INTRODUCCION
Dentro del Sistema Bancario del país existen una diversidad de bancos que día
a día se dedican a impulsar el crecimiento económico del nuestros pueblos, estos
bancos aparte de trabajar por lograr una utilidad como toda empresa privada, se
dedican a impulsar programas y medios de desarrollo urbano o rural que
permiten a las personas acercarse cada vez más a los medios de adquisición.
Teniendo conocimiento de riesgo, como tal, vemos que es la vulnerabilidad que
presentan los bienes jurídicos protegidos ante un posible o potencial perjuicio o
daño. Este daño suele ser una pérdida total o parcial del patrimonio. Ahora
combinar los bancos con el riesgo, vemos más claramente que son entes
expuestos y vulnerables a en muchos sentidos a sufrir daños a causa de estos
riesgos.
El riesgo de la actividad bancaria se puede observar desde varios sentidos,
orientados a los intereses de personas, a la propia actividad crediticia o al
mercado donde se desarrolla, ahora veamos más ampliamente estos temas y
como funcionan.
EL RIESGO DE LA ACTIVIDAD BANCARIA
Definición
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, el concepto de
riesgo se puede definir como:
1. Contingencia o proximidad de un daño.
2. Cada una de las contingencias que pueden ser objeto de un contrato de
seguro.
Desde un punto de vista menos formal, la definición de riesgo que ofrece
Wikipedia se refiere a “la vulnerabilidad de bienes jurídicos protegidos ante un
posible o potencial perjuicio o daño”.
Descendiendo al ámbito financiero nos encontramos que el concepto de riesgo
puede venir asociado tanto a situaciones de pérdidas extraordinarias (lo más
comúnmente conocido), pero también de beneficios extraordinarios, de ahí que
los conceptos de riesgo y volatilidad se encuentren íntimamente ligados en el
argot financiero.
Para comprender la importancia de una correcta identificación y gestión de los
riesgos de naturaleza financiera, hay que tener presente la vulnerabilidad de las
instituciones financieras frente a los riesgos financieros, y la del sistema
financiero en su conjunto. La explicación se encuentra en que una situación de
crisis de una institución financiera se puede propagar con gran rapidez por todo
el sistema financiero. Este riesgo es conocido como "riesgo sistémico", ya que
tiene efectos desestabilizadores sobre todo el conjunto del sistema financiero,
dada la fragilidad de las entidades bancarias que mantienen una mínima
proporción de reservas líquidas sobre sus pasivos.
En caso de crisis de una entidad bancaria puede ocurrir que se desencadenen
reacciones de pánico colectivo entre los depositantes y acudan de forma masiva
a retirar sus fondos de las entidades, y éstas se encuentren con que no disponen
de reservas líquidas suficientes para atender todas las peticiones. En esta
situación se produce una crisis de liquidez generalizada que conlleva el colapso
del sistema de pagos del país, con sus consiguientes efectos nocivos sobre el
resto del sistema económico.
En términos generales, la gestión de riesgos abarca el conjunto de prácticas
destinadas a optimizar el nivel global de riesgo asumido por una entidad, ya que
el negocio de intermediación financiera consiste, precisamente, en asumir los
distintos tipos de riesgos financieros y determinar la combinación óptima en
términos de rentabilidad y riesgo. Por consiguiente, las entidades han de
optimizar el nivel de riesgos asumidos y para ello lo primero que deben hacer es
identificarlos correctamente.
En nuestra legislación nacional, aparecen regulados los riesgos por: riesgos de
créditos, riesgos de mercado, riesgos de tasas de interes, de liquidez, cambiario,
transferencia, operacional.
A continuación vamos a analizar de forma individual los distintos tipos de riesgos
financieros inherentes al negocio de intermediación financiera. Éstos se pueden
clasificar según su naturaleza en seis grandes grupos: crédito, mercado, tipo de
interés, liquidez, operativo y de reputación.
1. RIESGO DE CRÉDITO
Ofrecer una simple definición del concepto de riesgo de crédito no es tarea
sencilla, ya que tanto su naturaleza como sus manifestaciones han
experimentado profundas transformaciones a lo largo del tiempo, lo cual ha
traído consigo sustanciales cambios en su enfoque y tratamiento.
Para definir el término existe consenso al señalar que "el riesgo de crédito es la
posibilidad de que el prestatario no pueda afrontar la devolución de un préstamo
o crédito, y el incumplimiento de las condiciones pactadas en el contrato, con los
consiguientes quebrantos que de ello pudiera derivarse“; es decir, se consideran:
a) Las pérdidas asociadas al evento de fallido,
b) El deterioro de la calidad crediticia del deudor como consecuencia de quiebras
o suspensiones de pagos, entre otras.
