BEATO DOCTOR EDUARDO ORTIZ DE
LANDAZURI FERNANDEZ DE HEREDIA
(1910-1985), Laico y medico del Opus Dei.
Los que conocen la Clnica de la Universidad
de Navarra, donde D. Eduardo santific tantas
horas de trabajo durante aos, saben que cerca
est la Ermita del campus, con una imagen de
Santa Mara, Madre del Amor Hermoso. Muchos
han coincidido all con D. Eduardo, porque acuda
con frecuencia a rezar el Rosario. En sus
apuntes escribi: Es emocionante pararse ante
la Ermita y observar cuntas personas pasan
por delante, rezando el rosario o para saludar a
la Virgen del Amor Hermoso, me deca Rafael,
profesor y cirujano de la Clnica, al acabar de
hacer la Romera este ltimo sbado de mayo,
que he venido haciendo con compaeros de la
Facultad y amigos. Es sin duda la Ermita el corazn
encendido, el brennenpunkte del Campus
Universitario, que irradia calor para todos1.
El Dr. Prieto contaba: Un da que salamos los
dos de la Facultad de Medicina me dijo: vmonos
a la Ermita! bamos con la bata blanca y no era lo
habitual cruzar la carretera vestidos de esa manera.
D. Eduardo se vea que tena alguna preocupacin.
En la Ermita estuvimos poco tiempo y me dijo:
yo vengo, estoy un minuto con la Virgen y ya todo
cambia. Efectivamente, le cambi la cara, la actitud
y se volvi contento y animado a la Clnica2.
Mi Virgencita
Su hija Guadalupe recuerda: Tena una gran
devocin a la Virgen, a la que llamaba Virgencita.
Todas las noches rezaba el Rosario con mi
1 AGP, EOL E-12825
2 Testimonio de Jess Prieto Valtuea
madre. Los dems les oamos pero no
rezbamos con ellos. Nunca nos oblig a
rezar. Mi madre estaba en la habitacin y
mi padre contestaba mientras caminaba
por el pasillo, para no dormirse. Tena un
especial cario por la imagen del Campus universitario.
Siempre que pasaba por all suba un
momento a saludarla.
En casa haba una imagen de la Virgen que
haban comprado en Granada y que era de la
escuela de Alonso Cano: una Inmaculada. Contaba
cmo la adquirieron, despus de varios
das de pasar por el anticuario y ver que nadie la
compraba. Desde entonces, esa imagen estuvo
siempre en la entrada de mi casa. Sola besar
la base de esa imagen al entrar o salir de casa.
Tambin los sbados por la noche, antes de
acostarnos, cantbamos la Salve que entonaba
mi madre; era la nica oracin que rezbamos
juntos. Tambin vena la empleada que estuviera
en casa en aquel momento3.
El chofer que conduca el coche de la Universidad
cuenta tambin que: En los viajes rezaba
el Rosario, fueran largos o cortos. Si era largo,
rezaba ms rosarios. En todos los viajes l diriga
el Rosario.4 El Dr. Ignacio Lucas, que trabaj
muchos aos con l, cont: Hablaba mucho,
sobre todo a los enfermos, de su Virgencita y les
deca que se encomendasen a ella5.
En una carta de 1979 D. Eduardo escribi: En
un alto del camino de mi Curso de Retiro, aprovechando
el sbado que he dedicado de modo
especial a La Virgen Nuestra Seora, releyendo
y meditando el libro de Federico Surez, no s
por qu razn, indudablemente sobrenatural, de
ir poniendo en orden las cosas que llevo entre
manos, quiero comentarte algunas ideas fruto del
inmenso amor que la Virgen me ha depositado
hacia el Seor6. Realmente, el Siervo de Dios
tuvo siempre grabado en el alma aquel punto de
Camino: A Jess siempre se va y se vuelve
por Mara7.
3 Testimonio de Guadalupe Ortiz de Landzuri Busca
4 Testimonio de Juan Villar Sota
5 Testimonio de Ignacio Lucas Ros
6 AGP, EOL A-273.
7 San Josemara Escriv, Camino, n. 495
Se publica con aprobacin eclesistica
Devocin a Santa Mara
En el vestbulo de su casa, el da de la Primera comunin de
su nieto Luis, ante la imagen de la Inmaculada donde toda la
familia cantaba la Salve los sbados.
ORACIN
Seor, Dios Nuestro, que llenaste de amor
el corazn de tu siervo Eduardo, mdico, para
que entregara
sin reservas su vida a los dems,
de manera especial en la familia, en la
docencia universitaria
y en la atencin llena
de desvelos por los enfermos, haz que yo
sepa tambin encontrarte y servirte en quienes
estn a mi lado, particularmente
en los
que sufren en el cuerpo o en el espritu. Dgnate
glorificar a tu siervo
Eduardo y concdeme,
por su intercesin, el favor que te pido...
(pdase).
Amn.
Padrenuestro, Avemara, Gloria.
De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII,
declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la
Autoridad eclesistica, y que esta oracin no tiene finalidad
alguna de culto pblico.
