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¿Qué significa ‘TOMAR A LOS PADRES’?

“Si no es paradójico, no es verdad.” – Suzuki Roshi

“Lo opuesto de una verdad profunda suele ser otra verdad profunda.” – Niels Bohr

En el mundo de las Constelaciones Familiares se habla mucho de ‘tomar a los padres’,


una expresión que fue introducida y utilizada por Bert Hellinger para describir una
determinada actitud de los hijos en la relación con sus progenitores, y que es un
concepto básico dentro del marco teórico de las Constelaciones.

Pero, ¿qué significa ‘tomar a los padres’?

Se podría decir que es un asentir desde lo profundo del propio ser al hecho de tener
justo este padre y esta madre que a uno le ha tocado, con sus luces y sus sombras.
Que un hijo existe es resultado obvio y definitivo del hecho de tener estos padres y no

otros, nuestra mera existencia se basa en ello. En este sentido cualquier dificultad o
conflicto interno para poder asentir a sus padres hace que uno mismo se tambalee,
como si uno perdiera la tierra bajo sus pies, cuestionando la propia existencia.

Esta expresión ‘tomar a los padres’ va mas allá de ‘aceptar a los padres’ o ‘respetarles’.

En estas últimas uno puede mantener una distancia casi infinita hacia ellos, como “los
acepto, pero no quiero saber nada de mis padres”. ‘Tomar’ significa entrar en contacto

directo, tocarlo con las manos, permitir que lo tomado esté dentro de la propia esfera;
y finalmente integrarlo en el propio ser.

Así que es un profundo acto de asentir a la realidad tal como es y cómo fue. Puede

tener un efecto sanador inmenso en la persona que lo logra; incluso hasta el punto de
conseguir encontrar la paz con la vida misma y tomarla tal como es.

Todo esto ha llevado a algunos consteladores a insistir a sus clientes, como si se


tratara de un mandamiento absoluto que hay que cumplir, en que tomen a sus padres,

habitualmente a través de una expresión verbal, a menudo acompañada por un gesto

© Peter Bourquin 2014


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corporal como una inclinación delante de ellos. No obstante, estos terapeutas olvidan
una verdad esencial: uno solo puede tomar algo de lo que está separado
está separado.

Y para muchas personas es un largo y arduo proceso poder separarse de su madre


y/o padre y salir de la relación simbiótica propia de todo niño con sus padres. Mientras
que en la primera etapa de vida, el embarazo, el bebé está en plena unión corporal

con su madre, una vez nacido se vincula inmediatamente con toda su alma a ella en
primer lugar, y a su padre y los demás familiares cercanos después. Pertenecer es
para el niño una cuestión arcaica de supervivencia y esto le lleva a una relación
simbiótica con ellos. Es su ‘tribu’ y la necesita. Resuena con ellos, comparte sus

valores y juicios, se preocupa por ellos y está dispuesto a lo que haga falta para verles
felices que es su mayor deseo. En el ‘tiempo mágico’ de todo niño – hasta unos siete u
ocho años - se siente poderoso para conseguirlo ya que en su fantasía lo está viviendo

así.

Llegado a la edad adulta en muchos hijos se perpetúa esta actitud que se suele
manifestar de muchas maneras, por ejemplo: puede que el hijo se sienta responsable
de sus padres; o que los anhele con toda su alma ya que no pudo disfrutar lo
suficiente de su presencia, sea física o emocional; o que los tenga instalados en su
propio ser como entidades intrapsíquicas poderosas lo que puede ocurrir sobre todo

cuando fueron abusivos con él en su infancia. En cualquier caso, dinámicas como

estas le instalan y mantienen en una relación simbiótica, en que su propia identidad


está mezclada con emociones, mandatos, expectativas y actitudes de uno o ambos

progenitores.

Así que para algunas personas el siguiente paso en su proceso de maduración y


sanación no es ‘tomar a los padres’ para superar un viejo rechazo o resentimiento

hacia ellos, sino justo lo contrario: ¡separarse de sus padres!

