El Arte Como Camino de Individuación y Ato-Conocmiento
El Arte Como Camino de Individuación y Ato-Conocmiento
Abstract: The artistic act, analysed from the perspective of C.G. Jung’s though, alluding
to the importance of art as a necessary human activity, bearer of conscience, meaning
and sense of our being in the world. The artistic work is a product that emerges from the
collective unconscious, realized by an individual, the artist, whose recipient is humanity.
1. Introducción
1
Ricoeur, Paul (1990): Freud una interpretación de la cultura, p. 144 Siglo XXI Editores, Madrid.
2
Es necesario aclarar para evitar confusiones que Jung utiliza el concepto de «alma» –die Seele, en
alemán–, en el sentido que los antiguos griegos daban a psique y que viene recogido en la RAE: alma, principio
de vida.
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La concepción del arte junguiana se inspira en fuentes claramente dispares como pue-
den ser Kant, Schiller, Schopenhauer, Nietzsche o Worringuer, entre otros, por citar unos
cuantos.
De Kant asume, entre otras cosas, la importancia de «lo sublime» en cuanto activador
transformativo del alma a través del asombro, la melancolía, el temor o la belleza, porque
ciertamente para Jung también «lo sublime conmueve».3
En referencia a Schopenhauer, estima que la fuerza ciega de la naturaleza es una
certera intuición del inconsciente y le interesa sobre todo el papel que juega el arte, es-
pecialmente la música, en la liberación del alma de la esclavitud de la voluntad de vivir,
pues no en vano, según Jung, «Schopenhauer entendía la música como el movimiento de
las ideas arquetípicas».4
Asimismo, si bien Schiller recoge la diferenciación entre poesía sentimental e in-
genua, respecto a Nietzsche valora la reflexión sobre la actividad y la obra en todo aquello
que atañe a la dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco en el arte. Considera que ambos
autores se adelantaron a su tiempo. Sin embargo, aunque reconoce, indudablemente, la
gran valía de sus teorías, tampoco ellos se libran de sus críticas, porque «Nietzsche, igual
que Schiller, tiene una marcada tendencia a atribuir al arte un rol mediador y redentor».5
Jung considera que esa no es la función del arte y que, pese a la gran intuición de Nietzs-
che en su distinción entre lo apolíneo y lo dionisíaco, tal diferencia no se refiere tanto al
arte en sí como sujeto, sino a la forma que el artista tiene de vivir su creación y de vivirse
a sí mismo cuando crea, según el tipo psicológico al que pertenezca.
En cuanto a Worringer, Jung menciona la división efectuada entre abstracción y em-
patía. Estas actitudes antagónicas expresan la interacción del artista con el mundo. Esa
relación luego queda plasmada en otra distinción que hace sobre el dinamismo del pro-
ceso artístico: el acercamiento al arte desde el sentimiento, siguiendo la empatía, o desde
el pensamiento, haciendo uso de la abstracción. Son dos dimensiones diferentes y cada
dimensión responde a una cierta tipología psíquica: sentimiento o pensamiento. Ambas
son válidas, pues, aunque sean diametralmente opuestas, igual que opuestos son los cua-
dros o la música de John Cage y la obra pictórica de Maurice Vlaminck o las canciones
de los Sex Pistols, ambas posturas enriquecen y complementan el valor y significado
del arte en sí mismo. Además, en su obra Abstracción y Naturaleza Wilhem Worringer
enuncia toda una declaración de principios, justo en la frase: «Todavía está por escribirse
una psicología de la necesidad artística»,6 de ahí se deduce que el arte en sí mismo es
algo que urge como necesario o que tal vez surge cierta necesidad en el ser humano que
le impele a crear, aunque Worringer también admitìa que todavía no se había desarrollado
una explicación pertinente del por qué, del cómo o incluso del para qué... Y Jung, en su
perspicaz análisis de la psique humana, recoge la irremediable y a la vez excitante tarea
de escribirla.
3
Kant, Inmanuel (1946): Lo bello y lo sublime, p. 14 Espasa Calpe, Madrid.
4
Carl C. Jung (1995): Das symbolische Leben, p. 850 Walter, Düsseldorf.
