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Páramo Salvaje - María Elena Gertner PDF

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P A R A M O .

SALVATE
b
3 ’

*:

E
&

PARAMO~

SALVATE'

x G
,
Estrechos sm .iosbajeles,
estrechr, nuestro lecho.

más vastó nuestro imperio


en las cenadas estancias.del dese?.
LIBRO PRIMERO
, pequeño de estitur
teligente y expresivo.
I

-6-rú loviste?-
-Un hombre grande.
-De eso me di cuenta, por su voz. Quiero de&
;cómo es de-facha?
-Alto. . ., moreno. , ¡qué,sé yo! Ven eta m&ma 4
verlo..
. dablina 8e d n puntiuas y, oculta -en el relia
no de la'escalera, hacia el primer piw, asomando ,
la cara por entre stre8 de la barandilla.
. Y,repentinamente, ella t w o
ndose en traer a
de aire batiendo

hasta el re
I

de M avasalla,
n
.

2
I

' I aplastando súavemente el teda


De'pronto sonó la camp
se hacia la mesita,
cbando por coger el auricular. .
.
-Cortaron -dijo Ignacio-. Era otro de los Uam&os
misteriosos. La pr6xima gez atenderá usted. ,

$tiica la suya? Si al-


sin necesidad de

. . .*dah? -Era, 61 quien son-


g a - ~* *, tientiria'cdos,.
ita; y su pasado. ..
ba que Frzbciiscc,

"o. o
matrimonio. .
ería tener más

.' He hhbitado mu-


que él enviudara. .
En ese instante, la campanilla del teléfono repicó .
nuevamente, e Ignacio no hizo el mknor ademán. Dejó que
Olga avanzara, rígida, a contestar el llamado:
-No.. . Se ha-equivocado.. . De nada.
'
Aprotnmándm, 61 la sujetó por los hombros:
+Mujer hMcil9 ni era sabes mentir! -excla,
mó-. ¿Por qué no evitas esta mmedia? Nadiese va
a extrafíarde que le'seas 1 a un hombre viejo y en.
fermo. /E
Catalina e~capócorrienüo, sin querer explicarse na
da. Y limó, ab- Andose a m a anr stia incontenible
--

ciega.

15
I -GA qué hóra llegaremos a ~ h i ~ ámamita
n, mila?
-nRáS o menas a laai seis,%itqntincito. ¿NO se, acuer.
da del año pasado.. ., cuando n e agarró la lhvia al ba
farnos del tren?.Todavía estaba harto.averiado Chilli&
pues, por culpa del maldito terremoto. For suerte a lar
er continbaba pergrand0 poi

anterimes, dormir

4 I

montes, y .el viento, ,


tierra roja, en medio
1 .

Por esa época 11,egabn H

.
Único que no participaba de esa atmósfera era I@
Daba órdenes escuetas y precisas; ñablaba poco. Ante
10s hombres bajaban la cabeza, y las mujeres conversab
en un murmullo apagaao. Solamente la Zoila’se atreyía
4%-
a romper aquel silencio:
hito.. . I l p que
~ no se b e e una es-
I

-Oiga, don
capada. a Chilltin, a visitar a aigunw niñas? NO es vida la
que está, Uevwdo.. ., encerrado junto a puras huasas
es mi patroncito!
tanterím, vieja. -mcwféndoae de hom- _ I

a.
durante cuatro veranos, sin qüe
entre ambos se c m ~ a r ajam ma,palabra.
Teminadas las vacaicionea, aliexistencia recobraba su
SaivaJe”desapwech tras un ho-
tídianas, e Ignacio ‘se hundía en
te corno la antigua casa’y

1fin, dentro de un rn
se trm$£omaba.

5
A é r q vieja, si es iin simple resfria
-¿Y si por ng cuidarse le viene m a puJmmfa y s
vez de alegar.
5

Zaila fue i preparar el tilo, y Catalina se -sent6 en-la


cama. Abrió el Cajón..dela mes8 de noche y sacó un esp&$~.
Estudió uno a uno sus,rasgos.
“Yo también pqdría ser bonita.. ., casbrnás bonita

que mi mamá -meditó-. jY de qué me serviría!”


Las otras muchachas iban a fiestas, conocfan los bai-
les de moda, ee enamoraban. A ella no le interesaba eso.
NO se enamoraba nunca; ni siquiera de los actores de cine.
Trobablemente me quedaré mEerona -reflexion&.
eré una señorita muy empolvaáa,,mmamente - &sting@-
da; &Y si me metiera de monja? Valentín dice que ¿% va -
a meterse de cura. ..” Eaisayó diferentes muecas frente
al espejo. Constantemente, su rostro, su ctierpo, sus .ade- .
manes, la sorprendían.
Ai lado afuera del dormitorio, Teresa acunaba una
mufieca y entonaba una cancioncilla entre dieqtes. E3 re-,
loj del comedor dio las nueve. En ese momento, Valentín
raría en la capiila di1 colegio y asistiría a la misa, de
r“odillas, bxdivil, amando %i Dias pur sobre todas las cosas -

y anhelando ser santo. Entre el viento y la nieveae ‘CIraC


ramo Salvaje”, Ignacio galoparía, envueito en su manta
negra.
Un grifa cortó aquella sucesión de imágenes. En se-’
guida Catalina escuchó las voces que crecían’en la habi-
tación de su madre.p SU padn’astro:
-¡Lo quiero! iaí, lo quiero, y me iré con él! e x -
clamó Olga.
0 -

oy6 el goipe de una pQerta c m a

. _

patrón.. . se nos muere. Llamemos a la Asist


ca.. . ilevántese, m’hijita, por Dios santo!
llegar la ambulancia, don Francisco habiá sufrido
n segundo infarto y el médico se limitó a verifÍcar sb

Vaientín al colegio, y. . ._
. - -Esperemos aque vuelva ía senora, C+ti%a-aeons&
,
-Mi mamá no volverá.
t
Su propfa seguridad la pasmiba. Aquello era un me-
lodrama igual. a los que se veían en el cine. “Sin embargó,
es verdad’”,pensó,e inopinadamente se puso a reir.

6
’ .
-Mi padre te había adoptado -anunció Ignacio. Y
* ’ ~ a Catalina le extraiíó que ia’tuteara en esa primera con-
versación-. Quiero decir que te hallas, prácticmnte,
29
-El juez me ha concedido la tutela de mis hehanos
menores -continuó él, y se hizo un silencio. Luego &a-
di&:, Creo que tu madre tenía una tía.. .; no sé si pre-
fieras vivir con eiia. -
-NO.
Ignacio se paseó por -lasala.
-La posición ecanómica de’mi padre no era tan b
yante.. . Dejb deudas, y yo deberé hacer
malabarismas ante y manberlos a todos .
ustedes. Naturahqente, me veré obligado a rematar esta
casa. Vdentín quedar& en un internado, y a Teresita me

di+. Eres me
--¿A quién le escribiste? -preguntó Jaim
\-

semando el cuidado con'que el muchaiho doblaba la es-


.quda. _.
+
-A mi hemana mayor*

, muy bien educa

i
. 10s banderines de diversos clubes deprtivos formaban un
w
tapiz de-'abigarrados colores.
Jahe.Ura arriscó la nariz, y encendió un cigarrillo
'rubiu can gesto de ostentacih I

"'3' -&Q.r£Enez volvió a


debe ser feo, peludo y
Sobre el fondo ;de un cielo azul de Prusia, las figurks del
arcángel-San Miguel y& Lucifer, en pleno combate, roMe ’
pían :la iJ.moWidad de un muro blanqueado a la.a l . Al
~ pie del wadro, el autur de había escrito con ca- ’

mcteres góticos:eArcdngeE e& defihdenoa q Ea


az contra I- usechaw

ns6 en lo insípido ü e .

-reflexionó-.

ilusión. de estar
6on parte de esta tierra, que es tuya!”
Resultaba fácil convencerse de ese carid grande, en
el-quése envolvía a los hambres y a la naturaleza, si su
madre io impulsaba.,Por iiltho, bastaba imitarla a ella

er que alzaba la vista


desde el reclina, fa, hija de Olga, parte .

la mu&acha, la me-

maasas y humilladas.”

i. Sólo contaba
eon esa m

i j ~ gloria
, al Espíritu

Aqueila noche, bendid6 en su lecho, Ignacio reca

“jNO,qué disparate! Es una chiquilla, y si lo llega9


saber la mtada del fundo, se armará un lío.” Parecía risi-
ble que esos campesinos, casi siempre resignados a los
amoríos del patrón con sus hijas o sus hermanas, tuviesen .
tan estricta idea del honor en cuanto se trataba de una .
clase social distinta a la de ellos. No obstante, era así. L%
propia Zoila decía, refiriéndose al comentado caw de h a -
joven chillaneja:
-Si\las ricas se ponen a echar guachos al mundb..., .
¿qué les dejan a las pobres? Bien está que les pasen, sus
chascos a las ignorantes. A una señorita, no hay derecho.
-Ypara’ los habitantes de “Páramo Salvaje”, Catalina
era una señorita. El escándalo provocaüo por la desapae
rición de Olga se había olvidado, no alcanzan& mayores
repercusiones ea el fundo, y nadie se atrevía a dirigirse - .
8 la muchacha sin el respeto que merecía su rango de
patrona. Pero Ignacio, odiado y temido por los inquilinos
y trabaladores.de la hacienda, conocía fórmulas para ac%
llar cualquier comentario.
Abrió la ojos en la obscuridad y percibió las Últimos .!
resplandores del fuego & la chimenea. “Su dormitorio.
queda al final de la galería;”, se dijo, como si en ese ins-
tante le hubieran revelado que Catalina dormía a escásos
metros de su puerta. Incorporándose, buscó un cigarrillo,
a tientas.-
33-
-
ntín
. -¿Y Jaime Lira y Valentin Rozas, viejos, hici&un lo
rxe se les pedia a Jaime Lira y Valenun Rozas, jóvenes?
- -
Jaime lanz6 el cigarrillo al lavatorio adosado a la
pared.
+Bien J mal!. . ¿Hasta cuándo? -dijo-.
a Envidio
al “Guat6rP. . . y a todos los guatones Martinez d.el mun-
do, que no se i problema de la verdad
y la mentira Carlos. El‘ g4Guat6n’y
es
‘ t gordo
~ qhe juega al fútbol, tsanquiiameñte, y va a misa
nseríado que asi tiene que
.
e morirse, recién. . taJ

-Eso es 10 mala
r&cincuenta años
equivgca.. . bus
imb6ci:il es no aceptar equivocarse. Por
banicándome cx~n

empezaron a rodsx
plo. . -musit&-, ..
@a ge dejará iletrar por.
-$Te has vuelto IOCO?.¿Qué tengo yo que ver con
tu hermana?
U a campanas dieron I& medbnoche. Jaime estirb
‘34
I-
no Rueden quebrarse. -iqdicó hacia el patio-: 331103 n e
cesitaa imitar t u ejemplo -agregó-, y tú no tienes dere-
choa defzaudarlos,
--¿Y qué ocurre contigo? ES gracioso que sea p - l a
W c a llamada a prolongar las tradiciones de tu fámilia,
-Al hombre no se le exige lo que a la mujer. Nadie
-espera qui! el patrón sea u n modelo de virtudes. .. L-

-Claro. A ti se te perdona cualquiera cosa, *contal


de que yo rece el rosario, encienda velas en el altar de la
‘Virgeny comulgue los 8 de diciembre. Siento no poder
ayudarte esta vez, Ignacio. No me confesaré, ni cornu1
manana.
-¿Hay, realmente.. ., un motivo que te impida’
cerlo?
-Si no lo hubiera, mi actitud sería absurda.
, -Me cuesta entenderte. Crees en Dios, eres católica;
fuiste educada en un colegio de monjas.. ¿No habrás
perdido la fe?
‘-No. Sigo creyendo en Dioa Desgraciadamente. , .
también creo en el demonio.
* -¿Y?.. . -El cruzó la habitación y fue a sentarse en
o las viejos sillones Morris, frente a ella.
~ r l de
. -Elegí al demonio. . \
-¿Así? ¿Tan tranquilamente? -1gnaci6 lanzó una
carcajada-: Mira, hijita, terminemos con las jugarretas.
Ya se me está acabando la paciencia, y la discusión -me .
parece más bien estúpida. Anda inmediatamente a Ba &
pilla y. ..
-No a a t a l i n a se aproximó a él, clavándole la mi-
3B ~
esto es ridícu3o -murmuró lpacic%, m a .
pletamente ridíc$lo;’ -Sonreía a b . Sin embaTgo le era .
i.mpo&bleescap& .lie la atmósfera que sentís Wmándose -
en tornb a eiios. . I

“¿De qué si&e mentirse?”,’pensÓ.


Bruscamente- .
la puerta se abrió, y Teresa apareció en
el umbzal:
. -La m a d t a Zoiia me manda a preguntar si 121 Cata
.
va a confesarsé’: .;
-D.ile a tu mamita Zoila que Catalina está enferma,
y que yo ordeno que no la molesten, Lme~oyes? . . /

-Sí, Nacho.
. Entonces él pudo levantarse, y abandonó la habitacion
rápidamente.

6
Valentín llegó al campo en vísperas de Año Nuevo.
Se le veía más pálido que de costumbre, muy delgado, g
había crecido hasta alcanzar la estatura”de Catalina.
En su primera charlaxon Ignacio se refirió a los por-
menores del viaje y al proyecto &e ingresar en marzo al
Seminario. I

-Cada cual es dueño:de su propia vocación -ac&niti6


éste, observanilo al hermano menor sentado a su izquier-
e

37 c --
t
ra cws que t m p s~
’ Tere& interrumpió la conversación, tironeanao u
manga de Catalina: ,
-

. . -¿Me permitirás que espére las docessi pie?


~ la Zoila.
-Es ,agradable estar de nuevo en la casa -afirmó
Valentín. Y habría deseado que esa sensación fuese rea1.
Pero un malestar io embargaba; un @explicable presenti-
miento de algo oculto tras la ingenuidad de Teresa, tras
la solidez de Ignacio; la serenidad de -Cataliha o el bu-
humos de la anciana Zoila.
De pronto percibieron el galope de un caballo y, u n k
‘segund~smás tarde, los pasos del jinete q u a desmon-

taba y avanzaba por e1,corredor.
-Alguien viene - d i j o Valentín, advirtiendo que Te-
resa aproximaba su cuerpo al de Catalina,.buscando am-
-Quédate tranquila -susurró ésta, y ambas mucha-
chas bajaron la cabeza.
La vieja Zoila colocó un azafate encima de la mesa,
y escondió sus manos temblorosas en los bolsülos del de-

-Alguien.. . -insistió Valentín.


-No; nadie -aseguró Ignacio. Su mirada dura los
recorrió uno por uno, y repitió-: Nadie.
Luego continuó hablando del Seminario, igual que si
nada hubiese sucedido. Y Valentín ,habría dado cualquie-
ra casa por encontrarse ep Santiago, por escuchar la voz
-- ~
r

ela, de las tías vestidas d

cierto, mamita Zoila?


-A mejor, pues, m’hijita; .. Aunque .ya no sirW .
para esos trotes. -La anciana reía despreocupada.
a tañer üe laxampans en la capilla anunció la$ dace. ‘

Se escucho un griterío a lo lejos; después, wi sile


m, espesa, apagó las voces y los ruidos que saludaban
ai ~ ñ - 0Nuevo.
-Hay que pedir tres deseos 4 i j o Cataiina, y fue a .
abrazar a Valentín; en seguida a la Zoila, a Teresa, y fid
..
naimente.a Ignacio. -
T r e s deseos -repitió él, con acento cansadck,J$es ’<

deseos. . . ¡Qué tonterías. se te ocurren, Catalina! -E&


tonces, sin mirarla, la abrazó a su vez. . .

7 ,. ..

*. -.

-
Ya ac-ostado, Valentín encendió la lamparilla a pars .
fina,-y guiado por la luz amarillenta escudriñó ios‘rin00-
nes de 1a, habitación: sombras indecisas se agazapaban ”
la Cama y cqdn6 hasta el
@a el campo y penetraba por los v
de la galería. Eiii el r'esto de la easa ia obsl

*' . MirÚ hacia afuera, y dejó de respirar, sintiendo que'su


san@e interrumpía el ritmo habitual en sus arterias:
en el sendero blanco, la figura de Catalina se tiistin
. .nitida; el viento le despeinaba la larga cabellera y batía -
su ancha falda de colores descubriénüole los muslos.
ccSeñor,. ., Cristo. . ., ¡protégela! -pensó Valentin,
\

atracan& la frente sudorosa a los vidrios-. jPMégel


Entonces ella se detuvo, tambdeando, semejante
_una marioneia aprisionada por hilos invisibles. Se llevb
una mano a 10s ojos, reshregándoselos' con un ademán des-
esperado, y luego.pareció recobrar energfas;' lmztndose en
ma carrera veloz. Pronto' su .silueta no fue más que u11
punt0 l a i n o s o que escapaba.-
,
*
Cuando Ignacio la vio entrar en las cabal1erkwi;S;per-
maheció inmóvil, sosteniendo la montura de su caballo.
-¿En qué andas? -averiguó.
Ella se aproximó, dando la impresión de no pisar
suelo, respirando fatigosamente. '

-Sabía que tú estabas aquí.


