0% encontró este documento útil (0 votos)
132 vistas10 páginas

Galeotto Cei: Narrador del Nuevo Mundo

Galeotto Cei fue un comerciante florentino que vivió 14 años en Venezuela y Santo Domingo en el siglo XVI. Escribió un relato de sus experiencias llamado "Viaggio e relazione delle Indie". En su obra describe las condiciones paupérrimas de indígenas y españoles comunes, observa con agudeza las costumbres locales, y registra palabras de lenguas indígenas como arepa, aripo y hallaca. Cei participó en la fundación de El Tocuyo y ofrece valiosas imágenes sobre el est

Cargado por

Emilia Avis
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
132 vistas10 páginas

Galeotto Cei: Narrador del Nuevo Mundo

Galeotto Cei fue un comerciante florentino que vivió 14 años en Venezuela y Santo Domingo en el siglo XVI. Escribió un relato de sus experiencias llamado "Viaggio e relazione delle Indie". En su obra describe las condiciones paupérrimas de indígenas y españoles comunes, observa con agudeza las costumbres locales, y registra palabras de lenguas indígenas como arepa, aripo y hallaca. Cei participó en la fundación de El Tocuyo y ofrece valiosas imágenes sobre el est

Cargado por

Emilia Avis
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 10

NOTAS

INVESTIGACIONES LITERARIAS GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR


145 JOSÉ BALZA
GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

146
INVESTIGACIONES LITERARIAS JOSÉ BALZA
INVESTIGACIONES LITERARIAS. ANUARIO IIL, N . 17 V. I-II ENERO - DICIEMBRE 2009, pp. 147-154
O

GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

para María del Rosario Jiménez

Galeotto Cei o Cey (1513-1579), comerciante florentino exilado en


España, escribe después de 1560 su Viaggio e relazione delle Indie,
cuyo manuscrito permaneció inédito en el British Museum de Londres
hasta 1992. Allí narra su experiencia de Santo Domingo y Venezuela,
donde vivió 14 años a partir de 1539.
Castigado por intrigas y razones políticas de la corte italiana, intenta
con resultados no siempre exitosos establecer negocios activos e
importantes para el comercio de aquellos países. La burocracia, el
fanatismo religioso y la flojera de los españoles frustran sus proyectos
comerciales.

GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR


En opinión de su estudiosa Luciana de Stefano (2002), Cei
desestima la publicitada riqueza del Nuevo Mundo, no se hace eco
de la leyenda de El Dorado y descree de las Amazonas y otras
invenciones de los conquistadores. Reconoce la condición paupérrima
en que viven indígenas y españoles comunes, aunque estos, todos,

JOSÉ BALZA
“donde no sienten riquezas no se acercan1”, según el viajero.
Para de Stefano, Cei advierte que “los mestizos constituyen un
nuevo y abundante grupo social”. Escribe el comerciante: “No puedo
147
dejar, hablando de cristianos, y de indios y negros, de hablar de un
cuarto género, esto es, de los mestizos; mestizo se dice de lo que
INVESTIGACIONES LITERARIAS

tiene mescolanza, esto es, hijo de cristiano e indio y hay en cantidad”.


Añade que son agudos de ingenio cuando pequeños, don que pierden
al crecer, propensos a las mujeres, al juego y la gula, ajenos al ahorro,
ya que no les importa el mañana.
Admira especialmente a los caquetíos: “en ninguna parte de las
Indias he visto más bellas mujeres”, como esas del valle de
Barquisimeto, “por eso lo nombrábamos el Valle de las Damas”. “Son

