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Robert Owen

El libro del nuevo mundo moral

(Extractos)

Primera edición cibernética, abril del 2004

Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés

INDICE

Presentación, por Chantal López y


Omar Cortés.

Introducción, por Robert Owen.

I. Condiciones necesarias para la


felicidad humana.

II. Código racional de leyes.

III. El núcleo social.

IV. Nueva clasificación social de acuerdo


a la edad, a la experiencia y a las leyes
eternas de la humanidad.
Presentación

Robert Owen, el
celebérrimo teórico
del utopismo
cooperativista inglés,
nació el 14 de mayo
de 1771 en el pueblo
galés de Newtown.

Desde muy pequeño


mostraría una gran
inclinación por la
lectura, y a los diez
años de edad decidió
abandonar su natal
Newtown para
marchar a Londres a
reunirse con su
hermano William,
quien le consiguió
empleo como
dependiente de un
comercio en Stamford.

Su adolescencia se desarrollaría en constantes desplazamientos entre las ciudades de Stamford,


Londres y Manchester, ciudad esta última en la que entraría en contacto directo con el mundo
de la producción de hilados, y, por ende, en testigo de los efectos de la revolución industrial y de
su corolario: el maquinismo.

La suerte y la fortuna se abrirían para él cuando logra ser nombrado director de la fábrica más
grande y famosa de Inglaterra: la fábrica de Drinkwater que contaba con una nómina de
quinientos obreros.

Rápidamente destaca en su trabajo de dirección entrando en contacto con el mundo


empresarial manchesteriano y, paralelamente, también con el mundo intelectual de esa ciudad.

Contrae matrimonio con la hija de un acaudalado empresario y, al encargarse de la


administración de la fábrica New-Lanark, propiedad de su suegro, es cuando implementa una
política de salarios altos y notorias mejoras laborales con el fin de aumentar la excelencia en la
productividad de los trabajadores. Sus innovaciones rinden los frutos esperados, pero
paralelamente generan la sospecha creando las consabidas envidias del mundo empresarial, en
donde se le ataca por esa tendencia a mantener la política de salarios altos y mejoras salariales
de manera indefinida.
En 1813, Robert Owen publicaria su primer libro titulado: Ensayo sobre la formación del
carácter, en el que pondría en tela de juicio la idea misma del libre albedrio.

Para 1815 Owen decide emprender una cruzada a favor de la prohibición de trabajo a niños
menores de diez años, lo que le atrae fortísimas enemistades en el mundo empresarial, medio
éste en el que se predicaba lo benéfico que era para el trabajador el entrar a trabajar desde la
más pronta infancia, ya que según esos empresarios, de esa manera los trabajadores adquirirían
la destreza necesaria y el conocimiento exacto para desarrollar mejor su trabajo.

En 1816 abre, en New-Lamark una escuela para la formación del carácter, nombrando como
encargados de la misma a James Buchanan y Molly Young.

La cada vez mayor antipatía del medio empresarial hacia él y sus ideas, conducen a Robert Owen
a replantearse sus opiniones primigenias según las cuales el maquinismo no podía ni debía ser
considerado una maldición, sino antes bien, utilizado de manera racional, devenía en poderoso
instrumento liberatorio. Sin embargo, la manera de actuar de los empresarios y, sobre todo, la
forma como reaccionaban en contra de sus propuestas, hicieron que Owen repensara las ideas
de sus años mozos, obligándole a concluir en la necesidad de limitar el maquinismo en cuanto
simple apéndice de la, en su opinión, única forma de vida racional: la comunidad rural. Este
pensamiento le llevó, incluso, a aconsejar a obreros y artesanos a no gastar dinero en huelgas o
movimientos de resistencia que a la postre, en su opinión, resultarían inútiles, sino mejor a
invertirlos en la creación de comunidades rurales.

Para 1824, entraría en contacto con el fundador de una comunidad agrícola en los Estados
Unidos, el señor Richard Flower, quien le propondría adquirir un gran terreno en Harmony,
Indiana con el fin de poner en práctica sus ideas en pos de la instauración de las comunidades
rurales en cuanto células madres de la futura sociedad.

Owen acepta la propuesta, trasladándose a los Estados Unidos, en donde los días 25 de febrero
y 7 de marzo de 1825 pronuncia sendas conferencias en el Congreso en Washington, exponiendo
sus redentores planes. Posteriormente bautizaría con el nombre de New Harmony a la
comunidad rural, y el 1° de mayo de aquel año de 1825 se aprobaría la Constitución de la
Comunidad de la Igualdad Perfecta, en la cual participarían más de ochocientas personas
atraidas por el llamamiento de Robert Owen. Entre esas personas se encontraban no pocos de
los más renombrados científicos de aquellos tiempos.

En octubre de 1825 aparecería el órgano periodístico de la comunidad llamado, New Harmony


Gazette.

Pero, por desgracia, no pasaría mucho tiempo para que aquella experiencia comunitaria rural se
descompusiera de manera acelerada. El primer síntoma de esa descomposición lo fue la
formación, en el seno de la comunidad, de muchas microsociedades que empezaron a competir
entre sí, buscando controlar los puntos neurálgicos o de dirección de la comunidad, lo que
conllevo a que en un breve periodo de tiempo muchas de esas microsociedades terminarán
separándose de la comunidad; por otra parte no faltaron los vivales que buscaron hacer
negocio de aquella experiencia, instalando bares y centros de juego con la supuesta finalidad
de hacer más agradable y llevadera la vida rural comunitaria, y de igual manera no faltaron
quienes hicieron un inadecuado y perverso uso de las tierras de labor otorgadas de manera
comunal, apropiándoselas individualmente.

Ya para 1828 de la idea original de New Harmony no quedaba ni el recuerdo, y todo aquello se
había vuelto un desbarajuste convirtiéndose en caricatura de lo que originalmente se pretendió.

Ante aquella evidente realidad, Robert Owen busco la manera de crear otra comunidad rural
capaz de superar los vicios en que había caído New Harmony, vicios que finalmente le
condujeron a su autodestrucción.

Intentó llevar a cabo su nuevo proyecto en Texas, cuando Texas formaba parte de la República
Mexicana, más sin embargo no encontró los terrenos adecuados, ni mucho menos socios
dispuestos a invertir en la compra y acondicionamiento de la infraestructura de la futura
comunidad rural, por lo que decidió regresar a Inglaterra.

Ya en Inglaterra, Owen se embarcaría en un nuevo proyecto que iba mucho más allá de su idea
sobre la fundación de la comunidad rural, nos referimos a la fundación delBanco del
Trabajo (Equitable Labour Exchange), partiendo del supuesto de que era el trabajo el origen de
toda la riqueza social, y por ende la única medida válida del valor, lo que le condujo a idear la
manera de sustituir la moneda metálica por lo que él denomino, moneda de trabajo, que
pudiese favorecer la circulación de las mercancias, en un plan de igualdad.

Con el objeto de difundir esas ideas, funda el periódico Crisis, en el que expone los beneficios
que al género humano acarrearía sustituir el desorden en la producción y la distribución,
generador de crisis, por corporaciones nacionales que, unidas en una federación económica,
intercambiasen los productos entre sí, tomando como base la cantidad de trabajo necesaria
para su elaboración.

Posteriormente Owen decide incorporar su movimiento con el movimiento cooperativo y el de


las Trade Unions.

El 23 de agosto de 1834 aparecería el último número de Crisis, anunciándose la aparición del


diario: The New Moral World (El Nuevo Mundo Moral).

En 1849, Robert Owen escribiría la que a la postre sería su obra cumbre: The Revolution in the
Mind and practice of the human race or the coming change from irrationality to rationality (La
revolución mental y práctica de la raza humana o el comienzo del cambio de la irracionalidad a
la racionalidad).

Finalmente, en noviembre de 1858, Robert Owen fallecería a los ochenta y ocho años de edad.
Los extractos que aquí presentamos de su obra El libro del nuevo mundo moral, corresponden a
su etapa madura que abarca desde la aparición del periódico The New Moral World, hasta su
fallecimiento.

Esperamos que los fragmentos que a continuación publicamos resulten del interés del lector y le
presenten los objetivos que en el terreno social pretendía llevar a cabo Robert Owen.

Chantal López y Omar Cortés

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Introducción

Dedicado a las asociaciones de todas las clases y de todas las naciones; a los gobiernos y a los
pueblos de todas las naciones, pero especialmente a las cinco principales potencias de Europa y
a los Estados Unidos de Norteamérica.