-6Y qué?_ .
-Sabía-que vendrias a ensillar tu caballo.
-¿Y qué?
&bía que irías donde la Charo Rojas. . .
-¿Y.. .?
-¡No puedo soportarlo!
'

- Se;hallaba pegada a él, q Ignacio percibía 1.a tibiez


*, '

40
, ,
I _ %
8 %

\
I
1

-Yen A j o Ignacio, tendiendo la manta encima


un montón de heno-seco. Y agregó algo más que ell@
~ cuchb sin comprender; oía solamente el tono de’esa
que tanto amaba, y su boca perseguía los labios; los
tes, la lengua del hombre.
Despues experimentó aquel dolor que crecía, y tuvo
la sensación de una brasa ardiendo que penetraba enélla,
cavando una herida prófunda; una brecha de alegría y
sufrimiento.Y cerró los ojos, sometiéndose ai dolor agu30
aferrada a ese abrazo firme. -<

< *
Ahora la luna se hundía tras‘unos nubarrones den-
.sOS, y la galeria quedaba en penumbras.
.
“señor. , Senor. , ¿por qué?”, se preguntti v&-
--
\ c
-.

41
. de su propiabangustia, regresó al lecho y rezó p r Catalina.

Una tarde de febrero, Valenth encontró a Cataliba


en la biblioteca; trabajaba en la corrección de algunas la-
bores escolares de Teresa, ya que ella se encargaba de la
h,

educación de la hermana pequeña.


. Era la primera vez que Valentín lograba verla a solas.

Sentándose a su lado, la observó, y entonces-.tuvola evi-
dencia de que algo había transformado-a Catalina. Era
‘una metamorfosis más profunda y sutil que un cambio
físico; no obstante, se traslucía en sus ademanes, en su
risa. .-
- -Estás muy linda--asegurÓ. ‘

. -¡Qué tonterías se te ocurren!


Catalina usaba las frases de Ignacio, copiaba sus g e 6
tios, consiguiendo, mediante un extraño mimetismo, pare-
cerse a su hermanastro. Y,nuevamente, Valentín se sintió
arrastrado por esa especie de corriente secreta que flo-
taba en medio.de la casa y sus habitantes.
-&Puedo haxerte una pregunta? -suplicó.
-Claro que sí.
-¿Recuerdas la noche en que yo llegué? Mientras CQ-
míamos se oyó el galope de un caballo, y alguien entró. .
Tú sabes quién era, ¿verdad? .~
-No era nadie. -La mirada de ella adquirió la ex-
presión de la mirada de Ignacio, y la inflexión .de su voz
fue la, misma con que 61 había dicho: “No;nadie”.
-Tú lo oíste, Cata.
-Yo no oí nada.
\
Estaráas muy cansadomn el viaje,
y creíste.
I
: 42 .
- .
y se puso a reir.

-La explicación que me pides se reüuce a una vulgar


historia de aparekidos. Completamente ridículo, ¿no .es_ ’ .

nmte mí su muerte. -

e que no le dirás ni una pafabra!


I renarse.

d h d e iríamos a parar! Y para Teresita esto es muy per-


.
nicioso. . Por esa la prohibición de Ignacio .es,,razonable,
-B acuerda. alrl embargo, no entiendo por 'qué te

? * E Wson&
~ -con

n h después, Ca-
riiencias del ala-
-Dios es la peox de las mentiras que han inventado
10s hombres,’ “GuatonciW. ~Tilihas leido a M&Mhe?
‘ \
No. Ya sé que no. Tii eres pura fuerza bruta. Hay que.des
j
asnarte. -Incapaz de contener aquel impulso histrióniw
que se apoderaba. de 61, Jaime recorrió el cuarto, accio
nand-: jMafiana comenzar&tu aprendizaje! &bergs t
Nietzsche, y la luz del Renacimiento iluminará tu cere-
%rib!
el, tal Nietzsehe no pertenece a
s Cachiprra? -ob

es.. .
de ánimo. Mov

... garrillos -*vi


p sus minosos muros:
Jaime-* jQue-

_.

diems que existe un puente que t e une a hi. , .


i
El bono del padre Carlas fue fdisnfico a3 que us
Valentí< cada tarde, para - convencerlo. Y tambi6n ahora-
dejó arrastrar. Ya no experimentabi odio ni rencor; '

IÓ una pena desgarradora, una'pequefia e irremediable


' 'JACOMETTO.

-¿Quién tre escribió.esa carta?---interrogb el sacer-


' -dot$, observando 1a.mnriG triste con que Valenth ter-
! . minaba de leerla.
/

. Nuestra $eríor ha

múy lea, padre. Y

de ser knefi-
48
I

. -@e pide que no le escriba más?


-Ni escribirle, ni recibir sus cartas.
-YQ no puedo hacer,@, padre. Jaime me neeesita;...,
so$-sumejorainigo. . . . .
,

P '

- S e r á una prueba para ambos, Afortunadamehe


misericordia.del Sefior es grakde y lograrán wbreUemrh.
-¿E's una orden?
-Si es preciso que lo sea, si. ,.
El muchacho permaneció un rato en silehdo, c
bajo; el cura alz64a vista hacia los nubarrones que en-
negrecían el ciela* .
r i o m d z a a ifover. ES mejor gue entremos.
-¿Podré rezar p or éi? -preguntó Valentín.
-sí,'y yo te acompaiiaré en esas oraciones. ~derriás,
le hablaré al padre.Carl&, y le pediré que se pr
especialmente de su dirigido. Formarenios una especig -üe *
-*.:

circulo alrededor de Jaime,, jmmprendes?, prote@&&io


- --
y am%rldolocon verdadero amor; m o r en Dios.
. ccPeroestar& solo en ese círcuio de m o r y de oracia-
- nes -pensó VaIentinC. Completamente solo.9*

11 ~

c
''
-¡Cata! ¡Cata, abret jTengo miedo! -sollozó,Teresa.
Y al no obtener respuesta, insistió+ Andan pum& en
el pioltrero frenté a la casa.. .,los of rugir.

I -mbmo.--a
úma luz BriiiS -enla gaería, y la
'

mmeita en su manto:
-6Qué hace aquí, m'fija.. a
que 5e pescad un resfriado? ¡Miren la chiquilla de ?nole-
dera. . ., si merece unas buenas palmadas!
Iila nuiita eorrli, a su enqentro:
-Andan pur~raSmanita Zoiia, g'ia Cata no quiere
abrir.

krnbitk., ., dejarla
sin esperar mAs hizo
c3bscum cuarto .se
I

la giqa de echarte, P de lo que has Tisto.. ., ni aim @bis


bra a nadie, ¿me oyes?

I -Si su madre, que era m a santa, resucitara, se


ria muerta aqui mismo -sentenció la vieja sixvie
Luego salió dando un portazo, .
-¿For qué 10 h i a t e ? -averiguó Catalina.
T a r d e Q tempmo iba a saberlo.
-&Y si,io comenta coa las otras empiead&; o ~ b la. n
mujar de algún inquilino? -
-iAy de ella si se atreve!
-Pero te entretuvo mortiificaria, ¿no es cierto?
El hundió las deck@ en .el’Iargo cabeih de ma, es
truj ándolo :
-No‘;hagas preguntas. To& se entiende entre tú y
yo, sin neeesEd.ad de preguntas. --De pronto, el rugido de -

los pumas se escucha mny prbxhu-. ¡Malditas bestias!


-gritó Ignacio-. Andan run los corrales;. -Diri&ió
una mirada a las carabin- as- en.una de las pa-
H!d€!S. - I

* ’

-Quiz4 sea mejor’usar arshim -dijo Catalina.


&.
-Quiz&s. Estiis tfnnblando. ¿Tienes miedo?
.
- . ~ e &urre, a v p s . . ,eUa;3ltio te siento muy cerca.
-Tranquilbate.
-Ven.. . jTe quiero!
-¿Me quieres wi, perireguido‘porlas Furias? -El rib,
y 18 cama crrijió bajo el peso de su cuerpo-. Hay que
aprovechar.i.as noches, Catalina; las ncrches en que el sexo
todavía un6 fuerza pant defendernos de la muerte.
i
’*
I
9?&r
tempórtitia en su hacienda,
r cada tarde a jn’gar aquellas partidas de
I ajedrez., E

’Las visitas de don Ernesto coincidieron con un pe-


quefio probiema que Ignacio venia postergando desde /hat
algún t!empo: la eaucacibxr de Teresa, Y fue &’quien
ofreció una wluci6n.
, -

Para CC.ati@n&,J para ue no eaneeljía la


ea de que llevaran a su reg&bna internado, el ame- . .

o era dum, pero es@ secuencia, se decidid-

Ignacio no vela et 1 esde antes de partir a


ña Laura entre

uerte de su mad
recordaba. Rabian

scrutálndda,’du-

55
-

Al ponerse el sol y luego üe h&er acordado que dim



. h2rnestb vendria-a buscar a Teresa en el plazo de’.
I mana, Ignaciv etxrompairló a la familia Ibzura hmt
. der0 que conducb al fu yeeinu. En seguiCEa emprendió
- el regreso. Lss pirraeh

. I’
/.
se' Slantiguó-, se casó, por segunda vea,, la*
a . . ., la.Catita'deb6 .habér andado por los cinco 'o los
seis años. A Valentimito y 8 la Teresita: los recibí al na-
cer.0 '.
-Pero hoy yo tengo treinta y cinco años,,y Catalina
veintid6s: Comprende que-sOm& personas mayoRs, m t e -
' e
'
yameate libres.. . yY n e metas 'en,lo que IIQ te incubbe!
. -Es que yo. ., bueno.. el atsunk) se arreglaria si
.S

ustedes. . .
-6Si nosotros 4u63 -avefi'igwó Ignacio, -
se casaran.

ad ne te ocurrió,
na mujer se quie-
os z q e s y no 4ue

4 h m U coma un

6. con alguien muy


has adivinado?

Catalina. -Encle
e, te irAs cuanto

s'. Yo s&o te a

a la furls del viento.


58
.- . ..
- .
I ,

I /

.
-Porque se-parece a tu\madre; tú mismo me lo di-
jiste.'Y, en el fondo, tu suenas w n el orden de un mundo
e se te rompió. -Rus& los ojos de Ignacio-: @nw .

en cambia, he .Ik er que es digna de

me gusta que la ' .

cibrr. Prostituirse
consta si 421 horn-
ófreeia algo? sim-
.
-¿Tú? Tú. ., ¿mequieres?
a i , ' ctitaiiaa; t e qdero.- contri mi uóimt t@
* .
quiero.

4'

60;
-¿Era muy distinta de mi madre?
' -&La pátrona? jComo la luna del sol, pues! . *
-¿Y tú crees que mi mamá se casó con-don Francis-
qo prque se enamoró.. . o por interés?
. .
ba anciana formó una cruz can el pulgar y el índice
derechos, y la bese:'
-Interés no. Lo juro p r Diosito. No. sé si por amor...
p&lo haber sido por capricho. Es que usted se acuerda
del patrón ya viejo y enfermo, pero antes del primer ata-
que al mrazón, sin EEF un joven, nada tenía que envidiarle
8 don Nacho.
-mila, cuéntame mhs -apremió Cataha-. Avenía
mama al fundo?.
-Rara vez. Cla es que no me olvidaré de un vera.
---

no; ella .estaba recih 6%sa.da entonces. Figúrese que salía


cada mafíana, en traje de km y a caballo, a bañarse en
la iaguná. US huams, que n a habían visto a una mu-
jer montafido con traje de bafio, creiaa que era el propic
diablo.. . -La anciana emitió m a r i a i h picaresca, evo
do la escena-. Por las tarkes b a b a el piano; ese pia
no de medie, cola que g;&m%m en el &ano -añadió-.
y, si todavia me parece air esas riaiksicas tan preciosas!
Catalina caminó B lo largo de Pat habitación.
-Podríamos traer el piano a la biblioteca. ... Es una -
pena que esté tirado su& abajo -manifest&. Zoila, co -
siguete algunos trabajadores, y diles que me suban el

-&Sin consultarle 8 don Nacho?


Ella agitó la Cabeza,desechando una duda.
i -Ignacio no se opndrá. N i

Terminado el aimuermdrajeron el piano g io colo


Caxm ei extremo de.&%ala. Catalina le sacudió el pol,
. I
rr&nos, el recuerdo de otras palabras p.otros gestios.
>Pi Después, sentab junto’ al escritorio de Ignacio, CQ
men& una carta para VaEentin. h i b i & : .

ant%Ea presada de r

tantea p cay6 al s
Por $u cuenta, Teresa enviaba una esquela en la que
festaba sentirse contenta en el mlegio y en el hogar

, detenida en media
s610 a Catalina, sos@niéndole-reSueltamentelas bri
.--Usteü es mujer, . f€iene que ayudame!
e

-¿De qué manera?


-Pídale que me rec

c&iíó.Sigtliió perorando

a. Y súbitamente odió a la
odió la figura del nifi
to miserable al que, i
10s grandes ojos. fulgufantes, aadib-: Bien 'dice e%.r e
frán que puta es la rnadi;e y puta la hija, y puta la ma&a
, que iai cobija. ,
Catalina 'permaneció unos segundos estática,
samente. pálida. Luego alzÓ.la fusta y la descargb, una
y otra vez, sobre el rostro crispado, sobre los brazcjs y 1-
hombrbs de la muchacha, acorralándola igual que a una -
bestia. _Logró volver en sí cuando Ignacio le arrancó +la
fusta de las manos.
'
!.
fimpíbdose con el di_-_mtalla sangre que le man-
chaba la ma,.la Charo Rojas.lanzó entonces su maldi- ,

.
cion :
-Algún día la he de-ver k usté también pqriendo
guacho, y he de ver que también le hacen la desc
cida. L e v a n t ó al niño, y protegiéndolo contra su
se alejó con andar vacilante, con sus grhdes ojos
y fijos.

17 . .::

'-Es indispensable que aceptes la invitación de Jime-


. na Ibarra y te vayas cuanto antes a ~ h i ~ á n Ig-
-dijo .'-
nacia ' ,
~1

~ b o stomaban
, el cafd'en 1aI biblioteca, frente a la
Chimqnea, La Zbila se había retirado a dormir.
6 .
I

* .
Catalina se'armdiIJ6 j
zz1 en SUS rodillas.;
-No quiero irme.
D e b e s hacerlo, La Chao ha ido de rancho en ram
cho m8stranido Éas marcas de IQS latigazos, y ha creada

nwerle el chiquillo sign


. En el plazo de 2u1 a h
ndo órdenes en mi propia c
(*
venta0 que ei ntño es mfo a por *o; dedo; seque tii
le c a m las cuentas a~ auténtico padre. Traspasán@ke a
mi carga, el aswto cambia de aspecto. Per? yo no
voy-a prestarme a jugarretas.
Rojas agachó la cabeza:
-¿Piensa negar que usted se la ha aprovechado
% cuanto ha querido? -ln&~ulI6.
Ignacio subió el tono:
-B ctúquiiio no es d o , P si Ím me crees, peor p a

aJ verla allf, eon 8


nas embarradas,

par; t e pagué I o .
I -gritó Ignacio.

arriero lo amena-

Espérese a que le suelte cómo usted me


. I
, *
O w,dW@Bda C O ~ Am.’
Gat-; ést& &. a g a a y~ r w g i b uno‘ de
10s a d t e s ~inerzro..~e%puks, m~cetitócun verti-
e o s a prisa: fuerza, ellzi descrg6 qn golpe en -la
&em del-rnaymdomo,que pertlib el equiUbrh, e Ignacb ‘

se le precipitó encima, hxhdiéndole el euchiUo en el VIen-. -


tre.
Lo que aconteció m6s tardease asemejó 8 un sudo
borroso, en. el que Catawa SE encontró áctuancio sin VÍF .
iuntad, o+@edeclendoa Ignacio. Lo acompañó a ensilk
un caballo, y entre ambos acomodson el cad$ver del
hombre sobre la montura. -
-Conviene limpiar inmediatamaíte las manchas de .
sangre -recomendi) Ignacio, y tiesaparmi6 guiando a la’
cabalgadura y S u Carga bajo la nkve que caía.
Ella no supo caJcu.lar c u h b tiexn6 permaned6 ahf,
de rodillas, lavando el pisa de madera. Finalmente, 61 re-
gres6 callado, aparentemente tranquilo.
-St io descubren.. ., juraré que fue en {defensa .
. . @

propia.. .
’-LO qye es cierto -murmur6 a t m a .
-E1 precipicio es demasiado hondo. Nadie descubrirá
nada. Sólo nosotros s a b ~ la~ verdad.
s
-&o tiraste a1 precipicio? -No la trastornaba tanto
la muerte üé Rujas oomo ta imagen suscitada por las pa-
labras de Ignacio: la imagen de aquel cuerpo inerte y
dwmgrado, rodando-par el Interminable boquerón del
a b b que partier en dos la montaña.
la Iwmtó y la arrastró ai dormitmio.
a m a t e . . ., no llores -dijo-. Yo te haré olvidar-
lo todo.. ., todo.
I .
* -jPadre! -1lam5 Valentin-. -¡Padre!
Adelantándose hasta el confesonario, comprobó en-
tonces que éste se.hallaba vacio, g, sintiendo que .el piso
se ablandaba bajo sus pies, se desplomd, azotando 1s c& ,'

Bescontra las baldosas. . ai,.


