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Importancia de Perturbaciones en Ecosistemas

Este documento discute cómo las perturbaciones naturales juegan un papel importante en mantener la diversidad de los ecosistemas. Explica que las perturbaciones de intensidad intermedia que ocurren con frecuencia o rara vez son ideales, ya que mantienen una heterogeneidad de hábitats en el paisaje a través de claros y sucesiones. También señala que suprimir las perturbaciones naturales suele simplificar y vulnerabilizar los ecosistemas.
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Importancia de Perturbaciones en Ecosistemas

Este documento discute cómo las perturbaciones naturales juegan un papel importante en mantener la diversidad de los ecosistemas. Explica que las perturbaciones de intensidad intermedia que ocurren con frecuencia o rara vez son ideales, ya que mantienen una heterogeneidad de hábitats en el paisaje a través de claros y sucesiones. También señala que suprimir las perturbaciones naturales suele simplificar y vulnerabilizar los ecosistemas.
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¿Cuáles son el grado de heterogeneidad y el régimen de perturbaciones ideales?

Entender las consecuencias ecológicas de las perturbaciones y su influencia en la estructura


y dinámica del mosaico de parches en el paisaje es particularmente importante para
conservar la biodiversidad (Pickett y White 1985; Christensen et al. 1996; Christensen
1997). La conservación involucra necesariamente una paradoja, ya que se busca preservar
sistemas que, de entrada, son dinámicos y cambiantes (White y Bratton 1980; Botkin 1990;
Ostfeld et al. 1997). Es esencial entonces reconocer la importancia de los procesos que
regulan el funcionamiento de los ecosistemas y, en lugar de intentar restringir su variación
natural, utilizar nuestro conocimiento acerca de ellos para minimizar o controlar ciertos
efectos ambientales “indeseables”. De hecho, varios estudios han demostrado que suprimir
las perturbaciones que han formado parte de un ecosistema genera consecuencias negativas.
Por ejemplo, modificar los ciclos naturales de inundación y sequía en ríos y humedales ha
llevado a la desaparición de hábitats y especies, a cambiar los cauces y a su desbordamiento
cuando ocurren precipitaciones y escurrimientos extremos (Brawn et al. 2001; Reice 2001);
o bien, en ecosistemas forestales con un régimen histórico de incendios frecuentes leves,
suprimir el fuego provoca acumulación de combustibles e incendios severos, destructivos e
incontrolables (Agee 2002; Myers 2006), por lo que es más recomendable restaurar el
régimen de fuego utilizando quemas prescritas (Agee y Skinner 2005). Las estrategias de
manejo de ecosistemas dirigidas a mitigar las perturbaciones que los regulan, generalmente
los modifican a formas más simplificadas (menos diversidad estructural y de especies),
aumentando su vulnerabilidad y disminuyendo su resiliencia frente a nuevas perturbaciones
(De Leo y Levin 1997; Folke et al. 2004). Las perturbaciones naturales que mantienen la
diversidad en los ecosistemas generalmente son de carácter intermedio en términos
temporales y espaciales, es decir, frecuentes y pequeñas o infrecuentes y grandes (Connell
1979). Las perturbaciones frecuentes generan en el paisaje un mosaico de “grano fino”, esto
es, mantienen parches de hábitat en distintas etapas de desarrollo sucesional, con una
estructura y composición de especies característica. Estos parches, que en el caso de los
bosques, por ejemplo, incluyen claros recientemente abiertos por la caída de árboles
grandes derribados por viento, un incendio o el ataque de insectos u hongos patógenos. Los
parches ofrecen distintas condiciones de hábitat para especies con requerimientos
ecológicos diferentes (véanse los recuadros 3.1 y 3.2). En los ecosistemas acuáticos, las
inundaciones cíclicas son esenciales para mantener hábitats como humedales y llanuras de
inundación de las que dependen numerosas especies de plantas y aves (Brawn et al. 2001;
Reice 2001). En este sentido, la heterogeneidad creada por las perturbaciones y los
procesos de regeneración y sucesión subsiguientes es necesaria para el mantenimiento de la
biodiversidad (Bormann y Likens 1979; Romme y Knight 1981; Forman y Godron 1986;
White y Jentsch 2001). En el caso de las perturbaciones infrecuentes, estas afectan, en un
solo evento grandes extensiones del orden de cientos o miles de hectáreas; es lo que sucede,
por ejemplo, con los huracanes más intensos, las erupciones volcánicas o los grandes
incendios de bosques de coníferas septentrionales (Turner et al. 1997; Romme et al. 1998).
Este tipo de perturbaciones prácticamente reinicia el desarrollo de un ecosistema, y si bien
sus efectos al principio parecen devastadores, los intervalos entre los eventos de
perturbación son de tal amplitud que proporcionan el tiempo necesario para que los
ecosistemas puedan recuperarse, e incluso eliminar organismos patógenos o parásitos que
causan enfermedades y plagas, o limpiarse de especies exóticas invasoras que tienden a
desplazar a las especies nativas (Sousa 1984; Agee 1993; Turner et al. 1997; Batista y Platt
2003).

Referencias

Manson, R.H., E.J. Jardel Peláez et al. 2009. Perturbaciones y desastres naturales: impactos
sobre las ecorregiones, la biodiversidad y el bienestar socioeconómico, en Capital natural
de México, vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio. Conabio, México, pp.
131-184

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