Historia de La Peluquería
Historia de La Peluquería
1. Introducción
2. Prehistoria y Edad Antigua
3. Edad Media
4. Renacimiento
5. La época del Barroco
6. El Siglo XIX. Época de cambios
7. El Siglo XX (1900-1930)
8. El Siglo XX (1930-1960)
9. El Siglo XX (1960-1980)
10. Siglo XX (1980-2000)
11. El S.XXI. Los inicios del nuevo milenio
Introducción
La Facilidad que tiene el hombre de entender las ciencias que este mismo requiere por
naturalidad, otorga el ejercicio de practicarlas, utilizando como medio aquella experiencia
dejada por nuestros antepasados que han sido plasmada en textos o solo recordadas de
generación tras generación y que por lógica han sido ajustada a nuestra actualidad.
El peluquero o la peluquera se encargarán de que las pautas del estilista queden impecables. En
las peluquerías grandes se suele pagar un extra si te quieres poner en manos de un estilista.
Ahora bien, una buena peluquera con gusto y estilo puede aconsejarte tan bien como un
estilista sobre el color, el volumen o el estilo de tu pelo.
Desarrollo:
Etapa I:
Edad Media
El declive del Imperio Romano dio paso a dos periodos de la historia totalmente contrapuestos:
la Edad Media, en que la pobreza y la austeridad caracterizaron una sociedad eminentemente
rural, falta de todo tipo de recursos y muy controlada por una religión casi asfixiante a la que se
tenía más miedo que respeto, y el Renacimiento, una etapa donde se encontró un espacio más
abierto al pensamiento y las Artes, en que se empezó a recuperar parte de la riqueza económica
y cultural perdida durante el largo paréntesis medieval. El entorno de estas dos épocas se vio,
evidentemente, reflejado en la estética y la moda de la sociedad del momento.
La Edad Media (s. VII - s. XV)
Una vez retirados los romanos de todos los territorios que habían mantenido bajo su influencia
dejaron tras de sí un panorama desolador. Sin una administración competente, las ciudades
quedaron en manos de señores locales que imponían su ley en territorios limitados,
preocupándose de su propia riqueza por encima del bienestar de los habitantes de sus tierras.
Las zonas urbanas se convirtieron en focos de pobreza y epidemias y la única salida era una
escapada al mundo rural. En un pueblo falto incluso de los recursos más básicos, la austeridad
extrema triunfó sobre los afeites y la coquetería.Sólo en la Corte y los pequeños entornos de los
señores feudales se mantenía un nivel de vida que permitía unos mínimos retoques estéticos,
que, eso sí, solían limitarse a recogidos en las melenas de las damas.Una religión apremiante
que prohibía todo tipo de frivolidad jugó también una mala pasada a aquellas más presumidas
que pudiesen intentar arreglarse de un modo más original que el estrictamente permitido.
Teñirse el cabello dejó de ser material y moralmente posible. Sin embargo, las mujeres debían
llevar el cabello largo y bien recogido, tal como marcaba la Iglesia, lo que, en una época en que
disponer de jabón se consideraba un lujo, obligó a agudizar la imaginación para crear todo tipo
de moños y trenzas. La única manera de proteger el cabello de la suciedad y los piojos era
cubrirlo convenientemente, por lo que se generalizó el uso de capuchas, velos, gorros y
sombreros, en invierno y en verano. Las mujeres intentaban arreglarse de la manera más
coqueta posible sin salirse de los cánones estrictamente indicados. Las más humildes tejían en
sus cabellos trenzas de todo tipo que generalmente nunca dejaban caer, sino que se enroscaban
encima o alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Sus únicos recursos para
hacerlo eran peines de madera e hilos de lana.A menudo, se usaban flores como ornamento,
pues era lo único que tenían a su alcance. La raya en medio era lo más convencional y no solía
haber tiempo ni ganas para hacer nada que se saliera de lo establecido. Para la gente del pueblo
resultó una época oscura y demasiado dura para pensar en la belleza física.
Las clases más afortunadas disponían de joyas e incluso diademas, aunque la principal
diferencia, única aportación de la época al sector de la peluquería, fue la aparición de los
tirabuzones, que hasta ese momento no adquirieron consistencia como peinado, aunque no fue
hasta mucho después, en el Barroco, cuando realmente se popularizaron. En palacio, también
se seguían las normas sociales, pero los recogidos eran mucho más sofisticados, incluyendo a
menudo cuentas y todo tipo de piedras para decorarlos.
Los velos de finas telas substituían las capuchas y gorras del pueblo llano y las damas de la
corte tenían capacidad para permitirse algunas frivolidades, impensables en otros estratos de la
sociedad de la época.En unos tiempos en los que aún quedaba muy lejos la invención de
la fotografía y en los que ni las clases de más rango se preocupaban por las artes figurativas,
sólo a través de dibujos y escritos en libros y tratados se ha llegado a conocer el tratamiento que
recibían los cabellos.De Liebaart es un grupo de personas amantes de la Historia Medieval que
nos hace llegar los modelos de peinado y ropas de la época, deducidos a través de sus estudios,
transmitiéndolos de la manera más comprensible imaginable: mediante recreaciones en vivo.
