Daniel Soutullo - El Valor Moral de Los Animales y Su Bienestar PDF
Daniel Soutullo - El Valor Moral de Los Animales y Su Bienestar PDF
Daniel Soutullo1
El inters por establecer normas de conducta en las relaciones que los humanos
mantenemos con los animales no humanos2 y el trato que les dispensamos es casi tan
antiguo como la propia historia humana. En el libro del Gnesis del Antiguo
Testamento aparecen preceptos acerca del dominio que los humanos podemos ejercer
sobre todos los animales3. Tanto los filsofos griegos, como Aristteles4 o Epicuro5,
como la tradicin cristiana medieval, desde San Agustn6 a Santo Toms de Aquino7,
tambin se interesaron y reflexionaron sobre la cuestin de los animales. Del mismo
modo, filsofos modernos, como Descartes8 (que consideraba que los animales eran
simples mquinas) o Kant, recogieron en sus obras reflexiones acerca del estatus moral
de los animales. Todos ellos, con muy pocas excepciones (como la de los filsofos
1
Catedrtico de biologa en el IES Monte da Vila de O Grove (Pontevedra).
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A lo largo de este texto utilizar la denominacin de animales para referirme a las especies
animales cuando se excepta a la especie humana. Soy perfectamente consciente de que los humanos
tambin somos animales, de la clase mamferos, pero por razones de economa me he inclinado por esta
terminologa ms corta aunque inexacta, en vez de la ms larga y precisa de animales no humanos,
cuando son contrapuestos a los humanos.
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Despus dijo Dios: Vamos a hacer al hombre a nuestra imagen y semejanza, y que mande en los
peces del mar, en los pjaros del cielo, en los animales domsticos y en todos los reptiles de la tierra. Y
cre Dios al hombre a su imagen y semejanza, lo cre varn y hembra. Y los bendijo as: Reproducos,
creced, llenad la tierra y sometedla. Mandad en los peces del mar, en los pjaros del cielo y en todos los
reptiles de la tierra.
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Los animales domsticos son mejores por naturaleza que los salvajes, y para todos ellos es mejor
vivir sometidos a los hombres porque as consiguen su seguridad.
5
Los animales que no pudieron convenirse por pacto alguno de no daar ni ser daados, no reciben
justicia, ni padecen injusticia.
6
Decimos con razn que los animales irracionales estn entregados a la utilidad de las naturalezas
superiores, aunque estas sean viciosas, como vemos manifiestamente en el Evangelio que el Seor
concedi a los demonios utilizar segn su deseo los puercos.
7
Con estas razones se refuta el error de quienes afirman que el hombre peca si mata a los animales
brutos, pues, dentro del orden natural, la providencia divina los ha puesto al servicio del hombre. Luego
el hombre se sirve justamente de ellos, matndolos o emplendolos para otra cosa []. Mas si en las
Sagradas Escrituras se encuentran ciertas prohibiciones de cometer crueldades con los animales, como
la de no matar al ave con cras, ello obedece a apartar el nimo del hombre de practicar la crueldad con
sus semejantes, no sucediera que alguien, siendo cruel con los animales, lo fueran tambin con los
hombres, o porque el mal ocasionado a los animales redunda en dao temporal para el hombre que lo
hace o para otro.
8
Si hubiese mquinas tales que tuviesen rganos y figura exterior de un mono o de otro animal
cualquiera, desprovisto de razn, no habra medio alguno que nos permitiera conocer que no son en
todo de igual naturaleza que estos animales.
1
(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
pitagricos), han defendido una posicin de absoluto dominio de los humanos sobre
los animales no humanos, en correspondencia con las actitudes que la mayora de las
sociedades han practicado en su trato con los animales.
En efecto, a lo largo de la historia los humanos siempre hemos utilizado a los
animales para nuestras necesidades y/o diversiones sin preocuparnos de su
sufrimiento o bienestar. Cuando se les tena en consideracin siempre era en funcin
de los intereses humanos y no en funcin de los propios animales. Y, aunque existen
diferencias dependiendo de las distintas culturas, esa pauta de conducta ha
constituido la norma predominante.
