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Una Aproximación Judía Al Nuevo Testamento (Frédéric Manns)

1) El documento discute la importancia de una aproximación judía al Nuevo Testamento, notando que Jesús, sus discípulos y los evangelios estaban profundamente arraigados en la cultura y tradiciones judías. 2) Señala que los Padres de la Iglesia primitiva también hicieron lecturas cristológicas de las Escrituras desde una perspectiva judía. 3) Argumenta que comprender mejor el contexto judío original ayuda a clarificar pasajes del Nuevo Testamento que de otro modo parecerían oscuros.
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Una Aproximación Judía Al Nuevo Testamento (Frédéric Manns)

1) El documento discute la importancia de una aproximación judía al Nuevo Testamento, notando que Jesús, sus discípulos y los evangelios estaban profundamente arraigados en la cultura y tradiciones judías. 2) Señala que los Padres de la Iglesia primitiva también hicieron lecturas cristológicas de las Escrituras desde una perspectiva judía. 3) Argumenta que comprender mejor el contexto judío original ayuda a clarificar pasajes del Nuevo Testamento que de otro modo parecerían oscuros.
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UNA APROXIMACIÓN JUDÍA AL

NUEVO TESTAMENTO
R.P. Dr. Frédéric Manns, ofm

Conferencia dada a los laicos en la parroquia San Maximiliano Kolbe durante el


transcurso de la Semana Bíblica 2004

A modo de introducción quiero recordar que Jesús nació de madre judía, de la casa de David y
del pueblo de Israel, y que su amor y perdón abrazan a su propio pueblo y al mundo entero.
Quiero recordar también que los primeros discípulos, los apóstoles y los evangelistas eran judíos.
En otras palabras: la religión cristiana es hija de la religión judía auténtica. No es una derivación
de la secta de Qumrán, sino el fruto auténtico del judaísmo bíblico. El Nuevo Testamento
cristiano, que se erigió sobre la base del Antiguo Testamento judío, es una lectura de la vida de
Jesús a la luz de la resurrección y también de las Escrituras judías comentadas en las sinagogas.
No es una biografía de Jesús.
Hablar de una aproximación judía al Nuevo Testamento no es algo nuevo, dependiente del
Vaticano II o quién sabe de qué otra fuente. Los Padres palestinos de la Iglesia siempre
discutieron con los rabinos e hicieron una lectura de los Evangelios en contexto judío. Justino de
Nablús disputa con el hebreo Trifón sobre el sentido cristológico del Nuevo Testamento. Orígenes
de Cesarea comenta el Cantar de los Cantares a la manera de los rabinos: el esposo es Cristo y la
esposa es la Iglesia. Jerónimo de Belén conocía el Targum de los Profetas y lo traducía al latín.
Los Padres de la Iglesia han hecho una lectura cristológica de las Escrituras, mostrando cómo
Jesús era el Mesías de Israel.
Pero es verdad que después del Vaticano II la Iglesia se abre mucho más a sus raíces judías. La
arqueología, las ciencias históricas y el estudio de las fuentes literarias nos permiten cada día
conocer mejor el ambiente sociocultural de Jesús. Un ejemplo: con el descubrimiento de los
textos hebreos de la Gueniza del Cairo, al inicio de este siglo, tenemos mucho material para
estudiar la liturgia hebrea en su rama Palestina. Los textos que teníamos antes eran de origen
babilónico. Nuestra aproximación judía depende mucho de las fuentes que tenemos.
Me complace mucho subrayar la contribución española sobre la aproximación judía a los
Evangelios. Los exégetas españoles han dado gran importancia a los textos orales que
comentaban las Escrituras en la Sinagoga, el Targum. Con el descubrimiento del Targum
Neophyti por el Prof. Díez Macho empieza una nueva era en la exégesis católica.
En la celebración sinagogal el texto hebreo hubiera permanecido ininteligible para el pueblo,
si el oficiante no lo hubiera traducido al arameo, la lengua del pueblo, acompañando la traducción
con comentarios y explicaciones al estilo semítico, adornándolas con parábolas conforme a la
mentalidad popular. Formaban una larga tradición que se desarrolló en el judaísmo durante los
siglos que van del retorno del exilio de Babilonia hasta la época del nacimiento del cristianismo.
Nos dan el bagaje teológico de los judíos a quienes Jesús predicó y que los evangelistas
describieron. Condicionan en buena medida las categorías mentales de los escritores del Nuevo
Testamento y su manera de expresar el mensaje evangélico. Jesús, los primeros cristianos y los
evangelistas conocían esas interpretaciones litúrgicas. Muchos pasajes del Nuevo Testamento que
nos resultan oscuros, lo son porque desconocemos aquellas adaptaciones populares que
correspondían a la cultura, a la mentalidad y a las necesidades espirituales del auditorio que
encontró Jesús en las sinagogas. El Targum Neophyti estudiado por el Prof. Díez Macho nos

