Habilidades para La Vida
Habilidades para La Vida
y Emma-Sue Prince
Innovación educativa es una colec- que vive detrás de cada alumno y la necesidad
ción que recoge las aportaciones más
significativas e innovadoras en el ám-
de acompañarlo en procesos de aprendizaje
bito de la enseñanza y el aprendizaje, vitales.
con el objetivo de ayudar a construir,
desde la investigación y la reflexión Más que acumular datos, los jóvenes precisan
Habilidades
rigurosas, la escuela del futuro.
desarrollar un saber y un saber hacer que no Andrea Giráldez Hayes es profesora titular de
puede estar desvinculado del saber ser y el universidad, coach y consultora internacional
saber convivir, que se adquieren a través del con una amplia experiencia en artes, educación
y formación inicial y permanente del profesorado.
desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se Actualmente trabaja como directora de formación
aprenden las habilidades para la vida? Desde la on-line en Growth Coaching Internacional, organi-
para la vida
práctica, la reflexión y el diálogo. zación que colabora con escuelas y universidades
de diversos países promoviendo la mejora del diá-
Cuando imaginamos una escuela dedicada a logo, las relaciones interpersonales y el desarrollo
profesional y académico. Asimismo, es consultora
esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, de la Organización de los Estados Iberoamericanos
pero también al profesorado como principal para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y
agente del cambio, ya que enseñamos lo que facilita procesos de acompañamiento y desarrollo
somos. La buena noticia es que todas las personal y profesional para docentes y estudiantes.
Aprender a ser
y aprender a convivir
Prólogo de Miguel Ángel Santos Guerra con sede en Reino Unido que fomenta la formación
de docentes y profesionales en el ámbito de las
habilidades para la vida y el desarrollo personal.
180069
biblioteca
INNOVACIÓN
EDUCATIVA
biblioteca
Innovación
EDUCATIVA
Dirección del proyecto: Adolfo Sillóniz
Diseño: Dirección de Arte Corporativa de SM
Corrección: Elena Herrera
Edición: Sonia Cáliz
© SM, 2017
ISBN: 978-84-675-9707-3
Depósito legal: M-20563-2017
Impreso en España / Printed in Spain
Prólogo.......................................................................................................................... 7
Referencias................................................................................................................... 151
Prólogo
Prólogo 7
–Papá, mamá, ¡una estrella!
En efecto, en el centro de la manzana se hallaba una estrella de cinco puntas.
La manzana descubrió, a la voz del niño, que aquello que buscaba tan lejos estaba
en su interior, se encontraba en su corazón.
Prólogo 9
Y nos hace preguntarnos por aquellas estrategias que de verdad contribuyen a que
las personas sean felices. Cada uno se asomará al libro desde su especial idiosin-
crasia, desde sus intereses y preocupaciones. Para cada uno será distinto. Hay dos
tipos de lectores: los inclasificables y los de difícil clasificación. Estoy seguro de
que todos quienes lo abran no se verán defraudados.
Creo que en las escuelas hay que formar no a los mejores del mundo, sino a
los mejores para el mundo. Y para ello es preciso que los alumnos y las alumnas
aprendan y dominen aquellas habilidades que les permitan vivirse a sí mismos
dignamente y relacionarse con los otros de forma honesta, solidaria y compasiva.
Este libro es un buen vademécum para conseguirlo. Es una suerte para ti, querido
lector, querida lectora, que haya caído en tus manos.
Andrea y Emma han conseguido, con su esfuerzo, su inteligencia, su sensibi-
lidad y el amor que ponen en lo que hacen, que miremos en la dirección adecuada
y que descubramos el lugar exacto en el que se encuentra la estrella de la felicidad.
Nunca se lo agradeceremos suficientemente.
Miguel Ángel Santos Guerra
Catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar
¿Cuáles parecen ser hoy las mayores preocupaciones de los responsables políticos
respecto a los sistemas educativos? ¿En qué concentran sus esfuerzos? ¿Qué im-
porta más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes?
