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Aproximación A La Imagen de Lamujer en en La Sangre de Eugenio Ca PDF

Este documento analiza la imagen de la mujer en la novela En la sangre de Eugenio Cambaceres. Explora los personajes de Máxima y la madre de Genaro, mostrando cómo son víctimas del poder masculino y la sociedad patriarcal de la época. A pesar de pertenecer a clases sociales diferentes, ambas mujeres sufren abuso y maltrato por parte de los hombres en sus vidas. Máxima se ve obligada a casarse con Genaro a pesar de no amarlo, y luego él la maltrata físicamente. La madre de

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Este documento analiza la imagen de la mujer en la novela En la sangre de Eugenio Cambaceres. Explora los personajes de Máxima y la madre de Genaro, mostrando cómo son víctimas del poder masculino y la sociedad patriarcal de la época. A pesar de pertenecer a clases sociales diferentes, ambas mujeres sufren abuso y maltrato por parte de los hombres en sus vidas. Máxima se ve obligada a casarse con Genaro a pesar de no amarlo, y luego él la maltrata físicamente. La madre de

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Inti: Revista de literatura hispánica

Volume 1 | Number 61 Article 4

2005

Aproximación a la imagen de lamujer en En la


sangre de Eugenio Cambacere
Alain Lawo-Sukam

Citas recomendadas
Lawo-Sukam, Alain (Primavera-Otoño 2005) "Aproximación a la imagen de lamujer en En la sangre
de Eugenio Cambacere," Inti: Revista de literatura hispánica: No. 61, Article 4.
Available at: http://digitalcommons.providence.edu/inti/vol1/iss61/4

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APRO XIM AC IÓ N A LA IM AGEN DE LA M U JE R EN
E N LA SANGRE DE EUGENIO CA M BAC ER ES

A lain Lawo-Sukam
G eorgia Southern U niversity

E l escritor argentino Eugenio Cam baceres ha sido y sigue siendo


considerado como una de las figuras cum bres de la literatura argentina y se
le suele calificar de “fundador de la novela argentina m oderna” (Yunque
92). Su fama no sólo surge corno consecuencia de su genio literario sino
tam bién de su profunda inclinación hacia la realidad argentina de su época.1
Si según Kamil Uhlir, los cuatro problem as fundam entales en las obras de
Cam baceres se resum en en la crítica social, la tragedia del sentim iento
hum ano, el determ inism o social y el detallism o costum brista, es m enester
señalar que surge otro problem a más im portante e im plícito referente a la
m ujer argentina. Pocos han sido los críticos que consagraron una atención
particular a la construcción de la im agen de la m ujer en las obras de
Cam baceres si ponem os aparte el artículo de Claude Cym erm an sobre la
m ujer en Potpourri, la tesis de A lejandra Tcachuk y algunas alusiones
disparates sin profundidad en obras críticas sobre C am baceres.
Por otra parte, si la aprehensión cam baceriana de la relación hom bre v.s
mujer parece oscilar entre un enfoque de tipo sociopolítico y jurídico en
Potpourri, literario en M úsica sentim ental, filosófico y personal en Sin
rumbo, sin embargo este tópico es apenas soslayado En la sangre (Cymerman
53). Los estudios que se han hecho sobre esta últim a obra cam baceriana se
centraron más en el espinoso problem a de la inm igración, del naturalism o
(Jorge Panesi / Noem i Susana y Kamil Uhlir); del racism o (A ida Apter
Cragnolino); la oligarquía (O scar Ram irez).2 En nuestro estudio, enfocam os
el tem a de la m ujer y tratarem os de resaltar la im agen que se da de ella En
64 INTI N° 61-62

la sangre. Partiendo de este estudio, verem os com o la im agen de la m ujer


se relaciona y se distancia en cierta m edida de la que viene m anifestada en
las obras anteriores cam bacerianas.3 D edicarem os nuestro estudio al
análisis de los personajes M áxim a y la m adre de Genaro ya que la m adre de
M áxima aparece casi inadvertida en la tram a narrativa como actante dinám ica
salvo en contadas excepciones, pero sin m ayor participación discursiva.
La visión poco graciosa de la m ujer que sale de las demás obras
cam bacerianas tom a otro rumbo En la sangre. Aunque los personajes
fem eninos en esta obra se presentan com o entidades m enospreciadas que
gimen bajo el yugo del poder falogocéntrico, empero, no representan las
lacras de la sociedad. Son personajes con buenos m orales que aciertan a
sim bolizar el destino de la nación como es el caso de M áxima. De hecho,
una lectura diacrónica y no sincrónica de la obra, nos puede llevar a insinuar
que el pensam iento del autor sobre la m ujer ha evolucionado y que al final
de su vida artística parece posicionarse un tanto com o defensor de la entidad
fem enina que antes criticaba de m anera cruda en la m ayor parte de sus obras
así com o en su vida real.
Surge explícitam ente de una lectura de En la sangre, que los principales
personajes fem eninos se presentan como seres acosados por el orden
androcéntrico de la sociedad en general y de lo m asculino en particular.
Tocante a la m adre de Genaro y M áxim a, se percibe en ambas m ujeres una
cierta debilidad frente al poder m asculino; son aún víctim as de los acosos y
abusos del mismo. De buenas a prim eras, la m adre de Genaro se singulariza
por su carácter hogareño y su debilidad frente a su esposo don Esteban.
Además de su enferm edad que restringe m uchas de sus actividades, se
conform a con el trabajo de lavandera y sus tareas caseras; lo que cuadra sin
duda con la noción del “angel de hogar” vigente en la sociedad argentina de
aquel entonces. A pesar del am or que tiene por su esposo e hijo y de los
duros sacrificios que hace para preservar la unidad y el bienestar de su
fam ilia, se ve sometida a los malos tratos de don Esteban que no vacila en
pegarle repetidam ente por cualquier pequeñeces. A este efecto dice el
narrador lo siguiente:

Fiel a la linea de conducta que se había trazado, no alteró por eso en lo


mínimo su régimen de vida ... Las sevicias, los golpes a los insultos, los
tratamientos brutales en la persona de su mujer, condenada a sobrellevar
el peso de sus tareas que su salud vacilante le hacía inapta a resistir. (56)

Como si el desprecio y el descuido de su esposo no bastaran, se ve la madre


som etida otra vez a los caprichos y las m añas de su hijo varón después de la
m uerte de don Esteban. Está obligada a ceder a la voluntad de su hijo que
quería deshacerse de ella cuanto antes para lograr su supuesta “libertad” . La
expresión del alm a partida de la m adre, víctim a de la m entalidad egoista del
poder m asculino en la persona de Genaro, viene expresada en estas palabras:
ALAIN LAW O-SUKAM 65

su madre viva y a su lado estando con él, era una broma, un clavo a una idea
fija, pertinaz, un único pensamiento desde entonces le preocupó, llenó su
mente a deshacerse de ella; la enfermedad de la pobre vieja fue el pretexto
... Al fin llorosa y triste, profundamente afectada, pero incapaz de oponer
una seria resistencia, al ascendiente concluyó por ceder y resignarse. (93-94)

Engañada por Genaro, decide la m adre irse a Italia a pesar suyo. Esta
resignación da m uestra de la debilidad de la m adre m anipulada por el hijo;
lo que en cierta m edida se interpreta como una paliza em ocional con el
mismo título que los golpes físicos que recibía de su difunto esposo. Los
malos tratos que sufre la esposa de don Esteban se refleja tam bién (y aun
peor) en su yerna M áxim a, otro personaje fem enino som etido a la ley
patriarcal de su padre y víctim a de la brutalidad y de los abusos de su esposo
Genaro.
A diferencia de la m adre de Genaro, M áxim a pertenece a la alta clase
social, sin em bargo se ve obligada a som eterse a la voluntad de su padre y
a la ley androcéntrica vigente en la sociedad. En efecto, después de haber
sido devilgada, m ejor dicho casi violada y em barazada por Genaro, M áxim a
está obligada de ceder a la decisión de su padre de casarse con el autor de
su deshonra sin am or recíproco. Con tono autoritario, el padre de M áxim a
se dirige a Genaro con estas palabras:

Máxima, repito, se casará con usted, dentro de un mes, sin ruido, sin
misterio, simplemente; su madre y yo hemos consentido; ante mi familia
y ante el público, será esa la explicación de lo que es difícil de explicar. (128)

La decisión firm e del padre esconde una realidad social más allá del simple
núcleo fam iliar. Es el reflejo de un pensam iento “pantalónico” arraigado en
la sociedad argentina de entonces; una m entalidad codificada por la ley del
honor y la sandez de la deshonra. Las siguientes reflexiones e interrogaciones
retóricas del narrador subrayan im plícitam ente la com plejidad de la situación
de M áxim a así como resalta el poder de los códigos sociales que influyen
sobre la vida de la mujer:

Iba a casarse con él, iban a casarla a ella; y bien, si se casaría, no decía que
no, no se rehusaba, no podía rehusarse... Perdida, deshonrada, en camino
de ser madre, la ley social, los hechos mismos, fatalmente, la arrojaban en
brazos del padre de su hijo ... ¿Pero era el anhelo de la amante, o era la
conformidad de la mujer, el deber imperioso de la madre, la resignación de
la víctima?... ¿Y cómo, por qué sin amor había tolerado, soportado ella que
se enseñorase Genaro en su ser hasta consumar al acto torpe de la
violencia, hasta llegar a la posesión brutal de su persona? ... ¡Odio, odio y
desprecio por el padre de su hijo: a eso veíase ella condenada, tal era su
porvenir, la vida que la esperaba, tal horrible magnitud de su desgracia!
(129-130)
66 IN T IN 0 61-62

