y
los demonios, y otras.
Como toda literatura, los deuterocannicos son producto y
reflejo de las ideas y el temperamento que formaban parte de la
vida del pueblo judo en un periodo tardo y crtico de su historia: el
que precedi a la aparicin del cristianismo, la destruccin de
Jerusaln y la gran dispersin. Constituyen un objeto de estudio
para el conocimiento histrico de la poca. Su valor, por supuesto,
no es parejo, y para que su lectura sea edificante, como la juzgaba
San Jernimo, o aun simplemente til y provechosa, como la
consideraba Lutero, se requieren cuidado y discernimiento. Hay en
estos libros pasajes que pueden considerarse ecos, reflejos y
paralelos de las escrituras consideradas ahora unnimemente por
judos y cristianos como cannicas. En I Esdras, los pasajes que
contiene, tomados de los libros cannicos de Esdras y Nehemas,
son, naturalmente, del mismo valor y la misma autoridad que los
correspondientes de dichos libros. A sus dems referencias
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histricas no puede drseles el mismo crdito, pero entre ellas
pueden espigarse textos como ste que se ha hecho famoso: La
verdad permanece en su vigor eternamente, y vive y domina por
los siglos de los siglos (4.38, versin Reina-Valera). Eclesistico y
Sabidura contienen mximas muy similares a las de Proverbios. La
intencin moral y religiosa de los autores, o sea su moraleja,
muestra afinidades con enseanzas centrales de libros del canon
hebreo, si bien a veces bajo smbolos que parecen confusos o
exagerados, como pasa en II Esdras y II Macabeos, o apelando a
relatos fantsticos, como algunos de Tobit, y como la Historia de
Bel y el Dragn.
Judit parece ser una repeticin muy elaborada, en otro contexto
histrico, del argumento de la historia de Jael (Jue. 4.1722).
Algunas adiciones a Ester y a Daniel, y la Oracin de Manass,
muestran paralelos con algunos salmos, y parecen recordar
oraciones como la de Ezequas. La intencin de la dramtica
historia de Susana, es sin duda exaltar la pureza de una esposa
fiel, en contraste con la concupiscencia de jueces corrompidos. I
Macabeos es una aportacin a la historia del periodo en que
Palestina estuvo bajo la dominacin de los selucidas y en que Jud
vivi una etapa de independencia. El historiador Josefo se
document ampliamente en este libro, no obstante que no lo
consideraba cannico. Es interesante que hasta se ha sugerido que
algunas partes de los deuterocannicos, en la recensin en que han
llegado hasta nosotros, podran ser de autores cristianos, como por
ejemplo los captulos 1, 2, 15 y 16 de II Esdras, que faltan en las
versiones orientales.
Hay en esos libros asentadas, desde luego, doctrinas o
prcticas que no tienen apoyo en los libros cannicos, como el
sacrificio de expiacin por los muertos (II Macabeos 12.43,45) que
mand ofrecer Judas Macabeo, y que recuerda la alusin de Pablo
al bautismo por los muertos (1 Co. 15.29) que practicaban algunos
cristianos de su tiempo. En cambio, las doctrinas de la inmortalidad
del alma y de la resurreccin de los muertos, ausentes o poco
recalcadas en el judasmo tradicional, aparecen fuertemente
expresadas, la segunda hasta con cierta crudeza, en el libro de la
Sabidura (por ej., 2.23 y 5.15) y en II Macabeos cap. 7. De
cualquiera manera, parece no haber ningn inconveniente en la
lectura de esos libros si se mantiene el sabio principio de San
Jernimo y Lutero en cuanto a ellos: no pueden citarse para
establecer ni para refutar doctrinas. Lo cual significa, en otras
palabras, que slo deben aceptarse como material informativo y no
normativo, o todo lo ms, al menos en muchos de sus pasajes,
como de cierta edificacin. El juicio ms favorable, de fuente
protestante, para los deuterocannicos, parece ser el de
Goodspeed, en su introduccin general a la American Translation
(1939): Aunque los juicios crticos y las actitudes religiosas de
tiempos modernos les niegan una posicin de igualdad con las
Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamentos, histrica y
culturalmente son todava una parte integrante de la Biblia.
Quienes hallaren este juicio inaceptable o demasiado enftico,
podran considerar al menos el de C. C. Torrey, en el Prefacio a su
libro The Apocryphal Literature: En la actualidad se reconoce
generalmente que el conocimiento de los escritos religiosos no
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cannicos de los judos, pertenecientes al periodo precristiano, son
parte del equipo de todo estudiante serio de la Biblia, en uno u otro
Testamento, ya que arrojan luz en ambas direcciones.
En 1894 se public para la Iglesia Protestante Episcopal una
Versin Revisada de los deuterocannicos. La Convencin General
de dicha iglesia orden en octubre de 1952 una nueva revisin. En
1926 apareci en Alemania la Biblia llamada de Menge, con los
deuterocannicos impresos segn la pauta tradicional de Lutero. La
University of Chicago Press sac en 1939 una edicin de The
Complete Bible: an American Translation, versin de un equipo
dirigido por J. M. Powis Smith, con los deuterocannicos en
traduccin de Edgar J. Goodspeed, impresos tambin en bloque
antes del Nuevo Testamento y con numeracin aparte de pginas.
En 1974 se estaba ya trabajando en la traduccin de dichos libros
para sacar con ellos otra edicin de la Nueva Biblia Holandesa,
publicada primeramente sin ellos en 1951. En los Estados Unidos
se prepar bajo el patrocinio de la Divisin de Educacin Cristiana
del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo la Versin Revisada
Estndar (RSV), cuya edicin sin los deuterocannicos se public
en 1952. Una edicin con ellos apareci en 1957. Van impresos
igualmente antes del Nuevo Testamento y se incluye entre ellos la
Oracin de Manass. La nueva versin alemana de Hans Bruns
(Brunnen Verlag, Giessen), Das Alte Testament (1962) se cie al
canon hebreo. En cambio, otra edicin del mismo nombre,
preparada por Jrg Zink (Kreuz-Verlag, Stuttgart-Berln, 1966)
contiene no slo selecciones de Sabidura, Eclesistico, II Macabeos
y Baruc, sino tambin pasajes de libros propiamente apcrifos
(seudoepgrafos) y de otros escritos judos antiguos: Testamento
de Lev (del Testamento de los Doce Patriarcas), Carta de Aristeas,
Enoc, Himnos de Accin de Gracias (de Qumrn), Apocalipsis de
Baruc y Salmos de Salomn.
En los Pases Bajos, la Conferencia de Driebergen (1964),
compuesta de representantes de iglesias protestantes, emiti la
siguiente declaracin: Donde las iglesias lo deseen y pidan
especficamente, las Sociedades Bblicas deben considerar la
traduccin y publicacin de los libros comnmente llamados los
Apcrifos.
En Inglaterra se prepar una nueva versin inglesa patrocinada
por un Comit Conjunto de la Nueva Traduccin de la Biblia,
formado por representantes oficiales de la Unin Bautista de Gran
Bretaa e Irlanda, la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia de Escocia, la
Iglesia Congregacional de Escocia y Gales, el Consejo Irlands de
Iglesias, la Junta Anual de Londres de la Sociedad de los Amigos, la
Iglesia Metodista de Gran Bretaa, la Iglesia Presbiteriana de
Inglaterra, la Sociedad Bblica Britnica y Extranjera y la Sociedad
Bblica Nacional de Escocia. Este Comit produjo la New English
Bible en dos ediciones, una con los deuterocannicos (Oxford
University Press, 1970). Entre stos se incluye la Oracin de
Manass. Es sumamente significativo que entre los patrocinadores
est precisamente la Sociedad Bblica escocesa, que como se vio
antes, se form con las sociedades de Edimburgo y Glasgow, que
fueron las que a principios del siglo 19 provocaron, por su oposicin
a las ediciones con los deuterocannicos, la histrica decisin de la
Sociedad Britnica de abstenerse de ellas. La edicin referida de la
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NEB imprime estos libros en la forma consabida, antes del Nuevo
Testamento y con paginacin aparte. En el Prefacio a la seccin que
los contiene se dice que son valiosos en s mismos e
indispensables para el estudio del trasfondo del Nuevo
Testamento. En la contraportada consigna la siguiente nota: La
publicacin de los libros del grupo deuterocannico (Apocrypha) en
esta traduccin no implica que los cuerpos representados en el
Comit sostengan una opinin comn en cuanto a la posicin,
relativa al canon, de dichos libros.
