DEBATE SOBRE LA EUTANASIA
ÁMBITO TEOLÓGICO EN CONTRA
¿Qué dice el catolicismo de la eutanasia?
Según la Arquidiócesis de México, “la Sagrada Escritura es clara al señalar que la vida
es un don de Dios y solo Él tiene poder para darla y quitarla. Bajo esta idea, toda persona,
institución o gobierno deben hacer todo lo posible para ayudar a conservar la vida propia
y la de los demás”. Por eso “no es posible que ninguna persona, institución o gobierno
considere que tiene derecho a quitar la vida de otra persona”.
“¿Qué sería de la humanidad si alguien se atreviera a decir quién debe vivir y quién no?”
La Iglesia pide todos los esfuerzos
“En estos casos, resulta apropiada la donación de órganos para ayudar a que otros
continúen viviendo”, destacó. Sin embargo, advirtió, “mientras el cerebro siga
funcionando se considera que la persona se mantiene viva, aunque haya perdido
motricidad (movimiento), sensibilidad, conciencia (aparentemente), y capacidad de
comunicación”. “La Iglesia pide que se hagan todos los esfuerzos posibles para ayudar a
que la persona se mantenga con vida”
“Esto refleja el pensamiento de una sociedad en la que solo es bien visto el confort y el
placer; en la que el dolor o el sufrimiento parecen no tener lugar”, señaló. “Sin embargo
¿cuál sería la medida del dolor? ¿Hasta dónde se podría o tendría que soportar? ¿Qué
duele más, el dolor físico o el dolor moral? En este sentido, la Sagrada Escritura y la
Iglesia enseñan que el dolor y el sufrimiento son parte de la vida misma y pueden tener
un sentido redentor”.
• El principio de la inviolabilidad del don divino de la vida. Ésta es un bien “no
disponible” personalmente. La vida es un don de Dios del que el individuo no puede
disponer. Con Tomás de Aquino se afirma:
• Disponer de la vida propia es apropiarse de un derecho que corresponde a Dios.
La vida humana es sagrada. Dios, en su día pronunció solemnemente el interdicto “No
matarás”.
• La eutanasia es una falta grave de amor hacia uno mismo.
• La eutanasia es una indebida dejación de las responsabilidades sociales.
La eutanasia quebranta el mandmiento "No matarás".
La teología que evoluciona después subraya:
• El dolor en la vida bien llevado es un bien espiritual y se transforma en dolor cristiano.
El creyente puede asumirlo voluntariamente a imitación de Cristo y tiene un valor
corredentor.
• La pena de muerte y la guerra justa son “expresión del derecho a la legítima defensa de
la sociedad contra la agresión injusta”.
• El bien de mantener la vida se fundamenta en la dignidad de la persona humana, hecha
a imagen y semejanza de Dios.
• El mártir no es un suicida que atente contra su vida. Él no sequita la vida, sino que se la
quitan. No realiza un suicidio, sino que es víctima de un homicidio.
Posición evangélica
"Con la resurrección de Jesús, los cristianos celebran la victoria sobre la muerte. Ello
significa que la vida no debe ser prolongada innecesariamente, pero también significa que
el ser humano no puede disponer arbitrariamente de la vida, ni al comienzo ni al final. La
vida, con sus límites, es un don divino. Por ello nos negamos a la eutanasia –es decir a la
muerte provocada conscientemente. La fe cristiana en la resurrección de Jesucristo ayuda
a aceptar la caducidad de nuestra vida y a permitir la muerte cuando llega la hora".
La postura de la Iglesia Católica
"Qué terrible drama representa tener que obligar a los jueces a tomar decisiones, como si
fuesen los señores de la vida y la muerte. Cierto es que una muerte retardada técnicamente
tampoco puede decidir sobre el destino humano. Para muchos es problemático ver morir
a la gente lenta, a veces dolorosamente. Evidentemente crece, entonces, la tentación de
intervenir, con medios humanos y determinar por cuenta propia el momento de morir.
Pero tampoco se trata de dejar al enfermo terminal a merced de la tortura insensata que
representa la maquinaria médica, para conservar la vida a cualquier precio. Más allá de la
responsabilidad que representa una situación así, existe una diferencia esencial entre dejar
morir y matar."
La visión islámica
"El Islam permite, en ciertos casos, que se cese con las medidas que prolongan la vida
artificialmente, pues no se trata de aferrarse a ella. Cuando la vida llega a su fin, hay que
entrar con satisfacción a la muerte. No se debe, por ello, prolongar la vida a toda costa,
donde la ciencia y la razón no ven perspectiva. El islam prohíbe toda clase de eutanasia.
La vida es un don divino, que hay que proteger y cuidar lo más posible. El fin de la vida
lo determina Dios solo."