Aquí se requiere la sensibilidad y la comprensión del terapeuta para captar que es lo


que su cliente necesita. Porque para una persona así un acto de tomar a los padres

solo reforzaría y agravaría la relación simbiótica y con ello el problema. El cliente casi

siempre participaría en un acto terapéutico así, pero lo haría más bien para satisfacer
u obedecer al terapeuta ya que le percibe como una figura de autoridad. Actuaría

© Peter Bourquin 2014


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desde su parte superviviente, alejando y traicionando con ello todavía más su parte
niño o adolescente al ignorar sus experiencias y sus necesidades.

Cuando somos niños los padres nos parecen dioses omnipotentes y omniscientes. En
la etapa de la adolescencia son más bien figuras de autoridad potentes y molestas a
las que uno intenta ganar terreno propio y diferenciarse de ellos, luchando por una

cierta autonomía. Una vez adultos los hijos suelen paulatinamente ver a sus padres
como seres independientes de uno y percibirlos en el contexto de su propia historia de
vida, por lo que pueden entender sus actos y su carácter no solo como padres, sino
también como simples seres humanos con sus luces y sombras; y con esto cede la

necesidad de juzgarles. Quizás se requiere incluso la adultez madura para conseguir


esto. No obstante, ‘tomar a los padres’ incluye todas estas diferentes edades de la
misma persona y solo entonces será un acto integral y sanador.

A continuación describo dos aspectos de mi experiencia como terapeuta que han


mostrado ser eficaces.

“Solo soy la hija / el hijo”: afirmarse en esta actitud y entrar en consonancia con ella es
un paso decisivo para reubicarse en un lugar sano a la vez que humilde en su sistema
familiar; ya que reconoce a la vez también la propia impotencia a la hora de ‘salvar’ a
sus seres queridos y cercanos.

Igualmente es de gran ayuda desarrollar una buena relación con las partes propias en

uno mismo, que podríamos llamar en su totalidad el ‘niño interno’. Se trata de tomar
conciencia de él, para a continuación cuidarle, protegerle, atender a sus necesidades y

carencias, y de esta forma darse a sí mismo ‘a posteriori’ de forma simbólica y creativa

lo que uno quizás no recibió en la medida necesaria en su infancia. A esto puede


además contribuir de forma significativa la experiencia reparadora de relaciones sanas

y nutritivas con personas cercanas en su vida actual.

Ambos actos sirven para tenerse más en cuenta y hacerse responsable de sí mismo, y
son pasos hacia una mayor vitalidad y autonomía que finalmente llevan a la

integración del Ser.

Una paradoja preciosa es que el soltar a los padres, dejándoles tal como son y cómo
fueron es lo que nos libera, y que a la vez es una manera de tomarles. Mientras un hijo

© Peter Bourquin 2014


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adulto intenta ser fiel a sus padres no los toma sino justo lo contrario. Sigue en la
relación simbiótica y no se ha encontrado a sí mismo. Recuerdo una frase de Stephan
Hausner: “En última consecuencia, para poder vivir los hijos tienen que dejar morir a
sus padres.” Es esta actitud interna de dejarles atrás lo que separa al hijo de sus
padres, y a la vez hace posible tomarles. No es por tanto primordialmente una cuestión

de lo que uno como hija o hijo hace o no hace, es decir de sus actos. Estos son más
bien un reflejo de la actitud y de las circunstancias personales de cada uno.

De paso también significa para el terapeuta un desafío: despedirse de sus fantasías o


ideas del ‘mundo feliz’. Porque en cada uno de nosotros hay un niño que desea una

familia armoniosa. No obstante, si la realidad fue diferente hay que mirarla de cara tal
como ha sido, sin querer cerrar en falso conflictos pendientes e ignorarles.

Un ejemplo: una mujer fue en su tierna infancia durante años abusada sexualmente

con mucha brutalidad por su padre, mientras su madre hacia la vista gorda. Después
de una adolescencia complicada, con el tiempo aparentemente se recuperaron las
relaciones entre la hija y sus padres. Pero digo aparentemente, ya que el precio fue
silenciar y negar lo sucedido, lo que tuvo en la hija el efecto de seguir en una fuerte
disociación interna, para no sentir a su parte niña, llena de dolor, rabia, desprecio
hacia sí misma y desconfianza hacia los demás. Esto además tuvo un efecto

autodestructivo, amenazando constantemente su precario equilibrio interior en su vida

de adulta. Ella asumió este precio, ya que por lo menos le facilitaba un sentimiento de
‘tener padres’ y no sentirse sola del todo.

