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RETURNTOLAHISTORIA SOCIAL, DE LA «CLASE» A LA «IDENTIDAD»
Carlos Forcadell Alvarez
tara, con sv cgredable nae a omen, pure
pore dora lnc dels conan sles elles de
latrines de de cnn
E.P. THowrsox
Qo esunacultrasine un conersc?
C. Grave
La renovacién historiografica a la que atiende este curso, afortuna—
damente, nunca cess, ¢ incluso es tan maltiple. pol yveloz
que resulta dificil seguir de cerea tantas propuestas de tantos «inter-
pretes ansiows> que pueblan los bosques, por recordar las elegan
tes metaforas de Clifford Geertz a las que se referia en otra inter
vencion anterior Juan José Carreras. No menos complieado. pero
més efectivo metodotdgicamente. es proponerse ciscernir en el bos~
que lo realmente nuevo. siempre necessrio, del peso y del poso de la
lwadicion en historia politica, en historia social. en historia cultural,
en historia, no menos indispensables también. Pues tambien los6 AROS FoRCADELLALvanez
historiadores tienen sus elasicos, que lo son porque su leetura y su
rmagisterio han poclide atravesar diversis épocas, y porque mantie~
nen alguna vigencia y significado en nuestro tiempo y por encima
(antes y después) de! mismo.
Y los interpretes. ademas de muches y ansiosos, no suelen esta
de acuerdo en la atribucién de significados, pues incluso los simbo-
los pueden ser leidos de muchas maneras. En los debates que acom-
pafaron a este curso, un participante hizo observar Ia muy variada
polisemin que podian sugerir los cabeceros de las eamas de In Re
dencia escurialense, todos ellos en forma de simbélica parila lau-
rentinas pues los significados eambian segan las experiencias. los
intereses 0 las convieciones de los individuos 0 de los agentes socia
les. Los antropslogos nunca han dejado de advertiy que lo que pare
unos es un pajavo que revolotea. para otros (un ornitslogo) es un
gavilin enfermo y. tal vex, un pobre pajarito para los miembros de
tana sociedad protectora de animales: el capitin Cook (Marshall
Sahlins, 1988) les parecia un dios ancestal los sacerdotes hawaia
nos. un guerrero invencible a Tos jefes polinesios, un buen capitan
de bareo a sus marineros. un audaz explorador a la Corona bri
nica. y bien que padeci6 en su destino esta polisemia de significados
10s dejeron de ver en el a un mito
por cuanto cuanda los hawaii
retornado, fo mataron.
En punto a tratar asuntas de venovacién historiografica, 0 a diva
gar sobre ellos, conviene partir de un material cancreto, como pue
den ser los textos que se han enviado y discutido en el VI Congreso
ordinario de la Asociacién de Historia Contemporanea. reuniclo
practicamente a la ver que este curso. La convocatoria del eongreso
pretendia cratay’ las relaciones de un saber académico constante
mente redefinido, el nuestro, con las diversas estrategias e intereses
de uso pblico del conocimiento histdrico: los materiales envindos y
discutidos. unas setenta comunicaciones al lado de una docena de
ponencias, reflejan los intereses, perspestivas, enfoques, Ins modas 0
mania, In seleccion de temac tanto camo el lenguaje y los marcos
conceptuales con los que son planteades predominantemente en Ia
comunidad profesional de historiadores contemporaneistas. Es evi
dente la importancis que cobran, incluso en los titulos, los concep
tos o palabras clave de cultura e identidad. usados en ocasiones deLAMISTORASOCUAL DELA AELASE: ALA sDENTIOAD= 7
mode indiferenciado. también memoria, que suele ser memoria
colectivny que se usa, también a veces. de modo equivalente al pro
pio conezpto de Historia, Cultura, identidad, memoria, conceptos
foros que, como es visible y sabido. ocupan un espacio progresiva-
mente inis amplio desde hace algunos afios en las preocupaciones o
perspecthas epistemolégicas del ofiei. y euyo uso preferente tiende
2 acotar o defini territories tematicos y metodologicos
El desplazamiento de la anterior centralidad de a histova social a
Ja hogemonia dela historia cultural se ha producido, con taata rapi-
dex come intensidad, en la década de los anos noventa: algunos ya se
refievon «2 la historia social que se practicaba en Ia epoca de a Ge
va Fria® para dejar bien clara la distancia con un pasado Fistorio
grifico, que, asi enunciado. parece tan envejecido y remoto como
sometide, conseiente o inconscientemente, a las miserias de las ide
logins fracasadas. Cuando las organizadoras de ese otro evento me
pidicronel titulo de la intervencidn, este interprete se puso a divagar
‘yale laconstatacion de que hoy se puede. y hasta se debe, bablar de
fdlentidad, de genero, de cultura.... mientras Ie clase permanece
innombiable, incluso como representacion, invento, simbolo orde
nor de las experiencias, matrie cultural de signifieados y secio
nes... opt por eleyi este titulo: «De la clase a la identidae', por
que auncue es tajante, tan brusco come simplifieador. puede actus
como un veclamo para pensar sobre ls caracevisiasy la genealogia
de exe veloz y visible desplazamicnto de temas, métodos y preacups-
ciones desde lo que podemos llamar, con trazo y brocha gorda. his
(ovia social clasica, hasta Ia lamada historia cultural.
