0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 301 vistas12 páginasIconografía Arqueológica de El Tajín
Iconografía Arqueológica de El Tajín (Introducción)
Autor: Arturo Pascual Soto
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© Arturo Pascual Soto ©
—__ICONOGRAFIA
Presentacion de ‘y lel, TAIN
/ (AM
Instituto de Investigaciones Estéticas
Fondo de Cultura EconémicaPrimera edicién, 1990
Disefio de la edicién: Carlos Haces
D.R. © 1990, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO
Instituto de Investigaciones Estéticas
GR. © 1990, FONDO DE CULTURA ECONOMICA, S.A. de C.V.
Aw. de la Universidad 975; 03100 México, D. F.
ISBN 968-16-3384-9
Impreso en MéxicoIntroduccion
Naturaleza, percepcién
y cultura
El signo 410 ““Tatzén"™
en un fragmento de
relieve de la Pirdmide de
los Nichos
23
erseguir las regularidades de un antiguo sistema
signico, aquel tipo de recurrencias que ahora es
preciso descubrir pero que antafio fueron inven -
cién del hombre, es ir tras una cierta clase de
constancias que, por distintas que sean de las que
son propias de la naturaleza —la regular avenida
de las lluvias 0 la inevitable penumbra de los a-
tardeceres—, aludieron por medio de signos a
lo recurrente del ambito, un ambito velado por
laseleccidn de imagenes que el hombre hiciera del
entorno y por las anticipaciones del propio. pen-
samiento a la experiencia sensorial. De aquella suerte de ilusion quedé
a imagen cultural de una experiencia concreta, una imagen concep-
tual integrada en la estructura formal de un pensamiento colectivo.
En todo estudio que indague la iconologia de un pueblo antiguo, los
contenidos 0 significados de sus iconos (cf. E. Panofsky, 1971),
resultard inevitable escudrinar en los recodos de un pensamiento des-
aparecido, a través de las imagenes que a su razén fueran configu-
radas. Si de aquel pensamiento, de aquella forma de percibir el
ambiente, ha subsistido alguna parte, por hibrida que sea, entonces
pudiera procederse con un disimbolo intento de analogia, de no ha-/ONOGRAFIA ARQUEOLOGICA DI
Las estructuras del
conocimiento
‘A propésito de
Domenico Ghirlandaio
24
L TASIN
ber suerte el esfuerzo de interpretacién iconoldgica siempre tiende
aechar mano de cualquier otro recurso. Fs precisamente este aspe
10 psiquico de la imagen, aspecto que E. H. Gombrich ha tratado
fen sus estudios Arte e ilusién (1979) y Bl sentido de orden (1980), cl
que pudiera ocasionar equivocos en la interpretacién de antiguos ico-
ros aparecidos en los soterrados contextos de alguna cultura arqueo-
logica.
‘Aun sin haber nada nuevo bajo el cielo, el estilo cognoscitivo de
los hombres, que a partir de una misma fisiologia de la visién se
torna en una percepeién visual que deja de ser uniforme para todos
(of, M. Baxandall, 1978:46), ha quedado en imagenes que represen-
tan el mundo que aquéllos habitaron. Hoy nuestro estilo cognosciti-
vo es diferente; fue también diferente en el Quastrocento, y esto porque
la mente convoca, para interpretar la experiencia sensorial, referen-
tes culturalmente distintos. El estilo cognoscitivo actual llega a es-
torbar el estudio de antiguas iconologias, al adentrarse en el aspecto
psiquico de imagenes configuradas por otras culturas, lo que nos
hace proclives a caer en extremas insospechados de subjetividad al
interpretar los iconos de otros tiempos. Mas, si de éstos ha perdura-
do, reunida en escritos, la propia experiencia de una cultura, tal co-
mo ocurre para el Quattrocento, el estudio de las antiguas iconologias,
puede volverse mas objetivo. Conocer, por testimonio de sus con-
tethpordneos, parte de los asuntos que entonces ocupan el pensa-
miento, permite al estudioso normar criterios sobre la cultura que
produjo tal 0 cual icono. En ocasiones, los escritos del Quatirocento
trataron asuntos muy particulares, como son las relaciones de los
pintores con sus mecenas. Como ejemplo bastaria alguno de los con-
tratos de la época, quizd uno que celebraron en Florencia Doméni-
co Ghirlandaio y el entonces prior del Spedale degli Innocenti, Messer
Francesco di Giovanni Tesori a propésito del encargo de una Ado-
raci6n de los Magos (1488)
Que en este dia del 23 de octubre de 1485 el mencionado Francesco en-
carga y confia al mencionado Doménico la pintura de una tabla que di-
cho Francesco ha hecho hacer y ha entregado; la cuya tabla el mencionado
Doménico debe hacer buena, es decir, pagar por ella; y que debe colo-
rear y pintar dicha tabla, toda con su mano, en la forma en que se mues-
tra en un dibujo sobre papel con tales figuras y en la forma alli mostrada,
‘en todo detalle de acuerdo @ lo que yo, Fra Bernardo [redactor del con-
trato], crea mejor; no apartindose de la forma y composicion de tal diHacia el dmbito
de la iconologia
La logica de las imagenes
25
bujo; y debe colorear la tabla, con gastos a su cargo, con buenos colores
xy con oro en polvo en aquellos adornas que lo exijan, con cualquier otro
{gasto en que se incurra sobre la misma tabla, y el azul debe ser ultrama-
tino de un valor cercano a cuatro florines la onza; y debe tener comple-
tada y entregada la dicha tabla dentro de los treinta meses contado desde
hoy... ftomado de M. Baxandall, 1978: 21).
