Páramo Salvaje - María Elena Gertner PDF
Páramo Salvaje - María Elena Gertner PDF
SALVATE
b
3 ’
*:
E
&
PARAMO~
SALVATE'
x G
,
Estrechos sm .iosbajeles,
estrechr, nuestro lecho.
-6-rú loviste?-
-Un hombre grande.
-De eso me di cuenta, por su voz. Quiero de&
;cómo es de-facha?
-Alto. . ., moreno. , ¡qué,sé yo! Ven eta m&ma 4
verlo..
. dablina 8e d n puntiuas y, oculta -en el relia
no de la'escalera, hacia el primer piw, asomando ,
la cara por entre stre8 de la barandilla.
. Y,repentinamente, ella t w o
ndose en traer a
de aire batiendo
hasta el re
I
de M avasalla,
n
.
2
I
"o. o
matrimonio. .
ería tener más
ciega.
15
I -GA qué hóra llegaremos a ~ h i ~ ámamita
n, mila?
-nRáS o menas a laai seis,%itqntincito. ¿NO se, acuer.
da del año pasado.. ., cuando n e agarró la lhvia al ba
farnos del tren?.Todavía estaba harto.averiado Chilli&
pues, por culpa del maldito terremoto. For suerte a lar
er continbaba pergrand0 poi
anterimes, dormir
4 I
.
Único que no participaba de esa atmósfera era I@
Daba órdenes escuetas y precisas; ñablaba poco. Ante
10s hombres bajaban la cabeza, y las mujeres conversab
en un murmullo apagaao. Solamente la Zoila’se atreyía
4%-
a romper aquel silencio:
hito.. . I l p que
~ no se b e e una es-
I
-Oiga, don
capada. a Chilltin, a visitar a aigunw niñas? NO es vida la
que está, Uevwdo.. ., encerrado junto a puras huasas
es mi patroncito!
tanterím, vieja. -mcwféndoae de hom- _ I
a.
durante cuatro veranos, sin qüe
entre ambos se c m ~ a r ajam ma,palabra.
Teminadas las vacaicionea, aliexistencia recobraba su
SaivaJe”desapwech tras un ho-
tídianas, e Ignacio ‘se hundía en
te corno la antigua casa’y
1fin, dentro de un rn
se trm$£omaba.
5
A é r q vieja, si es iin simple resfria
-¿Y si por ng cuidarse le viene m a puJmmfa y s
vez de alegar.
5
. _
Vaientín al colegio, y. . ._
. - -Esperemos aque vuelva ía senora, C+ti%a-aeons&
,
-Mi mamá no volverá.
t
Su propfa seguridad la pasmiba. Aquello era un me-
lodrama igual. a los que se veían en el cine. “Sin embargó,
es verdad’”,pensó,e inopinadamente se puso a reir.
6
’ .
-Mi padre te había adoptado -anunció Ignacio. Y
* ’ ~ a Catalina le extraiíó que ia’tuteara en esa primera con-
versación-. Quiero decir que te hallas, prácticmnte,
29
-El juez me ha concedido la tutela de mis hehanos
menores -continuó él, y se hizo un silencio. Luego &a-
di&:, Creo que tu madre tenía una tía.. .; no sé si pre-
fieras vivir con eiia. -
-NO.
Ignacio se paseó por -lasala.
-La posición ecanómica de’mi padre no era tan b
yante.. . Dejb deudas, y yo deberé hacer
malabarismas ante y manberlos a todos .
ustedes. Naturahqente, me veré obligado a rematar esta
casa. Vdentín quedar& en un internado, y a Teresita me
di+. Eres me
--¿A quién le escribiste? -preguntó Jaim
\-
i
. 10s banderines de diversos clubes deprtivos formaban un
w
tapiz de-'abigarrados colores.
Jahe.Ura arriscó la nariz, y encendió un cigarrillo
'rubiu can gesto de ostentacih I
ns6 en lo insípido ü e .
-reflexionó-.
ilusión. de estar
6on parte de esta tierra, que es tuya!”
Resultaba fácil convencerse de ese carid grande, en
el-quése envolvía a los hambres y a la naturaleza, si su
madre io impulsaba.,Por iiltho, bastaba imitarla a ella
la mu&acha, la me-
maasas y humilladas.”
i. Sólo contaba
eon esa m
i j ~ gloria
, al Espíritu
’
Aqueila noche, bendid6 en su lecho, Ignacio reca
-Eso es 10 mala
r&cincuenta años
equivgca.. . bus
imb6ci:il es no aceptar equivocarse. Por
banicándome cx~n
empezaron a rodsx
plo. . -musit&-, ..
@a ge dejará iletrar por.
-$Te has vuelto IOCO?.¿Qué tengo yo que ver con
tu hermana?
U a campanas dieron I& medbnoche. Jaime estirb
‘34
I-
no Rueden quebrarse. -iqdicó hacia el patio-: 331103 n e
cesitaa imitar t u ejemplo -agregó-, y tú no tienes dere-
choa defzaudarlos,
--¿Y qué ocurre contigo? ES gracioso que sea p - l a
W c a llamada a prolongar las tradiciones de tu fámilia,
-Al hombre no se le exige lo que a la mujer. Nadie
-espera qui! el patrón sea u n modelo de virtudes. .. L-
-Sí, Nacho.
. Entonces él pudo levantarse, y abandonó la habitacion
rápidamente.
6
Valentín llegó al campo en vísperas de Año Nuevo.
Se le veía más pálido que de costumbre, muy delgado, g
había crecido hasta alcanzar la estatura”de Catalina.
En su primera charlaxon Ignacio se refirió a los por-
menores del viaje y al proyecto &e ingresar en marzo al
Seminario. I
37 c --
t
ra cws que t m p s~
’ Tere& interrumpió la conversación, tironeanao u
manga de Catalina: ,
-
~ la Zoila.
-Es ,agradable estar de nuevo en la casa -afirmó
Valentín. Y habría deseado que esa sensación fuese rea1.
Pero un malestar io embargaba; un @explicable presenti-
miento de algo oculto tras la ingenuidad de Teresa, tras
la solidez de Ignacio; la serenidad de -Cataliha o el bu-
humos de la anciana Zoila.
De pronto percibieron el galope de un caballo y, u n k
‘segund~smás tarde, los pasos del jinete q u a desmon-
’
taba y avanzaba por e1,corredor.
-Alguien viene - d i j o Valentín, advirtiendo que Te-
resa aproximaba su cuerpo al de Catalina,.buscando am-
-Quédate tranquila -susurró ésta, y ambas mucha-
chas bajaron la cabeza.
La vieja Zoila colocó un azafate encima de la mesa,
y escondió sus manos temblorosas en los bolsülos del de-
7 ,. ..
*. -.
-
Ya ac-ostado, Valentín encendió la lamparilla a pars .
fina,-y guiado por la luz amarillenta escudriñó ios‘rin00-
nes de 1a, habitación: sombras indecisas se agazapaban ”
la Cama y cqdn6 hasta el
@a el campo y penetraba por los v
de la galería. Eiii el r'esto de la easa ia obsl
40
, ,
I _ %
8 %
\
I
1
< *
Ahora la luna se hundía tras‘unos nubarrones den-
.sOS, y la galeria quedaba en penumbras.
