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Debate sobre Literatura Infantil

El documento discute el concepto de literatura infantil y las definiciones tradicionales. Originalmente, la literatura infantil era considerada una invención de maestros y pedagogos, pero ahora se reconoce que tiene características propias como ilustraciones e historias adaptadas a niños. Aunque la escuela ha impulsado la literatura infantil, algunos argumentan que muchas obras son principalmente productos comerciales con fines didácticos más que artísticos.

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Debate sobre Literatura Infantil

El documento discute el concepto de literatura infantil y las definiciones tradicionales. Originalmente, la literatura infantil era considerada una invención de maestros y pedagogos, pero ahora se reconoce que tiene características propias como ilustraciones e historias adaptadas a niños. Aunque la escuela ha impulsado la literatura infantil, algunos argumentan que muchas obras son principalmente productos comerciales con fines didácticos más que artísticos.

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El concepto de Literatura Infantil y sus definiciones

Soto Vázquez, J., Cremades García, R., & García Manso, A. (2017). Didáctica de la literatura
infantil.

Selección y adaptación( pág. 8 a 20)

Presentación

Antes de iniciar una reflexión más extensa sobre el tema, es necesario apuntar algunos
conceptos necesarios e inherentes a la literatura como disciplina, que luego aplicaremos a la LIJ,
como es el hecho de que la literatura es un arte realizado por el ser humano que tiene, entre otras
funciones e intenciones, la de entretener y formar. Es evidente que la ficción literaria no sustituye
a la vida, pero ayuda a enfrentarla, para lo que debemos ver a la obra literaria siempre como
ficción y nunca como realidad, aun cuando los géneros pudieran parecer realistas (ponemos por
caso la biografía o el ensayo). En esta misma línea, ha de leerse al narrador como una voz
inventada por el autor, que puede ser un niño como en Manolito gafotas, un muerto como en
Pedro Páramo, una mujer o un hombre, independientemente del sexo del autor. Es fundamental
entender esto, ya que el lector poco formado en ocasiones atribuye la voz del narrador al autor.
Los orígenes del conflicto La “Literatura Infantil y Juvenil” frente a “Literatura de Adultos”, como
fenómeno artístico, es reciente.

Desde su origen, la LIJ ha mantenido una lucha con la “Literatura de Adultos”. Esa
oposición se mantiene todavía en la actualidad, con más acentuación en la Literatura Juvenil
(García Padrino, 1998). El recorrido de la Literatura Infantil en lengua española es mucho menor
que el de la de adultos, pues prácticamente aparecerá desde el siglo XVIII o XIX. Sin embargo, ha
tenido un aumento exponencial desde los años setenta. Este aumento de producción ha sido tan
alto que el 12,2 % de todo lo que se produjo en España en 2013 fue de Literatura Infantil o libro
para niños (Federación de Gremios de Editores de España, 2015). El fenómeno es inabarcable para
la crítica, ya que es imposible leer todos los libros que se publican a nivel mundial. El aumento de
la producción es tan extenso que no permite avanzar, de modo que las principales líneas de
trabajo han sido las de orientar y discriminar títulos y autores (Fundación SM, 2009). No obstante,
la crítica actual (Colomer, García Padrino, Cerrillo, Cervera, Mendoza, Tabernero, Sánchez
Corral…), sin embargo, ha contado con autores que buscaron la valoración de la Literatura Infantil
dentro de la literatura. Estos apuntan que tiene unas características que no tienen otros tipos de
texto: imagen o ilustraciones, el lenguaje utilizado, la estructura de las composiciones, etcétera.
De igual modo, el público (el lector modelo) también difiere del resto. A lo que debe sumarse el
hecho de que la enseñanza tradicional en Educación Primaria se ha basado en la selección de
libros y pequeños proyectos de animación a la lectura. No en vano, la escuela ha sido la principal
impulsora de la LIJ, en muchas ocasiones vinculada a la enseñanza de la lectoescritura, o incluso
como materia literaria.