Así pues, para preservar el honor de la fam ilia, M áxim a se sujeta al deseo
de su padre a pesar suya y de rebote a las exigencias de la sociedad para no
traicionarla.
Una vez casada con Genaro, no se para por lo tanto su m iseria; Genaro
repite con M áxim a la m ism a conducta brutal de su padre hacia su madre. La
injuria y m altrata a su gusto cuando no quiere cum plir con sus órdenes: “Y
arrojándose sobre ella y arrancándola del lecho y, por el suelo, a tirones,
haciéndola rodar, dejó estam pados los cinco dedos de su mano en las carnes
de su m ujer” (154). Aun antes de llegar a esta situación deplorable, es
m enester señalar que M áxim a cayó en la tram pa que le había puesto Genaro.
En efecto, en su anhelo vehem ente de ingresar en la alta sociedad argentina
y de enriquecerse, se dio cuenta de que no eran los estudios que le iban a abrir
las puertas sino el m atrim onio. M áxim a era el “objeto” o el instrum ento que
le perm itiría satisfacer su deseo y arribism o. Este pensam iento egoísta,
m achista e interesado se revela en las observaciones siguientes:

Le gustaba, era muy rica la polla, a besos se la comería, quien le diera andar
bien con ella, tener su bravo camote del país con una así, de copete, de
campanillas... aunque más hubiese sido, por lo pronto, que de ojito, que se
fijara en él, que hiciese caso ... Y que bolada para él lograr al fin injetarse
en la fam ilia!... Por que eso debía buscar, bien pensado, ese era el tiro, dar
con una mujer que tuviese el riñon forrado y atraparla, ver de casarse con
ella. (97)

De hecho, atrapado en la red de Genaro, M áxim a no podía más salirse de


apuros pues el italiano “H abía abusado de su confianza, había sorprendido
su buena fe, le había mentido, la había engañado, la había robado indignamente
...” (150).
Si consideram os este cuadro triste de la condición de los personajes
fem eninos principales, podemos apresurarnos en concluir que la m ujer en
esta obra así como en las demás obras de Cam baceres es nada más que
objetos y seres pasivos sin ninguna agencia. Com o lo señala con seriedad
A lexandra Tchakuk, la im agen de la m ujer en las obras de Cam baceres sufre
del mismo defecto: “Es sumisa, fiel y no sabe rebelarse y así para Cam baceres,
sería la m ujer ideal” (168). Sin em bargo, una lectura y estudio m inucioso
de la personalidad (del personaje de) de la m adre de Genaro y sobre todo de
M áxim a, m uestra lo contrario.
Aunque son víctim as ambas de los acosos y abusos físicos por parte de
sus esposos legítim os (y objeto de interés en lo que reza con M áxim a), son
m ujeres con agencia que se apropian de la palabra para crear su propio
discurso y retar así el orden m asculino. M anipulando la palabra, se erigen
com o fuerza dinám ica para crear su propio espacio de resistencia. La
im portancia de la posesión del verbo o del discurso es de suma im portancia
en la definición de la subjetividad individual como viene elaborado en la
ALAIN LAW O-SUKAM 67

narrativa bakhtiana sobre la heteroglosia. Pues cada palabra es un arm a que


lleva consigo un poder eficaz y de rebote toda una ideología. De hecho,
partiendo de esta perpectiva, hay pues una cierta evolución en los caracteres
de las m ujeres en el transcurso de la obra.
La m adre de Genaro, a pesar de su enferm edad crónica y de los
m alostratos de don Esteban, no se cruza de brazos para caer en la pasividad
sino que trata de desafiar los pensam ientos de su esposo. Por ejem plo,
frente a la decisión de este últim o de no m andar a Genaro a la escuela, la
m adre opone una resisten cia feroz y decide seguir con sus planes
secretam ente. Dice el narrador lo siguiente:

Ella, sin embargo... luchaba, se rebelaba tratándose de su hijo... Resuelta


por su parte a no ceder, obstinada ella también y segura de la obediencia
de Genaro... imaginó la madre ejecutar su plan ocultamente. Ella sola sin
el auxilio de nadie.... (56)

Supera su enferm edad para reunir una pequeña sum a de dinero y


subvenir a los prim eros gastos, com prándole a su hijo el traje y som brero.
Sueña pues con grandezas y toma decisiones para el futuro de su hijo sin el
consentim iento del marido. El caso de M áxim a es m ucho más revelador. Su
dinam ism o y falta de pasividad facilitó el fracaso del proyecto de Genaro.
Si logró casarse para penetrar en la clase social alta, no pudo obtener la
riqueza que tanto codiciaba a causa de la oposición rígida de su esposa. Se
percibe una neta evolución en el com portam iento de M áxim a frente al poder
m asculino que representa su esposo. Este fenóm eno culm ina al final de la
obra cuando Genaro, usando de ardid com o siem pre quiere sacarle a
M áxim a el dinero para satisfacer sus deseos egoístas. En efecto, frente a la
am enaza de Genaro, ella le retorca enérgicam ente:

Se acabaron ya esos momentos... he aprendido, me has enseñado por mi


mal a conocerte y sé quien eres. No esperes persuadirme con embustes y
nuevos artificios, ni que me deje yo ablandar ahora como antes, por esos
aires de hipócrita que afectas, farsante, cínico! (150)

Se decide a no entregar ni siquiera un solo peso a su marido esta vez, dando


así m uestra de su capacidad de construir su propia identidad fem enina. En
la cita siguiente que ejem plifica un intercam bio de palabra entre ella y su
esposo, se puede percibir m ediante las palabras y la postura corporal de
M áxim a, la expresión de su ánim o y afán de no doblar el espinazo frente a
Genaro:

- Pero cuida de lo que haces, reflexiona, mira de no poner a prueba mi


paciencia, que podría tal vez costarte caro. (Dice Genaro)
68 IN T I N0 61-62

- ¿Con esas me vienes, con amenazas ahora? Pierdes, te lo prevengo,


lastimosamente tu tiempo-repusó ella provocante - inventa algo mejor -
y clavando en su marido la mirada, una mirada encarnada y profunda
hostilidad. (151)

Luego, Genaro am enaza de suicidarse para que su m ujer le conceda el dinero


pedido. Pero frente a esta agresión moral, M áxim a no abdica como antes
sino que le trata de cobarde y “collón”. Para probar la eficacia de su nueva
táctica de disuación y sum isión de la m ujer, em puña el pequeño revolver y
sale de la casa con la intención de suicidarse, creyendo que su m ujer iba a
pararle y satisfacer su necesidad. M áxim a lo deja ir, reafirm ando así su
deseo de libertad individual. Regresa más tarde furioso para golpearla; aun
así, M áxim a queda firm e a su decisión de no ceder a sus caprichos y
engañifa. Con una voz am enazadora vocifera:

- ¿Me firmas el pagaré, me entregas el dinero, sí o no?


- No
-¿N o ?
- ¡Mil veces no! Soy la dueña yo, me parece.... (154)

Esta actitud dinám ica de M áxim a m uestra el gran carácter m oral que tiene
y que la eleva encim a de su m arido. Igual que la m adre de Genaro, brilla por
la grandeza de su espíritu y por su capacidad de no encenagarse siem pre bajo
el yugo de las fuerzas falogocéntricas. Esta im agen de la m ujer que surge
de la últim a obra cam baceriana como ser abusado pero capaz de resistir y
rebelarse levanta m uchos cuestionam ientos acerca de la visión que tienen
ciertos críticos sobre la im agen de la m ujer en las obras de Cam baceres en
general y sobre la relación entre Cam baceres y sus personajes fem eninos.
Por el retrato peyorativo de la m ujer en las obras de Cam baceres, se le
ha acusado de “m isógino” (Cym erm an 54). En efecto desde P otpourri hasta
En la sangre pasando por la M úsica sentim ental y Sin rumbo, la m ujer
aparece como un ser “am oral”, “hipócrita”, “venal” y “explotada” ; excepto
a las madres que aparecen siem pre cariñosas. Esta observación llevó a
ciertos criticos com o A lexandra Tcachuk4 a sacar la conclusión siguiente:

La actitud de Cambaceres ante la mujer y por ende ante el amor y el


matrimonio, refleja el desconocimiento casi absoluto de la mujer como ser
humano y en concecuencia su imagen exclusiva como objeto de
conveniencia domestica y sexual para el varón. (158)

Si en P otp o u rri la protagonista principal (M aría) brilla por su adulterio, en


M úsica sentim ental Loulou se define como prostituta y en Sin rumbo la hija
chinita del puestero (D onata) se distingue por su atracción sexual nada más
y la prim a Donna, am ante de Andrés, se singulariza por su adulterio.
ALAIN LAW O-SUKAM 69

