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Avila (2007) LENGUA, DIALECTO Y MEDIOS UNIDAD INTERNACIONAL

Este documento analiza cómo los dialectos y variantes locales del español coexisten con una lengua española más internacional y estandarizada. Explora cómo los medios de comunicación han contribuido a la unidad lingüística del español al mismo tiempo que respetan la variación regional.
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Avila (2007) LENGUA, DIALECTO Y MEDIOS UNIDAD INTERNACIONAL

Este documento analiza cómo los dialectos y variantes locales del español coexisten con una lengua española más internacional y estandarizada. Explora cómo los medios de comunicación han contribuido a la unidad lingüística del español al mismo tiempo que respetan la variación regional.
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Signos LingüísticosLengua,

5 (enero-junio,
dialecto2007), 9-20
y medios...

LENGUA, DIALECTO Y MEDIOS: UNIDAD INTERNACIONAL


Y VARIACIÓN LOCAL DEL ESPAÑOL*

Raúl Ávila**
El Colegio de México

PALABRAS CLAVE: ESPAÑOL, ESTANDARIZACIÓN, FONÉTICA, LÉXICO, MEDIOS, VARIACIÓN

Los espacios de la lengua

U
n sevillano joven con estudios universitarios me contó que cuando viaja-
ba fuera de Andalucía hablaba en castellano, porque así le entendían en
toda España. También me dijo que si algún fuereño llegaba a su ciudad e
intentaba hablar en andaluz1 era más fácilmente aceptado por los demás. Una
colombiana viajera me explicaba que, cuando llegaba a otro país hispánico, al ser
identificada por su acento que no era de allí, corría el riesgo de que le cobraran
más de lo normal en algún servicio. En cambio, cuando aprendía a hablar con la
norma local, incluso, llegaba a conseguir descuentos. Por supuesto, añadía, “cuan-
do voy a reuniones internacionales hablo casi como escribo: en un español que
todos entienden”. Un sueco jubilado que vive en una isla del Mar del Norte decía
que le fascinaban los dialectos, pero que también era necesario hablar una len-
gua que se comprendiera en todo el país: una lengua nacional, pues de otra
forma no habría país. Además, añadió en inglés —pues yo no entiendo sueco—
también hacía falta otra lengua para cuando uno viajara al extranjero.

* Una primera versión fue presentada en el III Congreso Internacional de la Lengua Española.
Identidad Lingüística y Globalización, sección “Lengua, Dialecto y Medios: Unidad y Variación
Local”, Rosario, 2004.
** [email protected]
1
Con eses aspiradas, enes velares, etcétera.

9 9
Raúl Ávila

Los comentarios anteriores ejemplifican algo que debería ser obvio para todos:
las lenguas de gran difusión geográfica como el español se hablan en diferentes
climas y de diferentes formas. Nuestras palabras se pronuncian y escuchan en
valles, montañas, costas y desiertos. Es natural que tengan sentidos y sonidos
diferentes, pero no tanto como para impedir la comunicación a lo largo y a lo
ancho de nuestra comunidad lingüística.
Los medios de información masiva, de la imprenta a la internet, han contri-
buido de manera sustancial, a la unidad lingüística. En la actualidad cubren to-
dos los espacios de la lengua: local, nacional e internacional. Los responsables de
los medios conocen muy bien la importancia del idioma, pues sin ese instrumento
estarían limitados a comunicar sólo imágenes.2 Los medios no necesitan insti-
tuciones que les ordenen lo que deben hacer para procurar la buena salud de la
lengua. Es su responsabilidad y la asumen de manera natural, aunque muchos de
quienes trabajan en esas empresas necesitarían elevar su nivel de conciencia
lingüística, por ejemplo, para precisar los espacios de difusión de manera que
puedan tomar decisiones en relación con la variante —sobre todo fonética y
léxica— que debería utilizarse.