Este mismo se puede clasificar atendiendo a las circunstancias bajo las que se
produce el incumplimiento de obligaciones por parte de un deudor:
a) Riesgo de emisor o de contraparte: concepto íntimamente relacionado con
la solvencia del emisor y la percepción que tiene el mercado respecto a la misma.
b) Riesgo de liquidación/entrega: se produce cuando no existe coincidencia en
el intercambio de los flujos de dinero, tanto por razones técnicas asociadas al
sistema de pagos como a diferencias en el calendario horario.
c) Riesgo país: éste es un caso concreto que se refiere exclusivamente a
situaciones de impago por circunstancias inherentes a la soberanía de los
estados y diferentes del riesgo comercial habitual, que se producen cuando el
Estado deudor o las entidades por él garantizadas, se niegan a devolver los
créditos: riesgo soberano. También puede ocurrir que estén dispuestos a pagar
pero carezcan de las divisas en las que está denominada la deuda: riesgo de
transferencia.
En síntesis, el concepto de riesgo de crédito tiene múltiples definiciones
dependiendo del enfoque adoptado en cada caso, pero también es cierto que a
pesar de los matices señalados existe amplio consenso a la hora de afirmar que
constituye el riesgo por antonomasia de las entidades financieras, si bien bajo
un envoltorio distinto al de hace algunos años cuando únicamente se refería a
operaciones de préstamo y crédito.
El riesgo de crédito se ha vuelto más complejo, siendo cada vez más necesarios
mecanismos que permitan una adecuada cuantificación de su magnitud y
tratamiento a nivel global de la entidad.
2. RIESGO DE MERCADO
En los últimos tiempos, los mercados financieros han sido objeto de profundas y
numerosas transformaciones que han provocado que su operativa alcance unos
niveles de complejidad y sofisticación sin precedentes. A modo de ejemplo cabe
citar el aumento del volumen de las carteras de inversión que gestionan los
bancos por cuenta propia, lo cual ha hecho que cada vez sea más necesario que
las entidades cuenten con unas herramientas de control y gestión fiables para
valorar su situación y su exposición ante este tipo de riesgo, que no es exclusivo
de las entidades de crédito sino de todo intermediario financiero que realice
actividades de inversión en los mercados financieros. En este sentido, la
valoración de posiciones a precios de mercado («mark-to-market») y la
existencia de mercados financieros más líquidos han favorecido en los últimos
años el desarrollo de técnicas de medición de riesgo más precisas.
El riesgo de mercado proviene de las pérdidas experimentadas por los activos,
pasivos y operaciones fuera de balance de una entidad financiera como
consecuencia de la evolución desfavorable de una serie de factores de riesgo
subyacentes. Entre los factores de riesgo se encuentran las variaciones de los
tipos de interés, tipos de cambio, precios de los instrumentos de renta variable y
precios de las mercaderías - commodities-.
De estos factores depende el valor de las posiciones de la entidad, tanto de su
cartera de inversión como de negociación.
3. RIESGO DE TIPO DE INTERÉS.
El riesgo de tipo de interés es inherente a la doble naturaleza del negocio
bancario (operaciones de activo versus operaciones de pasivo) que hace que la
entidad bancaria esté más expuesta ante cualquier modificación de los tipos de
interés cuanto más abierta sea su posición.
Una entidad mantiene una posición abierta cuando la diferencia entre la suma
de los activos y pasivos denominados en una divisa es distinta de cero. La
casuística que nos podemos encontrar es:
a) Posición larga: cuando la suma de los activos de la entidad es mayor que la
suma de los pasivos emitidos.
b) Posición corta: en este caso la suma de los activos es menor que la suma de
los pasivos.
4. RIESGO DE LIQUIDEZ:
Cuando se habla de riesgo de liquidez nos referimos a la probabilidad de que
una entidad:
1) No pueda satisfacer la totalidad de solicitudes de liquidez ante una inesperada
retirada masiva de fondos por parte de los depositantes, o
2) Atraviese dificultades temporales para hacer frente a sus compromisos de
pago vencidos como consecuencia de:
a) Tener limitada capacidad para deshacer posiciones (riesgo de liquidez de
mercado) o
b) Poder obtener financiación pero bajo condiciones gravosas (riesgo de
liquidez de financiación).
Para comprender el alcance y naturaleza de este tipo de riesgo hay que definir
previamente el concepto de liquidez de un instrumento financiero: aquél que es
fácilmente convertible en dinero, a corto plazo y sin sufrir pérdidas. Hay que tener
presente que para una entidad mantener activos líquidos implica un coste de
oportunidad en término de la rentabilidad a la que se renuncia frente a otras
alternativas de inversión.
5. RIESGO OPERATIVO U OPERACIONAL:
Se entiende por riesgo operativo la posibilidad de ocurrencia de pérdidas
financieras por deficiencias o fallos en los procesos internos, en la tecnología de
información, en las personas o bien por ocurrencia de eventos externos
adversos.