De todos estos aspectos se puede concluir que durante un tiempo hablásemos de


partidarios y detractores de la existencia de la LIJ. Si bien, cada vez son menores los contrarios a la
denominación de Literatura Infantil para un tipo concreto de textos. Aunque podemos agrupar
estas dos posturas en los siguientes términos: Contrarios: la Literatura Infantil es una invención de
los maestros y pedagogos, es decir, no existe la distinción entre Literatura Infantil y Adulta. Por
tanto, el concepto “infantil” no es un criterio válido para definir un género literario. Partidarios:
tiene unas características intrínsecas y propias que difieren de otras, por lo que requiere de una
clasificación y estudio independiente. Además, debemos tener en cuenta, entre otras, dos
cuestiones esenciales que han formado parte del debate: el maestro, como mediador en la lectura
escolar, y el papel de la escuela en este proceso.

1. Tradicionalmente, los docentes de Educación Primaria se han centrado en la selección de libros


y hacer mínimas actividades para animar a la lectura. Este argumento era utilizado por los
“contrarios”, advirtiendo que esto era un método para que los niños pasaran de la Literatura
Infantil a la Adulta, como herramienta didáctica y no como arte literario.

2. La verdadera impulsora de la LIJ ha sido la escuela. Hace pocos años en las bibliotecas de todo
tipo, no había libros para niños y, sin embargo, en la actualidad no existen únicamente libros. La
renovación afecta incluso a la organización física de los edificios, de modo que los colegios e
institutos han habilitado zonas para que los niños lean, lo que ha requerido de la formación de
usuarios de bibliotecas, catalogación de obras, colocación de tejuelos..., lo que requiere una
formación del docente más allá de lo puramente didáctico.

El concepto de LIJ: algunos aspectos de la polémica

Aunque actualmente la Literatura Infantil es innegablemente un “género” literario, hay


autores que mantienen una actitud beligerante. El debate está servido entre quienes advierten
que la LIJ es una realidad incuestionable contra quienes lo consideran un producto comercial o una
herramienta didáctica (Sánchez Corral, 1995). Nos detendremos en algunas aristas de esta
polémica.

1. Por tanto, un argumento de ataque es la idea de que se trata, sobre todo, de un producto
comercial sobre el que han predominado las técnicas de marketing. Crítica que en gran medida
tiene amplias dosis de realidad ya que se ha pasado en no pocas ocasiones como literatura, obras
derivadas de películas infantiles han dado lugar a libros, juguetes, pegatinas… que se han utilizado
como una herramienta didáctica, con una clara finalidad pedagógica. Véase, por ejemplo, la
intención de enseñar a comer que se ha explicitado a través de canciones como “Hakuna matata ”
en El rey león o “Busca lo más vital” de El libro de la selva, junto a una reformulación del tópico del
Carpe Diem. En ocasiones se alude a la polaridad entre función pedagógica o calidad estética;
discurso artístico o producto de encargo; simplificación estética o adecuación al receptor.

2. La segunda premisa a la que se atienen es al supuesto de que no es un género literario ya que


la función pedagógica es fundamental en la Literatura Infantil, mientras que en la literatura de
adultos no existe esta intencionalidad. De igual modo, se critica que la calidad de muchas obras no
es buena, lo cual es fácilmente entendible, al tratarse de un rango muy amplio. También se
argumenta que es un discurso artístico hecho por encargo (es decir, editoriales que buscan
autores para proponerles una obra, pero esto no es algo nuevo, ya que también se da en la
literatura de adultos).

Basten al respecto las afirmaciones de Lolo Rico, quien concluía que muchas de las obras
de LIJ fueron escritas para adultos en su origen (concepto matizado como literatura ganada, entre
otros, por Juan Cervera, 1989: 157-168): El proceso creador de la literatura infantil, en cuanto a
realidad independiente, se ha desarrollado de tres formas distintas. Esto nos permite hablar de
tres tipos de literatura infantil: la literatura ganada (otros la llaman recuperada empleando una
mala traducción del francés dérobé -robada-; está claro que no puede ser recuperado lo que
nunca perteneció al niño) que engloba todas aquellas producciones que no nacieron para los
niños, pero que, andando el tiempo, el niño se las apropió o ganó o se le destinaron, previa
adaptación o no. Aquí cabe incluir todos los cuentos tradicionales, el sector folclórico de la
literatura infantil, muchos de los romances y canciones, una porción nada despreciable de la
novelística juvenil, etc. Tal es el caso de los Cuentos, de Perrault, o las adaptaciones de “Las mil y
una noches”, la literatura creada para los niños, que es la que tiene ya como destinatarios
específicos a los niños. Es la que en gran medida se ha producido, y sigue produciéndose, tanto
bajo la forma de cuentos o novelas como de poemas y obras de teatro. Así podemos citar “Las
aventuras de Pinocho”, de Collodi, “La bruja Doña Paz”, de Antonio Robles, “Monigote pintado”,
de Joaquín González Estrada, o “El hombre de las cien manos”, de Luis Matilla. De una forma o de
otra esta literatura infantil tiene en cuenta, según los cánones del momento, la condición del niño.
Evidentemente en ella se reflejan muchas tendencias y concepciones de la literatura infantil.