Estáis en medio de un conflicto que


envuelve los más serios y los más
caros intereses de cada individuo
del género humano; de su
resultado depende la miseria o la
felicidad de las generaciones
presentes y futuras.

Es una lucha entre aquellos que


creen que para su interés y su
felicidad individual el hombre debe
seguir siendo mantenido en la
ignorancia y ser gobernado, como
hasta ahora, por la fuerza y por el
engaño, y aquellos que están
convencidos de que para su bien
deberá, desde hoy en adelante, ser
regido por la verdad y por la
justicia. El progreso alcanzado por
la ciencia hace que ya no sea dudoso el resultado definitivo de la lucha; pero sería de desear que
cesara pronto con satisfacción para todas las partes, y puede cesar mediante la unión de las seis
principales naciones de la parte más civilizada del mundo. Ya que una vez que se unieran para
adoptar simultáneamente medidas nacionales, para dar una sabia orientación a los
descubrimientos modernos de las ciencias físicas y mentales, podrían conseguir los resultados
más magníficos para sí mismas y para toda la familia humana.

Quienes carecen de experiencia afirman aturdidamente que tales resultados son inalcansables o
que si son alcanzables, los hombres son demasiado ignorantes, viciosos y egoistas para
promover un cambio que asegure a todos iguales privilegios, aunque los beneficios que
correspondan a cada uno, excedan las ventajas que pueda gozar en la actual constitución de la
sociedad. Nosotros creemos que tales objeciones pueden ser refutadas, apelando a los intereses
de los hombres, ya que cuantas personas poseen experiencia saben que todas las naciones
podrían adoptar medidas mediante las cuales producir una cantidad de cada especie de riqueza
esencial para la felicidad humana, mayor de cuanto se requiere para satisfacer plenamente los
deseos de todos, y podrían también establecer nuevas instituciones en las cuales la facultad
natural y la capacidad de cada uno podrían ser desde el nacimiento cultivadas de modo de llegar
a ser en gran medida superiores a cualquier carácter que haya existido o que pueda existir bajo
las antiguas instituciones del mundo. Tal cambio vital en la condición y en el carácter de la raza
humana puede lograrse con sólo un trabajo manual liviano, sano, benéfico y agradable,
combinado con ejercicios mentales de los más deseados y placenteros; puede realizarse en paz,
con la aprobación universal, sin perjudicar la mente, el cuerpo o la propiedad de ninguna clase o
país.

Esa es la revolución que el progreso de los conocimientos exige de cada uno de los hombres que
actualmente dirigen los destinos de las naciones; una revolución en los principios fundamentales
y en el orden social, que despierte de modo esencial el interés y que asegure la progresiva
felicidad de todos, tanto de aquellos que están muy arriba, como de aquellos que están muy
abajo.

Intentamos explicar los principios de la naturaleza, y descubrir las medidas prácticas que de ellos
dependen, y mediante los cuales se puede ahora efectuar aquella gran revolución en los asuntos
humanos, sin desórdenes o daños, sin tampoco perjudicar a la propiedad privada existente.

Avancemos un paso más; afirmemos con fe que el progreso de los conocimientos hace ahora tan
irresistible esa revolución en las condiciones generales y en el carácter del género humano, que
ningún poder terrestre puede impedir y retardar mucho su curso; y se efectuará por la razón o
por la violencia ejercida sobre la sociedad por la degradación mental de todos y la extrema
miseria de muchos. Nosotros, pues, como amigos desinteresados de todas las clases de todas las
naciones, recomendamos a todos los gobiernos y pueblos, que por común acuerdo dejen ahora
perecer por muerte natural a los viejos prejuicios del mundo, favorables o contrarios a cualquier
clase, secta, partido, país o raza; que sean disueltos los ejércitos permanentes de todas las
naciones, a fin de que el hombre pueda ser empleado en la producción y no en la destrucción de
la riqueza; que desde el nacimiento se eduque a las nuevas generaciones para que lleguen a ser
superiores, por su caracter y su conducta, a todas las generaciones pasadas; que todos sean
educados para experimentar tanto placer en la producción como en el uso y consumo de la
riqueza, resultado fácil de alcanzar debido al progreso de la ciencia; que todos tengan amplia
participación en la riqueza y que, por lo tanto, el reino de la paz, de la inteligencia y de la
simpatía universal reemplace para siempre el de la ignorancia y de la opresión.

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Condiciones necesarias para la felicidad humana

Existen ciertas condiciones sin las


cuales no puede conseguirse la
felicidad de la naturaleza humana tal
como es, y es inútil que el hombre
confíe en esa felicidad si no se
establecen disposiciones
permanentes para asegurar a la raza
humana la posesión de esas
condiciones, ya que si uno es
desdichado, éste hecho disminuye la
felicidad de todos aquellos que lo
saben.

Las condiciones generales necesarias


para la felicidad humana son las
siguientes:

1.- Posesión de una buena


organización física, mental y moral;

2.- Aptitud para conseguir un placer


cuando es necesario para mantener
el organismo en el mejor estado de
salud;
3.- La educación más delicada desde el nacimiento hasta la edad madura de las fuerzas físicas,
intelectuales y morales de toda la población;

4.- La voluntad y los medios de promover continuamente la felicidad de los semejantes;

5.- La voluntad y los medios de aumentar continuamente la suma de conocimientos;

6.- La virtud de gozar de la mejor sociedad, y muy especialmente de asociarse al placer de


aquellos hacia los cuales nos sentimos bien dispuestos con la mayor consideración y el más
grande afecto;

7.- Falta de supersticiones, de miedo a lo sobrenatural y de temor a la muerte;

8.- Los medios de viajar a voluntad;

9.- Plena libertad para expresar el propio pensamiento sobre cualquier asunto;

10.- Máxima libertad de acción individual, compatible con el bien permanente de la sociedad;

11.- Tener un carácter de tal naturaleza de poder decir la verdad en todas las circunstancias,
estar animado de la más pura caridad hacia los sentimientos, los pensamientos y la conducta de
toda la humanidad y profesar sincera benevolencia hacia cada individuo de la raza humana;

12.- Vivir en una sociedad en la cual las leyes, instituciones y regulaciones, bien ordenadas y
establecidas, estén en un todo de acuerdo con la naturaleza.

Y, finalmente, admitir que todos los seres vivos son felices viviendo de la manera consentida por
la naturaleza, pero
especialmente los seres de la
raza humana

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II

Código racional de leyes

1.- Teniendo en cuenta que el


niño nace ignorante e inexperto,
cada ser humano, hombre o
mujer, será desde su nacimiento creado y educado físicamente, mentalmente, moralmente y
prácticamente en la forma que exija la ciencia, de una época determinada, respecto a la buena
formación del carácter humano.

2.- Todos trabajara activamente y útilmente, de acuerdo a la edad y a la aptirud, durante la vida,
siendo el ocio peligroso para los individuos y contrario a la justicia social:

3.- Todos serán bien alojados, alimentados, vestidos y, desde el nacimiento hasta la muerte,
vivirán en un ambiente social elevado (superior circunstances), en la medida que la sociedad que
lo rodea pueda crear tal ambiente;

4.- Además de la lengua de sus progenitores, todo niño aprenderá una lengua general, destinada
a ser el lenguaje de la verdad del mundo;

5.- Si llega a suceder que algunos individuos sean criados, educados, ocupados y situados de
manera tal que puedan surgir diferencias de opiniones y sentimientos, lo que obligará a la
intervención de terceros para solucionarlas -lo cual no será posible una vez que se forme una
generación en condiciones de ser racional en el pensamiento, en el sentimiento y en la
conducta- la discusión será resuelta por medio de arbitros elegidos con anterioridad, los cuales
harán innecesarios los jueces, abogados y tribunales;

6.- Si algún elemento social así criado, empleado y situado actúa en oposición a la felicidad de la
sociedad, individualmente o en su conjunto, lo cual sólo puede producirse debido a una
enfermedad mental, las personas que se comportan de esa manera serán internadas en una
casa de salud, tratadas con la dulzura que el caso permita y encerradas en la casa o en el recinto
con nada más que lo indispensable para que recuperen la buena salud.

Tales son las leyes que corrsponden a un estado racional de la sociedad.