*
En aquel momento, Jaime'Ura deseendi6 a s d e la . '-

-plazuela Miguel Angel, admar e1 atardker del ver&


no florentino. .-
taza de saberse

wgió la sensación ente joven, entera-'


6vocamh a Va-. .

me%ohosco,-$ las'aguas del

- A
'
LIBRO ' . TERCERO
-¿Y no lo es?
--NO.Soy.. bUeQO,
d , na solterana.--De pronto
'melancólica--. No @e-

verme a habla
1 nb me he ca
de nadie y.. ., j O

6 dai brazo y caminaron esqui-


vando el vien
a ! qerh que no; ’hubiésemos casado hace
&cho tiempo. Habríamos vendido ‘‘Plirarno Salvaje’’ y ’

tenajarnos un fundo’más pequeao, y un&cass, aqui, en‘


i l l h A menitdo iríamos at &&lago y, de tarde en
* Otros ’hombres se.conformarían.”
Percibió la humedad de la atmósfera. AÚn vivfa. p
experimentó rencor hacia aquel amor constreñido entre
los‘ límites del orden o el desnotden. Sintió que el deses
o .& ternura e a únicamente una f6mula de e v W n an-
te la incapa e aceptar el ser f sin, rebeMia
sin @io.
exWorcitnarúzrn&te, aunque.
nos &fSrt?nqan algunos kilos de aceso. Se llama pin&oo,
y fue el f a v d t o del emperador Adriano. Cpntempldndob

eZpe?rrnenh el placer defNa@so al extasiarse cón el r é H 2
fEejo de su beíleza en Ea fuente. c
r
- 4 .

Regrksaré a esa sórdida y ungosta faja üe’terreno eli .


agosto. Escribeme-antesa la Embajada: 2, Av. De la Mot-

* k .

I -
ccPtiramaSaLva~ey,junio de 1950.
. JaimeLira,
AmbassadeduChili,
_.
I PARIS‘FRANCIA. ‘
M e he informado: Narciso se cayó en la fuqte, y An-
OQ se ahogó en 1m.agu.as del Nilo. Es el peligro de ser
demasiado bello, Jaime. Ojalá alguna De2 te dejes amar
los.otros, y logres amarlos tú tambiin. No quiero ver-
-
te estéril, reseco,
.y en la contemplaciíjn de tu belleza. Te
twa.
b C A T ~ A .

!
Una mañana, entre el ruido de 10s vehículos que cru-
a b a n la,Alameda Bernardo O’Kiggh~,’ylas voces y ,ifas‘
risas caiiejeras, Valenth
‘ -
I

7’
80
t.an&os. de‘calamina. Una mujer lavaba .enuna

’*
. todo. rl.
4 S t b Gut, Jacometto -4albució Vaientin-, y me ., ’

o muy contenta. .
imuy ‘contento!
.)

-Yo también.

es ver. tti de 18 misma manera que yo?

, y lo más cuerdo
genio, criminal, o smb, incorprándase a la i o c m
ctim, Lno te parece?
ech. -Sacudiendo
un esfweam para desprenderse ’

antmiento-. jApbrate! -
exclamó-. Vuelve a d ..
i.$pido , Q me expulsarán
&I S6minario. Hailasemus ~ g iwsi6n de vernosotra vez.
e, b prometo!
Jaime viró y oprhi6 el
. -En diez minutos es Facultad de Tea@
.@a;* te inquietes 4 s
.
‘PQr unos instantes Ia grandeza del misterio habh ._ ’

rascado en la contemplación del magnifico juego del ~ 6 1 i-

. .
’. - . $1 .
u
1
encima de Ia sotana brillosa, 'en respirar; y palpar, y
-' con esos oídos nuevos; en sentirse devorados por el C&
vasto y clam de septiembre.

-.

y POCO natural, Teresa

b c
1
-
_-

tzemse detuvo, y aguardó en el umbra&. Viene do


-mmllI”6--. Yo

“Decididamerik ha cambiado -reflexionó Catalina,


estudiando ’la risa de Mercedes, sus gestos animado+.
Antes era una mujer apagada, timid-. ¿Es & quien ha‘
provocado el cambio? gBast6 ese encuentro ’del otafio?
&Qué 9ucedió en esos. dlas? Nada, nada especial. ,., por
supuesto. Pero Merceditass Ibarra se enamoró de Igbacio’
Rozas. Yo intuía que iba a ocurrir.”
-iHasta cuándo te quedar& en el campo, Mercedes? .I
-indagó.
.\
-Hasta marzo. Quiero acompaar a mi papá. El Po- .
breeito sufrió varios achaques en el invierno, y ng me .
parece conveniente abandonarlo durante las vacaciones.
-Se paseó por el enoriné comedor-: iOñ, han arreglado ~

un pesebre! -Cogió una de las-toscas figuritas de r ~ a -


I

dera-. @u_é lindo! -wm.entd.


-¿Podemos per nuestros regalos? -preguntb ig- ’

naci6,’

-Claro que sf. -EUa b volvió, sonribhhle.’ -. ,

“jPOb&! Sufrir&mucho si logra casarse COR 61 -me- ‘


dit6 Catalina-. Sufrir& ,estreUáiridose contra Una per-
maileqte inctignita, sin saber que en él hay 6M la
83 -
os- demh .rela& charlaban. Ignacio,
que Mercedes' le había traído. Ambos
un destello esperanzado en aquel modo de mira
..
Cataliría se acodó en la ventana, enfrenbndo la n
IC ¡Pobre Mereeditas! Yo -podría enseñarle cimtas
s para quererlo con menas dolor, YO, gue"es.by

egarems a ser gran

modernizado y se dis
ades. Allí, Ignacio corn
. . baba esa propia de don Erne
doña Laura y de sus dos hijas. Y observando los cuadrm,
- 1 " 84
s: corcbios d m 81 vbo,en abwidancia .
~u~~ &son de las guitarras. . \

dando a atender '

pt&a ios acontecimientos, si^ l&rirn*m,sin reproches.


indStit5 en que fuese a
fa pP0posldbn con fir-

rmir tranquila sabi

da mucho. Por favor,'no se pr


er,'Mercedes e Ignacio partieron a
continuarían hacia Santiago, y lue
con rumbo a Eu
roseguía en el-campo. Los
zas llegaban a la hacie
carr&as los de mejor
a caballo, y los más pobres a ,pi
trón, el festejo del matrimonio
en abundancia, bailar y emborr

\
E-
8. r

Una mafiaria lleg6 una carta. de Jimena Ibarra: .


. .l
'

- ChiWdn, 3 &e septiemtwe de 2951.-


.
I .

<QueridaCatalina.'
Te -escribo para c&nunicarte .qwe €gnatcio y Merced&
.estan en'Chile. M i papá fue a-Vdpczrafso a buscarlos ager'
,
-
. y suponemos que &ajarán a ChiJlánmafizana..Mercedes se
quedará con nosotros, porque segtin ¡as Mimas n o t i d
ru3 ha estado mug $biende salud; no 86 si t'Ei sabes- que
pobre va a tener familia y, @unquee8 rtmmal que no
encuentre d e b mejor, mi n h a d considera que p ~ ningdn
r
motivo le comiens irse al campo. Seria una m n s t m &
-- . dad, jno'te parece? El papá le esc a Ignacio p r o p
niéndole qae se haga eargo de los im de él en San-
tiago. Si acepta, zaen&rdn '( mo Salvaje" o segui
dejándolo a ewgo.&i adminfstraitor, p t~ que mi m
'desea pedirte es que cuando ZaC h s con Ignacio;
yas. en él para que se decida a sladarse a Santi
'Mercedes tendrá e2 ni60 a fines de ano y t.Zi comprend
Y
que'no puede irse al fundo. Si se radican en Santiago
-drds vivir con ellos allá, io que es estupe.ndo e n vez
pasarte enterrada en - el campo. Calculo. que esta carta
te iiegará antes de que Ignacio vaya ET ccpáramoSalvajen
y que tú le insistirás en que acepte la proposikión'de mi
90
- '* I

+. ' i
. ...
,I
,
.,.
_..I
’,
. _3’.’

. .

’ ’ , Catalina. Entonces tuvo gana% de


“ ~ ~ í imeditó
a gritos.‘Abrió la puerta que daba + uno
i de los pa-
tios interiores, 9 observó las brimas de hierba creciendo

h quiero por so-


ta9 i
-sa otxtante, una
separárse de ella?’’
vaMa a aparecer...

. .
I
I

ofrecer?
-¡Oh padre! Mi deber es decid& algo.
- E¡ sacerdote observó el gráfico que señalaba la cur$
ascendente de la temperatura, y esbozó una sonrisa:
-Quédate tranquilo, Valenth N<e$tro Señor
dirá por ti. -

10
’ Estaba obscuro cwanda I
de. crPhramoSalvaje”. HabJa
I damente, y de$pu& de
chos camhss que separaban CM
. . cercano al fundo, deb% conseguir
Carabinero6 y ammde.rla
Se sentía cansado, cubierto de

ánimo vasi.6 bru


cabalgaüura, La voz
110; aunque no le em

alumbrando la galeria, pro

.
Inclinada sobre u n libro que no lee.. Ahora se levan@
b y mira hacia e1 camino. ”
94
tm veces. Ahí

agobiabar, mien-
el cerco hostil de
das, &das, inundaban el patio. La .luz cruda d e una ma-
. ñana de diciembre se filtraba por las junturas de 10s.gos-

tigos entornados.
De pronto Catalina record6 que nuevamente era la
vispera de la Inrnaeulab. Concepción, repitiéndose inva-
*.-
riable bada a h . Otra ve% surgirh. e1 cura, un poco m b 8
gibado, sobre el loma de una mula milla; .y renacería
aquella atm6ifera de histeria cokctiva, antece;LEiendoa la
confesibn de 10s pecadcs.
o$ pdpando un lu-
-,
gar junta a sí, en el endo captar una res-
. pkacibpr6xkm. Er pido, de Siempre.
Sabía que se encontraba, sa& y pscibia la saledad dentro
de su propio c , lgrtal que si Ee hubiesen vaciado e€
inútil entre las piernas, y aq~~trois
movimientus esitérjles,

cerca del eskm, molino. Adivinaba el


porvenir, rediza las daba de bruja y . w

mientras 6 - h le
-Mala suerte le m e r a la visita a la bruja. Dicén

e ella necesitaba; poco'


de un naipe o de.las

Después, cua& torció las'bridas del cabal@en dire& -


ción al estero, escuchó un canto desabrido emer@& . I,

desde el interior de la capik:


.r

7,. *

Venid g vamos fodos c m flores a Marfa.


"_
. -

Por el camino avanzaba un grupo de &os, descal:


ms,travendo raidad azucenas de papel entre las manos. .

IC
-
Oyó el ruido amortiguado de sus pasos en el suelo de
tierra apisonada. Algo semejante-a un ser humano-se mo-'
vi6 dentro del cuarto:
-Adelante. .
,aáelante. . .
Catalina descubrlá entonces a la anciana. Se hallaba .

encuclillatta ante un brasero semiapagado:


\ -Acérquese..
- -¿Me conoixs?
-6Cárno no la he de conocer, patrona?
-&Es cierto que eres capaz de adivinar el futuro?
. -Si lo dioen. ,así ser&:Pero no se quede _sSri, para-
da. No me Qng@
- , miedo, que yo no le hago mal a neie: '<j

. 97
pai.am0.4
c.
. I -

, Túdirás. * - '

' La otra mordis'que6 la punta del ciguro y esdup!6 en


-@It? harh arreglar el ranchb? -preguht6-; &h d
invierno se me iiovió enterito, y YQ n o consigo ya fuerzas
con qué trabajar. De. las dos vaquillas qqe tenfa,. se
. desriscó.. , Y las'gallinas.. ., bueno, ponen harto poco;

o Ventura, que se ocupó de


. la tía.
e a ver la suerte?
-Muchos secreb
-La vieja entrecerró
der de adivinar es d

gallo le cantaria. Es.

que.. .
-&Qué?
-Antes pas,ará agua bajo E puentes, y-. . . -tram-
formó la voz casi en un s~mm-&ros hombres se 1
acercarán.
,---~Ol;rosshombres? &Enesta soldad?
-Un joven rubio y uno trigucfio muestra la cenia
98
. .
. , , . o

.I ‘ . .,

8 .

c ~ a n d oe a p r e c i a se cumpla, el que t~
p &IO mere

-Que el Sefior me la conserve, patrona.


. Caklina. sonrió. Wna nueva manera de matar d
tiempo -se di@-. Pobre, vi’eja; mienie eon iolturot; hace ,

bien su trabaJo.”
-Te haré arreglar el rancho -gritó, mientras se+le
jaba orillando el estero.
Miró en rededor. Existía una quietud, una inmovili-
dad sobrecogedora; únicamente el eco de las pisadas del
-
cabhllo marcaba un comp&s’monÓtono.Por la mente de
Catalina cruzó una idea áspera, inasible: Dios.
i

12 __
-¿Qué tienes,‘Valentín? -
’ ~l reparó en la Uuvia goteando por los vidrios, y en
esas qarm de mujer,.independientes del restó del cuerpo,
manejando- eon agilidad los paliilos de acero y el ovill~~de
\

laga. ’
-Nada. .,nada,Merceüitas.
En la cuna, el ni50 ibriqueó. Sin abandonar el tejido,
Mercedes obser+ó a la criatura.
I -Hoy es el dia libre de la niñera -explicó. Eb se-
guida contempló a Valentin con ternura-: M e pareció
que estabas un poco €&te. ¿Por qué no confías en mí? - ,. ’
4.

4 hago, Merceüitas.
ra
. Q9
\
L de',bum &nirno, y después.. ., pÓco a pow, émp&pas a
'mguidecer. . \
-@s probable. . . Pero mi punto de vistá debe ser de-
masiado 'su'bjetivo. :Todo anda perfectamente, &no.es
' cierto? -
-perfectamente. Ígnacici - es un buen marida, un
buen padre, económicmente ha prosperado,.y . . ni si-
qWera creo que me engafic. -Ella emitió una breve car-
.' . cajada en la que el m acño percibió un*matiz histérica
que desconocía.
-jEntonce
-Ñri es un a precisar 'a través de
h-hÚs cqncretos, y ya ves.. ., tú la has Caphdo, Valen-
. tin. Y y&. ., yo que me siento frente a él, en la mesa, a
las horas. de-comida!. Ya que Po oigo respirar en las
I

_ _ noches.
L
.
-&Qué descubres?
% -Muerte* riidíctllo? Tenemos art
bija, g pronto es una prueba de vida, /

d r á a decirme. Pero no basta:


Unic s est& la vida.. Tú eres cat&
e

se a eso, soy fnca. de luchar por Ignacio. . .


e quedo .aferrpda ante la
canmrme a di también,
ea hais intentada. hablarle abiertamente?

onaria Tu deber.. :
-&@é quieres? Toda batalla est6 perdida de ante
. -
- mano.. -
I

‘ser un .sacram&--.AWnque- -
ve&$, pmprendefl’
~uch-as
de dudaEío; @y dgbii, c
i fie, pero mi4e’es apehas tibia.
.-ratoque habh dejado el tejido inmÓvii
Yió a cogerlo;- desesperadamente,
tmndo,él feSto de sus energias en el ovillo d e lana.
,-No, pb permitiré que la muerte me atrape -mur-
muro.
-Lo Único que puedes hacer es dirigirte a r$i sa -
cerdote’ypedi~lie,que te guíe.
-&De qué servirla? Si Cristo bajara @ la tierra, lg-
,*

nacio se las amleglaria para exigirle que lo &jara en paz.


-Ahora ella sanreía nuevamente, con la sonrisa habitual,
serena‘y dulce-. Perdónme,’Vdenth -Log&, soy una
tonta egoísta. Emp-4 buscando m a confidencia, y he ter-
minado desc&rgmdomis problemas en ti.
Erh la hora.’EE consultó el reloj.
-Des$i.aciadamenk, tenga que irme dijo-. Mu-ce
ditas, si tú me aubri.zaras,.yot e pondría en kontacto
con.. .
-0lvíddo. -Mercedes Is ztcompafió Plasta la puerta
de calle-. Olvidalo -repit.ib-. QuizBa no sean más que
murrencias tontas. Honradmente; es rib buen marido, UTr
hombre correctísimo, y M o anda perfectamen€e. Adiós, 9.
Valentín: -se estrecharon la mano-. si lb escribes+ a
Catalina, dale mil cariibs de mi parte --ahdi6. ‘
- -La puerta se car6 tras,& y Vatentín pensó:
. ‘“Catalina..‘. Si ella quisiera. ayudarlo. .. Agitb la
‘y

cabeza desechando esa iaea y, arremanghdo? la sotana, ~

sstftó las pozas que inundaban el jardín. Otro invierno


mmenzaba. - .