Intimidad del dialecto

¿Quién va a saber en España que ceporro, arcén, zuro o cacahuete son


españolismos, palabras de uso exclusivo en ese país en comparación con otros?
Ni la Real Academia Española, puesto que no lo indica así en su diccionario,
aunque lo habrían descubierto los académicos si hubieran consultado el Corpus
de referencia del español actual (2007) que ellos mismos han construido.3

2
Habría que señalar al respecto, aunque sea en nota, que una imagen no vale más que mil
palabras, sino que evoca más de mil palabras. Sin palabras para interpretarlas, las imágenes nos
pondrían al nivel intelectual de los mamíferos inferiores.
3
Ahí encontré ocho contextos de ceporro, todos de España. En el caso de arcén, de 107
concordancias, 105 eran de España y 2 de Chile (en una novela). Estas últimas pudieron ser
casuales, estadísticamente no demostrativas de que el vocablo se usa fuera de Europa. Sin
embargo, en el DRAE no tienen indicaciones geográficas, tampoco en la edición electrónica (DRAEL,
2003). Para un planteamiento más detallado acerca de los vocablos de España y México puede
verse Ávila, 1998.

10
Lengua, dialecto y medios...

Tampoco los mexicanos saben que menso, acotamiento, olote o cacahuate son
las formas mexicanas correspondientes.
Los argentinos quizá no sepan que, fuera de su país, es difícil que entendamos
cuando alguien nos dice que “tuvo muchos quilombos (‘problemas’) en el día”
por culpa de un fulero (‘tramposo’) al que “le gusta amarrocar plata (‘juntar
dinero’)”, porque “acá hay curros (‘estafas’) por todos lados”. Los chilenos de
Santiago tampoco tienen por qué saber que, fuera de allí, no se comprendería el
siguiente discurso, que podría decir un joven en una situación de intimidad, en un
registro coloquial:

El carrete de anoche estuvo muy rasca. Lo bueno fue que conocí a una mina
bien rica. Yo estaba apestado cuando la vi. Yo dije: me tinca que antes del
siguiente copete a esta mina le saco el fono. Pero no me dio bola y ahora sólo
tengo una caña tremenda, ¿cachai?

Por su parte, un joven colombiano diría lo mismo de la siguiente manera:

La rumba de anoche estuvo una chanda. Lo bueno fue que conocí una pelada
muy bacana. Yo estaba mama[d]o cuando la vi. Yo dije: apuesto que antes del
siguiente trago esta sardina me suelta el teléfono. Pero no me paró bolas y
ahora sólo tengo un guayabo ni el hijueputa, ¿sí se la pilla?

La misma narración, en la misma situación comunicativa, sería así en la ciudad


de México:

El reventón de anoche estuvo re gacho. Lo bueno fue que conocí a una chava
muy chida. Yo estaba hasta el gorro cuando la vi. Yo dije: me late que antes del
siguiente chupe esta vieja me da su fon. Pero ni me peló y ahora sólo tengo
una cruda jija, ¿cómo ves?

Y tampoco se entendería más allá de unos pocos kilómetros a la redonda. Si


uno desea que lo anterior sea comprendido por un público más amplio, sería
necesario pasar el relato a una versión más internacional —inevitablemente
descolorida—, como la siguiente:

11
Raúl Ávila

La fiesta de anoche estuvo muy mala. Lo bueno fue que conocí a una chica
muy atractiva. Yo estaba aburrido cuando la vi. Yo dije: se me hace que antes
de que me tome otra copa esta chica me da su número de teléfono. Pero no me
hizo caso y ahora sólo tengo una resaca tremenda, ¿te das cuenta?

Es natural que el hablante común no tenga una idea clara de la variación de


su lengua en diferentes ámbitos, sobre todo cuando son geográficos, pues el
contacto con personas de otras latitudes no es muy frecuente. Frente a esto, la
intimidad del dialecto es tal que permite diferenciar incluso las migraciones
dentro de los países. Habría que recordar que la lengua materna, estrictamente,
debería llamarse el dialecto materno, el que se adquiere cuando aún no sabe
uno escribir su propio nombre.