.
“señor. , Senor. , ¿por qué?”, se preguntti v&-
--
\ c
-.
41
. de su propiabangustia, regresó al lecho y rezó p r Catalina.
nmte mí su muerte. -
? * E Wson&
~ -con
n h después, Ca-
riiencias del ala-
-Dios es la peox de las mentiras que han inventado
10s hombres,’ “GuatonciW. ~Tilihas leido a M&Mhe?
‘ \
No. Ya sé que no. Tii eres pura fuerza bruta. Hay que.des
j
asnarte. -Incapaz de contener aquel impulso histrióniw
que se apoderaba. de 61, Jaime recorrió el cuarto, accio
nand-: jMafiana comenzar&tu aprendizaje! &bergs t
Nietzsche, y la luz del Renacimiento iluminará tu cere-
%rib!
el, tal Nietzsehe no pertenece a
s Cachiprra? -ob
es.. .
de ánimo. Mov
_.
. Nuestra $eríor ha
de ser knefi-
48
I
P '
11 ~
c
''
-¡Cata! ¡Cata, abret jTengo miedo! -sollozó,Teresa.
Y al no obtener respuesta, insistió+ Andan pum& en
el pioltrero frenté a la casa.. .,los of rugir.
I -mbmo.--a
úma luz BriiiS -enla gaería, y la
'
mmeita en su manto:
-6Qué hace aquí, m'fija.. a
que 5e pescad un resfriado? ¡Miren la chiquilla de ?nole-
dera. . ., si merece unas buenas palmadas!
Iila nuiita eorrli, a su enqentro:
-Andan pur~raSmanita Zoiia, g'ia Cata no quiere
abrir.
krnbitk., ., dejarla
sin esperar mAs hizo
c3bscum cuarto .se
I
* ’
uerte de su mad
recordaba. Rabian
scrutálndda,’du-
55
-
. I’
/.
se' Slantiguó-, se casó, por segunda vea,, la*
a . . ., la.Catita'deb6 .habér andado por los cinco 'o los
seis años. A Valentimito y 8 la Teresita: los recibí al na-
cer.0 '.
-Pero hoy yo tengo treinta y cinco años,,y Catalina
veintid6s: Comprende que-sOm& personas mayoRs, m t e -
' e
'
yameate libres.. . yY n e metas 'en,lo que IIQ te incubbe!
. -Es que yo. ., bueno.. el atsunk) se arreglaria si
.S
ustedes. . .
-6Si nosotros 4u63 -avefi'igwó Ignacio, -
se casaran.
ad ne te ocurrió,
na mujer se quie-
os z q e s y no 4ue
4 h m U coma un
Catalina. -Encle
e, te irAs cuanto
s'. Yo s&o te a
I /
.
-Porque se-parece a tu\madre; tú mismo me lo di-
jiste.'Y, en el fondo, tu suenas w n el orden de un mundo
e se te rompió. -Rus& los ojos de Ignacio-: @nw .
cibrr. Prostituirse
consta si 421 horn-
ófreeia algo? sim-
.
-¿Tú? Tú. ., ¿mequieres?
a i , ' ctitaiiaa; t e qdero.- contri mi uóimt t@
* .
quiero.
4'
60;
-¿Era muy distinta de mi madre?
' -&La pátrona? jComo la luna del sol, pues! . *
-¿Y tú crees que mi mamá se casó con-don Francis-
qo prque se enamoró.. . o por interés?
. .
ba anciana formó una cruz can el pulgar y el índice
derechos, y la bese:'
-Interés no. Lo juro p r Diosito. No. sé si por amor...
p&lo haber sido por capricho. Es que usted se acuerda
del patrón ya viejo y enfermo, pero antes del primer ata-
que al mrazón, sin EEF un joven, nada tenía que envidiarle
8 don Nacho.
-mila, cuéntame mhs -apremió Cataha-. Avenía
mama al fundo?.
-Rara vez. Cla es que no me olvidaré de un vera.
---
ant%Ea presada de r
tantea p cay6 al s
Por $u cuenta, Teresa enviaba una esquela en la que
festaba sentirse contenta en el mlegio y en el hogar
, detenida en media
s610 a Catalina, sos@niéndole-reSueltamentelas bri
.--Usteü es mujer, . f€iene que ayudame!
e
c&iíó.Sigtliió perorando
a. Y súbitamente odió a la
odió la figura del nifi
to miserable al que, i
10s grandes ojos. fulgufantes, aadib-: Bien 'dice e%.r e
frán que puta es la rnadi;e y puta la hija, y puta la ma&a
, que iai cobija. ,
Catalina 'permaneció unos segundos estática,
samente. pálida. Luego alzÓ.la fusta y la descargb, una
y otra vez, sobre el rostro crispado, sobre los brazcjs y 1-
hombrbs de la muchacha, acorralándola igual que a una -
bestia. _Logró volver en sí cuando Ignacio le arrancó +la
fusta de las manos.
'
!.
fimpíbdose con el di_-_mtalla sangre que le man-
chaba la ma,.la Charo Rojas.lanzó entonces su maldi- ,
.
cion :
-Algún día la he de-ver k usté también pqriendo
guacho, y he de ver que también le hacen la desc
cida. L e v a n t ó al niño, y protegiéndolo contra su
se alejó con andar vacilante, con sus grhdes ojos
y fijos.
17 . .::
~ b o stomaban
, el cafd'en 1aI biblioteca, frente a la
Chimqnea, La Zbila se había retirado a dormir.
6 .
I
* .
Catalina se'armdiIJ6 j
zz1 en SUS rodillas.;
-No quiero irme.
D e b e s hacerlo, La Chao ha ido de rancho en ram
cho m8stranido Éas marcas de IQS latigazos, y ha creada
par; t e pagué I o .
I -gritó Ignacio.
arriero lo amena-
propia.. .
’-LO qye es cierto -murmur6 a t m a .
-E1 precipicio es demasiado hondo. Nadie descubrirá
nada. Sólo nosotros s a b ~ la~ verdad.
s
-&o tiraste a1 precipicio? -No la trastornaba tanto
la muerte üé Rujas oomo ta imagen suscitada por las pa-
labras de Ignacio: la imagen de aquel cuerpo inerte y
dwmgrado, rodando-par el Interminable boquerón del
a b b que partier en dos la montaña.
la Iwmtó y la arrastró ai dormitmio.
a m a t e . . ., no llores -dijo-. Yo te haré olvidar-
lo todo.. ., todo.
I .
* -jPadre! -1lam5 Valentin-. -¡Padre!
Adelantándose hasta el confesonario, comprobó en-
tonces que éste se.hallaba vacio, g, sintiendo que .el piso
se ablandaba bajo sus pies, se desplomd, azotando 1s c& ,'
- A
'
LIBRO ' . TERCERO
-¿Y no lo es?
