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Artículo Ussher - Anuario Ps Comunitaria UMSA PDF

El documento describe los desafíos de la clínica comunitaria en la atención de problemas de salud mental. Señala que la demanda a menudo involucra situaciones complejas que requieren un enfoque interdisciplinario e intersectorial. La clínica comunitaria se centra en analizar las situaciones en su contexto, trabajando con redes familiares y comunitarias para abordar problemas de una manera integral. Se presenta un caso como ejemplo para ilustrar este enfoque.

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El documento describe los desafíos de la clínica comunitaria en la atención de problemas de salud mental. Señala que la demanda a menudo involucra situaciones complejas que requieren un enfoque interdisciplinario e intersectorial. La clínica comunitaria se centra en analizar las situaciones en su contexto, trabajando con redes familiares y comunitarias para abordar problemas de una manera integral. Se presenta un caso como ejemplo para ilustrar este enfoque.

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LA CLÍNICA COMUNITARIA: DESAFÍOS Y COMPLEJIDADES.

1
Magister Margarita Ussher.i

Resumen:
La Ley Nacional de Salud Mental ha impulsado la apertura del campo de la intervención clínica
al dar cuenta de la complejidad del padecimiento subjetivo. En este artículo se reflexiona sobre
los aportes de la Psicología Social Comunitaria a la clínica, subrayando la necesidad de generar
dispositivos interdisciplinarios e intersectoriales. Se ubica la situación como punto de partida
que permite analizar, en contexto, la demanda. Se describen luego algunos ejes en los que se
sostiene la clínica comunitaria:
1. Territorialidad – Intersectorialidad.
2. Trabajo en equipo – Interdisciplinariedad – Ecología de saberes.
3. Concepción de la subjetividad como proceso histórico-social
4. Ética del cuidado. Co-visión que acompaña la intervención.

Palabras clave: clínica comunitaria – complejidad – situación – subjetividad.

THE COMMUNITY CLINIC: CHALLENGES AND COMPLEXITIES.


Magister Margarita Ussher.

Summary:
The National Mental Health Law has promoted the opening of the topic of clinical intervention
by analyzing the complexity of subjective suffering. In this article we reflect on the
contributions of Community Social Psychology to the clinic, highlighting the need to generate
interdisciplinary and intersectoral devices. The situation is located as a starting point that
allows to analyze, in context, the demand. We will consider some elements in which the
community clinic is sustained:
1. Territoriality - Intersectoriality.
2. Teamwork - Interdisciplinarity - Ecology of knowledge.
3. Conception of subjectivity as a historical-social process
4. Ethics of care. Co-vision that accompanies the intervention.

Keywords: community clinic - complexity - situation - subjectivity.

1
Trabajo publicado en: Conceptos. Dossier especial. Psicología Comunitaria. Instituto de Investigación
de la Universidad del Museo Social Argentino. Buenos Aires. 2019.

1
Introducción.
La Ley Nº 26657 define en su artículo 3, la Salud Mental como un “proceso determinado por
componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya
preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la
concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.” Establece además que la
modalidad de abordaje del padecimiento es interdisciplinaria e intersectorial, basada en los
principios de la atención primaria de la salud, orientada al reforzamiento, restitución o
promoción de los lazos sociales. (Art.9) Esta Ley surge, en la República Argentina, como
corolario del trabajo realizado por profesionales y usuarios que buscaron cambiar un
paradigma hegemónico en Salud Mental, acompañando un movimiento mundial por la
desmanicomialización surgido en la segunda mitad del Siglo XX. Se nutre además, en las
propuestas de la OMS de salud para todos y en las perspectivas preventivistas.
Esta definición interroga las prácticas profesionales que buscan abordar el sufrimiento
subjetivo que deben adecuarse a las demandas de las comunidades.
El padecimiento humano llega a los servicios de Salud Mental de múltiples maneras: ligados a
procesos de restitución de derechos de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, relacionados con
reivindicaciones relacionadas con violencias en diferentes entornos, a partir de interconsultas
en el sistema de salud, derivadas desde el área educativa, jurídica o laboral, etc. Generalmente
estas demandas son complejas y exigen replantear los dispositivos de atención clínica
adecuándolos a las necesidades y posibilidades de accesibilidad de las poblaciones. La Salud
Mental es un derecho y se debe garantizar el acceso a la protección y atención de todas las
personas que habitan el territorio nacional (Ley 26657. Art.1)
Desde la supervisión e investigación con equipos interdisciplinarios y desde mi propia
experiencia clínica en Atención Primaria de la Salud, he venido reflexionando sobre la
necesidad de pensar las articulaciones entre la Psicología Clínica y la Psicología Social
Comunitaria, atendiendo a la complejidad, como una forma de dar cuenta de este desafío. Las
situaciones complejas presentan límites difusos, es imposible que se aborden desde una sola
perspectiva, requiere estrategias creativas y participativas.
El objetivo de esta presentación es profundizar sobre el concepto de clínica comunitaria y
analizar las características este tipo de intervención.