Lengua nacional, lengua internacional

Una mexicana a quien entrevisté en un pueblo me contestó lo siguiente, cuando


le pregunté por el nombre de un pajarito: “Pos aquí le dicemos chuparrosa, pero
m’hijo que va en secundaria dice que se llama colibrí”. La respuesta de la
campesina ilustra con claridad el hecho de que, cuando la gente va a la escuela,
no sólo aprende nuevas palabras, sino también palabras nuevas para conceptos
antiguos, para referirse a cosas que conoció desde niño. Las palabras y los soni-
dos de uso más general en el país, inician al estudiante en la toma de conciencia
que le permitirá rebasar los límites lingüísticos de su pueblo. Al mismo tiempo, lo
enfrentan a problemas de adaptación sociolingüística.
Sin embargo, la escuela, aunque promueve la sustitución de algunas palabras
por sinónimos de uso más general, no necesariamente modifica todo el vocabulario.
Tampoco logra cambiar de manera total la pronunciación, que está arraigada en
los hábitos fonéticos de la niñez, y que —por su calidad de inconsciente— identifica
a las personas como miembros de un país o de un grupo de países, como en el
caso de la lengua española. Como lo hace saber Guillermo Guitarte (1983: 101-
102) durante las guerras de independencia de los países hispanoamericanos, en
Colombia los soldados españoles descubrían a los americanos porque pronunciaban
la z como s. Por su parte, un guerrillero colombiano, para salvar la vida de los
americanos que pudiera haber en un grupo de prisioneros realistas, los hizo desfilar

12
Lengua, dialecto y medios...

ante él “y cada uno debía pronunciar la palabra Francisco: el que la decía con la
z española era inmediatamente arrojado al Magdalena”.
El cambio fundamental que ofrece la escuela es, sin duda, el aprendizaje de la
lengua escrita. Este nuevo instrumento pone en contacto a los estudiantes con
libros, periódicos y revistas, formas de la lengua que, por el hecho de ser escritas,
poseen un mayor prestigio que las orales. La importancia de la lengua escrita
como modelo se advierte, por ejemplo, en personas que nacieron en alguna región
del Caribe o de Andalucía. En su dialecto materno se aspira la s final de sílaba o de
palabra. Sin embargo, cuando leen, la frecuencia de las aspiraciones disminuye
notablemente, algunos locutores incluso reponen las en la totalidad de los casos.
El modelo escrito es fundamental para la estandarización de la lengua.4 Por eso
se ha señalado que la invención de la imprenta ha sido un factor esencial para
lograr la estabilización y la difusión de las lenguas europeas. La lengua escrita, a
partir de ese momento, intensificó su vocación internacional (Crystal, 1995: 110;
Penny, 2000: 194).
Más allá de la imprenta, la radio primero y la televisión después, han permitido
la difusión de las formas orales de la lengua. Este hecho es de gran trascendencia,
pues los medios orales no necesitan un público alfabetizado, no requieren que la
gente vaya a la escuela. Esa es una de las razones por las cuales han podido
alcanzar una audiencia más extensa y más variada desde el punto de vista cultural
y económico. Además, se han convertido en modelos de la lengua hablada y la
han estandarizado en alto grado. Estos nuevos medios han extendido su alcance
de manera tal que en la actualidad pueden considerarse ejemplos paradigmá-
ticos de la globalización: la televisión directamente, vía satélite, y la radio a través
de la ubicación mundial mediante su transmisión por Internet.
Los países no tienen fronteras para los medios ni para las palabras que difunden.
Precisamente por ese alcance internacional, los responsables de las emisiones
adquieren una mayor conciencia de la variación de la lengua. Los actores, los
comentaristas o los escritores saben que, dentro de ese ámbito, tienen que renunciar
en buena medida a sus hábitos lingüísticos dialectales. El espacio internacional
de difusión los lleva, de una u otra manera, a considerar la variación lingüística de
audiencias y lectores, y los problemas de comprensión que podría tener ese público
si se le enfrenta a formas de uso regional o local.