Noticias de la Causa
Se ha entregado ya la Positio sobre la vida y virtudes
de Eduardo, en la Congregacin para las Causas
de los Santos
Agradecemos las limosnas que nos mandan para colaborar
en los gastos de la Oficina para las Causas de
los Santos de la Prelatura del Opus Dei, que nos llegan
por giro postal; por transferencia a la c/c nmero
01824017570018820005 en el BBVA, agencia urbana
de la calle Diego de Len, 16, 28006 Madrid; o por otros
medios.
Esteban Lpez EscobarP. Lozano: Eduardo Ortiz de
Landzuri. Ediciones Palabra. Madrid, 1994.
Juan Antonio Narvez: El Doctor Ortiz de Landzuri.
Un hombre de ciencia al encuentro con Dios.
Ediciones Palabra. Madrid, 1996.
Vdeo: Don Eduardo. Servicio de medios audiovisuales.
Clnica Universitaria de Navarra.
Publicaciones
Pongo en conocimiento una gracia que atribuyo
especialmente a D. Eduardo. Hace unas semanas
un amigo mo, un poco alejado de la fe,
tuvo que ser sometido a una intervencin muy
comprometida, por tratarse de un cncer que
infiltraba importantes estructuras vasculares.
A pesar de las sugerencias de familia y amigos,
l pareca no darle importancia a la intervencin
e incluso se neg a recibir sacramento alguno
o informar a sus hijos de dicha intervencin.
El da de la intervencin, su esposa nos llam
llorando para decirnos que acababa de salir
el cirujano del quirfano para informarles que
debido al sangrado incontrolado y a las alteraciones
sistmicas, el paciente desgraciadamente
iba a fallecer en la mesa de quirfano.
Mientras bamos al Hospital rezamos la estampa a
Don Eduardo, pidiendo por la salvacin de nuestro
amigo. Cuando llegamos, en menos de 10 minutos,
volvi a salir el cirujano para informar a la familia
que el radilogo intervencionista vascular, a la
desesperada, haba logrado colocar una especie
de tapn desde el interior de la arteria, y que el
paciente podra sobrevivir a la operacin. As fue,
adems pudo volver a recibir los sacramentos y
finalmente ser dado de alta del Hospital. Tengo la
certeza que D. Eduardo, con su intercesin, permiti
la resolucin de este desesperado caso clnico.
F.R-B. Madrid
Tengo un hijo que necesita ayuda fsica
y espiritual y una nieta con bulimia. Los
he puesto en los brazos de D. Eduardo y
siento que los est cuidando. Agradezco
mucho su intercesin y ahora voy a pedirle
por la salud de mi esposo, que ya sufre el
desgaste de la edad.
J.D.B. Guadalajara (Mxico)
Quiero agradecer a D. Eduardo la estabilizacin
de una taquicardia que durante el mes de
diciembre me hizo ingresar tres veces en el Hospital,
el ltimo de los ingresos in extremis. Cuando
me lleg la Hoja informativa pens: el gran
mdico de la Universidad te ayudar. Empec
la novena y al segundo da el corazn se puso a
su ritmo. Creo que es una gracia suya, aunque
continu con la medicacin, pero cada da me
iban quitando cantidad.
J.S.R. Berga
Desde hace unos seis aos vengo encomendando
a D. Eduardo todos mis asuntos relacionados
con la salud, incluidos los administrativos.
Me los resuelve todos. Yo se lo agradezco difundiendo
su devocin. Lo hago constar porque me
compromet a ello.
M.S.L (Correo electrnico)
Oficina para las Causas de los Santos. Prelatura del Opus Dei en
Espaa
Diego de Len 14. 28006 Madrid. E-mail:
[email protected]www.opusdei.es
TESTIMONIOS SOBRE LA FAMA DE SANTIDAD DEL DOCTOR
EDUARDO ORTIZ DE LANDAZURI.
Llegue a Pamplona en julio de 1960
con una propuesta de trabajo del Estudio
General de Navarra. Encontr
a un grupo de mdicos jvenes contagiados
de entusiasmo y con el nimo
resuelto a participar en una empresa
atractiva, cuyo principal e indiscutible
motor era Don Eduardo Ortiz
de Landzuri. El profesor Femndez
Cruz, catedrtico de Patologa Mdica
en la Universidad de Barcelona, vena a Pamplona con relativa
frecuencia y en uno de sus viajes coment: "Don Eduardo
no es hombre de este mundo. En Granada tena fama del
mejor mdico, con buenos ingresos en su consulta particular.
Aparte su prestigio como Catedrtico de la Facultad de Medicina.
Pues aun as, en determinado momento abandon todo
aquel "status" y se traslad a Pamplona" para iniciar lo que
pronto sera una Facultad de Medicina.
Esta es la primera faceta que me gustara resaltar de Don
Eduardo, que hizo caso a la llamada, cumpliendo con el deber
de saber elegir el camino correcto.
Seguro que en Granada pocos supieron valorar el profundo
significado del sacrificio que personalmente, y para su familia,
representaba esta decisin. Muchos aos ms tarde Don
Eduardo lo reconoca en una entrevista. Entonces ganaba mucho
dinero. Pero dej aquello, porque cuando uno tiene todo,
no se tiene ya ilusin. Creo que de haber seguido en Granada
hubiera acabado por hacer lo que otros: comprar un cortijo y
unos olivos. En Pamplona, solo haba una ilusin: levantar una
Facultad de Medicina y crear una Clnica Universitaria".
