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La Penitencia de Marcelo Birmajer (Malvinas)

Cuento sobre Malvinas
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sobrevivientes.

Escribir es la forma de sanar, de liberar y,


en mi caso, es el mejor remedio para calmar el pesar, sos­
tenerme en la vida y trazar este camino que a lo largo de LA PENITENCIA
los años he recorrido. Como adulto me permito compar­
tir mi experiencia para sumar al debate que se hace nece­ MARCELO BIRMAJER
sario cada 2 de abril.
A treinta años de la guerra, en las páginas de Las otras
islas reconocidos escritores argentinos aporcan su pluma
y relatan la misma búsqueda humana sobre aquella expe­
riencia. A través de ellos, con la lectura de sus ficciones,
podremos echar luz sobre un hecho traumático, silencia­
do y revestido de una carga compleja y reflexionar sobre
nuestra historia, revisarla e interpretarla. Los distintos
cuencos nos estimulan a pensar y a abrir dimensiones, a
ejercer la memoria sobre uno de los hechos más doloro­
sos de la historia reciente de los argentinos. También
ofrecen nuevas herramient as que estimulan a las genera­
ciones posteriores a la guerra a que se hagan nuevas pre­
guntas y busquen respuestas que les permitan tomar
posición frente a su realidad como ciudadanos.
Las narraciones de escas páginas honran a esos jóve­
nes de ayer que perdieron sus vidas sin la posibilidad de
elegir un destino, como también a los hombres que
volvieron y decidieron no vivir más por la carga de las
batallas. A partir de estos relatos de un pasado común,
ojalá construyamos juncos un futuro en paz, cada vez
más democrático y justo.
Por la vida.
EDGARDO ESTEBAN
Periodista y ex combatiente de Malvinas

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E sta historia transcurre durante la Guerra de las
Malvinas, entre abril y julio de 1982. Hoy tengo
amigos a los que les llevo tres años, y otros tantos que
me llevan tres años a mí. A medida que pasa el tiempo,
las edades son menos y menos importantes: después
de los treinta, el mundo se divide entre mayores y me­
nores de edad, sin hilar fino entre si un amigo tiene
cuarenta, cuarenta y dos o treinta y cinco. Pero por en­
tonces, Rafael y yo teníamos quince años y, por los mo­
tivos que inmediatamente especificaré, tres años de
edad eran una diferencia que separaba a las personas
entre la vida y la muerte.
Rafael, como llamaremos al protagonista de esta
historia, tenía un hermano mayor que, en abril de
1982, había cumplido dieciocho años, y no quince, co­
mo Rafael, ni como yo. De modo que, como otros her­
manos de mis amigos, fue enrolado por una dictadura
asesina para ir a luchar en esa guerra en el Atlántico
Sur.

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LA Pf·.NITENCIA
MARC'ELO BJR.MAJER

Rafael nunca había sido revoltoso, ni sus padres te­ jóvenes llegando a las Malvinas como astronautas a la
nían mayores motivos de queja respecto de sus hijos. Pero Luna: sin máscara de oxígeno ni traje para soportar la fal­
desde que habían mandado a su hermano Lucas a las Mal­ ta de gravedad-, que escuchaba al almacenero o al mo­
vinas, Rafael pasaba mucho tiempo en mi casa, porque zo confesar su miedo a que los ingleses bombardearan
los padres le gritaban por cualquier cosa. Como yo iba la Argentina. Es difícil concebir, cuando hoy miro una
a una escuela estatal, coincidíamos chicos de todas las película de guerra por la tele, que yo estuve sentado en
clases sociales, y Rafael era uno de los más pobres. No silencio, en un living, mientras una madre y un pa­
era lo que hoy llamaríamos un "pobre", porque nunca dre miraban el noticiero de una guerra real, donde
le faltó para comer ni de vestir. Pero toda la familia, su hijo era el único protagonista que les importaba,
padre, madre y los dos hermanos, vivían en un depar­ y ningún guionista podía decidir su vida o su muerte.
tamento de dos ambientes, y eso por entonces era Solo el destino.
considerado una carencia, al menos de espacio. Aquellos fueron días terribles. Yo recuerdo gente
El padre de Rafael era sereno en un garaje; pero, llorando a mi lado, en un colectivo, mientras miraban
desde que Lucas había sido enviado a las Malvinas, no pasar una marcha de personas que recolectaban dine­
lograba dormir de día, y se dormía por las noches en el ro para los soldados argentinos. Recuerdo con preci­
trabajo, hasta que terminaron echándolo. La madre sión a cada uno de los chicos de mi colegio, fueran del
era cajera en un supermercado. Pasó a mantener a la curso que fuesen, que tenían un hermano en Malvinas.
familia. Y me acuerdo especialmente de Rafael.
Desde el frente casi no llegaban cartas, porque todo Lo que Rafael me contó varios años después fue que
era muy desorganizado. Los padres de Rafael no sabían sus padres le habían prohibido abrir la puerta del cuarto.
dónde estaba Lucas ni en qué condiciones. No sabían si El padre y la madre de Rafael ocupaban un ambiente de
lo habían matado, si lo habían hecho prisionero; ni la casa, y Rafael y Lucas, el otro. Mientras los dos herma­
siquiera si había entrado o no en combate. Como no nos estaban en la casa, la puerta del dormitorio de los pa­
podían hablar de lo único que les interesaba, ni siquie­ dres permanecía abierta; pero cuando Lucas fue enrola­
ra hablaban. Y tampoco soportaban que Rafael hablara. do, los padres se encerraban en el cuarto y le prohibían a
Cuando hoy repaso las historias que presencié en el Rafael abrir la puerta. Rafael pasaba tardes enteras en si­
'82, me cuesta aceptar que fui un adolescente en un país lencio, en su lado de la casa. Aunque no era un buen lec­
en guerra, que estuve junto a padres que miraban la tele­ tor, su mayor distracción era la llegada del diario La Razón,
visión esperando enterarse del destino de sus hijos, que cuya sexta edición pasaba bajo las puertas alrededor de las
seguía en los diarios la suerte de nuestros hermanos en siete de la tarde. Recibía el diario y leía primero los chistes,
una tierra que parecía situarse en otro planeta -nuestros porque le daba miedo leer las noticias de la guerra, miedo

