Defensa del árbol
Por qué te entregas a esa piedra
La gran persona que es el árbol!
Niño de ojos almendrados
El da la fruta deleitosa
Con el impuro pensamiento
Más que la leche, más que el nardo;
De derramarla contra el árbol.
Leña de oro en el invierno,
Quien no hace nunca daño a nadie
Sombra de plata en el verano
No se merece tan mal trato.
Y, lo que es más que todo junto,
Ya sea sauce pensativo
Crea los vientos y los pájaros.
Ya melancólico naranjo
Piénsalo bien y reconoce
Debe ser siempre por el hombre
Que no hay amigo como el árbol,
Bien distinguido y respetado:
Adonde quiera que te vuelvas
Niño perverso que lo hiera
Siempre lo encuentras a tu lado,
Hiere a su padre y a su hermano.
Vayas pisando tierra firme
Yo no comprendo, francamente,
O móvil mar alborotado,
Cómo es posible que un muchacho
Estés meciéndote en la cuna
Tenga este gesto tan indigno
O bien un día agonizando,
Siendo tan rubio y delicado.
Más fiel que el vidrio del espejo
Seguramente que tu madre
Y más sumiso que un esclavo.
No sabe el cuervo que ha criado,
Medita un poco lo que haces
Te cree un hombre verdadero,
Mira que Dios te está mirando,
Yo pienso todo lo contrario:
Ruega al Señor que te perdone
Creo que no hay en todo Chile
De tan gravísimo pecado
Niño tan malintencionado.
Y nunca más la piedra ingrata
¡Por qué te entregas a esa piedra
Salga silbando de tu mano.
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
Parra, N. (1971). Defensa del árbol.
En Poemas y antipoemas. Santiago de Chile:
Nascimento