El renacimiento bblico en el seno del catolicismo romano, que
ha cobrado fuerza en el presente siglo, sobre todo despus del
Concilio Vaticano II, ha ensanchado considerablemente la
oportunidad para la difusin de la Biblia en un medio en que jams
la hubo como ahora. Esto tena que conducir, de suyo, a la
apertura para una colaboracin, al respecto, entre los organismos
catlicos que tienen que ver con el apostolado bblico y las
Sociedades Bblicas Unidas. Esa apertura se confirm y se hizo
oficial, de parte de la Iglesia Catlica Romana, por la siguiente
declaracin que, a la vez, abri la puerta para las versiones hechas
directamente de los textos originales: Como la palabra de Dios ha
de estar a mano para todos los tiempos, la Iglesia procura con
maternal solicitud que se compongan versiones adecuadas y bien
hechas a las varias lenguas, sealadamente de los textos
primigenios de los libros sagrados. Estas versiones, si, dada la
oportunidad y con aprobacin de la Iglesia, se llevaren a cabo en
esfuerzo mancomunado con los hermanos separados, podrn ser
usadas por todos los cristianos (Concilio Vaticano II, Constitucin
sobre la divina revelacin, VI, 22).
Puestas en contacto, casi de inmediato, las autoridades
catlicas y las Sociedades Bblicas, un comit oficial mixto procedi
a formular unos Principios Normativos para la Cooperacin
Interconfesional en la Traduccin de la Biblia (1968). Hay en ellos
dos importantes implicaciones. De parte de las autoridades
catlicas, el reconocimiento tcito de la diferencia, cannicamente
hablando, entre los libros del canon hebreo y los adicionales de la
versin griega (LXX), ya que se acepta que en las ediciones que
contengan estos ltimos, se forme con ellos una seccin por
separado, antes del Nuevo Testamento, precedidos de una
introduccin especial. Como hemos visto, este es el antecedente
basado en San Jernimo y Lutero. Las Sociedades Bblicas, por su
parte, al aceptar participar en ediciones con los deuterocannicos,
y aun publicarlas, al lado de otras que los omitan, no hicieron ms
que volver a sus primeros y amplios principios, y a su prctica
original, de ofrecer a las iglesias la Biblia en la forma que ellas
mismas, respectivamente, consideran adecuada a sus necesidades.
Eso, desde luego, no implica que se arroguen la facultad, que no
les corresponde, de fallar en lo relativo al canon del Antiguo
Testamento, sobre lo cual difieren entre s las iglesias cristianas,
as como en otros puntos sobre los cuales las Sociedades Bblicas
no consideran tampoco de su atribucin tomar partido.
En tal virtud, las Sociedades patrocinan ellas mismas en
diversas partes del mundo, proyectos de traduccin y publicacin
de la Biblia, en colaboracin con sectores cristianos de diversa
filiacin, inclusive catlicos romanos y ortodoxos griegos. En ingls,
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por ejemplo, la Good News Bible (versin en ingls
contemporneo), cuya edicin sin los deuterocannicos apareci en
1976, ha publicado en 1979 una edicin que los contiene. Para los
pases de habla castellana, las Sociedades tienen en prensa, al
momento de redactar estas lneas, dos ediciones de la Versin
Popular de toda la Biblia, que llevar el nombre de Dios habla hoy.
Una de ellas contiene los deuterocannicos, colocados en bloque
antes del Nuevo Testamento, como en la Reina-Valera 1602,
precedidos de una introduccin general y con una introduccin a
cada libro. A diferencia de RV1602, no se incluyen II (I) & IV (II)
Esdras ni la Oracin de Manass, sino slo Tobit, Judit, Sabidura,
Eclesistico, Baruc con la Carta de Jeremas, las adiciones a Daniel,
I & II Macabeos y la traduccin del texto griego de Ester, que
contiene las adiciones. Esto ltimo se ha hecho, en vez de dar por
separado solamente las adiciones, como lo hizo Valera, por razn
de que la versin griega ofrece variantes incluso en los pasajes que
corresponden a los del texto hebreo. Esto parece indicar que el
texto griego era diferente, no una mera traduccin del hebreo, y
que no se trata de simples adiciones griegas a ste. (Los
deuterocannicos aparecern en Dios habla hoy, en el mismo
nmero y forma que en la Good News Bible ).
El Concilio Vaticano II no dio ninguna definicin nueva del
canon bblico en s. Slo declar que la santa madre Iglesia, por fe
apostlica, tiene por sagrados y cannicos los libros ntegros del
Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes
(Constitucin sobre la divina revelacin, III, II). Se colige que sigue
vigente oficialmente al respecto el criterio de Trento y del Vaticano
1. Sin embargo, los biblistas catlicos han aceptado la designacin
de deuterocannicos para los libros que no forman parte del canon
hebreo. Por s misma y de hecho, esa designacin los coloca en una
categora aparte y secundaria. Las ediciones catlicas modernas de
la Biblia varan en su manera de tratarlos. Ncar-Colunga y
Straubinger siguen literalmente la norma de Trento y les dan la
colocacin de la Vulgata, sin distinguirlos de los otros en ninguna
forma. La Biblia Herder, editada por Ausejo, sita las adiciones a
Ester en los lugares del libro que considera lgicos, pero los
imprime en cursiva, marcando con letras en vez de nmeros los
versculos. Les llama pasajes deuterocannicos, y considera que
fue un escritor griego quien los aadi. A las adiciones a Daniel les
da la misma colocacin que la Vulgata.
La Nueva Biblia Espaola (Schkel) ordena los libros del Antiguo
Testamento de una manera peculiar, agrupndolos en Pentateuco,
Historia, Narraciones, Profetas, Poesa y Sapienciales. Separa de
Baruc la Carta de Jeremas. Hace lo mismo que la Biblia Herder con
las adiciones a Ester, pero conserva para los versculos de ella la
numeracin de la Vulgata. Concuerda con la Biblia Herder en que
un escritor griego fue el autor de las adiciones, y sugiere que en
una primera lectura pueden saltarse estos pasajes, que van
impresos en cursiva. Aunque conserva las adiciones a Daniel como
caps. 13 y 14, los imprime tambin en cursiva con el subttulo
general de Relatos griegos. En la introduccin al libro se dice que
los fragmentos griegos son adiciones posteriores. La Biblia de
Jerusaln trata las adiciones a Daniel y a Ester como la Biblia
Herder y la NBE, excepto que a diferencia de esta ltima no
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imprime las historias de Susana y de Bel y el Dragn en una
seccin aparte, y que deja la Carta de Jeremas como parte
integrante de Baruc. La Biblia de Cantera-Iglesias agrupa los
deuterocannicos, bajo el designado de libros no incluidos en el
canon hebreo, antes del Nuevo Testamento, dando por separado
los Suplementos al libro de Ester y las Adiciones griegas al libro
de Daniel. En la Introduccin General a esta seccin advierte: El
bloque de libros que viene a continuacin, aunque admitidos como
cannicos en la tradicin catlica, no se encuentran en el canon
hebreo. Pero en el encabezado de la seccin los llama
deuterocannicos.
FORMACIN DEL CANON DEL
NUEVO TESTAMENTO
El cristianismo hace notar C. F. Evans es nico entre las
religiones mundiales en cuanto a haber nacido con una Biblia en la
cuna. Se refiere, por supuesto, a la Biblia juda, el Antiguo
Testamento. Tan es as, que los primeros cristianos no parecen
haber sentido imperiosa necesidad de formarse un cuerpo peculiar
y propio de escrituras sagradas. Al parecer les bastaba, en ese
respecto, con las del judasmo. Para lo distintivamente cristiano,
que consideraban fundamentado en ellas en mayor parte, se
atenan principalmente a la preservacin, oral en un principio, de
las palabras de Jess, y a la predicacin y testimonio de los
apstoles, de viva voz primero y pronto despus tambin por
trasmisin oral de quienes los haban escuchado personalmente. No
parecen haber pensado en tener su propia y diferente Biblia, o
siquiera una Biblia complementaria. Ms tarde, o sea a partir del
siglo segundo, aceptaron como normativos los criterios de los
Padres de la Iglesia, griegos y latinos, que a su vez fundaban su
enseanza en los dichos de Jess y la tradicin apostlica, hasta
donde les haban llegado de fuentes que se iban haciendo cada vez
ms remotas. Pero la Iglesia primitiva se enfrentaba desde luego
con el problema de que esos criterios patrsticos no eran uniformes,
y, ms an, a veces resultaban conflictivos.