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MAR('l t O lllllM,IJLll LA PLNITl::NCIA

enterarse de que su hermano había muerto. Luego iba provenía ni un sonido. Se habían hecho las ocho de la
avanzando lentamente por la parte de espectáculos, hacia noche y todo parecía indicar que el diariero se había
política nacional y finalmente llegaba a las primeras pági­ olvidado de aquel departamento. Entonces, apenas
nas, todas dedicadas a la guerra. Las leía temblando, y unos minutos después, Rafael irrumpió en el cuarto de
pensando en el momento en que irrumpiría en el cuarto sus padres. Desobedeció la orden de no entrar, se rebe­
de sus padres para decirles que su hermano no regresaría. ló contra la penitencia y realizó el más prohibido de
O que simplemente se pondría el diario bajo el brazo y se los actos, según la regla familiar. Pero los padres no es­
iría de la casa para no volver nunca más. taban en el cuarto. La situación era imposible, porque
Cierta tarde de fines de junio, Rafael llegó a mi ca­ él los había visto encerrarse en el cuarto un par de ho­
sa con una mochila verde. En la mochila llevaba una ras antes. No había ninguna otra salida: el ambiente de
cantimplora y un pulóver grueso de lana. Estaba deci­ Rafael daba a la puerca de calle. ¿Se habrían encerrado
dido a encontrar el modo de viajar a las Malvinas para en el armario?
saber qué pasaba con su hermano. Le dije que era im­ Rafael sacó el diario de debajo de su axila, porque
posible: primero, nadie lo llevaría a las Malvinas. Y, se­ se lo había puesto bajo el brazo para abrir la puerta, lo
gundo, sus padres estaban desesperados por la suerte extendió en el aire de la habitación, y de pronto los pa­
de un hijo, ¿los iba a rematar desesperándolos también dres aparecieron en la cama. Es el día de hoy que Rafael
por la suerte del otro? Rafael replicó que a los padres no termina de explicárselo a sí mismo, y mucho menos
no les interesaba su suerte. Pero yo le dije que no se a mí. Entró al cuarto de sus padres: la cama estaba
equivocara: a veces, incluso las personas que más nos desarreglada y vacía -aún recuerda el color de las sá­
aman no saben cómo comunicarse con nosotros. Creo banas, y la huella de las cabezas en las almohadas-, el
que Rafael renunció al viaje simplemente porque no armario cerrado, un silencio fantasmagórico, y los pa­
hubo manera de que lo concretara. De algún modo, los dres no estaban. El velador estaba encendido, y su luz
padres se enteraron de su idea y lo castigaron severa­ de por sí mortecina parecía aun más apagada en aquel
mente. Hasta aquel día, si bien no podía abrir la puerta cuarto misterioso. Y, en cuanto abrió el diario, la ma­
del cuarto de los padres, al menos podía golpear a la dre apareció, sentada en una silla, junto a la cama, y el
puerta o decir algo desde su ambiente. Pero luego del padre al lado, vestido con una camisa sucia y un panta­
episodio de la mochila verde le prohibieron hablar o lón viejo. El velador pareció refulgir hasta alumbr�r �o
golpear a la puerta, y sólo se comunicarían con él cuan­ sólo el cuarto, sino también el resto de la casa: el diano
do ellos lo decidieran. decía que la guerra había terminado, y en la página dos,
Unos días después, Rafael estaba en su casa y el en una fila de conscriptos con la cabeza gacha, se veía con
diario no llegaba. De la habitación de los padres no nitidez a Lucas, vivo, como si les estuviera diciendo que la

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MAIH I IO BlllMAJI 1t

espera había terminado, que aquel diario era la única


carta que había podido enviarles desde el infierno, y
que pronto llegaría a tierra.
MARCELO BIRMAJER
En El compañero desconocido,
Buenos Aires, Alfaguara, 2005.

Nació en Buenos Aires, en 1966. Es escritor y guionista.


En Alfaguara ha publicado para jóvenes los libros
de relatos Piedras volando sobre el agua (2000), Los Caballeros
de la Rama (2003), El compañero desconocido (2005),
Fábulas salvajes (2006), Mitos y recuerdos (2007), Hechi­
zos de amor (201 O) y las novelas La Isla Sin Tesoro
(2008), y El túnel de los pájaros muertos (2010). Para los
más pequeños, escribió, entre otras obras,]uicio al Ratón
Pérez (2009) y Garfios (2010).
Para adultos publicó los cuentos de El fuego más al­
to (1997), Ser humanoy otras desgracias (1997), Historias de
hombres casados (1999), Nuevas historias de hombres casados
(2001), Últimas historias de hombres casados (2004) y las
novelas No tan distinto (2000) y Tres mosqueteros (2001).
Es coautor del guión cinematográfico El abrazo
partido, ganador del premio al Guión Inédito en el Fes­
tival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana
2002; del Oso de Plata de Berlín 2004, y del premio
Clarín al mejor guión y la mejor película.
Se desempeñó como redactor y colaborador en más
de una cincuentena de medios gráficos de habla hispana.
Traducido a varios idiomas, fue honrado con el
premio Konex 2004 como uno de los cinco mejores es­
critores de la década 1994-2004 en el rubro Literatura
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