Pese a esta presencia de la cuestin de los animales en el pensamiento de los
filsofos a lo largo de la historia, no es hasta la segunda mitad del siglo XVIII, con el
filsofo utilitarista Jeremy Bentham, que aparece una reflexin ms sistematizada
sobre la cuestin de los animales, desde una perspectiva de reconocimiento de su
valor moral. Sin embargo, aunque la importancia de la tradicin utilitarista sobre la
cuestin de los animales no puede ser menospreciada, hay que esperar hasta la
segunda mitad del siglo XX para poder hablar de un verdadero movimiento en defensa
de los animales.
No hay duda de que la actitud hacia los animales ha cambiado notablemente en las
ltimas dcadas en sectores significativos de las sociedades occidentales. Entre los
factores que propiciaron esta nueva actitud cabe destacar: 1) los cambios sociales y de
mentalidad en relacin con la cuestin de los derechos de los individuos; 2) la
explotacin industrial y confinamiento masivo de animales de granja en condiciones
deplorables; 3) la sensibilizacin hacia la naturaleza y la consiguiente aparicin del
movimiento ecologista; 4) el impacto ambiental destructivo de muchas actividades
humanas; y, por ltimo, 5) la aparicin de la problemtica del bienestar animal y de los
derechos de los animales.
Las relaciones que los humanos establecemos con los animales son muy variadas y
el trato que les dispensamos no depende solamente de las concepciones tico-
filosficas que sobre ellos tengamos, sino tambin de la naturaleza de la relacin
establecida con ellos, que puede ser muy diversa, como se deriva de la observacin de
los distintos tipos de relaciones entre humanos y animales recogidos en la siguiente
tabla:
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Tomado de Agustn BLASCO, tica y bienestar animal, Ediciones AKAL, S. A., 2011, p. 22.
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Las diferencias entre los animales y los humanos pueden ser objeto de estudio
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Tomado de Agustn BLASCO, tica y bienestar animal, Ediciones AKAL, S. A., 2011, pp. 40-41.
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Las corrientes ticas que ms influencia han tenido en los debates sobre la
problemtica de los animales han sido el deontologismo kantiano, que representa la
postura dominante de la tradicin antropocntrica hasta nuestros das, el utilitarismo,
representado en la actualidad por el filsofo australiano Peter Singer, y el
deontologismo ampliado del norteamericano Tom Regan, que representa una
perspectiva de zoocentrismo radical. A ellas me referir a continuacin. Otras posturas
interesantes, como el enfoque de las capacidades de Martha Nussbaum, el
contractualismo de Peter Carruthers, o la de Adela Cortina, a medio camino entre el
contractualismo y el deontologismo, no sern tratadas por razones de espacio en esta
exposicin.
Deontologismo kantiano
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Otras formulaciones del imperativo categrico kantiano son: Obra solo de forma que puedas
desear que la mxima de tu accin se convierta en una ley universal y obra como si por medio de tus
mximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines.
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Utilitarismo
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Cules seran estos intereses que deben merecer igual consideracin? Para Singer,
como lo era para Bentham, la clave est en la capacidad de experimentar dolor o
sufrimiento. Por eso, afirma que el principio de igualdad requiere que el sufrimiento
sea considerado de igual manera que igual sufrimiento de cualquier otro ser. Aqu nos
encontramos con un problema, al que ya hemos hecho referencia al tratar de las
diferencias entre humanos y animales, que se refiere a la capacidad de experimentar
sufrimiento emocional para parte de los animales, para poder estimar si el sufrimiento
animal y el humano pueden ser equiparables y, por lo tanto, merecer la misma
consideracin. La postura de Singer en este punto resulta un tanto decepcionante, ya
que es claramente contradictoria y no permite, como a primera vista pudiera parecer,
establecer una base slida para el tratamiento de los intereses de los humanos y los
animales en situaciones de conflicto.