Desplszamiento también del protagonismo que tuvo le configu
vacion y avaetiea pohtica de clases y grupos sacsles a Ia importancin
sobrevenida de otto po de identidades, teritoriales, nacionales, de
genera ade rect. Lt historia acid hibive renund profanlanente
cl conocimienta del pasado, pero al reclamar la centralidae para su
préctieahistoriografies ayo en un viejo y repetido pecado de sober
bia, el mismo que tienta hoy a unt historia cultural que también he
ampliado profundamente el conocimiento y el métoda historicos.
Parece que la “zaciedad no es el objeto preferente del anilisis his
{rico y, sobre todo, que no monopoliza el poder explieatzo, pero:
también parece que tampoco la «cultura, concepto igual de enci8 AROS FORCADELL ALvARER
lopédico y fugitivo. es el rico tema, nila nica fuente de expe
ciones. Y ademés estos desplazamientos no son tan nuevos ni tan
recientes, ni en la historia ni en las ciencias sociales en general: era
1973. cuando C. Geertz esexibia, en su texto fundacional sobre La
interpretacién de las eultutas®, que se estaba dando «no solo en
antropologia, sino en estudios sociales en general. un aumento
enorme del interés por el rol de las formas simbolicas en la vida
humana. Ahora, el significado (..) ha vuelto al corazon de nuestra
disciplina» (Geertz. 2000, p. 29), que es la antropologia, claro
esta, Los historiadores han practicado siempre investigaciones de
historia cultural, pero se han tomado su tiempo para adaptar y ati-
Jizar los logros de esa antrogologiaintexpretativa y simbélicaelabo-
rada y propuesta hace mas de tres décadas.
Antes de penetrar algo mas en el tems hay que advertir previa
‘mente al lector de pretendidis novedades tematiees © metodolégicas
que sin embargo se reducen « aplicar un bai de lenguaje mis 0
menos actual. en apatiencia, a temas clisicos de historia social ela-
borados con las fuentes y les métodos que se propusievon en los
aiios ochenta y se practicavor en los noventa entre nosotros. Entra
mados culturales de a protesia social, integracién simblica de! pai-
saje. construccién simbolica de dictaduras 0 de esferas
ppublicas..ete., no pasan en ocasiones de reflejar que un lenguaje
deudor de la moda envuelve investigaciones mis tradicionales, ©
incluso bien hechas, sobre conflictividad social. construceién de
monumentos, franquismo. historia de los medios de comunica-
cin... No se va mucho mis sli de bautiar de nuevo tema y trata-
mientos tradicionales, una précticsfrecuente que no es ninguna
sorpresa para nadie, aunque conviene preguntarse por qué docto-
randos o doctores recientes xe ven abligados por lo regular a ober
sus anilisis 0 relatos historices bajo este lenguaje de construceiones
simbélicss.identidades, cultura, memoria colectva.. posiblemente
tan efimero como el earateristico de la historia social en aquel viejo
mundo bipolar.
Giertamente, las orientaciones hacia una historia cultural son
algo mas que uns cuestign de moda; s los paradigmas que contagian
© invaden el conjunto de las ciencias sociales, no slo la historia,
hhan cambiado en los ultimos tiempos, parece claro que la mas{AMISTORI CUAL, OFLA sCLASE® ALA sIDENTIORD» 19
reciente invasion coronada por el éxito ha sido Ia del Hamado “giro
cultural, que se ha convertido easi en un dogma interdisciplinar.
En algunos sitios, preferentemente en departamentos de litera
tura y de inglés en Estados Unidos. y en algunas corrientes antropo~
logicas, también anglosajonss, los lamados «estudios culturales*
han pretendido constituirse, finalmente sin mucho éxito. en una
pretendida alternativa a las diseiplinas académicas clisicas. Las pre~
tensiones innovadoras y entusiastas han Ilegado tan lejos que ya es
Frecuente encontrar antropélogos que han considerado que era
enester elaborar un balance eritico de este ¢giro eultural®. hecho
desde la defense dsciplinar de la propia ancropologia. Una descrip~
cion, previaa la critica, de las orientaciones tematicas preferentes de
Jos « Cultural Studies, seAala que. en estudios de postgrado. revs
las, investigaciones en las universidades norteamericanas~ los
asuntos més atractivos y trabajados son los relativos al género y la
sexualidad, la identidad eultural y nacional, elcolonialismo y el pos-
colonialismo, Ia raza y la etnicidad. la cultura popular, representa
cién cultural, eulturas nacionales y globalizacién...ete. (C. Reynoso.
2000. p. 24). una relacién de temas que no deja de coineidir con
los intereses recientes cle muchos historiadores
Si se mira, pues, en primer lugar y fugacmente, desde fuera de Ia
prictica historiogréfica, no se tarda en encontrar eriticas heches
desde la antropologia -una diseiplina que nacié precisamente alre~
dedor del concepto de “cultura®— que detecian y subrayan un
cierto cansancio en la atencién hegémonica que la cultura, el giro
cultural, ha despertado en estos iltimos aos, en la centralidad que
se autoatribuye, una extenuacién. observa el antropélogo argentino
Reynoso, que sdlo se percibe con claridad en las metropolis,
‘mientras que en los paises periféricos la curva de crecimiento sigue
escarpada hacia arriba y es de esperar que continiie asi por un
tiempo».