1
proporciona el sentido que daban al Pentateuco los contemporáneos de Jesús. Se ha dicho que el
descubrimiento de este documento es tan importante como el de los rollos de Qumrán.
El método que voy a seguir es el método dialéctico de los escolásticos. Primero daré los
argumentos contrarios: Videtur quod non. Después daremos argumentos positivos: Videtur quod
sic.
Primero: Videtur quod non. Sabemos que no todos los Padres de la Iglesia eran simpatizantes
de los judíos. La Carta de Bernabé, los escritos de san Juan Crisóstomo y otros Padres lo prueban.
Cristo nos ha dado la libertad. La Ley no tiene ya valor. Es por su fe en Cristo por lo que el
creyente recibe la salvación. Muchos textos de Pablo van en este sentido.
Yo os daré también un ejemplo en este sentido. Cada mañana los hebreos dicen muchas
bendiciones. Entre ellas está la siguiente: “Bendito seas Señor, porque me has creado judío y no
pagano; por que me has creado hombre libre y no esclavo; porque me has creado hombre y no
mujer”. San Pablo en sus cartas repite: "Ya no hay judíos ni paganos, ni hombres libres ni
esclavos, ni hombres ni mujeres; somos todos uno en Cristo" (cf. Gal 3,28; Rom 10,12; 1 Cor
12,13; Col 3,1 l). Es decir, que para Pablo esta bendición no tiene ya sentido después de la
resurrección de Jesús. Podría dar más ejemplos de este tipo. Pero me gusta más subrayar los
ejemplos positivos.

1) El Shemá Israel
Volvamos al texto mismo de los Evangelios para estudiar algunas tradiciones judías que en
ellos se contienen. Se encuentran en labios de Jesús las fórmulas mayores de la Ley, el Shemá
Israel, y de la moral judía. Al escriba que le pregunta cuál es el primero de los mandamientos,
Jesús le contesta: "El primero es: Shemá Israel, Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único
Dios, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. El
segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos"
(Mc 12,28-32; Dt 6,43; Lev 19,18). Es interesante subrayar que a la pregunta del primer
mandamiento Jesús contesta que hay dos mandamientos que son primeros. Uno es teórico. Y el
segundo confirma la validez del primero. En otras palabras, es imposible amar al Dios que no se
ve, si no se ama al hermano que se ve.
Sabemos cómo los judíos interpretaban el Shemá Israel completado con el mandamiento del
amor: "Amarás a tu Dios con todo tu corazón, es decir, con las dos tendencias de tu corazón, la
buena y la mala; amarás con toda tu alma, es decir, hasta dar tu vida por Dios en caso de
persecución; con todas tus fuerzas, es decir, con tu dinero".
San Lucas en los Hechos de los Apóstoles nos dice que la comunidad de Jerusalén tenía un
solo corazón y una sola alma y ponían en común el dinero. Amaban a Dios y a los hermanos con
el corazón, el alma y las fuerzas, es decir, el dinero. La comunidad primitiva de Jerusalén tenía
como modelo el Shemá Israel.
También en sus parábolas insistía Jesús sobre la importancia del Shemá Israel. En la parábola
del sembrador (Mt 13,3-23) describe tres categorías de personas. Algunos reciben la Palabra, pero
el diablo quita lo que está sembrado en el corazón. Otros tienen miedo de la persecución. Otros
tienen preocupaciones de dinero y no pueden dar fruto. Es decir, algunos no aman a Dios con
todo el corazón, porque el diablo quita del corazón la Palabra. Hay dos tendencias en el corazón y
la vida del hombre es una lucha entre dos hombres que viven en mí, como decía Pablo. Algunos
no aman a Dios con toda el alma, porque tienen miedo en tiempo de persecución. Otros, en fin,
no aman a Dios con todas las fuerzas, es decir, con el dinero. Las preocupaciones de las riquezas
no permiten a la Palabra dar fruto. Muchos otros textos de los Evangelios suponen el modelo del
Shemá Israel como “background”.