Las instituciones sociales armonizarán totalmente con esas leyes y emanarán de ellas, así como
de las instituciones las reglamentaciones

Las instituciones tenderán a educar y a emplear bien a todos y a cada uno, según sus energías
físicas y morales; de manera de desarrollar desde los primeros años a ambas; a tener el cuerpo y
el espíritu en el mejor estado de salud con alegre disposición, a fin de que la vida se prolongue y
la felicidad dure hasta el último extremo concedido a la humanidad.

Las reglamentaciones comprenderán los medios de producir el máximo de valiosas riquezas en


el menor tiempo posible, de acuerdo con la salud y la capacidad natural del producto; de
distribuir esa riqueza de la manera más ventajosa para todos; de actuar de acuerdo a las
instituciones arriba mencionadas, para la mejor formación del carácter físico, mental, moral y
práctico de cada individuo, desde el nacimiento; gobernar bien a todos, localmente y en su
conjunto, sin coerción ni amenazas, sino por medio de la razón y de la bondad, basada en una
justa noción de la naturaleza humana y de la ciencia de la sociedad.
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III

El núcleo social

No es necesario únicamente que los


hombres adquieran conocimiento de la
ciencia del mejor modo de producir
riqueza, de conservarla y distribuirla, o
de la formación del carácter y del
gobierno. Es necesario también que
sepamos unir esas diferentes partes en
tales proporciones y de tal manera de
poder formar un núcleo social
científico. Un núcleo que se base a sí
mismo, hasta cierto punto, pero que
esté constituído en forma de poderse
unir a otros núcleos similares, para que
se ayuden mutuamente, y nada falte
en cada uno y así el hombre se una al
hombre, el núcleo al núcleo, a través
de todas las naciones, haciendo de
toda la Tierra, apenas tenga tanta
población para ocuparla y cultivarla
toda, un verdadero paraiso terrenal, en
el cual el hombre sólo tendrá un
interés, y todos, comprendiendo las
ventajas, anhelarán hablar un sólo idioma. Siendo el interés uno solo, habrá solamente un
objetivo: el aumentar la felicidad de todos hasta el grado máximo, según lo permitan las
condiciones materiales de la tierra, colocada bajo la dirección del saber colectivo de la raza
humana, y bajo tal dirección se hallará colocada cuando todos llevemos las energías físicas,
mentales, morales y prácticas propias a ese grado de perfección que resultará de la influencia de
los grandes conocimientos adquiridos por el hombre. Y merced a esa transformación de un
estado universal de aislamiento individual y repulsión en la afirmación universal de la unión y
atracción, el orden socialista podrá ser regulado de manera que el uso y goce de la tierra y de
todo aquello que ella está en condiciones de dar gracias al perfeccionamiento industrial, serán
considerados como patrimonio tranquilo y no objeto de envidia de los otros hombres durante
toda su vida, digna compensación y ejercicio placentero del cuerpo y del espíritu gobernados
racionalmente.

¿Sobre qué principios debe disponerse el núcleo social científico para poder acoger en sí mismo,
combinados en proporciones armónicas y benéficas, los elementos de la comunidad social? Se
trata de una cuestión práctica de mucha importancia y ya resuelta. Para entender la pregunta y
darle una respuesta es menester poseer algunos conocimientos preliminares teóricos y
prácticos. Se necesita darse cuenta de cuáles son los elementos de la sociedad, comprender la
importancia relativa y su relación, y poseer nociones precisas de la función práctica de cada uno
de ellos.

Deben reunirse en una combinación bien hecha y operar de acuerdo, la agricultura, el arte de la
jardinería, la manufactura, el comercio y, en ciertos casos, la industria minera y la pesca, para la
producción; tiendas, depósitos y otros locales para guardar los productos; formas de
distribución adaptadas al consumo, con reglas para la formación del carácter y para el gobierno
tanto general como local. Para conseguirlo, la sociedad debe ser reformada y rehecha desde la
base hasta la cumbre. Es inútil esperar el menor cambio por medio del amontonamiento de
principios y prácticas falsas junto con principios y prácticas justas; no es posible una asimilación
de unas con otras y toda tentativa de unirlas no hará más que poner en evidencia siempre las
erróneas consecuencias a que lleva un acuerdo no natural.

Para que la reorganización de la sociedad beneficie a la raza humana tiene que ser completa en
todas sus partes. Es necesario que las cosas viejas perezcan y todo se renueve. La religión, las
leyes, el gobierno, las clases, las instituciones y todas las reglamentaciones comerciales del viejo
mundo, deben ser puestas de lado y abandonadas apenas se realice la nueva organización y
ocupe el puesto de aquella que incluye en su seno toda la vieja miseria humana. Sin embargo, la
substitución debe operarse sin desórdenes ni violencias de ninguna clase. Se requiere para ese
cambio mucha sabiduría y previsión para impedir, en la medida de lo posible, choques entre
intereses y sentimientos opuestos y evitar cualquier daño u ofensa a alguna persona.

Es natural que se formule la siguiente pregunta: ¿Existen las condiciones materiales que exige el
cambio? ¡Está pronta la sociedad! ¿Está dispuesta la población a abandonar el individualismo, la
lucha entre intereses, la desunión entre la razón y el sentimiento y todas las malignas
consecuencias subsiguientes, aceptando en cambio el principio de acuerdo entre el sentimiento
y el interés? ¿O, en otras palabras, está el pueblo de este país, que sufre muchas desdichas
debido a la desorganización actual, dispuesto a dar al mundo el ejemplo de una organización
nueva, teórica y prácticamente justa y, por consiguiente completamente opuesta a la antigua?

La respuesta es que el mundo está preparado y lo está especialmente el imperio de la Gran


Bretaña; preparación que se ha venido realizando en medio de los sufrimientos originados
únicamente por la antigua organización social; sufrimientos insoportables y que ahora reclaman
enérgicamente la inmediata transformación de las condiciones de toda la población industrial de
la Gran Bretaña e Irlanda.

Esa transformación de un orden en otro es impuesta por una tremenda necesidad que hasta
ahora ha producido padecimientos suficientes para estimular la búsqueda de un alivio y
esforzarse en alcanzar la felicidad que todos los seres vivientes anhelan.

Necesitamos, para esa organización, tierra, capital, aptitud, trabajo y otros materiales; todas
estas cosas abundan en las Islas Británicas y se han construído y se construyen ferrocarriles para
transportarlas de la mejor manera desde allí donde abundan hasta allí donde escasean y serán
útiles.

Para realizarla con sabiduría y previsión, o sea de la mejor manera para beneficio permanente
de todos, el gobierno deberá comprar a los actuales propietarios, a un precio conveniente, el
ferrocarril ya construído y también el terreno de ambos lados en una superficie de tres a seis
millas de anchura. Ese terreno deberá ser preparado por los mejores ingenieros y hombres
prácticos que el gobierno ponga a su servicio para la formación de los nuevos núcleos sociales y
para la reorganización de la sociedad sin perturbar primero a la vieja organización, sino
comenzando a hacer actuar el nuevo orden en forma gradual, pacíficamente y con el máximo de
beneficios para todos, hasta llegar a aquel punto en que la naturaleza, con su sabiduría, lo
gobierne.

Pero, se preguntará, ¿en base a qué principios y cómo se orientarán en la práctica esos
ingenieros, arquitectos y otros en el empleo de la superficie de los núcleos para que se forme
una nueva organización en condiciones de reemplazar a la antigua?

El esquema del núcleo ha sido descipto en detalle por el autor de este libro en un trabajo que
tiene por título: Desarrollo de los principios y de los planos para el establecimiento de colonias
internas, al cual se remite a quienes quieran conocerlo más a fondo. Sin embargo, como guía
ulterior para aquellos agentes del gobierno, se puede establecer que cada núcleo debe poseer la
debida proporción de tierra y manufactura, de acuerdo a las necesidades de la población en el
máximo grado de desarrollo, si queremos ser aptos para conservar los productos en el estado
más conveniente para su distribución y consumo, y lograr la educación y formación del carácter
de la juventud acostumbrándola a seguir a la naturaleza y a ser racional en los sentimientos,
pensamientos y acciones. Las aptitudes deben ser aprovechadas convenientemente, de manera
que ninguna persona permanezca ignorada, o abandonada, o de alguna manera despreciada por
la sociedad. Si no se consigue tal resultado y si no se cuida a cada individuo de la raza humana
desde el nacimiento hasta la muerte, haciéndole todo el bien, la sociedad no llegará al estado
racional. Hasta ahora no se ha tenido en cuenta la felicidad de la raza humana; el interés local
del individuo y su familia han absorvido casi por entero el pensamiento de los hombres y todos
los sistemas humanos han tenido este objetivo, debido a la acumulación de la riqueza y del
poder, siendo la riqueza el medio principal por el cual se mantiene el poder.
En la nueva organización social que nos proponemos dar ahora al mundo, cada parte ha sido
formada para crear y asegurar la felicidad de la raza humana y mejorar todas las cosas que
tienen relación con la vida humana, con la energía en continuo crecimiento originada por el
progreso de la ciencia y el capital que se han conquistado de generación en generación.