La etapa de formacin del Nuevo Testamento fue, comparada
con la que tard en formarse el Antiguo Testamento, relativamente
breve. Dur, como vamos a ver, poco menos de siglo y medio. Pero
en realidad no pueden precisarse los criterios que sirvieron de base
para que en ese lapso, entre un gran nmero de libros que eran
lectura popular entre los creyentes cristianos, se destacaran
finalmente 27 que la iglesia reconoci como de autoridad ltima
para la predicacin, la enseanza, el culto y la apologtica. Bien
puede decirse que esos libros se abrieron paso y se impusieron
sobre los dems por la influencia y poder que los cristianos reciban
de ellos en trminos de su propia experiencia. La iglesia lleg,
primero que todo por un consenso general de los creyentes
mismos, que precedi a los dictmenes de los concilios, a la
conclusin de que esos libros, con el trasfondo de las escrituras
judas, eran suficientes para normar su doctrina y vida, y para
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establecer sobre bases slidas su fe como pueblo de Dios redimido
por Jesucristo. El nico criterio que parece dar apoyo a ese
consenso es el de que los libros de esa manera distinguidos entre
los dems se consideraran como basados en la tradicin y
autoridad apostlicas, Justino (ca. 100165 A.D.) deca que la
palabra de Jess era el poder de Dios. Por su parte, Papas (70
155) dice que l haba aprendido de los ms antiguos, y retenido
en la memoria, recibindolas de los que recordaban los mandatos
del Seor, las verdades de la fe. Se dedic, afirmaba, a inquirir
qu decan y predicaban los apstoles y dems discpulos de Jess.
Pues yo estimaba declara que no podra sacar tanta utilidad de
la lectura de los libros como de la viva voz de los hombres todava
sobrevivientes. Puede considerarse tambin como suplementario
de ese criterio el uso de congregaciones cristianas consideradas
como profesantes ortodoxas de la nueva fe, y que servan de
ejemplo y gua a otras en cuanto a la aceptacin o repudio de los
libros. Porque en cuanto a los escritores del que llegara a ser
nuestro Nuevo Testamento, el nico que parece haber atribuido a
su libro la autoridad de escritura sagrada e inalterable, como se
dira despus, cannica, es el autor del Apocalipsis. Se trata del
quiz ms tardo de los escritos neotestamentarios, y tal vez su
autor lo consideraba de tal rango porque en l se limitaba a
consignar por escrito las palabras del Seor y otras revelaciones
que le haban sido comunicadas en visiones inspiradas por el
Espritu (Ap. 11, 10; 22.18, 19).
La formacin del Nuevo Testamento podra considerarse
dividida, al menos para fines prcticos de estudio, en tres etapas:
la apostlica (70 A.D.), la que llamaramos precannica (70
150), y la cannica propiamente dicha (en que lo principal del
Nuevo Testamento se da por canonizado, 150200). Los
dictmenes de las autoridades eclesisticas, emitidos despus de
esa etapa, no haran realmente otra cosa que apoyar y oficializar el
consenso establecido, en sus grandes lineamientos (porque todava
la canonicidad de algunos libros sera por algn tiempo objeto de
debate), desde principios del siglo tercero.
Etapa apostlica (70 A.D.). Es bien sabido que Jess no aboli
el Antiguo Testamento (Mt. 5.17), y que a su vez la Iglesia
cristiana primitiva lo adopt como Sagrada Escritura. Pero durante
los siglos primero y segundo se lean y respetaban tambin como
Escrituras otros escritos, unos anteriores y otros posteriores a
Jess, no slo apcrifos propiamente dichos sino seudoepgrafos,
como por ejemplo el Testamento de los Doce Patriarcas, el libro de
Enoc, la Asuncin de Moiss, el Apocalipsis de Elas, I(III) & II(IV)
Esdras, y otros muchos. En algunos de ellos, ms que en escritos
del Antiguo Testamento, hallaron fuerte apoyo doctrinas como las
del reino de Dios, del Hijo del Hombre, de la resurreccin del
cuerpo, de los ngeles, de los demonios.
Para la Iglesia apostlica, sin embargo, sobre todas las antiguas
Escrituras estaban las palabras de Jess y las enseanzas de sus
apstoles, que vendran a concretarse en el Nuevo Testamento, y
que en un principio se preservaron por la simple tradicin oral. Era
a la luz de esas palabras y enseanzas, de lo que saban de Cristo
y de lo que crean acerca de l, como entendan el Antiguo
Testamento. Mientras vivieron los apstoles y quienes derivaron
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directamente de ellos la informacin relativa a Jess, parece que
los cristianos se conformaron con la transmisin oral y no sintieron
gran necesidad de consignarla por escrito. Parece que de esa
informacin emanada de labios de los apstoles, lo primero que se
puso por escrito fueron los dichos del Seor. Existe, pues, la
plausible teora de que hubo un primer escrito que los contena y
que se ha designado con el nombre de Logia (palabras de Jess).
Tambin se ha supuesto un prstino documento, probablemente
ms amplio, que se designa con la sigla Q (del alemn Quelle,
fuente). Estos documentos, segn dicha teora, habran sido
utilizados por los evangelistas sinpticos para la composicin de
sus respectivos Evangelios.
En cuanto a la autoridad que se asignaba a la tradicin
apostlica, no se consideraba que emanara simplemente por
prevenir de los apstoles en su carcter de tales. Su autoridad
estribaba en el hecho de haber sido testigos personales de lo que
enseaban sobre Jess (Jn. 1.14; 1 Jn. 1.13). Pero todava sobre
su autoridad estaba la autoridad de la palabra de Cristo, la
verdadera ndole (o la verdad) del evangelio. Por eso Pablo se
crey obligado a reprobar con toda franqueza el comportamiento
de un apstol, incluso anterior a l mismo, Pedro, cuando le pareci
que ese comportamiento difera del evangelio (G. 2.11, 14).
Los escritos cristianos ms antiguos que conocemos son de esta
etapa: las cartas de Pablo. Por supuesto, este apstol, en quien
puede decirse que tuvo principio el Nuevo Testamento, jams
pens que sus escritos llegaran a considerarse al par de la
Escritura. La primera de sus cartas es con toda probabilidad la
primera a los Tesalonicenses, escrita en Corinto hacia 51 A.D. Las
fechas no son seguras, y hasta se discute si todas las cartas que
aparecen con su nombre fueron realmente escritas por l. Sin
entrar en esta discusin, hasta cierto punto ajena al propsito de
este trabajo, simplemente consignamos los datos y fechas
comnmente aceptados. Tras la carta citada vendran 2 Ts. (hacia
el ao 52); G., 1 Co., 2 Co. y Ro. (entre 53 y 58); Col., Ef., Fil.,
Flm. (desde su cautividad en Roma, entre 61 y 64); 1 Ti. y Tit.
(hacia 65); 2 Ti. (desde Roma, hacia 66 67). Las cartas no
paulinas parecen ser ms tardas, de manera que no pertenecen
propiamente a esta etapa.
Parece fuera de duda que el Evangelio de Marcos fue el primero
que se escribi de los cuatro del Nuevo Testamento. No puede, sin
embargo, precisarse la fecha. Por deducciones internas es probable
que se haya escrito entre los aos 65 y 67, pues no contiene
indicios de que el autor supiera de las ltimas fases de la guerra
judo-romana, especialmente de la destruccin de Jerusaln,
ocurrida, como se sabe, en el ao 70. Marcos, desde luego, no era
realmente apstol, pero el Evangelio que lleva su nombre se acept
porque, segn la tradicin, en dicho escrito se haban recogido las
memorias de Pedro, que muri en el ao 65. Antes de morir ste,
Marcos se hallaba con l en Roma (Babilonia), y el Evangelio
habra sido escrito en esa ciudad poco despus del martirio del
apstol all. La tradicin de que en el Evangelio de Marcos se
consigna sustancialmente el testimonio de Pedro recibi el apoyo
de escritores tan antiguos como Papas, Ireneo y otros.
No parece haber consenso entre los eruditos bblicos en cuanto
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a las fechas aproximadas de la composicin de los Evangelios de
Mateo y Lucas. Si, como es probable, el de Marcos se utiliz en la
preparacin de los otros dos, esto debe de haber sido antes o
alrededor del ao 70. Algunos autores dan entre 60 y 65 para
Mateo, otros una fecha ms tarda, y algunos aun despus del ao
100. Ahora bien, hay tambin la teora de que Mateo se escribi
originalmente en arameo y luego se tradujo al griego. De haber
sido as, su composicin en la primera lengua debe de haber sido
ms temprana, quiz hacia el ao 60, con lo cual resultara en
realidad anterior a Marcos. Hay, sin embargo, una presuncin ms
fuerte de que al menos en su forma griega es posterior a esa fecha
y que, como antes dijimos, con toda probabilidad utiliz el texto de
Marcos, ya conocido para entonces. En cuanto a Lucas se ha
propuesto una fecha ms bien prxima a 60, y en este caso, no
habiendo sido tampoco apstol su autor, su escrito se acept por
considerarse como el evangelio predicado por Pablo. Es muy
probable, con todo, que los tres sinpticos se conocan ya, por lo
menos antes del ao 80. Segn parece, la primera coleccin de
Evangelios reuna estos tres y apareci hacia principios del siglo 2.