2
La demanda de asistencia frente al padecimiento subjetivo.
En una investigación realizada (Ussher, 2013b) sobre los motivos de consulta a servicios de
Salud Mental del primer nivel de atención en un partido del segundo cordón del conurbano
bonaerense de Buenos Aires, se han podido discriminar los siguientes:

A partir del análisis se puede advertir que el 21 % de las demandas corresponden a diferentes
violencias en la familia (contra la mujer, maltrato a niño/as, abuso sexual, abandono), un 52 %
a crisis familiares (evolutivas, de pareja, por duelo o catástrofes) y el resto (26%) está referido
a padecimientos psicológicos diversos o derivaciones puntuales, como la obtención del
certificado de salud para realizar estudios terciarios.
El promedio de entrevistas realizadas por situación fue de 3,45 (con una dispersión entre 36 y
1). Los equipos desarrollaron diferentes modalidades de intervención en las que se consideró
la familia como unidad de análisis, sus recursos para transitar las dificultades y los que el
contexto socio-comunitario pone a su disposición. Se puso el acento en el proceso que la
familia realiza y en la relación que establece con las redes primarias y secundarias en las que se
desarrolla su vida cotidiana.

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Se realizaron intervenciones de:
1. Orientación: Destinados a activar los recursos familiares y comunitarios disponibles.
2. Sostén: Que buscan desarrollar estrategias familiares y comunitarias para afrontar crisis
3. Mediación: para el abordaje interaccional de conflictos interpersonales.
4. Terapéuticas: Dirigidas a una persona o al grupo familiar, buscando modificar dinámicas
relacionales y configuraciones subjetivas.
En más de la mitad de las situaciones los equipos trabajaron con estrategias de trabajo en red,
ofrecimiento de espacios grupales, participación en mesas locales de protección de derechos,
estrategias compartidas entre salud y educación, interfase de trabajo entre salud y justicia,
trabajo con referentes comunitarios y con programas de asistencia social, etc.
Estas estrategias de intervención son escasamente valoradas por quienes conducen los
servicios de Salud Mental, ya que no pueden ser consignadas en los registros que se elevan a la
Provincia de Buenos Aires que cuantifican el trabajo profesional, quedan invisibilizadas las
intervenciones grupales y comunitarias ya que solo se incluyen las entrevistas a “pacientes
atendidos por patología”, sin considerar el trabajo con la familia, los grupos escolares o
comunitarios o el resto de los equipos intervinientes en una misma situación a partir de una
intervención en red.
La clínica comunitaria no se limita entonces a abordar un padecimiento individual sino que
busca intervenir en el entorno familiar y comunitario en que se genera el malestar.

Las situaciones como punto de partida del dispositivo.


El nuevo paradigma de Salud Mental y el trabajo en Atención Primaria de la Salud (APS) nos
desafía a pensar nuestras acciones profesionales desde el territorio, es decir desde la vida
cotidiana de quienes nos consultan, sean personas preocupadas por una situación que les
genera malestar como desde organizaciones o comunidades que plantean problemáticas que
desbordan su área de trabajo.
Analizaremos una de estas situaciones que, a modo de ejemplo, va a permitirnos reflexionar
acerca de lo que denominamos clínica comunitaria.
La mamá de Thiago (16 años), María, en un encuentro casual con Estela (promotora de
salud comunitaria), le informa muy angustiada y con mucha vergüenza, que su hijo había
sido detenido el mes anterior; luego de pasar dos días en la comisaría se le informa que
tenía una causa penal por haber participado de un “robo en banda”. El abogado defensor
sugiere un procedimiento abreviado a partir del cual el adolescente se debe comprometer
a realizar tareas comunitarias y tratamiento psicológico. María no sabía cómo hacer para
que su hijo acepte y cumpla estas condiciones. Estela le recomienda acudir a un centro
cultural que se encuentra a una cuadra del Centro de Salud donde se realizan actividades
con adolescentes para conversar con Ana y Gladys (las coordinadoras) sobre las tareas
comunitarias y se comunica el equipo para el tratamiento psicológico solicitado. Estela