Seguramente no habrá una respuesta unívoca a esta última pregunta, pero si juz-
gamos por los exámenes y pruebas estandarizadas a las que se somete constante-
mente al alumnado para “medir” sus aprendizajes, nos atreveríamos a afirmar que
el foco está puesto en el rendimiento académico.
Al dirigir ahí todas las miradas, el debate parece centrarse recurrentemente
en las actualizaciones del currículo, los contenidos o los métodos, cuando la reali-
dad nos muestra que lo que necesitamos no son más reformas educativas “cosmé-
ticas” ni nuevas recetas pedagógicas, sino romper con la lógica y las estructuras de
un sistema que, nacido en el siglo xix, sigue reproduciendo “prácticas deshumani-
zantes (en las que) los estudiantes no son considerados como personas, sino como
números, como recursos humanos en fase de preparación para llegar a ser miem-
bros del mercado de trabajo y el aparato productivo” (Pérez Rocha, citado por Gar-
cía Hernández, 2012).
Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de
niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribu-
yen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocio-
nal y relacional. Y esta “superposición de valor personal y éxito lleva a niños y
adolescentes el mensaje de que valen tanto como puedan producir o alcanzar, en
particular, en términos escolares. Si no están al nivel de las expectativas y fraca-
san, no merecen que se les quiera, y en último término, su vida carece de valor”
(Marujo, Neto y Perloiro, 1999, p. 12).
Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos ol-
vidar a la persona que vive detrás de cada estudiante y la necesidad de acompañarlo
Introducción 11
en procesos de aprendizaje vitales. De hecho, si preguntáramos a un joven o un
adulto quién le enseñó a identificar y a gestionar sus emociones, a desarrollar su
pensamiento crítico, a adaptarse a distintas situaciones en un mundo en constan-
te cambio, a ser proactivo, resiliente, optimista, honesto o empático, la respuesta
sería, en la mayoría de los casos: nadie. Más allá de algunos aprendizajes que pu-
dieron haber tenido lugar en el seno de la familia o la escuela, lo más probable es
que cada persona haya intentado abrirse camino como mejor pudo. ¿Podemos se-
guir ignorando estos aprendizajes? Seguramente no, sobre todo si tenemos en
cuenta que en un mundo en el que todo cambia a una velocidad vertiginosa, estas
son precisamente las habilidades que permitirán a los jóvenes “navegar” por las
únicas dos cosas a las que sabemos con seguridad que deberán enfrentarse: lo
impredecible y lo inesperado.
No estamos negando la importancia de otros aprendizajes, pero sí sugi-
riendo que estos pueden ser insuficientes para hacer frente a la incertidumbre
y para resolver problemas que aún no conocemos. Más que acumular datos, los
jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar des-
vinculado del saber ser y el saber convivir, dos “saberes” que se adquieren a
través del desarrollo de habilidades para la vida. Una educación de calidad de-
bería, por tanto, ser capaz de contribuir al desarrollo de estas habilidades en
todos y cada uno de los aprendices, independientemente de sus capacidades y
su rendimiento académico.
Para que esto sea posible, no basta con considerar lo que deberían aprender
los estudiantes. Es imprescindible tener en cuenta a los docentes y otros profesio-
nales del sector educativo, como principales agentes en el proceso que guiará a
niños y jóvenes en el desarrollo de esas habilidades. Y la pregunta aquí es: ¿quién
y cómo ha ayudado a los docentes a desarrollar capacidades tales como la adapta-
bilidad, la empatía, la resiliencia, la gestión del tiempo, la comunicación eficaz, el
trabajo en equipo o el pensamiento crítico? Y si la respuesta es nadie: ¿no debería-
mos comenzar por el profesorado?
Las autoras de este libro, con una amplia experiencia en formación en habili-
dades para la vida, pensamos que sí, que es en los docentes, y en general en todos
los adultos que participan en la educación de niños y jóvenes, donde hay que fijar
primeramente el foco de atención, puesto que el primer paso para enseñar habili-
dades para la vida es haberlas aprendido e incorporado en nuestro día a día. Por
tanto, cuando imaginamos una escuela para aprender a ser y aprender a convivir,
tenemos en mente a los estudiantes, pero también, y de manera muy especial, al
profesorado como principal agente del cambio, ya que, como decía hace algún
tiempo una profesora que asistió a una de nuestras actividades formativas, ense-
ñamos lo que somos.