Claro esta que el Quatfrocento fue una época en la cual importaron
tanto los iconos como Ia mano experta de quien los hubiera logra-
do, tutto di sua mano ¢ massime le figure. Sin embargo, fueron mu-
cchos los pueblos que nunca rescataron del anonimato a sus artesanos;
la propia colectividad debis reconocerlos y hasta distinguir entre las
obras de unos y otros, pero que fuera tutto di sua mano es algo que
Quiz no tuvo mayor importancia en un trabajo de intencién comunal.
‘Cuando no existen textos escritos que puedan constituir un lega-
do, la iconografia de un pueblo desaparecido es 1o més cercano a
los procesos de un pensamiento extinto. El estudio de tan antiguas
iconogratias, aun pareciendo muy desventajoso por causa de los nu-
merosos problemas que saltan al paso, incluso algunos que no re-
presentan mayor obstaculo en iconografias relativas a etapas mas
recientes, resulta fa tinica forma de averiguar los conceptos susten-
tados por un pueblo remoto. En tan complejos estudios lo de me-
nos ¢s discurtir si los antiguos iconos, resoluciones grdficas de los
conceptos de un pueblo desaparecido, son 0 no obras de arte, ya
‘que tras la conceptualizacién de lo representado se encuentra la es-
tructura formal de un pensamiento colectivo, una légica propia de
contenidos 0 significados. Un enfoque que planteara tal disyuntiva,
de seguro pertinente al tratar del Quattrocento, restringiria el estu-
dio al campo de la forma de los iconos, tanto en el nivel preicono-
grdfico como en el iconogrifico, alcanzando s6lo con dificultad el
de sus contenidos, esto es el nivel iconoldgico como lo llama E. Pa-
nofsky (1971). Lo que de hecho concierne al estudio de las icono-
grafias arqueoldgicas es la comprensién de los procesos conceptuales
imaginarios de una antigua cultura y, sélo en forma paralela, el
de la resolucién artistica de sus iconos.
En las paginas que siguen podra hallarse el estudio de un par-
ticular y antiguo desarrollo iconografico, que por ser de indole ar-
queolégica se distingue de los acostumbrados trabajos de historia
del arte al no considerar cuatidades o calidades artisticas en los ico-
nos de El Tajin, Sin embargo, desde tal perspectiva, es dificil esca-ICONOGRAFIA ARQUEOLO
Arqueologia, ideologia
¢ iconologia
Los contenidos de los
objetos culturales
26
3ICA DE EL TAJIN
par a los ecos de un viejo asunto de la arqueologia, uno ain no muy
claro: la firmeza que puede esperarse en los estudios que a través,
de los hallazgos de la “‘cultura material” de un pueblo versen sobre
su ‘cultura no material". Se trata, pues, del problema de una ico:
nografia arqueoldgica carente del apoyo que siempre ofrecen los ten:
tos escritos.
En un tratamiento esencialmente arqueolégico de la cuestién ico:
nografica habra que reflexionar si, en efecto, ha quedado huella de
los conceptos de una antigua cultura en los materiales arqueoldgi
cos y sobre su grado de representatividad, asi como lo sélido de las
interpretaciones que de alli resulten.