--NO.Soy.. bUeQO,
d , na solterana.--De pronto
'melancólica--. No @e-
verme a habla
1 nb me he ca
de nadie y.. ., j O
* k .
I -
ccPtiramaSaLva~ey,junio de 1950.
. JaimeLira,
AmbassadeduChili,
_.
I PARIS‘FRANCIA. ‘
M e he informado: Narciso se cayó en la fuqte, y An-
OQ se ahogó en 1m.agu.as del Nilo. Es el peligro de ser
demasiado bello, Jaime. Ojalá alguna De2 te dejes amar
los.otros, y logres amarlos tú tambiin. No quiero ver-
-
te estéril, reseco,
.y en la contemplaciíjn de tu belleza. Te
twa.
b C A T ~ A .
!
Una mañana, entre el ruido de 10s vehículos que cru-
a b a n la,Alameda Bernardo O’Kiggh~,’ylas voces y ,ifas‘
risas caiiejeras, Valenth
‘ -
I
7’
80
t.an&os. de‘calamina. Una mujer lavaba .enuna
’*
. todo. rl.
4 S t b Gut, Jacometto -4albució Vaientin-, y me ., ’
o muy contenta. .
imuy ‘contento!
.)
-Yo también.
, y lo más cuerdo
genio, criminal, o smb, incorprándase a la i o c m
ctim, Lno te parece?
ech. -Sacudiendo
un esfweam para desprenderse ’
antmiento-. jApbrate! -
exclamó-. Vuelve a d ..
i.$pido , Q me expulsarán
&I S6minario. Hailasemus ~ g iwsi6n de vernosotra vez.
e, b prometo!
Jaime viró y oprhi6 el
. -En diez minutos es Facultad de Tea@
.@a;* te inquietes 4 s
.
‘PQr unos instantes Ia grandeza del misterio habh ._ ’
. .
’. - . $1 .
u
1
encima de Ia sotana brillosa, 'en respirar; y palpar, y
-' con esos oídos nuevos; en sentirse devorados por el C&
vasto y clam de septiembre.
-.
b c
1
-
_-
naci6,’
modernizado y se dis
ades. Allí, Ignacio corn
. . baba esa propia de don Erne
doña Laura y de sus dos hijas. Y observando los cuadrm,
- 1 " 84
s: corcbios d m 81 vbo,en abwidancia .
~u~~ &son de las guitarras. . \
\
E-
8. r
<QueridaCatalina.'
Te -escribo para c&nunicarte .qwe €gnatcio y Merced&
.estan en'Chile. M i papá fue a-Vdpczrafso a buscarlos ager'
,
-
. y suponemos que &ajarán a ChiJlánmafizana..Mercedes se
quedará con nosotros, porque segtin ¡as Mimas n o t i d
ru3 ha estado mug $biende salud; no 86 si t'Ei sabes- que
pobre va a tener familia y, @unquee8 rtmmal que no
encuentre d e b mejor, mi n h a d considera que p ~ ningdn
r
motivo le comiens irse al campo. Seria una m n s t m &
-- . dad, jno'te parece? El papá le esc a Ignacio p r o p
niéndole qae se haga eargo de los im de él en San-
tiago. Si acepta, zaen&rdn '( mo Salvaje" o segui
dejándolo a ewgo.&i adminfstraitor, p t~ que mi m
'desea pedirte es que cuando ZaC h s con Ignacio;
yas. en él para que se decida a sladarse a Santi
'Mercedes tendrá e2 ni60 a fines de ano y t.Zi comprend
Y
que'no puede irse al fundo. Si se radican en Santiago
-drds vivir con ellos allá, io que es estupe.ndo e n vez
pasarte enterrada en - el campo. Calculo. que esta carta
te iiegará antes de que Ignacio vaya ET ccpáramoSalvajen
y que tú le insistirás en que acepte la proposikión'de mi
90
- '* I
+. ' i
. ...
,I
,
.,.
_..I
’,
. _3’.’
. .
. .
I
I
ofrecer?
-¡Oh padre! Mi deber es decid& algo.
- E¡ sacerdote observó el gráfico que señalaba la cur$
ascendente de la temperatura, y esbozó una sonrisa:
-Quédate tranquilo, Valenth N<e$tro Señor
dirá por ti. -
10
’ Estaba obscuro cwanda I
de. crPhramoSalvaje”. HabJa
I damente, y de$pu& de
chos camhss que separaban CM
. . cercano al fundo, deb% conseguir
Carabinero6 y ammde.rla
Se sentía cansado, cubierto de
.
Inclinada sobre u n libro que no lee.. Ahora se levan@
b y mira hacia e1 camino. ”
94
tm veces. Ahí
agobiabar, mien-
el cerco hostil de
das, &das, inundaban el patio. La .luz cruda d e una ma-
. ñana de diciembre se filtraba por las junturas de 10s.gos-
tigos entornados.
De pronto Catalina record6 que nuevamente era la
vispera de la Inrnaeulab. Concepción, repitiéndose inva-
*.-
riable bada a h . Otra ve% surgirh. e1 cura, un poco m b 8
gibado, sobre el loma de una mula milla; .y renacería
aquella atm6ifera de histeria cokctiva, antece;LEiendoa la
confesibn de 10s pecadcs.
o$ pdpando un lu-
-,
gar junta a sí, en el endo captar una res-
. pkacibpr6xkm. Er pido, de Siempre.
Sabía que se encontraba, sa& y pscibia la saledad dentro
de su propio c , lgrtal que si Ee hubiesen vaciado e€
inútil entre las piernas, y aq~~trois
movimientus esitérjles,
mientras 6 - h le
-Mala suerte le m e r a la visita a la bruja. Dicén
7,. *
IC
-
Oyó el ruido amortiguado de sus pasos en el suelo de
tierra apisonada. Algo semejante-a un ser humano-se mo-'
vi6 dentro del cuarto:
-Adelante. .
,aáelante. . .
Catalina descubrlá entonces a la anciana. Se hallaba .
. 97
pai.am0.4
c.
. I -
, Túdirás. * - '
que.. .
-&Qué?
-Antes pas,ará agua bajo E puentes, y-. . . -tram-
formó la voz casi en un s~mm-&ros hombres se 1
acercarán.
,---~Ol;rosshombres? &Enesta soldad?
-Un joven rubio y uno trigucfio muestra la cenia
98
. .
. , , . o
.I ‘ . .,
8 .
c ~ a n d oe a p r e c i a se cumpla, el que t~
p &IO mere
bien su trabaJo.”
-Te haré arreglar el rancho -gritó, mientras se+le
jaba orillando el estero.
Miró en rededor. Existía una quietud, una inmovili-
dad sobrecogedora; únicamente el eco de las pisadas del
-
cabhllo marcaba un comp&s’monÓtono.Por la mente de
Catalina cruzó una idea áspera, inasible: Dios.
i
12 __
-¿Qué tienes,‘Valentín? -
’ ~l reparó en la Uuvia goteando por los vidrios, y en
esas qarm de mujer,.independientes del restó del cuerpo,
manejando- eon agilidad los paliilos de acero y el ovill~~de
\
laga. ’
-Nada. .,nada,Merceüitas.