Introducción 13
adecuado y alcanzar sus metas u objetivos. Estas habilidades son relevantes y com-
plementarias a otras, como las técnicas o las académicas” (Lipman et al., 2015).
Desde estas definiciones, la cantidad de habilidades para la vida podría ser
inmensa y, por ello, la elaboración de un listado definitivo sigue siendo tema de
debate entre educadores, profesionales de la salud, gobiernos y empleadores. Lo
mismo sucede con la búsqueda de un término preciso para nombrarlas. De hecho,
en la literatura y en los foros de debate se habla de habilidades para la vida, habi-
lidades para el siglo xxi, habilidades para el empleo, habilidades transversales,
habilidades blandas o incluso de desarrollo personal de manera indistinta1. Más
allá de esta diversidad terminológica, lo cierto es que los docentes y los estudian-
tes que, independientemente de sus cualificaciones profesionales y académicas,
sean capaces de comprender, utilizar e incorporar algunas de estas habilidades,
estarán mejor preparados para prosperar, en el sentido más amplio del término.
Y decimos algunas porque si bien todas pueden ser útiles y deseables, es posible
identificar subconjuntos que resultan esenciales en distintos ámbitos.
Así, por ejemplo, mientras las habilidades comunicativas pueden ser impor-
tantes en todas las profesiones, son esenciales para los docentes y no tienen tanto
peso en actividades que requieran menos interacciones personales, como podría
ser el caso de las que realiza un archivista. Del mismo modo, el entrenamiento en
habilidades como la conciencia cultural puede ser más o menos útil para un quí-
mico, pero es absolutamente esencial para el director de una escuela en la que
conviven estudiantes de diferentes nacionalidades.
En el documento de la OMS publicado en 1997 se identifican estas habilida-
des: toma de decisiones, resolución de problemas, pensamiento creativo, pensa-
miento crítico, comunicación eficaz, habilidades interpersonales, autoconciencia,
empatía, gestión de las emociones, gestión del estrés. Sin embargo, este listado no
ha dejado de crecer, y una revisión de la literatura permite identificar otras mu-
chas, entre ellas las que mencionamos a continuación: optimismo y actitud posi-
tiva, escucha activa, trabajo en equipo, creación de redes de contactos, profesiona-
lismo, flexibilidad y adaptabilidad, iniciativa y autonomía, habilidades sociales y
transculturales, habilidad para hablar en público, productividad, asertividad, toma
de decisiones, gestión del estrés, autoconfianza, gestión del tiempo, innovación,
habilidades de negociación o gestión de conflictos.
1
Si bien las expresiones habilidades para la vida, para el siglo xxi, para el empleo, transversales
y blandas se suelen usar de forma indistinta, lo cierto es que bajo el paraguas de cada una de
ellas encontramos habilidades comunes y otras específicas. Así, mientras todas incluyen ha-
bilidades como la empatía, el optimismo, la resiliencia o el pensamiento crítico, en las habili-
dades para el empleo y en las habilidades para el siglo xxi se mencionan otras como es el caso
de la competencia digital, las habilidades de negociación o las presentaciones eficaces.
•• Adaptabilidad
•• Optimismo
Intrapersonales
•• Resiliencia
•• Integridad
•• Empatía
Interpersonales
•• Escucha activa
Autoconciencia
Figura 1: Habilidades para la vida seleccionadas para este libro y agrupadas en categorías.
Introducción 15
Más allá del conocimiento académico
A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que
la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herra-
mientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avan-
ces en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad
laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades
que nunca antes habíamos experimentado.
En este contexto, la insatisfacción y la cultura de la culpa parecen estar a la
orden del día, algo fácil de advertir, por ejemplo, cuando leemos noticias en las que
se recrimina al Gobierno, a las familias, a los docentes, a los constantes cambios de
leyes, a las tecnologías o a los niños y los jóvenes de la situación. No obstante,
buscar culpables es una tarea estéril e inútil.