101
-1
. bia cambiaao; al .menos no de un’mado notori0. Sin em- I d

bargo, ahí’ estaba-esa sensación del tiempo que, transcu-


rría, lanzándole encima 19s dias, los meses, los años.
- - inexorablemente. Pensó:
ICYcuando despertó del sueño, la estúpida “bella dur-
4

miente” era joven porl fuera, pero por dentro una vieja,
una vieja inutil que se pasó la vida durmiendo’. Durmien-
‘. do y esperando”.
Catalina abrió la puerta que daba a la galería.
-¡Teresa! -llamó-. ¡Teresa!
Esta se incorporó a me s en la &la mecedora.
-¿Qué qu$eres? -pr nt6, mirándola a través’ di
los lentes - obscuros. Tenía .la nariz brillante de crema ;

se tostaba al sol.
-¿Te gustaría que convidara a alguien a $asar las
vacaciones con nosotras? . .
--¿Alguien?
-Sí. Fue CQ e Valentín. TÚ
oído hablar de 61.. .
-¿Jaime Lira? O . . . ¿No sFrá un eu
supongo?-
-j@& ocurrencia! Es poeta, y escribió esbe libro.
-¡Debe ser un latero! -Terre& se ‘acomodó en la
Convídalo de todas maneras -dijo-; aun
a aguantar el aburrimie

quería ir a la pl
pero Nacho me obligó a venir a pañarte. Y ahora
. vivo con ellos en San &I, no me queda m b que ob@
cerles.
óximo ano le esc iré di Ignacio pidién
de esta obligaci
La muchacha se paSeÓ por la galeria, consciente
haber alcanzado la misma estatura de Catalina; .cons&
te del cabello largo y rubio, atado en una trenza, baila
graciosamente sobre palda.
106
has vivido siempre
-'i% aquí.. .; para ti es d i s t i r i t ~
-mwullb.

Agradeceria discutir libro y ver a Narciso reflejado


en la fuente. Avisa dia y hora llegada. CATALINA..
Después ató las riendas del caballo a una de ¡as va-
ruinosa en que mncionaba el "bar-hotel del pueblo.
Varias cabezas se levantaron desde las botellas d6 vi-
no tinto y 10s naipes sucios. Catalina golpeó. con fuerza
en @1 mostrador :
-¡Una cerveza!
Encendió un cigarrillo y bebió lentamente, sóstenim-
do esas miradas que relumbraban bajo las anchas alas de ic

los sombreros. "Lurmullos apagados zumbaban, resbalan- '

do pbr las dombrias paredes. De pronto, algunas voces se I

alzaron:
-No es lugar pa' una dama. .
-Y si anda sola. . .
-,Ella sabrá lo que busca. Escucháronse risas,pro-
caces.
-Mejor es que se vaya, señorita.-cuclíicheÓ el me-
*
sonero. _-
Alguien desafió:
.-Animate vos,Memo, que sos tan aniiiao. .
-Ofrécele agW
-
107
~
. vi-

* que
fe
.
El Memo,empinando su desgarbada figura en l&al-
tos-tacones de sus zapatos de huaso, se acercó.
-iApártate, roto cobarde! -Catalin,a hizo chasquear
la f u s t s : ¿A quien crees que le estáls faltando el-res-
. peh? iApártate o los mando presos a todas! ¿Me oístc
desgraciado?
Sin comprender, urgido sólo. por el tono de violencia
con que lo amenazaban, el muchachb retrocedió. Catalina
. - bebió e! resto de su cerveza y 6 el consumo. Eh seguida
les dio vuelta Ea espalda,
-¡Perra cabrona! -c 16.e1 viejo-. Ella y el carajo
del Nacho &ataron ti don’Mjas. U si VQS no te apartas,
~
Memo, fijo e i que saca la p$tah p IEhace cragat fuegc
-Segundo Rojas se perdió en la nieve -refutó el me
sonem, intentando calmar los ánimos.
-¿En la dwc? 1 rdeFmati& per@! Pe-
.bajo del pisa de la casa c u e v l h que io en
hay es que si vos n~ t e pmís del
el boliche. Te que a los pacos.
-A rnf io me compr
-¡Igual que -a 10s peos! -repiti6 un hombrón-.
Cuando desapareció e u don Rojas . . ya. +vande .esta,
pa’ los tres &os y m a pedirnos que
la mmpñ&amo$ Imtia. Jueron
a también los In tamante, que son nací08
en “Páramo Salvaje”s y t d b s concordaron en que a un
hombre qué ha di^ en sus ea no se lo cornen lo&
perras en el trecho que va Cae su rancho a la casa del
patrón.
-¿Y qué cansiguieron que no juera perder el tiem
.
,PO? -silbó el viejecilla, insidioso.
-¿Qué consiguen los pobres si no es que les hagan
tarnañas? ¿Ah? -exprei(zó el grandote, con un simficati-
108
ganas con pitiar,'porque el borracho de SU padre se
la.desbarrmcao,y ya que naide iba a bajar doscientos

-inter9ins el can-

109
tads a cumplir la lecciórn aprendida de, ignacio: era

_- lope a través de la.tarde.

- J
i L-

-_ <,D,esdela galeria la vieron avanzar: I

-Catalina, i.pr qué no me dijiste que era tan es


pendo? -gritó Teresa-.
. ’ iES maraviiloso! Parece actor
cine.. #

.,I
-$‘e gusta? a’arnpo~c~ yo me io imaginatja así. 36
lo conocía por carta y creia que Narciso eqa un mi
Descendió’las gradas que la separaban del camino
fue a sujetarle las riendas
-¿cIónio est& ~afme?
-iPerfeCto! .
.. Nadie logra-ria nunca Fee lazar a Ignacio; Cat
.na lo sabía. NQ obstante, le agradaba que Jaime Lira
encontrara allí, con sus veinte años y su luminosa belle
Aquella n~che,terminada la sobremesa, a la hora
retirarse a los gormitorios, ella regreso a la biblioteca
abrió de par en par las ventanas. Escuchó rUidcw dista
110
vió a acodarse en la ventana-. Mlanana habra luna.
-¿Luna? ¿Has visto nada más repugnante que la lu- .
na?.Es un elemento decadente y .de.mal gusto.
- -De todas maneras servirá. Mira: iremos por el ca-
mino d* las piedras de pizarra hasta la laguna.. .
-Narciso prefiere el sol. &Porqué me mandaste lla-
mar? Contéstame.
-¿Te arrepientes de haber venid&
-No; al contrai.io.. Existe algo que -me atrae enom&-
I mente .en este lugar. -Se sentó en uno de los-viejos si- .
llenes Morris y apoyó la cabeza en el respaldo. Un mo- e :-.
' mento permaneció en esa actitud, quieto-. También e n '
ti existe algo que me atrae -añadió luego, con-un tono .
,adormilado, de niño-, algo noble y valiente. ¿Ellas se

sther, Judith.. .
- c r e o que eran muy antipitic&; lo menos femeni-
. Pero eso me da confiagza, p m p r e n -
las mujeres como tu hermana Tere- .

-Teresa es una niña. ...


-Una nEa que rie igual que si le hicieran cosqui- -
]las, y que debe oler a calzqnes.. . - J a i m e hizo un gesto
de asco, 3 repentinamente. se incorporó, animándose-:
¿Hay fantasmas-aquí?
-No hay otra cosa que fantamas..
-iEspléndido! Cubntame historias de fantasmas .-
111
Caminó pop la sala, adueñándo
manes teatrales y elegantes y rbnh,- co-
mo si le hubiese faltado el aire, pegado a una de las pa.)
redes, con los brazos caídos-: Catalina. . tÚ .¿tú no
y

eres virgen? C'

-NO.
- \T a n t o mejor. -Cerró los ojos, respiró horzdo, y su
voz tuvo el tono de una stíplika-: Me enseñarás a hacer
el amor, Catalina, ¿no es cierto? jDime! Necesito entrar
en ti.. . Creo que estás hecha de otra hateria. . . y que
eres distinta a las demás mujeres..
-¿De qué estoy hecha? -preguntó ella, sonriente.
-De tierra.. . Una tierra limpia y generosa, en la que
yo podría hundirme sin miedo. . . ¿Será así? iPromék-
melo!
-Te io pr o. -Catalina se empinó y besó a Jai-
me en 1a.frente-. Buenas noches. Es hora de ir a dormir.
-Buenas noches. -E1 muchacho abandonó el cuar-
to en silencio.

-3
Senora I

SANTIAGO.-.
Querida Melrceditas, te ewn%o para' que me dejes
verme lo antes posible. La Ca
con un tipo c a m p ñ e m de o" de V a h t i n que se lib-
ma Jaime ~ & aLo . convidó a pasar el verano aqui @ yo $ti
que ni a ti ni a Nacho lea gustaria el ejemplo que me e&%
darido besándose todo el tiempo delante de toüo el mu*
do ei2 todas partes. N o es que yo quiera arpmr bqche
pero no me aarada tocar el violin n2 menos a mi h
112
-
I

TERESA.

Mercedes alar@ la carta a Valentin.


¿Qué te parece? -preguntQ al c a b de un rab-.
Lbgicamente exagera. Los habrá sorprendido una o- dos
arecés con lbs manos tomaxias, y. .7.
-No, no’exagera. Yo he viyido durante muchos a6os
separado de Catalina, y se podria decir que no laxonozco;
sin emllargo.. ., J cosas que intuyo, qu9 he wtnidcr
siempre.
-tTÚ piensas que ella y.Jaime Lira. . .? .
-Desde el tiempo en que eilos aún no se conocían, .
19s he sentido ligados y sin voluntad para de€enderse. .
-Es raro. El tiene más o menas tu edad.., . ¿Crees
I

que puede existir amor.. . entre un ’muchacho tan jo- .


ven y.. ..?
-Amor no. Una necesidad, Mercedes. ‘La necesidad
de afirmarse el uno en el otro. -
-Ser&
, - mejor traer a Teresa .a Sai “ago o enviar1a.a
caw d p mis padres. Por otra parte, me imagino que los
~ celos no están ajenos al asunto. .
-Si yo pudiera ir a “Páramo Sdvaje” y habiarles.. .
-No te preocupes. Confía el problema en mis ma-
nos, Valentín.-Mercedes se llevó un dedo a 1s boca, or-
denando slienic@. Habja escuchado +el ruido^ de una II
’113
¿O por na herirlo a él? ¿Qué presiente eUa, y qué presim
-to yo, que necesitamos callar? ¿Y Teresa? TanrSibn con-
taremos con su cohplici.dad.' Primero se intentará con-
vencerla, con dulzura y, finalmente, si se niega a gi2aRhr

la impasibilidad de Ignacio,

6-é fuerza es la que empuja bdio esto, Dios mío?'


-Me encantaria ir unos dias a la cata -inventaba
ahora Mercedes-. Si est& de acuerdo, Nacho, le e a

$una playa que no


por ejemplo, '
El asentia. B i d te ié importaba poco.
in6 por la Avenida Provi-

ea4o por d'mlde ver

conformidad de 10s
germ de hombros: Pero
exitretenfdo en coimar t

simple capricho.
Dos muchachas pasaron a su hdo:
-jMka, qué curita Ian jovencito!
1

rw

Y o estoy irremisiblemente condenada -dijo Cata-


lina, y sabomndo aquella palabra, repitió-: Irremisi-
blemente.
-¿Y &so qué significa? -preguntó Jaime con soma^
Sé -encontraban tendidos el uno junto al otro, desnu- ‘
dos, encima del párapetm de piedras azulencas, al borde de
la laguna.
-Bueno, es. igual que correr y correr sin dar’nunca
con el punta al cual te diriges, abrir todas las puertas y
no hallai: lo que buscas, no tener plenitud jamás.

!
,
-Pero sin llamas. .., ¿y ni siquiera,con un demonio
que te entierre un tridente en el traste?
-Eso sería lo de menos.

I
-No, así no vale. El verdadero infierno es con azufre
y fuego y- alaridos de dolor; tal como lo describía mi abue-
Ma. El tuyo es asquerosamente intelectual, Catina: puer-
tas, carreras, plenitud.. . Huele a esos manuales de ,psi.
colegia pasados: de moda que tienes en tu biblioteca.
-También hay rechinar de dientes, y tfi lo sabes, Ja-
C o D ~ k h .“Transcribo:mi ser aproblemado o mi no-ser en
rebeldia. ” No ser es el infierno.
: 115,
\
desliz6 su brazo derecho bajo la nuca de.ella. !

~ Q Sde Jaime,
. .Luego el crierp de kl:
manos,
piernas, sexob Pero no había pasión en esa ent3ega9era
algo similar a un juegb,
W&rtoplacer estético solamente”, pensó despaés, li- y

brbdbse del abrazo. Y recordó la sensación de darse &


Ignacio: .sensación dolorosa de estar desollada viva# y a , +a
~

la vez envueltá en la piel de él, compartiendo las mismas


arterias, ia misma sangre. 1
+Ven, Catina! ¡Vamos a bañarnos! -El muchacho ;
caminaba por la estrecha terraza, .haciendo equilibrios. 8

A
Ella mirb hacia arriba, hacia la enorme claridad que .
la circundaba. Entonces los distinguió, descendiendo fú-
nebremente. \

“Algún animal muerto -se dijo-, por eso bajan los


buitres. Algún animal, o. . . un hombre ¡No! Imposible.. ., *

hace tanto tiempo. ¡Tanto tiempo!” Tapándose los ojos, .


borró aquel revolotear de plumas negras.
“Ignacio -sollozó-, ya ves, aunque consiguiera li- ’
brarme del amor y del deseo.. ., y no oyera más tu voz,
siempre continuaria unida a ti por el recuerdo de la muer- ;
te; corriendo sin destino, abriendo puertas
,
inútiles, bus-
cándote, perdida en el infierno.”
.
,

. %
.
Teresa lanzó el,telegrama sobre la falcla de CaWina:
-Ordena que me hhsillen un caballo para bajar al
puebla Me voy. - % -

G,I La hermana mayor dobló cuidadosamente el papel, y


lo dejó sobre la repisa de la chimenea.
\ - 116 . U
- / *
-
t

i
D

lb $

- zqja ka?
-DQaaos selas XXII m
mq.ilicó CataIina.
me... Por faror
I-
c. .
-
-con el mayor gusto. V o i v i ó -a iienai suAva-, en-
cendió un cigarrillo y. salió.
-No nos separemos asf, Teresita. -Catalina rozó con
'

sus dedos los cabellos 'de la chiquilla, y ésta saltó hach.


atrás, escabuliéndose. \

. -¡No me toques! Te odio! ¡Te o&iol

- -Lo malo es que no me odias porque mi conducta


te resulte censurable. Si en 'ese tiempo sabÍa;S que yo era
amgnte de Ignacio. ., ¿por qué no 'me a d i a b entoqces?
-Era m u y inocente. e

-No tanto, puesto que ;descubristela verdad. Pepo no I

te provocó ni repeikibn ni d o . Y EX? 10 ocultaste a Mex-


cedes, no por lealtad a ella, sino por lealtad $' mí,
-iMentira!
-Hoy;én cambio, est& cel Jaime te gust6 deside
el -primer dia, y te sientes deis &da, herida.. ., cada
palabra de 61 te. humilla. jPObP& 'r"eresat Te voy a decir
'

algo que cunvime"quesepas: 61 no %eha enamorado de mi.


Quizás en unos afios miis se case con otra, mujer y te
apxpmiento. Pero rea
era, prsteccián, confianza,
hos no se interesará ja-
más una mddre que urn
amante, a1 rev& de lw hombres mmo Ignacio, que vivea
recordando a la fmdo, necesitan exlav
U~ZQ una la tomó alieato, y en s-
p i d a grit6, furia-: iY ahora
sal de aqui! -p~spués, Tiendo cerrarse la puerta tras 1s
silueta de Teresa, va$
la'xubia tr
"Desgraciadamente, ni ella ni yo hemos teminado tie
hacernos daos'.

11%
. -
noemas.
r -
Por las noches hacia el -amor. Á veces tocaba el
piano; el desafinado piano en que Olga solía ejecutar vie- -
jas melodías.
Catalina encendia el fuego de las chimeneas; iba, con
el administrador y otros'hombres, en busca de ganado per-
dido en la montaña; daba&rdenes, y se aventuraba hasta
'
el pueblo, donde, según contaban, bebía apoyada en el m e
són &elbar.
La Zoila se resecaba como* F a momia y no hacía n&
da, salvo quejarse y arrastrar las chancletas por los corre- .
dores.,La beileza de Jaime se le ocurría algo sobrenatural, .
y no cesaba de compararlo con la imagen del Niña Jesús
de Praga que tenía en su dbrmitorio: \

--Harto más precioso Jaimecito -concluía g&mL


mente.
La .bente del fundo aceptaba lo que viniera. La.patroi
na y el &nini&ra&or estaban salierrdo adelante -con la ,_ _
hacienda, y además -la primera había hecho arreglar va- -%

rios ranchos. Que tuviera a un hombre instalado en la ca-


sa' ya m les importaba..
-Peores cosas hemos visto -decían, encogiéndose de
hombros. -h.