1
Todas las citas de Cei Galeotto provienen de la edición de 1995.
estos indios caquetíos bellos hombres, más que las mujeres”,
maestros en hacer canales para conducir las aguas entre los montes.
Cei debió aprender mucho de su lengua. Respecto de los cuicas:
“…aquí encontramos que los indios apenas conocían el oro, ni lo
estimaban, diciendo que no era bueno para comer”.
“El maíz se convierte en la gran riqueza —anota de Stefano— y a
medida que vamos leyendo la relación de Cei se siente que aquel
oro pasa a un segundo término y que lo más buscado es el maíz, que
a menudo, como hemos visto, denomina ‘tesoro’ o ‘nuestra riqueza’”.
Cei tiene una opinión negativa sobre el padre Las Casas y considera
a los clérigos como simples aprovechadores; observa con agudeza y
exactitud el medio y las actividades cotidianas de la gente. Recoge
—siempre de Stefano— 14 voces caquetías (que no han sobrevivido),
65 taínas, 40 del caribe insular y Tierra Firme. Da por primera vez
testimonio de algunas palabras y de su sentido, vitales hoy en nuestro
vocabulario. Entre ellas: arepa, aripo, baba, tapara, pira, yopo,
cachama, cachicamo, carare, caruba (guacharaca), cocuiza, cocuy,
fotuto, múcura y consagra este primer registro a nuestra tradicional
hallaca:
GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

[al maíz] “lo ponen en remojo de un día para otro y lo


muelen en ciertas piedras, hechas como se ve en el
margen, un poco curvas, dándole encima con otra
piedra, que se tiene en las dos manos; pónese una
JOSÉ BALZA

india en cuclillas o arrodillada, por un costado de la


piedra, poniéndole encima en su lado cóncavo un
puñado del grano y un poco de agua y con la piedra
a dos manos lo va moliendo, hasta que lo hace
148 masa, después hacen unas panelitas como pastillas
de jabón y las envuelven en hojas del mismo maíz o
de caña y poniéndolas a cocer en una vasija grande
INVESTIGACIONES LITERARIAS

de tierra, donde caben muchas, dándole a cada indio


una o dos y algunas veces las guardan tanto que se
vuelven ácidas…(…) y a esta clase de pan llaman
aiaccas”.

Si seguimos a de Stefano en sus notas biográficas sobre el


comerciante, podemos verlo ser testigo directo (a diferencia de Oviedo
y Valdés y de Aguado) de importantes hechos en el establecimiento
de la Gobernación de Venezuela. Cuando llega a Coro la ciudad no
posee sino “diez casas de paja”; y confiesa: “y como allá me debían
dinero, ciertos amigos míos me persuadieron de que era bueno ir
allá y yo, por no estar en Santo Domingo gastando y oír
importunaciones de matrimonio, me resolví, pensando en dos o tres
meses estar de regreso”.
Vive los cambios de Gobierno de Juan de Carvajal y Juan Pérez de
Tolosa; presencia el encuentro de Carvajal con Felipe de Hutten y
Bartolomé Welser (“Esta provincia de Venezuela fue dada a los Welser
para descubrir, los cuales han gastado en ella 150.000 escudos y
hoy está más pobre que nunca”) así como la decapitación de ambos;
y, sobre todo, participa en la fundación de El Tocuyo (“nuestro pueblo”),
desde donde se originarán sus expediciones hacia diversas regiones
del país, fuente de sus memorables imágenes.
Al escribir el “protocolo” de sus viajes Cei desea complacer a su
amigo Bartolomeo Delbene; de allí las frecuentes alusiones
autobiográficas en el texto. Sabe que para enmarcarlas necesita pintar
los momentos destacables y el ambiente en que ocurrieron. Quizá su
finalidad principal haya sido exponer aventuras, peligros, pequeños
triunfos económicos y el fracaso de sus planes comerciales. Sin

GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR


embargo, no es ajeno a la construcción de un personaje —él mismo—
cuyos matices oscilan entre el dato externo y frío y la introspección
sutil, como ya hemos podido vislumbrar. Tampoco escribe Cei para
rendir un informe oficial y esto otorga a sus palabras humor,
desenfado, libertades que acentúan en la narración tanto lo personal