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2) Métodos judíos de interpretación de las Escrituras
La teología cristiana reconoce en el Antiguo Testamento la prefiguración del Nuevo
Testamento. Se puede decir que el cristianismo empieza con el libro del Génesis, desarrollándose
a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Esto es lo que Cristo resucitado explicó a los discípulos
en Emaús: a través de los escritos de Moisés, de los profetas y de los demás escritos les explicó
que Cristo tenía que sufrir antes de entrar en su gloria. Cristo no vino a derogar la Ley ni a negar
a los Profetas, sino a cumplir las profecías y la ley hasta la última yod.
Hay que notar que cuando Lucas 24 habla del Jesús que interpreta la Ley, los Profetas y los
demás textos, recurre a un método judío de interpretación de las Escrituras llamado horaz
(collar). Hay que ensartar los textos de las Escrituras como perlas de un collar, de manera que la
Ley, los Profetas y los demás escritos den el mismo mensaje. Sólo de esta manera se repite la
experiencia del Sinaí con el don de la Ley: el fuego baja del cielo. Así Lucas anota que los
discípulos al oír a Jesús hablar de Moisés, de los Profetas y de los textos sapienciales sienten el
corazón ardiente. La experiencia del Sinaí se repitió para ellos.

3) El ambiente judío de Jesús


Son semitas todos los nombres citados por Mateo en el evangelio de la infancia, como lo serán
así mismo los nombres citados luego por Marcos y Lucas, entre ellos "Miriam", la madre de
Jesús, José (Joseph).
Lucas nos da a conocer documentos de gran valor literario y religioso, que ponen de relieve el
vínculo que une el Nuevo Testamento al Antiguo. Cita con admiración el cántico de María, el
Magnificat. En ese cántico no se encuentra una palabra ni un versículo que no provenga
directamente de los Salmos o del cántico de Ana, la madre de Samuel. Las últimas palabras del
Magnificat son judías:

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia,


como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.

La referencia a la antigua alianza es clara. Hay que recordar que Miriam, como las mujeres
judías del siglo I, pudo frecuentar la sinagoga, porque en el siglo I no existían separaciones entre
varones y mujeres en los edificios sagrados llamados sinagogas. Las excavaciones arqueológicas
en las sinagogas de Gamla en Galilea y en las de Magdala y Massada han permitido llegar a esta
conclusión. También los textos rabínicos hablan de mujeres que rezaban en las sinagogas. De este
modo podemos estar seguros de que Miriam, que conocía las Escrituras porque frecuentaba la
sinagoga de Nazaret, pudo cantar su Magnificat como réplica del cántico de Ana. Es decir, el
Magnificat no nos da la teología de Lucas, sino la de Miriam.
Jesús también era judío por la circuncisión. Antes del concilio Vaticano II, el primer día del
año la Iglesia lo dedicaba a la conmemoración de un rito judío: el que marca la entrada del niño
en la Alianza, el pacto de Dios con Abraham. Es una lástima que hayamos perdido esta fiesta muy
significativa. La fiesta litúrgica de la circuncisión era de origen mozárabe; de España pasó a la
liturgia galicana en el siglo XI y luego a la romana. La denominación desapareció con las
reformas del calendario litúrgico. Pablo, el fariseo que no quería imponer la circuncisión a los
demás cristianos provenientes del paganismo, admite claramente que Jesús, “nacido bajo la Ley,
vivió bajo la Ley”.
En el primer concilio, el concilio de Jerusalén, se discutió largamente sobre la conveniencia de
imponer la circuncisión a los gentiles que se adherían al cristianismo. Los Hechos de los

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Apóstoles nos recuerdan que la asamblea se pronunció a favor de la tesis de Pablo, fariseo e hijo
de fariseos: se eximió a los paganos de aquella obligación.