Aquellos atributos de la m ujer son tan negativos que nada bueno sale de su
com portam iento. Huelga afirm ar que todas aquellas figuras fem eninas eran
para sus esposos o partenarios nada más que objetos sexuales para saciar sus
deseos egoístas. Com o lo subraya muy bien A lexandra Tcachuck, los
personajes fem eninos de Cam baceres “una vez cum plido su callado papel
sexual, no tiene más que desaparecer de la escena” (168).
H ablando de la relación que existe entre C am baceres y sus personajes
fem eninos, señalam os que parece ser más estrecha si nos atenem os a los
com entarios hechos por ciertos críticos cam bacerianos. C am baceres plasm a
su visión de la m ujer en sus obras. Rodolfo Borello apunta que “la idea de
Cam baceres ante la m ujer no difiere m ucho de la que todavía pregonan los
tangos... la m ujer que abandona a un hom bre por otro, y a veces vuelve
arrepentida; la m ujer que tenta a un hom bre arruinándole la vida ...” (33).5
En 1882, Eugenio Cam baceres es un soltero pudiente de Buenos A ires “a
quien sus pasadas aventuras de Playboy y su desencanto existencia! han
llevado a un alejam iento del bello sexo hecho más de desam or que de
aversión o m enosprecio” (Cym erm an 54). En aquella época de la publicación
de Potpourri, el hartazo de que sufría se m anifestó “en la filosofía de su
novela, en la que no hay un sólo ejem plo de am or sincero y desinteresado
entre hom bre y m ujer... El am or era para él com o una lotería”( Tcachuck
158-159).6
Las ideas m achistas y pesim istas que vieron ciertos críticos en
Cam baceres y que parecen reflejarse en sus obras no eran ajenas a la
sociedad argentina de aquel entonces7. Borello, citando algunas ideas de
Ezequiel M artínez E strada afirm a que “en el argentino, falta un auténtico
am or por la m ujer, así com o un sentim iento firm e por la fam ilia y el hogar”
(33). Aun el código civil argentino no favorecía a la mujer:

Nuestro código civil, redactado por Dalmacio Velez Sarsfield en los años
1869, y promulgado como ley en 1871, adoptó, sin modificar la
discriminación sexual y el patriarcado de la legislación romana, que
consideraba a la mujer inferior al hombre. (Abeijon 57)

A veces se m enciona la palabra “esclava” para referirse a la situación


precaria de la m ujer en Argentina. Refiriéndose a la labor de unas fem enistas
argentinas tales com o la D octora Julieta Lanteri y M aria A bella de Ram írez;
Asunción Lavrin aclara que

Their focus was on redefining women’s personal freedom vis a vis men and
the discrimination of marriage. Abella de Ramirez often mentionned
“slavery” in describing the legal situation of women in Argentine society.
She was struggling against contentions that it was futile to grant women
any rights because their natural destiny was to be married, and a successful
marriage required that the male hold power. (204-205)
70 IN T I N0 61-62

Son estas ideas de la superioridad del hom bre sobre la m ujer que parecen
haber influido sobre el carácter de Cam baceres y por consiguiente su
traslado en sus obras: “El autor no puede desprenderse del cinism o y del
sentim iento de superioridad que siglos de indoctrinación han inculcado en
los hom bres” (Tcachuk 158).
En la sa n g re , vemos algunos ejem plos característicos de la sociedad de
aquel entonces. El anhelo vehem ente de dom inación m asculina sobre la
m ujer es fuerte. Im plícitam ente hablando, el apego que tienen las m ujeres
casadas a su hogar a pesar de la brutalidad repetidas de sus esposos puede
ser algo extraño. Si no hay m ención de ninguna intención de divorcio en la
obra por parte de las protagonistas fem eninas, no es algo fortuito pues en la
sociedad tradicional de entonces, el divorcio era prohibido. Con mucho
acierto señala Lavrin Asunción que:

Another challenge to family law, to tradicional social mores, and to gender


roles was the discusion of divorce ... Traditional conventional wisdom
established that the stability of the family guaranteed social order and the
sacrifice of personal freedom saved the institutions that preserved order:
Church and family. Argentina and Chile never accepted divorce ... an
indication of the pervasiveness of their conservatism in matter of family
law. (11)

Si se ha acusado a Cam baceres de “m isógino”, “m achista” debido al


retrato despectivo que se da de la im agen de la m ujer en sus obras y que
cuadra con su actitud desdeñosa hacia la m ism a, la lectura de la imagen de
la m ujer que hicimos En la sangre parece indicar que no se deben tomar
estas afirm aciones como totalizantes y absolutas. Si las m ujeres en las obras
de C am baceres (ciertas m adres exceptuadas) son insignificantes o se
presentan como villanas, prostitutas, adúlteras, En la sangre, ocurre lo
contrario. Cam baceres parece haber seguido otro rumbo. Igual que la
M adre de Genaro, M áxim a no es prostituta, ni adúltera, tam poco se enam ora
de los ricos estancieros como es el caso de Loulou con Pablo (M úsica
sentim ental); Donata y la “prim a D onna” con Andrés (Sin Rum bo); M aría
con Juan (P o tp o u rri). Al contrario M áxim a es la rica estanciera de que cae
enam orado Genaro. En últim a instancia, no es ella la que recibe los ataques
de la sociedad en En la sangre sino más bien Genaro.
Si según Carlos Alberto Leum ann, en Cam baceres “la gente honrada no
existe... Al contrario, calum nia a las m ujeres porteñas, en cierto modo
porque sólo nos m uestra algunas de tipo insignificante” (xvii) se puede
insinuar que el personaje de M áxim a contradice aquellas afirm aciones; pues
hace la diferencia por la grandeza de su espíritu y su carácter dinám ica y no
pasiva. De acuerdo con las conclusiones que salen del estudio de P otpourri
por C laude C ym erm ann, “la visión que se tiene de C am baceres es
generalm ente sincrónica, m ezclando las obras y las fechas, cuando debiera
ALAIN LAW O-SUKAM 71