El entusiasmo contagioso, que siempre caracteriz a Don
Eduardo, permiti empezar a trabajar. Durante aos ayud
a Don Eduardo en su consulta particular y all aprend a ser
mdico. En poco tiempo pasamos de las dependencias iniciales
muy limitadas a la Clnica Universitaria donde ya se dispona
de ms espacio para consultas.
FIRMA
INVITADA
MANUEL
MUOZ
La investigacin tambin fue motivo de atencin y pronto
se establecieron relaciones con el CSIC que permitieron el
comienzo
de varias lneas de trabajo.
Por supuesto, Don Eduardo dedicaba especial atencin a la
docencia y sus lecciones magistrales rezumaban experiencia
y conocimiento de la ciencia mdica. Don Eduardo era un luchador
nato. Recuerdo sus frecuentes viajes a Madrid para
entrevistarse con autoridades del Ministerio para conseguir
lo mejor para su Facultad de Medicina. En una ocasin don
Eduardo me dijo:" La gente dice que trabajo mucho, pero, de
verdad Manolo, soy un pedazo de vago de siete suelas"
Quin de los que conocimos a Don Eduardo podemos decir
que fuera un vago? Uno de los rasgos de su persona era
indudablemente
su permanente dedicacin al trabajo de cada
da. No puedo calcular el nmero de horas que a lo largo del
da trabajaba, pero s puedo decir que casi de madrugada apareca
en la Clnica y era el ltimo en marcharse.
No puedo olvidar tampoco a Don Eduardo como modelo de
buen mdico. Con frecuencia repito una frase que el tena a
flor de labios "Los enfermitos siempre tienen razn". Cuantas
veces pacientes que parecan funcionales o simuladores
luego eran portadores de enfermedades incluso graves. El
enfermo tena en Don Eduardo un aliado perfecto. Atenda
una y mil veces a sus enfermos sin importarle el tiempo para
dedicarles, y consegua muchas veces el diagnstico luego
de una anamnesis y exploracin exhaustivas. Se volcaba en
cuerpo y alma hacia sus enfermos a la bsqueda de la causa
de sus dolencias.
Esta actitud de Don Eduardo condicionaba la adherencia
de todos su pacientes. Soy mdico veterano, tengo 70 aos y
en mis 46 aos de profesin no he conocido a otro mdico con
mayor empata con sus pacientes y que consiguiera un equilibrio
tan ideal en su relacin humana.
Dr. Manuel Muoz es Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital
de Len
Tuve la inmensa fortuna de trabajar 13 aos bajo la tutela y
autoridad de don Eduardo Ortz de Landzuri, sobre todo en los
tiempos en que fue Decano de Medicina y Director de la Clnica
Universitaria de Navarra.
Muri por un proceso canceroso el 20 de mayo de 1985 y su
causa de canonizacin se inici en 1998. Antes de que se
comenzase ese proceso escrib dos largos artculos en El Pan de
los Pobres, que se publicaron en noviembre y diciembre de 1996.
Tambin cont ancdotas suyas a uno de sus bigrafos, quin
luego las utiliz al escribir un libro sobre el mdico, pero.... siempre
queda algo en el tintero que no debo reservarme para m solo.
Dejar para las instancias eclesisticas competentes la
investigacin exhaustiva sobre sus virtudes como cristiano
ejemplar. Para m, cumpla con sacrificio, incluso cuando era viejo
y estaba enfermo, la asistencia voluntaria a la misa, a la confesin
y a los Retiros, por ejemplo, en invierno, a travs de las calles
nevadas y heladas de Pamplona.
A este respecto debo aadir que fui testigo de una ria
fraterna de su Director espiritual por haber antepuesto su decisin
de acudir a un Crculo de Estudios a la de quedarse en casa, un
da en el que haba mucho hielo en las calles de la ciudad.
Tampoco me referir con detalle a su dedicacin a la familia
(tena una esposa realmente santa, Laurita y 7 hijos, de los cuales
el primero era discapacitado), y cumpli con esmero sus funciones
de padre.
Recuerdo que llevaba invitados a casa cualquier da, a
cualquier hora, tanto colegas como alumnos predilectos (a los que
iniciaba en la investigacin) que, a veces, se quedaban a estudiar
con l hasta la una de la madrugada. Ah el gran mrito es de su
esposa Laurita que deba adaptar sus planes y proyectos
familiares a las variables circunstancias de cada da.
Don Eduardo era muy madrugador. Sus bigrafos calculan
que dorma menos de cinco horas al da y trabajaba unas 16.
Alguna vez, leyendo una historia clnica, sentado al borde de la
cama del paciente, lleg a descabezar un sueecito con los
documentos en la mano, con gran sorpresa de los alumnos
presentes y despus recibi el mandato - imposicin amistosa - del
Profesor testigo del hecho de que deba dormir ms horas en su
casa.
Su hijo mayor, Eduardito, por su especial discapacidad, sufra
crisis agresivas peligrosas para los hermanos que le obligaban por
largas temporadas a tenerlo ingresado en un centro psiquitrico.
