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Análisis del Mal Radical en Kant

El documento presenta un análisis del concepto de "mal radical" de Kant para comprender la experiencia humana del mal. Según Kant, el mal se origina en la naturaleza humana y sus inclinaciones, no en el mundo en sí. El mito de Adán simboliza que el conocimiento y la curiosidad llevaron al pecado original. Aunque el hombre tiene una disposición al bien, la historia muestra que predomina el mal. El documento propone una revolución ética desde la noción kantiana del "hombre nuevo" para superar la barbarie

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Análisis del Mal Radical en Kant

El documento presenta un análisis del concepto de "mal radical" de Kant para comprender la experiencia humana del mal. Según Kant, el mal se origina en la naturaleza humana y sus inclinaciones, no en el mundo en sí. El mito de Adán simboliza que el conocimiento y la curiosidad llevaron al pecado original. Aunque el hombre tiene una disposición al bien, la historia muestra que predomina el mal. El documento propone una revolución ética desde la noción kantiana del "hombre nuevo" para superar la barbarie

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�� se les abrir�n a ustedes los ojos y ser�n como dioses y conocer�n el bien y el

mal.�

G�nesis, 3:5.

�Lo que trasmite el s�mbolo de Ad�n es, en primer lugar y esencialmente, la


afirmaci�n de que el hombre es, si no el origen absoluto, al menos el punto de
emergencia del mal en el mundo.�

Paul Ricoeur, Introducci�n a la Simb�lica del Mal

Resumen:

El presente trabajo tiene por objeto crear un marco de an�lisis para la


experiencia humana del �mal� a partir de la noci�n kantiana de �mal radical�. El
objetivo es cuestionar la �realidad del mundo�, su cat�strofe, a partir de las
determinaciones concreta de la esfera pr�ctica y desiderativa del ser humano. As�
mismo, se presenta una propuesta �tico-program�tica de orden deontol�gica a partir
de la noci�n kantiana de �hombre nuevo�, como una revoluci�n del pensamiento y de
las costumbres, en la perspectiva de superar el estadio de barbarie que aqueja al
mundo actual.

Palabras clave: Kant, mal radical, cat�strofe, hombre nuevo, mito ad�mico.

Abstract:

The present work aims to create an analysis framework for the human experience of
�evil� from the Kantian notion of �radical evil�. The objective is to question the
�reality of the world�, its catastrophe, from the concrete determinations of the
practical and desiderative sphere of the human being. Also, an ethical-programmatic
proposal of deontological order is presented starting from the Kantian notion of
�new man�, like a revolution of the thought and the customs, in the perspective of
surpassing the stage of barbarism that afflicts to the present world.

Key words: Kant, radical evil, catastrophe, new man, adamic myth.

Apuntes preliminares

El mundo contempor�neo se presenta ante el pensamiento como algo


tremendo, �impensable�, algo que va m�s all� de todos los l�mites. Sin embargo,
pareciera ser que es propio del individuo humano cruzar ciertos �l�mites� y ciertas
�prohibiciones�. Por otra parte, este mundo es, sin duda, una cat�strofe continua,
como dir�a Walter Benjamin, pero al mismo tiempo, es nuestro mundo. Para comprender
la realidad del mundo debemos aproximarnos, acercarnos, a la pregunta que interroga
por la condici�n moral del ser humano y, en sentido kantiano, al cuestionamiento
acerca de las m�ximas universales que rigen la �actividad pr�ctica�.