Pero la situación se derrumbó al finalmente nombrar lo sucedido. Lo que por un lado

fue un acto de lealtad consigo misma y especialmente con la niña herida en ella, causó
por el otro lado reacciones como un fuerte y agresivo rechazo por lado del padre y una

negación y culpabilización así como varios intentos de suicidio por parte de la madre.

Después de un proceso intenso terapéutico de varios años ella consiguió sentirse a sí


misma separada de ellos, donde ‘tomar a los padres’, quiere decir asentir a ellos tal

como son, significa para ella actualmente: no quiero tener contacto con vosotros, ya

que es dañino para mí.

© Peter Bourquin 2014


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Como muestra este ejemplo, se trata de asentir igualmente a las consecuencias de lo


pasado y que también son una realidad. Con lo dicho hay que valorar y cuestionar las
palabras de Bert Hellinger cuando postula “todos los hijos están bien, y sus padres
también”. Lo que es cierto a un nivel existencial, no tiene que serlo siempre a un nivel
personal. También aquí la clave es reconocer la realidad en todos sus aspectos;

seguramente no es un simple blanco y negro, sino más bien una imagen multicolor. Si
el terapeuta no lo hace, sino que insiste únicamente en que el cliente ‘tome a sus
padres’ y se incline ante de ellos, en el fondo se muestra agresivo hacia él ya que
retuerce su realidad y la niega parcialmente.

Es el contacto con la realidad lo que nos sana, mientras que cualquier mirada parcial
que ignore algo no ayuda ya que, al contrario, obstaculiza una verdadera integración; y
lo mismo ocurre con la mirada a través de unas gafas de creencias ciegas – sean

religiosas, espirituales o terapéuticas. ‘Tomar a los padres’ significa en este sentido


reconocer la realidad en todas sus facetas.

Al hacerlo uno gana en libertad para vivir su propia vida. Una vida que no está limitada
por las circunstancias y sucesos del pasado siendo una mera prolongación de ello,
sino que surge del futuro, gracias al potencial único tanto de cada persona como de la
vida misma!

El escritor Kahlil Gibran lo expresa de forma magnífica desde la perspectiva de los

padres – e igualmente desde todo hijo adulto - en un famoso poema suyo:

Tus hijos no son tus hijos

son hijos e hijas de la vida

deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti

y aunque estén contigo

no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,

pero no tus pensamientos, pues,

ellos tienen sus propios pensamientos.


Puedes abrigar sus cuerpos,

© Peter Bourquin 2014


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pero no sus almas, porque ellas


viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,

pero no procures hacerlos semejantes a ti


porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos

como flechas vivas son lanzados.


Deja que la inclinación
en tu mano de arquero

sea para la felicidad.

Estas palabras nos ponen en contacto con otra profunda verdad que trasciende la
dimensión sistémica familiar de nuestro trabajo como consteladores y va más allá de
ello: los padres son más pequeños que la vida; la vida siempre es más grande! Esta
verdad nos acerca a una dimensión más amplia y en el fondo espiritual de nuestra

existencia.

Las verdades no se excluyen sino que se complementan. En este sentido entiendo los
diferentes puntos de vista y modelos teóricos, que colegas como Bert Hellinger,

Bertold Ulsamer, Franz Ruppert o Wilfried Nelles expresan en sus libros y artículos,

como complementarios. En su conjunto perciben la realidad de forma más completa.


Las preguntas en lo práctico son: ¿Que necesita el cliente a mi lado hoy? ¿Qué le

ayuda? ¿Qué le lleva a una integración y sanación? Cada persona es única y se

encuentra en un momento particular de su camino vital, y por eso no sirven las


respuestas estereotípicas…

© Peter Bourquin, 2015

www.peterbourquin.net

© Peter Bourquin 2014

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