ser diacrónica, señalando la evolución de la ideología” (63). Sin profundizar


sus pensam ientos, sigue afirm ando que “indudablem ente, la opinión de
Cam baceres con respecto a la mujer, ha evolucionado -como el resto de su
obra- ...” (63).8
En la sangre m arca a nuestro parecer una cierta evolución o cam bio en
la im agen de la m ujer que aparece en las demás obras de Cam baceres. De
la m ujer villana, insignificante y explotada pasam os a la m ujer m altradada
pero dinám ica y de grandeza espiritual y m ental, capaz de construir su
propio discurso y resistir más a la opresión m asculina. La situación de la
madre de Genaro y de M áxim a lleva al lector a tener una gran sim patía por
ellas. La narración de sus sufrim ientos, rebelión y resistencia parece
insinuar no un ataque sino más bien una defensa de aquel género sexual
atrapado en una sociedad tradicionalista y androcéntrica. En la sangre se
arroga la calidad de defensa y m ejoram iento de la mujer.
El últim o punto im portante que sale de la imagen de la m ujer En la
sangre, es el sim bolism o que parece encarnar el personaje de M áxim a. Su
trayectoria narrativa y rom ántica puede entenderse como una alegoría
idealizada de la nación argentina. A quí entra e n juego la relación entre la
realidad textual y la realidad sociopolítica vigente en A rgentina a finales del
siglo XIX. Como acierta a decir Doris Sum mer: “Rom antic novels go hand
in hand with patriotic history in Latin A m erica ... nation building projects
invested private passions with public purpose” (7). Si José M ármol supo
encarnar al porvenir de la nación agentina en el rom ance entre Daniel y
Am alia, Cam baceres por su parte trata de representar m etónim icam ente a la
A rgentina de aquel entonces en la pareja Genaro y M áxima. Si nos atenem os
a la historia de A rgentina en la década de los ochentas, el país fue sacudido
por una crisis social debida al crucial problem a de la inm igración europea
en general e italiana en particular.
La ira de Eugenio Cam bacres contra este fenóm eno social se repercuta
en sus obras. En la sangre donde el inm igrante es protagonista de la novela,
“la m olestia que causa una m aloliente invasión es sentida como am enaza”
(Panesi 23). Se sirve Cam baceres del cuerpo de M áxim a para encajar la
situación del país. M axim a es sím bolo representativo de Argentina, que por
su inocencia y sencillez de corazón, abrió sus brazos al italiano Genaro, de
la m ism a m anera que Argentina abrió grande sus puertas a los extranjeros
inm igrantes. La relación sexual que tiene Genaro con M áxim a parece casi
a una violación pues el cuerpo de M áxim a ha sido penetrado por el uso de
la fuerza física y moral de Genaro:

Bruscamente se sintió, se vio arrojar, echar de espaldas Máxima a lo ancho


del sofá, empujada por Genaro y él sobre ella.
- ¿Qué?.... ¿no?... -Balabuceó azorada.
- Cállate, que si te oyen.
72 IN T I N0 61-62

- Es un infame usted, es un miserable... - exclamó Máxima. (121)