En este sentido, es sugerente el libro La religi�n dentro de los l�mites de la mera


Raz�n (1793) de Immanuel Kant (1724-1804). En este texto, de manera espectacular,
Kant desarrolla algunos problemas filos�ficos que son, de manera asombrosa, materia
reflexiva para el mundo contempor�neo. En efecto, Kant sostiene una cr�tica radical
al llamado �optimismo ilustrado� y sus nociones acerca del progreso, noci�n que
contrasta con la realidad del mundo que �apila ruinas sobre ruinas�. Por otra
parte, nuestro autor, vuelve visible cierta condici�n humana como causa de �este
mundo en ruinas�, se trata del �mal radical�, de las inclinaciones del individuo
humano y del llamado �amor a s� mismo�, de alguna manera, Kant desnuda a la especie
humana y borra toda pretensi�n optimista sobre ella, de manera absolutamente
despiadada.
Finalmente, Kant va a desarrollar una propuesta �tica que permita ordenar el
comportamiento moral del individuo humano, el problema consiste en reorientar la
disposici�n hacia el bien en cuanto que deber. En efecto, se trata de una aut�ntica
revoluci�n en el orden del pensamiento y el comportamiento moral. El objeto de esta
revoluci�n es un hombre nuevo, el cual se vuelve bueno en las decisiones que es
capaz de tomar, en cuanto que ser racional, sobre su actividad pr�ctica. El hombre
es de cierta manera y, sin embargo, debe ser de otra.

En el presente documento ensayaremos en esa direcci�n, abordando los problemas del


mundo a partir de ciertas disposiciones antropol�gicas, nuestra base argumentativa
se orienta a determinar la responsabilidad del hombre ante su presente, sobre la
base de las consideraciones kantianas sobre el �mal radical�. En la medida en que
avancemos observaremos como el pensamiento de Kant, a su vez, interpela a
pensadores como Walter Benjamin y Karl Marx. Es de esta manera que pensamos el
tiempo-ahora.

La realidad del mundo, la constante ruina y el eterno tiempo-ahora.

La reflexi�n kantiana comienza constatando un hecho, en efecto, la


cr�tica sobre la perversa orientaci�n del mundo (la idea de que �el mundo est�
mal�) es tan antigua como la historia misma.[1] Es decir, la sensaci�n humana sobre
lo terrible del mundo se desarrolla en tanto que continuidad. La historia humana es
la historia de esta continuidad. Y sin embargo, de manera curiosa, el ser humano se
encuentra aquejado por cierta reminiscencia, por cierto recuerdo, de un �tiempo
mejor� � el otro tiempo �, aquel de la vida en comunidad con Dios en el Para�so.[2]
El contraste es de orden temporal, de una parte nuestro tiempo, aquel en el cual
hemos forjado nuestra historia y nuestro mundo � el cual est� mal �, y por otra
parte, el otro tiempo y el otro mundo, el de Dios � el cual es pura bondad �.

�C�mo se ha producido este cambio en el orden temporal? �C�mo hemos


transitado de la morada de Dios a la morada del mundo contempor�neo? La explicaci�n
recurrente orienta hacia un tal �pecado original�, en efecto, nuestro mundo ha sido
configurado a partir de la ca�da en el mal moral[3], el cual, seg�n Kant, tendr�a
el mundo ad portas de su propio fin. En palabras de nuestro propio autor:

��de modo que ahora (pero este ahora es tan antiguo como la historia) vivimos en lo
�ltimo del tiempo, el �ltima d�a y la ruina del mundo est�n a la puerta��[4]

Existe, entonces, una constante ca�da en el �mal moral�, del cual da cuenta la
tradici�n simb�lica o m�tica del libro de G�nesis. Siguiendo a Paul Ricoeur, el
problema del mito ad�mico dice relaci�n con un �s�mbolo racional�, es decir, el
mito no se presenta simplemente como una oposici�n a la �raz�n�, sino como un
s�mbolo que denota una gran cantidad de sentidos y posibilidades que permitan dar
cuenta o explicar la realidad del mundo y, particularmente, en este caso, de la
experiencia humana del mal.[5] Entonces, el libro b�blico de G�nesis no explica un
inicio, un tiempo remoto, sino un presente, un �ahora� nos dice Kant. Por ello, el
problema de Ad�n es el problema de la condici�n humana y no de un individuo �
singular o particular � de nombre �Ad�n�. Esta orientaci�n es particularmente
aclarada por G�mez Caffarena, en tanto que �Adam� en hebreo denota el sentido de
�humanidad� o �los humanos�.[6]