Etapa III:
Renacimiento
El Renacimiento (s. XVI - s. XVIII)El culto a la belleza personal fue uno de los valores de la
época clásica que se recuperaron durante el Renacimiento.El afloramiento de una
nueva economía y el interés y preocupación por volver a un modelo de sociedad más civilizado
hizo restablecer el valor del aseo y el cuidado personal. En la Corte se crea moda y aparecen
otra vez especialistas del peinado que evolucionan en formas e ideas intentando recuperar los
antiguos tocados de las épocas griegas y romanas.
Los accesorios proliferan y aparecen los postizos, especialmente en forma de trenzas y moños
muy elaborados. Además redecillas, coronas y joyas entrelazadas se extienden no sólo por la
Corte, sino entre las florecientes clases urbanas.Italia vuelve a ser el centro de las miradas
europeas e impone su gusto y sus ideas de tendencia decorativista y refinada a la mayor parte
del mundo occidental de la época.De esta manera se expanden los peinados de las casas
venecianas y la moda de teñir el cabello en tonos rojizos, para lo que se empleaban mezclas de
sulfuro negro, miel y alumbre con las que se embalsaban las cabelleras y posteriormente se
exponían al sol para potenciar la acción de la fórmula. Nació en estos momentos la pasión por
cambiar el color natural de la melena de las mujeres, y se popularizaron también el rubio
ceniza, el hilo de oro y el color azafrán.En gran parte ha sido gracias a los grandísimos mecenas
de las Artes de aquellos tiempos que hemos podido hacer una aproximación a los peinados de
esa floreciente etapa de la historia. En pinturas hechas por los grandes maestros de la época se
pueden apreciar con todo detalle los complicados peinados y recogidos que se estilaban,
plasmados en tela con toda claridad, como si de una fotografía se tratara.
Otra vez, sin embargo, las mejores referencias de que se dispone son de las clases altas, pues
pocos eran los pintores que se dedicaban a retratar a las gentes del pueblo, aún así, gracias a los
pocos grabados que han perdurado y a escritos extraídos de textos sobre modas y costumbres
se ha conseguido una idea bastante clara de cómo se lucían las melenas en esos siglos.Trenzas
anudadas encima de la cabeza o a los costados han perdurado desde la etapa medieval, y sin
embargo, a diferencia de los años anteriores, ahora son decoradas con todo aquél complemento
que se pueda imaginar. A pesar de esto, el buen gusto y la prudencia son muy bien
considerados en la época, con lo que la elegancia prima por encima del recargamiento que será
propio de etapas posteriores: el barroco y el rococó.
Etapa IV:
El Siglo XX (1930-1960)
La época dorada de Hollywood, la de lo que hoy son los clásicos del cine, influirá en todos los
aspectos de la moda. En peluquería, las grandes ondas en el más puro estilo Vivien Leigh,
Maureen O´Hara o Rita Hayworth se convirtieron en el máximo exponente de la elegancia. Sin
embargo, si un peinado creó escuela fue el llamado "Peek-a-boo-bang" consistente en una
abundante masa de cabello rubio platino ondulado que tapaba un ojo, popularizado por uno de
los grandes mitos del celuloide: Veronica Lake. Tal fue el éxito de su look que el Departamento
de Guerra de los EEUU exigió a la Paramount la prohibición del célebre peinado de la diva,
puesto que, según ellos, las chicas que trabajaban en las fábricas de armamento lo estaban
imitando y, al llevar un ojo tapado, se estaban produciendo numerosos accidentes.
Pero si hubo una actriz que determinó el tipo de trabajo que se realizaba en peluquería ésa fue
Marilyn Monroe. La rubia más sexy de la historia podría considerarse un fraude, puesto que es
bien conocido que su color natural de cabello era castaño. Aún así, fue tal el éxito que consiguió
tiñéndose de rubio platino, que miles de mujeres de todo el mundo no dudaron en emularla,
intentando acercarse a la imagen de la seductora actriz. Fueron tiempos de melenas rubias y
onduladas, aunque no todo eran cascadas de cabello cayendo encima de los hombros. Los
grandes crepados eran habituales en las calles, y las peluquerías tenían mucho más trabajo
peinando que cortando o tiñendo.
En lo que a productos se refiere fueron los años de mayor auge de lacas y "plis" que debían
mantener intacto el laborioso trabajo de los peluqueros. Cualquier mujer que se prestara debía
acudir al salón como mínimo una vez por semana, aunque en la alta sociedad no resultaba
extraño hacerse peinar a diario por un especialista. Las medias melenas con puntas
graciosamente inclinadas hacia fuera o las melenitas cortas con mucho volumen triunfaron
también, siempre gracias a abundantes cantidades de fijación.Entre los hombres fue más
la música que el cine lo que popularizó determinados peinados, así en los 50 se extendió por
todo el mundo el mítico tupé de Elvis, sostenido gracias a fuerte gomina (entonces brillantina).