En la cuna, el ni50 ibriqueó. Sin abandonar el tejido,
Mercedes obser+ó a la criatura.
I -Hoy es el dia libre de la niñera -explicó. Eb se-
guida contempló a Valentin con ternura-: M e pareció
que estabas un poco €&te. ¿Por qué no confías en mí? - ,. ’
4.
4 hago, Merceüitas.
ra
. Q9
\
L de',bum &nirno, y después.. ., pÓco a pow, émp&pas a
'mguidecer. . \
-@s probable. . . Pero mi punto de vistá debe ser de-
masiado 'su'bjetivo. :Todo anda perfectamente, &no.es
' cierto? -
-perfectamente. Ígnacici - es un buen marida, un
buen padre, económicmente ha prosperado,.y . . ni si-
qWera creo que me engafic. -Ella emitió una breve car-
.' . cajada en la que el m acño percibió un*matiz histérica
que desconocía.
-jEntonce
-Ñri es un a precisar 'a través de
h-hÚs cqncretos, y ya ves.. ., tú la has Caphdo, Valen-
. tin. Y y&. ., yo que me siento frente a él, en la mesa, a
las horas. de-comida!. Ya que Po oigo respirar en las
I
_ _ noches.
L
.
-&Qué descubres?
% -Muerte* riidíctllo? Tenemos art
bija, g pronto es una prueba de vida, /
onaria Tu deber.. :
-&@é quieres? Toda batalla est6 perdida de ante
. -
- mano.. -
I
‘ser un .sacram&--.AWnque- -
ve&$, pmprendefl’
~uch-as
de dudaEío; @y dgbii, c
i fie, pero mi4e’es apehas tibia.
.-ratoque habh dejado el tejido inmÓvii
Yió a cogerlo;- desesperadamente,
tmndo,él feSto de sus energias en el ovillo d e lana.
,-No, pb permitiré que la muerte me atrape -mur-
muro.
-Lo Único que puedes hacer es dirigirte a r$i sa -
cerdote’ypedi~lie,que te guíe.
-&De qué servirla? Si Cristo bajara @ la tierra, lg-
,*
101
-1
. bia cambiaao; al .menos no de un’mado notori0. Sin em- I d
miente” era joven porl fuera, pero por dentro una vieja,
una vieja inutil que se pasó la vida durmiendo’. Durmien-
‘. do y esperando”.
Catalina abrió la puerta que daba a la galería.
-¡Teresa! -llamó-. ¡Teresa!
Esta se incorporó a me s en la &la mecedora.
-¿Qué qu$eres? -pr nt6, mirándola a través’ di
los lentes - obscuros. Tenía .la nariz brillante de crema ;
‘
se tostaba al sol.
-¿Te gustaría que convidara a alguien a $asar las
vacaciones con nosotras? . .
--¿Alguien?
-Sí. Fue CQ e Valentín. TÚ
oído hablar de 61.. .
-¿Jaime Lira? O . . . ¿No sFrá un eu
supongo?-
-j@& ocurrencia! Es poeta, y escribió esbe libro.
-¡Debe ser un latero! -Terre& se ‘acomodó en la
Convídalo de todas maneras -dijo-; aun
a aguantar el aburrimie
quería ir a la pl
pero Nacho me obligó a venir a pañarte. Y ahora
. vivo con ellos en San &I, no me queda m b que ob@
cerles.
óximo ano le esc iré di Ignacio pidién
de esta obligaci
La muchacha se paSeÓ por la galeria, consciente
haber alcanzado la misma estatura de Catalina; .cons&
te del cabello largo y rubio, atado en una trenza, baila
graciosamente sobre palda.
106
has vivido siempre
-'i% aquí.. .; para ti es d i s t i r i t ~
-mwullb.
alzaron:
-No es lugar pa' una dama. .
-Y si anda sola. . .
-,Ella sabrá lo que busca. Escucháronse risas,pro-
caces.
-Mejor es que se vaya, señorita.-cuclíicheÓ el me-
*
sonero. _-
Alguien desafió:
.-Animate vos,Memo, que sos tan aniiiao. .
-Ofrécele agW
-
107
~
. vi-
* que
fe
.
El Memo,empinando su desgarbada figura en l&al-
tos-tacones de sus zapatos de huaso, se acercó.
-iApártate, roto cobarde! -Catalin,a hizo chasquear
la f u s t s : ¿A quien crees que le estáls faltando el-res-
. peh? iApártate o los mando presos a todas! ¿Me oístc
desgraciado?
Sin comprender, urgido sólo. por el tono de violencia
con que lo amenazaban, el muchachb retrocedió. Catalina
. - bebió e! resto de su cerveza y 6 el consumo. Eh seguida
les dio vuelta Ea espalda,
-¡Perra cabrona! -c 16.e1 viejo-. Ella y el carajo
del Nacho &ataron ti don’Mjas. U si VQS no te apartas,
~
Memo, fijo e i que saca la p$tah p IEhace cragat fuegc
-Segundo Rojas se perdió en la nieve -refutó el me
sonem, intentando calmar los ánimos.
-¿En la dwc? 1 rdeFmati& per@! Pe-
.bajo del pisa de la casa c u e v l h que io en
hay es que si vos n~ t e pmís del
el boliche. Te que a los pacos.
-A rnf io me compr
-¡Igual que -a 10s peos! -repiti6 un hombrón-.
Cuando desapareció e u don Rojas . . ya. +vande .esta,
pa’ los tres &os y m a pedirnos que
la mmpñ&amo$ Imtia. Jueron
a también los In tamante, que son nací08
en “Páramo Salvaje”s y t d b s concordaron en que a un
hombre qué ha di^ en sus ea no se lo cornen lo&
perras en el trecho que va Cae su rancho a la casa del
patrón.
-¿Y qué cansiguieron que no juera perder el tiem
.
,PO? -silbó el viejecilla, insidioso.
-¿Qué consiguen los pobres si no es que les hagan
tarnañas? ¿Ah? -exprei(zó el grandote, con un simficati-
108
ganas con pitiar,'porque el borracho de SU padre se
la.desbarrmcao,y ya que naide iba a bajar doscientos
-inter9ins el can-
109
tads a cumplir la lecciórn aprendida de, ignacio: era
- J
i L-
.,I
-$‘e gusta? a’arnpo~c~ yo me io imaginatja así. 36
lo conocía por carta y creia que Narciso eqa un mi
Descendió’las gradas que la separaban del camino
fue a sujetarle las riendas
-¿cIónio est& ~afme?
-iPerfeCto! .
.. Nadie logra-ria nunca Fee lazar a Ignacio; Cat
.na lo sabía. NQ obstante, le agradaba que Jaime Lira
encontrara allí, con sus veinte años y su luminosa belle
Aquella n~che,terminada la sobremesa, a la hora
retirarse a los gormitorios, ella regreso a la biblioteca
abrió de par en par las ventanas. Escuchó rUidcw dista
110
vió a acodarse en la ventana-. Mlanana habra luna.