Una de esas tardes, Catalina entró en la - Woteca, se :-.


quitó la manta, la sacudió, y se arrimó ai fuego. Jaime .
no levantá la vista de sus cuadernos.
-Voy a-tener un hijo. Fui a consultar a la matrona
del pueblo -anunció ella, muy tranquila.
El quiso encontrar algo ingenioso que'decir, pero no -
@O con las palabras. Y hubo un mhuto en que ambas
.. .-
. ,
. .
. . granizo arañando las techumbre&,
10s ruidos que’siempreles asaltaban cuando el puente que.
daba cortado, y se descubrían El)jenOS el uno al otro, soli-
tarios.
. .
Despub, 61 preguntó:
-&Piensas tenerlo, Catina? . -
-Naturamente.
’,

-rei \

-Por favor, Jacometto, 110 te compliques con esto.


No soportaría grre te sidtieras comprometido a represen-
tar el papel de padre; me darie demasiada risa. Tii, mi
lhdo, puedes seguir con tu vida de siempre.

“Jugamos a la generosidad frivola- -pens6 Jaime-;


Preferiría tanto más el liante, el típico chantaje femenino,
los !‘qué harema” y ‘“qué;va a comentar la gente” de las
mujeres comunes. Mis prtmas, p r ejemplo, se tomarían
la cabeza a dos manos, y uno llegaría a creer que s m
débiles mujercitas. Ella, en cambio, pretende reduoirme
al papel del &gano: ‘‘Note aproblemes: my yo la reina
fecundada”. ¡Que se vaya al diablo! Es mi hijo, mío.” Y
lo soñó identia a si, má% bello quizás; su propia imagen
desdoblada. ‘
“En treinta anos m b 61 e frente a mí para ase-
gurarme que la juventud pe y luego vendrán sus
hijos y sus nietos, . .’’
-¡Es mi hijo -emlam&-. Tia eres el v a s a . .,’la
tierra en que go Io planté, pxnprendes? ¡No hagas la
abeja reina, mujer riekíeuhl -Apmximánd+e, tendió una
mano hacia elia y la apy6 encima de1,vientre todavía
liso.
A través de las ropas, Catalina percibía el calor de esa
mano; el calor-yla ternura.
&-- -Te quiero por este gesto, Jaime -dijo-, y pase
lo que pase, nunca 10 olvidaré.
-

120
I
,

a’*

am
mismq, Jaime detestó, &así de i n d a t o , el
nto empalagoso que -desde ya lo unía a Catalina.
, necte&dad de contemplarla curno 8 un objeta ’

ió, precisamente, la ternura que- se .le desbór-


n modo invoiuntario; odió la respnsabilldad dL
saberse p a r e . Y la agradable existencia en “P%ramQ$ai-
.vaje” se le convirti6.en un martirio. -
‘Sentada junto a ia chimenea de la biblioteca,‘fratab
inú[email protected] de continuar con la serie de poemas que fop
marían su nuevÓ libro. Pero bruscamente se interrumpía:
.. >atina, no pensarás salir con esta nieve. Y no creo
que estés en condiciones de montar a,caballo: Quédate”
aquí, a mi iado. ir

Ella obedecia,- y él sentía sus ojos claros pespndo


endma del papel y de la lapicera que se inmoviiizaba en- -.
tre sus dedos, volviéndole rígidas todas ias ideas.
\
-¿No podrias hacer algo que no sea mirarme? ¡Di$
cúlpame, linda! No logro concentrarme, Genti-ndes? Es
cansador ver caer nieve el día entero.
Después besaba a Catalina en su boca curvada en
una sonrisa plácida, y se descubría prisionero, asfixiadG
con sus propios sentimientos.
Una, noche lo asaltó la idea de que el &o que ella .
esperaba quizás no fuese hijo suyo. “ES de loco imaginar
una cosa así -reflexionó-. Pero Catina tuvo otro am-an- - >‘

te, y.,. .;-&quiénme asegura que fue uno solo? Y esos via-
.
jes al pueblo,. las idas a la tabegqa. . ¡Qué sé yo! No es
que suponga que pretende engañarme deliberadamente.
Claro es m e si el niño no es’ hijo mío ....” -
~

Ya-&-deseaba el cuerpo de Catalina. Ya lio exped-


mentaba la sensación de seguridad, lograda -enlos co@e?b
I

ZOS, qi “aferrarse.a su cintura igua,i que a. un madero”+


. .
observó los copos blancos desmigajándose tra’s

t í . . . ¿Seremos amigos algún dia?


-Llévate mi manta; -Descolgó el poncho de vicaa.

a arreglar mi maleta. ~

la mano, y él pensó:
‘3nsoIent e act de abeja reina. Quieo recordarla

de -la 18mpwa- de Umesita


rosados se esparció c$lida-
afrebujó en el chal de en-
y --
r .

.,
viembre. T e extrañará que haya dejado pas&. tanta tiem-
po g no habldra antes. Quizás necesitaba encontrar un
momento de verdadera'calma, un momento en que putfie- - '
' r a encarar los hechos con objetividad y r-'?rirmeTr dios
sin ningún ofuscamiento.
Ante todo conviene que sepas que no he actuaaa a
immxlsos de una .gran pasión, y lo que Teresa pueda h i .
berte informado con respecto a Jaime nq caka con la . _
. realidad. Podria definirlo, si mis palabras m te suenan
. demasiado chicas, como una eswrtie de Paréntesis e71
medio de muchos dius amaraos. Fuimos dos buenos ca-
maradas, fios dimos un poco de alearia, u nos auuflamqs
mutuamente. Creo que no tenernos nada que rmroc%ar-
.nos el uno al otro, 21 ohlfcrarlo a recron.gcer deberes pa- - .- -
ternales me pareceria sumamente ridicule.
La única responsable, por Eo tanto, sw yo. P e ~ op r b . .
cipitzré por aclarar que no es' el 'anhelo de ser madre Eo .
que .me obliga a conservar a este niño. El sentimiento del I

amor mafernal es, para mi,una forma mQs de amor hacia .


un hombre; en consecuencia, sólo pod?kz expeHmentarlo, -
verdaderamente, si eSperara un hijo del hombre de qiiien
estuviese enamorada, y éste no es el casa. Sin embargo,_ . .
no habrz'a aceptado .ulprinzir una vida, pese a las muchas
complicaciows que pueda acarrearin.e. No considero 4E ' Ce
Únicamente el amor maternal lastifique esta decisi&n; -
también pesan el terror y el 0dio.a la muerte. I g n a ~ ome
compre@erá,, .
Finalmente, u con resnecfo al fufwo del n%6, Creo
que- tu infervencidn swá fundam.enta1. .Aunme vo no .
cuenta con much.0~medios de subsistencia, hetratado de
aue "Pdrumo &&aje" produzca y n: resulte una cama
> - 123
I
I Y
2 .
. .
I
-=furmafa un ser humano.Por eso te p
es, y cuento contigo.
~ j l ea Ignacio que más que w n c a necesito
saberlo cerca de mi.
Te abraxa,

Cuando terrninó de leer, Merceiies escuchó el ru-idc


que su marido hacía'al encender un cigarrillo.
-¿Apago la luz? -preguntó.
-Mejor.
Se quedaron un rato mudos. Afuera llovía.

me haré cargo del niño; diremos que es hijo nuestro. Por


suerte ella es muy joven aiin.. . Su vida no está arrui-
nada, puede.. .
-Su vida está arruinada desde hace mucho tiempo.
--¿Qué harás?
-La próxima %semanairé al campo. Me necesita. . .
¿no dice eso?
En la penumbra, Mercedes estiró una mano buscan
do el cuerpo de Ignacio, pero la recogió en seguida. Pre-
sentía el dolor de 61, allí, en el silencio, y no obstantc
'permanecía cada uno en su rincón, aislado.
-Sí -afirmó-, debes ir. Es lo justo.

d i el patr6n no la mata esta vez, ya no la m a b


nunca e x c l a m ó la Zoila-. Miren que mandarle a decir
uue está esperando un chiquillo. . . ¡Ay que ver! ¡Ave
a

124
a-,continuó,tejiendo, sentada junto al fogón de .

-¿Así es ,que tU crees que -1legará'hechoana fiera? .


-indagó, -soltando la risa.
' -¿Que no conoce el genio que se gasta don Nacho3 .
LO peor es que también cargará canmigo.
-¿Contigo? ¿Por que?
-jPOF qué ha de ser, pues! Por hher la vista gorda...
¡Que a eso la Ueva a m a el cariño! Y si el patrón me lo a

echa-en cara, bien merecido me lo tengo por cbnsentkle


susguterívs. . .
N o digas eso, Zoifa. Y no llores, no seas tonta. To-
ma, 'iímgiate los mocos con este pafiueio. -con cierta di-.
ficultad, Catalina se agachó a recoger algunos leños.
-Traiga para ac8 y no haga fuerzas, alma bendita
-protestó la vieja, enjugándose las lágrimas al-mismo
tiempo .que l e arrebataba los trozos de m a d e r e . Yo le
avivaré el fueFo. -Y sigui6perorando, a media voz, con el
rostro inclinado sobre las llamas, r-riejánte a un de-
monio pequeño y encorvado. -
Eran los .días en-que el sol se OCI; aba temprano. En-
-vuelto en las sombras, Igihacio dejó que el caballo siguiera
-el acostumbrado camino que conducía a la casa. Un mu- ,'

chacho había ido a esperarle, y rnwchaba a su lado, tra- . - '

tando de mantener -supropia cabalgadura al paso lento


que llevaba la del: patrán.
-¡Ahí Uegan! -avisó la mila, y persignandose se
._
r'
dirigió a la puerta-. Yo ,me voy a, mi pieza rn&smejor.
Catalina se.irguió sin prisa, y salió a la galería. . .--
-No teagas miedo -dijo-. El no viene en son de
..

I.

g~t3.ema.-Pero ya la anciana se escurrla, arrastrando n

bién has cambiada.

Pew6 en el hijo de Jaime, dormido entre sus hue-’


lo e indefenso. Y de pronto, identificándose’con el
experimentó aquella tristeza que la aplastaba a ve-
de ’animal abandonado-. Una
aquí. . . -murmuró, . tocán- /
‘el vientre-, y desde ese día no he vuelto a recibir un
o gesto de cariño. ..
1
-Estoy contigo -dijo-. Ya no estás sola, Catalina.

.
-. ..-

Ignacio abandonó “Páramo Salvaje” en septiembre,


el día. exacto en que debía llegp Mercedes. Besó a Cata-
&’
lina, y aseguró:
I ’

T o d o saldrá bien, bija. No tengas miedo. \

Entonces bajó al pueblo para esperar el tren en que


veníz. su mujer. Más tarde, ésta apareció en el- fundo
.-_I montando el mismo caballo en q u e 4 se había marchado.
-Hay que enviar una carreta a la estación para txaer
-
hi equipaje -dijo ella, abrazando Cariñosaikiente a Xa-
talina g a la Zoila.
126‘.
dad se expandió pop la
nó salieron reproches ni preguntas h-

de SU hogar, la madre de sus hijos.”


por .&is noches, junto 8 la chimenea de la biblioteca,
dos [email protected],Yexistía, para ambas, la sensación Be en- I

se suspendidas a1 burde de-a


iria, ai fin, mirarse dé
,t&wen$eamigas, Sui embargo, nin
‘ l e ~ ~ yi ocontinuaban
, atadas por ese,afecto que, pe9e ’aser
i
cornpartido, entraiiabi un reciproeo misterh.
-
como el-sentimiento que. une a los devotos de
a ~ata~itaa*-. ai mismo
conme y ama de un modo digtinto.”
on desde Chilliin en -
n mntratiempus el
I
dáa 8 de ñovkmbre. Pgaada M X E ~ semana vino un suer-
,doh y, ineservackmente, lo bmtiz6 con el nombre del san- *
ía a la feeha del nacimienb: Claudia
ortunidad Mercedes mencionó a J h e
-
’ -Creo que deberíamos &=darle un telegrama -su-.
6 - b Es su hijo, y tiene dé a saber que-hanacido. ’
.CE%talina
.. se-sen&Óen la cama e hizo un gesto negativo.
4 l a ü d i o ya es tuyo y de Ignacio. No con@ene,crear
vinmcts entre ,Jaime y JTO. -Después no quiso ver mas -4

/ .

i27
%@a los *has .llelhos de Je
$mamantar a la hija de un Inquilino. Agl, .r;e
te, se,descubrió .ligada a la gente de iPhra

voces -das, las mujeres que olían a &udm~7 a ropas


medas, los 'cMquillos &esca.Izos -que jugaban -con sus q
. . -

dignidad.
-Somos tie la misma raza -contestaba Catalina.
-No es verdad. Usted estuna señorita. Aunque h

-Te equivocas. jQué sé yo quién era mi padre!


jate de remilgos, vieja.

-jC&Ilate, no seas traidora a tu &se!


para los oídos de la Zoiia, áquello sonó c m o e
Uisulto.
T r a i d o r a seré por haber servida de alcahueta a
.
w n Catalina. *

del ancho cielo azul, en que las brechas secretas a t r


128
I
Al amanecer enfilamri por el sendero que bajaba rum:
bo a “Páramo Salvaje”. A la del‘echa de Catdim, sin ad&
lantarse al paso de su caballo, ’el pingo de. uno %de10s
arrieros argentinós mantenía un troteciilo parejo. 4
-¿Cómo son las mujeres en tu patria? -averigubl
ella, de pronto. j ’

-Y.. ., más o mend así.. ., lindas, como las chile:


nas -sonrió 61, intentando ser galante con la joven p&
trona. ,

Catalina no escuchb la respuesta.


-¿Cómo son las mukres.. . y los hombres.. . en
otros lugares? -insistió, hablando‘ para sí-. ¿Qué lei
preocupa? ¿En qué piensan? ¿Sueñan en colores, o en
blanco y negro? Yo a veces suefio en colores -agregó-,
y veo ciudades y gentes y calles que no he conocido nun.
ca. Posiblemente-las ciudades y las gentes que describen
los libros. ¡Pero estoy harta de leer y releer los mimos
libros! Estoy harta, de cerrar y abrir los ojos fre
mismo horizonte, y respirar el olor de la tierra. ‘ 1

--Es que la. vida que lleva no es vida’ para mujer, pac
trona -rezongó la voz del viejo Quintana, a su espalda-,
Ahí está el mal. LOSojos de la mujer deben cerrarse g
abrirse bajo techo, amasando el pan 9 meciendo a los chi’
quillos, y no a campo traviesa. -
Llegaban ya al camino que conducía a las casas de
fundo, y avanzaban tragando el polvo: que crecfa desde ]ai
patas de las bestias.
Fue entonces cuando Catalina reparó en el pequeti
edificio, encorvhdose a un costado de ¡a casa de piedra
“La capilla de “Páramo Salvajeyy,recordó. Hacia muchi
tiempo que no la visitaba. Ni siquiera para el hautiu, di
Clauaio había puesto allí los pies, y ahora, inesnerada
- 130
-NO, a.mxmr no; a echar un vistazo-no m8s.

-
-D&ne’las llaves. -Apretó en la p¿&bala llave
&osada-. @e al@en‘Se encargue del caballo 4 r -
mientras se desmontab.
-ivQase a dormir será mejor! -gritó el adminis--_-
c

-¡Buen dar con la patrons! &u6 bicho la --AbrA


ieado? -indag6 uno de los arriéras.
Y .la Vieron alejarse? erguida p sala, eon la dura. E&-
I

da fija en la destartalada cruz de madera.


. *.-

Un oior ruerte, acre, la 0dig6 a Ilevskrse el pañuelo a

mmnente sobre el altar, quebrándose en el brazo y el 7

Prfa derechos del Crucificado, y dejando el resto del cue- .


PQ aumergido en penumbra; una luz fría quemsbalaba
encima de id Virgen cie yeso, despojando sus rasgos -
..
f heria uno de ios muros
dulzura; una luz c ~ e que
nqueados, petrificando los contornos.de las-€lores re

Catalina recordó z se del vleio Quintana. “Tiene.


..

e amasar fit cunas-


la culpa?, i e mía?
~
ra nacido hombre, quizás me habrías dado stt:
plios, las grandes baza%-. Para encaznfArte n ,elegis
ma de una mujer, sino la de un hombre.
- :-tales,fueron hombres, tus ministros <on hombr
fue llamatia mas que para la consumáción d
, Y t u Iglesia está edificada sobre un hogbre, p
y para ellos. A la mujer, en canlblo, la$iciste sa:
costado de AdAn, y cuaQ camino estarti pa
arca& y limitado p r la eza o la miseria d

Ri6 ásperamente :
-¿Tengo yo toda la culpa? ¿La tenga, si me forma
te con una costilla de alguien para quien también ht&í
*creado&-otra'mujer?MI destino me lo diste fun
&'-Ignacio,mi vida es real exclusivamente po'ir*que
te, y ningún acta mío cuenta si no es en relación a
, sangre y carne g"iiues0~suyos, y no-poüría reco
mQmíos más que h s hijos que él me diexa, Ped
.lo olvide no es pedirme que elija o n t el
~ bien .yel.mal.
comprehdido hacerme renunciar a
a de mujer, es rme imentir. ~ i preten
,
la salvación forzando mi n8
cuanta yo busque & margen de Ignacio me será simp$
ajeno. Debo dar la espalda a los panes y a emas; mi
sistir la soledad. 1
.r L

Un débil batir da alas se escuchó entré las tinieblas;


Y Catalina aid la cabem
w
x ' .