4) La cultura hebrea de Jesús


Jesús era judío también por su nombre. "Jesús" es un nombre esencialmente semítico:
"Jehoshua" significa "Dios salva". Asimismo Cristo es el equivalente griego del término judío
Mesías. Jesús usaba la lengua hebrea y el arameo. Basta recordar las expresiones: Effeta; Talita
kum; Eloi, Eloi lama sabactani. La mesianidad de Jesús iba unida al título de Hijo de David,
porque muchos esperaban al Mesías como hijo del rey David, según la profecía de Natán: “No
serás tú, David, quien me edifique una casa, sino que Yo (Dios) te edificaré una casa y te daré un
descendiente” (cf. 2 Sam 7,4-17). También los fariseos esperaban al Mesías como hijo de David
según el Salmo de Salomón 17.
Lucas recuerda también que Jesús hizo la ceremonia del Bar Mizvá a la edad de 12 años.
Como todos los judíos, Jesús fue al templo de Jerusalén y aceptó vivir la Ley y ser "hijo del
mandamiento" (bar mizvá). El mismo Lucas nos habla de Jesús en la sinagoga de Nazaret. ¿Qué
se hacía en la sinagoga? La sinagoga era la casa de reunión. En ella se leían y comentaban
principalmente los textos sagrados. Todo judío capaz de hacerlo podía participar en la explicación
de la liturgia del día. Esta liturgia de la sinagoga es la madre de la liturgia cristiana. Fue en la
sinagoga de Nazaret donde por primera vez Jesús predicó el evangelio, explicando un texto del
profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí” (Is 6 1, l).
El evangelio de Juan habla también de la enseñanza de Jesús en el Templo de Jerusalén bajo el
pórtico de Salomón, durante la fiesta judía de la Dedicación del Templo, fiesta que celebran los
judíos hasta el día de hoy y que ellos llaman Hanukah. Jesús ejerció su ministerio en el ámbito
religioso y cultural de su pueblo. El evangelio de Mateo presenta a Jesús como nuevo Moisés,
dador de la Ley Nueva en la montaña, símbolo del nuevo Sinaí.
El gesto vehemente y revolucionario con el que se atrevió a purificar el Templo, al inicio de su
vida pública según san Juan, no constituye una condena al Templo, sino una prueba de su validez
religiosa como "casa de oración". Fue un gesto de piedad judía, de inspiración profética. Jeremías
también había criticado muy duramente al Templo.
Si bien es cierto que Jesús ponía por encima de todo la adoración al Padre en espíritu y en
verdad, que puso los mandamientos rituales de la Ley por debajo de los mandamientos de amor,
caridad y justicia, que rechazó las mezquinas exigencias de cierto legalismo exagerado, es un
hecho confirmado por los evangelistas que hasta su último día Jesús jamás dejó de practicar los
ritos del judaísmo: pronunció las bendiciones judías, celebró la Pascua según el rito de la liturgia
familiar y rezó los Salmos en la cruz hasta el final. Jesús dijo: No he venido a abolir el judaísmo,
sino a llenarlo, fecundarlo, llevarlo a su plenitud (plerosai en griego).
Así mismo, cuando Jesús habla de los odres viejos y del vestido usado, hay que situar estas
comparaciones en su contexto evangélico. Jesús no habla de la Ley, sino de los ayunos prescritos
por Juan Bautista y los fariseos, prácticas que no figuraban en la Ley. Muchos años después de la
resurrección de Jesús los discípulos y los miles de primeros cristianos siguieron practicando la
Ley. Una prueba de ello es el libro de los Hechos de los Apóstoles. Santiago Y los ancianos
dijeron a Pablo: “Ya ves, hermano, cuantos miles y miles de judíos han abrazado la fe y todos
están llenos de celo por la ley” (Hech 21,20). El concilio de Jerusalén, al permitir que no se
impusiera a los paganos convertidos algunas prescripciones semíticas difíciles de aceptar a causa
de su mentalidad, no refiere ninguna alusión a palabra alguna de Jesús en un sentido o en otro.