5
Jung, Carl G. (1995): Psychologische Typen, p. 147 Walter, Düsseldorf.
6
Worringer, Wilhelm (1953): Abstracción y naturaleza , p. 27. Fondo de Cultura Económica, México.
34
7
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 44-45 Walter,
Düsseldorf.
8
Spielrein, Sabina. «Destruction as a cause of coming into being» en Journal of Analytical Psychology 39
(1994) pp. 155-186.
9
Jung, Carl G. (1995): Das symbolische Leben, p. 825 Walter, Düsseldorf.
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este modo se revela el complejo como autónomo, en que de alguna manera aparece y des-
aparece, esta característica corresponde a su tendencia inherente, es independiente de la
arbitrariedad de la consciencia. El complejo creador tiene esta peculiaridad en común con
los otros complejos autónomos».10 El artista quizás no lo sabe, pero la obra, como bien
Miguel Ángel aseguraba, ya está ahí antes de ser esculpida, pintada, bailada, fotografiada,
cantada o escrita.
Si es así, si está ahí y no depende de una intencionalidad consciente, ¿de dónde surge y
cómo se gesta? Para dilucidar estas cuestiones, primero hemos de considerar que el alma
humana o psique no es precisamente un calmo remanso de aguas tranquilas, sino más
bien asoma como una entidad efervescente de energía afectiva en constante movimiento,
donde se libran batallas inconscientes entre fuerzas dialécticamente opuestas, que van
conformando esa propia imagen que tenemos de nosotros mismos. Consecuentemente,
nuestra alma o psique es compleja; o sea, está compuesta de diferentes núcleos indepen-
dientes que interactúan entre sí inhibiendo o activando los denominados complejos.
Un complejo está a su vez formado por una amalgama de vivencias de gran carga
emocional, que gracias a la fuerte atracción desplegada, vincula a su alrededor ciertas
situaciones, imágenes o palabras, que quedan cargadas afectivamente y se van asocian-
do a su vez, como si de un imán o torbellino se tratara, a otras situaciones, imágenes o
palabras. De esta manera, cada complejo actúa desde el inconsciente como si fuera un
centro gravitacional, de forma tal que cuando cualquiera de esas determinadas situaciones
imágenes o palabras, susceptibles de ser relacionadas con el complejo, emergen, emerge
también, instantáneamente, un impulso de alta carga energética que pugna por expresarse
incitando una necesidad de acción. Somos movidos por nuestros complejos. Ellos nos
poseen. Así pues, si el arte es un complejo autónomo, el arte mueve y conmueve, crea y
recrea, hace y deshace, modelando tanto al artista, como al espectador.
10
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 90-91 Walter,
Düsseldorf.
36
11
Jung, Carl G. (1995): Das symbolische Leben, p. 850 Walter, Düsseldorf.
12
Sheldrake, Rupert (2006): La presencia del pasado, Barcelona, Kairós, p. 387-390.
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de la que ya hace siglos nos hablaba Agustín de Hipona, cuando se preguntaba: «¿Quién
podrá detener, repito, el corazón del hombre, para que se pare y vea cómo, estando fijo,
dicta los tiempos futuros y pretéritos la eternidad, que no es futura ni pretérita?».13
El arte entendido, pues, como la expresión que emana de ese sujeto absoluto o incons-
ciente colectivo humano, no sólo transciende el individuo concreto, sino, al estilo de lo
dicho por Agustín de Hipona, también transciende el tiempo y el espacio, dado que en el
inconsciente no ha lugar ni para uno ni para otro.
Sin embargo, tan solo esa conexión no basta, pues la materia plasmática o informe,
sita en el inconsciente colectivo de la Humanidad, necesita ser trabajada para poder ser
comprendida o captada por la mente humana. Así que, una vez despierta y movilizada, lo
que toca entonces es darle forma y ésta es la tarea propia de los arquetipos psíquicos, que
como innatos estructurantes afectivos a priori son los elaboradores de las imágenes que
emanan del inconsciente, que luego se plasman en sueños o fantasías y que nutren la ca-
pacidad creativa del artista. Esos arquetipos también son esencialmente dialécticos, pues
poseen ambos polos opuestos: placer/displacer, atracción/repulsión, belleza/fealdad... Esa
cualidad de contención de las oposiciones es «la enantiodromia» usando el vocabulario
de Jung.