Etapa precannica (70150 A.D.). Es la etapa en que de
manera gradual se fue asignando a los escritos apostlicos el
carcter de sagrados, en el sentido de que su autoridad, aunque
ciertamente emanada de inmediato del testimonio de los apstoles,
en realidad emanaba, en ltima instancia, de Cristo y de Dios
mismo. Los apstoles haban sido solamente trasmisores de la
Palabra Divina. En trminos de antigedad, predomin ms y ms
el criterio de que no deba reconocerse como con tal carcter
ningn libro escrito despus del ao 100. El Evangelio de Juan,
como parece fuera de duda, se escribi despus de los sinpticos.
Hasta bien entrado el presente siglo, la propensin entre los
eruditos era considerar este Evangelio como bastante tardo y,
adems, como fruto ms bien de la inspiracin neoplatnica. No
se hablaba, en el prlogo mismo, del Logos? Y este concepto se
tena como tpicamente griego y ajeno a la mentalidad juda.
Aunque esta posicin crtica no dej de ser muy debatida, dos
datos relativamente recientes han puesto fin al debate. El primero
se refiere a la fecha de composicin del libro. Ciertamente ya
existan indicios que permitan suponer que ste databa de una
fecha no ms tarde que el ao 100, y aun posiblemente anterior.
Clemente de Roma lo cit probablemente hacia el 95. Ignacio
Mrtir lo hizo quiz hacia el 100. Papas (70155) lo cit tambin.
El autor annimo de la Carta a Diogneto (130 A.D.) cita Jn. 17.16,
aunque sin nombrarlo. Todo esto daba legtima base para pensar
que durante el primer cuarto del siglo 2, el Evangelio de Juan
circulaba ya indudablemente con alguna familiaridad. Pero el
testimonio de los papiros Ryland 457 (52), con Jn. 18.3133, 37,
38, y Egerton 2, con otros fragmentos, ha sido decisivo. Ambos
datan de la primera mitad de dicho siglo. El Ryland se copi en
Egipto, segn algunas autoridades, hacia el ao 120. De ser as, y
dada la relativa lentitud de comunicacin de aquellos tiempos, no
sera nada difcil que la copia distara del original autgrafo apenas
unos 40 aos, lo cual hara retroceder la fecha de composicin
hacia el ao 80. Por esto, y por lo que antes se dijo, puede
considerarse que los cuatro Evangelios, y casi seguramente
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Hechos, que habra sido escrito no mucho despus de Lucas, del
cual es como la segunda parte, se utilizaban ya bastante por la
Iglesia a ms tardar por el ao 100.
Por lo que hace al carcter netamente judaico del pensamiento
de Juan, el segundo hecho decisivo ha sido el hallazgo en 1947 de
los rollos de Qumrn. Ciertos rasgos del Evangelio que son
sumamente parecidos a los de los escritos propios de la secta del
desierto parecen indicar, fuera de duda, que el judasmo de la
poca, bajo la influencia del alejandrino, haba incorporado y
asimilado algunos elementos del pensamiento griego, as como
haba recibido influencia del pensamiento religioso persa durante el
periodo inmediato al regreso del exilio. Hay paralelos, por ejemplo,
entre Juan y los escritos qumrnicos, en conceptos como el del
conocimiento (gnosis), el dualismo (luz-tinieblas, verdad-mentira),
la escatologa, la unidad, el amor. Todo lo cual ha llevado a algunos
autores contemporneos a afirmar que el Evangelio de Juan puede
resultar despus de todo, el ms judo de los cuatro. Ningn autor
serio sostiene ahora la antigua presuncin de que el autor pudiera
haber sido algn neoplatnico y directamente helenizado.
En esta etapa segn se apunt antes hay escritos cristianos que
comienzan a ser vistos ms y ms como de autoridad divina o
inspirados por el Espritu Santo, es decir, como escrituras de
autoridad semejante o paralela a la de los libros del Antiguo
Testamento, que, como hemos visto ya, para la Iglesia Primitiva
era ms bien el de la Septuaginta, que inclua los
deuterocannicos. Para los escritos cristianos faltaba todava algn
tiempo naturalmente, para que surgiera la idea de un canon
propiamente dicho. Entre los dones divinos que Pablo enumera en
1 Co. 12.410, es interesante que no incluya el de escribir obras
que pudieran considerarse de igual autoridad que las Escrituras
(Antiguo Testamento). En sus propios escritos slo llama mandato
del Seor a algo que dice, cuando est claramente apoyado en el
Antiguo Testamento o en palabras de Cristo que en aquel tiempo se
conservaban por tradicin oral o acaso en algn primer escrito. En
otros casos Pablo dice sencillamente que slo ofrece su opinin (1
Co. 7.25). Y en cuanto a sus opiniones, nunca pretendi ser
infalible. A veces hasta dice que lo que est escribiendo puede
hacerlo aparecer como fatuo o insensato (2 Co. 11.1, 21), y
que hay cosas que dice, no autorizado por el Seor sino en plan
de insensato (2 Co. 11.17). Todo esto y la discrecin y humildad
con que generalmente expresa su opinin, indica fuera de duda
que nada estuvo ms lejos de su mente que pensar que su palabra,
slo por ser de l, de Pablo, ni aun en su carcter y autoridad de
apstol, equivala a la Palabra de Dios. Pero eso s, cuando lo que
dice tiene apoyo firme en las palabras de Cristo, ya no opina sino
ordena, aclarando, sin embargo, ordeno, no yo, sino el Seor (1
Co. 7.10). En cambio, en 1 Co. 4.14 parece dar todo el peso de la
autoridad divina a un pasaje de los Evangelios (Mt. 10.10; Lc.
10.7), que en 1 Ti. 5.18 aparece citado textualmente: El
trabajador merece su salario, si bien en este caso no se trata de
palabras de los evangelistas sino de orden del Seor (1 Co. 9.14)
consignada en la Escritura (1 Ti. 5.18), y que, significativamente,
se cita al par que Dt. 25.4, pasaje de la antigua Escritura.
Pero si Pablo no pensaba que sus propios escritos fueran ya
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Escritura, parece que relativamente pronto comenz a drseles
en la Iglesia ese carcter. La alusin de 2 P. 3.16 a las otras
Escrituras (RV1960) u otros pasajes de la Escritura (Nueva
Versin Castellana), cuando el autor est refirindose a las cartas
de nuestro amado hermano Pablo, podra indicar que ya se
consideran stas como sagrada Escritura. La nica dificultad para
tomar este pasaje como decisivo al respecto es que la frase puede
tambin traclucirse los otros escritos (suyos, o sea de Pablo
mismo), slo que no se sabe que, aparte de sus cartas, el apstol
haya sido autor de otros escritos. Pero Clemente de Roma,
escribiendo antes del ao 100, deca que Pablo escribi bajo la
inspiracin del Espritu.
Probablemente en la propia etapa apostlica circulaban algunos
escritos cristianos que no llegaron a formar parte del canon del
Nuevo Testamento. En el prlogo de su Evangelio, Lucas habla de
que muchos antes de l haban tratado de referir en orden los
acontecimientos que han sucedido entre nosotros, tal como nos los
han transmitido aquellos que desde los comienzos fueron testigos
oculares, y han ayudado a difundir el mensaje. Es casi seguro que
entre esos muchos inclua de modo preferente el Evangelio de
Marcos que muy probablemente exista ya, y que tambin se
refera al de Mateo, que segn todos los indicios tambin habra
tenido a la vista. Obviamente, sin embargo, estos dos no son
muchos, y es indudable que Lucas estara aludiendo tambin a
otros escritos, ms o menos numerosos de su tiempo, que hoy
podramos llamar no cannicos y tal vez hasta deuterocannicos.
Sabemos, desde luego, ms de escritos de esa clase aparecidos en
la etapa precannica, y que eran muy ledos y apreciados entre los
cristianos. Viene en primer trmino el Pastor de Hermas, un escrito
apocalptico muy popular, y otros, de los cuales hemos citado
algunos antes, y cuya lista ms amplia se dar despus. El autor
del Pastor no es el Hermas (o Hermes) citado en Ro. 16.14, sino,
segn el llamado Fragmento de Muratori, un hermano del obispo de
Roma, Po (hacia 140155). El libro, que se escribi en dicha
ciudad, contiene ecos de Mt., Mr., Jn., y probablemente de Ef. Otro
libro que se lea y citaba mucho es la Didaj (Enseanza), que data
quiz de entre los aos 70 y 90, y que se atribua a los apstoles.