4
En el caso del español escrito, la excepción en América es el fonema castellano /θ/ (letras z, c
ante e, i) que, como se sabe, no se pronuncia en ese continente ni en el área meridional de España.

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Raúl Ávila

Nuevos recursos, nuevas decisiones

Era natural que, hasta principios del siglo XIX, se impusiera en la comunidad
hispanohablante una sola norma: la castellana, pues además de ser la lengua
de la metrópoli, era prácticamente la única que contaba con descripciones
gramaticales. A mediados de ese siglo, con la independencia de los países ame-
ricanos, se discutió la posibilidad de proponer lenguas nacionales, divergentes
de la norma peninsular. Esa idea; sin embargo, fue desechada muy pronto,
ante la con-veniencia de tener una sola lengua en todo el inmenso territorio
hispánico. Se promovió la convergencia, pero con otros planteamientos: se
trataba de mantener una sola lengua que se hiciera entre todos, sin predominio
de ningún país o región.
La convergencia se mantiene y se refuerza hasta el día de hoy gracias a los
nuevos medios. Las empresas editoriales, las de radio, televisión y, recientemente,
las que producen programas de cómputo o las que aparecen en Internet, con
frecuencia tienen redactores, guionistas o comentaristas que provienen de di-
ferentes países hispánicos. La búsqueda de la unidad lingüística los conduce a
discusiones frecuentes sobre la variante que conviene utilizar para que sea
comprendida o aceptada por un mayor número de personas.5 Les interesa y les
preocupa en primer lugar su público, mas no necesariamente lo que diga una
institución, una gramática o un determinado diccionario. Muchos de ellos, en especial
en América, saben que las variantes léxicas cultas de tipo geográfico no están
consignadas de manera muy adecuada en ninguna fuente. Algunos incluso han
advertido la ausencia de españolismos, voces exclusivas de España (Ávila, 1998).
En todo caso, ahora hay un mayor conocimiento de la variación. Para empezar,
los mismos medios nos ponen en contacto diario con diferentes normas del español
en el ámbito internacional. Además, los viajes internacionales, cada vez más
frecuentes, invitan a los viajeros hispanohablantes a advertir —o quizá mejor—,
confirmar que no se habla igual en todas partes. Las discusiones acerca de lo co-
rrecto o lo incorrecto abundan, pues teóricamente debe haber una sola forma

5
Ese tipo de discusiones, lamentablemente, no parece ocurrir en todas partes. En algunos luga-
res aún hay empresas que piensan que sólo existe su región. Véanse, por ejemplo, las traduccio-
nes que se han hecho en Barcelona de las novelas de Milán Kundera o las de José Saramago. En
ambos casos, los traductores parecen ignorar que también existen españolismos, palabras que no
se entienden fuera de ese país. Acerca de este problema, véase Ávila, 1998.

14
Lengua, dialecto y medios...

válida. Afortunadamente, muchas personas quienes trabajan en los medios tienen


otra actitud. Los lingüistas, por su parte, con base en las ideas de estandarización
y variación, han señalado que lo correcto se relaciona con la aceptación social de
una variante, la cual puede ser distinta de acuerdo con los países o las regiones.
También se han desarrollado criterios que permiten decidir, por ejemplo, la
importancia de las lenguas en el mundo de acuerdo con su situación actual, no
con sus orígenes históricos. Estos criterios, basados en aspectos políticos —nú-
mero de países—, demográficos —número de hablantes nativos—, económicos
—producto interno bruto de los países—, y culturales —número de publicaciones
y de producciones en los medios—, pueden aplicarse a las variantes del español.
Respecto a la pronunciación, la televisión y la radio de alcance internacional
han estandarizado tres normas fonéticas que he llamado alfa, beta y gama, éstas
se pueden ejemplificar, de manera simplificada, de la siguiente forma:6