Y si bien los artistas aprenden una o diferentes técnicas de trabajo, cuya adecuada
utilización, mejora la expresividad de su obra, indiscutiblemente necesitan de sus expe-
riencias vitales para inspirarse o abastecerse y, de hecho, son esas experiencias las que
remiten a ese enigmático complejo autónomo, que es el arte, detonando su activación o,
mejor dicho, usando un lenguaje más junguiano: gracias a su cotidiana vida personal, el
complejo se constela. Mas, sin embargo, ni la destreza ni los episodios vividos represen-
tarían absolutamente nada, sin toda esa continua labor inconsciente que se realiza en el
enigmático taller interior de su alma.
Del arte, sólo contemplamos su fenomeneidad, pues como todo complejo autónomo
el arte posee un trasfondo noúmenico, incognoscible, como incognoscible es también el
núcleo de cualquier complejo: «Todos los procesos psíquicos de la conciencia pueden ser
explicados causalmente, pero el proceso creativo, arraigado en la inmensidad del incons-
ciente, permanecerá eternamente oculto al conocimiento humano, Sólo se describirá en
su apariencia, y únicamente se dejará intuir, pero no aprehender».14
Es evidente que la aplicación de una buena técnica nos muestra la pericia del pintor,
escultor, fotógrafo, escritor o músico. Sus habilidades aprendidas se plasman siempre
en su obra. E incluso el artista, innovador por naturaleza, puede inventar técnicas alter-
nativas, como el ready-made de Duchamp o la escultura móvil de Alexander Calder. Y
también ha habido, hay y habrá, quienes ensayan métodos cognitivos alternativos para
explorar más fácilmente su propio interior, buscando, así, algo en esa zona abisal, tan
profunda y arcaica que nos devuelve al eterno tiempo de los tiempos. Por citar algunos
ejemplos claramente ilustrativos, cabría resaltar el caso del diseñador gráfico Brian Po-
llet, Pixel Pusha, que ha experimentado con 20 drogas diferentes para conectar con ese
13
De Hipona, Agustín (1979): «Las Confesiones» en Los Filosofos Medievales, p. 362, Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid.
14
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 100 Walter,
Düsseldorf.
38
15
Ashitha, Nagesh. «This guy went on a 20-days ‘binge’ and illustrated 20 different types of drugs»
Metro. Web 22 feb. 2016. <http://metro.co.uk/2016/02/22/this-guy-went-on-a-20-day-binge-and-illustrated-20-
different-types-of-drugs-5711353/>
16
Jung, Carl G. (1995): Das symbolische Leben, p. 39 Walter, Düsseldorf.
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Siguiendo con las preguntas, se llega a una cuestión esencial: ¿qué función tiene el
arte? Jung, precisamente, considera que toda expresividad artística refiere a una necesi-
dad intrínseca de unir los opuestos presentes en la dialéctica de la propia vida humana,
cuya innata ambivalencia nos divide, nos escinde e incluso nos opone a nosotros mismos.
Esa dialéctica que se nos presenta en un vivir que es el morir de cada día, caminando sin
remedio hacía la muerte o en esa oposición manifiesta entre el individuo concreto y los
otros, fuera, siempre en abstracto, pasando por las agitadas pasiones contradictorias que
envuelven a la humanidad desde centurias y milenios.