Todo núcleo social será basado y completamente construído sobre ese principio. La felicidad de
todos será el fin y el objetivo de cada parte de esa organización en toda la sociedad.

Una vez explicados esos principios generales, resulta de fácil inteligencia la combinación de las
diversas partes de cada núcleo y la unión del conjunto con los demás núcleos.

Para asegurar a todos la felicidad, es necesario asegurar a todos una existencia cómoda,
permanente, y todos poseeremos entonces un carácter excelente. He ahí lo que la sociedad
debe hacer, y puesto que dispone de todos los materiales para operar esa transformación en el
mundo, todo individuo de la raza humana tiene interés en que se efectúe y apenas ese interés se
pone en evidencia, corresponde actuar en consecuencia. Con el propósito de poner en evidencia
ese interés, cuya existencia es indiscutible, es necesario constituir un núcleo social científico, en
el cual los cuatro elementos naturales se combinen en la debida proporción y desarrollen plena
actividad; su contraste con la actual confusión caótica parecerá demasiada viva al sentido
común de todas las clases y de todos los gobiernos, para que cualquier duda pueda prsentarse
acerca de cuál de los dos sistemas vale más. El hombre desea ser felíz; cuando descubre el
camino justo, entra por él y marcha.

Al formar ese núcleo o modelo de una organización científica de la sociedad, es necesario


constituirlo completamente, empleando la experiencia del pasado y la ciencia proveniente de
todas las fuentes.

La organización de ese nuevo núcleo, es bueno recordarlo, sobre el cual debe formarse luego
otro y paso a paso un nuevo modo de existencia humana, consiste en la combinación de
elementos de la sociedad de manera que pueda producirse la máxima abundancia de las más
apreciables riquezas en el más breve tiempo, con la menor cantidad de trabajo y de capital
compatibles con la óptima salud y la más exquisita felicidad de los productores, y esa riqueza
deba ser conservada y distribuída en la forma más beneficiosa a los consumidores, los cuales a
su vez habrán cooperado a la producción en su triple carácter de productores, educadores y
gobernantes. Ello equivale a decir que en la distribución de la riqueza participarán aquellos que,
según el estilo del viejo mundo, forman la clase inferior, la media y la superior, pero que en el
nuevo orden social proyectado son los jóvenes, los hombres de edad media y aquellos a quienes
los años han permitido acumular un tesoro de experiencias. Este triple carácter, de manera
mucho más perfecta que en la actualidad, será dado a toda la raza humana.

Cada uno recibirá desde sus primeros años conocimientos hasta hacerlo caritativo para toda la
vida, en el más amplio significado de la palabra; cada uno será educado de manera de adquirir
tan excelentes y amables cualidades que necesriamente lo harán amar de sus vecinos y lo
inducirán también a él a amar a ellos. Y todos sabrán que sólo obrando de esa manera la caridad
y el amor podrán introducirse y mantenerse permanentemente en la humanidad.

Para obtener esos resultados de la mejor manera se ha ideado el núcleo social científico, o sea el
fundamento de la unión universal, asistencia mutua y cooperación.

Ese núcleo comprende el terreno necesario para producir, cuando sea bien cultivado, lo
bastante para abastecer a su población, en el máximo grado de desarrollo de ésta, con una
cosecha abundante, cada año, de las cosas necesarias y útiles para la vida, de manera que no
sólo de la pobreza, sino del temor de que venga, quede inmune cada persona. El núcleo debe
tener tal extensión como para ser convenientemente bien cultivado in cumulo, es decir, en un
orden determinado, al ser dividido en cuatro secciones equisdistantes de cada parte del centro
industrial en el cual tiene su sede la población. Las fábricas deben estar en los lugares más
inmediatos al centro de aquel terreno, de acuerdo a lo que hagan posible las condiciones
locales. Su construcción debe corresponder a las exigencias de higiene, decoro y vida. En ese
aspecto deben estar adaptadas al desarrollo de la población desde un número mínimo a un
máximo. Según sea la localidad que ocupa el núcleo, cada uno debe poseer manufactura, mina,
dedicarse a la pesca u ocuparse de la navegación, y esto además de la labranza de la tierra, que
cada núcleo debe realizar con el fin de asegurarse el sustento. Además, cada núcleo debe tener
buenos establecimientos para la crianza, educación y formación del carácter de todos sus
miembros desde el nacimiento hasta la muerte, porque de ello dependerá la fuerza motriz que
valorizará todas las operaciones del núcleo; así se creará el espíritu y la mente que dirigirán y
penetrarán en cada parte del núcleo, y es por eso necesario que esta institución esté siempre
bien organizada y dirigida con la máxima habilidad. El éxito de esta nueva organización social
dependerá especialmente de que se comprenda bien, teóricamente, la idea de esa institución y
la recta aplicación del principio en la práctica.

Si bien el primer deber del hombre para sí y sus semejantes es el de producir la mayor
abundancia de cosas necesarias a la vida, el segundo deber no es inferior a aquél. Cumpliendo
uno se consigue lo necesario para el sustento y la salud del cuerpo, cumpliendo el otro se
obtiene lo que es igualmente necesario lo que es igualmente necesario para el alimento y la
salud del espíritu y la creación del espíritu universal de amor y de caridad, sin el cual la sociedad
sería un pandemonio, mientras que bajo su dirección la Tierra podría convertirse en poco
tiempo en un paraiso terrenal.

Junto con la producción, la conservación y la distribución de la riqueza y la formación del


carácter, necesitamos otras cosas para facilitar la superintendencia o el gobierno del núcleo y de
su población. Con reglas prácticas de esa especie (para la producción, la conservación y la
distribución de la riqueza y la formación del carácter) sobre la superintendencia de las
operaciones y el gobierno de la población, donde cada uno halle el cuidado y justicia que
necesita, podrán ponerse en actividad, con más facilidad y sencillez, todos los elementos del
núcleo.
El gobierno de una población, antes dificil, se reducirá a un ejercicio útil, agradable y
sumamente satisfactorio, cuando el carácter pueda formarse desde el nacimiento; cuando la
población sea bien empleada, de acuerdo a la edad, aptitudes y experiencias de cada uno;
cuando sea colocada en las condiciones más favorables para producir, conservar, distribuir y
gozar de la riqueza. El conocimiento del principio y de la práctica de la vida social dará a los
miembros el deseo y la aptitud para promover cordialmente la felicidad permanente de cada
uno, eliminando todo motivo de ira, celos, venganza de toda pasión baja y malvada; y merced al
conocimiento adquirido de sí mismos, y animados de un espíritu de caridad y amor por la raza
humana, se llegará, de acuerdo a las edades, a un estado de perfecta igualdad en instrucción y
en aptitudes.

Es necesario ahora determinar el núcleo máximo y mínimo de hombres, mujeres y niños que
será ventajoso reunir en cada núcleo, lo que tendrá gran influencia en la capacidad de las
fábricas y de los edificios públicos de la comunidad.

Este número dependerá de la conveniencia de reunir tantos como puedan ser bien educados
juntos y ocupados en producir, conservar y distribuir la riqueza, educar a la juventud,
desempeñar el gobierno general y local, de acuerdo a los principios y a las normas del sistema
racional de sociedad.

Para realizar el proyecto, con la colaboración de progresos de toda clase en la ciencia, los cuales
permitirán un aumento del número de seres humanos, el mínimo de hombres, mujeres y niños,
en la proporción corriente, deberá ser de quinientos y de máximo cuatro veces más, o sea dos
mil.