JOSÉ BALZA
como la sensibilidad hacia factores de índole emocional. ¿No es esta
la primera autobiografía deliberada entre nosotros? Sí, tanto por su
apoyo en el testimonio paralelo de lo que ocurre a su alrededor como
de los sentimientos vividos; tanto por su no siempre indirecto modo 149
de dirigirse al lector como por el marcado acento oral con que el
viajero se expresa, carácter casi natural en quien no es un cronista
INVESTIGACIONES LITERARIAS

profesional o un historiador.
Vale la pena detenerse en su primer párrafo: “Por distintas pullas,
preguntas y reproches he sido herido en este regreso mío de Indias,
tanto por amigos como por enemigos y malintencionados, pues si
bien nunca faltan algunos llenos de justo y honrado deseo de saber
las cosas de allá, hay otros que sólo buscan un motivo para tener de
qué reír”. Tono de conversación, porque más que búsqueda de estilo
—tan frecuente en algunos cronistas de ese siglo— lo que caracteriza
estas memorias es su expresión directa, casi hablada.
Sale de Coro a principios de 1545
“para ir a descubrir y poblar, con cerca de 80
hombres, 12 mujeres, más de 1.000 indios e indias
de servicio, 60 yeguas, 150 caballos, 80 vacas, 200
ovejas, 50 cabras y ciertos pocos asnos y puercos;
yo solamente tenía 14 entre yeguas, caballos y
potros, un esclavo negro, una india y un indio muy
malos en lo que se refiere a servicio. Iba vestido de
cáñamo, zapatos de cuerdas como todos los otros
aunque en la carga llevaba mis camisas y mis
vestidos. Se necesita llevar consigo todas las cosas
necesarias: una piedra para moler, un caldero, un
par de platos…”

Van hacia el poniente, por la orilla del mar; quince días después
giran al sur. Marchan con el día y por la noche hacen guardias. Esta
es una visión suya a orillas de la laguna o lago de Maracaibo, visión
que recorre cierta espina central en nuestro destino:
“Junto a dicho lago hay unos charcos en el que caben
ciertos pozos de asfalto, en gran cantidad, que de
GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

día hierve con el calor del sol y corre hacia algunos


lugares y de noche se cuaja; es negro y se endurece
más que la pez y se licúa aún más. Llámanlo los
indios mene, y se sirven de él los cristianos cuando
estaban poblados en dicho lago, para embrear las
naves y las barcas”.
JOSÉ BALZA

Meses después, durante otra salida, por las “sabanas de Carora”,


150 en situación precaria, “estaba un día en acecho yo solo, en una laguna
donde solían venir los indios por agua”; quiere atrapar a alguno que
les sirva de guía:
INVESTIGACIONES LITERARIAS

“Ocurrió que adonde yo estaba se acercó una india


por agua y por descubrir si estábamos allí; era de
más de 30 años; cuando llegó a la laguna me descubrí
y la agarré y ella comenzó a defenderse y hacía
fuerza por no venir conmigo y no queriendo matarla
ni hacerle mal, estaba yo más bien ayudándola. Pero
en fin, cuando vio que no podía soltarse de mis
manos, se puso una mano en el trasero y
descargando el vientre me impregnó con eso toda la
cara, de modo que no solo la dejé sino que por el
mal olor me arrojé enseguida a la laguna de cabeza,
donde al ruido acudieron los otros e hicieron ellos
de mí un bello espectáculo. La india huyó y no quedó
más de qué reír. Esto ocurre algunas veces porque
se tiene por cosa vil herir o matar mujeres”.

Un español no hubiese tenido la sinceridad de mostrar esta escena.


En ella, como dijéramos, asoma un atisbo de humor grueso o
escatológico, que sólo reaparecerá, como relámpago, en la prosa de
Juan Antonio Navarrete y Francisco de Miranda, en el Siglo XVIII o en
los versos de Salustio González 250 años más tarde. También en las
narraciones de Salvador Garmendia, de Denzil Romero y otros
narradores en la segunda mitad del siglo XX.
Como dijimos, será testigo de la emboscada que el gobernador
Juan de Carvajal tienda a los Welser y se salva milagrosamente de
ser también ajusticiado por él:
“El juez se puso pronto en camino con 60 personas,
la mayoría era de los que habían venido con Felipe
de Hutten, y llegó el 27 de agosto (1546). Aunque
los indios habían dicho que venían cristianos, nuestro

GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR


gobernador no lo quería creer y le cayeron encima
sin que se diera cuenta y prontamente fue hecho
preso con sus secuaces. En un guante le encontraron
una lista donde había escrito los nombres de los
ocho que quería matar, de los cuales yo era el
segundo. Le pregunté el por qué, me dijo que me
quería mal porque le decía la verdad y por cierta

JOSÉ BALZA
cuestión que, por una mujer, tuve en Santo Domingo,
donde él se entrometió; entonces conocí cuán mal
partido es mantenerse neutral, que si yo hubiese
querido lo habrían muerto, y después me resolvería 151
siempre de correr porque quien quiere correr dos,
siempre sucede que no corra ninguna. Ya preso, le
INVESTIGACIONES LITERARIAS

fue encontrado aquella cosa y una carta real apócrifa


y falsificada por él, en la cual se le daba plena
autoridad, que no tenía en realidad. Hiciéronle su
proceso y, guardados todos los términos, fue
condenado a la horca…”.

Se acercaba Cei a los 33 años cuando inicia en 1545 el registro


mental de sus impresiones. Sagaz para oler posibilidades de negocios,
decidido a emprender los recorridos más desafiantes, no sólo aplica
su vitalidad a explorar y practicar el comercio, sino que atiende con
ojo agudo a comidas y sabores, trajes, detalles en la fabricación de
canoas, otros medios de transportes, condiciones meteorológicas,
distancias, intrigas íntimas y políticas, esclavitud y exterminio de
esclavos indios y negros. Y su sensibilidad corporal se detiene en
costumbres sexuales, desnudez física, dotación erótica de hombres
y mujeres, con insistente complacencia.
En 1550, teniendo como objetivo la Nueva Granada, realiza Cei su
viaje por los llanos. “Estos llanos tan nombrados por mí (…) son
grandísimos y tienen de diámetro más de 250 leguas, de modo que
parecen formar un grandísimo mar…”, comienza.
Y prosigue:
“Hay además el riesgo de perderse, porque son tan
similares estos llanos que no se reconoce uno del
otro, y perdiéndose de vista las montañas, se queda
como en el mar, y recorriéndolos de aquí y de allá,
quien no fija bien la atención en alguna señal se
pierde, máxime cayendo y estando medio aturdido.
El mejor remedio es dejarse llevar por el caballo,
que siempre lo lleva a uno a donde están los otros
caballos”.
GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

Una cumbre de la poesía romántica venezolana, Francisco Lazo


Martí (1901), acudirá en el siglo XIX a una metáfora de esta raigambre,
cuando diga: El llano es una ola que ha caído/ El cielo es una ola que
JOSÉ BALZA

no cae.
El sentimiento de lo infinito, del peligro y el desvarío en la llanura
será muy bien expuesto por Rómulo Gallegos en sus novelas. Pero
152
antes, ha comprobado Cei:
INVESTIGACIONES LITERARIAS

“Dichos llanos en invierno, cuando llueve, son un


infierno y no se puede caminar por ellos estando
llenos de agua, ni por bosques ni prados, crece allí
hierba altísima que a menudo a caballo no se puede
sobrepasar y aun estando poblados de ciervos y
animales, no se pueden cazar, que los caballos se
hunden en la tierra hasta la cincha y los perros por
la hierba no pueden correr. Al contrario, en el verano,
secándose el agua, se corre a caballo por la hierba
y se matan fácilmente los ciervos con la azagaya;
después que la hierba está bien seca se le pega
fuego, que en un día y noche, si corre un poco de
viento, se queman 20 leguas, siendo todo paja, y
pasan llamas y chispas por ríos pequeños y por
bosques y cañadas”.

[…] “Están estos llanos muy deshabitados; la causa


de esto son los cristianos, que pasando por ellos
cuando van a descubrir, por malignidad y necesidad
han destruido todo, llevándose con ellos los indios e
indias más jóvenes, dejando los viejos que allí
mueren”.