Por ltimo, contar que el mdico era consciente de que le
faltaba tiempo para cumplir a fondo sus funciones de esposo y de
padre y entonces llevaba toda la familia al cine, los dejaba
acomodados en las butacas y sala un momento deca - para
visitar a un enfermo urgente. Cuando regresaba al cine, estaban
apagando las luces del local y su familia resignada lo esperaba de
pie en la puerta.
En cambio, contar con mayor detalle algunos episodios
profesionales que reflejan aparte de una visin profundamente
cristiana de la vida - un garbo humano desbordante, junto con un
trabajo ms que altruista y generoso con todos sus prjimos.
Trat durante su vida entre el Hospital de Granada, su consulta
privada, el Hospital Civil de Navarra y la Clnica Universitaria - un
total de 500 mil enfermitos, s, s, han ledo bien, medio milln de
enfermitos (como los llamaba cariosamente) y se preocupaba de
su bienestar y el de sus familias.
Por ejemplo, en el Hospital de Navarra estaba ingresado un
paciente que no iba acompaado. A la tercera visita se sincer con
l hasta recomendarle:
-Por Dios, qutese esa barba que parece usted un
capuchino!
El enfermo replic:
- Es que soy un capuchino!
- Ah, por eso cuando le preguntaba por su mujer, usted no
me responda nada!
Visitaba a sus enfermos delicados a cualquier hora del da o
de la noche. Un gitano, operado de apendicitis, dorma en el
Pabelln F del Hospital (que tiene una sola planta), cuando a las
tres de la madrugada pas l de visita, vio que salan de su cama
la esposa y varios churumbeles y que todos saltaban por la
ventana. Don Eduardo se sonri y no rega a nadie por ese
descuido en la tutela nocturna hospitalaria.
Un da apareci en su consulta una mujer pobre y no
demasiado amiga del jabn. l, con su cario habitual, le pregunt
por sus dolencias (siempre predicaba a sus alumnos y colegas que
hay que escuchar a los pacientes que son los que ms saben de
sus males). Resulta que le dola o molestaba el tobillo derecho,
sobre todo, al andar. l observ aquel tobillo, por encima de sus
medias o calcetines gruesos que llevaba y le indic que se los
quitase. La mujer ruborizada le contest que no tena la pierna
preparada para ensearla.
Don Eduardo, con toda paciencia, le dijo:
- Como no es un caso urgente, vuelva usted maana, ya
preparada.
Al da siguiente, el mdico, que recordaba bien su caso, le
pidi que se quitara la dichosa media y la buena mujer obedeci.
Como no le pareci que hubiese una hinchazn manifiesta, quiso
compararla con la otra pierna y le pidi que se quitase la otra
media. La paciente no deba esperar esta decisin tan lgica por lo
que contest:
- Es que la otra pierna no la tengo preparada Al tercer da ya
pudo comparar ambas piernas pero la enfermera me dijo que no se
atrevi a explorar mucho ms su anatoma para no eternizarse en
ese caso.
Su ojo clnico era extraordinario. Un labrador de la Ribera se
present en la consulta con unas molestias abdominales que don
Eduardo atribuy a su hgado. Al hacerle la anamnesis (historia
clnica) le pregunt si tena la costumbre de beber, a lo que el
paciente respondi decidido:
- No, no bebo! Don Eduardo insisti:
- Pero no bebe nada, nada? La respuesta del labriego fue
muy aclaratoria:
- Algo de vino, s que bebo. Cuando a las seis de la maana
voy al trabajo, me llevo un garrafonico de cuatro litros y siempre
me llega hasta medioda. Y esto no es beber, verdad? Jams me
emborracho!
Pronstico confirmado: cirrosis heptica.
Un da se present un padre muy apurado con su hijo joven que
sufra un hipo persistente, que no le abandonaba ni de da ni de
noche. Varios mdicos de su ciudad no haban logrado detenerlo o
interrumpirlo. Don Eduardo pidi autorizacin al padre para
aplicarle un remedio nada convencional y, otorgado ese permiso,
solt de repente y por sorpresa tan fuerte bofetn al muchacho que
lo dej tambaleante y perplejo. Y naturalmente, sin hipo. Cuando
el padre agradeci tan sbita curacin, el mdico con una sonrisa
le replic:
- Pero el bofetn vale mil pesetas (6 Euros actuales).
Debo precisar aqu que don Eduardo cobraba de la
Universidad un sueldo fijo y todos los ingresos extra los
entregaba generosamente para el mantenimiento de la
Institucin Universitaria.
Este caso merece captulo aparte. Como ya hemos apuntado
antes, a su consulta acudan enfermos con diagnsticos ambiguos,
no resolutivos, procedentes de toda Espaa.
Un da apareci una mujer, operada de apendicitis haca dos
meses en una capital de provincia prxima, con unos dolores
extraos e imprevisibles en el abdomen que l diagnostic en un
instante, mandando hacerle una radiografa de vaco. All apareci
lo que sospechaba: haba unas pinzas quirrgicas olvidadas por
el cirujano anterior. Con toda lgica decidi que habra que
extraerlas lo ms pronto posible y se pusieron de acuerdo en que
sera Juan Voltas, excelente cirujano y buen amigo mo, quin
realizara este nueva operacin.
