ANÁLISIS LITERARIO DE NADA(TRES PRIMEROS CAPÍTULOS), DE CARMEN LAFORET.
ELABORADO POR:
BIRMANIO LAUREANO
JESENIA HERNÁNDEZ REYES
JHON HANDERSON LOZADA CABRERA
JOHN JAIRO GIRALDO
MARIA CAMILA RODRÍGUEZ SIERRA
MARIO ANDRÉS OSORIO ZAMBRANO
PRESENTADO A:
JESSICA CÁLIZ MONTES
UNIBA- UNIVERSITAT DE BARCELONA
MÓDULO: METAMORFOSIS DEL REALISMO EN LA NOVELA ESPAÑOLA
21 de Enero, 2020
Análisis literario de Nada, Carmen Laforet
La novela Nada creada en 1944 por Carmen Laforet, presenta el Existencialismo de
forma innovadora para la literatura de la época, lo que la hará merecedora del primer Premio
Nadal. Esta novela surgida dentro de un marco histórico coetáneo, refleja sin idealización la
situación de la posguerra española de manera objetiva mezclando, además, elementos del
realismo tradicional puesto que transmuta su contexto inmediato y trasciende la barrera de
lo autobiográfico para graficarle al lector el estado caótico y febril de su realidad circundante,
por lo que se considera al personaje que narra como trasunto de la persona real.
Ahora bien, el análisis de los tres primeros capítulos de dicha novela se basan en los
elementos constitutivos más importantes para reconocer su trasfondo y el aporte significativo
que dio a la narrativa española. Por ello al revisar los aspectos técnicos se hace necesario
detenerse en ciertos elementos que van a ser interesantes y decisivos para su configuración,
entre ellos la voz narrativa, el tiempo y el espacio que en ella suceden, y es que, más allá de
delimitarse a su clasificación, merece la pena mirar cómo estos se dan en la trama,
contribuyendo así a su construcción.
Es narrada en primera persona desde la voz de Andrea, un narrador intradiegético u
homodiegético que nos va contando todo lo que va viendo. Puede señalarse que se encuentra
en un tiempo presente contando acontecimientos que se ubican en el pasado. La historia
sucede en Barcelona, en una casa vieja, deteriorada y fraccionada (una parte de ella fue
vendida), que se ubica en un edificio de la calle Aribau. De entrada, el lector se entera de que
la historia ya ocurrió, aunque no es posible identificar la distancia temporal entre el “presente”
de la narradora y los hechos narrados. Se puede reconocer a una mujer joven que describe
las sensaciones del momento en que ocurrieron y las que experimenta frente a los
acontecimientos narrados.
Esta joven deja ver en la narración el gusto por la soledad, la melancolía y las grandes
ciudades, como demuestra el siguiente fragmento:
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes, tenían para mí un
gran encanto, ya que envolvía todas mis impresiones en la maravilla de haber llegado
por fin a una ciudad grande, adorada en mis sueños por desconocida (Laforet, 2001,
p. 6)
Lo anterior permite inferir un espíritu pueril extasiado ante la nueva aventura que la
gran ciudad le ofrece, deslumbrándose ante lo moderno y expresando aversión ante lo viejo.
La primera muestra de dicha aversión se da cuando habla del carruaje que la recoge, al cual
describe como desvencijado y ruidoso, descripción pertinente si se tiene en cuenta que es
precisamente este, casi que premonitoriamente, el que la llevará a una casa que resulta
coincidir con él en estas características.
Al llegar a la casa se mostrará un tanto horrorizada (usa la palabra “pesadilla”) por el
envejecimiento de la edificación como por la edad y el aspecto de sus habitantes, descritos a
partir de adjetivos despectivos. De manera que, en cuanto inicia la novela tenemos una
escena crudamente metaforizada, Rosa Montero (2001) en su prólogo para la novela de
Laforet lo expone diciéndonos cómo Andrea al llegar a su nueva casa se mira en el espejo en
el papel de una Alicia española, y encuentra a una niña atrapada, no en el país de las
maravillas, sino en el infierno de una España golpeada por la atrocidad. Encuentra en su ritmo
narrativo un tono delirante que impregna toda la obra. A medida que se avanza los personajes
de Nada, recalca Montero, arrastran misterios, memorias que queman como brasas. Los
personajes, se dice literalmente en el libro, se han vuelto locos con la guerra.