De hecho, el arte, nos habla del amor desamado, del dolor placentero, del deseo in-
deseado, de los sueños tormentosos o de los tormentos soñados. Su función es encontrar
la síntesis de lo dispar, de lo contradictorio, de lo dividido y dual en nosotros a través del
símbolo. La obra de arte nace, pues, de nuestra función simbólica. La función simbólica
es esa quinta función cognoscitiva que, según Jung, responde a la aspiración esencial-
mente humana de una manifiesta completitud del ser individual, de por sí limitado y
condicionado en su cotidianidad. Esa función que Jung considera la función creadora,
que emerge del núcleo más recóndito del alma, núcleo bautizado por Jung con el nombre
de «Sí-mismo» y que es realmente un valiosísimo tesoro: «En ningún lugar estamos tan
cercanos al secreto principal de todos los orígenes como en la comprensión del propio
Sí-mismo, que imaginamos conocer desde siempre. Pero las profundidades de la exterio-
ridad son más conocidas que las profundidades del Sí-mismo, donde podemos escuchar
de inmediato el ser creativo y el devenir, aún, así sin entenderlo»17
Las cuatro funciones cognitivas básicas nos posicionan en y ante el mundo. Si bien a
través de la sensación nos damos cuenta de lo que hay y gracias a la intuición de lo que
puede ser, si bien mediante el pensamiento surgen las ideas y cuando pongo sentimiento
nacen los valores, sólo a través de la bien llamada función trascendente, la quinta, surge
la creación simbólica del arte. Ella recoge cualquier significado siguiendo una lógica
analógica, uniendo los opuestos y situándose lejos de los razonamientos deductivos e in-
ductivos propios de otros saberes, pues todo su quehacer es en sí una gran metáfora, dado
que, no en vano, el lenguaje del alma es esencialmente mitológico.
Concebido de esta manera, el símbolo nace cuando el afecto empodera el objeto rea-
lizado y ese empoderamiento lo eleva por encima del artista hacia el público cumpliendo
el circulo que va desde lo colectivo a lo colectivo, pues el «origen no debe buscarse en
el inconsciente personal del autor, sino en esa esfera de la mitología inconsciente cuyas
imágenes primigenias constituyen un bien común de la humanidad».18 Esa es la riqueza
encerrada en el producto artístico. La obra de arte es un símbolo contenedor y sintético. El
símbolo tiene un sentido, su acción siempre conlleva una finalidad. Se crea para conseguir
una mayor conciencia del ser humano. Esa es la finalidad que actúa desde el inconsciente
colectivo, porque toda conciencia forzosamente nace de un estadio ingenuo de incons-
ciencia. El ser humano se crea creando y de esta suerte, muy a pesar suyo, el artista lo es,
aunque no lo sepa, también de sí mismo, desde los otros y para los otros.
17
Jung, Carl G. (1995): Die Dynamik des Unbewussten, p. 416 Walter, Düsseldorf.
18
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 92 Walter, Düsseldorf
40
¿Hace Jung, entonces, una metafísica del arte? Él no lo considera así, Jung entiende
que el arte es la manifestación más pura del alma humana. Somos creadores, pero crea-
mos porque somos todos siendo uno, pues como bien explica Sabina Spielrein: «la clave
característica de un individual es que él es «dividual» Así, cuanto más nos acercamos
19
Jung, Carl G. (1995): Psychologische Typen, p. 324 Walter, Düsseldorf.
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Vivimos en un mundo lleno de símbolos, símbolos que son creados por nosotros mis-
mos y que nos sirven para comprender y conformar nuestra realidad. Unos tejen la ur-
dimbre del conocimiento: ciencia y técnica, otros aluden a la religión, mientras que otros,
los artísticos, como ya se ha dicho, remiten a lo más remoto y escondido de nuestra hu-
manidad. Por eso el arte es una magnifica vía de autoconocimiento, tanto personal como
colectivo.
Además, como bien es sabido, la parte consciente de la obra, o sea aquello que es
su esbozo, planificación o estructuración sistemática, referido a cualquier obra literaria,
pictórica, musical, fotográfica o arquitectónica, no comporta en modo alguno la garantía
de un resultado exitoso o predeterminado. El resultado final siempre es completamente
independiente, porque en realidad la obra, una vez hecha o escupida al exterior, ya no
pertenece al artista, pertenece al público y será el público quien decida. Así se cierra per-
fectamente el círculo. El arte nace de lo colectivo y apunta o se dirige hacia lo colectivo,
pero ¿buscando qué? Volvemos de nuevo a las preguntas ya enunciadas anteriormente
sobre la función o necesidad del arte y aquí, entonces, es donde aparece el tema de la
individuación. Al ensanchar la conciencia, el arte contribuye al modelaje del artista y de
su público. Así hace historia, repercutiendo, aunque sea desde su sutileza inconsciente, en
toda la Humanidad que aún queda por venir. Consecuentemente, el arte contiene la evo-
lución y la historia psíquica de la Humanidad y ayuda al ser humano a tejer su presente,
20
Spielrein, Sabina op. cit.
