RESPONSABILIDAD Y COMO LA APLICO EN MI VIDAS
No es algo sencillo, pero si es factible de ser percibida en la vida cotidiana,
especialmente en su aspecto negativo. Puede definirse como una obligación,
moral o legal del cumplimiento de deberes. En otras palabras es un signo de
madurez, ya que el cumplimiento de una obligación implica esfuerzos por
realizarlos y él no lograrlo genera consecuencias.
De esta afirmación podríamos testificar que, otro concepto fundamental tiene una
implicancia directa con la responsabilidad. Ella es la confianza, debido a que
somos leales y tenemos fe en aquellas personas que cumplen con lo que han
prometido.
Gracias a la responsabilidad, podemos convivir tranquilamente en una sociedad,
desde todos sus ámbitos: familiar, amistoso, profesional o personal. Por todo esto
decimos que ella es un valor.
Y además debe ser algo estable. ¿Por qué? Por qué, el origen de su opuesto (la
irresponsabilidad) se da justamente en la falta de prioridades correctamente
ordenadas. Ocasionalmente podemos tolerar la irresponsabilidad de alguien, pero
cuando esta comienza a ser más continua, comenzamos a perder confianza en la
persona a la cual le asignamos los deberes. El tema aquí es que posteriormente
las consecuencias de ellas son muy altas.
Pero nos preguntaremos hasta aquí, ¿qué es ser responsables? Actuar con
responsabilidad implica asumir las consecuencias de nuestras acciones y
decisiones, tanto buenas como malas. Además es tratar de que todos nuestros
actos sean realizados de acuerdo a una noción de justicia y de cumplimiento del
deber en todos sus sentidos, sin necesidad de que nos den una orden.
Sabemos que es difícil de alcanzar, pero la responsabilidad vale la pena. Es un
valor porque de ella depende la estabilidad de nuestras relaciones. Y como todos
los valores, es un cimiento para fortalecer nuestra convivencia social y personal.
Siempre podemos hacer algo para mejorar nuestra responsabilidad; como por
ejemplo, reflexionar sobre todo lo que hacemos y nos comprometemos, ya que
debemos saber que las consecuencias reales de ello influyen directamente sobre
nosotros. Además debemos alcanzar de manera estable y habitual que nuestras
acciones concuerden con las promesas y obligaciones realizadas.
Y algo fundamental a tener en cuenta, es ayudar o en otras palabras educar a las
personas que nos rodean, a que adquieran también este valor de la
responsabilidad para que todo funcione mucho mejor. Pero, ojo!! No tomemos el
camino más sencillo, el de dejar pasar las cosas, porque eso sería justamente
caer en la irresponsabilidad de no cumplir con nuestro deber. Debemos hacer de
la responsabilidad un correcto aprendizaje.
El desarrollo de la capacidad de responder por los propios actos (incluyendo
aquellos que han sido involuntarios o accidentales), está vinculado al logro de la
autonomía personal que adquirimos desde niños, y a la comprensión cabal de que
existe una relación entre causas y efectos. Esto se debe a que la maduración
afectiva e intelectual desde esa etapa de desarrollo, es en donde uno comienza a
abandonar las conductas impulsivas propias de la infancia y adquirir la posibilidad
de reflexionar antes de actuar.
Asegurarnos de que todos podamos convivir armónicamente, es nuestro deber,
solamente nos obligamos a realizar todo lo que esté a nuestro alcance para
lograrlo. Ello es así, ya que vivir la responsabilidad no es algo cómodo, pero
tampoco lo es el corregir a un irresponsable.
Sabemos que es difícil, pero es algo que vale la pena intentarlo. ¿Te pusiste a
pensar? Te preguntaras que, pero es simple. Si todos colaboraríamos con un
pequeño granito de arena en vivir y edificar la responsabilidad, nuestra sociedad,
nuestros países y nuestro mundo, serían totalmente diferentes al que hoy
poseemos.