Comienza Singer con una afirmacin rotunda: un dolor es un dolor, cualquiera que
sea la especie que lo experimenta. Pero, unas lneas ms adelante reconoce, en
contradiccin con la afirmacin anterior, que no se puede comparar con exactitud el
sufrimiento entre miembros de distintas especies. Y concreta este aserto en que los
seres humanos adultos normales poseen una capacidad mental que, en determinadas
circunstancias, les hace sufrir ms que a los animales en las mismas circunstancias, ya
que la angustia mental es lo que hace que la posicin humana sea ms difcil de
soportar. Una vez hecho este reconocimiento resulta difcil mantener el principio de
igual consideracin de intereses, basado en la capacidad de experimentar dolor o
sufrimiento, cuando se aplica a situaciones en las que los intereses de los animales
entran en conflicto con los intereses de los humanos, por lo menos cuando los
intereses humanos a considerar no sean triviales. A la vista de su argumentacin, la
postura de Singer es deudora de un inevitable antropocentrismo fctico, aplicado a la
capacidad de experimentar angustia mental, aunque me imagino que Singer no se
sentira en absoluto identificado con esta etiqueta.
Otro aspecto relevante de la tica animalista de Singer es su condena del
especiesmo. Segn Singer, aquellas personas que yo llamara especiestas dan
mayor valor a los intereses de los miembros de su propia especie cuando se da un
conflicto entre sus intereses y los intereses de los miembros de otra especie, y lo
equipara al racismo porque, al igual que los especiestas, los racistas violan el
principio de igualdad al dar mayor peso a los intereses de los miembros de su propia
raza cuando se produce un conflicto entre sus intereses y los miembros de otra raza.
El especiesmo sera una forma particularmente injusta de antropocentrismo, tan
condenable moralmente como el racismo o el sexismo.
Debemos concordar con Singer en que el especiesmo, como postura moral de
principio, es inaceptable por ser arbitrario y discriminatorio. Esto puede apreciarse
muy bien si nos imaginamos una situacin hipottica en la que los neandertales no se
hubiesen extinguido hace entre 25 mil y 30 mil aos, y que hoy en da coexistieran con
nosotros, deberamos discriminarlos solamente porque no son de nuestra misma
especie? Si poseyeran los atributos necesarios para considerarlos personas, qu razn
habra para no tratarlos como tales? Evidentemente, el hecho de que las nicas
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(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
Se sabe que alrededor del 10 por ciento de las parejas humanas son estriles.
Supongamos que se descubriera que ello obedece a que en realidad existen dos
especies diferentes de humanos, que solo pueden distinguirse por su incompatibilidad
reproductiva. En esas circunstancias, sera claramente condenable que la especie
mayoritaria privara de derechos morales a la minoritaria, solo porque pertenece a una
especie diferente. Ese sera un caso evidente de discriminacin entre especies
(Carruthers, 1992)13.
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Aunque el ejemplo de Carruthers es obviamente ficticio, no lo es el hecho de la existencia en la
naturaleza de especies idnticas en apariencia, que solamente se distinguen por estar aisladas
reproductivamente. Son las llamadas especies gemelas. Dobzhansky et al (1980) han sealado que los
bilogos que trabajan con Drosophila han puesto de manifiesto muchos ejemplos de especies gemelas.
Ya se han mencionado Drosophila pseudoobscura y D. persimilis.
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CONCEPTO DE PERSONA
Boecio La persona es una sustancia individual de naturaleza racional.
Toms de Aquino Todo individuo de naturaleza racional es llamado persona.