Este número hace posible la formación de familias en condiciones de desempeñar todas las
funciones de un núcleo, en un estado racional de la sociedad; y como cada núcleo estará
rodeado de otros núcleos, a una milla y media de distancia, en oriente, en occidente, en el norte
y en el sur, se tendrá, como máximo, en el primer círculo que rodee cada núcleo, una población
de ocho mil vecinos, que con los dos mil del núcleo hacen un total de diez mil amigos, bien
educados, instruídos en alto grado y ocupados productivamente, según la edad de cada uno;
luego vendrá el círculo siguiente, a tres millas de distancia, otro a seis y así sucesivamente. De
esa manera, con el orden, actuando en debida forma, cada milla cuadrada de tierra estará en
condiciones de mantener en la comodidad, en condiciones superiores a cualesquiera otras
existentes, a un número de personas cuatro veces superior a la que podría llegar la forma más
perfecta en la actual sociedad, y diez veces el número que el suelo de Gran Bretaña podría hoy
sustentar. Este cambio favorable a la felicidad de todos se efectuará sin recurrir a ninguna de las
desfavorables circunstancias que hoy tantos males ocasionan a los individuos mantenidos en la
ignorancia y obligados a ser pobres; quiero decir, las calles, los callejones, los corrales, las
plazuelas de la ciudad y los miserables tugurios del campo, sitios en los cuales viven aquellos
desdichados, mantenidos en la ignorancia y obligados a sobrellevar una existencia mezquina;
constituyen una triste prueba de la grosera irracionalidad del sistema que hasta ahora ha
regulado a la raza humana, un sistema contrario al sentido común y a la justa razón.
Así, analizando la sociedad, descubriendo los elementos originales, considerando su estado
pasado y su actual pervertimiento bajo y caótico, aprendiendo cómo unirlos en debida forma en
cada núcleo social y cómo unir esos núcleos para formar la gran familia del hombre, la raza
humana será redimida de la irracionalidad y también de la miseria en que yace, y se crearán
hombres y mujeres perfectos y en condiciones tan excelentes que gozarán siempre de una
existencia larga y próspera, en la cual la salud, la ciencia, la riqueza, la armonía de intereses y de
sentimientos asegurarán el bienestar y la felicidad de cada uno y de todos.

Esa transformación hará que desaparezcan las disputas entre los individuos y las naciones acerca
de aquello que es misterioso y naturalmente no descubierto; ni habrá discusiones en torno a las
leyes humanas, cuando las leyes de naturaleza definida, fija e inmutable, se orienten a asegurar
el binestar y la máxima felicidad del hombre; ni en torno a los gobiernos, cuando cada uno a la
edad conveniente y al alcanzar la debida experiencia llegue a ser gobernante y participe del
gobierno del mundo; cuando todas las profesiones sean inútiles, la clarificación racional de
todos los individuos en la categoría inferior, media y superior pondrá fin a todos los intereses de
clase y, en consecuencia, el mundo que era un pandemonio se convertirá en un paraíso.

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IV

Nueva clasificación social de acuerdo a la


edad, a la experiencia y a las leyes eternas
de la humanidad

Puesto que todos los hombres nacen


ignorantes e inexpertos y deben recibir los
conocimientos de los instintos con que
están dotados desde el nacimiento por la
naturaleza, o de los objetos exteriores
circundantes, animados e inanimados, que
ellos mismos han creado, todos poseen
lógicamente iguales derechos. No puede
con justicia decirse que una cosa, formada
sin su propia participación, tenga más
mérito de ser lo que es que otra cosa.
Todos los hombres participan de la misma
cualidad general de la naturaleza humana, en la proporción y combinación fijadas por el poder
que les da a ellos y al resto de las cosas su existencia.

Las diferencias de clase y de posición son artificiales y fueron aplicadas a los hombres cuando
eran ignorantes, inexpertos e irracionales.

Ya hemos demostrado los errores y males de esa clasificación. Ahora nos proponemos exponer
las medidas que paulatinamente la substituirán con una división más natural y racional, la cual
como lo demostrará la experiencia, traerá una gran dicha a toda la sociedad.

Podemos establecer la siguiente noción de justicia: Ningún hombre tiene derecho a exigir a otro
que haga por él aquello que no está dispuesto a hacer por el otro; o sea, en otras palabras, todos
los hombres tienen por naturaleza los mismos derechos.

Cuando se establezca la clasificación racional y natural de la sociedad, la inviolabilidad de esos


derechos será tutelada siempre y es de sumo interés para la felicidad de la raza humana que eso
suceda, porque así se apaciguarán las salvajes pasiones, se pondrá fin a las disputas privadas y
públicas, individuales y nacionales, y se introducirá el orden y la sabiduría en los asuntos de la
humanidad, donde ahora dominan el caos y la irracionalidad. Las numerosas y pequeñas
disputas entre los hombres y entre las naciones, en torno a cuestiones de ninguna importancia
verdadera para el bienestar de la sociedad, cesarán; un nuevo espíritu de equidad, de justicia, de
caridad, de cortesía surgirá y penetrará en la población del mundo, y para la felicidad
permanente de la humanidad se hará en un año lo que ahora no se hace en un siglo, o en
cualquier otro periodo de tiempo de la actual clasificación social.

La clasificación natural y racional de la raza humana es aquella que corresponde a la edad,


dando a cada edad la ocupación a la cual está adaptada. Merced a esta clasificación veremos
desaparecer para siempre los males que afligen ahora a la especie humana, y cualquier otra cosa
que deba hacerse, será cumplida en forma excelente, voluntaria, con placer y con satisfacción de
todos. No habrá ocupaciones que deban ser ejercidas por uno y que no deban igualmente ser
ejercidas por todos y más voluntariamente aceptadas que cualquier empleo de nuestra vida hoy
en todas las clases sociales, desde el soberano al pobre. En el presente estado irracional del
espíritu humano y de los asuntos humanos, nadie puede tener una idea clara de aquello que
deben aprender los hombres y habituarse a ejercer en los diferentes periodos de la vida. No se
conoce actualmente cuáles serán las aptitudes de la naturaleza humana, cuando ésta no esté
impregnada de errores y falsedades desde los primeros años, cuando no esté diariamente
adquiriendo hábitos peligrosos y costumbres artificiales; cuando sólo encuentre la verdad en
toda palabra, pensamiento y acto de sus semejantes; cuando sea educada de manera de
adquirir los mejores hábitos para la felicidad propia y el bienestar de la sociedad; cuando
adquiera costumbres individuales autónomas, fruto de la educación y de su variedad,
agradables a todos; cuando posea la útil ciencia que la educación le habrá proporcionado; y
cuando la debida pericia en la práctica de las operaciones sociales le haya dado una verdadera
maestría en la vida.
Puede, pues, admitirse que los individuos así criados, educados y situados, adquirirán mucho
más ciencia y poder, y estarán en condiciones de hacer más y mejor, que lo que puedan saber y
hacer la gran mayoría de los hombres en el sistema actual de crianza, educación y clasificación
basada en la absurda noción de la libre voluntad del hombre considerando como una causa
formal de sus convicciones, de sus sentimientos y de su carácter general.

Es, por lo tanto, dificil decidir, antes de hacer alguna experiencia, cuáles son los períodos
determinados de la vida humana que corresponden a la mejor clasificación. Tal vez sepamos
bastante para cumplir con nuestros propósitos; pero la experiencia nos irá aleccionando.

Probablemente una útil clasificación puede ordenarse en periodos quinquenales hasta los
treinta años y establecer cada clase de la siguiente manera:

Primera clase.- Desde el nacimiento hasta terminar el quinto año. Ubicación, crianza y educación
como convenga a la edad en una temperatura apropiada, alimentos sanísimos, vestidos ligeros y
cómodos, ejercicios regulares y convenientes, al aire libre; procurar que las inclinaciones de los
niños se formen de manera que encuentren la mayor felicidad en preocuparse de la felicidad de
quienes los rodean; que puedan adquirir conocimientos cuidadosos, en la medida que lo
permita su tierna edad, de los objetos que ven y tocan, y que ninguna falsa impresión hagan
sobre sus sentidos los espectadores, al negarse a explicar cualquiera de sus preguntas, que no
adquieran noción alguna de castigos personales o premios y no se les impida expresar
libremente cualquier pensamiento o sentimiento, haciéndoles comprender, apenás estén en
condiciones, de cómo los pensamientos y sentimientos de los demás son, como los suyos,
instintos de la naturaleza humana que todos poseemos, y así enseñarles los rudimentos de la
caridad y del amor al prójimo; que no teman a las personas entre quienes viven, sino que
depositen en ellas una plena y clara confianza y que el sentimiento egoista o individual de
nuestra existencia animal sea así despreciado al máximo, contribuyendo al placer y a la felicidad
de los demás.