-¿Luna? ¿Has visto nada más repugnante que la lu- .
na?.Es un elemento decadente y .de.mal gusto.
- -De todas maneras servirá. Mira: iremos por el ca-
mino d* las piedras de pizarra hasta la laguna.. .
-Narciso prefiere el sol. &Porqué me mandaste lla-
mar? Contéstame.
-¿Te arrepientes de haber venid&
-No; al contrai.io.. Existe algo que -me atrae enom&-
I mente .en este lugar. -Se sentó en uno de los-viejos si- .
llenes Morris y apoyó la cabeza en el respaldo. Un mo- e :-.
' mento permaneció en esa actitud, quieto-. También e n '
ti existe algo que me atrae -añadió luego, con-un tono .
,adormilado, de niño-, algo noble y valiente. ¿Ellas se
sther, Judith.. .
- c r e o que eran muy antipitic&; lo menos femeni-
. Pero eso me da confiagza, p m p r e n -
las mujeres como tu hermana Tere- .
-NO.
- \T a n t o mejor. -Cerró los ojos, respiró horzdo, y su
voz tuvo el tono de una stíplika-: Me enseñarás a hacer
el amor, Catalina, ¿no es cierto? jDime! Necesito entrar
en ti.. . Creo que estás hecha de otra hateria. . . y que
eres distinta a las demás mujeres..
-¿De qué estoy hecha? -preguntó ella, sonriente.
-De tierra.. . Una tierra limpia y generosa, en la que
yo podría hundirme sin miedo. . . ¿Será así? iPromék-
melo!
-Te io pr o. -Catalina se empinó y besó a Jai-
me en 1a.frente-. Buenas noches. Es hora de ir a dormir.
-Buenas noches. -E1 muchacho abandonó el cuar-
to en silencio.
-3
Senora I
SANTIAGO.-.
Querida Melrceditas, te ewn%o para' que me dejes
verme lo antes posible. La Ca
con un tipo c a m p ñ e m de o" de V a h t i n que se lib-
ma Jaime ~ & aLo . convidó a pasar el verano aqui @ yo $ti
que ni a ti ni a Nacho lea gustaria el ejemplo que me e&%
darido besándose todo el tiempo delante de toüo el mu*
do ei2 todas partes. N o es que yo quiera arpmr bqche
pero no me aarada tocar el violin n2 menos a mi h
112
-
I
TERESA.
la impasibilidad de Ignacio,
conformidad de 10s
germ de hombros: Pero
exitretenfdo en coimar t
simple capricho.
Dos muchachas pasaron a su hdo:
-jMka, qué curita Ian jovencito!
1
rw
!
,
-Pero sin llamas. .., ¿y ni siquiera,con un demonio
que te entierre un tridente en el traste?
-Eso sería lo de menos.
I
-No, así no vale. El verdadero infierno es con azufre
y fuego y- alaridos de dolor; tal como lo describía mi abue-
Ma. El tuyo es asquerosamente intelectual, Catina: puer-
tas, carreras, plenitud.. . Huele a esos manuales de ,psi.
colegia pasados: de moda que tienes en tu biblioteca.
-También hay rechinar de dientes, y tfi lo sabes, Ja-
C o D ~ k h .“Transcribo:mi ser aproblemado o mi no-ser en
rebeldia. ” No ser es el infierno.
: 115,
\
desliz6 su brazo derecho bajo la nuca de.ella. !
~ Q Sde Jaime,
. .Luego el crierp de kl:
manos,
piernas, sexob Pero no había pasión en esa ent3ega9era
algo similar a un juegb,
W&rtoplacer estético solamente”, pensó despaés, li- y
A
Ella mirb hacia arriba, hacia la enorme claridad que .
la circundaba. Entonces los distinguió, descendiendo fú-
nebremente. \
. %
.
Teresa lanzó el,telegrama sobre la falcla de CaWina:
-Ordena que me hhsillen un caballo para bajar al
puebla Me voy. - % -
i
D
lb $
- zqja ka?
-DQaaos selas XXII m
mq.ilicó CataIina.
me... Por faror
I-
c. .
-
-con el mayor gusto. V o i v i ó -a iienai suAva-, en-
cendió un cigarrillo y. salió.
-No nos separemos asf, Teresita. -Catalina rozó con
'
11%
. -
noemas.
r -
Por las noches hacia el -amor. Á veces tocaba el
piano; el desafinado piano en que Olga solía ejecutar vie- -
jas melodías.
Catalina encendia el fuego de las chimeneas; iba, con
el administrador y otros'hombres, en busca de ganado per-
dido en la montaña; daba&rdenes, y se aventuraba hasta
'
el pueblo, donde, según contaban, bebía apoyada en el m e
són &elbar.
La Zoila se resecaba como* F a momia y no hacía n&
da, salvo quejarse y arrastrar las chancletas por los corre- .
dores.,La beileza de Jaime se le ocurría algo sobrenatural, .
y no cesaba de compararlo con la imagen del Niña Jesús
de Praga que tenía en su dbrmitorio: \
-rei \
120
I
,
a’*
am
mismq, Jaime detestó, &así de i n d a t o , el
nto empalagoso que -desde ya lo unía a Catalina.
, necte&dad de contemplarla curno 8 un objeta ’
te, y.,. .;-&quiénme asegura que fue uno solo? Y esos via-
.
jes al pueblo,. las idas a la tabegqa. . ¡Qué sé yo! No es
que suponga que pretende engañarme deliberadamente.
Claro es m e si el niño no es’ hijo mío ....” -
~
a arreglar mi maleta. ~
la mano, y él pensó:
‘3nsoIent e act de abeja reina. Quieo recordarla
.,
viembre. T e extrañará que haya dejado pas&. tanta tiem-
po g no habldra antes. Quizás necesitaba encontrar un
momento de verdadera'calma, un momento en que putfie- - '
' r a encarar los hechos con objetividad y r-'?rirmeTr dios
sin ningún ofuscamiento.
Ante todo conviene que sepas que no he actuaaa a
immxlsos de una .gran pasión, y lo que Teresa pueda h i .
berte informado con respecto a Jaime nq caka con la . _
. realidad. Podria definirlo, si mis palabras m te suenan
. demasiado chicas, como una eswrtie de Paréntesis e71
medio de muchos dius amaraos. Fuimos dos buenos ca-
maradas, fios dimos un poco de alearia, u nos auuflamqs
mutuamente. Creo que no tenernos nada que rmroc%ar-
.nos el uno al otro, 21 ohlfcrarlo a recron.gcer deberes pa- - .- -
ternales me pareceria sumamente ridicule.
La única responsable, por Eo tanto, sw yo. P e ~ op r b . .
cipitzré por aclarar que no es' el 'anhelo de ser madre Eo .
que .me obliga a conservar a este niño. El sentimiento del I
124
a-,continuó,tejiendo, sentada junto al fogón de .