..
.... .
murciklago cruzó entonces por -el fóñdo de- ta
. I .

, CapiIla.'
+Tú! -exclamó. eU@, riendo histérica-. El Angel '
de la AEUe ime,me habló de ti.. . Eres Azrael. Bg&
no..., da buscas?, Sapongo que a mi no.
El murciélago chocó, enceguecido, contra el cielo ra-
SO, y Catalina estalló en una carcajada.
e -"tí también estás solo -afirmó-, dando tUmbos,
estreUiindote, con esas alas tontas. . '.
Desde un rincón, el-murciblago la observaba con sus - *
*
ojillos iíesceq-trados por la claridad.
\
'Catalina lanzó un grib, Un 'par de alas se desplega- ,

.
mn roa&ndole las siepes, y desaparecieron pulverizadas én
un rectángulo de luz.
-iB&orita! iPatronal . + .

-¿Qué hay?
El administrador empÜjÓ la buerta,.y el día penetró
inundando la capilla. EXa mkr6 en &orno: las &&genes,
c
&is flores, los cirios, todo reeobrabk su aspecto c&ndido.
-!Venga, sefiorita, rápido!
En el patio se habían agrupado algunas ancianas en-
meltas en sus rebozos negros, Un XIMQlloriqueabá afe-
m d o a las faldas de su madre.
Catalina se a,briQpaso, y entró en la msa. Quintana
la precegió por la galería, hacia el cuarto de la Zoila.
Y allí estctban: la mujer del administrador apoyada
la.cabecelia del"Catre de fierro, recogida en su perma-
nente silencio, y, de espaldas en el iecho, mínima, la-zd-
1% con 10s ojos. abiertos extmviados - y las manos empq-
fiadas .en.un gesto indescifrable.
u <

. 133
iri6 Catalina escrutado a la‘’

oz

.- ,

Al dfa siguiente sepultaron a la anciana sirviehta.


- E l único que.se trasladó para el entierro fue Valen-
que Ignacio y Mtiircedm se hallaban veraneando
piaya del norte y el viaje les resultaba imposible.
Catalina se encontró c m su hermano .en el cemente-
de Chilliin. Hacía años que no se veían y se saludaron
abrazo estrecho, sin palabfa. Luego avanzaron
I

pequefío cortejo ’fúnebre.


ujer del administrador había sido la eniargada ‘

de acomodar a la Zoila en el estrecho ataúd de tablas mal


; en seguida acompañó los restos en una carreta,‘
vagón de carga que los traía a Cñiiián; en áquei
mento era también ella la ‘que marchaba pegada i l
n . la vista baja, imperthrrita,. siempre. muda.‘
Tras sus pasos caminaban BU marido, Catalina, Valentín,
. y algunos trabajadores del fundo que venían a despedir
a la difunta.
.
Fue un entierro pobre; sin lggrimm; sin flores. Un’
. sacerdote joven, llamado a Última hora, dijo un responso
desabrido y la ceremonia acaM rápidamente.

Catalina repartió algo de dinero a la gente de “P&r&
mo Salvaj e’’ : . --
-

r-
-Para que vayan a tomarse unos tragos, niños..
-

rillq le siguiera a cierta distancia.


acemos? -preguntó Catalina a Vaientí

tima temporada que pasé en casa de las Ibarra. Mhs ade ’

1mte he venido a Chillán, a la carrera.. .,.a comprar


cows para el fundo, o . . . -de-pronto se interrumph, cla- ,

vando la mirada en la8 ropas de su hermano-. Disculpq ~

-di@--, supongo que no se debe ir al cine con wi-t


que -anda vestido así..
El i p y Ó las manos eh 10% hombros de ella. Ahora la
aventajaba en varios centimetros de estatura.
-No -admitió-, no seria lo m&susual. jCata,
rida, q u é ’ p m has cambiado! .
Durahte uno8 segundos ambos se miraron, Sonriendo *

bajo el,sol, y -sintieronque reencontraban a la lejana Ca- *

talina y all lejano. Valentin de la infancia. Después, ella


sacudió la, cabeza y contempló las descoloridas tumbas -,
’ .
que orillaban-el sendero :
-Te equivocas. He’cambiado, y mucho.
-LI6gico. ..,ha pasado el tiempo. Todavía Ll inteq-
taba retener la sonrisa.
-No finjas que lo i&mra-todo con respecto e. mí.
-& VOZ de Cataiiha fue % s p a a-gresiva,
, y la sonrisa s+ - -v 5

esfumó de los labios de Valentíb:


ada. Supondrás que.me info-i.
con Jaime y que conozco a. . .
v

- #

135 .
-¡Pero es hijo tuyo! iOh, realmente na te entien-
.
.*
do; Catalina!
*.. -¿No entiendes que no me haya quedado con el
&o en los brazos,. saboreando la maternidad?
-Podría haber sido una r a d n para transformar tu
vida entera: Y no sólo la tuya, sino ía de Jaime. ¡Era la
razón, Catalina! jEra el milagro! La explicación del por-
qui5 ustedes debían encontrarse un día. -Levantó los
ojos fiÚ.medos, brillantes-. Desgraciadamente : ¿qué
I

. Iiicipoh de1 milagro? Se avergonzaron de él, y todo 10


redujerón a. una vulgar historia de alcoba. ¡No, no me
-interrumpas! Tii querías que hablara y me pmvocaste
para que lo, hiciera.
-Quería que hablaras- por necesitaba oir a mi
hermano, y necesitaba que 61 nie oyera a mí; pero no
para escuchar un wmdn barato. ¡Qué sabes tú de las
'

verdaderas razones! ¿O Crees que el hecho be-llevar es?


,sotana te poderes sobrenaturalefi?-
-Perdóname, no M í a la intención de herirte -
,Valentín bajó la cabeza. .
-Por favor, trata cie comprender csuplicó ella-.
, Ns puede existir el milagro si no existe amor... -Se apro-
ximó a él, y súbjt enté o r ü e n b : jHAblame de Ignacio!
\
I$lo único que me importa., p m te das cuenta?
-¿Ignacio?. -Por espacio de largos afios, Valenth
había vMdo presintiendo la que hoy estaba a punto de
serle revelado. Observó a sy hemania, de pie, con las ma-
nos tendidas al vakío, y recordó al hermano mayor, in&-
ferente a cuanto 10 rodeaba, en idéntica actitud de deso-
.' l a c h . Era como si toda esa desesperanza que a menudo
sorprendía en Ignacio se continuara en Catalina; como
si-el dolor de ella fuese la réplica exacta. de ese M i m o
136 .
.-
1

do&. NO! -grit,&. iNO!


Lo him, io único que me implita -repitió
ella, obstinada-. Sólo de él puedo esperar el milagro que ,
tú pregonas; o hundirme.. ., hundirme más y más. .
. 1
¿De.dónde provenfan esas palabras y- esa-voz afie
bra&,? Valentín se estremeció:
. -No-eres tú.. . Es otro el que habla por ti.. .
-¿Quién? @atan&? --Catalina se puso a reír-. &Mi
herrrranito cree que estoy endemoniada? En ese caw, lla-
ma a tus curas para que me- exorci.cen. Pobre chiquills
tonto, convéncete de que ya me rio del demonio y me río de
tu Dios, que para-mi no cuenta más que el poder de
Ignacio,
’ El sol se ocultaba, y un ni60 apareció arrastrando

una escoba.:
- Y a van a cerrar, ya.. . ¿wese-&;entemal el pa-
drecito?
-No, déjanos. -Pasado un rato, Catalina acarició
la frente de Valentín-. Perdóname -susurró-. Estoy.
histérica. .La muerte de la Zoila me ha’afectado IDUC~O.
Ven. . .,es tarde.
Abandonaron el cementerio y caminaron sin prisa
rumbo a la estación. El tren que. cruzaba el caserío más
próximo al fundo salía, a qedianonche.
-E& preferible tomar un coche de alquiier queños
/ lkve. directamente a *EPáramoSalvaje” -decidió Catali-
W-; el camino. está bueno en este tiempo, y no es ne-
cesario subir a caballo. -Examinó el semblante de su
hermano, y aiiadió con temor-: ‘Tú,.., tú vienes con-
migo, ¿no es cierto? Te qudarhs por lo menos una =ma-
mi en el campo. . . Tenemss que conversar; Valentía Hace -
-
13’7
Yo. . . creo que he llegado aii límite. ¿Sabes lo que es llegar
csNunca más volverá a pedirme ayuda -refletrionó
6L.Nuncarnás.’’
‘ -Tengo que regresar a.Santiago en el expreso -mu-
.
* .
.* sitó-. m sabes que yo no my duefio de mi tiempa-y le
dio un fuerte abrazo en señal de despedida.
LIBRO QUINTO
'i
~.
-TE T@,S preciosa. -Mercedes t&minó de hilvanar
el rued~del vestido de kt muchacha,
._ y ésta giró graciosa
qte al espejo.
&e Voy a decir a nadie que ho es wi vestido e-
portado 4 e q r e t ó Teresa-; Diré que s* lo encargaste a
una amiga Cuya que llegó recién de Europa. .
rsant'eI Merceditas rió, orgullosa de .suobra-.
.ve&idas las demb?
-Casi todas de bladc~. i'

-EB io qüLe más lleizut las de'b\litantes, aunqiie a ti-


te queda mejor el celeste; hace juego con tus'Zjos.Y ah*
ra, d&me@:Si no. i ., no ahxmaw6 a 'tenerlo Uto.
iI se quit6 el traje de fiesta y besó a su cuñada
tata? -pregwit6 Mercedes-. Bebe ser m&
[ ravillciso tener diecisiete años y asistir-a un baile.
.-I)iecbeho -rectificó la chiquilla-; los cumpliré
este año que cornienba ahora. . -
-Ti&es raz6n. A tu edad es'imporhnte tener un-
60más en vez de uno menas.
--¿Y u&edes d6nde-van a pasar las ,doce?
- -No sé. Carlos Arizth telefoneó para decir que,re-
5f%vÓ una mesa en El-Golf, pero todavía ignoro lo que
Piensa Nadhb; Quién,sabe si' le dará por m..terse a la c e a
Y tomar .prliaóras.para ümmir, igud que e~ año pasado.
141 -
ciones, porque ClaudiQ n o molesta .mucho, y la niña

ríes? TU no me tomas en serio, Mereeditas,


-Voy a maquillarme -anunció Teresa.
-No te pintes-’[email protected] se es joven, un
poco de rouge en los labios basta -recomendó Meree.
des. %ah, estoy hablando corno una tia vieja”; anotó
para si. Enhebró una aguja p principió el dobladillo. En

saltada, miró hacia la ventana:


‘‘¡Qué horror! Ems ruidos despertarán .a los pobreci-
tos.” Caminó en puntillas y entreabrio una: puerta. Ob-
servó a Pedro Ignacio: dvrmia boca abajo; con la car8
semienterrada en las almohadas y el negro cabelb ensor-
. tijado cayéndole encima de la frente. En la cama gemela,
-Claudia, rubio y pálido, mantenía aun en sueños la habi-
tual ‘sonrisa. Cerró la puerta con cuidado y se dirigió al
dormitorio vecino. Paulina, su hija de seis meses, también
dormía. “Menoti mal”, syispiró Mercedes, retornando 8 la a
costura.
.De pronto se descubrió pensando ;ir Ígnscio: “Son
más de las diez y no llega”. Eskuchó los pasos de la ni-
ñera en el pasillo:
-¿Esusted, María? 1

-Si. ¿Que no va a salir, señora?


-Más tarde a lo mejor. El señor no ha llegado &n.
142
/ -
1
1

yendo el ruidito obsesionante de esa gota cayendo, ¿Por .


.=ué- me acordaré precisamente de estos detalles?, - *

.- \ , "Con los amantes debe ser distinto, porque los aman-


tes la quieren a hna justamente para eso. La Martita
@seguraque las mujeres no pueden experimentar verda-
dero placer si no es con'un amante. ¿En qíxé consistirá
el verdadero placer? ¿Yo lo experimentaría si hiciera el
m o r con otro hombre? ,¿Con Manuel Sgtnfuentes? No..,,
iqué vergüenza! Manuel.. . Nacho se mete muy de Zarde
en tarde en mi cama; generalmente tiene que hailaxse
con unos cuantos tragos para hacerla-Y cada vez vuelvo
a sentir esta tristeza.. . jDios mío, esta tristeza!
'Treinta y nueve .años.. ., tan luego. No es que el
problema sexual me obsesione, no. . , pue4ta que si Nacho
estuviera cerca de mí en otros aspectos, si por lodnenos
fuera un buen camarada, si me comunicára lo que siente
, yo sería feliz. Pero jamás s$ en qué está pen-
sando, y si 10 descubro con esa mirada terrible, acordán-
dose.. . ¡qué sé YO de qué!. . ., desvía lo$ ojos, Y no logro
evitar la espantosa sensación de muerte como si él y los
niños, y las empleadas, y la gente que va por la calle.. .>
1 ~hombrecitos
s comprando diarios viejos ' y 'botelIas, y el
vendedor de naranjas, todos. . estuvieran muertos. En-
tonces tengo el impulso de largarme por. la ventana, de
'correr, en €in.. ., de cometer cualquier disparate con tal
I

de que esa muerte no me alcance también a mi. Y lo Único'


que hago es- quedarme a brazos cruzados, con. cara de
tonta."
144
corbata. -
. -
-Es.takde, y estay
-¿Anoche? Debo haber e
-Bastante. Armaste un. egcándalo con unos marine
en ese tugurio de Valparaíso.. '.&Cómose llama?. ...
m'Mck and Roll. Y después quisiste obligarnos a q&
partiéramos todos a Zapallar. Dedas que tu abuelita te
necesitaba.
-¡Mi pobre abuelita! A lo kejor era cierto. Muehas
' v ~ é s ,durante'lcxs estados de ebriedad, se suelen tener
presentimientos .extraordinarios. -Cm un gesta infan-
Jaime se rode6 Iss rodillas can los brazos, y p e m n i -
em' absorto, conte do el mBr,
-
arrastrar,'h e
desgano su Htlhnan hasta
el hotel. Poco después se encontró bebiendo Cócteles, ,en
' compañía de los tres hombres y de la con.desai 8 quien
Ricardito trataba familiarmente de Anna. Siempre la ocu-
. rria lo misma; terminaba por ceder' y, finalmente, .
se em-
borrachaba para olvidar que había cedido.
-Así que éste ser poeta. ¿Prepara nuevo libro? -ave-
.riguó
.
la condesa.
Jaime obsem6 las manos de' la mujer, esa piel ama-
rillenta y reseca, y el a n i b .de oro iabradu c m una pesada
amatista en el indice'derecho. "Siniestra mano de obisp,
confirmación.
ra? -interrogb abrupt

dujo los dedos en el aso, y, rescatan

y adiposos de la condesa, desparramgndose debajo d


148
i;
respeto.
Varias person@ obs 'la escena Gin
m
divertido. Un camarero s k aaefantó y empujó zt & h e h a
I
..., elmar abajo.. ., y los ojos cerrados. ¿Ys:
despues se aliren nuevamente, y aparecen Dios y Valen-
con un dedo en &o?: ¡Culpable! Coqden'ado'', ..
&no por haber elegido la muerte. y hqber te-
I t

ilado junto al camino. Era una.tarde .p&- .


cida; bandadas de gaviotas emprendían 'el vuelo. Pe
. " A la mierda con el libre albedrío. Estoy obiigado 8
n a n a de mis primas, y haré lindos niñitos m-
principitos, y seran felices mi abuelita y mon- .'
o veintidós años, y tanto. .., tanto cansanoio.". . --

riok del sacerdote.


emak el rostro de
-
.) “Mis muchachos -reflexionó Valentin-. Llama asf
. a h delincuentes que logra rescatar de Ila cábrcel y.de las
. -
pablaciones callampas, y se est& matando por ellos.” ,

-¿No echa dekrrenos la enseñanza, el- colegio, a sus


. alumnos? -preguntó.
- J . El padre Carlos agit6 la cabeza negando:
-Esta obra es mhs importante, V a l e n t h Sobran
, maestros para enseñar en 40s colegios particulares a las
~

hijos.de las €amilias adineradas; en cambia, fdtm manos


para sacar a los pobres de la miseria, faltan pafabras pam
y consolar a los que sufren, y, sobre todo, falta el amor para
instruir a los ignoran£ese iluminar a los ciegos.
-Sí, falta el amor -repitió Valentin.
-Y por eso anda el mundo en un estado tan lamen-
‘ - tibie, Gno crees?, -. I

. -Quizás. Pero. . . ¿qué es lo que ‘nos exige Dios a


’ cada uno de nosotros? iSi lográramos saberlo! Hace mu-
chos años, cuando usted nos hablaba d.el “cuerpo místi-

día el llamado que se me hacía; me sabía cre


-
-Hog dudo.
-¿De tu vbcación?
-No. Dudo.:. de mis propias’fuerzas..
‘ -No existen propias fuerzas. ¡Nu digas tonterlas!
Unicamente ex&& la fuerza. dé. Nuestro Señor actuandp
en nosotros, y la vo&mtad de permitir o no permitir que
esa fuerza actzie.
152
n

has referido ai demonio con


--mmn& ei sacerdote-,

=I"
B alguien, .