Se critica, en resumen. que los modelos explieativos sean susti-
tuidos por metéforas, que la realidad quede disuelta en sistemas de
imagenes y de signos. que esos estudios culturales practiquen la
depredacin de métodos tomados de las tradiciones o diseiplinas
cientificas de las que reniegan, que tiendan a describir de forma
impresionista la cultura contemporinea en lugar de explicatla. y que20, ‘ARLOsFoRcADELL ALVAREZ
«estas perspectivas tedricas no encuentren abras de referencia segu-
158. En el globalizado mundo de la antropologia americana as eriti
‘as pueden ser feroces. y los estudios cultuvales han Iegado a ser
definidos como un marco excluyente “que permite suseitar adhe
sién sin tener que leer a Habermas. sin saber quién fue Schénberg y
sin militar en ningin partido (C. Reynoso. p. 203)
Para los historiadores, tanto Ia influencia como el reto epistemo~
lagico y diseiplinay provinieron com antevioridad de la anteopologia
interpretative de Geertz, mas que de este mods, y deriva de etudios
culturales, més reciente, que coméenzs a ser crticada desde el seno
de Is propia disciplina tradicional de Is antrapologia, o. desde otra
direcci6n, del relaivismo y eseepticismo posmodernos en sus muy
variadas formulas. Porque en esto de los girosy los contagiosantro
pologicos el historiador ests obligado a explicitar siempre en qué
concretos referentes se apoya. pues el de la antropologis es un
mundo que es une selva de tearias y de metodos, muy propenso
tambien a confundir métodos con teo
Los historiadores han podido, y pueden. sacar provecho de los
contagios
. pues el clisico perdurable que ya es Clif
ford Geerte (1926) parte a eu ver de alguien que les reeulta mis
familiar: en el texto fundacional de la antropologia interpretativa
‘que es ese brillante manifiesto sobre la «Thick Description. des-
cripeton densa, cree Geerte «con Max Weber que el hombr+ es un
animal inserto en tramas de signifieacién que él mismo ha tjido>.
La cultura serd esa trdimbre, esas telaranas de significado, ese tapie,
ese mapa, esas redes. y entiende que, por tanto, el anilisis de la
cultura no puede constituir una eieneta experimental en forma de
leyes, sino una eiencia interpretativa en busca de signifieados.
(Geertz, 2000. p. £0).
Pero la busqueda de significados tenia el propésito de compren
der, y el aVerstehen® weberiano era promunciado con reverencia
Geerte se forma en los aos cincuenta en el Departamento de Rela
ciones Sociales de Harvard. en el que su director, Talcott Parsons.
habia extablectdo una divisin del trabajo entre socislogos, picslo
408 y antropologos segin Ia cual estos sltimos evan los que se ences
gaban de ls «Cultura. Parsons. como Norbert Elias, estudiaron en
l Heidelberg de los primeros aos veinte, donde la sombra ce Max{ANISTORA SOCIAL, OF A sELASE ALA IDENTIDAD a
Weber. fallecido en 1920, dominaba la teoria social, Desde otro
Angulo. la preocupacién por el significado y laatencidn a la cultura
no faltaron en su momento entre los cultivadores de la historia
social y de la soctologie historica en Gran Bretana y en Alemania, y
sus principales tedrieos ~Giddens (1985). Kocka (1989) presenta~
ban como compatibles algunos modelos de Marx y la pluralidad
metodologica de Weber. Por este lado. la historia social no estaba
tan alejada de la cultura.
Los antropélogos. for su parte, no viven en una jaula epistemo-
logics; la antropologia interpretativa y simbdlica acuada y desple
geda por Geertz debe bastante al givo linguitstico, a la hermenesitica
de matrir floséfica germana (Gadame
la duda posmoderna, desde Heidegger hasta Foucault, a «estos
tiempos hermenéutico-semanticos® que hicieron, como el mismo
Geeria explica en unas elegantes notas de autobiografia intelectual
‘ (2002), revelan su
aguda conciencia sobre las incertidumbres de la antropologia, en un
‘tiempo eel que los miembros de las tribus nigevianas son nuestros
vecinos. mientras que lo exético y lejano es reconstruir el mundo de
los visigodos, unos tiempos en los que «cuando uno viaja a Indone-
sia. o a Marruecos no se encuentra con snatisos> y eabanas de
adobe, sino con economistas calculando los indices de Gini>. La
conclusicn es que « Francia ya no es pars los historiadores y Samoa
para los antropologos» (p. 86). y que los historiadores y los antro-
pologos # usurpan mutuamente los terrenos come «patos migrato~
ios”; unos historiadores que, en su opinion, no deber temer que
traficar con antropélogos ies Ileve a perder su alma. porque cual
{quier conjuncién entre antropologiae historia acibara «en estofade
de elefante yconejo» (p. 102), en el que el elefante, la historia, no
hha de temer que su sabor. y su saber. se pierdan,
Tampoco Ins valovacioncs estat ausentes del trabajo antropolé
sgico. Cuando el relativismo cultural conduce al relativismo eogni-
livo, no Fay forma de evaluar légica 0 politicamente una cuestion
cualquiera, Si hay multiples verdades, todas ellas vidas, y no hay un
parametro externo de referencia, lo que dice o hace Hitler tiene el
mismo valor objetivo y In misma cuslidad morel que lo que hace
Ghandi. Un conocido antropélogo materialists, Marvin Harris.