John Locke Persona es un ser pensante, inteligente, que razona y reflexiona y puede
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Deontologismo ampliado
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Dilemas y contradicciones
Las distintas perspectivas ticas en relacin con el valor moral de los animales
deben enfrentarse en la prctica con dilemas y situaciones conflictivas y ofrecer
alternativas razonables para solventar esas situaciones. Como veremos seguidamente,
tanto el utilitarismo de Singer como la perspectiva de los derechos de los animales de
Regan no solamente plantean problemas tericos y de coherencia interna sino que
cuando se enfrentan a situaciones controvertidas no ofrecen alternativas satisfactorias
ya que, para evitar chocar frontalmente con nuestras intuiciones morales ms bsicas,
se inclinan, en la prctica, por soluciones antropocntricas, en clara contradiccin con
los fundamentos de sus respectivas doctrinas.
Algunas situaciones ficticias, en las que la salvaguarda de la vida de los seres
humanos puede requerir el sacrificio de animales, ilustran bien estas contradicciones a
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las que acabo de hacer referencia. Imaginemos que un camargrafo, que est rodando
en frica escenas de la vida salvaje y que lleva consigo un rifle como medida de
precaucin, observa con su cmara que un leopardo se acerca sigilosamente a un nio
que est jugando distradamente, sin percatarse del peligro. El camargrafo est en
una situacin ideal para abatir al leopardo con su rifle y salvar as la vida del nio,
debe hacerlo? Nuestras intuiciones morales ms elementales non dictarn que
indudablemente el camargrafo debe intentar salvar al nio matando al leopardo y
consideraramos que no hacerlo, simplemente por respetar la vida del leopardo,
constituye una perversin moral inaceptable. La primaca de la vida humana frente a la
animal parece clara, ya que si en vez de un nio se tratase de un joven antlope no
abogaramos por el sacrificio del leopardo frente al del antlope; simplemente, lo
consideraramos una contingencia de la vida salvaje en la que el depredador y la presa
compiten por su supervivencia.
Otro caso ficticio, que ilustra este mismo dilema, es el de una persona que tiene a
su cargo dos bebs, uno humano y otro de chimpanc (la especie filogenticamente
ms prxima a los humanos), pero solamente tiene leche para alimentar a uno de
ellos. A diferencia del caso anterior, no necesita tomar la decisin rpida y
precipitadamente, sino que puede meditarla detenidamente. A cul de los dos bebs
debera alimentar y, en consecuencia, salvar dejando morir al otro? Una vez ms, creo
que cualquier persona moralmente madura resolvera el dilema a favor del beb
humano.
Dilemas semejantes tambin se los han planteado los defensores de los derechos
de los animales y en todos (o casi todos) los casos han optado por alternativas a favor
de los intereses de la vida humana en juego. Tom Regan, por ejemplo, ha expuesto el
siguiente caso:
Imaginemos que hay cinco supervivientes en una barca. Debido a los lmites de
tamao, la barca solo puede acoger a cuatro. Todos pesan aproximadamente lo mismo y
ocuparan aproximadamente la misma cantidad de espacio. Cuatro de los cinco son
seres humanos adultos normales, y el quinto es un perro. Hay que echar a uno por la
borda o bien perecern todos. Quin debe ser este? [...] Ninguna persona razonable
negara que la muerte de cualquiera de los cuatro humanos sera una prdida prima
facie mayor, y por lo tanto un dao prima facie mayor, que la prdida del perro. [] La
concepcin de los derechos implica adems que, dejando a un lado consideraciones
especiales, deberan lanzarse por la borda un milln de perros y salvarse a los cuatro
humanos (Regan, 1983).
Estoy de acuerdo con Regan en este caso pero creo que su concepcin del igual
valor inherente de humanos y animales, sin existencia de grados, se ve seriamente
menoscabada por la solucin que aporta al dilema.