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evalúa que Thiago podría hacer mejor vínculo con nosotros que con el psicólogo del Centro
de Salud del barrio en que vive esta familia, que trabaja muy bien con adultos, pero al que
le cuesta el diálogo con adolescentes en conflicto con la ley.
Comenzamos a trabajar con Thiago y su mamá, que narran una historia de violencia
familiar, abandono del padre y expulsión de la escuela. Los encuentros al comienzo son
espaciados, le solicitamos a la defensora que nos mantenga al tanto del desarrollo de la
causa y vamos generando un espacio de escucha e interrogación con Thiago.
Trabajamos durante un año, la relación con su padre, el consumo de sustancias, su
angustia frente al fallecimiento de dos amigos por un enfrentamiento con la policía, la
posibilidad de regresar a la escuela, su inclusión laboral y los temas cotidianos que iba
abriendo con dificultad.
Los contactos periódicos de la trabajadora social del centro de salud con la trabajadora
social del Cuerpo Técnico que trabaja con el Defensor y el Juzgado de Responsabilidad
Penal Juvenil, con la mamá y las coordinadoras del centro cultural, nos permitieron
acompañar a Thiago en este momento de su vida. La mirada atenta de la promotora de
salud estuvo también presente en todo el proceso. La causa ya fue cerrada, él no regresó a
la escuela, puede visitar a su papá de vez en cuando y trabaja regularmente con un tío en
gastronomía, actividad que comienza a entusiasmarlo. Queda abierto el espacio para
nuevos encuentros cuando él perciba que es posible generar nuevas preguntas en su vida:
la pareja, su trabajo, la inclusión en otras actividades barriales.

El trabajo comunitario nos obliga a pensar la situación como el punto de partida de la


intervención, la complejidad de esa situación permite entender la demanda desde diferentes
puntos de vista y la forma en que estos puntos de vista cobran significado para los distintos
actores. Es a partir del análisis de esa situación que el equipo puede comenzar a planificar
estrategias de trabajo. Carlos Matus (2008:149) afirma que para comprender una situación
debemos adentrarnos en las explicaciones que cada uno de los actores expresa, “el diagnóstico
es un monólogo que alguien no situado hace encerrado en su propia visión del mundo que lo
rodea. La apreciación situacional, en cambio, es un diálogo entre un actor y los otros
actores...”
El concepto de situación nos permite analizar en el escenario de la vida cotidiana de las
personas que nos consultan el entrelazamiento discursivo y las posibilidades de generar
espacios de diálogo que modifiquen las condiciones que sostienen el sufrimiento.
¿Quién y como se explica la realidad de Thiago? Para el juez es un adolescente de un barrio
postergado que, en la moto de un compañero, intentó sacarle la cartera a una ciudadana, es
decir cometió un delito. Para su madre es su hijo, al que no termina de entender, que sufre por
el vínculo con un padre distante y violento, que ha sido testigo de muchas situaciones de
violencia en la pareja, que la ayuda cuando tiene que ir a pedir comida al Municipio o a Caritas.
Thiago se junta con otros adolescentes como él, que no tienen otro lugar que la esquina para
compartir sus vidas, que actúa, muchas veces, sin anticipar las consecuencias de sus actos. Es

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la palabra de la promotora de salud la que nos trae al equipo interdisciplinario el pedido de
María, quien nos presenta a Thiago.

La clínica comunitaria como dispositivo.