5) Las Bienaventuranzas

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La relación entre el Nuevo Testamento y el judaísmo pluralista del siglo I se ve también en
algunos textos como las bienaventuranzas, que se pueden definir como típicamente cristianos.
Se reconoce en las Bienaventuranzas el género literario de los libros sapienciales. También en
Qumrán se encuentran bienaventuranzas para los que aceptan vivir la Ley. A cada una de las
Bienaventuranzas se le puede encontrar una correspondencia en el Antiguo Testamento. La
novedad proclamada por Jesús es que el Reino de Dios ya está dado a los pobres.
La primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos" (Mt 5,3) podemos compararla con la del salmo 4 1, 1: “Bienaventurado el
que cuida del pobre”. En los Salmos se habla mucho de los anawim y ebionim. Los versículos
con los que Jesús comienza el Sermón de la montaña se basan en Is 66,2. Lucas sostiene que
Jesús al comienzo de su ministerio en la sinagoga de Nazaret se aplicó el texto de Is 61,1-2. El
pasaje comienza así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado a anunciar a los pobres
la Buena Noticia”.
La segunda bienaventuranza, la que promete consuelo a los que lloran, se basa en Is 61,1-1
“Me ha enviado para consolar a todos los que lloran”.
La tercera bienaventuranza es la de los mansos, porque poseerán la tierra. Este macarismo es
una cita del salmo 37,2: “Los mansos heredarán la tierra”. Este salmo fue comentado también
en Qumrán: heredar la tierra significa entrar en el reino mesiánico (cf. Is 60,21). Los adversarios
del reino de Dios son los arrogantes (zedim). En la oración cotidiana del Shemone Esre (las
dieciocho bendiciones) se dice que los zedim serán humillados por Dios. Cuando esto suceda,
entonces llegará el Reino de Dios.
La quinta bienaventuranza: los misericordiosos alcanzarán misericordia, se encuentra en el
Targum, es decir, en la versión sinagogal de la Biblia.
La séptima bienaventuranza: los que buscan la paz serán llamados hijos de Dios, puede ser
comparada al dicho de Hillel, que vivió pocos años antes de Cristo: “Ama la paz, procura la paz y
ama a la humanidad”. Jesús, como Hillel, era constructor de la paz.
Las Bienaventuranzas son en sí un género literario sapiencial. Jesús hizo uso de ideas y de un
lenguaje que proceden del Antiguo Testamento, principalmente de los Salmos y de Isaías. Pero el
contenido de su predicación trae algo nuevo: Jesús habla del Reino de Dios y no solamente de la
Ley o de la sabiduría de los maestros judíos. Los Padres de la Iglesia al comentar las
Bienaventuranzas las comparan con las peticiones del Padre Nuestro y con los dones del Espíritu
Santo. Es decir: para vivir las Bienaventuranzas se necesita el don del Espíritu dado en la oración.

6) La oración de Jesús
Un ejemplo muy elocuente de las raíces judías del mensaje de Jesús es su oración, el Padre
Nuestro, que depende en parte de la oración judía del Kaddish que los hebreos rezaban después
del estudio de la Ley: "Que sea exaltado, magnificado su Nombre (de Dios) y que venga su
Reino".
Jesús llama a Dios su Padre. La paternidad de Dios es uno de los temas básicos de la tradición
judía. Ex 4,22 es el pasaje fundamental en cuanto a la designación de Dios como Padre. También
las bendiciones cuarta y sexta de la oración Shemone Esre utilizan, tanto en la recensión
palestinense como en la babilónica, la expresión "nuestro Padre" para designar a Dios. Más tarde
la idea fue incorporada a la oración judía en la célebre petición Abinu, Malkenu.
El significado de Dios Padre es el que Dios ama, cuida y guía a sus hijos. De ahí que la
paternidad de Dios implique en sí otra noción: la fraternidad de los hombres. La fraternidad de
los hombres no es un mero concepto de ética social, sino el resultado de invocar a Dios como
Padre. Pero en labios de Jesús aparece otra dimensión de la paternidad: el elemento de la

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autoridad. No es casual la construcción de la segunda frase de su oración: “Santificado sea tu
nombre”. La oración judía del Kaddish dice también: “glorificado y santificado sea tu nombre”.
El trasfondo de ambas expresiones se encuentra en Ezequiel (38,23): “Manifestaré mi grandeza y
mi santidad, me daré a conocer a los ojos de numerosas naciones y sabrán que Yo soy Yahvé”. El
Salmo 111,9 recita también: “Santo y terrible es su nombre”.
En resumen: “Padre” (Abba en arameo) encierra para Jesús los conceptos fundamentales de
amor y autoridad. Jesús tiene relaciones especiales y únicas con el Padre. Hasta en la cruz Jesús
llama a Dios Abba, según el evangelio de Marcos (14,36).

7) Las fiestas judías.


Para entender los Evangelios hay que partir de Abraham, como padre de los creyentes, y de
toda la historia del pueblo elegido desde Moisés y el éxodo de Egipto hasta llegar al Nuevo
Testamento. El evangelio de Juan recuerda que toda la obra de Jesús consistió en realizar el
nuevo éxodo, la Pascua definitiva.
Peguy, un poeta francés, en su poema "Le Porche de Notre Dame" escribe: "Así como Israel
marcha delante de la cristiandad y Adán delante de Jesucristo, el segundo Adán, así delante de
toda la historia del Nuevo Testamento marcha una historia del Antiguo Testamento que es
paralela".
Tomo algunos ejemplos de las fiestas judías. En el libro del Éxodo (12,42) el Targum
menciona un poema sobre las cuatro noches de la salvación:

"Noche de vela para Yahvé a fin de sacarlos de la tierra de Egipto.


