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Berkoff, M y Otros. El Niño y El Trauma.

Este documento presenta las respuestas de varios analistas a preguntas sobre la aplicación de los conceptos lacanianos en la clínica psicoanalítica con niños. Se discuten temas como los modos del inconsciente en el niño, la relación entre el niño y lo real, el lugar de la invención del delirio en el niño, por qué se debe "inventar" el inconsciente, el valor de la madre como partenaire y si la pubertad es traumática. Los analistas concluyen que el niño lacaniano siempre está "traumatizado"

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Berkoff, M y Otros. El Niño y El Trauma.

Este documento presenta las respuestas de varios analistas a preguntas sobre la aplicación de los conceptos lacanianos en la clínica psicoanalítica con niños. Se discuten temas como los modos del inconsciente en el niño, la relación entre el niño y lo real, el lugar de la invención del delirio en el niño, por qué se debe "inventar" el inconsciente, el valor de la madre como partenaire y si la pubertad es traumática. Los analistas concluyen que el niño lacaniano siempre está "traumatizado"

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EL NIÑO Y EL TRAUMA

Interrogantes de la última enseñanza de Lacan en la clínica con niños

Por: Mirta Berkoff, Liliana Cazenave, Gabriela Dargenton, Alejandro Daumas, Adela
Fryd, Susana Goldber, Catalina Guerberoff y Gustavo Stiglitz

Varios analistas han sido convocados a contestar brevemente interrogantes que abre la
última enseñanza de Lacan.
Aquellos que encarnamos una presencia para los sujetos que aún no han cristalizado la
defensa debemos estar atentos al tratamiento singular que cada niño hace de lo real.
Abro el juego, entonces, con la primera pregunta,
¿Cómo se presentan los dos modos del Inconsciente en el niño?
Mirta Berkoff

Podemos situar dos modos del Inconsciente: uno que se caracteriza por el
encadenamiento significante, está en relación al Otro y lo llamamos transferencial, y
otra dimensión que es lógicamente anterior, está vinculada al traumatismo de la lengua
sobre el cuerpo; a este nivel el Inconsciente puede ser tomado como real, es del orden
de la letra

Ahora bien, si siempre hemos sostenido que el niño está más cerca de lo real, pues no
está tan tomado aún en la mentira mental, ¿cuál será su relación con esta dimensión
del Inconsciente?

Encontramos niños en los que hay una articulación discursiva; en estos casos la pulsión
está articulada en un circuito que pasa por el Otro y se hace ficción en el fantasma. En
estos casos contamos con la dimensión de las formaciones del Inconsciente. Pero hay
otros niños sumergidos en la iteración del Uno sólo, que no pueden darle ninguna clase
de sentido.

Esto va a depender de cómo cada sujeto habite el trauma, pero implica que a veces
vamos a tener que trabajar sin contar con el Inconsciente transferencial con niños
desconectados de alguna manera del Otro, ese es uno de los desafíos de nuestra
práctica actual.

Si el trauma es producto del choque con la lengua, ¿se puede aspirar desde el
psicoanálisis a su reducción?
Liliana Cazenave

En primer lugar, es necesario precisar que la relación del parlante con el trauma es la
relación con el cuerpo pulsional, con las marcas de goce. Estas marcas, si bien son
cifradas por el inconsciente en el caso de la neurosis, por la represión en términos
freudianos, no terminan de ser absorbidas por la representación y retornan como
repetición.

El síntoma es la respuesta estructural para el tratamiento del goce traumático; su


satisfacción paradojal causa sufrimiento al sujeto. Es en la medida que produce
displacer, que podemos aspirar a la reducción de este goce, de ningún modo a su
eliminación, ya que el goce es el motor de la vida.

La meta de un análisis es obtener un nuevo arreglo con el goce, en el cual se disminuya


el displacer que este causa y se aumente el placer del que es capaz. Se trata de que el
sujeto pueda estar más cómodo con su síntoma. [1]

¿Qué lugar da hoy la práctica psicoanalítica con niños a la invención del pequeño delirio
de cada uno?
Gabriela Dargenton

El tema planteado nos permite transmitir la necesidad que tenemos como practicantes
del psicoanálisis con los niños, de hacer lugar a la invención singular de cada niño para
responder a un Real que hoy es caprichoso, lleno de cifras , estandarizado,
medicalizado, judicializado, es decir sin Otro.