La clínica comunitaria puede ser definida como un dispositivo que entiende la salud como
conflicto y lucha, individual y social, para afrontar los desafíos que limitan la vida. La
comprensión del padecimiento no se sustenta solo en el análisis de estructuras individuales ni
se asienta en encuadres terapéuticos rígidos; remite al análisis de procesos complejos y
estrategias compartidas.
¿Por qué un adolescente con derechos vulnerados debe, desde la perspectiva de un juez,
acudir a un tratamiento psicológico como condición para sostener su libertad? ¿La justicia
busca que lo adaptemos a la vida social? ¿A qué sociedad?
Las concepciones de salud tradicionales justamente la definían como equilibrio bio-psico-
social; pensadores como Ramón Carrillo o Floreal Ferrara (Svampa, 2010) la entienden en el
marco de los conflictos socio-históricos de un pueblo por construir condiciones de existencia
más justas y equitativas. Una clínica comunitaria no busca acallar un conflicto y los
padecimientos que lo acompañan, sino buscar alternativas para afrontarlo, comprenderlo y
generar estrategias colectivas para superarlo.
Siguiendo a Foucault podemos afirmar que un dispositivo es una red de relaciones que se
pueden establecer entre elementos heterogéneos, forma parten de una estrategia, en un
marco institucional; funciona como una máquina de ver y hacer hablar, de construir
subjetividad, en él intervienen dimensiones científicas, políticas, metodológicas, éticas,
estéticas, que generan novedad y creatividad, abre a nuevas líneas de subjetivación. “Lo actual
no es lo que somos sino más bien lo que vamos siendo, lo que vamos a ser…” (Deleuze,
1990:159)
Un dispositivo nos es un aparato rígido, pre-establecido, es una creación única para cada
situación, permite visibilizar y reflexionar sobre algún aspecto de lo social, genera espacios de
construcción subjetiva. “La forma concreta que cada dispositivo asume en sus contenidos, en
su duración, en las formas de la participación dialógica, no pueden generalizarse ni repetirse.”
(Salazar Villava, 2004:295). Montero (2010b) afirma que la clínica comunitaria compone un
“encuadre imposible de encuadrar” que se genera a partir de los profesionales y las personas
de la comunidad, partiendo de sus experiencias, discursos y necesidades.
La clínica comunitaria busca construir dispositivos únicos para cada situación, implica un
proceso de trabajo interdisciplinario e intersectorial que se apoya en el análisis de situaciones,

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narradas por diferentes actores, encarnadas en sujetos que las definen, las defienden y las
critican, con intereses en pugna que generan padecimientos múltiples.
Thiago se vió envuelto en un proceso que no entiende: se pregunta: ¿es un delito la acción que
protagonizó, sin anticipar sus implicancias y consecuencias, con un compañero de su barrio? Si
“ni siquiera pudieron sacarle nada a la vecina......si los policías saben quién vende la droga en
la barrio y no hacen nada y son quienes persiguen a los chicos solo por vivir en un
asentamiento”.... (Así se expresa en las entrevistas)
En el Centro de Salud nos resistimos a cristalizar a Thiago en una sola categoría (menor en
conflicto con la Ley), buscamos abrir, con otros, nuevas modalidades de subjetivación y
relación con sus pares, con su barrio, con su familia, con el Estado.
El dispositivo clínico atiende el padecimiento singular, en situación; es como afirma Fernando
Ulloa un quehacer crítico que opera “sobre el tríptico salud mental/ética/derechos humanos”
como partes de un mismo engranaje. “El atascamiento de uno de estos engranajes altera los
otros y la dinamización de uno cualquiera de ellos dinamiza a los demás” (2011: 211)
La ética que orienta la intervención, “carece de un cuerpo preciso al que remitirse en toda
circunstancia” (Karsz, 2007:203), está orientada al cuidado y el buen trato (por eso se habla de
tratamiento clínico), la ética incluye la posibilidad de equivocarse, de asumir las consecuencias
de los errores. La ética y el respeto a los derechos humanos de las personas con las que
trabajamos interrogan nuestras prácticas clínicas y las complejizan.

Clínica comunitaria: complejidad de saberes y prácticas


“La medicina imagina la existencia de una clínica única, de una clínica totalizadora: la clínica
científica y ética. Sin embargo, se trata de una pura declaración ideológica, tal vez asentada
sobre la preocupación de vender la imagen de una institución racional y humana” (De Sousa
Campos, 2009: 77) Sin embargo, podríamos describir múltiples clínicas al considerar el
padecimiento en el marco del contexto en el que emerge.
Fernando Ulloa creía que el campo clínico responde más a un arte que a una profesión, ya que
debe trabajar con la singularidad, apoyado en una concepción alejada de la medicina y la
patología, propone “leer y procesar un campo definido como clínico por el modo de
conducción y por sostener una producción crítica comunitaria” *…+ (Ulloa, 2011: 85) que pueda
desnaturalizar las mortificaciones cotidianas.
La clínica aborda siempre lo singular, pero esto no es sinónimo de lo individual. Parte de una
situación que es única e irrepetible, que debe ser comprendida en la particularidad de sus
características propias, la clínica parte del “análisis concreto de situaciones concretas” (Karsz,
2007:161) en las cuales se focaliza el sujeto y la comunidad en la que vive, la clínica