Así se genera la literatura instrumentalizada. Bajo este nombre pretendemos señalar gran
cantidad de libros que se produce ahora sobre todo para preescolar y el primer ciclo. Debemos
hablar más de libros que de literatura. Nos referimos a todos esos que aparecen en series en las
que, tras escoger un protagonista común, lo hacen pasar por distintos escenarios y situaciones: la
playa, el monte, el circo, el mercado, el zoo, el campo, la iglesia, el colegio, la plaza... O bien
aquellos que se crean como extensión para ejercicios de gramática u otras asignaturas. Está claro
que en todas estas producciones predomina la intención didáctica sobre la literaria. La creatividad
es mínima, por no decir nula. Toman el esquema de la literatura y lo aplican a varios temas
monográficos que convierten así en centros de interés. Tal es el caso de los libros protagonizados
por Teo, Tina-Ton, Ibai en los que los objetivos didácticos están por encima de los literarios. No
son literatura, aunque lo parezcan. Así, Lolo Rico defendía que padres y educadores son los
censores de las obras, los títulos tienen los criterios que estos dictan, de manera que la intención
pedagógica es restrictiva y coercitiva. Es sabido que “Las mil y una noches” es un libro para
adultos. No era a los niños a quienes Perrault narraba sus cuentos. Tampoco lo hacían Julio Verne,
Louis Stevenson, Jack London o Daniel Defoe. Y muchos menos Swift, autor de ácida y amarga
personalidad, que escribe su famoso Gulliver para poner de manifiesto las lacras de una sociedad.

3. Bajo la máscara del interés por la lectura, existe un intento solapado de manipulación; los
autores pretenden perpetuarse formando y los padres afianzarse dirigiendo a quienes dependen
de ellos. Ambas posturas suponen falta de respeto y temor a la libertad. De esta forma, los niños
no reciben conocimiento de los libros, ya que estos además de serles impuestos, no se
corresponden ni con sus deseos ni con sus necesidades. No son el resultado de su propia
experiencia. Los niños no son críticos, es por ello que los autores descuidan el estilo, la estructura,
temáticas… en función del marketing.

4. La definición de “infantil” no es un criterio adecuado para ser considerado como género


literario.

5. Falta de “Literariedad” (desviación de la norma) según el estructuralismo (Teresa Colomer).


Muchas obras literarias de Literatura Infantil no tienen literariedad, no produce ninguna
desviación. Si no tiene este principio no son literatura y, por tanto, tampoco es Literatura Infantil.
A lo que habría que oponer, por ejemplo, la atracción que tienen los niños por la poesía, quizá por
su universalidad, incluso cuando el sentido no es razonable ni lógico, sino más bien sensorial
(Moga, 2016): Que Mambrú ya se ha muerto ¡Qué dolor, qué dolor, qué entuerto! Que Mambrú
ya se ha muerto Lo llevan a enterrar Do re mi, do re fa Lo llevan a enterrar. En caja de terciopelo
¡Qué dolor, qué dolor, qué duelo! En caja de terciopelo Y tapa de cristal Do re mi, do re fa Y tapa
de cristal. Y detrás de la tumba ¡Qué dolor qué dolor, qué turba! Y detrás de la tumba Tres
pajaritos van Do re mi, do re fa Tres pajaritos van

6. En su origen, la LIJ tenía un público distinto al actual. Ahora los niños tienen menos formación
en cuentos porque no reciben tanta tradición oral. También mucha de la Literatura Infantil
tradicional no lo era, prácticamente la mayoría (véase el caso de la “Caperucita Roja” de Perrault).