Hasta aquí tenemos entonces a una Andrea que se muestra ajena al contexto que la
rodea, no está satisfecha con la casa y en el transcurso de la narración irá relacionándose con
los demás personajes, pero siempre dejando una clara distancia entre las acciones, palabras
y la forma de ver la vida de los demás con lo que ella desea. Cabe aclarar que, como lo
plantea Delibes (1999), la actitud de Andrea va a ser pasiva como la de un voyerista, pues
no es reaccionaria ante el comportamiento de los otros, sino que se muestra sumisa, inexperta
y frágil de voluntad. Es el lector quien puede conocer sus reflexiones e inconformidades. Sin
embargo, pese a que el personaje de Andrea se perfila como introvertido, de cierta pasividad
cargada de una ingenuidad y candidez evidente, Crespo Matellán (1988) señala (desde la idea
de características no directas del personaje) que “algunos de estos rasgos, como la pasividad,
la inmadurez o la ingenuidad, se atenuarán considerablemente o desaparecerán a lo largo de
la obra, esto es lo que justifica que pueda ser considerada como Bildungsroman” (p.144)
En cuanto a los personajes, se puede acceder a ellos desde la descripción de la
narradora y unos cuantos diálogos que, en ocasiones, podrían hacer que el lector difiera de
las conclusiones de Andrea, como lo expresa Foster (1976) en su texto “Nada, de Carmen
Laforet” Novelistas españoles de postguerra, pero finalmente será ella la principal mediadora
entre ellos y el lector. Estos personajes, como lo anota Delibes (1999), encarnan la amargura,
la frustración y el desespero, características de las que Andrea no se va contaminar; es como
si el resto de habitantes de la casa estuviesen en un bando distinto, dejando en claro que las
confrontaciones directas no se dan por la actitud pasiva de la protagonista. Cabe anotar que
la atmósfera del relato estará impregnada de misterio, como lo anota Foster (1976), será por
las características del romance que presenta la obra.
Laforet hábilmente introduce al lector en el mundo particular de aquella casa. Hay una
frase inicial que no pasa desapercibida para Andrea, cuando la abuela al darle la "bienvenida",
la noche de su arribo le dice: “no todas las cosas que se ven son lo que parecen” (Laforet,
2001 p. 31). Así pues, la autora deja una puerta abierta para que sus posibles lectores caigan
en la tentación facilista del símil de aquella familia caótica en la que se pelean los unos con
los otros de manera inercial y sin motivaciones precisas; reflejo y consecuencia de la España
de la Guerra Civil. Miguel Delibes, lo plantea así: “Me refiero ante todo al esbozo de unas
mentalidades atrincheradas, en 'su verdad' y reacias a todo intento de reconciliación. Desde
ese punto de vista Nada me parece un símbolo. ¿Qué es la calle Aribau sino la España del
36?... ¿No son Hermanos los que se enfrentan? (Delibes, 1999 p.429)
La calle Aribau vista como España durante la Guerra Civil supone de hecho una gran
discusión. Laforet se viste de Andrea quien se va a encargar de poner todo en su sitio con
una omnisciencia calculada y contemplativa en la que consigue ser el objeto, pero rara vez el
sujeto de las acciones que la afectan y así mantiene el hilo narrativo sin involucrarse en las
incidencias del relato.
Despliega Laforet un dominio admirable para describir universos situacionales y esa
es una fortaleza de esta novela en la que, por momentos traza dos mundos distintos ya que
el desfile de emociones diversas y de acciones grotescas solo ocurre en la casa de la familia
de Andrea, pues apenas sale a la calle ya siente que escapa del caos. Luego podrá ir
descubriendo otra vida, aquella que palpita en las calles y en la universidad donde termina
descubriendo un entorno excitante que le señala otro camino posible. La alternativa para una
probable salvación lejos del conflicto y de la angustiosa existencia familiar.