Esta noche es de Yahvé, de vela para todos los hijos de Israel por sus generaciones.
Noche de vela y predestinada para la redención en el nombre de Yahvé.

Sólo cuatro noches son las que están escritas en el Libro de las Memorias.
La primera noche: cuando apareció Yahvé sobre el mundo para crearlo. El mundo era
confusión y caos y la oscuridad estaba extendida sobre la superficie del abismo. El Verbo de
Yahvé (el Merará) era la luz y lucía. Y la llamó noche primera.
La segunda noche: cuando Yahvé se apareció a Abraham centenario y a Sara su mujer
nonagenaria para cumplir lo que dice la Escritura: ¿por ventura Abraham de cien años
engendrará y su mujer de noventa años parirá? E Isaac tenía treinta y siete años cuando fue
ofrecido sobre el altar. Los cielos descendieron y bajaron e Isaac vio sus perfecciones y
quedaron nublados sus ojos por sus perfecciones. Y la llamó noche segunda.
La tercera noche: cuando Yahvé se apareció a los egipcios a media noche; su mano daba
muerte a los primogénitos de Egipto. Y su diestra daba protección a los primogénitos de Israel
para cumplir lo que dice la Escritura: mi hijo primogénito es Israel. Y la llamó noche tercera.
La cuarta noche: cuando llegue el mundo a su fin para ser redimido. Los yugos de hierro
serán quebrados y la generación malvada será aniquilada. Y Moisés surgirá de en medio del
desierto y el Rey Mesías de lo alto. Uno caminará a la cabeza del ganado y otro caminará a la
cabeza del ganado. Y su Verbo caminará entre los dos. Esta es la noche de Pascua".

Nuestra liturgia de Pascua depende de esa tradición. Y muchos textos de los Evangelios
suponen esta tradición, como la parábola del Buen Pastor que camina a la cabeza del ganado, la
parábola de las Vírgenes que están esperando al esposo de noche. Por último, la venida del
Mesías será una lucha entre Satanás y Jesús, como lo presenta el Evangelio de Juan: Satanás que

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entra en Judas y Jesús que echa fuera al príncipe de este mundo. Esta rica tradición pascual tuvo
una repercusión muy grande, tanto en el judaísmo como en el cristianismo primitivo.
Habría mucho que añadir sobre las fiestas judías como contexto de los Evangelios. Es Juan,
más que los Sinópticos, quien ve en el cuadro litúrgico judío el trasfondo de la vida de Jesús.
Menciona tres veces la Pascua. La primera (2,13) es la de la purificación del Templo y el anuncio
del nuevo Templo, que es el cuerpo de Jesús resucitado. La segunda (6,4) es la Pascua de la
Eucaristía. La tercera (11,55) es la de su pasión y subida al Padre.
En el Apocalipsis de Juan (5,12) leemos este himno: “Digno es el Cordero de recibir la
fuerza, la riqueza, la sabiduría, el poder, el honor, la gloria y la alabanza”. El Cordero recibe
siete títulos. En el ritual de la Pascua de los judíos, llamado la Haggadá de Pesaj, podemos leer el
texto siguiente: "Tenemos que alabar, cantar, exaltar, celebrar, magnificar, enaltecer y dar gracias
a aquel que hizo estos milagros para nuestros padres". Aquí tenemos siete verbos de alabanza.
Está claro que el autor del Apocalipsis conocía la Haggadá de Pesaj, de la que propone una
lectura cristológica.
La fiesta de las Cabañas, llamada Sukkot, es mencionada en el Evangelio de Juan (7,2). Los
sacerdotes bajaban cada día de la fiesta a la fuente de Siloé para sacar agua. Hacían después una
libación de agua sobre el altar para pedir la lluvia. En este contexto Jesús dijo: “Quien tenga sed,
que venga a mí” (7,37). Juan añade: Hablaba del Espíritu que los creyentes recibirían (7,39). Los
textos judíos dicen que los sacerdotes bajaban a Siloé, no para sacar agua, sino para tomar el
Espíritu del Santuario, presente en la fuente de Siloé.
La fiesta de la Expiación, llamada de Kippur, es muy importante para entender la carta a los
Hebreos. Cristo es el sumo Sacerdote que entró en el “Santo de los Santos” para hacer la
purificación. Tenemos una interesante comparación entre el sacerdote judío, que cada año hacía
la purificación, y Jesús, el nuevo sacerdote que entró una vez para siempre en el santuario.
Si lo que hemos dicho antes es verdad, hay que tenerlo en cuenta para la interpretación de los
Evangelios. No sirve el recurso a la gnosis (como para Bultmann) ni sirve el recurso al helenismo
(como para muchos alemanes que ignoran todo del Targum, porque no está traducido al alemán).
Sirve el estudio del contexto judío. En tiempo de Jesús existían unas reglas de exégesis conocidas
como las "reglas (Midot) de Hillel". Con esas categorías hay que interpretar el Nuevo
Testamento.
Hemos hablado mucho sobre la aproximación judía a los Evangelios sin dar una definición del
judaísmo. Sabemos que el judaísmo en tiempo de Jesús era una realidad plural. Había muchas
corrientes: el movimiento apocalíptico, el movimiento sapiencial, el fariseísmo, los bautistas, los
samaritanos, los esenios, etc. De aquí la pregunta que plantean algunos exégetas: ¿tenía Jesús
afinidades con los esenios, como el desprecio de las riquezas y la comunidad de bienes? Esto
significaría que el cristianismo habría surgido de una rama heterodoxa del judaísmo, lo que en
manera alguna está demostrado.
Jesús estaba muy cercano al judaísmo ortodoxo. Encontramos muchas actitudes fariseas en los
Evangelios, como la creencia en la resurrección y el paralelismo con el dicho de Hillel: “No
hagas a tu prójimo lo que no quisieras que te hagan a ti” (cf. Mt 7,12). Cuenta también el
evangelio que un escriba dijo un día a Jesús: “Bien has dicho, Maestro” (Mc 12,32). Y la
respuesta de Jesús al escriba fue: “No estás lejos del Reino” (12,34).
¿Cómo no reconocer en los Evangelios, aunque elevados a un plano superior, la palabra
evocadora de los profetas, las figuras literarias de los salmistas y los métodos de enseñanza
familiares a los rabinos judíos contemporáneos de Jesús? El Evangelio que Jesús predicó en
Palestina tiene fuertes raíces judías, del judaísmo más ortodoxo, aunque esté escrito en griego, la
lengua más común de la época y que garantizaba una difusión más rápida.