‘Ahora bien, en Archaeology as Anthropology (1962), L. R. Bin.
ford distigue, de entre los objetos culturales, una clase de artefactos
que denominé ideotécnicas y cuyo contexto funcional primario es
el componente ideoldgico del sistema social. Estos son los artefac-
tos que significan y simbolizan las racionalizaciones ideologicas de
una sociedad. Los objetos como figuras, representaciones de deida-
des, simbolos de clanes, simbolos de los agentes naturales, etc., caen
dentro de dicha categoria, Si aceptamos la existencia de una clase
tal de artefactos, los que en verdad distinguiria el ojo menos entre
nado al observar el conjunto de objetos recuperados en una de tan-
tas excavaciones arqueolégicas, entonces tendremos que reconocer
que del antiguo esfuerzo de conceptualizacién ha quedado testimo-
nio en el registro arqueolégico y que las formas materiales de sus
‘conceptos, los iconos, asi como la actividad relacionada con éstos,
son conformadores de particulares contextos arqueolégicos. De lo
anterior salta a la vista que son los iconos y sus contextos de apari-
cidn la materia prima de la iconografia arqueologica, es decir, una
peculiar clase de artefactos y los lugares donde yacen. Si bien, tal
consideracién resulta de lo mas elemental en cualquier estudio so-
bre arqueologia, aun siendo completamente obvia, no Io es tanto
ten muchos de los estudios que tratan antiguas iconografias. Los ar
tefactos con valor del icono son primero materiales arqueologicos
y luego fuente de informacion conceptual de tal suerte que sus con-
textos de aparicién serdn determinantes en toda interpretacién ico-
noligica,
Si buscéramos a través del tiempo y ‘en el lugar preciso”, po-
driamos encontrar el cambio de caracteristicas que, en st transcur-
so, ha sufrido un grupo inicial de objetos, o bien si éstas hanINTRODECCION
Equilibrio y
transformaciones icénica
Las ideologias del pasado
27
desaparecido por completo. ales transformaciones, en teoria, coin-
cidirfan en mayor o menor grado con las que ocurrieron en el entor-
no social. Aun no quedando huella de un pristino ensayo conceptual,
tuna ver aparecidos los iconos fa relacién guardaria el mismo sentido,
s6lo que sus transformaciones morfoldgicas habran de vincularse, pri
mero, con las modificaciones conceptuales de una colectividad y, en
Ja medida de la magnitud de esos cambios, con trastornos profun-
dos de la sociedad
Si suponemos que las iconografias antiguas son uno entre tantos
aspectos que sobre las culturas desaparecidas investiga la arqueolo-
‘ela, entonces entenderemos que enfrenten los mismos problemas,
Sin embargo, existe uno mas, reservado a la iconogratia arqueols
ica y que tiene que ver con la incredulidad con que puedan mirarse
sus interpretaciones, esto es, el relativo al nivel iconolégico, al des-
cubrimiento de los contenidos o significados de los objetos cultura:
les con valor de icono. Sobre ello, de alguna forma, tratan ciertas
‘onstrucciones teéricas que ordenan por niveles de confiabilidad las
interpretaciones histOricas y socioculturales de los pueblos arqueo-
logicos, como son las ereadas por Ch. Hawkes (1954) y E. MacWhite
(1956), quienes consideran, al decir de K. C. Chang (1976: 24-25),
gue interpretar los sistemas socioculturales es ascender en el nivel
de abstraccidn con uso creciente de las deducciones y una consecuente
disminucién del margen de confiabilidad. Hacer inferencias, conti-
nia Chang, que llegan mas alld de las limitaciones de los restos ar-
queoldgicos, “es entrar en el juego de la reconstruccién sociocul-
tural”, Ch. Hawkes (1954:161-162) incluso opinaba que inferir el
pensamiento religioso de un antiguo grupo resulta la menos confia-
ble de tas labores interpretativas de la arqueologia.
LL. R. Binford (1968), después de discutir lo inapropiado de tales
escalas formales de confiabilidad, propuso que las interpretaciones
de los diferentes fenémenos de la cultura nunca son més 0 menos
emotas, es decir, son accesibles 0 no lo son, estimando que los as-
pectos ‘no materiales”? de la cultura han de tratarse en funcién de
Ja solidez de los argumentos que sustente tal 0 cual proposicién y
lo comprobable de dicho planteamiento hipotético.