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interdisciplinaria trasciende lo concreto, busca comprenderlo en el marco de procesos
psicosociales complejos.
La articulación de saberes en el trabajo comunitario (Ussher, 2014 a) permite encontrar zonas
de encuentro entre las conceptualizaciones y las prácticas de la Psicología Clínica y la Psicología
Social, así como enlazarla con otros conocimientos científicos y con los saberes populares. En
la situación que analizamos fue muy importante el aporte de la promotora de salud, su análisis
de la situación de la familia de Thiago, su nexo con otras organizaciones de la comunidad. El
trabajo en red del centro de salud, permitió sostener la continuidad del trabajo al articular con
el sistema judicial y con otros servicios municipales. Aquí hay que señalar el aporte del Trabajo
Social que incorpora metodologías propias de su disciplina.
El campo de la clínica comunitaria busca abrir espacios de encuentro orientados en una
perspectiva de respeto a los derechos, con encuadres multimensionales, flexibles, que
focalicen simultáneamente al sujeto y los procesos de producción de subjetividad. El
dispositivo clínico comunitario es colectivo, interdisciplinario, intersectorial, se planifica,
admite la novedad. Requiere de espacios de co-visión que lo sostengan y retroalimenten.
(Ussher, 2014 b)
Los espacios de encuentro, como afirma Omar Barrault (2007) generan vínculos que refieren a
un hábitat común compartido, convocan a un trabajo psíquico constructor de subjetividades
emergentes, invita a compromisos y solidaridades. Estos espacios de encuentro -y
desencuentros- movilizan afectos, nos afectan, como profesionales, desdibujan roles pre-
establecidos abriendo nuevas formas de profesionalidad.

Algunas dimensiones de la clínica comunitaria.


Uno de los aportes de la Psicología Social Comunitaria es el pasaje de una asistencia técnica
individual a la “construcción de sistemas colaborativos y participativos” (Fuks y Lapalma, 2011:
52). Genera marcos complejos que permiten transversalizar distintas teorías que, bajo la
concepción de caja de herramientas (Foucault y Deleuze, 1972), nos invita a articular saberes y
prácticas para la construcción de una clínica entendida en clave de derechos humanos.
Maritza Montero (2010b) expresa que el punto de partida de una Clínica Comunitaria se basa
en dos objetivos:
a) Integrar el enfoque comunitario a las prácticas clínicas
b) Atender las necesidades de las poblaciones que viven en situaciones de exclusión
desde las mismas comunidades.

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Asimismo resalta la importancia de partir de un modelo centrado en la salud y no en la
enfermedad, incorporar la participación activa de las comunidades y fortalecer a los distintos
actores sociales para transformar su entorno.
La clínica comunitaria se asienta en varios pilares. Entre ellos podemos considerar:
1. Territorialidad – Intersectorialidad.
2. Trabajo en equipo – Interdisciplinariedad – Ecología de saberes.
3. Concepción de la subjetividad como proceso histórico-social
4. Ética del cuidado. Co-visión que acompaña la intervención.