Con estos medios se pondrá un sólido fundamento a la salud y a la consistencia de la mente, a


las buenas costumbres, a los óptimos hábitos naturales, a las magnificas disposiciones y a
cualquiera otra doctrina. Con esos medios los niños estarán tan bien preparados antes de salir
de su clase, que, teniendo en cuenta la edad, pensarán, hablarán y actuarán racionalmente.
Estarán así, al terminar este periodo, en muchos aspectos muy por encima del estado de cultura
corriente en los seres humanos del actual estado de la sociedad, porque actualmente son
numerosos los obstáculos que impiden que la racionalidad se desarrolle en cualquier periodo de
la vida.

Es cierto que a esa edad no igualarán a los hombres del viejo mundo en fuerza física y en
número de sensaciones adquiridas por la experiencia o de impresiones recibidas; pero tendrán,
a esa edad, una salud más robusta y mayor actividad, disposiciones, hábitos, maneras y
costumbres más delicadas, menos nociones y fantasías, y sí un número considerable de ideas
verdaderas. Siendo esas ideas verdaderas lógicamente coherentes entre sí y en armonía con
todo hecho conocido, representarán el mayor beneficio para los individuos que no tendrán la
mente pobre del viejo mundo, en el cual entre muchas nociones falsas, contadas son las ideas
verdaderas. Estas falsas nociones destruyen el valor de las contadas ideas verdaderas que los
individuos pueden haber adquirido, porque las contadas ideas verdaderas, mezcladas con
muchos errores, tienden a apagar la facultad de razonar y a confundir el juicio.

Segunda clase.- Preparada de esa manera la primera clase con esa nueva crianza racional y
aprendizaje infantil, los niños abandonarán la casa de la nodriza y la escuela infantil y pasarán al
local de la segunda clase, correspondiente a los infantes de cinco a diez años cumplidos. esta
clase será alojada, alimentada y vestida de acuerdo a los mismos principios generales de la
primera con la sola diferencia exigida por la edad, pero ahora las enseñanzas serán sobre
aquello que tiene utilidad permanente. De acuerdo a la fuerza y aptitud de cada uno, se
practicarán algunas de las más fáciles operaciones de los trabajos de la vida, con mayor placer
del que proporcionan los juguetes en el viejo mundo. Adquirirán el conocimiento directamente,
con el examen personal de los objetos y mediante conversaciones con personas de mayor
experiencia y edad. Merced a la adopción de este plan y su sensata aplicación, los niños, se
convertirán en dos años en inteligentes y voluntariosos ayudantes en las labores domésticas y
en la jardinería, durante algunas horas, según su fuerza. Continuando tal sistema de educación,
los muchachos de siete a diez años desempeñarán eficazmente cualquier trabajo que les
permita su fuerza física y lo harán considerándolo un medio de ejercicio y diversión con sus
compañeros igualmente inteligentes y contentos. Estos ejercicios serán cumplidos bajo la
dirección inmediata de los más jóvenes de la tercera clase, porque, digámoslo desde ahora, los
jovencitos de doce años desempeñarán, con gran placer y beneficio para sí mismos y para la
sociedad, todas las tareas domésticas de su sociedad o familia, y lo harán a la perfección. Ellos
también ayudarán a cuidar los jardines y los campos de recreo de la familia, destinados a
descanso racional, de la propia asociación y también de los vecinos que vendrán a visitarla
desde otros establecimientos domésticos similares. Cuando estos muchachos hayan llegado a la
edad en que deban dejar la segunda clase, su carácter estará tan formado físicamente,
intelectualmente, moralmente y positivamente, que ninguno de ellos podrá compararse con
cualquiera de los caracteres irracionales formados de acuerdo al viejo sistema de libre actividad
del hombre.

La tercera clase.- A los diez años serán muchachos bien criados, y de ánimo, maneras,
disposiciones, sentimientos y conducta superiores a todos los que antes han existido.La falta de
fuerza física será ampliamente compensada con las sutiles energías físicas y químicas que se
descubrirán y pondrán a disposición de los muchachos de la tercera clase. Estas nuevas
operaciones serán para ellos una fuente contínua de instrucción y de solaz, a la cual se acercarán
con el anhelo de adquirir nuevos conocimientos. Los miembros de la segunda clase entrarán al
cumplir el décimo año, en la tercera clase, que comprenderá los jóvenes de diez a quince años
cumplidos. Esta clase será ocupada durante un bienio, de la siguiente manera: de diez a doce
años a ayudar a dirigir a los muchachitos de siete a diez años de la clase precedente en las
labores domésticas, en el cuidado de los jardines y de los sitios de recreo, y desde los doce hasta
los quince años adquirirán los conocimientos teóricos y prácticos de las artes más avanzadas y
útiles a la vida, haciéndose de esa manera capaces de ayudar a la producción de la mayor
abundancia de las riquezas más preciosas en el más breve espacio de tiempo, con el máximo
placer para si y los mayores beneficios para la sociedad. Esa ayuda se aplicará a todas las formas
de la producción agraria, minera y pesquera; el arte de domesticar a los animales, a servir en el
arreglo e las casas, la fabricación, el empleo de los útiles mecánicos, los arneses y los
insrumentos de todo género, y a producir, ejecutar y preparar todas las cosas necesarias a la
sociedad, de la mejor manera que permita la concentración del capital y de la sabiduría. En
todas esas operaciones, los miembros de la tercera clase, de doce a quince años, estarán
ocupados tantas horas como sea posible sin perjudicar a su fuerza física, energía mental o
sentido moral; y con la educación precedente y la cotidiana educación elevada a la ayuda que
recibirán de la clase inmediatamente superior, podrán realizar muchas cosas debido al óptimo
estado de su salud física y mental. En esos cinco años también harán grandes progresos en el
conocimiento de la ciencia, porque tendrán todas las facilidades para adquirir cuidadosamente y
en el tiempo más breve los más útiles conocimientos cintíficos, y esas facilidades serán para
ellos una vía regia para adquirir todo el saber alcanzado por el hombre con la cooperación de
todos los hechos hasta ahora descubiertos. Será éste un periodo de gran progreso y de suprema
importancia para la nueva raza dispuesta así a presentar, por primera vez en la historia de la
humanidad, seres inteligentes y racionales. Y se tendrá de esa manera la gente preparada a
entrar en la cuarta clase, formada de jóvenes de quince a veinte años cumplidos.

La cuarta clase.- Esta clase corresponde al periodo más importante de la vida humana. Durante
dicho periodo los miembros de esa clase se convierten en hombres y producen una raza nueva
físicamente, intelectualmente y moralmente, seres en gran medida superiores a cualesquiera
otros que hayan vivido sobre la Tierra. Sus pensamientos y sentimientos habrán ido formándose
en público, sin secretos de ninguna especie, porque su paso por las otras clases habrán revelado
y hecho conocer los sentimientos y pensamientos propios con la máxima sencillez. Merced a esa
conducta racional los sentimientos particulares o el afecto u otro que se tengan recíprocamente,
serán conocidos de todos. De esa manera se conocerán aquellos que se sienten impulsados a un
vivo afecto recíproco, y éstos se unirán y asociarán bajo normas sabias y bien dispuestas,
establecidas por los más expertos de la sociedad con el criterio que se juzgue mejor para
asegurar a la unión la máxima felicidad permanente con la mínima cantidad de elementos
heterogéneos y el mínimo de daño para la sociedad.

Con esta clasificación y con el consiguiente apoyo de la sociedad, cada individuo será
acostumbrado y educado de manera que todas sus aptitudes y condiciones sean llevadas al más
alto grado de cultura y perfección, merced a la nueva combinación de objetos exteriores,
formada expresamente para tener en ejercicio constante sólo a las mejores y más agradables
cualidades de la naturaleza humana; y cada uno será bien educado físicamente,
intelectualmente, moralmente y prácticamente. Con esta clasificación y con el consiguiente
apoyo de la familia asociada, la riqueza no frenada por la producción de ninguna de esas cosas
absurdas que actualmente son tan comunes en todos los países, será fácilmente producida en
medida desbordante y se les asegurará a todos gran abundancia, para satisfacer todas las
necesidades y deseos. Serán todos iguales en la educación y en el Estado, sin distinciones de
ninguna naturaleza, salvo las de la edad.