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Recientemente los exégetas han rehabilitado a los Fariseos. El Evangelio de Mateo nos da
frecuentemente una caricatura de los Fariseos a causa de la lucha que existía entre las
comunidades judías y cristianas. Esta rehabilitación moderna puede provocar asombro y
escandalizar a algunos espíritus apegados al cliché de la tradicional hipocresía de los fariseos,
generalización que nadie puede sostener seriamente hoy en día. El Evangelio de Lucas dice
claramente que Jesús tenía amigos entre los Fariseos y que aceptaba su invitación a comer con
ellos (cf. 7,36; 11,37; 14, l).
El Evangelio y la tradición evangélica se relacionan estrechamente con la tradición judía a
través de todas sus raíces.

Las categorías hermenéuticas de Hillel


En el sermón escatológico de Mateo 24,131 encontramos la predicción de la destrucción del
Templo y la pregunta de los discípulos sobre el signo de la Parusía del Señor y el tiempo de la
consumación del mundo (24,3). Jesús responde poniendo en guardia contra los falsos mesías,
cuya venida aún no anuncia el fin (to telos) después de predecir calamidades y persecuciones.
Jesús añade: Quien persevere hasta el fin, se salvará (24,13). Y precisa: cuando el Evangelio se
predique en todo el mundo, entonces vendrá el fin (telos) (24,14).
En Mt 24,29 comienza la descripción del tiempo final: maravillas en el cielo y el Hijo del
Hombre viniendo sobre las nubes. Y el signo de la higuera:

Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramas están ya tiernas y le nacen las hojas,
sabéis que el verano está próximo (engus to theros esti)

Con todo, el día de la venida del Señor permanece en el más inaccesible misterio.

Vigilar y orad, pues no sabéis cuando es el tiempo (kairós) (Mc 13,33)

Este texto está jugando alrededor del término "el fin" (en hebreo: qes).

La consumación del mundo, el fin que todavía no ha llegado, el fin hacia el que hay que
perseverar, el fin que vendrá cuando la Buena Noticia haya sido anunciada en todo el mundo, es
el tiempo de la venida del Hijo del Hombre. Diversos vocablos (telos, kairós, hemera) son usados
para expresar la misma realidad, que en hebreo se designa con el término qes (qait en arameo).