[…] “caminar no se podía porque no había vía abierta,


pues es un país donde aunque hayan pasado un
mes antes 100 hombres a caballo, no se ve la señal
del camino, pues todo se recubre de hierba por la
gran humedad y el calor; la tierra es muy buena,
negra y fértil”.

No en vano Cei está escribiendo su autobiografía. Y de una manera


muy particular tanto el tiempo que ha pasado entre sus evocaciones

GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR


y los hechos vividos, por un lado; o el misterioso influjo de aquel
presente, de aquella realidad, lo impulsan a revelar imágenes
inesperadas en un hombre práctico, realista y burlón. ¿Hechizos de
la prosa misma, interludios de ensoñación? ¿Qué faceta del viajero,
del comerciante, hace posible que nos cuente este detalle, casi carne

JOSÉ BALZA
pura de la ficción? Se trata de un instante en los alrededores del río
Apure:
“Me fui con mis perros, armado con la azagaya en 153
mano, y llegado a este lago comencé a pescar;
había matado un ciervo por el camino, con los perros,
INVESTIGACIONES LITERARIAS

los cuales andaban corriendo un poco por el bosque;


de pronto comenzaron a ladrar y pensando que fuese
un tigre corrí para socorrerlos. En esto escuché caer
al agua cosas pesadas, llegado allí vi en la charca
dos bestias hundidas hasta el cuello en el agua, las
cuales eran como un potro de 18 meses, de color
pardo, aunque la garganta, junto el pecho era
blancuzca con manchas marrones; la cabeza como
león; ojos, nariz, boca y orejas como hombre, pero
achatado el rostro; en el filo del cuello una especie
de ciertas escamas repartidas aquí y allá como
crines de caballo; la boca bien hundida, dientes
blanquísimos como de hombre, que mostraban
algunas veces. Muy a menudo se zambullían bajo
el agua, después sacaban fuera la cabeza, bufando
como un caballo, luego alzaban todo el cuello fuera,
daban un suspiro, o gemido, pavorosísimo, capaz
de erizar los cabellos de la cabeza a cualquier
hombre cuerdo y así lo hacían a menudo, no se
distanciaban nunca una de la otra más de tres
brazas, me contemplaban con mirada fija,
acercándoseme a un gesto de la mano y nunca
salieron a tierra, ni pude ver más, por más que gritaba,
los perros ladraban y el caballo relinchaba que no lo
podía sostener, no podía atraerlos con alguna cosa
ni esconderme. Es cierto que salen a tierra y creo
que tienen cuatro patas porque nadaban, a lo que
se veía con dificultad, como los caballos, según vi,
no están mucho tiempo bajo el agua.
[…] “Al caer la tarde regresé, para no dar sospechas
de mí, y rogué mucho a ciertos amigos que
volviésemos, pero no me valió, que nunca encontré
quien quisiera ir conmigo y así me quedé con
aquellas ganas y nunca en otros lugares las vi…”
GALEOTTO CEI, NUESTRO NARRADOR

En sus notas a la edición del Viaggio… sugiere José Rafael Lovera


(1995) que Cei habla aquí de la danta o Tapirus terrestres. Pero la
atmósfera y las analogías creadas por el autor bien pueden integrar
el párrafo a un manual de zoología fantástica.
JOSÉ BALZA

REFERENCIAS
154 De Stefano, Luciana. (2002). Los indigenismos en el viaje y descripción de las
Indias (1539-1553). Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y
INVESTIGACIONES LITERARIAS

Educación.

Galeotto Cey. (1995). Viaje y descripción de las Indias (1539- 1553). Caracas:
Fundación Banco Venezolano de Crédito. Colección V Centenario del
Encuentro de dos Mundos.
Lazo Martí, Francisco. (1901). Silva criolla. Caracas: Tipografía Herrera Irigoyen.

Lovera, José Rafael. (1995). Estudio preliminar. En Galeotto Cey. Viaje y


descripción de las Indias (1539- 1553). Caracas: Fundación Banco
Venezolano de Crédito. Colección V Centenario del Encuentro de dos
Mundos.

También podría gustarte