No habrá otros motivos o alicientes de unión que no sean el puro afecto, generado por el
amplísimo reconocimiento recíproco del carácter, en todo y para todo, en los límites extremos a
que sea posible llegar. No habrá obstáculos artificiales en el camino de la unión felíz de los
sexos, porque en la organización del nuevo estado de la existencia humana los afectos recibirán
toda la ayuda necesaria para que sean permanentes, y no cabe duda que, siendo colocadas las
partes en las mejores condiciones posibles para amarse recíprocamente durante toda la vida, los
afectos serán duraderos y procurarán más felicidad y placer a los individuos y menos perjuicio a
la sociedad que el que procuran en cualquier otro orden ideado de la supuesta actividad libre y
voluntaria de la raza humana.

Si a pesar de ese orden social, orientado a promover la felicidad de ambos sexos, llegara a
presentarse el caso de un matrimonio mal avenido, se efectuará la separación, sin alterar la
amistad misma de ambas partes, teniendo en cuenta el mayor beneficio para los intereses
sociales. No hay inmoralidad que pueda exceder a la que ciertamente se deriva de la
intervención con leyes humanas en los afectos nsturales y obligar a los individuos a vivir
continuamente juntos, cuando por las leyes de su naturaleza haya disminuido la afección mutua
especialmente cuando sientan un nuevo y fuerte afecto hacia otra persona. ¡Cuántos dolores ha
probado la raza humana en los tiempos pasados sólo a causa de este error ...! ¡Cuánta
inmoralidad! ¡Cuántos homicidios! ¡Cuántos sufrimientos secretos incontables, especialmente
para el sexo femenino! ¡Cuántos males afligen al mundo actualmente, derivados de ese sólo
error del imaginario sistema de la libre voluntad, por el cual han estado los hombres gobernados
durante mucho tiempo, con tanta ignorancia y con tanta desdicha!

La cuarta clase comprenderá, pues, los productores más activos y capaces de las diversas
especies de riquezas que la sociedad necesita y, a la vez, instructores cordiales e inteligentes de
los miembros menos jóvenes de la tercera clase, los cuales serán adiestrados en las cosas que
sus maestros aprendieron cuando pertenecían a la tercera clase. No es improbable que esas
cuatro clases, merced al sencillo orden que pueda introducirse en todos los periodos de la vida,
estarán en condiciones de producir, con la ayuda de las nuevas energías proporcionadas por la
mecánica y la quimíca, el superfluo de riquezas que una raza de seres racionales e inteligentes
pueden necesitar. Pero para no dejar sobre eso ninguna duda y para proporcionar placer a todas
las tareas de la vida, habrá otra clase de productores e instructores, los cuales formarán
la quinta clase, compuesta de jóvenes de veinte a veinticinco años cumplidos. Será la clase de
los productores e instructores más elevados y expertos y fuera de esta clase nadie tendrá
necesidad de producir y enseñar, salvo que quiera hacerlo por gusto y placer. La quinta
clase tendrá jefes y directores para cada rama de la producción y de la educación. Ellos
cumplirán de manera excelente la tarea que hoy desempeñan, muy imperfectamente, los
principales propietarios y directores socios de las grandes empresas de producción y los
profesores de la universidad. El problema supremo de la vida humana es, en primer lugar,
producir en abundancia las más valiosas riquezas para uso y goce de todos; y, en segundo lugar,
educar a todos para que sepan emplear bien y gozar la riqueza producida.

Habiendo tan ampliamente proveido a la producción de la riqueza y a la formación de un


carácter elevado, las cinco clases usarán y gozarán la riqueza de la manera más racional y
ventajosa.

La sexta clase comprenderá las personas de veinticinco a treinta años cumplidos. La ocupación
de esta clase consistirá en la conservación de la riqueza producida por las clases precedentes,
para que nada se pierda y todo se mantenga en las mejores condiciones y se emplee en el
beneficio y goce de cada uno, cuando estén en el estado más perfecto. Las personas de esta
clase deberán también dirigir la distribución de la riqueza a medida que sea necesario extraer los
productos de los almacenes para el uso cotidiano de las familias. Con las normas que puedan
establecerse, y que sin duda se establecerán, un par de horas serán más que suficientes para la
ejecución regular y perfecta de las funciones de esta clase. El resto de la jornada será empleado
en visitar las diversas partes del hermosísimo e interesante local para ver como todas las cosas
se producen. Y es natural que cualquiera de la clase, previo estudio, teniendo pleno
conocimiento de lo particular, está en condiciones de juzgar si es posible introducir algún
mejoramiento en uno u otro lugar para beneficio del conjunto. Otra parte del día será
probablemente dedicada al estudio favorito, sean en las bellas artes, sea en la ciencia, en hacer
experimentos, en la lectura y en la conversación, o en hacer visitas a las amistades. Será este el
primer periodo de activo goce de la vida y gracias a la clasificación mencionada todos estarán en
condiciones de procurárselo. Gozarán de óptima salud física y mental y de un buen humor
inalterable; adquirirán una cultura teórica y práctica incomparablemente superior a la que
cualquier ser humano haya jamás alcanzado; y les serán fácilmente familiares aquellos
conocimientos accesorios que, unidos a la ciencia teórica y práctica, harán deliciosa la campaña
recíproca y cualquier forma de relación. De esa manera se dispondrán a ser excelentes
miembros de la clase inmediatamente superior, es decir, de la séptima clase, la cuál
comprenderá todas las personas de la familia de treinta a cuarenta años. La ocupación de esta
clase consistirá en la dirección de los asuntos internos, de manera que sean mantenidas en la
comunidad la paz, la caridad y el cariño, o sea, en otras palabras, en impedir la manifestación de
cualquier cosa que pueda turbar la armonía de la sociedad. Tal resultado se obtendrá fácilmente
debido a las siguientes razones:

1° Porque los miembros de esa sociedad conocerán cuál es realmente su naturaleza y


comprenderán que las creencias y sentimientos individuales no son creados por su voluntad,
sino instintos de su naturaleza que es necesario que dominemos;

2° Porque debido a ese conocimiento todo miembro de la sociedad será razonable en el


pensamiento, en el sentimiento y en la conducta y no se dejará dominar por la cólera, la maldad,
el mal genio, las bajas pasiones, la falta de caridad o la descortesía;

3° Porque nadie encontrará en su semejante motivos de risa por su índole física, intelectual o
moral, o por el carácter adquirido, sabiendo todos cómo aquélla y éste se han formado; así
todos tendrán un vivo interés en hacer cuanto les sea posible por mejorar la calidad de toda
persona, procediendo con juiciosa cordialidad;

4° Porque no habrá pobreza, temor a la pobreza o falta de asistencia;

5° Porque no habrá en el interior del establecimiento o en las inmediaciones cosas


desagradables o que produzcan una impresión mala o molesta;

6° Porque, de acuerdo a la edad, habrá una perfecta igualdad en la educación, en las


ocupaciones, en las condiciones y en los goces;

7° Porque, a causa de la crianza, del género de vida, y de las óptimas reglas, concordes y
conformes a la propia índole y por las cuales siempre será gobernada la sociedad, se gozará
generalmente, si no siempre, de buena salud y buen humor;

8° Porque no habrá nada que se parezca a ambición, celos y venganzas;

9° Porque no habrá hipocresía, ni secretos;

10° Porque no se harán compras ni ventas para ganar dinero;

11° Porque no habrá dinero, que es hoy causa de tanta opresión e injusticia;

12° Porque no habrá dudas y preocupaciones mentales alimentadas por la religión, ni


desacuerdos sentimentales fomentados por la diferencia de fe o de opinión;

13° Porque no habrá sed de oro, siendo toda la riqueza de óptima calidad y superabundante;

14° Porque no habrá desilusiones en los afectos, gozando ambos sexos razonable y
naturalmente los derechos de la propia naturaleza, en los periodos señalados por la naturaleza,
asegurando así la virtud y felicidad comunes;

15° Finalmente, porque cada uno conocerá las normas permanentes estalecidas y puestas en
ejecución para asegurar a todos la justicia más imparcial, criando y educando a cada uno, desde
el nacimiento hasta la muerte, de manera que al avanzar en la vida, puedan experimentar todas
las ventajas y placeres de los cuales la sabiduría acumulada por sus precedentes dotó a la
inteligencia que el hombre tiene por naturaleza.

Esta clase de gobernantes demésticos estará naturalmente por razones de orden y de


conveniencia, subdividida en subcomisionados, cada uno de los cuales fiscalizará más
directamente a uno de los departamentos. Esta división se hará de acuerdo a la experiencia. De
esta manera, toda la hacienda y los asuntos de cada organización estarán dirigidos sin celos ni
disturbios. Y puesto que cada establecimiento será siempre mantenido en el mejor estado, no
habrá ocasiones para controversias, se necesitará bien poco para gobernar familias tan
razonablemente dispuestas, rodeadas únicamente de razonables objetos externos. Merced a
estas disposiciones y clasificaciones, cada uno sabrá desde temprana edad que a una
determinada época de la vida, tendrá su parte legítima en el gobierno de la sociedad.