La violación del cuerpo de M áxim a corresponde m etafóricam ente a la


“violación” de A rgentina por los inm igrantes en general que estaban
pudriendo las ideas sociales del país así como causaban gran daño al
progreso económ ico con huelgas y m ovim ientos subversivos. Aunque
M áxim a se veía acosada y abusada por Genaro, no se dejó vencer por los
abusos, engaños y m alostratos del italiano Genaro sino que se rebeló y opuso
una resistencia encarnizada contra el extranjero o “la enferm edad” que
quiere pudrir su vida.
La evolución mental por la que pasa M áxim a en la obra (de mujer
abusada y pasiva a la dinám ica y rebelde) corresponde a la m ism a evolución
que inició A rgentina en aquel entonces para resistir las fechorías de la
inm igración que le había invadido. Aunque los inm igrantes interferían
negativam ente por su presencia en la vida socioeconóm ica de Argentina, los
argentinos no se dejaron por lo tanto caer en el pozo de la desesperanza sino
que opusieron una resistencia feroz contra aquella gangrena que descomponía
la nación.
El “no” categórico y definitivo que articula M áxim a al final de la obra
da m uestra de la voluntad de no seguir siendo víctim a de aquella fuerza ajena
que le está robando su identidad. Como M áxim a, los argentinos estaban
hartos de la inm igración y decidieron poner fin a este fenóm eno abrumador.
La resistencia contra el peso de la inm igración era indispensable para el
progreso del país. A quel espíritu era lo que anim aba a la m ayoría de los
miembros de la generación 809 igual que a los hom bres políticos imbuidos
en los pensam ientos del positivism o: « A r g e n tin a ... in the late 1867,
generation of statesm en nurtured in liberal and positivist thought attempted
to bring their countries into the m ainstream of European and North American
“progress”» (A sunción 2). Hay de hecho una cierta incorporación del
destino de la nación en el cuerpo y com portam iento de M áxim a. La mujer
parece echar el tono contra el peligro que anem aza su identidad y
m etoním icam ente la identidad nacional.
Es m enester aclarar aquí que el peligro de la inm igración era la mentalidad
que la sociedad de aquel entonces en su m ayoría tenía para el país y su
futuro, como viene arriba m encionado. Aunque M áxim a pertenece a la
sociedad alta10, refleja sin em bargo esta m entalidad nacional. Por otra parte,
se erige tam bién com o m adre defensor del porvenir de su hijo como lo hizo
antes la madre de Genaro. El hecho de proteger el futuro de su hijo
am enazado por las extorciones de Genaro no debe tom arse por absoluto
como un acto egoísta de defensa de los intereses del próxim o patriarca
(según la ley de la h e re n c ia ). Al co n trario , podem os in te rp re ta r
m etafóricam ente este acto de defensa como una especie de protección de la
nación argentina futura que ya tiene en su seno las secuellas de la inmigración.
ALAIN LAW O-SUKAM 73

Aquí, tal vez salga una dialéctica nueva que considerar. Al proteger y
defender a su hijo (híbrido), M áxim a no sólo hace oficio de buena madre
sino tam bién da m uestra de su voluntad de incorporar en la nación argentina
a los elem entos derivados de la “tragedia” de la inm igración. Si los
inm igrantes constituyen un peligro, no obstante se debe proteger a los hijos
que vienen de la m ezcla de las dos razas como si fueran argentinos enteros.11
M áxim a pues abre otra dim ensión a la lucha contra la inm igración: encarna
a la nación sufriendo bajo la inm igración a que opone una resistencia feroz
así como aboga por una protección de los elem entos resultantes de las
pandillas o secuelas que dejan los inm igrantes en el país.
En resum idas cuentas, deriva del análisis de la últim a producción de
Cam baceres que en ciertos pasajes hay una relegación de la m ujer al
segundo plano. Son víctim as de la brutalidad y del abuso de los hom bres,
sin embargo, para retar esta sum isión, se m anifiesta en ellas cierta rebelión
que les perm ite afirm ar su agencia y subjetividad personal. La visión de la
condición de la m ujer parece más bien una defensa de la entidad fem enina
enredada en un sistem a patriarcal feroz. Su lucha por la em ancipación
suscita cierta sim patía en el lector hacia su causa. En la sangre representa
tam bién una evolución en los pensam ientos de su autor antes tratado de
“m isógina” .
Si es cierto que la m ayoría de los personajes principales fem eninos en
las obras cam bacerianas son “negativos” por sus caracteres m orales y
profesionales (M aría, Loulou, la prim a D onna etc.), no se debe tom ar las
acusaciones forjadas contra su autor como absolutas. La imagen de “M áxim a”
m uestra el contrario. Cam baceres parece haber evolucionado artísticam ente,
intentando así quizás dem arcarse de los antiguos prejuicios que emanaban
de la situación de la m ujer en sus dem ás obras com o prostitutas, adulteras,
engañosas etc.
Por otra parte, es im portante establecer literalm ente cierta diferencia
entre el autor de una obra y sus protagonistas. No son todos los escritores
que plasm an su vida en su producción literaria. Aunque ciertos críticos han
podido relacionar con cierto exito la visión de Cam baceres por las mujeres
en la vida real con lo que ocurre en sus obras, sin embargo como lo atestigua
Claude Cym erm an “sería, creem os, un error sacar conclusiones generales de
las opiniones m anifestadas por Cam baceres con respecto a la m ujer” (53).
Ateniéndonos a En la sangre, vemos otra cara del m ism o autor; una
tendencia más cercana al fem inismo. Después de cada máscara cambaceriana,
se esconde otra máscara, después de cada mito se esconde otro mito.
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NOTAS
1 Para mostrar el papel social que desempeña la obra cambaceriana en Argentina,
Kamil Uhlir afirma lo siguiente: “Es posible afirmar que, en su época y entre los
escritores de su generación, Eugenio Cambaceres (1843-1888) fuera el primero
que, por medio de la prosa artística, emitiera juicio sobre los fenómenos negativos
introducidos en la vida social y publica argentina por la «crisis de crecimiento» que
atravesaba el país ... Es posible afirmar, también, que ya en los comienzos de su
creación artística Eugenio Cambaceres hiciera resonar la crítica social con tanta
vehemencia que sólo esta circunstancia le asegura ya un puesto de excepción entre
sus coetáneos” (225).
2 Véase el análisis hecho por Jorge Panesi y Noemi en la introducción a En la
sangre (1988); Aida Apter Cragnolino: “Ortodoxia naturalista, inmigración y
racismo” en En la sangre de Eugenio Cambaceres. New York: Ed. del Norte/City
Univ. of New York. 14 (1989):225-233. Oscar M. Ramírez titulado: “Oligarquía y
novela folletin” En la sangre de Eugenio Cambaceres”. Minneapolis : Ideologies
& Literature: a Journal of Hispanic & Luso-Brazilian Studies. 4 (9891): 249-269.
3 Es de interés recordar que por el tratamiento que se da de las mujeres en sus
obras, ciertos lectores le dieron a Cambaceres el apodo de misógino y de playboy.
4 Alexandra Tcachuk también menciona que en general la actitud que prevalece
en Cambaceres es “de antagonismo entre mujer y hombre. Los dos se enfrentan
como enemigos de los cuales el varón sale siempre triunfador . . . ” (172).
5 “En el mundo del tango, la mujer es siempre un universo distinto y
definitivamente incomprensible. Con ella se puede hacer el amor, tener hijos, pasar
horas agradables. Pero jamás llegará a ser una compañera, un «tú» al que debe
respetarse en su integridad, al que debe valorarse con otra personalidad” (Borello 33).
6 Cambaceres en su visión androcéntrica de las relaciones matrimoniales, no
vacilaba en pensar antes que “el corazón de los hombres es muy grande y permite
que en él quepan cómodamente muchas mujeres” (Tcachuk 160).
7 “Desde el punto de vista legal, los derechos de civiles de la mujer son
prácticamente nulos. El sistema romano de supremacía del marido y subordinación
de la esposa a la potestad m arital... no había sufrido modificaciones pese a la activa
participación femenina en las luchas por la independencia” (Abeijon 37).
8 Hablando de la evolución ideológica de Cambaceres, Claude Cymerman no da
muchas explicaciones por (según parece) la falta de tiempo y espacio. De hecho
declara que «Desgraciadamente no disponemos hic e t nunc del espacio y del tiempo
necesario para desarrollar nuestra tesis. Lo dejaremos para otra ocasión, pidiendo
disculpas a nuestros pacientes lectores» (63).
9 Hablando del papel social de la literatura para los escritores de la generación
de los 80, declara Noé Jitrik lo siguiente: «¿Qué es la literatura para los hombres
de esta generación? Ante todo, y de acuerdo con lo visto, una ente entre las
múltiples actividades enumeradas, actividad que, como las otras, es ejercida
únicamente por ellos ... Es que la literatura les permite canalizar la necesidad de
emitir juicios y opiniones que fundamenten su posición frente a la realidad
circundante» (citado en Foster 6).
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10 Máxima hubiera podido detestar a su hijo para mostrar su odio hacia los
inmigrantes; pero no lo hace para demostrar precisamente que aunque la inmigración
es peligrosa, hay que tratar y vivir con las secuelas que dejan o dejaron los
inmigrantes.