A un problema semejante al de Regan se enfrenta Peter Singer al someter a
escrutinio su concepto de especiesmo. Recordemos que, segn Singer, es especiesta
cualquier individuo que da mayor valor a los intereses de los miembros de su propia
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especie cuando se da un conflicto entre sus intereses y los intereses de los miembros
de otra especie. Pese e esto, afirma que no sera necesariamente especiesta ordenar
con algn criterio jerrquico el valor de vidas diferentes y que, por consiguiente, no
caeramos en el especiesmo si mantenemos que la vida de un ser consciente, con
capacidad de pensamiento abstracto, de planificar el futuro, de actos de comunicacin
complejos, etc., es ms valiosa que la vida de un ser sin estas capacidades. El
problema es que al decidir que estas capacidades (todas ellas genuinamente humanas)
poseen un valor jerrquico superior desde el punto de vista moral est adoptando un
enfoque claramente antropocntrico y, por lo tanto, especiesta, en clara contradiccin
con el principio de igual consideracin de intereses que est en la base de toda su
doctrina tica en defensa del valor moral de los animales.
De una inconsecuencia moral anloga hace gala Jorge Riechmann, con la diferencia
que l acepta explcitamente esa inconsecuencia. Refirindose a la experimentacin
con animales, a la que es claramente contrario, afirma que empleando la venerable
terminologa kantiana, los animales son fines en s mismos (aunque no sean ni puedan
ser agentes morales). Si se acepta lo anterior, entonces hay que reconocer que la
experimentacin con animales es ticamente injustificable, pero puesto en la tesitura
de tener que elegir entre primates y humanos para realizar ciertos experimentos
inevitables (por ejemplo, pruebas en primates de posibles vacunas contra el Sida), yo
elegira realizar las pruebas en primates. Se trata de una opcin ticamente
injustificable, de una inconsecuencia moral, y soy plenamente consciente de ello.
Por su parte, Jess Mostern, que tambin se ha caracterizado por una defensa
abierta de los derechos de los animales, reconoce implcitamente que animales y
humanos no pueden ser equiparables en todas las circunstancias, ya que acepta el
sacrificio de animales con fines alimentarios, cosa que, obviamente, no se plantea en el
caso de los seres humanos. As, afirma razonablemente que en el caso de los animales
de comida, es decir de la ganadera y la piscicultura, los ganaderos cuidan y alimentan
a los animales que luego van a sacrificar en el matadero. Los animales cuya muerte
provoca el ganadero no habran existido ni vivido si no fuera por su interferencia
artificial. En este caso, no veo objecin moral alguna a la muerte artificial del animal,
siempre que esta se realice sin dolor.
Otros aspectos que presentan dificultades a los defensores de las ticas animalistas
son las diferencias en la consideracin de distintas especies animales y el tratamiento
de las plagas. El principio de igual consideracin de intereses de los utilitaristas o el
valor inherente, sin diferencias de grados, para diferentes especies animales de los
defensores de los derechos resultan, en la prctica, muy poco satisfactorios para dar
cuenta de la diversidad de actitudes que adoptamos frente a distintas especies. Parece
bastante claro que, aunque quisiramos, no podramos tratar igual a los perros que a
los ratones o a los topos que a los monos, por citar ejemplos de mamferos. Si
hicisemos extensivas estas consideraciones a otros vertebrados o, ms an, a los
invertebrados, estas consideraciones resultan todava ms evidentes. No se trata
solamente de un problema de ndole prctico, que lo es, sino tambin de la empata
que podemos desarrollar frente a distintas especies de animales en el trato con ellas.
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(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
Damos mayor consideracin moral a un mono que a una mosca, no solamente porque
el mono pueda sentir dolor y tenga un cerebro ms desarrollado sino porque posee
caractersticas y atributos mucho ms cercanos a los nuestros que la mosca y, por ello,
podemos identificarnos mucho ms con aquel que con esta, cualquiera que sea la
situacin de que se trate. Del mismo modo que optamos por la defensa del valor de la
vida humana cuando se presenta un conflicto de intereses importante, optamos
tambin por la defensa de un mono frente a una rata y, ms todava, frente a una
cucaracha. Las razonas que nos llevan a ello, sin ser totalmente idnticas (ya que el
sentido moral que reconocemos a los humanos no lo reconocemos a ninguna otra
especie animal) s son bastante anlogas y tienen mucho que ver con la cercana
evolutiva, es decir, con el grado de parentesco dentro del reino animal, que determina
que poseamos tantas ms caractersticas comunes cuanto mayor sea este.