--Me faltó el vdor.

<- 153
. enviarme a una orden contemplativa.
-¿Y qué te contestaron?,
-Debo esperas hasta fin de 6 0 .
Ei sace+üote se levantó. pesadamente avanzó h s t a

del Señor, en hora buena. '

r la puerta entreabie

de es? primera tarde de invierno, desparramhaose en b


f > , .
r
.mente, pero no se encontraba;
.- hasta el punto en que él precis
I ' truo, y nada sine üe .nada -r

tendré que levant

I
5
b
que se mezclaban.el agrado y la vera-.
Blanca &@ria, su nlejor amiga y compañera de ban..
c~quillas.
-Al fin y al cabo una es mujer y no un rriuebie
.- I
co en el colegio, decía que eso les sucedía alcasi h i l a s la

confiaba con UR guiño


probable que una pierd
las calamidades. Fue 10
luego se descubrl6 el pas
lar a cero y que xi6 le pe
porque ‘del besuqueo
- queunpaso,

- - -A mi H&tor me r&@eb -argumentaba Te

consideraba desprecia
, historia de BU madre,
su amor tenfa que 8
em reacciones-simila-
so - s e repetía a me
conmigo, y entanea

Así, en espera del ansiado momento del rnatrimo

158
t-*
!.

Si HéctoT estaba orguiloso-de eila, más lo estaba dla


de él, que a los veintiséis años ya ejercía con éxito su pm-
fesión de ingeniero, era alto y.bien parecido, y krranejaba
SU propio autombvil: un Volkswagen en el que cabían
tres parejas oprimiéndose, y genimdrnente uno de los jó-
venes llevando a una niña sentda en sus rodillas.
Teresa acabó de vmti~sey se dirigió al comedor.
-¿Convidaron a a l p t6, reparando en
que la mucama añadía un c;rxbierto en la mesa.
VaEentín vendrá 8 almorzar -respondió Mercq-
des-. Se me ocurre que qui participarle a Nacho esa
que te conté.
-¿Qué era? Na me acuerdo. \

-Le, del traslado a uná orden cantemplativa. .


T.eresase encogió de hombros. .
-¿Y‘ qué puede interesarle eso a Nacho? Te ayudar6
8 preparar un cóctel -propuso, cambi&do de conversa-
. ción. Le fiolestaba que su cuñada insistiera, en imponer-

les la-Atoridad de ignacio. “Para lo que él se preocupa


. de nosotros, da lo mismo partilciparle o Q’I las cosas -me
ditó-. Creo que ni siquiera nos ve cuando est6 a nuestro
1a.do.”
Más tetrde, en la sala frente al jardín, Mercedes sirvió

I”
I

10s aperitivos. A Teresa le hastiaban esas reuniones con


S U dos -hermanos. El seminarista daba aburridos inform
--_ ’ 159
-. I

1
En el instante en que iba

-¿Noticias de tu familia? -inquirió Yalentín, cuan-


do la vio terminar la, lectura.
. .
-No. Es de Catalina.
-
Ignacio alzó la vista y arrugé un paquete vacío de
cigarrillos.
-¿Qué quiere? ,
-Proyecta, un viaje a Santiago.
Los hermanos guardaron silencio, surniendose cada
cual en sus propios pensamientos.
--Seine quitaron las
sa.Todo habia
-ella, y el dia ya no

“si Merc-itas es una ingenua y Catalina va a retinu-


~

iban g pensar de esa mujer joven que pivi


lera, rodeada de campesinos a los que domin
c.i6n-p&ía darse acerca de esa criatura
opinaría H6ctor? Teresa -no estaba dis

a mi madre -meditó-. llucida estaría! "


a nochese dirigió a Mercedes: *
1

has recibida más noticias de Cata?'-pregunt6. .


...., no creo que pueda venir antes de diciembre. .
á dejar todas las cosas he1 fundo arregladw',e
rma.. . ¿No-te parece, Nacho? .
. Ignacio no cpntestó. Dobló las páginas del periódico - 7

con un movimiento brusco, y permaneció embebido en


la iqturzL.
Teresa aguardó unos segun dos,'^ en seguida ata
sinsodeos: \
-
-lpe veras, Mercedit&, vas a deja,r que venga a

b Un punto del tejido en el que Mercedes trabajaba


S'OltÓ del: paJillo:
-Noentiendo lo que quieres insinuar. . .
&Es bien claro. Considero el colmo de la frescura
casa de, Nacho y mía es también de
mente aislada?

- .
. -iTeres@! Prometimos qua j a m b se iba‘a tocar e%
. - tema. .eo siento. a Claudio tan hijo mío como a Pdra Ig-
. , nado o Paulina.‘Es menest&.que entiendas que ninguna
mujer está completamente 8 salvo de que le Ocu%ralo que
le ocurrió a Cata; no se la debe juzgar en forma tan
I
. -si fuera &soúnicamente. . .
, -No comprendo p6r qué la odias,,Teresita. Por fa-
vor, Nacho, dile que no sea injusta.
~ i - slevantó
e y camin6 üe un extremo-a otro por la
&la.
-Catalina es e para viajar a Santiago cuando
quiera -inforrn6- ,por supuesto, llegará a esta casa,
asi.es que te ruegoF,Teresa, que no-continúes con estas
escenas-estupidas y desagradables.
de’ira, la muchacha escrutó a su *Pierma-
de que 10 hago por ti, Mercedes?
efendiendo tu matrimonio? Cata,
tan tonta -contestó la
otra-. Tú eres bdov en y bay muchas ver&
des que se te escap

-Me cal&ré si prohibes que esa puta salga de “P&-


rama Salvaje”. -
-Lo hito que prahibi es que tu emplees e s a pa-
labras, insolente;
Teresa se aproximó a su hermano, desafiándolo:
/
otro hombre. -
Ignacio levant6 una m.ano y goIpe6 a SU hermana en
el ro&ro. La muchacha trastabilló, y él valvi6 a abofetear-
la, obligándola a perder el equilibrio.
AiNo! -rogO Mercedes-. Por favor, Nacho, por lo
que, m&s quieras.-. -AyudO a Teresa a incorporarse-:
Anda a acostarte, Enda. Yo subiré inmediatamente.
Pero la otra se desprendió de süB b r w s .
-Déjame.. ., d&J . -gimió, y ascendió por ia
.
I

escalera m&zando.
7 .

-¿BOT que le iste-eso,Nacho?


- -míiiia se io tmcú -replie6 41. Y ante la & d a te
merosa. y asombrada de su mujer, abrió nuevamente el
periódico y reinicib la lectura.
* i ,

ril

T .

+NO se volvid I rnenclqmr mpie2 cidente. Teresa


~

cama, ocultando su herhoso rostro’lastimado, y ~ ,

’reañudósu vida normal, insist16 en que había e s


‘tiado mug resf.riada; ni siquiera Hktor supo la verdad,
163
*

.. -.
sufrió una callada metamof-
fosis en el Lr¿imcurso de esos di~~aparentemente inmu- '

tablea.
Para ella, desde su W a Ignacio.'formaba parte

y e1 relato de SU mu
de la 13egada de C
nte f d z , sino m a joven mujer
uros sufrimientog. En seguida se se
labios y se dis'puso a recibir a su'
. r

. Fue a comunichrselo a1 padm Carlos, y lo encontró


trabajando en la comtrucci6n áe7variosgalpones que ser-.
t;t virían -de albergue prsvkor-io para indigentes. Bl viejo-.
mbstra escuchO la noticia, y ahraz&al muchacho. Tenía
la sotana raída, el rostro ceniciento y sudokso, las ma- . I

nos :ásperas. enth compiemiió que ésa sefía


9 la última vez a. Lo recordaría así; magro y
cubierto de do niuros y techos para albergar
a los perseguidos-dei hambre y la justicia; desafiando al -
mal c)on una a ~ p ~ ynrisa-vdeka.
ia
-iCuakndo partes? -preguntó ei satrerdxi.
-DenSro.de un8 aemani. Me hallaré en el convent6
para ZTavidkd. %e mcribirb'apena8 esté instalad?. Adid,
padre. Cuídese,.., I
.-
-Cuidate' tú; n o -murmuró kl-. Begiste el ca- .

. mirio.m&sdum. No ides que cumdo el dmonio.t<akÓ


de teFtai-a Jesd, no lo hizo VaIiéndose de 1s mujer adill- ,

tera, ni de los ladrónes, ni de las%end@p; lo tentó en


la soledad del desierto, mientras oraba.
tmywto hacia la casa de Ignacio, amde 16
aban para el almuemo,'Valentin meditó. Sí, tal vez' '
1 era el ~ahtj más duro, y hasta el desierto de SU
\

165

-.
b , 1
. demás; su *ita fo e lucha, su ~ n i c aforma de amor.
"Hoy llegp Cataliria -pen&. Podré* despedirnie de
. .
ella." Y se sintió contento.
*
LIBRO _ _ _ _ .

0.4
acasado. Pero no voy a c
'mirar poi 1% ventana.

. s3 -averiguó;

hora su ,voz se oía


-No sospechábamos que la hermana de Teresa f u e
ra tan macanuda -exclamó el muchacho llamad8 Jorge.
-i Qué crimen mantenerla escondida! -añadió otro.
-La pura verdad. Es regia -afirmó, sin la, menor
envidia, una chica morena y vivaracha,.cuyo nombre era
Blanca María.
-¿Qué se creían? ¿Que era una bruja monstruosa?
¿Así me pintaba Teresita?
Teresa pasó a su lado llevando una bandeja con g&
lletas y almendras saladas;
T e felicito, Cata.
-No seas tonta. Tti ,TIL cien vc-3s más bonita. Y
, mucho más joven.
-Lo que no siempre es ma ventaja.
. Un hombre se abrió camino desde el extremo opuesto
de la sala:
- -¿Bailemos?
-NE) sé bailar. Bueno. . .)I s_ -la -OS dieciséis años.
r l

U s t e d es Cataha, ¿no es ciei' ? Yo soy Hector


Santelices. -Le tendió la, mano.
-Ya me habían hablado de usted. Es ingeniero, ¿no?
Alrededor del tocadiscos, e1 resto de las parejas se-
guia el ritmo de un dislocado ruck and roll.
-Tenía muchas ganas de conocerla, Catalina -dijo
él-. Es tan extraña su vida.. .
-¡No me diga! ¿Qué sabe de mi vida?
-Sé que vive completamente sola en el campo, y no
más común que una chiquilla viva así.. .
Y o no soy una chiquilla. ¿Qué edad su e
tengo?
-Veintidós.. ., veintitrés.. .
-Veintiocho. Lo peor es que los represento.
Teresa se acercó a ellos:
-Siento interrumpirlos.
173

< .

. . .
twde, y Merceditas ha invitado
empezará a llegar la gente.
. Teresa se puso los guantes y recogió una pequeña capa
de piel tirada encima de un sillón:
-Te espero afuera. l
-¿Usted no viene con nosotros? -inquirió Héctor.
Catalina soltó la risa:
-Ni siquiera sé quiénes son lm Prieto.
-La creía menos convencióiai:
-Claro. Miis de la mon
-Por favor, Catalina. . . no quiero que nos separe-
mos esta noche. ¿Me entiende?
-No, IIQ lo enti,endo. Uated es el riovio de mi hema-
na. ¿Qué tengo que ver en este asunto?
-Me bast6 verla
-¿Amor a primera vista?
-A
\ lo .mejor.
-Oiga, no mol pobre chiquilla que lo espe-
se vaya en ro coche, con
Jorge y Blanca Maria, que yo tengo un problema urgente
que resolver, y.. .
-j&, ya pr z a? &Y pretende que la
hermana w y o r iQ U ~ . Sinvergüenza!
-¡La necesita, Catalina!
Parecía sincero, y ella re : ‘Quizás es cierto”.
Pensó en la comida que la. a n don Ernesto y
doña Laura I , y ¡la sosa Jime-
na; con doramigas de Ignacio y sus aburridas mujeres;
con esas stridenfig y pi ajeadas a quienes.Mer-’
cedes ad : Martita y Pa no tenia, fuerzas para
soportar eso; no tenía fuerzas para soportar que Ignacio
la esquivara representando el papel del hombre despre-
ocupado v contento.
Héctor saió corriendo. Diez minutos dqspu& regre,
-
-&cmvenció a alguien?
-&o estoy muy seguro. .

-¿Está ena3noiYibb.O@eTeresa?
-NO. .., EWUZIOZXUIO
-¿Es un juego e
-La encuentro de vihliüad.. ., el tip0

-kcah de encont

Volvió a salir
NQ obstante, Catalina Po 'entendia las ouC&tica
.. zones par las cuales, habla aceptado es&cahpafiía, fii p r
qué, poco a poco, esta amist se le hacía indisgpnsa~e.
que me estás ayu ndo ti recuperar una etapa
* de que me salté -le a j o una.tarde,. eri: auto-
. rnbvil, mientrim phbm Ia esta de pl en'las
-afueras de Santiago.
-replicó él-. Me h a

ambos. Pa?a H6c-

., ble; para &a, gible, se encontra-

I
- -
I Siempre queno me h d a yo primero
.
L.Desgraciadamente.. S1, me estoy h m ‘
ue he he-iho?Pasear, ir al cine y a la-peluqp
. pasos de ‘baile con uzl compafiero stxac$ivv.
suma, repetir el &ho de Ignacio: anestesiame pa-
ra IK) darme cuenta del momento en qxib el agua me ils
gue‘al cuello. Pero Wavia es tiempo de torwr las riendas.”

279 ,
I
yaba cada noche abrazada 8 él;..en cambio, en este ma
mento, estoy compietamente fria, i~cida,y pasará io que
yo quiera?.."
. -@asta! -gritó, -pujando al muchacho, y se in- ,
corporó rápidamente.
El la mir6 descaneer sintikndose cu,ipable de
una falta que no lograba precisar, infantil, ridículo:
-Perdb, Catalina.. No em 6 s mi intención.. .,
¿me oyes?
Ella pas6 al cuarta de bao. Se empolvó la nariz y'&
Reinó. Ai regresar a la hahitacián, cornprobd que HéCfE6r-.
habíá enderezado el nudo de su corbata,
I
-&Recuerda e t e conté que me han' ofrecido una
beca.por un año en Alemania?
AT.
-
-Bueno. . , si te as¿dconrnlga la aceptaré. Tendria-
mos qüe lkgar a E&ropa 8 mediados de octubre; es el E-1
mediatanente?
I

&d. &a muy desamada

4
Lkbvia torreneidmente aquel domingo por la tarde.
En la, cocina estaban preparan sopaipiuas, y en la
lita, Mercedes bordaba unas %banas p k la cuna de Pau-
L

178
ima dela mesa.

cuanto apareció la niñera, .


-auy bien, -señora. 1
.-
-¿Que es venganza? i n s i s t i ó el chico, resistigndose
a abandonar la habitación.,
- U s niñihs'decentes no deben ser intrusos. Ya,v8p
yan con la María. -€Bis los empujó hacia la puerta y
' recogió su labor de bordados-. NoAson conversaciones :
apropiadas para los nao8 -reprochó, mirando a su ma-
fid0, 1

. Pero #u risa duró apenas


unm troncos en la chimene
y su expresión fue de cai"lsutcior
Y Q estoy sala; tal vez por em.. .
-A la postre t,odo el mundo est&$010 -murmuró I
nacio-. Ciao es que I

cibin, jno es cierto? Quiero


mems. A 10 mejor te deci

&qmndrfa que te c
os. Lo que es ridí
independientemen
-Ignacio no upim Is mismo.

humbre.
Merceües ence
.de anor ai’que te refieres tú.‘ .
* ,-¿Así es que consideras perfectamente atinado y -

jno te comprendo, Nacho!


Terminen la discusión. -Catalina contempló el
jardín obscura; escuchti‘ ia Uuvia. Involuntariamente re.
cordó el dia, ya muy lejano, en que viera a Ignacio por pri.
mera vez. “Oisu voz - e v q c L . ~esptlt%me, asorné.pbren
tre los balaustres .de‘ la esealera. Zitace mucho.. . muchc

sualdad, 010 ofrece la oportunidad de alejar


181
I
.
..
... ..!

agregó,.con tristeza-: TCi jamás has creído. Actualmente


no se tr&a de saltar, resucitar algo que .hamuer-
to, y eso exige aún má En nqmbre de qué .hablasde
~ sacrificios, y c~titinú a esa, mujer y ~ r t u -
rándote a ti p i o? ,pnnornbre'cie principios? ¿En nom-
bre de ideales? lo Ú n i w que te guía

i aik6 la mano .de-


. P w d o un instante, - /

-Si,seiioaia. , .
$mend;>+a io lejos, y los frenos de Ün vehlculv -chirriaqn-
B la vuelta de la esqu'ina; ladró un.perro-. iPennitiriw
que reacio anulaia su matrbonio Contigo? -preguntó, .
. La VQZ le temblaba.
e mi mala: suegte?.- -.

tratar @e impedir.que éi siga


con mentiras, y que te corrompa a'ti, que en a t 6
1 valor-& wr fiel a una verdad. .
-Mi verdad, Mercedes, es ésta:.
del destino de Igrhcb. Yo sólo puedo

y a mi..., y a ése, .
P qu6 se pic, metido

er una aventura cón- -

e m la -mujer que na

tU.prOpi% tlZ3lll~~,
CM-
emediar 1m cosas. Ca-
’1
. ~ leza ‘de prestarnos 4Ú ccche. Te ileqaré a la estáeib. .
Meroedes @6 el automóvil porjias calles resbalosas
. . y anegadas. Ea seguida acompdó a Catalina a l a a u n ,
y. fa dejó instalada en el coche-dormitorio del e w r m que
partíaal-sur.
-¡No te olvides de hacer la lista de los invitados a la
iglesia! -gritó ésta, as-ornbdbsea ‘laventanilla.
-No me olvidaré. Adds.
. El tren se alejá, rempleilndo bajo la liuvia. ,

“No me casaré con H b ~ t o ~p~ ’ , ‘Catalina, P sinti6 .


garfa a realizarse estaba a

-Encendió un e esta mima


*nochea “Párzirn udfera L m e . * ¿De! qué
Cogió el teléfono y
que no era posible enc

.que salía al amanecer.