En cuanto a su temática se centra en el universo individual y su relación con el entorno;
en el drama humano más que en la problemática social. Esta existencialismo impregna la
atmósfera de Nada que en su mayoría habitan personajes desorientados, sobresaliendo la
miseria y sordidez de la vida cotidiana, la frustración y la angustia existencial, y la
inadaptación social y la muerte.
Así bien, Barrero Pérez, en La novela existencial española de posguerra (1987)
menciona que los temas característicos en la novela se reflejan en la incertidumbre del destino
y la ausencia o dificultad de comunicación personal. Por otro lado, Gemma Roberts en Temas
existenciales en la novela española de posguerra (1973) menciona cuatro temas: la
enajenación, decisión, fracaso y muerte. Centrando el análisis en el personaje Andrea, se
advierten en ella algunos de los anteriores como el anhelo de libertad tras la decisión de
realizar un viaje, del pueblo de Canarias donde vive con su prima Isabel hacia la ciudad de
Barcelona. Esta búsqueda de libertad se puede interpretar como una lucha solitaria contra el
inconformismo y la sociedad: Andrea se muestra feliz y al disfrute de la ciudad a solas como
si esta le hablase “Corrí aquella noche [...] por anchas calles vacías y [...]me conmovió como
un grave saludo de bienvenida” (Laforet, p. 6); también, tiene la certeza de un sueño
anhelado y cumplido “Estaba en Barcelona. Había amontonado demasiados sueños sobre este
hecho concreto para no parecerme un milagro” (p. 9) y siente ese sueño como la «palanca»
para una vida mejor (p. 9). Sin embargo, Andrea tendrá que afrontar y superar situaciones
un tanto abstrusas con los personajes de la casa, así como de violencia doméstica de parte
de su tío Juan hacia su esposa Gloria y su hermano Román y la tiranía psicológica, en especial
de parte de su tía Angustias.
Es así que, Andrea, ante la frustración que le infunde estar bajo el estricto cuidado de
su tía Angustias, “en la obediencia” ya que ella es una “niña de buena familia, modosa,
cristiana e inocente”, y que no podrá dar un paso sin su permiso (p. 10), se siente
desesperada y comienza a juzgarla por autoritaria y antipática al hablarle mal de Gloria.
Oportunidad que toma para llevarle la contraria al entablar trato con ella. Esta presencia
autoritaria en la vida de la joven la oprimen y no la dejan ser ella misma, es así que los demás
al estar en su compañía, la notan ausente, por ejemplo, cuando sale a pasear obligada con la
tía Angustias y esta le dice: “Estás en medio de la gente, callada, encogida, con aire de querer
escapar a cada instante” (p. 13), esta imposición en contra de su voluntad la hace enajenarse
y querer escapar del momento a través de sus pensamientos como «resistencia pasiva». Por
otro lado, Andrea experimenta dificultad de comunicación personal o introversión psicológica
cuando abstraída en sus pensamientos, manifiesta sensaciones de inseguridad antes de
enfrentarse a los personajes desconocidos que habitan lo que sería su nuevo hogar: “«¿Cómo
serán?» pensaba yo. Y estaba, allí, en la cama, vacilando, sin atreverme a afrontarlos” (p.
23) o cuando está en la cocina porque tiene hambre, y al encontrarse ante el llamado de su
tía Angustias no dice nada, además de que “no había nada comestible” (p. 10), como síntoma
de la escasez cotidiana, pues hasta los animales de la casa tenían un aire de decadencia
similar a los personajes de la casa.
Así también, estos pensamientos de incertidumbre existencial persisten en ella
cuando, más adelante en el capítulo tres, experimenta un sentimiento de desesperación total,
parecido a la muerte al oír las melodías tristes del violín de su tío Román “Y a mí llegaban en
oleadas, primero, ingenuos recuerdos, sueños, luchas, mi propio presente vacilante, y luego,
agudas alegrías, tristezas, desesperación, una crispación importante de la vida y un anegarse
en la nada” (p. 16). Vemos entonces a la joven Andrea que atraviesa la crisis personal de
enfrentarse a la vida adulta en Barcelona, lugar que le permite ser más independiente y libre,
por lapsos en que se ausenta en su mente de la realidad, que denota un sufrimiento personal
causado por las circunstancias de su cotidianidad que no hace mérito en cambiar, sino que se
deja llevar por las circunstancias sin ir más allá de la tragedia. A este hecho trágico de muerte
como tema, de todos los personajes sólo es al tío Román quien toca por no hallar más remedio
a su vida sin rumbo.