El mito ad�mico explicar�a, de alguna forma, el porqu� de este mundo, cuya causa
ser�a cierta disposici�n natural en el ser humano. El �pecado original� se
constituye � se origina � por la curiosidad misma del individuo humano, la
prohibici�n lo tienta, es un l�mite que puede cruzar constantemente. El
ofrecimiento de la bestia es de orden intelectivo: �ser�n como dioses y conocer�n
el bien y el mal.�. El conocimiento se presenta, o incluso, la curiosidad, como el
pecado humano por excelencia. Es ah� el origen, esto es, su constituci�n como
criatura racional. Por ello va a buscar Kant, la explicaci�n sobre el �mal radical�
en la dimensi�n racional del ser humano. Luego, el mundo es porque nosotros somos.
No se trata de la maldad del mundo, sino de un nosotros. Todo esto ocurre, seg�n
Kant, en un ahora, un ahora tan viejo como la propia historia.

Por otra parte, Kant va a dirigir su cr�tica al �optimismo ilustrado�, en el


sentido de que seg�n cierta visi�n �progresista� el mundo se dirige �de lo malo a
lo mejor�. Para Kant: �la historia de todos los tiempos habla poderosamente en
contra�[7] de esta suposici�n. Mientras que, seg�n nuestro autor, el estadio de
�civilizaci�n� es a�n m�s terrible, en ella se cometen los vicios �m�s hirientes
entre todos�[8]. Es extra�o pensar que, en la medida en que se desarrolla nuestra
�civilizaci�n� y con ello, justamente, nuestra �raz�n�, nuestra capacidad de da�ar
y provocar dolor haya aumentado considerable y exponencialmente. El progreso de la
�raz�n� coincide brutalmente con nuestra capacidad t�cnico-destructiva.

La forma kantiana de plantear el problema de la realidad del mundo y, con ello, de


la historia humana, se acerca de manera sorprendente a la visi�n de Walter
Benjamin (1892-1940). En Sobre el concepto de historia (1940), Benjamin desarrolla
la conocida alegor�a sobre la �mirada del �ngel�, el cual observa la historia como
�una sola cat�strofe, que apila ruina sobre ruina��, cat�strofe que es provocada
por �una tempestad [que] sopla desde el Para�so�, esta ruina, es la doctrina del
progreso.[9] La historia del mundo es, entonces, una constante cat�strofe, en el
cual no es posible vislumbrar un futuro, sino tan solo un inc�modo e insoportable
�tiempo-ahora�.[10] El mito ad�mico, el mal moral, la ca�da, el pecado original, no
es m�s que puro presente, no es sino la continuidad del ahora.

Entonces, volviendo a nuestro punto: �El mundo est� mal? Siguiendo a Kant el mundo
es porque el hombre es. Si el mundo se constituye y desarrolla a partir de las
acciones (y decisiones) de m�ltiples individuos de la especie humana, entonces la
explicaci�n del mundo debe encontrarse en las m�ximas universales que orientan las
decisiones de la conducta humana.[11] Si el mundo est� �mal� es porque el �mal� se
encuentra radicado en el hombre, solo as� tiene sentido hablar de �mal radical�.
Veamos.

El mal radical, el problema es el hombre.

�Es el hombre malo por naturaleza? Kant responde que existe una
inclinaci�n a la maldad, al tiempo que, una disposici�n al bien.[12] Por otra
parte, el individuo humano es un ser libre y por lo mismo susceptible de
culpabilidad. Entonces, si hay una naturaleza esencialmente mala: �C�mo puede el
hombre realizar buenas acciones � de manera libre �? Para aproximarnos al problema
es preciso comprender las llamadas �disposiciones originales hacia el bien� que
permiten pensar la cuesti�n sobre la naturaleza humana.