42
dotándole también de un bagaje que refiere a un potencial futuro que todavía no está. La
perspectiva y la prospectiva humanas caminan al unísono.
Ahora bien, hay una gran diferencia entre el modelaje individual y el colectivo. Lo
que resuena desde dentro no siempre es comprendido por el artista, aunque se esfuerce
en ello, pero tal vez le sirve a su grupo o a otros seres humanos futuros. Un claro ejemplo
se ve en los artistas que son influenciados por otros artistas que les precedieron pero que
no supieron o no pudieron hacerse cargo conscientemente del mensaje transmitido, como
Hörderlin, cuya obra nacida desde la esquizofrenia que impide aunar la conciencia, in-
fluencia a toda una generación del 27 y especialmente a Luís Cernuda. El poeta Cernuda
escribe sobre otro poeta diciendo: «¿Quién ignora cómo lo mejor, lo más noble que la
humanidad puede ofrecer, ha sido realizado por genios aislados y a pesar de los otros
hombres? Una demoníaca fuerza aniquilaba a Hölderlin por el fuego, fuego que al propio
tiempo lo salvaba. Así se vislumbra hoy esta dramática sombra humana a quien debemos
una obra lírica inmortal».21 Ergo, pues, el autoconocimiento humano a través del arte es
un proceso inter y transgeneracional.
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenschaft, p. 66 Walter,
22
Düsseldorf.
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espectador por sí mismo no puede procesar, pero que libera una gran carga afectiva des-
conteniendo al sujeto, cuyo mecanismo de defensa ante semejante avalancha afectiva es
una reacción psicosomática que le lleva instantáneamente a la pérdida de conciencia. En
ese arrebato místico-estético el sujeto queda fuera de sí, bien sea por sus propias carac-
terísticas idiosincráticas, bien sea por la fuerza misma del momento histórico en el que
vive. No en vano el mensaje sigue siendo colectivo, aunque el espectador sea individual.
Si aceptamos, pues, que esa carga afectiva está y permanece con toda su fuerza en
la obra y que puede despertarse o continuar latente según la obviedad y premura de la
conciencia humana ante los acontecimientos históricos, no es más fácil entender el por
qué una obra de arte, independientemente que haya sido o no importante en su momento,
haya pasado desapercibida durante largo tiempo hasta que justo cuando se redescubre, en
sincronía con lo acontecido, detone efusivamente toda su carga. De ahí se deduce tam-
bién que una obra de arte que emerge del pasado puede también mover y conmocionar
las masas.23
Jung, desde la posición empírica que le permite su trabajo como médico de almas,
entiende el arte como camino de individuación. La individuación no es ni más ni menos
que el proceso de llegar a ser uno mismo: «llega a ser el que eres», decía Píndaro. Pues
bien, esa es la meta inconsciente que cada uno de nosotros desde su propia humanidad
aspira a cumplir, aún sin ser darse cuenta, ser lo que ya se es, aunque no haya sido mostra-
do, en nuestra máxima amplitud. Esto alude, utilizando un lenguaje kantiano, a un claro
mandato del alma. Además, cada uno tiene su propio y único camino, o sea, citando a
Jung: «¿Quién conoce el camino a los campos eternamente fecundos del alma? Buscáis el
camino a través de lo externo, leéis libros y escucháis opiniones: ¿de qué ha de servir eso?