La concepción judía
"Según el judaísmo, naciste en contra de tu voluntad, así que en contra de tu voluntad
morirás algún día. Esto implica que nuestra problemática empieza ya con un paciente en
estado terminal cuando se plantea prolongarle la vida artificialmente, torturándolo aún
más",
ÁMBITO CIENTÍFICO EN CONTRA
1. Un planteamiento equivocado
Los argumentos en pro de la eutanasia y el suicidio asistido explotan el miedo
normal que todos le tenemos, no tanto a la muerte en sí, sino al sufrimiento y a la
soledad ante ella. Este sufrimiento es causado muchas veces por el uso exagerado
de "medios desproporcionados" de la medicina, es decir, medios que infligen cargas
graves (dolores agudos, etc.) al enfermo y que son mayores que los beneficios que
se suponían debían de ofrecerle. Como nadie quiere estar en esa situación, ni debe
estarlo, los promotores de la eutanasia y del suicidio asistido se aprovechan de ese
temor normal planteando una disyun tiva equivocada.
¿En qué consiste ese planteamiento equivocado de los promotores de la eutanasia y
el suicidio asistido? Consiste en plantear dos alternativas extremas:
1) o le aplicamos la eutanasia al enfermo
2) o morirá irremediablemente lleno de dolor y sufrimiento.
Lógicamente, este argumento suscitará la aceptación de muchos que creen
equivocadamente que esas son las dos únicas opciones. La razón de ello es que
mucha gente cree, equivocadamente también, que lo que enseña la religión o la
medicina es que debemos mantener con vida al enfermo no importa los medios que
se utilicen y que el no hacerlo constituye un acto de eutanasia. Entonces concluyen
que ellos están también a favor de la eutanasia.
Esto es un lamentable error. En primer lugar, no es un ac to de eutanasia el retirar o
el negarse a proporcionar "medios desproporcionados", siempre y cuando se
respeten los legítimos deseos del enfermo. Por consiguiente, no tenemos que
mantener a un enfermo sufriendo grave e indefinidamente por causa del uso de unos
"medios desproporcionados". Esto implica que el planteamiento de los promotores
de la eutanasia y el suicidio asistido está equivocado. Existe una tercera vía: que
no es ni la de matar al enfermo por medio de la eutanasia y el suicidio asistido, ni
tampoco la de dejarlo sufrir indefinidamente por causa de unos "medios
desproporcionados".
Pero, ¿qué pasa cuando el enfermo sufre dolores intensos que no son el producto de
unos "medios desproporcionados"? En esos casos podemos utilizar, de forma
adecuada, los analgésicos o calmantes que la auténtica medicina proporcione. Puede
ser que esos analgésicos tengan como efecto colateral la aproximación de la muerte
o la pérdida de la consciencia, parcial o completa. Sin embargo, aún el uso de tales
calmantes puede ser lícito si se cumplen las siguientes condiciones, las cuales son
muy razonables y de sentido común:
1) no hay otra alternativa mejor (no hay disponibles otros analgésicos que no tengan
estos efectos)
2) no hay más nada que se pueda hacer
3) se trata de un dolor grave que experimenta un paciente terminal, y
4) el enfermo ya cumplió o puede razonablemente cumplir con sus deberes graves:
arreglar sus asuntos familiares, recibir los sacramentos, etc.
La intención aquí no es matar al enfermo por medio de fár macos para entonces
aliviarle sus sufrimientos, sino la de aliviarle sus sufrimientos por medio de
medicinas adecuadas, aun corriendo el riesgo de que la muerte se aproxime más
rápidamente por ello o que pierda la consciencia, parcial o completamente, siem pre
y cuando haya graves motivos.
Muchos de los que están a favor de la eutanasia y del suicidio asistido, alegan
falsamente de que este argumento sobre los analgésicos es hipócrita porque, dicen
ellos, es el mismo acto de dar una medicina que en definitiv a puede matar al enfermo
y que lo único que cambia es la intención nuestra. A esos tales respondemos que no
se trata sólo de la buena intención, sino de proporcionar al enfermo una dosis
adecuada a su dolor. Muchas veces la eutanasia ocurre cuando los médi cos
partidarios de ella proporcionan dosis que ellos saben matarán de seguro al enfermo.
Pero cuando un médico que respeta la vida proporciona un analgésico cuya dosis
está encaminada a aliviar el dolor, pero que al mismo tiempo y lamentablemente
puede tener un efecto ulterior no deseado de acelerar el proceso de la muerte y hay
motivos serios de por medio para proporcionar dicha medicina (los que
mencionamos antes), entonces no hay ninguna razón para llamarle a ese acto
"eutanasia" ni "suicidio asistido". Está claro que no es un acto de hipocresía, sino
que se hizo lo mejor que se pudo en una situación difícil. Está claro también que si
el médico pro vida tuviera a su disposición un analgésico mejor, uno que no tuviera
los efectos mencionados, utilizara ése y no otro. El problema muchas veces es que
muchos médicos no han sido entrenados adecuadamente en el tratamiento paliativo
y por eso es que se cree que no hay alternativas.