scaba de tomar la medida a estos asuntos en un libvo reciente (eras
sobre la ution lagboc fosmoderna, 2000). sélo pata reafirmarse en sus
antiguas posiciones. aquellas que le hicieran escribir en Matenalismo
‘ultural (1587. p. 352) que «solo un cretino moral sostendria que‘A WSTORIA SOCAL, BELA wCLASEn A LA IOENTIOND- 23
son igual de verdaderas las historias de Dachau contedas por un
mniembro de las $$ 0 por un prisionero, las de My Lai por el
teniente Calley y la madre arrodillada (...). La doctrina de que todo
es ficcién confunde al atacado con el atacante. al torturado con el
orturador, al asesinado cor el asesino®. Como no se puede ser
neutral entre Adolf Eichmann, un eulpable que se defiende como
inocente. y el piloto de Hiroshima, Claude Estherly, un inocente
que se acusaba de haber sido culpable, como recordé en su
momenta Gunter Anders (Neots, los hijs de Eichmann, 1988). el pri-
mer marido de Hanna Arendt. Ia querida diseipula de Heidegger.
Hay un terreno comin entre ex0s patos migratorios. Son los pro
pios antropologos los que advierten de que la cultura es algo que se
tiene que interpretar y no una fuente de explicaciones por si misma,
‘Adam Kuper (2001. p. 234). quien dice de si mismo ser un liberal
sudafricano moderadamente materialist, y sentir una muy limitada
simpatia «por los movimientos sociales asentados sobre el naciona
lismo, la identidad étniea ola religion (precisamente los movimientos
més proclives a invocar la cultura para motivar la accion politica),
afirma que ninguna teoria del cambio que valga la pena puede
cexcluir los intereses economieos objetivo y las fucrzas materiales, las
relaciones sociales que consty:Aen las elecciones. la organizacién del
poder'y la eapacidad de las personas con pistols 0 eaniones para impo.
ner nuevas formas de pensit'yde actuar a aquellos que no los tienen.
Paralelamente, ningtin historiador se puede permitir ignorar que las
ileas motivan y modulan las atcioney, E> una evidenvia ale
la cultura y. por consiguiente, la identidad, fluyen sin cesar
‘stables y dadas, sino fluidasy mas o menos conscientemente construi
das, No se puede continuar dandolas por sentadas, por lo que siempre
seri necesario historizar la preblematics nocion de cult
“Tambien los sociélogos ha sido en defensa dle su logieay tradicio
nes diseiplinares frente a la invasion de los estudios culturales: Gid
dens (2000) se lamenta de que la disciplina xe haya convertido en un
refugio de descontentos, un lugar de reunion de grupos con agendas
cexpeciales. Su libro En deers ela sciolgi es casi un grito de alarma
‘contra ese *posmodernismo®, una palabra que “earece de significa-
‘id: tisese frecuentemente: Giddens esta muy lejos de ser posmo~
ero, conveneido de que corforme conocemos mas el mundo social24 CARLOS FORCADELLALVARED
tejoramos nuestras posibilidades para transformarlo y de que . pevo a continuacién tambien
califiea de sneurasténico® al escepticismo ante cualquier tipo de
cesfuerzo ¢por enlazar las cosas en ‘gvandls récits’ con trama y mora~
leja>, y alerta sobre el hecho de que estan surgiendo intentos por
narrar historias alin mas imponentesy especiaculares, nuevos meta
‘relatos tin mas ambiciosos. como los dela globalizacion, el fin de
Is historia o el choque de civilinaciones (2002. pp. 215 ys).
Mientras Ios historiadores diseuten sobre el sentido de la historia,
1a historia lleva su marcha, Desde la vieja Europa, Giovanni Levi
prictico y teorizador de In microhistoria, también especialista en
‘asillas por lo tanto. con intencién escribe que shay dos coses que
no se han fragmentado. Una.s el poder. que sigue siendo muy fuerte.