I.
.
-. ..-
/ .
i27
%@a los *has .llelhos de Je
$mamantar a la hija de un Inquilino. Agl, .r;e
te, se,descubrió .ligada a la gente de iPhra
dignidad.
-Somos tie la misma raza -contestaba Catalina.
-No es verdad. Usted estuna señorita. Aunque h
--Es que la. vida que lleva no es vida’ para mujer, pac
trona -rezongó la voz del viejo Quintana, a su espalda-,
Ahí está el mal. LOSojos de la mujer deben cerrarse g
abrirse bajo techo, amasando el pan 9 meciendo a los chi’
quillos, y no a campo traviesa. -
Llegaban ya al camino que conducía a las casas de
fundo, y avanzaban tragando el polvo: que crecfa desde ]ai
patas de las bestias.
Fue entonces cuando Catalina reparó en el pequeti
edificio, encorvhdose a un costado de ¡a casa de piedra
“La capilla de “Páramo Salvajeyy,recordó. Hacia muchi
tiempo que no la visitaba. Ni siquiera para el hautiu, di
Clauaio había puesto allí los pies, y ahora, inesnerada
- 130
-NO, a.mxmr no; a echar un vistazo-no m8s.
-
-D&ne’las llaves. -Apretó en la p¿&bala llave
&osada-. @e al@en‘Se encargue del caballo 4 r -
mientras se desmontab.
-ivQase a dormir será mejor! -gritó el adminis--_-
c
Ri6 ásperamente :
-¿Tengo yo toda la culpa? ¿La tenga, si me forma
te con una costilla de alguien para quien también ht&í
*creado&-otra'mujer?MI destino me lo diste fun
&'-Ignacio,mi vida es real exclusivamente po'ir*que
te, y ningún acta mío cuenta si no es en relación a
, sangre y carne g"iiues0~suyos, y no-poüría reco
mQmíos más que h s hijos que él me diexa, Ped
.lo olvide no es pedirme que elija o n t el
~ bien .yel.mal.
comprehdido hacerme renunciar a
a de mujer, es rme imentir. ~ i preten
,
la salvación forzando mi n8
cuanta yo busque & margen de Ignacio me será simp$
ajeno. Debo dar la espalda a los panes y a emas; mi
sistir la soledad. 1
.r L
..
.... .
murciklago cruzó entonces por -el fóñdo de- ta
. I .
, CapiIla.'
+Tú! -exclamó. eU@, riendo histérica-. El Angel '
de la AEUe ime,me habló de ti.. . Eres Azrael. Bg&
no..., da buscas?, Sapongo que a mi no.
El murciélago chocó, enceguecido, contra el cielo ra-
SO, y Catalina estalló en una carcajada.
e -"tí también estás solo -afirmó-, dando tUmbos,
estreUiindote, con esas alas tontas. . '.
Desde un rincón, el-murciblago la observaba con sus - *
*
ojillos iíesceq-trados por la claridad.
\
'Catalina lanzó un grib, Un 'par de alas se desplega- ,
.
mn roa&ndole las siepes, y desaparecieron pulverizadas én
un rectángulo de luz.
-iB&orita! iPatronal . + .
-¿Qué hay?
El administrador empÜjÓ la buerta,.y el día penetró
inundando la capilla. EXa mkr6 en &orno: las &&genes,
c
&is flores, los cirios, todo reeobrabk su aspecto c&ndido.
-!Venga, sefiorita, rápido!
En el patio se habían agrupado algunas ancianas en-
meltas en sus rebozos negros, Un XIMQlloriqueabá afe-
m d o a las faldas de su madre.
Catalina se a,briQpaso, y entró en la msa. Quintana
la precegió por la galería, hacia el cuarto de la Zoila.
Y allí estctban: la mujer del administrador apoyada
la.cabecelia del"Catre de fierro, recogida en su perma-
nente silencio, y, de espaldas en el iecho, mínima, la-zd-
1% con 10s ojos. abiertos extmviados - y las manos empq-
fiadas .en.un gesto indescifrable.
u <
. 133
iri6 Catalina escrutado a la‘’
oz
.- ,
r-
-Para que vayan a tomarse unos tragos, niños..
-
- #
135 .
-¡Pero es hijo tuyo! iOh, realmente na te entien-
.
.*
do; Catalina!
*.. -¿No entiendes que no me haya quedado con el
&o en los brazos,. saboreando la maternidad?
-Podría haber sido una r a d n para transformar tu
vida entera: Y no sólo la tuya, sino ía de Jaime. ¡Era la
razón, Catalina! jEra el milagro! La explicación del por-
qui5 ustedes debían encontrarse un día. -Levantó los
ojos fiÚ.medos, brillantes-. Desgraciadamente : ¿qué
I
una escoba.:
- Y a van a cerrar, ya.. . ¿wese-&;entemal el pa-
drecito?
-No, déjanos. -Pasado un rato, Catalina acarició
la frente de Valentín-. Perdóname -susurró-. Estoy.
histérica. .La muerte de la Zoila me ha’afectado IDUC~O.
Ven. . .,es tarde.
Abandonaron el cementerio y caminaron sin prisa
rumbo a la estación. El tren que. cruzaba el caserío más
próximo al fundo salía, a qedianonche.
-E& preferible tomar un coche de alquiier queños
/ lkve. directamente a *EPáramoSalvaje” -decidió Catali-
W-; el camino. está bueno en este tiempo, y no es ne-
cesario subir a caballo. -Examinó el semblante de su
hermano, y aiiadió con temor-: ‘Tú,.., tú vienes con-
migo, ¿no es cierto? Te qudarhs por lo menos una =ma-
mi en el campo. . . Tenemss que conversar; Valentía Hace -
-
13’7
Yo. . . creo que he llegado aii límite. ¿Sabes lo que es llegar
csNunca más volverá a pedirme ayuda -refletrionó
6L.Nuncarnás.’’
‘ -Tengo que regresar a.Santiago en el expreso -mu-
.
* .
.* sitó-. m sabes que yo no my duefio de mi tiempa-y le
dio un fuerte abrazo en señal de despedida.
LIBRO QUINTO
'i
~.
-TE T@,S preciosa. -Mercedes t&minó de hilvanar
el rued~del vestido de kt muchacha,
._ y ésta giró graciosa
qte al espejo.
&e Voy a decir a nadie que ho es wi vestido e-
portado 4 e q r e t ó Teresa-; Diré que s* lo encargaste a
una amiga Cuya que llegó recién de Europa. .
rsant'eI Merceditas rió, orgullosa de .suobra-.
.ve&idas las demb?
-Casi todas de bladc~. i'
=I"
B alguien, .
<- 153
. enviarme a una orden contemplativa.
-¿Y qué te contestaron?,
-Debo esperas hasta fin de 6 0 .
Ei sace+üote se levantó. pesadamente avanzó h s t a
r la puerta entreabie
I
5
b
que se mezclaban.el agrado y la vera-.
