Carrera de zapatillas: cuento infantil sobre la amistad
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque
¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería
ser amiga de los demás animales.
La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:
- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Y entonces, llegó la hora de la largada.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy
grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar
la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.
Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero
todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que
rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos,
¡YA!
Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además
había aprendido lo que significaba la amistad.
Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.
FIN
Cuando la pequeña Violeta se levantó aquella mañana comprobó con terror que su habitación se
había quedado sin colores.
- ¿Qué ha pasado? – se preguntó la niña comprobando con alivio que su pelo seguía rojo como el
fuego y que su pijama aún era de cuadraditos verdes.
Violeta miró por la ventana y observó horrorizada que no solo su habitación, ¡toda la ciudad se
había vuelto gris y fea! Dispuesta a saber qué había ocurrido, Violeta, vestida de mil colores, se
marchó a la calle.
Al poco tiempo de salir de su casa se encontró con un viejito oscuro como la noche sacando a un
perro tan blanco que se confundía con la nada. Decidió preguntarle si sabía algo de por qué los
colores se habían marchado de la ciudad.
- Pues está claro. La gente está triste y en un mundo triste no hay lugar para los colores.
Y se marchó con su oscuridad y su tristeza. Al poco tiempo, se encontró con una mujer gris que
arrastraba un carrito emborronado y decidió preguntarle sobre la tristeza del mundo.
- Pues está claro. La gente está triste porque nos hemos quedado sin colores.
- Pero si son los colores los que se han marchado por la tristeza del mundo…
La mujer se encogió de hombros con cara de no entender nada y siguió caminando. En ese
momento, una ardilla descolorida pasó por ahí.
- Ardilla, ¿sabes dónde están los colores? Hay quien dice que se han marchado porque el mundo
está triste, pero hay otros que dicen que es el mundo el que se ha vuelto triste por la ausencia de
colores.
La ardilla descolorida dejó de comer su castaña blanquecina, miró con curiosidad a Violeta y
exclamó:
- Sin colores no hay alegría y sin alegría no hay colores. Busca la alegría y encontrarás los colores.
Busca los colores y encontrarás la alegría.
Violeta se quedó pensativa durante un instante. ¡Qué cosa extraordinaria acababa de decir aquella
inteligente ardilla descolorida!
La niña, cada vez más decidida a recuperar la alegría y los colores, decidió visitar a
su abuelo Filomeno. El abuelo Filomeno era un pintor aficionado y también la persona más alegre
que Violeta había conocido jamás. Como ella, el abuelo Filomeno tenía el pelo de su barba rojo
como el fuego y una sonrisa tan grande y rosada como una rodaja de sandía. ¡Seguro que él sabía
cómo arreglar aquel desastre!
- Pues está claro, Violeta: Tenemos que pintar la alegría con nuestros colores.
- Pero eso, ¿cómo se hace?
- Muy fácil, Violeta. Piensa en algo que te haga feliz…
- Jugar a la pelota en un campo de girasoles.
- Perfecto, pues vamos a ello…
Violeta y el abuelo Filomeno pintaron sobre las paredes grises del colegio un precioso campo de
girasoles. Un policía incoloro que pasaba por allí quiso llamarles la atención, pero el abuelo
Filomeno con su sonrisa de sandía le preguntó alegremente:
- Señor Policía, cuéntenos algo que le haga feliz…
- ¿Feliz? Un sofá cómodo junto a una chimenea donde leer una buena novela policiaca.
Y fue así como Violeta, el abuelo Filomeno y aquel policía incoloro se pusieron a pintar una
enorme chimenea con una butaca de cuadros. En ese momento una mujer muy estirada y sin una
pizca de color se acercó a ellos con cara de malas pulgas, pero el abuelo Filomeno con su sonrisa
de sandía le preguntó alegremente:
- Descolorida señora, díganos algo que le haga muy feliz…
- ¿Feliz? ¿En estos tiempos grises? Déjeme que piense…una pastelería llena de buñuelos de
chocolate.
Poco a poco, todos los habitantes de la ciudad fueron uniéndose a aquel grupo y llenando la
ciudad de murales llenos de cosas maravillosas, que a todos ellos les hacían muy feliz. Cuando
acabaron, la ciudad entera se había llenado de colores. Todos sonreían alegres ante aquellas
paredes repletas de naranjas brillantes, azules marinos y verdes intensos. Volvían a ser felices y
volvían de nuevo a llenarse de colores.
Terminada la aventura, el abuelo Filomeno acompañó a Violeta a su casa. Pero cuando iban ya a
despedirse, a Violeta le entró una duda muy grande:
- Abuelo, ¿y si los colores vuelven a marcharse un día?
- Si se marchan tendremos que volver a sonreír. Solo así conseguiremos que regresen…
Y con su sonrisa de sandía, el abuelo Filomeno se dio media vuelta y continuó su camino a casa.
FIN
Preguntas para la comprensión de texto de los niños
1. ¿De qué se percató Violeta cuando se levantó una mañana?
2. ¿Cómo veía ella a la gente por las calles de la ciudad sin colores?
3. ¿A quién Violeta fue a pedir consejos para que la ciudad volviese a tener colores?
4. ¿Qué hizo Violeta para que la ciudad recuperara sus colores?
5. ¿Qué tenemos que hacer si un día nuestra ciudad pierde los colores?
6. ¿Te ha gustado el cuento? ¿Por qué?
7. ¿Qué has aprendido con este cuento?