Otro. tas iglesias. Es muy peligroso que los intelectuales crean que
‘estamos ante el final de las ideologias. No se trata ahora tanto de que-
byrar certidambres cle la inquierda, como de atacar las de In derecha
Antes criticbamos las simplificaciones dela irquierda. Es hora de cri
ticar las generalizaciones de la derecha>. Es decir. se pueden criticar
los ametarrelatos® deterministasy sestructuralistas>, se debe ir mas
alla de ellos, pero no para obtener el resultado de construir un meta
relato mas grandioso todavia, una estructura mayor e inevitable que
nos contiene, més excluyente ain de la autonomia humana que los
{grandes paradigmas deterministas que en el mundo han sido.LUsnIsTORIA CIAL, OE LA WCLASE® ALA sIDENTIDAD 8
Entre os historiadores, al menos en el terreno tedrico, no hay
rreacciones 0 alarmas tan frecuentes ni tan vivas contra el paradigma
culturalista, similares a los que podemos encontrar en la propia
“ntropolegia. en la critica literaria o en la sociologia -y menos entre
Jos historiadores espafioles, entre los que suele reinar un arable
‘consenso=. porque no hay una masa critica de estudios enorme
‘contra la que reaccionar en defensa de ls diseiplina, porque siempre
ha habide y se ha practicado una historia cultural. porque el despla~
zamiento hacia el centro de la escena historiogratfica de la cultura se
ha produrido desde el interior de las propias tradiciones diseip'ina
res. y porque, por muy nueea historin, polities 6 cultural que se pro—
ponga. nadie se identifica claramente con una ruptura radical. y lo
habitual es. en todo caso, defender una revision y actualizacién de
los modelos de historia politien, social y también econémiea, que
tantos frvtos han dado en Europa en la segunda mitad del siglo Xx,
‘en Espaaa en las dos ultimas décadas.
Las propuestas mas radicales entienden que la historia se diferen~
cia poco de la ficeéon:; Ia iden bisica de la teoria posmoderna de la
historiografia es Ia negacion de que In eseritura historiea se refiera a
Veasa entre
tun pasado histévica real, pero nadie predica ni practica
nosotros, es un asunto que discuten fuera, Los altimos libros de
Fontana ‘a hitoria de los hombres, siglo XX, 2001) pueden entenderse
como una defensa de Ia historia. un titulo habitual en los aitos
noventa entre los istoriadores franceses y britanicos, alguno ¢e los
cuales (par ejemplo, R. J. Evans, 2000) se regoden describiendo
como Pasl de Man, el prestigioso historiador de Yale, responsable.
ands que Derrida, de considerar que la historia eseritaesen realidad
fiecidn disfvazada, habia esritoterrblesarticulos anisemits para un
periodice nazi en su Bruselas natal durante la ocupacion alemana: es
decir, habia reescrto sa propia historia despues, ocultando la reli
dad del pasado, de modo que tenia hasta intereses muy personales en
neg la existencia del pasado o la conveniencia dle conocer.
En los ochenta sobre todo ~tambien en los noventa~, en I Tia
mada edid de oro de la historia social. este rdtulo, el de histor
social, ocupaba la centralidad historiografica, cruzando sus eaminos
com las teorias y métodos de la sociologia, de la sociologia historic.
} multiplicando los estudios historieas sobre la accion colectiva de26 ‘EARLOSFORCADELL ALVAREZ
sujetoscolectivos concretos: elites o trabajadores campesinos o bur-
gueses. *Cenicienta> no era la historia social, pero aunque lo
hrubiera sido, tampoco llegé a ser casi ni sprincesa>, pues aunque
patecié cue iba a reinar,estailusion resulté ser mucho més breve de
lo previso. La historia, en le que tantos han pretendido reinar, ha,
acabado siendo més una republics bastante federal, aunque, como
en todas las repiblicas, tampoco todo vale. Por ejemplo. del carae
ter construido de una teoria, de un relato, no cabe deducir que
‘cualquier teoria o cualquier selato sean vilidos
La historia social de los ahos setenta y ochenta estaba orgullosa de
#4 centralidad historiografic. despues de haber combatdo agresiva-
la historia aspire
cin a ocepar el centro del escenario entroen crisis, yéste fue siendo
‘ocupado paulatinamente por esa historia cultural que, segtin algunos.
ces la que esd pecando ahora de excesivo e infundedo orgullo,
El éxito Ia influencia de la antropologia mkbrettica. el ejemplo
dle Geerts si se quiere, ha animado a los historiadores a emprender
anilisis euk wales ya irse alejando de lenguajes. temas y problemas
de caricter social y econémico. Pero también se puede sostener que
hha sido prechamente de ese activo sector de historiadores sociales,
airando fuera, hacia otras diseiplinas. «la antropologiay a la lin
giistica principalmente, y en un mundo radicalmente diferente
desde 1989, de donde han surgido las principales propuestas de
revisin, de actualizacion y de renovacion bistoriografice. Las segu-
idades del edificio de ta historia social comensaron pronto a ser
cuestionadas desde diversos frentesy desde el interior de la casa. Un
articulo de Natalie Zemon Davis. que traduca la revista Historia Socl
en 1991. somenzaba con la contundente frase de que la historia
social, a finales de los ochenta «como minimo es, ademis, historia
cultural. La historia social clisiea mantiene estrechos vinculos con la
socfologiay la economia: la nueva historia social parece mantenerlos
amas bien con la antropologiay la literatura. Lo que los historiado~
es comensaron a denominar €nueva histovia social era tambien el
programa pricritario para el franeés Chastier (1994). que propone
twansitar ede la historia social de la cultura ala historia cultural de
lo social» desplazar Ia atencidn de las estructura: a las rede, de as
normas colectvas alas situaciones singulares, te.