Anteriormente, sin embargo, era el pelo corto de estilo militar lo que más se había llevado,
cómodo y práctico, el look se popularizó especialmente durante la guerra y la posguerra. En las
grandes ciudades se completaba gracias también a la brillantina, usada en este caso para que
ningún pelo se despegara de la posición exacta en la que el peine lo dejaba.Los medios de
comunicación (revistas gráficas, cine y televisión) han sido claves pues desde ese momento
para la internacionalización de determinados looks. Nace la auténtica pasión por la moda y el
culto a la imagen vigente aún en nuestros días.En Europa y Estados Unidos nacen algunas de
las revistas de moda que todavía hoy pueden encontrarse en el kiosco, y en 1956 aparece
en España el primer número de TOCADO, que con el paso del tiempo se convertirá en
la revista que hoy tienes en las manos.
Etapa VIII:
El Siglo XX (1960-1980)
En los años 60 y 70 se vive una auténtica revolución en lo referente a la moda del cabello. El
peinado se convierte en una de las más características señas de identidad de cada persona, y
especialmente los jóvenes lo convierten en el santo y seña de su grupo o "tribu urbana", de
manera que les identifique con unos determinados ideales o convicciones, o les encuadre como
seguidores de unas tendencias concretas.
Así, los "rockabilies" que habían surgido en la década anterior se peinarán con un tupé al más
puro estilo Elvis y lo perpetuarán hasta los años 90 (como puede verse en España con los fans
de grupos como Rebeldes o Loquillo y los Trogloditas). Los seguidores del movimiento "beat"
imitarán a "The Beatles" con sus melenitas y flequillos escandalizando a propios y extraños con
lo que entonces se consideraba una melenita demasiado larga para el público masculino. Pero
en los 70 llegó la auténtica revolución de forma y color: el glam, con David Bowie en cabeza,
propulsó el mullet (flequillo muy corto y pelo más largo en la nuca) que llegó a evolucionar
hasta límites insospechados con el movimiento punk que construyó altas crestas de colores
estridentes sobre una base de mullet. También en los 70 escandalizaban los rastas, que
siguiendo los dreadlocks de Bob Marley triunfaron inicialmente entre el público afro-
americano, aunque en los 90 se popularizaron a todo tipo de público joven, incluyendo a las
chicas que en un primer momento se habían mostrado más reticentes a adoptar este
peinado.Por su parte el movimiento hippie y posteriormente el grunge, propulsaron una moda
"anti-peluquería" en la que lo que se priorizaba era un pelo descuidado, largo y caído de la
manera más natural posible. Para los pseudo-seguidores de estas tendencias fue necesario sin
embargo un buen trabajo de salón, para conseguir un aspecto descuidado en lo que realmente
era un cabello bien tratado.Sin embargo si hay dos peinados a resaltar de la moda cabello de los
años 60 y 70 que se popularizaron de manera desorbitada, estos fueron la permanente y el bob.
Los rizos exagerados a lo "Jackson Five" y el peinado de "corte de paje" que presentó
inicialmente Vidal Sassoon, supusieron dos de las grandes fuentes de ingresos de los salones en
esas dos décadas y la mayor parte de la posterior.Ambos buscaban algo que ha caracterizado la
moda cabello de la edad contemporánea: la comodidad, no sólo al llevarlo, sino al peinarlo. La
mujer trabajadora del siglo XX necesitaba levantarse, ducharse y estar arreglada en el mínimo
tiempo posible, y estos dos peinados le suponían esta ventaja.
Etapa IX:
Siglo XX (1980-2000)
En los años 80 empezó, sobre todo en mi país (Cuba), donde se gozaba de una recién
estrenada democracia, el mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Las dos últimas décadas
del S.XX supusieron una introducción perfecta a la dinámica del siguiente milenio, y, en
palabras de la obsesión estética se compagina con la victoria femenina sobre las grandes
batallas sociales, políticas y personales.
En el mundo occidental la mujer ha conseguido emanciparse, y al contrario de lo que se podía
pensar en un principio, esto supone el empujón final a la cultura del culto al cuerpo. Las
mujeres quieren demostrar más que nunca que su profesionalidad no está reñida en ningún
caso con su belleza y los cuidados que esta necesita. A su vez, el hombre no querrá ser menos, y
empieza también a preocuparse cada vez más por su físico, a utilizar productos cosméticos, a
seguir las tendencias de la moda y a no avergonzarse de dedicarse a los cuidados personales.
A partir de este momento, en peluquería se empiezan a crear tendencias, es decir que los
estilistas proponen determinadas pautas de moda, pero sin imponerlas. Las tendencias forman
corrientes a seguir que permiten que cada cual adapte a su gusto las propuestas de cada
temporada. Color, textura, medida del cabello... quedan al gusto del consumidor. Así en los
ochenta se llevaban los cabellos ondulados ligeramente, y en los noventa triunfaron los
desfilados, los escalados y finalmente las extensiones, pero cada cual dio a estas ideas su toque
personal.
Etapa X:
Autor:
Jorge Alberto Vilches Sanchez
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