Aquí amerita aclarar un punto muy importante: si bien estamos obligados
moralmente a nunca matar directamente a un inocente, sino a respetar su vida
siempre; esto no implica que debamos mantener su vida a toda costa y con cualquier
medio. Recordemos que la vida corporal es un bien muy elevado, incluso es el más
fundamental, la base y condición de todos los demás, pero no es el bien más grande
que existe, la vida espiritual es más importante. Puede ser que la serenidad
espiritual de un enfermo terminal peligre ante la experiencia de un dolor muy
intenso, entonces, con el uso adecuado de a nalgésicos para calmar el dolor, y no
para matar, tratamos de mitigárselo, aunque se corra el riesgo (de nuevo, por graves
motivos), de que se aproxime la muerte o la pérdida de la consciencia.
Resumiendo, ante el dolor de un enfermo terminal, no estamos o bligados a utilizar
o a mantener el uso de "medios desproporcionados". Sí estamos obligados a
proporcionarle las curas necesarias al enfermo, como el agua, la alimentación (oral
o médica), las medicinas, los calmantes, la ventilación adecuada, la atención
higiénica y del confort y, por encima de todo, el amor y la solidaridad. No tenemos
por qué ni debemos matar al enfermo ni dejarlo sufrir indefinidamente. La eutanasia
y el suicidio asistido constituyen una hipocresía y una falsa "compasión" que buscan
la vía fácil, egoísta y cómoda para resolver los problemas, en vez de sacrificarse
por el enfermo y darle nuestro amor y compasión.
2. El falso "derecho" a morir y el derecho a vivir
Los que promueven la eutanasia y el suicidio asistido hablan del "derecho a morir".
En realidad, todos nos vamos a morir, de manera que no hace falta inventar un
"derecho" para ello, la naturaleza, queramos o no, se encargará de que nos muramos.
No tenemos por qué, ni debemos apurarnos en este asunto.
Si lo que se quiere decir con "derecho a morir" es que todo ser humano tiene el
derecho a morir en paz y dignidad, cuando la muerte natural le llegue, entonces no
hay nada que objetar. Pero lamentablemente eso no es lo que los partidarios de estos
crímenes quieren decir con el falso "derecho" a morir. Lo que ellos quieren decir
es que la persona tiene el "derecho" a que le apliquen la eutanasia, el suicidio
asistido o a suicidarse, incluso cuando ella lo estime conveniente. Estos activistas
llegan también a decir la barbaridad de que el acto de matarse a uno mismo o de
procurar la ayuda de otros para lograrlo es un "acto final de autodeterminación",
"liberación" o "muerte misericordiosa" ("mercy killing"). Todos estos términos son
eufemismos, es decir, frases bonitas pero engañosas, qu e intentan esconder la
terrible realidad que se pretende promover: la eutanasia, el suicidio asistido y el
suicidio.
Pero quizás lo que más quieren ocultar los partidarios de estos crímenes es el
egoísmo de los saludables para con los enfermos. Cuando una sociedad crea una
mentalidad propicia a la eutanasia y al suicidio asistido, en realidad le está diciendo
a los ancianos, a los enfermos terminales y a los familiares de los pacientes
comatosos: "Miren, no le vamos a ayudar, no vamos a estar con ustedes pa ra
aliviarles el dolor o para ayudarles a cargar sus cargas, sino que vamos a 'ayudarles'
a que se quiten del medio o vamos a hacerlo con su consentimiento o incluso sin
él."
No existe el "derecho" a quitarse la vida ni a pedir que otros nos la quiten, ni
tampoco, por supuesto a quitársela a otro, aunque nos lo pida. Las súplicas de un
enfermo o anciano de que lo matemos no son tanto una petición de muerte, sino un
grito de desesperación de una persona en una situación vulnerable ante el dolor.
¿Vamos a abandonar a esa persona en esa situación o vamos a ayudarla a salir de
ella para que recupere sus cabales y reciba el amor, la solidaridad y la paz que
necesita antes de morir de forma natural? Es una hipocresía inconcebible decir que
el enfermo terminal tiene el "derecho" a decidir su destino (la muerte), cuando en
realidad su situación mental (a veces causada por los que lo rodean con una
mentalidad en pro de la eutanasia) es lo que lo ha llevado a ese momento de
desesperación y cuando es él y no nosotros el que está pidiendo eso.