La primera es la disposici�n para la animalidad (amor de s� mismo f�sico), la cual


constituye la esfera de la conservaci�n del s� mismo, la reproducci�n de la especie
a trav�s del sexo y el impulso hacia la sociedad.[13] La segunda disposici�n es
hacia la humanidad, la cual, refiere al amor a s� mismo a trav�s de la comparaci�n
con otro.[14] En tercer lugar, encontramos la disposici�n hacia la personalidad,
esto es, hacia el respeto por la ley moral como motivo impulsor del albedr�o.[15] A
partir de estas disposiciones, nuestro autor sostiene que, las dos primeras pueden
ser usadas contrariamente a su fin (el bien) y, sin embargo, pertenecen
esencialmente a la naturaleza humana, son originarias �dan origen� al ser del
individuo humano. Luego, el amor a s� mismo, ya mediado por la raz�n o no, es
condici�n natural del hombre.

Por otra parte, es importante determinar si existe �una propensi�n al


mal moral�, en tanto que desviaci�n de las m�ximas con respecto a la ley moral y si
tal desviaci�n pertenece de modo universal al ser humano, de ser as�, se trata de
un propensi�n natural del hombre al mal.[16] A juicio de Kant, esta propensi�n
admite tres niveles: 1) la fragilidad de la naturaleza humana; 2) la impureza como
combinaci�n de impulsos inmorales con morales, y; 3) la malignidad, esto es, la
adopci�n de m�ximas malas.[17] Nos interesa destacar este �ltimo dado que es en la
malignidad donde opera cierta inversi�n de las m�ximas morales por las no morales.
[18] El tercer nivel, entonces, referente a la malignidad, a juicio de Kant:

��Puede tambi�n llamarse la perversidad (perversitas) del coraz�n humano, pues


invierte el orden moral atendiendo a los motivos impulsores de un libre albedr�o,
y, aunque con ello puedan a�n darse acciones buenas seg�n la ley (legales), sin
embargo el modo de pensar es corrompido en su ra�z (en lo que toca a la intenci�n
moral) y por ello el hombre es designado como malo.�[19]

Por otra parte, el problema de la propensi�n al mal radica en que, en


cuanto que propensi�n, no consiste en ser ella misma acto, sino un fundamento
subjetivo del individuo humano que precede a toda acci�n humana. Esta propensi�n es
el �pecado original� en el sentido de que constituye el fundamento de cualquier
acci�n humana libre, seg�n Kant, se trata de una condici�n innata al ser humano.
[20] El ser humano, entonces, tiene una propensi�n hacia el mal enraizado en s�
mismo, esto es, propiamente, el �mal radical�. Esto es palpable de manera plena en
el conjunto de acciones visibles que se desarrollan en el orden de la realidad,
para Kant aqu� no es necesario probar nada, sino simplemente constatar ciertos
hechos (por ejemplo, masacres en pueblos �salvajes� y �civilizados�).[21]

A�n, parece ser que el ser humano, debido a esta propensi�n, es


moralmente malo, pero no es el caso. El meollo del asunto est� en que el hombre
habita dos mundos, de una parte, el terreno del amor a s� mismo y, de otra, el
terreno de la �raz�n legisladora�, si el hombre fuese pura �raz�n legisladora�,
entonces adoptar�a la ley moral sin problema, e incluso el peor de los hombres
ser�a moralmente bueno. Sin embargo, el hombre no puede desprenderse del amor a s�
mismo, pues como hemos visto esta esfera constitutiva del �yo� le es esencial.
Existe al interior del individuo humano una disputa de m�ximas y una lucha de
subordinaci�n rec�proca de las diferentes disposiciones mencionadas. El mal moral
surgir�a ah� en las dos primeras disposiciones de la naturaleza humana � la
dimensi�n sensible, apetente � es capaz de subordinar la dimensi�n intelectiva,
esto es, el momento en que la ley moral se cumple si y solo si corresponde con el
�amor a s� mismo�. Luego, si existe esta propensi�n a invertir los motivos
(subordinaci�n de las m�ximas de la ley moral al amor a s� mismo), entonces existe
una propensi�n natural hacia el mal, el cual es radical, dado que corrompe la base
de las m�ximas.[22]