alfa: /eyos son amigos mui serkános/


beta: /eyoh soŋ amigoh mui serkános/
gama: /eyos son amígos mui θerkános/

Las dos primeras, en las cuales no se pronuncia el fonema /θ/, abarcan todos
los países hispánicos, con excepción de la región septentrional de España, donde
se escucha la tercera norma, la gama, en la cual sí se articula el fonema interdental.
La diferencia principal entre la pronunciación alfa y la beta es que en la primera
no se aspira el fonema /s/ final de sílaba, y en la segunda sí. Es natural, por eso,
que en los programas de radio o de televisión —incluidos los doblajes— que se
producen en América se utilicen las primeras dos normas, sin excepción. En
países donde se hablan otras lenguas, la televisión también difunde el español y
sus diferentes modalidades. Por ejemplo, en Rumanía la televisión proyecta
alrededor de cinco telenovelas diariamente, producidas en diferentes países. He

6
Véase Ávila, 2003: 57-79. En pocas palabras, en la norma alfa no se pronuncia el fonema /θ/ ni
se aspira la s final de sílaba o de palabra (como se escucha en las ciudades de México y Bogotá,
entre otras); en la beta, como en la anterior, tampoco se pronuncia el fonema /θ/, pero se aspi-
ra la s (Caracas y La Habana, por ejemplo); y en la gama se pronuncia el fonema /θ/ y no se aspira
la s (Salamanca, León, y otras ciudades de Castilla). El orden en que presento las normas
corresponde a su mayor o menor presencia en los medios de alcance internacional y a su peso
demográfico.

15
Raúl Ávila

sabido de algunos rumanos que han afirmado o mejorado su conocimiento del


español hablado por ese medio.7
En cuanto al léxico, si se parte de los criterios antes mencionados, ante los
sinónimos geográficos para el tapón de biberón, como chupa, chupete, chupo,
chupón, mamadera, mamila, mamón, biberón, pacha, tetera, tetina o teto, la
selección sería chupón, porque es la forma que se utiliza en más países y la que
cuenta con mayor número de hablantes: 185 millones respectivamente, véase la
tabla 1.

TABLA 1: ‘TAPÓN DE BIBERÓN QUE TERMINA EN FORMA DE PEZÓN’

VARIANTE POBLACIÓN POBLACIÓN NÚM. P AÍSES


(MILES) (%) PAÍSES

biberón 18 811 5.1 2 Bolivia, Cuba


chupa 23 596 6. 3 1 Venezuela
chupete 76 739 20.6 6 Argentina, Chile, Costa Rica,
Ecuador, Panamá, Uruguay
chupo 39 172 10.5 1 Colombia
chupón 185 470 49.8 8 Bolivia, Costa Rica, Guatemala,
México, Panamá, Perú, Venezuela
mamadera 8 579 2.3 3 Nicaragua, Panamá, Paraguay
mamila 111 547 30.0 2 México, República Dominicana
mamón 15 236 4.1 2 Guatemala, Panamá
pacha 18 660 5.0 2 El Salvador, Guatemala
tetera 12 379 3.3 2 Costa Rica, República Dominicana
tetina 76 224 20.5 3 Argentina, Guyana Española, España
teto 14 875 4.0 2 Costa Rica, Cuba

7
Un colega español, académico de la lengua, me dijo recientemente que las telenovelas hacen más
por la difusión del español que todas las academias juntas, tanto en los países hispánicos como
en otros donde no se habla español y donde, por ejemplo, está presente el Instituto Cervantes.