Sin embargo, independientemente de una condición de intensa vulnerabilidad
psicológica, el suicido (asistido o no) y, por supuesto, la eutanasia siempre son
actos graves y nunca lícitos. Algunos objetan que por qué el "derecho" a mo rir por
la propia mano no existe, si es la propia persona la que lo decide. Respondamos a
este argumento parte por parte.
En primer lugar, se trata de un argumento circular y por tanto falaz. Decir: "yo
tengo el derecho a suicidarme porque yo lo decido" no prueba absolutamente nada.
En el fondo implica que la decisión propia lo justifica todo, lo cual es una
aberración y la destrucción, a nivel de principio, no sólo de la vida misma, sino de
la convivencia social.
Pero lo peor de esta mentalidad es la conce pción errada de la persona humana que
está a la base de la misma. En efecto, si yo digo que es lícito matar a alguien,
ayudarlo a que se mate o matarme a mí mismo porque está (o estoy) sufriendo o
porque su (o mi) vida "carece de la calidad o sentido sufic iente", entonces yo estoy
diciendo que la vida humana y en último caso la persona humana tiene un valor
extrínseco y relativo, es decir, condicionado a la posesión de ciertas cualidades o
ventajas. Estoy diciendo que la persona humana carece de una dignida d o valor
intrínseco y absoluto, es decir, que no vale por el mero hecho de ser persona, sino
a condición de que posea ciertas cualidades (de salud, etc.) que la sociedad
considera necesarias para que merezca seguir viviendo.
Esa forma de pensar, además de inhumana y equivocada, es extremadamente
peligrosa, ya que conlleva a un declive resbaloso e interminable de muerte. En
efecto, los promotores de la eutanasia y del suicidio asistido comenzaron con
retirarle el agua y los alimentos a los pacientes comatos os, luego promovieron la
falsa "solución" de darle una inyección letal con el consentimiento de sus
familiares, ahora en Holanda están matando a los pacientes terminales y a los
ancianitos aún sin su consentimiento, luego continuarán eliminando aún a aquel los
que no son pacientes terminales ni pacientes graves ni ancianos. El "control de
calidad" no tendrá fin.
La razón fundamental de que nadie tenga el "derecho" a matarse o ayudar a otros a
hacerlo es porque todos tenemos una dignidad, es decir, un valor i ntrínseco y
absoluto, y los valores así no se destruyen, se protegen y se aman. En realidad, la
base de la salud mental y del mismo amor es el valor de la persona. Si yo pierdo el
sentido de mi propio valor o dignidad (la dignidad nunca se pierde, no impor ta en
qué condición me encuentre, pero el sentido si puede perderse, aunque no debería
perderse), si yo pierdo, repito, el sentido de mi propia dignidad, eso equivale a
perder mi auto-estima y mi salud mental. Lo que yo necesito en ese caso es que me
ayuden a recuperar ese sentido, esa autoconsciencia de mi propio valor como
persona, no que me "ayuden" a liquidarme.
Si la sociedad pierde el sentido o la conciencia del valor incondicional de la persona
humana, perderá también la capacidad de amar incondicion almente, ya que el amor
y el valor son realidades correlativas, no se ama lo que no se percibe como un valor.
¿Qué será entonces de nuestra sociedad, de nuestras familias, de nuestros
matrimonios? Si los esposos no se aman de esa manera, si los padres no a man a sus
hijos de esa manera y viceversa, si los ciudadanos no se aman o al menos no se
respetan de esa manera, ¿qué pasará con las generaciones posteriores, ¿cómo
crecerán nuestros hijos, qué clase de ser humano tendremos en el futuro? Una
sociedad que no es capaz de servir auténticamente (eso es amar) a sus miembros
más débiles ha perdido el sentido de su propia humanidad y de lo que significa ser
civilizado y se ha convertido en una sociedad caracterizada por la barbarie, una
sociedad donde el hombre es el lobo del hombre, donde se pisotea ese derecho y ese
deseo que está sembrado en lo más profundo del corazón de toda persona, lo admita
explícitamente o no, de que lo traten como persona y no como una cosa, que lo
traten como un fin en sí misma y no como un medio para otro fin.
La mentalidad en pro de la eutanasia y del suicidio asistido lleva en sí misma el
germen de la destrucción social y de lo que significa ser persona, por ello debe ser
denunciada y refutada por todos los medios legítimos a nuestro a lcance. Pero no
sólo eso, debe ser también sustituida por una mentalidad a favor de la vida y del
amor, por una mentalidad a favor de la protección de los más débiles y enfermos,
por un progreso adecuado en el campo de la salud, por una mentalidad creadora de
formas cada vez mejores de compasión y ternura y por un correspondiente léxico
pro vida: "persona" no "vegetal", "vida humana" no "vida sin sentido", etc. En
definitiva, se trata de construir una civilización en pro de la persona y no en contra
de ella.
Bibliografía
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