Según Jerónimo Mallo (1956), Nada cabe dentro del Tremendismo, ya que consiste en
“el sufrimiento constante, diario, de las seis personas que comparten en dura convivencia el
piso de la calle Aribau, arrastrando como pesada cadena el dramatismo de unas vidas en las
que no hay esperanza alguna de mejoramiento”. (p.51) y esto porque sus páginas están
cargadas de la angustia terrible de un dolor irremediable. Es decir, lo «tremendo» consiste
en esa sensación de angustia que experimenta el lector a través de su lectura, de personajes
infortunados y miserables. Se sitúa entonces dentro de la novela tremendista, porque parece
inevitable que aquel escenario marcado por la violencia de la acción y el lenguaje en una
novela rompedora para la época pudiera zafarse de aquella etiqueta, sin embargo, van a ser
los estados alterados y los choques violentos de personalidades diversas y antagónicas las
que pongan a Nada como una novela existencialista de culto. Además es patente la visión
reivindicadora de la mujer por parte de la autora, quien desnuda sin límites el abuso (las
palizas a Gloria como mujer objeto) en una sociedad en la que el franquismo a través de una
prédica patriarcal y anacrónica adopta infelizmente posturas del “ Siglo de las Colonias”.
Es de destacar la manera como Laforet esquematiza y configura sus personajes y sus
temas. Gloria, como metáfora de la marginalización femenina a causa del nuevo auge de la
sociedad patriarcal producto de la guerra, la abuela, mediadora bondadosa y sufrida,
caducada por el tiempo y el dolor pero que nunca pierde el bálsamo en sus palabras, Andrea
pasiva, ingenua, cándida, el eje central de la obra, quien expone, contempla y muta,
transformándose con el objetivo de encontrarse a sí misma en medio de la tragedia. Una
meteorización de la decadencia a través de sus personajes que alguna vez fueron felices o
plenos y ahora son “como pájaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de
haber volado mucho en un trozo de cielo muy pequeño” (Laforet, 1944). Termina añadiendo
Montero (2001) Nada “Es un cuento cruel, el cuento de la vida cuando se vuelve mala…” (p.
4). De la novela en general se puede decir que es de poca acción, sin una intriga basada en
acontecimientos o aventuras, ya que atrapa al lector desde la intriga psicológica de las
relaciones sentimentales complejas entre los personajes como elusión narrativa.
Referencias bibliográficas
Barrero, O. (1987). La novela existencial española de posguerra. Madrid. Gredos.
Crespo, S. (1988). Aproximación al concepto de personaje novelesco: los personajes en Nada,
de Carmen Laforet. Anuario de estudios filosóficos, 11, 131-148.
Delibes, M. (1985). “Una interpretación de Nada” en La censura de prensa en los años
cuarenta (y otros ensayos), Ámbito, Valladolid, pp. 429-431.
Delibes, M (1999). Nada, de Carmen Laforet. En F. Rico (coord), S. Villanueva (dir). Historia
y crítica de la literatura española (pp.428-433). Barcelona: Crítica. Vol. 8, T. 2
Foster, D. W (1976) Nada, de Carmen Laforet. En Rodolfo Cardona (ed). Novelistas españoles
de posguerra, I (pp. 89-104). Madrid: Taurus.
Laforet, Carmen. Nada. Bibliotex, S.L, 2001. Recuperado de
https://asset.soup.io/asset/2055/4363_8955.pdf.
Mallo, J. (Mar., 1956). Caracterización y valor del “Tremendismo” en la novela española
contemporánea. Hispania Vol. 39. N° 1, pp. 49-55. Recuperado de:
http://www.jstor.org/stable/335192