1. Territorialidad e intersectorialidad: El territorio es el espacio social compartido por una


comunidad, al que se le asignan significados, valores. En él se despliegan conflictos,
solidaridades, saberes y sentidos comunes, experiencias de vida, racionalidades, discursos,
capacidades, intereses, proyectos. En el territorio se disputa poder. Thiago, como otros
adolescentes, solo eran reconocidos como parte de la esquina, único lugar que le había dejado
el proceso de expulsión social.
La clínica comunitaria se ancla en el territorio como el espacio que condensa los problemas y
también las alternativas para superarlo. Desde allí surgen las acciones intersectoriales en las
que, frente a situaciones complejas, se pueden generar acciones multidimensionales que se
desarrollan en los espacios sociales cercanos a los destinatarios. Diferentes actores sociales, de
diferentes áreas, “trabajan juntos para resolver un problema que definen y asumen como
común” (Cunil-Grau, 2014:19)
La perspectiva de red permite organizar intervenciones georeferenciadas, que son sostenidas
por actores de diferentes áreas, a partir de acciones compartidas y coordinadas. En la
experiencia que relatamos, el trabajo con un sector del poder judicial y sobre todo con
organizaciones comunitarias, permitió sostener el trabajo con el adolescente.
Según lo he expresado anteriormente (Ussher, 2016a) la concepción de red provee
simultáneamente de:
a) Alternativas para la intervención social: al visibilizar vínculos, elaborar objetivos
colaborativos, diseñar estrategias para la acción. Se trabaja con sujetos (individuales y
colectivos) y sus relaciones, incorporando la dimensión cultural y el análisis del contexto.
b) Formas para teorizar sobre lo social desde perspectivas complejas, transdisciplinarias.
En los territorios en los que se desenvuelve la vida cotidiana se entretejen redes personales
que pueden asumir funciones de apoyo social y emocional, brindar nuevos conocimientos y
cumplir funciones de regulación y control. El trabajo en el fortalecimiento de estas redes se

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hace necesario frente a situaciones de crisis familiar y comunitaria, cuando la fragmentación
demanda la construcción de nuevos mapas relacionales.

2. Trabajo en equipo. Interdisciplina. Ecología de saberes.


La interdisciplina requiere de la conformación de equipos que se integren en busca de un
objetivo compartido, articulando saberes y prácticas. Construir dispositivos interdisciplinarios
no es reunir partes fragmentadas; “hay que desdisciplinar nuestras propias subjetividades
profesionales, construir puentes institucionales y culturales, abrir nuestros saberes a otros
tipos de conocimientos, desnaturalizar los poderes presentes en las prácticas profesionales
desde la complejidad hay que construir problemas que pueden ser abordados desde prácticas
profesionales diferentes, asumiendo las tensiones de poder que entran en juego, focalizando
al sujeto y al proceso socio-histórico en que habita” (Ussher, 2014 a)
La clínica comunitaria, en la búsqueda de una nueva relación entre los conocimientos, articula
los saberes científicos con los saberes populares. Boaventura de Sousa Santos propone una
ecología de saberes donde “los conocimientos interactúan, se entrecruzan y por lo tanto,
también lo hacen las ignorancias” (Sousa Santos, 2009: 185). En la situación que analizamos se
trabajó con profesionales del Trabajo Social y el Derecho, pero fundamentalmente con la
promotora de salud y las voluntarias de la organización comunitaria que fueron quienes,
enmarcando a Thiago en actividades solidarias y culturales, lograron sostener sus miedos y
contribuir a modificar la representación que los vecinos tenían del adolescente.

3. La subjetividad no es un concepto homogéneo, da cuenta de un ser en tensión entre


distintos niveles de organización, que vive en un contexto social que lo determina y al que
modifica, que cambia a lo largo de su ciclo vital. La construcción de subjetividad se da
simultáneamente en dos planos: la historia individual del sujeto y la historia social. Como
configuración compleja intercepta distintos procesos y organizaciones, es un sistema abierto,
histórico, flexible, en cambio permanente. No hay subjetividad sin sujeto, no hay subjetividad
sin la instancia histórico-social y cultural en que tiene lugar la vida, anidada en complejas redes
de lazos sociales. (Ussher, 2015b)
Su historia personal y la vida comunitaria en un barrio postergado del segundo cordón del
conurbano, moduló a Thiago como un adolescente en conflicto con la ley, señalado por la
policía como culpable por vivir en una zona marcada y ser pobre. Otros lazos sociales
permiten percibirlo como un niño que sufre, que ha sido maltratado, que es capaz de
solidaridades y reflexiones profundas sobre sí mismo y su comunidad, que puede aprender,
trabajar, amar.