Contiene muchas referencias probables a Mt. y Lc, y al parecer se
basa en tradiciones orales que bien podran provenir, en efecto, de
los apstoles.
Para la Iglesia primitiva fueron de gran valor los escritos de los
Padres griegos y latinos. Entre los primeros se cuentan los de
Clemente de Roma (30100), cuya Primera Carta a los Corintios
estuvo a punto de entrar en el canon, siete cartas de Ignacio de
Antioqua (30107), una carta de Policarpo de Esmirna (65155),
una carta atribuida a Bernab; y escritos de Papas de Hierpolis,
que parece haberles redactado a fines del primer siglo, pero de los
que se conocen los fragmentos citados por Ireneo y Eusebio. Pero
salvo la carta de Clemente aludida, y de quien tambin circulaba
con mucho aprecio un Sermn, la Iglesia daba a estos escritos el
valor de exposiciones valiosas y autorizadas de las doctrinas
cristianas, pero no lleg a considerarlos como Escrituras de divina
autoridad, como lo hizo por fin con los libros que vinieron a
constituir el Nuevo Testamento.
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Un importante factor determinante del canon fue la aparicin
temprana de colecciones de libros y de otros escritos. Ya dijimos
que una de las primeras fue acaso la de los tres Evangelios
sinpticos. Hacia el ao 100 apareci una primera coleccin de las
cartas de Pablo, con solamente nueve (Ro., 1 & 2 Co., G., Ef., Fil.,
Col., y 1 & 2 Ts). Ms tarde se aadieron las cartas pastorales: 1 &
2 Ti., Tit. y Flm. Finalmente, He., que al principio se consider
como seguramente de Pablo. Pero el factor ms influyente fue la
citacin de escritos hecha por los Padres de la Iglesia en cuanto a
aquellos en que ms coincidan, ya que en algunos Padres aparecen
citados, como de autoridad cannica, segn se dir despus,
escritos que finalmente quedaron fuera del canon. Papas, que
segn el historiador Eusebio, utiliz 1 Jn. y 1 P., tambin, segn l,
alude a los Evangelios de Mateo y de Marcos, del ltimo de los
cuales dice que era intrprete de Pedro, y que escriba de
memoria lo odo de dicho apstol acerca de Jess. En cuanto a
Mateo, afirmaba que este evangelista escribi ciertamente los
orculos divinos en lengua hebrea. Eusebio Hist., III, 39, informa
que Papas expuso la historia de una mujer que fue acusada ante
el Seor de muchos crmenes, sacada del apcrifo llamado
Evangelio segn los hebreos, y que no parece ser la misma del
pasaje sobre la mujer adltera (Jn. 7.538.11). Clemente de Roma
cita Mt., Mr., Lc., Ro., 1 Co., Tit. y He., y muestra ecos de Ef. y Ap.
Ignacio de Antioqua alude a Mt. y Jn., y ofrece reflejos de las
cartas paulinas, especialmente 1 Co. y Ef. Pero como dice en un
pasaje que Pablo menciona a los efesios en toda carta suya,
puede entenderse que conoca otras cartas de este apstol (Carta a
los Efesios, 12, versin corta). Y en efecto, en sus escritos hay
citas o referencias de 1 & 2 Ti., Ro., 2 Co., G., Col., 1 & 2 Ts., Tit.
y Flm. Hay tambin citas de Lc., Hch., He., Sgo. y 1 P.
El autor annimo de la Carta a Diogneto (130) cita Mt., 1 & 2
Co., Fil, y 1 P. Policarpo (65155), tiene citas de Mt., Lc., Hch.,
Ro., 1 & 2 Co., G., Ef., Fil., 1 & 2 Ts., 1 & 2 Ti., 1 Jn. y 1 P. Pero
aunque cita como de autoridad entre cristianos los dichos de Jess
y las cartas paulinas, no parece haberlos considerado precisamente
como Escritura, en el sentido pleno de esta palabra. En la Carta
de Bernab se utilizan Mt. y posiblemente Ef., con algunos ecos
probables de Hch., pero tampoco hay prueba de que el autor
considerara estos escritos como Escritura santa.
Por otra parte, y aunque parezca muy extrao, fueron herejes
los gnsticos los primeros en tratar francamente como
Escritura y citarlos como tal, escritos que ms tarde la Iglesia
declar cannicos, como por ejemplo Mt., Lc., Jn., Ro., 1 & 2 Co. y
Ef. El ms famoso de los gnsticos fue Marcin, que se separ de la
Iglesia hacia 140. Fue el primero en delinear una estructura de
canon, al considerar los escritos sagrados en dos partes. Llam la
primera El Seor, que contiene lo referente a Jesucristo en su
vida y enseanzas. Nosotros decimos hoy los Evangelios, pero l
slo aceptaba el de Lucas. Design la segunda parte como El
Apstol, y en ella situ 10 cartas de Pablo (omitiendo las
pastorales). Es realmente a l a quien se debe la introduccin
resuelta de los escritos paulinos en el canon cristiano, y, excepto
que se entienda as 2 P. 3.16, el primero en darles el carcter de
Escritura. (Marcin no aceptaba el Antiguo Testamento; le
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llamaba libro del Dios de los judos.)
Etapa cannica (o de canonizacin de libros) (150200 A.D.).
Todas las citaciones que se hacan en escritos de autores de gran
prestigio y autoridad, iban fortaleciendo la posicin especial en la
Iglesia de unos escritos a diferencia de otros, y configurando ya un
bosquejo del canon del Nuevo Testamento. Es a mediados del siglo
2 cuando se comienza a ver con ms claridad la distincin que los
cristianos hacen entre unos y otros escritos, o sea entre los que
llegaran a ser cannicos y los que acabaran por desecharse como
apcrifos, a pesar de que entre estos ltimos, muy numerosos, no
deja de haber algunos que disfrutaban de mucha popularidad y se
lean como material edificante. Pero ninguno de ellos se consolid,
en el concepto general, como Escritura al mismo nivel que los
libros del Antiguo Testamento, si bien por algn tiempo se lean
algunos de ellos en los cultos de las iglesias y se utilizaban para la
enseanza, como por ejemplo el llamado Evangelio de Pedro. En
general estos libros aparecieron despus de que los que ms tarde
formaron el canon haban establecido su autoridad, aunque es muy
posible que otros apcrifos y seudoepgrafos del Nuevo
Testamento, que no han llegado hasta nosotros, circularan al
mismo tiempo que ellos y en cierto modo les hicieran competencia.
A mediados del siglo 2 es cuando empieza a mencionarse ms
por separado el libro de los Hechos (de los Apstoles), que es casi
seguro que originalmente formaba parte, con Lucas, de una sola
obra, con dos partes o en dos volmenes. Al parecer se dio ms
importancia a la primera parte por contener las palabras de Jess,
y entonces se acab por separarla para formar parte de la coleccin
de los Evangelios sinpticos. Tal vez la segunda parte, ya separada
as, fue de menos uso. De este modo podra explicarse su mencin
como libro separado tan relativamente tarda. La obra completa se
haba escrito, probablemente, para el mundo gentil y no para los
creyentes cristianos, segn se ve por la dedicatoria de la segunda
parte a un tal Tefilo, quiz un funcionario o un notable griego, que
ni siquiera es seguro que haya sido cristiano. La Iglesia termin por
apreciar tanto esta segunda parte que andaba suelta, que la
incorpor al canon. Al fijarse el orden de los libros se la coloc
nuevamente a continuacin de Lucas, que era donde le
corresponda. La Carta de la Iglesia de Esmirna a la Iglesia de
Filomelio, otro antiguo escrito (155) de la poca, con sus citas
testifica sobre el uso entonces de 1 Co., Ro., Mt., tal vez Tit. y 1 P
(si esta ltima cita no es interpolacin, pues Eusebio la omite).
En la segunda mitad de este segundo siglo comienzan a citarse
definitivamente como Escrituras, tanto en los escritores como en
la liturgia de la Iglesia, primero los Evangelios, luego las cartas de
Pablo y finalmente otros escritos. Pero se presenta el problema de
que en los escritos cristianos de estos primeros siglos se emplea a
veces la frmula la Escritura dice o est escrito tambin al citar
libros no cannicos, hasta no cristianos y aun herticos. El uso de
esas frmulas en las citas de los Padres de la Iglesia no es, pues,
un indicio seguro en todos los casos de que los libros que citaban
fueran considerados por ellos como de autoridad divina. Por otra
parte, hay que hacer notar que hubo libros, finalmente declarados
cannicos, que todava en esta poca, y aun por un tiempo
despus, fueron muy discutidos y hallaron resistencia para su
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aceptacin cannica. Diremos ms sobre este punto despus.