Mientras que una contabilidad fría, desplazada de toda singularidad y disfrazada de


ciencia, llena las escuelas, los jardines de infantes, las consultas médicas, etc. de
protocolos generales y respuestas diagnósticas con nombres sofisticados y de poco
sentido, los analistas nos preparamos para escuchar el sufrimiento del niño a partir de
lo que este pudo hacer con el choque fundamental entre el cuerpo y las palabras. En
ese litoral, cada uno forjó una solución que a veces falla para soportar la angustia a
actual. Así, si la práctica con los niños no hiciese lugar a la invención del pequeño
delirio de cada quién, cualquier extravío de sentido infinito, acecharía. El ser hablante
delira porque habla a partir de su fundamento de agujero y no sabe bien qué dice, pero
eso puede tomar la forma de una ficción capaz de enlazarse al Otro -que la trasferencia
le propone-, alojándose en una vida más vivible. Esto no depende de los ideales, sino de
la decisión ética de una clínica que se oriente por lo Real del síntoma. Así podrá ocurrir
que la cura de un niño no sea “la emisión de bellas palabras”- como decía J. Lacan, sino
que atienda a captar la singularísima manera de cada niño de hacerse un ser para
afrontar la vida.

¿Por qué decimos que hay que “inventar” el Inconsciente?


Alejandro Daumas

“La obra de Lacan exhorta al niño a aprovechar su oportunidad. Oportunidad paradójica


que se presenta a menudo bajo la forma del fracaso, del traspié, del demasiado o no
suficiente; todos estos, elementos, que un psicoanalista acoge respecto a elevarlas a la
condición de síntoma. El niño de Lacan es miembro de la aristocracia del síntoma”. [2]

Así, Daniel Roy, en el excelente artículo, “Lacan y el niño”, nos muestra de una manera
simple que podemos permitirnos decir: que efectivamente el niño en un análisis
“inventa”, se da la oportunidad de la “invención” singular de la pasarela al
inconsciente.

Es esa relación con la oportunidad de la que se sirve el niño para excluir el


“embrutecimiento”.

El inconsciente “ese en mas”, es ese saber hacer allí con lo que produjo el traspié, en
donde esa nueva manera de saber recorta para él la singularidad de su propio artificio.

Y que allí haya inconsciente es la manera no de reconocerse con lo que uno es sino con
lo que uno tiene.

El lazo del niño al inconsciente es invención en tanto rompe la circularidad imaginaria


simbólica que implica el destino. Ya que la invención del inconsciente permite
al parlêtreencontrar las “herramientas” necesarias para resolver las encrucijadas con
otro orden de credibilidad ligado al síntoma.
Extraer del decir las marcas de goce de cada niño permitiéndole a ese que se presenta
en posición de objeto elucidar el inconsciente del cual es sujeto.

Brindando la posibilidad de contestar la pregunta que J.-A. Miller anota al lado de la


pág. 132 en Televisión: “¿No quieres tu saber nada del destino que el inconsciente te
depara?
¿Por qué la madre ha cobrado tanto valor como partenaire, a veces exclusivo o
preponderante, en las casuísticas de hoy?
Adela Fryd

La pluralidad del goce que encontramos en nuevas modalidades en una amplia


casuística de niños anoréxicos, niños tiranos, niños llamados hiperkinéticos, nos ofrece
una manera diferente de ver la clínica. El lugar de objeto del niño permitiría todas las
transgresiones.

Cuando la madre es el único partenaire, el sujeto corre el riesgo de caer en la trampa de


la alternativa: o de asumir los votos maternos sobre su persona o de oponerse, lo que
equivale a decir toma su mandato como brújula.

Hay un vinculo extraño, secreto y por tanto eficaz entre la posición fantasmática de la
madre y lo que ella transmite al niño.

Así podríamos hablar de la sintomática de un niño agitado y su madre, cuya separación


se produce a nivel del cuerpo. Estos niños aprisionados en sus excesos son
confrontados a lo pulsional materno. Dificultando claramente la posibilidad de la
separación, los deja dominados por la demanda complicando la relación de alojamiento
amoroso al Otro y a sus objetos. Un exceso sin enigmas ni preguntas.

La pubertad, ¿es traumática?


Susana Goldber

Si bien Freud considera que en la pubertad se arriba a la constitución definitiva de la


vida sexual en pos de la genitalidad, no deja por ello de considerar a la sexualidad como
traumática. Es decir, lo que nombra como definitivo está atravesado por lo inasimilable
de la sexualidad.

Lacan se refiere a la pubertad como un despertar.

Lo traumático que despierta en este tiempo que prefigura la inminencia del encuentro
con lo Otro, es una irrupción de un real, algo del orden de lo imposible de saber.
Encuentro con el Otro sexo.