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5. Ética del cuidado. La covisión acompaña la intervención.
Para Fernando Ulloa (2011:215) la ternura es “el escenario mayor donde se da el rotundo
pasaje del sujeto –nacido cachorro animal y con un precario paquete instintivo- a la condición
pulsional humana. Es el motor primerísimo de la cultura y, en sus gestos y suministros habrá
de comenzar a forjarse el sujeto ético”. La ternura sostiene el buen trato y por lo tanto el
tratamiento en sentido de cura y reparación. Solo la ética de la ternura y el cuidado podrá
generar intervenciones que potencien la salud mental.
El cuidado surge en la conciencia colectiva en momentos críticos, sin él nada de lo que está
vivo sobrevive. (Boff, 2003). En la clínica comunitaria el cuidado se refiere a las acciones que
desplegamos con las personas y comunidades con las que trabajamos y también a las
estrategias de cuidado del equipo que interviene. Aquí la supervisión de las prácticas adquiere
una dimensión de importancia. Entiendo la supervisión como co-visión, como un espacio de
fortalecimiento profesional que implica revisar con otros las prácticas.
El trabajo de co-visión (Ussher, 2014 b) puede generar espacios para reflexionar sobre:
1. La planificación, desarrollo y evaluación de las intervenciones psico-sociales y comunitarias,
trabajando el paradigma que las sustenta en sus aspectos epistemológicos, teóricos,
metodológicos y ético-políticos. La misma definición del problema es, desde el inicio, una
construcción colectiva.
2. El trabajo con el equipo como grupo, abordando los conflictos intersubjetivos, la posibilidad
de desarrollo de la tarea y los obstáculos que pueden aparecer en el devenir grupal. Se puede
trabajar en la elaboración de estrategias, el análisis de fortalezas, debilidades, amenazas y
oportunidades, la implicancia subjetiva.
3. La comprensión de los movimientos institucionales y comunitarios en los que se despliegan
las situaciones, adentrándose en la complejidad de la relación todo-parte, incluyeno una
reflexión sobre las políticas públicas que involucran la tarea.
4. La coproducción del equipo requiere formas de registro que favorezcan la sistematización y
respondan a los objetivos estratégicos de la tarea. Puede haber diferentes modalidades de
registro de un mismo proceso. Se puede estimular la teorización a partir de las prácticas,
fomentando espacios de investigación y sistematización.
La covisión de la clínica comunitaria es siempre un proceso colectivo, interdisciplinario, que
puede incorporar otros actores que intervienen en las estrategias desplegadas.
El trabajo clínico comunitario se desarrolla generalmente desde la Salud Pública o en
organizaciones que trabajan en la promoción, prevención o protección de derechos. Las
condiciones de trabajo no son las adecuadas y generan mucho malestar a quienes allí se

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desempeñan. Es frecuente percibir el sufrimiento de los equipos que se manifiesta de
diferentes maneras, una de ellas es el burnout o desgaste profesional que es “efecto del
malestar institucional debido a las condiciones laborales que implica el sistema neoliberal”
(Escardó, 2016:57). Esto hace que el cuidado de los equipos sea un imperativo en las
intervenciones comunitarias, cuestión que retoma a la supervisión/covisión como uno de los
pilares de la clínica.

Un camino para seguir recorriendo.


Maritza Montero (2010 a) al reflexionar sobre la clínica comunitaria afirma la necesidad de
problematizar el modelo médico, orientado en el déficit, que considera a las personas como
clientes en una relación de prestación de servicios. Invita además a revisar el dualismo entre
las personas y las comunidades. La clínica es ciencia y arte, debe “ampliar su objeto del saber y
de la intervención” (De Souza Campos, 2009:76)
La clínica comunitaria deberá incluir una mirada crítica sobre la vida cotidiana e incorporar
herramientas que aborden el nexo fundante entre salud y cultura.
Recuperamos para terminar el concepto de encerrona trágica de Ulloa, que la describe como
“un factor epidemiológico habitual en cualquier ámbito social, donde juega lo establecido
(instituido) y lo cambiante (instituyente), sobre todo cuando lo primero asume la rigidez
cultural propia de la mortificación y coarta (encierra) a los sujetos” (2011:167)
La tarea es pues trabajar en estas encerronas y desplegar caminos de ternura y cuidado.

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Buenos Aires: Ed. Noveduc.
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12
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Margarita Ussher. Magister en Psicología Social Comunitaria (UBA) Licenciada en
Psicología (UBA) Profesora asociada de la Universidad Nacional de Moreno. Ex
profesora adjunta de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Directora de la carrera de especialización en Psicología Social con orientación
Comunitaria del Colegio de Psicólogos de la Pcia. de Buenos Aires. Distrito XIV.
Supervisora en el área socio-comunitaria.
[email protected]

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