Pero la decisión final sobre cualquier duda en asuntos prácticos es necesaria someterla a
alguien, y es muy natural que esa facultad sea atribuída al más viejo de esta clase, quien gozará,
por breve tiempo sin embargo, de esa prerrogativa, porque luego será reemplazado por quien le
siga en edad en su clase, pasando a formar parte entre los jóvenes de la octava clase, que
comprenderá las personas de cuarenta a sesenta años cumplidos.

Después de haber pensado en la producción, conservación y distribución de la riqueza, en la


crianza, educación y formación del carácter desde el nacimiento hasta la edad madura, en lo
referente al régimen interno de cada establecimiento, es necesario proceder a conectar toda
gran familia o núcleo con otros núcleos basados en el mismo principio, es decir formar aquello
que sin falta de propiedad podemos llamar orden externo.

La octava clase tendrá a su cargo ese departamento, que por su importancia debe ser puesto
bajo la dirección de los hábiles, expertos y activos miembros de la sociedad. Las personas de
cuarenta a sesenta años adquirirán, como clase, esa pericia y experiencia después de haber
recorrido las siete clases precedentes. Su ocupación consistirá en recibir y acompañar a los
visitantes que vengan de otros establecimientos, mantener correspondencia con otros núcleos,
inspeccionar los caminos y crear todo cuanto se refiera a ese servicio, al par que a los medios de
transporte, al intercambio de los productos sobrantes, a los inventos, a los progresos, a los
descubrimientos, con el fin de que la población de cada distrito pueda participar ampliamente
de los beneficios que se derivan de la ciencia mundial concentrada, y ninguna parte permanezca
en estado de barbarie e ignorancia. Con tales medios dispondrá la humanidad de un nuevo
poder de invención y de descubrimientos, cien millones de veces más eficaz que el que dispone
actualmente, y por su virtud hará en un año por el mejoramiento y la felicidad de la raza
humana más de cuanto ha sido posible conseguir en cualquier periodo de tiempo del viejo,
ignorante y desdichado mundo actual.

Las personas de esta clase recorren el mundo en sus viajes, dando y recibiendo conocimientos
útiles, y realizando un intercambio continuo de actos de amistad y cortesía con quienes entran
en comunicación. Sus necesidades, cuando residan en los otros núcleos, serán ampliamente
satisfechas, porque hallarán una superabundancia de riquezas útiles y deseables. Se
experimentarán las más variadas y agradables sensaciones, cuando la potencia física, intelectual
y moral se haya desarrollado en el debido orden y con la debida proporción y cultivado de la
manera deliciosa ya explicada. Esa época de la vida humana estará, por consiguiente, plena de
utilidad y de goces. Desde el momento en que la tierra habrá dejado de ser salvaje, estéril,
inculta, palúdica o boscosa, como, con algunas excepciones es actualmente, los esfuerzos unidos
de un mundo bien dirigido pronto, la convertirán en el teatro de la más rica y amena cultura, la
cual dará salud y placer en un grado que la mente humana del bajo mundo actual no puede
imaginar. La inteligencia humana ha sido acostumbrada hasta ahora a contemplar la región del
tormento y la ha llamado de la felicidad; en el cielo hasta ahora fantástico del hombre irracional
se viviría en un estado de estúpida y monótona existencia, insoportable y molesta a los seres
inteligentes y razonables.

Merced a ese orden, realizado de acuerdo a los propósitos que tenemos en vista, toda la raza
humana, desde la edad de cuarenta años en adelante será más realmente y verdaderamente
soberana del mundo que cualquier soberano actual de un reino o de un imperio. Esos excelentes
seres racionales tendrán todos los productos de la tierra y podrán usar y gozar así mejor de un
placer que no dependerá de un monarca. Los hombres de la octava clase será bien educados y
preparados para hacer el mejor uso posible de la riqueza y obtener placeres duraderos, sin
abusar en nada. Y esos placeres serán tanto más valiosos si se piensa que ninguna persona
humana estará privada de iguales privilegios y beneficios.

Es, empero, necesario, superar una dificultad aparentemente insuperable, antes que un cambio
tan grande en los asuntos humanos pueda producirse, una dificultad que parece demasiado
profundamente arraigada y ampliamente difundida en toda la Tierra, y de un enorme poder
porque los mortales se miden a través de ella. Es la fuerza del prejuicio, infiltrada en el alma y en
las costumbres de todos los hombres por sus posiciones, que los obligan a un idioma geográfico,
a una religión, a determinadas costumbres, usos, asociaciones de ideas y normas de conducta,
impidiendo así que todos los hombres, sin exceptuar uno solo, no sólo lleguen a ser seres
razonables, sino imponiéndoles el carácter de animales irracionales, con gravísimo daño para
todos los habitantes de la Tierra. ¿Cómo combatir y vencer ese mal sin que el conflicto produzca
nuevas miserias a esos animales regionales? El hombre mortal, cualquiera sea la energía a la
cual denomine fuerza propia, no podría pensar jamás en poner en ejecución aquello que a todos
los hombres del viejo mundo parece empresa extraña y de visionarios, así como ninguna
empresa loca o extravagante que pueda intentar el hombre del estado más grosero e irracional
podrá superarse con locura y extravagancia. Bien, ¿qué fuerza puede divisarse en la Tierra y
emplearse en este poderoso conflicto contra el hombre irracional localizado y hacer que, por
ella, el hombre racional e inteligente consiga la victoria? ¿Y que los seres humanos no vuelvan al
pasado, o sus retoños no sean forzados a ser simples criaturas geográficas de impresiones
locales, que produzcan y reproduzcan continuamente errores locales y asociaciones de ideas,
destructoras de su sabia doctrina, de la virtud y de la felicidad? Evidentemente, sería vano creer
que una simple fuerza humana está en condiciones de entrar en este conflicto más que mortal.
Es necesario extraer una arma nueva y divina de aquella fuente de donde el hombre extrae su
organización y sus facultades mentales; un arma de tal potencia y fuerza debe lograr, empleada
cotidianamente, cortar el nudo gordiano de la ignorancia y del prejuicio, de manera tal que el
hombre no puede retornar a respirar sus antiguos errores y miserias.

Pero, ¿dónde hallar esa arma divina? ¿O, una vez hallada, quién tendrá la audacia de emplearla
e iniciar la lucha para destruir en las criaturas los prejuicios locales, dándole la victoria al
hombre racional y colocándolo, seguro para siempre, sobre el trono de la razón, sostenido por la
caridad y el afecto, apto para gobernar el mundo en paz y caridad?
¡Alegráos, vosotros los que habéis deseado ver llegar el tiempo en que la raza humana sea sabia,
buena y felíz, porque esa arma poderosa ha sido descubierta! ¡Su nombre esverdad! Su luz y su
esplendor, ahora que han sido por primera vez mostrados abiertamente, no podrían ser negados
por ningún mortal. He ahí el arma proporcionada por el poder supremo del universo, que es la
única fuente de la cual emana y siempre emanará la verdad. ¿Y quién blandirá esa arma? ¿Quién
entre los hijos del hombre ha sido elegido desde la juventud para manejarla? ¿Quién se
arriesgará a empuñarla y saldrá a combatir la masa de prejuicios, seculares, gritando: Victoria o
muerte?

No temáis, amigos míos. Ha llegado la hora, la victoria se aproxima. Hay un pequeño ejército,
escaso en número; pero los soldados están revestidos de una armadura impenetrable,
despojados de toda preocupación mundana, amando y venerando a la verdad sin mezcla de
errores, sin tener al hombre y a lo que el hombre pueda hacer contra ellos. Tienen ya
experiencia del arma divina y saben emplearla diestramente. La han empuñado con firmeza, sin
salir del campo, han iniciado la lucha y no descansarán hasta que la ignorancia, la falsedad, la
superstición, la culpa y la miseria sean eleminados de la raza humana, y la paz, la caridad, la
razón, la verdad, la justicia, el amor y la felicidad reinen triunfantes y para siempre en toda la
familia humana, en todos los lugares en donde exista el hombre. ¡No se conozca más entre los
hijos de los hombres la esclavitud, la servidumbre, la opresión y el mal de cualquier especie que
sea!

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