Sea cual sea el lugar que ocupemos en el sistema, en vez de vernos como
víctimas indefensas podemos optar por considerar que cada uno de nosotros tiene
el potencial para hacer algo distinto, y percibir la época que nos ha tocado vivir y
la crisis por la que atraviesa la educación como un desafío con nuevas oportunida-
des a las que podemos hacer frente, responsabilizándonos de lo que sí podemos
cambiar.
De hecho, si en lugar de centrar la mirada en las carencias nos fijamos en lo
que sí está funcionando, veremos, por ejemplo, que hay equipos docentes que
consiguen resultados totalmente distintos en el mismo sistema al que otros cul-
pan. Con esto no queremos sugerir que este sistema sea el adecuado, sino que in-
cluso en las dificultades es posible actuar de otra manera para conseguir resulta-
dos diferentes.
En este breve análisis también debemos recordar cómo en la mayoría de los
países estamos “sobreducando” sin tener en cuenta los aprendizajes y las habilida-
des básicos e imprescindibles (Coll, 2006) necesarios para que cada persona pueda
alcanzar su potencial, tener una vida personal gratificante y una vida social y fami-
liar satisfactorias; hacer un buen trabajo, procurar su estabilidad económica y con-
tribuir a la vida y a la sociedad con lo mejor que pueda ofrecer. En muchas institu-
ciones educativas se satura a los alumnos con demasiada información o saberes
complejos que difícilmente podrán aplicar en el futuro. Unos estudiantes que, una
vez finalizada su formación de grado, continúan estudiando con la esperanza de
encontrar un mejor empleo y, en general, tienden a estar “sobrecualificados”, aun a
sabiendas de que más diplomas universitarios no son garantía para acceder al mer-
cado de trabajo si no se cuenta con habilidades esenciales para la vida y el empleo.
Un problema añadido es que, por la presión económica y la ilusión de que
más conocimientos se traducirán en un mayor éxito en la vida, muchas familias
deciden que sus hijos, a edades cada vez más tempranas, pasen demasiadas horas
Introducción 17
cidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más ense-
ñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, como el poso de los buenos
vinos, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha lle-
gado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo
personal como en lo profesional.
1. Autoconocimiento y autoconciencia
Decía William Shakespeare que, de todos los conocimientos posibles, el más sabio
y útil es conocerse a sí mismo. El autoconocimiento es la primera aptitud de la
Inteligencia Emocional y, en general, un requisito esencial para proponerse cual-
quier cambio, puesto que, si alguien no logra conocerse a sí mismo, tomar concien-
cia de sus fortalezas y debilidades, sus estados de ánimo o sus pensamientos, difí-
cilmente podrá controlar sus reacciones y encaminar sus acciones a la obtención
de resultados más positivos.
Sin esta habilidad, tampoco podrá comprender bien las emociones o los com-
portamientos de las personas que le rodean, ni actuar con eficacia en sus relacio-
nes interpersonales, todo lo cual resulta esencial en la vida, los estudios o el traba-
jo. Todas las personas creemos que nos conocemos en profundidad; sin embargo,
no siempre es así. Cuanto mayor sea nuestro nivel de autoconciencia y mejor nos
conozcamos, más control tendremos sobre nosotros mismos y nuestras decisio-
nes, así como sobre aquellos ámbitos en los que deseamos cambiar o aquellas
capacidades que necesitamos desarrollar. De ahí que el conocimiento de sí mismo
y la autoconciencia estén en la base de todas las habilidades para la vida.
2. Adaptabilidad
La adaptabilidad supone la capacidad de modificar nuestras propias ideas, emo-
ciones y comportamientos a fin de lidiar con situaciones o eventos nuevos, cambian-
tes o inciertos. Algunas investigaciones (Collie & Martin, 2016; Corno, 2008) sugie-
3. Resiliencia
Lidiar con la ambigüedad y el estrés y superar los obstáculos puede ser agotador
emocionalmente, demandante en el plano psicológico y exigente intelectualmen-
te. La resiliencia nos ayuda a recuperarnos, sobreponernos y adaptarnos con éxito
frente a la adversidad y a desarrollar competencias personales, sociales, académi-
cas o profesionales pese a estar expuestos a las tensiones inherentes al mundo
actual. Todos necesitamos desarrollar la habilidad de ser resilientes, como un ejer-
cicio de fortaleza que haga posible afrontar los avatares de la vida personal, fami-
liar, profesional y social.