Blanca &@ria, su nlejor amiga y compañera de ban..
c~quillas.
-Al fin y al cabo una es mujer y no un rriuebie
.- I
co en el colegio, decía que eso les sucedía alcasi h i l a s la
consideraba desprecia
, historia de BU madre,
su amor tenfa que 8
em reacciones-simila-
so - s e repetía a me
conmigo, y entanea
158
t-*
!.
I”
I
1
En el instante en que iba
- .
. -iTeres@! Prometimos qua j a m b se iba‘a tocar e%
. - tema. .eo siento. a Claudio tan hijo mío como a Pdra Ig-
. , nado o Paulina.‘Es menest&.que entiendas que ninguna
mujer está completamente 8 salvo de que le Ocu%ralo que
le ocurrió a Cata; no se la debe juzgar en forma tan
I
. -si fuera &soúnicamente. . .
, -No comprendo p6r qué la odias,,Teresita. Por fa-
vor, Nacho, dile que no sea injusta.
~ i - slevantó
e y camin6 üe un extremo-a otro por la
&la.
-Catalina es e para viajar a Santiago cuando
quiera -inforrn6- ,por supuesto, llegará a esta casa,
asi.es que te ruegoF,Teresa, que no-continúes con estas
escenas-estupidas y desagradables.
de’ira, la muchacha escrutó a su *Pierma-
de que 10 hago por ti, Mercedes?
efendiendo tu matrimonio? Cata,
tan tonta -contestó la
otra-. Tú eres bdov en y bay muchas ver&
des que se te escap
escalera m&zando.
7 .
ril
T .
.. -.
sufrió una callada metamof-
fosis en el Lr¿imcurso de esos di~~aparentemente inmu- '
tablea.
Para ella, desde su W a Ignacio.'formaba parte
y e1 relato de SU mu
de la 13egada de C
nte f d z , sino m a joven mujer
uros sufrimientog. En seguida se se
labios y se dis'puso a recibir a su'
. r
165
-.
b , 1
. demás; su *ita fo e lucha, su ~ n i c aforma de amor.
"Hoy llegp Cataliria -pen&. Podré* despedirnie de
. .
ella." Y se sintió contento.
*
LIBRO _ _ _ _ .
0.4
acasado. Pero no voy a c
'mirar poi 1% ventana.
. s3 -averiguó;
< .
. . .
twde, y Merceditas ha invitado
empezará a llegar la gente.
. Teresa se puso los guantes y recogió una pequeña capa
de piel tirada encima de un sillón:
-Te espero afuera. l
-¿Usted no viene con nosotros? -inquirió Héctor.
Catalina soltó la risa:
-Ni siquiera sé quiénes son lm Prieto.
-La creía menos convencióiai:
-Claro. Miis de la mon
-Por favor, Catalina. . . no quiero que nos separe-
mos esta noche. ¿Me entiende?
-No, IIQ lo enti,endo. Uated es el riovio de mi hema-
na. ¿Qué tengo que ver en este asunto?
-Me bast6 verla
-¿Amor a primera vista?
-A
\ lo .mejor.
-Oiga, no mol pobre chiquilla que lo espe-
se vaya en ro coche, con
Jorge y Blanca Maria, que yo tengo un problema urgente
que resolver, y.. .
-j&, ya pr z a? &Y pretende que la
hermana w y o r iQ U ~ . Sinvergüenza!
-¡La necesita, Catalina!
Parecía sincero, y ella re : ‘Quizás es cierto”.
Pensó en la comida que la. a n don Ernesto y
doña Laura I , y ¡la sosa Jime-
na; con doramigas de Ignacio y sus aburridas mujeres;
con esas stridenfig y pi ajeadas a quienes.Mer-’
cedes ad : Martita y Pa no tenia, fuerzas para
soportar eso; no tenía fuerzas para soportar que Ignacio
la esquivara representando el papel del hombre despre-
ocupado v contento.
Héctor saió corriendo. Diez minutos dqspu& regre,
-
-&cmvenció a alguien?
-&o estoy muy seguro. .
-¿Está ena3noiYibb.O@eTeresa?
-NO. .., EWUZIOZXUIO
-¿Es un juego e
-La encuentro de vihliüad.. ., el tip0
-kcah de encont
Volvió a salir
NQ obstante, Catalina Po 'entendia las ouC&tica
.. zones par las cuales, habla aceptado es&cahpafiía, fii p r
qué, poco a poco, esta amist se le hacía indisgpnsa~e.
que me estás ayu ndo ti recuperar una etapa
* de que me salté -le a j o una.tarde,. eri: auto-
. rnbvil, mientrim phbm Ia esta de pl en'las
-afueras de Santiago.
-replicó él-. Me h a
I
- -
I Siempre queno me h d a yo primero
.
L.Desgraciadamente.. S1, me estoy h m ‘
ue he he-iho?Pasear, ir al cine y a la-peluqp
. pasos de ‘baile con uzl compafiero stxac$ivv.
suma, repetir el &ho de Ignacio: anestesiame pa-
ra IK) darme cuenta del momento en qxib el agua me ils
gue‘al cuello. Pero Wavia es tiempo de torwr las riendas.”
279 ,
I
yaba cada noche abrazada 8 él;..en cambio, en este ma
mento, estoy compietamente fria, i~cida,y pasará io que
yo quiera?.."
. -@asta! -gritó, -pujando al muchacho, y se in- ,
corporó rápidamente.
El la mir6 descaneer sintikndose cu,ipable de
una falta que no lograba precisar, infantil, ridículo:
-Perdb, Catalina.. No em 6 s mi intención.. .,
¿me oyes?
Ella pas6 al cuarta de bao. Se empolvó la nariz y'&
Reinó. Ai regresar a la hahitacián, cornprobd que HéCfE6r-.
habíá enderezado el nudo de su corbata,
I
-&Recuerda e t e conté que me han' ofrecido una
beca.por un año en Alemania?
AT.
-
-Bueno. . , si te as¿dconrnlga la aceptaré. Tendria-
mos qüe lkgar a E&ropa 8 mediados de octubre; es el E-1
mediatanente?
I
4
Lkbvia torreneidmente aquel domingo por la tarde.
En la, cocina estaban preparan sopaipiuas, y en la
lita, Mercedes bordaba unas %banas p k la cuna de Pau-
L
178
ima dela mesa.
&qmndrfa que te c
os. Lo que es ridí
independientemen
-Ignacio no upim Is mismo.
humbre.
Merceües ence
.de anor ai’que te refieres tú.‘ .
* ,-¿Así es que consideras perfectamente atinado y -
-Si,seiioaia. , .
$mend;>+a io lejos, y los frenos de Ün vehlculv -chirriaqn-
B la vuelta de la esqu'ina; ladró un.perro-. iPennitiriw
que reacio anulaia su matrbonio Contigo? -preguntó, .
. La VQZ le temblaba.
e mi mala: suegte?.- -.
y a mi..., y a ése, .