7. Las adaptaciones y la pérdida de contenidos y significados son otros aspectos que quisiéramos
indicar. Ya que casi ningún lector va a la editio princeps, por lo que conocemos el texto a través de
distintas adaptaciones, recreaciones o versiones que en poco se asemejan a la edición original. 8.
Por último, quisiéramos indicar que el aumento de la actividad lectora y editorial no garantiza la
calidad literaria. Aunque hay muchas editoriales que producen libros de LIJ no todos son de
calidad.

La Literatura Infantil contemporánea

Algunas características de este tipo de obras las hacen estar a medio camino entre géneros
distintos. Por ejemplo, la inclusión en ocasiones de libros cuyo destinatario es el niño, que nada
tienen que ver con lo literario: libros de tela, libros de pegatinas, etcétera. O simplemente, tal y
como defendieron Bravo-Villasante o Leguizamón (cada una con sus matizaciones), el hecho de
reconocer como literatura infantil a aquello que se escribía para niños, lo que era leídos por ellos
con agrado y que era acorde a una serie de valores éticos acordes a los intereses de estos lectores.
A finales del siglo XX, momento de eclosión de la Literatura Infantil y Juvenil en España, el
afianzamiento de las disciplinas académicas en torno al género llevaron a varios intentos por
establecer y normalizar los rasgos constitutivos que diferenciasen a la literatura que nos ocupa del
resto de formatos.

En este sentido, Cervera (1990) al unísono que Sánchez Corral (1992), concretaron como
algunos de esos rasgos, la necesidad de adecuación del discurso al lector infantil, de manera que
los autores buscan una aproximación a los gustos, intereses, motivaciones y usos lingüísticos de
ese lector. En este contexto, en parte gracias al aperturismo democrático y su consolidación en
España, los temas evolucionan hacia aspectos anteriormente obviados como la muerte, el
divorcio, el terrorismo, que quizá hasta entonces habían permanecidos como tabúes culturales.
Con un tono lúdico, de juego y entretenimiento que sugiera o seduzca antes que plantee
razonamientos lógicos. Si bien, reconocían que el didactismo y la moralización adoctrinadora,
suponían un alto porcentaje de muchas obras, en especial por el contexto principalmente escolar
al que se había destinado el grueso de títulos publicados, aspecto que ha ido cambiando en los
últimos años.

Teresa Colomer (2010), por su parte, condensó la trayectoria más reciente que había
tenido la discusión sobre la LIJ. Esta se ha situado sobre dos pilares básicos: la calidad literaria y los
gustos del lector infantil, lo cual ha propiciado la delimitación de aquellos aspectos específicos de
la Literatura Infantil. Los estudios sobre los libros infantiles han tenido como referencia los
mecanismos de valoración que han utilizado las diferentes corrientes críticas sobre la literatura de
los adultos. Esta actitud llevó en multitud de ocasiones a considerar que la Literatura Infantil no
era literatura o bien que estaba constituida por textos poco valiosos. Las diversas poéticas
estructuralistas (Mendoza, 2003/2006: 323) coincidieron en otorgar a la literatura una
determinada función al lenguaje, la función poética que explicaría cómo la literatura se desvía de
la norma, a diferencia de otros de expresión lingüista. Afirmaron pues, que los textos literarios se
caracterizan por su literariedad y que este rasgo constituye el objeto de análisis de la teoría
literaria, lo que conllevó, entre otras cuestiones, a la incorporación del comentario de texto en el
aula. No obstante, los estudios sobre la Literatura Infantil y Juvenil fueron muy escasos. En este
intento, a la Literatura Infantil le correspondió la consideración de un texto inferior, ya que se
calificaba, generalmente, de un texto menor desviado de la norma. Los estudios actuales de la
teoría de los polisistemas, por ejemplo, entienden que esa posición marginal de la LIJ se debió a su
inclusión, en el momento de aparición de dos sistemas distintos: el sistema literario y el sistema
educativo (Martens, 2016: 94-96), lo cual, en gran medida, aumentó su marginalidad debido a la
desviación respecto a la norma literaria convencional. Junto a la inquietud por hallar los
instrumentos para medir la calidad literaria de la Literatura Infantil, encontramos otra posición:
valorar los libros en función del éxito que tengan entre los lectores. Es decir, si los niños aceptan
una obra, es que esta es perfectamente válida desde el punto de vista literario. Además, es
conveniente desterrar la idea de género para referirse a la Literatura Infantil puesto que se
confunde con la denominación ya tradicional de género literario. Por otro lado, es preciso
delimitar las condiciones que convierten a la literatura dirigida a los niños en un objeto específico.
Entre estas destacamos: la adecuación al lector, que conlleva la selección de textos acorde a la
edad; el protagonismo de los niños en las historias; los elementos que se repiten y los recursos
lingüísticos debido a la inmadurez lingüística de los receptores o el equilibrio entre dialectalismo y
calidad literaria.