Oportunidad donde se pone en juego un nuevo arreglo en la relación del sujeto con el
goce para abordar al Otro sexo. El sujeto se ve interpelado a abandonar el goce del
Uno, goce solitario que se satisface en el propio cuerpo para obtener un goce a través
del cuerpo del Otro. El ser hablante en tanto sexuado exige una construcción singular
del goce y de sus modos de relación con el Otro sexo. Es esto -el goce singular de cada
quién- lo que resiste a cualquier fijación identificatoria y a clasificaciones tanto de
género como de desarrollo biológico. Implica todo un trabajo psíquico que el goce del
Uno se abra al Otro.

¿El niño lacaniano es el niño traumatizado?


Catalina Guerberoff

¿Pregunta retórica? No, si consideramos cómo enfocaron el tema otros psicoanalistas.


Para M. Klein lo traumático –aunque no lo llame así- son los instintos, angustias y
emociones y no el acontecimiento externo (por ejemplo: el caso Richard, donde la
guerra es apenas una complicación práctica para la frecuencia de las sesiones). Para
Winnicott, en cambio, lo crucial no es el factor cuantitativo sino el modo en que la
madre, si es suficientemente buena, sostiene al niño y le permite controlar la angustia.

1. Lacadée [3] retoma el troumatisme de Lacan, que nombra la experiencia de goce


fuera de sentido, inasimilable, que es el encuentro del niño con un agujero en la
comprensión de las palabras y las cosas que recibe del Otro. Por eso el niño
lacaniano es siempre troumatisé, a diferencia del niño winnicottiano, traumatizado
solo si falla el holding materno: cuando esto sucede conserva y repite, sin
inscripción psíquica, las huellas de un acontecimiento que no fue simbolizado pero
podría haberlo sido.
¿Hasta dónde podemos guiar al niño en un análisis en la invención de sentido necesaria
para la vida?
Gustavo Stiglitz

Esta pregunta plantea la cuestión del fin de análisis en los niños.


Como sabemos, no hay psicoanálisis de niños y de adultos. Hay un psicoanálisis, para el
que el que cada uno es más o menos culpable de su real.[4] Es decir de los impasses
ante los que se detiene.

La idea del fin del análisis no tiene nada que ver con ninguna supuesta adaptación ni
normalización, sino que es solidaria de la idea de atravesamiento de los impasses ante
el Otro, su demanda y su deseo, ante el amor y el goce, tanto en el cuerpo como en el
pensamiento.

Un niño, se constituye como ser hablante a partir de los significantes que vienen de los
otros y que en principio no tienen ningún sentido. Con esos elementos inicia su juego
de ser hablante.

Es él quien teje en un segundo tiempo, los sentidos que hagan con esos elementos su
novela familiar.

Y con esos significantes el niño habla solo. Eso es el inconsciente, el hecho de que uno
habla solo y siempre da vueltas en la misma calesita de significantes amo, (S 1)
Si se tiene la suerte de encontrarse con un analista que encarne el S 2 – un saber – ,
tendrá la oportunidad de dejar de hablar solo.
El tratamiento de los impasses del encuentro del cuerpo con lalengua apuntará a un
saber hacer mejor con los elementos que le fueron dados al inicio de la partida.
Lacan se pregunta si la cadena inconsciente se detiene en la relación de los padres y si
es, sí o no, fundada, esta relación del niño a los padres.[5]

Digamos que sí -pero es un punto a investigar- la cadena se detiene en la relación con


los padres porque es de allí que le llegaron al niño los significantes sueltos de lalengua.
Con esos significantes familiares construirá su novela, justamente, familiar.

En cuanto a la invención de sentido del niño, el analista es un guía muy particular,


porque va por detrás. [6] Solo dice “por aquí sí” o “por aquí no”. ¿Hasta dónde seguirlo
entonces?

En principio -veremos en nuestro trabajo de la jornada si esto se sostiene- hasta que su


invención le permita salir de debajo de esos primeros significantes para construir, a
partir de allí, su propia solución.

Sabemos que de ésta también deberá curarse, pero para ello tendrá tiempo y podrá
demandarlo cuando el encuentro con el otro sexo se lo exija.

NOTAS

[1] Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Cap. Mutaciones de goce. Paidos, Be. As. 2011.

[2] Daniel Roy en Lacan y el niño. La práctica lacaniana en instituciones I. Buenos Aires.
Ed. Grama. 2014

[3] En “El niño lacaniano es el niño troumatizado” en http://www.journeesecf.fr/lenfant-


lacanien-est-lenfant-troumatise-par-philippe-lacadee/

[4] Lacan, J. Seminario 24, clase del 15/3/77

[5] Lacan, J. Seminario 24, clase del 14/12/76. Inédito

[6] Williams, Donna.

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