La noticia debi correr por su ciudad pues, cuando Juan
estaba en el quirfano, ataviado con la bata verde, se presentaron,
correctamente vestidos para la ciruga, dos mdicos desconocidos
que queran colaborar con l. No contaban con que Juan, adems
de mdico competente, haba sido en su juventud un extraordinario
prestidigitador (incluso haba actuado durante su carrera
universitaria con la Mari Sampere en los escenarios del Paralelo de
Barcelona).
Antes de que Juan empuara el bistur, uno de los
colaboradores le cuchiche al odo:
- Soy el mdico de cabecera de la enferma; aqu traigo la
factura pagada por ella y necesito esas pinzas para realizar la
pertinente reclamacin. Supongo que no me discutir que todo lo
que hay ahora en su vientre es suyo.
El otro mdico tambin le present sus argumentos:
- Soy el cirujano que la oper. Traigo aqu la factura del
material quirrgico comprado en Londres. Como no me dedico a la
reventa, est donde est, ese material me sigue perteneciendo.
Por tanto le reclamo que me entregue mis pinzas en cuanto las
extraiga.
Juan, sin hacer una mueca, se dirigi, hablando entre dientes,
a la enfermera que le ayudaba, con esa consigna imperativa y
tajante:
- Obedzcame ciegamente! Ha comprendido? - La chica se
qued temblando.
Empez la operacin y los dos colegas estaban pendientes del
rostro de Juan, quin imperturbable, al encontrar esas pinzas sin
que nadie lo notase, las envolvi con una gasa y las pas a la
enfermera dndole una orden en voz alta:
- Vaya inmediatamente a Anatoma Patolgica para que
me busquen parsitos! Y dirigindose a los colegas complet
sonriendo la frase:
- Estas pinzas no son suyas ni suyas! Son mas y las
necesito!
Pienso que ni el Rey Salomn hubiese resuelto el caso de
forma ms brillante.
Todos los recuerdos registrados, sobre las cualidades del
protagonista resultan un tanto desordenados en el sentido
cronolgico, puesto que me guo siguiendo las facetas o virtudes
del comportamiento de nuestro mdico.
Los aos 1957-58 yo fui, adems de Profesor, Secretario de la
Escuela de Medicina y el Director, don Juan Jimnez Vargas, que
diriga las Materias Preclnicas, estaba preocupado para encargar
las Clnicas a un Catedrtico muy competente. No s cunto
tiempo llevaba pensando en don Eduardo pero a m me contaba
que debamos hacer todo lo posible para que aceptase ese puesto.
Aquel ao el doctor Jimnez Vargas le invit a dar una
Conferencia a los profesores y alumnos de Medicina y cuando
vino, le ense los rudimentarios locales y los aparatos disponibles
en la joven Escuela. Don Eduardo dio la Conferencia, amena e
ilustrativa y tuvimos una comida colectiva en el Hostal del Rey
Noble (Las Pocholas, nombre popular por las siete hermanas que
lo regentaban admirablemente), en la que participamos todos los
profesores (yo, como Secretario pagu la factura global que no
debi rebasar los 10 euros).
Esta cena, extremadamente cordial, tuvo un final apotesico.
Alguien coment que el Profesor Voltas, presente entre nosotros,
haba sido un prestigioso prestidigitador en su juventud (ya lo he
contado) y, como eso no desaparece con los aos, sac un juego
de naipes sin estrenar y se lo brind a Voltas.
Juan empez diversos juegos que admiraron, no slo a los
comensales de nuestra mesa, sino que se fueron levantando todos
los de las mesas vecinas, para formar un corro compacto alrededor
de nosotros.
Recuerdo en especial el ltimo juego: dio a escoger dos cartas
a cuatro personas diferentes, les recomend que las recordasen y
despus, uno por uno, se las hizo buscar dentro de la baraja. El
primero dijo que quera que salieran una arriba y la otra debajo, y
as fue; el segundo, las dos abajo, tambin se confirm; el tercero
dentro de la baraja y puso el dedo en el punto elegido,
encontrndolas all y para el cuarto decidi esparcir toda la baraja
por el comedor arrojndola al aire y caz al vuelo dos naipes que
mantuvo en su mano. En medio de la sorpresa general pregunt al
cuarto invitado; acert y al mostrarlas hubo una ovacin entusiasta
y unnime, en medio de la cual, las siete pocholas gritaron al
unsono: Milagro, milagro!.
Los meses siguientes fueron de negociaciones: Don Eduardo
tena una familia numerosa y unos ingresos elevados en Granada;
adems deba dejar el Decanato de Medicina y el Vicerrectorado
de aquella Universidad; ganara en Pamplona mucho menos dinero
y se encontrara con una Universidad nueva, casi sin hacer, sin
apenas medios, pero venci la fe y la generosidad de ambas
partes. El traslado fue tan conocido por la clase mdica espaola
que hasta el Catedrtico, don Carlos Jimnez Daz, Director de la
famosa Clnica de la Concepcin (la autoridad nacional mxima en
Medicina Interna), le felicit por su espritu valiente, juvenil y
aventurero.
Hubo que pactar con la Diputacin de Navarra la rpida puesta
a punto y cesin del Pabelln F del Hospital Civil, con 70 camas,
para la docencia universitaria y las gestiones salieron adelante con
notable xito.