16
Lengua, dialecto y medios...

De la misma forma, para el ‘objeto que sirve para sujetar en una cuerda la
ropa recién lavada’, la selección sería pinzas, seguida por gancho. Los otros
sinónimos —broche, cuchitos, horquilla, palillo, palito, perro, pinche, entre
otros— tienen menor peso demográfico y político, véase la tabla 2.8

TABLA 2: ‘INSTRUMENTO PARA SUJETAR LA ROPA RECIÉN


LAVADA EN UNA CUERDA’

VARIANTE P OBLACIÓN POBLACIÓN NÚM. P AÍSES


( MILES ) (%) PAÍSES

broche 6 202 9.7 1 Argentina


cuchitos 6 252 1.7 1 El Salvador
gancho 133 793 35.9 8 Bolivia, Colombia, Costa Rica,
Ecuador, Guatemala, Perú,
República Dominicana, Venezuela
gancho de ropa 30 927 8.3 2 Nicaragua, Perú
gancho para ropa 12 408 3.3 1 Guatemala
horquilla 2 828 0.8 1 Panamá
palillo 14 464 3.9 2 Cuba, Uruguay
palito de tendedera 11 131 3.0 1 Cuba
perro 21 248 5.7 2 Chile, El Salvador
perro para la ropa 14 996 4.0 1 Chile
pinche 11 530 3.1 2 Bolivia, Paraguay
pinzas (de ropa) 185 042 49.7 7 España, Guatemala, Guyana, Española,
México, Panamá, Uruguay, Venezuela
prensa 3 744 1.0 1 Costa Rica
prensa de ropa 3 744 1.0 1 Costa Rica

8
Los datos de las tablas 1 y 2 fueron tomados de una base de datos del proyecto VARILEX (1993-
1997). Actualmente se puede utilizar el programa de cómputo VALIDE (2007), que da cuenta de
este tipo de variantes.

17
Raúl Ávila

A esto hay que añadir que no sólo se han desarrollado nuevos criterios para
las nuevas decisiones. Ahora se pueden hacer consultas acerca de variantes
léxicas en Internet. Las búsquedas llevan, más allá de algunos sitios propios de
investigadores, a páginas de empresas, supermercados, restaurantes o museos,
en las cuales aparecen las voces cuyo uso se desea precisar. Por ejemplo, sabe-
mos por ese medio que playeras son zapatillas de playa en España, y camisetas
de manga corta en México, y que sólo en ese país hay alebrijes, figuras de
cartón de formas imaginarias; que el centollo se come en España y la centolla
en Chile.
Además, en la actualidad se están haciendo programas de cómputo que darán
cuenta de la variación léxica y permitirán tomar decisiones con base en criterios
objetivos, políticos y demográficos.9 Estos nuevos recursos son posibles gracias a
los avances tecnológicos, pero resultarían inútiles si no se contara con fuentes
bibliográficas confiables.10

Conclusiones

Los espacios de la lengua española, de la aldea local a la aldea global, explican


su variación. Cabe señalar que la variación se advierte sobre todo en los compo-
nentes a los cuales me he referido: el fonético-fonológico y el léxico. La sintaxis
y la morfología, comparativamente, resultan muy estables, salvo algunos usos de
preposiciones (hasta en México), pronombres (vosotros en España, vos en Ar-
gentina y otros países, junto con su variación morfológica de concordancia) y
tiempos verbales (sobre todo canté vs he cantado). En los medios de difusión
masiva, en todo caso, las variantes morfosintácticas son excepcionales desde el
punto de vista de su frecuencia estadística.

9
Entre ellos están, por ejemplo, el ya mencionado VALIDE (2007), que permite analizar un texto
y proponer la variante con mejor dispersión (número de países) y mayor número de hablantes
(demografía).
10
Véanse Lope Blanch, 1978, y otras recopilaciones más del léxico de diferentes ciudades
hispánicas ya publicadas; así como los diferentes tomos de VARILEX (1993-1997).