La primera cita de los Evangelios como Escritura aparece a
mediados del siglo 2 en la carta llamada 2 Clemente, IV, en que se
lee: de nuevo otra Escritura dice: No he venido a llamar justos
sino pecadores (Mt. 9.13). Dicha carta se fecha hacia 150. Por el
mismo tiempo Justino Mrtir dice que en los cultos se lean los
Evangelios. Habla de nuestros libros (los del Antiguo Testamento
y los ya para entonces reconocidos semioficialmente) como
inspirados por el Espritu Santo, y escritos por los apstoles los
segundos. Es de los primeros en asociar el concepto de canonicidad
con el de la inspiracin especial del Espritu Santo. Informa que en
los cultos, adems de los Evangelios, que llama Memorias de los
apstoles, se lean los Profetas, quiz aludiendo con este nombre
al Antiguo Testamento en general. En sus escritos utiliza Ap.,
algunas cartas de Pablo, especialmente 1 Co., He., Hch. y los
Evangelios. Pero slo al citar stos emplea la frmula como est
escrito que, conforme a la tradicin de los escritores hebreos
(caasher cathub) se reserva slo para las Sagradas Escrituras.
Cuando se desat la controversia con el hereje Marcin, a la
que antes aludimos, como ste rechazaba todo el Antiguo
Testamento, tres de los Evangelios y algunas de las epstolas, las
autoridades de la Iglesia tuvieron que mantener, contra l, su
reconocimiento de las Escrituras judas, y otorgar clara autorizacin
como tales, no slo a Lucas, y las cartas paulinas aceptadas por
Marcin, sino tambin a los otros tres Evangelios, las Pastorales,
Hch y algunas cartas universales (catlicas), primeramente 1 Jn., 1
P., y Sgo., y algn tiempo despus igualmente He., 2 & 3 Jn., 2 P.
y Jud. A la vez, dieron su autorizacin al discutido Ap. De esta
manera el discernimiento entre los libros reconocidos como
Escritura y los dems se iba efectuando gradualmente. Hemos de
reiterar que se debi primero a los propios creyentes, segn
derivaban mayor o menor edificacin de lo que lean, y en el grado
en que sentan y experimentaban su inspiracin y autoridad;
despus, por la lectura, que se iba haciendo ms usual, de algunos
de ellos en los cultos, con exclusin de otros; finalmente, por los
dictmenes de los obispos que iban, en casos aislados y
particulares, autorizando tales o cuales libros y negndoles su
autorizacin a otros. Del siglo 4 en adelante vendran las decisiones
de los concilios. Es muy importante insistir en que la determinacin
del canon vino por un proceso ascendente, partiendo de abajo, del
consenso prctico establecido por el uso de las congregaciones
cristianas, y no descendente, emanando como una imposicin que
procediera, sin ms ni ms, de las autoridades eclesisticas.
Un elemento de orden material influy mucho en la formacin
del canon. Fue la sustitucin del sistema de rollos sueltos de los
libros sagrados, empleado tradicionalmente por los judos, por el de
cdices u hojas encuadernadas, que muy pronto se hizo el
preferido por los cristianos primitivos. Las hojas fueron
primeramente de papiro, pero despus se generalizaron ms las de
pergamino. Hay datos de que los primeros cdices cristianos de
papiro aparecieron hacia la primera mitad del siglo 2. Del siglo 3 en
adelante prevalecieron los de pergamino. En una u otra forma, para
producir un cdice era menester, naturalmente, decidir qu escritos
se encuadernaran en l, si bien algunos cdices parecen haberse
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formado, a imitacin de los rollos, con un solo libro, aunque esto no
es seguro, ya que los que han llegado hasta nosotros, como el
Bodmer 66, de hacia el ao 200, que contiene casi todo Jn., puede
estar mutilado y haber contenido quiz los dems Evangelios. Otros
del siglo 3 parecen ser de los Evangelios, unos, y otros, de las
cartas de Pablo o de las cartas universales. As, por ejemplo, el
Bodmer II, que contiene los cuatro Evangelios y Hch., igual que el
Chester Beatty 45, el Chester Beatty 47, con las cartas de Pablo, y
el Bodmer VII con las cartas universales.
Hacia el ao 170, Taciano prepara su Diatsaron, una especie
de armona de los cuatro Evangelios, lo cual indica sin lugar a
duda que ya para entonces se reconocan stos como de
indisputada autoridad entre los numerosos evangelios apcrifos
que, ya vimos, existan por aquel tiempo. (Segn San Jernimo,
Taciano, que rechazaba algunas cartas de Pablo, aceptaba Tit.
como del apstol.) Por el ao 175, un sacerdote de Roma, llamado
Gayo, repudia el Evangelio de Juan atribuyndolo al hereje Cerinto.
Pero a su vez, por ese mismo tiempo, Tefilo de Antioqua, que en
sus escritos cita Hch., He., las cartas pastorales, las universales, 1
P., 1 Jn., y Ap., llama las citas de las cartas de Pablo ordenanzas
de la Palabra divina. Muestra de que, aunque puede decirse que
para el ao 200 lo principal del canon est ya compilado, como de
asentimiento general, todava no hay un completo consenso. Puede
verse lo mismo en Padres de la Iglesia de este periodo.
Clemente de Alejandra (150216?) habla de los cuatro
Evangelios que nos han sido entregados. Aade He. a las cartas de
Pablo, por considerar a ste como su autor. Parece no haber
conocido o aceptado Sgo. Cita en cambio 1 P., 1 & 2 Jn., Jud. y Ap.
Y no slo muestra gran aprecio por algunos seudoepgrafos, sino
que cita la Didaj como Escritura y considera inspirados la
primera carta de Clemente de Roma, la Carta de Bernab, el
Pastor de Hermas, la Predicacin de Pedro y el Apocalipsis de
Pedro. Usa tambin el Evangelio segn los Hebreos, el
Evangelio segn los Egipcios y un apcrifo de Mateo. Ireneo
(130200?) no usa directamente 3 Jn. ni Jud. ni 2 P., de los cuales,
sin embargo, parece haber ecos en sus escritos. Cita Col., Ro., Ef.,
1 & 2 Co., G., Fil., Tit., 1 & 2 Jn., Hch., 1 P., 2 Ts., 2 Ti., Sgo. y
He., aunque al parecer no reconoce a este ltimo la misma
categora que a los otros libros. Usa extensamente las cartas
pastorales. Pero tambin cita la Primera de Clemente (de Roma)
como de autoridad y el Pastor de Hermas como Escritura. Tena
en particular aprecio los cuatro Evangelios, que compara con los
cuatro vientos cardinales, y es de los primeros en interpretar los
cuatro seres vivientes de Ez. 1.512, como smbolos de ellos. Es
el primero de los grandes escritores cristianos primitivos que ya
definitivamente y con toda claridad llama Escritura a los libros
que para entonces formaban lo que podramos llamar protocanon
del Nuevo Testamento, del cual, como se ha visto, hubo todava
que separar algunos apcrifos y seudoepgrafos. Defini su
concepto de canonicidad en estos trminos: Las Escrituras son
perfectas, por cuanto han sido emitidas por la palabra de Dios y
por su Espiritu.
Tertuliano (155220?) es el primero que usa los trminos
Nuevo Testamento y Antiguo Testamento, con lo cual los escritos
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cristianos reconocidos obtienen una categora pareja a los libros
judos, que fueron los nicos que en un principio eran considerados
como Escrituras sagradas. El Nuevo Testamento de Tertuliano
est formado por los cuatro Evangelios, Hch., las 13 cartas de
Pablo, 1 Jn., 1 P., Jud. y Ap. Menciona He., pero lo atribuye a
Bernab y no lo considera parte del N. T. En un principio incluy en
ste el Pastor de Hermas, pero despus lo repudi enrgicamente
llamndolo ese Pastor apcrifo de los adlteros.
La situacin respecto al canon, a principios del siglo 3, podra
resumirse en trminos generales como sigue: Hay unanimidad
prcticamente completa en cuanto a la canonicidad (aunque an no
se usa este vocablo) de los cuatro Evangelios, Hch., las cartas de
Pablo, 1 Jn. y 1 P, Todava estn bajo discusin He., Sgo., 2 & 3
Jn., 2 P., Jud. y Ap. El debate sobre He. no parece haberse librado
en cuanto a su contenido, sino en cuanto a su autor, ya que el
requisito para entonces bien establecido era que el autor hubiera
sido un apstol. La discusin era sobre si Pablo era o no el autor.