As empez su trabajo en Pamplona. Se trajo, por supuesto,
de Granada el equipo mdico de su consulta particular, incluyendo
el aparato de Rayos X.
Don Eduardo tambin se haba trado de Granada algunos
colaboradores que continuaron en Pamplona investigando con l,
pero tuvo la paciencia heroica de traerse a un mdico, Antoito
(por caridad no pondr su apellido), que actuaba como su
Secretario particular.
Ese joven profesional, al que las enfermeras apodaron el
manitas de plata, por los desaguisados que provocaba cuando
tocaba el material fungible, como no encontraba pensin adecuada
a su economa, lo acept en casa de mi patrona, cedindole la
cama sobrante de mi habitacin. Lo malo fue que, sin pedirme
permiso alguno, se pona mis camisas y mis calzoncillos lavados y
planchados y tuve que pararle los pies, sin que eso alterase su
inconsciencia y buen humor. Cmo poda aguantarle don
Eduardo?!
Nuestro Profesor mantena muchsima correspondencia con
colegas, amigos o pacientes; por ejemplo, todos los aos nos
felicitaba las Navidades aunque no le contestsemos nunca. Un
da Antoito me cont que don Eduardo haba escrito dos cartas
de felicitacin muy diferentes: a un matrimonio joven por el
nacimiento de su primer hijo y a un sacerdote mayor por sus Bodas
de Plata sacerdotales. Al Secretario le dio los sobres hechos; el
joven slo tena que poner las cartas dentro y echarlas al correo.
Naturalmente, permut los contenidos y don Eduardo se enter del
desaguisado por el enfado que mostr el sacerdote al haberle
felicitado por el nacimiento de un hijo. A Antoito hasta le hizo
gracia su metedura de pata. Yo no sigo, pero l s, sigui de
Secretario!
Tambin de Granada don Eduardo se trajo a Pamplona un coche
Austin que ahora lo utilizaba todo quisqui, tanto que lo llamaban el
coche del panadero porque entre todos lo haban llenado de
bollos. Un da lo dej con el motor encendido en plena calle
mientras haca una corta visita. Naturalmente se lo robaron y la
portera del inmueble que vio al ladrn no se fij en l porque ese
coche lo utilizaba todo el mundo - dijo.
Porque necesitaba el coche, se present a la polica
rogndoles que lo buscaran en la cuneta de la carretera, a la altura
aproximada de Tudela.
El agente, sorprendido ante la exactitud de tal previsin, le
pregunt los motivos de esa iniciativa. l le aclar:
- Todo ladrn que roba un coche en Pamplona desea irse a
Madrid y la palanca de cambios, que est soldada por su base, se
despegar por el camino, con lo que abandonar el vehculo en la
cuneta.
Al da siguiente la polica lo llam confirmndole que la
prediccin result exacta, pero que el coche fue encontrado cerca
de Soria. El comentario de don Eduardo, admirado y caritativo con
el ladrn, fue:
-Qu buen conductor deba ser este hombre! Logr
llegar hasta Soria!
Sobre los enfermos tratados debo decir, en primer lugar que, con
la llegada de don Eduardo, tuve que hacer, con un modesto equipo
de enfermeras y alumnas de enfermera, los anlisis clnicos
diarios del Pabelln F, es decir, de sus 70 camas. Estos eran
habitualmente sodio, potasio, cloro, bicarbonato (si convena),
creatinina, calcio (si haca falta) y, a veces, incluso solutos totales
en sangre u orina (mediante una tcnica crioscpica). Tambin
espordicamente analizaba alcoholemias y diversas
intoxicaciones. Despus se aadieron los primeros anlisis de la
Clnica, la cual, llevndose alguna de mis enfermeras, pronto se
independiz, quedando para mi Departamento el Pabelln F y slo
algunos casos de la Clnica tpicos de mi especialidad. Ni que decir
tiene que ese agobio de trabajo me empuj a mejorar algunas de
esas tcnicas para hacerlas en serie obteniendo resultados
cientficos que publiqu con xito en Revistas especializadas
en Anlisis Biolgicos.
Don Eduardo agradeci mi colaboracin habitual poniendo mi
nombre en algunas publicaciones suyas relacionadas con la
bioqumica clnica, como por ejemplo, La deplecin potsica en
las nefrosis agudas.
No voy a repetir hoy con detalle las que expliqu en mis artculos
anteriores. Me limitar a recordar algunas de las muchas en las
que tuve una relacin directa.
Primero. Cuando el fundador de la Universidad de Navarra,
san Josemara Escriv (el Padre) pas una revisin mdica en la
Clnica, el ao 1966, don Eduardo me encarg unos anlisis
bioqumicos que correspondan a mi especialidad. Aunque me
present las muestras con un nombre ficticio (Julin Blanc) no
tard ni un minuto en averiguar la identidad del paciente y los
resolv con la lgica devocin filial a san Josemara.