18
Lengua, dialecto y medios...

Frente a la variación, siempre ha existido una actitud social hacia la unidad


lingüística, que se manifiesta en las críticas a las consideradas incorrecciones,
ante los cambios que surgen de manera inevitable. La sanción busca, en el
fondo, mantener una norma única, aunque no se sepa con claridad cuál es, más
allá de que corresponde, en apariencia a la forma de hablar o de escribir de
quienes la defienden.
Los lingüistas, en cuanto especialistas, advierten lo inevitable del cambio, y lo
estudian para descubrir sus causas y sus consecuencias, pero no pueden ir más
allá. Las instituciones que norman el uso de la lengua tampoco pueden legislar
sobre todos los hablantes que, en el caso del español, son alrededor de 400 millones.
Habría que recordar además que hablamos español todo el día, en voz alta y en
voz baja, a solas y acompañados. Nuestra lengua nos acompaña cuando soñamos
y cuando pensamos, cuando imaginamos y cuando discutimos. ¿Quién podría, en
esas situaciones, sancionar el uso de la lengua? La crítica y la aprobación están
en todos y cada uno de los hablantes: en la sanción y el consenso sociales, así
como también en nuestra propia noción de lo que debe ser.
Como hablantes de la lengua, en las mejores circunstancias de la relación cara
a cara, tal vez podríamos comunicarnos con unas pocas decenas de personas,
por ejemplo, en una conferencia. Somos modelos —si lo somos— para unos po-
cos. En cambio, cuando utilizamos los medios —escritos y orales— nos
convertimos en referencia lingüística inevitable para un público que va de cien-
tos a millones, y que está en todas partes. Los medios son lo más cercano a la co-
municación con la mayoría del público: se escuchan o se leen en la casa, en la
sala o incluso en el baño, en el tren o en el avión, de día o de noche, con o sin luz.
Por eso los medios, si utilizan la lengua española, deberían asumir el compromiso
—no el deber— de usarla y difundirla de manera ejemplar. Esto no supone que
deban utilizar una norma única y rígida. El bien hablar, como hemos visto, se
relaciona con diferentes ámbitos y estilos. Esa es la realidad de la lengua.
Las normas locales, nacionales e internacionales deben establecerse por
consenso, sin la imposición de una sola modalidad. Esto respondería a la realidad
de la lengua y a lo que esperan, consecuentemente, las audiencias y los lectores.
Los medios son el instrumento más importante con el que contamos para lograr-
lo. De esta manera fortalecerían la unidad lingüística de la comunidad hispánica.
Contribuirían, al mismo tiempo, a ubicar al español en una mejor posición para
enfrentar el reto de otras lenguas que navegan por las ondas y las páginas del
espacio internacional.

19
Raúl Ávila

Bibliografía

Ávila, Raúl (2003), “La pronunciación del español: medios de difusión masiva y
norma culta”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, México, El Co-
legio de México, tomo 51, pp. 57-79. El texto se encuentra también en http:/
/www.colmex.mx/personal/cell/ravila/Publica.html
(1998), “Españolismos y mexicanismos: hacia un diccionario inter-
nacional de la lengua española”, en Nueva Revista de Filología Hispáni-
ca, México, tomo 46, pp. 395-406. Véase también en: http:// www.colmex.mx/
personal/cell/ravila/Publica.html
CREA (2007), Corpus de Referencia del Español Actual, Madrid, Real Acade-
mia Española. Véase en http://www.rae.es/creanet.html
Crystal, David (1995), The Cambridge Encyclopedia of the English language,
Cambridge/New York, Cambridge University Press.
DRAE (2001), Diccionario de la lengua española, 22ª ed., Madrid, Real Aca-
demia Española.
DRAEL (2003), Diccionario de la lengua española, ed. electrónica de la 22ª
ed., Madrid, Real Academia Española.
Guitarte, Guillermo L. (1983), Siete estudios sobre el español de América,
México, UNAM.
Lope Blanch, Juan M. (coord.) (1978), Léxico del habla culta de la ciudad de
México, México, Universidad Nacional Autónoma de México.
Penny, Ralph (2000), Variation and Change in Spanish, Cambridge, Cambridge
University Press.
VALIDE (2007), Variación Léxica del Español, idea y diseño de Raúl Ávila,
México, El Colegio de México/Universidad Nacional Autónoma de México
[programa de cómputo].
VARILEX (1993-1997), Variación léxica del español en el mundo, coord. de H.
Ueda, Tokio, Universidad de Tokio.

D. R. © Raúl Ávila, México, D. F., enero-junio, 2007.

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