Un rato después apareció una mucama a preparar el
iecho :
-¿La sefiorita bajar6 al comedor o prefiere que. le
suha:la comida a la pieza?.
186
‘I

.
r.

1 -NQ NO tengo hambre.


-¿Se siente enferma?
-Un po~~cansaúa.
, -Si se le ofrece cuaiquiera 00- toque el timbre.
Buenas noches.
Vblvió a paseame. Le faitab el aire. Abrí6 de par en
par‘ la ventana, y un8 ruaga de viento y iiuior penetró
en el c e ; Escuchó el pita prolongada,
lastimero. U - calles se veían 1- inquietud
crecía, anu8&dosele en el pecho, secándole Is boca, ace
lerbdok esos ‘latidos desordenados del c o r d &
“Deb calmarme un’ mowento y analizag lo que me
. sucede.-reflexionó-. No pasará nada. Mañ
e convenzo de
le escribiré mmpkndo
as la asdtawn:,
di@-, i.ls’ b e atrevería a hacerlo. Ignacio necesita que
me case; necesita librarse de 3. y yo no me-voy a --IIL.;

servicio de trenes; en esta


en &lo una o dos veces por semana
ra -se disculpb-. Sin embargo, ayer
ber conseguido un taxi, y ya &tarfa

mente sula. Si se produjera


el año 39, nadie entendería

e r r ó la ventana y permaneció quieta, aiurrucada I

ntra fa pared, en un rincbn. Temblaba de £río y no r+:


aka 8 buscar más ropas con qué abrigarse. La c a m p
teléfono llamó de repente, con un ruido met&

187
I
-pudo,, gimiendo como un nEo o como un animal beriflo.
El le secó las lágrimas con su pa@uelo,la ayudó a PO-
nerse el abrigo, y guardó losiWles de tocador, dispersos
en el cuarto de bafib.
-Ven 4rdenó. Y Una obedecib sin preguntar
p&oii la cuenta y.se
do frente al hotel. Poco
IgnacJo hizo iienar I

s iluminando en
ajando con
no a ellos un

que ios dos cornpartian.


I

En el sileIlcias0 refecturio se escuchaba sólo el ruido


aiagado de los cubiertos chocando contra los platos; y
uxw VOZ bieq timbrada que l e k -

más’lejos aiin, (Ton un

gaba por el mundo.


a l a , diestra del
iba a morir; unamerdzl tensa sin fin ni comienzo.. I

Z
I

.
, ValentG se llevó una cukharada de sopa a .la bwa,..y
tuvo la imagen de un paraíso i d é n t b ai refectorid.>deL
convento. El padre acababa.de bendecir los alimentos y
losrepartía a cada uno de 10sbienaventurados. Pero aqué-
. llos resultaban amarios porque quedaban sitios vacíos err
la mesa. Volvió a hacerse las preguntas que lo inquieta-

“¿Pc)dr&nlos #m%os€lis
denados padecen hambre &e ente’! posible acep ’

ic al horror de un infierno?” -
satlvqción le im- %

tierra y el cielo.
. Esa tarde, die esm sin noticias de
Chile, Ueg6 a sus QS un&&uh. de Mercedes Ibsrra.
Comenzaba habbdole de el de Teresa. y de los niños.
. Sólo ai final, en fa y escueta, le -informaba
acerca dé Catalina acio, y concluís pidiéndole que
rezara por ambos.

190
I . , I
e encantaría olvidarme.. .. rero no pu
bién me'preocupanMercedes y los nulos.
+Olvídate! .
-No es muy agradable saber que, además de quitarle
. el marido a una mujer, se le est& destruyendo su .posición
económica.
\ '
era de aula mea le he en-
T e adoro -exclamó.

-Habra que refziccionar la casa antes de que mpfece

. do üe maiezwl El oontem 6 el espectáculo y se


reir.
qué t e rim? -averiguó Catalina.
,

-De Io que diria mi madre si pudiera ver esto: ga-


,'?inas y chanchos Gajinando por su ridiculo jardincito.
T i e n e s que recordark a Quintana que haga lev&-
tar esa tapia que se derrmb6 el año pasado.
.'-IT6 pienso.
Ella se aproximó. El sol se alejaba de la ventana.
-Al paso que vamos, con las primeras nieves la casa
,
.se desplomará encima de nosotros -murmuró.
1 I

I 193
P&almod,.
Pedro Ignacio -y Claudio, llevando a Paulina de la -
ra los regalos? -indagó Teresa. .
-Sabes que las cosas no andan bien en el-fmda
-iDios Santo, qué paciencia la buya!, Lo que es yo
1

no ’me quedaré tan tranquila.’Nacho administra lo que
me corresponde de 1% herencia de mi pijre, y.
-;Acaso te falta algo, Texesa?
-No, pero no quiero vivir a apes&de tu papá, Mer-
cedibas. *
-No &es a eqeqsas de 62. Mi padre ha repartido
parte de su fortuna entre en8 y yo, y puesto: que nun-
ca hicimob separacib de con I&w-io, su dinero y
el míó san ia misma eosa.
-iQU6 C~ZYAOCIOpabra Nacho!
-Teres,. eres joven, eres bor%b,tienes tanto b tu
haber.
+ .
..
-Claro: urn hemana y un8 maare que son un par
de sinvergiienzas, y un himma m y m que es u1z irres-
.".
quienes les say indiferente, y ,que est'azán dispuestos a he-
rirme y atropellarme en cualquier momento; sé que las

de 10 &al. ..,-(;qué?
re&liüad:Me defiendo;
e&esia observó con frialdad.

te atropikn, te engañen
quiriL. ~ $ u écrees tú que sigriifica
+ -¿Qué significa para ti?..
-Primer& admitir un poxentaje de-culpa en tad0
10 qrze me pasa; luego.. ., correr el riesgo de tuldo lo-que
mtede seguirme pwan.0.
-No entiendo.
'
-Zs muy smciUo. Yo soy culpable de la ceguera de,
,

haberme enamorado de Nacho, sin darme cuenta de que


61 no estaba enamorado de mi. Y soy-culpable)de haber
vivido vario3 a f i w a su i a d ~asumiendo el'cómodo papel 1
de la víetika; por ijltirno, S Q ~culpable de! no haberlo
' amado con la suficiente intensidadt'como para haberlo
I

obligado a reaccionzar'üe alen, modo, s i fuese oditmdo-


me. sin embargo, el hecño de fracasar en mi matrixnonib
: no es una razósi para considerar que mi vida entera carece
de sentido. ,$u&ntm fracasos m b me esperan en el fu-
two. ., con mis propios hijos CyiZaS? ¿Cuáhntas veces fa-
qaré yo.. ., y cu&ntasme faiiarh a ,milos o t m ? No la
s& Pese a elZo, le he dicho: correr4 el riesgo.
-Has cambiado mucho -excPaaa& Teresa.
-iES necesario evol~cion;&r! No nos vamos a resignar
8 cpedarncu llorando. nuestras mutuas üesventuras. -
MerCedes la sbrazd-. Ahora iremos' a arreglarnos, y des-
pués de convidad a almorzar al Club. Han llegado unos
no quiero que se lleven In b- .

196
.conocistehace anos.
.-" - 6 ~ s uno que era amigo tie ~acho'i¿uno muy esr;u.;.

-Bueno. ., eso depende de io que taí Uasnes estu-'


pehdih
-Merceúítas.. . T e r e s a baj6 la voit-, dime ia ver-
dad: ¿te gusta Manuel Sanfuentes?
-Si. Me gusta.
.
.-Y.. @ t e en&morarw'de a?No podrias casarte
.denum. $ $\\

-No, no podria.
.-Entonces, si eso ocurre. . .,t.Lt vas a sufrir.
-Evidentemente. Pera b e es otra de los riesgos que

10 I
, .

-Bará un caior insoprta6le en ese boliche


t6Catalana. ' i

p.. -

' esperaré aquí.


-Bien. ,Estaré de vuelta a las doce. -Se colo& llas
espuelas y abrió la pwrta. ..
?

. -¡Ignacio!
I

-¿Qué hay?
I -¡Te adoro!
+Yo también te adoro -afirmó é1;y rió' alegremente.
-Si te pasara algo. . .,me moriría.
-No me pasara nada. ¿Quéhabría de pasarme? i
seas-tonta,
'
Catalina! -La besó y atravesó el patio.
Eiia aguardó unos minutos en las gradas de la gale-
Eía, eonternplando la luna, enajenada, y rompió a
' deSconso3adamente.
*
Ignacio no regresó a medianoche, ni tampoco a la-
.' de la qadrugada, A la una y media, la imxplicabl-e
teza de Catalina dio paso a la inquietud; a las dos, el
miedo' la enloquecía. Entonces oyó un trote conocido, ' y
salió-al camino. El caballo venía ~610,con la silla.ladeada, .
arraitrando las riendas. Ella ajustó la montura y partió
' al galope en dirección al pueblo.

,Ignacio Rozas, con el negro cabello húmedo de sud&


y caído encima de la frente, se encontraba tendido en el
piso de la cantina. Tenía una herida en el pecho y otra
más profunda'en el vientre. La mujer del cantinero inp
' tentaba contener la hemorragia, amarrándole una sába-
na, y los trapos se veían cubiertos de sangre, y la blanca
Oamisá desgarrada se veía cubierta de sangre, y en el piso
de tierra apisonada florecían igualmente manchas de co-
lar r'ojo intenso.
-Fueron los hermanos Inostroza, patrona -explicó
un. viejo, arrimado al mostrador-. Se la tenían .jurada
por la muerte del finao €to]&%
i
198

i
-
alasmanos,
-Harto hombre se port6 - -mtinuo ei a--Aum-.
nay’que ver que ellos eran tres contra uno. .
Catalina se arrodilló y sujetó la cabeza de Igrlsio
entre sus manos.
-¡Un médico! -gritó con voz enronquecida-. .¿Por
,,qué no han traído un médico, imbéciles?
-¿Y de Ónde le sacaremos meico, doña? -refunfun0
la mujer-. Dé las gracias si es que el practicante, el de la
CrÜz Roja, se molesta en levantarse a estas horas.
-¿Lo mandaron llamar?
-Vaya usté misma, porque a nosotros.. . no es mu-
cho el caso que nos hará.

. festóéste, mientras
cia-. Si le parece,
señorita. Desgracia
cue aguante tanto.
Habían acostad
y se lo oía respirar
el alba. En ciertos
servaba a Catalina m&ada vidriwk No hablaba.
.
‘‘Enunos momentos más. . ya no podrá.. . @bs
mío I ”
, -¡Oyeme! -imploró-. Oyeme: ¿quieres que venga
I un.. . un-cura?
Ignacio la escuchó aparentemente sin
-Madre -dijo-. Mamá.. .
-Soy yo, mi amor. . .
-Pobre mamá -prosiguió él-, siempre hacías dife-
rencia entre caballeros y !gañanes. . . Los caballeros se
aonfiesan antes de morir.. . -Súbitamente trató de le
199
e .

EnWianto, 'un sargento y dos carabineros habían I

'-lielo de ChilUin provistos de una fienda de camp-, dos


s kbuesos y una mula, y se hundían en el coraeón
eado de la reseca cordillera. Iban con el sol filudo del '
o lastjmán'ldolos desde el alba hasta el atardecer,
-ndO su propio sudor al de las cabalgaduras que. ti-*
taban, mansas, tras los perros de lenguas afiebradas. Se
guían el rastro de los asesinos del . patrón
\ . de "Pár89aa
+ilvajgp.
Pero éstos s~ esfumaban, mimetizados con 1s rojM
,arcíila de l a tierra, con los graníticos perfiles de las pie-
&as, con 18 sombra de un águila que punteaba el cielo
ltum5raOSO. J

U s p m s retrocedian, avanzaban, y, con ellos, los


ombres y los caballos, husmeando los mudos senderos.
U s tres hermanos Inostraa eran tres fieras perseguidas
que,después de haber vengado h muerte de su compadre
W@s,hudan montaña adentro, escurrihdose por las br&
&as secretxu que comunicaban con las primeras rneseba
ar@nfhas, idénticos 8 ese viento inasible que ululaba por
$unoches en las quebrad& -
-&nC :-a&? -p$guritQ Mescedes. '
Catalina tomó asiento frente a e l k A m 6 i u vestiaqde
negro; no .lloraban. - -
~ o l v e f 8é c4P&ramo__ aje,', siempre que - tit no ha-
yas decidido lo contrario,
-@e qué tienes mied~? .
-Eres la.viuda de Ignacio; p si te propones vender
el l n d o , Teresa y Valenth te apuyaai.8n. Yo no poai.6 lu-
char sola contra ustedes.
-&Y te cree$ capaz de seguir luchmb aU? ¿Des&
car algo üe esa tierra mezquina?
-eO.Mce durante mucho.tiempo.
-43, trayendo ganado .de contrabando. ¿Qué quie-
res?& a parar a la c.árcei?
-&o 'mismo me dijo Ignacio. Si eonsiguiem ampliar
, el a p i W realizarla ,las cosas legalmente. Además, e s a
IW .
-bosques. iNO es una, tierra mezquina!
Mercedes se kmmttj ' y recogió. una revista que 10s ni-
fios h b h n tirado en la alfombra.
-5% puedo ayudarte -&fin& \
,I .

tas. Sin embargo...,

. ES nomal que te conde


hs das üemaaiaüo ofuscadas, ( -
rtamos de una pesadilla, no enfocarno8 bien la
ocio vade, y.. .

te todo ha variado
bis, estay convencida de
a en que oí su vozpor
viviendo &ata &o-
la eqxmnza, de aue

barresas m el átro mundo?


un más allá dividido eq categorías como un hotel; eon m’
subterránko lleno de calderas para los miilus y habitacb
nes. confortables. para los buenos -se .burló Catalh&
. No, no es así. Yo te &eguro, a ti, que n h c a has faltado &
misa los domingos ni has cometido pecadas que no sean , .
veniales, que mi Ignacio no se quedará un subterrá,
todo, tiene que obme.
tcrrarte en el tu a clamar a:- y noche
por su salvaeiba? Mejor,métete en l ~ f lcanvenh.
o tengo vocaci6n &,monja, y tampato sé rezar.
Pero hay muchas-forsnm de clamar a Dios. Quiz& una de

, %eiioriia Maria A I

203
&nt&de cmzar el puate.de troncos se desmm
carirrínó delante 'de2 caballo, llev&ndOb ,asido por las
das. *

.. ' CTiienag tard.s, patrona. U n a mujer rwh6mhet,


ntrm refregaba unas m- -

' espondi6 ella.


-Ayudhdoia 8; sentir, p&tzma.-murmur6 el han-
bre que iba arriando un pi& de terneros.
razón. Las cosas hay que probarlas con
1. T i r ó las riendas del caballo y siguié av&&ndo '
%ala tarde,y la casa se hallaba obscura. Ella fue
ente al'darmitorlo y cerró.la puerta. Todavfa se
ban ahí las cosas de Ignacio: l q Camisas dobb

él qden tendrá que esperarme."

cercma. Emendid una vela, y levant6 la vista-hacia

querrá que yo pase frior este Invierno. .,


E NOVELISTAS
A L FZLO DE L A TRISTEZA,
por Edwin OConnor.
SEGUN EL ORDEN DEL TZEMPO,
por Juan-Agustín Palamelos.
CORONACZON,
por José Donoso.
LAS TRES CARAS DE UN SELLO,
por Elisa Sarrana.
Jr. CRONZCAS,
por René Silva Espejo.
QUEDAMOS EN ESO...,
por- Juan Garafulic D.
CONFESIONES IMPERDONABLES,
por Daniel de la Vega.
HZJO DE LAS PIEDRAS,
por Juan Sánchez Guerrero.
L A VORAGZNE,
por José Eustasio Rivera.
¿ME PERMZTE U N A ZNTERRUPCZON?,
por Baltazar Castro.
LAS UVAS DE L A IRA,
por John Steinbeck.
HOMBRES DEL SUR,
por Manuel Rojas.
P A R A SUBZR A L CIELO,
por Enrique Lafourcade.
LA BRECHA,
por Mercedes Valdivieso.
BARCO NEGRO,
por Carlos Rozas Larraín.
EL HZJO DEL ARBOL,
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