Sólo hay un camino, y ése es vuestro camino
Que cada cual ande su camino».24
Y en su andadura, ¿cómo vive el artista esa dualidad entre lo conocido como cons-
ciente y lo que, todavía ignoto y descontenido, emerge de su psique? Ya sabemos que de-
pende de su tipología, o sea desde la forma de estar y vivirse en el mundo; pero, hay algo
que siempre permanece invariable en el proceso, ese gran esfuerzo que consiste en darle
forma, expresión y una contención para expresarlo, o sea, hacer el mensaje inteligible, si
no para sí mismo, al menos sí para los demás. En la inspiración artística, la contención
es siempre una labor titánica, pues no debemos olvidar que «la energía creativa es más
fuerte que el ser humano».25
Si el artista consigue plasmar lo que hierve dentro de su alma, encuentra sosiego,
júbilo, enorgullecimiento o tal vez desidia y angustia: lo que halle siempre depende de su
propia personalidad. El camino de individuación asoma entre distintas opciones atendien-
do a la tipología de cada uno, quiere esto decir que va en función de si alguien es extro-
vertido o introvertido, o de si utiliza más el razonamiento lógico o la intuición o de si le
23
Ese es el caso de la obra de Aristófanes Lisístrata, que se convirtió en su momento en un claro referente
contra la guerra de Irak, gracias al Lysistrata Project.
24
Jung, Carl G. (2012): El libro rojo, p. 228 Philemon Series, Buenos Aires.
25
Jung, Carl G. (1995): Über die Entwicklung der Persönlichkeit, p. 133 Walter, Düsseldorf.
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pesan más los afectos o escoge las decisiones pragmáticas. Pero, en verdad algo tienen en
común todos los artistas: el reto de trabajar con el magma original del alma humana. Esa
ardua tarea les enfrenta a sí mismos, a sus limitaciones o a sus ansias. Durante el proceso
viven en su interior la tensión de los arquetipos, trabajando sus emociones, en comunión
o desgarro, y de esta manera, aún sin saberlo, se individúan.
Exteriormente, podemos decir que un verdadero artista tiene un estilo inherente, pro-
pio, pero eso se debe al posicionamiento que adquiere frente a lo colectivo, al esfuerzo
invertido para contener su energía y metamorfosearla en obra gracias a sus herramientas
y las habilidades previamente adquiridas. Los artistas son sujetos canalizadores que trans-
forman los afectos humanos en algo tangible susceptible de ser contemplado y al mismo
tiempo, durante ese proceso creativo, se transforman a si mismos en alguien que poten-
cialmente ya eran, viviendo en su propio trabajo la propia autenticidad como verdadera
humanidad.
Ese mandato de llegar a ser, que se aplica al individuo. también es prescriptivo para
la especie. Pues la humanidad se va definiendo a sí misma a través de nosotros. Ese tra-
bajo filogenético, que empezó hace muchísimos siglos, todavía continua y conserva su
memoria. Ergo, el arte tiene un rol fundamental en nuestro proceso evolutivo como seres
humanos. Es indisoluble a nuestro devenir.
Ahora quizás aquí sea necesario añadir otra cuestión de suma importancia: el arte no
tiene en absoluto nada que ver con la moralidad. El inconsciente colectivo no necesita
ser moral para expresar y sentir, porque el universo arquetipal «es un numen moralmente
indiferente que sólo a través de su enfrentamiento con la consciencia se decanta en un
sentido o en otro, o hacia una dualidad antagónica. Esta decisión hacia lo bueno o hacia
lo malo depende, intencionalmente o no, de la actitud humana».26
Sin embargo, siguiendo la cita, el artista como persona que es, sí que necesita un cierto
pronunciamiento respecto de las reglas morales que rigen la sociedad a la que pertenece;
aunque también, siendo libre como es, puede escoger entre la aceptación o el rechazo de
algunas normas o de la normatividad en general. Ejemplos de esa amoralidad de la obra
de arte los podemos encontrar en personajes muy dispares: Jean Genet, Lady Gaga, La
Fura dels Baus
Todos ellos y muchos más han presentado obras que han horrorizado al
público, fuera de las reglas morales de su época.
Si se acepta que el arte es un complejo autónomo y apersonal, la moralidad del artista
es completamente independiente de su obra,27 pues sus creaciones no emanan de él, él
26
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 119 Walter,
Düsseldorf.