Debemos tener en cuenta que se escribe para niños pero compran y seleccionan los
adultos (el doble destinatario), por tanto, siempre habrá un intermediario entre el niño y el libro.
Esta mediación deberá ir remitiendo conforme el lector se capacite para elegir por sí mismo, no
solo en razón de la edad, sino también de la experiencia lectora y su intertexto lector (Antonio
Mendoza, 2001).

Otros autores internacionales

En multitud de ocasiones, bajo el concepto de Literatura Infantil se incluyen todos los libros
infantiles, siendo Literatura Infantil solo una parte de ellos, ya que no se educa limitando a los
niños al contacto con los libros. Entre otras definiciones internacionales del fenómeno,
exponemos las cinco características enumeradas por Klingberg (1986; apud Pascua Febles 1998,
16):

1. Textos que se consideran convenientes como lectura para niños y jóvenes.


2. Literatura especialmente escrita para niños y jóvenes.
3. Producción literaria de niños y jóvenes.
4. Textos de la literatura para adultos que los niños han hecho suyos.
5. Todo aquello que es efectivamente leído por los niños.
Por tanto, en el concepto de Literatura Infantil y Juvenil se insiste en la idea de elaboración
lingüística y el cuidado de las formas para remplazar la comunicación cotidiana por la estética, sin
esta intencionalidad no podríamos hablar de literatura. Se insiste también en el valor de los
contenidos, ya que a través de ellos se produce la conexión con el lector, incorporando tanto
obras que nacieron bajo el calificativo de Literatura Infantil, como aquellas que se han ido
incorporando a esta denominación debido a la aceptación que han tenido entre niños y jóvenes.
De este modo, se conjuga la teoría literaria y el papel del lector, importantes para delimitar el
ámbito de lo literario y de lo infantil.

Características de la Literatura Infantil y Juvenil

1-Características referidas a los contenidos

 La presencia frecuente de elementos no normales o lógicos.


 Tendencia la humanización de animales, plantas y cosas.
 La temática no suele ser complicada, con ciertas preferencias por el tiempo, la muerte, el
castigo…
 Se plantea un conflicto externo que se resuelve en el relato.
 Una importante carga afectiva.
 Cierto simbolismo.
 Presencia de contenidos fantásticos y fabulosos.
 Hay un personaje principal (con frecuencia niños).
2-Características referidas a la técnica y la estructura literarias

 Exposición lineal de la acción: planteamiento–nudo–desenlace.


 Esquematismo y ambigüedad en la localización temporal.
 Esquematismo y ambigüedad en la localización espacial.
 Personajes estereotipados y con una caracterización rígida.
 Elementalismo y rudimentarismo técnico: escasas y breves descripciones, junto a una
linealidad narrativa.
 Uso habitual del diálogo.
 Uso de estructuras repetitivas (enumeraciones, encadenamientos, estructuras binarias y
estribillos.
3- Características referidas a las formas

 Claridad en la exposición de las acciones.


 Sencillez expresiva (léxica y sintáctica).
 Ritmo vivo y ágil, en especial en el texto en verso.
 En las obras poéticas predominan el arte menor y al anisosilabismo. También es frecuente
el octosílabo y las rimas reguladas. En cuanto a las estrofas, las más habituales son el
pareado, la cuarteta, la seguidilla, redondilla y romance.
4- Características referidas a las ediciones

 Incluyen ilustraciones, en especial las destinadas a las primeras edades.


 El paratexto es un elemento de gran valor.
 Suelen tener una extensión breve, que se amplía con la edad lectora.
Características de la Literatura Infantil. Cerrillo Torremocha, P. C. Literatura Infantil y Juvenil y
educación literaria. Ocatedro, Barcelona, 2007, págs. 44-48

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