Si el propésito tiltimo de esta clase de estudios ha de ser el cono-
cimiento de los procesos conceptuales de una antigua cultura, en con-
secuencia resultard indispensable desentrafiar los valores iconol6gicos
de sus imagenes culturales, de lo contrario habremos de contentar-ICONOGRAFIA ARQUEOLOGICA DE EL TAJIN
La expresion material
de los conceptos
La estructura del
simbolismo material
28
nos con reconocer las formas materiales del significado en vez del
significado de tales formas.
En el momento justo de su aparicién, los contenidos conceptua-
Jes de los iconos eran ya “historia antigua”. Si bien, desde un plau-
sible nivel iconogréfico de su estudio, podriamos descubrir los
sucesivos ensayos de la forma de expresién de alguna “imagen con-
ceptual”, buscando a través del tiempo, para luego reconocer en ellos
jas variaciones de un mismo concepto, aun distinguiendo los cam-
bios de su forma exterior, con la condicion de que no todas las ca-
racteristicas formales de la imagen resultaran trastocadas en dicho
cambio —ya que de ser asi perderiamos su pista—, la comprensién
‘del concepto en sf mismo bien podria escaparsenos por completo.
El problema que presenta la interpretaci6n de las imagenes en el ni-
vyel iconoldgico pocas veces ha sido abordado en forma sistematica
en los estudios sobre antiguas iconografias y, por encontrarse reser~
vado a este aspecto del conocimiento arqueolégico, es casi nula la
experiencia que de ello tenemos.
L.R. Binford, aun sin haber dejado mayor huella entre sus con-
temporaneos, escribié en American Antiquity (1962) que deberiamos
‘establecer correlaciones entre las clases genéricas de los sistemas ideo-
Togicos y la estructura del simbolismo material. S6lo después que
tales correlaciones hayan sido establecidas, decia, los arquedlogos
podrdn estudiar de manera sistematica el componente ideolégico det
sistema cultural.
‘Cuando un pueblo ha dejado atras los esfuezos iniciales del en-
tendimiento sin lograr ain aprehender en imAgenes sus pristinos con-
-ptos, es, en la perspectiva de la iconografia arqueoldgica, como
los hubiera ‘“borrado"”. De tal suerte que la interpretacidn icono-
Togica de su desarrollo icénico se sitia frente a una “historia co-
menzada’”, es decir, lejos de las formas originales de los conceptos
que resumen los iconos. Si el tiempo ha enmascarado dichas formas
originales tras una larga suma de conceptos expresados por image
nes distintas 0 si el estudio de las propias imagenes fuera incomple-
to, la interpretacién iconolégica resultaria imposible,
‘Luego de tal reflexidn, unida a la perspectiva arqueolégica del
‘ensayo que aqui me ocupa, el nivel iconogrdfico, en el mejor de
los casos , equivaldria a una “historia” del origen y del pasado de los
iconos; en cambio, el siguiente nivel iconoldgico resultaria ser sélo
una deduccién del pasado de un sistema de conceptos, nunca la deENERGDUCCION
El campo de la semiologia
Reciprocidad y
traductibitidad
de los sistemas signicos
29
su origen. Ei quehacer de la iconografia arqueoligica, en teoria, bien
puede remontarse a los primeros iconos de un antiguo grupo, pero
jamas podrd profundizar lo suticiente en el tiempo como para des:
‘cubrir las formas originales de Ios conceptos contenidos en ellos. Sin
embaigo, el riesgo mayor de la interpretacion iconologica es el paso
entre un sistema signico, la estructura del simbolismo material, al
decir de L. R. Binford, y un sistema conceptual. Es aqui, en este
paso, donde suele encontrarse toda suerte de inferencias en un de-
sesperado intento por justficarl.
‘A pesar ile que Binford, hace mas de 20 aiios, ya habia esbozado
la necesidad de correlacionar amibos planos de la experiencia cog
noscitiva de una antigua cultura, ningin intento sistematico de re-
lacién reciproca result de ello.