El tratamiento de las plagas, al que antes alud, raramente aparece tratado en los
textos de los defensores de los derechos de los animales. En virtud del reconocimiento
del valor inherente de las ratas, como mamferos que son, estaramos dispuestos a
renunciar al tratamiento de las plagas de ratas en las grandes ciudades y cargar con los
graves problemas de salud pblica que de esta actitud podran derivarse? Creo que
una actitud moral y socialmente responsable nos llevara inevitablemente a adoptar
medidas favorables al control de plagas, en detrimento de los intereses de las ratas,
cualesquiera que sean estos. La importancia moral de los seres humanos y de las ratas
no puede ser equiparable y dudo que las ticas animalistas puedan resolver
satisfactoriamente este problema sin renunciar a sus postulados fundamentales.
Otra cuestin de especial relevancia que plantea dilemas controvertidos y es objeto
de posturas enfrentadas es la del uso de animales en investigacin. Sobre la tica de la
investigacin con animales he publicado un extenso trabajo en Pgina abierta14 (a
donde remito al lector o lectora interesados), razn por la cual no tratar aqu esta
cuestin.
14
El trabajo fue publicado en dos entregas, en los nmeros 209 (julio-agosto de 2010) y 210
(septiembre-octubre de 2010) de Pgina abierta, respectivamente.
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(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
proteccin contra el maltrato hacia los animales, que la tica tradicional ha sido
incapaz de condenar moralmente.
El problema es que, por loables que hayan sido los intentos, las dificultades con las
que se han encontrado las ticas zoocntricas para articular un discurso coherente han
resultado insuperables. Adems, enfrentadas a los dilemas prcticos, ficticios o reales,
se han inclinado en la mayora de las ocasiones hacia soluciones antropocntricas que
han socavado su coherencia interna. Cuando no ha sido as, y han adoptado posturas
contrarias a la explotacin de los animales, como ha ocurrido en la oposicin a la
utilizacin de animales en experimentacin cientfica o en la defensa del
vegetarianismo para evitar el sacrificio de animales para alimentacin, han conseguido
un cierto grado de sensibilizacin de sectores de la opinin pblica que ha redundado
en la aprobacin de algunas normativas destinadas a mejorar la situacin de los
animales. Sin embargo, no han conseguido alcanzar su objetivo de equiparar
moralmente a los animales con los humanos, ya que sus metas en este sentido han
aparecido como poco razonables.
En lo que sigue tratar de exponer algunas consideraciones y criterios de lo que
considero una postura razonable de respeto moral hacia los animales inspirada en un
antropocentrismo dbil. Comparto con las ticas animalistas la idea de que la tica
tradicional de desprecio hacia el valor moral de los animales resulta insostenible hoy
en da. En este sentido, me parece muy atinada la opinin de Mostern de que el
extremo antropocentrismo de la tradicin moral cristiano-kantiana nos parece ahora
una posicin anacrnica, difcilmente sostenible e incapaz de dar respuestas
satisfactorias a las exigencias de nuestra actual sensibilidad. La concepcin de Kant de
que los animales son cosas15 creo que es profundamente errnea a la luz de los
conocimientos biolgicos actuales fundamentados en la teora de la evolucin.
Tampoco me parece muy feliz desde el punto de vista moral. Tal vez Kant dio
demasiada importancia a la racionalidad a la hora de decidir qu seres merecen
respeto moral. La racionalidad, con ser importante, no puede constituir el nico
criterio. El valor moral que les otorgamos a personas que tienen sus facultades de
raciocinio gravemente daadas induce a pensar que deben existir otros factores
relevantes complementarios que es necesario tener en cuenta.