Lo mismo suceda, al parecer, tocante a los otros libros
considerados todava como dudosos. Pero respecto al Apocalipsis,
probablemente influa tambin su carcter tan diferente del de los
libros generalmente aceptados. Por tanto, se necesitaba, para que
el canon quedara claramente configurado, que se unificara la
opinin en cuanto a estos libros. Por otra parte, todava se usaban
mucho otros libros, algunos de ellos tenidos por algn tiempo y en
determinadas regiones por cannicos, cuyo carcter, a pesar de
ello, no se consolid, y al fin quedaron formalmente excluidos del
canon. Como factor determinante principal en la formacin del
canon figuraba el consenso de las iglesias manifestado en la
opinin y prctica de los escritores cristianos de ms autoridad, y
sobre todo en el uso de unos libros y la exclusin de otros en el
culto, la catequesis y la apologtica. Influyeron mucho tambin las
controversias con los judos, los filsofos paganos y los herejes,
pues la defensa del cristianismo que se tena como genuino tena
que basarse en documentos considerados con autoridad emanada,
en ltima instancia, de Dios mismo. Un factor adicional, pero no sin
importancia, ya mencionado antes, fue el empleo de la forma de
cdice para las colecciones de libros, la cual necesariamente
implicaba discernimiento y seleccin de ellos.
Corresponde a Orgenes (185254) el mrito de haber echado
slidas bases para la fijacin final del canon. Para ello emple el
mtodo de investigacin que hoy llamaramos cientfico. Porque
viajando por muchos pases tom cuidadosa nota de la actitud y
uso de las Iglesias con respecto a los muchos escritos que estaban
en circulacin, y los clasific en reconocidos: los cuatro
Evangelios, 14 cartas de Pablo (incluido He.), Hch., 1 Jn., 1 P. y
Ap.; disputados: Sgo., Jud., 2 P., 2 & 3 Jn., y otros, entre los
cuales dice que hay algunos dignos de aprecio sin ser Escrituras,
y finalmente los libros simplemente falsos (pseud). Es muy
interesante su opinin, recogida por Eusebio, sobre la carta a los
Hebreos. Dice: El estilo de la epstola, que se titula Ad Hebraeos,
carece de aquella rusticidad de lenguaje que es propia del apstol
(Pablo), pues l se confiesa rudo e imperito en el lenguaje, esto es,
en la forma y regla de decir. Mas la epstola muestra gran elegancia
de lenguaje griego en la composicin de las palabras, como
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confesar quienquiera que pueda juzgar competentemente acerca
de la diferencia de estilo. Y adems, contiene sentencias
admirables, de ninguna manera inferiores a los escritos apostlicos.
Quienquiera que atentamente leyere los escritos de los apstoles,
confesar que esto es muy verdadero Yo pienso de la manera
siguiente: las sentencias son del apstol, pero la diccin y
composicin de las palabras son de otro cualquiera, que quiso
recordar los dichos del apstol y como reducir a comentario las
cosas que haba odo al maestro. Por lo tanto, si alguna iglesia
tiene esa epstola por paulina, sea alabada por ese motivo. Pues los
mayores no ensearon temeriamente que aqulla es de Pablo.
Quien la haya escrito es slo conocido por Dios, a mi parecer. Los
escritores, cuyos documentos han llegado hasta nosotros, la
atribuyen, unos a Clemente, obispo de la ciudad de Roma: otros, a
Lucas, que dio a luz el Evangelio y los Hechos de los Apstoles.
Durante el siglo 3 estalla la disputa sobre la canonicidad del
Apocalipsis en las iglesias orientales, que en cambio consideraban a
la vez cannico el Pastor de Hermas. Cipriano de Cartago (-258)
slo cita, de las cartas universales, 1 Jn. y 1 P. Dionisio de
Alejandra (190265) pona en duda que el autor del Apocalipsis
fuera Juan el evangelista, pero no le negaba canonicidad. Otros
muchos, como Luciano de Antioqua, lo repudiaron. En Occidente
no se puso en tela de juicio, como en oriente. Las iglesias griegas
lo incluyeron en su canon, pero lo excluyeron de su liturgia y de
sus comentarios. Muchos de los manuscritos griegos del Nuevo
Testamento no lo tienen. Y en cuanto a las iglesias sirias, con
excepcin de las monofisitas, nunca lo aceptaron como cannico.
A principios del siglo 4 se desata la feroz persecucin ordenada
por Dioclesiano, bajo la cual se generaliza la quema de escritos
cristianos. Esto fomenta, por una parte, la multiplicacin de las
copias clandestinas de ellos, y por la otra acelera la fijacin del
canon. La iglesia tiene que decidir qu escrituras han de salvarse y
preservarse a toda costa. Sin embargo, no se ha llegado todava a
una decisin final. Sigue la discusin sobre algunos libros. Algunos
apcrifos siguen gozando de mucho favor. Por ejemplo, Metodio de
Olimpo (-311) incluye en su lista de libros cannicos el
Apocalipsis de Pedro. Cuando Eusebio de Cesarea (-265?-340)
escribe su Historia eclesistica, todava hay libros como Sgo. y Jud.
muy disputados. De esa primera carta dice: Algunos la estiman
espuria y supuesta. De ambas afirma: Sin embargo, sabemos que
las dos se leen pblicamente en muchas iglesias, juntamente con
las dems (II, 23). Da por no disputados los cuatro Evangelios,
Hch. y 14 cartas de Pablo, incluyendo He. Pero de esta ltima
aade que ha sido repudiada por algunos hasta el extremo de
decir que no era tenida como epstola cierta y genuina de Pablo por
la iglesia de Roma (II, 3, 25). Como libros todava en discusin
cita Sgo., Jud., 2 P., 2 & 3 Jn. y Ap. En cuanto a ste, deja en
suspenso si debe considerarse entre los libros nthoi (espurios) o
entre los jomologmenoi (aprobados por el consentimiento de
todos). Se limita a hacer constar que algunos lo ponen en una
categora y otros en la otra (III, 25). Por su parte, los obispos Juan
Crisstomo de Constantinopla y Teodoreto de Cirro no utilizan Ap.,
2 & 3 Jn., 2 P. ni Jud.
Probablemente de principios tambin de este siglo data el
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llamado Canon o Fragmento Muratori, as designado por L. A.
Muratori, que los public en 1740, y que se haba credo de fines
del siglo 2. Slo se le conoce en traduccin latina de un manuscrito
que debi de ser griego. Da una lista de libros aceptados
generalmente como sagrados. Le falta el comienzo, as que el
primero en mencionarse es Lc., pero como lo llama tercer libro del
Evangelio, es indudable que antes ha mencionado Mt. y Mr. La
lista sigue con Hch., las 13 cartas de Pablo. Jud., dos cartas que
llevan el nombre de Juan (seguramente 1 & 2) y Ap. Incluye un
apcrifo, el Apocalipsis de Pedro, pero advierte que existe
oposicin a la lectura de este libro en pblico. De todos modos, su
inclusin en la lista es indicacin de que todava en el siglo 4 haba
apcrifos que gozaban de mucha estimacin entre los cristianos. No
da 1 P., pero al parecer fue una omisin por inadvertencia, porque
segn otros testimonios en esos tiempos esa carta era ya
generalmente aceptada como cannica. Excluye explcitamente el
Pastor de Hermas, la Carta a los Laodicenses y la Carta a los
Alejandrinos. Y curiosamente menciona un deuterocannico del
Antiguo Testamento, la Sabidura (de Salomn). Es muy probable
que este valioso documento se haya originado en el oriente, no en
Roma como se haba credo.
En el segundo decenio del siglo 4, Constantino decidi
patrocinar el cristianismo, despus de levantarse, en el Edicto de
Miln, la prohibicin de su ejercicio. Pidi entonces al historiador
Eusebio de Cesarea que le formara 50 cdices de las sagradas
escrituras cristianas. No sabemos qu libros contenan, porque
todos ellos se perdieron, y no existe informacin del propio Eusebio
al respecto. Pero el hecho mismo de que la Iglesia hubiera obtenido
ahora reconocimiento legal, y que por tanto sus escrituras pudieran
en lo sucesivo ser copiadas y difundidas abiertamente, fue gran
paso hacia la final definicin del canon neotestamentario, sobre el
cual segua habiendo discusin. Hilario de Poitiers (315?-367), por
ejemplo, parece no aceptar Sgo. Ambrosio de Miln tampoco, ni
Jud., 2 P. y 2 & 3 Jn. El canon llamado de Mommsen slo incluye
como cannicas, las cartas universales, 1 & 2 P. y las tres de Juan.
En cambio, el llamado Catlogo claromontano menciona las siete.