La parábola de la higuera juega también con el término qes, aprovechando que suena igual a
qais (theros, verano). Eso sólo es posible en hebreo, porque las vocales no estaban escritas, sino
sólo las consonantes. Un lector podía cambiar las vocales y leer en vez de qes, qais. Esa regla
exegética se llamaba "al tiqrá": no leas qes, sino lee qais. Está claro que debajo de kairós y
theros está el mismo término (qes-qais). La contracción del diptongo ay en e hace que "verano" y
"fin" suenen igual. El juego de palabras se inspira en Amós 8,2.
Existe un cierto paralelismo entre la escena de Jacob rodeado de sus hijos en el Targum de
Génesis 49,1 y Jesús rodeado de sus discípulos: ambos grupos plantean la cuestión del tiempo
final, pero ninguno de los jefes de ambos grupos logra dar una respuesta. A Jacob se le ocultó el
secreto y se le cerró la puerta. A Jesús tampoco le ha sido revelado el tiempo final.
Citaré finalmente un documento de la Pontificia Comisión Bíblica del año 1984, titulado
"Biblia y Cristología”, que estudia el tema de la inculturación del cristianismo en el judaísmo.
Hay que recordar que el judaísmo del siglo I antes de Cristo estaba fuertemente helenizado. Ya

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desde el siglo III antes de Cristo el judaísmo se había confrontado al helenismo, ya fuera para
rechazar los elementos contrarios a su tradición, ya fuera para asimilar los valores que podían
enriquecerla. El resultado de esta inculturación se encuentra en la traducción griega de la Biblia,
llamada de los Setenta.
"El estudio profundo del ambiente judío es esencial para comprender rectamente la persona de
Jesús y la vida de la Iglesia primitiva con su fe propia. Sin embargo, el estudio de Jesús
conducido exclusivamente en esta perspectiva puede correr el riesgo de mutilar su personalidad,
precisamente en el momento mismo en que se pone en evidencia su origen y carácter judío (su
"judaicidad"). Así Jesús podría haber sido uno más entre los doctores, aunque fuera el más fiel a
las tradiciones de la Ley y de los Profetas; o bien un profeta, víctima de un terrible malentendido;
o un taumaturgo semejante a cualquier otro de los que la tradición judía ha conservado el
recuerdo; o un agitador político, ejecutado por el poder romano con la complicidad de los sumos
sacerdotes, que no lo habrían comprendido...
Es exacto decir que las tensiones que opusieron a Jesús con la corriente pietista de los Fariseos
se asemejan a las disputas entre hermanos partícipes de la misma herencia. Pero el vigor posterior
del movimiento nacido de Jesús después del rechazo de los jefes religiosos de su pueblo, muestra
que su divergencia de fondo con ellos era mucho más profunda, no obstante que se pueda admitir
que los relatos evangélicos han acentuado la situación original en este punto. Esta divergencia
hacía referencia a un modo nuevo de relación con Dios y de "cumplimiento de las Escrituras",
que Jesús transmitía a sus contemporáneos con el Evangelio del Reino. Un estudio profundo del
carácter judío (la "judaicidad") de Jesús no puede olvidar este punto".
Hasta aquí el texto de la Pontificia Comisión Bíblica, que no niega lo que hemos dicho antes,
pero nos obliga a hacer una síntesis más precisa y a no olvidar la novedad del Evangelio. Jesús, el
hebreo, ha hablado sobre el Reino de Dios en un lenguaje similar al de sus contemporáneos, pero
introduciendo una gran novedad: El tenía una relación única con el Padre del Cielo, al que
llamaba su Padre. La conciencia particular que tenía Jesús de ser "el Hijo" amado del Padre
colorea todo su mensaje y le da una originalidad única, que no se encuentra en ninguno de los
Profetas de Israel.
En conclusión: con el descubrimiento de los textos de Qumrán y con el descubrimiento del
Targum Neophyti la interpretación de las Escrituras no puede repetir los "dogmas alemanes". El
tiempo de Bultmann pertenece al pasado. No se plantea el dilema: Jerusalén o Atenas. Los
primeros cristianos dieron al Evangelio una expresión universal, tomando la lengua griega. Pero
no fue el genio de Apolo el que inspiró los Evangelios, sino el genio judío. Además, el judío
Jesús formado en la Sinagoga, se sabía Hijo de Dios. Puede decirse que los Evangelios son la
obra judía más conocida en el mundo, la más leída y la más sublime que un pueblo haya dado a la
humanidad. No son sólo palabras simplemente humanas, sino palabras de Dios en lenguaje
humano.

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