En otras palabras, parece ser que el ser humano puede dar un uso
instrumental � como medio � a su raz�n, poni�ndola al servicio de las disposiciones
del �amor a s� mismo�, del ego, del yo. Lo tremendo de esta inversi�n radica en la
peligrosidad de las acciones ejecutadas racionalmente en el terreno de la
disposici�n hacia la �humanidad�, en efecto, la raz�n se dispone instrumentalmente
para generar �hostilidades secretas o abiertas contra todos los que consideramos
extra�os para nosotros�.[23] De esta manera, podemos observar como a partir del
�amor a s� mismo�, pueden surgir f�cilmente robos, secuestros, violaciones,
torturas, guerras y, todo ello ejecutado por el individuo humano, de manera libre y
racional, es decir, voluntad, deseo y planificaci�n con el objeto de provocar da�o.
El �amor a s� mismo� se vuelve doloso. De esta manera pensamos el �mal�, como la
subordinaci�n instrumental de la raz�n con el objeto de satisfacer el �amor a s�
mismo�.

El hombre nuevo, la disposici�n hacia el bien.

La propuesta kantiana finaliza, luego de una observaci�n cruda de la


naturaleza humana, con una afirmaci�n de orden �tico-program�tico con el objeto de
orientar la restauraci�n de las �disposiciones hacia el bien� en el individuo
humano. Esto es posible dado que, tras cada acci�n no acorde a las disposiciones de
la ley moral, el hombre es aquejado por la culpa y, en su �alma�, resuena el
cuestionamiento moral, su conciencia es inquietada por pensamientos del siguiente
orden: �debemos hacernos hombres mejores�.[24] Entonces, al prevalecer cierta
�buena voluntad�, podemos pensar en la posibilidad concreta de que el hombre pueda
volverse bueno a pesar de su �mal radical�.

Para Kant, la soluci�n �tica consiste en realizar una revoluci�n en las


intenciones del individuo humano, particularmente, en su modo de pensar. El desaf�o
de la modernidad, ya anunciado en su �Qu� es la ilustraci�n? (1784), consiste en
atreverse a pensar, en conquistar la madurez ilustrada que es posible en la
valent�a del pensamiento. Decimos valent�a, porque atreverse a pensar significa
observar la realidad en sus dimensiones m�s radicales (y brutales), pensar es salir
del terreno de la comodidad, del refugio de la caverna. En el pensamiento encuentra
el hombre su autenticidad y su madurez, es decir, adquiere responsabilidad frente a
su tiempo, frente a su mundo, frente a su ser.

El planteamiento de Kant es, en este sentido, sumamente radical. La revoluci�n del


pensamiento se presenta ante la Raz�n del individuo humano como un deber. Y como
sabemos, gracias a la Cr�tica de la Raz�n Pura (1781, 1787): �la raz�n solo
reconoce lo que ella misma genera seg�n su bosquejo.�[25] Entonces, la revoluci�n,
es posible y necesaria, la raz�n no orienta nada para lo que ella misma no tenga la
soluci�n.