P qu6 se pic, metido
e m la -mujer que na
tU.prOpi% tlZ3lll~~,
CM-
emediar 1m cosas. Ca-
’1
. ~ leza ‘de prestarnos 4Ú ccche. Te ileqaré a la estáeib. .
Meroedes @6 el automóvil porjias calles resbalosas
. . y anegadas. Ea seguida acompdó a Catalina a l a a u n ,
y. fa dejó instalada en el coche-dormitorio del e w r m que
partíaal-sur.
-¡No te olvides de hacer la lista de los invitados a la
iglesia! -gritó ésta, as-ornbdbsea ‘laventanilla.
-No me olvidaré. Adds.
. El tren se alejá, rempleilndo bajo la liuvia. ,
.
r.
187
I
-pudo,, gimiendo como un nEo o como un animal beriflo.
El le secó las lágrimas con su pa@uelo,la ayudó a PO-
nerse el abrigo, y guardó losiWles de tocador, dispersos
en el cuarto de bafib.
-Ven 4rdenó. Y Una obedecib sin preguntar
p&oii la cuenta y.se
do frente al hotel. Poco
IgnacJo hizo iienar I
s iluminando en
ajando con
no a ellos un
Z
I
.
, ValentG se llevó una cukharada de sopa a .la bwa,..y
tuvo la imagen de un paraíso i d é n t b ai refectorid.>deL
convento. El padre acababa.de bendecir los alimentos y
losrepartía a cada uno de 10sbienaventurados. Pero aqué-
. llos resultaban amarios porque quedaban sitios vacíos err
la mesa. Volvió a hacerse las preguntas que lo inquieta-
“¿Pc)dr&nlos #m%os€lis
denados padecen hambre &e ente’! posible acep ’
ic al horror de un infierno?” -
satlvqción le im- %
tierra y el cielo.
. Esa tarde, die esm sin noticias de
Chile, Ueg6 a sus QS un&&uh. de Mercedes Ibsrra.
Comenzaba habbdole de el de Teresa. y de los niños.
. Sólo ai final, en fa y escueta, le -informaba
acerca dé Catalina acio, y concluís pidiéndole que
rezara por ambos.
190
I . , I
e encantaría olvidarme.. .. rero no pu
bién me'preocupanMercedes y los nulos.
+Olvídate! .
-No es muy agradable saber que, además de quitarle
. el marido a una mujer, se le est& destruyendo su .posición
económica.
\ '
era de aula mea le he en-
T e adoro -exclamó.
I 193
P&almod,.
Pedro Ignacio -y Claudio, llevando a Paulina de la -
ra los regalos? -indagó Teresa. .
-Sabes que las cosas no andan bien en el-fmda
-iDios Santo, qué paciencia la buya!, Lo que es yo
1
’
no ’me quedaré tan tranquila.’Nacho administra lo que
me corresponde de 1% herencia de mi pijre, y.
-;Acaso te falta algo, Texesa?
-No, pero no quiero vivir a apes&de tu papá, Mer-
cedibas. *
-No &es a eqeqsas de 62. Mi padre ha repartido
parte de su fortuna entre en8 y yo, y puesto: que nun-
ca hicimob separacib de con I&w-io, su dinero y
el míó san ia misma eosa.
-iQU6 C~ZYAOCIOpabra Nacho!
-Teres,. eres joven, eres bor%b,tienes tanto b tu
haber.
+ .
..
-Claro: urn hemana y un8 maare que son un par
de sinvergiienzas, y un himma m y m que es u1z irres-
.".
quienes les say indiferente, y ,que est'azán dispuestos a he-
rirme y atropellarme en cualquier momento; sé que las
de 10 &al. ..,-(;qué?
re&liüad:Me defiendo;
e&esia observó con frialdad.
te atropikn, te engañen
quiriL. ~ $ u écrees tú que sigriifica
+ -¿Qué significa para ti?..
-Primer& admitir un poxentaje de-culpa en tad0
10 qrze me pasa; luego.. ., correr el riesgo de tuldo lo-que
mtede seguirme pwan.0.
-No entiendo.
'
-Zs muy smciUo. Yo soy culpable de la ceguera de,
,
196
.conocistehace anos.
.-" - 6 ~ s uno que era amigo tie ~acho'i¿uno muy esr;u.;.
-No, no podria.
.-Entonces, si eso ocurre. . .,t.Lt vas a sufrir.
-Evidentemente. Pera b e es otra de los riesgos que
10 I
, .
p.. -
. -¡Ignacio!
I
-¿Qué hay?
I -¡Te adoro!
+Yo también te adoro -afirmó é1;y rió' alegremente.
-Si te pasara algo. . .,me moriría.
-No me pasara nada. ¿Quéhabría de pasarme? i
seas-tonta,
'
Catalina! -La besó y atravesó el patio.
Eiia aguardó unos minutos en las gradas de la gale-
Eía, eonternplando la luna, enajenada, y rompió a
' deSconso3adamente.
*
Ignacio no regresó a medianoche, ni tampoco a la-
.' de la qadrugada, A la una y media, la imxplicabl-e
teza de Catalina dio paso a la inquietud; a las dos, el
miedo' la enloquecía. Entonces oyó un trote conocido, ' y
salió-al camino. El caballo venía ~610,con la silla.ladeada, .
arraitrando las riendas. Ella ajustó la montura y partió
' al galope en dirección al pueblo.
i
-
alasmanos,
-Harto hombre se port6 - -mtinuo ei a--Aum-.
nay’que ver que ellos eran tres contra uno. .
Catalina se arrodilló y sujetó la cabeza de Igrlsio
entre sus manos.
-¡Un médico! -gritó con voz enronquecida-. .¿Por
,,qué no han traído un médico, imbéciles?
-¿Y de Ónde le sacaremos meico, doña? -refunfun0
la mujer-. Dé las gracias si es que el practicante, el de la
CrÜz Roja, se molesta en levantarse a estas horas.
-¿Lo mandaron llamar?
-Vaya usté misma, porque a nosotros.. . no es mu-
cho el caso que nos hará.
. festóéste, mientras
cia-. Si le parece,
señorita. Desgracia
cue aguante tanto.
Habían acostad
y se lo oía respirar
el alba. En ciertos
servaba a Catalina m&ada vidriwk No hablaba.
.
‘‘Enunos momentos más. . ya no podrá.. . @bs
mío I ”
, -¡Oyeme! -imploró-. Oyeme: ¿quieres que venga
I un.. . un-cura?
Ignacio la escuchó aparentemente sin
-Madre -dijo-. Mamá.. .
-Soy yo, mi amor. . .
-Pobre mamá -prosiguió él-, siempre hacías dife-
rencia entre caballeros y !gañanes. . . Los caballeros se
aonfiesan antes de morir.. . -Súbitamente trató de le
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e .
te todo ha variado
bis, estay convencida de
a en que oí su vozpor
viviendo &ata &o-
la eqxmnza, de aue
, %eiioriia Maria A I
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&nt&de cmzar el puate.de troncos se desmm
carirrínó delante 'de2 caballo, llev&ndOb ,asido por las
das. *