El que los criterios que voy a exponer se siten dentro de una perspectiva
antropocntrica no es debido solamente a las incoherencias apreciadas en las ticas
animalistas. Creo que la perspectiva antropocntrica es inevitable ya que, como
apunta Victoria Camps, si la tica tiene que abrirse de forma que d cabida a otros
seres distintos de los humanos [] debe hacerlo sin confundirse de perspectiva y sin
rechazar de plano el paradigma tico vigente hasta ahora, que es antropocntrico. []
En efecto, compadecemos a los animales y los incluimos en nuestra reflexin moral,
pero no los convertimos a ellos mismos en agentes o sujetos morales. Si la vida
humana parece ms valiosa que cualquier otra vida solo es porque es desde ella desde
15
Aquello de lo que el hombre puede disponer han de ser cosas. A este respecto los animales son
considerados como cosas, pero el hombre no es una cosa.
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(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
donde se otorga valor a la vida humana en general. Ah est la superioridad del ser
humano.
Un primer criterio hace referencia a la crueldad. La moral humana prohbe la
crueldad para con otros seres humanos, y no hay una buena razn para utilizar este
principio de otro modo en lo que se refiere a los animales. En segundo lugar, la
capacidad de experimentar dolor o sufrimiento es un criterio importante, que motiva
que tengamos obligaciones morales para con los animales. Sin embargo, la capacidad
de experimentar dolor o sufrimiento, aunque importante, no es el nico criterio
relevante. Existen otros, como la racionalidad o la autoconsciencia propias de las
personas, que tambin son importantes desde el punto de vista moral. Estos criterios
determinan que el valor de los humanos (en tanto que personas) y de los animales no
sea equiparable.
Nuestra ascendencia evolutiva comn hace que compartamos con los animales
algunas caractersticas moralmente relevantes. Las diferencias entre humanos y
animales, aunque muy importantes, son sobre todo de grado, aunque algunas, como la
autoconsciencia o ciertas propiedades del lenguaje, presentan un efecto de umbral
que se traduce en que, en la prctica, esas diferencias parezcan ms cualitativas que
cuantitativas. En virtud de estas caractersticas compartidas, debemos considerar a los
animales, sobre todo a los grandes simios (los ms prximos filogenticamente), como
seres moralmente valiosos hacia los cuales tenemos deberes de justicia.
Por otro lado, en virtud de las diferencias que justifican nuestro enfoque
antropocntrico, que hemos ilustrado con varios casos de dilemas morales irresolubles
sin este enfoque, es necesario establecer una gradacin entre las obligaciones morales
frente a los seres humanos y frente a los animales. Asimismo, es necesario hacerlo
tambin entre las diferentes especies de animales, ya que existen criterios morales
que as lo aconsejan o prescriben y porque la gradacin entre animales es
pragmticamente inevitable.
De forma sumaria, los criterios a los que hemos venido haciendo referencia seran la
capacidad de experimentar dolor o sufrimiento, la racionalidad (capacidad de planificar
el futuro), la autoconsciencia, la posesin de sentido moral, la autonoma y la
reciprocidad. Algunos son total o parcialmente compartidos con los animales, mientras
que otros son exclusivamente humanos y aunque resulta muy difcil ponderar la
importancia relativa de unos frente a otros, en conjunto permiten establecer una
gradacin de obligaciones morales para con las distintas especies animales.
La asuncin de esas obligaciones debera tener consecuencias prcticas, en forma
de cambios de hbitos (reflejados legalmente) en nuestras prcticas con los animales y
en la supresin de ciertas actividades. Por lo que se refiere a estas ltimas, las ms
relevantes seran la prohibicin de espectculos o festejos que implican un trato cruel
con los animales (como los espectculos taurinos) y la caza deportiva. En cuanto a las
primeras, las ms importantes hacen referencia a la cra industrial, a la
experimentacin con animales y al trato especial que deberamos dar a los grandes
simios.
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(Pgina Abierta, nmeros 221 y 222, julio-agosto y septiembre-octubre de 2012)
Conclusiones finales
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