Agrupamos en cuatro grandes bloques las fuentes de riesgo operativo:
a) Procesos internos: deficiencias en los sistemas de control y gestión;
modelos inadecuados de valoración de productos, operaciones y
servicios; errores en las transacciones; errores en la información contable;
inadecuada compensación, liquidación o pago; insuficiencia de recursos
para el volumen de operaciones, así como el incumplimiento de plazos y
presupuestos.
b) Personas: Posibilidad de incurrir en pérdidas financieras como
consecuencia de negligencias, errores humanos, sabotaje, fraude, lavado
de dinero, y un ambiente laboral desfavorable, entre otras.
c) Tecnología de Información: Posibilidad de pérdidas financieras
derivadas del uso de inadecuados sistemas de información y tecnologías
que pueden afectar al desarrollo de las operaciones y servicios que realiza
la institución.
d) Eventos externos extraordinarios: Posibilidad de pérdidas derivadas de
eventos ajenos al control de la empresa que pueden alterar el desarrollo
normal de sus actividades. Entre otros factores, se consideran
contingencias normativas y regulatorias, desastres naturales, atentados y
actos delictivos en general.
En general las etapas para la correcta gestión del riesgo operativo se sintetizan
en tres:
a) Identificación del riesgo.
b) Cuantificación y control del riesgo.
c) Técnicas de mitigación o eliminación del riesgo.
6. RIESGO DE REPUTACIÓN O RIESGO REPUTACIONAL
La reputación corporativa se refiere a la percepción que los diversos grupos de
interés (stakeholders) tienen sobre una empresa. En este sentido el riesgo de
reputación surge cuando un evento de riesgo crea la percepción de que el
comportamiento de una organización difiere del esperado por sus grupos de
interés y ello repercute de forma directa o indirecta en el valor de la organización.
Partiendo del conjunto de riesgos financieros inherentes al negocio de
intermediación financiera previamente analizados, llegamos al último concepto
de riesgo, que es el último eslabón de la cadena ya que sobreviene como
consecuencia de los riesgos anteriores.
Una entidad financiera se encuentra en riesgo de insolvencia ante situaciones
en las que la entidad no dispone de capital suficiente para cubrir las pérdidas en
las que ha incurrido. En este caso la entidad se declara en suspensión de pagos,
y si ésta no se resuelve satisfactoriamente se declararía en quiebra procediendo
a liquidar sus activos.
Por solvencia entendemos el grado de viabilidad de una empresa a largo plazo.
Para conseguirlo un banco debe lograr generar beneficios y evitar incurrir en
pérdidas, lo cual está en función de dos variables: la calidad de los activos y la
solvencia de sus clientes.
El riesgo de una entidad de crédito se encuentra en su activo. Si la morosidad
de sus operaciones activas es muy fuerte la entidad no sobrevivirá. Para evitarlo
las entidades vigilan de forma cuidadosa la solvencia de sus prestatarios,
analizan a los clientes, sus proyectos empresariales y éxito económico, así como
a las personas vinculadas, evitando la concentración de riesgos en un mismo
grupo empresarial, o controlando el riesgo país (referido a la capacidad del
prestatario para obtener las divisas en las que se concreta el préstamo).
Para cubrirse de estos riesgos de insolvencia las entidades exigen garantías
reales o patrimoniales y avales. En cualquier caso, la regulación comunitaria
obliga como medida de control de riesgos a asignar recursos propios a priori y a
dotar provisiones por insolvencia o riesgo país a posteriori.
En concreto exige a las entidades de crédito, entre otras medidas:
a) Mantener un volumen de recursos propios ajustado al riesgo de crédito
soportado, tanto en las operaciones activas, como en los compromisos y
operaciones a plazo no vencidas que, sin embargo, implican riesgos para
la entidad;
b) Exigencia de recursos propios adicionales sobre la posición global neta
en divisas;
c) Limitación a la concentración de riesgos en un mismo grupo empresarial,
y
d) Exigencia de provisiones por riesgo comercial y riesgo país.
Con el propósito de identificar, medir y monitorear, controlar y prevenir riesgos
los bancos y las instituciones financieras deberán contar con procesos de crédito
que incluyan sistemas de información y un comité de gestión de riesgos. Según
el Artículo 55 de la Ley de Bancos y Grupos Financieros Decreto 19-
2002.
CONCLUSIÒN
Con el propósito de proteger a los ahorradores y clientes de las instituciones
bancarias, al sistema financiero y, por consiguiente, a la economía nacional,
existen entidades que controlan las actividades que llevan a cabo estas
instituciones, buscando mantener en niveles aceptables los diferentes tipos de
riesgo y evitar, por lo tanto, la posibilidad de grandes pérdidas
Una preocupación básica de estos organismos es asegurar que cada entidad
bancaria pueda devolver los depósitos del público, lo que requiere de un nivel
adecuado de capital para que, en caso de una pérdida, ésta se cubra con
recursos propios y no con dinero del público. Por ello, cada entidad debe tener
un capital proporcional a los recursos que arriesga y al nivel de riesgo al que los
expone.