27
Si aceptamos que el arte es amoral, o sea, que su mensaje no tiene porque ser concorde con la eticidad
imperante, ni tan sólo con los que consideramos aspectos básicos de respeto a la vida, dado que lo sombrío
y siniestro humano pueden estar recogidos también en el origen de la obra de arte, porque ambos refieren a una
parte íntima de la humanidad, y además, si aceptamos también que para nada importa la personalidad del artista
ni su bondad ni su maldad, pues esto es algo meramente tangencial, cualquier obra del Marqués de Sade y otros
autores similares puede ser considerada indiscutiblemente una obra de arte sin ningún resquemor moral.
TAULA 47 45
sólo es un mero artífice que traspasa el mensaje del inconsciente a la humanidad y cada
vez que eso sucede reafirma que «por unos momentos nosotros no somos seres individua-
les, sino especie, la voz de la humanidad entera se impone en nosotros».28
Aun así, puede darse una interpretación moralizante de las obras de arte, pero eso no
es algo intrínseco a la obra misma, si está, si se halla en ella, es porque el crítico lo ha vis-
to, lo ha interpretado a la luz de su contemporaneidad, pero en sí tal moralidad no existe.
Respecto a la belleza, se puede aplicar la misma relación anterior, dado que la be-
lleza también comporta siempre una referencia a unos cánones determinados. Ya ciertas
corrientes artísticas querían romper con ese prejuicio. Expresionismo y dadaísmo,29 por
citar dos entre algunos de los movimientos que se desmarcaban a principios de siglo de
la supuesta perfección, quebrando la armonía preconcebida entre arte y belleza. Parale-
lamente a ellos Jung considera que tanto lo feo, como lo terrible pueden conmover. No
en vano lo horroroso e imperfecto, también forman parte del alma y se manifiestan en el
arte. Desde luego, si repasamos las fotografías de los ganadores del premio Pulitzer 2017
encontraremos dolor, horror, tragedia y sería tal vez un desatino decir que son bellas.30
Y precisamente por eso, porque las obras de arte poco o nada pueden decirnos del
artista, «las obras de arte se interpretan a sí mismas»,31 Jung considera que ni la psicolo-
gización ni la moralización del arte nos sirven para nada, pues todo intento de análisis de
la obra en vistas a un conocimiento psicológico del artista o a una posible evaluación de
su conducta moral, no es más que una mera elucubración mental, que desvirtúa su trabajo.
Ahora bien, eso no quita que haya una concienciación de los afectos expresados que
active una reflexión sobre la experiencia estética, que active una respuesta moral o esté-
tica ante la inevitabilidad y urgencia afectiva psíquica real, pero no entendida desde una
perspectiva histórico-justificativa y racionalizadora, sino más bien como espontaneidad
vinculante nacida desde la conciencia en ese compromiso necesario del hacer y ser de los
seres humanos en la vida y en el mundo.
De hecho, la obra de arte posee una voz propia, habla por si sola, no necesita más
presentación, pues como símbolo del alma humana que es, se basta a sí misma.
Además, una sociedad que no valore el arte ni los artistas no capta el mensaje del alma
y pierde su auténtica humanidad, ergo, no adquiere ni herramientas ni conocimientos sufi-
cientes AGUSTIN para construir su futuro porque ha perdido la imagen de su conciencia,
y en consecuencia, está condenada a la desaparición.
28
Jung, Carl G. (1995): Über das Phänomen des Geistes in Kunst und Wissenchaft, p. 94 Walter, Düsseldorf.
29
El Cabaret Voltaire donde se inagura el dadaísmo estaba en Zurich, época en que Jung trabajaba en sus
Siete Sermones a los muertos. Posteriormente, después de reponerse de la ruptura con Freud también establecerá
su lugar de trabajo en Zurich.
30
Las fotografías premiadas se pueden encontrar en <http://www.pulitzer.org/prize-winners-by-year/2017>
31
Jung, Carl G. (1995): Das symbolische Leben, p. 836 Walter, Düsseldorf.
46
Bibliografía
Url
<http://www.pulitzer.org/prize-winners-by-year/2017>
<http://metro.co.uk/2016/02/22/this-guy-went-on-a-20-day-binge-and-illustrated-20-
different-types-of-drugs-5711353/>