Pero si aceptamos que los signos erdificos de una cultura expre-
san en forma visual los contenidos de la lengua hablada por una co-
munidad, de alguna manera el icono refleja dichos contenidos, por
Jo que su estudio semiolégico, que considera los signos en el propio
contexto social (ef. F. Saussure, 1983; Ch. S. Peirce, 1931 y U. Eco,
1975), pudiera ser el nexo con os sistemas conceptuales de la cultu-
ra antigua. La naturaleza arbitraria y convencional del lenguaje, de
la que quizé escapan solo fas imitaciones onomatopéyicas, ya no es,
como en tiempos de Piatn, una cuestion por debatir. Si existe, tal co-
mo lo ilustra E. H, Gombrich (1982:311), unt enlace natural entre
la palabra caballo y un caballo es un asunto que hoy ha dejado de
tener sentido. Por sistema natural de la lengua entendemos un con-
junto ordenado de signos lingiisticos utilizados en la comunicacion
(¥. M. Lotman, 1979a:8). Por él fluyen los conceptos y en él se tra-
ducen los contenidos conceptuales de los signos de sistemas alter
‘nos de comunicacién. El que exista una relacién, establecida por la
lengua, entre conceptos y palabras es algo que puede aceptarse sin
mayor problema; en cambio, “‘reconstruir” el enlace entre un siste
rma signico no linguistico y el de Ta lengua, distintos en cuanto a los,
védigos bajo los que operan sus signos, pero que mantienen —sin
embargo— una constante relacidn de reciprocidad al traducirse en
uno de los conceptos del otro, implicarfa considerar que aun siendo uno
de ellos un sistema no lingilistico, represemtaria de cierta mane-
sa las formas del contenido de la lengua natural de un antiguo pue-
blo, lo que en realidad nos colocaria frente aun sistema interpretado
por el sistema lingiiistico (cf: E. Benveniste, 1977-65), TrabajandoICONOGRAFIA ARQUEOLOGICA DE EL TAJIN
Un sistema interpretante
del sistema lingiiistico
Sistemas de codificacién
30
en un sélo sistema, el enlace que preocupé a L. R. Binford, el de
tas agrupaciones conceptuales con sus signos, parece més viable. Sin
embargo, hemos perdido el orden combinatorio de los signos icéni-
cos del pasado y, obviamente, la capacidad de transferencia entre
ambos sistemas, el interpretado y el interpretante.
Ahora bien, la recuperacidn de las matrices de combinacién del
sistema icénico nos pondria “a las puertas" de su interpretacién ico-
noldgica, siempre y cuando no las descodifiquemos a través de la
estructura léxico-semantica de nuestra propia lengua —lo que siem-
pre es comiin—, pues de hacerlo asi habriamos errado el camino y
vuelto a los origenes del problema. Es necesario entender que las
estructuras morfo-sintacticas y Iéxico-semanticas de la lengua no se
smantienen estaticas en el tiempo; por lo contrario, se modifican con
relativa rapidez. En el mejor de los casos, podremos recurrir a la
reconstruccién de una protolengua, que junto con la antigua estrc-
tura morfo-sintéctica permite establecer los “campos semianticos”
(cf. R. Trujillo, 1970) de la lengua en cuestidn, esto es, parte de sus
originales estructuras Iéxivo-seminticas.
La adecuada descodificiacién de los siznos no lingiifsticos topa,
cuando menos, con dos obstaculos: el amplio trastorno ocurrido con
el paso del tiempo en la estructura léxico-semantica de las lenguas
Y nuestro desconocimiento de los textos orales de antiguos discur-
Sos ideol6gicos que, de seguro, apoyaban antano su correcta des-
codificacién. Atendiendo a E. Benveniste (1977), enfrentariamos
distintos niveles de descodificacién antes de lograr interpretar los
signos no linguisticos de una cultura arqueolégica. Sin embargo,
siempre que Y. M. Lotman y B. A. Uspenskij (1979:73) tengan ra.
76n al considerar que la vigencia de un complejo codificante o de un
sistema de codificacién viene determinada por la capacidad de
cambiar —conservandola al mismo tiempo— la memoria de los sis.
temas o signos en estados precedentes, podremos intentar, a través
del previo conocimiento de una protolengua en particular y con ple-
nna conciencia de que su precisa estructura léxico-semantica ha que-
dado atras, restablecer el “campo semantico’” de los signos que nos
‘ocupen. Con ello, entrariamos en la misma “ruta” de descodifica.
ci6n seguida en el pasado, con la diferencia hecha por el sentido in-
verso que guardaria nuestro aprendizaje de los discursos ideolégicos
de otros tiempos, que en aquel entonces la comunidad manejaba en
forma oral y que ahora hay que arrancarlos de los signios icénicos.INTRODUCCION
Restableciendo los campos
seménticos
El sentido de la
comunicacién
31
En cierta manera, somos como “‘lectores” faltos de instruccién, es
decir, necesitados de reponer los eddigos pertinentes.