4. Integridad
Los estudiantes están aprendiendo constantemente de sus profesores y, sin lugar a
dudas, estos deberían ser un ejemplo y modelo para seguir. La integridad, entendi-
da como la capacidad de actuar en congruencia con nuestros valores y con los de la
sociedad, manteniendo conductas basadas en la honradez, la honestidad, la correc-
ción, la responsabilidad, el respeto por uno mismo y por los demás, la puntualidad,
la lealtad, la disciplina, la congruencia o la firmeza en nuestras propias acciones,
debería ser una característica fundamental en todas las personas, y de manera
particular en los docentes y los estudiantes que están formando para ejercer una
ciudadanía activa y responsable.
5. Optimismo
¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío? Aprender a desarrollar y a mantener una
actitud positiva ante las adversidades o las dificultades es, sin duda, una ventaja
tanto a la hora de aprender como a la de enseñar. Generar y radiar buena voluntad
y energía positiva otorga una ventaja frente a quienes solo ven las dificultades. El
optimismo nos permite pensar que (casi) todo es posible y que todos podemos
aprender y mejorar.
6. Empatía
La empatía es la capacidad de entender realmente lo que alguien está experimen-
tando y de “ponerse en su piel” o “en sus zapatos”. Implica, según Rogers (2007),
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vivir nuestras relaciones siendo nosotros mismos y percibiendo a los otros por lo
que son, con aceptación y sin introducir elementos subjetivos. Rogers estaba con-
vencido de algo que luego se ha podido comprobar a través de distintas investigacio-
nes, y es que cuando las personas son aceptadas y apreciadas, tienden a desarrollar
cariño y aprecio hacia sí mismas.
¿Podemos imaginar lo importante que es esto para los estudiantes que habi-
tan nuestras aulas? ¿Los aceptamos como son y los apreciamos? ¿Qué efecto gene-
ra esto en la formación de su autoconcepto? ¿Cómo sería el mundo si, desde pe-
queños, los niños y las niñas desarrollaran la empatía?
7. Escucha activa
A la mayoría de las personas nos gusta sentirnos escuchadas. Sin embargo, cuando
pensamos en comunicarnos con los demás, pensamos en lo que vamos a decir, y
no en cómo vamos a escuchar, sin darnos cuenta de la importancia de la escucha
en la comunicación. Sin escucha no hay posibilidad de comprensión.
¿Cuántas veces decimos “no me estás escuchando”, cuando en realidad que-
remos decir “no me estás entendiendo”? ¿Cuántas veces das por sentado que sa-
bes de qué te están hablando? ¿Cuántas veces supones lo que te van a decir?
¿Cuántas veces interrumpes durante una conversación? ¿Cuántas veces asumes
que lo que le pasa al otro es lo mismo que te pasó a ti? ¿Por qué tenemos que ha-
blar menos y escuchar más en contextos educativos? Estas son algunas de las
preguntas a las que daremos respuesta en el capítulo dedicado a la escucha activa,
una habilidad clave en la que siempre podemos mejorar.
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mejoras en tu propia vida, en tus procesos de aprendizaje y en tu trabajo. Para ello,
te pedimos que antes de continuar con la lectura busques un pequeño cuaderno o
libreta, o generes un documento en tu tableta o tu ordenador, puesto que anotar
algunas ideas, e incluso hacer mapas mentales, esquemas y dibujos, te ayudará a
reflexionar sobre tus progresos. ¡Es muy importante que lo hagas!
Ahora bien, llegados a este punto hemos de hacer una advertencia: tendrás
que ser paciente porque, aunque al comienzo notarás beneficios, ningún cambio
es inmediato, y antes de que se produzca un cambio evidente y permanente, quizá
tengan que pasar semanas o meses. Eso sí: el esfuerzo habrá valido la pena.
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