OBRAS CITADAS
Abeijon, Carlos, Jorge Santos Lafauci. La mujer argentina antes y después de
Eva Perón. Buenos Aires: Cuarto Mundo, 1975.
Borello, Rodolfo. Eugenio Cambaceres y su obra. Buenos Aires: Comentario,
1958.
Cambaceres, Eugenio. En la sangre. Con la introducción de Jorge Panesi y
Noemí Susana. Buenos Aires: Edit Colihue, 1988.
Cymerman, Claude. “La imagen de la mujer en Potpourri de Eugenio
Cambaceres”. Juan de la Cuesta Hispanic Monograph. Newark: 16 (2000): 53-64.
Foster, David W. The Argentine Generation o f 1880: Ideology and Cultural
Texts. Columbia: Missouri UP, 1990.
Lavrin, Asunción. Women, feminism and social change in Argentina, Chile
and Uruguay 1890-1940. Nebraska: Nebraska UP, 1995.
Leuman, Carlos Alberto. “Estudio preliminar” Prólogo a la edición de Sin
rumbo. Buenos Aires: Estrada, 1949.
Summer, Doris. Foundational Fictions. The National Romance o f Latin America.
Berkeley: California UP, 1991.
Tcachuk, Alexandra. “Eugenio Cambaceres: Vida y obra”. Dissertation
Abstracts International. Ann Arbor. 37(1977): 4391A-92A.
Uhlir, Kamil. “Cuatro problemas fundamentales en la obra de Eugenio
Cambaceres”. Philologica pragensia: Praha. 45 (1963): 225-245.
Yunque, Alvaro. Síntesis de la literatura argentina. Buenos Aires: Claridad,
1957.

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