Las pequeñas responsabilidades diarias, nos preparan de a poco para ir
asumiendo responsabilidades mayores. Si actuamos responsablemente, logramos
algo muy importante, que nos hace crecer: la confianza en nosotros mismos, y la
confianza de los demás. Actuar de esta forma, además permite elegir con libertad,
y actuar cada vez con mayor independencia y seguridad en nuestras propias
decisiones.
Como aplicar la responsabilidad en nuestras vida diaria
Dentro de todo proceso de crecimiento personal es fundamental el poder integrar,
como parte de nuestra experiencia diaria, el siguiente hecho: La importancia de
tomar responsabilidad plena por nosotros mismos.
En mi caso personal, y a lo largo de muchos años, puedo decir que solía situarme
en una postura de absoluta víctima frente a la vida, y es así como, por una parte,
si bien todo pareciese encontrarse externamente en orden y en paz conmigo
mismo, mi mente solía permanecer llena de prejuicios y pensamientos poco
favorables acerca mí y el mundo, otorgando pleno poder y responsabilidad a
distintas personas y circunstancias sobre mi situación actual, repercutiendo con
ello en mi estado de ánimo habitual y, en general, en mi actitud personal frente a la
vida.
Si bien es cierto existen momentos en los cuales pasamos por situaciones difíciles
y que pueden escapar de nuestro control, el hecho de ser responsables nace
desde un lugar de mayor profundidad y permanencia en el tiempo. Es,
probablemente, la decisión más importante que podemos tomar para nosotros
mismos, de empoderarnos y hacernos cargo en un 100% de nuestra mente,
nuestro cuerpo y nuestras emociones, y de lo que brindamos diariamente a
nuestro entorno.
Es por ello que, en base a lo anterior, mi intención es concentrarme, de manera
muy sencilla, en tres aspectos fundamentales relacionados con la responsabilidad
que podemos ir aplicando diariamente en nuestro cotidiano:
Nuestros pensamientos: La calidad de nuestros pensamientos más recurrentes
va determinando en gran medida la concepción que tengamos de nosotros
mismos. Una buena forma de empezar es enfocarnos en este preciso instante e ir
educando nuestra mente con apreciación y agradecimiento. Al encontrar nuestro
valor propio, daremos un nuevo sentido a nuestro día a día y contaremos con un
nivel de empoderamiento personal que quizás nunca hayamos sentido antes.
Nuestras palabras: Aprender a comunicarnos es comprender la importancia de
mantener una sintonía entre lo que pasa en nuestro interior y nuestra manera de
expresarnos, ya sea en forma verbal o escrita. Incluso nuestros silencios son una
forma de comunicarnos. Detenernos un momento antes de comunicar, porque
aquello que decimos repercute en nuestro entorno, y comenzar por nosotros
mismos antes de hablar o analizar a otras personas, nos ayudan a ir volviendo
gentilmente a nuestro centro y darnos cuenta que, antes que todo, debemos partir
por casa.
Nuestras acciones: Nuestras acciones, al igual que las palabras, hablan por sí
solas. Por ello, es recomendable hacer el ejercicio de mirar hacia nuestro entorno
y ver si son el reflejo de lo que pasa en nuestro interior y si es lo que queremos
para nosotros mismos. Acciones tan sencillas como mantener en orden nuestro
entorno físico, cuidar de nuestro cuerpo y ser gentiles y responsables con los
demás tal como quisiéramos que lo fueran con nosotros mismos nos brindan un
mayor grado de reciprocidad con el resto del mundo como un todo unificado.
El valor de ser responsables es inconmensurable y permea todos los aspectos de
nuestra vida. Trasciende nuestra edad, nuestras creencias y experiencias y es, por
sobre todo, una decisión constante de amor y de respeto hacia nosotros mismos.
Su integración en cada aspecto de nuestras vidas es, sin lugar a dudas,
sumamente necesario para llevar una vida más plena y con mayor sentido de
madurez personal.