1 y narrativa, pero pronto{nsTORA SOCIAL, DE LA “CLASE> ALA OENTIOAD® 27
Lacrisis no era tanto Ia de la historia, 0 de la historia social,
cevanto de los grandes paradigmas explicativos estructurales, ya fue~
yan de raiz annalista. 0 ya funcionalista 0 marxista lo cual también
les sucedia a los antropélogos. solo que desde la ventaja profesional
de no tener que justficar la relevancia de las dimensiones culturales
y simbolicas de la realidad. lo cual venia siendo tradicionelmente su
propio territorio. Para Bernard Lepetit (1995) le nueva historia
social procede de una renuncis a toda determinacion social. Nume~
ros0s historiadores en todo el mundo han resecionado contra toda
forma de relato histérieo unilineal, sea de inspiracion materialista
historica 0 funcionalista estructural, como escribe Stedman Jones
(1998). Ese trinsito hacia la centralidad de la historia eultural puede
ser contemplado como una ruptura, pero también como una recon
vyersidn, pues, en definitiva, esa propia disciplina la que dispone en
su interior de recursos para renovarse, unos recursos que venian de
la tradicién, nunca abandonada. de estudios de historia cultural
como los de E. P. Thompson, a quien también reconoce como pio-
nero el eclecticismo de los Cuitzral Stud, de los historiadores alema
nes dela Allagigachiche. acusados por sus mayores de practicar. pre
cisimente, una antropologia histérica interpretativa (aquellos. por
su parte, imputan a los primeros el cargo de que se reducen a prac~
ticar una soctologia historiea aplicada ala sociedad alemana). de la
mierohistoria italiana... ete-
No han faltado tampoco. entre nosotros, historiadores y te6ricos
de los movimientos soeiales que han advertido y propucsto, ya desde
mediados de los noventa, estas evoluciones de «Ia ideologia a la
identidad> (Laraha y Gusfield, 1996). 0 han opinado sobre el lugar
central que deben ocupar los factores culturales sustituyendo al que
antes tenian las variables demogrifica, econémiess 0 sociales (Pérer
Ledesma y Gruz. 1997). siempre para algo a lo que se sigue denomi
nando «historia social (nucwa).y todavia no historia cultural
De la historia social elisies, a la que no le ha quedado mucho
tiempo para aportar cosechas regulates a la historiografia espanola,
procede la reivindicacion de la ciudadania como agente y sujeto his
\rico principal, en sustitucién de la clase trabajadora, ante la evi
dencia de que son muchos. histérica y politicamente, los movimien-
tos sociales que han conquistado derechos civiles y politicos. no solo28 {eARLOSFoRCADELL ALVAREZ
desde y para los trabajadores, sino desde y para las mujeres, las
‘minorias ractales o sexuales, etc. La ciudadania ss la candidata mas
cualificada para constituir un amplio sujeto hisérico que permite
agrupara sectores mas amplios que la clase obrere tradicional, en un
mundo en el que escasea tanto el trabajo fijo como Ia identidad pro:
fesional o laboral. La clase obrera organizada fue un agente histo
rico y social importante en la conquista de derechos politicos, y
Juego sociales, pero las vaices de la ciudadania y de los derechos son
mas amplias y plurales: Ia burguesfaantifeudal les propietarios bri
Lanicos, el pueblo en su conjunto y. singularmence desde fa segunda
‘itad del XX, unos nuevos y potentes movimientos sociales, fe
nistas, negros, indigenistas, eeologistas. sobre los que ha cabalgado
Ja mayor extensibn 0 generalizacion de la ciudadania, Las principa
les fronteras de exclusion de la ciudadania han sido, y son, la clase,
pero tambicn In raza y el género. todo lo cual exige nuevas politicas
¥ nuevas historias (Pérer Ledesma, 2000).
En Espana no se ha desarrollado en profundiad esta agenda de
Ia renovarisn historiografica que lleva al protagonismo de la histo
ria cultural, y menos atin en términos de ruptura radical com las
pricticas hisoviograficas anteriores, aunque hay salicente informa
sidn sobre estas perspectivas, y una extendida preoeupacién por
alasmarlas en la investigacion historiea, Posiblemente la mejor obra
de referencia siga siendo la de Javier Ugarte (1998), quien, en su
estudio sobre los requetés alaveses y navarvos. se alteve a internarse
por una explicacién sociocultural de la guerra civil ya «realizar una
cierta indagacién antropaldgien» ele la misma
En la historiografia briténica el desarrollo continuo de la historia
cultural durante los atos noventa ha cuestionade la hevencia de la
influyentetradicion cle historia social de las décacas anteriores. Los
historiadotes britinicos subrayan hoy que, pata la época estudiada
por E. P, Tompson, los conflictos no son tanto de clase como étni
‘os, entre las naciones que constituyen la Gran Bretana, y de earécter
prineipalmente religioso: la guerra eivil es denominada ahora «la
guerra de los tres reinos>. Cuando en 1990 se publicaron los tres
solimenes de la Comtride Socal Histo of Briton dirigidos por F. M. L.