Segundo. Un enfermo del Pabelln F haba entrado en un
coma acidtico, casi irreversible, incompatible con la vida. Don
Eduardo vino a verme de inmediato a Bioqumica y me inform que
en Pars se salvara a ese enfermo gravsimo inyectndole un
suero de lactato sdico, an no comercializado en Espaa, pero
que yo podra salvar su vida si le fabricaba ese suero. Las
dificultades eran grandes (isotona, en el botiqun slo haba cido
lctico libre, exencin de pirgenos, etctera,...) y al enfermo le
quedaban muy pocas horas o tal vez minutos de vida. Le fabriqu
el suero, l lo inyect en vena y al cabo de un rato el paciente
abra los ojos. Incluso a los dos das se escap del hospital para
tomarse unos vinos en la Plaza del Castillo.
Tercero. En un pueblo de la Ribera navarra se haba
localizado una intoxicacin masiva. Haba 22 afectados, uno de los
cuales acababa de morir. Enterado el mdico, se present de
inmediato en aquel pueblo e hizo una anamnesis precisa. Todos
los intoxicados eran varones y clientes del mismo bar, en el que
beban vino tinto. Pidi y prob un vaso de ese vino sospechoso y
lo encontr muy fresquito.
Interrogado el dueo, ste le explic que entre la barrica del
vino y el grifo haba intercalado un serpentn sumergido en un
recipiente con hielo machacado. Don Eduardo, que saba mucha
bioqumica, le pregunt:
- Y el serpentn ser de plomo, supongo?
- Naturalmente, como todas las tuberas del agua! fue la
respuesta.
-Destruya de inmediato el invento, porque el agua no ataca
al plomo pero el vinagre, s. Y todos los vinos tienen algo de
vinagre. Sus clientes sufren saturnismo.
Yo particip en los anlisis posteriores de plomo en la sangre
y orina de esos enfermos y en darles EDTA clcico, que facilita la
eliminacin de ese elemento txico a travs de la orina. Los 21
intoxicados restantes se curaron.
Cuarto. Respecto a los casos clnicos complejos, de modo
providencial, y siempre buscando al mdico famoso (el doctor
Ortiz de Landzuri), nos fueron llegando pacientes de diversas
enfermedades, procedentes de toda Espaa que don Eduardo
llevaba con ilusin a las Sesiones Clnicas peridicas con los
alumnos y los mdicos del Hospital, y a las cuales yo sola
acompaarle.
Entre los casos ms llamativos, destacar una oligofrenia
fenilpirvica, que pude diagnosticar gracias a la cromatografa de
aminocidos de mi propia investigacin (el cuadro clnico de los
pacientes jvenes mejora restringiendo el aporte de fenilalanina de
la dieta).
Otros casos fueron una alcaptonuria (la orina se vuelve
negra como la tinta) y otro la presencia de la Protena de Bence-
Jones (precipita al calentarla a 70C y se redisuelve al seguir
calentndola hasta ebullicin). Estos ltimos, siguiendo las
indicaciones precisas de don Eduardo (que era experto en casi
todo) los exhibimos con la consabida sorpresa de los colegas en la
Sesin Clnica y a todos nos consta que son anomalas nada
fciles de tratar.
Un cuarto caso podra ser una diabetes inspida (el enfermo
beba agua constantemente y orinaba unos 20 litros al da). Don
Eduardo pudo reducir la diuresis durante dos das (hasta los dos
litros) con una pequea cantidad de vasopresina de la que
dispona pero, al carecer en Espaa de ms cantidad del
medicamento, hubo que dejarla seguir su curso.
Por supuesto hubo muchos ms casos llamativos pero su
descripcin nos dilatara en exceso este reportaje.
Don Eduardo coordinaba muy bien ambos aspectos de su labor.
Viva a fondo el apostolado de amistad y confidencia. En efecto,
era un verdadero amigo de sus colegas, alumnos y enfermitos.
Entre los incontables ejemplos de cada grupo elegir slo uno de
cada clase.
Un alumno, Michel Esparza, tuvo que continuar, por razones
familiares, la carrera de Medicina en la Universidad de Lovaina.
Mantuvo su amistad con l mediante una copiosa correspondencia,
con sus consejos amistosos y profesionales, que Michel guarda
como un tesoro.
Su afecto por los colegas se manifestaba con los generosos
abrazos a los que llevaba algn tiempo sin ver, como le ocurri con
Bernardo, que tuvo el brazo de don Eduardo sobre su hombro por
todo un pasillo hasta que entr en su despacho.
Y entre los enfermos y familiares, recuerdo que la mujer de
mi amigo, Ramn - l era poco practicante en temas religiosos -
muri en la Clnica y lo que ms removi por dentro a mi amigo fue
que, en la Misa de Difuntos, don Eduardo, a pesar de su
personalidad casi mtica, ayud al sacerdote actuando de
monaguillo como muestra de cario por esa familia.
En lo que a m respecta, sus detalles son innumerables. Por
ejemplo, me facilit la obtencin de una beca de ampliacin de
estudios en el Eppendorf Krankenhaus de Hamburgo. Cuando no
consegu plaza en la primera oposicin a Ctedras l me anim a
que continuase sin alterarme y cuando la obtuve en la tercera me
dijo: Lo ves, Jos Mara? Con paciencia en la vida todo se
alcanza!.
Una vez me confes que una de las cosas que ms le
decidieron a quedarse en Pamplona era el entusiasmo y confianza
que mostrbamos los profesores jvenes unos con otros y me
pona como ejemplo que yo, con 25 aos de edad, me dejase
operar a vida o muerte por mi colega, Juan Voltas, de slo 27.