Por lo pronto, y atin lejos de la mejor solucién, es éste un estu-
dio que intenta descubrir la estructura del sistema signico que sub-
yace en los procesos icénicos que ocurrieron, de antiguo, en El Tajin.
Un enfogue tal, presumiblemente y en términos de E. Panofsky, per
mite alcanzar de mejor forma, una vez superado el nivel preiconogrifi-
co, el estudio iconografico de esos signos no linguisticos, esto es, el de
‘campos seménticos”, las concatenaciones conceptuiales en que
se ordenan sus particulares significados. Si a primera vista atin se
antoja dificil lograr una completa comprensién de las estructuras
ideologicas que antaito manifestaron esos signos, su dimensién ico
nol6gica, es porque hay algo de cierto en ello; de ahi que, por aho-
ra, no podamos ir mas alld del esquema conceptual forjado por un
pueblo para luego comenzar a inferirlo todo. Por tal motivo, estas
paginas son apenas las ‘“entrafas" de un estudio. En ellas persegui-
‘mos las regularidades de! sistema signico que subyace en los proce.
s05 icdnicos que en el pasado se sucedieron en El Tajin, con el
propésito de recuperar la estructura morfo-sintactica de la comuni-
cacién cifrada en los signos icénicos, para luego bosquejar el pro-
grama seméntico de dichos signos, armando las “‘entrafias”” de sus
contenidos conceptuales, cuando sea posible, a través de la estruc
tura léxico-semantica de alguna protolengua y, cuando ello no sea
posible, mediante la forma que ésta presenta en la actualidad. A ello
volveremos mas adelante, pero, por el momento, precisemos la es-
tructura analitica de nuestro estudio.
Dicha estructura, de franca linea deductiva, correria en el senti-
do de la induccién de querer ir mas alld de los “campos semanti-
cos” de los signos en particular para restablecer, luego de haberlos
conjuntado, una ideologia perdida. Cuanto més precisemos tales
“campos semanticos””, por ahora, mayor sera el riesgo que se pue-
de correr en el sentido de la induccién, de la inferencia. De ello vie~
ne que el estudio sea esquematico y por su naturaleza atin parcial
Ahora bien, el andlisis que luego del siguiente capitulo toma su for-
ma més completa ha quedado estructurado a manera de “réplica
del sistema general de las ienguas naturales”, esto es, por una parte
habremos de analizar la estructura morfo-sintactica de tan particu-
lar sistema signico, los cédigos que lo hacen operable y, por ia otra,
la estructura léxico-semantica de tal sistema, Es aqui, en el nivelICONOGRAFIA ARQUEOLOGICA DE EL TAJIN
Iconografia 0 iconologia
mds profundo del andlisis, donde reside toda posibilidad de averi-
guar cf significado iconolégico de las imagenes en cuestion y,
Por supuesto, el programa semntico de los signos. Si hemos optado por
hacerlo asi es porque, como L. Hjelmslev (1971), consideramos que
el sistema general de las lenguas, por su carcter neutral, es compa-
{ible con sistemas alternos de comunicacién.
A lo largo del estudio estableceremos una perspectiva que nos per-
‘mita enfrentar tanto los problemas dela sintaxis como los de la se
miosis de aquellos antiguos signos. Ahora bien, la sintaxis de los
sistemas signicos, verbales 0 no, sufre modificaciones con el paso
del tiempo. A ello nos hemos referido antes, pero cuando se trata
de iconografias arqueolégicas esta “‘cualidad”” introduce un giro al
problema que en si representa la posibilidad de recuperar el orden
combinatorio de los signos y, por supuesto, de sus significados. Te-
ner en cuenta sus transformaciones habra de evitarnos asociar sie
nos que nunca fueron coetineos o pretender que operaron en una
estructura morfo-sintdctica que s6lo regul6 su combinacién signica
luego de muchos fos de continuo ensayo. De hecho, este criterio
es el que ha dado forma a nuestro estudio y el que ha configurado
tambien la estructura del texto que lo presenta.