‘Tompson, surgieron criticas que veian en esta gran obra una margi
nalizacion de la nocién de clase que conducia a preducir una imagen‘AnIsTORIA SOC, OFLA
(James Thompson, 2002). Ahora interes mas Ia unidad e identi-
dad cultural de la epoca victoviana que el eambio social, y abundan
Jos trabajos que tienden a relaivisar el papel de ls relaciones socia~
lesen comparacisn con otros factoresientitarios como el género ©
Ia nacién,
La renovacisn histoviografica se desenvuelve, en buena medida
creanda y configurando nuevos sujetos, haciéndolos mis vsibles. y
Ja stencion @ los nuevos sujetos ha sido propuestay desarvollada, lo
es también, en buena medida, desde los practicantes de la hi
social. Pasa muchos la cuestisn no consist tanto en negar la clase,
niel cambio social, sino en reconocer que los lazos de identidad
social 0 politica han estado constantemente eondicionados e incluso
parcialmente producidos a través de otva suerte de identidades tales
como el género. la pertenensia @ una nacién. las herencias culeura
tes, el leniguaje, Ia raean. Eu wdly eau, los hntoriaduses eopatiules.
‘mas inclinados al amistoso consenso. no pareeen mis propensos
dlifundiry proponer la practia de estas opciones teéricas historio~
_gificas que a diseutir sobre ells
Es evidente el notable desarrollo y prioridad que estén mere
ciendo, aquty sli. dentro y fuera. formas de agrupamiento distintas
dela clase: género, etnicidad. identidades culturales y territorial,
pero su atencion y tratamiento han sido desplegadas tambien desde
la sociologia y desde la historia social. Otro asunto es que, a todo
esto junto, sumado y revuelto, ¢ le denomine «cultura, concepto
que no acaba de definir con claridad un espacio de aniliss. ©
identidad. por analogia. Y otro asunto, mas distinto ain, es que
interese defender que los coriictos basicos hoy. y en In histor
no se deben defintr por diferencias econdmicas, sociales o ieolog
cas, sino que los enfrentamientos fundamentales lo son por razones
culturales, que er lo que propone aquel “viejo tedrico de Ia guerra30 CARLOS FORCADELL ALVAREZ
del Vietnam encargado de poner en funcionamiento un nuevo
paradigma conservador® que ex Samuel Huntington (Fontana,
2001). La prictica de la historia cultural mis razonsble y eficaz para
el historiador es la que viene desarrollada desde las diversas tradicio
nes disciplinares de la historiografia, siempre beneficiada por bue
‘nos conocimientos y contactos con las diseipinas sociales vecinas: en
la altima década estos contagios con la antropologia interpretativa
hhan producido efectos positivos en el andlisis histdrico, y han sido
ims atractivos y mas necesarios para quienes han sido mas sensibles a
la desesiructuracion posmodernista de los grandes paradigmas.
En ciencias sociales se puede utilizar preferentemente el concepto
‘cultura desde la invitacion al reconocimiento de tn cierto con
senso comanmente compartido, o se puede retener en su seno el
reconocimiento y la especial valoracién del conflict. social y culeu~
ral, Esta oposicion es la que expresan, en definitiva, ls citas de E. P.
‘Thompson y de Geertz que encabezan este texto. Ciertamente, la
inflexion antropologiea que ha influido en los historiadores sociales
puede sugerir una visién demasiado consensual de la cultura. Al
menos en el uso mas generalizado de un concepto perfectamente
‘educcionista de cultura: la referencia a una cultura campesina, eul
tura republicana, cultura aragonesa o galega.... tanto sugire los ele
‘mentos comunes entre campesinos. galego, aragoneseso republica
‘nos como invitaa olvidar la difereneiacian social o los conflictos en el
seno del campesinado, de los gallegos, de los aragoneses o de los
republicanos: és ese! Samable perfume> del consenso
Y aqui es donde aparece lo de Is ientidad, porque aquello que se
pretende coman a cualquier colectivo es #la identidad>, un con=
‘epto intercambiable en este sentido con el de cultura; identidad
campesina, aragonesa, gallega. republicans, cuando no se usan jun
tos y sumados formando un pleonasmo: cultura ¢ identidad... del
primer iberalismo espanol. el earlismo, el Ako Aragén, etc. Es ficil
demostrar que el triunfante concepto de sidentidad> se usa mal en
lvocabulario y en el andlisis hitrieo, se usa sobre todo demasiado,
y configura junto con el de cultura, y también el de memoria, una
especie de canon de lo pretendidamente cortectoy actual, que como
toda convencién, merece ser objeto de analisis critica, Y que segura~
sente resultard, con el tiempo, como tantos otros pretendides cino-[LAWISTORIA SOCIAL DE LA «CLAGE ALA iBENTIOADH 30
nes anteriores, mas fugar y temporal de lo que nos parece hoy. Tam
Dien ervisible que en la historiografia espanola la obsesién identita
ia esté manifiestamente sesgada hacia una principal dimension de lx
‘€identidad la territorial, regional. nacional, necioné
Y de nuevo puede convenir asomarse al territorio del vecino para
observar como los antropélogos trabajan con el concepto de «iden-