Los Padres Latinos de hasta la mitad de este siglo no utilizan He.,
Sgo., 2 & 3 Jn., 2 P. y Jud. Despus aaden ya He. a las cartas de
Pablo y admiten las cuatro ltimas universales mencionadas. Cirilo
de Jerusaln y Gregorio de Nazianzo emiten sus listas con slo 26
libros: falta Ap., que en cambio incluye en la suya Epifanio de
Constancia. Atanasio (295?-373) insiste en la canonicidad de Ap. y
su influencia tiene mucho que ver en la final aceptacin de este
libro. En su Carta de Pascua (367) da la primera lista de libros
formada slo por los actuales 27 del Nuevo Testamento. Por otra
parte, menciona como libros autorizados para leerse con fines de
instruccin religiosa dos apcrifos: el Pastor de Hermas y la Didaj
(Enseanza de los apstoles), ambos de antiguo muy apreciados,
como ya hemos visto en su oportunidad. Atanasio llama los escritos
de su lista libros canonizados que se nos han transmitido y que se
cree que son divinos.
La aparicin de la Vulgata, cuyo Nuevo Testamento est
formado por los actuales 27 libros, fue un poderoso apoyo a los
que de ellos se discutan todava. Pero es muy de notarse que San
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Jernimo, por otra parte, tradujo y citaba con aprecio el apcrifo
Evangelio segn los Hebreos, aunque ciertamente no le reconoca
canonicidad. Para entonces comienza ya el dictamen de los snodos
y concilios. El snodo de Roma (382), luego el de Hipona (397),
despus el de Cartago (397), declaran sucesivamente cerrado el
canon del Nuevo Testamento con los 27 libros. La regla 39 de este
ltimo establece que aparte de los escritos cannicos (esos 27)
nada puede leerse en las iglesias bajo el nombre de escrituras
divinas. Pero decret, como excepcin, que los apcrifos llamados
Martirios, podan leerse en ellas en el aniversario del mrtir
correspondiente. La influencia de San Agustn en estas asambleas,
sobre todo en las de Hipona y Cartago, fue decisiva, como lo haba
sido para la inclusin de los deuterocannicos del Antiguo
Testamento en la Vulgata. En su trabajo De Doctrina Cristiana da
una lista de libros tanto para el Antiguo como para el Nuevo
Testamento que es la misma de Cartago, aunque reconoca
diversos grados de autoridad entre ellos. La regla de este snodo en
cuanto a la lectura de los Martirios o Pasiones de santos es la
misma que San Agustn asienta en sus escritos, con tal de que se
entendiera que no eran escrituras cannicas. Para l la canonicidad
se estableca por la autoridad de la mayora de las iglesias
cristianas especialmente de las fundadas por apstoles y de las
destinatarias originales de las cartas paulinas y de las universales.
Pero como la autoridad de las decisiones de los snodos se limitaba
legalmente a la zona que estaba en ellos representada, y en todo
caso, tardaban en llegar a todos los mbitos del mundo cristiano de
la poca, se da el caso de que, a pesar de las decisiones citadas,
todava hacia el ao 400 las Constituciones apostlicas omiten Ap.
en su lista del canon, y en cambio aaden I & II Clemente. Ms
extrao es todava que tres siglos ms tarde el Concilio de
Constantinopla (691) ratificara esa lista. Y es que, a diferencia de
las iglesias latinas, las griegas tardaron ms en aceptar Ap. Es en
500 cuando aparece entre ellas su primer comentario del
Apocalipsis, compuesto por Andrs de Cesarea. Y hasta el siglo 10
se hallan an manuscritos bblicos que no lo contienen, si bien se le
encuentra en manuscritos de carcter teolgico. De todas maneras,
por ms que durante tanto tiempo, segn hemos visto, He., Sgo., 2
P., 2 & 3 Jn., Jud. y Ap. se consideraron, si no como apcrifos
propiamente dichos, s como deuterocannicos del Nuevo
Testamento (algunos eruditos catlicos los llaman as todava hoy),
bien puede decirse que para fines del siglo 4 haba quedado ya
establecido, como final e irrevocable, para la gran mayora de las
iglesias, el canon de los 27 libros del Nuevo Testamento.
No puede hablarse, sin embargo, ni a estas alturas, de
completa unanimidad. Un canon llamado Sinatico, del propio siglo
4, aade una 3 Co., as como una curiosa carta de los corintios
dirigida a Pablo. La Iglesia Siria, cuyo origen como tal se fija hacia
el ao 200, us hasta fines del siglo 5, no los Evangelios
directamente sino el Diatsaron de Taciano, del cual se haba hecho
poco despus de su aparicin una versin siraca. Por el mismo
tiempo, fines del siglo 2, o ya en el siglo 3, se haban vertido a esa
lengua Hch. y 15 cartas de Pablo, porque se haba aadido a las 14
cannicas una 3 Co. En el siglo 4 el canon siraco se compone de
esos libros, es decir, 17. Pero hacia el ao 400 aparece una lista
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que en vez del Diatsaron da los cuatro Evangelios y omite 3 Co.
Poco antes, o entre 400 y 430, aparece la versin llamada Peshitta,
a la lengua citada, con los libros de la lista anterior, pero con la
adicin de Sgo., 1 P. y 1 Jn. En esa poca el episcopado sirio
prohbe el uso del Diatsaron y se procede a destruir las copias
existentes, lo cual se efectu tan completamente que hasta la fecha
no se ha encontrado una sola de ellas. Slo se conoce una hoja en
pergamino con un fragmento del texto griego original. En el siglo 5
tiene lugar la divisin de la Iglesia Siria en nestorianos (al oriente)
y monofisitas, llamados tambin jacobitas (al occidente). Los
nestorianos adoptaron la Peshitta como estaba. Los monofisitas la
revisaron a principios del siglo 6 y le aadieron 2 & 3 Jn., 2 P., Jud.
y Ap. En la actualidad la mayora de las iglesias sirias se apega a la
antigua Peshitta, de la cual estn ausentes los libros acabados de
citar. El canon de la Iglesia Etope se compone de 35 libros, los 27
cannicos, y ocho ms que no lo son. El Nuevo Testamento en su
versin gtica jams incluy Ap. Y todava en la Edad Media hay
manuscritos en latn, incluyendo algunos de la propia Vulgata, que
incluyen la apcrifa Carta a los Laodicenses. Lo mismo hace la
Biblia Alemana (1466).
El Concilio de Florencia (1441) ratific el carcter cannico de
los 27 libros, lo cual fue finalmente decretado por el de Trento
(1546). Todo esto rega para las iglesias de occidente o latinas. En
cuanto a las iglesias griegas ortodoxas hubo que esperar hasta
1672 para que, por decreto del Snodo de Jerusaln, su canon
neotestamentario de 27 libros quedara por fin oficialmente cerrado.
Y as entramos ya en la poca del Renacimiento y la Reforma.
Realmente no queda ya mucho que decir respecto al canon del
Nuevo Testamento. Erasmo, en sus ediciones del texto griego de
ste, se atiene a los 27 libros, aunque ciertamente no ignora la
historia del canon con todos sus problemas y vicisitudes. En cuanto
a Lutero, segn Jules Breitenstein, erudito protestante, no habra
querido aceptar para el Nuevo Testamento un canon tcnicamente
fijado por la Iglesia Catlica Romana, sobre todo despus de
Trento. Habra preferido y, segn dicho autor, hasta ensayado,
elaborar un nuevo canon que favoreciera ms claramente la
doctrina que para l era el pivote de la teologa cristiana: la de la
salvacin por la fe. Aunque no fuera as, es bien sabido que el
Reformador dudaba de la canonicidad de He., Sgo., Jud. y Ap. Y no
precisamente por razn doctrinal aunque sin duda Sgo. no le
simpatizaba por su hincapi en las obras, sino porque en su
opinin era dudoso que fueran en verdad apostlicos. Pensaba que
en todo caso quedaran mejor al final, como un apndice al Nuevo
Testamento. Los conserv sin embargo, en su traduccin alemana,
si bien puso los tres primeros al final, haciendo compaa al
Apocalipsis. La Reforma, no obstante, en todas las formas que
adopt luterana, reformada, no conformista y dems,
mantuvo sin vacilaciones el canon de 27 libros. En el caso del
Nuevo Testamento no hay, por lo tanto, ningn problema cannico
entre las tres grandes ramas de la Iglesia Cristiana: la Catlica
Romana, la Griega Ortodoxa y la formada por las dems iglesias de
tradicin occidental, no obstante su variedad. El Nuevo
Testamento, sin que esto signifique en modo alguno el repudio del
Antiguo, constituye su tesoro ms preciado.
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