La propuesta kantiana es el desarrollo de un hombre nuevo, orientado al bien,


dispuesto al sacrificio y pulido por el deber. El �hombre nuevo� se vuelve bueno en
la medida en que es capaz de desarrollar un continuo obrar a partir de las m�ximas
morales del nuevo pensar.[26] Se trata de un hombre constituido a partir de la
praxis, de la actividad cr�tico-pr�ctica, tal y como lo pensaba el propio Karl Marx
(1818-1883) en sus Tesis sobre Feuerbach:

�La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o


cambio de los hombres mismos, solo puede concebirse y entenderse racionalmente como
pr�ctica revolucionaria.�[27]

El problema del �hombre nuevo� es, entonces, la propuesta �tico-


program�tica coherente con la comprensi�n de que el mal se encuentra radicado en el
hombre y en la inversi�n de sus m�ximas morales. Como sabemos, tambi�n a partir de
Marx, �la ra�z, para el hombre, es el hombre mismo�, su reconfiguraci�n no puede
sino ser obra de s� mismo a partir de la re-orientaci�n revolucionaria de su
pensamiento y de una cierta concreci�n en la actividad pr�ctica.[28] En el caso de
Kant:

��la formaci�n moral del hombre tiene que comenzar no por el mejoramiento de las
costumbres, sino por la conversi�n del modo de pensar y por la fundaci�n de un
car�cter��.[29]

Este modo de pensar es revolucionario y se desarrolla en coherencia con la ley


moral, mientras que el nuevo car�cter, es aquel que puja por superar la
�fragilidad� o �debilidad� de la criatura humana. El nuevo car�cter es una nueva
forma de enfrentar al mundo, al otro, al tiempo, al ser, en el cual la �fragilidad�
ya no tiene lugar.

Bibliograf�a

Benjamin, W. (2014). La dial�ctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia.


Santiago de Chile: LOM.

Caffarena, J. G. (2004). Sobre el mal radical. Isegor�a , 41-54.


Fromm, E. (2012). Marx y su concepto del hombre. M�xico: Fondo de Cultura
Econ�mica.

Kant, I. (2013). Cr�tica de la Raz�n Pura. M�xico D.F.: Taurus.

Kant, I. (1981). La religi�n dentro de los l�mites de la mera Raz�n. Madrid:


Alianza.

Marx, K. (2014). Tesis sobre Feuerbach . En K. Marx, La ideolog�a alemana (p�gs.


499-502 ). Madrid: Akal .

Ricoeur, P. (1976). Introducci�n a la Simb�lica del Mal. Buenos Aires: Meg�polis.

[1] Kant, I. (1981). La religi�n dentro de los l�mites de la mera Raz�n. Madrid:
Alianza, p.29

[2] Ib�d., p.29

[3] Ib�d., p.29

[4] Ib�d., p.29

[5] Ricoeur, P. (1976). Introducci�n a la Simb�lica del Mal. Buenos Aires:


Meg�polis, pp. 18-19

[6] Caffarena, J. G. (2004). Sobre el mal radical. Isegor�a , 41-54, p.44

[7] Kant, I. (1981), p.30

[8] Ib�d., p.43

[9] Benjamin, W. (2014). La dial�ctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia.


Santiago de Chile: LOM, p.44

[10] Ib�d., p.53

[11] Kant, I. (1981), p.31

[12] Caffarena, J. G. (2004), pp.46-47

[13] Ib�d., p.35

[14] Ib�d., p.35

[15] Ib�d., p.36

[16] Ib�d., p. 38

[17] Ib�d., p.38

[18] Ib�d., p.39

[19] Ib�d., p.39

[20] Ib�d., p.41

[21] Ib�d., p.42


[22] Ib�d., pp.46-47

[23] Ib�d., p.36

[24] Ib�d., p.55

[25] Kant, I. (2013). Cr�tica de la Raz�n Pura. M�xico D.F.: Taurus, p.18

[26] Kant (1976), op.cit., p.56

[27] Marx, K. (2014). Tesis sobre Feuerbach. En K. Marx, La ideolog�a alemana


(p�gs. 499-502). Madrid: Akal, p.500

[28] Fromm, E. (2012). Marx y su concepto del hombre. M�xico : Fondo de Cultura
Econ�mica, p.230

[29] Kant (1976), op.cit., p.57

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