Despus de una de sus revisiones peridicas en la Clnica,
san Josemara nos reuni, en la sala del Colegio Mayor Belagua, a
los profesores y a nuestras familias. Don Eduardo le dijo que, al
ver sus radiografas de trax, pens que se trataba de un varn
sano de unos 40 aos y el Padre lo tild algo as como adulador o
cobista.
En otro momento no lo recuerdo con total precisin
nuestro mdico le coment:
- Padre, nos encarg que hiciramos una Universidad y aqu
la tiene!
San Josemara replic:
- Lo que yo quiero es que os hagis santos haciendo la
Universidad.
En el mes de junio de 1966 se celebr en Pamplona el VII
Congreso Nacional de Medicina Interna y don Eduardo, como
Presidente de la Sociedad Espaola de esa especialidad,
pronunci el discurso de inauguracin. En los postres de la cena,
el insigne Profesor don Carlos Jimnez Daz maestro de don
Eduardo levant la copa con un brindis solemne, en medio de un
silencio expectante: Brindo por la mejor Facultad de Medicina
de Espaa!
Yo puedo descubrir la idea directriz que presidi ese brindis
tan entusiasta de don Carlos, porque el da anterior don Eduardo y
don Juan Jimnez Vargas estaban enseando al Profesor Jimnez
Daz las dependencias e instalaciones de la Facultad. Cuando
llegaron al pequeo laboratorio de Bioqumica me presentaron al
invitado y yo le expliqu lo que estaba haciendo. Entonces, delante
de m, dijo a sus antiguos discpulos:
- Cmo les envidio a ustedes, Juan y Eduardo!
Ambos protestaron sinceramente:
- Pero, don Carlos, si usted ha creado la Clnica de la
Concepcin que es una maravilla en todos los sentidos! Cmo
puede envidiarnos a nosotros?
- Es cierto replic el eminente cientfico que aquello
marcha muy bien, pero cuando yo muera, nadie me garantiza que
no pueda convertirse en una merienda de negros (sic). En
cambio, en esta Facultad, siendo ustedes muy importantes, no son
indispensables, porque el espritu que la anima no morir
nunca.
Aquellas palabras de don Carlos resultaron profticas porque
hoy da la Universidad de Navarra (creada y dirigida por el Opus
Dei) goza de un excelente prestigio internacional.
Las actividades acadmicas de don Eduardo no cesaron en
absoluto al jubilarse. La Universidad lo nombr Presidente de la
Asociacin de Amigos de la Universidad de Navarra (que
recababa fondos econmicos para mantener a la Institucin), por lo
que tuvo que hacer numerosas gestiones, algunas fuera de
Pamplona. Esta etapa no la he podido seguir muy de cerca porque
yo resida en Granada pero me han llegado ancdotas que revelan
su espritu de sacrificio y tambin algo de sus olvidos o despistes
seniles. Contar solamente dos:
El primero. El rectorado lo envi a Madrid a una reunin de
los Amigos de la Universidad en el coche oficial del Rector. Estuvo
en la reunin y, al terminar sta, mir el reloj y tom el primer tren
que sala entonces de la capital como haba hecho tantas veces -
hacia Pamplona. Cuando el chofer, cansado de esperarlo para el
regreso, consult con el Rectorado, le contestaron que don
Eduardo ya haba llegado a la capital navarra y por tanto que
regresara solo.
El segundo. Haba en Madrid una personalidad en las
finanzas a la que se podra pedir dinero para la Universidad. En
conversaciones previas esa persona haba manifestado su buena
disposicin pero, como era aficionado a la numismtica, sali en la
conversacin que le faltaba una moneda de plata que alguien de la
Asociacin de Amigos posea y estaba dispuesto a regalrsela.
Don Eduardo se encarg de la doble gestin pero, ya en Madrid,
fue a Misa antes de la entrevista con ese seor y, al pasar el
cepillo, ech mano al bolsillo y deposit la primera moneda que
apareci en su mano. Naturalmente (por la ley de Murfy) era la de
plata. Cuando se dio cuenta del despiste, entr en la sacrista y
con el Prroco pudieron canjear esa moneda por otra de curso
legal. Don Eduardo muy satisfecho se entrevist con el financiero y
ste se hizo de la Asociacin de Amigos. xito completo!
La docencia le haba apasionado tanto que no deseaba
abandonarla nunca. Por eso, cuando empezaba a sentir las
molestias de su grave enfermedad, dej dicho que al morir se le
realizase la autopsia, para seguir enseando con la ciencia y el
ejemplo, a sus queridos estudiantes de Medicina. Lo cierto es que,
cuando muri a los 74 aos, los mdicos-colegas de la Facultad
quisieron soslayar tan doloroso trmite, pero fue la viuda, la
valiente Laurita, quin exigi que se realizase la autopsia y hubo
que hacrsela (hoy Laurita ha sido declarada tambin, por todas
sus virtudes domsticas, Sierva de Dios).
Resumen
El Doctor Ortiz de Landzuri antes era mi jefe y me guiaba
y enseaba; ahora le rezo en todos los apuros. Recomiendo
a
mis lectores que tambin acudan a l pidindole
favores y la pronta canonizacin de tan ilustre
Siervo de Dios.