tidad®, Un proyecto de investigacion de antropélogos culturales
planteado desde la universidad espanola critica los «resabios parme-
nideos> de quienes consideran las culturas que estudian como algo
fijo, esencial, invariable: «La lente identitaria fija la foto, toma lo
inevitablemente provisional por definitive. lo temporal por eterno,
lo contingente por necesario® se lee en un libre reciente de titulo
prometedor —Lasilusionesdeladentided~ indicativo de la conviccion y de
Iaconeusion de que los enfoques identitarios presuponen general
mente una epistemologia esencialista>
Si los antropélogos. que en principio parecieron destinados a
ocuparie de estudiar sociedades mas inméviles o congeladas, dicen
esto. parece razonable pensar que los historiadores. expertos en el
tiempoy en el cambio. mas heracliteos que parmenideos por defini
ion y por formacién. debieran reflexionar en esta direccion. Pero
no, eneste terreno, como en las disposiciones criticas de algunos
sobre los estudios culturales. parece que los entropélogos también se
nos han adelantado. y que se atreven a hacer afirmaciones mas con~
tundentes que los historiadores, quienes. de momento, no llegan ni
a enunciarlas ni a debativlas: «A las hipostasis identitarias s6lo les
dan su aparente solide en el pensamiento las emociones oscurss,
suseitadas por falsas ideas, y los intereses reales o imaginarios que
ereen encontrar un firme fundamento en la cosificacién de la pre
sunta identidad que ellos mismos auspician» (P, Gémez Garcia
coord., 2001. p. 31). Los antropélogos no tienen inconveniente en.
hacer afirmaciones que son muy evidentes para los historiadores,
como lh de encontrar, después de buscar. una identidad real y ver~
dadera, pero oculta, en los intereses sin identidad publicamente
-confesable.
Las eriticas son radicales, contra unos apologetas de las identida~
des étn:eas que aun no han descubierto a Darwin, estin en tiem-
pos de inneo. y que después de haber abandonado el anslisis de32 [CARLOS FoRCADELL ALvARE2
| , término que en un principio no fue mis gue un eufe
rismo para sustituir la palabra , sidentidad cultural, «identidad nacional
veces hecha a la medida. Filones para la investigacién y la obten
cidn de subvenciones.., ete.» (p. 36). La etnicidad suele ser algo
mas quela simple organizacién social de ls diferencias cuturales, El
sujeto pueblo es un concepto tan endeble como el de etnia. Para
estos autores, en resumen, la einis, como la raza, sélo cobran signi
Fiescién cuando son wlizadas para la disesiminacién politica, pues
, sobre todo si sta
escolectiva, desde el momento en qui cualquier «identidad colectva®
necesita una ALA OENTIOAD» 33
ria ot la historia. Hay que estar, como de cosumbre, alerta para
observer cul es la memoria real. a dentidad concretay los intereses
de quienes proponen y enuncian identidades y memorias colectivas
EL ésto del tema de la memoria nos ha trai:
Ia reedicign de Ia obra de wn socidlaga Francés de los nos veinte que
se planteé su aniliss con rigor. Maurice Halbwachs (Lescadesseciaurde
laménove, 1925). quien entendia que la memors tiene un caricter
fundamentalmente social y que la de los individuos se estructura en
funcion del marco social y de Ios grupos y experiencias comunes de
que se participa, proponiendo pioneramente una sociologia de la
memoria: Halbysachs ya diseutia de las relacion: e
historia con Mare Bloch, euys suerte compartio en eferta manera
pues ése murié de disentevia en Buchenwald en trazos de un antiguo
alumne suyo que le lea versos le Baudelaire en su agonia, segin nos
cuenta Jorge Semprin, que era ese alumno, en Lacxritureoleude.
Nad que ver con la prictica de un uso simplifiead y reduccio.
nista del concepto de memoriam tanto que en cualquier indice de
arviculos de ciencias sociales se pueden encontrar los descriptores
‘chistoria® y memoria» usados conjuntamense en centenares de
{ulos. y normalmente como sinénimos, cuando son claramente
distintos, desde el momento en que la memoria es aquello que se
recuerda, un recurso para el analisis histérico. algo bastante die
tente dela histovia
La historiografia espanola estéaplicando ahora los presupuestos y
recetas de Los lugares dela memoria de Pierre Nora, se estan estudiando
estatuas, monumentos,callejeros, pero los lugares de la memoria de
Nora eran unos lugares de la memoria nacionsales, franceses
lite, wo, en el veut pi,
‘ado la propuesia de Nora como un artificio para sustituir Ia iden
Lidad ce clase por la identidad nacional y se han referido a la
(R. Chartier,
2002). La historiografia, Ia reescritura del pasado, tambien es la
resultante de perspectivas plursle; lo efimero y fragt! de la hegemo-
de fos paradigmas de conocimiento no es ningun impedimento
para quela contribucién al conocimiento del pasado de sus principa-
les cultvadores, ayer como hoy. cea lo suficientemente consistente
‘como para que algunos de ellos. y algunas de sus obras, se conviertan
fn clisicos
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